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Dedicamos este trabajo a nuestros padres y

hermanos por su apoyo incondicional para

nuestra formación profesional y de igual manera

a los doctores por la enseñanza que nos brindan

para nuestro desarrollo en el mundo jurídico.

INDICE

I.CAPITULOANTECEDENTES HISTORICOS .............................................................................. 1


1. ................................................................................................................................. FUENTE GRIEGA

2. .............................................................................................................................. FUENTE ROMANA

3. ............................................................................................................... FUENTE DE LA EDAD MEDIA

4. ......................................................................................................... FUENTE DE LA EDAD MODERNA

II.CAPITULO ......................................................................................BASE TEORICA DOCTRINARIA

1. ................................................................................................................ ANTONIO MILLÁN PUELLES

1.1 ......................................................................................... Propiedades esenciales del bien común

1.2 ............................................................................................... El bien común y la persona humana

10

1.3 ............................................................................................................ Elementos del bien común

13

1.3.1 ................................................................................................................. Bienestar material

14

1.3.2 ................................................................................................................................... La paz

16

1.3.3 ............................................................................................................ Los valores culturales

20
III.CAPITULO ..................................................................................... BASE TEORICA NORMATIVA

22

1. .................................................................................................... CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL PERÚ

22

2. ...................................................................................................... Constitución política de Colombia

23

3. ......................................................................Constitución política del estado plurinacional de Bolivia

23

4. ...................................................................................... Constitución política de la república de Chile

24

5. ................................................................................. Constitución política de la república del Ecuador

24

6. ........................................................................................ Constitución de la república del El Salvador

25

7. ......................................................................................... Constitución de la república de Guatemala

25

8. ............................................................................... Constitución política de la república de Nicaragua

25

9. .................................................................................................. Constitución del reino de Dinamarca

26

IV.CAPITULO REFERENCIA EN REVISTAS, PERIODICOS Y OPINIONES PUBLICAS DE LA

SOCIEDAD 26
1. ................................................................................................................. REFERENCIAS EN REVISTAS

26

1.1 ................................................ Entrevista a Francois Houtart sobre el bien común de la humanidad

26

1.2 ............................... Entrevista a Marta Avesani Master sobre el bien común basado en la Economía

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2. .............................................................................................................. REFERENCIAS EN PERIODICO

30

2.1 .................................................................................................................. El Periódico de Aragón

30

2.2 ............................................................................................................ El Periódico Mediterráneo

30

3. ........................................................................... OPINONES DE LA SOCIEDAD SOBRE EL BIEN COMUN

31

3.1 ............................................................................................................................ Por Antonio

31

3.2 .............................................................................................Por Francisco Rodríguez Barragán

32

3.3 ................................................................................................................. Por Manuel Mestre

34

V.CAPITULO ............................................................................................................ CONCLUSIONES

35

CONDORI RAMIREZ, JHONATAN ISRAEL .................................................................................................. 35

HUAYRA SOTO, MIRYAN. – ..................................................................................................................... 35


VI.CAPITULO ............................................................................................................. BIBLIOGRAFÍA

36

INTRODUCCION

Si bien es cierto bien común puede entenderse como un concepto compuesto por dos
términos suficientemente acotados en los diccionarios, su significación trasciende a la
sumatoria de éstos. En forma análoga, viene a representar un perfecto ejemplo de la teoría
sistémica donde el total es mayor que la sola suma de sus partes. He estimado pertinente
entonces, para fines de este ensayo, iniciar mi análisis del bien común, a partir de la
interpretación del concepto del bien, para precisar, a continuación, lo que constituye su
calificación de común, y su internalización por la sociedad como concepto de “trascendencia
mayor”. A continuación, proseguiré con un análisis de las interpretaciones contradictorias que
se derivan de la utilización de este concepto donde, según las ideologías predominantes, el bien
común tiene interpretaciones diferentes, para finalizar con algunas conclusiones que nos
permitan destacar las dificultades que tiene este constructo para erigirse como un principio
rector que oriente adecuadamente tanto al hombre individual como a la sociedad entera en la
búsqueda de su perfección.
Para Aristóteles, el bien común no es la suma de los bienes de cada uno de los miembros
de la sociedad ya que señala que ese bien es indivisible y solo con la colaboración de todos
puede ser alcanzado. Este afecta a la vida de todos, exige la prudencia por parte de cada uno, y
más aún por la de aquellos que ejercen la autoridad.
Constituciones y legislaciones de numerosos países han sido fuertemente influidas por este
punto de vista y las han incorporado en ellas. En varios países como Perú y Arabia Saudita, se
crearon servicios de salud gratuitos y hasta educación inicial, primaria y secundaria gratis,
como lo veremos a continuación. Además, también de colectas públicas de distintas
instituciones que ayudan a los más pobres a salir adelante, entre otros.
No podemos finalizar sin antes aclarar que el bien común es una idea política que consiste
en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los
ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder. Así el bien común es también fin común.
Algo no necesariamente existente, pero a ser obtenido.
Por bien común se entiende por todo aquello que es compartido por y de beneficio a todos
los miembros de una comunidad. Este abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida
social, con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor
plenitud y facilidad su propia perfección.
I.CAPITULO ANTECEDENTES HISTORICOS

1. FUENTE GRIEGA

El autor que planteó por primera vez la cuestión del bien común fue Platón en un diálogo

con los sofistas. En La República, puso los conocimientos teóricos para el desarrollo posterior

de una teoría del bien común. En esta obra, Platón defendió que el bien común, como fin del

Esta- do, trascendía los bienes particulares, en tanto que la felicidad global debía ser superior

a la felicidad de los individuos.

Del mismo modo que Platón, Aristóteles situó el bien de la polis por encima del bien

particular, en la medida en que era el fin político el que definía la identidad del hombre. En

otras palabras, en la antropología aristotélica, la identidad del hombre estaba configurada por

su condición de miembro de la polis. Lo político hacía al hombre como tal. Para Aristóteles, el

hombre solitario que sólo buscaba su bien era un ídion. El hombre no-político era un ser

defectuoso o inferior. El fin último del hombre era, ciertamente, la felicidad, pero ésta sólo se

alcanzaba y garantizaba en la comunidad. Aristóteles completó el plantea- miento platónico

sobre el bien común desarrollando una de sus dimensiones esenciales: la del modo de

participación de los miembros de la polis en el bien común. Ello suponía que la sociedad

organizada en un Estado debía proporcionar lo necesario a cada uno de los miembros para su

bienestar y felicidad como ciudadanos. De este modo, el bien del todo no era tal si no repercutía

en la felicidad de cada uno.

2. FUENTE ROMANA

El bien común, entendido “común”, como susceptible de ser gozado por todos y cada uno,

de los miembros del cuerpo social, sin privilegios de clase, como idea, fue ya sustentada por

Platón como objetivo del gobernante, ese ser sabio, guardián del estado, capaz de distribuir

equitativamente lo que a cada uno le corresponde, como individuo, que desarrolla su vida

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dentro de la polis, a la que está intrínsecamente unido, tendiendo al bien de todos que es mucho

más que la suma de los bienes personales.

El gobernante no debe aspirar a riquezas personales, ni al beneficio de algunos, sino al de

la totalidad. Como dato curioso, Platón distingue la moral del gobernante como persona que

debe ser intachable, y la moral de la política, que puede utilizar ciertos medios que no son

aceptables en el plano personal, como mentir, si es por el bien de todos. Aristóteles desarrolló

más aún esta idea, entendiendo ese fin del bien de todos, como una virtud.

Los romanos distinguieron entre las cosas extrapatrimoniales, aquellas que eran comunes

a toda la humanidad, como el aire o el agua corriente, y las cosas públicas, que pertenecían al

pueblo romano, como algo distinto de los individuos que lo componen, y esas cosas como

bienes sujetos al goce popular. Cicerón, consideró a los hombres como iguales, aunque desde

una visión aristocrática

La Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino vuelve a poner ese concepto en

consideración, cuando afirma que el objetivo de las leyes es el bien común, objetivo de todo

gobierno, que es el bien de todos, como medio para lograr el fin último, que es la gracia de

Dios.

En el siglo XVI, Erasmo de Rotterdam se destacó como pacifista, considerando que la única

guerra justa era la que se hacía en legítima defensa, no cuando se inicia el ataque, ya que esto

no sería para el bien común, criticando a Maquiavelo en su particular visión del bien común.

En efecto, sostuvo Maquivelo, en su obra “El Príncipe” donde analiza la realidad política

de los estados en su evolución histórica, que el bien común era el bien del estado, representado

en el príncipe, al que se subordinan todos los bienes individuales. Conviene, sin embargo, al

príncipe tender al bien de todos para sostener su poder, pero sin ser magnánimo. Al príncipe se

lo debe respetar e incluso temer, aunque no en la extrema medida que se llegue a despreciarlo.

