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Notas para una crítica del enfoque �gnoseológico� de las ciencias (de G.

Bueno) desde una perspectiva


�noetológica�, con especial atención a:
(i) la relación entre la idea general de ciencia(s) y la idea de conocimiento,
(ii) la concepción de las "ciencias humanas" y
(iii) las implicaciones históricas y socio-políticas de ambas cuestiones.
(Notas de Clase)

Sumario
1. Planteamiento general de la cuestión.- *
(I) Planteamiento general de la cuestión en G. Bueno *
(II) Primer acercamiento a la crítica del planteamiento general de la cuestión en G. Bueno.- *
2. Esquema de las coordenadas generales de una noetología (antropológica).- *

(I) Esquema de las coordenadas filosófico-generales de la idea de �campo antropológico�.- *


I.1. La función significativa (apofántica) de los lenguajes y el papel de dicha función significativa en el contexto
socio-productivo global. *
I.2. Carácter formalmente extrasomático de la cultura objetiva antropológica. *
I. 3. Reinterpretación de la distinción aristotélica entre el "entendimiento agente" y el "entendimiento paciente" en
términos de la distinción entre los "componentes somáticos" y los "componentes normativos" del campo
antropológico. *
I.4. El proyecto noetológico en cuanto que asociado al proyecto filosófico-antropológico. *
(i) Sinexión entre las figuras cognoscitivas objetivas (noemáticas) y los valores.- *
I. 5. La experiencia religiosa primaria como experiencia privativa de desbordamiento por respecto de las normas. *
(II) Esquema de las coordenadas generales del sistema dialéctico de los conocimientos.- *
II.1 Estructura y funcionamiento de las sociedades "primitivas". *
(i) Los saberes (técnicos y sociales) en las sociedades "primitivas".- *
II.2. Estructura y funcionamiento de las sociedades histórico-políticas.- *
(i) .El Estado como forma de metatotalización partidista y precaria de los enfrentamientos sociales. *
(ii). El proceso de la civilización y la formación de los Imperios. *
II.3. Esquema del sistema dialéctico de los conocimientos en las sociedades histórico-políticas. Observaciones
preliminares.- *
(i). La producción "excedentaria" como motor recurrente del desarrollo de los saberes particulares, físico-naturales
y sociales. *
(ii). El tejido (dialéctico) recurrente y abierto entre los saberes físico-naturales y los saberes sociales en el contexto
del Estado. El Estado y la Filosofía. *
(iii). La dialéctica entre el momento "destructivo-regresivo" y el momento "constructivo-progresivo" de la
metatotalización política como dialéctica universal de los saberes particulares, físico-naturales y sociales. *
II.4. Esquema del sistema dialéctico de los conocimientos en las sociedades histórico-políticas.- *
(i). El desarrollo de los saberes físico-naturales: de las técnicas a las ciencias y al complejo tecnológico-científico-
industrial.- *
(a) Los saberes físico-naturales en el contexto de las técnicas. *
(b) La formación de las ciencias y del complejo tecnológico-científico industrial: la sociedad universal in-finita y el
capitalismo industrial. *
(ii). El proyecto de las "ciencias humanas" como proyecto ideológico de la sociedad capitalista industrial. *
(a) Las morfologías de los saberes sociales en las sociedades históricas. Dialéctica entre los saberes sociales y la
historia (como historiografía).- *
(b) Carácter ideológico y (relativo) fundamento real del proyecto de las "ciencias humanas. *
(c). Tipos de ciencias humanas en proyecto: Etnología, "ciencias" sociológicas y Psicología. *
3. Corolario: Crítica de la tipología dialéctica de situaciones y fases gnoseológicas de las "ciencias humanas" de
G. Bueno. *
(i) Sobre el concepto de la "fase a1".- *
(ii). Sobre el concepto de las " fases a2" (I-a2 yII-a2) *
(iii). Sobre el concepto de la "fase b2". *
(iv) Sobre el concepto de las "fases b1" (I-b1 y II-b1) *
4. Conclusión y recapitulación.- *
(i) Conclusión. *
(ii) Recapitulación. *
1. -Planteamiento general de la cuestión.-
(I) Planteamiento general de la cuestión en G. Bueno.-
I. 1. Gustavo Bueno ha defendido la necesidad de un enfoque "gnoseológico" (y no "epistemológico") para apresar
la idea de ciencia sobre el supuesto de que dicha idea es solidaria de la idea de verdad en cuanto que construcción
conjugada entre la materia (semántica) y la forma (constructivo-demostrativa) de cada ciencia, de modo que sería
posible alcanzar una idea general de ciencia como "género posterior" obtenido por la recurrencia comparativo-
clasificatoria entre la pluralidad de ciencias (o subgrupos de ciencias) ya dadas o en curso, o sea, entre la pluralidad
de las mencionadas construcciones demostrativas conjugadas materia/forma en las que las ciencias consisten.
De un modo diferente, se entiende que la perspectiva "epistemológica" tendría que ver con la oposición conjugada
entre el sujeto y el objeto de los conocimientos. Se supone, por ello, que no cabría relacionar, sin más, lo
"epistemológico" y lo "gnoseológico" como un "género" y una "especie (recta)", de suerte que "resultará que cuando
contemplamos las cuestiones gnoseológicas desde la perspectiva epistemológica, no solamente estaremos
abstrayendo algunas determinaciones cogenéricas (manteniendo intactos, acaso, los caracteres generales), sino que
estaremos probablemente deformando o anegando la estructura misma de la ciencia (en el supuesto de que esta
estructura sólo oblicuamente pudiera interpretarse como una especie - "conocimiento científico" - del género
"conocimiento" (G. Bueno, La teoría del cierre categorial, vol. I, p. 332).
Ello no quiere decir que el enfoque "gnoseológico" pueda prescindir por completo de los "sujetos" que hacen las
ciencias; antes bien, éstos se entenderán , ante todo, como los sujetos corpóreos operatorios cuyas operaciones,
debiendo estar presentes en la génesis constructiva de las ciencias (de cada una de sus verdades), quedarán no
obstante segregadas o neutralizadas en la estructura objetiva esencial de cada verdad resultante (o sea, en la
"identidad sintética" demostrada en la que se cifra la forma de las verdades materiales de las ciencias).
I. 2. Desde semejante enfoque gnoseológico, Bueno ha planteado el problema de las "ciencias humanas (y
etológicas)" , básicamente, como el problema planteado por aquel subgrupo de (posibles) ciencias en las que, al
menos en el "sector fenoménico" del "eje semántico" de sus campos figuran formalmente "operaciones" (temáticas),
entendidas éstas como un "análogo riguroso" de las operaciones de los sujetos gnoseológicos que, en general, están
presentes en la génesis constructiva de cualesquiera ciencias - incluyendo, en su caso, a las propias ciencias
humanas. Semejante situación será denominada situación "b", por oposición a la situación denominada "a", que se
correspondería con la de aquellas ciencias en cuyos campos no figuran formalmente sujetos gnoseológicos o algún
"análogo suyo riguroso" (o sea, el caso de las estrictas ciencias físico-naturales).
El carácter problemático de semejante situación "b" residiría, entonces, en que ella nos sitúa, de entrada, ante esta
doble alternativa problemática: si, como se ha supuesto, las operaciones constructivas, genéticas o etiológicas, de
las ciencias han de quedar neutralizadas por sus resultados verdaderos, entonces, o bien por un lado la presencia de
operaciones temáticas en los campos de estas (posibles) ciencias compromete su carácter metodológicamente
científico al poner en cuestión la necesaria neutralización de las operaciones constructivas o etiológicas, o bien de
otro modo la segregación de éstas últimas, en cuanto que acarrearía la segregación de las temáticas, compromete el
carácter (temático-operatorio) "humano" - o "etológico" - de las mismas.
Semejante situación problemática, planteada de entrada de este modo, pretende ser dialécticamente canalizada o
desenvuelta y resuelta mediante la introducción de la distinción entre estos dos tipos de metodologías: las
denominadas "metodologías b-operatorias", que serían todos aquellos procedimientos mediante los cuales estas
ciencias consideran y tratan como presentes las operaciones temáticas de sus campos, y las denominadas
"metodologías a-operatorias", que serían todos aquellos procedimientos mediante los cuales estas ciencias,
partiendo de contenidos fenoménicos ellos mismos operatorios, construyen relaciones entre los términos de sus
campos en donde sin embargo quedarían neutralizadas las operaciones temáticas de partida. La distinción entre
ambos tipos de metodologías quiere referirse, más que globalmente a dos ciencias o grupos de ciencias, a dos
momentos o fases o estados por los que en principio transitarían cualesquiera de estas ciencias, tendiendo, en todo
caso, cada una de ellas a su modo, a asentarse más en una fase que en otra en su proceso de oscilación permanente.
De aquí, se supone, el carácter constitutiva o permanentemente problemático de estas ciencias por lo que toca a sus
fundamentos de cientificidad.
Por lo demás, y a su vez, estas dos fases o momentos metodológicos deberán ser desglosados todavía en distintas
subfases, construyéndose así una tipología, pretendidamente dialéctico-gnoseológica, de las diversas fases y
subfases de los procedimientos metodológicos por los que dichas ciencias transitarían y en torno a las cuales, cada
una a su modo, tenderían a asentarse sin perjuicio de su oscilación. Como se sabe: las fases a1 y a2 - incluyendo
ésta última sus momentos a2I y a2II - y las fases b2 y b1 - incluyendo esta última los momentos b1I y b1II -, de las
cuales fases y subfases más adelante se hablará.
(II) Primer acercamiento a la crítica del planteamiento general de la cuestión en G. Bueno.-
Ahora bien: es precisamente la pretensión de definir una escala gnoseológica de análisis en el sentido indicado la
que ensombrece toda posible definición de la perspectiva denominada "epistemológica" que, sin embargo y en todo
caso, ha sido mentada correlativamente. En efecto: la mención de dicha perspectiva epistemológica, simplemente
caracterizada en general por la conjugación objeto/sujeto, y en todo caso traída a colación con ocasión de la
definición del enfoque gnoseológico en cuanto que definido por la conjugación materia/forma asociada a la verdad
del modo que se ha visto, queda necesariamente fuera del cono de luz arrojado por la escala gnoseológica así
definida, hasta el punto de que sólo podrá ser conceptualmente registrada desde dicha escala de un modo privativo
o negativo: como aquellas situaciones, en efecto, que no cumplen las condiciones de la verdad gnoseológicamente
definidas, sin que por lo demás se nos diga, de un modo formal y recto, en qué puedan consistir, o cuales pueden
ser las distintas configuraciones de dichas situaciones (de supuesta conjugación sujeto/objeto ), así como su relación
con la verdad - salvo, precisamente, aquellas situaciones "científicas" de conjugación entre el sujeto que hace las
ciencias y su objetos verdaderos que ya están definida a escala gnoseológica, o sea, definidas por la segregación de
las operaciones constructivo-etiológicas por sus resultados (materiales) objetivos verdaderos (formalmente
demostrados).
Pues bien: semejante ensombrecimiento de la perspectiva "epistemológica" (sólo correlativamente mentada y
genérico-indiferenciadamente caracterizada) desde el modo de definir la escala "gnoseológica" (por su parte,
constructivamente definida del modo efectivo que se ha visto), deberá acarrear ciertos límites insuperables no sólo
a la hora de ensayar cualquier filosofía general del conocimiento que quisiera hacerse asociada o dependiente de
semejante "gnoseología", sino también incluso por lo que respecta a las posibilidades mismas de dicha gnoseología,
y ello de un modo especialmente acusado al plantearse el problema de las "ciencias humanas".
II. 1. Para empezar, estos límites podrán comenzar a manifestarse ya en la posibilidad de una comprensión
desdibujada o insuficiente de ciertos aspectos o estratos de las ciencias estrictas físico-naturales.
Ante todo, y en general, por lo que respecta a la cuestión de la relación entre los conocimientos, que inexorablemente
hay que vincular (del modo que fuere: ver más adelante) a los sujetos científicos, y las formas de construcción
demostrativa de verdades materiales objetivas que las ciencias ejercen.
En efecto: La dialéctica o conjugación entre la forma (constructivo-demostrativa) y la materia del campo de cada
ciencia, a través de la cual tiene lugar la segregación de las operaciones constructivo-genéticas (no proposicionales)
en sus resultados objetivos (asimismo extraproposicionales) , no se reduce, por lo que respecta a los sujetos, a dicho
tipo de participación, puesto que incluye también un tipo de participación formal de los sujetos científicos en cuanto
que sujetos cognoscentes, por cuya mediación puede llegar a tener lugar precisamente dicha construcción objetiva
verdadera (extraproposicional) y la correspondiente neutralización de las operaciones (no proposicionales). Dicha
participación de los sujetos científicos cognoscentes tiene lugar sobre todo mediante el lenguaje, esto es, a través de
las representaciones proposicionales científicas (de los procedimientos constructivos y de los resultados construidos
extraproposicionales) que, como soporte procesual intercalado entre medias de dichos procedimientos y resultados
constructivos extraproposicionales, hacen posible sostener y proseguir las propias construcciones objetuales no
proposicionales.
En este sentido, el concepto de "producto relativo" (entre los "signos", los "sujetos", y los "objetos"), usado por
Bueno al objeto de articular las relaciones constructivas entre los momentos de los distintos sectores de los tres ejes
de una construcción científica, es sin duda imprescindible, pero puede que insuficiente, si no va explícitamente
acompañado por el reconocimiento de que las representaciones proposicionales características de la actividad
cognoscente de los sujetos científicos, como soporte procesual intercalado a lo largo de toda la construcción
científica (extrapoposicional), incluido el momento de la construcción no proposicional de verdades objetivas y de
la consiguiente neutralización de las operaciones no proposicionales, resulta ser formalmente imprescindible para
el sostenimiento y la prosecución de los propios momentos no proposicionales de las construcciones científicas.
Muy en particular, también las verdades objetivas extraproposicionales (las identidades sintéticas materiales
formalmente construidas), momento extraproposicional objetivo en el cual suponemos que tiene lugar la
segregación de las operaciones constructivo-genéticas no proposicionales, pueden y deben ser conocidas por los
sujetos científicos, esto es, proposicionalmente representadas, a través sin duda de operaciones proposicionales , y
ello como condición formalmente mediadora sin la cual sería imposible levantar y proseguir las propias verdades
no proposicionales construidas.
Un reconocimiento insuficiente, o desdibujado, de semejante papel formal de la actividad cognoscente de los sujetos
científicos - mediante sus operaciones proposicionales representacionales sostenidas a lo largo de toda la
construcción científica - en el conjunto del metabolismo constructivo de las ciencias, puede dar lugar a
interpretaciones restrictivas muy significativas de dicho metabolismo. En particular, por lo que respecta a la cuestión
de la dialéctica entre cada ciencia y su "historia interna", por lo que toca a la dialéctica entre cada ciencia y su
denominada "historia externa", y asimismo en lo que se refiere a la dialéctica entre las diversas ciencias.
(i). Por lo que respecta a la dialéctica entre cada ciencia y su "historia interna", la cuestión es que el estado presente,
o actual, del campo de cada ciencia ha de considerarse no sólo "irregular" (o "gromerular"), debido sin duda a la
distribución irregular del conjunto de sus teoremas, o racimos de teoremas (teorías), vigentes, sino también
polémico, o conflictivo, en el sentido de que dicho campo incluirá, no sólo teoremas, sino también problemas -
respecto de dichos teoremas -, resultantes de las confluencias mutuamente desajustadas de sus teoremas en curso.
De ahí el carácter internamente infecto, y por ello procesual o histórico, del campo de cada ciencia, o sea, la
necesidad de una incesante revisión, desde el estado polémico del presente, de los estratos pretéritos de cada campo,
al objeto de reintepretar, una y otra vez, los cursos pretéritos de planteamientos de problemas a partir de teoremas y
las resoluciones mediante teoremas de dichos problemas, y ello como condición del cálculo, deliberación y
planificación de la posible resolución mediante nuevos teoremas de los problemas del presente.
A su vez, semejante reinterpretación histórica tampoco podrá ser ni lineal ni homogénea, sino multilineal y
conflictiva o polémica, puesto que tampoco los "datos" del pasado científico hablan "por sí mismos" de manera
enteramente inmediata e inequívoca. Dichos "datos" contienen sin duda teoremas, como resoluciones de problemas
previos, las cuales resoluciones, sin perjuicio de la franja de verdad dentro de las que se dan y que instauran, se
establecieron como alternativas a otros posibles proyectos de resolución que, aun cuando descartados por dicha
resolución efectiva, pueden no obstante volver a ser considerados desde el presente, y ello en la medida en que
también forma parte del pasado de una ciencia la reintroducción de proyectos alternativos de resolución, en su
momento descartados por algún determinado teorema, en el seno de ulteriores reconstrucciones de (más o menos)
amplias y profundas ramificaciones de teoremas pretéritos que, sin perjuicio de las franjas de verdad de cada uno
de estos teoremas, pueda haberlos reconstruido a todos de un modo estrictamente nuevo o no contenido en el pasado
anterior a dicha reconstrucción. En otras palabras: que también forma parte del pasado de una ciencia aquella
situación en la que la convergencia problemática de una pluralidad de teoremas puede llevar a resoluciones
(teoremáticas) anamórficas que reorganicen racimos de teorema previos de forma que incluyan proyectos
alternativos anteriores de resolución de problemas en su momento descartados por algún determinado teorema o
grupo de teoremas. En esta medida, el campo presente de una ciencia, sin estar indefinidamente abierto de un modo
positivo (sin que "cualquier cosa sea posible"), sí que está indefinidamente abierto de un modo negativo, lo cual no
sólo hace necesaria la mencionada revisión histórica, sino que a su vez determina el que ésta pueda tener lugar de
un modo asimismo polémico, esto es, de modo que sean posibles reinterpretaciones históricas diversas y
mutuamente enfrentadas a la luz de los diversos proyectos hipotéticos de resolución de los problemas del presente.
De este modo, la cirularidad hermeneútica , compleja (o multilineal) y polémica, entre el pasado y el presente, en
cuanto que incluye las operaciones de (re)interpretación del pasado científico, y del cálculo, deliberación y
planificación respecto de los problemas del presente, se nos muestra como un contenido o característica formal
también del metabolismo constructivo (o "gnoseológico" mismo) del campo de cada ciencia.
Por ello, la enseñanza de las ciencias se nos presenta como una institución formalmente interna e imprescindible al
metabolismo constructivo del campo de cada ciencia, y precisamente en cuanto que ella consiste en la transmisión,
no ya de un presunto cuerpo de conocimientos homogéneo y acabado, sino más bien constitutivamente polémico,
que debe incluir por tanto su propia historiografía, asimismo polémica, como condición de la prosecución en el
presente del proceso de la ciencia de referencia.
Mas ninguna de estas situaciones formalmente internas al campo de cada ciencia son desde luego posibles sin los
conocimientos de los sujetos científicos, los cuales conocimientos, expresados mediante representaciones
proposicionales (por descontado, no sólo orales, sino escritas; y ello debido a su carácter histórico), son los que
precisamente permiten operaciones tales como la aprehensión de los problemas a partir de los teoremas asimismo
conocidos, la planificación y el cálculo o ensayo hipotéticos de resoluciones a dichos problemas, la consiguiente
revisión historiográfica, asimismo polémica, de los datos del pasado como condición de la planificación y el ensayo
polémicos de resolución de los problemas del presente, así como, desde luego, las efectivas construcciones de
teoremas en su estrato proposicional.
Sólo un reconocimiento explícito y suficiente del lugar de los conocimientos científicos en la dialéctica entre el
campo de cada ciencia y su historia científica nos permite evitar de raíz la posible interpretación, en el límite absurda,
que viera a la historia "interna" de cada ciencia como el mero proceso genético de constitución del sistema científico
de (cada) presente en cuanto que destinado a quedar anegado (neutralizado o segregado) por dicho sistema del
presente; posible interpretación ésta que se vería abocada a la postre a un "presentismo" metafísico incapaz de
comprender la conjugación entre el carácter "sistemático de la historia" y el carácter "histórico del sistema" también
y precisamente en el caso de las ciencias .
(ii). Por lo que respecta a la dialéctica entre cada ciencia y su denominada historia "externa" o "contextual", la
cuestión es que desde dentro del campo de cada ciencia, en cuanto que incluye, como se ha visto, la dialéctica con
su historia "interna", dichos campos se encuentran vinculados con sus contextos históricos socio-culturales, y
precisamente como una vinculación que tiene la forma de una retroalimentación específica y endógena, no
meramente "externa" y genérica. Si, como se ha dicho, son posibles reorganizaciones de ramas enteras de teoremas
anteriores que incluyen la posible reinclusión de alternativas pretéritas de resolución de problemas en su momento
descartadas por algún teorema o grupo determinado de teoremas en todo caso ulteriormente reorganizados, la
cuestión es entonces que el sistema de alternativas posibles de cada momento, así como el curso efectivo resolutorio
que en cada caso se siga, no es en cualquier caso independiente de las condiciones socio-culturales específicas a
partir de las cuales las alternativas "victoriosas" demostraron su eficacia, y además y precisamente bajo la forma
de su rendimiento tecnológico.
Sin perjuicio de que más adelante desarrollaremos más esta cuestión decisiva, me limito simplemente ahora a
apuntar lo siguiente: que dichas condiciones socio-culturales tienen que ver con determinadas relaciones sociales
que se encuentran sin duda conjugadas con un grado y un tipo de desarrollo de las fuerzas productivas que implican
la industria, puesto que así como no es posible la industria sin las ciencias, tampoco cabe al menos la generalización
y el desarrollo de las ciencias sin la industria. Ello quiere decir que la realimentación de las resoluciones teoremáticas
"victoriosas" y su rendimiento tecnológico a través de la industria no es en todo caso neutral, o sea, "externa" y/o
"genérica" respecto de las relaciones sociales en cada caso alternativas de organización de la producción - de dichos
rendimientos tecnológicos -, sino que está vinculada o realimentada con dichas formas sociales de un modo
"endógeno" y "específico", tanto en el sentido de que la planificación social (alternativa) de la investigación
científica encauzará las resoluciones teoremáticas que puedan llegar a alcanzarse, como en el sentido de que dichas
resoluciones, una vez encontradas, y realimentadas tecnológico-industrialmente, encauzarán la forma y la dirección
de dichas relaciones sociales.
Así pues, la dialéctica entre cada campo científico y su historia científica o "interna" resulta estar conjugada, o
realimentada, con su historia socio-productiva contextual específica (muy oscuramente caracterizada como
"externa", por lo que estamos viendo) por la mediación de las aplicaciones tecnológico-industriales de sus
resultados, aplicaciones éstas que resultan a su vez conjugadas con las formas sociales alternativas de organizar
dichos rendimientos tecnológico-industriales. De este modo, así como es posible una historia social (sociopolítica)
de las ciencias endógena y específicamente vinculada, o requerida, desde la propia historia científica de cada ciencia,
no menos, y por lo mismo, la propia revisión historiográfica que los científicos deben hacer del campo de su ciencia
como condición de la orientación en la investigación científica del presente, así como manifiestamente la revisión
de dicha investigación actual, no serán neutrales desde el punto de vista socio-político, puesto que acarrearán
objetivamente responsabilidades sociopolíticas insoslayables.
(iii). Por último, y por lo que respecta a la dialéctica entre los diversos campos científicos, esta dialéctica no podrá
desvincularse de la dialéctica entre las historias "interna" y "contextual" de cada campo científico, puesto que ella
misma tiene lugar ante todo en el proceso de confluencia tecnológica de los resultados de cada ciencia. En efecto,
es el "complejo científico-tecnológico industrial", desarrollado a partir de la sociedad industrial en adelante, aquel
donde tiene lugar formal y precisamente la dialéctica entre las diversas ciencias, y es por ello dicho complejo el que
requiere un análisis específico y dialéctico proporcionado a su complejidad. Un análisis éste que, en todo caso,
requerirá la consideración de los modos de conjugación, internos y formales, de las relaciones sociopolíticas en el
proceso de levantamiento y desarrollo de dicho complejo. Más adelante se esbozará con mayor fundamento un
análisis semejante.
Una vez más, debe recordarse que sin la mediación de los conocimientos de los sujetos científicos - y tecnológicos
- (pero también, y por lo visto, de los "sujetos socio-políticos �contextuales�" -concepto que incluye a los
científicos y tecnólogos en cuanto a su responsabilidad socio-política), conocimientos proposicionalmente
expresados e intercalados en cada uno de los goznes o mediaciones de esta compleja dialéctica, todo este complejo
proceso no podría levantarse, sostenerse ni proseguirse.
De aquí, en resolución, la importancia de reconocer explícitamente el lugar formal de los conocimientos en las
ciencias (y en todo el complejo con el que éstas se encuentran formal e internamente conjugadas), un reconocimiento
éste que en todo caso no queda suficientemente explicitado por la sola aseveración "gnoseológica" de que las
ciencias, en cuanto que construcciones (formales) de verdades (materiales) objetivas extraproposcionales "no se
reducen" a los "conocimientos" ni a las "proposiciones", puesto que dicha aseveración, de suyo abstractamente
verdadera, requiere , para ser dialéctica e íntegramente verdadera, ser redoblada y conjugada con un análisis de los
modos como los conocimientos y las proposiciones característica o específicamente científicas forman asimismo
parte interna de las ciencias - y, a través suyo, de todo el complejo contextual socio-productivo que asimismo incluye
conocimientos y proposiciones a sus correspondientes escalas específicas.
II.2. Ahora bien, los límites del enfoque "gnoseológico" se muestran más acusados cuando se trata de plantear el
problema de las "ciencias humanas". La cuestión es, en efecto, que el supuesto de partida desde el que dicho enfoque
plantea el problema (a saber, el de que estas ciencias serían aquellas en cuyos campos temáticos figuran
formalmente, siquiera como fenómenos, "sujetos operatorios gnoseológicos", o bien algún "análogo suyo riguroso")
constituye una mera petición de principio desde el momento en que predefine o filtra las que puedan ser las
características de las configuraciones adoptadas por la conjugación sujeto/objeto como contenidos temáticos de
estas disciplinas, así como las posibles formas mismas disciplinares de conocer dichas configuraciones, desde la
idea previa de un "sujeto gnoseológico" definido por la neutralización de sus operaciones constructivo-genéticas en
los resultados verdaderos objetivos (materiales) que en las ciencias estrictas (formalmente) se alcanzan. De este
modo, todo lo que se está haciendo, al menos mientras no se ofrezcan ulteriores determinaciones que justifiquen de
algún modo el supuesto de partida, es simplemente reiterar, en abstracto, la escala gnoseológica misma de análisis
de la que se parte.
El ardid argumental mediante el que se intenta hacer valer semejante modo de plantear el problema consiste en
asegurar que, en aras del "rigor constructivo (geométrico)" y para asegurar la "pertinencia gnoseológica" de la idea
de "ciencias humanas", es preciso, siquiera "metodológicamente", o "al menos al comienzo", conceptualizar o
registrar las que puedan ser las características temáticas de estas ciencias desde sus "determinaciones
gnoseológicas", o sea, desde aquellas presuntas características suyas que se suponen "rigurosamente análogas" a las
de los sujetos gnoseológicos agentes de las ciencias estrictas, y todo ello aun cuando no se deje de reconocer, pero
de un modo puramente abstracto indiferenciado, que la "idea de lo humano" puede contener una "riqueza de
connotaciones" que vayan "más allá" que las que tienen que ver con su "determinación gnoseológica": "Sin duda -
en efecto, se nos dice -, el rigor con el que se nos asegura esta pertinencia tiene como precio la restricción, acaso
excesivamente enérgica, de lo "humano" a sus determinaciones gnoseológicas (científicas). Preferimos, sin
embargo, metodológicamente sacrificar, al menos al comienzo, al rigor �geométrico� la riqueza de la idea de lo
humano - que contiene sin duda muchas más cosas que las que tienen que ver con las ciencias" (G. Bueno: "En torno
al concepto de ciencias humanas: La distinción entre las metodologías a-operatorias y b-operatorias", El Basilisco,
1978, p. 24 -sub. mío-).
Pero este presunto "rigor metodológico constructivo (geométrico)" al que, "al menos al comienzo", habría que
atenerse para asegurar la "pertinencia gnoseológica" de nuestra percepción de las ciencias humanas, no pasa de ser,
en rigor, un mero ardid (pseudo)argumental que se limita a (pseudo)justificar lo que no es sino una mera petición
de principio, a saber, la de la "analogía rigurosa" entre los sujetos temáticos de estas posibles ciencias y los sujetos
gnoseológicos agentes de las ciencias estrictas. Y se trata, en efecto, de una pseudojustificación en la medida en que
la petición de principio que mediante ella se pretende hacer valer es una petición de principio constructiva o
argumentalmente vacía o tautológica, y no dialéctica, dado que en ningún momento ulterior de la construcción se
nos ofrece ninguna otra posible determinación que avale el alcance analógico-gnoseológico de la presunta analogía
(gnoseológica) que se quiere hacer valer - un alcance analógico-gnseológico que precisamente habría de algún modo
de afectar, desde el marco gnoseológico de partida, a esas otras determinaciones de lo "humano" que abstracto-
indiferenciadamente se han reconocido en algún sentido distintas de las estrictamente gnoseológicas: sólo de este
modo podríamos hablar propiamente de una "analogía (gnoseológica) de proporción propia", sin cuya efectiva
justificación no salimos de una mera petición de principio argumentalmente vacía o tautológica.
Así pues, la estrategia (pseudo)argumental que estamos considerando se reduce, en definitiva, a esto: A partir de
una definición del enfoque gnoseológico (mediante la conjugación entre la materia y la forma de las ciencias
concebidas como construcciones formalmente demostrativas de verdades materiales objetivas, a través de las cuales
construcciones las operaciones constructivo-genéticas de los sujetos científicos quedarían neutralizadas en sus
resultados objetivos), enfoque "gnoseológico" éste que se supone inaccesible o inaprensible desde la perspectiva
correlativamente mentada como "epistemológica" (y sólo genérico-indiferenciadamente caracterizada por la
conjugación sujeto/objeto), para luego, en el momento de habérnoslas con el problema de las ciencias humanas,
limitarse a asumir la "traducción", mediante el supuesto de la mencionada "analogía rigurosa", de estas situaciones
mentadas como epistemológicas, que son las que precisamente figuran como contenidos temáticos de las posibles
ciencias humanas, a la escala o el formato de los sujetos científicos tal y como éstos han sido definidos
gnoseológicamente. Semejante "traducción" no pasa, en efecto, de ser una petición de principio vacía, y no
dialéctica, en la medida en que, en vez de ofrecer ulteriores determinaciones de su presunto alcance analógico-
gnoseológico que, desde el marco gnoseológico de partida, afectasen a otras posibles determinaciones, nos
limitamos a postular la "restricción" analógica de dichas posibles determinaciones a su pre-supuesta "determinación
gnoseológica". De este modo se nos difumina la construcción efectiva de una "analogía gnoseológica de proporción
propia" que es lo que sin embargo se está pretendiendo.
Semejante petición de principio (pseudodialéctica), que se limita a reproducir y a expresar - a pesar suyo - los límites
insuperables de la escala "gnoseológica" de análisis de la que se parte y en la que todo momento se pretende moverse,
no puede dejar de tener, entonces, consecuencias muy precisas, y fatales, por lo que respecta a la tipología, que
quiere ser una tipología dialéctica de intención analógico-gnoseológica, de situaciones y fases mediante las que se
pretende desenvolver y resolver dialécticamente el problema de las ciencias humanas.
(i). De entrada, el modo mismo de plantear el problema ya expresa el carácter pseudodialéctico de dicho
planteamiento, en la medida en que dicho problema ha sido planteado, precisamente, mediante esta doble alternativa
- presuntamente problemática -: o bien las ciencias humanas, en la medida en que quisieran ser formal o
metodológicamente científicas, dejarían de ser temáticamente humanas; o bien en la medida en que mantengan su
carácter temáticamente humano, dejarían de ser formal o metodológicamente científicas. Pero esta doble alternativa,
así planteada, se limita a expresar y reproducir la mutua impermeabilidad, o mera yuxtaposición, conceptuales entre
la escala gnoseológica tal y como ha sido definida y la perspectiva epistemológica tal como ha sido sólo mentada y
genérico-indiferenciadamente caracterizada, de modo que no se trata en realidad de una genuino planteamiento
dialéctico del problema, sino sólo y precisamente de un mero dilema. Un dilema, en efecto, en el sentido de que
ninguna de sus dos posibles salidas resuelven el problema: Pues o bien estas ciencias lo son a condición de anegar
su (inicialmente supuesta) condición temática peculiar - en cuyo caso el presunto problema se disolvería en cuanto
que mera apariencia -, o bien dicha condición temática característica las haría inviables como ciencias - en cuyo
caso la resolución del problema se nos aleja indefinidamente . En ambos casos, pues, es la condición problemática
misma del problema que se pretende plantear la que queda sin formular adecuadamente, bien porque se nos se nos
acaba resolviendo en la dirección de reconocer el carácter aparente del problema de partida, bien porque dicha
resolución se nos aleja indefinidamente.
(ii) Semejante carácter no dialéctico, sino sólo dilemático, del planteamiento del problema se reproducirá ahora,
inevitablemente, en la tipología, pretendidamente dialéctico-gnoseológica por analogía, de situaciones y fases
oscilantes mediante la que se pretende desenvolver y resolver el problema: Puesto que, en efecto, o bien por un lado
(a) el carácter genuinamente analógico-gnoseológico de dicha dialéctica depende del supuesto de su "rigurosa
analogía" con la dialéctica gnoseológica previamente definida de neutralización de las operaciones genético-
constructivas científicas en sus resultados objetivos, pero en tal caso ello implica la disolución de las características
específicas de los campos temáticos mediante las que inicialmente habíamos caracterizado dichas ciencias, o sea,
que, como decíamos, dicha inicial caracterización se nos revela a la postre como una apariencia , o bien, por otro
lado, (b) si es que dicha característica temática específica no es una apariencia, entonces no se especifica cual podría
ser el sentido pretendidamente analógico-gnoseológico de semejante dialéctica, si no fuera el de ofrecer una mera
caracterización, puramente privativa y oblicua, de los grados de alejamiento o distancia de las situaciones y fases
por ella contempladas y la efectiva dialéctica gnoseológica de las ciencias estrictas , de modo que, como decíamos,
en tal caso el problema se aleja, por extraño a la escala gnoseológica de partida, indefinidamente.
Estos son, en efecto, los dos "cuernos" del dilema que resultan del planteamiento que se ha hecho de la cuestión.
