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Sumario
1. Planteamiento general de la cuestión.- *
(I) Planteamiento general de la cuestión en G. Bueno *
(II) Primer acercamiento a la crítica del planteamiento general de la cuestión en G. Bueno.- *
2. Esquema de las coordenadas generales de una noetología (antropológica).- *
Muy esquemáticamente: la formación de lo que denominamos el �campo antropológico� puede entenderse como
una determinación de los procesos de �anamórfosis�, esto es, de aquellos procesos de transformación por
refundición de una pluralidad de cursos genéticos heterogéneos de cuya convergencia resulta una estructura
cualitativa o formalmente irreductible a cada uno de dichos cursos genéticos por separado, así como a la mera suma
abstracta de todos ellos.
En el caso de la formación del campo antropológico, proponemos identificar dichos cursos, en principio, con el
proceso biológico evolutivo de hominización que conocemos por la etopaleontología homínida , esto es, con el
proceso de formación evolutiva de los diversos rasgos característicos de las morfologías orgánicas (de las especies
y los géneros de la familia homínida), en cuanto que dichos rasgos ya incluyen las conductas, es decir, en cuanto
que ellos posibilitan, como su soporte o canalización morfofisiológica, determinadas conductas - con sus aspectos
cognoscitivos y apetitivos - mediante las que tiene lugar la propia adaptación selectiva al medio y la consiguiente
evolución de dichas morfologías.
Ahora bien, el campo antropológico sólo comenzará a cristalizar cuando estas operaciones, en principio zoológico-
conductuales, comiencen a quedar refundidas a la escala que imponen los primeros objetos o enseres fabricados de
los que nos da cuenta la arqueología prehistórica. Si proponemos, en efecto, cifrar en los objetos o enseres fabricados
siquiera el núcleo de la estructura específica del campo antropológico (resultante de dicha convergencia), ello es
debido a que suponemos que sólo a partir del entramado formal que comienza a fraguar entre dichos objetos
comienza a hacerse posible un nuevo tipo específico de operaciones empleadas en su fabricación y en su uso social,
y por ello un nuevo tipo específico de relaciones sociales, ya no reductibles a las relaciones sociales que sin duda
se dan en diversas especies zoológicas, como son precisamente las "relaciones sociales de producción", en cuanto
que relaciones, en efecto, constitutivas (trascendentales) de la estructura característica o específica del campo
antropológico.
Una vez mínimamente cristalizado dicho núcleo, esto es, dicha trama mínima de objetos, y por ello dichas relaciones
sociales de producción, éstas comenzarán a actuar como un atractor respecto de otras operaciones conductuales
todavía zoológico-genéricas, las cuales irán quedando progresivamente refundidas a la escala de dicho núcleo según
las formas y los ritmos que vayan progresivamente adquiriendo dichas relaciones sociales productivas.
De aquí que una teoría filosófica del campo antropológico deba poder engranar una teoría de su formación (por
refundición a partir de sus cursos biológicos previos) con una teoría de su transformación o de su desarrollo a partir
de su núcleo estructural inicial (trascendental), es decir, del desenvolvimiento de la dialéctica de las relaciones
sociales de producción en las que hacemos residir dicho núcleo inicial. Una dialéctica ésta que habremos de
entender, en efecto, como trascendental , esto es, constitutivamente recurrente, a todas y cada una de sus
configuraciones socio-productivas positivas que vayan formándose por efecto mismo de dicho desenvolvimiento
dialéctico.
Ahora bien, antes de esbozar siquiera el curso o el sistema de dicha dialéctica necesitamos hacernos con alguna idea
general de la forma o estructura de dicho núcleo-atractor, - o "núcleo generador recurrente" - en cuya formación y
desenvolvimiento ciframos la realidad (trascendental) de campo antropológico. Y a tal efecto propongo que es
posible generalizar y reaplicar el concepto, en principio de orden lingüístico o gramatical, de morfosintaxis para
caracterizar la estructura de dichas "relaciones sociales de producción", de suerte que los efectivos lenguajes de
palabras se nos presenten, a su vez, como una subclase especial de la clase más general constituida por las relaciones
morfosintácticas como las relaciones más características y generales (trascendentales) del campo antropológico.
Se trata, en efecto, de generalizar y reaplicar la idea de unas formas sintácticas de interdependencia entre las
variaciones de las flexiones morfemáticas, que es básicamente en lo que consisten las morfosintaxis lingüísticas,
para caracterizar, también y precisamente, a las relaciones sociales de producción. Lo cual podrá hacerse cuando
consideramos a los entramados formados por (sub)grupos de distintos objetos como una estructura compuesta por
una pluralidad de posiciones o lugares operatorios diversos, de modo que respecto de dichas posiciones resulten
mutuamente intercambiables y rotables una pluralidad numérica de distintos sujetos operatorios, y ello
precisamente en la medida en que dichas posiciones se encuentren vinculadas por determinadas interdependencias.
En virtud de la intercambiabilidad y rotación mutuas de los individuos operatorios respecto de dichas posiciones
podremos considerar a éstas como análogas a las flexiones morfemáticas (de los lenguajes), y a su vez, las
interdependencias entre dichas posiciones, en función de las cuales son posibles aquellas intercambiabilidad y
rotación, serían análogas a las relaciones sintácticas entre las flexiones morfemáticas (de los lenguajes). De este
modo, podremos considerar a cada trama socio-productivamente integrada de objetos funcionando como un
segmento (analógicamente) gramatical, en cuanto que consiste en una pluralidad de posiciones operatorias
(analógicamente morfemáticas), que de hecho van correspondiendo con las diversas tareas o subtareas productivas,
en función de cuyas interdependencias sociales (analógicamente sintácticas), que se van correspondiendo de hecho
con la distribución cooperatoria de las diversas tareas productivas, se hace posible la intersustitución y (creciente)
rotación mutuas de los sujetos operatorios respecto de aquellas posiciones o tareas. Y podremos percibir, en general,
una sociedad o círculo socio-productivo antropológico (una vez que, como ahora veremos, estos hayan llegado a
cristalizar como tales círculos) como una gramática global objetiva, esto es, como una distribución cooperatoria
global (sintáctico-social) entre todas sus tareas y subtareas productivas (morfemático-productivas).
