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04-011-203 - América III - 22 copias

Movimientos sociales y gobierno durante la primera gestión del Movimiento Al


Socialismo1

Bruno Fornillo

Ya no lo necesitamos. Lo necesitarías si existiera una


elite y tuvieras que gobernar con los trabajadores.
Nosotros somos los trabajadores. ¿Cómo vamos a hacer
cogobierno con nosotros mismos?

Entrevista a Gustavo Torrico, diputado MAS, antiguo


dirigente fabril, 2009.

La lenta conformación de un bloque de poder


Durante la primera presidencia de Evo Morales la composición del gobierno nacional mutó, puesto
que pasó a habitarlo la cadena de mandos de las organizaciones sociales -Evo Morales incluido-,
nutriendo los principales circuitos decisorios del Estado. El entramado dirigencial con trayectoria en la
arena sindical-campesina que originó el “instrumento político” y las principales organizaciones
indígenas aliadas desde el “Pacto de unidad” -la Confederación Nacional Indígena del Oriente
Boliviano y el Consejo Nacional de Ayllus y Marcas del Qollasuyu- destinaron sus representantes a
instancias clave: la Asamblea Constituyente, al poder ejecutivo y legislativo, y los espacios de poder
conquistados en los departamentos. Se conformó, por tanto, una nueva dirigencia política, tal como lo
describió una funcionaria del Palacio Quemado: “Las organizaciones matrices, las federaciones, las
coordinadoras de barrio, lo que ha sido el sostén para que el Evo llegara al poder… Todas las cabezas
de esas organizaciones ahora son parte del gobierno: diputados, ministros, asambleístas, alcaldes…”2.
Ligado al sector campesino, médula del sector dirigente del bloque de poder en ascenso, en un arco de
“geometría variable”, fue orbitando en torno suyo una serie de organizaciones populares que
compartían las orientaciones del “proceso de cambio”. La Central Obrera Regional de El Alto -que
concentra a los gremiales de la populosa ciudad- o la Federación de Juntas Vecinales, por ejemplo,
fueron decisivas en la expansión del ciclo político y el apoyo al proyecto “Evo Presidente” les abrió
espacios de gestión, en la Aduana Nacional o el Ministerio del Agua; y lo mismo podría decirse de los
cooperativistas mineros. En otras palabras, en un segundo plano se ubicó todo un universo de
organizaciones sociales de “reciente llegada” que alimentaron la movilización societal inaugurada en
el año 2000, contribuyeron a la campaña presidencial -a veces pautando ciertos beneficios-, y solían
tener injerencia en las áreas vinculadas a sus intereses sectoriales, conformando la “base ancha” de
apoyo al “evismo”.
A este nuevo pelotón dirigencial se le debe sumar un sector de clase media, un conjunto de
intelectuales de raíz variada, una suerte de inteligentsia como gusta llamar(se) el actual vicepresidente,
que oficiaron de “compañeros de ruta” de las organizaciones sociales (Linera, 2008). Más que una
representación corporativa o de grupo, con una adscripción “orgánica” o partidaria densa, fueron
intelectuales y activistas que engrosaron las filas del MAS cuando arañó la presidencia en el año 2002
y, contando la escasa “organicidad” del “instrumento político” en la áreas urbanas, tendieron a ser
directamente “invitados” de alta la cúpula del Palacio Quemado -modalidad de inclusión directa que
también talló entre Evo y dirigentes de las organizaciones sociales- (Do Alto y Stefanoni, 2009).
Mencionemos que fue un sector que no tuvo una “unidad de proyecto” que se traduzca en común
voluntad política de la orientación estatal, ni presentó cohesión interna -todos elementos presentes en
el Movimiento Nacionalista Revolucionario que comandó la Revolución del 52-, sino que tendió a
disolverse en las tendencias políticas, corrientes de opinión, y agrupamientos laxos que se expresaron
al interior del gobierno, pese a que conformaron un segmento más dentro del amplísimo conglomerado

1
En Bolivia entre dos siglos. Política, cultura y descolonización. Compilador en colaboración con Pablo
Stefanoni, Friedrich Ebert Stiftung, Bolivia (en prensa).
2
Entrevista a Patricia Costas, funcionaria del Viceministerio de Coordinación con los Movimientos Sociales.

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oficialista y Evo Morales los convocaba como tal: “campesinos, trabajadores,
intelectuales…”(Fornillo, 2010).
Seguidamente, y bajo esta misma adscripción social, una vez privilegiado el camino electoral desde
2002 una pluralidad de agrupaciones de izquierda pasaron a habitar el MAS como aliados y luego a
ser parte del entramado gubernamental. Incluso, hay quienes tuvieron experiencia en el gobierno de la
Unión Democrática Popular en el ’82, como el sector de raíz guevarista comandado por Antonio
Peredo y cercano al Partido Comunista Boliviano. Para las elecciones de 2005, las alianzas se
expandieron más allá de una divisoria centrada en el contenido de los proyectos políticos, se sumó
entonces el Movimiento Sin Miedo, unido por una afinidad ideológico-política significativamente
mayor que el conjunto de funcionarios que eran parte de los partidos clásicos (MNR, MIR, ADN),
atentos a reciclarse a última hora y a hacer valer su poder local o acumulado en la arena pública o en la
gestión gubernamental, a veces tremendamente decisivos en los espacios donde la presencia del
“instrumento político” era mínima o casi inexistente. Se presentó aquí una diferencia significativa, en
las regiones donde el MAS tenía un poder leve -casi toda el área “oriental”- la dimensión del
“reciclaje” de los partidos tradicionales fue mayor, mientras que en La Paz o en el Chapare la clave
residió en la incorporación de nuevos contingentes de raíz urbana, a distancia de un sector rural
preponderante.
Ahora bien, al hacerse del gobierno, el “evismo” debió trabar relaciones con otros sectores que
componen el armazón institucional del país, y que es preciso mencionarlos debido a su importancia a
la hora de sostener la “gobernabilidad”. Se ha recreado un acuerdo que guarda tradición en Bolivia, el
pacto militar-campesino, trazado por Barrientos luego del golpe militar del ’64 para soldar una base de
sustentación imposible entonces en el sector minero. Evo Morales se reunió semanalmente con la
cúpula castrense, y las tres fuerzas, al compás de un aumento de su presupuesto, fueron convocadas
para tareas centrales: la distribución por todo el territorio de los planes sociales implementados, la
participación en múltiples desfiles cívico-militares, para socorrer a la población ante las catástrofes
naturales e, incluso, se llegó a militarizar un departamento entero -Pando- tras decretar el estado de
sitio luego del conflicto geopolítico de 2008. El presidente de la República -quien remarca
continuamente que la colimba fue su escuela- apeló al papel principal que juega el sector militar
dentro de la vida nacional, piedra medular en la defensa de la soberanía interna y en la reivindicación
marítima externa ante Chile, a contramano del desprestigio popular que venía sufriendo cuando servía
como instrumento de represión de la administración neoliberal.
Naturalmente, hoy la reinvención de aquella alianza no tiene al sector militar en su dominio, en
relación clientelar con una jerarquía campesina de rasgos conservadores, se encuentra relativamente
atenta a las prerrogativas y direcciones de un gobierno indígena que lo acomoda en su
institucionalidad. Como ha sido tradicional en Bolivia, existen dos ejércitos, uno clásico, “cuya razón
de base es el miedo de la noche triste” y resiste, pues, “la amenaza atávica de la indiada”, y el “de la
centralización y de la nacionalización”, sobre el cual se apoya quien, en los hechos, asume cabalmente
el papel de comandante en jefe de las fuerzas armadas (Zavaleta, 1983). Aunque resulta significativo
el entendimiento con el sector militar, en tanto ratio última de la estatalidad (pese a que no se
presenten condiciones para que la superioridad militar se traduzca en dominación política), fue igual
de determinante el control de un brazo coercitivo menor, pero de extensión capilar y acción concreta y
frecuente en todo ámbito de protesta: la policía, que no depende en cadena de mandos ni en
presupuesto de los gobiernos locales sino del poder central paceño. La capacidad política de inhibir a
las voces disidentes, de sumar a los mandos centrales (el ministro de la presidencia del primer
mandato, Quintana, era especialista en asuntos “militares”) y de entablar un vínculo fluido con el
aparato coercitivo del Estado, bajo una cadena de mandos rígida y de alcance nacional, fue cardinal en
el gobierno del MAS; dado que -salvo contadas excepciones- a la hora de la aparición del antagonismo
las armas vehiculizaron la voluntad estatal o adoptaron una prescindencia favorable a los vientos de
cambio3.

3
Otros espacios institucionales de diverso rango se encolumnaron en el accionar de la oposición, pero aquí el
corte es casi exclusivamente regional. En cuanto a las instituciones de la sociedad civil, resalta la apoyatura al
discurso político de la oposición de la Iglesia católica (que no cuenta con una gran cantidad de bienes terrenales
dada la expropiación en los albores del republicanismo y nunca logró demasiada prédica en Bolivia), lo cual se
contrapuso al acercamiento decidido por parte del “masismo” hacía las huestes pentecostales, e incluso una

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Las organizaciones sociales en el circuito institucional del Estado
Ni bien ocupado el sillón presidencial, Evo Morales bajó los sueldos de los funcionarios de mayor
jerarquía -el suyo incluido- y anunció que restringiría ampliamente las consultorías que tanto costaban
al erario público. La primer ley requerida -velozmente aprobada en el Congreso y luego promulgada-
reorganizaría el poder ejecutivo: varias carteras de anteriores administraciones desaparecieron, como
es el caso del Ministerio de Asuntos Indígenas y Participación Popular -que dio paso a Desarrollo
Rural, Agropecuario y de Medio Ambiente-, se crearon otros gabinetes como el Viceministerio de
Coordinación con los Movimientos Sociales -dependiente de Presidencia-, o el Ministerio del Agua, y
se repusieron clásicos, como el de Minería. Los primeros pasos “evistas” estuvieron orientados a
reafirmar el lugar conquistado por las urnas, ya que al instante pasó a retiró a 24 generales, la mayor
depuración desde la Revolución del ’52.
Pese al temor de que se imponga una “masacre blanca” (la limpieza de los antiguos funcionarios que
se aplicaba ante cada recambio de altas autoridades), el gobierno entrante tendió a mantener a los
empleados públicos de menor rango -cerca del 70 por ciento de la administración- en sus puestos de
trabajo4. Por un lado, arguyendo la ausencia de una “intelectualidad orgánica” apta para el desarrollo
de tareas técnicas -en su momento Evo Morales expresó que “no hay gente capacitada en las
organizaciones”5-; por otro lado, la estrategia consistió en ocupar los puestos de neto perfil político
bajo la idea de que las líneas directrices serían trazadas por el nuevo mando, al tiempo que la gestión
práctica pasaría sin mayores dificultades por los habituales funcionarios de Estado. Igualmente,
tampoco habría que desconocer la presencia de los dirigentes de los movimientos en espacios de
gestión intermedios, a sabiendas de que sentían haber conquistado unas instituciones públicas por las
que circulaban sin tapujos, que debían recibirlos y gestionar sus necesidades, incluso a partir de la
creación de instancias específicas para tramitar las exigencias. Al pasar los años, aquel porcentaje fue
reduciéndose -30 por ciento de los empleados fue removido a principios de 2007-, vinculado a la
presión de antiguas y nuevas bases, que incorporaron plenamente la presunción de que no solamente
los “doctores” estaban habilitados a ejercer tareas públicas. Con todo, la tenaz presencia de
“invitados”, de “técnicos”, de quienes no necesariamente partían de la trinchera sindical, pronto
adquiriría una relevancia que fue vista con creciente inquietud.
Teniendo en cuenta este panorama, ¿cuál fue la presencia de los dirigentes sociales en el poder
ejecutivo, en el legislativo y en la Asamblea Constituyente, es decir, en los altas esferas del Estado? La
designación de los mandos de poder que encararían la gestión del ejecutivo resaltó el papel que las
organizaciones sociales habían representado desde el inicio del ciclo político. En el estratégico
Ministerio de Hidrocarburos fue nombrado Andrés Solís Rada, un “viejo combatiente nacionalista”; al
indianista David Choqueuanca fue a relaciones exteriores; en el novel Ministerio de Agua se designó a
Abel Mamani, dirigente de la FEJUVE alteña; una ex empleada doméstica, Casimira Rodríguez,
asumió Justicia. Otras carteras fueron asignadas con criterios corporativos: Trabajo quedó en manos
del obrero fabril Alex Gálvez Mamani, el cooperativista Villarroel iba a minería y el ex dirigente