Más en particular:
(a) Por lo que respecta al primer "cuerno": la presunta dialéctica analógico-gnoseológica oscilante - entre las
situaciones "a " y "b", y las fases de dichas situaciones aI, aII1, aII2; y bII, bI1 y bI2 - sólo podría entenderse como
una genuina dialéctica analógico-gnoseológica sobre el supuesto de su "rigurosa analogía" con la dialéctica
gnoseológica regresiva/progresiva de las ciencias estrictas (físico-naturales) mediante la cual se entiende que tendría
lugar la neutralización regresiva de las operaciones constructivo-genéticas en sus resultados objetivos a partir de sus
fenómenos iniciales recuperables progresivamente. Pero ello supone asumir que el "camino" que en las ciencias
humanas tendría lugar desde los fenómenos (que se han comenzado por suponer ellos mismos formalmente
operatorios) a sus resultados estructurales objetivos, proceso mediante el cual quedarían neutralizadas las
operaciones temáticas en dichas estructuras - y que se supone duplicado por la correspondiente neutralización de
las operaciones científicas - ha de ser "rigurosamente análogo" con el "regreso" que en las efectivas ciencias estrictas
(físico-naturales) tiene lugar desde sus fenómenos de partida (que sin embargo en esta caso se suponen ellos mismos
no operatorios) a sus resultados objetivos, regreso mediante el cual se neutralizan las operaciones científicas. Lo
cual supone, a su vez, y a la postre, asumir la "rigurosa analogía" gnoseológica, o sea, siquiera a efectos de la
construcción científica que sobre ellos pueda levantarse, entre los fenómenos de las posibles ciencias humanas, que
han comenzado por reconocerse como siendo ellos mismos formalmente operatorios, y los fenómenos de las ciencias
físico-naturales, que sin embargo se reconocen en todo caso como no siendo ellos mismos operatorios, lo cual
implica a fin de cuentas disolver, por efecto de la mencionada "rigurosa analogía" presuntamente gnoseológica, la
diferencia misma mediante la cual se había comenzado sin embargo por caracterizar a los campos de estas posibles
ciencias por comparación con los de las ciencias físico-naturales.
A fin de cuentas, pues, como decíamos, semejante diferencia se nos acaba revelando, al menos a efectos
"gnoseológicos" de la construcción científica, como una simple apariencia.
(b) Por que respecta al segundo "cuerno": mas si, por otro lado, nos confirmásemos en la característica diferencial
mediante la cual hemos comenzado por definir los campos temáticos de estas posibles ciencias en términos del
carácter formalmente operatorio de sus fenómenos, entonces lo que precisamente no se nos especifica es cual puede
ser el (presunto) alcance analógicamente gnoseológico de la mencionada dialéctica de situaciones y fases, esto es,
no se nos ofrece la construcción de la "analogía gnoseológica de proporción propia" que sin embargo debiera
efectivamente construirse a tal efecto, dejando por ello abierta la posibilidad de interpretar dicha dialéctica como
una mera caracterización, privativa y oblicua (en vez de positiva y recta) , de los grados de alejamiento de las
construcciones de estos saberes por respecto del canon gnoseológico del que partimos.
Con lo que, en tal caso, como también decíamos, el presunto problema de las ciencias humanas se nos revelaría
como indefinidamente inalcanzable, en recto, desde el patrón gnoseológico del que partimos y en el que nos
movemos.
El equívoco radical y de fondo, en resolución, en el que no puede dejar de moverse todo el planteamiento
"gnoseológico" que Bueno ha querido hacer del problema de las "ciencias humanas" reside en no haber podido
dejar de contar, por un lado, con una caracterización de dichas ciencias en unos términos inevitablemente asociados
a su concepción meramente genérico-indiferenciada de lo que pueda ser la perspectiva "epistemológica " (:carácter
operatorio de los fenómenos mismos de sus campos), y por ello una caracterización se diría que meramente
denotativa o referencial, a la vez que, por otro lado, en haberse visto llevado a tener que re-traducir, reajustar o
filtrar conceptualmente (connotativamente) dicha caracterización en los únicos términos a los que su enfoque
"gnoseológico" alcanza (: analogía rigurosa, a efectos gnoseológicos, entre los sujetos operatorios temáticos y los
gnoseológicos, pero sin que se construya dicha analogía gnoseológica rigurosa), quedando de este modo todo su
planteamiento, desenvolvimiento y resolución pretendidamente gnoseológico-dialécticos del problema
inexorablemente envueltos en la situación dilemática (pseudodialéctica, en cuanto que dicha pretendida dialéctica
quiere ser fiel al registro gnoseológico de partida) según la cual, como se ha visto, y en la medida en que no se
construye efectivamente la analogía gnoseológica (de proporción propia) que se pretende, o bien el problema se nos
ha de revelar como aparente desde el canon gnoseológico de partida, o bien se nos acaba por tornar extraño e
indefinidamente alejado por efecto de dicho canon.
Como más adelante se verá, la situación más ejemplarmente representativa de dicho equívoco de fondo insuperable
lo constituye la conceptualización que, dentro de su tipología, Bueno ha hecho de la fase o estado que denomina a1,
esto es, precisamente de ese estado que, dado el grado máximo de analogía que Bueno le supone con las ciencias
físico-naturales, serviría para reconocer bajo el mismo rótulo - el de "género anterior" -tanto a aquellas situaciones
(biopsicológicas, según la propia caracterización del autor) en las que partiendo de los fenómenos operatorios
temáticos iniciales (conductuales) se alcanzaría una estricta neutralización de dichas operaciones temáticas por
regreso a (presuntos) "géneros anteriores" (de tipo morfofisiológicos, como veremos) y aquellas otras situaciones
características en general de las ciencias físico-naturales estrictas en las que los fenómenos, en este caso no
operatorios, quedan regresivamente neutralizados por sus resultados objetivos constructivamente alcanzados. Como
luego veremos, un análisis mínimamente en forma de la presunta analogía gnoseológica que se quiere hacer valer
mediante el concepto de "género anterior" servirá para poner de manifiesto el carácter radicalmente mal construido
de dicho concepto, así como el alcance paradigmático que dicha pseudoconstrucción tiene por lo que respecta a la
construcción global que Bueno ha hecho del problema de las ciencias humanas.

2. -Esquema de las coordenadas generales de una noetología (antropológica).-


Para remontar los límites y las insuficiencias del enfoque "gnoseológico" aquí considerado es preciso revertir la
perspectiva adoptada por dicho enfoque, de forma que se nos puedan hacer accesibles, de entrada, de un modo
formal y recto, las situaciones de conjugación sujeto/objeto por él mentadas como "epistemológicas", y ello de
manera que podamos asimismo llegar a percibir, como un desenvolvimiento de la dialéctica de dichas situaciones,
la propia formación del tipo de situaciones concebidas como "gnoseológicas," esto es , la formación de las ciencias,
como un tipo sin duda límite de dicha dialéctica, dotado sin duda de sus propias diferencias específicas, pero que en
todo caso no puede dejar de formarse a partir del desenvolvimiento de la misma.
Semejante dialéctica entre las figuras adoptadas por los distintos tipos de conjugación sujeto/objeto podremos
reconocerla como una genuina noetología - dentro de la cual quedarían conceptualmente refundidas de un modo
nuevo la perspectiva mentada como "epistemológica" y la reconocida como "gnoseológica" por la "gnoseología" de
Bueno.
Se trata, pues, de ensayar la construcción del sistema dialéctico comparativo-clasificatorio de las distintas
configuraciones adoptadas por la conjugaciones sujeto/objeto, o sea, se trata de obtener por recurrencia comparativo-
clasificatoria el "sistema dialéctico de los conocimientos".
Este sistema podrá y deberá incluir, desde luego, en sus distintos estratos, diversas ramificaciones y
subramificaciones (procesuales), a su vez mutuamente intersectadas en parte y en parte separadas de diversos
modos, de acuerdo siempre con el proceso mismo de desenvolvimiento de sus apartados o ramales. Así, por ejemplo,
dicho sistema podrá considerar, en uno de sus estratos, la bifurcación entre los conocimientos que lo son de
realidades ellas mismas no cognoscitivas y los que versan sobre hechos ellos mismos cognoscitivos; mientras que,
en otro de sus estratos, podrá considerar la ramificación entre conocimientos técnicos que, sin perjuicio de su
configuración reconocible de un modo recto y formal, aún no han alcanzado la forma de las ciencias, y los
conocimientos científicos. O bien podrá, y deberá, dicho sistema asimismo afrontar el problema de las diversos tipos
de intersecciones y disyunciones que pueden ocurrir entre sus diversos apartados y subapartados: así, por ejemplo,
podrá considerar, dentro de los conocimientos que versan sobre hechos ellos mismos cognoscitivos, la distinción
entre aquellos conocimientos (etiológicamente humanos) sobre organismos animales cognoscitivos y los
conocimientos que unos grupos humanos pueden alcanzar sobre otros grupos humanos, y podrá, y deberá, en este
contexto, discutir en qué medida cada una de estas dos subdivisones pueden alcanzar el rango de ciencias o más
bien permanecer dentro del ámbito de los saberes técnicos.
Ahora bien, y esto es fundamental, lo que en todo caso no podremos hacer es fingir que dicho sistema puede
construirse desde fuera del "campo antropológico", es decir, desde fuera del ámbito de realidad , ella misma
procesual, dentro de la cual tiene lugar - etiológicamente - el propio desenvolvimiento del sistema, y dentro de la
cual se nos puede hacer accesible o reconocible dicho desenvolvimiento, precisamente como un momento interno
suyo. Así pues, el proyecto noetológico de construir el mencionado sistema dialéctico de los conocimientos es
formalmente indisociable de la necesidad de elaborar una antropología filosófica como condición de semejante
proyecto, el cual se nos muestra entonces como una antropología (filosófica) del conocimiento.
La antropología filosófica es, en efecto, el marco trascendental (constitutivamente recurrente) imprescindible más
inmediatamente proporcionado al proyecto noetológico en cuanto que antropología (filosófica) del conocimiento.

(I) Esquema de las coordenadas filosófico-generales de la idea de �campo antropológico�.-

Muy esquemáticamente: la formación de lo que denominamos el �campo antropológico� puede entenderse como
una determinación de los procesos de �anamórfosis�, esto es, de aquellos procesos de transformación por
refundición de una pluralidad de cursos genéticos heterogéneos de cuya convergencia resulta una estructura
cualitativa o formalmente irreductible a cada uno de dichos cursos genéticos por separado, así como a la mera suma
abstracta de todos ellos.
En el caso de la formación del campo antropológico, proponemos identificar dichos cursos, en principio, con el
proceso biológico evolutivo de hominización que conocemos por la etopaleontología homínida , esto es, con el
proceso de formación evolutiva de los diversos rasgos característicos de las morfologías orgánicas (de las especies
y los géneros de la familia homínida), en cuanto que dichos rasgos ya incluyen las conductas, es decir, en cuanto
que ellos posibilitan, como su soporte o canalización morfofisiológica, determinadas conductas - con sus aspectos
cognoscitivos y apetitivos - mediante las que tiene lugar la propia adaptación selectiva al medio y la consiguiente
evolución de dichas morfologías.
Ahora bien, el campo antropológico sólo comenzará a cristalizar cuando estas operaciones, en principio zoológico-
conductuales, comiencen a quedar refundidas a la escala que imponen los primeros objetos o enseres fabricados de
los que nos da cuenta la arqueología prehistórica. Si proponemos, en efecto, cifrar en los objetos o enseres fabricados
siquiera el núcleo de la estructura específica del campo antropológico (resultante de dicha convergencia), ello es
debido a que suponemos que sólo a partir del entramado formal que comienza a fraguar entre dichos objetos
comienza a hacerse posible un nuevo tipo específico de operaciones empleadas en su fabricación y en su uso social,
y por ello un nuevo tipo específico de relaciones sociales, ya no reductibles a las relaciones sociales que sin duda
se dan en diversas especies zoológicas, como son precisamente las "relaciones sociales de producción", en cuanto
que relaciones, en efecto, constitutivas (trascendentales) de la estructura característica o específica del campo
antropológico.
Una vez mínimamente cristalizado dicho núcleo, esto es, dicha trama mínima de objetos, y por ello dichas relaciones
sociales de producción, éstas comenzarán a actuar como un atractor respecto de otras operaciones conductuales
todavía zoológico-genéricas, las cuales irán quedando progresivamente refundidas a la escala de dicho núcleo según
las formas y los ritmos que vayan progresivamente adquiriendo dichas relaciones sociales productivas.
De aquí que una teoría filosófica del campo antropológico deba poder engranar una teoría de su formación (por
refundición a partir de sus cursos biológicos previos) con una teoría de su transformación o de su desarrollo a partir
de su núcleo estructural inicial (trascendental), es decir, del desenvolvimiento de la dialéctica de las relaciones
sociales de producción en las que hacemos residir dicho núcleo inicial. Una dialéctica ésta que habremos de
entender, en efecto, como trascendental , esto es, constitutivamente recurrente, a todas y cada una de sus
configuraciones socio-productivas positivas que vayan formándose por efecto mismo de dicho desenvolvimiento
dialéctico.
Ahora bien, antes de esbozar siquiera el curso o el sistema de dicha dialéctica necesitamos hacernos con alguna idea
general de la forma o estructura de dicho núcleo-atractor, - o "núcleo generador recurrente" - en cuya formación y
desenvolvimiento ciframos la realidad (trascendental) de campo antropológico. Y a tal efecto propongo que es
posible generalizar y reaplicar el concepto, en principio de orden lingüístico o gramatical, de morfosintaxis para
caracterizar la estructura de dichas "relaciones sociales de producción", de suerte que los efectivos lenguajes de
palabras se nos presenten, a su vez, como una subclase especial de la clase más general constituida por las relaciones
morfosintácticas como las relaciones más características y generales (trascendentales) del campo antropológico.
Se trata, en efecto, de generalizar y reaplicar la idea de unas formas sintácticas de interdependencia entre las
variaciones de las flexiones morfemáticas, que es básicamente en lo que consisten las morfosintaxis lingüísticas,
para caracterizar, también y precisamente, a las relaciones sociales de producción. Lo cual podrá hacerse cuando
consideramos a los entramados formados por (sub)grupos de distintos objetos como una estructura compuesta por
una pluralidad de posiciones o lugares operatorios diversos, de modo que respecto de dichas posiciones resulten
mutuamente intercambiables y rotables una pluralidad numérica de distintos sujetos operatorios, y ello
precisamente en la medida en que dichas posiciones se encuentren vinculadas por determinadas interdependencias.
En virtud de la intercambiabilidad y rotación mutuas de los individuos operatorios respecto de dichas posiciones
podremos considerar a éstas como análogas a las flexiones morfemáticas (de los lenguajes), y a su vez, las
interdependencias entre dichas posiciones, en función de las cuales son posibles aquellas intercambiabilidad y
rotación, serían análogas a las relaciones sintácticas entre las flexiones morfemáticas (de los lenguajes). De este
modo, podremos considerar a cada trama socio-productivamente integrada de objetos funcionando como un
segmento (analógicamente) gramatical, en cuanto que consiste en una pluralidad de posiciones operatorias
(analógicamente morfemáticas), que de hecho van correspondiendo con las diversas tareas o subtareas productivas,
en función de cuyas interdependencias sociales (analógicamente sintácticas), que se van correspondiendo de hecho
con la distribución cooperatoria de las diversas tareas productivas, se hace posible la intersustitución y (creciente)
rotación mutuas de los sujetos operatorios respecto de aquellas posiciones o tareas. Y podremos percibir, en general,
una sociedad o círculo socio-productivo antropológico (una vez que, como ahora veremos, estos hayan llegado a
cristalizar como tales círculos) como una gramática global objetiva, esto es, como una distribución cooperatoria
global (sintáctico-social) entre todas sus tareas y subtareas productivas (morfemático-productivas).
Mediante semejante idea de morfosintaxis , en el sentido en el aquí se ha esbozado, podemos comenzar siquiera a
hacernos con una idea general mínimamente precisa de cuestiones filosófico-antropológicas tan importantes como
las siguientes.
I.1. La función significativa (apofántica) de los lenguajes y el papel de dicha función significativa en el
contexto socio-productivo global.
Dicha idea analógica de morfosintaxis nos permite, en efecto, comenzar a comprender de un modo mínimamente
adecuado la función significativa de los lenguajes (de palabras), esto es, la razón por la que los lenguajes re-
presentan, y no de cualquier modo (semiótico-genérico), sino de un modo específico, esto es, semántico (o
apofántico), las cosas. Si cada lenguaje (natural o positivo) puede representar las "cosas" (las realidades de cada
círculo socio-cultural antropológico positivo), esto es así en la medida en que - como nos dijera el Wittgenstein del
Tractatus - comparte con ellas su forma misma de representación, puesto que las cosas, que son sin duda una
realidad extralingüística, no por eso son algo ajeno o extraño al lenguaje, puesto que están talladas a la misma
escala del lenguaje en cuanto que producidas o construidas según una estructura que es precisamente isomorfa con
la estructura misma del lenguaje que por ello puede representarlas. Así pues, significar, o representar
semánticamente (apofánticamente) es participar isomórficamente la estructura de la instancia representante en la
estructura de las realidades representadas, participación ésta en la que propiamente consiste la representación.
A su vez, el privilegio que podemos reconocerle al lenguaje, respecto de las realidades que él representa, reside en
su carácter "intrasomático" (siquiera en principio, esto es, con anterioridad a los lenguajes escritos), esto es, en su
cualidad de consistir en cadenas articuladas de sonidos ejecutados mediante la musculatura bucal y supralaríngea,
lo cual permite que los individuos puedan "portar", mediante la estructura (fonológica y morfosintáctica) de sus
proferencias sonoras, la forma misma (morfosintáctica) de las cosas por ellos producidos, sin necesidad estar
simultáneamente operando con ellas con el resto de su morfología somática operatoria.
Y si, a su vez, hemos de considerar imprescindible esta función representacional del lenguaje, precisamente en el
contexto de las relaciones sociales de producción, esto es así en la medida en que es el lenguaje, y sólo el lenguaje,
el que, como soporte intercalado entre las actividades productivas y las relaciones sociales que éstas conllevan,
hace posible el levantamiento, el sostenimiento y la prosecución de dicha producción y de la vida social que ésta
acarrea. Lo cual es debido a una característica esencial de la actividad productiva, que desborda enteramente
cualquier situación operatoria zoológica previa, y que hemos de cifrar en lo siguiente: en el hecho de que la
producción implica que dos o más subgrupos humanos ocupados en posiciones o tareas susceptibles de estar
copresentes a las operaciones y percepciones de cada uno de estos subgrupos deban a su vez tener de algún modo
presente, y contar con ello como condición formal de la prosecución de dichas tareas y de sus interdependencia,
alguna tercera tarea o posición desempeñada por algún otro posible subgrupo, la cual sin embargo no puede estar,
por razones geográfico-físicas, presente a las operaciones y percepciones de ambos grupos. Bajo semejante
condición, el único modo disponible de llegar a hacer co-presente a ambos grupos de partida las tareas de este tercer
grupo será desde luego re-presentándolas, y representándolas sin duda a través de operaciones somáticas
susceptibles de ser percibidas mutuamente por ambos grupos, lo cual precisamente se hará posible a través de las
proferencias sonoras del lenguaje, las cuales podrán re-presentar aquellas situaciones no accesibles a las
percepciones y operaciones de los grupos que las profieren y las perciben (escuchan) mutuamente sólo en la medida
en que por su estructura formal (morfosintáctica) compartan la estructura (asimismo morfosintáctica) de la
situación socio-productiva global. De aquí, en efecto, el carácter imprescindible y el significado crítico de la
"tercera pesona" (de los pronombres personales y de los tiempos verbales en tercera persona, así como de los
deícticos de "tercera posición o lugar" - "aquello", frente a "esto" o "eso"; "allí", frente a "aquí" o "ahí"-) en toda
posible lengua real de palabras (en todo lenguaje específicamente antropológico).
Es, pues, esta situación socio-productiva global, en cuanto que formalmente compuesta por dicha estructura tri-
posicional (tri-personal), aquella que sólo puede ser construida (levantada, sostenida y proseguida), y precisamente
como tal estructura extralingüística, por la mediación, como su soporte intercalado, de su propia re-presentación
lingüística, en cuanto que ésta, a la vez que consiste en operaciones somáticas susceptibles de estar co-presentes a
las percepciones de cualesquiera pares de grupos de dicha estructura tri-posicional, es no obstante capaz, debido a
su estructura formal (morfosintáctica), de participar isomórficamente en la estructura (morfosintáctica) de la
situación socio-productiva global tri-posicional, y en esta medida poder representarla para cualesquiera pares de
grupos suyos posibles co-presentes, y por ello mismo sostenerla y proseguirla como tal estructura extralingüistica.
Una teoría filosófica del conocimiento no puede, pues, dejar de apreciar que para construir y proseguir la estructura
del "mundo humano" en su estrato extra-lingüístico - del mundo de los entramados de objetos producidos y de las
relaciones sociales que ellos hacen posible - es necesaria la mediación de su propia representación lingüística, la
cual, en cuanto que participación isomorfa intercalada en dicha estructura puede representarla y por ello mismo
hacer posible su construcción y prosecución. Y esto tampoco podrá ser olvidado por ese apartado de la teoría del
conocimiento que se ocupe de las ciencias estrictas, pues, como ya se ha apuntado más adelante se detallará, también
la construcción de las "identidades sintéticas" en su estrato objetual o extraproposicional, con la consiguiente
segregación de las operaciones no proposicionales que dichas identidades acarrean, sólo será posible por la
mediación de las representaciones proposicionales.
I.2. Carácter formalmente extrasomático de la cultura objetiva antropológica.
La mencionada idea de morfosintaxis nos permite asimismo entender el carácter formalmente extrasomático del
entramado de objetos de cada cultura antropológica objetiva. Dicho carácter extrasomático no ha de ser entendido
como una mera obviedad empírica espacial, puesto que su razón de ser reside formalmente en la necesidad de que
dichos objetos (entramados), deban ser conservados o almacenados, debido a que ellos llevan impresa, en la propia
morfología de su entramado (morfosintáctico), su propia norma de construcción y uso sociales, de modo que su
conservación o almacenamiento actúa como condición de la recurrencia de dicha norma de construcción y uso
sociales. Una conservación y una recurrencia que deben ser no sólo transindividuales, sino transgeneracionales, es
decir, que deben transcender a las diversas generaciones biológicas (sin perjuicio del posible deterioro de la materia
física con la que estén fabricados), de suerte que cada nueva generación de individuos pueda incorporarse a, o
instalarse en, los usos o relaciones sociales puestos en acción y soportados por la morfología de la trama de dichos
objetos. Así pues, en la medida en que dichos objetos llevan impresa, en su trama, su propia norma de construcción
y uso sociales, en virtud de dichos entramados ellos consisten en una objetividad formal normativa, sin perjuicio de
su positividad existencial efectiva.
I. 3. Reinterpretación de la distinción aristotélica entre el "entendimiento agente" y el "entendimiento
paciente" en términos de la distinción entre los "componentes somáticos" y los "componentes normativos"
del campo antropológico.
Pero ello quiere decir que dichas tramas de objetos (en cuanto que "componentes normativos" del campo
antropológico) ponen en acto, o actualizan, la capacidad o potencia de los cuerpos operatorios (en cuanto que
"componentes somáticos" de dicho campo) para quedar instalados o sujetos a dichas tramas. Esto es, que la
operatoriedad (cognoscitiva y apetitiva) de los individuos somáticos del campo antropológico debe ser vista como
una capacidad o potencia para quedar prendida o sujeta por una posibilidad indefinida de formas o tramas objetivas
culturales, o círculos socio-culturales antropológicos, del mismo modo que dicha capacidad sólo se actualiza a
través y con posterioridad a alguna de dichas formas culturales objetivas.
Es posible y preciso, por tanto, reinterpretar la distinción aristotélica entre el entendimiento agente y el
entendimiento paciente identificando éste último con los cuerpos operatorios - con los "componentes somáticos"
del campo antropológico - y aquel con cada una de las formas culturales antropológicas objetivas - con los
"componentes normativos" de dicho campo -, de modo que el entendimiento paciente sea visto como la
operatoriedad somática en cuanto que capacidad o potencia para "conocer todas las cosas", es decir, para quedar
sujeta o prendida (pero tanto cognoscitiva como apetitivamente) de cualesquiera posibles círculos socio-culturales
antropológicos, a la vez que el entendimiento agente sea visto como cada uno de estos posibles círculos en cuanto
que actualizan o ponen en acto aquella capacidad. Se comprende, por tanto, que los objetos del campo
antropológico, por su trama, deban ser formalmente extrasomáticos, así como el "entedimiento agente" aristotélico
actúa "separado del cuerpo", de modo que puedan "poner en acto", una y otra vez, recurrentemente, la capacidad o
potencia de los cuerpos operatorios, o sea, del "entedimiento paciente", para quedar sujetos o prendidos de dichas
formas objetivas extrasomáticas.
A su vez, la puesta en acto, en cada caso, de la potencia operatoria somática por las tramas objetivas de objetos - la
"ciencia en acto" aristotélica, que es "lo mismo que su objeto", según Aristóteles - no podría tener lugar, por las
razones vistas, sin la mediación del lenguaje - de cada lenguaje positivo inserto en cada círculo antropológico -, esto
es, sin la participación isomorfa (respecto de las tramas de objetos) de las operaciones somáticas lingüísticas como
soporte intercalado (entre dichas tramas), en virtud del cual soporte puede llevarse a buen término la "ciencia en
acto", o sea, puede sostenerse y proseguirse la propia "arquitectura objetiva" que pone en acto a los cuerpos
operatorios.
Incluso dentro del lenguaje es preciso distinguir y conjugar entre aquel aspecto suyo que puede ponerse de parte del
"entendimiento agente", cuya objetividad extrasomática vendría dada por la gramática de cada lenguaje portada por
los cuerpos de "los demás" en cuanto les suponemos "ya hablando", o poniendo en acto dicha gramática, y aquel
otro aspecto suyo que podría ponerse del lado del "entendimiento paciente" en cuanto que potencia o capacidad (o
"competencia") lingüística de los cuerpos operatorios. Sin la puesta en acto de dicha competencia lingüística - sin
duda, por aprendizaje social transgeneracional -, puesta en acto que sólo es posible intercalada entre medias de su
cultura objetiva correspondiente, es dicha cultura objetiva la que a su vez no podría proseguir
(transgeneracionalmente) sus curso, y por ello, poner recurrentemente en acto la integridad de la propia potencia
operatoria de cada cuerpo en su propia cultura.
I.4. El proyecto noetológico en cuanto que asociado al proyecto filosófico-antropológico.
La anterior reinterpretación, y precisamente en la medida en que quiere ser estricta, de la mencionada distinción
entre el entendimiento agente y el paciente implica que una antropología filosófica no puede dejar de desenvolverse
si no es, justamente, como una noetología, o sea, como una teoría (filosófica) del conocimiento en cuanto que teoría
transcendental - constitutivamente recurrente - del sistema dialéctico de las diversas clases y subclases - y por tanto
de su "simploké" - de la figura de la "ciencia en acto" que fragua junto con el campo antropológico. Lo cual equivale
a decir, a la recíproca, que todo proyecto noetológico sólo puede realizarse, como su escala más inmediatamente
proporcionada, a través o en el contexto de una antropología filosófica en cuanto que antropología del conocimiento.
(i) Sinexión entre las figuras cognoscitivas objetivas (noemáticas) y los valores.-
Hecha la muy importante precisión, a su vez, de que dicha noetología deberá verse intextricablemente asociada,
como al anverso y el reverso de la misma cuestión, a una estimativa filosófica (o transcendental), en cuanto que
teoría filosófica de las "valoraciones" o "importancias prácticas" que toda figura cognoscitiva o "ciencia en acto"
comporta. Pues no son sólo los momentos cognoscitivos, sino también los apetitivos o conativos, de los cuerpos
operatorios (de los componentes somáticos del campo antropológico), aquellos que quedan refundidos por la
estructura objetiva de las tramas normativas socio-culturales (por los componentes normativos del campo
antropológico). La antropología filosófica debe desenvolverse entonces como una "antropología del conocimiento"
y como una "antropología de los valores" como las dos caras indisociables de las tramas normativas que constituyen
(trascendentalmente) al campo antropológico.
Dichas tramas normativas, en efecto, consisten en procesos cognoscitivos a la par que prácticos, esto es, consisten
en cursos de acción, o de intervención operatoria, y en este sentido eminentemente prácticos, cuyas construcciones
están dotadas a su vez de determinadas figuras cognoscitivas objetivas (noemáticas, esto es, noemático-normativas:
cuya objetividad noemática es la de su propia formalidad normativa) . Unos procesos éstos que, a su vez, y por otro
lado, podremos considerar, tanto en su dimensión social como cultural, ambas mutuamente conjugadas, esto es, que
podremos considerar bien como procesos o relaciones formalmente sociales en cuanto que cursos o proyectos
operatorios de acción mutua de unos grupos sociales sobre otros - mediados por sus contenidos culturales - , o que
podremos considerar como procesos formalmente culturales en cuanto construcciones operatoriamente levantadas
sobre el medio extra-humano/operatorio - mediadas por aquellas relaciones sociales . Tanto los procesos o relaciones
sociales como los procesos culturales podrán adquirir sus encadenamientos, morfologías y ritmos formalmente
propios, pero siempre mediados o conjugados con los procesos existencialmente presentes de la otra dimensión.
Se comprende, entonces, que tanto las relaciones sociales (los proyectos mutos de acción entre grupos sociales),
como los propios procesos culturales (las construcciones operatorias levantadas sobre el medio extra-
humano/operatorio), además de estar dotados de configuraciones cognoscitivas objetivas (noemático-normativas)
comporten inexorablemente valores, esto es, importancias prácticas mutuas respecto de los grupos sociales en
juego: no sólo, desde luego, de un modo formal y recto, en la dimensión social, en cuanto que los proyectos mutuos
de acción comportarán directa y formalmente importancias prácticas mutuas para cada uno de los grupos sociales
en juego, sino también en el orden cultural, y aquí de un modo indirecto o mediato pero en todo caso no menos
formal, en cuanto que las construcciones culturales, en la medida en que median las relaciones sociales, afectarán o
efectuarán alguna modificación en las importancias sociales prácticas comportadas por dichas relaciones sociales.
Unas importancias sociales prácticas éstas que, sin duda, no dejan de tener una configuración cognoscitiva objetiva
(noemático-normativa).
Se comprende entonces que, como decíamos, el proyecto de una noetología no pueda dejar de venir "sinectivamente"
asociado al proyecto de una estimativa filosófica (o transcendental), esto es, que la antropología filosófica deba
desenvolverse como una antropología del conocimiento sinectivamente unida a una antropología de los valores.
En lo que resta de estas "notas", se esbozará un esquema mínimo del sistema dialéctico de dicha noetología, sin
poder dejar de lado, por las razones vistas, sus implicaciones prácticas (axiológicas, estimativas).
I. 5. La experiencia religiosa primaria como experiencia privativa de desbordamiento por respecto de las
normas.
Pero antes de terminar este apartado (I), no quiero dejar de apuntar, aunque sea muy rápidamente, a lo que sería una
reconstrucción del fundamento del denominado "eje angular" por G. Bueno.
En el eje o dimensión cultural, las construcciones levantadas sobre el medio físico extra-humano/operatorio, sin
perjuicio de venir conformadas en cuanto que objetos construidos, no dejan ciertamente de estar en relación de
continuidad (por contacto y por co-presencia cognoscitiva), con dicho medio a partir del cual han sido construidas.
Pues bien: la percepción (práctica, operatoria) de este medio, en cuanto que desborda incesantemente la trama
normativa, tanto de los procesos culturales como de los sociales, constituiría la fuente de la experiencia religiosa.
La experiencia religiosa, en efecto, en cuanto que experiencia de lo "numinoso" o de lo radicalmente ajeno, extraño
u otro, consistiría, en su origen, en una experiencia privativa por desbordamiento por respecto de las propias
normas, esto es, en la experiencia de un medio, con el que los individuos antropológicos deben inexorable y
continuamente tratar, en cuanto que desborda incesantemente sin embargo el propio funcionamiento de las normas,
culturales y sociales, desde las cuales en todo caso se trata con dicho medio, y desde dentro de las cuales normas va
configurándose el campo antropológico. Se trata, pues, de la experiencia del aura de radical extrañeza que irradia
de las cosas físico-naturales en cuanto que éstas no se ajustan o engranan con los patrones normativos de los procesos
operatorios, técnico-culturales y sociales, desde los cuales sin embargo se trata crecientemente (antropológicamente)
con ellas.
Se comprende, entonces, que los animales deban sin duda inicialmente formar parte del campo de la experiencia
religiosa, en cuanto que entidades operatorias cognoscitivas y apetitivas cuyas operaciones o conductas, dado su
carácter extranormativo, se perciben como desbordando privativamente los patrones normativos (sobre todo,
sociales) desde los cuales es preciso en principio vérselas con ellos; pero lo mismo ocurrirá con el resto de las
entidades y procesos naturales envolventes no operatorios, y precisamente en el grado y medida en que éstos
asimismo desborden los patrones normativos (sobre todo, técnico-culturales, de los objetos) desde los que se trata
con ellos.
Y se comprende, por lo mismo, que en la medida en que estas entidades naturales, operatorias y no operatorias,
vayan siendo formalmente integradas o reabsorbidas en los procesos productivos (y a través suyo, en las relaciones
sociales antropológicas), - como luego veremos, en la medida en que vayan siendo dominadas -, vayan
desacralizándose o perdiendo su aura religiosa: así ocurrirá, por ejemplo, y característicamente, cuando, en la
domesticación de animales, éstos (o sus operaciones) se integren como un momento o fase de los aparatos o del
montaje de aparatos de alguna tarea técnico-productiva. Y así ocurrirá, por antonomasia, en el caso de las ciencias,
en la medida en que éstas son capaces de reconstruir (como luego se verá), en el interior de sus artefactos, franjas
de verdad objetiva del mundo evolvente, el cual quedará en esta medida sometido a un dominio estricto y por ello
íntegramente desacralizado.
Según ésta idea que cifra la experiencia religiosa en una experiencia privativa por desbordamiento realizada a partir
de las normas de cada círculo socio-cultural antropológico, podría decirse que en aquellos casos de encuentro o
choque entre culturas antropológicas en las que alguna de ellas se encuentre en una singularmente acusada relación
de desigualdad o desventaja por lo que toca a su capacidad para comprender y/o actuar desde su entramado
normativo (socio-cultural) en relación con el entramado normativo de la otra, los miembros de la primera tenderán
a "sacralizar" - a "ver como dioses" - a los individuos de la segunda, y aun a ciertos objetos, enseres o artefactos de
esta segunda cultura inasimilables desde los objetos de la cultura propia. Incluso entre individuos de una misma
cultura, cabría considerar ciertas situaciones límite de sus relaciones sociales, en cuanto que en éstas se diesen
operaciones que impliquen un cierto desbordamiento de los patrones normativos de su trato mutuo, como situaciones
análogas a las experiencias religiosas primarias.
(II) Esquema de las coordenadas generales del sistema dialéctico de los conocimientos.-
En sus términos más generales, puede decirse que los saberes físico-naturales se irán formando al compás del
desarrollo del eje técnico-cultural (del desarrollo de "las fuerzas productivas"), mientras que los saberes sociales (o
"humanos") irán formándose al compás del desarrollo, conjugado con el anterior, del eje social (de las "relaciones
sociales - de producción -)
Ahora bien, para poder comenzar a hacernos con el sistema del despliegue de dichos saberes, es preciso partir de
una distinción crítica, a saber, aquella que tiene que ver con la diferencia y las relaciones de transformación entre
las sociedades prehistóricas ya cristalizadas antropológicamente y las sociedades históricas o políticas.