Mediante semejante idea de morfosintaxis , en el sentido en el aquí se ha esbozado, podemos comenzar siquiera a
hacernos con una idea general mínimamente precisa de cuestiones filosófico-antropológicas tan importantes como
las siguientes.
I.1. La función significativa (apofántica) de los lenguajes y el papel de dicha función significativa en el
contexto socio-productivo global.
Dicha idea analógica de morfosintaxis nos permite, en efecto, comenzar a comprender de un modo mínimamente
adecuado la función significativa de los lenguajes (de palabras), esto es, la razón por la que los lenguajes re-
presentan, y no de cualquier modo (semiótico-genérico), sino de un modo específico, esto es, semántico (o
apofántico), las cosas. Si cada lenguaje (natural o positivo) puede representar las "cosas" (las realidades de cada
círculo socio-cultural antropológico positivo), esto es así en la medida en que - como nos dijera el Wittgenstein del
Tractatus - comparte con ellas su forma misma de representación, puesto que las cosas, que son sin duda una
realidad extralingüística, no por eso son algo ajeno o extraño al lenguaje, puesto que están talladas a la misma
escala del lenguaje en cuanto que producidas o construidas según una estructura que es precisamente isomorfa con
la estructura misma del lenguaje que por ello puede representarlas. Así pues, significar, o representar
semánticamente (apofánticamente) es participar isomórficamente la estructura de la instancia representante en la
estructura de las realidades representadas, participación ésta en la que propiamente consiste la representación.
A su vez, el privilegio que podemos reconocerle al lenguaje, respecto de las realidades que él representa, reside en
su carácter "intrasomático" (siquiera en principio, esto es, con anterioridad a los lenguajes escritos), esto es, en su
cualidad de consistir en cadenas articuladas de sonidos ejecutados mediante la musculatura bucal y supralaríngea,
lo cual permite que los individuos puedan "portar", mediante la estructura (fonológica y morfosintáctica) de sus
proferencias sonoras, la forma misma (morfosintáctica) de las cosas por ellos producidos, sin necesidad estar
simultáneamente operando con ellas con el resto de su morfología somática operatoria.
Y si, a su vez, hemos de considerar imprescindible esta función representacional del lenguaje, precisamente en el
contexto de las relaciones sociales de producción, esto es así en la medida en que es el lenguaje, y sólo el lenguaje,
el que, como soporte intercalado entre las actividades productivas y las relaciones sociales que éstas conllevan,
hace posible el levantamiento, el sostenimiento y la prosecución de dicha producción y de la vida social que ésta
acarrea. Lo cual es debido a una característica esencial de la actividad productiva, que desborda enteramente
cualquier situación operatoria zoológica previa, y que hemos de cifrar en lo siguiente: en el hecho de que la
producción implica que dos o más subgrupos humanos ocupados en posiciones o tareas susceptibles de estar
copresentes a las operaciones y percepciones de cada uno de estos subgrupos deban a su vez tener de algún modo
presente, y contar con ello como condición formal de la prosecución de dichas tareas y de sus interdependencia,
alguna tercera tarea o posición desempeñada por algún otro posible subgrupo, la cual sin embargo no puede estar,
por razones geográfico-físicas, presente a las operaciones y percepciones de ambos grupos. Bajo semejante
condición, el único modo disponible de llegar a hacer co-presente a ambos grupos de partida las tareas de este tercer
grupo será desde luego re-presentándolas, y representándolas sin duda a través de operaciones somáticas
susceptibles de ser percibidas mutuamente por ambos grupos, lo cual precisamente se hará posible a través de las
proferencias sonoras del lenguaje, las cuales podrán re-presentar aquellas situaciones no accesibles a las
percepciones y operaciones de los grupos que las profieren y las perciben (escuchan) mutuamente sólo en la medida
en que por su estructura formal (morfosintáctica) compartan la estructura (asimismo morfosintáctica) de la
situación socio-productiva global. De aquí, en efecto, el carácter imprescindible y el significado crítico de la
"tercera pesona" (de los pronombres personales y de los tiempos verbales en tercera persona, así como de los
deícticos de "tercera posición o lugar" - "aquello", frente a "esto" o "eso"; "allí", frente a "aquí" o "ahí"-) en toda
posible lengua real de palabras (en todo lenguaje específicamente antropológico).
Es, pues, esta situación socio-productiva global, en cuanto que formalmente compuesta por dicha estructura tri-
posicional (tri-personal), aquella que sólo puede ser construida (levantada, sostenida y proseguida), y precisamente
como tal estructura extralingüística, por la mediación, como su soporte intercalado, de su propia re-presentación
lingüística, en cuanto que ésta, a la vez que consiste en operaciones somáticas susceptibles de estar co-presentes a
las percepciones de cualesquiera pares de grupos de dicha estructura tri-posicional, es no obstante capaz, debido a
su estructura formal (morfosintáctica), de participar isomórficamente en la estructura (morfosintáctica) de la
situación socio-productiva global tri-posicional, y en esta medida poder representarla para cualesquiera pares de
grupos suyos posibles co-presentes, y por ello mismo sostenerla y proseguirla como tal estructura extralingüistica.
Una teoría filosófica del conocimiento no puede, pues, dejar de apreciar que para construir y proseguir la estructura
del "mundo humano" en su estrato extra-lingüístico - del mundo de los entramados de objetos producidos y de las
relaciones sociales que ellos hacen posible - es necesaria la mediación de su propia representación lingüística, la
cual, en cuanto que participación isomorfa intercalada en dicha estructura puede representarla y por ello mismo
hacer posible su construcción y prosecución. Y esto tampoco podrá ser olvidado por ese apartado de la teoría del
conocimiento que se ocupe de las ciencias estrictas, pues, como ya se ha apuntado más adelante se detallará, también
la construcción de las "identidades sintéticas" en su estrato objetual o extraproposicional, con la consiguiente
segregación de las operaciones no proposicionales que dichas identidades acarrean, sólo será posible por la
mediación de las representaciones proposicionales.
I.2. Carácter formalmente extrasomático de la cultura objetiva antropológica.