facción de sus mayores representantes se han incorporado al MAS. También con la oposición se alistaron las
Universidades afincadas en la “media luna”, constituyendo parte sustancial de su poder de choque y fuerza de
movilización, y otro tanto puede decirse del poder judicial, afincado en la díscola Sucre. Esta inclinación
departamental también la expresaron agencias estatales descentralizadas, por caso, las cortes electorales o los
trabajadores públicos locales.
4
La administración pública cuenta aproximadamente con 45.000 empleados, de los cuales 20.000 pertenecen a
las FFAA, Policía Nacional y alcaldías y educación superior y 80.000 es el número de maestros. Informe de la
Superintendencia del Servicio Civil, 2008.
5
Un alto dirigente de la CSUTCB comentaba: “En los ministerios tenemos algunos lugares que hemos delegado
en algunos compañeros. Tenemos todavía esa debilidad de nuestra gobernabilidad con el gobierno. No tuvimos
gente preparada como para asumir esos ministerios y nos han dejado muy entrampados los neoliberales, por
ejemplo, la famosa institucionalización. Necesariamente uno tiene que ser meritorio, con maestrías, diplomados,
arriba de diez años de experiencia”. Si bien se imaginaron instancias de formación, como una Escuela de
Formación Política fogoneada por sectores cercanos al PCB, no llegaron a plasmarse, y los intentos de elevar la
“capacidad técnica” de los compañeros de ruta es un deseo contemplado, fundamentalmente a través de la
creación de Universidades Indígenas, pero que inevitablemente se topa con el largo plazo. Entrevista a Roberto
Coriarte.

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cocalero Felipe Cáceres iba a Defensa Social (encargado de la lucha contra el narcotráfico) (Do Alto y
Stefanoni, 2006). Con el paso del tiempo, esta inicial participación decidida de las organizaciones a la
cabeza de los ministerios fue menguando. Si bien el área económica (Planificación, Obras públicas,
Producción) siempre estuvo cerrada para los movimientos, y una serie de ministros de “confianza”
resguardaron incansablemente su estabilidad (Relaciones exteriores, Defensa, Presidencia y
Economía) a poco de andar una serie de colaboradores directos del presidente que surgieron
orgánicamente de las organizaciones sociales se toparon con no pocas dificultades en la gestión,
mostrando los limites de las invitaciones “a título personal” o de las alianzas electoralistas: Abel
Mamani fue prontamente desconocido por la FEJUVE, y Walter Villarroel debió abandonar más
temprano que tarde la cartera a causa de su parcialización en el conflicto minero de Hunauni.
Desde que Evo Morales asumió la presidencia hasta el final de su primera gestión cambió su equipo
de colaboradores de forma masiva cuatro veces, generalmente al comenzar el año. El primero, en
2007, trocó siete ministros. El principal reclamo, por entonces, fue la salida de los representantes
“indianistas”, tornándose más sonada la acusación de la mala influencia que el “entorno blancoide”
ejercía sobre Evo. Por caso, se produjo la salida de Félix Patzi, cuestionado por el magisterio -de
sostenida tradición trotskysta y recurrente movilización- y recayó sobre Casimira Rodríguez la
acusación de falta de idoneidad para el cargo, viéndose en la obligación de dejar el Ministerio de
Justicia (Quisbert, 2007). Un año después, en enero de 2008, el Jefe de Estado reemplazó a cuatro
ministros, y el principal sector social que contaba con representantes terminó siendo el cocalero, en los
viceministerios de Defensa Social, Microempresa, y de la Coca. Comenzó a ser notoria la presencia de
numeroso personal ligado a diversas ONGs, que en Bolivia se cuentan por millares y han llevado
adelante -y lo siguen haciendo- funciones comúnmente reservadas al Estado, poseen un cuantioso
saber en sus áreas de competencia y vinieron siguiéndole los pasos a los movimientos. De modo que el
perfil técnico tendió a primar por sobre el vínculo orgánico con las organizaciones sociales. Al llegar
el año 2009, aunque el “andinocentrismo” había reemplazado al “cuoteo cruceño” de las
administraciones neoliberales, quedaban tres ministros de origen campesino o indígena (…). En suma,
entre 2005 y 2009 se produjeron “51 nombramientos ministeriales” (Bartolini y Ramos, 2010: 105),
sucede que Evo Morales, más bien se reservó el derecho -a la vista ejercido sucesivas veces-, de
modificar a gusto a sus colaboradores cercanos, y no necesariamente dio cabida a referentes
sectoriales en los ministerios, cuya presencia fue menguando con el paso del tiempo, desoyendo uno
de los principales lineamientos del Pacto de Unidad, que obligaba al ejecutivo a seleccionar un
ministro de tres propuestos por las organizaciones.
Así como se pasó a habitar el Palacio Quemado, una expansión análoga se cernía sobre el poder
legislativo. Tan solo con examinar los cuadros colgados en los pasillos del congreso donde una
rigurosa cronología expone fotos y nombres de los diputados, puede deducirse el populoso y original
arribo reciente de contingentes indígenas y la presencia cada ves más sostenida de “mujeres de
pollera”. Aunque desde 2002 no dejaba de producirse una leve institucionalización en la que los
diputados del MAS ostentaban un poder de gestión ausente en las bases, lo cierto es que esa capa
dirigente de las organizaciones pasó a ocupar bancas por doquier: “Muchos de los parlamentarios -en
realidad casi todos- venimos de extracción trabajadora, obviamente tenemos en nuestras filas
abogados, sociólogos, ingenieros, pero en su momento fueron dirigentes fabriles, mineros,
campesinos”6. La renovación total de la cámara provocó que en 2005 el MAS se alzase con 72
diputados sobre 130 totales, y 12 senadores de 27, asumiendo que suponía una “concepción estratégica
tener un parlamento compuesto por dirigentes indígenas y sindicales”7. Esta imbricación directa entre
las organizaciones sociales y los órganos de poder se hace notoria si se presta atención a la presencia
decisiva de la CSUTCB, que sin dudas se siente dueña principal del “instrumento político”:
En el Poder Legislativo me atrevería a decir que tenemos un 40 por ciento de la bancada
del MAS, de ex dirigentes o dirigentes que hoy son diputados parlamentarios, como es
mi caso. Yo he sido dirigente y sigo siendo dirigente, pertenezco a la CSUTCB, soy
miembro de aquella, al margen de eso, también soy diputado. Similar cosa hay en
muchos de los compañeros que están dentro de la cámara de diputados8.

6
Entrevista a Gustavo Torrico, diputado del MAS, quien acompañó a Evo en la bancada desde el año 2002.
7
Entrevista a María Esther Udaeta, senadora del MAS.
8
Entrevista a Roberto Coriarte, dirigente de la CSUTCB y diputado nacional.

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Y si la presencia de los referentes fue profusa en la cámara legislativa lo mismo sucedió en la
Asamblea Constituyente. Si bien el MAS apostó por el sistema de partidos como mecanismo para
acceder a las bancas, y de ese modo las organizaciones sociales debieron acordar con él los cupos para
su propia participación, la cantidad de escaños obtenidos fue muy alta: 137 sobre 255, el 53,7 por
ciento9. Entre los datos a resaltar en relación con el cónclave, mencionemos que 88 (34,5 por ciento)
asambleistas fueron mujeres, cerca de la mitad de los constituyentes tenían menos de 40 años y 119
hablaban, además del castellano, una lengua nativa, el 63 por ciento se autoidentificaba como indígena
y el 33 por ciento vivía en el área rural. Si la primer ocupación mencionada por los constituyentes fue
la de abogados, ya inmediatamente la segunda era la de dirigentes de base -cerca del 20 por ciento-,
pero si se suman aquellos que lo son pero consignaron su oficio (agricultor, minero, etcétera),
representan -según Xavier Albó- “ya la mitad o más de los constituyentes” (Albó, 2008:4). Claro está,
los altos mandos de las organizaciones tuvieron su espacio en esta instancia deliberativa:
La presencia de los dirigentes sociales -afirma Raúl Prada- se encontraba mediatizada en
las listas del MAS a la Constituyente. Había mucha gente de las organizaciones dentro de
las representaciones del MAS, la representación entonces se encontraba imbricada. En
todo caso, las organizaciones sociales tenían mucha incidencia y la van a tener a lo largo
de todo el proceso la constituyente. En el contexto de transición, donde las decisiones se
transfieren de los movimientos sociales al ejecutivo, las organizaciones van a tratar de
circunscribir su ámbito de influencia a la Constituyente y lo van a hacer trasladando
todas sus organizaciones, sus dirigentes máximos, sus técnicos a la Asamblea
Constituyente, a Sucre. El gran interés de las organizaciones, en ese momento, no va a
ser conducir tanto el proceso político pero sí conducir la Asamblea Constituyente. Claro
está, en un contexto muy difícil donde definitivamente el ejecutivo tomó el mando de la
conducción del proceso10.

Ahora bien, resulta preciso sondear la dinámica de un gabinete de especial relevancia para seguir la
pista de la participación de los organizaciones en el poder ejecutivo, el de Coordinación con los
Movimientos Sociales (creado por la Ley de Organización del Poder Ejecutivo, reemplazó al anterior
de “Conflictos”, manteniéndose en la órbita del Ministerio de la Presidencia). Como mayor instancia
de participación el viceministerio contó con un ámbito de fortalecimiento a las organizaciones sociales
que estaba a cargo de la realización de las “mesas de dialogo”, donde las organizaciones se
encontraban con los distintos sectores del Estado responsables de sus problemas. No obstante, aun esta
iniciativa de “fortalecimiento” -la más novedosa del viceministerio11-, no supuso en sí el papel
ejecutivo, sino que fue un lugar en el cual los movimientos eran escuchados, diferenciándose a las
claras de las anteriores gestiones, pero manteniéndose la separación que los concibe como
“proveedores”; no existió “apoyo directo en lo político” ni “participación directa”12. En consecuencia,
tendió a reeditarse la tradicional subordinación frente a la institución tutelar por fuera de la dirección

9
Le siguió PODEMOS, con 60 bancas, el MNR contó con 18 y UN con 8. El MAS consiguió el 51 por ciento
de los votos directos pero, por aritmética (por ejemplo: compensación a los departamentos más chicos), bastante
más de la mitad de los constituyentes, prácticamente igual que en la elección presidencial de 2005. La primera
fuerza de oposición, PODEMOS, bajó del 28 por ciento en las elecciones generales a 15 por ciento pero, por esa
aritmética, aplicable a varios departamentos de la “media luna”, obtuvo el 23,5 por ciento de los escaños. CNE.
10
Entrevista a Raúl Prada, constituyente.
11
Además de la mencionada, el viceministerio se dividió en otras dos unidades centrales. Una era la de la gestión
de la demanda social, encargada de recibir en audiencia a los diferentes sectores sociales, adoptar sus reclamos y
luego canalizarlos, enviándolos a las dependencias oficiales competentes. Otra fue la de seguimiento y análisis,
que diariamente elaboraba matrices de conflictividad, presentando un avistaje sobre todos los conflictos,
alertando sobre su existencia, caracterizándolos, proponiendo diferentes soluciones, etcétera. Evo Morales
contaba semanalmente con un informe de las miles de demandas, los conflictos que despertaban y el transito que
iban tomando. Entrevista a Patricia Costas.
12
Entre los períodos 2006-2008 se realizaron 2.422 audiencias, para concertar y dialogar las diferentes
demandas, 71 talleres de capacitación y 47 mesas de diálogo, en los nueve Departamentos del País. Asimismo, se
elaboraron 14 documentos sobre políticas gubernamentales. Entrevista a Ignacio Borea, dirigente de
Colonizadores e Informe gestión del Viceministerio de Coordinación con los Movimientos Sociales, 2009.

