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Representacion Orgica La Ontologia de Le PDF
Representacion Orgica La Ontologia de Le PDF
EN EL CAPITALISMO DELEUZIANO*†
Orgiastic Representation:
The Ontology of Leibniz in Deleuzian Capitalism
Julián Ferreyra
UBA-Conicet (Argentina)
RESUMEN
ABSTRACT
This article aims to research the ontological thesis under the conception
that Gilles Deleuze puts forward of capitalism, based on the links with
the deleuzian reconstruction of the “baroque” philosophy of Leibniz as
“orgiastic” representation. We will study a first hypothesis: that the refolds of
matter lead “naturally” to souls or monads as center of convergence, which
Praxis Filosófica
Nueva serie, No. 31, julio-diciembre 2010: 137-158.
7-16 ISSN: 0120-4688
role is to give a reason for the bodies and grant the unity of representation.
Then we will question this hypothesis for taking for granted what it aims to
demonstrate: the passage between bodies and souls. We will then present
a second hypothesis, according to which the reason of the folds and pleats,
of their convergence and their consistency, has its historical genesis; the
sufficient reason would be the differential relation that constitutes the
capitalism (dy / dx), produced by the random and contingency of universal
history (the encounter of the liberated flux of work and the liberated flux of
capital) and not, as Leibniz wanted it for the choice of God of “the best of
all possible worlds”.
Key words: Deleuze, Lebiniz, capitalism, orgiastic representation, fold.
1. Exasperación de la filosofía
Leibniz es, para Deleuze, el pensador de la genial inquietud, esa inquietud
que se refleja en su manera de hacer filosofía. Se hunde una y otra vez en
el infinito para arrancarle un concepto tras otro, una delirante cantidad de
determinaciones que llevan la marca de lo infinito, del océano en el que
140 no cesa de adentrarse cada vez que los conceptos parecen ofrecerle tierra
firme: “Creía entrar en el puerto, pero… fui arrojado en pleno mar”6. Es la
“exasperación de la filosofía”.
del siglo XVII, con 27 volúmenes de la edición de Gerhardt no ofrecen sino una parte de las obras
completas, cuya edición se inició en 1923 y aún no ha finalizado, a pesar de la participación de
350 editores). De allí la búsqueda de algún concepto o problemática unificadora (la metafísica, los
principios, la lógica, la teoría del conocimiento, el lenguaje, sus aportes a la ciencia y la matemática,
la polémica realismo-idealismo, sus enfrentamientos con Descartes, Spinoza y Locke, etc.). La
pluralidad de las inspiraciones y las creaciones de Leibniz sólo se ve reprimida por los intentos de
encontrar un punto de vista en el cual su sistema converja cual gigantesca mónada: pan-logisismo,
pan-matematismo, principialismo, visión religiosa, etc.. La estrategia de Deleuze es bien diversa:
utilizar esa inmensa obra como cantera para extraer la materia prima para construir el rival perfecto
para su propia ontología desarrollada en Diferencia y repetición (y las diferencia políticas que de
ello derivan). En referencia a los estudios ortodoxos sobre Leibniz, cf. Cassirer, E. Leibniz’ System
in seinen wissenschaftlichen Grundlagen, Meiner, Hamburg, 1998; Ortega y Gasset, J. La idea de
principio en Leibniz, Madrid, Revista de Occidente, 1967; Russel, B. The philosophy of Leibniz,
Routledge, New York, 1992; Belaval, I. Leibniz, Initiation à sa philosophie, Paris, Vrin, 2005;
Hartz, G. Leibniz’s Final System, Routledge, New York, 2007; Jolley, N. (ed.) The Cambridge
Companion to Leibniz, Cambridge, Cambridge University Press, 1995
3
Así lo interpreta, por ejemplo, A. Badiou. Cfr. su “Gilles Deleuze, The Fold.: Leibniz and
the Baroque”, in C. V. Boundas y D. Olkowski (comp.), Gilles Deleuze and the theatre of
philosophy, 1994, p. 51.
Julián Ferreyra
4
“Los conceptos, lo veremos, necesitan personajes conceptuales que contribuyan a su
definición”, Deleuze, G. y Guattari, F. Qu’est-ce que la philosophie?, Paris, Minuit, 1991, p. 8.
5
Remito para ello al esfuerzo de J. Ester, Leibniz et la formation de l’esprit capitaliste,
Paris, Aubier, 1975.
