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Schmitt
I
ARISTOTELISMOS RENACENTISTAS
Este título tal vez confunda a algunos lectores. Sin embargo, no se trata
de un error tipográfico y el número plural de las palabras es correcto. Lo que
quiero decir es que la expresión singular “aristotelismo” no es adecuada para
describir la serie de supuestos, actitudes, enfoques de estudio, confianza en la
autoridad, utilización de fuentes y métodos de análisis distintos que se
encuentran entre los seguidores renacentistas de Aristóteles. La mayoría de las
discusiones sobre esta materia disponibles actualmente dan pocos indicios de la
pluralidad de perspectivas discernibles dentro de los límites de la tradición
peripatética.13 Sin embargo, más allá de su tratamiento en los libros de texto,
descubrimos que una mirada sobre algunos tratados filosóficos del siglo XVI, por
rápida y superficial que sea, manifiesta una gran distancia entre los distintos
tipos de autores aristotélicos.
Esta divergencia puede ser ilustrada mejor si comparamos la actitud de
dos aristotélicos contemporáneos de Galileo, que fueron también seguidores de
la escuela de Padua, sobre la cual se ha escrito mucho. El primero es Jacopo
Zabarella (1533-1589), cuyos tratados sobre lógica, metodología y filosofía
natural fueron muy leídos en toda Europa a fines del siglo XVI y durante todo el
siglo XVII. Se ha sugerido que su obra tal vez tuvo influencia en el método de
práctica científica de Galileo14. El segundo es Cesare Cremonini (1552-1631),
durante largo tiempo colega de Galileo en Padua, quien se haría famoso en la
posteridad como el filósofo que no quiso mirar a través del telescopio de
13
Esto incluye la mayoría de los estudios en diccionarios y enciclopedias: DSB,
Enciclopedia of Philosophy y muchos otros. The Dictionary of the History of Ideas, por
ejemplo, tiene un artículo separado sobre “Platonismo en el Renacimiento,” pero ninguno
sobre aristotelismo. Los libros de texto estándares, tales como D. Hay, The Italian
Renaissance in Its Historical Background (Cambridge, 1961; 2da. ed., Cambridge, 1976)
y S. Dresden, Humanism in the Renaissance (Londres, 1968), son especialmente
deficientes a este respecto.
14
Especialmente por J. H. Randall, “The Development of Scientific Methodology in the
School of Padua,” Journal of the History of Ideas, I, (1940), 177-206, reimpreso y
revisado en J. H. Randall, The School of Padua and the Emergence of Modern Science
(Padua, 1961), 13-68. Ahora ver E. Garin, Aristotelismo veneto e scienza moderna
(Padua, 1981).
28
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15
Según la tradición, Cremonini no quiso mirar a través del telescopio de Galileo porque
hacerlo ¡le daría dolor de cabeza! La anécdota se origina en la “Vita di Galileo” de
Vincenzo Viviani en Le opere di Galileo Galilei, XIX, 610. Ver también A. Favaro, Galileo
Galilei e lo Studio di Padova (Florencia, 1883), I, 394, 430-431.
16
“Nunquam etiam sola Aristotelis authoritate ad aliquid comprobandum contentus ero,
sed rationem semper adhibebo; hoc enim vere ingenium [¿ingenuum?] ac philosophicum
est et hac quoque ratione videbor Aristotelem imitari, quippe qui nihil unquam sine ratione
pronuntiasse videtur.” Cita del MS. Milano, Ambrosiana D.48. inf., publicado en “Una
Oratio programmatica di G. Zabarella” (a cura di Mario dal Pra), Rivista critica di storia
della filosofia, 21 (1966), 290. Sobre Zabarella ver W. F. Edwards, “The Logic of Iacopo
Zabarella (1533-1589)” (Ph. D. Diss., Columbia University, 1961) y A. Poppi, La dottrina
della scienza in Giacomo Zabarella (Padua, 1972).
29
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17
“Non posso né voglio retrattare le espositioni d’Aristotile poichè l’intendo così, e son
pagato per dichiararlo quanto l’intendo.” Citado en E. Renan, Averroes et l’averroisme,
2da. ed. (París, 1861), 479. Sobre Cremonini ver L. Mabilleau, Étude historique Sur la
philosophie de la Renaissance en Italie: Cesare Cremonini (París, 1881) y la reseña de
A. Favaro en Archivio veneto, 25 (1883), 430-450; M. A. del Torre, Studi su Cesare
Cremonini (Padua, 1968); Lohr en Renaissance Quarterly , 28 (1975), 728-739 y C. B.
Schmitt, Cesare Cremonini: Un aristotélico al tempo di Galilei, Centro tedesco di studi
veneziani, quaderni-16 (Venecia, 1980).
18
“Aristotelem ex antiquis ... sequor ... tamquam ducem.” W. Harvey, Excercitationes de
generatione animalium (Londres, 1651), fol. C3 v. Cf. abajo, cap. IV, n. 45.
19
En una de las cartas sobre las manchas del Sol de 1612 criticó a los peripatéticos
como aquellos quienes “non vogliono sollevar gli occhi da quelle carte, quasi che questo
gran libro del mondo non fosse scritto dalla natura per essere letto da altri che da
Aristotele.” Galileo, Le opere, V, 190.
20
Esta visión de la Escuela de Padua comienza con Renan y continúa hasta el presente
con Randall y otros.