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de los asuntos públicos. Es que en los pasillos del Palacio de Gobierno se escuchó una distancia
ideológicamente especular: para unos había demasiadas demandas y para otros demasiados
funcionarios. A pesar de haber intentado abrir canales de articulación con las organizaciones, el
viceministerio fue un organismo que se vio envuelto en un destino de control y seguimiento del
“carnaval de protestas” -en palabras de Evo- más que en uno de neta participación, todavía atado a los
moldes tradicionales enquistados en el discurrir estatal que marcaron las fronteras de lo posible.
Con todo, no habría que suponer que la presencia de dirigentes, militantes y referentes de las
organizaciones fue menor, al contrario, fueron entremetiéndose en múltiples circuitos públicos. Con el
propósito de graficar, tomemos por último caso testigo la composición del vital Ministerio de
Desarrollo Rural y Tierras. En un principio fue comandado por Hugo Salvatierra, luego llegó Silvia
Ribera, miembro de una ONG, el CEJIS. No del todo avalada por algunas organizaciones, que
argumentaban que no eran recibidas, arribó otro integrante del CEJIS, Carlos Romero, que se hizo de
mayor respaldo. Seguidamente, enfocando las instancias de más peso, el Viceministerio de Coca y
Desarrollo integral -creado por Morales-, fue ocupado por el sector cocalero del Chapare. Julio
Salazar, ejecutivo del sindicato, mencionó:
Los productores de coca de Bolivia, de La Paz y Cochabamba hemos compartido
orgánicamente. Los paceños han elegido a sus viceministros y nosotros en el trópico al
nuestro. El Gobierno, en algunos casos, puede sugerirnos un nombre, pero a veces es
directo porque no tiene tiempo ni para sugerir. Tenemos participación en algunos
viceministerios, porque el imperialismo de USAID siempre ha estado metiéndose con sus
propios métodos13.

En otro viceministerio, el de Tierra y Territorio, muy importante porque tiene en sus manos la vital
“Reforma Agraria”, estuvo dirigido por Alejandro Almaraz, un antiguo integrante del CEJIS, hijo de
uno de los intelectuales más renombrados de la Bolivia del Siglo XX -Sergio Almaraz- y ampliamente
avalado por el ala indianista. Hacia abajo, cuando de titulación de tierras se trató, junto a antiguos
“funcionarios de carrera”, la CONAMAQ designó al técnico que se encargaba de su zona geográfica,
del mismo modo que la CIDOB hizo lo propio a la hora de gestionar la titulación de las tierras bajas
del oriente. En suma, un ministerio que fue expresivo de la presencia de sectores intelectuales, ONGs,
representantes de los movimientos sociales, dirigentes orgánicos, antiguos funcionarios y presiones
diversas.

Nuevas instancias de coordinación de los movimientos en el gobierno nacional


Una de las particularidades del ciclo político boliviano actual consistió en la ausencia de un centro
político unificador de la acción colectiva. Luego de la inicial confluencia de algunas organizaciones a
mediados de los ’90, traducida en la construcción del “instrumento político”, desde el año 2000 se
vislumbró un fuerte nivel de dispersión, amainado por el gran poder de articulación que producía la
lucha callejera y la movilización social. Apenas conquistado el poder paceño, fueron tres los ensayos
de articulación que se pusieron en práctica: el Pacto de Unidad, el Estado Mayor del Pueblo, y sendos
encuentros entre los movimientos sociales y el nuevo mandatario, que finalmente derivarían en la
CONALCAM.
El Pacto de Unidad trazado durante el año 2003 buscó superar aquella situación de fragilidad en la
coordinación, incluía a los dos sectores clave del campo subalterno, el ala campesina (CSUTCB, “los
Colonizadores”, y “las Bartolinas”) y el ala indígena, representada por la CONAMAQ y la CIDOB,
deviniendo en el espacio de unificación más significativo del nuevo bloque contrahegemónico que
comenzaba a medir fuerzas. No por casualidad, luego de un período de relativo estancamiento, fue
resucitado al momento de comenzar la Asamblea, y sirvió para crear, visibilizar y acercar propuestas
unificadas. Hay que mencionar, sin embargo, que durante toda la primera presidencia “evista” las
rispideces entre los dos sectores, que acusan diferencias de clase y étnicas, fueron agudas. Al compás
de los vaivenes que sufría la convención -tal como plantea Schavelzon- las organizaciones de
identidad marcadamente indigenista antepusieron sus propias diferencias. Los principales puntos de
discordia giraban en torno a la política de recursos naturales, de distribución de tierras y a la intención
del gobierno de quitar del proyecto de constitución masista la representación directa de los pueblos

13
Testimonio relevado del Diario La Razón.

6/22
indígenas en el futuro congreso, base del Estado Plurinacional. Para estos movimientos -y con énfasis
para las comunidades de tierras bajas-, la clave estaba en el proyecto de las autonomías indígenas, en
la distribución de tierras y en la plurinacionalidad. Los sectores campesinistas, más cercanos al
gobierno, no parecían demostrar demasiados pruritos en dejar caer las reivindicaciones indigenistas en
las negociaciones, postergadas al priorizar los contenidos que -en la nueva Constitución- reforzasen la
hegemonía del “evismo”; por ejemplo, la reelección o las políticas de impacto económico directo
sobre la mayoría de la población (Schavelzon, 2008). No obstante, sorteando estas tensiones, el
“pacto” creó una verdadera “unidad de proyecto”, en el sentido de constituirse en el espacio de
elaboración conjunta de las líneas maestras del orden social renovado que debía asumir y plasmar el
cónclave, y en ellas se basó el “instrumento político” para redactar la Nueva Constitución Política del
Estado.
Entretanto, el Estado Mayor del Pueblo se presentó como un ámbito macro de articulación de las
organizaciones, queriendo incidir sobre el poder ejecutivo. Su emergencia estuvo ligada a la voluntad
de hacer confluir a los movimientos afines al MAS, partidos de izquierda e intelectuales, esto es,
aglutinar a todo sector interesado en respaldar al novel gobierno. A la manera de los cubanos Comités
de Defensa de la Revolución, el propósito era generar espacios de participación, formación y
organización que estuviesen en permanente contacto con las dependencias estatales, apuntalando la
participación de los movimientos en el ejercicio del poder14. Por esta vía, se había dividido al gobierno
en cuatro grandes bloques: la comisión política se entrelazaría con los ministerios del área política, la
social con los del área social, y lo propio haría la comisión congresal y la económica. El objetivo era
que, en “el ida y vuelta”, las demandas de las bases se convirtiesen, antes que en el clásico “pliego
petitorio” que elevaba la COB, en proyectos de ley, de decreto, en estrategia política. En sus primeros
meses de vida, llegó un momento en que Evo Morales afirmó: “Yo tengo dos estados mayores: tengo
el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y tengo el Estado Mayor del Pueblo”. Sin embargo, la
tentativa se topó con no pocas objeciones. A pesar de que el nombre fue elegido directamente por
Morales, rápidamente la COB lo puso en cuestión, advirtiendo que ella era por peso histórico la
depositaria de una caracterización de esa naturaleza, y otras razones mayores explican su debilidad:
algunos de los animadores más visibles fueron acusados de no desestimar la vía armada, las
organizaciones no tenían vínculos demasiado sólidos con una instancia prácticamente autoinstituida
pero apenas consolidada, y ni siquiera sus mismos gestores -en parte ligados a la línea del PCB-,
tuvieron demasiados inconvenientes en ver naufragar la propuesta cuando a fines del año 2006
comenzaba a formarse la Coordinadora Nacional para el Cambio.
En los hechos, durante su primer año de mandato, Evo Morales mantuvo dos encuentros públicos
con los movimientos sociales para evaluar su gobierno, donde los ministros eran puestos bajo la lupa,
se recogían propuestas, no se tomaban decisiones directas, pero se constituyeron en el espacio
simbólico específico en el que se escenificaba el poder de las organizaciones, frente a las que el Evo
Morales se presentaba como mero gestor de demandas. Estos encuentros no habían llegado a dotarse
de una organicidad concreta, pero en enero de 2007 darían paso la Coordinadora Nacional para el
Cambio, que debió esperar hasta principios del año siguiente para adquirir una densidad significativa,
en el momento en que se agudizó el conflicto con la abroquelada “media luna”:
¿Cómo surge la CONALCAM? -se pregunta César Navarro, jefe de la bancada del MAS
en diputados-. Yo vengo de una estructura mínima de la ciudad para ser diputado, pero
rindo mi informe, estoy subordinado a la organización sindical, pero mi nivel de
representación no es a la organización sindical, entonces los diputados de las áreas
urbanas teníamos ese mismo conflicto de identidad, todos. Aquí estaban las
organizaciones sociales, aquí la bancada, aquí el poder ejecutivo, aquí el MAS. ¿Cuál era
el punto de encuentro entre nosotros? Hicimos una valoración y, como jefe de la
bancada, en el 2006, propuse la idea de la coordinadora en el ampliado de Cochabamba.
¿Cuál era el sentido? Un punto de encuentro político para que nos podamos encontrar los
constituyentes, los parlamentarios, los movimientos sociales, la dirección nacional del
“instrumento político”, bajo el liderazgo del presidente. Incluso de dirección por sobre
todos los poderes15.

14
Entrevista a Hugo Moldiz, director del semanario La Época.
15
Entrevista a César Navarro, diputado, jefe de la bancada del MAS.