II.1 Estructura y funcionamiento de las sociedades "primitivas". -


Suponemos, en efecto, que el campo antropológico sólo cristaliza o fragua plenamente a la altura de las sociedades
neolíticas (o etnológicas), es decir, allí donde la práctica totalidad de las operaciones de todos individuos del grupo
social quedan sujetas a las normas (socio-culturales), lo cual sólo podrá ocurrir en la medida en que el
entrelazamiento dialéctico entre las diversas tareas o ocupaciones productivas y las relaciones sociales a través de
las que dichas tareas quedan entrelazadas adopta la forma de un ciclo recurrente , es decir, la forma propiamente de
un "círculo" o "esfera" socio-cultural. Y para que esto pueda ocurrir, ha sido necesario, a su vez, que la
transformación de las fuerzas productivas que supone la agricultura, y la ganadería a ella asociada, haya hecho
posible una "economía productora", frente a la "economía depredadora" de los grupos sociales paleolíticos.
Mientras que la "economía depredadora", en efecto, de los grupos paleolíticos de "cazadores y recolectores" tiende
a esquilmar el medio al no reponer los abastos obtenidos, la ganadería y la agricultura permiten la reposición
multiplicativa de los productos (de la riqueza elaborada), de modo que sólo ahora podremos hablar propiamente de
"re-cursos", o sea, del carácter recurrente de los abastos producidos, en la medida en que éstos se reponen, y se
reponen multiplicativamente.
Ello supone, por un lado, la posibilidad de abastecer a un volumen de población incomparable al que pueda abastecer
una "economía depredadora" (los miles o decenas de miles de individuos de una aldea neolítica, frente al puñado de
decenas de una horda paleolítica), y por tanto la posibilidad de congregar a estos miles de individuos en un grupo
social; posibilidad ésta que, en todo caso, sólo puede hacerse efectiva mediante la organización o distribución social
cooperatoria de la diversidad de las nuevas tareas productivas - agrícolas y ganaderas -, lo cual requiere a su vez
algún tipo de soporte procesual que, intercalado entre medias de las diversas tareas productivas, las entreteja a
todas ellas y permita justamente su recurrencia cíclica, o sea, la formación del círculo socio-cultural de referencia,
función ésta que, como es sabido, cumplen necesariamente en estas sociedades las relaciones sociales de
parentesco.
Ahora bien, dichas sociedades, sin perjuicio de su economía productora, son todavía, y dado el desarrollo (neolítico)
de sus fuerzas productivas, sociedades subsistenciales, esto es, sociedades en las que por encima de determinado
crecimiento de la población, dicho excedente poblacional debe entrar en crisis de supervivencia. Por ello, la
dialéctica entre dichos límites subsistenciales y las formas de su organización socio-productiva adopta en dichas
sociedades la siguiente forma: por un lado, en efecto, en cuanto que sometidas a dichos límites demográfico-
subsistenciales, puede decirse que, en cierto sentido al menos, dichas sociedades son aún sociedades biológicas (o
"ecológicas", o "naturales"), si bien, por otro lado, tampoco dichos límites son ya de tipo abstractamente orgánico-
ecológico, puesto que a su vez están metabolizados económicamente, es decir, puesto que ellos tienen lugar a través
y con posterioridad a su capacidad productora (de reposición multiplicativa) conjugada con sus formas sociales de
organización de la misma (sus relaciones sociales de parentesco); unas formas sociales éstas, eso sí, que, dados los
límites subsistenciales de su capacidad productora, deberán estrictamente ajustarse o adoptarse a su técnicas y sus
recursos productivos, y por ello no dejar margen para ninguna otra posible forma alternativa de organización social
de la riqueza elaborada - como podrá comenzar a ocurrir precisamente en las sociedades "excedentarias".
De aquí el carácter, ya no sólo circular o recurrente, sino también y precisamente cerrado del círculo socio-
productivo adoptado por dichas sociedades, es decir, del hecho de que la recurrencia cíclica lo sea de los mismos
contenidos sociales y productivos, justamente mientras se mantengan sus límites subsistenciales, y ello sin perjuicio
del carácter posterior de dichos límites a su organización o metabolización socio-productiva - y por ello ya
específicamente antropológica -. Es justo en esta medida en la que dichas sociedades carecen de principios internos
de transformación (de su estructura y funcionamiento), es decir, que carecen de dinamismo histórico, permaneciendo
idénticas a sí mismas a través de sus recurrencias cíclicas - como sociedades "frías", "folklóricas", "estacionarias",
"tradicionales", "ahistóricas"....-.
(i) Los saberes (técnicos y sociales) en las sociedades "primitivas".-
Podremos esbozar ahora, en sus líneas más generales, la figura de los saberes (físico-técnicos y sociales) de una
sociedad de este tipo como sigue.
(a) De entrada, y por lo que respecta, a los saberes técnico-productivos, la cuestión es que los diversos sectores del
medio físico se irán haciendo, en principio, cognoscitivamente accesibles conformados a través de los objetos
fabricados en cuanto que herramientas o instrumentos de transformación del medio. De este modo, el conocimiento
de dichos instrumentos, esto es, la práctica operatoria consistente en las "relaciones funcionales de aplicación" entre
sus partes, sin perjuicio de ser en algún grado alternativamente disociable respecto de los diversos "materiales" con
los que los propios instrumentos estén hechos y sobre la diversas materias del medio sobre las que a su vez pueden
aplicarse, será en todo caso continuo con los efectos que sobre el medio resulten de la aplicación de dichos aparatos,
del mismo modo a como el cocimiento, o la obtención operatoria, de dichos efectos, es decir, de las diversas
regularidades causales obtenidas en el medio, será asimismo continuo con el conocimiento de aquel funcionamiento
en cuanto que dichas regularidades se obtienen precisamente como efectos de aquella aplicación.
Semejante continuidad entre el funcionamiento (operatorio) de los aparatos y los efectos regulares que mediante su
aplicación se obtienen en el medio hace que las regularidades causales obtenidas, sin perjuicio de la relativa
sistematicidad interna que puedan ir alcanzado, no adopten en todo caso ninguna figura formalmente cerrada, o sea,
formalmente independiente de las operaciones técnicas empleadas en su obtención.
A su vez, dichos efectos relativamente regulares, sobre ser continuos con el funcionamiento de los aparatos
empleados en su obtención, resultan estar asimismo en relación de dependencia funcional continua con las
demandas sociales prácticas a partir de las cuales dichos efectos son obtenidos como realimentación de dichas
demandas.
Unas demandas éstas que a su vez provienen del sistema de interdependencias sociales que, intercalado entre medias
de aquellas tareas y/o saberes técnico-productivos, sostienen su entretejimiento y con ello la recurrencia (cíclica y
cerrada) de la totalidad socio-productiva de referencia.
(b) Por lo que respecta a los saberes sociales contenidos en dicho sistema de interdependencias sociales, se trata de
los cursos operatorios de acción mutua entre los diversos grupos sociales (y sólo a través suyo entre los individuos),
conformados como proyectos normativos de acción (mutua), cuya característica fundamental en una sociedad de
este tipo es, precisamente, la de estar mutuamente ajustados, engranados o concatenados por relaciones en las que
no media ningún conflicto estructural, habida cuenta del carácter subsistencial de dicho tipo de sociedades. Los
límites subsistenciales de estas sociedades, en efecto, sin perjuicio de su carácter posterior a sus formas de
metabolización socio-productiva (económica), determinan tanto el carácter no conflictivo o armónico de sus
relaciones sociales como el ajuste estricto entre las formas que éstas adopten y sus recursos (tareas y/o saberes)
productivos.
Se trata, por así decirlo, de un bloque socio-productivo compacto, sin perjuicio de la diversidad heterogénea de sus
tareas y/o saberes productivos y de sus relaciones sociales, en donde, la recurrencia circular cerrada de la totalidad
socio-productiva queda asegurada por sus límites subsistenciales.
( c ) Una característica decisiva, entonces, de este tipo de sociedades es que no necesitan de ninguna forma de
"totalización explícita", es decir, de ningún proyecto de acción que, sostenido de desde alguna parte o lugar social
determinado, tuviera el cometido de asegurar la estabilidad , y con ello la recurrencia, del grupo social, mediante la
tarea de ajustar la totalidad de sus relaciones sociales. Antes bien, en la medida en que dicha función de totalización
tiene lugar de un modo implícito, mediante las relaciones sociales de parentesco (en cuanto que éstas ajustan
estrictamente a sus recursos productivos dados sus límites subsistenciales), no es necesario que ninguna parte o
grupo social deba "tener a la vista", como su proyecto de acción, dicha función de totalización.
Ello quiere decir que no son sociedades políticas, o acaso mejor, que en ellas no es necesaria la forma y la función
del Estado, en la medida que las solas relaciones sociales de parentesco cumplen de un modo implícito y entretejido
con el resto de las relaciones sociales dicha función "política" (en este caso implícita) de totalización estabilizadora.
En todo caso, como veremos, será la totalidad funcional de dichas sociedades - su funcionamiento circular cerrado
- la que podrá ser objeto de conocimiento por parte de otras sociedades, precisamente de aquellas sociedades ya
histórico-políticas que, en sus fases de expansión, puedan tener, entre sus proyectos de acción y/o de conocimiento,
el de envolver e integrar a su funcionamiento socio-productivo a aquellas sociedades primitivas, de modo que la
totalidad funcional de las mismas se convierta formalmente en materia de la ciencia etnológica construida por
aquellas otras sociedades como parte del proceso de dominio de las primeras.
II.2. Estructura y funcionamiento de las sociedades histórico-políticas.-
Las sociedades históricas se generarán a partir de la aparición y la generalización recurrente de los excedentes de
producción, los cuales se originan de la transformación de las fuerzas productivas que supone el uso de la técnica
de los metales en la fabricación de los instrumentos productivos.
La presencia y progresiva generalización de los excedentes de producción implica la rotura y transformación de los
límites susbsistenciales anteriores, en la medida en que una sociedad con "economía excedentaria" comenzará a
poder abastecer a su población progresivamente por encima de cualquiera que sea su posible crecimiento
demográfico.
A partir de aquí comenzará a hacerse posible, en primer lugar, el comercio, como forma de relación entre aldeas
previamente aisladas, pero también, en segundo lugar, y como una inflexión de dichas relaciones comerciales, un
nuevo tipo de relación social (de producción), que precisamente en la medida en que implica la quiebra o fractura
de la nueva sociedad resultante, va a dar lugar a la estructura y la dinámica de las sociedades históricas
Muy esquemáticamente: la primera fase del comercio entre aldeas generado a partir de los excedentes de producción
respondería a la fórmula "Mercancía-Dinero-Mercancía" (M-D-M), o, como Marx dijera, "vender para comprar",
en la que todavía no estaría presente ninguna relación social de fractura. Ahora bien, para ver surgir a partir de dicha
situación, como una inflexión suya, dicha relación social de fractura, sería suficiente con esto: con contar con la
presencia de una pluralidad de aldeas, ya excedentarias y entre las cuales suponemos ya fluyendo relaciones
comerciales (en principio bajo la fórmula "M-D-M"), en el interior de cada una de las cuales, sin embargo, hemos
de suponer la aparición de una diferencia interna en la producción de excedentes, una diferencia debida, en
principio, necesariamente (puesto que hemos de suponer de entrada una distribución compartida de las técnicas
productivas por parte del grupo) a diferencias internas en las condiciones naturales de fertilidad, como deberán ser
la distinta proximidad respecto de zonas fluviales o marítimas. Bajo semejante condición, será suficiente con que
los subgrupos que inicialmente trabajaban en las subzonas (de cada aldea) naturalmente privilegiadas y por ello
generadoras de dichas diferencias internas de excedente, vayan desplazando a los subgrupos que trabajaban en las
zonas menos privilegiadas y excedentarias a trabajar a las zonas más privilegiadas y excedentarias, como para que
sea posible que, de resultas del comercio con otros subgrupos de otras aldeas a los que por su parte suponemos en
un proceso semejante, aparezca el germen siquiera de una forma de quiebra social interna en el seno de cada grupo
de referencia; es decir, que los subgrupos que han desplazado a trabajar a otros subgrupos a las zonas
comparativamente más excedentarias (de la misma aldea) puedan obtener de la venta en el mercado de los productos
elaborados por estos últimos una cantidad de valor superior al que emplean en reponer su fuerza de trabajo, y ello
aun sin merma de las condiciones biológicas de vida de estos últimos, y aun pudiendo mejorarlas - a causa
precisamente de la mencionada diferencia excedentaria -.
Así pues, el intercambio de mercancías controlado por cada uno de estos subgrupos de las diferentes aldeas
comenzará a tomar ahora la forma, también señalada por Marx, "Dinero-Mercancía-Dinero", esto es, según la
expresión de Marx, consistirá, no ya en "vender para comprar", sino en "comprar para vender": comprar fuerza de
trabajo para vender los productos elaborados por dicha fuerza de trabajo por un valor superior al empleado en
reponerla, o sea, la estructura misma de la plusvalía, como núcleo generador recurrente del capital.
A su vez, el espacio de intercambio de dicha forma de circulación de mercancías provenientes de sociedades ya en
proceso de fracturación social, comenzará a constituirse como el centro de convergencia de dichas sociedades y
como el núcleo de reorganización, ya irreversible, de una nueva sociedad global ya fracturada. En esto va a
consistir las formación de la Ciudad. La Ciudad, en efecto, no se forma como lugar de cruce de un comercio
socialmente neutral, sino como lugar de cruce de un comercio que proviene de sociedades ya en proceso de fractura
social, y por ello como "cabeza" o "centro" de reorganización de la nueva sociedad fracturada resultante. La ciudad
es la condición misma de reorganización recurrente, y por tanto de su irreversibilidad, de la nueva sociedad global
resultante ya fracturada .
Pues bien: la nueva sociedad socialmente fracturada contiene ya las condiciones irreversibles del enfrentamiento
entre las diversas partes sociales que vincula - y no sólo entre propietarios (de diversas formas de capital) y entre
poseedores de fuerza trabajo; también diversos sectores de propietarios, y entre diversos sectores de trabajadores -,
es decir, que la relación - o mejor, las relaciones - misma(s) entre las diversas partes sociales de una sociedad
fracturada es constitutivamente su relación (o sus relaciones) de desajuste o enfrentamiento - incluyendo, como
momentos internos de la dinámica que dichos enfrentamientos generan, los diversos reajustes y alianzas entre los
diversos sectores sociales enfrentados -. De aquí, justamente, que estas sociedades comiencen a adquirir una
dinámica estructural característicamente histórica, es decir, sujeta a una incesante transformación de su estructura
constitutivamente fracturada como desenvolvimiento de dicha fractura o enfrentamiento.
Y la forma más general - esto es, transcendental, en cuanto que constitutivamente recurrente - de dicha dinámica
estructural consistirá en esto: en un proceso de incesante reconstrucción de las relaciones entre las partes
enfrentadas, y por tanto entre las partes mismas, mediada por la destrucción mutua entre dichas partes y sus
relaciones de enfrentamiento.
Se nos hace manifiesto, entonces, que sólo en el marco de semejante dialéctica transcendental histórica será posible
una teoría del sistema dialéctico de los saberes de una sociedad histórica.
Mas, para esbozar siquiera el esquema de semejante teoría de los saberes, importa realizar antes ciertas precisiones
generales, al menos sobre estas dos cuestiones fundamentales: sobre la forma y la función del Estado y sobre lo que
podremos llamar el "proceso de la civilización" como resultante de la dinámica estructural a la que dan lugar las
sociedades políticas (estatales).
(i) .El Estado como forma de metatotalización partidista y precaria de los enfrentamientos sociales.
De, entrada, en efecto, es preciso percibir de qué modo aquella dialéctica histórica sólo podrá funcionar a través del
Estado. Pues dada, en efecto, una situación estructural en la que unas partes sociales pugnan por llevar a cabo
proyectos de acción que, desde sus intereses, tiendan a envolver o determinar los proyectos de acción que, por su
parte, otras partes sociales asimismo pugnan por hacer valer desde sus intereses al objeto de envolver o determinar
a aquellas partes, el único modo de alcanzar la estabilización mínima que sin duda es necesaria como condición de
recurrencia de la totalidad social de referencia, será precisamente la formación de una instancia social específica
cuya función sea la de envolver o abarcar a la sociedad internamente enfrentada, o sea, la de totalizar la pluralidad
de sus partes y relaciones enfrentadas, razón por la cual dicha totalización sólo podrá llevarse a cabo como una
totalización de segundo grado, o como una meta-totalización, respecto de dicha pluralidad de partes enfrentadas, la
cual, sin embargo y en todo caso, sólo podrá brotar desde dentro de la propia sociedad, a partir de sus
enfrentamientos, y por tanto no será ninguna suerte de armonizador neutral exterior, sino que estará siempre en
función de los intereses de aquella parte o de aquellas partes sociales aliadas que en cada momento puedan ser
dominantes o hegemónicas, una hegemonía ésta que, a su vez, tampoco podrá lograrse de espaldas o ignorando los
intereses de las partes dominadas, sino de algún modo contando con los intereses de dichas partes al objeto de poder
codeterminarlas , si bien precisamente para dominarlas.
El Estado es, pues, una instancia de totalización de las partes sociales enfrentadas que, si debe funcionar como un
meta-totalizador, es precisamente en función de dichas relaciones de enfrentamiento, y que por ello mismo es, a la
vez que (meta)totalizador, partidista. Se comprende, entonces, que la estabilización social que semejante forma de
metatotalización partidista pueda en cada caso alcanzar, sin perjuicio de ser necesaria, no sea nunca perfecta, o
definitiva o clausurada, sino siempre y precisamente precaria, es decir, en incesante estado de transformación,
como se corresponde con el estado de incesante transformación histórica de la sociedad que a través suyo se
desenvuelve.
Así pues, en sus términos más generales, la dialéctica del Estado vendrá a consistir en lo siguiente: en funcionar
como un meta-totalizador de las relaciones sociales de enfrentamiento debido precisa y formalmente al carácter
enfrentado de dichas relaciones, razón por la cual dicha metatotalización sólo podrá ser partidista. Mas por ello, y
sin perjuicio de que dichas relaciones de enfrentamiento sólo puedan cursar a través del Estado, como su necesaria
forma de metatotalización partidista, semejante metatotalización, por ser precisamente partidista, quedará
incesantemente desbordada por las relaciones sociales de enfrentamiento que a través suyo se cursan.
(ii). El proceso de la civilización y la formación de los Imperios.
No es casual, sino necesario (transcendental) que las primeras formas de Estado hayan debido ser la de las Ciudades-
Estado, si es que, como se ha dicho, cada ciudad surge como centro de reorganización irreversible de la nueva
sociedad fracturada, de modo que en el seno de cada una de ella deba gestarse la primera forma de Estado.
Pues bien: asimismo necesaria (transcendental) será la dinámica que deba tener lugar a partir de la vida socio-
política de las Ciudades-Estado, la cual dará lugar esos tejidos entre las ciudades que denominamos civilizaciones.
Muy esquemáticamente: la clave de dicha dinámica deberá cifrarse en esto: en que la presión socio-política interna
de cada sociedad política de partida debida a sus enfrentamientos internos puede ser canalizada bajo la forma de la
expansión exterior, es decir, mediante la ocupación de nuevos territorios y correspondiente apropiación de mano y
obra y materias primas (y aun recursos productivos) de "terceros". El efecto que sobre la presión socio-política
interior tendrá semejante expansión exterior deberá ser éste: el de facilitar, bajo la forma de la distensión de la
tensión inicial, los reajustes socio-políticos internos, a expensas de la generación de nuevos desajustes y tensiones
con respecto de los grupos exteriores sometidos. Ahora bien, si suponemos que esta situación debe estar dándose a
la par en diversas sociedades políticas (o Ciudades-Estado) en principio mutuamente aisladas, o sea, que cada una
de estas sociedades debe encontrarse en semejantes proceso de expansión en torno a sus territorios y poblaciones
circundantes, entonces deberá ocurrir que, debido al carácter finito del territorio, antes o después dichas sociedades
en expansión inexorablemente se encuentren, y, al menos de entrada, se enfrenten mutuamente desde sus respectivos
proyectos expansivos. Semejante enfrentamiento deberá estar sometido entonces a la siguiente dialéctica: por un
lado, y en virtud del freno mutuo de sus respetivos intereses expansivos que supone su enfrentamiento, se producirá
una tendencia a la retracción de la distensión hasta el momento lograda sobre la base de la expansión, con el
consiguiente incremento de la tensión entre sectores sociales hasta el momento aliados por los beneficios de la
expansión; mientras que, por otro lado, y en función del posible empuje en algún grado victorioso sobre el bloque
opuesto, se manifestará una tendencia opuesta por mantener aliados a la mayor cantidad posible de sectores sociales
al objeto de continuar la pugna, hasta donde fuere posible, por vencer al bloque opuesto.
Ahora bien, sin descontar los momentos relativamente estacionarios en donde cada una de estas dos tendencias
puede estarse imponiendo relativamente sobre la otra en cada uno de los bloques enfrentados, una salida que siempre
estará disponible a dichos enfrentamientos será justamente, de nuevo, la alianza entre los sectores dominantes de
dichos bloques sobre la base o a expensas de la expansión y el dominio ahora conjuntos sobre nuevos territorios (y
poblaciones y recursos) circundantes al conjunto del nuevo bloque. Se trata, pues, de una reproducción a escala
ampliada del mismo dinamismo por el cual la facilitación de los reajustes por distensión de la tensión interna puede
tener lugar a expensas de la generación de nuevos desajustes y tensiones sobre "terceros".
Y éste será el momento de la formación de las civilizaciones, es decir, de ese tejido o entramado entre ciudades,
cada una de ellas "capital" de algún área de influencia, tejido sostenido por el interés común de la dominación
sobre "terceros" circundantes y absorbidos, y ello sin perjuicio de las jerarquías, o hegemonías escalonadas, que
puedan darse entre las diversas regiones (capitalizadas por distintas ciudades) de la civilización, jerarquías en cuyo
seno tenderá a prevalecer la alianza sobre el enfrentamiento en la justa medida en que éste esté descargado sobre
"terceros" comunes.
A su vez, el carácter finito del territorio hará que dichas civilizaciones acaben antes o después encontrándose y
enfrentándose mutuamente, reproduciéndose una vez más, a una nueva escala ampliada, la misma dinámica histórica
mencionada, una dinámica que, en efecto, llegará a ser definitivamente histórico-universal en el momento mismo
en que, dado el carácter finito (y esférico) del planeta, se produzca la interconexión enfrentada planetaria de los
bloques civilizatorios, y a través de ellos, de las diversas regiones políticas histórico-geográficas escalonadas que
ellos incorporan - situación ésta que, en efecto, comenzó a tener lugar, mediada por la expansión americana de
España, a partir de lo que se conoce como "Edad Moderna".
Ahora bien, en el enfrentamiento entre civilizaciones, a éstas les quedará todavía abierta la posibilidad de alianzas
mutuas como alternativa a su enfrentamiento sólo en la medida en que todavía queden "terceros" pueblos y territorios
disponibles por explotar comunes y circundantes (o intercalados) al nuevo posible conjunto resultante de dicha
alianza - unos "terceros" escalones de explotación, cuyo eventual dominio queda asegurado por su desnivel socio-
productivo con respecto a las civilizaciones que los incorporan -. Pero dada la dinámica expansiva imparable de las
civilizaciones - sobre "terceros" pueblos y territorios, como condición del mantenimiento de su propia cohesión
social interna -, y dado el carácter finito de los "terceros" escalones antropológicos (socio-territoriales) susceptibles
de dominio, deberá producirse una tendencia asimismo inevitable al agotamiento exhaustivo de dichos "terceros"
escalones antropológicos de dominio, a resultas del cual agotamiento comenzará a quedar frenada y en el límite
clausurada la posibilidad de aquellas alianzas intercivilizatorias, de suerte que ahora la situación a la que las
civilizaciones deberá verse abocada será la de un enfrentamiento mutuo incesante - para mantner cada bloque su
(relativa) cohesión social interna -. Es entonces bajo semejante condición de saturación geopolítica - de la
posibilidad de expansión de los bloques civilizatorios sobre "terceros" eslabones susceptibles de dominio -, como
estos bloques comenzarán a constituirse, a la par que a autoconcebirse, como Imperios , esto es, como bloques en
expansión dotados de un proyecto de unicidad universal en cuanto que inexorablemente determinados a imponer
su expansión sobre los demás sin limitación alguna posible. En el caso de los Imperios, pues, su "realidad" y su
"idea" (o autoconcepción) son inseparables, en la medida en que el proyecto o autoconcepción de unicidad universal
del que deben dotarse es efecto forzoso de la necesidad de enfrentamiento mutuo ilimitado al que se ven sometidos.
Ahora bien, de aquí deriva, a su vez, y precisamente, el componente de legitimación ideológica que inevitablemente
deberá acompañar a la idea de todo Imperio, habida cuenta de la objetiva imposibilidad real de lograr el proyecto
de unicidad universal del que sin embargo se dotan. Pues no sólo el (siquiera relativo) equilibrio de fuerzas - socio-
productivas y políticas - entre los bloques civilizatorios determinados a enfrentarse ilimitadamente no asegura de
entrada la victoria definitiva de algún bloque sobre los demás - como sin embargo lo pide su ideología imperial
respectiva -, sino que, a su vez, supuesta en el límite la victoria definitiva de algún bloque (o alianza entre ellos)
sobre los demás, dicho bloque victorioso debería cargar con todas las conflictos y tensiones sociales ahora ya
globalmente resultantes de su victoria total, conflictos que tenderán necesariamente a desmembrar y hacer explotar
la estructura sociopolítica del hipotético Imperio victorioso.
Por lo demás, esta situación de saturación geopolítica de la explotación indefinida de terceros eslabones
antropológicos puede darse en la historia - y de hecho se ha dado - bien de un modo efectivo, pero sólo relativo, o
bien de un modo efectiva e irreversiblemente universal. El primero es, por antonomasia, el caso de la civilizaciones
"clásicas", en donde aquella saturación depende todavía de un nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que
determinan la circunscripción de los enfrentamientos entre civilizaciones a unas cotas geográficas no rebasables por
dichas fuerzas productivas -. Pero sólo cuando las fuerzas productivas alcancen su nivel industrial, y, con ello, se
produzca la extensión universal o planetaria de la forma industrial de producción, es cuando aquella saturación
geopolítica alcanzará una dimensión efectiva e irreversiblemente universal, de modo que serán los proyectos
ideológicos imperiales de proseguir la victoria ilimitadamente los que encontrarán sus límites universalmente
insuperables.
II.3. Esquema del sistema dialéctico de los conocimientos en las sociedades histórico-políticas. Observaciones
preliminares.-
Podemos ahora esbozar siquiera una tipología del sistema dialéctico (procesual) de los saberes en las sociedades
históricas.
Como principio máximamente general, según ya dijimos, los saberes "físico-naturales" irán desarrollándose como
ramificaciones acompasadas al desarrollo especializado de las "fuerzas productivas", esto es, irán ellos mismos
desenvolviéndose a partir de las diversas especialidades técnico-productivas; y los saberes "sociales", por su parte,
irán especializándose y desarrollándose según se vayan configurando las diversas morfologías de los diversos tipos
de relaciones sociales generadas en dichas sociedades.
Ahora bien, antes de entrar en la consideración de las configuraciones o morfologías de cada uno de estos saberes
particulares, físico-naturales y sociales, es preciso hacer ciertas observaciones generales previas de primera
importancia teniendo a la vista precisamente la estructura y funcionamiento históricos de dichas sociedades.
(i). La producción "excedentaria" como motor recurrente del desarrollo de los saberes particulares, físico-
naturales y sociales.
En primer lugar, es preciso señalar que el desarrollo y la progresiva especialización de dichos saberes se nutre, como
de su motor recurrente, del carácter progresivamente excedentario de dichas sociedades. Por lo que respecta a los
saberes "fisico-naturales", en efecto, la progresiva ramificación de las especialidades (o profesiones) técnico-
productivas va haciéndose posible a partir del progresivo dominio sobre el medio que supone el crecimiento
recurrente de la capacidad de producción excedentaria de dichas sociedades. Ahora bien, que dicha capacidad de
producción excedentaria actúe como el "motor energético recurrente" de dicho desarrollo no quiere decir que las
diversas configuraciones cognoscitivas que vayan adoptando dichos saberes dependan lineal y formalmente de
aquella capacidad excedentaria; antes bien, dichas configuraciones se irán estableciendo, como ahora veremos,
según su propia lógica constructiva interna, siempre mediada, a su vez, por sus "funciones sociales", esto es, por el
modo como afecten a las relaciones sociales con las que se entretejen o conjugan.
Por lo que toca a los saberes ligados a estas relaciones sociales, la cuestión es que, sin perjuicio de estar siempre
alimentados por aquel motor energético excedentario, las diversas morfologías cognoscitivas que ellos por su parte
puedan ir adoptando dependerán formalmente de los diversas formas de desajustes o conflictos sociales que
caracterizan a dichas sociedades, de modo que, como ahora veremos, dichos saberes tendrán todos ellos el común
diseño que se corresponde con el proyecto de resolver o reajustar dichos desajustes sociales.
(ii). El tejido (dialéctico) recurrente y abierto entre los saberes físico-naturales y los saberes sociales en el contexto
del Estado. El Estado y la Filosofía.
Ahora bien, en estas sociedades (históricas) la conjugación dialéctica entre sus relaciones sociales y sus prácticas
productivas (y por tanto entre los saberes a los que dichas relaciones y prácticas van dando lugar) , una conjugación
cuyo ciclo recurrente es ya "abierto" en cuanto que sometido a incesante transformación (histórica), cursa siempre,
como hemos visto, a través o en el marco del Estado, como necesaria instancia de meta-totalización partidista y por
ello infecta o precaria de dicha recurrencia abierta o incesante. Pues bien: este hecho implica ciertas características
generales o universales del tejido formado por dichos saberes que es preciso considerar, sin perjuicio de la necesidad
de considerar asimismo sus diversas morfologías cognoscitivas particulares características.
Repárese, en efecto, que la definición que hemos propuesto de la forma y la función del Estado - en cuanto que
metatotalización partidista, incesante por precaria, de las relaciones sociales conflictivas - resulta ser enteramente
isomorfa con respecto de la forma y la función que podemos reconocerle a su vez a la propia filosofía, en cuanto
que, en efecto, incesante saber de segundo grado, sistemático y crítico, respecto de los saberes (sociales y físico-
naturales) de primer grado.
La filosofía, en efecto, debe verse como la intercrítica dialéctica incesante que brota de los proyectos ideológicos
de los diversos grupos sociales en pugna. Pues entendemos, en efecto, a su vez, a las ideologías como
representaciones (proposicionales) (meta) totalizadoras, prácticas y monistas, a través de las que cada grupo social
pugna por promover sus proyectos de acción como envolventes o determinantes de los proyectos de acción de otros
grupos sociales enfrentados. Representaciones "(meta)totalizadoras", en efecto, en cuanto que buscan hacerse con
una visión global de las relaciones sociales (y del mundo natural envolvente que a través suyo se da) que armonice,
conmensure o clausure, los intereses sociales del resto de las partes sociales enfrentadas desde los propios intereses
del grupo que la sustenta; desde el momento en que dicha visión sólo puede llevar a cabo su pretensión de
totalización contando ya con los intereses de otros posibles grupos enfrentados, aun cuando sólo sea para declararlos
aparentes en cuanto que opuestos a los propios, dicha totalización deberá de algún ya incluir alguna "operación
dialéctica meta-totalizadora". Representaciones "prácticas", asimismo, en cuanto que ellas buscan promover los
proyectos de acción acordes con los intereses que las sustentan. Y "monistas", en efecto, precisamente en el sentido
de que deberán dotarse de algún principio uni-versal de cierre, clausura o conmensuración definitiva del "mundo"
(social y natural), desde el cual queden armonizados en el "universo de la representación" el resto de los intereses
sociales opuestos a partir de los propios. En cuanto que representaciones (proposicionales) intercaladas entre medias
de los proyectos socio-políticos de acción, dichas representaciones - (meta)totalizadoras universales, prácticas y
monistas - resultan funcionalmente imprescindibles como el soporte mismo de dichos proyectos que buscan en efecto
envolver o totalizar universalmente al resto de los proyectos socio-políticos de acción de la sociedad de referencia.
Ahora bien, es precisamente del choque o enfrentamiento entre dichos proyectos de acción, y de sus
correspondientes representaciones ideológicas, de donde habrán de brotar tanto las rectificaciones o reajustes
mutuos entre dichos proyectos como la inter-crítica entre sus correspondientes representaciones ideológicas, una
inter-crítica que inevitablemente deberá adoptar la forma de la crítica dialéctica pluralista, es decir, ante todo de
la incesante rectificación, por crítica mutua, de aquellos principios "universales últimos" de clausura definitiva del
mundo que pretendían hacer valer las ideologías (de aquí precisamente la conciencia crítica retrospectiva que
podemos llegar a tener de las ideologías como formas de falsa conciencia.) Y en semejante intercrítica dialéctica y
pluralista (entre las ideologías) podemos precisamente cifrar la clave de la filosofía, y ello sin perjuicio de que, a su
vez, la forma explícitamente dialéctica de la argumentación filosófica pueda una y otra vez ser reabsorbida
ideológicamente bajo la forma de sistemas dotados de principios monistas que vuelvan a clausurar definitivamente
el mundo, reabsorción ideológica ésta que podremos identificar con las metafísicas, entre las cuales a su vez no
dejará de abrirse paso, una y otra vez, la crítica dialéctica. Hay, pues, una incesante dialéctica entre la crítica
dialéctica de las reapropiaciones metafísico-ideológicas de dicha crítica y dichas reapropiaciones metafísico-
ideológicas en la que consiste el proceso mismo (histórico) de la filosofía.
Una dialéctica ésta a través de la cual tendrá lugar la dialéctica misma de Estado, esto es, la dialéctica entre la
tendencia, por un lado, a reproducir, afianzarse o perseverar sobre los (sólo relativamente estables) equilibrios de
poder (de los bloques hegemónicos o dominantes) en cada caso alcanzados (frente a las fuerzas que siempre pugnan
por desbordar dichos equilibrios), lo cual tenderá a legitimarse siempre de modo metafísico-ideológico, y la
tendencia, por otro lado, a desbordar y rectificar dichos equilibrios, tendencia que cursará precisamente a través de
los momentos crítico-dialécticos resultantes de la puesta en cuestión al que las ideologías dominantes se verán
sometidas por parte de las que pujan por desbancarlas.
Es, pues, de primera importancia apreciar de qué modo el propio proceso socio-político - en cuanto que incluye al
Estado, como su metatotalización partidista precaria - debe tener lugar a través de la filosofía, esto es, de la incesante
dialéctica entre la crítica dialéctica de las metafísicas y la reapropiación metafísico-ideológica de dicha crítica, en
cuanto que dicha dialéctica (representacional-proposicional), intercalada entre medias de la propia vida socio-
política, sostiene y promueve su incesante prosecución.
