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S. 11.

NEUSCHLOSZ

lN .~ lJ 1SlS
HEL

CONOCIIIIENTO
,
· CIENTlFICO ·

E D 1 T O R 1 A L L O ~ A D A, S. A.
BUENOS AIRES
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Queda hecho el depósito que
previene la ley núm. 11723

Copy right by Editorial Losada, S. ·"-·


Buenos Aires, 19:19

PR!NTED lN ARGENTlNE
- - - - - - - - -- -- - -- -----
Acabóse de imprimir d 22 <.le diciembre de 19 39
Imprenta Lópcz- Per\1 666- Buenos Aires
Rerum naturas cognoscere difficile quidem est,
at modum cognoscendi longe diffícilius.

(Es dificil conocer la naturaleza de las cosas,


pero aun mucho más difícil es conocer el modo en
que los conoc·i mientos se adquieren) .

TOMMASO CAMPA:XELLA
( 1568 - 1639)

Quicunqu e ¡·egu.!a., e.wcle .~e rt• arerit circa alicuiu&


di,fficultatis so lutionem. e l tamcn aUctt bi. si.~terc ab hoc
i ub €1Jitur, tuu c crrlo r.o,qnoscct, se scicntiam quaesitam
nnlla, pror.ms indust ria possc i.nvrnire, idque non
inqcnii culpn, sed qtúa. obstat i¡¡si u., dificultatis natura ,
1:cl lwm ana contlitio: tJ1WC aogui/.io non ntinor scientia
cs t, quam illa qu<.w 1'Ci ipsúts ·nnturam cxhibc:t.

(Quienquie ra qu e haya aplica do con exacti.tud la.~


válülas para Ta ¡·esolución de alguna dificultad
¡·cg la.~
y, sin mnba1'go, se ve obligado a 1l e~;istir de la: 1ni.m w
en algün punto , ¡·econoce1·á con segurida.d que el saber
buscado, no lo pod1·á adquirir a pesar de todos &us
esfuerzos, y no por culpa de su propio ingenio, &in.o
porque la naturaleza de la difimtl-tad misma y su con-
dición de hontbre se oponen a ello; y el valor de este
conocimiento para la ciencia n.o es men01" que el que
se refiei'C a la naturaleza de la cosa misma)-

DESCARTE S
(Regulae ad directionem ingenii)
PREFACIO

Hace unos años, al preparar mi libro sobre "La física


contemporánea en sus relaciones con la filosofía de la razón
pura" me he visto en la necesidad de releer un g·ran número
de obras, tanto antiguas como modernas, relacionadas con fos
problemas fundamentales de la teoría del conocimiento y que
desde mucho tiempo atrás no había tenido en manos. En el
transcurso de estas lecturas y bajo la .influencia de las propias
ideas básicas que guiaban mi labor relativa a dicho libro, iba
formándose en mi mente una concepción epistemológica que
comprendía los fundamentos de las más diferentes ramas de
la ciencia. En el libro en cuestión, debido a su finalidad limi-
tada a la interpretación de determinados aspectos de la física,
dicha concepción no pudo ser desarrollada en su conjunto
aunque las consideraciones .contenidas en el mismo se desarro-
llaban ya en gran parte en base de las ideas generales mencio-
nadas. U na vez terminado aq!U'l libro y desaparecida la
necesidad de circunscribir mis estudios a las teorías de la física
contemporánea, los mismos se extendieron casi automática-
mente, hasta que, como su fruto, nació este libro que ahora
someto al jt~icio benévolo de mis futuros lectores.

S. M. NEUSCHLOSZ.
Rosario, Mayo de 1939.

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O.LN3IWI:JONO:J 13G S3.LN3D.:I
3T~Yd Y{l3'lA.II~
CAPfTULO

LOS SENTIDOS

El objeto esencial de las ciencias es el de hacernos conocer


y comprender los fenómenos que ocurren en el mundo. Las
noticias que recibirnos acerca de estos fenómenos, nos son trans-
mitidas por intermedio de nuestros sentidos, en cuya actividad
debe buscarse entonces, al menos, una de las fuentes primor-
diales de nuestros conocimientos científicos. En tales condi-
ciones resulta lógico iniciar este análisis con el estudio de la
manera en que nuestros órganos de sentido desempeñan su
función.