30
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21
Renan, Averroes; F. Fiorentino, Pietro Pomponazzi (Florencia, 1868) y Studi e ritratti
della Rinascenza (Berlin, 1906-), vol. I. Para los escritos desperdigados de Ragnisco ver
L. Malusa, “Pietro Ragnisco, storico della filosofia patavina,” Quaderni per la storia
dell’Universitè di Padova, 5 (1972), 107-144.
22
P. Duhem, Études sur Léonard de Vinci (París, 1906-1913) y Le système du monde
(París, 1913-1953), P. Petersen, Geschichte der Aristotelischen Philosophie im
Protestantischen Deutschland (Leipzig, 1921; reimpr. Stuttgart, 1964); Randall, The
School of Padua; B. Nardi, Sigieri di Brabante nel pensiero del Rinascimento italiano
(Roma, 1945); Saggi sull’ aristotelismo padovano dal secolo XIV al XVI (Florencia, 1958);
Studi su Pietro Pomponazzi (Florencia, 1965) y otros. Para muchas de las dispersas
contribuciones de Garin, algunas de las cuales serán citadas cuando llegue la ocasión,
ver Bibliografía degli scritti di Eugenio Garin, 1929-1979 (Bari, 1979).
23
P. O. Kristeller, The Classics and Renaissance Thought (Cambridge, Mass., 1955), 24-
27.
24
El trabajo más reciente de Kristeller sobre el aristotelismo renacentista incluye
“Paduan Averroism and Alexandrism in the Light of recent Studies,” en Aristotelismo
padovano e filosofia aristotelica (Florencia, 1960), 147-155; La tradizione aristotelica nel
Rinascimento (Padua, 1962), publicada en inglés como “Renaissance Aristotelianism,”
Greek, Roman, and Byzantine Studies, 6 (1965), 157-174; Le thomisme et la pensée
italienne de la Renaissance (Montrèal, 1967); “The Myth of Renaissance Atheism and the
French Tradition of Free Thought,” Journal of the History of Philosophy 6 (1968), 233-
243.
31
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25
Además de la obra de Cranz y Lohr ver la bibliografía recogida en C. B. Schmitt, A
Critical Survey and Bibliography of Studies on Renaissance Aristotelianism, 1958-1969
(Padua, 1971).
32
ARISTÓTELES Y EL RENACIMIENTO
26
552 items impresos en el siglo XV están recogidos en Flodr, Incunabula classicorum
(Amsterdam, 1973), 18-70. Cranz enumera aproximadamente 1000 ediciones del siglo
XVI, pero este número probablemente representa sólo alrededor de un tercio de todas
las ediciones que tienen que ver con Aristóteles.
27
Flodr recoge dieciocho ítems. Hay probablemente varios centenares del siglo XVII.
28
Ver el influyente artículo de Kristeller titulado “Humanism and Scholasticism in the
Italian Renaissance,” Bizantino 17 (1944-45), 346-374. Ha sido reimpreso en varias
recolecciones de sus obras, incluso en Studies in Renaissance Thought and Letters
(Roma, 1956), 553-583.
33
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34
ARISTÓTELES Y EL RENACIMIENTO
35
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trasladó al Norte de los Alpes y fue acogido por Périon, Lambin y Turnèbe en
Francia, por Sturm en Alemania, por Case en Inglaterra, y por Giphanius y
Heinsius en los Países Bajos.
Sin embargo, al mismo tiempo el modo escolástico de estudio de la lógica
y la filosofía natural continuaba existiendo, con frecuencia influenciado
significativamente por los nuevos métodos de los humanistas, pero algunas
veces mostrando pocas repercusiones de la innovación posmedieval. Aún
cuando los vínculos con el humanismo fueron bastante fuertes, como lo fueron
para Zabarella y para los comentadores conimbricenses, era muy evidente la
conexión con los intereses filosóficos medievales y tradicionales dictados por el
currículo universitario. Así, Zabarella todavía debatía cuestiones en términos
establecidos por Tomás de Aquino, Alberto Magno, Buridan y Juan de Jandun29.
Sus obras dejaban ver página a página la herencia universitaria; tanto la forma
como la estructura de la exposición son las tradicionalmente requeridas por el
currículo de artes usado en Italia. Por otra parte, tenía una buena educación
humanista, conocía bien el griego, era muy versado en la literatura clásica y, en
verdad, hasta podría decirse que tenía un cierto grado de sofisticación filológica.
Si bien en lo que respecta a su conocimiento del griego no era un Poliziano, un
Lambin o un Vettori, sin embargo reflexionó frecuentemente sobre el texto, su
significado y los medios por los cuales tal significado podía ser transmitido de la
mejor manera posible a sus lectores. Cuando era necesario podía analizar los
términos griegos o aplicar su formación clásica30.
Otros filósofos contemporáneos, tales como Girolamo Borro y Francesco
Buonamici (que estaban enseñando en Pisa durante la década de 1580, cuando
Galileo era allí un joven estudiante) trabajaron de otro modo. Enfrentaron los
mismos problemas que Zabarella, usaron en general las mismas formas de
exposición y también dependieron de la tradición y de la técnica medievales. Sin
embargo, a diferencia de Zabarella, mostraron escasos vestigios de refinamiento
humanista, hicieron pocos intentos de lidiar con el texto griego de Aristóteles y se
esforzaron poco por relacionar los textos clásicos no peripatéticos con la
exposición. En resumen, en tanto ellos como Zabarella se enraizaban en la
tradición universitaria medieval italiana, sus exposiciones permanecían
29
Esto se aplica, por ejemplo, a su De rebus naturalibus (Venecia, 1590; reimpr.