6
G. W. Leibniz, Système nouveau de la Nature, § 12, in Janet, P. Leibniz, Œuvres
philosophiques complètes, t. I, Paris, Alcan, 1900, p. 643. Citado por Deleuze en Qu’est-ce
que la philosophie? p. 27
Si aceptan la definición de que la filosofía es la actividad que consiste
en crear conceptos, diría entonces que hay dos clases de filósofos, pues
existen como dos polos. Están aquellos que realizan una creación muy
sobria de conceptos. Crean conceptos al nivel de tal singularidad bien
distinguida de las otras. Yo sueño con una especie de cuantificación de
los filósofos: se los cuantificaría según el número de conceptos que han
firmado o inventado. Descartes es el tipo de una creación de conceptos
muy sobria… A Descartes podemos asignarle cinco o seis conceptos. Es
grandioso haber inventado seis conceptos; no obstante, es una creación
sobria. Y después están los filósofos exasperados. Para ellos cada concepto
cubre un conjunto de singularidades, y después les hacen falta siempre
otros, siempre otros conceptos. Se asiste a una loca creación de conceptos.
El ejemplo típico es Leibniz, quien jamás ha cesado de crear algo nuevo7.
En frente de la sobriedad de Descartes, que se corresponde
con la ambición melancólica de reconstruir el Imperio, Leibniz se
lanza hacia el mundo infinito a través de una delirante creación de
conceptos. Pero ello no impide que Leibniz tenga, al mismo tiempo, 141
la ambición de reconstruir el mundo, y que su empresa consista en
10
G. Deleuze, Pourparlers, Paris, Minuit, 1990, p. 220, yo traduzco
Julián Ferreyra
11
Cfr. G. Deleuze, Exasperación de la filosofía, el Leibniz de Deleuze, Buenos Aires,
Cactus, 2006, pp. 20-21..
12
G. Deleuze, Différence et répétition, Paris, PUF, 1968, p. 61, yo traduzco. Las dos formas
de la representación órgica en Diferencia y repetición son la representación órgica de lo
infinitamente pequeño y la representación órgica de lo infinitamente grande. La primera
remite a Leibniz, la segunda a Hegel. Nos limitamos en estas páginas al caso de Leibniz.
13
Ed. cit. p. 63.
infinito”14. Pero el infinito permanece de todas formas atado a los “imperios
minúsculos”15, al decirse de ellos. Ellos, por su parte, permanecen atados al
infinito. Lo infinito como despliegue de lo finito, lo finito como pliegue de lo
infinito: reencontramos allí el movimiento agitado del océano barroco.
La representación finita se transforma en una variedad de determinaciones
finitas; los “imperios minúsculos” reemplazarán al Imperio despótico. Por
un lado, cada uno de los imperios minúsculos (Estado, ciudad, corporación,
sujeto) nos conduce al flujo infinito del capital en el cual no cesan de
ahogarse, de disolverse. Por el otro, cuando seguimos el flujo infinito del
capital, nos vemos arrastrados hacia los imperios minúsculos que forma.
Pliegue y despliegue: el infinito se refleja en lo finito, lo finito en lo infinito.
Todo se derrumba, pero en ese derrumbe, encuentra su consistencia. Una
nueva forma de dominación para una nueva estructura secular de poder.
Leibniz es, para Deleuze, la figura de aquel que ha enfrentado al infinito
y se ha unido al nuevo amo: el flujo mutante del capital que subsume
bajo la forma de la identidad de la representación órgica al mundo que se
desvanece poco a poco en lo infinitamente pequeño, en el seno mismo de su 143
desvanecimiento. Somos todos infelices: los capitalistas, los proletarios, los
14
Ibíd.
15
Tomamos el concepto de “imperio minúsculo” del análisis del capitalismo material
realizado por F. Braudel: “La ciudad ya no existe, en tanto tal, más que enfrentada a una
vida inferior a la suya, y la regla no tiene excepción (…) No hay ninguna ciudad, por
pequeña que sea, que no tenga sus pueblos, su fragmento de vida rural anexada, a las que les
imponga la realidad de su mercado (…) Es necesario, para ser, dominar un imperio, aunque
sea minúsculo”, F. Braudel, Civilisation matérielle, économie et capitalismo, Paris, Armand
Colin, 1979, t. I, p. 549, yo traduzco.
16
Cfr. Deleuze, Différence…, ed. cit. p. 61.
17
Ed. cit. p. 62
Como todas las definiciones de Deleuze, la de representación órgica nos
confunde más de lo que nos orienta. Nos hará falta una larga pedagogía del
concepto para comprender su sentido. De ello tratan estas páginas.
