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07 Palindromos PDF
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lecciones/documentos de arquitectura
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dirección colección
JUAN MIGUEL OTXOTORENA
dirección ejecutiva
JOSÉ MANUEL POZO
coordinación
CÉSAR MARTÍN
maquetación
IZASKUN GARCÍA
MARGARITA SOTOMAYOR
edición
T6 EDICIONES
impresión
GRÁFICAS IRATI
depósito legal
?????????????
ISBN
84-89713-60-X
T6 ediciones S.L.
Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad de Navarra
31080 Pamplona. España. Tel. 948/425600. Fax 948/425629
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación, incluyendo el diseño de cubierta, puede reproducirse, almacenarse o
transmitirse de forma alguna, o por algún medio, sea éste eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia sin la previa
autorización escrita por parte de la propiedad.
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Presentación
En esta primera conferencia hablaré de tres aspectos que creo que son
constantes en mi obra. Uno es la racionalidad. Soy arquitecto desde el
año 1953; en aquel momento, la batalla era tremenda, la enseñanza era
espantosa, realmente espantosa; la Guerra Civil había hecho que los
pocos arquitectos de interés se hubiesen marchado o estuviesen supri-
midos de la Escuela. Teníamos una enseñanza puramente teórica; tan
teórica que incluso nos hizo no fijarnos en algunos de los escasos pro-
fesores que teníamos, que eran personas de gran interés, como Jujol, el
colaborador de Gaudí, hoy situado a su misma altura y, para algunos,
incluso mayor. Le conocí como un viejo con caspa, aunque tenía, segu-
ramente, diez años menos de los que yo tengo ahora; era tan viejo como
os puedo parecer yo a vosotros en este momento. Otro profesor extraor-
dinario era Rafols, profesor de Historia del Arte; una persona sobre la
que, precisamente, acabo de escribir un pequeño artículo para una
exposición sobre su obra que se celebra el mes que viene en Barcelona.
También fue un gran docente, un gran profesor; a estos dos los recuer-
do vivamente. El resto, claro, era gente que tenía un concepto de la
arquitectura absolutamente trasnochado, pues recomendaban una
arquitectura clasicista, decían ellos, aunque de clásica no tenía nada. Se
trataba de una arquitectura puramente retórica, y los estudiantes tenía-
mos que ser, por fuerza, autodidactas; aprendíamos leyendo lo que
encontrábamos.
Eran esos unos arquitectos que estaban en una fase posterior a aquélla
en la que estábamos nosotros. Ellos luchaban ya contra la falsa moderni-
dad. En Italia se estaba haciendo arquitectura de consumo, pero ellos
buscaban mucho más. Querían profundizar en lo que realmente eran los
principios del movimiento moderno y producir una arquitectura que a la
vista parecía todo lo contrario de lo que era la teoría del movimiento
moderno. Decían que no era necesario que un edificio fuera horizontal
para ser moderno, que una ventana era un ventana... debía tener la pro-
porción de una ventana, y que no tenía porque ser rasgada de lado a
lado. Había una serie de cosas que discutían muchísimo entre ellos;
constituían todo un movimiento en Italia. Y esa Italia de los años 50, que
visité muchísimo, influyó mucho en Barcelona, porque conmigo también
estaba un gran entusiasta de la arquitectura italiana como es Oriol
Bohigas. Oriol Bohigas y yo fuimos profesores en la Escuela, hasta que
nos expulsaron en el año 66; influimos mucho en los estudiantes; también
lo hicieron las revistas italianas, sobre todo Casabella, que dirigía Rogers,
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Casa Villavecchia
en Cadaqués, 1960.
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Creo que en ella se ven claramente todos estos aspectos que estoy
comentando. Por una parte, en aquel momento, en Cadaqués -un pueblo
de una gran belleza- había una teoría sobre la casita de pescadores y
sobre sí tenía que tener o no todos los elementos clásicos de las casitas
de pescadores. Esta casita era para unos amigos pues, naturalmente, lo
primero que se hace siempre es para amigos. Era una casa que estaba
en el Puerto de Cadaqués, un sitio muy bonito, precioso.
Otro aspecto que nos importó mucho fue la iluminación. Ahí sí que llega-
mos a la conclusión de que había que buscar una iluminación que favo-
reciese que la gente estuviera sentada. En aquella época éramos machis-
tas y decíamos que era por las mujeres, hoy supongo que diríamos que
sirve para todos. La idea de la iluminación que se nos ocurrió consistió en
una iluminación bastante repetida, pero baja. Hicimos unas lámparas que
eran una copia directa de una de Gardella. Él había hecho esta lámpara
con un globo con una forma un poco extraña, pero nosotros la pusimos
con el globo redondo. Y fue tan amable que cuando las vio nos dijo: "hom-
bre, en el fondo es un honor para mí que me copiéis, e incluso que haya
quedado más bonita".
En esta época, por esas cosas que pasan cuando al principio uno tiene
estos extraños encargos, nos pidieron realizar la fábrica Montesa de
motocicletas. Fue una experiencia interesante, porque dentro de esta
racionalidad y modernidad, llegamos hasta las últimas consecuencias y
llegamos a meter la pata. Porque, en aquella época, en los 50, había ya
una serie de gente muy consciente de lo moderno y de lo nuevo, y enton-
ces venía la trampa de la industria, y del comercio sobre todo.