La mencionada idea de morfosintaxis nos permite asimismo entender el carácter formalmente extrasomático del
entramado de objetos de cada cultura antropológica objetiva. Dicho carácter extrasomático no ha de ser entendido
como una mera obviedad empírica espacial, puesto que su razón de ser reside formalmente en la necesidad de que
dichos objetos (entramados), deban ser conservados o almacenados, debido a que ellos llevan impresa, en la propia
morfología de su entramado (morfosintáctico), su propia norma de construcción y uso sociales, de modo que su
conservación o almacenamiento actúa como condición de la recurrencia de dicha norma de construcción y uso
sociales. Una conservación y una recurrencia que deben ser no sólo transindividuales, sino transgeneracionales, es
decir, que deben transcender a las diversas generaciones biológicas (sin perjuicio del posible deterioro de la materia
física con la que estén fabricados), de suerte que cada nueva generación de individuos pueda incorporarse a, o
instalarse en, los usos o relaciones sociales puestos en acción y soportados por la morfología de la trama de dichos
objetos. Así pues, en la medida en que dichos objetos llevan impresa, en su trama, su propia norma de construcción
y uso sociales, en virtud de dichos entramados ellos consisten en una objetividad formal normativa, sin perjuicio de
su positividad existencial efectiva.
I. 3. Reinterpretación de la distinción aristotélica entre el "entendimiento agente" y el "entendimiento
paciente" en términos de la distinción entre los "componentes somáticos" y los "componentes normativos"
del campo antropológico.
Pero ello quiere decir que dichas tramas de objetos (en cuanto que "componentes normativos" del campo
antropológico) ponen en acto, o actualizan, la capacidad o potencia de los cuerpos operatorios (en cuanto que
"componentes somáticos" de dicho campo) para quedar instalados o sujetos a dichas tramas. Esto es, que la
operatoriedad (cognoscitiva y apetitiva) de los individuos somáticos del campo antropológico debe ser vista como
una capacidad o potencia para quedar prendida o sujeta por una posibilidad indefinida de formas o tramas objetivas
culturales, o círculos socio-culturales antropológicos, del mismo modo que dicha capacidad sólo se actualiza a
través y con posterioridad a alguna de dichas formas culturales objetivas.
Es posible y preciso, por tanto, reinterpretar la distinción aristotélica entre el entendimiento agente y el
entendimiento paciente identificando éste último con los cuerpos operatorios - con los "componentes somáticos"
del campo antropológico - y aquel con cada una de las formas culturales antropológicas objetivas - con los
"componentes normativos" de dicho campo -, de modo que el entendimiento paciente sea visto como la
operatoriedad somática en cuanto que capacidad o potencia para "conocer todas las cosas", es decir, para quedar
sujeta o prendida (pero tanto cognoscitiva como apetitivamente) de cualesquiera posibles círculos socio-culturales
antropológicos, a la vez que el entendimiento agente sea visto como cada uno de estos posibles círculos en cuanto
que actualizan o ponen en acto aquella capacidad. Se comprende, por tanto, que los objetos del campo
antropológico, por su trama, deban ser formalmente extrasomáticos, así como el "entedimiento agente" aristotélico
actúa "separado del cuerpo", de modo que puedan "poner en acto", una y otra vez, recurrentemente, la capacidad o
potencia de los cuerpos operatorios, o sea, del "entedimiento paciente", para quedar sujetos o prendidos de dichas
formas objetivas extrasomáticas.
A su vez, la puesta en acto, en cada caso, de la potencia operatoria somática por las tramas objetivas de objetos - la
"ciencia en acto" aristotélica, que es "lo mismo que su objeto", según Aristóteles - no podría tener lugar, por las
razones vistas, sin la mediación del lenguaje - de cada lenguaje positivo inserto en cada círculo antropológico -, esto
es, sin la participación isomorfa (respecto de las tramas de objetos) de las operaciones somáticas lingüísticas como
soporte intercalado (entre dichas tramas), en virtud del cual soporte puede llevarse a buen término la "ciencia en
acto", o sea, puede sostenerse y proseguirse la propia "arquitectura objetiva" que pone en acto a los cuerpos
operatorios.
Incluso dentro del lenguaje es preciso distinguir y conjugar entre aquel aspecto suyo que puede ponerse de parte del
"entendimiento agente", cuya objetividad extrasomática vendría dada por la gramática de cada lenguaje portada por
los cuerpos de "los demás" en cuanto les suponemos "ya hablando", o poniendo en acto dicha gramática, y aquel
otro aspecto suyo que podría ponerse del lado del "entendimiento paciente" en cuanto que potencia o capacidad (o
"competencia") lingüística de los cuerpos operatorios. Sin la puesta en acto de dicha competencia lingüística - sin
duda, por aprendizaje social transgeneracional -, puesta en acto que sólo es posible intercalada entre medias de su
cultura objetiva correspondiente, es dicha cultura objetiva la que a su vez no podría proseguir
(transgeneracionalmente) sus curso, y por ello, poner recurrentemente en acto la integridad de la propia potencia
operatoria de cada cuerpo en su propia cultura.
I.4. El proyecto noetológico en cuanto que asociado al proyecto filosófico-antropológico.
La anterior reinterpretación, y precisamente en la medida en que quiere ser estricta, de la mencionada distinción
entre el entendimiento agente y el paciente implica que una antropología filosófica no puede dejar de desenvolverse
si no es, justamente, como una noetología, o sea, como una teoría (filosófica) del conocimiento en cuanto que teoría
transcendental - constitutivamente recurrente - del sistema dialéctico de las diversas clases y subclases - y por tanto
de su "simploké" - de la figura de la "ciencia en acto" que fragua junto con el campo antropológico. Lo cual equivale
a decir, a la recíproca, que todo proyecto noetológico sólo puede realizarse, como su escala más inmediatamente
proporcionada, a través o en el contexto de una antropología filosófica en cuanto que antropología del conocimiento.
