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Un día, el astronauta encontró un planeta azul, como la Tierra, aunque muchísimo más
pequeño. Cuál fue su sorpresa al descubrir que allí vivía alguien. Se trataba de una hermosa
alienígena, de color rosa y oro, que cantaba junto a una fuente una hermosa canción.
El astronauta se acercó con cuidado, se quitó el casco y, al ver que podía respirar, le dijo a la
hermosa alienígena:
La alienígena le respondió haciendo una raros ruiditos. Sin embargo, el astronauta lo entendió
perfectamente.
-Tranquilo, veo en tu corazón que vienes en son de paz -dijo ella-. ¿Quieres agua de la fuente?
-Por supuesto, gracias -dijo el astronauta-. ¿Puedes seguir cantanto? No sé por qué, oírte me
llena de felicidad.
La alienígena siguió cantando mientras el astronauta bebía agua de la fuente. Tras varias horas,
la alienígena le dijo:
El astronauta, que se había quedado embobado mirándola mientras cantaba, no acertó a decir
más que “gracias”.
Cuando la alienígena se fue, el astronauta se subió a su nave dispuesta a volver a casa. Tenía
que contarle a todos que había encontrado vida en un planeta en el había aire respirable y agua
potable.
Pero había algo que le oprimía el pecho y un extraño movimiento en su barriga que no le
dejaron marchar.
Horas después, el astronauta se despertó con el bello canto de la alienígena. Sin pensarlo, el
astronauta salió corriendo de la nave y fue a verla.
-Creí que ya no te vería más -dijo él-. ¡Es tan grande la alegría que siento!
Ella miró al astronauta a los ojos y, entonces, él comprendió lo que le pasaba. Se había
enamorado perdidamente de ella.
-¡Cásate conmigo! -le dijo él-. Y no tendremos que estar solo nunca más.
El astronauta se marchó sin contestar, muy airado por la respuesta. Pero tras varias horas se dio
cuenta de su error y volvió a ver a la alienígena.
-Perdona, he sido un grosero -dijo el astronauta-. Hace tanto tiempo que viajo solo…
-Te entiendo -dijo la alienígena-. Puedes quedarte el tiempo que quieras. Yo cantaré para ti. Es
agradable tener a alguien que escuche y aprecie mi canto.
El dragón farsante
Rapunzel
Obediencia
Perdonar
Comprensión
Superación