ESTRUCTURA DE LOS ÓRGANOS DE SENTIDO. La fisiología


moderna subdivide todo órgano de sentido en tres partes fun-
damentales que son el receptor, el conductor y el centro sensi-
tivo. El receptor es aquella parte del órgano que se encuentra
en comunicación directa con el mundo exterior y que tiene la
propiedad característica de reaccionar en forma determinada a
ciertos cambios energéticos que se producen en su vecindad. La
naturaleza íntima de las reacciones que tienen su sede en los
distintos receptores, aún no la conocemos, pero evidentemente,
las mismas tampoco pueden constar de otra cosa que de cambios
energéticos. De acuerdo a la nomenclatura empleada por los
fisiólogos, los sucesos del mundo externo que provocan una
reacción de parte de algún receptor, se llaman estímulos,
mientras dicha reacción misma, es denominada ~xcitación.

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Para que un receptor se excite, es necesario que la intensidad
del estímulo sea, por lo menos, de una cierta magnitud que
caracteriza el llamado umbral del sentido en cuestión.
La calidad de los procesos fisicoquímicos que constituyen
la excitación de un receptor determinado, no depende de la
calidad del estímulo. Al parecer, cada uno de los receptores,
se presenta capaz de reaccionar en una sola forma, frente a
estímulos mecánicos, térmicos, eléctricos o de cualquier otra
naturaleza. A consecuencia de esta forma estereotípica de
reaccionar de los receptores, llamada especifidad de los sentidos,
la sensación que se produce, no depende tanto de la calidad
del estímulo, como del órgano sensitivo sobre el cual actúa.
Pero aunque, desde el punto de vista cualitativo, la
manera de reaccionar de un receptor, no depende de la natu-
raleza del estímulo, esta última de ninguna manera debe
considerarse indiferente para la excitación resultante. A pesar
de que el mismo órgano sensitivo, puede ser excitado por los
· estímulos más diversos, existe para cada sentido, una forma
de energía, frente a la cual se presenta mucho más sensible
que frente a las demás. Esta forma de energía aporta enton-
ces los estímulos adecuados del sentido en cuestión, siendo su
valor umbral, expresado en unidades de energía, generalmente,
muchos cientos y hasta miles de veces más bajo que el de
cualquier estímulo perteneciente a alguna otra forma ener-
gética. En las condiciones que nos rodean ordinariamente,
las diferentes formas de energía que llegan1 a actuar sobre
nuestro cuerpo, suelen poseer tales intensidades que se presen-
tan eficaces únicamente frente a los receptores cuyo estímulo
adecuado constituyen, quedando en cambio los demás recep-
tores sin ser afectados. Por esta razón, al menos en el caso
de un animal superior que se desenvuelve en' su ambiente
habitual, a pesar de tener cada uno de sus receptores la capa-
cidad virtual de poder ser excitado por los estímulos más
diferentes, las distintas formas de energía con que llega a
ponerse en contacto, no actúan en forma efectiva sino sobre
aquellos de sus sentidos, cuyos umbrales para las mismas, son
cada vez los más bajos de todos.
La importancia práctica que tiene este hecho, desde el