(i) Sinexión entre las figuras cognoscitivas objetivas (noemáticas) y los valores.-
Hecha la muy importante precisión, a su vez, de que dicha noetología deberá verse intextricablemente asociada,
como al anverso y el reverso de la misma cuestión, a una estimativa filosófica (o transcendental), en cuanto que
teoría filosófica de las "valoraciones" o "importancias prácticas" que toda figura cognoscitiva o "ciencia en acto"
comporta. Pues no son sólo los momentos cognoscitivos, sino también los apetitivos o conativos, de los cuerpos
operatorios (de los componentes somáticos del campo antropológico), aquellos que quedan refundidos por la
estructura objetiva de las tramas normativas socio-culturales (por los componentes normativos del campo
antropológico). La antropología filosófica debe desenvolverse entonces como una "antropología del conocimiento"
y como una "antropología de los valores" como las dos caras indisociables de las tramas normativas que constituyen
(trascendentalmente) al campo antropológico.
Dichas tramas normativas, en efecto, consisten en procesos cognoscitivos a la par que prácticos, esto es, consisten
en cursos de acción, o de intervención operatoria, y en este sentido eminentemente prácticos, cuyas construcciones
están dotadas a su vez de determinadas figuras cognoscitivas objetivas (noemáticas, esto es, noemático-normativas:
cuya objetividad noemática es la de su propia formalidad normativa) . Unos procesos éstos que, a su vez, y por otro
lado, podremos considerar, tanto en su dimensión social como cultural, ambas mutuamente conjugadas, esto es, que
podremos considerar bien como procesos o relaciones formalmente sociales en cuanto que cursos o proyectos
operatorios de acción mutua de unos grupos sociales sobre otros - mediados por sus contenidos culturales - , o que
podremos considerar como procesos formalmente culturales en cuanto construcciones operatoriamente levantadas
sobre el medio extra-humano/operatorio - mediadas por aquellas relaciones sociales . Tanto los procesos o relaciones
sociales como los procesos culturales podrán adquirir sus encadenamientos, morfologías y ritmos formalmente
propios, pero siempre mediados o conjugados con los procesos existencialmente presentes de la otra dimensión.
Se comprende, entonces, que tanto las relaciones sociales (los proyectos mutos de acción entre grupos sociales),
como los propios procesos culturales (las construcciones operatorias levantadas sobre el medio extra-
humano/operatorio), además de estar dotados de configuraciones cognoscitivas objetivas (noemático-normativas)
comporten inexorablemente valores, esto es, importancias prácticas mutuas respecto de los grupos sociales en
juego: no sólo, desde luego, de un modo formal y recto, en la dimensión social, en cuanto que los proyectos mutuos
de acción comportarán directa y formalmente importancias prácticas mutuas para cada uno de los grupos sociales
en juego, sino también en el orden cultural, y aquí de un modo indirecto o mediato pero en todo caso no menos
formal, en cuanto que las construcciones culturales, en la medida en que median las relaciones sociales, afectarán o
efectuarán alguna modificación en las importancias sociales prácticas comportadas por dichas relaciones sociales.
Unas importancias sociales prácticas éstas que, sin duda, no dejan de tener una configuración cognoscitiva objetiva
(noemático-normativa).
Se comprende entonces que, como decíamos, el proyecto de una noetología no pueda dejar de venir "sinectivamente"
asociado al proyecto de una estimativa filosófica (o transcendental), esto es, que la antropología filosófica deba
desenvolverse como una antropología del conocimiento sinectivamente unida a una antropología de los valores.
En lo que resta de estas "notas", se esbozará un esquema mínimo del sistema dialéctico de dicha noetología, sin
poder dejar de lado, por las razones vistas, sus implicaciones prácticas (axiológicas, estimativas).
I. 5. La experiencia religiosa primaria como experiencia privativa de desbordamiento por respecto de las
normas.
Pero antes de terminar este apartado (I), no quiero dejar de apuntar, aunque sea muy rápidamente, a lo que sería una
reconstrucción del fundamento del denominado "eje angular" por G. Bueno.
En el eje o dimensión cultural, las construcciones levantadas sobre el medio físico extra-humano/operatorio, sin
perjuicio de venir conformadas en cuanto que objetos construidos, no dejan ciertamente de estar en relación de
continuidad (por contacto y por co-presencia cognoscitiva), con dicho medio a partir del cual han sido construidas.
Pues bien: la percepción (práctica, operatoria) de este medio, en cuanto que desborda incesantemente la trama
normativa, tanto de los procesos culturales como de los sociales, constituiría la fuente de la experiencia religiosa.
La experiencia religiosa, en efecto, en cuanto que experiencia de lo "numinoso" o de lo radicalmente ajeno, extraño
u otro, consistiría, en su origen, en una experiencia privativa por desbordamiento por respecto de las propias
normas, esto es, en la experiencia de un medio, con el que los individuos antropológicos deben inexorable y
continuamente tratar, en cuanto que desborda incesantemente sin embargo el propio funcionamiento de las normas,
culturales y sociales, desde las cuales en todo caso se trata con dicho medio, y desde dentro de las cuales normas va
configurándose el campo antropológico. Se trata, pues, de la experiencia del aura de radical extrañeza que irradia
de las cosas físico-naturales en cuanto que éstas no se ajustan o engranan con los patrones normativos de los procesos
operatorios, técnico-culturales y sociales, desde los cuales sin embargo se trata crecientemente (antropológicamente)
con ellas.
Se comprende, entonces, que los animales deban sin duda inicialmente formar parte del campo de la experiencia
religiosa, en cuanto que entidades operatorias cognoscitivas y apetitivas cuyas operaciones o conductas, dado su
carácter extranormativo, se perciben como desbordando privativamente los patrones normativos (sobre todo,
sociales) desde los cuales es preciso en principio vérselas con ellos; pero lo mismo ocurrirá con el resto de las
entidades y procesos naturales envolventes no operatorios, y precisamente en el grado y medida en que éstos
asimismo desborden los patrones normativos (sobre todo, técnico-culturales, de los objetos) desde los que se trata
con ellos.