7/22
En sus comienzos, la CONALCAM se definió como una instancia nacional de articulación política
entre los representantes de los movimientos sociales, de la sociedad civil, del poder ejecutivo, del
legislativo y de la convención constituyente16; erigiéndose, así lo sostenían sus documentos
fundadores, en la “dirección política revolucionaria de la Revolución Democrática y Cultural”17. Por
entonces, el canciller David Choquehuanca mencionaba que “nunca antes existió en el país un
mecanismo tan claro para la incorporación de los movimientos sociales dentro de la institucionalidad
estatal” y lo propio hacia Evo Morales en su discurso de gestión ante el Congreso: “con este
instrumento se construye la institucionalidad que permite mantener y profundizar esta nueva forma
incluyente de gobernar”18. La flamante coordinadora debía encargarse de analizar la situación general
del país, delineando acciones y estrategias de corto, mediano y largo plazo. Se trataba, a su vez, de que
el gobierno rindiese cuentas a las organizaciones y ellas, consiguientemente, informasen a “las bases”.
Desde el partido, un integrante de la coordinadora reafirmaba su importancia: “Inicialmente creo que
es para hacer recomendaciones pero en el corto plazo tiene que constituirse en el sujeto político que
dirija este proceso”19.
Si bien la creación de la CONALCAM derivó en que todas las organizaciones tuviesen voz en los
destinos del gobierno y un lugar donde fueran convocadas, escuchadas, y ciertamente se presentó
como la dirección del “proceso de cambio”, a la vez, le permitió a Evo Morales tener un contacto
estrecho con las organizaciones, aglutinarlas, ser el balance entre ellas y legitimar decisiones, sin
necesidad de lugar institucional alguno ni erogación de recursos, presa de cierto carácter informal. En
otros términos, aunque la coordinadora quiso situarse por encima de todos los poderes, incluido el
sistema de gobierno y la Asamblea Constituyente, y que algunos diputados aseguraron que “delinea el
aspecto político actualmente, sus líneas matrices”20, en la práctica estaba dominada por la figura de
Evo Morales y sus tareas fueron principalmente de fiscalización antes que de dirección y discusión
democrática. Más concretamente, sus facultades se mostraron limitadas, puesto que sólo alcanzaron a
“convocar a ministros de Estado y otros funcionarios del poder ejecutivo, para que presenten la
información requerida sobre proyectos, programas, leyes u otros temas”21. Fue así como se le pidió,
por caso, un informe a la ministra de desarrollo rural a mediados de 2007, acusada de avances leves,
pero las organizaciones no contaron entonces con suficiente poder de revocatoria como para pedir su
renuncia.
Sin embargo, durante 2008 adquirió una importancia inesperada. Al tiempo que se trocaba su
principal dirigente (ingreso Fidel Surco de la CSCB, una organización con mucha fuerza
movilizadora, particularmente en Santa Cruz, desplazando a Isaac Ávalos de la CSUTCB), se
constituía en el centro neurálgico desde el cual se planearon los cercos al Parlamento y las
movilizaciones hacia las regiones hostiles. Su papel ha sido central durante aquel año, ya que la acción
de gobierno prácticamente se concentró en diagramar la necesaria “vuelta a las calles”, para lo cual
supo que “sin las organizaciones no iba a ningún lado”; del mismo modo que la CONALCAM fue el
vehículo de la “presión de las bases, porque incluso se autoconvocaban en las regiones opositoras para
responder a la violencia”22. En cierta medida, la coordinadora disputaba el poder político nacional
frente al Consejo Nacional Democrático, organismo que le hacía de espejo al agrupar a los comités
cívicos y a las prefecturas de las regiones opositoras.
Esta centralidad que logró cosechar derivó en que el ejecutivo recibiese las presiones concretas de
las organizaciones para aprobar la nueva constitución, hecho directamente colegible de la frase
pronunciada por un dirigente indígena en medio de una reunión: “Si no aprueban la ley volamos el

16
La CONALCAM poseía un perfil multisectorial muy marcado. La integraban el binomio presidencial de la
nación, miembros de la bancada de diputados y senadores del MAS, la presidenta y el vicepresidente de la
Asamblea Constituyente y dirigentes de FENATRAHOB, CSUTCB, CIDOB, MSTB, CPEMB, CONAMAQ,
CNJRB, FNMC-BS, CSTLF, CONMERB.
17
Acta de fundación de la CONALCAM, 2006.
18
Testimonio relevado del Diario La Razón.
19
Entrevista a Juan de la Cruz, integrante de la CSUTCB, funcionario del Viceministerio de Coordinación con
los Movimientos Sociales.
20
Entrevista a César Navarro.
21
Entrevista a María Esther Udaeta.
22
Entrevista a Ignacio Borea.

8/22
congreso a dinamitazos, ya hemos esperado demasiado”23. En efecto, abierto el espacio, no se limitó a
organizar la movilización, las campañas para difundir la nueva constitución, o la recolección del
porcentaje de contribución para la campaña electoral de las dietas de los empleados públicos masistas,
fue en la coordinadora donde se decidió, por ejemplo, que la FFAA y la policía nacional juren la
NCPE en un acto público, y fue también a través de ella que las organizaciones reclamaron a viva voz
para que se forme un gabinete plurinacional con más representantes indígenas y campesinos. Vale
convenir, de todos modos, que su último hito participativo consistió en operativizar la ronda de
consultas de gran escala que derivarían en la elección de los candidatos de los múltiples cargos a
cubrir cuando Evo Morales jugase su reelección, tras lo cual volvió a las sombras.

El papel del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político de los Pueblos


Indudablemente, la particularidad saliente del Movimiento al Socialismo es que emerge de la decisión
orgánica de las matrices campesinas, es decir, hace las veces de “instrumento político” de la
comunidad territorial sindicalizada. En este sentido: “aquí no hay relaciones de afinidad, nada de eso.
El MAS es por naturaleza dependiente de la CSUTCB y de otras organizaciones, porque es hijo nacido
y criado en el seno de estas organizaciones”24, afirmó un antiguo dirigente de la confederación (con la
carga sentimental que la lógica de la “unidad doméstica y familiar” tiene en la cultura popular). En
otras palabras, se podría decir que “El MAS, directamente, está compuesto hasta en su dirección por
las organizaciones sociales”, es decir, no es una cosa distinta a ellas. Este lazo umbilical es una marca
que lo acompañará de manera permanente y, en concreto, será un único movimiento político
“bifronte”: por un lado se asentó en la sociedad civil y, por el otro, se desenvolvió en la tradicional
arena del “sistema de partidos” (Do Alto, 2008).
Como ya mencionamos, para la contienda presidencial de 2005, acentuando una tendencia visible
desde 2002 cuando Evo Morales arañó la presidencia, el MAS abrió las listas, incorporó a
intelectuales, sectores de clase media y de las ciudades (los “invitados”), organizaciones sociales no
orgánicas, partidos políticos de izquierda y de otros espectros políticos (Komadina y Geffroy, 2007).
En este camino, se trazaron vínculos con múltiples actores políticos que sumaron al proyecto “Evo
presidente” y que se esperaba conquistasen a la esquiva clase media urbana. A pesar de que el organon
político se hallaba fundamentalmente en las zonas rurales, lentamente fue creciendo en las áreas
urbanas, a partir de una lógica nueva, produciéndose un movimiento de ampliación y de leve
institucionalización, así lo confirmaba el peso que habían venido adquiriendo los diputados o el
directorio nacional (Harten, 2007).
Ahora bien, la victoria rutilante de Evo Morales inauguró un nuevo escenario en cuyo centro se
encontraba el Estado, generando un cambio radical en el “instrumento político”. Primeramente, gran
parte del núcleo dirigencial que apostó por el triunfo dejó se desenvolverse en el llano de la política
para pasar a habitar y tomar las riendas de las instituciones públicas, asumiendo la estructuración
naturalmente centralizada, de agregación piramidal, de tratamiento compartimentado de los
problemas, esto es, un tipo de estructuración del poder pautado por los requisitos, jerarquías y
funciones propios de la “maquinaria” burocrática (trasvase que hizo mermar el privilegio analítico que
tenía el MAS anteriormente, puesto que ya no se asentaron en él los canales ejecutivos). Asimismo, y
de manera relacionada, se pluralizaron ampliamente los espacios de participación y decisión, ahora los
partidos aliados reclamaban su lugar, los ministerios sus áreas de competencia, la cámara de diputados
sus prerrogativas, a lo cual se sumaban los espacios conquistados en las regiones y el protagonismo de
la Asamblea Constituyente, amplio mundo dentro del cual el “instrumento político” era tan solo un
componente más (y de progresiva institucionalización, presto a abandonar la “lucha de calles”).
Incluso, el MAS terminó siendo una entidad que no tenía ni por asomo los recursos, la organización y
la capacidad de actuación constante que aseguraba el Estado conquistado. Esta novedosa trama
política puede representarse con el simple hecho de que Evo Morales dejó de ser un campesino y
cocalero, agitador y aymara, dirigente de la “bloqueomanía”, para alzarse con el sitial del presidente
de todos los bolivianos.
¿En qué quedó, por tanto, el “instrumento político” ante este viraje de condiciones? A la hora de
convocar a la elección de constituyentes durante el inicial año 2006, Morales promovió la

23
Testimonio relevado del Diario La Prensa.
24
Entrevista a Juan de la Cruz.

9/22
centralización de la representación política en el MAS, manteniendo el monopolio de los partidos
políticos junto con un sistema de circunscripciones uninominales en base a un sistema de mayoría y
minoría no proporcional. Así, desoía la apelación a un representación que considere los “usos y
costumbres” a la hora de elegir autoridades, excluyendo a las organizaciones sociales que habían
instituido la necesidad de convocar a la Asamblea Constituyente, obligadas a trabar relaciones con el
partido si aspiraban a colocar a sus representantes. De este modo, el papel de articulador de los
núcleos sindicales de base parecía dejar lugar al más modesto de ser la puerta de acceso y uno de los
canales de selección para acceder a cargos de jerarquía en las instituciones públicas. Más allá de este
relativo predominio, en verdad se mantuvieron dos características que lo acompañaron históricamente:
si por un lado la institucionalidad cierta del “instrumento político” continuaron siendo los sindicatos, y
en mucho mayor medida en las regiones tradicionales25, por el otro, la estructura partidaria tendía a
emerger cuando se acercaban los períodos eleccionarios para luego disolverse. Y lo cierto es que el
MAS vino a restituir la legitimidad del sistema de partidos, una arena donde los resultados tendieron a
serle favorables, sobre todo considerando el descrédito pronunciado que aquejó a los partidos políticos
protagonistas durante la época de la “democracia pactada”.
Ya en su discurrir cotidiano durante la primer gestión “evista”, en el salto de “instrumento político”
y “partido de oposición” a “partido de gobierno”, tendió a prevalecer un estadio de deliberación más
concentrado, acercándose a la dinámica de los partidos tradicionales en busca de su propia
reproducción, a veces en ausencia de una intelectualidad orgánica con fines políticos definidos, con
programas y proyectos propios que tallen autónomamente en la alta esfera gubernamental.
Ciertamente, no fue por la vía de la doctrina ideológica que el MAS se unificó. El candidato a prefecto
en Chuquisaca de 2008 lo expresó de manera clara y esperanzada:
El MAS no es un partido, son sectores de opinión, de acción. No hay una música
homogénea, no hay necesidad de pensar igual. Pero vamos al mismo punto, que es un
nuevo país, un Estado plurinacional, comunitario, yo creo que eso es lo que nos une, pese
a las divergencias de matices, no de fondo. Tampoco hay un cuestionamiento al
liderazgo. Ahora va a ser el momento de implementar la constitución, va a ser difícil. Yo
creo igual que estamos viviendo la primavera, y luego empieza el verano26.

O bien:
Hay de todo, tenemos nuestras visiones diferentes, pero las discutimos también. No hay
ruido, no hay nada de ruido, todos andamos articulados. Porque más allá de nuestra base
ideológica que tengamos, desde marxistas hasta humanistas, hay una línea que puso el
presidente (…) Otra cosa que facilita es que todos venimos del ámbito sindical, y en un
sindicato vas a tener desde comunistas, trotskistas, todo, y funciona porque tiene un
objetivo común y esto es igual. Coincidimos en el objetivo, al final nos ponemos de
acuerdo en algo y así lo hacemos27.