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punto de vista del organismo afectado, es evidente. Es sola-
mente a consecuencia de su sensibilidad electiva. frente a formas
determinadas de energía que nuestros órganos de sentido se
presentan capaces de transmitirnos noticias de naturaleza defi-
nida acerca del mundo que nos rodea. Así, salvo en condiciones
excepcionales -por ejemplo, en caso de un fuerte golpe o
una descarga eléctrica, aplicados al ojo-- una excitación de
nuestro órgano visual nos revela la existencia en nuestro
ambiente, del ente físico denominado luz; una excitación
de nuestro oído, la de sonidos y una excitación de nuestros
órganos termestésicos, la de calor. Sí la excitación de estos
diferentes sentidos se produjera con la misma facilidad, por
la acción de cualquier forma energética, su utilidad para nues-
tro conocimiento del mundo físico, sería bien escasa o hasta
nula.
Todo proceso de excitación, iniciado en algún receptor,
se _transmite de éste a las fibras nerviosas que forman el apa-
rato conductor del órgano sensitivo en cuestión. El papel que.
desempeñan los nervios en la conducción de excitaciones, ha
sido comparado con el que corresponde a los cables, en la
transmisión de una corriente eléctrica. Esta comparación, con
seguridad, no es del todo acertada, puesto que la conducción
nerviosa se encuentra acompañada por cambios químicos y
energéticos que revelan una participación activa del tejido ner-
vioso en el progreso de la excitación y que carecen de analogía
en el comportamiento de los conductores eléctricos. Ello no
obstante, puede ser afirmado que la función transmisora de
los nervios, no tiene carácter específico y en nada contribuye
a distinguir una excitación de otra. Así sabemos que un tronco
nervioso puede ser sustituido por otro, sin producir modifi-
caciones apreciables en la manera en que se efectúa la trans-
misión, desde la periferia hasta el centro, o viceversa.
Siendo el objeto de este estudio, únicamente el análisis
de los procesos nerviosos que conducen a la aparición de
sensaciones conscientes, prescindiremos del funcionamiento
de los centros inferiores (subcorticales), mediante los cuales se
establecen relaciones automáticas (reflejas) entre las diferentes
partes del sistema nervioso, no relacionadas con nuestro cono-

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cimiento y pasamos a ocuparnos de los centros que tienen su
sede en la corteza cerebral y cuya excitación constituye la base
anátomo-fisiológica del proceso, denominado "sentir". Por
medio de la experimentación con animales superiores (perros,
monos, etc.), cuyo sistema nervioso tiei).e una estructuración
parecida a la del hombre y por el estudio de casos clínicos
con destrucciones circunscritas del cerebro, se ha podido loca-
lizar, prácticamente todos los centros correspondientes a los
diferentes órganos de sentido. A base de las investigaciones
mencionadas, sabemos que la integridad y el funcionamiento
normal de dichos centros, son aún más indispensables para la
producción de las sensaciones respectivas, que los de los recep-
tores en que normalmente se originan las sensaciones y los de las
vías conductoras que las transmiten a los centros. Es sabido, por
ejemplo, que a consecuencia de la destrucción total de las
partes de la corteza que contienen los centros cerebrales de
la visión, se produce una ceguera completa, a pesar de quedar
intacto el ojo y el aparato conductor correspondiente. (Ceguera
cortical o psíquica). Por otra parte, la excitación eléctrica o
mecánica directa de las vías ópticas superiores o del centro
cortical de la visión, es acompañada por sensaciones lumino-
sas, aun en el caso de que el órgano periférico esté destruido.
EL SIGNIFICADO COGNOSCITIVO DE LAS SENSACIONES. La
condición fundamental de que existan sensaciones, es entonces
la excitación de los centros corticales respectivos, consistiendo
13 función de las partes más periféricas de los órganos sensi-
tivos, esencialmente, en que es por su intermedio, que las
excitaciones normales llegan a los centros. Tener una sensa-
ción cualquiera, equivale entonces, a sufrir una excitación en
algún centro sensitivo cortical. En la mayoría de los casos.
esta excitación, se debe al hecho de que un estímulo adecuado
ha actuado sobre el receptor correspondiente al centro, pero
en casos excepcionales, la excitación puede haberse originado
en cualquier punto de la vía nerviosa respectiva, o hasta en
el centro excitado mismo. Tales excitaciones de origen central
pueden tener lugar, p. ej., durante el sueño o en el caso de
alucinaciones.

