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Política y cultura durante el “Onganiato”

Nuevas perspectivas para la investigación


de la presidencia de Juan Carlos Onganía
(1966 -1970)
Política y cultura durante el “Onganiato”
Nuevas perspectivas para la investigación
de la presidencia de Juan Carlos Onganía
(1966 -1970)

Valeria Galván
Florencia Osuna
compiladoras

Rosario, 2014
*** ... - 1a ed. - Rosario : Prohistoria Ediciones, 2014.

*** p.; 23x16 cm. - (Actas / M. Paula Polimene y Carolina A Piazzi; ***)

ISBN 978-987-1855-***

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Fecha de catalogación: ***

Composición y diseño: mbdiseño


Edición: Prohistoria Ediciones
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Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por reconocidos espe-
cialistas que asesoran a esta editorial en la selección de los materiales.

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HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723

© María Valeria Galván, Florencia Osuna y los autores.


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Este libro se terminó de imprimir en ***


ART Talleres Gráficos, Rosario, Argentina, en el mes de marzo de 2013.
Impreso en la Argentina

ISBN 978-987-1855-***
índice

Prólogo
Fortunato Mallimaci............................................................................................. 9

Introducción
El “Onganiato”
Problemáticas y especificidades de un período
postergado por la historiografía
Valeria Galván y Florencia Osuna....................................................................... 17

PRIMERA PARTE
Transformaciones en la sociedad argentina
y en la cultura política a fines de la década del sesenta...................................... 27

Más allá de la espada y el hisopo


Religión, política y sociedad durante el “Onganiato”
José Zanca............................................................................................................ 29

Núcleos católicos anticomunistas


durante la presidencia de Juan Carlos Onganía
Encuentros y desencuentros
Elena Scirica........................................................................................................ 47

“Misterioso matrimonio”
Mariano Grondona y las lógicas liberal-conservadoras
ante la construcción del “Onganiato”
Alternativas de modernización y autoritarismo
Martín Vicente..................................................................................................... 67

Modernización estética y cultural


en la Argentina de fines de los sesenta
desde la perspectiva del nacionalismo de derecha
Valeria Galván...................................................................................................... 85

SEGUNDA PARTE
Del Estado utópico al real
Comunitarismo y los proyectos de refundación
del orden político................................................................................................. 103
Los orígenes doctrinarios de la propuesta comunitarista
del gobierno de Juan Carlos Onganía
Gabriela Gomes................................................................................................... 105

Refundar la sociedad
El comunitarismo como política de Estado
en el Gobierno de Onganía
Guido Giorgi........................................................................................................ 119

Del comunitarismo a los “Pergaminazos”


El caso de Pergamino durante la primera presidencia
de la “Revolución Argentina”
María Barbarito.................................................................................................... 141

La reforma educativa del gobierno de Juan Carlos Onganía


Adhesiones y resistencias
Laura Rodríguez ................................................................................................. 157

Entre el pasado colonial y el futuro espacial


Ideas y actores en torno a las políticas de seguridad social del “Onganiato”
Florencia Osuna................................................................................................... 177

Las autoras y los autores...................................................................................... 156


Prólogo

Fortunato Mallimaci

E
s con sumo placer que he leído esta compilación sobre historia reciente
argentina que se suma a otros trabajos similares en otras disciplinas.
Vemos como el interés de jóvenes cientistas sociales por profundizar
en el conocimiento de su país, encuentra, por fin, un espacio propio y susten-
table en el largo plazo. La práctica de la investigación científica crece, hay
mayor reflexión epistemológica, se produce en equipo y eso democratiza. ¡No
es poca cosa! Y eso no es un hecho fortuito sino el fruto de la expansión de la
formación e investigación académica en las universidades públicas, del am-
plio crecimiento del CONICET en las áreas de ciencias sociales y de la mayor
inversión educativa estatal de los últimos años.
En este libro se presentan nuevos desafíos para la comprensión y compa-
ración de nuestra sociedad en un período bien definido –1966 a 1970– que las
autoras han denominado como “El Onganiato”. Como dicen las compiladoras,
“el mayor problema no reside en la insuficiente producción académica sobre
este período, sino en el enfoque con el que éste suele ser abordado, que se
caracteriza por reproducir preocupaciones historiográficas de paradigmas que
hace tiempo dejaron de estar vigentes”.
Recordemos que los paradigmas son los marcos teórico-metodológicos
utilizados por los investigadores para interpretar los fenómenos sociales en
el contexto de una determinada sociedad. Al buscar comprender, es necesario
conocer tanto la hermenéutica del investigador como la de los actores, en otras
palabras se trata de dar cuenta de la reflexividad de los participantes (grupales
e individuales) implicados en el proceso de estudio como la del cientista so-
cial. Ambas producen conocimientos y recrean interpretaciones de hechos e
imaginarios, de momentos y representaciones.1
Estas preocupaciones epistemológicas estarán presentes en los artículos
de libro. El “Onganiato” no será analizado solamente como simple continui-
dad de otros golpes o como preludio y anticipación a lo que vendrá luego sino
a partir de los conflictos, trayectorias, debates, intereses y sueños de aquellos

1 VASILACHIS DE GIALDINO, Irene (coord.) Estrategias de Investigación Cualitativa,


Gedisa, Barcelona, 2006.
10 Política y cultura durante el “Onganiato”

que participaron en la experiencia de gobierno dictatorial. Analizado de esta


manera una podrá leer que en un mismo gobierno cohabitan diversos proyec-
tos políticos-militares y religiosos en pugna, en tenso equilibrio y donde el
desplazamiento de unos a otros sólo se logrará cuando caiga el gobierno del
dictador Juan Carlos Onganía.
El “Onganiato” se llamó a sí mismo “Revolución Argentina” como sus
antecesores se habían adjudicado el de “Revolución Libertadora” en 1955. En
el ’30 y en el ’43 fue la prensa hegemónica que describió esos acontecimientos
como “revolución”. Un mesianismo difuso comenzó a delinearse y presentó
a las FFAA como “aristócratas de salvación”. Rápidamente fue acompañada
por otra gran institución también mesiánica y a su vez “garante de nacionali-
dad y espiritualidad” como es la Iglesia Católica. El imaginario de la “nación
laica” se evaporó –si es que alguna vez existió– y se expandió el imagina-
rio del golpe cívico-militar-religioso. El sueño del obispo y el coronel propio
para hacer político comienza un largo camino. Los vínculos múltiples entre
catolicismos y militarismos nutren esa larga historia. Lo importante es ver en
cada momento histórico qué tipos de grupos católicos se vinculan con cuáles
grupos militares y otros grupos sociales y económicos. No son los mismos ni
hay simple reproducción. Hay afinidades múltiples que deben ser investigadas
en cada caso.
Los autores nos muestran cómo bajo el concepto de “modernidad y or-
den” existieron varios proyectos. Uno puede resumirlos entre aquellos que
buscaban encarar reformas estructurales a nivel político, administrativo, re-
ligioso, cultural y económico y aquellos que pensaban el golpe como un in-
terregno para eliminar los “vicios de los políticos derrotados” y convocar a
nuevas elecciones con “verdaderos demócratas”. Unos tienen horizontes de
sentido de largo plazo; los otros de corto. Para unos la espera es sin tiempo,
para los otros la espera es aquí y ahora.
Católicos y militares en su versión comunitarista y/o liberal por un lado se
enfrentaron a católicos y militares que buscaban un pronto retorno a “la sana
democracia” y presionaban por la salida electoral. Juntos a unos y otros la
institución católica y la institución FFAA vivieron –cada una a su manera- las
contradicciones de sus dinámicas internas en contextos que fueron dejando de
ser nacionales para estar también relacionados con lo internacional. El comu-
nitarismo católico –no confundirlo con el corporativismo católico de Carlos
Ibarguren ni con el nacionalismo católico de Charles Maurras ni con el fascis-
mo o la falange europeos– es uno de los proyectos políticos que surgió en ese
Prólogo 11

momento que combinó sectores dirigentes y grupos populares; que se enfrentó


al individualismo capitalista y al colectivismo marxista.
El libro presenta una infinidad de grupos católicos interactuando en el
espacio público, social, estatal, ministerial, municipal, económico, cultural,
legal, educacional… ¿Ayer no estaban? ¿aparecen con el “Onganiato”? No,
nuestros paradigmas nos imposibilitaban verlos, estudiarlos y analizarlos. El
paradigma de la secularización, luego la teoría de la secularización y por últi-
mo la ideología de la secularización paralizó a las ciencias sociales en su estu-
dio y comprensión del fenómeno religioso. En América Latina no se investigó
y se repetían los paradigmas y predicciones colonialistas. Modernidad aso-
ciada a la desaparición de lo religioso; mayor modernidad asociada a menor
religión; correlación entre declive de lo religioso y por eso mayor desarrollo
económico, urbanización y progreso. O al revés, más religiosa es una pobla-
ción, menos moderna es. Se confunde el declive del poder social de las insti-
tuciones religiosas –sobre todo católicas– con la desaparición de las creencias
religiosas. Creyeron que los grupos religiosos debían ocuparse del espacio de
lo privado y de su relación con el más allá. Cuando lo encontraban en el es-
pacio público sólo atinaban a decir que “era una anomalía” o “la restauración
del medioevo” o “retorno del obscurantismo”…No hay ni hubo desaparición
de lo cristiano ni de creencias afros y originarias sino una recomposición de
la manera en que el Estado, la sociedad y los creyentes se relacionan con ese
religioso-cristiano y católico especialmente pero no único en América Latina–
donde el creer por su propia cuenta, la desinsitucionalización y una cultura
católica difusa junto a comunitarismos intensivos forman parte de las maneras
legítimas del creer. La racionalidad religiosa es una más junto a la racionali-
dad política, estatal, económica, erótica, mediática, etcétera.
Numerosos cientistas sociales a nivel global nos hablan hoy del “retorno
de lo religioso” o de “la revancha de Dios” o de la “efervescencia religiosa
a nivel mundial”. Más aún, ven excepciones por todos lados: Europa es una
excepción a esta “explosión de lo religioso” dado que siguen siendo socieda-
des laicas y descristianizadas; EEUU nunca vivió la secularización y es una
excepción; América Latina es otra excepción pues combina Estados, partidos
políticos y sociedades civiles con amplias interacciones entre las esferas sim-
bólica, estatal, política, económica y religiosa; el África es otra excepción
pues hay una combinación entre creencias tradicionales, cristianas e islámicas
y Asia es el lugar de la pluralidad religiosa combinada con espiritualidades
milenarias. ¿No habrá llegado el momento de hablar de modernidades múlti-
12 Política y cultura durante el “Onganiato”