En paralelo, al compás del crecimiento del MAS y de la inclusión de militantes urbanos tendieron a
prevalecer las literales peleas por las “pegas” (puestos de trabajo en el Estado) en un país en el que
usualmente ha sido una de las pocas fuentes de movilidad social y un fenómeno corriente de la cultura

25
Resulta necesario mencionar la diferencia con respecto a las lógicas que representa cada “zona geográfica”
donde se desenvuelve el partido. Si los sindicatos de base continuaron otorgándole su impronta en las clásicas
regiones cocaleras, sea el Chapare o los Yungas, y esa misma densidad sindical puede extenderse en cierta
medida al resto del área andina, donde la CSUTCB es la matriz realmente existente, no sucede lo mismo en otras
regiones del país. En algunos casos el partido acaba de nacer, aún en un departamento de fuerte presencia
quechua y aymara como Chuquisaca, donde el masismo recogió muy buenos resultados para las elecciones de
2005, el “instrumento político” apenas existía en 2002 y recién actualmente hizo pie en la ciudad, aunque de
manera muy precaria. En la “media luna”, incluso, empezó a instalarse desde que Evo Morales es presidente, y si
en un departamento como Tarija su estructura ciertamente es el sindicato, en el resto de los departamentos la
porosidad llevó a que la predominancia de invitados sea la norma, e incluso la presencia de antiguos referentes
de los partidos tradicionales tendió a prevalecer.
26
Entrevista a Walter Walda, ministro del Ministerio del Agua en 2007 y candidato a prefecto de Chuquisaca en
2008.
27
Entrevista a Gustavo Torrico.

10/22
política suponer que la militancia del día a día debe ser compensada con un trabajo. Aun más, la
búsqueda de “pegas” llegó a ser vista como el “pegamento” (Do Alto y Stefanoni, 2009) que permitía
la unión real del partido, hecho por momentos demasiado evidente que llevó a que a mediados de 2007
Evo Morales pusiese un coto a las ansias por los puestos rentados para mejor reivindicar la relevancia
de los fines “ideológicos”. Así, los congresos que se convocaron en estos años se han visto presos de
un faccionalismo marcado, solo amainado por un sistema relativamente jerárquico en el que podía
hacerse valer la espesura de las relaciones personales: “Los congresos han sido muchos de amigos y
no tantos de militantes. Creo que los militantes en este momento del MAS no deben pasar el 15 por
ciento de la totalidad de inscriptos, los demás son amigos”28. Esta impronta, en el fondo, es un síntoma
de un tipo de concepción prebendal y paternalista de la política, incluso hasta enhebrada por lazos
clientelares. Resulta que las organizaciones tendieron a considerar, siempre relegadas, que había
llegado “su turno”.
En definitiva, el MAS continuó siendo un partido informal, una isla de voluntades que finalmente
encontraba algún tipo de decisión “por arriba, personalista”; como bien se sincera el jefe de la bancada
paceña: “¿El estatuto orgánico del MAS? Nadie lo utiliza”29 -y el partido nunca fue más fuerte que
Evo Morales-. Es que la liviandad partidaria continuó siendo la norma, y entonces el “instrumento
político” recibió las influencias indirectas de quienes se asentaron en la estructura estatal, de sus
nuevos adherentes y de las organizaciones matrices
El MAS no tiene ni secretarios, ni una escala de grados, hay una dirección horizontal que
esta compuesta por todas las organizaciones (…) Igual en la dirección nacional, lo único
que encuentras es un presidente, que es nuestro presidente Evo, y deja en funciones al
presidente en ejercicio, Loayza en este momento, que es nuestro presidente en ejercicio,
porque el presidente esta ejerciendo la presidencia de la republica. Y ahí el único puesto
que vas a encontrar con nombre claro, con nombre y apellido, es el de Leonilda Zurita,
que es la secretaria de vinculación internacional30.

Es que debemos considerar que ha sido una agrupación que, como sucedía previamente, se activa en
los momentos eleccionarios y luego pierde su densidad a favor de las mucho más cotidianas
organizaciones -que además de ser su base están obligadas a un funcionamiento continuo- y de la
oficialidad que ocupó las instituciones públicas.
Ahora bien, si esta estructuración partidaria se desinfla cuando no es convocada para la agitada vida
electoral, ¿qué sucede cuando ella adviene? Básicamente, se pone en marcha una intrincada red que
busca dilucidar quienes serán los candidatos para luego encarar la campaña, activando un
complejísimo mecanismo en el que se combinan “movimientos sociales, organización política,
sectores no propiamente de las organizaciones y el MAS, esa múltiple determinación”31. La elección
de candidatos para 2009 ha sido “más afinada” que lo usual, siguiendo en líneas generales la lógica
propia de la democracia sindical de base, fundamentalmente en las circunscripciones uninominales32:
En el 90 por ciento de la elección de los candidatos uninominales, lo que a primado es la
democracia deliberativa y participativa: ampliados, reuniones, cabildos. Que ha habido
varios candidatos es cierto, han prebendalizado, han generado grupos de roscas, han
sobrepuesto o sorprendido en tiempos, convocándose al lugar más alejado, para querer
cierta ventaja, pero lo que ha primado es el nivel deliberativo horizontal. La elección de
candidatos en la zona rural se da a partir de las bases33.

Lejos estamos de la institucionalización que suele atribuirse a los partidos modernos: los
candidatos, por ejemplo, podían decirse en votaciones a “mano alzada”, una informalidad no exenta de

28
Entrevista a Ignacio Borea.
29
Entrevista a René Martínez, diputado del MAS por Chuquisaca.
30
Entrevista a Gustavo Torrico.
31
Entrevista a René Martínez.
32
Las circunscripciones uninominales son distritos de magnitud mínima donde normalmente se elige un
representante aplicando el sistema mayoritario de asignación de escaños. Por su parte, las circunscripciones
plurinominales tienen una magnitud ampliada, aquí los electores seleccionan a más de un representante y se
utiliza el sistema proporcional.
33
Entrevista a César Navarro.

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manejos espurios, “oportunismos” y la final decisión “por arriba” en cuestiones candentes. Con todo, a
este nivel de base, en el que el candidato era elegido de manera directa, hay que sumarle,
fundamentalmente en el caso de los diputados plurinominales, un alcance de índole regional “¿Cuál
fue el procedimiento? Una evaluación, primero, desde abajo. Evaluación rural-provincial, luego la
evaluación citadina, urbana, y el congreso urbano-rural es el tercer momento, es ya regional, a nivel
departamental”34.
Quizás la mayor particularidad de la elección realizada en 2009 ha sido la búsqueda de seducir
definitivamente a los sectores citadinos. Habida cuenta de que en el área rural el MAS tendía a arrasar,
se lanzó a conquistar el bastión de la oposición, las enclaves urbanos, y muchos candidatos de allí eran
“representantes”, hasta se llegó a “invitar” a la ex miss Bolivia para que compita por el puesto de
gobernadora de Santa Cruz; perdiendo el pudor con tal de cosechar votos. En efecto, dada la reciente
instalación del “instrumento político” en la ciudad, y que allí no tallan decisivamente las
organizaciones rurales, los candidatos del área urbana fueron elegidos sin el consabido “rigor
corporativo”.
Sin embargo, fuese el área rural o la urbana (subordinada aún a las estructuras tradicionales), la
última escala de la decisión pasaba por la cobertura nacional, ya que no dejó de ser clave en la
elección de los candidatos el propio Evo Morales, en un camino que serpenteaba entre “la democracia
corporativa y el decisionismo presidencial” (Do Alto y Stefanoni, 2009); de hecho, todo el poder
legislativo anterior pasó por la vista de los ministros, luego de la dirección nacional del MAS -con Evo
Morales como protagonista-, y casi nadie se salvó suficientemente como para poder jugar su
reelección, de modo que prácticamente la totalidad de la banca masista fue renovada, en una suerte de
rotación sindical. Más concretamente, el sistema de elección se efectuó con la bendición de Evo: “Una
semana antes nosotros elegimos nuestros candidatos y Evo, eso sí ya es potestad de él, y además así se
lo hemos dado en un congreso, él es el que ‘teje’: ‘Yo necesito una semana para tejer -dice- toda la
estructura’, de tal forma que todos estamos representados de alguna o de otra forma”35.
Ya en el gobierno no es menor cierto nivel de autonomización del instrumento en su relación con las
organizaciones de base, que sin embargo es difícil que necesariamente redunde en un grado amplio de
separación de las matrices que le dieron origen:
Cuando la dirección del instrumento pareciera crecer demasiado levanta los humos a los
dirigentes del MAS -afirma un dirigente histórico de la CSUTCB-, entonces ya quieren
manejarse de manera independiente como si fueran más superiores a las organizaciones
cuando no es así. Ellos tienen que estar necesariamente subordinados a las
organizaciones porque son dirigentes de ésa, por lealtad, por convicción. El gobierno de
Evo es de los Movimientos Sociales al cien por cien36.

Naturalmente, por una raíz originaria al MAS lo habitan los dirigentes sociales, pero también por
una suerte de habitus que ha construido la legitimidad del “instrumento político”, y aunque tome el
complicado discurrir de la partidización, dista de hacerlo como si fuese un partido “moderno”, esa
falta de rigidez también da pie a la posibilidad de recibir el influjo constante de las organizaciones de
base.

El sistema de relaciones y decisiones en el nuevo bloque de poder


¿Cuáles son los circuitos decisorios que impregnaron la vida política de la primera gestión “evista”?
Fue en la interacción de un mismo espacio de gestión donde comenzó a mezclarse partido y gobierno,
organización social y gobierno, produciendo una línea divisoria entre los que eran “funcionarios” y
aquellos que quedaron en el llano de la política. Bien representativo resultó que Evo Morales ostentó
una multipertenencia incontenible, era a la vez presidente de la República, de la Coordinadora
Nacional para el Cambio, del MAS y de los Sindicatos del Trópico de Cochabamba, funciones
polivalentes que también cumplieron otros líderes de peso, denotando la existencia de un segmento
dirigencial que cortó a todas las organizaciones en una jerarquía ahora consolidada. De hecho, no son

34
Entrevista a René Martínez.
35
Entrevista a Gustavo Torrico.
36
Entrevista a Juan de la Cruz.

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pocos los que comentaron negativamente que se había “descabezado a las agrupaciones”37, quedando
huérfanas de referentes con trayectoria y experiencia política. Ahora bien, esta marea dirigencial
estuvo surcada por tres clivajes: uno que remitió a las pertenencias en las distintas “instancias de
poder”, otro que reenviaba a su “inscripción organizacional” y, por último, cierta tensión surgida de la
“adscripción de clase” o de “capital simbólico”.
Ciertamente, en primer lugar, al escudriñar las instancias de poder capaces de influir decisivamente
en los destinos del país, nos encontramos con espacios institucionales y formales, el poder legislativo
o la alta esfera ministerial, pasando por otros de carácter menos institucional, como el MAS, hasta
aquellos que interpretaban un papel importante aunque provisorio, la Asamblea Constituyente o la
CONALCAM. Estas desiguales instancias de poder no mantuvieron una relación muy estable.
Consultado acerca del modo en como se elegían los candidatos, un futuro senador - entonces diputado-
comentó:
Cada quien ha justificado que ha sido lo máximo… Pero nadie contaba que esa
autoevaluación iba a ser traslada ante quienes no te quieren. ¿Quiénes no te quieren? Los
ministros, porque desde aquí les molestas: ‘petición de informe, ¿por qué no hace esto,
por qué no hace aquello?’. Bueno, es el momento de venganza: ‘Dice que ha hecho tantas
cosas. No ha sido así’. Es otro estamento, y el gabinete sabe muy bien que no hay mucha
simpatía entre parlamentarios y ministros38.