Las fuentes mundanas, pues, de las que brota la filosofía radican en la propia vida socio-política de las sociedades
histórico-políticas, y muy especialmente en el momento de gobernar, esto es, de tener que meta-totalizar los
intereses sociales enfrentados de dichas sociedades, y más especialmente en el momento de legislar, que es
precisamente allí donde deben ajustarse, una y otra vez, dichos intereses enfrentados. La filosofía (su dialéctica
incesante) no requiere, pues, para brotar y llevarse a cabo, especialmente del modelo (privilegiado) de ningún saber
particular determinado (ni social, ni tampoco físico-natural - como pudiera ser, en la tradición platónica, la
"geometría"-), y ello sin perjuicio de que debe contar precisamente con todos ellos en la medida en que sólo puede
llevarse a cabo a través de ellos, o sea, de su dialéctica o conjugación misma abierta y recurrente, puesto que su
único lugar privilegiado (o "contexto determinante" o "preparatorio") es precisamente aquel en el que se impone la
necesidad de legislar, que es justamente la necesidad a través de la cual debe tener lugar dicha dialéctica recurrente
y abierta entre los saberes físico-naturales y los sociales que cursa a través del Estado. Lo cual se debe, precisamente,
a la imposibilidad material de que ningún gobierno de ningún Estado pueda cerrar, dentro de un sistema completo
y axiomático, el conjunto de sus propias leyes - y ello sin perjuicio de su necesaria articulación relativa interna -,
como se corresponde con el carácter siempre precario, por partidista (y por ello sujeto a incesante transformación
histórica), de la función metatotalizadora que sin embargo necesariamente el Estado cumple. Semejante sistema
legal "cerrado, completo y axiomático", sólo podría tener lugar, por hipótesis, dentro de un Estado realmente
totalitario, hipótesis que precisamente queda reducida al absurdo por la concepción aquí propuesta del Estado. (De
aquí, por cierto, que debamos considerar como completamente metafísico el ideal que anida en el corazón de la
filosofía del catolicismo político, desde la gran teología política de los siglos VXI y XVII hasta la actualidad, o sea,
- para decirlo con la expresión del brillante representante de esta tradición, Carl Smitt - el ideal de la complexio
opossitorum, es decir, de una presunta capacidad formal jurídico-política (de la que estaría dotada la Iglesia católica)
para abrazar o envolver, sin necesidad de dialécticamente resolver, desde fuera de ellos, cualesquiera posibles
intereses sociales enfrentados.)
A su vez, si bien las fuentes mundanas incesantes de la filosofía beben, como decimos, fundamentalmente de la
necesidad de legislar, el momento académico de la misma debe entenderse ligado a la conciencia retrospectiva que
todo Estado va adquiriendo de la posibilidad y la necesidad de conservar, cuidar y pulir los métodos de la
argumentación filosófica del pasado (incluidos naturalmente sus tramos metafísicos) al objeto de ponerlos, una y
otra vez, a disposición del acto de gobierno. En principio, el momento académico de la filosofía no es, en efecto,
otra cosa más que la resultante de la posibilidad y la necesidad de institucionalizar, por parte del Estado, la
permanente revisión de los contenidos filosóficos del pretérito, al objeto de mantenerlos activamente disponibles a
efectos de la incesantemente renovada práctica de ejercer la filosofía mundana en el acto mismo de gobernar, y ello
sin perjuicio de que dicha práctica constituya a su vez una fuente siempre renovada de nuevas experiencias
filosóficas mundanas. (Y si dicho momento académico de la filosofía puede llegar a adoptar, como ocurre a partir
de las sociedades modernas, la forma de una enseñanza institucionalizada que tienda a abarcar a la totalidad de la
población (de la nación política moderna), mediante la formación universitaria de especialistas que a su vez enseñan
filosofía a toda la población (la nación) en los estudios secundarios, esto es así debido a la creciente democratización
de estas sociedades según la cual se va abriendo paso la tendencia a la participación de la población, de diversos
modos y en diversos grados, mediante las instituciones democráticas, en las tareas y las formas mismas de gobierno).
Es gratuita e ingenua, por tanto, la suposición de que, por principio, o automáticamente, el peso crítico hubiera de
recaer en el momento "académico" de la filosofía, mientras que su carácter acrítico hubiera de pertenecer más bien
a sus fuentes mundanas. Antes bien, la posibilidad misma de mantener y disponer los métodos filosóficos de
argumentación del pasado al servicio del acto del gobierno supone que el momento académico de la filosofía
comenzará ante todo bajo la forma de una apropiación metafísico-ideológica de la propia crítica dialéctica al servicio
de alguna hegemonía gobernante, y ello sin perjuicio de que dicha forma metafísico-ideológica no pueda ser, como
por su carácter metafísico se pretende, eterna, sino susceptible de quedar una y otra vez revocada, ya dentro de la
propia vida académica de la filosofía, por la crítica dialéctica resultante de la puesta en cuestión de cada metafísica
ideológica dominante por otras que pugnan por revocar su dominio. Así pues, la dialéctica entre la "crítica" y el
"dogma" (entre la crítica dialéctica y su reabsorción metafísico-ideológica) deberá con-jugarse tanto en los
momentos mundanos como en los académicos, a su vez ellos mismos conjugados, sin que tenga ningún sentido
determinar a priori o en abstracto en cual de los momentos deberá ser comparativamente mayor el peso de la
"crítica" o del "dogma".
(iii). La dialéctica entre el momento "destructivo-regresivo" y el momento "constructivo-progresivo" de la
metatotalización política como dialéctica universal de los saberes particulares, físico-naturales y sociales. -
Hemos visto que el tejido, o la dialéctica recurrente y abierta, entre los saberes físico-naturales y los sociales cursa
a través del Estado, como su metatotalización partidista e infecta, y por ello a través de la incesante dialéctica
característica de la filosofía (entre la crítica dialéctica y sus formas de reabsorción metafísico-ideológicas).
Pues bien: la dialéctica global o universal de dicho proceso socio-político se articula, a su vez, mediante la
conjugación incesante entre estos dos momentos suyos críticos: el de la destrucción regresiva de las relaciones
sociales de la totalidad de la que en cada momento se parte, como condición mediadora de la reconstrucción
progresiva de dicha totalidad de referencia. De otro modo: la cuestión es que la función de meta-totalizar los
intereses sociales enfrentados de una determinada sociedad sólo puede tener lugar mediante la destrucción regresiva
de las relaciones sociales de esa totalidad que se busca re-establecer o (meta)totalizar, como mediación necesaria
de la reconstrucción progresiva de las nuevas relaciones sociales de la totalidad misma que se quiere re-establecer
o metatotalizar.
Más en particular, la cuestión es que el momento "destructivo" debe ser "regresivo", y ello tanto en un sentido lógico
como en un sentido procesual-material (temporal); así como que el momento "constructivo" debe ser "progresivo"
asimismo en un sentido tanto lógico como procesual -material (temporal).
Por un lado, en efecto, la trituración o destrucción de las relaciones (socio-productivas) entre las partes enfrentadas
debe ser regresiva en el sentido de buscar, y llegar a alcanzar, las fuentes proporcionadas o adecuadas a partir de las
cuales se organizaron las morfologías (socio-productivas) actualmente enfrentadas, y ello precisamente a partir de
su carácter actualmente conflictivo o enfrentado, de suerte que a partir de dichas fuentes se haga posible el ensayo
de re-construcción alternativa de nuevas relaciones y morfologías (socio-productivas) reajustadas. Dichas "fuentes"
nos remiten, pues, a contextos (socio-productivos) "anteriores", tanto en un sentido procesual-temporal como
lógico, y a ellas llegaremos a través del proceso lógico-material mismo de destrucción regresiva de los "datos"
enfrentados del presente y como consecuencia de su mismo carácter enfrentado.
A su vez, y por otro lado, la re-construcción de los "datos" enfrentados del presente, a partir de sus fuentes
"anteriores" destructivo-regresivamente alcanzadas, deberá ser asimismo un proceso "progresivo" en el sentido de
buscar alcanzar, como término de un proyecto (por conocimiento retrospectivo de procesos similares anteriores),
los resultados de una acción enderezada a las resoluciones o reajustes de los datos enfrentados del presente. Dichos
términos resultantes de un proyecto de acción (por conocimiento retrospectivo) nos remiten a contextos (socio-
productivos) ulteriores, en un sentido tanto lógico como procesual-temporal, que irán alcanzándose por resolución
y reajuste de los conflictos del presente - "preparados" destructivo-regresivamente. -
Pues bien: sólo dentro de la dialéctica general o universal entre el momento "destructivo-regresivo" y el momento
"constructivo-progresivo" que exige toda meta-totalización política (por tanto: toda metatotalización -socio-
productiva -del "mundo" ), siempre partidista e infecta, nos será posible ahora localizar y articular el lugar y la
función de los distintos saberes particulares, físico-naturales y sociales, esto es, de esos distintos "micro-procesos"
particulares (por comparación con el proceso de aquella dialéctica general o universal) asimismo de
regreso/progreso cognoscitivo, a través de los cuales en todo caso tiene lugar aquella dialéctica universal.
Esto es lo que, por fin, pasamos a continuación a esbozar.
II.4. Esquema del sistema dialéctico de los conocimientos en las sociedades histórico-políticas.-
Como hemos visto, el desarrollo ramificado de los diversos saberes (y por tanto realidades) físico-naturales tendrá
lugar conjugado con el desarrollo de los diversos saberes (o realidades) sociales, una conjugación ésta que, por
cursar necesariamente en el contexto del Estado, tendrá lugar bajo la forma de la incesante metatotalización
(partidista y precaria) del "mundo", o de la realidad (socio-natural) misma, que la vida socio-política impone y
acarrea, una metatotalización que, a su vez, discurre mediante la incesante conjugación entre los momentos
regresivo-destructivos y progresivo-constructivos de la realidad misma (incesantemente metatotalizada).
Sólo en el contexto de dicha dialéctica general o universal (de la "realidad" misma) podremos ahora ir localizando
y dibujando las morfologías particulares de los diversos saberes determinados de referencia.
(i). El desarrollo de los saberes físico-naturales: de las técnicas a las ciencias y al complejo tecnológico-científico-
industrial.-
Comenzaremos por esbozar el desarrollo de los saberes que estamos denominando "físico-naturales".
(a) Los saberes físico-naturales en el contexto de las técnicas.
En su origen, los saberes "físico-naturales" van generándose y conformándose en el contexto de las técnicas
productivas, y por tanto su inicial desarrollo tiene lugar en el contexto del desarrollo ramificado de dichas técnicas
como especialidades profesionales.
Y a este respecto es menester comenzar por establecer las siguientes distinciones. Por un lado, en efecto, suponemos
que las diversas técnicas van desarrollándose y diferenciándose entre sí en principio en cuanto que profesiones
especializadas diferentes, las cuales profesiones, si pueden ciertamente irse diferenciando mutuamente como
especialidades, es en la medida en que, dentro del continuo de cada serie, montaje o cadena productiva, cada una de
ellas puede aplicarse sobre las otras dentro de un cierto margen de disociación alternativa, esto es, de manera que
cada técnica particular pueda aplicarse o engranar en continuidad con una serie de técnicas alternativas diversas
dentro cada montaje general productivo. A su vez, y al objeto de entender dicho principio de la "aplicación continua
por disociación alternativa" de un modo no meramente "sociológico-genérico" o "abstracto", es preciso reconocer
que dicho principio puede tener lugar en la medida en que cada técnica va conformando un sector (de conocimiento)
real relativamente propio o autónomo.
Lo cual nos pone en presencia de la segunda distinción que es preciso establecer, a saber, la distinción entre el
conocimiento (o experiencia operatoria) que va lográndose sobre el funcionamiento de los propios aparatos o
instrumentos productivos y el conocimiento (o experiencia operatoria) que va alcanzándose sobre el sector de la
realidad físico-natural envolvente sobre el cual se aplican dichos aparatos, y ello sin perjuicio de la continuidad
entre ambos "momentos" cognoscitivos. Como ya hemos apuntado, el primer tipo conocimiento (o experiencia
operatoria) lo sería sobre las relaciones de aplicación funcional operatoria entre las diversas partes de cada aparato
o montaje engranado de aparatos, mientras que el segundo iría versando sobre las regularidades legales o causales
de aquel sector del medio sobre el que se aplican dichos aparatos. Mientras que el primer tipo de conocimiento sería
más bien el conocimiento propiamente técnico (o "poético", en el sentido de la poiesis griega: el conocimiento sobre
las propias obras humanas), el segundo iría dando lugar al conocimiento "físico-natural" sobre (las diversas
regularidades sectoriales) del medio.
Y aquí es fundamental apreciar que, sin perjuicio de las relativas complicación y diferenciación mutuas que puedan
ir alcanzado cada uno de estos dos momentos cognoscitivos, ellos permanecen en todo caso funcionalmente
continuos, o en relación de dependencia funcional mutua continua, habida cuenta de que dichas regularidades
causales sectoriales, sin perjuicio de la relativa sistematicidad interna que puedan ir alcanzando (sistematicidades
éstas en virtud de la cuales se irán abriendo cognoscitivamente diversos "sectores de realidad"), no pueden dejar de
obtenerse en todo caso sino como efectos de la aplicación de aquellos aparatos, así como, recíprocamente, el
conocimiento del funcionamiento de dichos aparatos no tiene otro sentido operatorio más que el de la obtención de
dichos efectos.
Ello quiere decir que las operaciones constructivas empleadas en la fabricación y uso de dichos aparatos, así como
en su aplicación a los sectores del medio que se nos van abriendo a través de dicha aplicación, no quedan en ningún
momento segregadas de la propia sistematicidad interna de las regularidades legales sectoriales que van
obteniéndose; antes bien, es la obtención y prosecución de dichas regularidades sectoriales la que requiere, una y
otra vez, del curso continuado de aquellas operaciones.
No obstante lo cual, podemos reconocer ya aquí, en la obtención de dichas diversas regularidades sectoriales, que
ya alcazan una cierta sistematicidad interna relativamente autónoma (o sectorial), la presencia de un primer curso
dialéctico regresivo/progresivo, interno a cada sistematicidad sectorial, entre los momentos "fenoménicos" y los
estratos "estructurales" de cada uno de estos sectores. Pues los conceptos, en efecto, de "fenómenos" (o mejor, de
"momentos fenoménicos") y de "estructuras" (o mejor, de "momentos estructurales"), son conceptos no absolutos,
sino eminentemente comparativos o correlativos, en cuanto que ligados respectivamente a los "tramos"
constructivos "progresivos" y "regresivos" de cada uno de estos campos sectoriales. Por un lado, en efecto, los
"momentos fenoménicos" implican siempre, en algún grado, por mínimo que sea, configuraciones ya estructurales,
esto es, alguna regularidad causal entre dichos fenómenos, de modo que si los consideramos "momentos
fenoménicos" de la construcción es sólo en cuanto que estamos considerando aquellos tramos de dicha construcción
en los que, partiendo de dichos momentos (ya estructurales) se regresa a otras estructuras (como ahora veremos
"más profundas"), a la vez que aquellos tramos en donde, a partir de estas últimas estructuras será preciso progresar
volviendo a aquellos momentos de partida para recuperarlos o reintegrarlos desde aquellas estructuras ("más
profundas"). A su vez, y por otro lado, si podemos considerar a dichas "estructuras", en cuanto que términos
(relativos) de un regreso (a partir de los momentos fenoménicos) y "principios" (relativos) de un progreso que debe
"salvar" dichos fenómenos de partida, es en la medida en que suponemos que dichas estructuras contienen algún
sistema de regularidades legales que nos permite reconstruir articulados en (mayor) profundidad los sistemas de
regularidades que tomamos comparativamente como fenoménicos, de modo que también dichas "estructuras", el
menos en el caso de los saberes ligados a las técnicas, no dejarán de ser "estructuras fenoménicas".
Lo cual no obsta para que el círculo regresivo/progresivo, a través de la cual se nos abre constructivamente cada
uno de estos sectores de realidad, no alcance, en el caso de estos saberes ligados a las técnicas, principio alguno de
cierre interno (demostrativo), y ello precisamente en la medida en que dichos sectores, sin perjuicio de su relativa
sistematicidad interna, no quedan en ningún momento desvinculados (segregados) de las operaciones constructivas
empleadas en su prosecución.
Ahora bien, y por otro lado, dichos campos sectoriales no sólo no se desvinculan de sus operaciones constructivas
(relativamente) internas, sino que asimismo dependen funcionalmente, de un modo continuo o directo, de las
demandas sociales prácticas entre medias de las cuales se intercalan y las que por lo mismo realimentan
continuamente. Y es justamente en el momento de dicha conjugación con estas demandas sociales por donde dichos
campos engranarán con la dialéctica (universal) regresivo/progresiva de metatotalización socio-política (de la
"realidad" misma) que caracteriza a las sociedades históricas. Y ello, en efecto, del siguiente modo: en cuanto que
las posibles transformaciones o desarrollos (relativamente) internos de cada uno de estos campos deberán afectar
a las relaciones sociales (socio-políticas) vigentes, en el sentido de que introducirán un motivo de regreso, dentro
de aquella metatotalización, hacia las fuentes adecuadas anteriores desde las cuales será preciso (políticamente)
imprimir un curso de progreso orientado a hacerse cargo y /o planificar el efecto social de aquellos desarrollos.
Y precisamente en una sociedad en la que, dado su carácter excedentario (no ya subsistencial), siempre hay lugar
para un margen de organización socio-política alternativa (de la propia riqueza elaborada) que no depende
unívocamente de ningún límite subsistencial, no podremos decir que el curso de regreso inducido por aquellas
modificaciones en sus campos técnicos sectoriales determine directa o automáticamente las resoluciones políticas
que deban tomarse, sino que más bien serán éstas, según el estado vigente de resolución de los conflictos
sociopolíticos, aquellas desde las cuales se imprimirá progresivamente el curso de planificación política orientado
a hacerse cargo de los efectos sociales de aquellas modificaciones (una planificación política que podrá incluir,
incluso, en su caso, el freno o el bloqueo, de dichos desarrollos).
(b) La formación de las ciencias y del complejo tecnológico-científico industrial: la sociedad universal in-finita y
el capitalismo industrial.
Suponemos que las ciencias surgen, en efecto, de la confluencia conflictiva entre determinados contenidos de los
campos sectoriales ligados a las técnicas, dado un grado de desarrollo de dichos campos que hace posible la
presencia de dichas "confluencias conflictivas", esto es, de desajustes lógicos (lógico-materiales) entre dichos
contenidos. Los teoremas científicos surgirán justamente como formas demostrativas de resolver o reconstruir
dichos desajustes.
Ahora bien, aquí es necesario introducir determinadas precisiones de primera importancia. La primea tiene que ver
con los contextos determinantes o preparatorios en los que puede tener lugar tanto la generación de dichos
desajustes lógicos como su posible resolución demostrativa. Dichos contextos sólo pueden venir dados por
determinados aparatos o artefactos, resultantes del desarrollo técnico previo, cuya estructura formal objetual hace
posible, en primer lugar, que se que se presenten dichos desajustes, y, en segundo lugar, y mediante la adecuada
transformación de dichos aparatos, que pueda tener lugar la resolución demostrativa de dichos desajustes mediante
la construcción de las relaciones (de identidad sintética) entre las cosas mismas, en cuanto que relaciones
(re)producidas o (re)construidas en la estructura formal misma de dichos aparatos. Y si utilizamos, por cierto, el
prefijo "re", en expresiones tales como "re-construir" o "re-producir", es en la medida en que sólo con posterioridad
a la construcción de semejantes aparatos y de las relaciones que ellos hacen posibles es como podemos re-conocer
que eran (determinados estratos de) "las cosas mismas y sus relaciones" aquellas que habían quedado re-producidas
o re-construidas en dichos aparatos.
Lo cual supone varias cosas: por un lado, en efecto, es preciso reconocer que las estructuras objetivas (ya esenciales)
alcanzadas por dichas relaciones son, en cierto sentido al menos, trans-fenoménicas y trans-operatorias, es decir ,
inaccesibles a la experiencia operatoria corpórea (que sin embargo ha debido estar genéticamente presente en su
construcción): se diría, en efecto, que "las realidades mismas" que las ciencias alcanzan, son "invisibles", o
insusceptibles de percepción o de experiencia operatorias (como lo son, precisamente, las "relaciones de contigüidad
espacial" que suponemos esencialmente alcanzadas desde las "co-presencias a distancia" fenoménicas). En el seno
de aquellas "relaciones entre las cosas mismas" alcanzadas por las ciencias quedan, pues, necesariamente
remontados (o segregados) los fenómenos, y con ellos las operaciones, que sin embargo tuvieron que estar
genéticamente presentes en la construcción de dichas relaciones.
Ahora bien, la cuestión es que si esto precisamente puede llegar a ser así, es sólo en la medida en que ello es
susceptible de ser re-conocido, y no por cierto meramente supuesto, y re-conocido precisa y necesariamente a través
de un (nuevo) tipo de experiencias operatorias controlables asimismo construidas: unas experiencias éstas que
precisamente son hechas posibles por tales aparatos - precisamente resultantes de la transformación entre los
aparatos previos dentro de los que se han presentado los desajustes iniciales y los aparatos que hacen posible la
resolución de dichos desajustes mediante la construcción de tales relaciones de identidad -, en cuanto que dichos
"nuevos aparatos resultantes" están construidos de forma que instauran un nuevo tipo u orden de fenómenos (si se
quiere, "de segundo orden") tales que entre ellos y las relaciones construidas entre las cosas mismas median
relaciones de transformación controlables asimismo por el tipo de experiencia operatoria (de "segundo orden")
hecha posible por dichos aparatos, y en virtud de las cuales "relaciones de transformación" es posible precisamente
re-conocer, de un modo operatoriamente controlado, la objetividad de aquellas construcciones, y por ello mismo su
propio carácter (en determinado aspecto o sentido) trans-fenoménico y trans-operatorio.
Dichos "fenómenos de segundo orden" se construyen, en general, mediante artefactos (del tipo "pantallas", "reglas",
"escalas puntuadas", etc.), integrados formalmente en los (nuevos) aparatos resultantes, en los que se hacen
fenoménico-operatoriamente accesibles (por tanto, de nuevo, mediante co-presencias a distancia), bajo la forma de
diversos tipos de coincidencias puntuales, y precisamente en virtud de dichas relaciones de transformación
controlables mediante los aparatos, las propias relaciones (esenciales) de contigüidad espacial que re-conocemos
que caracterizan a las identidades sintéticas entre las cosas mismas asimismo construidas en dichos aparatos. Por
ello mismo, si podemos re-conocer la efectividad material de dichas relaciones formales de identidad sintética "entre
las cosas mismas", es precisamente en virtud del control operacional y experimental sobre dichas relaciones de
transformación hechas posibles por dichos (nuevos tipos de) aparatos.
Así pues, sobre las operaciones y fenómenos que, habiendo estado genéticamente presentes, quedan sin duda
segregados por las verdades científicas demostradas, es preciso considerar aquel (nuevo) estrato o tipo de
operaciones y fenómenos (de "segundo orden"), generados como "interpuestos" y necesitados en el momento mismo
de la construcción de dichas verdades, de los cuales hemos de decir que sólo queda segregado (de dichas verdades)
su aspecto (o capa) formalmente orgánico (o somático), pero no su aspecto (o capa) formalmente artefactual, y ello
sin perjuicio a su vez de la accesibilidad orgánica - material - de dicha capa formalmente artefactual de los
fenómenos y operaciones - sin la cual accesibilidad dichos fenómenos y operaciones en su capa formalmente
artefactual, junto con las verdades objetivas con las que mantienen relaciones (formalmente artefactuales) de
transformación, quedarían absolutamente desprendidos de los cuerpos humanos operatorios. Son, pues, estas nuevas
operaciones y fenómenos - "interpuestos" o de "segundo orden" -, en su aspecto o capa formalmente artefactual, que
no en su aspecto formalmente orgánico que asimismo deben retener, y gracias a su vez a esta accesibilidad orgánica
- material - de dicha capa formalmente artefactual, los que nos permiten controlar, operatoria y experimentalmente,
la efectividad material de las identidades sintéticas formales construidas, y por ello mismo re-conocer en qué sentido
dichas relaciones (de identidad sintética, entre las cosas mismas) resultan ser efectivamente trans-operatorias y trans-
fenomémicas en cuanto que inaccesibles a toda posible operatoriedad fenoménica en su aspecto formalmente
orgánico.
Sólo percatándonos de esta singular modalidad de "participación" de los cuerpos operatorios antropológicos en el
metabolismo formal de las construcciones científicas, podremos apreciar adecuadamente la diferencia específica de
las ciencias como un caso sin duda límite o singular del desarrollo (noetológico) de las relaciones de conjugación
entre los sujetos operatorios antropológicos y sus construcciones objetuales. Pues dicha diferencia específica
consiste en esto: en que los cuerpos operatorios humanos participan en las construcciones formales de las ciencias
en la medida en que son capaces de producir o construir, sobre las necesarias experiencias operatorias genéticas, ese
nuevo estrato de experiencias operatorias, cuyas capas formalmente artefactuales, ligadas por relaciones
formalmente artefactuales de transformación con las identidades sintéticas objetivas construidas asimismo en el
seno de dichos artefactos, a la vez que son materialmente accesibles a sus (propias) capas fenoménico-operatorias
orgánicas, segregan sin embargo formalmente a toda experiencia operatoria en su sentido formalmente orgánico.
Semejante forma de participación implica ciertamente un nuevo tipo de dominio muy determinado sobre el medio
natural entorno, un dominio que en cierto sentido podemos considerar "perfecto": no ya ciertamente en general,
pero sí precisamente por respecto de las franjas de realidad o de verdad efectivamente controladas por cada
construcción científica verdadera. Pues los cuerpos (somáticos) operatorios de los agentes científicos, sin dejar de
estar presentes, "en cuanto a su materia" (somática), en las construcciones científicas, alcanzan, merced a las
experiencias operatorias de "segundo orden" y específicamente merced a las capas formalmente artefactuales de
dicho tipo de experiencias operatorias, un control formalmente artefactual sobre las franjas materiales de realidad
construidas formalmente como verdaderas tal que puede decirse que llegan a quedar formalmente exentos de verse
afectados somáticamente por aquellas precisas franjas de realidad material formalmente construidas como
verdaderas. Se diría que quedan, en efecto, en la máxima condición de alejamiento y descentramiento respecto de
las franjas de realidad formalmente construidas (como verdaderas) en la justa medida en que alcanzan, mediante
dicha construcción, un control "perfecto" de dichas franjas.
Por lo demás, y a su vez, todo este proceso constructivo no podría desde luego llevarse a cabo y proseguirse si no
es por la mediación de las representaciones proposicionales (escritas; pero también orales) de la íntegra totalidad
formal del proceso, las cuales representaciones, en cuanto que isomórficamente intercaladas entre todos y cada uno
de los goznes formales del mismo, permiten sostenerlo formalmente (y por ello existencial o materialmente). Muy
en particular, dichas representaciones deben tanto "apoyarse" sobre las capas formalmente artefactuales de los
fenómenos (de segundo orden) como "recorrer" las relaciones de transformación entre dichas capas fenoménicas y
las identidades a través de las cuales transformaciones se construyen dichas identidades, como para poder llegar re-
presentar, precisamente, la estructura misma de dichas identidades, sin la cual re-presentación dichas identidades
no se sostendrían ni formal ni materialmente.
Sin duda que, dada la condición orgánicamente insusceptible de experiencia operatoria de las identidades entre las
cosas mismas construidas por las ciencias, las representaciones proposicionales, en todo caso necesarias, de dichas
identidades deberán recurrir - sobre todo por lo que respecta a los contenidos léxicos - inexorablemente a las
metáforas - como metafórica es la expresión misma de "contigüidad espacial" mediante la cual definimos por
ejemplo a los puntos "contiguos" de la geometría métrica a partir de experiencias somáticas operatorias de
adosamiento -, lo que no quiere decir que dicho léxico metafórico sea gratuito, precisamente en la medida en que la
sintaxis que entreteje a estos contenidos léxicos reproduce isomórficamente la propia sintaxis constructiva
extraproposicional de las ciencias, y muy en particular las relaciones de transformación entre las capas fenoménicas
formalmente artefactuales y las identidades construidas en los aparatos.
Por ello no es, por cierto, necesariamente gratuito hablar de un "lenguaje científico", si se entiende en el preciso
sentido de los diversos desarrollos específicamente científicos adquiridos por los lenguajes naturales (de aquellas
culturas capaces de hacer ciencias), sin los cuales desarrollos lingüísticos específicamente científicos sería formal y
materialmente imposible levantar y proseguir las ciencias. No es de extrañar, por tanto, que, no anteriormente, pero
sí con posterioridad a las diversas ciencias ya en marcha, y por tanto a sus desarrollos lingüísticos específicamente
científicos, haya sido posible (académicamente) levantar una "sintaxis lógica" (por decirlo con la expresión de
Carnap) , esto es, un sistema de reglas meta-lingüísticas de transformación proposicional abstraído de los lenguajes
específicos de las propias ciencias en curso, es decir, en definitiva, el sistema de la denominada "moderna lógica
simbólica" (o logística). Naturalmente, dicha sintaxis lógica no deberá verse como ninguna suerte de normativa
metalingüística apriorística a partir de la cual pudieran , por su mera aplicación práctica, "hacerse las ciencias"
(como acaso fuera percibido por las versiones más ingenuas y metafísicas del positivismo lógico), pero sí debe ser
reconocida como un extracto abstraído a partir de los desarrollos lingüísticos específicamente científicos de las
ciencias en curso, y en este sentido, como una determinación (académica) muy especial de las gramáticas, o de las
sintaxis gramaticales, de las lenguas naturales mismas cuando están alcanzan un nivel suficiente de "desarrollo
científico".
Pues bien: una vez dibujado mínimamente el modo complejo y singular mediante el cual están formalmente
presentes los sujetos operatorios antropológicos, y con ellos sus conocimientos - proposicionales y fenoménico-
operatorios formalmente artefactuales -, en las construcciones formales de las ciencias, podremos intentar ensayar
ahora la comprensión del modo como engarzan las ciencias - cada una con su dialéctica interna - con aquélla
dialéctica (metatotalizadora) universal que, precisamente en el caso de las ciencias, viene a ser ahora la dialéctica
misma de la sociedad industrial.
Sin duda que en el caso de cada ciencia podremos reconocer una dialéctica constructiva interna según la cual el
círculo regresivo/progresivo, a través del cual se alcanza a reproducir alguna región (categorial) de la "realidad
misma", se nos presenta internamente cerrado por efecto de sus lazos sintácticos demostrativos entre sus términos
(por efecto de sus teoremas o racimos de teoremas), lo que quiere decir que la sistematicidad alcanzada en el campo
de cada ciencia es sin duda un sistematicidad efectivamente universal - en cuanto que sintáctico-demostrativamente
cerrada, si bien semánticamente no clausurada -, si bien reductiva a su propia categoría.
De lo que se trata ahora es de acertar a comprender el engarce entre la dialéctica interna de cada ciencia, en cuanto
que dialéctica universal reductiva a su propia categoría, y aquella dialéctica general asimismo universal, pero esta
vez ya no reductiva, sino precisamente trascendental, esto es, recurrentemente abierta en cuanto que
(meta)totalizadora - por histórico-política -, de la que a su vez aquellas dialécticas científicas deben sin duda formar
parte.
Como vimos, en el caso de las técnicas en las sociedades históricas, las transformaciones o desarrollos cognoscitivos
en cada uno de sus campos imprimían un efecto regresivo-destructivo sobre las relaciones sociales cuya
reconstrucción progresiva (socio-política) no podíamos entender que estuviese inmediata o automáticamente
determinada por aquellos efectos regresivos, dado precisamente el margen de alternativas sociopolíticas que
precisamente están siempre abiertas a una sociedad histórico-política - en cuanto que excedentaria. �Qué decir
ahora en el caso de las ciencias acerca de sus efectos regresivo-destructivos en el tejido social y de las posibilidades
de reconstrucción progresiva (socio-política) que ellas abren - precisamente en la sociedad industrial que las ciencias
hacen posible -?
Ante todo, es preciso entender que la forma industrial de producción no es tanto una eventual "aplicación" ulterior
de las ciencias, cuanto propagación misma en el "espacio social" (en las relaciones sociales de producción) de los
campos científicos mismos, y ello en la medida en que dichos campos son formalmente indisociables de (se diría
que están formalmente embutidos en) los aparatos y los montajes o engranajes de aparatos industriales - de las
máquinas industriales -. Si la industria no es posible, en efecto, sin las ciencias, ello es así en la medida en que las
primeras construcciones científicas suponen ya los comienzos mismos científicos de la industria. Se trata, en efecto,
según propongo, de entender a los campos de las diversas ciencias, así como al conjunto formado por todos ellos,
en un sentido eminentemente histórico-geográfico (sin perjuicio de su carácter trascendental, en cuanto que
histórico): según dicha concepción, el campo de cada ciencia debe verse como una clase "distributiva-geográfica"
de aparatos ( ya industriales), o de montajes de dichos aparatos, en cada uno de los cuales se "fabrican" determinado
tipo (categorial) de relaciones reales objetivas universalmente reductivas según su categoría, mientras que el
conjunto de los diversos campos científicos ha de verse como la clase "atributiva-histórica" (y por ello trascendental)
de los diversos y heterogéneos campos científicos "distributivo-geográficos", de forma que la congregación o
convergencia, lograda justamente por la producción industrial, de dichos campos científicos diversos, tiene lugar
precisamente bajo la forma de la recurrente propagación histórico-geográfica (y en cuanto que histórica,
trascendental) de aquellos montajes de aparatos industriales de los campos de las diversas ciencias - convergencia
ésta en la que justamente consisten las tecnologías -. Así pues, el "espacio social" del que hablábamos no es sino
este "espacio" histórico-geográfico a través del cual se van propagando las ciencias mediante la producción
industrial, de modo que las diversas distribuciones geográficas de los campos de cada ciencia van propagándose o
engranado entre sí de un modo histórico-trascendental, en el cual engranaje o propagación consiste justamente eso
que llamamos las tecnologías.
Semejante realidad nos pone en presencia del problema dialéctico (universal trascendental), y ello en cuanto que
"problema" práctico-político, más agudo y profundo al que sin duda nos abocan las ciencias - al que nos aboca la
propagación tecnológica misma de las ciencias en el "espacio social" en la que consiste la forma industrial de
producción-, a saber: el problema que justamente se nos abre ante el hecho de que es aquella propagación la que,
por un lado, nos pone en el umbral mismo de un margen de alternativas por lo que toca a las posibilidades de
organización socio-política de la producción que resulta ser, por primera vez en la historia y de un modo ya
irrevocable, verdaderamente universal (trascendental) de un modo negativamente in-finito, mientras que, por otro
lado, el curso social y socio-político tomado de hecho por la sociedad industrial contemporánea planetaria tiende
inexorablemente, si bien con ritmos y formas propias comparativamente "irregulares" según las diversas zonas
geohistóricas, a una creciente degradación y empobrecimiento de aquellas posibilidades universales infinitas, y ello
precisamente en la medida en la que de hecho se han ido abriendo paso las formas capitalistas de producción
industrial a las que la propia industria indudablemente ha podido dar lugar.
El análisis y la crítica de semejante problema filosófico, en cuanto que político, constituye seguramente el desafío
más complejo, agudo y profundo que la actual sociedad universal tiene sin duda planteado. Como quiera que aquí
sólo queremos atenernos, y además de modo esquemático, al aspecto noetológico del mismo - por lo demás en
inexorable "symploké" con sus restantes costados -, me limitaré a apuntar sobre dicho problema lo siguiente.