Frankfut, 1966) e In III Aristotelis libros de anima (Venecia, 1605; reimpr. Francfort,
1966).
30
Esto es enfatizado por W. F. Edwards, “Iacopo Zabarella: A Renaissance Aristotelian’s
View of Rhetoric and Poetry and Their Relation to Philosophy” en Arts libéraux et
philosophie au moyen âge (Montreal-París, 1969), 843-854.
36
ARISTÓTELES Y EL RENACIMIENTO
31
En mi opinión E. A. Moody fue demasiado lejos al decir “Borro, ciertamente, pudo
haber vivido en el siglo XII si tomamos en consideración los materiales e ideas de su
libro.” E. A. Moody, Studies in Medieval Philosophy, Science and Logic (Berkeley, 1975),
279.
32
Algunas de las consideraciones de Pacius sobre la Física, por ejemplo, todavía eran
tomadas en consideración en la edición y comentario sobre la obra por W. D. Ross
(Oxford, 1936). Ver p. 749 para una lista de referencias.
33
Sobre la obra de Moerbeke como traductor ver especialmente el artículo de L. Minio-
Paluello in DSB, IX, 434-440. Debería señalarse, sin embargo, que si bien sus
traducciones siguieron fielmente el griego, ya que eran ad verbum el latín es torpe y a
veces confuso. Para captar completamente su significado debemos frecuentemente
referirnos al texto, al cual, por supuesto, sus lectores no tuvieron acceso.
37
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34
IA. 107.928. Fue impreso en 1539 (IA.107.980) y 1550 (IA.108.174).
35
IA.108.664.
36
IA.108.708. Sobre esta edición ver J. Glucker, “Casaubon’s Aristotle,” Classica et
Mediaevalia 25 (1964), 274-296.
37
Flodr, Nº 1. Sobre esta edición ver M. Sicherl, Handschriftliche Vorlagen der Editio
princeps des Aristoteles, Akademie der Wissenschaftlichen Klasse, Jahrgang 1976, Nº 8
(Maguncia, 1976).
38
Para la obra de Lambin y de Vettori ver las ediciones recogidas en Cranz IA, ad
indicem.
39
Ver F. E. Cranz, “The Publishing History of the Aristotle Commentaries of Thomas
Aquinas,” Traditio 34 (1978), 157-192.
38
ARISTÓTELES Y EL RENACIMIENTO
acarrea grandes diferencias, pero hay casos en que la divergencia puede ser
bastante alarmante. Si bien durante el Renacimiento los comentarios de Tomás
de Aquino no fueron impresos con los textos griegos de Aristóteles,
frecuentemente estaban acompañadas por las traducciones latinas de Bruni,
Argyropolus y otros que vivieron más de un siglo después de la muerte de
Tomás40 de Aquino. Esto desencadenó una situación en la cual las traducciones
humanistas –y se debe tener en cuenta las críticas habituales y vehementes que
los humanistas dirigieron a la filosofía medieval y a las traducciones filosóficas–
acompañaron los comentarios del siglo XIII41. Esta práctica no les parecía
inconsistente ni a los editores renacentistas ni a sus sucesores de los siglos
posteriores. Sólo en tiempos muy recientes esta cuestión ha sido rectificada con
la nueva edición crítica de las obras de Tomás de Aquino, que imprime sus
comentarios junto con las traducciones aristotélicas que él de hecho usó42.
Tales inconsistencias no se limitaron solamente a las ediciones de Tomás
de Aquino, sino que se difundieron considerablemente en el siglo XVI. Por
ejemplo, la obra aristotélica llamada ! ! ! fue
conocida con el título De generatione et corruptione en la Edad Media; pero
sobre la base del refinamiento filológico humanista unido a la tendencia de
“clasicizar”, en el siglo XVI comenzó progresivamente a ser llamada De ortu et
interitu. Los comentarios medievales, cuando eran reimpresos, contenían la vieja
terminología. Sin embargo, frecuentemente las traducciones nuevas eran
reimpresas con comentarios anteriores. El resultado debe haber sido algo
desconcertante para el lector. El texto usa el término ortus y varios de su misma
raíz, pero el comentario discurre constantemente sobre la generatio. Este es un
caso bastante extremo de las dos metodologías en conflicto o, más bien, es
quizá un ejemplo de cómo una innovación choca con la tradición.
Una cosa es segura: el aristotelismo escolástico que surgió a partir de la
Reforma –tanto del lado católico como del protestante– incluía muchos
elementos reconocibles de la Edad Media. Si bien había habido alguna
eliminación –por ejemplo, la doctrina escolástica de la variación de las
40
Ibid.
41
Lo mismo también vale con respecto a la publicación renacentista de otros
comentarios medievales sobre Aristóteles, incluso aquellos de Grosseteste y Burley. Ver
IA.107.881.
42
“Lo que es más sorprendente es que todas las ediciones posteriores del comentario
[de Tomás de Aquino] a la Política hasta 1971, excepto por cambios menores,
reimprimen este texto muy revisado de la edición de 1492 ... pero en 1971 la edición
leonina ... nos ofrece finalmente un modelo propio de edición erudita; aquí Tomás renace
en su verdadera forma medieval.” Cranz, “The Publishing History” 173.