Vemos que Maquiavelo también necesita lograr el bien común como objetivo del estado, pero

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con una finalidad práctica, y no moral. El Príncipe necesita consenso para, mantenerse en el

poder, pero ese bien común, se logra a costa de cualquier medio, incluso, a costa de ciertos

individuos.

En 1516, Tomás Moro escribe la “Utopía”, donde habla de un bien común que trasciende

a los pueblos particulares, para lograr un orden jurídico de toda la humanidad, en vistas a su

bien común, como un derecho natural vigente y justo.

La Iglesia católica, a partir de la encíclica, Rerum Novarum ha incorporado ese concepto,

bregando por mayor solidaridad con respecto a los más necesitados, reconociendo a los obreros

el aporte que, al bien común, realizan con su trabajo, por lo cual sus necesidades básicas deben

ser satisfechas, con la colaboración de todos los ciudadanos.

El filósofo católico Jacques Maritain, expuso en su obra “La persona humana y el bien

común” al bien común, como lo que trasciende al bien particular de cada uno, que debe tender

al bien del conjunto social, y al mismo tiempo, al desarrollo individual, no solo material sino

fundamentalmente moral. El hombre, individuo en su materia, y persona en su espíritu, se

realiza en plenitud dentro de la sociedad, y para aportar a la sociedad. Hay una interdependencia

recíproca entre persona y estado, por la cual el hombre engrandece al cuerpo social, y a su vez

él crece en su dimensión personal, en vistas a su trascendencia. La autoridad a través de leyes

justas debe redistribuir los bienes sociales, respetando los derechos de cada uno, en beneficio

de las personas, tendiendo a su perfección y asegurando su protección desde el estado.

A fines del siglo XVIII Immanuel Kant, intenta crear una ética universal, estableciendo un

deber moral que pueda aplicarse en cualquier tiempo y lugar, creando su imperativo categórico,

poniendo como máxima a realizar: “obrar de tal modo que puedas querer que tus actos puedan

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ser ley para todos”. Así el obrar bien se convierte en un deber, no solo para cada persona en

particular, sino aún para el estado. Un estado es justo para Kant, cuando sus leyes establezcan

a los ciudadanos obrar bien como deber.

El excesivo individualismo de nuestra era, no debe hacernos perder el punto de vista de que

la propiedad cumple una función social, y que el bien de todos es mucho más que unos pocos

puedan acceder a la gran cantidad de bienes de consumo y adelantos tecnológicos, dejando a

otros en la pobreza y en la marginalidad.

3. FUENTE DE LA EDAD MEDIA

El mensaje evangélico supuso una ruptura radical y, por tanto, una novedad respecto a los

griegos. El reconocimiento de la persona, como tal, así como de sus derechos naturales

inviolables, fundados en la dignidad humana como reflejo de la semejanza del hombre a la

persona de Cristo, supuso un escándalo y un cambio de paradigma antropológico y teológico

que tuvo una repercusión obvia en la comprensión de la política. El ser humano tuvo que

reconocer a Dios como fin último para ser comprendido como un todo en sí mismo, cuyo fin

no estaba sólo en la comunidad política. Se asentó la idea de que la sociedad era necesaria,

porque el hombre era por naturaleza un ser social, pero el ser humano, en cuanto persona,

dotada de un alma espiritual, no se agotaba en la sociedad, sino que la trascendía. La Revelación

supuso el prendimiento de la idea de fraternidad, de comunión, como un tipo de relación

fundada por el propio Dios a través de su Hijo encarnado. La semejanza con la sociedad

trinitaria dota a la sociedad humana de un sentido trascendente del que estaba desprovista en

el pensamiento político anterior.

Los Padres de la Iglesia desarrollaron profundas reflexiones sobre la política y

desencadenaron toda una teoría sobre el bien común que logró su máximo esplendor en la

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figura de Tomás de Aquino. El Doctor Angélico partió de algunas tesis de San Agustín, pero

sobre todo se basó en la obra aristotélica. Santo Tomás afirmó que la sociedad humana, como

tal, tiene fines propios, que son fines naturales, a los que hay que atender y que hay que realizar.

Los fines espirituales y el fin supremo del sujeto no son incompatibles con el bien común de la

sociedad en cuanto tal, sino que pertenecen a otro orden. En este sentido, Santo Tomás entendía

que ambas realidades, el bien personal y el bien común, estaban llamados a integrarse y a

complementarse.

4. FUENTE DE LA EDAD MODERNA

En la Edad Moderna se produce un giro copernicano en el ámbito de la moral, la política y

el derecho. El desarrollo de las ciencias positivas y la crisis a la que se había abocado la

filosofía, en tanto que metafísica, condujeron a la minusvaloración y a la sustitución de

categorías puramente especulativas, como las de verdad, bien o belleza, por nociones más

comprensibles a los ojos del nuevo conocimiento y del nuevo modelo de sabio, el científico.

Sólo la ciencia, en cuanto ciencia empírica, era considerada saber socialmente reconocido. Los

saberes clásicos, la ética, la política, y también la religión, fueron excluidos de la esfera del

conocimiento y quedaron relegadas al ámbito de la «opinión». Ésta designaba para los

modernos lo que no podía ser verificado ni por la experiencia ni por medios de racionalidad

científica. Se defendió la necesidad de marginar las representaciones éticas y religiosas de la

vida buena y del bien común a un estatuto de opiniones, relativas y privadas. La noción de bien,

por tanto, se privatizó y relativizó.

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II.CAPITULO BASE TEORICA DOCTRINARIA

1. ANTONIO MILLÁN PUELLES

Define el bien común como el que es apto para ser participado por todos y cada uno de los

miembros de una comunidad o sociedad de personas humanas. Advierte seguidamente que en

esta definición esencial: No puede entrar el hecho de que realmente todas esas personas

participen en este mismo bien. Considerado en sí mismo, el bien común es común por ser, de

suyo, comunicante a todas esas personas, no por hallarse efectivamente comunicado a todas

ellas. Por consiguiente: El bien común es el que puede tener conjuntamente varios beneficiarios

o partícipes. El bien común no tiene rigurosamente dueño alguno, sino varios beneficiarios o

partícipes.

Si de hecho no existen estos beneficiarios, no, por ello, deja de ser un bien común, porque

puede ser comunicado o participado por todos. La conversión de esta aptitud esencial en una

efectiva situación existencial que beneficia de hecho a todos los elementos de que la sociedad

se compone es una exigencia de la justicia social, que tiene en el bien común su objeto

inmediato y propio.

Millán Puelles considera que la modernamente denominada "justicia social" coincide con

la justicia general o legal, primera especie de la división tripartita clásica, que establece el orden

de las partes al todo, a diferencia de la justicia distributiva, que lo hace del todo a las partes, y

de la conmutativa, que dispone del orden de las partes entre sí. El bien común es el fin propio

de la justicia legal, porque: El objetivo de la sociedad lo constituye el bien de todas las personas

que la integran. Si esta virtud ordena la convivencia entre los miembros de la sociedad y el fin

de la sociedad en cuanto tal no puede ser el bien privado de ninguno de sus miembros en

particular, aunque ese bien sea legítimo y no se oponga, por tanto, a los derechos de la sociedad

misma ni a los que respectivamente pertenezcan a los restantes miembros integrantes de ésta;

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su objeto tendrá que ser el bien común de la sociedad. Por consiguiente, la justicia general es

social: En cuanto tiene por objeto el bien común, no un simple bien privado, por legítimo que

éste pueda ser, sino el bien al que la sociedad misma se orienta en virtud de una exigencia

natural de su dinamismo objetivo.

Cualquier bien particular, una determinada cantidad de alimento, por ejemplo, puede

beneficiar a uno o a varios hombres, pero no a todos los que constituyen la sociedad. Si se

divide, cada uno de ellos tendrá una parte, pero no toda la cantidad de este. El bien particular

es el que solamente puede beneficiar a uno o varios seres. En cambio: El bien común es el bien

de la sociedad precisamente porque aprovecha y beneficia a todos y cada uno de los miembros

de que ésta se compone. Por el contrario, lo que beneficia a un sólo hombre, o a un grupo o

conjunto de hombres que no son todos los que en la sociedad se integran es meramente un bien

particular, aun en el caso de que este bien sea lícito moralmente hablando.

La diferencia entre el bien común y el bien particular no es meramente cuantitativa. De ahí

que el primero no sea la simple suma o colección de los bienes particulares en el conjunto de

la sociedad. Cada uno de ellos tiene un único propietario, y, además, el resultado de su suma

no es siempre el mismo, estén o no justamente distribuidos. Por el contrario, el bien común

exige, por ser bien para todos, que no haya perjuicio para nadie. El bien común no es la suma

de los bienes particulares. El conjunto integrado por estos bienes no es realmente común a los

individuos humanos integrantes de la sociedad, porque está realmente dividido.

