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Este año no ha sido muy fructífero, apensa he leído una docena de libros en lo que va el año, y

las lecturas ya no causan las mismas fruiciones de antes.

Quizá ya no hay lecturas que satisfagan nuestras expectativas, no somos intelectuales.

El propósito de ser como Borges se diluyó como agua en un charco de sangre.

La historia nunca ha sido congruente con nuestros propósitos.

Quisimos ser escritor, y nos hemos convertido en dibujantes.

Hemos sido arrastrados por la necesidad una vez, después de muchas veces.

¿Qué hacer? Si en este contexto es casi imposible vivir de hacer las cosas que nos resultan
apasionantes y tenemos que sucumbir a nuestras necesidades más primarias, dejando las
espirituales a un costado, qué hacer.

No, no es casualidad, existe, supongo, un fulgor, un pequeño haz de luz en toda la negrura que
se proyecta como un futuro, Somos posibilidad, éramos posibilidad y nos hemos transformado
en hombres comunes.

En esto, en lo común, en lo mediano, en lo mediocre, en esto, sí, hemos de admitirlo una vez
más.

No tenemos poderes, ni para curar enfermedades. Ni para hacer una revolución. No tenemos
ni un poder sobre este avance de la historia, ni sobre la expansión inexorable del universo.

Hemos de admitir que nuestro tiempo es breve, un peque{ño grano de arena en el desierto, y
lo que hacesmo es jugar, y negar esa cosa próxima que se acerca díoa a día, que es la mu erte.

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