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Deuteronomio 9
Hoy nos corresponde el estudio del capítulo 9 del libro de Deuteronomio, cuyo nombre
significa: repetición de la ley.
Veremos más prodigios de Dios para con su pueblo y un especial énfasis en la Ley de Dios.
Sus exhortos eran constantes y siempre basados en un así dice Jehová. A pesar de las
muchas penurias que vivieron durante el peregrinar por el desierto, Moisés siempre tuvo
presente la infinita misericordia de Dios y su amor hacia sus hijos.
La promesa de la liberación había sido un bálsamo para los corazones de los israelitas que
no sabían otra cosa que recibir azotes en sus espaldas. Se habían acostumbrado a vivir para
cumplir los sueños de otros, por eso la promesa de libertad era una dulce melodía a sus
oídos.
Vivir en Egipto era un riesgo pues la influencia pagana de su cultura había sembrado
semillas en las mentes de los israelitas que producirían frutos de perdición.
Dios sacó con brazo fuerte a su pueblo de Egipto. Al fin libres, los israelitas tenían la
oportunidad de honrar a su libertador observando sus estatutos y andando en sus caminos.
El desierto se convirtió en terreno fértil para que el pueblo aprendiera a depender en forma
total de Dios.
En los linderos de la tierra anhelada, Moisés invitó al pueblo una vez más, a confiar en el
Señor, les recordó que todo lo que habían logrado se debía únicamente a la providencia
divina y nada tenía que ver con los esfuerzos humanos.
De pronto los éxitos de la vida nos llegan a cegar, nos quieren hacer creer que somos
capaces de sostenernos por nosotros mismos, pero debemos recordar que sólo es por la
gracia de Dios que hemos sido liberados de las cadenas del pecado
Lo que Dios quería era que pensaran menos en ellos mismos y que elevaran sus ojos al
cielo, la fuente de todas sus bendiciones.
La tierra prometida era inconquistable, los gigantes que vivían allí eran invencibles, para
el ser humano claro está, para Dios no.
En un sentido más teológico, la lucha no era entre seres humanos, sino una pugna entre
Dios y la idea de que existieran otros dioses. Al vencer a las naciones paganas, el mensaje
era claro, no hay dios como Él, el Santo, Único y Verdadero.
Quienes fueron destruidos, no lo fueron porque estuviesen implicados en una batalla por
ocupar un sitio y ampliar los límites de un imperio. Esto era ciertamente el juicio divino
que cayó sobre quienes rechazaron reconocerle como el Rey de Reyes y Señor de Señores.
Hemos sido llamados a conquistar una tierra donde fluye leche y miel, sería imposible
hacerlo por nuestras propias fuerzas pero lo haremos confiando en nuestro gran libertador,
fijando nuestros ojos únicamente en el Dios verdadero, creador y soberano.
…aunque los éxitos de la vida nos llegan a cegar y nos quieren hacer creer que somos
capaces de sostenernos por nosotros mismos, recordemos que sólo es por la gracia de
Dios que hemos sido liberados de las cadenas del pecado, … y que no hay dios como
Él, pues él es Santo, Único y Verdadero Jehová de los ejércitos.
Vivamos confiando en nuestro Señor, un día muy pronto estaremos en la tierra prometida,
mientras tanto caminemos con la mirada fija en Cristo Jesús.
¡Bendiciones!