39
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43
Para una discusión del conocimiento muy limitado de este material ver C. Lewis, The
Merton Tradition and Kinematics in Late Sixteenth- and- Early Seventeenth-Century Italy
(Padua, 1980).
44
Estos cuatro autores entre otros continuaron usando numerosas formas escolásticas
en sus escritos, aunque también habían incorporado nuevos elementos. Para una
discusión de Case ver mi John Case and Aristotelianism in Renaissance England
(Montreal, 1983).
45
Agostino Nifo, Dialectica Iudicra tyrunculis atque veteranis utillima peripatheticis
consona ... (Venecia, 1521). Para una discusión de esta obra y su significado ver E. J.
Ashworth, “Agostino Nifo’s Reinterpretation of Medieval Logic,” Rivista critica di storia
della filosofia 31 (1976), 355-374.
40
ARISTÓTELES Y EL RENACIMIENTO
46
Por ejemplo, W. y M. Kneale, The Development of Logic (Oxford, 1962); I. Bochenski,
History of Formal Logic, trad. I. Thomas (Notre Dame, Ind., 1961) y E. J. Ashworth,
Language and Logic in the Post-Medieval Period (Dordrecht, 1974).
47
Por ejemplo, W. S. Howell, Logic and Rhetoric in England, 1500-1700 (Princeton,
1956); W. J. Ong, Ramus, Method and the Decay of Dialogue (Cambridge, Mass., 1958);
C. Vasoli, La dialettica e la retorica dell’umanesimo (Milán, 1968).
48
Sobre este punto ver especialmente E. J. Ashworth, “The Eclipse of Medieval Logic,”
en The Cambridge History of Later Medieval Philosophy ed. N. Kretzmann, A. Kenny y J.
Pinborg (Cambridge, 1982) 787-796.
49
Esto resulta evidente a partir del material recogido por Lohr. La literatura sobre estos
temas es extensa pero para una orientación sobre tomismo ver Cranz, “The Publishing
History”; sobre escotismo ver especialmente: Problemi e figure della scuola del Santo
(Padua, 1966); Storia e cultura al Santo di Padova fra il XIII e il XX secolo (Vicenza,
1976) y Regnum hominis et regnum Dei, ed. C. Bérubé (Roma, 1978), vol. I. Para Alberto
ver Albertus Magnus and the Sciences: Commemorative Essays 1980, ed. J. A.
Weisheipl (Toronto, 1980). Sobre Ockham desde dos diferentes perspectivas ver H. A.
Oberman, The Harvest of Medieval Theology: Gabriel Biel and Late Medieval Nominalism
(Cambridge, Mass., 1962) y H. S. Matsen, Alessandro Achillini (1463-1512) and His
Doctrine of “Universals” and “Transcendentals”: A Study in Renaissance Ockhamism
(Lewisburg, 1974) y “Alessandro Achillini and Ockhamism at Bologna (1490-1500),”
Journal of the History of Philosophy 13 (1975), 437-451. Todas ellas contienen
bibliografías sobre el tema.
41
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50
Ver especialmente H. A. Wolfson, “The Twice-Revealed Averroes,” Speculum 36
(1961), 373-392 y “Plan for the publication of a Corpus Commentariorum Averrois in
Aristotelem,” ibid., 38 (1963), 88-104. Ambos están reimpresos en Studies in the History
of Philosophy and Religion (Cambridge, Mass., 1973- ), I, 371-401, 430-454. Ver también
F. E. Cranz, “Editions of the Latin Aristotle Accompanied by the Commentaries of
Averroes,” en Philosophy and Humanism: Renaissance Essays in Honor of Paul Oskar
Kristeller, ed. E. P. Mahoney (Leiden, 1976), 116-128.
51
IA.108.193. Sobre la edición ver mi “Renaissance Averroism Studied through the
Venetian editions of Aristotle-Averroes (with Particular reference to the Giunta Edition of
1550-1552)”, en L’Averroismo in Italia , Atti dei Convegni Lincei, Nº 40 (Roma, 1979),
121-142.
52
IA.108.423; 108.456, 108.599.
42
ARISTÓTELES Y EL RENACIMIENTO
en Lyon53. Las ediciones eran leídas: cualquiera que estudie los comentarios
italianos del período verá el enorme número de referencias a “el Comentador”.
Es muy notable la fuerza con la que sobrevivió el Aristóteles medieval –bárbaro,
según los humanistas.
Al mismo tiempo que el conocimiento del Aristóteles averroísta se
expandía a tales pasos en Occidente entre 1475-1575, algo muy diferente
estaba sucediendo con igual intensidad. La cantidad bastante numerosa de
comentarios griegos sobre el Corpus Aristotelicum disponibles, que en Occidente
se habían conocido sólo parcialmente durante la Edad Media, estaba siendo
impresa tanto en latín como en griego. Así, toda una nueva base de materiales
se puso a disposición para el estudio, la interpretación y la comprensión del
denso e intrincado texto publicado por Aldus por primera vez poco tiempo atrás
(1495-1498). Los comentarios contienen una abundancia de material
interpretativo no explotado anteriormente. A pesar de que varios de los
comentadores griegos habían vivido más de ocho siglos después que el
maestro, y de que éstos mezclaban más de una pizca de platonismo y de
cristianismo con sus doctrinas, aún eran herederos del lenguaje y la cultura
comunes de Grecia, escribiendo en un estilo y con supuestos más cercanos a
Aristóteles que lo que podría pretender cualquier árabe o latino. En verdad,
mirando en retrospectiva podría decirse que las tendencias platónicas o
cristianas de algunos de estos comentadores simplemente agregaron al espectro
y contexto culturales lo que resultaba necesario para convertir a Aristóteles en
una figura mundial y no en un hombre atrapado en la Atenas del siglo IV a.J.