Por un lado, en efecto, como decimos, la propagación tecnológica de las ciencias en el "espacio social" nos sitúa en
el umbral mismo de una irrevocable universalidad trascendental (negativamente) infinita - por lo que respecta a las
formas de organización socio-políticas de la propia producción industrial -. Como decíamos, las innovaciones
técnicas (precientíficas) introducen un efecto regresivo-destructivo en el tejido social cuya reconstrucción
progresiva no puede quedar inmediatamente determinada por los efectos regresivos de aquellas innovaciones, dado
el "margen de maniobra" socio-política del que siempre dispone una sociedad histórica (en cuanto que excedentaria).
Pues bien: en el caso de las ciencias, los desarrollos de cada campo científico (los nuevos teoremas y las
consiguientes reestructuraciones teóricas que ellos acarrean en cada campo), en cuanto que cada uno de ellos
consigue y prosigue un tipo de dominio "perfecto" sobre sus diversos estratos de realidad (de su propia categoría),
dado el carácter universal reductivo de dicho dominio, harán que el engranaje mutuo recurrente, o la propagación
tecnológica, de dichos desarrollos vaya introduciendo un surco en el tejido o "espacio" social que comprometa de
un modo irrevocablemente universal-trascendental la totalidad del mismo (su propia metatotalización
sociopolítica), y ello tanto por lo que respecta a su alcance regresivo-destructivo como a sus posibilidades
progresivo-reconstructivas.
Como decíamos al principio de estas notas, el campo de cada ciencia, desde dentro de su propia historia interna,
engrana con su historia contextual socio-política. Podemos comprender ahora el alcance histórico-universal
trascendental de dicho "engranaje" si nos situamos en la perspectiva del engranaje mutuo tecnológico de los diversos
campos científicos en los que justamente consiste la tecnología en la sociedad industrial: pues será, en efecto, la
totalidad de las relaciones sociales y sociopolíticas pretéritas, así como la totalidad de las relaciones sociales y
sociopolíticas futuras posibles, las que comenzarán a quedar concernidas y comprometidas en cada momento del
presente por efecto del desarrollo de la sociedad "científico-tecnológica-industrial". Concernidas las pretéritas, en
efecto, en cuanto que éstas comenzarán a verse sometidas a un proceso irreversible de destrucción en su totalidad
por efecto de aquel engranaje o propagación tecnológica incesante; y comprometidas por ello mismo la totalidad de
las futuras, en cada momento de dicho proceso de propagación tecnológica, en la medida en que dicho destejido, ya
irreversible, de las relaciones pretéritas, nos aboca inexorablemente ante la necesidad de una reconstrucción de las
mismas cuyas posibilidades han de tener un alcance tan in-finitamente universal como universal es la destrucción
misma alcanzada por dicho proceso.
Un compromiso éste que sin duda asimismo afectará al propio curso del desarrollo de cada campo científico - de la
"investigación científica" -, así como al curso del engranaje o propagación tecnológica de dichos campos - de las
"investigaciones y rendimientos tecnológicos" -. Como decíamos, el campo de cada ciencia no sólo no es regular u
homogéneo, sino irregular, debido a la distribución irregular de los racimos de teoremas que en cada momento
contiene, sino que es además polémico, en cuanto que no sólo contiene en cada momento teoremas, sino también
problemas aún no resueltos resultantes de la convergencia problemática de teoremas. De aquí que, aun cuando cada
teorema, o racimo de teoremas, sea, por su carácter universal-demostrativo, irrevocable con respecto a su "franja de
verdad", no por ello dichos racimos no son susceptibles de reorganizarse según nuevas formas constructivo-
demostrativas cuyo posible curso futuro exige a su vez la revisión del pasado del propio campo científico, esto es,
el regreso hacia ciertos "lugares críticos" donde se alcanzaron resoluciones de problemas previos en una dirección
cuya revisión puede comprometer el curso futuro posible de la resolución de los problemas del presente. Pues bien:
ninguno de estos "lugares críticos", ni pretéritos ni presentes - ni futuros posibles -, son neutrales desde el punto de
vista socio-político, en la medida en que cada uno de ellos, desde dentro del campo de cada ciencia, se encontrará
atributivo-históricamente entretejido con otros "lugares críticos" de los campos de otras ciencias, y ello precisamente
mediante su convergencia o engranaje mutuo en la producción tecnológico-industrial, y por lo mismo en las
orientaciones socio-políticas en cada caso imprimidas a dicha producción tecnológico-industrial. Puede decirse,
pues, que es la totalidad (trascendental) de los propios campos de las diversas ciencias, tanto en sus posibilidades
destructivo-regresivas como reconstructivo-progresivas, la que queda socio-políticamente comprometida en cada
momento del presente por su convergencia, o engranaje, o propagación tecnológico-industrial.
Éste es, pues, el abismo de universalidad in-finita (destructiva-reconstructiva) socio-política que abre
inexorablemente bajo nuestros pies la sociedad científico-tecnológica-industrial. Estamos, en efecto,
inexorablemente convocados y abocados, en cada momento del presente, a una necesidad de reconstrucción cuyas
posibilidades universalmente in-finitas se ven incesantemente surcadas por la universal destrucción del pretérito
alcanzada por la sociedad industrial.
Dado este contexto histórico-universal trascendental, es como podemos comprender ahora el sentido de la tendencia
positiva que en todo caso la industria ha hecho posible, y que en todo cado se ha impuesto de hecho con el desarrollo
de la sociedad contemporánea industrial, a saber, la realimentación o conjugación incesante entre las relaciones
sociales capitalistas y la forma de producción industrial, en la cual conjugación consiste, en efecto, el modo o el
régimen capitalista de producción.
En esencia, suponemos que la dirección que a la sociedad industrial ha ido imprimiendo el régimen capitalista de
producción, si bien con ritmos y formas propias comparativamente "irregulares" según las diversas zonas
geohistóricas, ha consistido en una creciente empobrecimiento o estrechamiento, y por ello degradación, de las
posibilidades mismas socio-políticas universales negativamente infinitas abiertas a su vez por la producción
industrial. Y ello en la medida en que suponemos que dicho régimen genera una realimentación negativa incesante
entre el incremento de la producción - de su diversificación especializada - y del consumo que a su vez es condición
necesaria de realimentación de la relación social misma "capital" - de la relación de plusvalía entre la fuerza de
trabajo y un capital por lo demás crecientemente "impersonal" y transnacional -.
Por lo que importa a la perspectiva noetológica de estas notas, dos son principalmente los tipos de efectos de
semejante realimentación entre producción y consumo como condición de realimentación de la relación social
capital que queremos considerar, a saber, los efectos sobre la morfología adoptada por la propia propagación
tecnológica de las ciencias en el espacio social y los efectos sobre la vida social y socio-política misma de dicha
determinada forma de propagación.
Por lo que respecta a la primera cuestión, el efecto tendencial impreso por el régimen capitalista de producción sobre
las relaciones entre las ciencias y su propagación tecnológica, tendencia que podemos apreciar consumándose con
un ritmo acelerado en las sociedades con "economías (capitalistas) desarrolladas" desde aproximadamente el final
de la segunda guerra mundial, consiste básicamente en lo siguiente: en el creciente desprendimiento de la producción
(y la investigación) tecnológica de todo posible control científico de sus consecuencias en el propio "espacio social"
- lo que implica, por su mediación, en el mundo mismo natural -. Si bien la producción tecnológica no es posible
desde luego, en principio, sin las ciencias, lo que en todo caso sí resulta posible es un desarrollo de dicha producción
desprendido del control científico de sus consecuencias, desprendimiento éste que precisamente resulta consecuente
con la "optimización" de la relación entre "inversión" y "rendimiento productivo" que sin duda requiere el
incremento imparable de la producción diversificada como condición de realimentación del incremento imparable
del consumo. Semejante optimización implica la tenencia a la formación de un mapa sociológico-productivo con
una morfología muy característica, a saber: se trata de disponer un continuo productivo en el quede encuadrada la
población laboral organizado según estas dos coordenadas: una creciente diversidad de segmentos de cualificación
(técnico-cognoscitiva) y una creciente diversidad de ramas de especialización tecnológica desligadas del control
científico de sus consecuencias, de forma tal que el incremento de la cualificación técnico-cognosctiva vaya ligado
al incremento de aquella especialización tecnológica desprendida del control científico de sus consecuencias.
Semejante disposición ya implica de suyo un creciente empobrecimiento de toda investigación científica básica -
un freno al desarrollo de cada uno de los campos científicos - en beneficio del desarrollo de la propagación
tecnológica de dichos campos desprendida del control científico de sus consecuencias; e implica por lo mismo una
tendencia a la disminución del propio control socio-político de aquella determinada forma de propagación
tecnológica de los campos científicos en beneficio de la mencionada optimización meramente económica de la
relación entre inversión y rendimientos productivos responsable de aquella forma de disposición del mapa laboral
productivo.
Puede decirse, pues, que semejante disposición ya conlleva un destejimiiento de los hilos la propia (y necesaria)
acción de meta-totalización socio-política - por lo que toca al control político del desarrollo de las ciencias y de su
propagación tecnológica - en beneficio de una rentabilidad puramente económica, y ello en la medida en que ésta
precisamente tiende a imponer sus efectos regresivo-destructivos sobre la acción política metatotalizadora al compás
mismo en que va haciendo a su vez inviable toda reconstrucción progresiva de la misma. Es, pues, la propia política
la que va tendiendo a su "grado cero de inacción" (metatotalizadora) en el mencionado respecto por efecto ya de
semejante mapa laboral-productivo y cognoscitivo.
Pero es que, a su vez, como decíamos, dicha disposición debe conjugarse con el desarrollo imparable del consumo,
el cual asimismo adoptará la forma de una creciente multiplicación numérica y de una creciente diversificación en
variedades de objetos consumibles, razón por la cual tenderá a adoptar la escala de un consumo crecientemente
individual (de masas). Ello implica reorientar la producción, ahora y sobre todo, a la fabricación de unos escenarios
sociales - fundamentalmente: urbanos, intraurbanos e interurbanos - cuyas morfologías culturales objetivas
encaucen y encuadren precisamente dicho consumo de masas a escala individual, y por tanto generen unas relaciones
sociales - unos modos sociales de vida - que precisamente se van a caracterizar, tanto como las relaciones sociales
contenidas en la producción, por una inexorable y creciente automatización de la vida social desarrollada al compás
mismo del desarrollo del consumo.
Dicha tendencia a la automatización (consumista) de la vida social imprimirá a su vez un efecto de retracción de la
acción política (metatotalizadora), esta vez por lo que respecta ante todo al posible control socio-político de dichas
relaciones sociales, un retracción que consistirá, en efecto, en la creciente inhibición de toda posible reconstrucción
progresiva de dichas relaciones según avanza la destrucción regresiva de todas las relaciones sociales pretéritas por
efecto de semejante automatización. En efecto: la automatización consumista de la vida social va destejiendo
implacablemente toda forma de relaciones sociales pretéritas según va haciendo inviable toda posible reconstrucción
política alternativa de las mismas.
Así pues, si consideramos ahora la conjugación entre la tendencia a la retracción del control político del desarrollo
científico y tecnológico impresa por la disposición misma del mencionado mapa laboral-productivo con la tendencia
a la retracción del control político de las relaciones sociales impresa por su forma de destrucción consumista y
automatizadora, tendremos ante nuestros ojos - ante nuestra propia acción social y política - la inexorable tendencia
conjugada al "grado cero" de "inacción" política (metatotalizadora) - que suponemos sin embargo
trascendentalmente necesaria para toda sociedad política y por ello respecto de toda posible "realidad" - impresa por
la sociedad capitalista industrial.
Así pues, en contraste con las posibilidades universalmente infinitas abiertas por la producción industrial, hemos de
constatar sin embargo una inexorable tendencia a la nihilificación de la acción social y socio-política misma, y por
ello de la misma "realidad", como el más perverso y paradójico efecto del desarrollo capitalista de la forma industrial
de producción. Éste es, en efecto, el círculo de barbarie cognoscitiva y sociopolítica que tiende a cerrarse sobre
nuestras propias vidas por efecto del desarrollo de la forma capitalista de producción industrial.
En particular: por contraste con aquellas posibilidades universalmente infinitas por lo que respecta a las relaciones
sociales abiertas por el dominio científico sobre la naturaleza y por su propagación tecnológica, el más perverso y
paradójico efecto del modo capitalista de cursar aquel dominio y su propagación consistirá en que dichas relaciones
sociales, tanto en sus momentos productivos como en sus momentos consumistas, se verán progresivamente
reducidas a un tipo de dominio, por respecto de la relación social capital - crecientemente impersonal y "global" -
que resultará ser tendencialmente análogo al tipo de dominio que sobre la naturaleza misma alcanzan las propias
ciencias y su propagación tecnológica, un tipo de dominio social, en efecto, que cursará bajo la forma de una
creciente automatización de la vida social, tendencialmente análoga a la automatización misma de los sectores de
realidad físico-natural lograda por cada una de las construcciones científicas físico-naturales mismas.
Y éste es, justamente, el contexto adecuado o proporcionado para desvelar el "secreto" del proyecto de las "ciencias
humanas" generado por la sociedad capitalista industrial.
(ii). El proyecto de las "ciencias humanas" como proyecto ideológico de la sociedad capitalista industrial. -
En efecto: El proyecto de las denominadas "ciencias humanas" (o "sociales") viene a asentarse en la tendencia a
lograr, sobre los sectores diversos de la vida social generados por el modo de propagación tecnológica de las ciencias
en la sociedad capitalista industrial, un tipo de dominio que fuera lo más analógo posible al dominio científico
efectivo ("perfecto") alcanzado por las ciencias estrictas físico-naturales sobre sus regiones del medio natural. Se
trata, pues, de la tendencia, y de la pretensión, ya puesta en marcha por la morfología global del régimen capitalista
de producción industrial de consumar, de un modo cerrado, el círculo socio-productivo capitalista-industrial, bajo
la forma de una reproducción, en el conjunto de los diversos sectores de las relaciones sociales generados por el
modo de propagación tecnológica de las ciencias característico del capitalismo industrial, de la propia forma de
dominar el medio natural por parte de las ciencias físicas estrictas, de suerte que al compás mismo en que dicho
círculo tienda a cerrase tenderá a quedar evacuada la necesidad misma de toda posible metatotalización política
del mismo por efecto de la yugulación de toda posible recurrencia abierta (esto es, trascendental en cuanto que
contradictoria) de sus contenidos. Se trata de aquel proyecto, en efecto, que modélicamente se expresaba en el ideal
positivista-burgués comtiano de realimentar indefinidamente de un modo cerrado, o sea, sin conflictos, el "orden
con el progreso".
Suponemos, entonces, que la posible consumación del proyecto implicaría haber dado un paso (cualitativo) más
allá de lo que entendemos que en las sociedades históricas de hecho han sido los efectivos saberes o disciplinas
sociales, un paso cuyo carácter ideológico, y ello sin perjuicio de su relativo fundamento real, podremos desvelar
si comenzamos por reconocer previamente cuáles han sido las morfologías de dichos saberes sociales efectivos, al
menos antes de la pretensión capitalista contemporánea de transformar dichos saberes en ciencias (o, diríamos, en
"análogos suyos rigurosos").
(a) Las morfologías de los saberes sociales en las sociedades históricas. Dialéctica entre los saberes sociales y la
historia (como historiografía).-
Pues suponemos, en efecto, que los saberes sociales se generan, en las sociedades histórico-políticas, a raíz de los
conflictos sociales diversos (y crecientes) que hemos visto que caracterizan a estas sociedades fracturadas, en la
medida en que en el seno del "espacio socio-cultural" de dichas sociedades se forman diversos "torbellinos
sectoriales de conflictos" que precisamente habrán de ser reconstruidos o ajustados una y otra vez.
De este modo, el campo de cada uno de estos saberes viene a corresponderse con la región o el sector social donde
se generan estos conflictos y se producen sus reajustes, adoptando dichos conflictos y reajustes una cierta
sistematicidad cuya dialéctica interna regresivo/progresiva viene a funcionar como sigue: el "plano" o el
"momento" "fenoménico" de dichos campos podremos reconocerlo en el momento mismo del enfrentamiento de una
pluralidad de proyectos sociales normativos de acción, esto es, en el momento en que unos proyectos de acción (de
unas partes sociales, sociopolíticamente dominantes) pugnan, desde sus fines (o intereses), por envolver o
determinar, como planes suyos, los fines (o intereses) de otros proyectos de acción (de otras partes sociales,
dominadas) que en todo caso muestran alguna resistencia, u oposición a aquellos planes. Los "fenómenos" de los
saberes sociales no se dan, pues, tampoco, exentos, o "en bruto", sino que consisten, como decimos, en el momento
mismo del enfrentamiento entre proyectos normativos de acción diversos y enfrentados dentro del juego de las
relaciones sociales de dominación entre grupos sociales.
A partir de estos "momentos fenoménicos", el proceso de estos saberes cursará como un regreso que, deshaciendo
las relaciones sociales enfrentadas hasta el momento vigentes, tienda a rehacer o reestablecer el proyecto normativo
capaz de reajustar de algún modo, en el progreso, los conflictos de partida. Dichos "proyectos normativos" capaces
de lograr en algún grado dichos reajustes se corresponden, pues, con lo que podemos considerar como los
"momentos estructurales" de dichos saberes. Así pues, también ahora podremos decir, tanto que todo "momento
(comparativamente) fenoménico" implica algún grado una configuración estructural, en cuanto que las operaciones
están siempre insertas en proyectos normativizados, como que todo "momento (comparativamente) estructural" no
pierde su asidero fenoménico, puesto que las operaciones no quedan, en estos contextos, en ningún momento y en
ningún sentido, neutralizadas o segregadas, sino siempre contenidas y absorbidas por las normas.
Por ello, cada uno de estos saberes sociales particulares o sectoriales vienen a consistir en los diversos "carriles
sectoriales" a través de los cuales debe sin duda cursar la acción política misma (metatotalizadora) planificada en
su momento progresivo, en cuanto que dichos saberes consisten en la puesta a prueba práctica de la capacidad
reconstructiva misma, o de reajuste social, de los proyectos normativos regresivamente alcanzados a partir de cada
uno de sus sectores conflictivos: "salvar" o "recuperar" los "fenómenos" en el caso de estos saberes consiste, en
efecto, y precisamente, en poner a prueba mediante la acción política práctica (sectorial) la capacidad de reajustar
conflictos (fenoménicos) previos sectoriales.
Una capacidad ésta, de los proyectos normativos (comparativamente) "estructurales" o "victoriosos", que
ciertamente no tiene por qué ser fenoménicamente accesible ("consciente", conocida), o al menos de igual modo,
por todas las partes o grupos sociales en juego, puesto que bastará en todo caso con que lo sea, como capacidad
operatoria planificada de control, para los grupos sociales victoriosos resultantes como para proseguir su curso. Así
pues, el juego (correlativo y comparativo) entre la "consciencia" y la "inconsciencia" (o entre el conocimiento y la
ignorancia) de las "estructuras" de reajuste (sectoriales) de los conflictos sociales (sectoriales), en cuanto que
capacidad planificada de control social, tendrá precisamente que ver con (el grado de) victoria o de dominio socio-
político (sectorial) de unas partes, grupos o intereses sociales sobre otros. No será necesario, por ejemplo, que todos
los grupos sociales (por ejemplo, las naciones étnicas hispanas peninsulares) a las que se va imponiendo la lengua
castellana según avanza la "reconquista", o luego los grupos sociales (pueblos, o civilizaciones americanas) a los
que asimismo se les impondrá dicha lengua en la conquista americana, tengan necesidad de conocer la gramática
de la lengua triunfante (española, y luego hispana), precisamente esa necesidad que sí llegará a tener y a satisfacer,
como consecuencia de sus choques y reajustes victoriosos con otras lenguas, la lengua del bloque socio-político
triunfante - primero, castellano; y luego, español.
Ahora bien: precisamente no entenderemos que dichos sectores, cada uno con su dialéctica y sus relativa
sistematicidad internas, alcancen algún principio de cierre, universal-demostrativo y reductivo a su categoría, que
fuese comparable (de cualquier forma analogable) con el principio de cierre que llegará a caracterizar al dominio
que las ciencias estrictas, las físico-naturales, efectivamente alcanzan sobre los sectores de la realidad que re-
construyen. Como vimos, el cierre sintáctico-demostrativo de las ciencias físicas, aun cuando no suponga clausura
semántica, sí implica la capacidad de incorporar nuevos materiales (semánticos) de un modo universal reductivo a
la propia categoría en función del mismo principio sintáctico-demostrativo de cierre que ya funciona en dicha
categoría. De este modo, el tipo de dominio "perfecto" en cada caso alcanzado por cada ciencia por relación a cada
estrato real de su propia categoría resulta en principio indefinidamente ampliable, en profundidad y extensión, con
respecto de nuevos estratos semánticos de la propia categoría. Pues bien, que en los campos de los saberes sociales
pudiese funcionar un tipo de cierre semejante supondría que la victoria o del dominio socio-político sectorial de los
proyectos normativos victoriosos - sobre los vencidos - sería asimismo perfecto, en un sentido semejante al dominio
perfecto ejercido por las ciencias físicas sobre sus campos categoriales, lo cual supondría ciertamente la recurrencia
estabilizada de los mismos contenidos sociales victoriosos sobre cualesquiera nuevos posibles conflictos dados
(reductivamente) en el seno del propio campo. Sin embargo, suponemos que en ninguno de estos sectores los
conflictos inter-normativos de partida ("fenoménicos") se reajustan a partir de proyecto "estructural" alguno que
implique un cierre sintáctico-demostrativo semejante de los contenidos normativos conflictivos de partida, sino que
más bien aquellos proyectos "estructurales" resolutorios se nos muestran, una y otra vez, constitutivamente
incapaces de "salvar" (de dominar de un modo "perfecto") precisamente todos los (nuevos) "fenómenos" que cada
momento progresivo arrojan sin embargo en su propio curso.
En realidad, desde el momento en que estamos contando con el carácter (crecientemente) excedentario de las
sociedades histórico-políticas, es precisamente el "margen de maniobra socio-política alternativa" respecto de
cualesquiera posibles conflictos sociales sectoriales suyos posibilitado siempre por dicho carácter excedentario,
aquel que hará a la postre inviable toda pretensión por confinar dentro de algún sector "universal reductivo a su
categoría" la resolución de los conflictos sociales sectoriales.
Y si suponemos, precisamente, que dicha situación está dándose, a la par, en los distintos sectores (o saberes)
sociales de la metatotalización política de la sociedad de referencia, esto es, que no deja una y otra vez de producirse
la confluencia, ella misma conflictiva, entre los reajustes precarios en cuanto que "im-perfectos" de cada uno de sus
sectores sociales conflictivos, y ello precisamente en virtud del carácter precario de cada uno de dichos reajustes
sectoriales, podremos comprender entonces precisamente la necesidad de un nuevo tipo y escala de regreso, hecho
justamente necesario por dicha situación, como es precisamente la necesidad de remontar regresivamente la
totalidad de los campos de dichos sectores conflictivos según una dialéctica global (o universal no reductiva) que
no se reduce a ninguno de dichos campos, sino que se da a través de todos ellos, y ello tanto en su momento regresivo
como progresivo. Será el momento regresivo de dicha dialéctica global aquel que incluya necesidad de revisión
histórica ("historiográfica") de dichas sociedades - de suerte que serán las sociedades históricas aquellas que, por
su propia dinámica, acaben arrojando como una necesidad interna un saber histórico (historiográfico) sobre ellas
mismas.
En efecto: de los conflictos (socio-políticos) incesantes resultantes entre las resoluciones precarias o in-fectas de los
conflictos (socio-políticos) sectoriales surgirá la necesidad de re-visión historiográfica del pasado (socio-político)
global, esto es, la necesidad de destejer retrospectivamente, siquiera sea mediante la representación (proposicional)
apoyada en (o intercalada entre) los documentos y los restos (culturales y sociales) disponibles, el proceso mismo
global que progresivamente condujo hasta la situación de partida (de conflicto entre resoluciones sectoriales infectas
de conflictos), y ello al objeto de detectar los "lugares de cruce críticos", dentro del tejido metatotalizador, en donde
se tomaron resoluciones conducentes al estado del presente, de forma que semejante revisión alcance conocimientos
que puedan conjugarse precisamente con el momento progresivo de la acción política metatotalizadora del presente,
que precisamente no excluye, sino que incluye, de nuevo, aquellos tramos suyos sectoriales en los que consisten los
saberes sociales particulares.
Así pues, los propios saberes sociales particulares, cada uno con su relativa sistematicidad y dialéctica
(regresivo/progresiva) internas, forman parte, como (sub)momentos sectoriales, del momento progresivo - práctico,
planificador - de la dialéctica (regresivo/progresiva) global (en cuanto que universal transectorial) de la acción
política metatotalizadora, la cual dialéctica, por su parte, si debe asimismo regresivamente remontarse más allá de
los regresos sectoriales de cada uno de aquellos saberes particulares es justamente en la medida en que dichos
saberes en sus momentos progresivos no resuelven, sino sólo infecta o precariamente, los conflictos sectoriales de
cada uno de sus campos particulares, a los cuales saberes en todo caso dicha dialéctica global habrá de volver en
sus momentos progresivos.
Y es dicho momento regresivo de dicha dialéctica global de la acción política (metatotalizadora) la que justamente
requiere, como decíamos, de los saberes historiográficos "globales" (universales no reductivos o transectoriales): de
la "historia", sin duda, por antonomasia; y, ligada a ella, de los saberes filológicos como momentos histórico-
lingüísticos imprescindibles intercalados en dicho saber histórico, en cuanto que no sólo nos ponen en presencia del
imprescindible estrato lingüístico intercalado de la praxis socio-política del pretérito, sino que asimismo nos
garantizan el acceso a los documentos escritos imprescindibles para conocer dicho pretérito. Se trata, en efecto, de
aquellos saberes que en un momento dado serán reconocidos como "Humanidades", los cuales saberes, además de
ponernos en presencia, de un modo recto, con la praxis sociopolítica del pasado desde una perspectiva histórica, nos
ponen asimismo en contacto, siquiera de un modo oblícuo, con las (humanas) obras técnicas y saberes físicos (y en
su momento científicos y tecnológicos) de dicho pasado, y lo hacen precisamente desde su propia perspectiva, que
es la histórica. De aquí que en modo alguno deban confundirse los saberes sociales particulares o sectoriales con
las "humanidades", en la medida en que éstas precisamente se alimentan, del modo indicado, del mencionado
carácter precario de aquellos saberes.
(Y es, por cierto, como ya vimos, la totalidad, metatotalizándose (socio-políticamente) en cada caso, de estos
diversos tipos y rangos de saberes, aquella que sólo cursa a través de la propia filosofía - y por tanto de la dialéctica
incesante entre la crítica dialéctica de las ideologías metafísicas y la reapropiación ideológico-metafísica de dicha
crítica dialéctica. Razón por la cual la filosofía forma parte, como su culminación dialéctica misma universal-
trascendental, del conjunto de las humanidades).
Por ello mismo, estos saberes historiográficos globales (las humanidades), aun cuando no dejen de cumplir, como
no podía ser de otro modo, diversas formas de legitimación ideológica del presente (por ejemplo, la legitimación
historiográfica del estado actual victorioso de determinadas naciones políticas frente a otras naciones políticas, o
frente a sus naciones étnicas integrantes; o bien, la legitimación de determinados bloques civilizatorios imperiales
frente a otros bloques competidores, o frente a los pueblos "terceros" por los que compiten), funciones éstas que
nunca ha dejado ciertamente de cumplir la "historia", sin perjuicio de estas funciones legitimadoras, decía, estos
saberes globales historiográficos pueden tener un efecto crítico de primera importancia sobre ciertos espejismos
ideológicos del presente, y muy en particular, precisamente, sobre el espejismo consistente en asumir que los saberes
sociales particulares pueden adoptar efectivas formas científicas, cuando es el caso, como decimos, que dichos
saberes historiográficos globales se hacen precisamente necesarios debido al carácter precario (no científico) de las
resoluciones aportadas por los saberes sociales particulares - y ello sin perjuicio de que estos saberes sociales
particulares precarios (pongamos, la "sociología") se requieran, una y otra vez, a título de soluciones sectoriales
dadas en el curso progresivo conjugado con el regreso exigido por aquellos saberes historiográficos globales
(pongamos, la "historia social").
(b) Carácter ideológico y (relativo) fundamento real del proyecto de las "ciencias humanas. -
Pues bien: el proyecto de las "ciencias humanas", como decíamos, en cuanto que proyecto característico de la
sociedad capitalista industrial, viene a asentarse en la tendencia misma impresa sobre la vida social por la forma
capitalista específica de producción industrial que hace que los diversos sectores de las relaciones sociales de esta
sociedad, tanto en sus ámbitos laboral-productivos como - principalmente - consumistas (conjugados), comiencen
a quedar paradójicamente sujetos a un tipo de dominio que tiende a ser análogo al dominio "perfecto" que, mediante
sus aparatos y montajes de aparatos (industriales), las propias ciencias físicas logran sobre sus sectores de realidad
(categorial). Y se trata, ciertamente, de un efecto paradójico en la medida en que la sociedad industrial, a la vez que
abre, en principio, por su forma industrial de producción, unas posibilidades universamente in-finitas por que
respecta a sus formas sociopolíticas de organización, encuadra y encauza sin embargo, por su forma capitalista
específica de producción industrial - de propagación tecnológica de las ciencias -, a las relaciones sociales, tanto
productivas como consumistas, en unos escenarios o marcos culturales que tienden a reproducir un dominio sobre
dichas relaciones sociales lo más análogo posible al dominio logrado por las ciencias físicas estrictas sus diversas
regiones de realidad.
En efecto: si, como decíamos, es precisamente el carácter crecientemente excedentario de las sociedades histórico-
políticas el que hace que las formas socio-políticas alternativas de organizar la vida social no puedan quedar
confinadas, en ninguno de sus sectores, a ninguna forma de "reducción universal demostrativa" análoga a las de las
ciencias estrictas, y por tanto sujetas a ninguna forma de dominio "perfecto" semejante al conseguido por dichas
"reducciones"; la singular paradoja levantada por la sociedad industrial capitalista consiste en que, habiendo
transformado y desbordado enteramente aquellas condiciones excedentarias por efecto de su potencia productiva
industrial, una potencia capaz de ir logrando dichas reconstrucciones universales reductivas de regiones de la
realidad natural envolvente y alcanzando por ello un dominio "perfecto" sobre estas regiones, a la vez que capaz de
ir engranando mutuamente mediante la tecnología dichas regiones de este modo "reducidas" y "dominadas", y por
ello capaz de surcar, por primer vez en la historia y de un modo irreversible, un verdadero espacio socio-político de
universalidad (metatotalizadora) infinita, dicha sociedad, sin embargo, y debido al modo específicamente capitalista
de organizar la producción industrial, ha ido a su vez confinando las relaciones sociales, en sus diversos sectores,
hasta el punto de imprimir sobre ellas la tendencia a ser susceptibles de una "reducción" y de un "dominio" lo más
análogos posibles al que las ciencias estrictas logran sobre sus regiones de realidad.
Ésta es, en efecto, la singular paradoja (dialéctica) levantada por las forma capitalista de organizar la producción
industrial, y éste es, exactamente, el "secreto" que anida bajo el proyecto de las "ciencias humanas": el grado de
éxito de dicho proyecto equivale, exactamente, al grado de triunfo histórico-universal de la sociedad capitalista
industrial, de modo que el éxito consumado del proyecto de las ciencias humanas equivaldría al triunfo histórico-
universal definitivo de la sociedad capitalista industrial, un (hipotético) triunfo definitivo éste cuya radical y última
paradoja reside en que equivaldría al final mismo de toda (metatotalización) política posible, y por tanto de toda
posible sociedad histórico-política universal, y con ello de toda posible realidad (trascendental). La consumación
del proyecto de las ciencias humanas equivaldría en efecto a la consumación de la tendencia a la desrealización o
la nihilificación de la realidad misma (trascendental) que anida implacablemente en la contemporánea sociedad
capitalista industrial.
Es preciso reconocer, pues, que el proyecto de las ciencias humanas no es ciertamente gratuito, como si no tuviera
algún fundamento real, puesto que el fundamento de su pretensión estriba, precisamente, en la tendencia misma
impresa por la forma capitalista de organizar la producción industrial sobre los diversos sectores de las relaciones
sociales que fuerza a tornar éstos susceptibles, como decimos, de ser sometidos a un "dominio" y a una "reducción"
lo más análogos posibles al tipo de dominio y de reducción que las ciencias estrictas logran sobre sus regiones de
realidad natural, un "dominio" y una "reducción" sociales (sectoriales) éstos en torno a los que vienen a organizarse
las morfologías cognoscitivas de dichos proyectos de ciencia.
Y, de hecho, un cierto análogo de los aparatos mediante los que las ciencias estrictas reconstruyen, de un modo
universal-reductivo, sus regiones de realidad (natural), podremos encontrarlos, en los campos de las ciencias
humanas "en proyecto", precisamente en las diversas estructuras, o "complejos de estructuras", del medio cultural
envolvente progresivamente levantado por la industria capitalista, dentro de los cuales complejos se ve confinada a
discurrir la vida social, tanto productiva como la vida social en general (y en muy en especial consumista), en
aquellos diversos sectores suyos en torno a los cuales precisamente fraguan las diversas ciencias humanas "en
proyecto". Al hablar de semejantes "complejos estructurales" nos estamos refiriendo a aquellos "escenarios"
culturales envolventes a través de cuyas morfologías, cada vez más específicas, va teniendo lugar la realimentación
entre aquel mapa laboral-cognoscitivo de rendimiento productivo-tecnológico económicamente cada vez más
optimizado y el incremento cada vez más acelerado del consumo - en cantidad y diversidad -, como una
realimentación que tiende progresivamente a cerrarse "sin residuo contradictorio alguno", es decir, evacuando
crecientemente toda posibilidad de acción socio-política - metatotalizadora en cuanto que internamente
contradictoria.
Es precisamente en el seno de los diversos sectores de dichos escenarios en torno a los que tenderá a cristalizar el
proyecto de cada una de las diversas ciencias humanas, como un proyecto que en efecto buscará reconstruir, a partir
de sus conflictos sociales (o socio-culturales) sectoriales "fenoménicos", aquellos proyectos normativos de acción
capaces de reducir ( y por ello dominar) aquellos conflictos de partida de un modo ciertamente lo más análogo
posible a como las ciencias estrictas reconstruyen sus fenómenos de un modo "universalmente reductivo a su propia
categoría". En este sentido, en efecto, las diversas ciencias humanas "en proyecto", además de los recursos
metodológicos más o menos "externos" y "genéricos" (o importados de las verdaderas ciencias y de las tecnologías,
tales como los matemáticos, estadísticos, computacionales, etc.), buscarán específica y formalmente apoyarse sin
duda en aquellos escenarios culturales, del modo más análogo posible a como las ciencias estrictas reconstruyen sus
regiones de realidad dentro de sus aparatos, y ello al objeto de lograr aquella reducción y dominio de sus conflictos
fenoménicos de partida del modo más análogo posible a la reducción y al dominio alcanzados por las ciencias
estrictas. De aquí que, en efecto, buena parte de la labor estas "ciencias en proyecto" consista en la planificación y
efectiva re-construcción o remodelación de tales escenarios - en la reconstrucción planificada de "ambientes
culturales" -, de suerte que, en sus cursos progresivos puedan reconstruir sus conflictos de partida a partir de la
remodelación o reconstrucción de tales "escenarios" o "ambientes culturales".