Esta fábrica tenía unas naves que construimos con Durisol, que era un
material nuevo, estupendo que, teóricamente, lo aguantaba todo; era
muchísimo mejor que el hormigón y que el ladrillo, y se construía con
unas piezas que iban colocadas unas encima de las otras y que eran una
maravilla.
ron: "ah, bueno, es que el Durisol aguanta lo que le eches, pero eso sí, es
poroso". Pues, vaya gracia... Esto nos hizo retroceder en bastantes cosas.
Dos años después, a principios de los 60, nos encargaron otra fábrica y
dijimos: esta vez ladrillo, mondo y lirondo, nada de materiales estúpidos.
Se trataba de una fábrica muy curiosa, muy bonita, una fábrica de tejidos
de yute, que ya existía. Añadimos unas naves y estudiamos todo el siste-
ma de edificación con ladrillo, estuvimos analizando todas las piezas que
había, por qué existían, etc. Esto, como decía antes, era herencia directa
de la postura italiana de estudiar a fondo la racionalidad y llegar muchas
veces a soluciones que ya se habían hecho, conscientes de que no hay
porqué despreciar la historia, ya que en la historia hay lecciones impor-
tantísimas y tenemos que ser respetuosos con ella. Con este edificio, lle-
gamos a esta conclusión. Tras estudiar la tecnología del ladrillo y después
de compararlo con los antiguos edificios de la fábrica, también atendía-
mos a otra cuestión respetando el interés por el ambiente circundante y
el lugar donde se insertaba la arquitectura.
Una experiencia muy útil para todos nosotros es la casa propia. Mi casa
la realicé en Cadaqués en el año 63. En realidad no era nada más que la
parte de arriba, dos pisos de un bloque. Se entraba por la calle de atrás.
Estaba el puerto cerca, y la vista del mar era muy bonita. La verdad es que
fue una experiencia para mí importantísima, porque me sirvió para poner
en práctica cosas en las que creía; y he de decir que, con diez años de
profesión, había llegado a una madurez suficiente, porque no recuerdo
haberme arrepentido de casi nada. Algo de lo que años después sí me
arrepentí fue la falta de un cuarto de baño más. La diferencia del uso del
cuarto de baño del año 63 al año 83 es enorme, parece mentira, pero ha
cambiado radicalmente. Cuando veáis proyectos de los años 50, incluso
de los 40, os daréis cuenta de lo curioso que resulta observar los pocos
cuartos de baño que tienen, cuando hoy cualquier vivienda que hagamos
tiene una cantidad muy superior. Es la única cosa, seguramente la única
experiencia en cuanto al uso, que habría cambiado si hubiera hecho la
casa nueva. Pero ya era demasiado complicado añadirlo después.
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fue la primera idea, lo que pasa es que acabaron siendo cinco casas
grandes. Era gente con mucho dinero y tampoco les importaba y, en cam-
bio, cada vez necesitaban una cosa más: si la niña se casa hará falta
esto... Y si el niño se casa hará falta no sé que… El resultado es que hay
cinco casas grandes.
apartamentos con dos plantas. Este trabajo, que fue arduo y terrible, tuvo
naturalmente un problema, que os encontraréis también vosotros: el poco
respeto que nos tiene la sociedad, también ahora que somos mayores;
cuando somos jóvenes, menos todavía. Hubo una serie de discusiones
de ir para atrás y para adelante y sólo se llegó a realizar una isla.
Este hombre estaba muy ocupado en Madrid y nos llamó por una coinci-
dencia familiar (su hermana era pariente de una cuñada de Alfonso Milà)
para preguntarnos si nosotros queríamos hacer la dirección de obra.
Naturalmente era tal la penuria de nuestra obra, que dijimos que por
supuesto. Pensamos que con esta dirección de obra íbamos a aprender
a hacer edificios altos, ya que no habíamos hecho ninguno. Estando en
éstas fue cuando presentó el proyecto en el Ayuntamiento de Barcelona,
y dijeron que era demasiado feo, y él mismo nos preguntó si éramos
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Pasamos a otra cosa que hicimos en esa época. Ideamos unos emparri-
llados para colocar los aparatos de aire acondicionado en las ventanas,
porque, aunque no se hacían edificios con aire acondicionado, entendía-
mos que por lo menos tenía que estar preparada su instalación.
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Lo curioso del caso es que aquí habíamos empezado con la primera tien-
da en Badalona (nos dieron un premio de los 25 años de premio FAD
como mejor interior) e hicimos un análisis de cómo se podían presentar
estas máquinas. Habíamos llegado a la conclusión de que necesitába-
mos un ambiente muy masivo ya que era absurdo exponer una máquina
-una cosa muy delicada, con elementos muy finos- utilizando también ele-
mentos muy finos que al final entraban en contraste totalmente con la
máquina. Decidimos que tenía que ser lo contrario, cosas muy masivas,
y que dejasen la máquina por su cuenta. Lo hicimos todo en blanco por-
que las máquinas tenían en esa época unos juegos de colores que había
inventado Máximo Vignelli, a quien conozco; nos vemos mucho y siempre
me río de la Valentine, una máquina roja muy bonita que él diseñó y que
debe el nombre a su hija.