Los humanistas, comenzando por Aldus mismo, advirtieron el profundo
significado de todo esto54. Si Aristóteles representaba la verdad o la filosofía,
53
IA.109.807 a 109.822 es una lista muy completa. Hay muchas otras impresiones que
contienen algún material explicativo de Averroes, tales como la edición veneciana de la
Física de 1540 (IA.108.001).
54
La carta dedicatoria a Alberto Pío que sirve de prefacio al primer volumen de la editio
princeps de Aristóteles (1495) establece las opiniones de Aldus: “Habes nunc a me libros
Aristotelis logicae disciplinae. Habebis Deo favente et philosophicos tum morales tum
physicos, et quoscunque ille divinus magister legendos posteritati reliquit, modo extent.
Erunt deinde a me tibi et caeteris studiosis commentatores Aristotelis: Ammonius,
Simplicius, Porphyrius, Alexander, Philoponus et Themistius paraphrastes.” [N. del T.:
“Ahora te entrego los libros de la disciplina lógica de Aristóteles. Si Dios quiere, tendrás
los libros filósoficos, los físicos, los morales y todos aquellos que el divino maestro dejó
para ser leídos en la posteridad. Luego te ofreceré, a ti y a todos los estudiosos, los
comentadores de Aristóteles: Ammonio, Simplicio, Porfirio, Alejandro, Filopón y
Temistio”]. Citado de Aldo Manuzio editore: dediche, prefazioni, note ai testi, ed. G.
Orlandi (Milán, 1975), I, 7. Aldus mismo publicó sólo unos pocos comentarios antes de
su muerte en 1515, pero sus sucesores y otros editores produjeron ediciones de la
43
Charles B. Schmitt
resultaba inmediatamente claro el importante rol que podría jugar tal material
contextual para poner en evidencia el sentido correcto de sus palabras. Esta
abundancia recién descubierta incrementó los típicos prejuicios humanistas de
darle más valor a los textos griegos que a las esforzadas reflexiones de la Edad
Media, de considerar más importante el conocimiento y la exactitud históricos
que la precisión y el análisis filosóficos. Sean cuales fueren las limitaciones que
podamos señalar acerca del valor de los comentarios griegos como vías de
acceso a la verdad filosófica, no puede haber duda de que presentaron un
contexto apropiado para una comprensión más exacta de Aristóteles como
personaje histórico y para un marco intelectual y cultural más amplio dentro del
cual estudiar sus obras. Entre otras cosas, el material griego proveía una buena
cantidad de análisis antiguos de las posiciones de Aristóteles, tanto de críticas
hostiles como de críticas favorables. Si bien algunos de ellos ya habían circulado
a lo largo de la Edad Media, hacer accesible un gran cuerpo de material analítico
e interpretativo no pudo haber tenido otro efecto más que agudizar, tanto
histórica como filosóficamente, la comprensión de Aristóteles y de su posición
como fuente de conocimiento válido. Naturalmente, fueron los humanistas
quienes editaron, tradujeron e hicieron por lo general accesible este vasto
Corpus. No les llevó mucho tiempo, sin embargo, llegar a un público más amplio.
Quienes tenían intereses creados, los filósofos universitarios, deseaban
especialmente obtener las ediciones.
En cierto aspecto estas dos tradiciones de comentarios se ubicaban en
extremos opuestos. Los intérpretes humanistas de Aristóteles más quisquillosos
utilizaron gran cantidad de material de los comentadores griegos –y también de
escritores romanos como Cicerón– pero evitaron casi completamente la tradición
medieval, especialmente la proveniente de los bárbaros árabes. Al mismo tiempo
debemos tener en cuenta que, les gustara o no, los humanistas mismos
absorbieron inconscientemente una buena proporción de medievalismo. Podían
usar sin darse cuenta palabras, formulaciones y doctrinas directamente
provenientes de los autores escolásticos. No obstante, ellos sentían que estaban
purificando la tradición, mediante la eliminación de los errores surgidos durante
siglos de descuido. Para Tomasso Giunta no era una exageración decir en su
carta- prefacio a la gran edición de Aristóteles-Averroes de 1550-1552: “Nuestra
época no acepta nada ni admira nada que provenga de las despreciables y
discutibles doctrinas de los árabes, a menos que se sepa que nos han sido
mayoría de ellas alrededor de 1540. Ver mi discusión en “Alberto Pio and the Aristotelian
Studies of His Time,” en Società, politica e cultura a Carpi ai tempi di Alberto III Pio
(Padua, 1981), 43-64.
44
ARISTÓTELES Y EL RENACIMIENTO
55
“Aetas vero nostra, contempta et quasi iam conculcata Arabum doctrina, nihil recipit,
nihil miratur, nisi quod a Graecorum thesauris huc norit esse translatum.” Aristotelis ...
omnia quae extant opera ... (Venecia, 1550-1552; IA. 108.193) I, pt. I, fol. 2.
45
Charles B. Schmitt
protestantes que entre los católicos. Podría parecer casi contumaz insistir en
eso, pero al contemplar la situación no se puede hacer otra cosa.