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Aunque desde el punto de vista práctico, estas limitaciones
del valor cognoscitivo de las sensaciones, como de datos refe-
rentes al mundo exterior, no tienen mayor importancia, su
significado para la teoría del conocimiento no debe ser despre-
ciado. Se deduce de las mismas que la; aparición de una sensa-
ción cualquiera, de manera inmediata, no revela sino una
modificación en el estado de nuestro propio sistema nervioso,
que puede ser motivado, tanto por factores intrínsecos, como
extrínsecos a nuestro organismo. De los datos' que en un caso
concreto, nos permiten establecer, si a una sensación determi-
nada corresponde ·o no, algo en el mundo .exterior, nos
ocuparemos más adelante; en este lugar destacaremos única-
mente que estos datos no se suministran por la sensación
primitiva como tal, sino por ciertas condiciones accesorias
en cuyo reconocimiento interviene también nuestro intelecto.
Una separación nítida de estas condiciones accesorias, del
contenido propio de las sensaciones, es importante, no sola-
mente por la causa arriba mencionada, sino también porque
resulta indispensable para la comprensión de los procesos
psíquicos, mediante los cuales, sobre la base de un conjunto
de sensaciones, se edifica la experiencia y con ella todo saber,
tanto cotidiano como científico. Como primer paso hacia
esta separación, es necesario establecer, sin lugar a duda, en
qué consiste una sensación y cuáles son sus caracteres fun-
damentales.

Los CARACTERES GENERALES DE LAS SENSACIONES. Esta


descomposición de la experiencia sensorial en sus elementos
constituyentes -las sensaciones individuales- no es tan fácil
como podría parecer en el primer momento. En la conciencia
del hombre adulto, las sensaciones a que se encuentra expuesto,
en general, se hallan tan íntimamente vinculadas con toda
clase de elementos: suministrados por su experiencia previa,
que a menudo nos aparecen, como inherentes a una sensación
dada, particularidades fundamentalmente ajenas a la misma
y que sólo hábitos adquiridos nos inducen a asociar con
aquella. Por esta razón, en muchos casos fué necesario recu-
rrir a la psicología comparativa y al estudio del comporta·

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~OURCh]osz-2.
miento de animales y de mnos en su primera infancia, para
poder circunscribir el contenido diferencial de ciertas sensa-
ciones, no complicadas por el lastre de una experiencia
anterior. ( 1)
Como se sabe, las sensaciones se clasifican según su
modalidad, su calidad y su intensidad. A base de su moda-
lidad, se distinguen sensaciones visuales, auditivas, táctiles,
térmicas, gustativas, olfatorias, orientativas, cínestésicas y dolo-
rosas. Las calidades que se advierten dentro de cada una de
dichas modalidades, se refieren en el caso de sensaciones visuales,
a los diferentes colores, en el de las sensaciones auditivas, a
la gama de los sonidos y a sus combinaciones, etc. Por la
intensidad de una sensación se entiende, por fin, la fuerza
con que la misma se nos impone y que nos permite distin-
guir, por ejemplo, entre sonidos u olores fuertes y débiles,
etc. De esta manera, mediante su modalidad, su calidad y
su intensidad, queda caracterizada toda sensación individual.
pero evidentemente, el conjunto de nuestras percepciones no
se limita a estos tres datos sensoriales, sino se presenta con
una riqueza de variabilidad, incomparablemente más grande.
Dicha variabilidad se debe en parte, a la combinación asocia-
tiva de dos o más sensaciones, pertenecientes a una o a varias
modalidades, y, en grado aún mayor, a su distribución en el
tiempo y en el espacio. De la importancia que tiene para
nuestras percepciones, la combinación de distintas sensacio-
nes, cuya asociación en una u otra forma debe considerarse
ya como una función de nuestro intelecto, nos ocuparemos
en el próximo Capítulo. En cambio, los caracteres temporales
y espaciales que se distinguen en cada sensación, pertenecen

(1) Es natural que en esta clase de investigaciones, como en todas


que pertenecen al campo de la psicología comparada, con justicia, no
debería hablarse de "sensaciones" , puesto que, de Jo que un animal o un
lactante "siente", en realidad nada podemos saber, siendo únicamente a
base de su comportamiento, al que atribuimos motivos análogos a los
nuestros, que juzgamos sus estados psíquicos. Es precisamente por esta
" objetivación de los procesos cerebrales" . a que pertenecen en primer
término, las sensaciones, que ha adquirido una importancia fundamental.
el estudio d~ los reflejos ccmdiciona.dos, inaugurado por Pavlov .