Hicimos una casa para unos amigos en las afueras de Madrid. Esta casa
concentra en gran medida todo lo que habíamos ido experimentado en
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todas las anteriores con el uso de los materiales. Hemos sido siempre
grandes defensores del tejado de teja, que funciona estupendamente. En
este racionalismo inicial me acuerdo de un día en que estábamos discu-
tiendo sobre el agua en las cubiertas y la cubierta ideal… Había un artí-
culo en la revista "Architectural Review" sobre las bóvedas, las ventajas de
las bóvedas al evacuar el agua. Pero claro, las bóvedas tenían un proble-
ma: las juntas de dilatación; había que hacer entonces una forma especial
para cubrir la junta de dilatación, y si la bóveda era un poco grande, había
que hacer varías. Y seguimos el razonamiento hasta llegar a que lo mejor
es que hubiese muchas juntas de dilatación y que fuesen fáciles de colo-
car y de sustituir. Es decir, descubrimos el tejado de teja: es una maravilla
pensar que se inventó una pieza que si se pone para arriba evacua el
agua y para abajo la misma pieza hace de canal. Toda esta cubierta está
llena de canales, expulsa perfectamente el agua, son perfectamente dila-
tables y contraíbles. Utilizamos el tejado de teja siempre que podemos. En
esta casa, naturalmente, lo pusimos en práctica.
caído. Todo al final se redujo a una señorita que lleva una máquina de
fotos en la mano y el flash, flash que era la luz del restaurante. El resto era
blanco, estábamos utilizando la experiencia de las Olivetti, pero con la
diferencia de que la decoración la daba la fotografía. En este local tam-
bién jugamos con los desniveles para que el fondo tuviese más partici-
pación del conjunto y al entrar se viese la gente del fondo, ya que es un
local bastante profundo. En la fachada utilizamos un juego de círculos,
revistiendo la fachada de vidrio con un papel blanco por detrás. La ver-
dad es que es un restaurante que se ha mantenido y que todavía hoy fun-
ciona muy bien.
Una cosa curiosa fue la fachada a la calle Mallorca. En las casas del
ensanche de Barcelona, las primitivas, Cerdá había diseñado que las
manzanas se edificaban en dos lados nada más, en el Paseo de Gracia
se edificaba el Paseo de Gracia, y en la calle Mallorca no había edifica-
ción. Luego esto cambió. Las casas edificadas al principio, estaban pen-
sadas con idea de que detrás no tuviesen nada, y tenían unas galerías
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que íbamos a arreglar, la habían derribado. Por lo visto, los del derribo ya
la tenían pactada y comprada para vender todos los balcones, la piedra...
y la derribaron corriendo antes de que se pudiera hacer nada. Como el
proyecto ya estaba hecho e incluso lo habíamos presentado en una expo-
sición en el Colegio de Arquitectos, el alcalde estaba muy contento, el
director del Instituto me dijo: "por favor, no digas nada, esto es un escán-
dalo terrible". Entonces lo único que exigí es que quería ver el edificio tal
como estaba proyectado; y se hizo lo que hay ahora, hecho todo con pie-
dra artificial.
diarlo. Hicimos con mucho cuidado el estudio del moldurado para la rigi-
dez de las placas, y del interior, con la portería, sin porteros cocinando
con ajos.
El edificio principal que hicimos, la verdad es que estaba muy bien, racio-
nalmente planteado por Martorell y Bohigas. Da gusto hacer arquitectura
en algo que tiene unas dimensiones en las que caben los baños en el
medio. He de decir que hacía muchos años que no hacíamos edificios de
viviendas; hemos hecho muy pocos, y tuvimos la suerte -la curiosidad- de
que la que se vendió primero entera fue la nuestra, se ve que a la gente
le gustó la distribución que hacíamos. En los laterales, todas tienen su
terraza, sin embargo las de adelante no podían tener terrazas y tenían
balcones. En la fachada de atrás, los salientes coinciden con las cocinas,
cosa que gustó mucho pues las cocinas tienen una especie de mirador
muy apreciado.
El gran proyecto que hicimos con los Juegos Olímpicos fue el Anillo
Olímpico. La verdad es que fue una suerte, porque fue un concurso que
ganamos y al que se habían presentado Isozaki, Gregotti, Bofill, Sáinz de
Oiza con Moneo y un alemán que ya no recuerdo ni como se llamaba, que
propuso el Consorcio Olímpico. Tuvimos la suerte de ganar el proyecto
del conjunto, y cuando, además, encargaron los edificios separadamen-
te, a nosotros nos encargaron el estadio junto con Gregotti.
Detrás hay una historia muy larga y voy a explicarla deprisa. Una parte
negativa es la torre, que me niego a calificar porque lo haría de una mane-
ra más que jocosa. Este elemento está hecho por un personaje al que
conocí con este motivo y no tengo más ganas de volver a ver. En su posi-
ción, planteábamos un cilindro de 100 metros, porque habíamos obser-
vado que el estadio tenía una simetría, rota por la asimetría de la torre.
Esto hacía que todo el conjunto fuera un conjunto de asimetrías; la expla-
nada olímpica está dividida en tres niveles, los elementos colocados en
un nivel se sitúan en el lado opuesto a los elementos del otro nivel. Estos
elementos, las luminarias, los pórticos, el verde... todos subrayados con
este elemento vertical. En vez de vertical, salió esta lamparita cursi
ampliada hasta el aburrimiento. He de decir que todo turista que llega, lo
primero que fotografía es la torre.