Claro está, consultado sobre la relación entre integrantes del poder legislativo y organizaciones
sociales la respuesta fue “¡Peor!”. Un tipo de vínculo poco amable que tendía a replicarse: “La
CONALCAM, por ejemplo, no tiene poder por encima de la banca de diputados. O sea, no nos puede
instruir a nosotros absolutamente nada”39, y ni hablar si hubiese que exponer las acusaciones que entre
sí solían atribuirse entre la CONALCAM y los ministerios, o entre legisladores y constituyentes.
Estas instancias centrales, en las que recayó la gestión concreta de gobierno, tuvieron un vínculo
estrecho con el alto mando del poder ejecutivo. En efecto, el poder legislativo se encontró fuertemente
subordinado a las directivas que partieron de la presidencia, tal como afirmó de modo cristalino un
legislador paceño: “A veces tengo la impresión de que vienen los proyectos de la presidencia y estar
acá para una sola cosa: Levantar la mano”40. Un tipo de vínculo que puede extenderse a la asunción de
la jerarquía típica de la estructura estatal para con los ministerios, dado que no siempre primó la “cuota
corporativa”, Evo Morales asumió plenamente la potestad que le compete de designar a sus alegados y
ministros. En los papeles, tendió a sustituir a sus principales colaboradores incontables veces, ya
hemos visto que entre 2005 y 2009 contamos con “51” recambios, tal vez por eso llegó a calificarlo
como “el mejor gabinete ministerial de la historia”. Seguidamente, como acabamos de describir, el
MAS careció de una estructura partidaria propia e independiente, capaz de orientarse a partir de
premisas políticas autónomas, dejando el camino libre para que el núcleo dirigente que compone el
poder ejecutivo posea una capacidad de injerencia sustancial. En suma, los variados núcleos de gestión
y poder que ha venido a ejercer el nuevo bloque político hicieron gala de la desinstitucionalización
local y no presentaron una autonomía política o una organicidad independiente que los situara al
margen de las influencias del poder ejecutivo, y tampoco contaron con los recursos para hacerlo, ni
con la intención.
En segundo lugar, enfocando la mirada sobre otro aspecto del mismo problema, debemos mencionar
algunas particularidades centrales respecto a las diferentes adscripciones socioeconómicas y
simbólicas. Si por un lado el grueso del bloque de poder lo componían los sectores subalternos, al
armazón institucional también lo nutrió un amplio grupo que compartía su procedencia de los sectores
medios urbanos, guardaba un idéntico paso por la educación superior, entretejía una red propia que
tenía en su centro al vicepresidente, esgrimía el mismo ideario del amplio campo de las “izquierdas” y,
en tanto portador de un capital “técnico”, fue convocado para desempeñarse allí donde el “saber-
hacer” representaba una necesidad. El peso sustancial que poseían -acrecentado respecto del que
desplegaban en el callejero campo de la protesta- se debió a que no sólo se ramificaron en la

37
Entrevista a Patricia Costas.
38
Entrevista a René Martínez.
39
Entrevista a Felipe Trujillo, diputado, jefe de la bancada paceña del MAS.
40
Citado en Do Alto, Hervé (2008), p. 24.

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burocracia estatal o ejercieron funciones constituyentes en la Asamblea, sino también a que ocuparon
altos cargos de decisión política: fueron ministros, viceministros, directores nacionales, de modo que
manejaron resortes significativos de gestión, sea para “la conversión de la palabra en materia política”
-al decir de García Linera- como para incidir sobre el contenido de esas proyecciones fundamentales.
Y el hecho de que se hubiesen insertado resueltamente en el abanico de instancias de gobierno
despertó rencillas internas, la intelectualidad de perfil indianista e incluso las organizaciones sociales
que reclamaban por “su cuota” de gestión no dejaron de señalar el perjuicio de lo que veían como un
entorno palaciego qara, “blancoide”, “arribista” y “clasemediero” que atentaba contra la
descolonización de las instituciones. O sea, el hecho de que sólo una ONG como el Centro de Estudios
Jurídicos e Investigación Social hubiese provisto de seis ministros en diferentes momentos al gobierno
detonó la acusación de que existía un sector presto a erigirse como fracción dominante del campo
subalterno.
En tercer lugar, además de estas tensiones entre las “instancias de poder”, y entre sectores medios y
organizaciones sociales -donde talla también la diferencia entre sectores urbanos y rurales, plebeyos y
letrados-, del lado de los sectores populares las rispideces no fueron menores. Hoy por hoy, ya no es la
Central Obrera Boliviana la que de manera ascendente cohesiona los núcleos contestatarios de los
trabajadores y canaliza sus demandas hacia el “centro” político-estatal, puesto que la era neoliberal se
ha implantado gracias a la disolución de la unidad clasista. Existe, pues, un suelo heterogéneo en la
sociedad civil, una dispersión de estructuras organizativas que se relacionan de manera diferencial con
el poder ejecutivo. Si el movimiento campesino se siente plenamente representado por el primer
presidente indígena, y en su interior la CSUTCB es parte orgánica del MAS, lo es menos la
CONAMAQ, aunque integre el “pacto de unidad”, pero entre las organizaciones indígenas y
campesinas las tensiones son mayúsculas. Y a pesar de que la federación minera en privado le
reconozca a Evo Morales la afinidad con la política pública del área mantiene una independencia de
clase que no pocas veces hace valer en la calle, incluso los cooperativistas mineros por momentos
chocaron directamente con el oficialismo. Este elemento bien propio del carácter multisocietal de la
sociedad boliviana hizo aparecer demandas particulares de lo más variopintas: una agrupación pudo
necesitar de manera acuciante tierras -las ocupaciones que los colonizadores realizaron en el
departamento norteño de Beni así lo atestiguan-, pero otra persiguió el aumento de salarios -como fue
el caso de los maestros de escuela pública-. Esta multiplicidad de intereses además solían chocar entre
sí, como los grandes litigios que emergieron de la explotación por parte de los cooperativistas de
parajes mineros reclamados por las comunidades indígenas.
Enumerados estos tres niveles, resulta interesante mencionar los entrecruzamientos que se
produjeron. Las instancias de poder podían estar habitadas transversalmente por las organizaciones, y
de este modo no dejó de existir un contacto frecuente entre los diferentes anillos, ya que las
organizaciones contaban con representantes en más de una instancia (la CSUTCB, por ejemplo, tenía
representantes en los ministerios, en el MAS, en la Asamblea Constituyente, en la CONALCAM y en
el poder ejecutivo en general). Paralelamente, al interior de cada una de estas instancias convivieron
dirigentes y “técnicos”, indios y campesinos, sectores populares y de clase media, del área urbana y de
la rural, complejizando aún más el panorama, pero nadie tuvo el suficiente poder como para
convertirse en una facción de peligro41. En definitiva, lo que tenemos es un entramado gubernamental
muy heterogéneo, surcado por distintos clivajes no necesariamente armónicos entre sí, en el que
hacían su juego variados “grupos de interés”.
Podría decirse, igualmente, que dentro de las instancias centrales en las que recayó la gestión
concreta del gobierno alguna tuvo un peso decisivo, que la bancada legislativa dominó a la Asamblea
Constituyente, o al revés, que la CONALCAM orientó constantemente el rumbo político, pero lo
cierto es que el papel de cada instancia de poder varió al compás de los inclementes giros de la
coyuntura: “Dependiendo de cuando es el momento la CONALCAM tiene que ser el capitán del
equipo o tiene que quedar en la banca. (…) La CONALCAM ahorita no está, se esta dedicando a la
campaña, sí cuando estábamos por aprobar la Constitución. Cumplido el objetivo, cada uno va a lo que
hace todos los días, a trabajar, etcétera”42. Podría concluirse, entonces, que según la problemática del
momento, emergió con fuerza un tipo de instancia específica, a imagen y semejanza de la articulación

41
Entrevista a Álvaro García Linera, vicepresidente.
42
Entrevista a Gustavo Torrico.

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coyuntural de las corrientes ideológicas, el sistema de decisiones privilegiaría una estructura según la
ocasión, y sin embargo fue más complejo. En concreto fueron, en cierto sentido, “colectivos
construidos”, inventados ad hoc según la coyuntura, detonados según las urgencias políticas, y por ahí
pasó la construcción de las decisiones:
Mira, creo que el presidente toma las decisiones por el liderazgo que va construyendo,
pero en función de los momentos se van construyendo colectivos políticos. El presidente
va construyendo colectivos en la toma de decisiones. Y él tiene esa capacidad. Y esos
colectivos se crean en función de los sujetos políticos que son determinantes en los
diferentes momentos que a él le toca asumir43.

Uno podría suponer que se toman decisiones por sectores (es el partido, son los ministros, la fuerza
está en la Asamblea), pero dado que no es así debería suponerse que sería por temas (la CONALCAM
actúa porque hay una gran confrontación con la “media luna”, el poder legislativo tiene la dominancia
puesto que hay que gestar leyes claves, etcétera.), o que es un grupo siempre igual y reducido (es el
entorno, son los “blancoides”), o que son las ideologías (es el indigenismo, es el marxismo, es el
“sindicalismo”) y en verdad es la creación de un colectivo de decisiones según la coyuntura, “todo”
está disponible previamente y, a la vez, no hay “nada” previo.
Claro está, ante este vacío, fue Evo quien tuvo el control de las decisiones últimas. Justamente,
ofició como punto neurálgico que aglutinaba a las núcleos ejecutores de la administración
gubernamental (los diferentes ministerios, el poder ejecutivo y el poder legislativo), al tiempo que era
la voz cantante en los espacios “no estatales” de la CONALCAM y del MAS. No se trató de un centro
de poder unívoco, ni de círculos concéntricos que giraban en torno a él, sino de grandes anillos
nutridos fundamentalmente por las organizaciones a través de las cuales Evo serpenteaba con relativa
soltura. Así, recostándose en cada una de estas instancias según el momento, hizo las veces de
mediador, y decidió en última instancia los vínculos fuertes a tejer y a quienes dejar de lado; por caso,
los “técnicos” no solo le proporcionan al gobierno un “saber”, sino que también le permitieron a
morigerar el peso de las organizaciones:
La toma de decisiones -afirmó el jefe de la bancada de diputados- siempre ha girado en
torno a la decisión del presidente. Siempre. Desde el momento en el que él era dirigente
sindical, construyó un liderazgo muy pero muy fuerte. Ese liderazgo no ha sido
simplemente dirigir movimientos, sino tomar decisiones y resoluciones para el
movimiento que lidera, porque un dirigente tiene que saber tomar decisiones en función
del momento y de los conflictos políticos que vive44.

Además, no son pocos los que vieron en este liderazgo la imposibilidad de que se intensifique el
faccionalismo, su figura predominante permitió ordenar y poner un límite a los posibles disloques que
pudiesen deparar los miles y heterogéneos grupos que alimentan el “proceso de cambio”: “En el MAS
hay corrientes políticas pero ellas tienen en el liderazgo de Evo -afirma una senadora- un lugar de
encuentro y una barrera que impide que esas corrientes se constituyan en fracturas a su interior” 45;
aunque lo cierto es que no había instancias de contrapeso fuertes:
El Congreso no ha sido un actor protagónico -sostuvo Raúl Prada-. En todo caso, su
labor ha estado subordinada a la gestión del Ejecutivo, salvo contadas excepciones. En
este contexto, el MAS tampoco ha logrado ocupar el escenario político, como
correspondería; en el período de la Asamblea Constituyente, no ha tenido una
conducción ideológica ni política del proceso constituyente, tampoco ha guiado el
proceso de transformaciones en su conjunto, incluyendo la deliberación
parlamentaria46.