ples, de secularizaciones múltiples y de regímenes sociales de acumulación y


vínculos entre Estado, sociedad política, civil y grupos religiosos –laicidad–
también múltiples? América Latina es una de ellas. La lectura de los estudios
de Shmuel N. Eisenstadt son imprescindibles. Nos recuerda “El principal pos-
tulado de esta perspectiva es que las relaciones y los encuentros entre diferen-
tes sociedades en el mundo contemporáneo no son un diálogo o un choque de
culturas, sino entre diferentes interpretaciones de la modernidad”.2
La idea de modernidad múltiple (lo mismo podemos decir de seculari-
zaciones y laicidades) es una de las maneras de comprender el mundo con-
temporáneo. Lo valioso es ver esas modernidades no sólo como expresión de
un modelo económico, militar y estatal sino como diferenciación estructural
entre esferas e instituciones e historia de constitución y reconstitución conti-
nua también de expresiones culturales diversas llevadas adelante por actores y
movimientos sociales específicos.
Así podemos afirmar que modernidad y occidentalización no son idén-
ticas (como las tensiones entre democracia y liberalismo, como capitalismo
y universalización de derechos) y que los procesos capitalistas occidentales
de modernidad no son los únicos ni los “verdaderos” sin que eso signifique
negar la importancia, hegemonía y dominación que ha tenido ese capitalismo
noratlántico como sistema-mundo en la constitución de otras modernidades.
Al mismo tiempo, hablar de modernidades en plural implica el reconocimien-
to que esas modernidades no son estáticas y que se encuentran en continua
mutación.
El libro sobre el “Onganiato” es un texto central para comprender esos
mundos de coerción, conflicto y equilibrio entre “personas de acción” que se
mueven entre los catolicismos, los nacionalismos, los liberalismos, los milita-
rismos y las modernidades. La riqueza y rigurosidad de varios de los artículos
nos permite ver cómo incomodan definiciones previas, de qué modo viejos
paradigmas impiden comprender y la forma en que las repeticiones anulan la
imaginación sociológica e histórica. Es apasionante el “Onganiato” como lo
es cualquier momento que sea investigado desde estas perspectivas cualitati-
vas y desde los actores. Hay un gran valor en esos textos al enfrentarse “sin
pre-juicios” y “sin cuentas pendientes” a los que pretenden monopolizar aca-
démicamente las interpretaciones de un momento de la vida social argentina.

2 EISENSTADT, Shmuel N. Latin America and the problem of multiple modernities, en


SZNAJDER, RONIGER, FORMENT (edit.) Shifting frontiers of Citizenship, Boston, Lei-
den, 2013.
Prólogo 13

La necesaria perspectiva de los actores lleva a afirmaciones que sólo pue-


den ser entendidas en contexto, en situaciones específicas y que merecen conti-
nuamente ser revisitadas. Los tipos de catolicismos “realmente existentes”,por
ejemplo, son múltiples y suponer que se es de derecha o izquierda;progresista
o conservador; reaccionario o tercermundista; renovador u ortodoxo; nacio-
nalista e hispanista es perder de vista los caminos sinuosos, los laberintos, los
numerosos vasos comunicantes entre el mundo católico, militar, sindical, edu-
cativo y económico, y las posibilidades que ofrece el movimiento y el mundo
católico para las trayectorias de largo plazo en Argentina y el resto de Améri-
ca Latina. Se puede decir: “los católicos publican…; los católicos dicen…”,
pero ya no alcanza. Tampoco alcanza afirmar que tal o cual persona es liberal
olvidándose que se puede ser también católico liberal o liberal católico sin
problema. O los que creen que hubo una fase católica primero y luego laicista
y socialista en la secretaría de Educación de la “Revolución Argentina” sin
sospechar que quizás se trata de dos maneras de ser católica, una en el espacio
público vinculado a la institución católica y otra en el espacio privado y de
conciencia.
La referencia al “anticlericalismo católico de las FFAA” o la “radicalidad
católica” de tal o cual grupo –como Verbo– en esa época queriendo significar
la lucha contra los sacerdotes del Movimiento del Tercer Mundo es digna de
destacar pues disloca a aquellos que asocian otra interpretación. La afirmación
que la revista Criterio apoya al golpe de estado de 1966 pero después toma
distancia porque son católicos “renovadores aunque moderados” muestra la
dificultad a la hora de analizar instituciones católicas que desean ser carac-
terizadas por estar en “el justo medio” pero no pueden pues la vida política
y religiosa argentina no las deja ser neutrales y les exige pronunciamientos.
Las trayectorias tienen el límite del momento en que uno las analiza y
esto abre interrogantes sobre cómo analizar los actores en el largo plazo. Hay
sacerdotes y notables católicos que se suman y adhieren al comunitarismo de
la “Revolución Argentina”, siguen luego al tercermundismo y apoyan organi-
zaciones del peronismo revolucionario (lo revolucionario es otro significante
vacío). Otros ocupan altos cargos en el “Onganiato”, lo dejan y se suman a
experiencias de DDHH contra el terrorismo de Estado. Otros ocupan cargos
en el mismo gobierno, siguen con Lanusse y desde su antiperonismo colabo-
ran con el terrorismo de Estado. ¿Cuál es el hilo conductor –si lo hay– o las
situaciones límites –si las hay– que permiten a uno ser católico conservador,
14 Política y cultura durante el “Onganiato”

católico reformista y católico revolucionario? ¿Qué explican las trayectorias y


cómo deberían interpretarse en el “país de la crisis permanente”?
Quizás no debemos olvidar que el movimiento católico integralista formó
a la gran mayoría de las personas que se dedicaron a la vida política, social y
estatal en nuestro país. Este libro muestra una parte de esa militancia desde
el gobierno y el Estado. No olvidemos que otra gran parte de ese movimiento
católico integral estuvo en calles, fábricas, barrios, colegios, universidades,
movimientos sociales y sindicatos oponiéndose –desde concepciones y valo-
res cristianos– al Herodes de Onganía. Más que descristianización se vivó una
guerra de Dioses, una guerra por la interpretación del verdadero Dios y el ver-
dadero Jesús. Esa trascendencia los impulsó al compromiso social y político,
los llevó a ver en el Estado y la política la presencia de Dios, a no aceptar lo
sagrado sólo en el ámbito de lo privado, a juzgar en cada momento histórico
los “signos de los tiempos” y a rechazar tanto al comunismo integral como al
liberalismo integral. El “Onganiato”, tanto por arriba como por abajo, estuvo
cruzado por esas luchas. La matriz político-religiosa tiene sus especificidades
como en otros momentos históricos.3
El libro es un gran aporte a la historia social y la comprensión de los ima-
ginarios en juego en ese momento histórico. Diferentes a los anteriores, dife-
rentes a los posteriores. El libro abre toda una línea de investigación. Seguir la
pista de los imaginarios político-religioso que integran y comparan el compor-
tamiento y la lógica de la iglesia católica con la del Estado; la analogía entre
populismos católicos y populismos latinoamericanos; el catolicismo como na-
cionalismo de sustitución y el nacionalismo como catolicismo de sustitución;
la modernidad católica como una de las modernidades latinoamericanas en
pugna con la liberal y con la socialista; el análisis de grupos religiosos tipo
secta y sus equivalente en la vida política y cultural; los conceptos de ortodo-
xia y heterodoxia como el de traidor y héroe, o falso y verdadero, se han ido
secularizando sin perder su carga de trascendencia y sagrado; la tensión entre
construir –y por ende cumplir con la vocación trascendente– el Reino de Dios
en el Estado, la política, los movimientos sociales, las FFAA, en uno mismo o
en espacios propios, etcétera, son tareas a seguir.
Cuando otros investigadores y otros libros quiebren paradigmas domi-
nantes y continúen analizando otros momentos históricos desde la lógica de
los actores y de las instituciones, desde imaginarios y subjetividades que in-

3 PINTO, Julio y MALLIMACI, Fortunato (eds.) La Influencia de las religiones en el estado


y la nación argentina, Eudeba, Buenos Aires, 2013.
Prólogo 15

cluyan a unos y otras desde nuestra América Latina, recordemos este libro
del “Onganiato” donde un grupo muy valioso de investigadores fue capaz de
poner en común sus estudios y crear nuevos y críticos conocimientos.
Buenos Aires, diciembre de 2013
El “Onganiato”
Problemáticas y especificidades de un período
postergado por la historiografía

Valeria Galván y Florencia Osuna

E
n el marco de los estudios sobre la historia reciente argentina, el cor-
pus bibliográfico disponible sobre los gobiernos de la autodenominada
“Revolución Argentina” (1966-1973) no sólo es escaso y general, sino
que ha perdido actualidad. Así, pese al sonoro silencio de la historia reciente
sobre la “Revolución Argentina”, el mayor problema no reside en la insufi-
ciente producción académica sobre este período, sino en el enfoque con el
que éste suele ser abordado, que se caracteriza por reproducir preocupaciones
historiográficas de paradigmas que hace tiempo dejaron de estar vigentes.
Por este motivo, creemos que es fundamental reabrir el debate sobre es-
tos años que, en su especificidad, resultan de por sí cruciales para la historia
argentina. De esta manera, en primer lugar, consideramos que es necesario
pensar colectivamente nuevas preguntas y proponer nuevas miradas que per-
mitan abordar ese momento histórico de una manera actual y original. En este
sentido, nos propusimos comenzar a analizar y a discutir el período inicial de
un proceso de profundas transformaciones políticas, económicas, sociales e
ideológicas; es decir el primer gobierno de la “Revolución Argentina”, a cargo
del general golpista Juan Carlos Onganía.
Con este objetivo, en noviembre del 2012 convocamos a especialistas
del campo para discutir en el marco del Primer Taller de Análisis y Discusión
sobre el “Onganiato” (1966-1970) sobre las nuevas perspectivas de análisis
que presentan los años de la presidencia de Onganía. Debido a que el Taller
–que se llevó a cabo en el Instituto de Desarrollo Humano de la Universidad
Nacional de General Sarmiento– resultó en un espacio fructífero de intercam-
bio, del cual emergieron novedosas y reveladoras cuestiones que actualizan y
enriquecen el estado de la cuestión acerca del “Onganiato”, decidimos volcar
sus conclusiones en este libro.
El 28 de junio de 1966 se llevó a cabo un golpe de estado contra el presi-
dente democrático Arturo Illia, comandado por el líder retirado de la “facción
azul” del Ejército, Onganía. El golpe, autodenominado “Revolución Argenti-
18 Política y cultura durante el “Onganiato”