Y se comprende, por lo mismo, que en la medida en que estas entidades naturales, operatorias y no operatorias,
vayan siendo formalmente integradas o reabsorbidas en los procesos productivos (y a través suyo, en las relaciones
sociales antropológicas), - como luego veremos, en la medida en que vayan siendo dominadas -, vayan
desacralizándose o perdiendo su aura religiosa: así ocurrirá, por ejemplo, y característicamente, cuando, en la
domesticación de animales, éstos (o sus operaciones) se integren como un momento o fase de los aparatos o del
montaje de aparatos de alguna tarea técnico-productiva. Y así ocurrirá, por antonomasia, en el caso de las ciencias,
en la medida en que éstas son capaces de reconstruir (como luego se verá), en el interior de sus artefactos, franjas
de verdad objetiva del mundo evolvente, el cual quedará en esta medida sometido a un dominio estricto y por ello
íntegramente desacralizado.
Según ésta idea que cifra la experiencia religiosa en una experiencia privativa por desbordamiento realizada a partir
de las normas de cada círculo socio-cultural antropológico, podría decirse que en aquellos casos de encuentro o
choque entre culturas antropológicas en las que alguna de ellas se encuentre en una singularmente acusada relación
de desigualdad o desventaja por lo que toca a su capacidad para comprender y/o actuar desde su entramado
normativo (socio-cultural) en relación con el entramado normativo de la otra, los miembros de la primera tenderán
a "sacralizar" - a "ver como dioses" - a los individuos de la segunda, y aun a ciertos objetos, enseres o artefactos de
esta segunda cultura inasimilables desde los objetos de la cultura propia. Incluso entre individuos de una misma
cultura, cabría considerar ciertas situaciones límite de sus relaciones sociales, en cuanto que en éstas se diesen
operaciones que impliquen un cierto desbordamiento de los patrones normativos de su trato mutuo, como situaciones
análogas a las experiencias religiosas primarias.
(II) Esquema de las coordenadas generales del sistema dialéctico de los conocimientos.-
En sus términos más generales, puede decirse que los saberes físico-naturales se irán formando al compás del
desarrollo del eje técnico-cultural (del desarrollo de "las fuerzas productivas"), mientras que los saberes sociales (o
"humanos") irán formándose al compás del desarrollo, conjugado con el anterior, del eje social (de las "relaciones
sociales - de producción -)
Ahora bien, para poder comenzar a hacernos con el sistema del despliegue de dichos saberes, es preciso partir de
una distinción crítica, a saber, aquella que tiene que ver con la diferencia y las relaciones de transformación entre
las sociedades prehistóricas ya cristalizadas antropológicamente y las sociedades históricas o políticas.
�Qué decir, entonces, para terminar, de las metodologías concebidas como "b1", y de sus dos subfases "I-b1" y
"II-b1?.
(iv) Sobre el concepto de las "fases b1" (I-b1 y II-b1). -
Sin perjuicio de que las dos metodologías, I-b1 y II-b1, recogidas por el concepto de metodologías b1, puedan
acoger, de nuevo, denotativamente, fragmentos o momentos de determinados saberes efectivos, como ahora
veremos, nos parece que su composición estructural misma, dentro de la tipología dialéctica, de pretendido alcance
analógico-gnoseológico, que estamos considerando, no funciona sino como un artificio formal para lograr la
"simetría estética" con respecto a las dos metodologías I-a2 y II-a2 de las situaciones a2.
Por lo que respecta a la extensión denotativa del concepto de I-b1, cabe reconocer, en efecto, que ella tendría que
ver con aquellas situaciones en donde, habiendo sido construidos determinados artefactos de la técnica humana por
determinados agentes operatorios, se trata de conocer, por parte de otros agentes operatorios que no han construidos
aquellos artefactos, la figura de los mismos, a partir de restos fragmentarios suyos. Se trata, sin duda, del
conocimiento de lo que aquí hemos caracterizado como "relaciones operatorias funcionales de aplicación" entre las
partes de los artefactos técnicos humanos, en cuanto que alcanzable, como decíamos, por agentes operatorios
distintos de quienes los han construido. Y en este sentido no hay duda de que semejante forma de conocimiento
tendrá un lugar privilegiado de realización como un fragmento del saber historiográfico, un fragmento ocupado en
la reconstrucción, a partir de restos despiezados o fragmentarios de artefactos (de reliquias), de la figura de dichos
artefactos. Pero es preciso no olvidar que dicho saber historiográfico - la "historia" como saber -, tiene siempre la
factura de un saber global no reductivo - a alguna determinada categoría -, como se corresponde con la función
regresiva que resulta a partir de la tarea de metatotalización política de la totalidad de los conflictos sociopolíticos
de cada momento presente, de modo que cualesquiera de sus sectores o fragmentos (físico-naturales, técnico-
artefactuales, o propiamente sociales) sólo alcanzan su sentido, precisamente historiográfico, dentro de su totalidad
entretejida no reductiva. También las revisiones historiográficas que puedan surgir desde dentro de cada saber
sectorial (físico-natural, técnico, social), siempre a partir de los desajustes internos de sus campos - incluidas, como
hemos visto, las revisiones historiográficas que se generan desde el campo presente de cada ciencia efectiva -,
remiten siempre, y endógenamente, a contextos más envolventes que enlazan con dicho tejido totalizador - y ello
precisamente porque aquellos desajustes internos a sus campos no dejaban de estar atravesados (incluidos los
campos de las ciencias mismas) por los desajustes del propio tejido totalizador de la sociedad política.
Así pues, y sin perjuicio de su mencionado alcance denotativo, lo que no se ve es qué función puede cumplir este
fragmento (sobre todo) del saber historiográfico en la tipología de situaciones oscilantes por las que se supone que
pasarían, según el supuesto de su analogía gnoseológica con las genuinas ciencias, los diversos momentos
metodológicos de las "ciencias humanas", salvo, como decía, el de "cerrar" la buena "figura estética" de la
mencionada tipología.