Ahora bien: si todavía podemos considerar ideológico, no obstante su (relativo) fundamento real, al proyecto de las
ciencias humanas es justamente en la medida en que podemos cuestionar si dichos saberes, en todo caso efectivos
en cuanto que efectivos saberes sociales, poseen o no un principio de "cierre sintáctico demostrativo" de sus campos
capaz de "reducir", y por ello de "dominar", los fenómenos de dichos campos (sus conflictos sectoriales de partida)
de un modo "universal-reductivo a su propia - presunta - categoría" (mediante proyectos normativos reconstructivos)
que fuese en efecto cognoscitivamente análogo a los procedimientos formales constructivos de las ciencias estrictas
- por tanto, con efectiva "analogía de proporción propia" con respecto de dichos procedimientos-.
En tal caso, desde luego, estas (presuntas) ciencias estarían dotadas, por su propia morfología cognoscitiva, de un
principio de recurrente pacificación victoriosa reductiva de cada uno de sus actuales y eventuales conflictos
sectoriales, lo cual implicaría que la totalidad de dichos sectores que iría quedando sustraida a toda necesidad de
metatotalización universal trascendental (no reductiva) socio-política, y por ello sustraida la hitoricidad misma y
a la necesidad de saberes historiográficos (humanistas), de modo que acabaría por consumarse plenamente el (ideal)
proceso de una reiterada conjugación sin conflicto entre el "orden y el progreso" (socio-tecnológicos). Se hubiera,
por así decirlo, consumado plenamente el ideal (estrictamente burgués) del "panóptico" de Bentham.
Pero esto es, ciertamente, lo que no resulta evidente, no obstante la indudable tendencia global victoriosa hasta el
presente del "régimen capitalista industrial de producción" Pues una cosa es, en efecto, el hecho indudable de dicha
tendencia global victoriosa, y a escala planetaria, hasta el presente, del "capitalismo", y otra es que dicho triunfo
global se estuviese logrando sobre la base de aquellos (presuntos) principios de cierre sintáctico-demostrativos
sectoriales capaces de una reiterable pacificación victoriosa reductiva de cada uno de los conflictos sociales
sectoriales de dicha victoria global tendencial, como si dicha victoria estuviese resultando de una armoniosa
convergencia de las "resoluciones demostrativo-pacificadoras reductivas" de cada uno de sus sectores conflictivos.
Antes bien, dicha victoria global tendencial no deja de arrojar, en su misma recurrencia global, incesantemente
nuevos focos de conflictos sectoriales, y a muy diversas escalas, focos éstos que en modo alguno se resuelven
"científicamente", sino que más bien actúan como demandas renovadas para intentar aplicar, una y otra vez, el
proyecto de las "ciencias humanas", el cual proyecto, sin embargo, se limita, de hecho, a quedar restringido, una y
otra vez, no obstante aquella tendencia global, a un conjunto de meros saberes sociales continuamente desbordados,
en sus cursos progresivos, por los propios fenómenos conflictivos sectoriales internos que pretenden reajustar.
Estos continuamente renovados focos sectoriales de conflictos se dan, sin duda, como decimos, a muy diversas
escalas: no sólo, desde luego, a la escala de los conflictos entre los actuales grandes bloques geopolíticos capitalistas
(por lo demás mutuamente "irregulares" entre sí, así como en proceso de reorganización, muy inestable y poco
definida por el momento, de sus fronteras en la mismísima actualidad), y por tanto del esfuerzo de cada uno de estos
grandes bloques por mantener bajo su control a sus respectivas áreas escalonadas de influencia todas ellas
geopolíticamente saturadas, sino también a la escala, constreñida a conjugarse con la anterior de un modo
indesplazable dada aquella saturación geopolítica, de los muy diversos conflictos internos a cada uno de dichos
bloques, incluyendo aquí - y precisamente en el seno de los bloques "más desarrollados" o pujantes - no sólo tasas
de desempleo irreductibles y la generalización progresiva de formas de trabajo precario, sino también la generación
renovada, a modo de residuos sociales de los conflictos sectoriales, de diversas bolsas de marginación social
irreductible.
La inviabilidad efectiva de llevar en último término a cabo el proyecto de las ciencias humanas nos lleva, desde
luego, a precisar que la analogía entre los escenarios culturales objetivos industriales por respecto de la vida social
y los aparatos de las ciencias con respecto a sus sectores de realidad natural controlados es, desde el punto de vista
noetológico, una analogía muy remota de mera atribución, y en modo alguno una "analogía de proporción propia"
con respecto a las ciencias, y ello sin perjuicio de la presión efectiva, específicamente creciente y triunfante, que
globalmente ejerce aquella envoltura sobre la vida social del presente.
Así pues, y en resolución, ésta es la singular paradoja dialéctica (universal trascendental) levantada por la forma
capitalista de organizar la producción industrial, y éste es, correlativa y precisamente, el "secreto" que anida bajo el
proyecto de las ciencias humanas solidario de aquella forma capitalista de producción industrial: el grado y el
alcance del éxito de dicho proyecto equivale, exactamente, al grado del triunfo histórico-universal de la sociedad
capitalista industrial, de modo que el éxito consumado del proyecto de las ciencias humanas equivaldría al triunfo
histórico-universal definitivo de la sociedad capitalista industrial, un (hipotético) triunfo definitivo éste cuya radical
y última paradoja reside en que equivaldría al final mismo de toda (metatotalización) política posible, y por tanto
de toda posible sociedad histórico-política universal, y con ello de toda posible realidad (trascendental). La
consumación del proyecto del las ciencias humanas equivaldría en efecto a la consumación de la tendencia a la
desrealización o nihilificación de la realidad misma (trascendental) que sin duda anida implacablemente en la
sociedad contemporánea capitalista industrial.
En este sentido, acercarse a semejante paradoja dialéctica (trascendental) en su relación con las ciencias humanas
como lo ha hecho Gustavo Bueno, es decir, concibiendo "el problema de las ciencias humanas" como el que
resultaría de la (presunta) contradicción dialéctico-gnoseológica, planteada de un modo meramente abstracto
"metodológico", entre los campos de las ciencias en donde no figuran formalmente operaciones - "humanas o
etológicas" - y los campos de aquellas posibles ciencias en donde figurarían formalmente dichas operaciones, de
modo que pueda asumirse, al objeto de cursar y resolver aquella (presunta) contradicción, la "analogía formal
rigurosa" a efectos "gnoseológicos" entre las operaciones temáticas de los "campos humanos y etológicos" y las
operaciones etiológicas de las ciencias en general, no supone sino un modo ideológico de abstraer y encubrir, bajo
la capa de semejante planteamiento meramente abstracto-metodológico de intención gnoseológica, precisamente el
problema radical y esencial implicado por aquella paradoja, y por ello implica una forma ideológica de
reconciliación con la tendencia positiva y específica imprimida por la sociedad capitalista industrial a consumar
definitivamente su dominio bajo la forma del proyecto de las ciencias humanas.
Ahora bien, hasta el momento hemos hablado, en general, de estas "ciencias humanas" en proyecto, pero convendría
distinguir diversas especies dentro del proyecto general de las mismas.
( c ). Tipos de ciencias humanas en proyecto: Etnología, "ciencias" sociológicas y Psicología.
Seguramente el proyecto científico-social que más se aproxima a la forma constructiva de una ciencia sea el del
saber etnológico, esto es, el de aquel saber que las sociedades industriales capitalistas logran, en su proceso de
expansión imperialista colonial - en pugna mutua -, sobre la estructura y el funcionamiento de sociedades
antropológicas pre-históricas ("primitivas", "etnológicas"). Ello se debe, sin duda, al tipo de desigualdad o
desequilibrio socio-productivo radical entre la sociedad dominante y la dominada, una desigualdad que hace
precisamente posible un dominio objetivo por parte de la primera sobre la segunda capaz de envolver y determinar
la integridad del funcionamiento socio-productivo de ésta última por parte de la primera. Pues se trata, en efecto,
del enfrentamiento entre una sociedad (la dominada) con economía subsistencial y una sociedad (la dominante) no
ya en general excedentaria, sino dotada del tipo específico de condiciones excedentarias hechas posibles por su
forma científico-tecnológica industrial de producción. Como decíamos, es la condición excedentaria de las
sociedades histórico-políticas la que abre un margen de posibilidad en sus formas alternativas de organización
sociopolítica que torna a los diversos sectores de dicha organización insusceptibles de ser sometidas a un dominio
(social) análogo al que las ciencias físicas estrictas en su momento alcanzarán sobre sus regiones de realidad, a la
par que, sin embargo, es la sociedad que desarrolla sus condiciones excendentarias hasta el punto de alcanzar la
forma industrial (científico-tecnológica) de producción la que, y debido a su carácter capitalista, experimentará la
paradoja (dialéctica) consistente en abrir unas posibilidades universales infinitas de organización spociopolítica que
no obstante irán quedando positivamente confinadas a formas de dominio social sectorial tendencialmente análogas
a las del domino científico-natural, aun cuando nunca de hecho según una analogía de proporción propia, sino sólo
de atribución y remota. Ahora bien: allí donde estas sociedades industriales capitalistas se ciernan, en su proceso de
dominio imperialista colonial, sobre sociedades subsistenciales, este tipo de desigualdad socio-productiva radical
entre ambas hará posible, sin duda, por parte de las primeras y con respecto a las segundas, un tipo de dominio
cognoscitivo (o de conocimiento dominador) social que, esta vez, sí que comenzará a resultar mucho más próximo
al dominio cognoscitivo que las sociedades socialmente dominantes ejercen mediante sus ciencias sobre los campos
de éstas.
Se trata, sin duda, del conocimiento etnológico, esto es, de ese conocimiento que en efecto podemos lograr sobre el
carácter mismo susbsistencial de dichas sociedades, y por tanto sobre las formas como sus relaciones sociales (de
parentesco) se ajustan estrictamente a sus medios productivos en función de dichos límites subsistenciales hasta el
punto de formar una totalidad socio-productiva recurrente y cerrada, o sea, precisamente ese conocimiento que,
según decíamos, en dichas sociedades no se alcanza desde dentro de ninguna de sus partes sociales, pero que
precisamente sí puede alcanzar la sociedad antropológicamente dominante debido a su capacidad de envolver
práctico-operatoriamente, desde sus planes coloniales, la totalidad de dicho funcionamiento recurrente y cerrado en
función de la singular desigualdad de su potencia socio-productiva (industrial) frente a la capacidad socio-productiva
(subsistencial) de la sociedad (cognoscitiva y prácticamente) dominada. Será, pues, en función de esta desigualdad
radical en la potencia socio-productiva entre ambos tipos de sociedades como ahora sí que podremos reconocer, en
efecto, una cierta "analogía de proporción (propia)" (como único caso dentro de los saberes sociales) entre el
dominio cognoscitivo y práctico antropológico de un tipo de sociedades sobre otras y el dominio que mediante las
ciencias estrictas las sociedades industriales antropológicamente dominantes ejercen sobre los campos físicos de
realidad de dichas ciencias. De algún modo, pues, las sociedades capitalistas industriales son capaces de tratar a las
sociedades "etnológicas" sobre las que se extienden y se ciernen, ejerciendo sobre ellas un tipo de dominio
cognoscitivo y práctico proporcionalmente análogo al dominio que mediante sus ciencias ejercen sobre los campos
físicos reales de estas últimas.
Ahora bien, la paradoja a la que se ve indefectiblemente sometido dicho dominio cognoscitivo y práctico
consumado de unas sociedades sobre otras es ésta: la de que en el momento mismo de consumarse dicho dominio,
el material (antropológico) sobre el que se consuma queda formalmente destruido - aquellas sociedades etnológicas
o primitivas quedan deshechas como tales sociedades primitivas -, y transformado ya en otra cosa, a saber, en
sectores o partes sociales subordinados al funcionamiento global de las sociedades dominantes: como fuente de
materias primas y mano de obra proletaria tercermundista del bloque capitalista colonial dominante. Se trata, pues,
de un proceso de conocimiento y/o dominio sometido a una dialéctica singular: aquella según la cual el conocimiento
y el dominio se van logrando precisamente a través (y a costa) de la destrucción misma de aquello que se conoce y
domina, y de su transformación en algo ya insusceptible de dicho tipo de dominio y de conocimiento.
Una vez más, pues, las formas científicas de conocimiento (o, en este caso, su único "análogo (propio)
proporcionado" en el ámbito de los saberes temáticamente antropológicos) se nos muestran como el ejercicio de un
dominio "perfecto" sobre los materiales conocidos: un dominio que, como decíamos, en el caso de las ciencias
físicas supone que las operaciones somáticas antropológicas dominadoras quedan, por medio de sus capas
formalmente artefactuales, distanciadas respecto de las realidades formalmente dominadas hasta el punto de quedar
somáticamente exentas de verse afectadas por dichas realidades dominadas, y que, en el caso de la ciencia etnológica
implica que las operaciones antropológicas socio-productivamente dominadoras puedan quedar, por medio de la
potencia industrial mediante la que se efectúa el dominio social, sociopolíticamente exentas de verse afectadas por
las operaciones socio-productivas de las sociedades antropológicas que dominan, pero ello sólo hasta el punto y la
medida en que se consuma dicho dominio.
Ésta diferencia es crítica: pues si en el caso de las realidades físico-naturales dominadas por las ciencias físicas
estrictas, dicho dominio puede, al menos en principio, proseguirse en profundidad y amplitud (semánticas) de un
modo indefinido, a la vez que ser reproducido (distributivamente por cada ciencia) de un modo asimismo indefinido,
en el caso de las realidades antropológicas (primitivas) dominadas, su dominio implica su destrucción existencial y
su destrucción y transformación formales definitivas, y por tanto la cancelación de toda posible prosecución y
dominación de dicho tipo de dominio. A lo sumo, aquellas realidades antropológicas existencialmente destruidas y
formalmente transformadas comenzarán a ser conservadas bajo la forma ideológica, que siempre implica alguna
connotación de cukpabilidad, del "museo etnológico" y de la nostalgia, experimentada por los propios dominadores,
por las "identidades indígenas" ya inexorablemente destruidas.
Una forma de "culpabilidad" ésta, por cierto, de raíces y alcance seguramente muy profundos, que no conviene
fingir ignorar o despreciar, y que en todo caso en estas "notas" noetológicas no podemos sino apenas rozar: Si el
dominio sobre el medio natural envolvente puede ser una y otra vez ampliado y reproducido, en sus sectores
científicamente controlables, por los aparatos científicos, ello no se debe desde luego a que dichos aparatos
contengan la capacidad de re-generar existencialmente las realidades mismas que formalmente re-producen, sino
que se debe a la (al menos negativamente) in-agotabilidad de la naturaleza entorno, de la cual precisamente se
alimenta la interminable extensión del tendido histórico(atributivo)-geográfico(distributivo) industrial (científico-
tecnológico) sobre dicha naturaleza. De aquí precisamente el riesgo, creciente y manifiesto, de devastación
ecológica y en general físico-natural del medio que lleva a cabo implacable y descontroladamente el progreso de la
sociedad capitalista industrial, devastación que seguramente ya es fuente de una cierta forma inexorable de
culpabilidad: no ya tanto la derivada de una presunta relación, abstracta y directa, con la "naturaleza", pero sí la
derivada de un modo específico y concreto de beneficiarnos de ella reconocible como sociopolíticamente irracional,
el modo industrial capitalista. En el caso de las realidades antropológicas ("primitivas") existencialmente aniquiladas
y formalmente transformadas por las sociedades industriales capitalistas coloniales, aquellas son tratadas por éstas,
al menos mientras se consuma su dominio socio-productivo radicalmente desigual, como una suerte de recurso
energético natural esquilmable (no obstante su carácter específica y formalmente antropológico), razón por la cual
quedan existencial y formalmente irrecuperables en sus formas antropológicas específicas (primitvas) una vez
consumada su inicial depredación industrial capitalista colonial en cuanto que sociedades primitivas. Así pues, en
este caso, la fuente de la culpabilidad no provendrá tanto, directa y abstractamente, de dicha irrecuperabilidad, pero
sí del hecho de haberlas dejado irrecuperables precisamente para transformarlas y reabsorberlas en un sistema
social global reconocible como sociopolíticamente irracional y por ello como injusto (y en su grado máximo con
dichas sociedades, una vez transformadas), y reconocible como injusto también y precisamente por parte de sus
propios sectores dominantes, cuyos miembros, en cuanto que inexorables sujetos personales éticos (o sea, sometidos
a la inter-crítica entre las morales de los grupos sociales en pugna, intercrítica que transforma en sujetos personales
éticos a los individuos de todos estos grupos), no podrán dejar de experimentar el "malestar ético" derivado de su
propia política: precisamente ese malestar que se expresa (a la par que se encubre y legitima), ideológicamente, bajo
la forma folklórica de la valoración y la nostalgia por recuperar, conservar o cuidad, unas "identidades
antropológicas" que hemos dejado irrecuperables precisamente al transformarlas e integrarlas en nuestro sistema.
Ahora bien, salvo el caso de la etnología, ningún otro saber (temáticamente) social o antropológico adquirirá una
forma proporcionalmente analogable a las ciencias estrictas. Éste es el caso de los que podemos reconocer como
saberes sociológicos - en efecto, de la "sociología", la "economía política", la "politología", la "lingüística", etc. -,
que son precisamente los saberes destinados a reajustar los conflictos socioculturales sectoriales entre las partes
sociales internas de las sociedades capitalistas industriales, y acerca de los cuales decíamos que no logran cumplir
su pretendido proyecto de cientificidad no obstante instalarse en la tendencia a culminar dicho proyecto, y ello sin
perjuicio de su (relativa) efectividad meramente "técnica". A su vez, el desenvolvimiento de estas sociedades
capitalistas industriales tiende sin duda lugar bajo la forma de bloques socio-políticos en pugna mutua imperialista
en su proceso de expansión colonial sobre "terceros" pueblos - y entre ellos, y en el límite, los etnológicos - hasta el
punto de lograr, como decíamos, el agotamiento existencial y la transformación formal de dichos pueblos
etnológicos y de este modo entrar en la irreversible situación universal de saturación política (histórico-geográfica)
de las posibilidades de desplazamiento escalonado indefinido de la explotación social capitalista. Así pues, en la
medida en que dichos "terceros" pueblos etnológicos van quedando agotados en cuanto que transformados y
absorbidos por cada uno de los bloques en expansión, sobre ellos comenzará a cesar el dominio cognoscitivo propio
del saber etnológico para pasar a ser incorporados, ahora ya bajo la forma de nuevos sectores o partes sociales del
bloque geopolítico que los transforma y absorbe, al tipo de dominio cognoscitivo característico de los saberes
sociales de dicha sociedad en expansión, un dominio que por ello comenzará ahora a dejar de ser ya "perfecto"
(etnológico) para pasar a formar parte del tipo "imperfecto" de dominio característico de dichos saberes sociales con
pretensión científica de las sociedades capitalistas industriales.
Pero hay, asimismo, otro tipo saber antropológico, diferente por supuesto del saber etnológico, y también distinto
de estos saberes sociológicos, cuya configuración es preciso siquiera apuntar: se trata de la denominada "psicología
científica".
Muy esquemáticamente apuntado (y contando sobre todo con que el lector interesado podrá encontrar desarrollos
más elaborados al respecto en otros trabajos del autor de estas "notas"). Como se ha visto, el juego de posibles
alianzas y enfrentamientos mutuos entre los bloques civilizatorios acaba encontrando unos límites de saturación
política (geohistórica) por lo que toca a la posibilidad de desplazamiento indefinido del dominio escalonado una vez
que comienzan a quedar agotados los "terceros" pueblos susceptibles de nuevos desplazamiento de dicho dominio
escalonado, unos límites éstos que, sin perjuicio de su efectividad, pueden considerarse sólo relativos en las
civilizaciones preindustriales - relativos precisamente al grado de desarrollo productivo de dichas civilizaciones -,
pero que se tornan absolutos, es decir, universalmente irrevocables a raíz de la forma industrial de producción de
los bloques geopolíticos del capitalismo industrial. De este modo, la sociedad histórico-política entra en un proceso
de definitiva o irrevocable universalidad, tanto por lo que respecta a su extensión geográfica irrevocablemente
planetaria, como por lo que toca al carácter histórico irreversiblemente universal del curso que puedan tomar las
relaciones conjugadas y desiguales entre los conflictos geopolíticos entre los bloques y los conflictos socio-políticos
internos a cada bloque.
Pues bien: esta conjugación desigual entre los conflictos entre los bloques y los conflictos internos a cada bloque,
irrevocablemente encauzada en una dirección geográfica e histórica universal, adoptará unas incesantes
fluctuaciones u oscilaciones que, por lo que toca a la dinámica y a la morfología de las relaciones socio-políticas
internas a cada bloque, cursarán del siguiente modo: cada bloque podrá conocer momentos en los que, por su
pujanza victoriosa sobre otros bloques, se genere una (comparativa) distensión de sus conflictos sociales internos,
así como podrá conocer momentos en los que, debido a su debilidad comparativa frente a otros bloques, se
incrementará la tensión social interna. A su vez, tampoco estos momentos oscilantes desigualmente conjugados de
(co-relativas) distensión o incremento de la tensión internos a cada bloque resultarán ser homogéneos para todos los
lugares sociales de cada bloque, sino asimismo desigualmente conjugados entre sus distintos lugares sociales. Según
esto, por respecto a aquellos momentos, y/o lugares sociales, de cada bloque, que se están viendo sometidos a un
(comparativo) incremento de la tensión social, vendrán a ocupar su función las "ciencias" sociológicas en cuanto
que orientadas a reajustar sectorialmente sus conflictos sociales (en aumento); sin embargo, y por otro lado, en
aquellos momentos, y/o lugares sociales, de cada bloque, que están resultando beneficiados del decremento de la
tensión social interna - decremento desigualmente conjugado con el incremento de la tensión en otros bloques o en
otros sectores del propio bloque -, aquí vendrá cumplir su función la denominada "psicología científica", en cuanto
que dicha función viene precisamente a consistir, según proponemos, en lo siguiente: en cursar una dinámica de
relaciones mutuas entre proyectos normativos de acción que tiende a diferir indefinidamente la resolución o
reajuste de los conflictos sociales (de partida) mediante su pseudo o cuasi resolución sustitutiva, la cual cuasi-
resolución sustitutiva precisamente consiste en la indefinida generación de proyectos sociales de acción
mutuamente alternativos entre los cuales sin embargo media una tensión decreciente, y sin que por lo demás dichos
proyectos y su juego social mutuo tengan otro sentido más que el de su reiteración provisional indefinida cuasi o
pseudorresolutoria.
En este sentido, debe ciertamente reconocerse que la "dinámica estructural y económica" contemplada por la
metapsicología freudiana viene a reflejar de un modo muy significativo esta efectiva dinámica social de
pseudorresolución sustitutiva indefinida de conflictos en la quedan envueltas las sociedades, y/o los lugares sociales,
"momentáneamente" favorecidos en sus luchas inter-imperialistas. Si bien, desde luego, dicha dinámica no es, como
Freud se lo representa, una dinámica psico-genética resultante de un conflicto irresoluble de partida entre el deseo
somático humano y cualesquiera de sus posibles formas de canalización socio-cultural, sino precisamente una
dinámica socio e histórico-genética acompasada con los momentos y los lugares sociales "momentáneamente"
victoriosos en la lucha capitalista inter-imperialista mundial - de modo que dicha representación freudiana debe ser
vista críticamente como un modo ideológico de expresar, a la vez que de encubrir y legitimar, dicha realidad
histórico-social.
A este respecto, es preciso apuntar a lo siguiente. Como hemos visto, la tendencia global en la que se instalan los
saberes sociológicos con pretensión científica es la automatizar las relaciones sociales en sus campos sectoriales, y
en esta medida a sustituir la (metatotalización) política por una suerte de administración armónica meramente
"tecnocrática" de dichas automatizaciones sectoriales tendenciales. Mas, por otro lado, como acabamos de ver, en
aquellos bloques "momentáneamente" favorecidos en la lucha inter-imperialista y sectores sociales suyos asimismo
favorecidos, los conflictos sectoriales tienden a relajar su tensión, y en esta medida los saberes sociológicos tienden
a dejar paso a un tipo de intervención (la psicológica) que tramita una dinámica de cuasi-resolución sustitutiva de
los conflictos indefinidamente diferida en la medida misma en que dichos conflictos tienden (comparativamente) a
rebajar su tensión. Dicha dinámica, y el saber que la tramita, tienen un alcance transversal por respecto a los diversos
sectores sociales conflictivos en torno a los que por su parte fraguan los diversos saberes sociológicos. De este
modo, la propia intervención psicológica tiende a ocupar sustitutivamente el lugar - trascendental - de la propia
acción política (metatotalizadora) en aquellos momentos de pujanza imperialista victoriosa para aquellos bloques y
partes sociales suyos más favorecidos. Así pues, como se ve, cabe detectar en la sociedad industrial capitalista una
tendencia general a la despolitización - de las relaciones políticas -, y por ello a la desrrealización - de la realidad
trascendental misma -, una tendencia que funciona según dos vectores suyos relacionados, se diría, dioscúricamente:
bien la tendencia a despolitizar (y desrrealizar) por efecto de la automatización "científica" de la vida social y de la
"política" tecnocrática consiguiente, tendencia que "brillará" en las fases y lugares sociales de mayor tensión social
correspondiente a los momentos de menor pujanza en las luchas interimperialistas, o bien la trendencia a despolitizar
(y desrrealizar) por efecto de la psicologización de la vida social como sustituto general de la vida política, tendencia
que "brillará" en las fases y lugares sociales de distensión de la tensión social correspondiente a los momentos de
mayor pujanza de aquellas pugnas inter-imperialistas.
Por lo demás, merece la pena apuntar que los escenarios culturales crecientemente levantados por la sociedad
industrial - y muy en particular determinados escenarios urbanos especialmente orientados a encauzar la vida
consumista en los momentos de mayor pujanza interimperialista y para las partes sociales más favorecidas por dicha
pujanza - pueden funcionar, y de hecho funcionan, precisamente como los canalizadores culturales envolventes de
dicha dinámica socio-psicológica característica. Dichos engranajes de escenarios van creando, en efecto, una red
proliferativa arbórea de proyectos alternativos de acción - de "cosas que hacer" -, que va multiplicando su juego de
ocupaciones alternativas según va creciendo el poder del bloque de referencia - y/o creciendo sus sectores sociales
privilegiados - frente a otros bloques, los cuales proyectos van precisamente perdiendo todo sentido según se
multiplican alternativamente - es decir, que tienden progresivamente a "no conducir a ningún sitio" mientras mayor
es su proliferación.
De aquí, sin duda, el carácter objetivamente fantasmal, o espectacular (especular), que crecientemente va
adquiriendo la vida social de estas sociedades y sectores sociales (victoriosos), es decir, el creciente "juego de
espejos" entre sus proyectos de acción, cual si de tratara del interior de un poliedro caleidoscópico de espejos
enfrentados entre medias de los cuales tendiera a desaparecer todo objeto o cosa susceptible de ser reflejada. Sin
duda, en nuestras actuales sociedades denominadas "post-industriales" - en realidad: sociedades cuyo desarrollo
industrial capitalista ha conducido a un desarrollo del ocio y del consumo en tales escenarios del que se realimenta
imparablemente la circulación a ritmo telemático de los capitales (financieros) - dicho juego especular parece estar
alcanzando sus cotas máximas posibles. Y de ello, por cierto, seguramente su actual contexto envolvente más
significativo sea precisamente la "red" por antonomasia, esto es, la red informática (internet), como una envoltura
tecnológica que, entre otras funciones, tiene la de crear el máximo grado de dispersión posible - por psicologización
- de las relaciones socio -políticas entre las personas, al acercarnos en efecto al máximo número de contactos
posibles, máximamente simultáneos entre personas, de un carácter sociopolíticamente irresponsable o impune
(para empezar, por sustracción de la responsabilidad de la operación de personificación corpórea) que por ello no
llevan rigurosamente a ningún sitio: seguramente la forma más aguda y miserable de estupidización ética que hasta
el presente haya podido conocer la historia universal.
Pero no es, en todo caso, éste el contexto para desarrollar de qué modo la institución psicológica ha ido tramitando
las distintas modulaciones de dicha dinámica social - y ello tanto en sus primeras fases, surgidas en las sociedades
capitalistas más potentes, y acompasadas precisamente con los preparativos de la primera guerra (interimperialista)
mundial, como psicología "pública" (bajo la forma sobre todo de la intervención "psicotécnica"), como en sus fases
más desarrolladas, generadas en las sociedades victoriosas de la segunda guerra (interimperialista) mundial, como
psicología "privada" (esta vez bajo la forma sobre todo de los diversos "tratamientos psicológicos").
Se trataba, aquí, simplemente de dejar apuntada la relación "conjugada y dioscúrica" entre los saberes "sociológicos"
y los "psicológicos" en las sociedades del capitalismo industrial.
3. Corolario: Crítica de la tipología dialéctica de situaciones y fases gnoseológicas de las "ciencias humanas" de
G. Bueno. -
Desde el planteamiento esbozado en estas "notas", podemos, para terminar, lograr una visión más afinada del alcance
de la tipología, pretendidamente dialéctico-gnoseológica, de situaciones y fases metodológicas, propuesta por G.
Bueno para cursar y resolver el "problema" de las "ciencias humanas" tal y como éste problema ha sido planteado.
Veamos.
(i) Sobre el concepto de la "fase a1".-
El punto de partida de dicha tipología lo constituye, como dijimos, el supuesto de una "analogía rigurosa", a efectos
gnoseológicos, entre los sujetos operatorios temáticos que figurarían formalmente en los campos de las "ciencias
humanas" y los sujetos operatorios gnoseológicos que estarían presentes etiológicamente en las construcciones de
las ciencias en general.
Pues bien, según este planteamiento, la fase (de la tipología de situaciones y fases metodológicas oscilantes por las
que transitarían las ciencias humanas) en donde podríamos reconocer una mayor grado de rigor de dicha analogía
gnoseológica sería la que Bueno denomina "a1", esto es, aquella en la que, según su propia formulación, partiendo
de situaciones conductuales zoológicas, en cuanto que fenómenos temáticos formalmente operatorios, se regresaría
hacia "factores naturales anteriores" en los que aquellas operaciones conductuales de partida quedarían segregadas,
como podrían ser - según su propio ejemplo - los "reflejos medulares o corticales" (o, en general, según parece
necesario entender, estructuras y procesos morfofisiológicos) . Semejantes "factores naturales anteriores" son
concebidos por Bueno como "géneros anteriores" por su carácter presuntamente común o genérico con las
estructuras esenciales físico-naturales a las que por su parte regresarían las ciencias físicas estrictas, razón por la
cual, precisamente, ambos tipos de situaciones guardarían entre sí las más estrecha analogía gnoseológica , y ello
hasta el punto de que, en virtud de semejante extensión analógica, también ahora dichas ciencias físico-naturales
estrictas podrían considerarse (analógicamente) como formando parte de estas situaciones a1.
Pues bien: precisamente la idea de un "género anterior" para definir, por (máxima) analogía gnoseológica con las
estructuras esenciales de las ciencias físicas, estos presuntos "factores naturales anteriores" (en general,
morfofisiológicos) del campo bio(psico)lógico, pone paradigmáticamente de manifiesto la significativa incapacidad
de comprensión del campo bio(psico)lógico que resulta de asumir la "analogía (gnoseológica) rigurosa" entre las
operaciones "temáticas" y las "gnoseológicas". Pues la cuestión es que en modo alguno son análogos (por referencia
a los fenómenos de los campos de las ciencias físicas estrictas) los fenómenos formales, y con ellos las operaciones,
de dichas ciencias y los fenómenos de los campos bio(psico)lógicos, y ello en la medida en que estos últimos
consisten, precisa y formalmente, en operaciones y fenómenos orgánicos (y sólo por ello, efectivamente
conductuales): No son análogos, en efecto, los fenómenos de los campos de las ciencias físicas estrictas, como
pueden ser, por ejemplo, los colores en cuanto que susceptibles de ser reconstruidos esencialmente en términos de
estructuras tales como las "longitudes de onda", con los fenómenos percibidos conductualmente por los organismos
animales, los cuales, precisamente en cuanto que contenidos fenoménicos temáticos del campo bio(psico)lógico, no
son del mismo modo susceptibles de ser reconstruidos en términos de circuitos morfo(neuro)fisiológicos. Pues si
los fenómenos de los campos de las ciencias físicas estrictas pueden ser formalmente fenómenos de dichos campos
científicos, esto es así sólo y precisamente en la medida, como vimos, en que ellos están ya construidos, mediante
los aparatos científicos, como "fenómenos artefactuales" - o como "capas formalmente artefactuales" de dichos
fenómenos -, de modo que solo en cuanto que tales resultan ser susceptibles de ser reconstruidos en términos de las
identidades esenciales asimismo construidas por dichos aparatos. Sin duda que dichos fenómenos deberán tener,
además, como decíamos, un asidero - o "capa" - fenoménico orgánico (o somático), esto es, ser susceptibles de ser
percibidos por los cuerpos orgánicos de los científicos, pero no es en cuanto que fenómenos orgánicamente
accesibles, sino justamente en cuanto que construidos como fenómenos artefactuales, por lo que resultan ser
formalmente fenómenos de los campos científicos. Los colores, por ejemplo, que figuran formalmente como
fenómenos del campo de la ciencia física, han de ser sin duda percibidos por los cuerpos orgánicos de los físicos,
pero sólo en cuanto que, además de ser orgánicamente percibidos, están ya tratados, en aparatos tales como un
espectroscopio, es como pueden ser formalmente incorporados como fenómenos del campo de dicha ciencia, y en
su momento reconstruidos, mediante nuevos aparatos, por ejemplo como "longitudes de onda" (orgánicamente
invisibles, pero re-producibles por aparatos que las conectan con fenómenos que, además de orgánicamente visibles,
están construidos por dichos aparatos).
