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Primero aclaremos que latino no es más que un apodo de un sector de la raza aria cuyo idioma

fue el latín. Ser latino, pues, NO ES UNA RAZA. Y ser latinoamericano, mucho menos. Sin
embargo, con el tiempo, el término se ha convertido en la definición de un conglomerado de
países con ciertas características físicas de un muy amplio espectro que bien puede clasificarse
como un “REVOLTIJO” de pueblos que involucra a los indios, blancos, mestizos, negros y
mulatos. Pero en esencia, latinos son tres subgrupos: los europeos nacidos en América,
especialmente, los que son hijos de italianos, españoles, franceses o portugueses; los híbridos
resultantes de estos “blancos” con los autóctonos y mixtos; y los distintos cruces entre
mestizos. Los indígenas americanos no entran en la categoría de latinos, tampoco los negros
ni los chinos, aunque hayan nacido en estas tierras. Sin embargo, cabe mencionar a una
importante población latinoamericana que no habla español sino francés, y a los que nadie
considera como tales: los canadienses de Quebec, los descendientes de franceses. ¿Curioso,
verdad? Pero lo son.

Los hijos de estos inmigrantes europeos son el bloque caucásico de la población latina y
forman la mayoría de la población de Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica, Puerto Rico, Cuba
y Brasil. Además, está el variadísimo grupo de los mestizos, una enorme masa de gente difícil
de ubicar desde el punto de vista de su físico. Abundan en México, Venezuela, Perú, Ecuador y
Centroamérica. En este grupo se encuentra una escala casi infinita de valores y porcentajes de
los dos componentes (indígena y europeo) que los sitúan en la tierra de nadie desde el punto
de vista étnico.

El Bhagavad Gita (el Canto del Señor), el libro sagrado de la religión hindú dice: “Por
esas malas acciones de los destructores de la familia que crean a los mestizos, quedan
destruidos los cultos religiosos de la familia y de la casta”. Los indios (de la India) saben muy
bien el significado de la raza, ya que ellos forman la primera sub-raza de la Quinta Raza Raíz o
Aria. Y es por eso que pugnaban por la conservación de esta en un orden que le confería a
cada uno el escenario que le permitía el desarrollo máximo de sus potencialidades físicas y
espirituales. Por eso en las Leyes de Manú y en el Gita, están estipuladas las cuatro castas:
sudras, vaisyas, satriyas y bramanes. Sirvientes, comerciantes, guerreros y maestros. Ahí cada
uno sabe cuál es su lugar en la sociedad, cosa que los latinos ignoramos por completo, pues
somos eso: un mal producto de cruces indeseables, destructores de los cultos y de las cosas
buenas de la raza, indígena o europea. Los ingleses conocían muy bien este principio, y de ahí
que NUNCA formaron esos revoltijos raciales a los que eran tan proclives españoles y
portugueses. Mantuvieron pura su raza aria, y aunque se extendieron por todo el mundo y
formaron países “ingleses” (Aust. Canadá, USA, etc.) jamás se revolvieron con las razas
inferiores.

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