El bien común y el bien particular, además de ser distintos cuantitativamente, difieren

cualitativamente. Sostiene Santo Tomás que: El bien común de la ciudad y el bien singular de

una persona no difieren solamente según lo mucho o lo poco, sino según diferencia formal;

pues una es la razón del bien común y otra la del bien singular, lo mismo que se distinguen el

todo y la parte. Igualmente afirma Millán Puelles: Ser todo no es, simplemente, ser mayor que

la parte, sino ser algo esencialmente distinto. La suma de las partes es algo que realmente el

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todo es, pero no es todo lo que éste es realmente, porque no tiene en cuenta que aquéllas se

organizan en cada caso de una cierta manera, que en la realidad no es indistinta. Puede decirse,

por ello, que: Ser un todo no es solamente ser mayor que cada una de las partes, sino ser otra

cosa específicamente diferente, y ello incluso en el caso de que todas las partes tengan la misma

índole específica.

Por este motivo, advierte Millán Puelles: La justa distribución de las riquezas se nos

aparece como un factor decisivo para el bien común, en la medida en que esa distribución

condiciona la paz, que es un elemento imprescindible de la estructura propia de dicho bien.

1.1 Propiedades esenciales del bien común

Una de las propiedades del bien común es que el bien común no excluye al bien particular.

La respectiva participación de cada uno de los ciudadanos en el bien común es, evidentemente,

un bien particular, aunque no todo bien particular sea la participación de un ciudadano en el

bien común, si ello se entiende de forma que implique un previo reparto. Así, por ejemplo, la

buena salud, como bien particular, no es el resultado de una distribución. La doctrina del todo

y de las partes explica esta propiedad, pues: El bien común, aunque específicamente distinto

del bien particular, no excluye a éste, de la misma manera que el todo tampoco excluye la parte.

Una segunda propiedad, consiste en que: El bien común no solamente no excluye al bien

particular, sino que además exige que cada ciudadano tenga el suyo. Si la existencia del bien

común implicase la anulación de todo bien particular, no sería un bien, sino un "mal común".

Si lo verdaderamente bueno para todos es que cada uno pueda disponer personalmente de un

cierto bien privado, debe incluirlo también el bien común en cuanto que es un bien para todos.

Por ello: En vez de querer decir que todos los miembros de la sociedad tengan que carecer de

bienes particulares, significa justamente lo contrario: que todos deben tenerlos, y

concretamente de tal modo que a nadie se le consienta perjudicar a nadie.

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La tercera propiedad esencial del bien común es su primacía sobre los bienes particulares,

que le están, por tanto, subordinados. De manera que, los bienes particulares son armonizables

y compatibles con el bien común, bajo la correspondiente condición de que, en efecto, le estén

subordinados. Debe tenerse en cuenta, que: La subordinación del bien particular al bien común

se basa en la realidad del valor superior de éste, no por ser más extenso al ámbito hacia el que

puede irradiar sus beneficios, sino por ser un bien más eminente, de mejor calidad. Explica

Millán Puelles que: La superioridad del bien común respecto del bien particular es, ante todo,

intensiva, y sólo en virtud de ello, es además extensiva. El bien común es mejor, más intenso,

que el bien particular, y por eso se extiende a un mayor número de beneficiarios o partícipes,

de un modo análogo a como el número de los cuerpos ilumínales es tanto más abundante cuanto

más intensa es la luz.

La justicia social impone como deber esta subordinación o sujeción, porque el bien común,

en tanto que es objeto de justicia, constituye un derecho que ha de ser respetado por todos los

miembros de la sociedad. Lo cual quiere decir que existe una justicia, precisamente la justicia

social, que obliga a subordinarse al bien común, de tal modo, por tanto, que el hecho de

someterse y ajustarse a las exigencias de este bien no tiene que ser mirado como algo

excepcional o especialmente altruista y generoso. Lo que no representa ninguna irregularidad,

puesto que: El fundamento objetivo de la justicia en todas sus manifestaciones es siempre algún

derecho, la virtud consistente en respetarlo se apoya en algún modo de amor, entendiendo esto

último no como un sentimiento, sino precisamente como un acto de la voluntad.

Aclara asimismo que: El derecho que el bien común constituye tiene por titular a la

sociedad misma, pero no abstractamente, sino como un conjunto formado por personas cada

una de las cuales tiene, a su vez, el derecho a participar en dicho bien. Se desprende de ello una

consecuencia de gran valor social, pues: Quien no se subordina al bien común no se limita a

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prescindir de su derecho propio y personal a participar en él, sino que además se opone a los

derechos que, respecto a la participación de ese bien, tienen los otros miembros de la sociedad.

El derecho del bien común se fundamenta, en definitiva, en los derechos que las concretas

personas que integran la sociedad tienen a participar en el bien que de esta misma resulta e

inversamente: quien se subordina al bien común, no sólo extiende y aplica su voluntad a un

objeto adecuado a la dignidad de la persona humana, sino que se comporta de una manera justa,

por respetar los derechos que las demás personas que integran la sociedad tienen a la

participación en dicho bien.

El deber, que implica la justicia social, se comprende desde estos derechos, porque: La

justicia social no obliga a nadie, de una manera directa, con ningún ciudadano en concreto, ni

siquiera con todos, pero de forma que sea particularmente con cada uno, sino por cierto a la

inversa: con todos a la vez y en general. El deber de justicia de cada miembro de la sociedad

con respecto a los otros miembros tiene, por consiguiente, dos formas: Primera, ajustarse en

cada situación que se presente al derecho que cada uno de los otros tiene a su respectivo bien

privado; segunda, respetar el derecho que todos tienen, en general, al bien común.

También, en relación con la propiedad de la primacía del bien común, Millán Puelles

menciona que no es absoluta, porque a veces: Un determinado bien particular será mejor que

un cierto bien común, y ése es cuando aquél es de un género superior al de éste, por ejemplo,

el bien espiritual de una sola persona humana vale más que el bien común material. Apoya esta

tesis con el siguiente texto de Santo Tomás, prácticamente desconocido: El bien común es

mejor que el privado cuando ambos pertenecen al mismo género, pero no cuando son de diversa

clase. Por consiguiente, hay que atribuir al bien común la primacía sobre el bien particular, con

la única salvedad de que la comparación sea establecida dentro de un mismo plano de bienes.

1.2 El bien común y la persona humana

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La tesis de la primacía del bien común se ha comprendido muchas veces como si afectara

a la que establece la suprema dignidad de la persona humana. Maritain, por ejemplo, para

hacerlas compatibles, distingue en el ser humano el individuo y la persona, y sostiene que: El

individuo es en la ciudad, una parte del cuerpo social. Y en este concepto está ordenado al bien

de la ciudad, como al bien del todo. Pero si se trata del destino que le compete como persona,

la relación es inversa y la ciudad humana se ordena a la realización de este destino. Y así cada

persona individual, considerada como individuo parte de la ciudad, es para la ciudad y ha de

sacrificar su vida por ella si las circunstancias así lo exigen. Pero tomada como persona

destinada a Dios, la ciudad es para ella.

Millán Puelles no necesita relativizar la primera tesis para mantener la segunda, porque,

según su concepción: La primacía del bien común respecto del bien particular, en el supuesto

de que ambos sean del mismo género, no atenta a la dignidad de la persona humana. Todas las

confusiones, en este punto de la doctrina del bien común añade que, provienen de un equívoco

fundamental. Es el que estriba en creer que la primacía del bien común es tanto como la

superioridad de este bien sobre la dignidad de la persona humana.

No hay necesidad de corregir en algún aspecto la primacía del bien común ni la dignidad

de la persona humana, porque: Los dos principios en cuestión no sólo son mutuamente

compatibles en virtud de su esencia, por tanto, sin necesidad de añadirles ni de quitarles nada,

sino que además se exigen entre sí, justamente también de una manera esencial.

Para probarlo, Millán Puelles comienza explicando que: El bien común incluye y presupone

el debido respeto a la dignidad de la persona humana. La cosa se hace patente cuando se

advierte que esta dignidad no es en sí misma un bien particular, sino precisamente un bien

común. Por consiguiente, el respeto a la dignidad de la persona humana es, en sí mismo y sin

necesidad de ninguna otra cosa, respeto a un bien a un bien común. Indica, a continuación, que

esta argumentación pone de manifiesto que: Lo que la primacía del bien común significa, ante

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todo, y en orden a la dignidad de la persona humana, es que por encima del respeto a la categoría

particular de un hombre determinado o de un determinado grupo de hombres, está el respeto a

la dignidad común a todos los seres humanos. Con la afirmación de la primacía del bien común

no se limita, por tanto, la dignidad de la persona humana, sino que se la asume en toda su

perfección. En cambio, si se negara, se restringiría su ámbito, puesto que tal dignidad ya no

sería común. Todo lo expuesto revela que: La subordinación al bien común es, ante todo y

esencialmente hablando, la única forma de respetar sin excepciones la dignidad de todos y cada

uno de los miembros de la sociedad civil.