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Hay una cascada que divide los niveles, definía la parte central y marca-
ba el eje, ya que las luminarias están sólo en un lado y la cascada termi-
na en una escalinata curva que no está en el otro lado; y aparecen unos
pórticos que Isozaki incluyó en su edificio.
Una cosa muy pequeña (pero muy atractiva) que hicimos en Madrid con
mucho entusiasmo: una Sala en la Academia de San Fernando para las
planchas de Goya. Nos pidieron que hiciésemos una forma que sirviera
para poderse sentar, para que los estudiosos puedan ver los detalles y
estudiarlos, y sin molestar a la persona que está de pie.
Paso a hablar ahora de una piscina que hemos hecho hace poco en una
casa que habíamos construido hace años. La traigo porque a mí me hace
particular ilusión. Esta piscina tiene un borde a modo de cascada, de tal
forma que no se ve la diferencia entre el mar y la piscina, que está a 30
metros sobre el mar. Queda en continuidad y claro, el estar dentro de la
piscina con la participación del mar es estupendo.
Con esto termino, como veis hace rato que casi no tengo voz. Gracias.
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Mi visión de Barcelona
Hablaba ayer de cuando éramos alumnos de Jujol, que para nosotros era
un señor con caspa, del que nos reíamos, un viejo que tenía probable-
mente 10 años menos de los que tengo yo ahora, y no sabíamos qué
había significado el modernismo; Gaudí, para nosotros, y siempre lo digo
cuando me preguntan, era el autor de una casa que veíamos cuando nos
llevaban de la mano paseando por el Paseo de Gracia a los cinco o seis
años, que nos parecía muy fea, de mal gusto; se llamaba la Pedrera, y a
nosotros nos hacía mucha gracia porque había unos pajarracos en el bal-
cón, unos loros enormes… Ese es el primer contacto que recuerdo tener
con Gaudí. Las cosas pasan de una manera y es bastante difícil tener una
opinión marcada y grabada pero, en cambio, con los años te das cuenta
de que has vivido en un sitio con unas características muy determinadas;
lo que quería hoy es, comentar, por una parte, las obras que se han
hecho en Barcelona en estos últimos años y, por otra, remontarme en la
historia, que es la que explica todo esto, la que explica qué es una ciu-
dad tan especial como Barcelona. Cuando uno nace y vive allí le parece
lo más natural y se imagina que en todas las demás ciudades pasa lo
mismo, y cuando vas conociendo otras ciudades es cuando mejor ves las
características de tu ciudad, que siempre responden a la historia que hay
detrás.
Barcelona es una ciudad gótica, una ciudad que fue muy importante en la
época medieval, un puerto del Mediterráneo, muy importante para la
Corona de Aragón y, sobre todo, muy comercial. Fue una ciudad que tuvo
comercio con todo el Mediterráneo y un interés estratégico grande para
las posesiones aragonesas del Mediterráneo; y se creó un tipo de arqui-
tectura que es siempre lo mismo, ya que la arquitectura y el poder van
siempre juntos. Pero Barcelona tiene un gótico muy superior al de otros
sitios. Es algo que se acaba descubriendo después de ver las catedrales
francesas; se da uno cuenta de que el gótico catalán es un gótico que, si
no es superior, por lo menos es de la misma categoría que pueda ser el
gótico francés; para mí es superior, creo que el gótico de Cataluña tiene
un algo ibérico, austero, que no tiene el gótico francés. Barcelona convive
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con este gótico desde siempre; las iglesias son lugares donde se celebra
la vida de Barcelona, como Santa María del Mar, que es una iglesia mara-
villosa. Son iglesias que se usan constantemente, la gente va a misa,
matrimonios, funerales… sobre todo los funerales, que es la única cere-
monia que queda de respeto a la persona fallecida, en Santa María de Mar
se celebran de un modo impresionante. La ciudad vive con este gótico.
Barcelona, a principios del XIX, tiene una verdadera presión física porque
no puede salir de las murallas y, en cambio, está creciendo enormemente,
ya para entonces -avanzado el siglo XIX- coincide con la caída de España
a nivel internacional, se pierden las colonias. Se acaba entonces el casti-
go para Barcelona y se produce el estudio del Plan Cerdá, el ensanche de
Barcelona. Proporcionalmente, Barcelona es la ciudad (creo que Budapest
también, aunque no tanto) con mayor crecimiento en el siglo XIX. El salto
es tremendo, y lo interesante de este salto es: primero que, de repente, se
convierte en una ciudad muy moderna, de la más modernas de Europa en
cuanto a trazado, un trazado que se ha empleado en los Estados Unidos,
y es también una ciudad en la que se debe construir muchísimo, con lo
que, volvemos de nuevo a la arquitectura. Naturalmente aparece una
arquitectura fundida en un conjunto, y por eso hablo del progreso intermi-
tente, porque empieza una segunda fase de progreso importantísima. Un
momento en el que Cataluña toma conciencia de su identidad nacional, en
la segunda mitad del siglo XIX, con una burguesía muy fuerte que llega a
influir en el gobierno central de Madrid, y esta burguesía es la que decide
la nueva arquitectura y la ampliación de la ciudad.
Por otra parte, se produce un resurgimiento del idioma catalán, que había
estado prohibido con el final de la Guerra de Sucesión (se habían repri-
mido todos los escritos en catalán), y la cultura catalana revive. Se pro-
duce un fenómeno curioso: los arquitectos de esta época son gente que
se encuentran con una situación en Europa de vuelta al gótico. El neogó-
tico es el estilo que se había establecido en Inglaterra, en Alemania, etc.
