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LITERATURA

Paul B. Preciado: "Soy un disidente del


sistema sexual"
 ELENA PITA
Viernes, 19 abril 2019 - 02:26

Inteligente, sagaz y veloz, el filósofo de la palabra hecha cuerpo publica 'Un


apartamento en Urano', una colección de ensayos. De su crítica a la
diversidad y del arte habla en esta entrevista

Me reconozco un ser absorbido a mi pesar por el sistema patriarcal y el


capitalismo bigdata, y aquí me hallo plantada tal que un pino en la plaza del
mismo nombre (barrio gótico de Barcelona) esperando a Paul B.(de Beatriz)
Preciado. Filósofo, comisario cultural, activista del tránsito (queer), dinamitador
de lo establecido armado de la palabra que escribe con su cuerpo como cuaderno.
Desde mi condición integrada, no sé si voy a encontrar a un hombre o a una
mujer ni qué aspecto tendrá aunque lo he visto en fotografías, porque Paul B.
muta constantemente de piel y espacio y acaba de declararse ciudadano de
Urano. Como él o ella tampoco me conoce y arrecia lluvia y frío, rayos y truenos
escupe el cielo despiadado a 10 grados menos que ayer mismo, decido
replantarme en medio de la plaza vacía de turistas espantados y desplegar mi
paraguas de chino coral fosforito. Espero cerca de una hora y empiezo a temer lo
peor cuando un sms asoma en mi teléfono con una dirección.

Le descubro al fondo del bar con una taza de chocolate caliente y una maleta
tamaño el baúl de una vida. Paul B. Preciado (Burgos, 1970) acaba de publicar en
castellano Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce (Anagrama) después de
venderlo a miles en Francia y al tiempo que se traduce a una decena de lenguas.
Lo cuenta todo la uraniana en este libro recopilatorio de sus artículos para el
diario Libération, más un suculento prólogo de su ex, la escritora Virginie
Despentes, y una prolija introducción. Y todo lo recontamos en casi dos horas de
entrevista. Inteligente, sagaz, veloz, genial el filósofo de la palabra hecha cuerpo
desgarbado bajo un gabán oscuro y de rostro anguloso de ojos azules. Intento
poner orden a esta lucha "somatopolítica".