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aparentemente a esta misma, siendo, por consiguiente, necesa-
rio, discutirlos aquí.

EL SENTIDO DEL TIEMPO. Es bien sabido que nuestras sensa-


ciones se nos presentan sin excepción, en forma de aconteci-
mientos temporales. Esta afirmación es válida, no solamente
cuando se trata de sensaciones que nacen, duran algún tiempo
y desaparecen o se transforman, sino también en el caso de
que una sensación se mantiene inalterada; y no son sólo las
sensaciones que aparecen en el tiempo, sino todo suceso cons-
ciénte. Hablar del "sentido del tiempo", como se habla del
sentido visual, auditivo, etc., evidentemente no es posible.
Nuestra sensación del tiempo, se encuentra vinculada con todos
los sentidos y además también con otros acontecimientos de
nuestra vida psíquica. Es por esta razón, que Kant conside-
raba el tiempo como la forma propia de nuestro sentido
interno. Este tiempo en que aparecen en forma simultánea o
sucesiva, todas nuestras sensaciones y demás procesos conscien-
tes, posee determinádas propiedades obligadas, sin las cuales,
no lo podemos concebir. Entre éstas, las más importantes son
la continuidad e irreversibilidad del tiempo que fluye . En
contraposición a las direcciones espaciales (adelante y. atrás,
arriba y abajo, etc.) que son relativas y recíprocamente susti-
tuíbles, el pasado y el porvenir jamás pueden ser cambiados
entre sí y toda tentativa de imaginarse un " retorno al pasado"
conduce necesariamente a contradicciones lógicas insalvables.

EL SENTIDO DEL ESPACIO. De una significación menos


generalizada, que la del tiempo, pero también de importancia
fundamental para ciertas clases de sensaciones, 'es su localización
espacial. Carácter netamente espacial. tienen nuestras sensacio-
nes visuales, táctiles, orientativas y cinestésicas, y en grado
menor, también las auditivas, térmicas y olfativas. Por encon-
trarse vinculadas con todos estos sentidos, nuestras sensaciones
acerca del espacio, tampoco pueden ser imputadas a un
órgano sensitivo determinado, sino deben ser interpretadas
como dependientes de la forma en que se nos presentan las
sensaciones más diversas. Siendo únicamente las sensaciones

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que solemos referir al mundo exterior y no los demás proc~­
sos conscientes que presentan una localización especial, se
comprende la interpretación de Kant, según la cual el espacio
representa la forma propia de nuestra sensórialidad externa.
Cualquiera que sea, sin embargo, el origen de nuestra
noción del espacio, es indiscutible que también ésta, al igual
a nuestra noción del tiempo, se caracteriza por ciertas propie-
dades inherentes a la misma y de las cuales no podemos
prescindir, sin que dicha noción pierda para nosotros, toda
su significación psicológico-sensorial. El espacio en que proyec-
tamos nuestras sensaciones, es necesariamente tridimensional,
ilimitado y único. La tridimensionalidad del espacio no
necesita ser explicada porque su existencia, como hecho psico-
lógico, es del todo evidente y jamás ha sido puesta en duda.
Que nuestro espacio sensorial es también ilimitado, se revela
por la imposibilidad absoluta de imaginarlo limitado o sea,
admitiendo que más allá de ciertas fronteras, ya no existe
. espacio. El carácter único del espacio se ,pone de manifiesto,
por fin, en el hecho de que a todos los "objetos" que locali-
zamos en el mismo, atribuimos necesariamente, posiciones
relativas determinadas. Y esta unidad no se limita a los
diferentes "objetos" percibidos mediante un solo sentido, sino
se extiende de manera uniforme, a todos, cualquiera que sea
la forma en que se nos revela su existencia. Así , por ejemplo,
jamás nos puede parecer dudoso que · un objeto lejano que
percibimos por la vista y otro que tocamos, tal vez sin verlo,
se encuentran ello no obstante, en posiciones relativas que
pueden ser definidas mediante mediaciones efectuadas en el
mismo espacio.

