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Mejorando mis habilidades de comunicación

Cada uno de nosotros suele considerar con frecuencia que se está expresando claramente y
que su comunicación es adecuada, pero eso no es así. ¿Cómo nos damos cuenta?
Básicamente porque los demás nos miran, nos preguntan, nos responden de una forma
distinta a lo que esperábamos, etc. Así, nuestras palabras, actitudes o silencios tienen
consecuencias, aunque no nos demos cuenta.

Para poder expresarnos de la mejor manera posible y a la vez, obtener los resultados
deseados, es preciso, antes de hablar, preguntarnos lo siguiente:

¿Qué es lo que realmente quiero decir?, ¿Cómo lo voy a decir (o lo estoy diciendo en ese
momento)?, ¿Para qué lo quiero expresar?, ¿Estoy comenzando la conversación en el sitio y
situación correctas? Son muchas las razones que no nos permiten entablar una charla,
debatir de una manera más eficiente, amena, natural o simplemente transmitir aquello que
queremos comunicar a nuestro interlocutor. La comunicación también tiene sus entresijos.
Los principales errores que comentemos que impiden tener una buena comunicación son:

Insinuar

Puede que sea difícil para ti, hablar de ciertos temas, ya sea porque te da vergüenza,
tristeza, malestar, enojo, ira, etc. Si igualmente necesitas referirte a ello porque lo deseas
solucionar o porque no es bueno “quedarse con todo en el interior”, primero quítate de la
cabeza la costumbre de “insinuar”.

Insinuar quiere decir dialogar de manera poco clara, esperando que la otra persona se dé
cuenta o interprete qué es lo que estamos hablando. Pero no es posible que eso siempre
ocurra, ya que el interlocutor (u oyente) no tiene una bola de cristal o no nos conoce lo
suficiente.

Si no hablamos claramente, el otro puede interpretar cualquier cosa, lo que sin duda, no es
favorable. Incluso cuando llevamos mucho tiempo conviviendo con otra persona es
recomendable ser claro y expresar lo que queremos sin dejar que el otro lo adivine y que
nosotros supongamos sobre su comportamiento.

Precipitarnos con nuestro mensaje tiene sus consecuencias Por otra parte, es muy
complicado hablar sobre un tema que te trae disgustos o que sabes que conllevará una
discusión o una pelea. Tratar de comenzar una conversación difícil de la forma más amena
posible, sin mucho preámbulo, pero tampoco “yendo al grano” sin tantear es lo más
adecuado.
Puede que el otro no se sienta bien, tenga un mal día o que también ese tema lo agobie, etc.
Por las dudas, analiza primero la situación antes de empezar. Recuerda que no es lo mismo
pedir o comunicar que atacar y agredir.

Mujer dando voces a su marido

Hay que saber cuándo decir las cosas y de qué manera. No todos nos levantamos siempre
con una sonrisa o hemos tenido un día bonito por lo que es importante analizar el contexto
y el estado de ánimo de la persona a la que dirigimos nuestro mensaje.

Además, no todos tenemos las mismas capacidades, por ejemplo, uno puede ser bueno
hablando, el otro escuchando. Reconoce en tu interlocutor de qué perfil se trata. Dirigirte de
una manera incorrecta es tu problema, no el del otro y si sabes que esa persona es mejor
“oyente”, no intentes sacarle información, hacerle preguntas, pedir opinión. Respeta como
es la otra persona y deja que solo hable cuando lo desea o crea necesario.

No escuchar

No escuchar es casi un hábito universal. A menudo, mientras simulamos “escuchar”


estamos pensando en qué vamos a decir. Practicar la habilidad de la escucha es más difícil
de lo que parece y si no puedes comprobarlo

De no escuchar surgen grandes conflictos porque en lugar de una conversación lo que se


mantienen son monólogos. Si escuchamos podremos detectar de una manera más adecuada
lo que nos dice nuestro interlocutor y por lo tanto, podremos llegamos a comprenderlo.

Además, otra de las interferencias presentes en la comunicación en relación a la escucha


son los tonos demasiado elevados de nuestros mensajes o las voces. Si en medio de una
charla comienzas a agredir o a gritar, no esperes una buena respuesta. Lo mejor es parar y
pensar cómo estás diciendo las cosas. Por más de que te enojen mucho, o creas que es una
batalla perdida, recuerda este dicho: “no levantes tu voz, mejora tu argumento”.

Suponer

Mal de muchos es suponer lo que el otro nos está diciendo o pensando. ¿Realmente crees
que porque conozcas a esa persona durante mucho tiempo puedes adivinar lo que tiene en
su cabeza? Suponer es crear una historia con tus percepciones personales…
La mejor opción en una conversación es preguntar, preguntar y preguntar. No hay nada
más. Pero para ello, tienes que pillarte en primer lugar elaborando tus suposiciones sobre el
otro… Si estás atento, te descubrirás haciéndolo.

Conversar en momentos y lugares inadecuados

Otro factor determinante para tener éxito en nuestras conversaciones es reconocer si es el


momento y el lugar oportuno. Llamar a tu esposo cuando está en la oficina para discutir no
es una buena idea, comenzar una pelea con tu novia en plena calle, tampoco.

Una comunicación importante necesita un sitio y una hora adecuadas. Y sobre todo, que sea
privada. Los expertos dicen que para saber cuándo y dónde discutir o tratar un tema con
delicadeza, pienses que en lugar de hablar vas a desnudarte. ¿Queda bien que lo hagas en
un restaurante, en frente a tus padres o en el autobús? Pues si tu respuesta es no, tampoco es
sitio para comenzar una discusión.

Ten cuidado, igualmente, en no dejar que pase el tiempo sin hablar del tema, porque
conlleva a acumular odios y tensiones, olvidar qué es lo importante y pasar malos
momentos mientras tanto.

Faltar el respeto y etiquetar al prójimo

Faltar el respeto y criticar, o incluso juzgar a la otra persona no te servirá para nada en
mitad de una conversación o discusión. Criticar a la persona no mejora tu argumento, tan
solo es prueba de que no tienes razones de fundamento, estás enojado o simplemente no
sabes reaccionar ante algo que no es de tu agrado.

Problemas anteriores no resueltos

Recurrir a cuestiones pasadas enquistadas para recordar al otro que no es perfecto o el daño
que nos hizo, también es un habitual en las discusiones y uno de los mayores obstáculos en
la comunicación con los demás. Pero en este momento no estamos hablando del pasado, eso
ya acabó y sino, también podemos decidir cuando hablarlo para que quede zanjado pero en
otro momento.
Mucho enojo o tensión

La ira, el estrés o la tensión pueden jugarnos malas pasadas y hacer que nos precipitemos y
seamos impulsivos en nuestras conversaciones. Más vale relajarnos, tener paciencia y dejar
la conversación para un momento en el que nos encontremos con más calma que bajo la
experimentación de estas sensaciones.

Tener orgullo

El orgullo genera consecuencias en nuestras relaciones personales. En ocasiones, tendremos


que ceder o dar nosotros el primer paso, no podemos esperar a que el otro sea siempre el
que comience. A nuestro ego le encanta que se dirigen hacia él para engrandecerse pero
tenemos que saber hacerle sombra.

Falta de claridad sobre nuestros sentimientos, deseos o pensamientos

No saber qué nos ocurre, cómo nos sentimos o qué queremos decir, obstaculizará nuestra
comunicación porque mandaremos un mensaje ambiguo. Antes de hablar revisa tus
sentimientos y pensamientos y decide qué es lo que realmente quieres comunicar.

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