¿Elige el cuerpo como cuaderno donde escribir su postulado filosófico, su


crítica a la identidad?
En el 2005 empecé a aplicarme una dosis umbral de testosterona y durante
nueve años transité por un género fluido auto experimentando con la
escritura; fue un proceso voluntario de intoxicación que llamé Testo
Yonqui. Era mi forma de disidencia al protocolo médico-jurídico según el
cual te tienes que declarar disfórico de género y por tanto, enfermo mental.
Y en el 2014, decidí pasar a otra dosis, entrar en un protocolo médico [lo
hizo en una clínica norteamericana] y asumir la responsabilidad política.
Crucé la frontera del cambio de sexo legal como un proyecto de arte
conceptual, pero, sin duda, las hormonas te marcan políticamente.
¿Por qué entiende la transexualidad como un acto político por definición?
Porque la diferenciación sexual es una epistemología política como la
raza: no son realidades empíricas. El sexismo es una práctica histórica de
diferenciación y taxonomía jerárquica entre cuerpos, cuando en realidad lo
que existe es una multiplicidad infinita de cuerpos irreductible al sistema
binario. Igual que la raza es una invención científica de la modernidad
para justificar la colonización, pero lo que hay, naturalmente, son millones
de tonos de piel y diferencias, el objetivo de la noción sexual binaria es
segmentar la población en dos nichos biológicos de reproducción,
estableciendo normativamente la heterosexualidad como núcleo familiar.
Pero ese paradigma entra en crisis en los años 40, porque la medicina
constata que existen variaciones genéticas, morfológicas y cromosómicas
y así nacen la inter y transexualidad, para aplicar operaciones y hormonas
y reconducir los cuerpos al binarismo legal.
¿Aprendió como alumno de Jacques Derrida que la filosofía no es un tratado
sino una forma de vida?
No, eso lo aprendí del feminismo. En los 90 yo era una lesbiana radical, de
guerrilla, y escribir ese lenguaje en el ámbito universitario aquí era
imposible, así que me fui a estudiar a Estados Unidos, donde de Derrida
aprendí que la más importante de todas las tecnologías es la escritura: es la
acción directa. Como filósofo yo reclamo que dejemos de pensar en la
identidad, que es la ideología impuesta por el capitalismo de la
modernidad para justificar la jerarquía. Somos sociedades patológicamente
obsesionadas con la identidad: solo vemos raza, nacionalidad y sexo.
Reclamo el cuerpo vivo como ciudadano absoluto de la Tierra más allá de
toda identidad, incluso cuestiono la diferencia entre animal y humano.
Además, creo que estamos viviendo un cambio de paradigma solo
semejante a la revolución corpernicana y la invención de la imprenta. La
inteligencia artificial, la bio impresora e internet suponen tal golpe al saber
supuestamente científico, que hemos pasado de una regulación tecno-
científica y estatal a otra neoliberal o del mercado.
¿Es el miedo del mercado y la política al nuevo modo de saber lo que nos ha
traído esta nueva ola reaccionaria y neoliberal?
Hay dos procesos, por un lado tenemos un cambio de paradigma de tal
profundidad ética que como no nos lo tomemos en serio será el último:
nunca antes la supervivencia del planeta ha estado en cuestión. Yo lo
llamo transición, porque cuando empecé a hacer la mía me di cuenta de
que no era yo sino el planeta lo que mutaba. Me veo a mí mismo como un
sismógrafo corporal de esta transición biotecnológica de los lugares donde
se produce el valor y el saber en todos los sentidos. De forma paralela se
da una multiplicidad de revoluciones micro políticas de cuerpos que no
han sido considerados históricamente humanos, empezando por la minoría
de las mujeres que son la mitad de la población, las personas con
diversidad sexual y funcional, con discapacidad, los enfermos mentales,
etcétera. Un 99% de la población reclama el estatuto de vivientes.
¿Quiere decir que no es usted quien elige el cuerpo como cuaderno sino que
el cuerpo se lo pide a usted? ¿No decide mutar por una cuestión sexual?
¿Qué es una cuestión sexual? Un transexual hoy es lo que era un hereje en
el siglo XV. Soy un disidente del sistema sexual y uso la escritura para
desmantelar mi identificación y exigir que se retire la asignación sexual en
el nacimiento y en los documentos.
Que ¿de qué le sirve al Estado?
Esa es la pregunta. Sirve de base a un proceso de socialización divergente
donde las mujeres siguen siendo el objeto de la violencia patriarcal. Fue
cuando decidí cambiar mi pasaporte, durante mi transición, cuando las
fronteras se me aparecieron realmente visibles. Algunos cuerpos estamos
sometidos a un cruce constante de fronteras, como le sucede a un negro
cuando sale del metro y le piden los papeles como si atravesara una
aduana.
Navegó como un emigrante, constantemente cuestionado en las garitas
fronterizas, durante los años que comisarió la Documenta 14 desde Atenas.
¿Fue un ejercicio consciente o provocado?
Durante tres años di literalmente la vuelta al mundo. Fue como un segundo
doctorado, éste en la resistencia antipatriarcal y anticolonial; como hacer
una cartografía mundial de todos los movimientos anti sistema. Ahí fui
consciente del cambio de paradigma, el desplazamiento de la soberanía
desde el estado-nación hacia el mercado y las multinacionales. Y cómo los
estados-nación luchan contra ello a través de los fantasmas de identidad, y
a partir de ahí de nuevo la mitología de la tierra, la familia, la sangre, la
nación y, por tanto, la violencia.
Errabunda, desprovista de un lugar en la Tierra, ¿busca piso en Urano?
Ya no queda un espacio en el planeta, ni en el Amazonas, que no haya sido
territorializado por el capitalismo patriarcal. Decidí titular así también
como guiño a Una habitación propia donde Virginia Woolf reclama su
espacio. Y ¿por qué Urano?, porque los dos lenguajes para pensar nuestra
subjetividad son el médico y el psicoanalítico, y buscando una nueva
gramática encontré la distopía que puede ser el sueño, el lugar no
territorializado por el poder. En el sueño encuentro la emancipación
cognitiva, pese a Freud, que es el gran revelador del inconsciente
patriarcal, y la farmacología.
Le cito, "no soy hombre, no soy mujer, no soy heterosexual ni bisexual". ¿Es
el suyo un género utópico o la negación del género?
Tengo la encarnación corporal que tengo, y lucho por ser públicamente
reconocido simplemente como un hombre, cuando he sido educado y he
crecido como una niña y toda mi vida es el feminismo. Querer acabar con
los géneros es como querer que la piel no tenga color, pero hay que
modificar el sistema binario. Mi género es un acto de disidencia.
¿Ha abandonado totalmente sus facetas curatorial y académica?
Estoy haciendo el pabellón de Taiwán de la Bienal de Venecia y la Bienal
de Bergen, y ejerzo como filósofo asociado del Centro Pompidou. Pero no
puedo seguir metido en mi museo y mi academia filosófica mientras veo
cómo la contrarrevolución se adueña de Europa y América. Por eso decidí
escribir una tribuna en un periódico, que es mi forma de ocupar la calle.
Me parece curiosísimo que, detrás de este discurso, sea usted señalado por
Art Review como el comisario internacional más influyente en el mundo del
arte...
Fui el primer sorprendido, pero no tiene mayor importancia. Quizá sea
porque muchos artistas trabajan con mis textos: el arte busca filósofos que
lo legitimen.
¿Para qué sirve el arte, o un museo, si su valor lo decide el mercado
financiero?
El arte no es per se más crítico que el discurso científico. El artista está
dentro del mercado como cualquier vendedor de salchichas. Más que el
arte en sí, me interesan los sistemas de representación, y hay artistas que
trabajan con parámetros críticos y otros que, como Jeff Koons, no lo hacen
en absoluto. Un museo debiera ser un parlamento de lo sensible, sin más,
donde uno va a cuestionar sus modos de sentir, a aprender a desear de otra
manera, a no ser quién es.
https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2019/04/19/5cb079a321efa0041c8b4664.html

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