na”, anunciado y apoyado por los medios de comunicación más importantes


de la época, venía a poner fin a un período de escasa legitimidad política y
desorden institucional, con la prometida suspensión de la política partidaria y
la implementación de un estado “modernizador y racional”.
Si los trabajos sobre la “Revolución Argentina”, en su conjunto, adole-
cen de las problemáticas mencionadas, aquellos centrados en el gobierno de
Onganía, específicamente, reproducen los mismos inconvenientes historio-
gráficos. En efecto, los principales estudios académicos referentes a este pri-
mer gobierno fueron realizados en los años setenta y ochenta y, por lo tanto,
responden a determinadas preguntas e inquietudes muy relacionadas con los
debates de aquel entonces; particularmente, el problema del autoritarismo y
de la violencia política. La comprensible y muy válida preocupación de esas
generaciones de investigadores por la represión y los regímenes dictatoriales,
de alguna manera, contribuyó al surgimiento de cierto sentido común sobre el
período, que no hizo sino reproducirse –como veremos– en los análisis poste-
riores. Por este motivo, hoy en día se suele asociar al “Onganiato”, tanto con
algunos aspectos represivos de ese gobierno como también con el germen de
un proyecto que afloraría plenamente en el período 1976-1983.
Así, por ejemplo, el primer trabajo académico que analizó específicamen-
te el período es el ya clásico El Estado burocrático autoritario de Guillermo
O’Donnell, publicado por primera vez en 1982, pero realizado entre 1974 y
1976.1
En éste, el autor se concentra en una caracterización de la estructura es-
tatal que imperó en la Argentina entre 1966 y 1973. En este marco, delinea
los grupos ideológico-políticos afectados en la nueva composición política y
burocrática de la “Revolución Argentina”. Así distingue las facciones de los
“paternalistas” (corporativistas y autoritarios), de los “nacionalistas” (mili-
taristas, corporativistas-revolucionarios y populistas), de los “liberales auto-
ritarios” (provenientes de la gran burguesía urbana) y de los “profesionales”
(inclinados a la ideología liberal).
Particularmente, el gobierno de Onganía se caracterizó por la predomi-
nancia alternada de los sectores “paternalista” y “liberal” que coincidían –no
obstante sus profundas diferencias y tensiones– en los beneficios del proyecto
“despolitizador” del gobierno. De esta manera, una vez desmembrado el sis-
tema partidario y neutralizado el poder de los sindicatos, se procedió –según

1 O’Donnell, Guillermo El estado burocrático autoritario 1966-1973. Triunfos derrotas


y crisis, Buenos Aires, Prometeo, 2009.
El “Onganiato” 19

O’Donnell– a implementar un conjunto de medidas de corte liberal, destina-


das a “normalizar” la economía. Este plan, si bien fue percibido como exitoso
por la gran burguesía industrial, provocó fuertes resistencias en la burguesía
agraria, en la burguesía urbana nacionalista, en las capas medias y en los sec-
tores populares. El creciente descontento de estos influyentes actores polí-
ticos, sumado al ensanchamiento de la brecha de intereses entre “liberales”
y “paternalistas”, a los realineamientos sindicales y a la radicalización de la
acción política estudiantil y sindical, no tardaron en traducirse en graves pro-
blemas políticos que desembocaron en la crisis de la dictadura de Onganía y
en su inevitable caída. Bajo estas circunstancias, O’Donnell recorre durante
la primera presidencia de la “Revolución Argentina” los avatares sociales, po-
líticos y económicos de la implantación de una honda transformación estatal,
bajo el signo del autoritarismo.
En esta misma tónica, Alain Rouquié (cuyo trabajo fue publicado por pri-
mera vez en Francia en 1978) se refiere al gobierno de Onganía casi hacia el fi-
nal de su libro, Poder militar y sociedad política en la Argentina, desatacando
sus aspectos autoritarios y sus vínculos con la derecha nacionalista-católica y
el empresariado liberal.2 Sin embargo, en esta caracterización, no deja de lado
la importancia del proyecto corporativista que inspiró en un primer momento
el pretendido cambio radical de las burocracias estatales, con el fin de suplan-
tar la desprestigiada democracia partidista. Así, según sostiene Rouquié, pese
a la retórica corporativista y nacionalista, la “modernización” que pretendió
llevar a cabo el nuevo gobierno se basó, en la práctica, en una combinación
de autoritarismo en lo político (para lo cual resultó funcional la clausura de la
vida política partidaria) y liberalismo en lo económico.
Más allá de estos trabajos pioneros que refieren al “Onganiato”, más re-
cientemente, debemos destacar el análisis que realiza al respecto Liliana de
Riz en La política en suspenso 1966/1976.3 La autora recorre la gestión de
Onganía, desde la preparación del golpe de 1966, centrada principalmente en
las principales medidas de gobierno y en cómo tanto éstas como la figura mis-
ma del presidente fueron percibidos por la opinión pública del momento. Este
sesgo, condujo a la autora a destacar los eventos más resonantes de la historia
política de este período, sin profundizar demasiado en una perspectiva ana-
lítica concreta. Así, la presidencia de Onganía queda plasmada en su estudio

2 Rouquié, Alan Poder militar y sociedad política en la Argentina. Tomo II 1943/1973,


Buenos Aires, Emecé, 1998.
3 De Riz, Liliana La política en suspenso 1966/1976, Buenos Aires, Paidós, 2007.
20 Política y cultura durante el “Onganiato”

tan sólo como un continuo de medidas paliativas de la crisis que atravesaba


el país, intentos infructuosos de hacer primar la “administración” por sobre la
política y, principalmente, de conflictos político-sociales como respuesta a las
medidas del “Onganiato” que constreñían cada vez más a la sociedad civil y a
influyentes actores políticos.
Finalmente, consideramos necesario agregar a esta lista de trabajos aca-
démicos emblemáticos sobre esta primera presidencia de la “Revolución Ar-
gentina”, el libro Autoritarismo y democracia, de Marcelo Cavarozzi.4 En
éste, el autor ubica el gobierno de Onganía en una etapa caracterizada por
estériles intentos de reunificar el campo político (cuya desarticulación había
sido heredada del período anterior), a partir del autoritarismo de gobiernos
militares fuertes. Entre estos últimos y, al igual que sus sucesores, el gobierno
de Onganía finalizó –según concluye Cavarozzi– con la catástrofe en la que
derivó el mantenimiento de un cierto equilibrio en el campo de relaciones de
fuerza, en base a un proyecto autoritario y represivo. Este énfasis puesto por
este autor en el autoritarismo del gobierno de Onganía, si bien no necesaria-
mente es exagerado, le impidió reconocer en su trabajo la existencia e impor-
tancia de otras aristas del “Onganiato”.
Como se puede observar en la breve síntesis que realizamos del esta-
do de la cuestión sobre el período, en general, estas miradas historiográficas
centradas en el costado autoritario y represivo del gobierno no permiten dar
cuenta de la vasta complejidad que definió a esta gestión –como intentaremos
demostrar aquí– y, además, parecen más interesadas en describir y explicar al
“Onganiato” tan sólo como preludio de la escalada de violencia y caos políti-
cos que se sucedieron en la década siguiente.
Coincidentemente con este enfoque, la tendencia a analizar el período
previo a la dictadura de 1976, atendiendo exclusivamente al autoritarismo y
al origen de ciertos elementos que reaparecerían magnificados más adelante,
hizo confluir con los trabajos mencionados a distintos estudios académicos
que tienen como objeto de análisis principal el surgimiento de la “Nueva Iz-
quierda”. Así, en estos trabajos5, se asocia a la “Revolución Argentina”, en

4 Cavarozzi, Marcelo Autoritarismo y democracia (1955-1996). La transición del estado


al mercado en la Argentina, Buenos Aires, Ariel, 1997.
5 CARNOVALE, Vera “La política armada: el problema de la ‘militarización’ en el PRT-
ERP”, en Lucha Armada en la Argentina, Buenos Aires, 2008, p. 4-28; HILB, Claudia y
LUTZKY, Daniel La nueva izquierda argentina: 1960-1980 (política y violencia). Bue-
nos Aires, CEAL, 1984; CALVEIRO, Pilar Política y/o violencia. Una aproximación a la
guerrilla de los años ’70. Buenos Aires, Editorial Norma, 2005; TORTTI, María Cristina
El “Onganiato” 21

general, y al “Onganiato”, en particular, con una serie de acontecimientos,


entre los cuales podemos mencionar la clausura de la política, la intervención
y represión en las universidades nacionales, el estallido político y social cono-
cido como el “Cordobazo”, el asesinato del ex presidente de facto Aramburu y
el inicio –con éste– de la escalada de violencia política y del protagonismo de
la guerrilla urbana, el desarrollo de la “violencia armada” como producto de
la clausura y el enviciamiento de la institucionalidad democrática, entre otros
eventos que lograron erigirse como paradigmáticos de fines de los sesenta y
de los setenta.
En conclusión, podríamos resumir que los principales rasgos que suelen
destacarse del período que nos propusimos analizar son, por un lado, la ma-
triz política violenta –en distintos sentidos– como variable explicativa de lo
acontecido en los años posteriores a la “Revolución Argentina” y, por otro, el
surgimiento, en los años de Onganía, del proyecto económico liberal que se
consolidaría a partir de 1976. Esta crítica de nuestra parte no implica, empero,
negar los rasgos autoritarios del gobierno de Onganía, como así tampoco cues-
tionar la existencia de proyectos y actores que reaparecerían en la dictadura de
1976. Sin embargo, creemos que para develar otras características igualmente
relevantes de este período, es necesario someter el debate historiográfico a una
renovación profunda que arroje nuevas preguntas sobre el “Onganiato”.
Por esta razón, el principal objetivo de nuestra propuesta es desempolvar
y actualizar esta agenda de investigación y comenzar a explorar en profundi-
dad otras dimensiones de ese momento histórico. Para ello, nos interesa con-
tinuar con el camino ya iniciado por nuevas generaciones de investigadores,
cuyos primeros análisis sobre el “Onganiato” dan cuenta no sólo de un “ma-
lestar” en común respecto de los análisis clásicos del período, sino también
de una serie de preguntas y miradas compartidas en relación a lo que fue el
gobierno de Onganía.
En este sentido, es nuestra intención retomar y profundizar los cuestiona-
mientos realizados por algunos de los autores incluidos en esta compilación,
quienes ya habían abordado aspectos fundamentales pero poco estudiados de
ese período, tales como el comunitarismo, la ideología corporativista o las tra-
yectorias de los funcionarios católicos del gobierno, desde perspectivas analí-