Respecto a esta subordinación entre bienes, precisa, en primer lugar: La subordinación de

los bienes particulares al bien común no es la subordinación de los individuos humanos a la

sociedad. Ni el bien particular es el sujeto de este, ni el bien común es la sociedad, sino que

ésta es un medio respecto a él. Además: El bien común no es el bien de la sociedad como

entidad independiente y separada de los individuos que la forman. Un bien de la sociedad sin

ningún posible beneficio para los miembros de ésta no sería verdaderamente un bien común.

Sólo es común el bien del cual pueden beneficiarse los elementos de una comunidad.

En segundo lugar, advierte que: La primacía del bien común no se opone tampoco al

verdadero sentido del principio según el cual 'la sociedad es para las personas y no las personas

para la sociedad. La primacía que se establece no es la de la sociedad sobre las personas, que

la constituyen, sino la de su bien común sobre los bienes particulares. Por ello: Estos bienes,

sin justificarse solamente por servir como medios para el bien de la sociedad, han de

subordinarse, sin embargo, al bien común de todos los miembros de ella, y no porque los

individuos humanos consistan en simples medios para la sociedad que los abarca, sino al

contrario, porque ésta es tan sólo un medio, aunque ciertamente indispensable, para el bien de

los individuos humanos que la forman.

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Además, debe tenerse muy en cuenta que, por un lado, ningún individuo humano consiste

exclusivamente en una parte de la sociedad, ni tan siquiera de la sociedad de la que todos los

hombres forman parte.

En tercer lugar, la relación con la subordinación de los bienes particulares al bien común,

indica que: La dignidad de la persona humana no sólo no se deprime, sino que encuentra su

mejor expresión ética en el deber de subordinarse al logro del bien común. Ello es así, porque,

a diferencia de los animales, el hombre se encuentra facultado para llegar a elevarse al bien

común, y cuando se cierra a este bien y lo pospone al mero bien privado se animaliza

voluntariamente y hace traición a su índole de persona. Es muy cierto que: Para pensar lo

contrario habría que suponer, en este orden de valores éticos que la dignidad de la persona

humana consiste en el egoísmo.

Como también explica en otro lugar: No se ve que esta dignidad sufra algún menoscabo

cuando un hombre prefiere el bien común a su mero bien particular, si el género de ambos es

el mismo; antes por el contrario, mantenida esta condición, el decidirse en favor del bien común

es, indudablemente, algo que honra a quien así procede, y ello no puede negarse como no sea

pensando que la dignidad personal del ser humano consiste en su capacidad de comportarse de

una manera egoísta.

1.3 Elementos del bien común

Los elementos del bien común son los tres siguientes: el bienestar material, la paz y los

valores culturales.

Los tres elementos son necesarios y se complementan mutuamente. Si alguno falta, los

restantes quedan amenazados por el desequilibrio consiguiente, de un modo análogo a lo que

acontece en un organismo vivo si se le quita una de sus partes principales o si alguna de ellas

no funciona con la conveniente corrección. La esencia del bien común es un todo, y los

elementos que lo integran deben ser concebidos como partes de una unidad superior, que es la

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que de veras constituye el bien de la sociedad en cuanto tal. El bien común consiste, por tanto,

en una estructura.

1.3.1 Bienestar material

El bienestar material, primer constitutivo fundamental del bien común, no es lo mismo que

los bienes materiales, que se precisan para lograrlo. El bienestar material de todos los

ciudadanos es una situación compartida por estos mismos, mientras que los bienes materiales

que tal situación exige son cosas que han de estar distribuidas para que pueda darse el necesario

y respectivo consumo. Puede decirse, por consiguiente, que: El bienestar material es, en su

aspecto de elemento o factor del bien común, la satisfacción resultante de la participación de

todos los ciudadanos en esos bienes.

Esta definición se completa con tres puntualizaciones. La primera es que: El bienestar

material, más que ser material en sí mismo, lo es en razón de los instrumentos o medios

exteriores indispensables para llegar a alcanzarlo. La segunda, es que: La obligación de emplear

esos medios para mantener una existencia humana decorosa representa por su propio carácter

de obligación, una exigencia connotativa del espíritu, ya que los seres meramente materiales

no tienen obligación de ningún tipo. La tercera es que: Lo que en último término se comporta

en el bienestar material como un cierto elemento indispensable del bien común no son los

simples medios o recursos de que la sociedad dispone, sino la conveniente y debida

participación de todos los ciudadanos en ellos.

El bienestar material cae dentro del ámbito de la justicia social, puesto que el objeto propio

y específico de esta virtud es el bien común, y, por tanto, también todos sus constitutivos. A

menudo, se limita la esfera de la justicia social, reduciéndola a los bienes económicos o

restringiendo su acción a la justa distribución de estos bienes.

Ambas posiciones representan un empobrecimiento del concepto de justicia social. En

cuanto a la primera, porque el respeto a la dignidad personal del ser humano, incluida como un

14
elemento integrante en la misma noción del bien común, lleva consigo el que la justicia social

desborde el estrecho marco de las necesidades materiales o económicas. Debe tenerse presente

que: El bienestar es solamente una parte del bien común, y tan socialmente injusto como el

excluir de esa parte a algunos ciudadanos sería, a su vez impedirle el acceso a la otra. Por

consiguiente, constituiría una verdadera injuria a la dignidad personal del ser humano el limitar

el ámbito de la justicia social a las dimensiones pura y simplemente materiales de la

convivencia.

La segunda representa una limitación del alcance de la justicia social. El bien común exige

que haya una suficiente cantidad de disponibilidades materiales, porque tan cierto es que ese

bien no se confunde con el provecho para unos cuantos miembros privilegiados de la sociedad,

como tampoco consiste en un mal común. La justicia social exige la producción de estos bienes

y los medios necesarios para su justa repartición o distribución. Respeta para ello las leyes

económicas y las leyes políticas que pretenden conseguir estos objetivos. Sin embargo, desde

la justicia social, lo que no cabe admitir es que esas leyes se puedan oponer a las exigencias

morales del bien común, como si la única técnica económica fuese la que se inspira en los

intereses de la versión individualista del organismo económico y social. Y tampoco está

justificada la creencia de que la armonía y la paz sociales resultan, en una forma espontánea,

del puro juego de los intereses productivos, sin intervención alguna del Estado.

Sin embargo, la justicia social no se limita únicamente a estos requerimientos. Además de

la injusticia en el orden del bienestar, existe también la injusticia en el de los otros constitutivos

del bien común. Como en la práctica ambas injusticias están ligadas, es imprescindible

comenzar por la eliminación de la primera, pero sin quedarse en ella, ni considerar que los

demás son un medio para conseguirla. Ello supondría ignorar el imperativo del respeto de la

dignidad de la persona humana. Este imperativo entraña una forma peculiar de participación

en los valores más altos de la cultura; la forma que consiste en beneficiarse de ellos, no a título

15
de medios o recursos para otras finalidades, sino en calidad de bienes que en sí mismo son

apetecibles y en función de los cuales deben quererse los otros.

Los valores culturales no tienen una importancia secundaria, ni pueden ser utilizados como

simples medios para lograr bienes económicos. Para percatarse de ello, basta reparar en que:

Entre estos valores se hallan los que conciernen al sentido de la existencia personal del hombre

y de la significación de la comunidad humana. Estos valores, capitales para la perfección de la

persona humana y para el logro de su felicidad, y todos los que componen el ámbito superior

de la cultura, constituyen también un objetivo o fin de la convivencia humana, la cual, por

tanto, debe estar ordenada a la participación de todos los miembros de la comunidad en esos

mismos valores superiores de la cultura. Mantener lo contrario no sería otra cosa que degradar

al hombre, concibiéndole como un simple instrumento productor de bienes materiales y como

un ser que agota sus necesidades en el consumo de esta clase de bienes.

La necesidad del bienestar material, según Millán Puelles, confirma el carácter social por

naturaleza de la persona. Todo individuo humano necesita la ayuda de otros individuos de su

especie para poder vivir y no de cualquier manera, sino precisamente como hombre. Vivir es,

para el ser humano, convivir con otros seres como él, pues sólo de este modo satisface su

necesidad natural de bienes corpóreos y externos, así como su necesidad, natural igualmente,

de los bienes morales que requieren la compañía.

1.3.2 La paz

Según Millán Puelles la paz es como el "eje" de la estructura del bien común. En la paz se

realiza lo más específico y propio del bien de la sociedad en cuanto tal, o sea, como comunidad

o solidaria unidad moral entre los hombres. Es tal su significación, que: Sin la paz, la sociedad

sería más aparente que efectiva, pues su unidad moral estaría internamente desgarrada.