Además, no existió sector que tuviese la fuerza que supo ostentar la COB o las FFAA en la segunda
mitad del siglo XX.

43
Entrevista a César Navarro.
44
Entrevista a César Navarro.
45
Entrevista a María Esther Udaeta.
46
Entrevista a Raúl Prada.

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En otros términos, la estructura de decisiones centrales respondió fluidamente a la voluntad del
presidente, que en su amplitud máxima hizo las veces de primus inter pares, atento a las
recomendaciones, sugerencias y posiciones de los múltiples actores, reproduciendo el accionar del
dirigente sindical, siempre estuvo atento a destrabar conflictos internos, escuchar demandas y aglutinar
voluntades, pero también teniendo en claro su lugar definitorio para con los problemas de
direccionamiento general, desde los acuciantes, hasta los mínimos. Un talante presidencialista en el
que la interrelación con las agrupaciones pasó fuertemente por el Palacio Quemado. Al punto que
observadores muy cercanos al entorno presidencial pudieron verter afirmaciones del siguiente estilo:
“Algunas cosas se tomaron en decisión de cúpula -economía, seguridad interna y externa-, no todo
viene de abajo. Pero no es la cúpula ministerial, algunos participan de esto, el ministro de la
presidencia, dependiendo el ramo que estemos tratando, muchos parlamentarios también participamos
con el presidente”47. Es que la figura presidencial operó en su representación de líder carismático -el
“evismo” (García Linera, 2006) -, un perfil caudillista que no adviene del todo bien con la circulación
del poder: “Pero todo lo decide el Evo hermano, no idealicemos aquí las cosas”, llegaron a quejarse,
casi anónimamente.
Sin embargo, no hay que olvidar que Evo morales también representó la reforma intelectual en
marcha: un “hermano indígena” en el poder. Ciertamente, los movimientos sociales se sintieron
constantes gestores del ciclo político, y el mismo Evo los interpeló como garantes y sujetos del
cambio, los hizo desfilar en actos militares y cívicos, y hasta los llamó a defender el proceso con las
armas frente al abroquelamiento de la derecha cuando la Asamblea Constituyente no encontraba su
rumbo. No es un testimonio sesgado por oficialista el del jefe de la bancada de diputados del MAS:
“En las decisiones del presidente pesa mucho la presencia de los movimientos, en vez de pensar en la
reacción de la derecha él piensa en el sentimiento y en la reacción de los movimientos sociales”48. El
reconocimiento es recíproco, sentirse parte del gobierno y que Evo morales debe ser quien lo comande
es un sentimiento generalizado en las organizaciones. Una alta jerarquía en la estructura masista de
Chuquisaca lo dice así: “Hasta no hace muchos años había prácticamente un feudalismo, hoy la
amalgama entre el presidente y las comunidades es natural. El presidente es uno de los nuestros, tan
natural que se demuestra en cada votación”49.

¿Figuras del cogobierno?


Si el proceso político boliviano podría llamarse, en rigor, revolucionario, es porque transformó los
cimientos del modo en que Bolivia se conduce a sí misma, reemplazando la antigua elite política por
otra nueva clase dirigente, la cual fue infatigablemente considerada lo “más bajo” del orden social. El
triunfo electoral que encumbró al “masismo” inauguró época, fundamentalmente debido a que la
fisonomía de la institucionalidad recibida mutó: sufrió un cambio en su “composición de clase” y en
la disposición de sus rasgos étnicos. Aunque la “limpieza” de las instituciones públicas no ha sido
total, es indudable que el sector indígena-campesino ahora ocupa el Estado y participa en la decisión
sobre su destino, tremendamente alejado del papel decorativo y secundario que cumplía en las
administraciones inmediatamente anteriores. Los dirigentes sociales tuvieron un reconocimiento
personal, político, institucional, y una sobrada legitimidad y -como tuvimos oportunidad de ver- su
presencia fue notoria en muchas instancias de poder, sea en la Asamblea Constituyente, en el poder
legislativo, en la CONALCAM, y solo en el poder ejecutivo compartía preeminencia con el extendido
campo de “técnicos” y “expertos”. Directamente lo expresó el principal dirigente de la federación
campesina de Chuquisaca: “Somos gobierno, a través del ‘instrumento político’ los campesinos
ocupamos cargos. Nos autogobernamos”50. Que las organizaciones ocupen esas esferas del poder
político es “legítimo” ideológicamente, la enunciación estatal se dice como tal, y el grueso de los
movimientos avalan al MAS en tanto canal que hizo posible la existencia de un gobierno “propio”.
Asimismo, pese que el poder presidencial ha sido vasto y concentró las decisiones, el primer
mandato de Evo nunca dejó de ser fiel al elemento articulador de los movimientos sociales que vino a

47
Entrevista a Gustavo Torrico.
48
Entrevista a César Navarro.
49
Entrevista a Walter Walda.
50
Entrevista a Faustino Yujra, dirigente de la Federación Única de Trabajadores de Pueblos Originarios de
Chuquisaca.

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reemplazar a la articulación cobista, la “agenda de octubre” resumida en nacionalización y Asamblea
Constituyente. Ambos proyectos madre, pese a sus bemoles, prosiguieron tenazmente su marcha y así
el gobierno pudo legitimarse y relacionarse de manera directa con una población que finalmente vio el
intento de llevar adelante la consigna de suma kamaña (vivir bien) como dignidad primera de todos los
bolivianos; apareciendo como el obediente ejecutor de un programa que se había escrito en su
totalidad al calor de las movilizaciones sociales. Por esta vía, la preeminencia ejecutiva “evista” no
produjo un ruido excesivo en las organizaciones, que vieron arremeter sus demandas -un tanto menos
las aliadas indigenistas-, que se sentían parte del Estado conquistado, y nunca dejaron de considerar a
Evo como el “hermano presidente”. Además, tuvieron voz: en la CONALCAM por ejemplo contaban
con esa chance de tallar en la dirección del rumbo político. Adicionalmente, no es un dato para nada
irrelevante que cuando hubo que actuar como una maquinaria bélica, el conglomerado oficialista casi
no mostró la más mínima fisura, defendió decididamente el “proceso de cambio” y se movilizó bajo
las verdaderas premisas universalistas de sostener “su” Asamblea Constituyente.
En este punto, debemos hacer una observación sobre el modo especial en el que hay que considerar
las estructuras sindicales locales. Una mirada apresurada que caracterice a la multiplicidad de
organizaciones como proclives a desplegar una disposición en exceso corporativista, típico de los
sindicatos modernos, aun desde una visión embebida de la tradición teórica de izquierda -ni hablar de
los abordajes más típicamente liberales-, puede escapárseles que la matriz sindical no sólo es un pilar
de la negociación o de la lucha económica -tal como solía presentarlos Marx- sino que desbordan con
mucho esas funciones para dirigirse de pleno tanto a la vida colectiva de la nación como a la
dimensión más capilar de las relaciones sociales colectivas. Estamos diciendo que tanto “hacia arriba”
como “hacia abajo” la estructura sindical en Bolivia continuamente dio forma a buena parte de las
relaciones sociales. Son estos los rasgos que permitieron que García Linera hablase de una
“ciudadanía sindical” (Linera, 2004) para referirse a los derechos básicos y vitales para la población
conquistados por la COB o que Silvia Rivera Cusicanqui, dando cuenta de su capilaridad, nos señale
que en Bolivia “hasta los ladrones están sindicalizados”51. Así es como hay que comprender unos
ribetes corporativistas siempre proclives a ser articulados por síntesis de orden nacional, por demandas
globales, por dimensiones universales de la política, por un “espíritu de escisión” ante un Estado ajeno
y por una imbricación directa con la vida cotidiana, tal es el caso de la superposición de los sindicatos
campesinos sobre la territorialidad comunitaria. En los hechos, hasta cabría decir que la maquinaria
estatal “subordinó” al MAS, pero, llegado el caso, fueron los sindicatos los que también
“subordinaron” al Estado.
Contemplando este panorama, atendiendo a la condición de dirigente de Evo Morales, la extensión
de los sindicatos como institucionalidad cierta, el MAS aún controlado por las organizaciones matrices
y en tanto canal de acceso de los dirigentes de base, contando los niveles de participación de los
dirigentes sociales en el poder, la consecución de las demandas gestadas en medio de la movilización
social, y la mayor presencia del Estado en la economía para responder a las necesidades de los sectores
siempre postergados, un tipo de política emancipatoria parecía encontrar cauce.
¿Significa esto que el gobierno del MAS diseñó un nuevo paisaje coloreado por horizontes
puramente políticos? No necesariamente. La llegada al Estado pudo derivar en que la efervescencia
colectiva haya tendido a la baja como efecto -tal como diría Tarrow (Tarrow, 2009) - de un ciclo de
actividad propio de los movimientos sociales, que las organizaciones sociales hayan privilegiado sus
intereses más particulares, no exentas de perseguir la ocupación pragmática de espacios de
administración y poder, demandando la atención de las necesidades por mucho tiempo eclipsadas, en
una temporalidad de repliegue “económico-corporativo” propio de las organizaciones
institucionalizadas de la sociedad civil que distó de la preeminencia político-ideológica que se
precipitaba en los momentos de movilización: “Lo que noto es que los dirigentes siguen teniendo un
discurso político muy fuerte con el Estado pero una propuesta muy sectorializada. No han asumido el
concepto de la visión estatal”52. Ciertamente, este diagnóstico a veces era límpido en boca de los
mismos referentes campesinos: Luis Alfaro -principal dirigente tarijeño- decía que los “motivos

51
Entrevista a Silvia Rivera Cusicanqui, historiadora.
52
María Esther Udaeta, senadora del MAS.

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económicos”53 pasaron a ser prioritarios, y lo mismo su par chuquisaqueño, aunque resaltaba que “hoy
en día la organización es más orgánica y política”, no dejaba de asegurar que “cuando llegó el Evo, lo
económico fue lo más importante”54. Por último, un testimonió lo dice crudamente:
Puede que los movimientos sociales cuando se sientan en el Estado lo hagan con una
lógica muy prebendalista, clientelista, como mecanismos de resolución política de las
necesidades de su propia base social y de los dirigentes. Y ahí los ves perdidos, tocando
puertas de ministerios, en fin. O en el otro extremo, es decir, que están distanciados del
ejercicio del poder real y terminan siendo muy funcionales a decisiones que
generalmente son tomadas por un grupo de personas en el Palacio55.