¿Qué significa el Plan Cerdá con este trazado de calles rectas? Hace que
para los que hemos nacido en Barcelona en el siglo XX sea como una
norma aceptada por todo el mundo, que tiene el inconveniente para los
que nacimos en estas rectitudes de que nos pase lo que me pasó a mí
ayer en Pamplona. Estuve una hora y diez minutos para encontrar el cami-
no hasta el hotel, porque cada vez que me decían "siga recto", me encon-
traba con un sitio que recto no era y ¿cuál es recto?, porque hay una calle
hacia la derecha y otra un poco hacia la izquierda, y efectivamente cogí
la de la izquierda y se ve que "la recta" era la de la derecha. No son ciu-
dades rectas como Barcelona donde te dicen "recto por allí" y no te con-
fundes porque, efectivamente, va recto.
La obra final de Gaudí. Gaudí pasa los últimos años de su vida metido
completamente en la Sagrada Familia, un edificio del modernismo donde
influyen las fuerzas vivas de Cataluña. Es muy curioso que el modernis-
mo no produzca ningún edificio oficial, hay edificios para la Iglesia, que
sí participa en el modernismo, y para instituciones privadas.
La casa Milá del Paseo de Gracia creo que es lo mejor de Gaudí. Es muy
interesante en muchos aspectos y está construida con dinero de burgueses.
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Una obra de Coderch de entonces, de esa época de los años 50, una
obra un poquito oficial para el Instituto de la Marina, en la Barceloneta. Es
un edificio de viviendas que hizo después de haber hecho una serie de
casitas a particulares en Sitges, debió de ser el primer edificio alto -creo
que tiene cinco plantas- que construyó.
Por otro lado, Bohigas encarga una serie de plazas. La idea de Bohigas
es muy inteligente, una idea admirada en el resto del mundo. Había un
plan de urbanismo en Barcelona muy complicado cuando estudiamos los
planes de urbanismo en los años 50 y 60; recuerdo nuestra relación con
Italia, el famoso Piano Regolatore de Milán, una cosa tremenda, desco-
munal, que traía ríos de tinta, discusiones en Milán a gritos... Pero Milán
seguía siendo un caos y llegamos a la conclusión de que en todos estos
planes tan importantes resulta que nunca se hacía nada, nunca se empe-
zaban. Bohigas llegó a la conclusión de que lo que en Barcelona se tenía
que hacer era, por de pronto, actuaciones puntuales; eran mucho más
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importantes estas actuaciones puntuales para que la gente las viese, que
la gente participase y se creara entusiasmo para que, después de las
puntuales, llegasen otras actuaciones más importantes. Por todo esto se
hace una serie de plazas y él –naturalmente- nombra a dedo a los arqui-
tectos que las diseñaron.
La Plaza Real, que realicé yo. Ya expliqué ayer que el único cambio que
hicimos era el del pavimento, cambiando la cota del centro.
El Parque del Escorxador, realizado por Galí, creo que uno de nuestros
mejores arquitectos actualmente. Este parque también tiene muchas que-
jas porque parte del parque está pavimentado, y salen las críticas de las
plaza duras. Naturalmente la oposición de derechas tiene empeño en
desacreditar todo lo que se está haciendo, y este empeño inventó las pla-
zas duras. Éste es, hoy día, un parque lleno de árboles. En aquel momen-
to tenía unos pirulís recién plantados; no se puede esperar que los árbo-
les aparezcan de un día para otro. A mí me parece una cosa estupenda;
y cuando han crecido los árboles nadie más ha hablado de plaza dura.
Es curioso el hecho de la incorporación del arte a la arquitectura.
Podemos verlo cuando Galí pone la escultura de Miró en la plaza del
Escorxador.
por la que tienen que pasar miles de personas, la gente que va al estadio,
pero sobre todo la gente que va al Palau San Jordi en el que caben 17.000
personas... Y todo esto nos preocupaba muchísimo. Una vez ganado el
concurso, recuerdo que estaba en Nuremberg viendo el trabajo de Speer
para Hitler y vimos con alegría que la anchura del estrado era de 300
metros; lo tuvimos que contar con el cuentakilómetros del coche por lo
grande que era, y era el doble que lo nuestro; y pensamos, bueno, no es
tan grande, e incluso en un momento dado, llegué a pensar si no era
pequeño y nos estábamos creyendo que era muy grande... Porque real-
mente no hay referencias, y sigue sin haberlas; a pesar de lo mucho que
hablen, tuvimos discusiones tremendas. Me decían los alumnos que la
arquitectura hoy día se proyecta para ir en moto o en coche. Me acuerdo
que dije: en el Anillo Olímpico nadie va a ir ni en coche, ni en moto, está
prohibido. Tienes que ir a pie y la escala sigue siendo la de las personas,
y seguirá siendo así mientras el hombre no cambie fisiológicamente.