La paz es fruto de la justicia. San Agustín en La Ciudad de Dios afirma que: La paz de

todas las cosas es la tranquilidad del orden. Esta definición de la paz, que se ha hecho clásica,

16
es equivalente a esta otra, que da en el mismo lugar, y que también se refiere al orden: La paz

de una ciudad es la concordia bien ordenada en el gobierno y en la obediencia de sus

ciudadanos. Santo tomas menciona que esta paz es concordia, no de cualquier manera, sino

ordenada, a saber: por concordar uno con otro en lo que ambos convienen. Pues si uno

concuerda con otro, no de espontánea voluntad, sino como coaccionado por el temor de algún

mal inminente, tal concordia no es verdadera paz, porque no guarda el orden de ambos

concordantes, antes es perturbada por lo que infiere temor. Y por esto escribe antes que la paz

es la tranquilidad del orden, la cual tranquilidad consiste en que el individuo tenga apaciguados

todos los impulsos apetitivos.

La paz exterior o concordia se da cuando los hombres están de acuerdo en los bienes que

les son útiles. Si se mantiene por el temor es ficticia. La concordia auténtica es voluntaria o

espontánea. La paz interior no coincide con esta concordia, porque: La paz incluye la concordia

y algo más. En donde hay paz, allí hay concordia, más no al revés, si es que se toma

propiamente el nombre de paz. Pues la concordia, tomada en rigor, se da con otro, en cuanto

las voluntades de diversos corazones convienen juntamente en lo mismo. La paz comprende

también la unificación y ordenación de todas las tendencias e impulsos interiores. De manera

que: La concordia dice unión de apetitos de los diferentes apetentes; más la paz, además de esta

unión, entraña también la unión de apetitos en un mismo apetente.

La paz interior supone e incluye la paz exterior y, por ello, es más perfecta. Para la segunda

no es absolutamente necesaria la primera, aunque con ella es más fácil y duradera. De ahí que,

como advierte Santo Tomás: A la paz se opone una doble disensión: la del hombre consigo

mismo y la del hombre con otro. A la concordia se opone esta segunda.

En cuanto que la disensión social queda removida por la amistad, hay que afirmar también

que la concordia es un fruto de la amistad, virtud social por excelencia. Por realizar la unión

afectiva y de voluntades, la virtud de la amistad es propia y directamente causa de la paz social.

17
Además de señalar la equivalencia entre la paz, entendida en su dimensión individual, y la

concordia o paz social, Millán Puelles hace reparar en que es esencial en ellas el concepto de

orden. En la segunda, tal orden significa la natural y libre conveniencia de las voluntades de

los hombres, no es el consenso impuesto por el temor. Advierte, seguidamente que este sentido

del orden expresa un ideal que no excluye en la práctica el uso de la fuerza cuando ésta es

indispensable para el bien común. Desde el punto de vista de las exigencias de este bien, la

coacción pertenece a la potestad del gobernante, como custodio que es de la justicia en el seno

de la sociedad. También Santo Tomás afirmaba que, a los poderes civiles les está encomendada

la autoridad pública para que sean los guardadores de la justicia; y, por consiguiente, no les es

lícito emplear la violencia y la coacción, sino en función de Injusticia.

De este análisis del orden, que revela que le es esencial a la paz social, infiere que: La

verdadera paz, la que conserva el orden conveniente a los hombres, implica Injusticia', y, para

expresarlo en términos de bien común, será preciso añadir que la justicia que dicha paz implica

es la justicia social, cuyo objeto, en efecto, es ese bien. Por esta relación con la paz, segundo

constitutivo del bien común puede también advertirse que la justicia social es, en su misma

raíz, algo concerniente al bien común, a saber: la exigencia de que la sociedad esté organizada

de tal forma que sirva efectivamente para el bien de todos los ciudadanos y no para la ventaja

de unos pocos, ni siquiera para la mayoría.

Ante las actuales confusiones sobre su significado, nota que: La justicia social no es un

favor que se hace por compasión o por lástima, a unos determinados ciudadanos, ni una

venganza que va dirigida contra otros, sino algo que es necesario para el efectivo bien común.

Además, añade, si no se mantiene su conexión con el bien común, entonces: La justicia social

se convierte en una fórmula retórica para el provecho de quienes la usan demagógicamente,

vale decir, de quienes abusan de ella por el doble sistema de explotar, por un lado, las más bajas

pasiones y, por el otro, los sentimientos más nobles.

18
El defecto capital de la mayoría de los malentendidos, con respecto a la justicia social, es

el olvido o desconocimiento de que: Al tener por objeto el bien común, no se refiere, de una

manera directa a ningún tipo de bienes particulares, aunque es preciso añadir que

indirectamente atañe a ellos en calidad de fundamento y norma de toda conmutación y

distribución de los mismos. Con respecto a las dos modalidades de la justicia particular, la

justicia distributiva y la conmutativa: Como justicia general que es, la justicia social se

encuentra en otro plano, el del bien común; y, como norma objetiva de la convivencia, tiene

que constituir el fundamento y el esencial principio ordenador al que se sometan todos los

derechos y del que surjan todos los deberes, de la justicia particular.

La justicia social y las dos formas de la justicia particular no sólo son diferentes, sino que,

además, constituyen un orden estrictamente jerárquico, donde la primacía pertenece a la justicia

social como norma objetiva a la que se subordinan los dos modos de la justicia particular, de

la misma manera que todo bien particular, el legítimo, debe subordinarse al bien común.

Resulta de ello la siguiente relación: La justicia conmutativa y la distributiva son instrumentos

de la justicia social o, lo que es lo mismo, medios para llevar hasta la esfera de los bienes

particulares las exigencias de la justicia social respecto al bien común.

La necesidad de mantener la paz, para la consecución del bien común, ha hecho, explica

Millán Puelles, que pretenda justificarse por ella la mera imposición del orden público. La

divulgada frase, atribuida a Goethe, de que es preferible la injusticia al desorden, expresa de

una manera gráfica, y como en esquema, el sentido de esas exageraciones. Con la agudeza que

le caracteriza, comenta que: La frase sería interna y objetivamente contradictoria, si la injusticia

a la que se refiere es la que va en detrimento del bien común, ya que en tal caso no existe un

verdadero orden.

La justicia y el orden están íntimamente conexionados, e igualmente sus negaciones. No

obstante, añade a continuación: Cosa distinta es que tan sólo se trate de injusticias parciales y

19
ocasionales, evidentemente explicables por la imperfección de la naturaleza humana, pero que

no dejan de ser un desorden, asimismo parcial y ocasional, al que cuanto antes conviene poner

remedio. De lo contrario, y tomada al pie de la letra, la perferibilidad de la injusticia constituiría

una perversión moral y una defensa hipócrita de intereses privados ilegítimos.

1.3.3 Los valores culturales

Todavía en mayor medida que el bienestar material: La paz resulta indispensable para que

se dé una efectiva participación de todos los ciudadanos en los valores más altos de la vida,

que son los de la cultura. Si la relación entre el bienestar material y la paz es la de

condicionamiento mutuo, otro tanto ocurre entre esta última y la participación en los valores

culturales. En la filosofía de Millán Puelles, estos valores incluyen siempre los de "carácter

ético y espiritual".

Este tercer constitutivo esencial y básico del bien común, la participación en los valores

culturales, entendidos en el sentido amplio indicado, aunque: No es el más perentorio, tiene,

en cambio, carácter de fin respecto de los elementos anteriores. Tesis que Millán Puelles

obtiene de la antropología, que ha expuesto a lo largo de toda su obra. En ella, se reconoce y

afirma: íntegramente la necesidad y hasta la prioridad de urgencia del bienestar material para

los hombres; y al mismo tiempo se proclama la prioridad de importancia o dignidad de los

valores espirituales.

En la antropología realista, explica: El realismo de la idea del hombre no consiste tan sólo

en admitir la dualidad de la materia y el espíritu en la índole humana, sino también en reconocer

la jerarquía axiológica de estas dos dimensiones de nuestro ser. El desatender a esta graduación

podría producir una doble deformación. La primera se daría en una antropología que

identificase la objetiva prioridad de dignidad de los valores espirituales con una efectiva

prioridad de urgencia de los mismos. Si, en lugar de identificar la dignidad con la urgencia, se

20
hiciese a la inversa, se daría entonces la segunda alteración, es decir, una concepción que

tomase la mayor urgencia de los valores materiales como expresiva de una importancia mayor.

Esta segunda confusión, a diferencia de la primera, posee una vigencia práctica, que se

explica, a su vez, por la mayor intensidad de apremio de las necesidades de índole material, y

por la superior facilidad con que se advierte el valor de los bienes respectivos cuando se echan

en falta y, sobre todo, cuando se carece de Información precisa para hacerse cargo de los otros.