“Protesta social y nueva izquierda en la Argentina del Gran Acuerdo Nacional”, en Taller.
Revista de Sociedad, Cultura y Política, vol. 3, nro. 6, 1998, págs. 11-39.
22 Política y cultura durante el “Onganiato”

ticas actuales.6 Asimismo, también consideramos necesario agregar a esta lista


de temáticas a profundizar puntos como la composición político-ideológica
de los círculos sociales allegados a funcionarios y políticos del “Onganiato”;
el rol de las transformaciones que se estaban llevando a cabo en el mundo
católico (y los vínculos de este último con esta dictadura); los proyectos polí-
ticos, sociales y culturales que se pretendieron llevar a cabo en el marco de la
modernización; el ideario y las complejas redes nacionales e internacionales
en los que estaban insertos los principales actores del periodo; entre muchos
otros.
En síntesis, como corolario de estas inquietudes, los capítulos que forman
parte de esta compilación pretenden renovar los debates sobre el “Onganiato”.
En este sentido, el siguiente volumen reúne las virtudes, no sólo de abordar
aristas temática y metodológicamente originales, sino también de demostrar
en el análisis la importancia de la especificidad de los procesos históricos que
transcurrieron en la Argentina entre 1966 y 1970.
En base a estas consideraciones, el presente libro se estructura en dos
partes. En primer lugar, se analizan los cambios que la sociedad y la cultura
política atravesaron en el marco del “Onganiato”. En este sentido, esta pri-
mera sección se inicia con el capítulo de José Zanca, que aborda las transfor-
maciones en el mundo católico argentino, en el marco del cuestionamiento
global a los pilares ideológicos, culturales, políticos y sociales vigentes hasta
el momento. Al analizar el proceso de cambios en el seno de la Iglesia argen-
tina, Zanca muestra que en esta “actualización” de los católicos a los nuevos

6 Scirica, Elena “Ciudad Católica-Verbo: Discursos, redes y relaciones en pos de una


apuesta [contra] revolucionaria”, en IV Jornadas Nacionales Espacio, Memoria e Identi-
dad. Universidad Nacional de Rosario, 4-6 octubre, 2006; SCIRICA, Elena “Educación y
guerra contra-revolucionaria. Una propuesta de Ciudad Católica-Verbo”, en Clio & Aso-
ciados. La historia enseñada, Nº 11, 2007, 119-140; SCIRICA, Elena “Visión religiosa y
acción política. El caso de Ciudad Católica – Verbo en la Argentina de los años sesenta”,
En PROHAL Monográfico, Volumen 2, Nº2, 2010, 26-56; RODRIGUEZ, Laura Gracie-
la y BARBARITO, María “Los católicos de derecha en los años sesenta. La experien-
cia ‘comunitarista’ en Pergamino (1966-1973)”, en Terceras Jornadas nacionales de his-
toria, Córdoba, 2011; Gomes, Gabriela “Principios y prácticas de desarrollo comunitario
en el Onganiato”, en VI Jornadas de trabajo sobre historia reciente, Universidad Nacional
del Litoral, Santa Fe, 2012; Giorgi, Guido “Redes católicas y Estado en la ‘Revolución
Argentina’”, Ciencias Sociales y Religión. Volumen 12, Nº 12, 2010, pp. 53-78; Giorgi,
Guido y MALLIMACCI, Fortunato “Catolicismos, nacionalismos y comunitarismos en po-
lítica social. Redes católicas en la creación del Ministerio de Bienestar Social de Argentina
(1966-1970)”, en Revista Cultura y Religión, Vol. VI, N° 1, 2012, pp. 113-144. 
El “Onganiato” 23

tiempos, éstos llegan tarde a una modernidad que ya estaba siendo discutida
por los movimientos políticos y culturales propios de los sesenta. Precisamen-
te el mundo católico se “moderniza” en los albores de la posmodernidad. En
este marco, pese a los vínculos iniciales entre “Onganiato” e Iglesia, la serie
de transformaciones que caracterizó a la sociedad en los sesenta se tradujo al
mundo católico en un proceso de secularización que repercutió –en última ins-
tancia– en una enajenación de los católicos posconciliares respecto del primer
gobierno de la “Revolución Argentina”.
Seguidamente, el capítulo de Elena Scirica presenta al lector otra cara
del mundo católico, una cara políticamente radicalizada, cuyas raíces se ex-
tienden –como muestra este capítulo– al viejo contintente. Específicamente,
en este trabajo, Scirica analiza los núcleos de militantes católicos allegados al
gobierno de Onganía: el Ateneo de la República, los Cursillos de Cristiandad,
los Cooperadores Parroquiales Cristo Rey y la Ciudad Católica, destacando en
este recorrido, no sólo la contribución que brindaron a las políticas represivas
del “Onganiato”, sino, principalmente, el modo en que se erigieron como artí-
fices de la construcción del consenso necesario para llevar a cabo las políticas
de la “Revolución Argentina”.
En relación a este último punto, sigue a continuación el capítulo de Mar-
tín Vicente que se concentra en el ideario liberal-conservador que contribuyó a
formar la amalgama ideológica en la que se basó el proyecto de la “Revolución
Argentina”. Así, a partir de la trayectoria intelectual de uno de sus principales
representantes en la época, Mariano Grondona, Vicente analiza cómo los libe-
rales argentinos de fines de los sesenta invierten el recorrido seguido por los
católicos que estudió Zanca. Es decir, los liberales se terminaron acercando
al círculo de Onganía, sellando de esta manera un vínculo que a primera vista
parecía inverosímil, basado principalmente en la coyuntura de modernización
autoritaria garantizada por el “Onganiato”.
Pero la modernización no sólo se extendió a las esferas de lo económico
y de lo político. Como aborda el capítulo de Valeria Galván, el último de esta
primera parte, la modernización que coincidió con el “Onganiato”, alcanzó
también al mundo de la cultura. Debido a ello, los campos de la cultura y del
arte argentinos de fines de la década atravesaron cambios radicales que se
enfrentaron con los parámetros estéticos y morales de la “Revolución Argen-
tina”. En particular, el capítulo de Galván, analiza cómo fueron vistos estos
cambios desde otro de los sectores cercanos al consenso que apoyó el golpe de
Onganía, los nacionalistas. Éstos últimos, según demuestra la autora, si bien
24 Política y cultura durante el “Onganiato”

explícitamente reticentes a las transformaciones que introducía la moderniza-


ción cultural, no pudieron escapar a sus influencias.
La segunda parte del libro se concentra en los proyectos estatales y las
políticas públicas del “Onganiato” ligados con el comunitarismo, el desarro-
llismo y la modernización. En este sentido, en el primer capítulo de esta sec-
ción, Gabriela Gomes analiza el origen político e ideológico de la propuesta
comunitarista del gobierno. En consonancia con los Principios de la Doctrina
Social de la Iglesia, pero también respondiendo a las recomendaciones de los
organismos internacionales, desde la Secretaría de Estado de Promoción y
Asistencia de la Comunidad (SEPAC) del Ministerio de Bienestar Social se
promovió la participación activa de la población en la resolución de los pro-
blemas sociales. De esta manera, los funcionarios de este ministerio, que eran
en su mayoría católicos, desarrollistas y corporativistas, intentaron fundar una
nueva y “revolucionaria” democracia que sustituyera al liberalismo y al siste-
ma de partidos políticos.
A continuación, el capítulo de Guido Giorgi demuestra que, además de
la SEPAC, otras agencias estatales también promovieron el comunitarismo
en el período estudiado. Por ejemplo, la Secretaría de Gobierno del Ministe-
rio del Interior desarrolló una ambiciosa iniciativa denominada Directiva de
Participación. En este capítulo, Giorgi reconstruye, además de las iniciativas
concretas, las trayectorias y el ideario de los funcionarios que impulsaron el
comunitarismo. Aunque muchos eran católicos desarrollistas, el autor también
presta atención a las diferencias que existían entre las redes de pertenencia de
estos actores. Las iniciativas de participación comunitaria materializaban un
horizonte de sentido compartido por estos funcionarios y se convirtieron en la
principal línea política del “Onganiato”. Sin embargo, el autor sostiene que no
constituyeron un programa de gobierno debido a su carácter difuso y a su falta
de sistematicidad y planificación.
En la misma línea de indagación, seguidamente, el capítulo de María Bar-
barito estudia la aplicación concreta de este proyecto de participación comuni-
taria en el partido de Pergamino, provincia de Buenos Aires. En este análisis a
escala local, la autora reconstruye la manera en que se intentó llevar a la prác-
tica la propuesta comunitarista del “Onganiato”. En este sentido, el proyecto
se materializó en la sanción de la Ley orgánica de municipalidades, que ins-
titucionalizó los Consejos Vecinales integrados por personas representativas
de los distintos sectores de cada municipio; así como también el Consejo de
Promoción de la Comunidad y la Asociación de Comisiones de Fomento. Bar-
El “Onganiato” 25

barito reconstruye las diferentes iniciativas que tuvieron lugar en este partido
bonaerense en el período 1966-1970 y sus relaciones con los acontecimientos
nacionales.
El ideario católico, desarrollista y modernizador también repercutió en
otras áreas de la política pública; y, en relación con esto, a continuación, el
capítulo de Laura Rodríguez analiza la manera en que impactó en la “Refor-
ma educativa” de 1968. La autora reconstruye las políticas y las trayectorias
de los funcionarios de la cartera educativa y observa que conformaban una
red de “expertos” en educación que circulaba por varias instituciones de tinte
conservador, nacionalista e hispanista como el CONSUDEC, la Universidad
Católica Argentina, Acción Católica y el Instituto de Cultura Hispánica. La re-
forma educativa fue implementada mayoritariamente en la provincia de Bue-
nos Aires y debió ser descartada en 1971 por las críticas que recibió.
Por último, el capítulo de Florencia Osuna hace foco en los sentidos que
adquirió el proyecto modernizador del “Onganiato” en el plano estatal, ana-
lizando el caso de la seguridad social. De esta manera, además de la raciona-
lización y tecnificación de la administración pública, el capítulo estudia otras
aristas de este proceso ligadas con las utopías futuristas. En el caso de la se-
guridad social, esto se manifestó en la importancia de la metodología de la
“Prospectiva” y en la presencia de asesores como Agustín Merello. Una de las
preguntas que atraviesa a este último capítulo es de qué manera convivió el
ideario corporativista y tradicionalista del gobierno con la admiración por el
futuro y las nuevas tecnologías.
En conjunto, la diversidad de abordajes y temáticas que reúne este volu-
men intenta, en este sentido y a partir del estudio de las ideas y las prácticas
políticas, sociales, culturales y estatales que tuvieron lugar durante el “On-
ganiato”, renovar las preguntas y enfoques sobre el período enmarcado en la
presidencia de Onganía con el fin último de actualizar y contribuir al enrique-
cimiento de un campo en el que todavía queda mucho por trabajar.
PRIMERA PARTE
Transformaciones en la sociedad argentina
y en la cultura política a fines de la década del sesenta
Más allá de la espada y el hisopo
Religión, política y sociedad durante el “Onganiato”