Durante las décadas de 1540 y de 1550 tanto católicos como
protestantes estuvieron recopilando las fuentes y los recursos intelectuales para
la larga serie de polémicas, acusaciones y contraacusaciones que iba a seguir.
La educación luterana fue establecida con la dirección de Philip Melanchton y
Johannes Sturm. La educación católica se desarrolló rápidamente y fue
formalizada en su momento mediante la ratio studiorum (1585, 1599). Las
versiones calvinista y anglicana también fueron conceptualizadas a fines del
siglo XVI. Una profunda confianza en Aristóteles como principal autoridad
filosófica y científica era la característica común de todas ellas.
Algunos luteranos –sin duda formados en el intenso desprecio que sentía
Lutero hacia la escolástica medieval, a la que había conocido en su época de
estudiante– intentaron alterar el currículo universitario tradicional para hacerlo
menos dependiente de Aristóteles. En consecuencia, en ciertos casos se hizo un
esfuerzo por reemplazar el curso basado en los escritos de Aristóteles sobre
filosofía natural por un nuevo curso basado en la Historia Natural de Plinio56.
Este intento terminó en un rotundo fracaso y Aristóteles permaneció en las
universidades luteranas por más de un siglo. Naturalmente, la perspectiva de
estudio del texto, los puntos específicos a ser enfatizados y el uso que se le
daba al argumento filosófico variaron en los diferentes grupos, pero quizá eran
menos disímiles que las diferencias regionales que establecían las funciones
sociales y políticas a ser cumplidas por las distintas universidades. Los libros de
católicos italianos como Zabarella, Cesalpino o Cremonini fueron más
naturalistas que muchos textos provenientes de las filas protestantes, pero
también fueron mucho más naturalistas que algunos otros manuales católicos,
incluso los de la península ibérica57. Unos pocos manualistas calvinistas, como
Lambert y Daneau, con ahínco pero finalmente en vano, algunas veces
intentaron huir completamente de Aristóteles: más fundamentalistas que los
otros, estaban más rigurosamente obligados a lograr que la doctrina filosófica
coincidiera con las Escrituras58. Hubo muchas variantes: algunos manuales
seguían al pie de la letra las palabras y el sentido de Aristóteles; otros
sometieron la filosofía a las necesidades teológicas casi en cada página; en
56
C. G. Nauret, “Humanists, Scientists, and Pliny: Changing Approaches to a Classical
Author,” American Historical Review 84 (1979), 80, ofrece las referencias.
57
Ver en general P. Reif, “The textbook Tradition in Natural Philosophy, 1600-1650,”
Journal of the History of Ideas 30 (1969) 17-32.
58
Ver O. Fatio, Méthode et théologie: Lambert Daneau et les débuts de la scolastique
reformée (Ginebra, 1976).
46
ARISTÓTELES Y EL RENACIMIENTO
59
Este enfoque ya es evidente en las Conclusiones (1486) de Giovanni Pico y en otros
lugares. Un programa semejante fue retomado por pensadores posteriores tales como
Jacopo Mazzoni; F. Purnell, “Jacopo Mazzoni and His Comparison of Plato and Aristotle”
(Ph.D. diss., Columbia University, 1971).
60
Ver W. A. Wallace, “Galileo Galilei and the Doctores Parisienses” en Prelude to Galileo
de Wallace (Dordrecht, 1981), 192-252, como también otros trabajos del mismo volumen.
61
Galilei, Le Opere, XVIII, 247-251.
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Charles B. Schmitt
exageración retórica, pero Galileo estaba diciendo algo: él, como cualquiera de
su época, representaba el espíritu inquisitivo del método de Aristóteles.
En vista de esta evidencia –y de otras desperdigadas a lo largo de sus
escritos– se podría brindar un argumento firme en favor de la idea de que hay un
componente aristotélico significativo en el pensamiento revolucionario de Galileo.
Igualmente, lo mismo podría decirse con respecto a Descartes, Newton, Harvey
y otras figuras claves en el desarrollo de la ciencia durante el siglo XVII. Algunos
de los científicos más destacados eran católicos, otros eran protestantes: todos
tenían deudas con Aristóteles de alguna manera u otra.
Es interesante que, con relativamente pocas excepciones, los
aristotélicos protestantes fueran influenciados por los católicos, pero que la
inversa no haya ocurrido. Tanto Zabarella como Suárez –casi tan diferentes
como la noche y el día en su tratamiento de Aristóteles– fueron muy leídos y
ejercieron influencia en la Alemania luterana. En Inglaterra los manuales
católicos estándares fueron no solamente muy estudiados sino también
impresos62. Los ejemplos podrían multiplicarse fácilmente. Cuando los católicos
se mostraron atentos a la escolástica protestante, fueron casi siempre críticos y
nunca se dio exactamente la misma dependencia de los católicos con respecto a
las obras y a las interpretaciones protestantes que aquella de los protestantes
con respecto a las obras católicas. Aunque a primera vista no parece ser el caso,
quizá la censura era más eficiente en los países católicos. Pero tal vez haya otra
explicación.