Para mostrar la actualidad de esta segunda deformación de la estructura axiológica de todas

las dimensiones humanas, Millán Puelles pone, como ejemplo, la reclamación de la justa

distribución de los bienes materiales, preguntándose: ¿Es cierto que cuando se habla de dicha

distribución se está pensando en el perfeccionamiento moral que llevaría consigo, para los

ciudadanos, la práctica de la justicia que se invoca, o más bien lo que importa es el bienestar

material que de ello resultaría? No se persigue, así, el bien común, que no sólo exige la justa

participación en los bienes materiales, sino también en los culturales. Además, tampoco se

reconoce la objetiva jerarquía de dignidad, en cuyo seno el bienestar material y todas las

condiciones que éste pide, se comportan, sin mengua de su intrínseco valor, como instrumentos

o medios para la participación de los ciudadanos en los bienes, o valores culturales.

Otras veces, se desemboca en una confusión parecida, al recurrir al hecho de que los

propios bienes culturales son fecundos y útiles para el incremento del bienestar material;

porque: Aunque esto expresa algo muy cierto, e incluso llega a justificar ciertas inversiones

relativas del orden de la urgencia, no hay que cifrar en ello el verdadero sentido de los bienes

culturales, ni en lo que toca a la vida del individuo, ni en lo que concierne al bien de la sociedad.

Para evitar este y los otros malentendidos, es preciso tener en cuenta dos puntos fundamentales.

Primero: la superioridad, desde el punto de vista del respeto a los verdaderos intereses

humanos, de los bienes de la cultura y del espíritu sobre los del carácter material. Segundo: la

subordinación consiguiente de éstos a aquellos.

21
Todas estas ideas pueden sintetizarse con la tesis antropológica de que el hombre es un ser

a la vez espiritual y material. Por ello, la ordenación de lo segundo a lo primero se lleva a cabo

en la forma en que los medios y las condiciones valen precisamente para los fines a los que

pueden servir. En resumen, para el ser humano lo material que hay en él, y en torno de él, es

como un instrumento cuyo uso debe orientarse hacia los intereses del espíritu.

Estas afirmaciones patentizan que la filosofía del bien común de Millán Puelles está

orientada a la práctica, que no tiene una mera finalidad doctrinal. Sus reflexiones no están

alejadas de la realidad. En ella tienen su origen y a ella se dirige. Él mismo indica que: A

diferencia de todos los seres que no tienen las facultades propias del espíritu, el hombre necesita

la teoría y la doctrina para darle un sentido a su conducta y actuar, de este modo, como un

verdadero hombre.

III.CAPITULO BASE TEORICA NORMATIVA

En los siguientes ordenamientos jurídicos se presentan las normas en las cuales en su

contenido se ha plasmado el bien común de manera explícita e implícita:

1. CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL PERÚ

Artículo 70.- Inviolabilidad del derecho de propiedad

El derecho de propiedad es inviolable. El Estado lo garantiza. Se ejerce en armonía con el

bien común y dentro de los límites de ley. A nadie puede privarse de su propiedad si no,

exclusivamente, por causa de seguridad nacional o necesidad pública, declarada por ley, y

previo pago en efectivo de indemnización justipreciada que incluya compensación por el

eventual perjuicio. Hay acción ante el Poder Judicial para contestar el valor de la propiedad

que el Estado haya señalado en el procedimiento expropiatorio.

22
2. CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE COLOMBIA

Artículo 133. Los miembros de cuerpos colegiados de elección directa representan al

pueblo, y deberán actuar consultando la justicia y el bien común. El voto de sus miembros será

nominal y público, excepto en los casos que determine la ley.

El elegido es responsable políticamente ante la sociedad y frente a sus electores del

cumplimiento de las obligaciones propias de su investidura.

Artículo 333. La actividad económica y la iniciativa privada son libres, dentro de los límites

del bien común. Para su ejercicio, nadie podrá exigir permisos previos ni requisitos, sin

autorización de la ley.

La libre competencia económica es un derecho de todos que supone responsabilidades.

La empresa, como base del desarrollo, tiene una función social que implica obligaciones.

El Estado fortalecerá las organizaciones solidarias y estimulará el desarrollo empresarial.

El Estado, por mandato de la ley, impedirá que se obstruya o se restrinja la libertad

económica y evitará o controlará cualquier abuso que personas o empresas hagan de su posición

dominante en el mercado nacional.

La ley delimitará el alcance de la libertad económica cuando así lo exijan el interés social,

el ambiente y el patrimonio cultural de la Nación.

3. CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO PLURINACIONAL DE

BOLIVIA

Artículo 270.

Los principios que rigen la organización territorial y las entidades territoriales

descentralizadas y autónomas son: la unidad, voluntariedad, solidaridad, equidad, bien común,

autogobierno, igualdad, complementariedad, reciprocidad, equidad de género, subsidiariedad,

23
gradualidad, coordinación y lealtad institucional, transparencia, participación y control social,

provisión de recursos económicos y preexistencia de las naciones y pueblos indígena originario

campesinos, en los términos establecidos en esta Constitución.

Artículo 385.

I. Las áreas protegidas constituyen un bien común y forman parte del patrimonio natural y

cultural del país; cumplen funciones ambientales, culturales, sociales y económicas para el

desarrollo sustentable.

4. CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LA REPÚBLICA DE CHILE

Artículo 1º. Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos. La familia es el

núcleo fundamental de la sociedad.

El Estado reconoce y ampara a los grupos intermedios a través de los cuales se organiza y

estructura la sociedad y les garantiza la adecuada autonomía para cumplir sus propios fines

específicos.

El Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es promover el bien común,

para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno

de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible,

con pleno respeto a los derechos y garantías que esta Constitución establece.

Es deber del Estado resguardar la seguridad nacional, dar protección a la población y a la

familia, propender al fortalecimiento de ésta, promover la integración armónica de todos los

sectores de la Nación y asegurar el derecho de las personas a participar con igualdad de

oportunidades en la vida nacional.

5. CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR

24
Art. 83.- Son deberes y responsabilidades de las ecuatorianas y los ecuatorianos, sin

perjuicio de otros previstos en la Constitución y la ley:

7. Promover el bien común y anteponer el interés general al interés

particular, conforme al buen vivir.

6. CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA DEL EL SALVADOR

Art. 1.- El Salvador reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la actividad

del Estado, que está organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y

del bien común.

7. CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA DE GUATEMALA

Artículo 1.- Protección a la Persona. El Estado de Guatemala se organiza para proteger a

la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común.

8. CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LA REPÚBLICA DE NICARAGUA

Art. 4. Promoción y garantía de avances sociales y políticos

El Estado promoverá y garantizará los avances de carácter social y político para asegurar

el bien común, asumiendo la tarea de promover el desarrollo humano de todos y cada uno de

los nicaragüenses, protegiéndolos contra toda forma de explotación, discriminación y

exclusión.

Art. 24. Deberes de la persona

Toda persona tiene deberes para con la familia, la comunidad, la patria y la humanidad.

Los derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la

seguridad de todos y por las justas exigencias del bien común.

25
9. CONSTITUCIÓN DEL REINO DE DINAMARCA

Artículo 75º

1. En interés del bien común, se realizarán esfuerzos para que todo ciudadano capacitado

para el trabajo tenga la posibilidad de trabajar en condiciones de asegurar su existencia.

IV.CAPITULO REFERENCIA EN REVISTAS, PERIODICOS Y OPINIONES

PUBLICAS DE LA SOCIEDAD

1. REFERENCIAS EN REVISTAS

1.1 Entrevista a Francois Houtart sobre el bien común de la humanidad

Francois en su nuevo libro. Plantea como la construcción de un paradigma pos capitalista,

frente a la crisis generalizada del capitalismo que no solamente es una crisis financiera, sino

también económica, también alimentaria, energética, climática, que finalmente todos estos

aspectos están vinculados con la lógica fundamental del capitalismo, es decir una economía

solamente orientada hacia la ganancia y la acumulación del capital considerado como único

motor de la economía, y eso tiene un carácter tan destructor que es insostenible, por lo menos

a largo plazo y el problema es que para resolver esta situación no podemos pensar solo en una

regulación del mercado, eso no basta, debemos pensar en alternativas, en otro paradigma, en

otra orientación fundamental de la economía de la política de la cultura, y por eso la idea de

cómo podemos encontrar y construir otro paradigma;

el bien común de la humanidad, es decir la Vida, la vida del planeta y la vida de la

humanidad. Porque es ese el problema fundamental: el capitalismo está matando la naturaleza

y matando la humanidad. Puede parecer muy teórico, pero hemos de ir a lo concreto

26
y revisar los cuatro fundamentos de toda vida social en el planeta:

la relación con la naturaleza: El capital considera a la naturaleza como recursos naturales,

mercancías, cómo determinar la relación con la naturaleza pasando de la explotación al respeto,

como fuente de toda vida y eso tiene aspectos totalmente prácticos, por ejemplo, si se acepta

eso como principio no se puede aceptar más la propiedad privada sobre los recursos naturales

ni tampoco la mercantilización de los bienes esenciales a la vida, como el agua, la semilla, etc.;

La producción de la base material de la vida, de toda vida, que es la economía digamos, y

para cambiar el paradigma se debe pasar del predominio del valor de cambio, que es el

capitalismo, al valor de uso, porque si una cosa no es una mercancía no puede tener ganancias

ni acumulación de capital. El valor de uso, es decir cuál es la utilidad para la vida del planeta

y de la humanidad.