En cambio, con Bofill no fue lo mismo. Bofill es como es. Hubo que cam-
biar la colocación de su edificio por una serie de razones, que no voy a
explicar ahora; hubo que colocarlo al final. Le propuse hacer el edificio
como el último nivel de la explanada olímpica, con un pórtico y de ahí
hacia abajo. Él estaba metido en el post-modernismo francés más gro-
tesco y no había una fórmula en la que se pudiera basar. Además, un
colaborador francés me dijo: "que modegno egues Fedeguico", porque le
proponía un edificio que fuese curvo. Creo que la razón era que quería
poner el mismo edificio que había proyectado, y llegó a decirme -porque
la cosa tenía difícil salida- en una reunión con Maragall: "tú quieres que
arregle tu proyecto con mi edificio". Y le contesté: "a mí tu edificio no me
puede interesar menos, tengo resuelto con un pórtico el final de mi pro-
yecto, tú haces detrás lo que te de la gana". Esto es lo que tenemos, el
resultado de la terquedad por no querer colaborar. Lo siento, porque me
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Guernica estaba al aire libre. Pero, insisto, ¿por qué no se hace una repro-
ducción del Guernica?, pues se ve que esto es un pecado artístico. Pero,
¿estamos reproduciendo el edificio y no se puede reproducir el cuadro?
Si estamos haciéndolo por cuestiones didácticas y ponemos el edificio
reproducido sin ser el auténtico, ¿por qué de repente con el cuadro tene-
mos que tener otro criterio? Al edificio le va muy mal tener una pared
vacía donde estaba el Guernica. Esta discusión no ha servido para nada;
ahí sigue la pared en blanco ¿por qué no se pintaba de negro?, ¿por qué
de negro?, puestos a no poner nada…
Una cosa que ha hecho muy bien Barcelona es que ha invitado a algunos
arquitectos extranjeros para participar. Así pasó con el concurso que se
hizo para la torre de comunicaciones de Colserolla y que ganó Norman
Foster. Lo bueno de Barcelona es que no ha caído tampoco en la patéti-
ca bobalicona actitud de revista japonesa, de que cuanto más extranjero
es el arquitecto y de más lejos, mejor. Eso es lamentable, y lo primero que
hay que buscar es el talento propio de la ciudad y emplearlo al máximo
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El Hospital del Mar, una obra con un enorme refinamiento hecho por
Manuel Brullet, otro arquitecto de gran categoría. El Hospital del Mar era
un edificio existente al lado de la Villa Olímpica, hórrido ejemplo, sinies-
tro, de los años 50, del peor franquismo, de aquellos arquitectos anóni-
mos que ni se sabía quiénes eran; la mejor venganza contra ellos sería
poner el nombre del arquitecto, porque eran unos arquitectos cuya arqui-
tectura era espantosa, sórdida y cara. Manuel Brullet hizo este proyecto
modificando en lo posible el horrendo edificio y haciendo un ala nueva.
La última obra "estrenada" este año, el gran Teatro del Liceo que se
quemó hace cuatro años y que se ha reconstruido entero. Lo ha hecho
Ignacio Solá Morales, hermano de Manuel, profesor de la Escuela de
Arquitectura, y que ha hecho una labor extraordinaria. Es curioso, siendo
también un edificio en las Ramblas, ha tenido menos críticas que el edifi-
cio de Bohigas, la gente ha aceptado que en las Ramblas se podía hacer
un edificio contemporáneo, sobre todo porque en el Liceo se quemó la
sala principal pero, en cambio, la fachada antigua permaneció y claro, no
se trataba de repetir la fachada en toda la manzana. Porque en el Liceo
no se ha reconstruido solamente la sala, sino que se ha hecho una serie
enorme de servicios que el teatro necesitaba para continuar.
En una conferencia, Alvar Aalto fue preguntado por los aspectos sociales
de la arquitectura. Él, como todos los arquitectos de las primeras gene-
raciones del Movimiento Moderno, había comenzado haciendo residen-
cias particulares en Finlandia, sobre todo para ricos -con dinero para
encargarlas- que al ser gente con cierto desarrollo cultural entendían la
arquitectura nueva. Le preguntaron en qué sentido le servía eso para el
cambio que defendía, que defendemos mucha gente, ya que la finalidad
principal de la arquitectura es conseguir una vivienda digna, para el máxi-
mo número de gente posible. Aalto decía que precisamente toda esa
experiencia de las casas para ricos le servía para hacer vivienda social.
Quiero hablar hoy de viviendas para la humanidad, que es la razón de ser
de la arquitectura.
Me acuerdo muy bien, pues entonces debía de tener vuestra edad, cuan-
do oí eso, y me impresionó mucho; pensé que era verdaderamente inte-
resante. Sobre las viviendas se habían hecho muchos estudios abstrac-
tos, como la famosa cocina de Frankfurt, un estudio que se hizo en pleno
racionalismo; unos experimentos de un racionalismo seco y duro que, a
veces, se escapaba de la realidad, de la parte humana de la persona y
fallaba, porque no se puede racionalizar la vida de esa manera. Así, la
cocina de Frankfurt ha sido probablemente culpable de muchas cocinas
insoportablemente pequeñas, que se han reducido después en muchos
proyectos por creer que la cocina es solamente cuestión de coger el
plato, dejarlo en el fregadero y guardarlo; y en la cocina hay muchas otras
cosas que no se pueden razonar así. Pero era muy interesante porque así
se estudiaba lo que era necesario saber de una cocina. En ese sentido,
el racionalismo era muy bueno.
tengo nada en contra de él, pero confunde, y parece que esa es la arqui-
tectura que hay que hacer. Ghery hace un edificio de viviendas, y es un
verdadero petardo, porque su arquitectura sirve para hacer el
Guggenheim y nada más, es un camino cerrado. En cambio, la arquitec-
tura es un servicio; todo esto ya está dicho, pero aunque esté dicho sigue
siendo verdad, y no porque ya esté dicho deja de tener interés.
