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el sufrimiento moral es « dolor del alma ». Se trata, en efecto, del dolor de tipo
espiritual, y no sólo de la dimensión « psíquica » del dolor que acompaña tanto el
sufrimiento moral como el físico.
La Sagrada Escritura es un gran libro sobre el sufrimiento. De los libros del Antiguo
Testamento mencionaremos sólo algunos ejemplos de situaciones que llevan el signo
del sufrimiento, ante todo moral: el peligro de muerte[5], la muerte de los propios
hijos[6], y especialmente la muerte del hijo primogénito y único[7]. También la falta de
prole[8], la nostalgia de la patria[9], la persecución y hostilidad del ambiente[10], el
escarnio y la irrisión hacia quien sufre[11], la soledad y el abandono[12]. Y otros más,
como el remordimiento de conciencia[13], la dificultad en comprender por qué los
malos prosperan y los justos sufren[14], la infidelidad e ingratitud por parte de amigos
y vecinos[15], las desventuras de la propia nación[16].
El hombre sufre a causa del mal, que es una cierta falta, limitación o distorsión del
bien. Se podría decir que el hombre sufre a causa de un bien del que él no participa,
del cual es en cierto modo excluido o del que él mismo se ha privado. Sufre en
particular cuando « debería » tener parte —en circunstancias normales— en este bien
y no lo tiene.
el concepto cristiano la realidad del sufrimiento se explica por medio del mal que está
siempre referido, de algún modo, a un bien.
(Señor) eres justo en cuanto has hecho con nosotros, y todas tus obras son verdad, y
rectos tus caminos, y justos todos tus juicios. Y has juzgado con justicia en todos tus
juicios, en todo lo que has traído sobre nosotros ... con juicio justo has traído todos
estos males a causa de nuestros pecados »[23].
Los castigos no vienen para la destrucción sino para la corrección de nuestro pueblo
De todos modos Cristo se acercó sobre todo al mundo del sufrimiento humano por el
hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo. Cristo se encamina hacia su
propio sufrimiento, consciente de su fuerza salvífica; va obediente hacia el Padre, pero
ante todo está unido al Padre en el amor con el cual Él ha amado el mundo y al
hombre en el mundo.
Todo esto es prueba del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del
reino de Dios, por el cual padecéis »[66]. Así pues, la participación en los sufrimientos
de Cristo es, al mismo tiempo, sufrimiento por el reino de Dios. A los ojos del Dios
justo, ante su juicio, cuantos participan en los sufrimientos de Cristo se hacen dignos
de este reino. Mediante sus sufrimientos, éstos devuelven en un cierto sentido el
infinito precio de la pasión y de la muerte de Cristo, que fue el precio de nuestra
redención: con este precio el reino de Dios ha sido nuevamente consolidado en la
historia del hombre, llegando a ser la perspectiva definitiva de su existencia terrena.
Cristo nos ha introducido en este reino mediante su sufrimiento. Y también mediante el
sufrimiento maduran para el mismo reino los hombres, envueltos en el misterio de la
redención de Cristo.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma no pueden matarla
No nos está permitido « pasar de largo », con indiferencia, sino que debemos «
pararnos » junto a él. Buen Samaritano es todo hombre, que se para junto al
sufrimiento de otro hombre de cualquier género que ése sea. Esta parada no significa
curiosidad, sino más bien disponibilidad. Es como el abrirse de una determinada
disposición interior del corazón, que tiene también su expresión emotiva. Buen
Samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, el hombre que « se
conmueve » ante la desgracia del prójimo.