ORIGEN DEL TIEMPO Y DEL ESPACIO SENSORIALES. Sigue de


lo que acabamos de exponer que la condición de producirse en
el tiempo, es una propiedad inherente a todas las sensaciones
y la de llevar un signo espacial propio, lo es también de
muchas. Sin entrar en la cuestión psico-fisiológica de ¿cómo
apreciamos intervalos de tiempo o de qué manera distinguimos
entre diferentes sitios en el espacio? se nos presenta aquí un
problema previo y fundamental ¿cuál es la raíz en nuestra

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conciencia,' de las nociones del tiempo y del espacio? y ¿por
que éstas se nos presentan precisamente con los caracteres
peculiares que hemos esbozado más arriba? A los que conside-
ran nuestros sentidos, como instrumentos que reproducen en
forma esencialmente inalterada, el mundo real que nos rodea,
la contestación de estas cuestiones, aparentemente no presenta
mayores dificultades. Para ellos, las sensaciones tienen carac-
teres temporales. y espaciales, porque los tienen también los
entes físicos que los originan. Según esta concepción, entonces,
tiempo y espaciO' sería el marco del mundo físico que nuestros
sentidos nos transmiten de la misma manera, como lo hacen
con los demás componentes de dicho mundo. El hecho
de que también sensaciones a que evidentemente nada corres-
ponde en el mundo físico (sueños, alucinaciones, etc.), se
presentan con caracteres espacio-temporales, no excluye todavía
necesariamente, dicha interpretación, puesto que, si se admite
con los caracteres espacio-temporales de las sensaciones se deben
a la excitación de determinadas zonas corticales, causada nor-
malmente por ciertos estímulos exteriores, no tiene nada de
extraño que la excitación de dichas zonas conduzca también
a las mismas sensaciones cuando se produce a raíz de factores
intrínsecos al organismo afectado. Si aceptamos entonces la
idea de que las sensaciones constituyen una "reproducción fiel"
del mundo físico, no existe razón válida para exceptuar desde
este punto de vista, las sensaciones fundamentales del tiempo
y del espacio.
Cabe preguntar. sin embargo. si una tal interpretación
realista de nuestra sensorialidad, en general, se encuentra apo-
yada por los hechos indiscutibles. revelados por la física y la
fisiología modernas. Cuando nos preguntamos, si nuestras
sensaciones son "reproducciones fieles" de los estímulos a que
se deben, evidentemente no podemos pensar en la posibilidad
de que ambos entes sean idénticos, porque con toda seguridad,
una sensación que es un fenómeno psíquico que presupone la
existencia de un cerebro, no puede ser la misma cosa que un
proceso físico que tiene lugar en la naturaleza inorgánica. Por
lo tanto una supuesta "reproducción fiel" del mundo físico,
por nuestros sentidos, no puede significar sino que a cada