En efecto, como contraparte, es posible que frente a este panorama el gobierno haya respondido bajo
una lógica solidaria: mediaciones prebendales, acentuando los tintes presidencialistas en la
construcción del poder político, estableciendo un vínculo directo con el electorado, recostándose en la
“muchedumbre electoral” que espera la solución concreta de sus problemas materiales más acuciantes.
Si en un principio las reivindicaciones centrales fueron producto del ciclo de movilización, podían
convertirse en “proyecto de gobierno” a partir del monopolio de su ejecución: “Y el caudillo cada vez
necesita menos de las organizaciones para dirigirse al pueblo, se dirige directamente, ni por la vía de
los partidos, ni por la vía de las organizaciones”56.
Si las cosas se condujeron de este modo, considerando el restablecimiento del sistema de partidos
como condición de gobernabilidad, la satisfacción compartida de un bloque de gestión política que
pasó a ocupar cupularmente los cargos del Estado en relación con unas organizaciones abocadas a
resolver intereses particulares, mientras se acentúan los rasgos prebendales históricamente presentes
en los patrones de distribución bolivianos y el carácter presidencialista de la gestión, la política habría
seguido el destino opaco de la reproducción. Es decir, veríamos un gobierno preferir la estructura de
mandos del Estado antes que los embriones de nueva institucionalidad que pudiese potenciar.
¿Pueden convivir dos lógica diferentes -y contradictorias- al mismo tiempo? A primera vista, dado
el poder del sindicalismo, la Bolivia de entonces parecía encuadrarse en el concepto de
“corporativismo social”, en el que “la legitimidad y el funcionamiento del Estado dependía básica o
exclusivamente de la actividad de corporaciones representativas singulares” (Schmitter, 1998: 81-83),
pero incluso la mixtura “híbrida” con el sistema de partidos como base de un mecanismo electoral que
garantizase la selección y el acceso a cargos de autoridad política, parlamentario y presidencialista a
un tiempo, podía redundar en que hablásemos de un “liberalismo corporativo” (Jessop, 1992), donde
las relaciones sociedad-Estado no dejaban de estar mediadas por organizaciones sindicales. A su vez,
cuando Gramsci pensaba las relaciones de fuerza en una sociedad anteponía un momento intermedio
entre el particularismo y el universalismo, aquel “campo meramente económico”, momento en el que
se “plantea la cuestión del Estado, pero sólo en el terreno de lograr una igualdad político jurídica con
los grupos dominantes, ya que se reivindica el derecho a participar de la legislación y en la
administración y hasta modificarla, de reformarla, pero en los cuadros fundamentales existentes”
(Gramsci, 1984: 57). Es por esta vía, antes que desde un concepto estático, donde puede hallarse la
lógica de los hechos.
Ciertamente, esta suerte de ambivalencia solo es comprensible si se interrelaciona la dinámica de
las organizaciones con la conquista del Estado -y sus recursos-, en medio de un cuadro temporal en el
que el avance de los sectores subalternos es profundo (Offe y Wiesenthal, 1980)57. Al asumir el
gobierno -con plena conciencia de las organizaciones de haber sido sus promotoras-, la euforia
ideológica y las probadas muestras de digna lucha política por parte de los movimientos, en un
contexto de abierta debilidad y confrontación en ciernes, ofrecía sobradas razones a las organizaciones

53
Entrevista a Luis Alfaro, secretario ejecutivo de la Federación Sindical Única de Comunidades Campesinas de
Tarija.
54
Entrevista a Faustino Yujra.
55
Entrevista a Hugo Moldiz.
56
Entrevista a Hugo Moldiz.
57
En cierto punto, adscribimos y reformulamos la teoría de Offe y Wiesenthal en su propuesta de considerar una
suerte de sociología de las organizaciones y la variable temporal a la hora de comprender el supuesto
“oportunismo” de las estructuras sindicales.

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y sus dirigidos para dedicarse a acumular recursos y poder, permitiéndoles crecer, conformar a sus
bases en plena “apertura de expectativas”, ganar en peso institucional y obtener del gobierno lo que
nunca obtuvieron -en una suerte de saqueo del bastión conquistado que siempre fue hostil-. Realizar
esta tarea -ser el vehículo de las demandas “económico-corporativas”- en buena medida les podía
garantizar el éxito a las organizaciones; aunque no del todo, quienes no lograban medir el lugar que les
tocaba -por caso, los cooperativistas mineros- o quienes solo perseguían las “pegas”, para poner otro
ejemplo, prontamente viciaban la cohesión del bloque emergente e incluso eran rechazados por el
presidente. Un exceso particularista, desmesurado, podía conducir al fracaso, más aún en un clima de
crudo antagonismo nacional, y entonces se reafirmaban las conquistas realizadas, se ponía el cuerpo
para salir a movilizarse y defender al “proceso de cambio”, se procuraba la participación y satisfacción
de las bases, se trabajaba para que la Asamblea Constituyente al fin cambie la fisonomía toda del país,
el programa se volvía nacional y los anhelos privados se dejaban a un lado para dar paso a una
“voluntad colectiva” que aglutine al conjunto de la “coalición” gobernante, y así el sindicalismo
campesino podía también ser llamado revolucionario. Realizar la tarea de ser el vehiculo de las
demandas “democrático-populares”, a su vez, podía garantizar el éxito; aunque no del todo, la
Coordinadora del Agua y la Vida (tal vez el único movimiento refractario a una recaída en la
institucionalización), tardíamente percibió su excesiva debilidad a causa de una pronunciada apelación
a la autonomía. En otras palabras: la dicotomía entre particularismo y universalismo ha sido falsa, la
dinámica del ciclo político imponía pivotear entre ambas opciones para conseguir el éxito de la
organización, esto es, su reproducción ampliada en el tiempo, conformando a sus integrantes y bajo la
malla limitada de respetar los principios ideológicos que la vieron nacer, haciendo que todo el
“proceso de cambio” crezca y la arrastre en su impulso. Este serpentear se llevaba adelante en un
contexto renovado, en el que se ocupaba el gobierno mientras se combatía a la oposición, bajo el
paraguas de un Estado débil, pero siempre considerando que estamos tratando con sectores populares
que ya habían alcanzado un grado amplio de homogeneidad política, autoconciencia y organización.
A esta dinámica no le era especialmente hostil la posición que ocupaba Evo Morales, que como buen
dirigente entrenado en la arena sindical, en algún punto la replicaba, entre la “jerarquía” y la
“democratización”. Su “mandar obedeciendo” implicó, como vimos, una constante interrelación con
los movimientos cuando fue necesario y, a su vez, la certeza del lugar definitorio que ocupaba en el
arco abierto, a veces cohesionado y a veces tenso, de las organizaciones sociales. Andando así, le faltó
al cogobierno un componente básico, la participación de “representantes de clase” en el ámbito de las
decisiones últimas, y con todo Evo Morales y buena parte de sus colaboradores lo eran. Tal como
afirma Tapia, si la forma general de la desigualdad política consiste en la separación entre gobernantes
y gobernados, cogobernar supone de por sí la igualdad y la representación, pero es una delegación de
un mandato siempre pensado bajo la lógica de la “representación de clase”, es decir, una relación
“orgánica”, “co-responsable” entre dirigentes y asambleas de base58. No debemos olvidar que el gran
cúmulo de dirigentes en el gobierno no fueron “técnicos” ni “funcionarios” ni “iluminados”, no
hicieron “carrera” en un partido político, fueron referentes de organizaciones sociales y sus orígenes,
trayectorias políticas y perfiles ideológicos siempre vivieron en el barro poco prometedor de la
política. El mismo Evo Morales se forjó entre el sindicato y la calle.
¿Existió -o no- el cogobierno? En la práctica, se asumió la institucionalidad del Estado, pero lo
cierto es que ante su debilidad no dejaron de tramarse los lazos sociales forjados al calor de la práctica
sindical comunitaria; y a su vez se sostuvo el sistema de partidos, pero el MAS siguió siendo un
partido permeable a la influencia central de la institucionalidad sindical que le dio origen y basamento;

58
Vale mencionar el vínculo fluido que en Bolivia suele trazarse con los representados. No otra cosa exponía el
personal técnico-estatal cuando se quejaba abiertamente de la imposibilidad de firmar la construcción de un
puente en la región de Beni porque había que consultar con la población local para que le diesen el visto bueno al
acuerdo: “Sus bases les dicen que tiene que ser así y las bases les dicen a sus dirigentes que es así y se va para tal
lado”. Bajo este talante, un asalariado del cerro Posokoni no sólo referenciaba la palabra democracia en la
participación de todos en las asambleas de base, sino que ante la pregunta por el poder de veto de la asamblea
general para con un dirigente que no estaba cumpliendo sus funciones dejaba claro que ella tenía “poder de vetar.
Decir vos hasta aquí no más, no vengas nunca más…”. Es que esa dimensión comunitaria y de control, donde
aún el ostracismo parece ser la peor condena, se encuentra en Bolivia mucho más cerca de las palabras concretas
que de moldes ajenos a la experiencia cotidiana. Tapia, Luis (2006); entrevista a Mauricio Colque, funcionario
del Viceministerio de Coordinación con los Movimientos Sociales y a Juan Carlos Trujillo.

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y ciertamente las decisiones no tendieron a encontrar canales propios de una nueva institucionalidad
que las haga jugar democráticamente, pero la nueva clase en el poder se terminó convirtiendo en una
capa dirigencial que le imprimió su sello a la gestión. Y así como el ejecutivo se vio preso de tensiones
entre “técnicos” y “dirigentes”, el parlamento plagado de indígenas acompaño a la gestión “evista”, la
CONALCAM agrupó a los movimientos sociales, y la Asamblea creó una constitución en mucho
innovadora, instancias transidas por un mismo espíritu de cambio de base plebeya y nacional-popular.
En cierta medida, se trató de la incorporación del democrático sistema sindical boliviano de dirimir
disputas, vehiculizar demandas, y producir vínculos políticos, al Estado.

Fuentes y bibliografía

Bibliografía citada

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Stefanoni, Pablo y Fornillo, Bruno Debatir Bolivia, Taurus, Argentina.

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Lehmbruch, Gerhard (coord.) Neocorporativismo I. Más allá del Estado y el mercado, Alianza,
México.

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-Zavaleta Mercado, René (1983) "Las masas en noviembre" en Zavaleta (comp.) Bolivia hoy, Siglo
XXI, México.

Entrevistas
-Entrevista a Luis Alfaro, secretario ejecutivo de la Federación Sindical Única de Comunidades
Campesinas de Tarija.
-Entrevista a Ignacio Borea, dirigente de Colonizadores
-Entrevista a Mauricio Colque, funcionario del Viceministerio de Coordinación con los Movimientos
Sociales y a Juan Carlos Trujillo.
-Entrevista a Roberto Coriarte, dirigente de la CSUTCB y diputado nacional.
-Entrevista a Patricia Costas, funcionaria del Viceministerio de Coordinación con los Movimientos
Sociales.
-Entrevista a Juan de la Cruz, integrante de la CSUTCB, funcionario del Viceministerio de
Coordinación con los Movimientos Sociales.
-Entrevista a Álvaro García Linera, vicepresidente.
-Entrevista a René Martínez, diputado del MAS por Chuquisaca.
-Entrevista a Hugo Moldiz, director del semanario La Época.
-Entrevista a César Navarro, diputado, jefe de la bancada del MAS.
-Entrevista a Raúl Prada, constituyente.
-Entrevista a Silvia Rivera Cusicanqui, historiadora.
-Entrevista a Gustavo Torrico, diputado del MAS, quien acompañó a Evo en la bancada desde el año
2002.
-Entrevista a Felipe Trujillo, diputado, jefe de la bancada paceña del MAS.
-Entrevista a María Esther Udaeta, senadora del MAS.
-Entrevista a Walter Walda, ministro del Ministerio del Agua en 2007 y candidato a prefecto de
Chuquisaca en 2008.
-Entrevista a Faustino Yujra, dirigente de la Federación Única de Trabajadores de Pueblos Originarios
de Chuquisaca.

Documentos citados

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Informe de la Superintendencia del Servicio Civil, 2008.

Informe de la Corte Nacional Electoral.

Acta de fundación de la CONALCAM, 2006.

Informe gestión del Viceministerio de Coordinación con los Movimientos Sociales, 2009.

Diarios nacionales

Diario La Razón.
Diario La Prensa.

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