José Zanca

l 16 de octubre de 1966 el subsecretario de relaciones exteriores y culto

E del gobierno de la “Revolución Argentina”, Jorge Adolfo Mazzinghi,


brindaba en Mar del Plata el discurso de bienvenida a la X Asamblea
Ordinaria de la CELAM. Mazzinghi subrayó la unidad religiosa del continen-
te y, según los medios periodísticos que cubrieron el evento, le dio “un tono de
cruzada” a su disertación. Esto chocó con las expresiones de los obispos, que
prefirieron hablar de “pluralismo religioso, ideológico y político” y enfatizar
las diferentes funciones que debían desplegar la Iglesia y el estado respecti-
vamente.1 La reunión había sido precedida por el “secuestro” de Dom Helder
Cámara, arzobispo emérito de Olinda y Recife, para que no hiciera declaracio-
nes a los medios, y terminaba con un claro desencuentro entre los funcionarios
del recientemente instalado gobierno de Juan Carlos Onganía (1966-1970) y
la máxima instancia del catolicismo latinoamericano.2
De esta particular escena pueden desprenderse al menos dos observacio-
nes. Por un lado, que la vinculación entre el gobierno de Onganía y los distin-
tos niveles del catolicismo local (obispos, clero y laicos) atravesó momentos
de tensión y ruptura. Por el otro, el mismo soporte a través del cual nos llega el
relato, la prensa masiva, nos permite inferir que las relaciones entre el estado,
la Iglesia y la sociedad estaban cambiando aceleradamente.
Los años del “Onganiato” coincidieron con los de mayor efervescencia
del catolicismo en el siglo XX. Desde la inmediata posguerra, sacerdotes, lai-
cos, militantes e intelectuales promovieron cambios en la relación Iglesia-
mundo que terminaron plasmándose en el Concilio Vaticano II. Luego de su
finalización en 1965, el resultado parecía indicar un triunfo de los sectores
“progresistas”. De hecho, la prensa así lo señalaba. Incluso el conservador
episcopado argentino, conducido por monseñor Caggiano, emergía como un
resignado administrador de los cambios que ya no podían evitarse. En los años

1 “Celam: la revolución social de la Iglesia” en Confirmado, 20 de octubre de 1966, pp. 25-


26.
2 Selser, Gregorio El Onganiato, C. Samonta, Buenos Aires, 1973.
30 Política y cultura durante el “Onganiato”

siguientes surgieron cientos de iniciativas renovadoras, conflictos entre la je-


rarquía y los sacerdotes en distintas diócesis del país, un clima de revolución
interna inminente que se ajustaba al marco de la época, en fin, un lustro en el
que la crisis de los significados transformó violentamente uno de los universos
sociales que se presuponía como un refugio de estabilidad.
Las lecturas sobre este periodo han hecho hincapié en la simbiótica rela-
ción que estableció el católico gobierno de Onganía y la jerarquía eclesiásti-
ca.3 Un conjunto de hechos avalan este enfoque: la provisión de cuadros a la
administración del estado, la firma del concordato con el Vaticano en 1966,
la presencia y compromiso de altas figuras del episcopado con la política gu-
bernamental. Sin embargo, la compleja relación que mantuvieron entre sí los
componentes del universo católico ha quedado sólo como un telón de fondo.
Dados los cambios que la yuxtaposición entre el mundo y el catolicismo ge-
neraron en esa década, es insuficiente pensar la cesura de 1966 sólo como una
confrontación entre una “franja crítica” y una “franja tradicionalista” de la
sociedad.4 De hecho, el vínculo entre gobierno de Onganía y la Iglesia, una
institución que había provisto de credenciales a muchos regímenes no demo-
cráticos del siglo XX, agudizó sus conflictos internos.
El trabajo propone un examen de conjunto sobre las relaciones entre re-
ligión, política y sociedad en los años del “Onganiato” a través de una mi-
rada metainstitucional, confiando en que tal enfoque revelará aspectos más
sustantivos de la mutación católica. El proceso de transformación que vivió
el catolicismo argentino fue parte de una transformación global, a la cual los
actores locales podían acceder gracias a los modernos medios de comunica-
ción, con una velocidad e inmediatez superiores a los de cualquier otra crisis
que hubiera vivido antes la Iglesia católica. Muchos de estos cambios –en la
figura del sacerdote, en rol de los laicos, en la concepción del poder político,
en la noción de pecado– fueron la manifestación de un amplio proceso de
secularización, entendido como un cuestionamiento a la autoridad religiosa
dentro y fuera del campo estrictamente confesional. Finalmente, los virajes
del catolicismo estuvieron vinculados a los cambios más generales de la cul-
tura de los años sesenta.

3 Véase Di Stefano, Roberto y ZanatTa, Loris Historia de la Iglesia Argentina: desde


la conquista hasta fines del siglo XX, Grijalbo Mondadori, Buenos Aires 2000; Ghio, José
María La Iglesia Católica en la política argentina, Prometeo, Buenos Aires, 2007.
4 Terán, Oscar Nuestros años sesentas: la formación de la nueva izquierda intelectual en
la Argentina, 1956-1966, El Cielo por Asalto/Imago Mundi, Buenos Aires, 1993.
Más allá de la espada y el hisopo 31

Una década de cambios


La década de 1960 produjo una revolución en el catolicismo argentino. El
Concilio Vaticano II significó un verdadero cambio de época, habilitando una
serie de discursos e intervenciones públicas de sacerdotes y laicos, inimagina-
bles en las décadas precedentes. Si bien mucho se ha escrito sobre las diferen-
cias en la apropiación del Concilio en Europa y Latinoamérica –y sin negar-
las–, es cierto que en ambos casos surgió una nueva eclesiología, expresada
en la noción de Iglesia como pueblo de Dios. Esta novedad tuvo derivaciones
más inclinadas hacia el ecumenismo en el caso europeo, expresadas en el diá-
logo con protestantes y ortodoxos, e incluso con el marxismo. O derivaciones
más claramente sociopolíticas entre los latinoamericanos, entre los que primó
una opción preferencial por los pobres, entendidos como verdadero pueblo de
Dios, y un compromiso con el cambio de estructuras injustas y la liberación
espiritual y material de ese mismo pueblo. En cualquiera de los dos casos, la
noción de pueblo de Dios tenía una derivación intraeclesiástica. El concepto
generaba imaginarios que permitían la representación de la Iglesia como una
gran asamblea, en la cual la palabra debía ser distribuida igualitariamente,
donde la jerarquía debía ser sinónimo de servicio más que de poder, y donde
los laicos, que hasta ese momento debían escuchar y obedecer, podían conver-
tirse en protagonistas de la acción religiosa.
Los cambios en la Iglesia fueron seguidos con mucha atención por la
prensa. Las publicaciones de espíritu modernizador, los nuevos magazines
como Primera Plana, Confirmado, Panorama, así como las principales re-
vistas culturales católicas –Criterio y Estudios– informaron al público sobre
las mutaciones que el Concilio estaba generando en la Iglesia.5 Se modificó la
liturgia y la figura del sacerdote se desacralizó al involucrarse en tareas profa-
nas. Que fueran cambios simbólicos, de la esfera de las representaciones, no
quiere decir que fueran poco profundos. Tratándose de una institución cuyos
instrumentos de acción pública son fundamentalmente simbólicos, este tipo
de cambios adquieren una gran relevancia, en comparación a otras institucio-
nes que disponen de un conjunto más variado de recursos. En agosto de 1963

5 Bernetti, Jorge Luis “El periodismo argentino de interpretación en los ´60 y ´70. El rol
de ‘Primera Plana’ y ‘La Opinión’” en Actas del IV Congreso ALAIC, Recife, Septiembre
de 1998; Mazzei, Daniel Medios de comunicación y golpismo: el derrocamiento de Illia
(1966), Grupo Editor Universitario, Buenos Aires 1997; Rivera, Jorge El periodismo cul-
tural, Paidós, Buenos Aires 1995; Aguilar Mora, Jorge y Sosnowski, Saúl (eds.)
La cultura de un siglo: América Latina en sus revistas, Alianza, Madrid 1999.
32 Política y cultura durante el “Onganiato”

Panorama daba una extensa cobertura a la transformación que vivía la Iglesia


argentina. Apoyada en una destacada producción fotográfica, la nota pretendía
mostrar “el nuevo rostro de la Iglesia”, representado por los sacerdotes más
jóvenes y dinámicos de los años 60, jesuitas como Aduriz, laicos como Fer-
nández Moujan, o instituciones especializadas como el CIAS, un verdadero
think tank de los sesentas. Las imágenes, lejos de las clásicas poses aristocráti-
cas con las que solía fotografiarse el clero, mostraban a sacerdotes mezclados
con las actividades más profanas: el fútbol, la reflexión intelectual, el trabajo
barrial. En la nota, el misionero padre Dinilo rompía uno de los mitos que ha-
bía legitimado la pretensión de la Iglesia a un trato preferencial por parte del
estado: afirmaba que Argentina no era una nación católica y llamaba “a no en-
gañarse”, dado que más allá de los bautizos y las cifras, “no somos mayoría”.6
Uno de esos cambios, que va a trascender a las décadas y los reinados
posteriores, es la ponderación internacional de la figura del Papa. Pío XII
(1939-1958) había marcado el final de una época. Se trataba de un Papa que
había jugado cartas demasiado neutrales durante la Segunda Guerra Mundial,
y que durante la Guerra Fría había colaborado con la paranoia internacional
anticomunista (por ejemplo, con la condena de 1949) y la persecución a los
teólogos disidentes dentro de la misma Iglesia (encíclica Humani Generis de
1950).7 Su reinado había concluido en un fuerte aislamiento y el catolicismo
parecía destinado a desaparecer en un mundo que se secularizaba acelerada-
mente. Por el contrario, Juan XXIII (1958-1963) y especialmente Pablo VI
(1963-1978) se convirtieron en los “papas de la paz” en un mundo convul-
sionado, revirtiendo la imagen pública de Roma. Más allá de la diplomacia
vaticana y sus terrenales opciones y acuerdos, lo significativo para el cuadro
religioso de los años sesenta fue la proyección pública de la figura papal.
Marcando una diferencia con sus antecesores, Pablo VI será el primer “papa
viajero”. Ese perfil asombrará a la opinión pública, y recibirá una amplia co-
bertura de las publicaciones más importantes. El viaje que inició en enero de
1964 a Palestina, con el objetivo de visitar los lugares santos, fue seguido con
grandes coberturas, enviados especiales y producciones fotográficas a todo
color. Se mencionaba la travesía como el verdadero “retorno de Pedro”. Pablo