El caso de las situaciones concebidas como II-b1 tiene en todo caso otro alcance - también denotativo -: pues la
"teoría de juegos", que es el ejemplo privilegiado al que Bueno siempre ha recurrido para determinar esta situación,
nos parece que tiene que ver, precisamente, con el momento progresivo en general de todos los saberes sociales, y
muy especialmente en el momento (histórico) en el que dichos saberes adoptan su proyecto de convertirse en
ciencias. Como dijimos, el momento progresivo de estos saberes es aquel en el que se busca poner a prueba,
mediante la acción misma política sectorial planificada, la capacidad de ciertos proyectos de acción, regresivamente
obtenidos a partir de los conflictos entre diversos proyectos de partida, para reajustar dichos proyectos conflictivos,
y ello de forma que los proyectos que pujan por vencer, puedan lograr su victoria - nunca definitiva -, no al margen
sino precisamente contando con los proyectos enfrentados, buscando co-determinarlos para vencerlos. Y en no otra
cosa consiste, justamente, la denominada "teoría de juegos", sino en el cálculo o planificación de las estrategias
capaces de llegar a imponerse sobre otras estrategias, entre medias del curso mismo del enfrentamiento, y contando
por tanto, para co-determinarlas y vencerlas, con estas otras estrategias. Cabría decir, pues, que algo en esencia
semejante a la denominada "teoría de juegos" ha estado siempre presente en el momento progresivo de los más
diversos saberes sociales sectoriales de las sociedades histórico-políticas. No es de extrañar, entonces, que a la altura
histórica de la sociedad industrial capitalista, cuando, como hemos visto, los saberes sociales pujan por dotarse de
un proyecto científico, sobre la base real de la capacidad de las relaciones sociales capitalistas industriales por
instaurar un dominio entre sus partes sociales mismas lo más análogo posible al dominio que las ciencias efectivas
logran sobre sus regiones de realidad (y ello sin perjuicio del carácter ideológico del proyecto), dichos saberes
recurran a cálculos matemáticos de determinado grado de elaboración (bien importados de otros sectores
tecnológicos o científicos, o bien elaborados para el caso), al objeto de no hacer, sin embargo, y a la postre, otra
cosa esencialmente distinta de lo que desde siempre se ha hecho en los momentos progresivos de dichos saberes.
Precisamente el hecho de que en la pugna social sectorial que da lugar a los saberes sociales no pueda decirse que
haya vencedores ni vencidos definitivos, pone de manifiesto el carácter ideológico de la pretensión de cientificidad
que podría resultar de creer que es posible una aplicación estricta de la teoría de juegos, en cuanto que construcción
académica - en la que sí cabe hablar de vencedores y vencidos definitivos -, a la resolución definitiva de dichos
saberes o conflictos sociales.
Una vez más, pues, habremos de decir que, además de la posibilidad de reinterpretar, como aquí hemos hecho, la
referencia denotativa de las situaciones concebidas como II-b1 en términos del momento progresivo de los saberes
sociales efectivos, sigue sin verse la función que dicha situación cumpliría en la tipología dialéctica de intención
gnoseológico-analógica de situaciones oscilantes por las que pasarían las ciencias humanas.
4. -Conclusión y recapitulación.-
(i) Conclusión. -
Puede decirse, pues, en resolución, que, a fin de cuentas, lo que la entera tipología dialéctica de intención analógico-
gnoseológica de Bueno nos está poniendo de manifiesto es su constitutiva incapacidad para hacerse cargo de un
modo adecuado del "género ontológico de la subjetividad", el cual sin embargo no ha podido dejar de ser tenido en
cuenta - siquiera mentado - en su ontología regional. En efecto: desde la perspectiva del prejuicio gnoseologista que
atraviesa toda su tipología, la "subjetividad" (bien sea la subjetividad zoológica - las operaciones y fenómenos
formalmente orgánicos -, bien sea la subjetividad antropológica - en nuestros términos: las operaciones y fenómenos
asimismo orgánicos a la par que formalmente refundidos en las estructuras normativas -) está siendo - siquiera
implícitamente - entendida a la postre como no teniendo de suyo otro alcance o valor cognoscitivo más que el de
ser "el lugar del error": un "error" éste, en efecto, que sólo podría ser remontado o superado a costa de recortar o
retraducir dicha subjetividad desde sus patrones gnoseológicos - o científicos -, es decir, desde el patrón de medida
dado por la neutralización de las operaciones por efecto de las estructuras formalmente sintáctico-demostrativas de
las identidades sintéticas materiales de las ciencias estrictas. De aquí que Bueno se vea efectivamente llevado a tener
que re-traducir o re-codificar, por mera petición de principio, cualesquiera posibles situaciones subjetivas -
zoológicas o antropológicas -, en cuanto que posibles contenidos temáticos de saberes - etiológicamente
antropológicos -, en términos de una presunta "analogía gnoseológica rigurosa" - cuyo alcance y forma analógicas
sin embargo jamás se precisan - con las operaciones y los fenómenos etiológico-constructivos de las ciencias
estrictas, para de este modo poder asimismo pre-suponer modos etiológicamente científicos de conocer aquellas
situaciones; puesto que, de otro modo, su filosofía del conocimiento quedaría enteramente cegada para apresar
dichas situaciones subjetivas temáticas (zoológicas y antropológicas) y sus modos de ser (antropológicamente)
conocidas. Pues éste es, en efecto, el dilema al que se ve sometida toda su filosofía del conocimiento - debido a su
reducción gnoseológica -: o bien tener que re-traducir, por gratuita petición de principio, en términos gnoseológicos
(científicos) toda figura cognoscitiva etiológicamente antropológica y temáticamente zoológica o antropológica, o
bien tener que dejar sumidas en el más completo ensombrecimiento cualesquiera de estas figuras - de no ser
estrictamente científicas.
No es ajeno a esto, desde luego, que en la revisión de su ontología - inicialmente diseñada en sus Ensayos
materialistas - realizada en su obra Materia, la referencia para caracterizar el "segundo género de materialidad" - la
subjetividad - sea precisamente el sector de las "operaciones" del eje "sintáctico" de una construcción científica, o
sea, y justamente, del eje en donde tiene lugar la forma sintáctico-demostrativa de las construcciones objetivas de
las ciencias estrictas. Lo cual significa que toda posible "materialidad subjetiva", o bien ha de quedar (re)codificada
en términos de la subjetividad etiológico-constructiva de las ciencias o bien queda desdibujada por completo. De
este modo, es el género ontológico entero de la materialidad subjetiva el que queda a la postre desdibujado o
evacuado merced a su reducción científica (gnoseológica); mas por lo mismo, y a fin de cuentas, son las propias
ciencias - en cuanto que tomadas como patrón de medida ontológico, no obstante su crítica "ontológico-general",
en todo caso abstractamente realizada sólo a partir de ellas - las que quedan metafísicamente sustancializadas en la
propia ontología que sin embargo se ha pretendido realizar de un modo no metafísico.