La organización colectiva, social y política y allí el principio es generalizar los procesos

democráticos a todas las relaciones humanas, a todas las instituciones, porque no haya nada

menos democrático que la economía capitalista con la concentración de todo el poder,

La interculturalidad: Para no identificar desarrollo humano con la civilización occidental,

y dar la posibilidad a todas las culturas, las filosofías, las espiritualidades, de contribuir a la

construcción de este nuevo paradigma y a la ética de esta nueva construcción.

Sí , estos cuatro fundamentos de toda vida colectiva son la base de la construcción de un

nuevo paradigma con prácticas muy concretas, y ya existen en el mundo millares de

experiencias en este sentido pero todavía no tienen una fuerza tal que puedan cambiar la

relación de fuerzas políticas y económicas, pero sí existen , y el desafío es llegar a una

27
vinculación entre todas estas iniciativas de movimientos locales, de colectivos, para pensar

una nueva fuerza que pueda hacer cambiar la situación, y esa es la idea del bien común de la

humanidad. Que va más allá de la defensa de los bienes comunes, pero que lo integra recuperar

los bienes comunes es una etapa absolutamente necesaria, pero para ir más allá.

1.2 Entrevista a Marta Avesani Master sobre el bien común basado en la

Economía

Marta Avesani, Master presenta su tesis sobre la Sostenibilidad Global del Mundo

Empresarial, identificando las particularidades que caracterizan un auténtico modelo de

negocio, basado en la Economía del Bien Común. Además, Marta es miembro de la EBC

Internacional y ha participado en la última Asamblea de Delegados.

Marta destaca el modelo de la Economía del Bien Común como el único con las

características necesarias para conducir una empresa en la reflexión y en la acción orientada a

la verdadera sostenibilidad. Su trabajo se apoya en el reciente concepto de “True Business

Sustainability”, un modelo teórico de sostenibilidad empresarial ideado por Katrin Muff.

En esta entrevista nos acercamos a los fundamentos teóricos y conclusiones de su trabajo

y qué aportan estas teorías a la sostenibilidad.

Marta, ¿En qué consiste el modelo de “True Business Sustainability”, de Katrin Muff y

Thomas Dyllick? ¿Qué relación tiene con la Teoría del Bien Común?

El modelo teórico de la True Business Sustainability (Verdadera Sostenibilidad de

Empresa) define a la empresa como una organización orientada a resolver problemas globales

y a servir a las necesidades universales creando un valor positivo para el bien común. Esto

28
significa que el enfoque principal no es la empresa sino la sociedad y sus desafíos globales. En

consecuencia, la empresa redefine las estrategias, el modelo de empresa y el valor que crea en

función de los desafíos de sostenibilidad a los que quiere contestar. El enfoque cambia de la

reducción del impacto negativo de la empresa a la creación de un impacto positivo en áreas

críticas para la sociedad y el planeta.

La relación entre el modelo teórico de la True Business Sustainability y la teoría del Bien

Común se traduce en una empresa que no tiene como objetivo la maximización del beneficio

económico para unos pocos sino el ponerse al servicio de la sociedad y del planeta (del bien

común) contribuyendo a la resolución de problemas específicos o satisfaciendo necesidades

humanas. Esto no significa que la empresa no debe ganar dinero, sino que el dinero se presenta

únicamente como un medio de intercambio en vez de como un objetivo final de la forma de

hacer empresa con una lógica de acumulación.

En esta entrevista nos acercamos a los fundamentos teóricos y conclusiones de su trabajo

y qué aportan estas teorías a la sostenibilidad.

El modelo del Bien Común se basa sobre la cooperación y las relaciones de confianza entre

los diferentes actores involucrados (clientes, financiadores, proveedores, trabajadores,

generaciones futuras y medio ambiente). La teoría de los juegos ha demostrado ampliamente

que la cooperación gana sobre la competición De hecho las innovaciones más grandes se logran

en periodos de paz, armonía y colaboración entre los diferentes stakeholders. Creo que la

conexión entre la Economía del Bien Común y el bienestar social se traduce en la utilización

de modelos cooperativos en lugar de competitivos. De hecho, a nivel psicológico, la

cooperación procura relaciones satisfactorias, confianza entre las personas, una disminución

de los conflictos sociales y medioambientales y el logro de objetivos comunes. Al contrario, la

competición significa que alguien gana y alguien pierde. El sentimiento de quien pierde es la

29
frustración. La competición se alimenta con el miedo. Estos sentimientos negativos no

procuran felicidad y bienestar social.

2. REFERENCIAS EN PERIODICO

2.1 El Periódico de Aragón

MIGUEL Miranda, Profesor de universidad

Hace falta mucho valor para defender que las políticas de los Gobiernos de Rajoy y de Rudi

son por el bien común. Y para ponerse a dar lecciones sobre lo que es la solidaridad, como hizo

la presidenta de Aragón, hace falta algo más que me abstengo de calificar por respeto

institucional, no por falta de ganas. El PP, en Madrid y aquí, está desmantelando la educación,

la sanidad y los servicios sociales públicos, aplicando su ideario neoliberal con la coartada de

la crisis. Cuando se obliga a pagar la crisis a los que en absoluto la provocaron, cuando se deja

sin beca de comedor a quien la necesita, se hace pagar una parte de los medicamentos a los

pensionistas, se condena a los empleados públicos a perder una parte importante de su salario,

se frena en seco la aplicación de la Ley de la Dependencia, se abandona a los mineros, se

discuten los 400 euros a los parados, se deja en la estacada del paro a más de la mitad de los

jóvenes, se echa a la calle a cientos de interinos y se pone en duda hasta la gratuidad de las

mamografías, se empobrece y se quitan derechos a la mayoría no se puede pontificar sobre

solidaridad. Al menos sin hacer el ridículo. Interés de grupo, el del PP, es disminuir el tamaño

del Estado para hacer negocios con lo que ahora son servicios públicos. Intereses de grupo, el

del PP, son, por ejemplo, tragarse el coste de la comercialización para mantenerse en el poder.

Promocionar el golf o subvencionar Torreciudad no es de interés común. Ni amnistiar a los

defraudadores fiscales tampoco.

2.2 El Periódico Mediterráneo

Vicent Zaragoza

30
Querido lector, lo he dicho siempre y, esta vez lo repito, que la política, en el fondo y bien

entendida, tan solo es un quehacer, un instrumento, una tarea, etc. que debe servir a los que no

tienen otro poder y debe buscar el bien común, la justicia social, la convivencia, etc.

Pero bueno, intentaré no pecar de pardillo y diré que no todos la entienden y la ejercen

igual. En consecuencia, es evidente que aparecen versiones muy distintas y hasta

contradictorias y enemigas del propio ser de la política. Así, por ejemplo, y ese es el motivo de

esta referencia, estos días y en diferentes medios estamos viendo como desde posiciones

conservadoras y retrógradas se ejerce la política como mal fario, como mala cosa que se echa

a la cara del otro para hacer daño. Es decir, utilizando la falsedad con fines electoralistas y por

la sola consecución y control del poder político, sin aportar soluciones a los problemas de estas

tierras y de sus gentes y lo que el pueblo quiere es una reforma inmediata del sistema de

financiación, un mejor reparto de las inversiones del estado que termine con el déficit inversor

que sufrimos y, al tiempo, que se reconozca y se pague el déficit de financiación acumulado.

Encima, ahora, estos días estamos viendo como esa derecha autónoma, vendida

incondicionalmente al PP de Madrid.

Querido/a lector/a, esto que les he contado es un buen ejemplo de un ejercicio político

contrario a la razón, a la justicia y al bien común.