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ente físico corresponde una sensac10n determinada y que las
relaciones existentes entre los diferentes procesos físicos, se
ponen de manifiesto también en las sensaciones que provocan.
Es entonces desde este punto de vista, que debemos plantear
e investigar el problema de la fidelidad reproductiva de nuestro
aparato sensorial.
Los resultados a que conduce esta investigación, se presen-
tan desde un principio, poco favorables para la mencionada
tesis realista. En primer término, las investigaciones llevadas
a cabo por los físicos en el transcurso de los últimos cien
años, han revelado la existencia de numerosos procesos físicos
que nuestros sentidos no nos acusan (vibraciones ultrasonoras,
campos electromagnéticos, radiaciones invisibles, etc.) y es de
esperar que en el futuro se conocerán aun muchos procesos
más que no actúan como estímulos sobre nuestros órganos
sensitivos. Es fácil darse cuenta por otra parte, de que la
reproducción del mundo físico que nos suministran nuestros
sentidos, además de ser incompleta, tampoco es fiel en lo que
se refiere a las relaciones existentes entre los diversos procesos
físicos que motivan la aparición de sensaciones características.
Un buen ejemplo de esta falta de concordancia entre los estí-
mulos y las sensaciones que les corresponden, nos lo facilitan
los fenómenos vinculados con la visión de los colores. Como
se sabe, las ondas electromagnéticas más cortas que aún alcan-
zan a excitar nuestra retina, nos producen la sensación de
color violeta. Si se aumenta la longitud de onda de la luz,
aparecen sucesivamente los colores azul. verde, amarillo,
anaranjado y rojo que corresponde a las ondas luminosas más
largas. Las ondas comprendidas entre estos límites, constitu-
yen una serie dentro de la cual su longitud sigue cambiando
continuamente en el mismo sentido, de manera que sus miem-
bros extremos se distinguen entre sí, más que de cualquiera
de los miembros intermedios. En lo que a las sensaciones
coloreadas se refiere, en cambio, no es así; el violeta y el rojo
que constituyen los dos extremos de la gama de colores, no
son diametralmente opuestos y ambos se diferencian más, por
ejemplo del verde, que entre sí. Al seguir cambiando la natu-
raleza del estímulo, siempre en el mismo sentido, la calidad

22
de la sensación resultante, primero se aleja y luego vuelve a
acercarse a la que tenía al principio. ( 1 )
Estos hechos, a los cuales podrían añadirse aun muchos
más, evidentemente no apoyan la interpretación realista de
l~s funciones sensoriales. Que a las sensaciones en general.
corresponde algún proceso físico -primero en el mundo
exterior y luego en el órgano sensitivo mismo- no parece
dudoso. ( 2 ) Pero precisamente por esta razón, en nuestras
sensaciones se reflejan, no solamente el mundo que nos rodea,
sino también las propiedades particulares de nuestra propia
organización sensorial. Las relaciones mutuas que podemos
establecer entre nuestras sensaciones, se deben por consiguiente,
tan sólo en parte, a la naturaleza física de los estímulos
correspondientes, siendo las mismas, supeditadas también a las
condiciones anátomo-físiológicas que rigen los órganos de
sentido, tanto en su parte central, como periférica.
Las consideraciones que anteceden, se refieren a todo el
contenido, de las diferentes sensaciones y, por lo tanto, también
a sus caracteres espacio-temporales. La interpretación realista
de estos últimos, que hemos mencionado más arriba y que
admite sin vacilaciones, que los mismos aparecen en nuestras
sensaciones porque se encuentran en la misma forma, también
en el mundo físico, pierde así, al menos, gran parte de su
poder convincente. La declaración de que nuestras sensaciones
nos hacen concebir un espacio tridimensional, porque éste existe
en el mundo que nos rodea, no tiene bases más sólidas que la
afirmación de que distinguimos seis colores fundamentales
(blanco, negro, rojo, amarillo, verde y azul) porque existen
seis entes físiccs diferentes y bien caracterizados que provocan
las sensaciones respectivas. Siendo esta última afirmación, con
~
seguridad, falsa, bien puede serlo entonces, también la primera.
·~
Pero, si hasta hace algunos decenios, parecía existir, al ¡
~~
(1) Es por esta razón que en la fisiología de la visión, el conjunto
de los colores espectrales, suele representarse mediante una figura casi
cerrada mientras como representación del conjunto de ondas luminosas, no
cabe, sino, una línea recta.
e) Para una discusión más detallada de esta cuestión , \•éase el próxi-
mo Capítulo. ·