6 Mas, Fernando y Soto, Edgardo Luis “El nuevo rostro de la Iglesia argentina” en Pano-
rama, agosto de 1963, pp. 115-120.
7 Congar, Yves Diario de un teólogo, 1946-1956, Trotta, Madrid 2004.
Más allá de la espada y el hisopo 33

VI era el “pontífice peregrino” que marchaba “tras las huellas de Jesús en pos
de la unidad de los cristianos”.8
Llegaron también cambios en la organización de la máxima jerarquía.
Desde el Concilio los obispos debían presentar su renuncia a los 75 años. El
Papa tendría la posibilidad de construir o romper equilibrios en los episcopa-
dos nacionales, según el tipo de política que quisiera aplicar en cada caso. La
remoción rápida de personajes en exceso “preconciliares’ o por el contrario,
el mantenimiento de reformadores, o agentes de equilibrio, más allá de los
75 años, eran posibles utilizando esta novedosa institución jubilatoria. Los
cambios a nivel local fueron también profundos. En Argentina habían sido
fundadas universidades católicas a fines de los años cincuenta, luego de un
importante conflicto. Pero más allá de los objetivos de sus fundadores, éstas
se convirtieron rápidamente en cajas de resonancia que multiplicaron y die-
ron un carácter académico a los debates conciliares. Tanto en la Universidad
Católica Argentina (UCA) como en la Universidad del Salvador (USAL) se
generaron serios conflictos, producto de la aparición de una militancia laica
con veleidades de autonomía que la jerarquía no hubiera imaginado antes del
Concilio. El caso de la UCA fue sin duda el más conocido. Luego de que un
grupo de profesores y alumnos se solidarizaran con sus colegas de las uni-
versidades públicas intervenidas en 1966, el rector, Nicolás Derisi, decidió
sancionarlos. Uno de los renunciantes fue el sociólogo José Enrique Miguens,
quien destacó en su carta de dimisión que la universidad debía “...eliminar el
autoritarismo y el dogmatismo, y fomentar en los alumnos el espíritu crítico”.
Por el contrario, y en clara alusión al problema, el arzobispo de Buenos Aires
monseñor Caggiano sostuvo en el acto de bendición de una nueva sede de la
Universidad que cuando un investigador llegaba a conclusiones que se opo-
nían a la verdad revelada, debía empezar de nuevo.9 El conflicto ponía en evi-
dencia las tensiones y la autonomía que adquirían los estudiantes y docentes
de las universidades confesionales, y cómo se acortaba la distancia entre éstas
y la universidad pública. De hecho, los estudiantes de la USAL buscaban re-
hacer puentes con los alumnos de la Universidad de Buenos Aires (UBA). En
1966 la Federación de Estudiantes de la Universidad del Salvador (FEUS) no
ocultaba su intención de iniciar diálogos con la FUA para conformar un úni-
co movimiento estudiantil. Algunos de sus dirigentes, como Gustavo Girard,
Andrés Cisneros y Alejandro Maglione sostenían que los prejuicios contra la

8 “El retorno de Pedro” en Panorama, febrero de 1964, pp. 36-45.


9 “UCA: el éxodo de los sociólogos” en Primera Plana, 27 de diciembre de 1966, p. 17.
34 Política y cultura durante el “Onganiato”

USAL eran falsos, y a la hora de definir sus identidades políticas se alineaban


con la “izquierda cristiana” no marxista.10 En las universidades públicas el
movimiento humanista había alcanzado una alta representatividad, llegando
a controlar la Universidad de Buenos Aires desde 1961 hasta su intervención
en 1966. A pesar de estar integrado por católicos, se presentaba como un mo-
vimiento no confesional, y sus referentes ideológicos eran Jacques Maritain y
Emmanuel Mounier.11
Cabe preguntarse cuál era la percepción social de estos cambios, hasta
qué punto una sociedad nominalmente católica como la argentina simpatiza-
ba con estas modificaciones intraeclesiales y se identificaba con el nuevo rol
que la Iglesia pretendía desplegar en la sociedad. Una serie de encuestas –en
una década en la que distintas organizaciones públicas y privadas recurrían
a esta herramienta con fruición– pueden darnos algunas pistas.12 Claramente
se trata de series de información fragmentarias, limitadas por una metodolo-
gía que aún buscaba un horizonte normativo, y cuyas conclusiones sólo son
eso, indicios. Pero permiten aproximarnos a las demandas espirituales de los
argentinos en los años sesenta. Las cifras revelan que estamos lejos de una so-
ciedad que rechazaba una ética colectiva en pos de la libertad y la autonomía
de los sujetos. En 1961, consultados sobre si consideraban necesaria la ense-
ñanza moral en las escuelas, el 83 % de los encuestados en Capital Federal y
Gran Buenos Aires respondieron afirmativamente. Sin embargo, esa respuesta
ocultaba una complejidad intrínseca: no necesariamente el deseo por una for-
mación espiritual era sinónimo de catolicismo. De hecho, de ese porcentaje
de aprobación, sólo el 27 % deseaba que la orientación fuera católica. El resto
sostenía que no debía tener “ninguna orientación” (14,6 %), que debía ser
laica (18,6%) o “religiosa en general” (20,1%).13
Puede apreciarse la mutación sobre la percepción que la sociedad tenía
de la Iglesia a lo largo de la década. Una encuesta no datada, pero que co-
rresponde a principios de la década de 1960, y que abarcó Capital Federal,
Gran Buenos Aires, Rosario y Córdoba, consultaba a los encuestados sobre si
creían que la Iglesia católica en América Latina era “demasiado conservadora

10 “Apertura, búsqueda, conciencia” en Confirmado, 23 de junio de 1966, pp. 36-37.


11 Zanca, José Cristianos antifascistas: conflictos en la cultura católica argentina, 1936-
1959, Siglo Veintiuno Argentina, Buenos Aires 2013.
12 Se trata de los informes de estudios de opinión pública que forman parte de la Colección
José Enrique Miguens (1958-1973).
13 Centro de Investigaciones Motivacionales y Sociales Sexta encuesta
de Opinión Pública. O.P. 6, diciembre de 1961.
Más allá de la espada y el hisopo 35

o demasiado revolucionaria”. El 51 % la percibía como “demasiado conserva-


dora” y sólo el 13, 5 % como “demasiado revolucionaria”. Un 22,4 % no creía
que pudiera identificarla con uno u otro término.14 En 1970 esa percepción
había cambiado, y la mayoría consideraba que la organización institucional
de la Iglesia Católica en los últimos años había cambiado profundamente.
Los datos generales señalaban que un 53,6 % así lo creía, frente a un 16,3
% que sostenía lo contrario. Un 29,8 % decía desconocer si esos cambios se
había producido o no. El relevamiento aportaba como dato significativo que
en algunas áreas los “no católicos” percibían más claramente el cambio que
los propios católicos.
Estos indicios son estériles si no se suman a un análisis cualitativo que
valore la relación que la Iglesia y la sociedad mantenían desde los años cin-
cuenta. En este sentido es posible identificar un ciclo anticlerical que se ini-
ció a mediados de esa década, en el que se inscribía el apoyo que distintos
sectores le dieron a las medidas del segundo gobierno de Juan D. Perón, y el
posterior enajenamiento de gremios y militantes peronistas a partir de la parti-
cipación de católicos en el golpe de estado de 1955.15 A estos hechos debemos
sumarle el conflicto educativo de la “laica o libre”, abierto durante el gobier-
no de la llamada “Revolución Libertadora” y proyectado hacia el de Arturo
Frondizi, centrado en la habilitación de universidades privadas. En ese caso
fueron particularmente los sectores juveniles y medios de la sociedad los que
se movilizaron en contra de lo que consideraban era un avance injustificado
de la Iglesia en el campo de la cultura. En buena medida, las transformaciones
que la Iglesia vivió en los sesenta aplacaron esa oleada anticlerical, más allá
de que muchos creyeran que esos cambios eran sólo cosméticos.16 Ese nuevo
encuentro entre viejos enemigos puede ejemplificarse en la nueva actitud del
socialismo argentino, uno de los más vehementes actores del anticlericalismo
a lo largo del siglo XX. En un extenso reportaje en 1966, Américo Ghiol-
di señalaba que esta nueva relación con la Iglesia se debía a que ésta había

14 Centro de Investigaciones Motivacionales y Sociales Ubicación de la


Iglesia católica en el dilema conservadurismo-revolucionarismo, s.f.
15 Di Stefano, Roberto Ovejas negras: historia de los anticlericales argentinos, Edito-
rial Sudamericana, Buenos Aires 2010.
16 Gandolfo, Mercedes La Iglesia, factor de poder en la Argentina, Ediciones Nuestro
Tiempo, Montevideo 1968.
36 Política y cultura durante el “Onganiato”

adoptado las críticas del socialismo, y que con las últimas encíclicas “estaba
haciendo las cosas bien”. 17
Los cambios en el catolicismo pusieron en crisis las viejas concepciones
sobre el rol del sacerdote y el perfil esperado del laico. El viejo modelo de cura
párroco, especie de conciencia moral de una sociedad materialista, represen-
tado en las figuras de Don Camilio de Guareschi –o de nuestro más humilde
Pájaro Loco, interpretado por Sandrini– desaparecía frente a las interpelacio-
nes de la sociedad, demandante de una forma de religiosidad nueva. Lo que
estaba en cuestión era el porqué del sacerdocio, cómo era la forma más correc-
ta, en función del signo de los tiempos, de llevarlo adelante.18 Esas preguntas
básicas enmarcan tanto los conflictos que se sucedieron en distintas diócesis
del país, como el agrupamiento de sacerdotes en instituciones con objetivos
específicos (pastoral, liturgia, acción social) y el mismo Movimiento de Sacer-
dotes para el Tercer Mundo (MSTM). Lo mismo podríamos decir del laicado,
a quién se le exigía ahora un fuerte deber vital, expresado en un catolicismo
integral comprometido con el cambio de estructuras.
En 1972, al final de nuestro ciclo, podemos inferir cuál era la percepción
del clero entre la población. A la pregunta sobre si los sacerdotes estaban “más
atrasados, igual o más avanzados” en el modo de “pensar y actuar comparados
con el resto de la gente”, un 49,2 % de los encuestados en Capital Federal,
un 61,4 % en el Conurbano y un 62,7 % en Tucumán creían que los sacerdo-
tes estaban “más adelantados” que el resto de la sociedad. En el caso de los
obispos, el 72,4 % en Capital Federal, el 78,3 % en el conurbano y 80,5 % en
Tucumán los consideraba “más adelantados”. El hecho de que el porcentaje
se incrementara a medida que avanzaba el índice de “tradicionalismo” de las
sociedades relevadas (como las caracterizaba la encuesta) puede ser sintomá-
tico tanto de su ubicación respecto a la modernización de la costumbres, como
de su rechazo a las nuevas áreas en las que se involucraba el sacerdocio. Estas
presunciones pueden confirmarse con las respuestas al interrogante sobre si