Pero semejante reduccionismo formalista metafísico de las ciencias no sólo implica, como vemos, la evacuación o
el desdibujamiento ontológicos del género de la subjetividad, sino que a su vez , y por ello, deja asimismo franco el
camino para evacuar de la ontología la imprescindible idea de "historia" - y con ella la de sociedad histórica-
universal -, idea que queda ciertamente reabsorbida y anegada bajo la perspectiva de dicho reduccionismo metafísico
gnoseologista - de suerte que queda de este modo dispuesta para ser tratada de cualquier modo arbitrario o gratuito.
Sin embargo, sólo cuando no se parte (siquiera implícitamente) por suponer a la subjetividad como "lugar del error",
sino explícita y formalmente como el lugar donde van efectivamente construyéndose grados y tipos distintos de
verdad y de realidad, según diversos tipos de conjugaciones constructivas sujeto/objeto que, precisamente por ser
genuinas conjugaciones constructivas, no "marginan" o "dejan de lado" - "segregan" - a las operaciones
constructivas, sino que las incluyen - si bien de diversos modos - conjugadas, sólo entonces es cuando podremos
construir una noetología, y con ella una ontología, que por no "marginar" - implícitamente - de entrada a la
subjetividad con respecto a la realidad y la verdad, no tenga que verse forzada a (re)codificar toda (posible)
subjetividad desde una concepción metafísica (sustancializada) de las ciencias, sino que pueda desplegar la
conjugación procesual entre los diversos tipos y grados de conocimientos (de las realidades) con las realidades
(conocidas): y ello desde las iniciales realidades cognoscentes zoológicas (conductuales) antropológicamente
cognoscibles, pasando por las diversas realidades antropológicas asimismo antropológicamente cognoscibles, hasta
llegar a apresar esa forma etiológicamente antropológica de conocimiento consistente en las genuinas ciencias - las
ciencias físicas -, como un caso límite de conocimiento etiológicamente antropológico - procedente de las técnicas
físicas -en el que la objetividad de las realidades conocidas llega sin duda a trascender las operaciones y los
fenómenos somáticos etiológicamente antropológicos, pero en la medida en que permanece a su vez materialmente
asida a ellos por el intermedio de unas específicas capas formalmente artefactuales de los mismos, de tal modo que
por ello el límite cognoscitivo de dichos conocimientos científicos viene a ser precisamente el de cualesquiera
realidades (zoológicas o antropológicas) ellas mismas cognoscentes.
Y sólo, por tanto, cuando, desbloqueando el concepto metafísico de ciencia desde el que opera el reduccionismo
(ontológico) gnoseologista de Bueno, podamos apresar el "círculo histórico-antropológico" de las diversas
conjugaciones entre los conocimientos y las realidades, como un círculo in-terminable que precisamente incluye
una adecuada comprensión de las ciencias en su seno, sólo entonces es cuando podemos alcanzar una idea ontológica
adecuada de "historia", y ello justamente en la medida en que dispongamos de una idea adecuada tanto de las
posibilidades - socio-políticas - que las ciencias introducen en la historia como de los límites - cognoscitivos, y por
ello prácticos - de las ciencias con respecto a dichas posibilidades. Una idea de historia, en efecto, que, obtenida a
su vez no en cualquier momento de la propia historia antropológica, sino justamente a partir de la forma industrial
de producción hecha posible por las ciencias, nos pueda conducir de un modo efectivamente crítico - no metafísico
- a conceptualizar la realidad misma de la historia como la realidad trascendental en general, y por ello a entenderla
como la idea misma de materialidad trascendental. Y ello precisamente porque es, en efecto, la sociedad industrial
la que, por su capacidad para lograr mediante las ciencias un dominio universal reductivo indefinido de las diversas
categorías de la realidad física y para poder engranar tecnológicamente este dominio de un modo universal
indefinido ya no reductivo sino trascendental, abre las puertas a unas posibilidades de organización sociopolítica de
dicha realidad (trascendental) cuya universalidad in-finita ya no puede en modo alguno quedar adecuadamente
tratada por ninguna ontología construida a su vez de un modo abstracto entre las solas ciencias, esto es, abstrayendo
o evacuando precisamente aquellas posibilidades histórico-políticas in-finitas de organización de dicha realidad
abiertas por las propias ciencias tecnológicamente engranables.
(ii) Recapitulación. -
Por ello, frente al reduccionismo gnoseologista (ontológico) implicado por la "gnoseología" de Bueno, y frente a
sus implicaciones histórico-políticas y a la postre ontológicas, se ha buscado en estas "notas noetológicas", ante
todo, poner de manifiesto esta idea nuclear, a saber: la de que las realidades ellas mismas cognoscitivas u operatorias,
tanto las realidades zoológicas dotadas de operaciones y fenómenos formalmente orgánicos, como las realidades
antropológicas asimismo somáticas cuyas operaciones se encuentran formalmente refundidas por las normas
antropológicas, en cuanto que contenidos temáticos de procesos a su vez cognoscitivos o de saberes etiológicamente
antropológicos, no son susceptibles de organización cognoscitiva científica alguna, esto es, precisamente de ese tipo
determinado de construcción cognoscitiva que sólo puede tener lugar, como un desarrollo límite de los saberes
físicos (etiologicamente antropológicos) desarrollados a partir de las técnicas, a través de unas muy determinadas
capas de operaciones y fenómenos formalmente artefactuales que, sin dejar de ser materialmente accesibles a las
operaciones y fenómenos antropológicos somáticos implicados en su construcción, resultan formalmente
configurados por aquellos aparatos capaces a su vez de reconstruir relaciones de identidad orgánicamente tras-
fenoménicas entre las cosas mismas, razón por la cual justamente cualesquiera operaciones somáticas, zoológicas y
antropológico-normativizadas, no son susceptibles de ser tratadas o reconstruidas por dichos aparatos y por tanto
por las propias ciencias.