4. Domar el infinito
El pliegue no afecta únicamente a las materias (fieltro, resina, gasa),
sino que “determina también y hace aparecer la Forma”29. El pensamiento
en términos de forma y materia característico de la representación orgánica
se derrumba para dar lugar al Barroco, es decir, al mundo pensado en
Julián Ferreyra
24
Ed. cit. p. 129.
25
Ed. cit. p. 9.
26
Cfr. G. Deleuze y Guattari, F. L’Anti-Oedipe, Paris, Minuit, 1972, p. 7
27
Deleuze, Le pli, ed. cit. p. 12.
28
Cfr. Ed. cit. p. 5
29
Ed. cit. p. 49.
términos de pliegues. Tanto la materia como la forma siguen cumpliendo
un rol en esta nueva imagen del pensamiento, pero ya no se trata de una
forma que determina la materia. El pliegue es en el Barroco el elemento
genético, que se despliega como un doble doblez (Zwiefalt30): de un lado
la materia y del otro la forma, “siguiendo la diferencia que no deja de
desplegarse y replegarse en cada uno de los lados”31.
¿Qué quiere decir esto? Que en el nuevo mundo hay individuaciones,
incluso identidades. Hay formas. Pero el modelo no es más la forma-
materia de la representación orgánica en el seno de la cual el proceso de
la individuación iba “de lo general a lo especial, por diferenciación de
un campo inicialmente indiferenciado”32, sino el modelo que nos provee
el cálculo diferencial (el nuevo modelo de matemáticas que Leibniz y
Newton, se esforzaban por desarrollar en el siglo XVII – volveremos a
esto dentro de un instante):
El objeto no se define más por una forma esencial, sino que alcanza una
funcionalidad pura, como declinando una familia de curvas encuadradas
por parámetros, inseparable de una serie de declinaciones posibles… El 147
nuevo estatus del objeto no se relaciona ya con un molde espacial, es decir
con una relación forma-materia, sino con una modulación temporal que
35
Deleuze, Le pli, ed. cit. p. 24. .
36
Cfr. Engler, A., Müller, D., Vrancken S. y Hacklein, M. El cálculo diferencial, Santa
Fé, Ediciones UNL, 2007, pp. 5, 16. Cfr. también Bourbaki, N. Eléments d’histoire des
mathématiques, Berlin, Springer, 2007 y Dahan-Delmedico, A. y Pfeiffer, J. Une histoire
des Mathématiques, Paris, Seuil, 1986
La nueva función del triángulo no es ya delimitar el espacio (codificarlo)
si no abrirse al infinito que estaba reprimido por la codificación
(decodificarlo): una nueva función que muestra lo irracional que se oculta
detrás de toda racionalidad supuesta.
La fábrica, si retomamos el ejemplo práctico del “post-scriptum”,
puede concebirse como un molde triangular que impondría una forma a una
materia. Es una forma cerrada, según la lógica de las matemáticas estáticas:
los tres lados del triángulo. He aquí el rol ya señalado por Michel Focault
al encierro y la disciplina: imponer una forma a la materia humana37. El
triángulo que vemos en la figura tiene sin dudas un vértice, una cúspide: 149
el punto C. Pero esta cúspide no nos ofrece la ley del molde triangular. El
41
Deleuze, Le pli, ed. cit. p. 53
42
“Es por ese motivo que las formas se pliegan en Platón, pero no se alcanza el elemento
formal del pliegue. Este no puede aparecer más que con el infinito en lo inconmensurable
y la desmesura, cuando la curvatura variable ha destronado al círculo”, ed. cit. p. 53, yo
subrayo.
43
Deleuze, Différence…ed. cit. p. 147.
44
Deleuze, Le pli, ed. cit. p. 50.
irracional x, que se desprende del triángulo y lo supera, encontraremos
la ley del socius, esta derivada que le permitirá a Leibniz solucionar los
problemas que el nuevo mundo nos plantea. No encontraremos la ley del
capitalismo entre los muros de la fábrica (con el cálculo del plus-valor
como diferencia racional entre las horas de trabajo y el trabajo necesario),
sino a partir de ese elemento que se desprende de la fábrica y que, en
su entrelazamiento con el cuerpo social, va a lograr imponer su ley tanto
al a fábrica como al resto de los imperios minúsculos del siglo, tanto a
los dispositivos disciplinarios como a los biopolíticos, e incluso al poder
soberano de la modernidad. Podemos ubicarnos en el interior de los
diversos triángulos que encontramos en la práctica cotidiana de nuestro
tiempo (como el triángulo Papá / Mamá / Yo tan caro al psicoanálisis)
pero hay que encontrar el arco del círculo que de ellos se desprende para
empezar a comprender nuestro socius (capitalista).