17 “34 preguntas a Américo Ghioldi. El destino del liberalismo” en Confirmado, 26 de mayo


de 1966, pp. 34-36.
18 Desde los albores de la década la sociología religiosa había detectado una caída en las vo-
caciones. El sagaz Joaquín Aduriz asignaba este cambio a la transformación social de los
anteriores quince años, y a la pérdida de visibilidad del sacerdocio como una vía atractiva
de ascenso social para las familias más humildes. Sin mencionarlo, creía que el peronismo
había posibilitado otros caminos para la proyección social de los sectores bajos. Véase
“Crisis de vocación sacerdotal: mas población con menos sacerdotes” en Primera Plana,
20 de noviembre de 1962, pp. 29-30.
Más allá de la espada y el hisopo 37

la “la Iglesia católica actual se mete en campos ajenos a su acción”. En este


caso la opinión en las tres regiones analizadas estaba prácticamente dividida
en porcentajes similares para el sí y para el no. La encuesta no aclara qué área
la sociedad percibía como aquella en la que no debía inmiscuirse la Iglesia, si
en la esfera pública y la política, o en la de las relaciones privadas. Cuando se
le preguntó a los entrevistados si estaban de acuerdo con las posiciones de la
Iglesia referidas al divorcio y la anticoncepción, volvía a repetirse el mismo
porcentaje de la pregunta sobre la interferencia de la Iglesia en campos ajenos:
un 50 % aproximadamente estaba de acuerdo total o parcialmente con la pos-
tura de la Iglesia y un 40 % estaba total o parcialmente en desacuerdo.
Respecto a la imagen del sacerdote en la sociedad, la mayoría prefería
que use clerigman o vista directamente ropas civiles, sólo el 17,6 % en Capital
Federal y el 27 % en el Conurbano prefería que siga usando sotana. Este por-
centaje trepaba en Tucumán hasta el 44,4 %. Sobre el celibato la respuesta era,
tal vez, más sorprendente: el 70,2 % en Capital, el 74,1 % en el Conurbano y
el 60,9 % en Tucumán pensaba que el sacerdote tenía derecho a casarse.19 Esta
respuesta puede vincularse a la pregunta que se les formuló a los encuestados
sobre qué es lo que más les molestaba de los sacerdotes. Si bien la mayoría
respondió “nada”, la primera de las opciones por la positiva más señalada fue
“que no pongan en práctica lo que predican”. Una posible conclusión de estas
cifras podría indicarnos que la sociedad estaba dividida frente a las nuevas
formas de intervención pública de la Iglesia, y ubicaba a sus dirigentes en una
franja “de avanzada”. Suponía que esto implicaba una forma de clericalismo,
una intervención no del todo correcta de la Iglesia en la esfera pública. Eso no
implica que no tuviera opiniones sobre el modelo de sacerdote deseado. Las
respuestas podrían agruparse en torno a un perfil laicista, pero inmerso en una
tradición regalista.
Los cambios conciliares modificaron también la relación entre el cato-
licismo y cultura en los años sesenta. Si bien este cambio era perceptible en
la década anterior, con la aparición de una literatura religiosa que permitía
diseñar un nuevo perfil de intelectual católico, el nuevo clima conciliar sirvió
para volver más potables a figuras del catolicismo que pudieron reintegrarse
en la esfera de la cultura letrada con menos inconvenientes que los de la ge-
neración anterior, marcada por la división entre anticlericales y nacionalistas

19 Centro de Investigaciones Motivacionales y Sociales Opinión del pú-


blico argentino sobre la Iglesia Católica, agosto de 1972.
38 Política y cultura durante el “Onganiato”

ultramontanos. 20 La mayor liberalidad con la que los laicos se movían en el


escenario de la noche porteña permite un encuentro análogo al de los años ‘20
entre algunos artistas de vanguardia y la religión.21 Dalmiro Sáenz, sindicado
en los años sesenta como un “escritor católico”, podía sin demasiados incon-
venientes prologar el libro de su amigo beatnik Sergio Mulet, referente de esta
subcultura porteña.22
En síntesis, la relación entre catolicismo y modernidad se modificó a par-
tir de la experiencia vivida por laicos y sacerdotes en los sesentas. Quienes co-
nocieron el catolicismo preconciliar y transitaron los años del Concilio, fueron
testigos de cómo los términos con los que la Iglesia designaba la realidad se
transformaban, y cómo muchas de las ideas condenadas eran ahora traducidas
para su incorporación al mismo discurso clerical y religioso. La experiencia
de ese cambio generó una ampliación de los horizontes culturales, la sensa-
ción de que si algo podía cambiar, en el fondo todo podía hacerlo.

Relaciones conflictivas
Los vínculos entre el gobierno de Onganía y el catolicismo atravesaron du-
rante sus cuatro años distintas instancias, que fueron desde un apoyo en los
primeros meses, cuando parecía imponerse un perfil socialcristiano y el con-
senso del gobierno era bastante amplio, hasta la más clara hostilidad y el in-
volucramiento de grupos de laicos y de sacerdotes en el esmerilado y desgaste
final de su régimen.
Ese vínculo estaba asentado en un problemático malentendido: la diferen-
cia entre lo que el “Onganiato” esperaba de la Iglesia y los católicos en gene-
ral, y lo que efectivamente la realidad del catolicismo de la segunda mitad de
los años sesenta, con sus conflictos, podía proveer como instrumento legitima-
dor. Ese malentendido se registró incluso antes de la asunción de Onganía. En
junio de 1966, el director de Criterio, Jorge Mejía fue Invitado a entrevistarse
con Onganía y Alejandro Lanusse. En esa reunión, organizada por el sacerdote
vasco Iñaki de Azpiazu, Onganía sostuvo que el proyecto de la próxima aso-
nada militar era el de instalar “el régimen de las encíclicas papales”. Ante tal

20 Zanca, José “La fe de Prometeo. Crítica y secularización en el catolicismo argentino de


los años ’50”, en Prismas. Revista de historia intelectual, Nº 14, 2010, pp. 95-114.
21 Sobre el encuentro entre vanguardias y catolicismo, véase Devoto, Fernando Nacionalis-
mo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia, Siglo XXI, Buenos
Aires 2002.
22 “Con la violencia de un cross a la mandíbula” en Confirmado, 9 de junio de 1966, p. 58.
Más allá de la espada y el hisopo 39

propuesta, Mejía le señaló que las encíclicas no contenían “un programa po-
lítico” y que requerían una interpretación, y no siempre era posible aplicarlas
“tal cual, al pie de la letra”. Lanusse, enojado con las objeciones, le dijo que
“se ve que a usted no le gustan las encíclicas”. Onganía acordó con su colega.
La reunión terminó con la discreta salida de Mejía.23
La anécdota, tal vez menos trivial de lo que parece, revela una proble-
mática relación que se abrió en 1966 entre las lecturas que hacían distintos
miembros de las FF.AA. del magisterio eclesiástico, y las interpretaciones
que nacían de un catolicismo renovado. De hecho, en los meses posteriores al
golpe de estado, distintos simpatizantes con el nuevo gobierno legitimaron su
accionar en los documentos del Concilio Vaticano II. En la obra colectiva La
Revolución Argentina. Análisis y prospectiva, el conservador Adolfo Mugica
podía señalar las coincidencias entre el proyecto de Onganía con Pacem in
terris y Mater et magistra. Arturo Frondizi, en la misma línea, sostenía en
Confirmado –bajo el seudónimo de Dorrego–, concurrencias similares entre
la Iglesia y la Revolución. Según el ex presidente, el catolicismo optaba por
la liberación de los pueblos y de ello se derivaba su opción por el crecimiento
económico. Celebraba que la Iglesia hubiera dejado atrás su rechazo al ma-
terialismo y sostenía que las coincidencias entre la Iglesia y la Revolución se
daban en el plano de las ideas y de los objetivos, dejando el tema de la ubi-
cación de funcionarios católicos en puestos importantes de la administración
como un rasgo secundario. Eso obedecía, según su criterio, a una norma tácita
en el estado, “...que impone como requisito esencial de las designaciones la
profesión católica del candidato”.24
Es posible observar algunas analogías en la relación entre el estado y
el catolicismo en el gobierno de Onganía y el peronista de 1946 a 1955.25 Si
bien se trata de realidades históricas muy diversas, en ambos casos el poder
ejecutivo pretendió legitimar su accionar en los valores cristianos, tratando de
beneficiar a la iglesia y esperando como contrapartida un apoyo incondicional.
El gobierno de Juan Perón tenía muchas más fuentes de legitimidad, comen-
zando por el respaldo popular. En el caso de Onganía, el esperado apoyo debía