Aún cuando la religión jugó un rol importante en la educación y en el
estudio de la filosofía, se daría una errónea impresión si la investigación se
limitara a esta interpretación. Del mismo modo, sería impreciso identificar una
corriente particular de la tradición aristotélica con la irreligión y el ateísmo, como
se ha hecho frecuentemente. Además de la gran variedad de tratamientos de
Aristóteles realizada por los cristianos de la post- Reforma, también se manifestó
una actitud bastante irreligiosa hacia la filosofía. A esto opondría fuertemente la
actitud antirreligiosa y sostendría que las raíces de un enfoque irreligioso de la
enseñanza secular tenían una larga y venerable serie de antecedentes que se
remontaba a la Edad Media. Incluso Tomás de Aquino trazó una línea divisoria
entre fe y razón, entre filosofía y teología, acentuando la autonomía de la razón
62
Entre otros, ver P. Petersen, Geschichte der Aristotelischen Philosophie im
Protestantischen Deutschland (Leipzig, 1921; reimpr. Stuttgart- Bad Cannstatt, 1964); E.
Lewalter, Spanisch-Jesuitische und Deutsch-Lutherische Metaphysik des 17.
Jahrhunderts (Hamburg, 1935; reimpr. Darmstadt, 1967) y Schmitt, John Case.
48
ARISTÓTELES Y EL RENACIMIENTO
humana (filosofía) como digna de ser cultivada por sí misma63. Sin duda, las
materias médicas y científicas fueron estudiadas por mérito propio en las
universidades medievales y no se las consideraba contrarias a la fe y a la
teología –aunque en ocasiones hubo conflictos. Más bien fueron cultivadas como
dominios independientes de conocimiento, a los que se consideraba útiles para
satisfacer los fines prácticos valiosos para la humanidad en general. Este énfasis
sobre los aspectos y los valores seculares de los estudios filosóficos es
característico de gran parte de la filosofía universitaria italiana del Renacimiento
y en general es atribuible a una estructura institucional en la cual los estudios
filosóficos estaban unidos a los estudios médicos y científicos, antes que a los
teológicos. Sin abundar en detalles simplemente habría que notar que además
de la fórmula ancilla theologiae, la filosofía frecuentemente jugaba el rol de
ancilla scientiae. Esta es una razón más de la diversidad de “aristotelismos”, que
si bien tiene importancia, debe ser entendida en su contexto.
La distinción entre filosofía al servicio de la teología y filosofía al servicio
de la ciencia se remonta por lo menos al siglo XII y fue particularmente
importante en el siglo XIII. Una rápida comparación del lugar de la filosofía en la
educación médica en Salerno y en la educación teológica en París durante la
Edad Media es elocuente. El tratamiento de la filosofía y los beneficios que se
esperaban de ella fueron evidentemente muy diferentes para el médico y el
teólogo novatos. Sin embargo, Aristóteles les servía a ambos como fundamento.
El teólogo quiere conocer la naturaleza espiritual e inmortal del alma; el médico
quiere saber cómo el alma es el principio organizador de la vida. El teólogo lee la
Física para conocer la relación del motor inmóvil con el mundo; el médico lo hace
para conocer el movimiento como parte de la naturaleza. No es sorprendente
entonces que hubiera conflictos en París durante el siglo XIII, cuando los
resultados de haber utilizado a Aristóteles con diferentes propósitos causaron
desacuerdos. Así, las enseñanzas de Siger de Brabante y Boecio de Dacia en la
Facultad de Artes no se ajustaban a una interpretación teológica ni de Aristóteles
ni de la filosofía en general.
Con tales precedentes no es sorprendente que el Renacimiento también
presenciara una división entre la perspectiva religiosa y la perspectiva irreligiosa
de la cuestión. Particularmente en Italia la tradición secular de la filosofía había
sido por mucho tiempo una propedéutica de los estudios médicos, algo evidente
63
Esto es obvio, por ejemplo, al comienzo de la Summa contra gentes. En las
Quaestiones disputatae de Trinitate dice explícitamente “non potest de eodem esse fides
et scientia” (XIV, 9 ad resp.).
49
Charles B. Schmitt
ya en las obras de Pietro d’Abano de comienzos del siglo XIV64. En Padua, por
ejemplo, al menos desde fines del siglo XV en adelante, y con toda probabilidad
desde bastante tiempo antes, hubo una muy vigorosa tradición de estudio
secular de Aristóteles destinado a entender el texto por sí mismo con poco
interés en sus consecuencias teológicas65. Pero habría que recordar que Padua
no era el único escenario de tal fenómeno, ya que también existían centros en
Pavía, Ferrara, Bolonia, Pisa y otros lugares. En Padua tampoco faltaba un
enfoque teológico de Aristóteles, aunque algo débil: tanto los franciscanos como
los dominicos tenían escuelas poderosas allí66. En verdad, es bastante
aleccionador constatar, como ha sido señalado recientemente, que el primer
ejemplo conocido de una cita de Aristóteles en la Padua medieval no fue
realizada por un profesional filósofo de la ciencia médica secular, sino por la
figura más importante de la espiritualidad paduana, San Antonio. Poco menos de
una década después de que hubiera sido fundado el Studio en 1222, San
Antonio usó considerablemente en sus Sermones material de traducciones
recientes del De animalibus como también de otras obras67.