Más escuetamente: que allí donde haya operaciones temáticas, zoológicas o antropológicas, no puede llegar a haber
conocimiento científico alguno en torno a ellas, conocimiento éste que por su parte sólo puede alcanzarse, como un
conocimiento operatorio formalmente artefactual límite, sobre realidades ellas mismas no operatorias.
Esta idea nuclear es la nos permite revertir la perspectiva desde la cual han sido tratadas por la gnoseología de Bueno
las relaciones entre los enfoques por él mismo denominados "epistemológico" y "gnoseológico", de modo que, en
vez de quedar meramente mentada, pero ensombrecida, la perspectiva "epistemológica" por efecto del rasante
"gnoseológico" de análisis, podamos acceder, de entrada, a una consideración formal y recta de la perspectiva
mentada como epistemológica, esto es, de aquellas situaciones cognoscitivas (etiológicamente antropológicas) en
la que se nos dan saberes temáticamente físicos, biológicos y antropológicos, y ello de forma que podamos asimismo
acceder a la consideración de esas otras situaciones concebidas como "gnoseológicas", esto es, a esas situaciones
que, como un desarrollo límite de los saberes etiológicamente antropológicos y temáticamente físicos, tienen lugar
sólo mediante las capas de operaciones y fenómenos formalmente artefactuales de unos muy determinados artefactos
- los aparatos industriales.
Es la comprensión del carácter formalmente artefactual de dichos conocimientos científicos la que nos permite
apreciar la inviabilidad para ser científicamente tratadas, como posibles contenidos temáticos suyos, tanto las
operaciones zoológicas (formalmente somáticas) como las antropológicas (somáticas, a la par que refundidas en las
normas) que sin embargo son efectivamente tratadas por los saberes etiológicamente antropológicos no científicos;
y la que nos permite asimismo apreciar la artificiosidad y la ineficacia de la maniobra "gnoseológica" que, al objeto
de poder "traducir" o "codificar" en clave "gnoseológica" los conocimientos (etiológicamente antropológicos) sobre
realidades temáticas bio(psico)lógicas o antropológicas, debe asumir, por mera petición de principio, una "analogía
gnoseológica" - que sin embargo nunca se determina - entre aquellas realidades temáticas operatorias
bio(psico)lógicas y antropológicas y las formas constructivas operatorias de las ciencias efectivas .
Las implicaciones históricas y socio-políticas, y a la postre ontológicas, de esta "vuelta del revés" de la perspectiva
"gnoseológica" son de primera importancia: las operaciones antropológicas normativizadas, tanto las temáticas
como las etiológicas, de los saberes (etiológica y temáticamente) antropológicos, están siempre contenidas y
absorbidas - no neutralizadas -, en la estructura de las normas en torno a las que dichos saberes se organizan, y ello
tanto en su momentos (comparativamente) "fenoménicos", en los que se presentan los conflictos internormativos
sectoriales, como en los momentos (comparativamente más) "estructurales", o relativamente resolutorios de dichos
conflictos. Ello quiere decir que el proyecto (de la sociedad capitalista industrial) de tornar científicos a dichos
saberes etiológica y temáticamente antropológicos no puede llegar nunca a consumarse plenamente. La voluntad
(ideológica) que anima dicho proyecto supone la pugna por lograr, en el ámbito de las relaciones sociales
conflictivas sectoriales de dicha sociedad, un tipo de dominio científico que fuese análogo al domino que mediante
sus aparatos especiales logran las ciencias físicas sobre sus correspondientes campos naturales, y por tanto un tipo
de "engranaje tecnológico-social" resultante de aquel pretendido dominio "científico-social" al que quedasen
reducidas las posibilidades mismas histórico-políticas universalmente infinitas abiertas por la efectiva tecnología
física industrial; un dominio "científico-tecnológico-social" éste que ciertamente no deja de encontrar su relativo
fundamento real en el engranaje cultural objetivo envolvente crecientemente levantado por la industria que
incesantemente se realimenta con las relaciones sociales capitalistas, pero que en todo caso no puede llegar a
culminar nunca plenamente.
De aquí que suponer la "analogía gnoseológica (rigurosa)" entre los campos operatorios temáticos de dichos saberes
y los sujetos gnoseológicos que construyen las genuinas ciencias físicas, y asumir por tanto la viabilidad de diversos
tipos de neutralización (temática y metodológica) de las operaciones antropológicas dadas en dichos campos, unos
formas éstas de neutralización que fuesen análogas a la neutralización de las operaciones constructivas de las
ciencias físicas estrictas, viene a suponer, objetivamente, a la postre, una forma (escolástico-abstracta) de
reconciliación con aquellas tendencia y pretensión "social-tecnócratas" de la sociedad capitalista industrial.
Y de aquí, por último, que la ontología general misma que pueda hacerse ligada a este reduccionismo formalista
(metafísico) gnoseologista, aun cuando quiera ser una ontología general crítica - y por ello no metafísica - construida
mediante la idea de "materialidad trascendental", deberá verse confinada a construir dicha idea exclusiva y
abstractamente entre medias de las solas categorías científicas; en vez de construirse contando sin duda con dichas
categorías, pero en cuanto que susceptibles de engranar entre sí según determinaciones (trascendentales) cuyas
posibilidades universalmente in-finitas, abiertas sin duda y precisamente por la propagación tecnológica industrial,
vienen a consistir en las posibilidades mismas univeralmente in-finitas de la historia política universal. De este
modo, queda evacuada y reabsorbida la idea misma de historia como idea ontológica por efecto de aquel
reduccionismo (ontológico) gnoseologista, en vez de quedar en disposición para poder ser en el límite tratada como
la idea misma de materialidad trascendental. De aquí que, no obstante las pretensiones crítico-trascendentales de la
idea de materialidad trascendental, dicha idea, en cuanto que construida abstractamente entre medias de las solas
categorías científicas, viene a verse a la postre abocada a la reconciliación con la tendencia "social-tecnócrata"
impresa a la historia por la propia sociedad capitalista industrial.
(Y evacuada de este modo la historia respecto de la ontología, ésta queda sin duda dispuesta para ser tratada de
cualquier forma gratuita o arbitraria).
Madrid, Diciembre de 2001.