23
menos la posibilidad de que nuestros tiempo y espacio senso-
riales tuvieran realidad independiente del significado que poseen
para el hombre, con la evolución que ha tomado la física
desde ' principios del siglo actual, dicha posibilidad puede
considerarse, como definitivamente eliminada. Las investiga-
ciones que han alcanzado su punto culminante en la creación
de la teoría de relatividad de Einstein, han comprobado en
forma incontestable que un número de hechos establecidos por
la física moderna, se presentan incompatibles con las concep-
ciones tradicionales que atribuían naturaleza absoluta a nuestro
tiempo y espacio sensoriales. ( 1 ) Estos entes, en la forma en que
el hombre los siente, no existen en' el mundo físico, sino deben
considerarse como productos, cuyos caracteres dependen, al
menos en parte, de la estructura de nuestro sistema nervioso.
Que por otra parte, las sensaciones del tiempo y del espacio,
son condicionadas generalmente, también por algo existente
fuera de nosotros, no es dudoso. De la misma manera, de
que la longitud de onda de ciertas oscilaciones electromagné-
ticas, determina el color que caracteriza las sensaciones lumino-
sas que aquellas provocan, ciertas propiedades de· los estímulos,
que los físicos llaman "métricas", se ponen de manifiesto en
!os caracteres espacio-temporal~ de las sensaciones resultantes.
Pero la forma en que las relaciones métricas inherentes a los
estímulos, se traducen en los caracteres espacio-temporales de
las sensaciones respectivas, se debe única y exclusivamente a
la estrnctura y organización de nuestro aparato sensorial. col:no
también son las propiedades intrínsecas de nuestra vista que
hacen, que vibraciones de una longitud de onda determinada,
nos aparecen con color rojo y otras, con color verde, etc.

LAS SENSACIONES Y EL MUNDO FÍSICO. Como resumen de


nuestras consideraciones acerca del origen y del determinismo
de las sensaciones, llegamos entonces a la conclusión, que éstas
en cada una de sus propiedades, se deben a la interacción de
factores externos, determinados por los caracteres físicos del
( 1) Una discusión de los orígenes y alcances de la teoría de rela-
tividad se encuentra en la obra del autor: La fístca conte•nporánea en
sus relaciones con la filosofía de la razón pura. Rosario, 193 7.

24
estímulo y de las condiciones inherentes al organismo afectado.
La fisiología de los sentidos, cuya tarea consiste en la investiga-
ción de las interrelaciones existentes entre los distintos estímu-
los y las sensaciones producidas por los mismos, nos enseña
por otra parte, que en general, y excepción hecha de ciertos
casos bien definidos y fácilmente reconocibles, la manera de
reaccionar .de nuestros sentidos, frente a determinados entes
físico-químicos, no varía muy apreciablemente .. Por esta razón,
en la gran mayoría de los casos, de la aparición de sensaciones
iguales, podemos deducir también la existencia de procesos
físicos de la misma naturaleza y, viceversa, a base de modifi-
caciones en nuestras sensaciones, reconocer cambios ocurridos
en el mundo físico. Estando las relaciones entre estímulos y
sensaciones, supeditadas a leyes invariables, el estudio sistemá-
tico de estas últimas, conduce de cierto modo también al
conocimiento de aquellos o sea, de los procesos que tienen
lugar en el mundo que nos rodea. Que este conocimiento
nunca puede ser absoluto, sigue del hecho de que se basa
en nuestras sensaciones, o sea un producto de la interacción
de factores físicos, fisiológicos y psicológicos que nunca podre-
mos aislar y separar entre sí. Pero este conocimiento relativo
es el único· que nos es dado adquirir, al menos, en cuanto al
mundo físico se refiere y es este en que se fundamentan, por
consiguiente, todas nuestras concepciones científicas. Los
procedimientos, mediante los cuales, partiendo de las sensa-
ciones, nuestro intelecto va edificando el conocimiento cientí-
fico, nos ocuparán en los capítulos subsiguientes.

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