Pero es que hoy día tener un cuarto de baño para un dormitorio no es nin-
guna extravagancia, y hace 30 años lo era. Uno de los aspectos que más
influye en la diferencia de las viviendas de hace 30 años con las actua-
les y con las futuras es la condición femenina. En los últimos 30 años, a
la pregunta de qué ha cambiado, para mí es la condición de las mujeres
en la sociedad, más que la tecnología. Hace poco me preguntaban sobre
libros, yo decía que la publicación de Simone de Beauvoir es mucho más
importante que ningún libro tecnológico, porque hay que ver lo que ha
cambiado el ser mujer de hace 30 años a la actualidad, y lo que va a
cambiar.
Hay cosas que recuerdo de hace bastantes años. Tous y Fargas eran
unos arquitectos que destacaban en Barcelona y, sin embargo, han desa-
parecido: Fargas, porque se ha comercializado totalmente y Tous, porque
ha desaparecido. Proponían una cosa que tenía cierto sentido y que ha
fracasado en todos los intentos: hacer cocinas comunes para las vivien-
das; se hace una especie de restaurante común, para no tener que coci-
nar en casa con todo el jaleo de la comida. Pero no funcionó, la gente
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quiere hacer su comida. Supongo que está muy relacionado también con
el hecho de la familia, de comer juntos, de hacer la comida en casa... Es
una cuestión sociológica de la que no conozco la razón, ni la he estudia-
do, pero es evidente que esta idea racionalizada de prescindir de la coci-
na no ha funcionado, y se ha hecho en bastantes sitios, pero la realidad
es que es difícil acostumbrarse, y poner de acuerdo diferentes gustos.
Recuerdo la primera vez que hablé con Coderch. Era sobre un proyecto
de una vivienda particular en Mallorca, y me acuerdo que con el lápiz
señaló y dijo: "ves, la entrada es así, el camino es así y esta línea te diri-
ge aquí", él utilizaba con profusión las líneas esviadas; ahora claro,
Gardella lo había hecho también y a Coderch le pudo influir, pero sobre
todo le sirvió para confirmar una manera de hacer las cosas. Desde
luego, mi experiencia con las plantas con líneas esviadas deriva directa-
mente de Coderch; pero sobre todo experimentando yo mismo, viendo
que resultado daba en una casa que hicimos en Cadaqués -la Casa Juliá-
que es una casa de planta pentagonal. Recuerdo el cuarto de los chicos
que, gracias a no ser rectangular, cabían más cosas que si hubiera sido
rectangular ya que se podían poner las dos camas, el armario, y una
pequeña chimenea (en aquella época no se ponía calefacción). Quiero
decir, que experimentar con formas irregulares era necesario, y es segu-
ro que cuando él hace la casa de la Barceloneta sabe que una planta irre-
gular funciona.
y todo el que pasa por la calle ve lo que pasa dentro. En España eso no
gustaba, y sigue sin gustar, y estas persianas orientables también serví-
an para defenderse de las visiones desde el exterior. Esto sí que es algo
que se deriva de la casa Garriga de Sitges, y ahí sí, creo, que puede
investigar el uso de la persiana, persiana que luego utiliza Coderch otra
vez en la casa de Juan Sebastián Bach. La persiana en la casa de la
Barceloneta fue criticada por mucha gente porque decían que era como
una cárcel que cerraba: pues claro, era una persiana que era una reja;
fue tan criticada que en la casa de Juan Sebastián Bach pone la persia-
na, pero no en todo el edificio, hay zonas sin persianas con una especie
de toldo.
Hay que tener en cuenta que cuando uno vive las cosas, y sabe lo que
sabe, llega a entender lo que sucede porque sabe de dónde vienen.
Había habido una Guerra Civil terrible, que había ganado una parte cul-
turalmente siniestra, que había estado en contra de todo progreso. La
cultura no se puede cerrar en ninguna época de la historia; la historia es
importantísima, pero la cultura tiene que seguir adelante. Con esta
gente reaccionaria sucedió que los profesores más o menos progresis-
tas se exiliaron, como Sert (amigo de mi familia); incluso uno de mis
mejores amigos de hoy día es un sobrino de Sert; José Luis Sert había
sido un rojo que con la Guerra Civil se había exiliado a América y acabó
siendo el Decano de Harvard, un personaje importantísimo en el mundo
pero exiliado de España por rojo. Emilio Bofill, el padre de Ricardo Bofill,
estaba inhabilitado, ya que había bastantes arquitectos que por haber
sido del bando republicano -por ser rojos- estaban excluidos. En la
Escuela quedó la gente más reaccionaria con los últimos coletazos del
noucentismo.
Entre los profesores de ese movimiento estaba Nebot -tío de Leopoldo Gil
Nebot, que ha sido director de esta Escuela- que era, aunque sé que es
molesto tener que decir ciertas cosas, un pésimo arquitecto; malo no,
pésimo. Esta gente tiene una extraña conciencia, no muy distinta de los
que están comprometidos con la extrema izquierda, gente que es capaz
de anteponer sus principios, no sé si llamarle ideología, a lo que yo lla-
maría conciencia. Claro, ser un pésimo arquitecto y ser director de la
Escuela de Barcelona, para mí es propio de alguien con una conciencia
siniestra, porque él era consciente de que era un pésimo arquitecto.