Creo que las dos tradiciones paralelas, de una lectura secular y de una
lectura religiosa de Aristóteles, pueden ser advertidas desde la Edad Media
hasta el Renacimiento inclusive. Esto puede demostrarse comparando los
modos en los cuales los temas de la física aristotélica fueron tratados por
distintos intérpretes. En un extremo se encuentran Zabarella y Cremonini, ambos
herederos de la tradición del “naturalismo” italiano. Para estos escritores Dios
rara vez interviene en la historia. El comentario de Zabarella sobre la Física y su
colección de textos llamada De rebus naturalibus estudian la filosofía a través de
una combinación de observación, razón y dependencia de la autoridad –además
de Aristóteles mismo, de los comentadores griegos, de Averroes y de muchos
latinos medievales. Es llamativo que la reflexión sobre el conocimiento revelado
o sobre la relación de Dios con el mundo pocas veces se hace en otros términos
64
Esto se manifiesta claramente en la primera differentia en Petrus de Apono, Conciliator
... (Venecia, 1526), 3r-4r. Para su trasfondo ver N.G. Siraisi, Arts and Sciences at Padua:
The Studium before 1350 (Toronto, 1973) y su Taddeo Alderotti and His Pupils: Two
Generations of Italian Medical Learning (Princeton, 1981), especialmente 147-202.
65
Sobre el período anterior ver P. Marangon, Alle origini dell’aristotelismo padovano
(sec[oli] XII-XIII) (Padua, 1977). El último período ha sido estudiado extensamente por
Renan, Randall, Nardi, Poppi, Edward P. Mahoney y otros.
66
Además de los volúmenes sobre escotismo ya citados ver también G. Bronto y G.
Zonta, La facoltà teologica dell’università di Padova, parte I (secoli XIV e XV) (Padua,
1922) y L. Gargan, Lo studio teologico e la biblioteca dei domenicani a Padova nel Tre- e
Quattrocento (Padua, 1971).
67
Marangon, Alle origini, 37-42.
50
ARISTÓTELES Y EL RENACIMIENTO
que no sean los formulados por Aristóteles mismo. En el extremo opuesto está la
posición propuesta por el calvinista francés Lambert Daneau, que si bien no se
vinculaba a sí misma con Aristóteles directamente, igualmente se nutrió de las
ideas y de la terminología aristotélicas. La pregunta inaugural de Physice
Christiana de Daneau es una cuestión escolástica bastante tradicional Quid est
physice? (¿Qué es la física?)68. La respuesta marca el tenor del resto de la obra:
“Es el conocimiento o consideración que es verdadero y que pertenece a la
alabanza de Dios, el Hacedor; es decir, es el conocimiento o consideración de la
creación y de la distinción de este mundo todo y de sus partes, las causas por
las cuales tales cosas existen, y de la misma manera los efectos que se siguen
de ellas.”69 Esta es ciertamente una física cristiana y pocos fueron tan lejos. Esta
pregunta más habitualmente recibió dos tipos de respuesta que pueden
encontrarse en los compendios alemanes de física aristotélica de fines de siglo
XVI. El primero es de J. L. Hauvenreuter, el defensor protestante de Zabarella en
Alemania, quien formuló su respuesta absolutamente mediante referencias a dos
citas directas de Aristóteles –tanto en griego como en latín–. La primera se
encuentra al comienzo del De Coelo y establece que el objeto de la física son los
cuerpos, sus magnitudes, propiedades y movimientos; la segunda proviene de la
Metafísica (libro E, 1) y afirma que la física es una ciencia contemplativa que
trata de los objetos pasibles de movimiento. Estos dos pasajes forman la base y
la definición de su respuesta a la pregunta “Quid est physica?” Todo el libro de
Hauvenreuter estaba estructurado con bastante rigor según el texto del maestro
y obviamente intentaba explicar y clarificar lo mejor posible a Aristóteles a partir
del texto griego. Cuando utiliza autoridades como ayuda para la interpretación,
generalmente se remite a las autoridades antiguas antes que a las medievales o
a las más recientes. En esto su perspectiva está muy en deuda con los
humanistas, como resulta evidente de las repetidas referencias a Plutarco,
Diógenes Laercio, Galeno, Alejandro, Simplicio, Cicerón y Aulio Gelio. Más aún,
las referencias a Dios y a temas teológicos aparecen rara vez y nunca ocupan el
centro de la atención70.
El Compendium de Andreas Hyperius, por otro lado, se encargó de la
cuestión de definir la física de un modo muy diferente, ofreciendo una definición
68
Lambert, Daneau, Physice Christiana sive Christiana de rerum creatarum origine et
usu disputatio...tertia editio... (Ginebra, 1580), 27.
69
“Est creationis et distinctionis totius huius mundi et partium eius, causarum per quas
talis extitit, itemque effectorum, quae inde consequuntur, vera et ad Dei opificis laudem
pertinens cognitio sive tractatio.” Ibid.
70
J.L. Hauvenreuter, Compendium librorum physicorum Aristotelis ... (Estrasburgo,
1593), fol. A5r fol.
51
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71
“Quid est physice? Est pars philosophiae, complectens scientiam de natura et
naturalium corporum motu, principiis, causis, efectibus, officiis, partibus, accidentibus.”
Andreas Hyperius, Compendium physices Aristotelicae ... (Londres, 1583), 5.
72
“Quid est usus seu finis physices? Multiplex. Primo, cognitio de natura rerum paulatim
deducit homines ad cognitionem Dei et rerum divinarum, quod Apostolus quoque innuit
ad Romanis I.” Ibid., 8.
73
“Quid est subiectum philosophiae naturalis? Corpus naturale quatenus movetur.” Jakob
Schegk, Erotemata in physica Aristotelis (Tubinga, 1538), 3r.
52
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