3. OPINONES DE LA SOCIEDAD SOBRE EL BIEN COMUN

3.1 Por Antonio

Pienso que la Humanidad es una masa gris. Y quizá sea un problema de distancia. Cuando

digo que tengo fe en el hombre y esperanza en el hombre, no hablo sólo en abstracto; no me

refiero sólo a la especie que triunfó sobre la Tierra y se encarniza ahora contra ella. Me refiero

31
a cada uno de los seres humanos, que nacen, se fatigan por sobrevivir, hacen el bien o el mal,

se identifican a sí mismos, se entregan a otro o se niegan a otro, envejecen y mueren. Me refiero

a cada uno de los individuos, sin los cuales la colectividad no existiría o no sería la misma. Los

grandes movimientos culturales los acaudilla, en apariencia, un individuo; y sus epígonos son

también individuales; y después lentamente se incorporan adhesiones anónimas. La mayoría

acata el mando de sus líderes y se les asemeja. Pero ¿es así de simple? ¿Un genio del arte, de

la ciencia, de la política, surge espontáneamente? ¿No ha respirado, mamado, sorbido la savia

de los otros, tan presentes en él como él mismo? ¿No existe la memoria colectiva; un secreto

impulso común que se concreta; el subconsciente que nos alimenta más o menos a todos? O la

Historia está escrita, o la escribimos entre todos. Sin que ni una sola mano pueda dejar de

hacerlo.

3.2 Por Francisco Rodríguez Barragán

Hay palabras que dejan de usarse y su significado también parece desaparecer del ámbito

de la realidad. Hoy es difícil encontrar en los medios de comunicación alguna referencia al bien

común. Las palabras que actualmente se cruzan formando una extensa red se refieren a crisis

y medidas anticrisis, programas, objetivos, memoria histórica, análisis económicos o

electorales, economía de mercado, intervencionismo, derechos reproductivos, corrupciones y

corruptelas, divorcios, preservativos…

Pero pienso que lo que nos pasa es que nadie se ocupa del bien común sino de sus propias

apetencias y caprichos o de sus intereses económicos, o de sus ansias de tener, de dominar, de

poder, sin ninguna preocupación por las vidas y necesidades de los demás.

32
Por bien común hay que entender el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que

permitan a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia

perfección. Afecta a la vida de todos y exige prudencia por parte de cada uno y más aún por la

de aquellos que ejercen la autoridad. El móvil que dirige la actuación de los políticos es, a mi

parecer, la de obtener y gozar de los beneficios del poder, configurando y manipulando a los

ciudadanos imponiéndoles conductas y valores de su propia ideología, en lugar de mantener un

escrupuloso respeto a la persona para que pueda actuar de acuerdo con la recta norma de su

conciencia y su justa libertad en materia religiosa.

El bien común exige un grado de bienestar suficiente para que cada persona pueda llevar

una vida verdaderamente humana en cuanto a alimento, vestido, salud, trabajo, educación,

cultura, información adecuada o derecho a fundar una familia. Para hacer posible todo ello es

necesaria la actuación respetuosa de la autoridad a favor de la totalidad de los ciudadanos,

especialmente de los que resulten más necesitados, y la colaboración de todos. Nadie puede

buscar un disfrute parasitario de los beneficios sociales, sin su propia aportación al bien común

de acuerdo con sus posibilidades.

El bien común implica también que exista una situación de paz, dentro de un orden justo y

corresponde a la autoridad establecerlo para seguridad de todos. Mantener la paz exige de

todos, gobernantes y gobernados, excluir situaciones de lucha y enfrentamiento por motivos de

clase, ideología, raza o religión. Los gobernantes no pueden apoyar ninguna situación de

violencia, pero tienen que defender los derechos inalienables de todos los ciudadanos.

Hay que volver a situar en el primer plano de la sociedad esta idea del bien común, más

aún en tiempos de crisis y de problemas. La sociedad entera debe tomar parte más decidida en

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la consecución del bien común y usar el derecho a votar para expulsar de la vida pública a los

partidos y a los políticos que no lo busquen.

El orden social y el verdadero progreso deben subordinarse al bien de las personas, a su

desarrollo, bienestar y cumplimiento de sus fines. Hay que basar este orden en la verdad,

edificarlo en la justicia y vivificarlo por la amistad y el amor entre todos los hombres, por

encima de sus diferencias de opinión.

3.3 Por Manuel Mestre

Todos nos creemos mejores de lo que somos. Apoyados en la barra de un bar y con una

cerveza en la mano no hay quien nos gane, destripamos al primer político que se nos cruce y

hacemos añicos la medida más justa para la comunidad. No ocurre lo mismo cuando aquella

decisión sopla en favor de nuestros intereses.

Vamos para treinta años de democracia y a lo largo de todo este período un ejército de

mujeres y hombres, de todo signo político, han luchado y entregado su tiempo a la causa del

bien común. Claro que han existido sinvergüenzas, no me he caído de un guindo, y continuarán

del mismo modo que los hay en todas las profesiones del mundo y tristemente son los que más

suenan, pongamos que hablo de Marbella.

Prefiero quedarme con lo bueno de las cosas y no hacer caso de aquellos que despotrican

mientras ellos sí que hacen trampas a la hacienda pública, explotan al trabajador que tienen a

su cargo, cobran el desempleo y trabajan al mismo tiempo, y así.

Se aproximan las elecciones municipales y cada vez son menos las personas con ganas de

aventurarse en el mundo de la política, a pesar de ser tan necesarias, ya que hay menos

remuneración que en la vida privada, por un lado, y se está de continuo en el disparadero.

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Creemos merecerlo todo porque sí. Gracias de verdad a todas aquellas gentes honestas del

mundo de la política, por construir, a pesar de sus defectos y muchas virtudes, la sociedad del

bienestar y de las libertades que hoy todos disfrutamos

V.CAPITULO CONCLUSIONES

CONDORI RAMIREZ, JHONATAN ISRAEL. - El bien común es el que tiene por forma extensa

el beneficio efectivo a toda la sociedad, el bien común tiene por objeto varios beneficiarios y

participes, el fin del bien común es el bien de todas las personas. Los elementos que conforman

el bien común son aplicables de manera conjunta para su efectividad y si es que uno de sus

componentes no estuviera presente se tendría alguna falla que consecuentemente produciría

una deficiencia del bien común. Los elementos del bien común son: el bienestar material, que

es la satisfacción resultante de la participación de todos los ciudadanos en los bienes de

necesario y respecto consumo; la paz, constituye el punto central del bien común y comprende

la unificación y la ordenación de la sociedad; los valores culturales, los cuales son de carácter

ético y espiritual a él se llega a través de qué manera efectiva se cumpla con el desarrollo del

bienestar material y la paz.

HUAYRA SOTO, MIRYAN. – El bien común ha constituido una evolución constante y a la

vez conjunta con la historia de la evolución del ser humano, este bien común constituye un

beneficio que abarca a toda la sociedad de manera que todos sus componentes reciban un

beneficio. El bien común alude a todo lo que puede ser beneficioso y a la vez utilizado por los

componentes de la sociedad. El conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten

a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia

perfección. El bien común afecta a la vida de todos. Exige la prudencia por parte de cada uno,

y más aún por la de aquellos que ejercen la autoridad

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CUELLAR ALVARO, YULY. - El bien común es una sociedad que trabaja en equipo para

un bien, como por ejemplo cuando hacemos obras de caridad por el colegio y a si sea el más

mínimo granito de apoyo o colaboración cuenta para un apoyo el bien común del colegio me

párese que es muy destacado el tema de comunidad porque son barias personas las que lo

conforman y barias personas las que ayudan a que este apoyo pueda salir adelante. El bien

común equivale, con otras palabras, al conjunto de condiciones necesarias para que todos los

hombres, las familias y las asociaciones puedan lograr su mayor desarrollo. El medio más

importante que tienen las autoridades para dirigir a la sociedad al bien común son las leyes

civiles. Esta ley es una ordenación de la razón, en orden al bien común, promulgada por quien

tiene a su cargo la comunidad. El fin de las leyes civiles es facilitar a los hombres su perfección.

El bien común se puede ver desde diferentes ámbitos como en lo económico, filosófico,

histórico, en lo jurídico etc. Los bienes comunes son todos aquellos bienes de cuyos usos y

beneficios todos pueden disfrutar por igual. Es muy importante conocer la característica del

bien común la totalidad y la igualdad proporcional. No olvidemos que el sistema de gobierno

más perfecto es aquél que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad

social y mayor suma de estabilidad política. Desde mi punto personal considero que el bien

común es muy importante para el progreso de la sociedad, pero para poder alcanzar el bien

común no tiene que haber el egoísmo, individualismo que un grupo de personas solo piensen

de como sobre salir individualmente y no en conjunto.

VI.CAPITULO Bibliografía

Aquino, S. T. (s.f.). De los principios de la naturaleza, coleccion los grandes pensadores. Sarc.

Diaz, D. I. (2013). Pacem In terris.

Maritain, J. (2011). La persona huamana y el bien comun.

Puelles, A. M. (s.f.). Filosofia del bien comun.

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Samagni, S. (2007). El bien comun en la sociedad posdmoderna. cultura economica.

Urquiza, L. (2015). Sobre el Bien Comun.

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