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XXI -

(1) Después que oyeron estas cosas hombres para los que todos los males eran en
abundancia, pero ni cosa ni esperanza buena alguna, aunque les parecía gran recompensa
remover las cosas quietas, sin embargo pidieron la mayor parte, que señalase, cuál sería la
condición de la guerra, qué premios buscarían con las armas, qué tendrían de fuerza o de
esperanza en todas partes.

(2) Entonces Catilina prometía registros nuevos, proscripción de ricos, magistraturas,


sacerdocios, rapiñas, todas las otras cosas que la guerra y el deseo de los vencedores lleva.

(3) Además, dijo que estaba Pisón en la España citerior, en la Mauritania con el ejército P.
Sittio Nicerino, participantes de su decisión; que pedía el consulado a C. Antonio, hombre amigo
y rodeado de todas las necesidades, el cual haber de ser colega para él esperase (no sé si está
bien la traducción), cónsul había de hacer con qué el comienzo de actuar.

(4) Sobre esto, injuriaba a los buenos con todas las ofensas, alababa llamándolos a cada
uno de los suyos, advertía a uno de su miseria, a otro de su ambición, a varios de su riego o
infamia, a muchos de la victoria de Sina, para los cuales ésta había sido el botín.

(5) Luego, ve los ánimos de todos los alegres, habiendo exhortado que tuvieran de
cuidado la elección suya, disolvió la reunión.

XXIII - (1) Hubo en aquella ocasión, quienes dicen que Catilina, tras tener el discurso, había
hecho circular sangre de cuerpo humano mezclada con vino en copas, cuando obligase a los
cómplices de su crimen a juramento;

(2) como todos hubieran probado de allí después de la execración, según acostumbra a
hacerse en los sacrificios solemnes, que había descubierto su plan y lo había hecho así por ésto:
para que fuesen más fieles entre sí, sabedores uno de tal gran cimentara el otro.

(3) Algunos juzgaban que habían sido fingidas estas cosas y muchas demás por los que
creían que se calmaba el odio de Cicerón, que nació después, por la atrocidad del crimen de
aquellos que habían rendido penas.

(4) Para nosotros esta cosa es podo sabida en relación con su magnitud.

XXIII - (1) Pero en esta conjuración estuvo Q. Curio, nacido de lugar no oscuro, cubierto de
maldades y crímenes, al cual los censores habían expulsado del senado por razón de deshonor.

(2) Para este hombre no era menor la ligereza que la audacia: ni callaba lo que había oído,
ni él mismo ocultaba sus propios crímenes, realmente tenía ninguna cosa pensada, ni qué decir ni
qué hacer.

(3) Era para él con Fulvia, mujer noble, una antigua costumbre de estupro: a la cual como
fuese menos agradable porque podía derrochar menos por la escasez, de repente, jactándose, le
prometía mares y montes de vez en cuando la amenazaba con su espada si no fuera obediente a
él; finalmente trataba mas brutalmente de los que acostumbraba.

(4) Pero Fulvia, conocida la causa de la insolencia de Curio, tuvo no oculto tal peligro para
la república, sino que, quitado el autor, contó a varios las cosas que había oído y de qué modo
sobre la conjuración de Catilina.

(5) Esta cosa fundamentalmente encendió los deseos de los hombres para encomendar el
consulado a M. Tulio Cicerón.

(6) Pues antes la mayor parte de la nobleza, ardía en antipatía y creían casi que era
profanado el consulado si un hombre nuevo, aunque distinguido, lo hubiera alcanzado. Pero
cuando el peligro llegó, antipatía y orgullo fueron atrás.

XXIV - (1) Así pues, tenidos los comicios, son declarados cónsules M. Tulio y C. Antonio, el cual
hecho en un principio había aterrado a los cómplices de la conjuración.

(2) Y no se reducía sin embargo el furor de Catilina, sino que de día en día trataba más
cosas, preparaba armas por Italia en lugares oportunos, llevaba dinero prestado tomado por su
crédito o el de sus amigos a Fésulas a casa de un tal Manlio, que luego fue el iniciador de la
guerra.

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