Nebot hizo en Barcelona unas cuantas obras nuevas y sólo hay una que
ha sido muy admirada; no es que se le tenga una admiración profunda,
pero es una arquitectura muy respetable: es el caso del Cine Coliseum de
Barcelona, aunque, en todo caso, tiene un interés muy superficial.
Era un hombre del que corrían anécdotas por la Escuela, era gracioso, un
personaje... Con él hacíamos láminas enormes copiando elementos de
arquitectura histórica; y he llegado a la conclusión de que ese ejercicio
era buenísimo. Eran láminas que tenían dos metros por uno cincuenta,
pintando en el suelo. Mi admiración por el gótico, por el gótico catalán, se
lo debo a estas cosas. Me di cuenta después, cuando veía a los extran-
jeros que habían hecho estudios en escuelas más modernas y no sabían
nada de arquitectura histórica, que conocerla es importantísimo. Había
anécdotas graciosas con aquellos enormes dibujos: recuerdo que siem-
pre le pedíamos que nos dibujara unas letras en purpurina dorada; tenía-
mos que ponernos en calcetines encima del dibujo para pintar con el pin-
cel; un día había uno que estaba pintando con acuarela y derramó el
agua, estaba desesperado, y cuando vino Jujol, al ver esa mancha tre-
menda -todo lo que fuese enmarañado y sucio le gustaba- dijo: "no se
preocupe, hace bonito que haya una mancha".
En la Escuela quedó Jujol como también quedó Rafols, que era un profe-
sor extraordinario. De Rafols he dicho siempre que es la persona a quien
más debo como profesor; él me enseñó que para ser profesor sólo pue-
des enseñar aquello en lo que crees absolutamente, aquello que verda-
deramente te apasiona, y si no, mejor que no enseñes. Rafols tenía ver-
dadera pasión por la historia de la pintura, sobre todo por la del renaci-
miento italiano; te lo transmitía y acababas con un respeto enorme a todo
lo que fuese arte, el arte en la historia y el arte contemporáneo. Rafols nos
abrió los ojos ante un tema del que nadie nos había hablado.
El franquismo lo utilizaba para decir que todo lo de fuera era nefasto, malí-
simo, nosotros éramos un país escogido, extraordinario y no había manera
de comprobar que eso no era verdad. Yo tenía la suerte de poder leer libros
extranjeros, que más que darme formación, despertaron mi curiosidad.
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Otra cosa que también influye mucho, mucho más de lo que pueda pare-
cer, es la moda. La arquitectura nacionalista que hicieron en los años 40
estaba desprestigiada: primero, porque había pasado de moda, la gente
aceptaba las cosas por moda; pero esta moda paso más rápido porque,
además, los ejemplos se veían deteriorados. Es una arquitectura que ves
rota, con los materiales cascados... Y eso hace mucho daño de cara al
público, se desprestigia.
El otro día estuve viendo la Plaza del Paisos Catalán de Piñón, y está que
da pena. A cualquiera que la vea hoy le costará convencerse de que
aquello es una cosa estupenda con tantos metales. No conozco todavía
ninguno que dure para siempre. No sé cuanto durará el titanio famoso
del Guggenheim porque, desde luego, pasan los años y los metales se
quedan hechos una porquería, todos. No he querido utilizar metales
hace muchos años precisamente por esto, nos hemos negado a basar-
nos en una cosa que tiene tan mal resultado. Da pena ver hoy día la
Plaza dels Paisos Catalán. Se comprende que la gente que ve eso, gente
que no tenga prejuicio alguno, como un niño de 14 años, si después
estudia arquitectura piense en lo horrible que era aquello, lo verá con
otros ojos.
Hay una cuestión de moda que pasa y de deterioro que es terrible. Esto
le pasó a toda aquella arquitectura.
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El Grupo R. Creo que no hay que hacer caso de nadie ni de mí, siempre
tengo el cuidado de decir que es una opinión mía, no es historia. La his-
toria total no existe, la historia que conocemos es el resultado de opinio-
nes de una gente, pero es muy difícil sacar una conclusión total. Para mí
el Grupo R tiene mucha menos importancia de la que se le da en muchos
escritos; Coderch se salió poco menos que furioso e indignado del Grupo
R. Se trató de un grupo de gente que tenía, creo, buenas intenciones e
interés, aunque lo seguí muy poco; cuando entré a trabajar con Coderch,
él estaba un poco metido en eso, pero como salió violentamente nunca
me interesé mucho.
Era un grupo con una carga intelectual muy grande, pero una carga inte-
lectual de la que siempre he tenido gran desconfianza, ya que no soy par-
tidario de los libros mal empleados. Los libros no pueden sustituir la expe-
riencia directa. Que una persona sepa todo sobre Le Corbusier y no haya
visto nunca una obra suya me parece muy mal; prefiero no leer ningún
libro de Le Corbusier e ir a ver sus obras, que al revés. Realmente prefie-
ro las dos cosas, pero la experiencia directa me parece fundamental en
la arquitectura.
este aspecto genial con la intuición por encima de todo, que incluso man-
tuvo en su última obra, la ampliación de la Escuela de Arquitectura de
Barcelona, que en el sentido plástico es extraordinario, aun con algún
fallo de mentalidad; pero es una de sus mejores obras y está hecha
pocos años antes de morirse.
Muchas gracias.