Por su parte, sin embargo, los fenómenos orgánicamente accesibles, y en cuanto que orgánicamente accesibles, que
es justamente como no pueden dejar de figurar formalmente como contenidos temáticos del campo bio(psico)lógico
- y sean cuales fueren las consecuencias que, a resultas de ello, se deriven por lo que toca al estatuto científico de
dicho campo -, no resultan susceptibles de ser reconstruidos en términos morfo(neuro)fisiológicos precisamente del
mismo modo y en el mismo sentido a como los fenómenos - o sus capas - formalmente artefactuales de las ciencias
físicas son tratados y reconstruidos por los aparatos de dichas ciencias. Pues, en efecto, el funcionamiento fisiológico
de las conformaciones morfofisiológicas - por lo que nos es dado de hecho saber de él, y por tanto sin prejuzgar,
desde ningún filtro "gnoseologista", el alcance y forma de dicho saber-, se relaciona con las conductas y
percepciones orgánicas de los organismos precisamente del siguiente modo: las estructuras morfofisológicas
(hereditarias) soportan y canalizan sin duda las variaciones conductuales y perceptivas (aprendibles), de modo que
la conducta no es existencialmente posible sin dicho soporte y canalización morfosiológica suya, pero ello tanto
como las variaciones conductuales y cognoscitivas introducen conductualmente (de un modo aprendible, o sea,
modificable por la propia experiencia conductual) en el medio físico ciertas modificaciones de las que la depende
funcionalmente la propia adaptación biofísica de aquel funcionamiento morfofisiológico (hereditario). Así pues, la
propia adaptación biofísica de los canalizadores mofofisiologicos de la conducta no es formalmente anterior, sino
siempre conjugada con y por ello funcionalmente dependiente de (y en este sentido posterior a), la propia conducta,
la cual, por tanto, no siendo desde luego existencialmente anterior a su canalización morfofisológica, actúa no
obstante como mediación formalmente funcional crítica de la adaptación biofísica de su propia canalización
morfofisiológica.
"Morfofisiología" y "conducta" no son, pues, ninguno de los dos, momentos funcionales (adaptativos) mutuamente
exteriores (y/o "anteriores") , sino que funcionan de un modo mutuamente conjugado en la "adaptación integral" del
organismo al medio, una adaptación ésta de la que, por lo mismo, ya no podremos decir ni siquiera que fuese "en
último término" (o "anteriormente") morfofisiológica o biofísica, puesto que consiste en la conjugación misma entre
la modificación conductual del medio de las condiciones físicas de adaptación morfofisiológica y la canalización
morfofisiológica de dichas variaciones conductuales.
Una conjugación ésta que precisamente tiene lugar, a lo largo de la vida del organismo, pautada por ciclos
conductuales, es decir, como conjugación adaptativa o funcional entre cada "pauta conductual" y el funcionamiento
morfosiológico que la canaliza: cada uno de estos ciclos, en efecto, queda cancelado, y por ello dispuesto a ser
eventualmente reiterado, desde su propio marco o pauta conductual, esto es, por el logro conductual de algún
reforzador - positivo - ( o bien la evitación conductual de algún reforzador negativo), a partir de la cual situación
conductual de logro puede justamente producirse la conjugación entre la pauta conductual exitosa con sus
condiciones de sostén o canalización morfofisiológica, y de este modo quedar dispuesta dicha conjugación para
reiterarse eventualmente en ciclos ulteriores asimismo conductualmente pautados. No sólo, pues, el funcionamiento
morfofisiológico no es modo alguno anterior a la conducta, sino que más bien es la conducta, esto es, cada "pauta
conductual", en cuanto que conductualmente orientada (discriminada) y lograda (reforzada), la que constituye el
marco dentro del cual pueda tener lugar la conjugación funcional misma de dicha pauta conductual con su sostén
y canalización morfofisiológicos, y de este modo quedar dicha conjugación dispuesta a reiterarse en nuevos ciclos
conductualmente pautados.
Cada (pauta de) transformación conductual del medio físico, en efecto, en cuanto que transformación alternativa
(a otras posibles transformaciones) resultante de un aprendizaje no determinado por sus condiciones (hereditarias)
de canalización y sostén morfofisiológicos, introduce en dicho medio unas modificaciones con posterioridad a las
cuales debe tener lugar la propia adaptación biofísica de dichas canalizaciones morfofisiológicas (hereditarias). Se
trata, pues, de una conjugación entre la conducta (aprendible) y sus propias condiciones de sostén y canalización
morfofisiológicas (hereditarias) funcionalmente posterior a la propia conducta, conjugación que tiene lugar según
ciclos cuya cancelación y por ello eventual recurrencia ocurren conductualmente pautados o enmarcados, o sea,
con posterioridad funcional a cada una de las pautas conductuales que en ellos tienen lugar.
Y la cuestión es que si semejantes conjugaciones funcionales tienen lugar sin duda a escala ontogenética, es decir,
en cada uno de los tramos ontogenéticos de la evolución biológica, dicha conjugación ha de tener por ello algún
efecto y alcance asimismo filogenéticos, es decir, que será por la mediación de dicha forma de conjugación
funcional, reiterada en cada tramo ontogenético, como haya podido tener lugar la formación evolucionista (o
transformista) misma de las formas orgánicas, una formación de dichas formas que debe incluir formalmente en
efecto su propio "uso conductual"; y ello a pesar de que ni la teoría darwinista clásica de la selección natural, ni aún
menos las ulteriores formulaciones de la "teoría sintética", nos ofrezcan explícita y formalmente clave alguna del
posible alcance transformista o evolutivo de dicha conjugación ontogenética reiterada entre conducta y morfología
(insuficiencia ésta que debe ponerse, en todo caso, precisamente a cargo de dichas formulaciones), y a pesar
asimismo de que haya sido preciso abandonar, primero desde Weismann y luego desde la biología genética
molecular ulterior, toda posible apelación a los "efectos lamarkistas" para hacernos cargo del efecto transformista
del uso conductual de las formas orgánicas: Pero éste es, justamente, el problema que inexorablemente tiene abierto
el campo de la biología (pretendidamente científica) moderna, en cuanto que campo evolucionista, un problema del
que no han dejado de tener plena conciencia determinados autores que van (por ejemplo) desde James Baldwin a
Piaget, pasando por Waddington, y que actualmente ocupa - y de un modo que sigue sin resolución - a los biólogos
más de vanguardia en la investigación evolucionista (ver, por ejemplo, a este respecto, el libro editado no hace
mucho por Plotkin The role of behaviour in evolution).
Un problema éste, ciertamente radical, que precisamente pone en cuestión la viabilidad misma de dicho campo
(como campo evolucionista) para organizarse constructivamente como una ciencia - para cerrarse
demostrativamente como ciencia - , y ello precisamente debido a la mediación conductual en el funcionamiento
morfofisiológico de las formas orgánicas.
Así pues, a la hora de considerar el "estado real de la cuestión" en el que se encuentra el campo bio(psico)lógico,
no se trata de decretar, desde el prejuicio "gnoseologista" y por mera "petición de principio" (el principio en efecto
de la presunta "analogía gnoseológica"), el carácter anterior de las conformaciones orgánicas morfofisiológicas
respecto de la conducta - ni en el plano ontogenético, ni en el filogenético -, al objeto de poder asumir el carácter
gnoselógicamente genérico (genérico anterior) de dichas estructuras con respecto a las estructuras esenciales de las
ciencias físicas estrictas. Se trata, antes bien, y precisamente, de atenerse al "estado de cosas efectivamente presente"
en dicho campo, en cuanto que proyecto de ciencia, y de saber apreciar en consecuencia el problema radical que al
proyecto mismo de ciencia de dicho campo le plantea el carácter no ya anterior, sino, como hemos visto, conjugado
funcionalmente de modo posterior (ontogenética y filogenéticamente), de dichas conformaciones morfofisiológicas
y de su adaptación biofísica con respecto a su propio uso o mediación conductuales.
Un problema que precisamente pone en cuestión el supuesto asumido, por mera petición de principio a partir del
prejuicio gnoseologista, relativo al carácter constructivamente científico del campo bio(psico)lógico en virtud de la
(presunta) "máxima analogía gnoseológica rigurosa" que se supone que quedaría reconocida por la idea de "género
anterior".
Y no se trata, por cierto, de que los ejemplos que Bueno pueda poner al conceptualizar esta supuesta situación "a1"
(como es sabido, el de los reflejos condicionados pavlovianos, o el de la comunicación conductual mediante señales
presuntamente "factorizables" en ecto-hormonas) fuesen sólo "ejemplos de detalle", acaso sustituibles o
reformulables o mejorables por otros más adecuados ("salvo mejor opinión", como siempre añade el autor al tratar
estos ejemplos), que en todo caso dejasen incólume el concepto que por medio de dichos ejemplos se quiere hacer
valer: el de un regreso a "factores naturales anteriores" como "géneros anteriores" que garantizarían la (máxima)
"analogía rigurosa" entre estos factores (presuntamente) anteriores y las estructuras esenciales de las estrictas
ciencias físicas. Por el contrario, es precisamente el concepto mismo el que ciega la posibilidad de discernir la
diferencia crítica que aquí estamos queriendo destacar y subrayar, a saber: la que se da entre el hecho de que, por
un lado, los fenómenos formalmente presentes en el campo bio(psico)lógico, o sea, las conductas de los organismos
y sus fenómenos orgánicamente accesibles, se relacionan con sus canalizaciones morfofisiologicas del modo
"conjugado funcionalmente posterior" a la conducta que aquí hemos señalado, y no según el supuesto de los "géneros
anteriores" por respecto a dichas conductas y fenómenos, y el hecho de que, por otro lado, los fenómenos formales
de los campos de las ciencias físicas estrictas, figuran como tales fenómenos formales en dichas ciencias
precisamente en la medida en que, sin perjuicio de su accesibilidad - material - orgánica (a los cuerpos de los
científicos), están construidos formalmente como fenómenos artefactuales - o como capas formalmente artefactuales
de dichos fenóemenos - integrados en los aparatos que reconstruyen las estructuras esenciales respecto de las cuales
aquellos fenómenos - o capas - artefactuales figuran formalmente como tales.
Es, justamente, esta esencial diferencia específica (biológica) la que el dogmatismo gnoseologista de Bueno no
puede sencillamente discernir. Asumir la analogía "gnoseológica" - o sea, a efectos de la construcción científica -
(máximamente) rigurosa entre las operaciones conductuales de los organismos y sus fenómenos orgánicamente
accesibles con las operaciones y los fenómenos formalmente científicas de las verdaderas ciencias implica a la postre
asumir la analogía (ontológica) (máximamente) rigurosa entre la estructura y el funcionamiento de los aparatos de
las ciencias físicas estrictas y la estructura y el funcionamiento de los organismos conductuales, supuesto éste
gratuito, y gratuito precisamente desde el estado real de los conocimientos que nos son accesibles.
Y tampoco podrá alegarse que Bueno no deja ciertamente de recordar, cuando trata estos ejemplos, de que "para no
perder el sentido global de la investigación" (en estas situaciones bio(psico)lógicas), es preciso "mantener de algún
modo el contacto con los fenómenos de partida", que sin duda son las conductas orgánicas y los fenómenos
orgánicamente accesibles. Pues la cuestión es que es justamente esta "vuelta progresiva" a los fenómenos
conductuales de partida, y no ya "de algún modo", sino tal y como de hecho es accesible en la investigación
bio(psico)lógica, y a su vez cuando la comparamos con las construcciones de las ciencias físicas estrictas, la que
nos lleva a constatar lo gratuito del concepto de "factores naturales genérico-anteriores".
Son, en definitiva, las dificultades radicales mismas que de hecho no han dejado nunca de presentarse en el campo
bio(psico)lógico, relativas a la viabilidad de organizar constructivamente dicho campo de un modo efectivamente
análogo (si quiera, con alguna analogía de proporción efectiva) a las construcciones de las ciencias físicas estrictas,
y precisamente debido a la presencia de las conductas y de los fenómenos orgánicamente accesibles en dicho campo,
y ello tanto en el plano ontogenético como en el filogenético, las que nos deben llevar a arriesgar la siguiente
consideración - que en todo caso choca, lo sabemos, y frontalmente, con la atmósfera "científico-filosófica"
ideológicamente establecida con firmeza en nuestra sociedad -, a saber: la de que el proyecto de la bio(psico)logía
como ciencia es asimismo un proyecto ideológico (en el sentido de falsa conciencia), no desligado precisamente del
proyecto general ideológico (capitalista industrial) de dominar el mundo íntegramente mediante las ciencias en la
sociedad capitalista industrial - un proyecto éste que, sin embargo, estaría siendo, según nuestra propuesta,
desmentido no sólo por las realidades antropológicas histórico-sociales, incluso en su fase capitalista industrial ,
sino también por las realidades bio(psico)lógicas.
Tal es, en efecto, nuestra propuesta: que el dominio científico de los organismos conductuales sería irrealizable en
la medida misma que las conductas orgánicas y sus fenómenos orgánicamente accesibles son insusceptibles de ser
reconstruidos (o "factorizados") en términos de sus indudables condiciones morfofisiológicas de sostén y
canalización en un sentido - proporcionalmente - análogo a como los fenómenos (formalmente) artefactuales del
campo de las ciencias físicas son efectivamente reconstruidos por las estructuras esenciales reproducidas asimismo
en dichos artefactos, y ello precisamente en la medida en que, por lo que de hecho nos es dado saber, aquellas
condiciones morfofisiológicas guardan respecto de sus conductas y fenómenos la mencionada relación de
conjugación funcionalmente posterior.
Éste es, ciertamente, el hecho, que de hecho nos es dado saber desde el campo bio(pisco)lógico, y que queda cegado
por el prejuicio "gnoseologista".
A este respecto, es una cuestión de primera importancia advertir en qué sentido y con qué alcance han podido ser
de hecho formalmente aplicados en el campo biológico aparatos de factura (o acaso sólo de intención) científica.
Como una cuestión de hecho, es preciso sin duda reconocer la presencia de aparatos, siquiera de "intención
científica", en muy diversos contextos del campo biológico. En efecto, tanto en un sentido anatómico como
fisiológico, y en la práctica totalidad de los estratos de dicho campo (macromolecular, celular, tisular, en el estrato
de los órganos y de los sistemas de órganos), encontramos la presencia de dichos aparatos, como digo, siquiera de
"intención científica". Así ocurre, desde luego, en contextos botánicos, y en contextos zoológicos no conductuales,
así como en contextos zoológicos (materialmente) conductuales aun cuando sobre estratos suyos de realidad
formalmente no conductuales (desde los celulares a los sistemas de órganos), o bien en el contexto de un
funcionamiento fisiológico experimentalmente "preparado" a efectos de extirpar formalmente "efectos
conductuales" (como, por ejemplo, en las "preparaciones espinales" ordenadas a encontrar el sistema de reacciones
reflejas espinales "automáticas" en organismos descerebrados). Pero también están presentes, sin duda, dichos
aparatos en contextos zoológicos formalmente conductuales, o sea, como diría Pavlov, allí donde el organismo se
encuentra "íntegro y desembarazado" - en disponibilidad, por tanto, de actuar conductualmente - , y están presentes
precisamente con la intención de encontrar las relaciones (la cuestión es qué tipo de relaciones) entre su actividad
conductual y el funcionamiento neurofisiológico que sin duda correlaciona con dicha actividad.
Mas, como digo, la cuestión es discernir en qué sentido y con qué alcance están de hecho funcionando dichos
diversos aparatos en cada uno de estos contextos. Por lo que toca, precisamente, a su presencia en contextos
formalmente conductuales, donde lo que se busca es encontrar las relaciones entre la conducta y el funcionamiento
neurofisiológico que con ella correlaciona, la cuestión es, como decíamos, si dicho funcionamiento, de diversos
modos registrado por estos aparatos, realmente reconstruye o factoriza las variaciones conductuales, a su vez
susceptibles de control experimental, o si más bien se trata, de hecho, sólo y precisamente, de establecer meras
correlaciones entre dichas variaciones conductuales y el funcionamiento de sus condiciones morfofisiológicas de
sostén y canalización, unas condiciones que, a su vez, y por lo que podemos saber sobre todo a partir de los
contextos ecológicos, dependen funcionalmente de las variaciones que la conducta introduce en el medio al que
biofísicamente se adaptan aquellas condiciones. Y ello, por cierto, a pesar de la ideología "espontánea" o
generalizada entre el gremio (neurofisiológico), que tiende a asumir la posibilidad de una "explicación
neurofisiológica de la conducta", y por tanto de una "psicología neurofisiológica", cuando puede que lo que de
hecho se esté haciendo sea más bien una "neurofisiología psicológica (o conductual)".
Pero si esto es así, es decir, si los contenidos registrados por dichos aparatos precisamente a la escala
(neuro)fisiomorfológica de los soportes y canalizaciones formalmente directos de la conducta no reconstruyen la
conducta, entonces tampoco lo harán los contenidos fisiológicos registrables a escalas de los que ni siquiera
podremos decir sean que sean, considerados cada uno a su propia escala, soportes o canalizadores formales o
adecuados y directos de dicha conducta, como es el caso de los contenidos dados a escala celular, tisular, de los
órganos y los sistemas de órganos. Por un lado, en efecto, tomados, cada de uno de estos contenidos a su propia
escala en cuanto que experimentalmente "preparada" de forma que se desvinculen de su funcionamiento integrado
en las escalas más complejas (o "superiores") - tomadas las células "aisladas" de su funcionamiento integrado en
"tejidos"; los tejidos "aislados" de su funcionamiento integrado en los "órganos", etc -, dichos contenidos no se dan
desde luego a una escala que actúe como soporte formal y directo de la conducta, por lo que díficilmente pueden
reconstruirla de este modo considerados. Ahora bien, y por otro lado, tomados desde el punto de vista "global" del
"organismo íntegro y desembarazado", es decir, desde el punto de vista según el cual los contenidos de cada escala
funcionan de un modo "concertado" e "integrado" - o "tallado" - a la escala del funcionamiento de estratos
(evolutivamente) "superiores" o más complejos, precisamente desde este punto de vista tampoco podremos decir
que ninguno de estos contenidos, dados a sucesivas escalas subsumidas, talladas o integradas desde las más simples
a las más complejas, reconstruyan en modo alguno la conducta. Sin duda, y por lo que sabemos, las diversas células
que componen un tejido funcionan "concertadas" e "integradas" en la estructura funcional de dicho tejido; asimismo,
los diversos tejidos que componen un órgano funcionan "concertados" e "integrados" en la estructura funcional de
aquel órgano; algo semejante ocurre con los diversos órganos que componen cada "aparato" o sistema de órganos;
y, a la postre, la totalidad de aparatos de un organismo funcionan "concertados e integrados" a la escala de eso que
llamamos "el organismo", una "totalidad" ésta - "el organismo - cuyo nivel máximo y más complejo de integración
consiste precisamente en su conducta, a cuya escala funcionan justamente concertados e integrados la totalidad
del los funcionamientos (concertados e integrados) del resto de sus subsistemas componentes. No podremos, decir,
pues, que la conducta sea reconstructivamente factorizable desde el funcionamiento de las escalas de ninguno de
estos subsistemas integrados, puesto que, más bien, y a la recíproca, es la integración última de dicha totalidad de
susbsistemas la que tiene lugar conductualmente, esto es , por la mediación de la conducta en cuanto que ésta
establece conductualmente las variaciones en el medio a las que la totalidad integrada de sus propias condiciones
fisiológicas de sostén y canalización deben biofísicamente adaptarse.
Podría aducirse, acaso, que el contexto, no ya de la fisiología, pero sí de la anatomía, tiene lugar una efectiva
reconstrucción científica (artefactual) de sus fenómenos (artefactuales). Pero la cuestión es que la anatomía no
constituye por sí misma ninguna región o campo científico propio, sino sólo un sector del campo biológico, un
sector que precisamente encuentra sus propios límites (temáticos) en función de su propia (y por lo demás
inexcusable) metodología, y que por ello debe trascender dichos límites conjugándose precisamente con la
fisiología. En su momento regresivo, en efecto, la anatomía descompone (literalmente, descuartiza) las formas
orgánicas, al objeto de poder, en su momento progresivo, re-componer dichas formas "por sus junturas naturales",
unas junturas éstas que ciertamente sólo va descubriendo por ensayo reiterado de su tarea de descomposición y
recomposición. La "ana-tomía" consiste, en efecto, en la des-composición y recomposición re-iteradas de las formas
(o volúmenes) orgánicos, a través de la cual reiteración ("ana") va encontrando las "junturas naturales" de dichos
volúmenes ("tomos"). De aquí ciertamente que sea una exigencia metodológica suya formal la de trabajar con
cadáveres, al objeto de poder ensayar una y otra vez aquellas reiteraciones. Ahora bien, dicha condición
metodológica suya inexcusable encuentra sus propios límites temáticos cuando, en el momento del progreso, debe
recomponer por sus junturas naturales las partes descompuestas: pues el modo como se relacionan o componen
dichas partes sólo puede ser íntegramente conocido cuando ellas estás funcionando, y por tanto el organismo
viviendo, o sea, fisiológicamente, y ello sin perjuicio de que el propio conocimiento fisiológico deba apoyarse, una
y otra vez, en el conocimiento anatómico de la estructura de las partes. Así pues, anatomía y fisiología deben
mutuamente encabalgarse o conjugarse, y no de cualquier modo, al objeto de lograr el conocimiento morfo-
fisiológico integral de la estructura y el funcionamiento de los organismo vivientes; con lo cual ya estamos, de
nuevo, no pudiendo desprendernos de la conducta, ni por ello de la conjugación posterior de sus condiciones de
canalización y sostén morfofisológicos con ella misma.
Es, pues, en definitiva, en el plano de la fisiología "sintética" o "superior" - para decirlo en los términos de Pavolv
- que trabaja con el organismo "íntegro y desembarazo" - asimismo dicho en términos pavlovianos - , donde se
consuma el saber (ontogenético) biológico integral - saber que no excluye, sino que incluye, encabalgada, a la
anatomía -, un saber éste que, pese a la ideología generalizada dentro del propio gremio (incluyendo, de nuevo, aquí,
entre otros muchos, al propio Pavlov) no tiene lugar tanto, como pudiera parecer, según decíamos, como "psicología
neurofisiológica", sino precisamente como "neurofisiología psicológica o conductual" - mas por ello mismo, no
como un saber que reconstruyera científicamente a la conducta desde sus presuntos factores neurofisiológicos.
Seguramente, los únicos contextos biológicos donde puede tener lugar una cierta reconstrucción de sus fenómenos
(artefactuales) de algún modo análoga a los modos científicos estrictos de reconstrucción no sean otros más que los
botánicos y los zoológicos no conductuales, es decir, allí donde está material y formalmente ausente la conducta
del funcionamiento viviente; pero no, desde luego, en ninguno de los estratos o contextos (ni aún en el
funcionamiento de la "ultima célula") del campo las realidades biológicas conductuales .
Dado el carácter noetológico general de estas "notas", no hay lugar aquí para profundizar más en detalle respecto a
la tesis nuclear que estamos sosteniendo, a saber, la de que, sin perjuicio de la existencia de aparatos en al campo
biopsicológico, y del control experimental sobre la conducta del que sin duda ésta es susceptible, los contenidos
morfofisiológicos que estos aparatos registran no reconstruyen la conducta, sino que sólo logran establecer
correlaciones entre aquellos contenidos, en cuanto que sostén canalizador de la conducta, y ésta misma en cuanto
que, por su mediación, puede tener lugar el funcionamiento fisiológico de aquel sostén canalizador suyo. Con todo,
haré aquí una breve mención, siquiera a título de ejemplo, del caso, por lo demás bien característico y representativo
de lo que aquí estamos sosteniendo, de la "psico-física" clásica.
Como se sabrá, Fechner estaba en principio interesado en desarrollar no sólo lo que él denominó la "psicofísica
externa" - que fue la única sobre la que a la postre de hecho trabajó -, sino también la que asimismo denominó
"psicofísica-interna", en la cual precisamente podía en principio depositar la expectativa de una verdadera
reconstrucción científica de los fenómenos psicológicos desde sus condiciones neurofisiológicas.
Por lo que respecta a la primera, lo que los trabajos de Fechner lograron, básicamente, es establecer correlaciones
entre las magnitudes físicas (fisicalistas) del denominado "estímulo" y las percepciones cualitativas (fenoménicas)
correspondientes, según una supuesta "ecuación" que correlacionaba el progreso geométrico de los incrementos
cuantitativos de las magnitudes físicas con el progreso aritmético de las "diferencias mínimas perceptibles"
experienciadas por los individuos. Se trataba, pues, por un lado, de ordenar, en una serie meramente ordinal las
sucesivas "diferencias mínimas perceptibles" - esto es, en nuestros términos, las discriminaciones mínimas entre los
fenómenos orgánicamente accesibles -, otorgándoles, de hecho por convención, un valor aritmético que posibilitase
dicha sucesión serial ordinal "aritmética", y de reconocer, por otro lado, el orden serial que sin duda puede
establecerse entre los sucesivos incrementos exponenciales de magnitud física (fisicalista) que precisamente se
constata que (aproximadamente y dentro de ciertos límites) correlacionan con aquella serie "aritmética" ordinal de
"diferencias mínimas perceptibles". La denominada "ecuación" de Fechner, pues, se limita a establecer correlaciones
entre el efectivo incremento exponencial de valores de alguna magnitud física y el incremento, convencionalmente
supuesto como "aritmético" en una serie puramente ordinal, entre las "diferencias mínimas perceptibles" de
fenómenos orgánicamente accesibles. Así pues, en modo alguno puede decirse que aquellos valores de magnitud
fisicalista (ni su incremento exponencial) re-construyan o factoricen las percepciones orgánicamente accesibles de
los sujetos (ni su seriación ordinal por "diferencias mínimas"), puesto que se trata sólo de establecer las
correspondientes correlaciones - que no reconstrucciones o factorizaciones -. Precisamente, si aquellos valores de
magnitud fisicalista han podido llegar a conocerse, es por la mediación de los aparatos cuyos fenómenos
artefactuales (por ejemplo, y para el caso del "peso", las "coincidencias puntuales" entre una "aguja" y una
"numeración" en una "balanza") sí que quedan reconstruidos por las relaciones físicas que dichos aparatos
reproducen (a través de los resortes de la balanza, por ejemplo). Por ello, dichas relaciones fisicalistas (los
incrementos exponenciales) no reconstruyen los fenómenos orgánicamente accesibles que, en cuanto que fenómenos
psicológicos, están formalmente presentes en el experimento de Fechner, sino sólo los fenómenos artefactuales que
por lo demás y asimismo Fechner ha tenido que construir para poder construir dichas relaciones fisicalistas y
establecer así las oportunas correlaciones (pero sólo correlaciones) entre éstas y aquellos fenómenos psicológicos -
y ello sin perjuicio de que dichos fenómenos artefactuales han de ser asimismo orgánicamente accesibles, siquiera
para el cuerpo del experimentador .
Por esta razón, Fechner contaba con que, en todo caso, la única posibilidad de incorporar tales fenómenos
psicológicos al metabolismo de una ciencia (temáticamente) propia y específica, - una posible ciencia psicológica -
, y de algún modo semejante por su modo de construcción a la ciencia física, sería la de buscar la relación entre tales
fenómenos psicológicos y sus condiciones morfofisiológicas, lo cual precisamente proyectó bajo el rótulo de
"psicofísica interna". Ahora bien, éste es precisamente el proyecto que no llegó nunca a realizar .
Y la cuestión es que los ulteriores desarrollos efectivos en la dirección de semejante psicofísica "interna" no han
consistido a la postre más que en las investigaciones que de hecho no consiguen más que co-relacionar los
fenómenos y en general las conductas psicológicas con sus condiciones de sostén y canalización
morfo(neuro)fisiológicas a su vez conductualmente mediadas, pero no, ciertamente, reconstruir aquellas conductas
desde dichas condiciones morfosiológicas suyas.
El proyecto de la "psicofísica interna", en cuanto que proyecto pretendidamente científico por su modo de
construcción y específicamente biopsicológico por sus contenidos temáticos, era a la postre un proyecto ficción.
Por lo demás, el hecho de que podamos reconocer el carácter ideológico del proyecto científico del campo
biopsicológico no quiere decir que dicho campo no constituya un saber efectivo: de hecho, constituye ese saber a
partir de cuya efectividad podemos reconocer, adecuadamente analizadas, precisamente sus efectivas limitaciones
como proyecto científico.
Se diría, en resolución, que la aporía en la que indefectiblemente se ve envuelto el proyecto de la bio(psico)logía
como ciencia, y precisamente en cuanto que proyecto asociado al proyecto de un dominio científico-industrial
capitalista integral del mundo, consiste en esto: en que allí donde dicho dominio pugne por consumarse, bajo su
forma pretendidamente científica, ello supondrá, de hecho, además de que dicha ciencia como tal nunca se logre,
que las realidades bio(psico)lógicas mismas tenderán a quedar destruidas o laminadas, al menos en cuanto que
realidades zoológicas específicamente conductuales, con lo cual irá quedando anegada la posibilidad misma del
único verdadero conocimiento que de dichas realidades puede alcanzarse, un conocimiento éste que, precisamente,
sólo podrá desarrollarse contando con la efectiva e infranqueable resistencia que las conductas de los animales
oponen a la pretensión (etiológicamente antropológica: capitalista industrial) de conocerlas científicamente.
Naturalmente, dada la tendencia creciente a la devastación bio-ecológica del planeta de la sociedad capitalista
industrial desarrollada, es manifiesto cual es el proceso que tiende a imponerse: lo único que, con sentido crítico,
podremos decir de dicha tendencia triunfante es que ella, además de no poder conseguir jamás lo que de suyo es
inviable, o sea, un conocimiento científico de las realidades zoológicas conductuales, a su vez tiende a hacer cada
vez más inviable el único conocimiento que nos es accesible de dichas realidades.
Por lo demás, será preciso también advertir que la insensibilidad que el gnoseologismo buenista muestra hacia la
"diferencia específica crítica" (específicamente biológica) que aquí hemos procurado destacar entre los fenómenos
y las operaciones (formalmente) artefactuales de las ciencias estrictas y los fenómenos y las conductas orgánicas
(tal y como precisamente dicha insensibilidad se refleja en el falso concepto de "fase a1", que aquí hemos analizado)
no supone sino añadir una fuerza ideológica más a favor del curso del proyecto capitalista industrial de dominio
científico integral del mundo. (Aun cuando, desde luego, dado el carácter crítico-negativo de la ontología general
de este autor, que supone la crítica de la idea de la "unidad del mundo" en función del regreso desde las realidades
categoriales inconmesurables, siempre se podría decir, y con razón, que dicha ontología nos previene críticamente
ya frente a cualquier idea de "dominio integral del mundo", dada la trituración incesante de la "unidad del mundo"
que dicho regreso supone. Con todo, no es menos cierto que, al estar montado dicho regreso crítico, cuyo límite
funcional es la idea crítico-negativa de "materia general", sobre "tres géneros de materialidad" formateados según
el modelo de los "tres sectores del eje sintáctico-demostrativo de las ciencias estrictas" -a saber: los "términos" para
el género de la "exterioridad"; las "operaciones" para el género de la "subjetividad"; las "relaciones" para el género
de la "objetividad ideal"-, la cuestión es que aquella rectificación crítica no deja de moverse exclusivamente
(abstractamente) entre medias de las categorías científicas en función de su mutua inconmensurabilidad, y por tanto
haciendo abstracción de la mediación misma histórico-política de dichas categorías, o sea, reproduciendo la
tendencia capitalista industrial a evacuar dicha mediación, por lo que su alcance sigue siendo limitado -a la postre,
capitalista industrial� ).
Pues bien, semejante insensibilidad de factura gnoseologista deberá indefectiblemente reproducirse y propagarse,
con diversas modulaciones, a través del resto de la tipología, pretendidamente gnoseológico-dialéctica, de las fases
metodológicas de las "ciencias humanas".
(Entre paréntesis, se ha apuntar a los siguiente: el hecho de que, por un lado, hayamos considerado a las "cuestiones
psicológicas" o conductuales como un momento, y precisamente crítico, del campo bio(psico)lógico, en el sentido
que acabamos de ver, y de que, por otro lado, hayamos hablado de una "institución psicológica" como una disciplina
antropológica específica, implica que, en realidad, el término "Psicología" posee, por lo que toca a su propio
funcionamiento disciplinar, una dualidad heterogénea de contenidos, y aún que el concepto que puede ligar bajo el
mismo rótulo dicha dualidad es más bien equívoco - que análogo; y no digamos unívoco -. No es ésta la ocasión
para extendernos más sobre esta cuestión - por lo demás muy relevante -. Distintos desarrollos de esta cuestión
pueden encontrarse en diversos trabajos del autor de estas notas - entre ellos: "El carácter equívoco de la institución
psicológica".)
(ii). Sobre el concepto de las " fases a2" (I-a2 y II-a2) . -
Según Bueno, en efecto, la (supuesta) metodología a1 no sería el único modo de quedar neutralizadas las operaciones
fenoménicas temáticas de partida, puesto que también habría otros modos de abrirse paso dicha neutralización: se
trataría ahora de aquel proceso (supuestamente gnoseológico) en el que, partiendo de las operaciones temáticas,
tendría lugar, no ya un regreso hacia "factores naturales anteriores", sino más bien un "progreso" hacia "las
estructuras, resultados o procesos" objetivos a los que estas operaciones pueden dar lugar. Dichas estructuras
(resultados o procesos) serían, pues, resultantes o consecutivas a las operaciones (de aquí, ahora, su carácter
"posterior"), sin perjuicio de envolverlas, y por ello neutralizarlas, objetivamente - pues, como nos dice el autor, "no
está dicho que todo curso operatorio tenga que dar lugar a resultados operatorios". Se trata de las metodologías que
Bueno denomina "a2". Por lo demás, dos serían, a su vez, los caminos mediante los cuales pueden alcanzarse, a
partir de las operaciones, dichas "estructuras objetivas" a2: bien cuando éstas, sin perjuicio de su posterioridad con
respecto a las operaciones, siguen siendo no obstante comunes o genéricas a las de las ciencias naturales - en cuyo
estaríamos en la situación I-a2 -, o bien cuando dichas estructuras resultan ya específicas o características de los
campos "humanos" (o "etológicos", suele añadir Bueno) que estamos considerando - que sería el caso de las
situaciones denominadas II-a2 -.
Pues bien: lo primero que habría que precisar o aclarar es que no debemos entender el momento fenoménico de
partida desde las operaciones "en abstracto", como si de algún modo semejantes operaciones fenoménicas se nos
ofreciesen "en estado operatorio puro", o sea, aún no envueltas por sus correspondientes estructuras objetivas, y
como si, a partir de dicha supuesta situación pudieran alcanzarse, por parte de las operaciones temáticas y por parte
de las que las conocen, dichas envolturas objetivas. Y si hago esta precisión es porque por el modo de expresarse
de Bueno, y por algunos de sus ejemplos, cabría la posibilidad de entender las cosas de semejante modo. Algunos
de sus ejemplos, en efecto - como el del hipotético incendio en un teatro que determina el que las operaciones de
las personas que lo ocupan, siguiendo en un principio pautas operatorias, terminen por relacionarse, por sus
encuentros físicos mutuos, de un modo semejante como lo hacen las moléculas contenidas en un recipiente sometido
a un determinado incremento de la temperatura - , resultan ser tan obvios como triviales, precisamente desde la
perspectiva de la intención gnoseológica que los anima, y tienden por ello a reforzar la eventualidad de aquella
posible interpretación. Sin negar, por descontado, las cotas o límites fisicalistas a las que, en cuanto que corpóreas
(somáticas), no pueden dejar de estar sometidas las operaciones antropológicas (y zoológicas), la cuestión es la del
alcance y el significado que, precisamente desde la propia perspectiva de los campos cognoscitivos, dichas cotas
pueden tener, una vez que no podemos dejar de contar con su metabolización interna antropológica (socio-
productiva). Consideradas dichas cotas "en abstracto", o sea, al margen de dicha metabolización antropológica, no
se ve muy bien cual puede ser el significado y el alcance que ellas pueden tener a la hora de percibir la figura
cognoscitiva - y por tanto metodológica - de los campos en donde dichas cotas puedan estar funcionando.