Son los pliegues mismos de la materia pura los que nos llevan hacia el
elemento formal que los determina. Y es el elemento formal el que nos lleva
hacia la ley de la representación órgica: la razón de la variación perpetua, 151
la razón suficiente como unidad del mundo. La tarea de esta unidad no es
47
“Pli-de-deux”. Cfr. Deleuze, Le pli, ed. cit. pp. 16, 42 y 163, y Diferencia, ed. cit. p. 90.
48
Deleuze, Le pli, ed. cit. p. 42.
desocultamiento. Para Deleuze esta “diferencia ontológica”49 es lo que liga
y diferencia las almas y las materias en Leibniz, permitiendo domar el caos
de la pura diferencia, reprimiendo el fondo ontológico. Los repliegues de la
materia remiten a los pliegues íntimos del alma, de la misma manera que el
juego del ocultamiento y el desocultamiento del ente en Heidegger remite
al ser. Si seguimos la textura del fenómeno, pasamos del otro lado.
Era necesario reencontrar la fuerza, en sentido nietzscheano, el poder, en
el sentido particular de la “voluntad de potencia”, para descubrir ese afuera
como límite, horizonte último a partir del cual el ser se pliega. Heidegger se
precipitó demasiado, plegó demasiado rápido, y ello no era deseable: de allí
el equívoco profundo de su ontología técnica y política, técnica del saber y
política del poder50.
Cada flujo, cada serie (la de trabajo, la del capital) tiende hacia su límite.
60
Deleuze, Différence… ed. cit. p. 66.
61
G. Deleuze, y Guattari, F. ed. cit.
62
“La expresión ‘diferencia infinitamente pequeña’ indica que la diferencia se desvanece
respecto a la intuición”, Deleuze, Différence…ed. cit. p. 66.
63
Cfr. Deleuze y Guattari, ed. cit. p. 270.
64
Cfr. Braudel, ed. cit. t. I, pp. 488-593.
65
Marx, K. El capital, trad. P. Scaron, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975, p. 47
Dx, dy ya no son cuantos, ni siquiera deben tener tal significado, sino que
tienen un significado sólo en su relación, tienen un sentido sólo como
momentos. No son más algos, si se toma el algo como cuanto, no son
diferencias finitas; pero tampoco son nada, tampoco son el cero carente
de determinación. Fuera de su diferencia son puros ceros, pero deben ser
tomados sólo como moentos de la relación, como determinaciones del
coeficiente diferencial dy / dx66.
66
Hegel, ed. cit. p. 326.
67
Deleuze, Le pli, ed. cit. p. 67.
68
Ed. cit., p.p. 80-81.
69
Deleuze, Différence…ed. cit. p. 69.
70
Cfr. Deleuze, Le pli, ed. cit. p. 64.
Pero, justamente, esta condición de lo “mejor” no es más que un efecto
ideológico: en realidad quiere decir, solamente, que una relación diferencial
determina un mundo. Si concedemos que esta relación es contingente
e históricamente determinada, tenemos que este mundo “mejor” es una
también una opción contingente, y no fundada en la naturaleza de las
cosas. El hecho de que el capitalismo funde su potencia en esta relación, el
hecho de que esta relación se haya transformado en la “ley” de las series y
de los términos, el hecho de que la máquina social funcione reprimiendo
toda divergencia de las series que podría hacer estallar su representación,
no permiten concluir sin embargo que este mundo sea efectivamente el
“mejor”. He aquí lo que denuncia Deleuze. La dominación de lo mejor es,
en muchos sentidos, más terrible que la del Bien. No debemos dejarnos
abatir por el peso axiológico de la palabra: en efecto, puede ser que el
fin de lo Mejor sea la condición de una vida más alegre. Nos parece que
ese sendero es abierto por la riqueza del análisis del capitalismo realizado
por Deleuze con la contribución de Leibniz como personaje conceptual
158 nos permite realizar un diagnóstico preciso de nuestra situación actual.
Al no ser “natural” sino engendrado en el juego de las relaciones entre
existentes en el curso de la historia, nos permite entrever la posibilidad de
la generación de formas sociales alternativas. Queda por analizar cuáles
podrían ser esas formas, que no sea ni imperial ni capitalista, y donde la
dominación se torne liberación. Pero será cuestión de trabajos futuros.
Julián Ferreyra