Antes bien, es preciso partir de la refundición anamórfica en las estructuras objetivas normativas (a nuestro juicio,
morfosintácticas) a la que las operaciones están siempre sometidas en el campo antropológico, y a partir de aquí
considerar la dialéctica regresivo/progresiva que pueda tener lugar en cada uno de sus campos cognoscitivos, como
decíamos, entre los "momentos (comparativamente) fenoménicos" - pero siempre ya envueltos por aquellas
estructuras antropológicamente específicas - y los "momentos (comparativamente más) estructurales", de modo que
la cuestión es la de en qué medida y en qué casos podremos decir que en dichos momentos "comparativamente más
estructurales" quedan "neutralizadas" las operaciones, o por el contrario sólo quedan "absorbidas", mas por ello
mismo "contenidas".
Y en este sentido, nos parece, en efecto, que, dejando de lado ejemplos triviales, es la disciplina etnológica, tal y
como aquí la hemos concebido, aquella que, en principio, más de cerca cumple con el concepto de metodologías I-
a2. Pues, como dijimos, son las sociedades históricas dotada de una forma industrial (y capitalista) de producción
aquellas que, en su proceso de expansión colonial, tienen la potencia (socio-productiva) para envolver a las
sociedades primitivas hasta el punto de conocer el funcionamiento global demográfico-ecológico adaptativo que,
mediante sus instituciones sociales, en estas sociedades tiene lugar, y con ello justamente los los límites o las cotas
ecológico-subsistenciales a las que ellas se encuentran sometidas - justo aquel conocimiento "global" que, como
también decíamos, dichas sociedades no alcanzan desde ninguna de sus partes sociales -. Semejantes límites
ecológico-subsistenciales nos acercan, en efecto, al concepto de "género (posterior)", es decir, nos ponen en
presencia de unas condiciones estructurales que, en cuanto que aún bio-ecológicas, podemos reconocer como
(biológicamente) genéricas o comunes. Ahora bien, como también dijimos, dichos límites bio-ecológicos, y sin dejar
de serlo, están ya internamente metabolizados por sus condiciones socio-productivas (económicas), es decir, que es
la propia "economía de subsistencia" de estas sociedades la que, a la par determina dichos límites, hace que ellos
sean ya posteriores o internos a su propia metabolización antropológica (económica). En este sentido, es la propia
selección natural (darwinista) la que se ve sometida, como vimos, a una primera forma de metamorfosis, según la
cual, dicha selección ya no obra tanto sobre los rasgos orgánicos de los individuos (o las poblaciones biológicas de
individuos), cuanto sobre los enseres de la cultura objetiva del grupo antropológico, de suerte que comienza a quedar
rota la cadena biológica hereditaria según la cual se trasmitiría a la descendencia la fuente hereditaria responsable
de los rasgos orgánicos que hubieran quedado diferencialmente seleccionados.
Por ello mismo, el carácter (biológicamente) común o genérico de aquellos límites biológico-subsistenciales no deja
de ser en todo caso relativo, precisamente debido a su carácter antropológicamente posterior - socio-productiva o
económicamente posterior -.
En todo caso, sólo en el ámbito de la disciplina etnológica podemos reconocer algún sentido disciplinar específico
a la idea de un "(relativo) género posterior", es decir, a la presencia de una cotas, todavía biológico-genéricas, pero
sólo relativas en virtud de su carácter antropológicamente posterior. Más allá de las sociedades con "economía de
susbsistencia", es decir a partir del desarrollo de las sociedades excedentarias y por ello históricas, cualesquiera
cotas fisicalistas de las operaciones humanas quedan ya, no sólo, en general, económicamente metabolizadas, sino
metabolizadas en particular según formas socio-politíticas alternativas de organización de dichos "límites" o
"cotas", formas alternativas éstas que en todo caso ya no dependen unívocamente de los propios límites que
metabolizan, de suerte que, en estos contextos, y al margen de ejemplos triviales, toda alusión "en abstracto" a
semejantes "cotas" fisicalistas como de algún modo "genéricas" - aun cuando posteriores - carece propiamente de
alcance o sentido cognoscitivo-disciplinar .
Pues serán, en efecto, sólo en el contexto de dichas sociedades histórico-políticas, donde tenga lugar la generación
y el desarrollo de unos saberes sociales sectoriales que, siquiera de entrada (pero, como ahora veremos, sólo "de
entrada") nos acercan al concepto de metodologías II-a2. Se trata, como ya vimos, de esos saberes cuya dialéctica
regresivo/progresiva tiene lugar como construcción de aquellos proyectos, regresivamente a obtenidos a partir de
proyectos normativos de acción mutuamente enfrentados (como sus "momentos comparativamente fenoménicos"),
que, en el progreso, puedan de algún modo reajustar dichos enfrentamientos. Tampoco aquí se trata, pues, de partir
"en abstracto" de operaciones, para llegar a estructuras o procesos resultantes o consecutivas a dichas operaciones,
sino que se trata, como decimos, de partir del "momento de enfrentamiento" entre proyectos de acción
normativizados (y por ello ya estructurados), a la vez que enteramente operatorios, o sea, que contienen absorbidas
operaciones, y de alcanzar otros proyectos normativizados de acción que de algún modo y/o en algún grado puedan
reajustar dichos enfrentamientos. Y aquí la cuestión es que dichos proyectos resultantes hasta cierto punto
resolutorios en modo alguno segregan o neutralizan las operaciones (unas operaciones que, de partida, ya no se dan
"en abstracto", sino, como decimos, ya estructuradas), sino que asimismo contienen absorbidas operaciones, unas
operaciones éstas (sin duda, estructuradas en cuanto normativizadas) que en todo caso se diferencian de las
"operaciones (comparativamente fenoménicas) de partida" (no menos estructuradas en cuanto que normativizadas)
por su capacidad para reajustar en alguna medida los enfrentamientos entre dichas "operaciones de partida".
Así pues, los campos de dichos saberes serán, sin duda, no sólo, en general, antropológicamente posteriores, sino,
en particular y precisamente, posteriores a las sociedades antropológicas histórico-políticas (a sus diversos
enfrentamientos socio-políticos), y por ello mismo característicos o específicos de dichas sociedades (de sus
enfrentamientos). Se trata, pues de situaciones "posteriores y específicas" a las formas de conflicto socio-político
de las sociedades histórico-políticas.
Pues bien: sólo en cuanto que saberes "posteriores y específicos" en el sentido indicado, dichos saberes parecen
ponernos, pero sólo de entrada, en presencia del concepto de metodologías "II-a2"
Pues, en efecto, desde el momento en que entendemos que en estos saberes no tiene lugar ninguna forma de
segregación o de neutralización de "las operaciones" (sino que, por el contrario, éstas se contienen absorbidas tanto
en sus momentos fenoménicos de enfrentamiento como en sus momentos resolutorios), hemos de retirar el supuesto
de cualquier analogía (presuntamente gnoseológica) entre dichos saberes con el funcionamiento de las ciencias
estrictas (físicas), y por ello hemos de reconocer el carácter mal formado del concepto mismo de "a" - en este caso,
II-a2 - mediante el que se quiere concebir dichos saberes precisamente en términos de dicha presunta analogía
gnoseológica,
En todo caso, sólo para el concepto de I-a2 - pero sólo en cuanto que determinado por el ejemplar de la etnología -
, podríamos reconocer, como ya apuntamos, alguna analogía - de proporción propia - con el funcionamiento de las
ciencias estrictas, dada la capacidad de dominio que, basada en la radicalmente desigual potencia de sus
organizaciones socio-productivas, puede ejercer la sociedad dominante sobre la dominada, un dominio en virtud del
cual pudiera decirse que la sociedad dominadora logra llegar a no verse socialmente afectada por la sociedad
dominada, de modo que en esta medida se daría alguna analogía (proporcional propia) con los modos como las
ciencias, mediante sus aparatos, logran que sus agentes antropológicos dejen de verse somáticamente afectados por
los sectores de realidad que dichos aparatos reconstruyen. Con todo, si las sociedades dominantes llegan a no verse
socialmente afectadas por las dominadas, esto es sólo en la justa medida en que esta últimas se mantienen en su
estado "primitivo" o etnológico, no ya cuando, por efecto mismo de la dominación, pasan a ser sociedades
"tercermundistas" vinculadas por subordinación desigual y conjugada a la sociedad dominante: desde este momento
también los sectores dominantes de la sociedad (desigual y conjugada) global resultante comenzarán a verse
afectados por los sectores dominados, sobre los cuales comenzará por lo mismo a extenderse el tipo de saberes
sociales (no científicos) anteriormente considerados. Como dijimos, la paradoja en la que se ve envuelta la etnología
es la de que, merced al proceso socio-político de dominio que tiene lugar a través suyo, queda formalmente destruida
la materia misma sobre la que podía ejercerse.
Pero si dichos saberes sociales no son, como estamos viendo, analógicamente científicos, ello quiere decir que los
mismos, lejos de dejarse conceptualizar mediante el concepto (mal formado) de "a" - y en particular, de "II-a2" -,
se encuentran en realidad más próximos del concepto de metodologías "b2".
(iii). Sobre el concepto de la "fase b2". -
Sólo de este concepto de la tipología de Bueno, en efecto, puede decirse que, en un sentido al menos, no desdibuja
o distorsiona la morfología de los efectivos saberes sociales, y ello precisamente - pero también solamente - en la
medida en que dicho concepto acoge situaciones cognoscitivas a las que se les reconoce que en ningún momento
quedan neutralizadas las operaciones. Lo mismo ocurre, ciertamente, con el concepto de b1, del que ahora
hablaremos, pero, como vamos a ver, dicho concepto funciona en la estructura de su tipología más bien como un
artificio para simetrizar las distintas (presuntas) subfases I-a2 y II-a2 (de la fase a2) mediante el recurso a unas
(presuntas) subfases I-b1 y II-b1 (de la fase b1).
El concepto de situaciones o metodologías "b2" es susceptible, en efecto, de reinterpretarse, desde la concepción
que aquí hemos expuesto, para referirse tanto a los saberes físico-naturales precientíficos que hemos visto que van
ligados al desarrollo de las especialidades técnicas o artesanales, como a los únicos saberes sociales sectoriales
efectivos que puede albergar la sociedad histórico-política, y ello en la medida en que las operaciones, como hemos
visto, están siempre presentes - de diversos modos -, y no neutralizadas, en ambos tipos de saberes - físico-naturales
y sociales -.
Como hemos visto, en efecto, en los saberes físico-naturales precientíficos, sin perjuicio de la relativa sistematicidad
legal interna de sus campos, dicha sistematicidad no se desvincula, ni de las operaciones mediante las que se conoce
el funcionamiento de los instrumentos por cuya aplicación se obtiene aquella sistematicidad, en cuanto que ésta es
efecto de dicha aplicación, ni de las demandas prácticas sociales, asimismo operatorias, que realimentan el desarrollo
de aquella sistematicidad. Y por lo que respecta a los saberes sociales, ya hemos visto que en ellos se mantienen las
operaciones, tanto en sus momentos "fenoménicos" de conflicto inicial internormativo como en sus momentos
�"estructurales" resolutorios.
No es otro entonces el valor que podemos concederle al concepto de metodologías "b" - y en particular, al de
metodologías "b2" -que el de recubrir, denotativamente , estas situaciones de saberes, tanto sociales como físico-
naturales, en los que se mantienen presentes, de distintos modos, las operaciones. Pero precisamente en cuanto que
concepto que quiere formar estructuralmente parte de la tipología dialéctica, de pretendido alcance analógico-
gnoseológico, de situaciones o fases oscilantes de las "ciencias humanas", un subgrupo de las cuales situaciones
serían precisamente las de tipo "a" - o sea, aquellas mediante las que se quiere justamente hacer valer la "analogía
gnoseológica" con las ciencias físicas estrictas -, en este sentido deberemos retirar asimismo todo alcance o valor a
dicho concepto.
Algo semejante ocurre con el concepto de situaciones o metodologías "a" en el siguiente sentido: Acaso se diría
que, según nuestra concepción, los únicos conocimientos a los que les cumple dicho concepto son los de las ciencias
físicas estrictas - y esto sin olvidar que en dichas ciencias, como hemos visto, las únicas operaciones que quedan
propiamente segregadas son las operaciones orgánicas, y no las operaciones artefactuales mediante las que se
controlan y reproducen sus resultados objetivos, ni tampoco las operaciones proposicionales representacionales - .
Pero dicho concepto sólo podría, a lo sumo, de nuevo, recubrir denotativamente el caso de dichas ciencias, pero
seguiría careciendo del alcance o valor analógico-gnoseológico con el que precisamente quiere estar construido.
Es, en resolución, la dialéctica misma, de pretendido alcance analógico-gnoseológico, entre las situaciones
concebidas como "a" y como "b" - y sus subfases correspondientes - aquella que debe ser percibida como una
reproducción estéril del prejuicio gnoseologista de partida, un prejuicio incapaz de advertir, como hemos visto, de
entrada, la diferencia crítica entre las operaciones y los fenómenos (formalmente) orgánicos y las operaciones y los
fenómenos - o sus capas - (formalmente) artefactuales de las genuinas ciencias, así como, por propagación del
prejuicio mismo, la diferencia entre las operaciones antropológicas sociales normativizadas, en todos sus estratos -
tanto en sus momentos "fenoménicos" como resolutorios - y aquellas operaciones (formalmente) artefactuales de
las ciencias estrictas.

�Qué decir, entonces, para terminar, de las metodologías concebidas como "b1", y de sus dos subfases "I-b1" y
"II-b1?.
(iv) Sobre el concepto de las "fases b1" (I-b1 y II-b1). -
Sin perjuicio de que las dos metodologías, I-b1 y II-b1, recogidas por el concepto de metodologías b1, puedan
acoger, de nuevo, denotativamente, fragmentos o momentos de determinados saberes efectivos, como ahora
veremos, nos parece que su composición estructural misma, dentro de la tipología dialéctica, de pretendido alcance
analógico-gnoseológico, que estamos considerando, no funciona sino como un artificio formal para lograr la
"simetría estética" con respecto a las dos metodologías I-a2 y II-a2 de las situaciones a2.
Por lo que respecta a la extensión denotativa del concepto de I-b1, cabe reconocer, en efecto, que ella tendría que
ver con aquellas situaciones en donde, habiendo sido construidos determinados artefactos de la técnica humana por
determinados agentes operatorios, se trata de conocer, por parte de otros agentes operatorios que no han construidos
aquellos artefactos, la figura de los mismos, a partir de restos fragmentarios suyos. Se trata, sin duda, del
conocimiento de lo que aquí hemos caracterizado como "relaciones operatorias funcionales de aplicación" entre las
partes de los artefactos técnicos humanos, en cuanto que alcanzable, como decíamos, por agentes operatorios
distintos de quienes los han construido. Y en este sentido no hay duda de que semejante forma de conocimiento
tendrá un lugar privilegiado de realización como un fragmento del saber historiográfico, un fragmento ocupado en
la reconstrucción, a partir de restos despiezados o fragmentarios de artefactos (de reliquias), de la figura de dichos
artefactos. Pero es preciso no olvidar que dicho saber historiográfico - la "historia" como saber -, tiene siempre la
factura de un saber global no reductivo - a alguna determinada categoría -, como se corresponde con la función
regresiva que resulta a partir de la tarea de metatotalización política de la totalidad de los conflictos sociopolíticos
de cada momento presente, de modo que cualesquiera de sus sectores o fragmentos (físico-naturales, técnico-
artefactuales, o propiamente sociales) sólo alcanzan su sentido, precisamente historiográfico, dentro de su totalidad
entretejida no reductiva. También las revisiones historiográficas que puedan surgir desde dentro de cada saber
sectorial (físico-natural, técnico, social), siempre a partir de los desajustes internos de sus campos - incluidas, como
hemos visto, las revisiones historiográficas que se generan desde el campo presente de cada ciencia efectiva -,
remiten siempre, y endógenamente, a contextos más envolventes que enlazan con dicho tejido totalizador - y ello
precisamente porque aquellos desajustes internos a sus campos no dejaban de estar atravesados (incluidos los
campos de las ciencias mismas) por los desajustes del propio tejido totalizador de la sociedad política.
Así pues, y sin perjuicio de su mencionado alcance denotativo, lo que no se ve es qué función puede cumplir este
fragmento (sobre todo) del saber historiográfico en la tipología de situaciones oscilantes por las que se supone que
pasarían, según el supuesto de su analogía gnoseológica con las genuinas ciencias, los diversos momentos
metodológicos de las "ciencias humanas", salvo, como decía, el de "cerrar" la buena "figura estética" de la
mencionada tipología.
El caso de las situaciones concebidas como II-b1 tiene en todo caso otro alcance - también denotativo -: pues la
"teoría de juegos", que es el ejemplo privilegiado al que Bueno siempre ha recurrido para determinar esta situación,
nos parece que tiene que ver, precisamente, con el momento progresivo en general de todos los saberes sociales, y
muy especialmente en el momento (histórico) en el que dichos saberes adoptan su proyecto de convertirse en
ciencias. Como dijimos, el momento progresivo de estos saberes es aquel en el que se busca poner a prueba,
mediante la acción misma política sectorial planificada, la capacidad de ciertos proyectos de acción, regresivamente
obtenidos a partir de los conflictos entre diversos proyectos de partida, para reajustar dichos proyectos conflictivos,
y ello de forma que los proyectos que pujan por vencer, puedan lograr su victoria - nunca definitiva -, no al margen
sino precisamente contando con los proyectos enfrentados, buscando co-determinarlos para vencerlos. Y en no otra
cosa consiste, justamente, la denominada "teoría de juegos", sino en el cálculo o planificación de las estrategias
capaces de llegar a imponerse sobre otras estrategias, entre medias del curso mismo del enfrentamiento, y contando
por tanto, para co-determinarlas y vencerlas, con estas otras estrategias. Cabría decir, pues, que algo en esencia
semejante a la denominada "teoría de juegos" ha estado siempre presente en el momento progresivo de los más
diversos saberes sociales sectoriales de las sociedades histórico-políticas. No es de extrañar, entonces, que a la altura
histórica de la sociedad industrial capitalista, cuando, como hemos visto, los saberes sociales pujan por dotarse de
un proyecto científico, sobre la base real de la capacidad de las relaciones sociales capitalistas industriales por
instaurar un dominio entre sus partes sociales mismas lo más análogo posible al dominio que las ciencias efectivas
logran sobre sus regiones de realidad (y ello sin perjuicio del carácter ideológico del proyecto), dichos saberes
recurran a cálculos matemáticos de determinado grado de elaboración (bien importados de otros sectores
tecnológicos o científicos, o bien elaborados para el caso), al objeto de no hacer, sin embargo, y a la postre, otra
cosa esencialmente distinta de lo que desde siempre se ha hecho en los momentos progresivos de dichos saberes.
Precisamente el hecho de que en la pugna social sectorial que da lugar a los saberes sociales no pueda decirse que
haya vencedores ni vencidos definitivos, pone de manifiesto el carácter ideológico de la pretensión de cientificidad
que podría resultar de creer que es posible una aplicación estricta de la teoría de juegos, en cuanto que construcción
académica - en la que sí cabe hablar de vencedores y vencidos definitivos -, a la resolución definitiva de dichos
saberes o conflictos sociales.
Una vez más, pues, habremos de decir que, además de la posibilidad de reinterpretar, como aquí hemos hecho, la
referencia denotativa de las situaciones concebidas como II-b1 en términos del momento progresivo de los saberes
sociales efectivos, sigue sin verse la función que dicha situación cumpliría en la tipología dialéctica de intención
gnoseológico-analógica de situaciones oscilantes por las que pasarían las ciencias humanas.
4. -Conclusión y recapitulación.-
(i) Conclusión. -
Puede decirse, pues, en resolución, que, a fin de cuentas, lo que la entera tipología dialéctica de intención analógico-
gnoseológica de Bueno nos está poniendo de manifiesto es su constitutiva incapacidad para hacerse cargo de un
modo adecuado del "género ontológico de la subjetividad", el cual sin embargo no ha podido dejar de ser tenido en
cuenta - siquiera mentado - en su ontología regional. En efecto: desde la perspectiva del prejuicio gnoseologista que
atraviesa toda su tipología, la "subjetividad" (bien sea la subjetividad zoológica - las operaciones y fenómenos
formalmente orgánicos -, bien sea la subjetividad antropológica - en nuestros términos: las operaciones y fenómenos
asimismo orgánicos a la par que formalmente refundidos en las estructuras normativas -) está siendo - siquiera
implícitamente - entendida a la postre como no teniendo de suyo otro alcance o valor cognoscitivo más que el de
ser "el lugar del error": un "error" éste, en efecto, que sólo podría ser remontado o superado a costa de recortar o
retraducir dicha subjetividad desde sus patrones gnoseológicos - o científicos -, es decir, desde el patrón de medida
dado por la neutralización de las operaciones por efecto de las estructuras formalmente sintáctico-demostrativas de
las identidades sintéticas materiales de las ciencias estrictas. De aquí que Bueno se vea efectivamente llevado a tener
que re-traducir o re-codificar, por mera petición de principio, cualesquiera posibles situaciones subjetivas -
zoológicas o antropológicas -, en cuanto que posibles contenidos temáticos de saberes - etiológicamente
antropológicos -, en términos de una presunta "analogía gnoseológica rigurosa" - cuyo alcance y forma analógicas
sin embargo jamás se precisan - con las operaciones y los fenómenos etiológico-constructivos de las ciencias
estrictas, para de este modo poder asimismo pre-suponer modos etiológicamente científicos de conocer aquellas
situaciones; puesto que, de otro modo, su filosofía del conocimiento quedaría enteramente cegada para apresar
dichas situaciones subjetivas temáticas (zoológicas y antropológicas) y sus modos de ser (antropológicamente)
conocidas. Pues éste es, en efecto, el dilema al que se ve sometida toda su filosofía del conocimiento - debido a su
reducción gnoseológica -: o bien tener que re-traducir, por gratuita petición de principio, en términos gnoseológicos
(científicos) toda figura cognoscitiva etiológicamente antropológica y temáticamente zoológica o antropológica, o
bien tener que dejar sumidas en el más completo ensombrecimiento cualesquiera de estas figuras - de no ser
estrictamente científicas.
No es ajeno a esto, desde luego, que en la revisión de su ontología - inicialmente diseñada en sus Ensayos
materialistas - realizada en su obra Materia, la referencia para caracterizar el "segundo género de materialidad" - la
subjetividad - sea precisamente el sector de las "operaciones" del eje "sintáctico" de una construcción científica, o
sea, y justamente, del eje en donde tiene lugar la forma sintáctico-demostrativa de las construcciones objetivas de
las ciencias estrictas. Lo cual significa que toda posible "materialidad subjetiva", o bien ha de quedar (re)codificada
en términos de la subjetividad etiológico-constructiva de las ciencias o bien queda desdibujada por completo. De
este modo, es el género ontológico entero de la materialidad subjetiva el que queda a la postre desdibujado o
evacuado merced a su reducción científica (gnoseológica); mas por lo mismo, y a fin de cuentas, son las propias
ciencias - en cuanto que tomadas como patrón de medida ontológico, no obstante su crítica "ontológico-general",
en todo caso abstractamente realizada sólo a partir de ellas - las que quedan metafísicamente sustancializadas en la
propia ontología que sin embargo se ha pretendido realizar de un modo no metafísico.
Pero semejante reduccionismo formalista metafísico de las ciencias no sólo implica, como vemos, la evacuación o
el desdibujamiento ontológicos del género de la subjetividad, sino que a su vez , y por ello, deja asimismo franco el
camino para evacuar de la ontología la imprescindible idea de "historia" - y con ella la de sociedad histórica-
universal -, idea que queda ciertamente reabsorbida y anegada bajo la perspectiva de dicho reduccionismo metafísico
gnoseologista - de suerte que queda de este modo dispuesta para ser tratada de cualquier modo arbitrario o gratuito.
Sin embargo, sólo cuando no se parte (siquiera implícitamente) por suponer a la subjetividad como "lugar del error",
sino explícita y formalmente como el lugar donde van efectivamente construyéndose grados y tipos distintos de
verdad y de realidad, según diversos tipos de conjugaciones constructivas sujeto/objeto que, precisamente por ser
genuinas conjugaciones constructivas, no "marginan" o "dejan de lado" - "segregan" - a las operaciones
constructivas, sino que las incluyen - si bien de diversos modos - conjugadas, sólo entonces es cuando podremos
construir una noetología, y con ella una ontología, que por no "marginar" - implícitamente - de entrada a la
subjetividad con respecto a la realidad y la verdad, no tenga que verse forzada a (re)codificar toda (posible)
subjetividad desde una concepción metafísica (sustancializada) de las ciencias, sino que pueda desplegar la
conjugación procesual entre los diversos tipos y grados de conocimientos (de las realidades) con las realidades
(conocidas): y ello desde las iniciales realidades cognoscentes zoológicas (conductuales) antropológicamente
cognoscibles, pasando por las diversas realidades antropológicas asimismo antropológicamente cognoscibles, hasta
llegar a apresar esa forma etiológicamente antropológica de conocimiento consistente en las genuinas ciencias - las
ciencias físicas -, como un caso límite de conocimiento etiológicamente antropológico - procedente de las técnicas
físicas -en el que la objetividad de las realidades conocidas llega sin duda a trascender las operaciones y los
fenómenos somáticos etiológicamente antropológicos, pero en la medida en que permanece a su vez materialmente
asida a ellos por el intermedio de unas específicas capas formalmente artefactuales de los mismos, de tal modo que
por ello el límite cognoscitivo de dichos conocimientos científicos viene a ser precisamente el de cualesquiera
realidades (zoológicas o antropológicas) ellas mismas cognoscentes.
Y sólo, por tanto, cuando, desbloqueando el concepto metafísico de ciencia desde el que opera el reduccionismo
(ontológico) gnoseologista de Bueno, podamos apresar el "círculo histórico-antropológico" de las diversas
conjugaciones entre los conocimientos y las realidades, como un círculo in-terminable que precisamente incluye
una adecuada comprensión de las ciencias en su seno, sólo entonces es cuando podemos alcanzar una idea ontológica
adecuada de "historia", y ello justamente en la medida en que dispongamos de una idea adecuada tanto de las
posibilidades - socio-políticas - que las ciencias introducen en la historia como de los límites - cognoscitivos, y por
ello prácticos - de las ciencias con respecto a dichas posibilidades. Una idea de historia, en efecto, que, obtenida a
su vez no en cualquier momento de la propia historia antropológica, sino justamente a partir de la forma industrial
de producción hecha posible por las ciencias, nos pueda conducir de un modo efectivamente crítico - no metafísico
- a conceptualizar la realidad misma de la historia como la realidad trascendental en general, y por ello a entenderla
como la idea misma de materialidad trascendental. Y ello precisamente porque es, en efecto, la sociedad industrial
la que, por su capacidad para lograr mediante las ciencias un dominio universal reductivo indefinido de las diversas
categorías de la realidad física y para poder engranar tecnológicamente este dominio de un modo universal
indefinido ya no reductivo sino trascendental, abre las puertas a unas posibilidades de organización sociopolítica de
dicha realidad (trascendental) cuya universalidad in-finita ya no puede en modo alguno quedar adecuadamente
tratada por ninguna ontología construida a su vez de un modo abstracto entre las solas ciencias, esto es, abstrayendo
o evacuando precisamente aquellas posibilidades histórico-políticas in-finitas de organización de dicha realidad
abiertas por las propias ciencias tecnológicamente engranables.
(ii) Recapitulación. -
Por ello, frente al reduccionismo gnoseologista (ontológico) implicado por la "gnoseología" de Bueno, y frente a
sus implicaciones histórico-políticas y a la postre ontológicas, se ha buscado en estas "notas noetológicas", ante
todo, poner de manifiesto esta idea nuclear, a saber: la de que las realidades ellas mismas cognoscitivas u operatorias,
tanto las realidades zoológicas dotadas de operaciones y fenómenos formalmente orgánicos, como las realidades
antropológicas asimismo somáticas cuyas operaciones se encuentran formalmente refundidas por las normas
antropológicas, en cuanto que contenidos temáticos de procesos a su vez cognoscitivos o de saberes etiológicamente
antropológicos, no son susceptibles de organización cognoscitiva científica alguna, esto es, precisamente de ese tipo
determinado de construcción cognoscitiva que sólo puede tener lugar, como un desarrollo límite de los saberes
físicos (etiologicamente antropológicos) desarrollados a partir de las técnicas, a través de unas muy determinadas
capas de operaciones y fenómenos formalmente artefactuales que, sin dejar de ser materialmente accesibles a las
operaciones y fenómenos antropológicos somáticos implicados en su construcción, resultan formalmente
configurados por aquellos aparatos capaces a su vez de reconstruir relaciones de identidad orgánicamente tras-
fenoménicas entre las cosas mismas, razón por la cual justamente cualesquiera operaciones somáticas, zoológicas y
antropológico-normativizadas, no son susceptibles de ser tratadas o reconstruidas por dichos aparatos y por tanto
por las propias ciencias.
Más escuetamente: que allí donde haya operaciones temáticas, zoológicas o antropológicas, no puede llegar a haber
conocimiento científico alguno en torno a ellas, conocimiento éste que por su parte sólo puede alcanzarse, como un
conocimiento operatorio formalmente artefactual límite, sobre realidades ellas mismas no operatorias.
Esta idea nuclear es la nos permite revertir la perspectiva desde la cual han sido tratadas por la gnoseología de Bueno
las relaciones entre los enfoques por él mismo denominados "epistemológico" y "gnoseológico", de modo que, en
vez de quedar meramente mentada, pero ensombrecida, la perspectiva "epistemológica" por efecto del rasante
"gnoseológico" de análisis, podamos acceder, de entrada, a una consideración formal y recta de la perspectiva
mentada como epistemológica, esto es, de aquellas situaciones cognoscitivas (etiológicamente antropológicas) en
la que se nos dan saberes temáticamente físicos, biológicos y antropológicos, y ello de forma que podamos asimismo
acceder a la consideración de esas otras situaciones concebidas como "gnoseológicas", esto es, a esas situaciones
que, como un desarrollo límite de los saberes etiológicamente antropológicos y temáticamente físicos, tienen lugar
sólo mediante las capas de operaciones y fenómenos formalmente artefactuales de unos muy determinados artefactos
- los aparatos industriales.
Es la comprensión del carácter formalmente artefactual de dichos conocimientos científicos la que nos permite
apreciar la inviabilidad para ser científicamente tratadas, como posibles contenidos temáticos suyos, tanto las
operaciones zoológicas (formalmente somáticas) como las antropológicas (somáticas, a la par que refundidas en las
normas) que sin embargo son efectivamente tratadas por los saberes etiológicamente antropológicos no científicos;
y la que nos permite asimismo apreciar la artificiosidad y la ineficacia de la maniobra "gnoseológica" que, al objeto
de poder "traducir" o "codificar" en clave "gnoseológica" los conocimientos (etiológicamente antropológicos) sobre
realidades temáticas bio(psico)lógicas o antropológicas, debe asumir, por mera petición de principio, una "analogía
gnoseológica" - que sin embargo nunca se determina - entre aquellas realidades temáticas operatorias
bio(psico)lógicas y antropológicas y las formas constructivas operatorias de las ciencias efectivas .
Las implicaciones históricas y socio-políticas, y a la postre ontológicas, de esta "vuelta del revés" de la perspectiva
"gnoseológica" son de primera importancia: las operaciones antropológicas normativizadas, tanto las temáticas
como las etiológicas, de los saberes (etiológica y temáticamente) antropológicos, están siempre contenidas y
absorbidas - no neutralizadas -, en la estructura de las normas en torno a las que dichos saberes se organizan, y ello
tanto en su momentos (comparativamente) "fenoménicos", en los que se presentan los conflictos internormativos
sectoriales, como en los momentos (comparativamente más) "estructurales", o relativamente resolutorios de dichos
conflictos. Ello quiere decir que el proyecto (de la sociedad capitalista industrial) de tornar científicos a dichos
saberes etiológica y temáticamente antropológicos no puede llegar nunca a consumarse plenamente. La voluntad
(ideológica) que anima dicho proyecto supone la pugna por lograr, en el ámbito de las relaciones sociales
conflictivas sectoriales de dicha sociedad, un tipo de dominio científico que fuese análogo al domino que mediante
sus aparatos especiales logran las ciencias físicas sobre sus correspondientes campos naturales, y por tanto un tipo
de "engranaje tecnológico-social" resultante de aquel pretendido dominio "científico-social" al que quedasen
reducidas las posibilidades mismas histórico-políticas universalmente infinitas abiertas por la efectiva tecnología
física industrial; un dominio "científico-tecnológico-social" éste que ciertamente no deja de encontrar su relativo
fundamento real en el engranaje cultural objetivo envolvente crecientemente levantado por la industria que
incesantemente se realimenta con las relaciones sociales capitalistas, pero que en todo caso no puede llegar a
culminar nunca plenamente.
De aquí que suponer la "analogía gnoseológica (rigurosa)" entre los campos operatorios temáticos de dichos saberes
y los sujetos gnoseológicos que construyen las genuinas ciencias físicas, y asumir por tanto la viabilidad de diversos
tipos de neutralización (temática y metodológica) de las operaciones antropológicas dadas en dichos campos, unos
formas éstas de neutralización que fuesen análogas a la neutralización de las operaciones constructivas de las
ciencias físicas estrictas, viene a suponer, objetivamente, a la postre, una forma (escolástico-abstracta) de
reconciliación con aquellas tendencia y pretensión "social-tecnócratas" de la sociedad capitalista industrial.
Y de aquí, por último, que la ontología general misma que pueda hacerse ligada a este reduccionismo formalista
(metafísico) gnoseologista, aun cuando quiera ser una ontología general crítica - y por ello no metafísica - construida
mediante la idea de "materialidad trascendental", deberá verse confinada a construir dicha idea exclusiva y
abstractamente entre medias de las solas categorías científicas; en vez de construirse contando sin duda con dichas
categorías, pero en cuanto que susceptibles de engranar entre sí según determinaciones (trascendentales) cuyas
posibilidades universalmente in-finitas, abiertas sin duda y precisamente por la propagación tecnológica industrial,
vienen a consistir en las posibilidades mismas univeralmente in-finitas de la historia política universal. De este
modo, queda evacuada y reabsorbida la idea misma de historia como idea ontológica por efecto de aquel
reduccionismo (ontológico) gnoseologista, en vez de quedar en disposición para poder ser en el límite tratada como
la idea misma de materialidad trascendental. De aquí que, no obstante las pretensiones crítico-trascendentales de la
idea de materialidad trascendental, dicha idea, en cuanto que construida abstractamente entre medias de las solas
categorías científicas, viene a verse a la postre abocada a la reconciliación con la tendencia "social-tecnócrata"
impresa a la historia por la propia sociedad capitalista industrial.
(Y evacuada de este modo la historia respecto de la ontología, ésta queda sin duda dispuesta para ser tratada de
cualquier forma gratuita o arbitraria).
Madrid, Diciembre de 2001.

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