23 Mejía, Jorge Historia de una identidad, Letemendia Casa Editora, Buenos Aires 2005, pp.
104-105.
24 Dorrego “La Iglesia y la Revolución” en Confirmado, 6 de octubre de 1966, pp. 14-15.
25 Véase Caimari, Lila Perón y la Iglesia católica: religión, estado y sociedad en la Argen-
tina, 1943-1955, Ariel, Buenos Aires 1995; Zanatta, Loris Perón y El mito de la nación
católica: Iglesia y ejército en los orígenes del peronismo (1943-1946), Editorial Sudameri-
cana, Buenos Aires 1999.
40 Política y cultura durante el “Onganiato”

ser la contrapartida de sus políticas moralizadoras, de su impulso al desarrollo


–motor del cambio de estructuras, según su lectura de las encíclicas– y de su
firme anticomunismo. Por otro lado, la inocultable incorporación de personal
proveniente de destacados medios de la sociabilidad católica, se suponía que
era la mejor garantía para el cumplimiento de esas premisas.26 Sin embargo,
en forma análoga al caso de Perón, fueron nuevamente las tensiones dentro
del catolicismo las que abrieron las puertas del conflicto. Entre 1965 y 1970
en el interior el catolicismo se agitaron las más contradictorias tendencias y
se habilitó la discusión para las más radicales propuestas, que no excluían la
eclesiología, la liturgia, la moral y fundamentalmente una puja entre modelos
contrapuestos de sacerdote. Será del interior de ese convulsionado mundo ca-
tólico desde donde emergerán las voces más críticas al “Onganiato”. Y será
dentro de las Fuerzas Armadas y los sectores conservadores y liberales desde
donde se empezó a desplegar un nuevo anticlericalismo católico, que tuvo, en
este caso, el signo del antitercermundismo.27
En los primeros meses del “Onganiato” puede apreciarse una real con-
fluencia entre el aparente perfil socialcristiano de muchos funcionarios y los
sectores enmarcados en el “progresismo” católico. Tanto el editor Jorge Ál-
varez como el jesuita Héctor Ferreiros señalaban, con reservas, la simpatía
inicial que les había despertado la Revolución. Éste último subrayaba que el
ministro del Interior era “un hombre enrolado en la línea de Jacques Maritain,
lo cual garantiza el respeto a la persona humana...”.28 De hecho, la efervescen-
cia socialcristiana de esos primeros meses permitió que corriera la noticia de
que los ex demócratas cristianos –representados de una particular manera por
Martínez Paz– podían darle cauce a un partido que permitiera la continuidad
institucional de la Revolución. Un encuentro de líderes socialcristianos en
Córdoba promovido por uno de los fundadores de la DC, Leopoldo Pérez
Gaudio, alentó esta posibilidad.29 Esta ilusión se quebraría con la salida del
equipo del presidente del BCRA, Felipe Tami, un hombre de la Democracia
Cristiana, luego de un duelo con el sector más liberal de la Revolución, repre-

26 Giorgi, Guido Ignacio “Redes católicas y estado en la ‘Revolución Argentina’” en Cien-


cias Sociales y Religión 12, no. 12 (2010): 53-78; Bosca, Roberto “El Ateneo de la Repú-
blica. Los católicos en la vida pública durante la Revolución Argentina” en Actas Electró-
nicas del Cuarto Simposio Internacional sobre Religiosidad, Cultura y Poder (IV SIRCP)
del GERE, GERE y FFyL, Buenos Aires 2012.
27 Rémond, René L’anticléricalisme en France, de 1815 à nos jours, Fayard, Paris 1976.
28 “Superar 25 años de errores” en Confirmado, 21 de julio de 1966, pp. 24-26.
29 “El sueño del partido propio” en Confirmado, 6 de octubre de 1966, p. 24.
Más allá de la espada y el hisopo 41

sentado por Alsogaray, a quien ya había enfrentado públicamente en los tiem-


pos en que era ministro de Frondizi.30 Su salida muestra la difícil convivencia
en el seno de la Revolución de grupos que, aun cuando se identificaran como
herederos de un tronco común, el catolicismo social, se habían alejado mucho
en sus posturas y opciones a lo largo de la década.
Luego de estas coincidencias iniciales, la cristalización de una militancia
tercermundista, y la configuración de un catolicismo claramente opositor, die-
ron el marco a las tensiones con el gobierno.31 Desde el Concilio Vaticano II
los conflictos intraeclesiásticos se ventilaban a la opinión pública en la prensa,
que intervenía con sus opiniones y se convertía en una tribuna de debate. Los
actores de la disputa religiosa eran absolutamente conscientes de este nuevo
escenario, y comenzaron a utilizar la prensa a su favor. Al mismo tiempo, la
opinión pública interpelaba al catolicismo, proponiendo un nuevo modelo de
sacerdote, de militante laico, de obispo y de Iglesia. En el marco del espíritu
desarrollista de los sesenta, esto puede interpretarse como un intento de los
sectores modernizadores por generar una nueva élite religiosa, capaz de acom-
pañar el cambio sociopolítico que había abierto la “Revolución Argentina”. Es
evidente que, así como estos sectores apelaban a la constitución de una elite
eficiente y despolitizada, esa misma transformación debía operarse al interior
de la Iglesia. El padre Jorge Camargo, rector de la Universidad Católica de
Córdoba, podía ser un modelo de ese nuevo sacerdote e intelectual católico,
cuya inserción en la sociedad moderna barría los restos de tradicionalismo que
los argentinos parecían querer dejar atrás. En un extenso reportaje, Camargo
señalaba que la sociedad vivía un “proceso de transición” que iba “de lo tra-
dicional a lo moderno” y puntualizaba su definición sobre el nuevo sacerdote,
caracterizado por “jugársela”. 32
No es casual entonces que en este marco de catolicismo deliberativo y
en el que la autoridad normativa del episcopado parecía licuarse, la revista
más importante de la cultura católica, Criterio, tuviera roces y conflictos con
el gobierno de Onganía y con distintos sacerdotes y laicos, enajenados por
el ferviente apoyo que la publicación le brindara al Concilio. Criterio había
cambiado mucho desde la muerte de Gustavo Franceschi en 1957, quien fuera

30 “Después de la caída” en Primera Plana, 22 de noviembre de 1966, pp. 23-25.


31 Sobre el concepto de “constelación tercermundista”, véase Touris, Claudia Catolicismo y
cultura política en la Argentina. La ‘constelación tercermundista’(1955-1976) (Tesis Doc-
toral), Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires 2012.
32 “La Iglesia y el mundo de hoy. Reportaje al padre Jorge Camargo” en Confirmado, 25 de
agosto de 1966, pp. 46-48.
42 Política y cultura durante el “Onganiato”

su director por 25 años. Ese cambio había permitido la llegada de un grupo


de jóvenes, en su mayoría cientistas sociales, vinculados al humanismo uni-
versitario y a la cultura católica no clerical de los años cincuenta. Si bien la
revista legitimó el golpe de estado contra Illia, repitiendo los clichés contra su
gobierno, inmediatamente después de la llegada de Onganía al poder se puso
en alerta contra la identificación que distintos actores hacían del gobierno de
la “Revolución Argentina” y la Iglesia. Una serie de editoriales –entre los que
se destaca Los problemas del señor presidente de 1968– fueron quebrando
definitivamente los vínculos entre los redactores y aquella otra familia del ca-
tolicismo que había accedido al poder de la mano de Onganía.33 Este nuevo lu-
gar que la revista ocupaba en los años sesenta, representando a un catolicismo
renovador, aunque moderado, quedaba en evidencia por la exposición pública
de sus confrontaciones. Es sabido el poco aprecio que monseñor Caggiano
tenía por su director, Jorge Mejía, y fue público el entredicho con Estanislao
del Campo Wilson a partir de una conferencia que este profesor de la Univer-
sidad de Buenos Aires y destacado laico católico dictó en la UCA. Utilizando
un término que tendría una larga carrera en los medios religiosos, habló de
“infiltración comunista” en la Iglesia y puso como ejemplo a Criterio, por la
interpretación que había dado a la encíclica Ecclesiam Suam, en un sentido
demasiado ecuménico a los ojos de Wilson.34 El debate continuó en la prensa
masiva, entre notas y cartas de lectores. En cualquier caso, el catolicismo se
había convertido en una arena en la cual la voz de la jerarquía parecía tener
cada vez menos peso para dirimir las disputas.
En una década en la que el régimen institucional era visto como una mas-
carada, una escenificación que no permitía la emergencia del auténtico juego
de poderes argentinos, este enfoque también primó en la percepción de la
disputa eclesiástica. Los sectores renovadores de la Iglesia obtenían las sim-
patías de la prensa, entre otros motivos porque las estructuras legitimadas,
la jerarquía que reglamentaban el funcionamiento eclesiástico, eran puestas
en un segundo plano, en tanto no permitían la emergencia de esa nueva elite,
dinámica y renovadora, necesaria para un país igualmente deseoso de la reno-
vación y el cambio. El catecismo, por ejemplo, la forma en que la Iglesia lle-
gaba a los niños, era revisada por Primera Plana, cuestionando los manuales

33 Véase Scopinaro, Julián Onganía y el catolicismo. Estado, religión y sociedad en la


Argentina (1966-1970), (Tesis de Licenciatura), Universidad de San Andrés, Buenos Aires
2007.
34 “¿Comunistas en el Vaticano?” en Confirmado, 21 de julio de 1966, pp. 58-59.
Más allá de la espada y el hisopo 43

anquilosados, que no se adaptaban a la psicología infantil, presentando a un


Dios “al que hay que temerle”, en oposición a un “Dios compañero”. Que la
nota se ubicara en la sección “vida moderna” es tan significativo como que el
impulsor de los cambios, monseñor Marengo, estuviera presionando a la curia
local para que aceptara los urgentes y necesarios cambios.35
El surgimiento del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM)
fue sintomático del cambio de época, de la ampliación de lo decible dentro del
catolicismo. Como ha señalado José Pablo Martín, se trató de la cristalización
de una experiencia de un lustro de reuniones sacerdotales, en las que se ge-
neraron formas no tuteladas de relación entre sacerdotes en el marco de una
sociabilidad horizontal.36 La formación del MSTM concentró las expectativas
de muy diversos sectores dentro y fuera de la Iglesia, y vivió entre 1967 y
1970 su periodo de mayor legitimidad pública. Los miembros del MSTM no
se apropiaron sólo de la discursividad de fenómenos trascendentes en la Igle-
sia latinoamericana de los sesenta como la reunión de la CELAM en Medellín,
sino que se apropiaron también de su praxis: confrontaron la realidad social
del continente con su lectura de la Biblia, y luego se dispusieron a poner en
práctica sus conclusiones. Esa lectura se produjo en un contexto de radicali-
zación y exclusión de alternativas, propia del marco político del “Onganiato”.
Se trataba de una lectura que invisibilizaba cualquier posibilidad de síntesis.
EL MSTM intervino también en el debate sobre el perfil del sacerdocio.
Más allá de que muchos de sus miembros, como Carlos Mugica, hubieran
intentado evitar los reclamos clericales –con la idea de no convertir al movi-
miento en un “sindicato de curas”– en la discursividad y las acciones de los
tercermundistas se delineaba claramente un modelo de sacerdote que basaba
su acción en la palabra y era un profeta liberador de su pueblo, actualizando
los juicios de Dios.37 El modelo opuesto estaba centrado en el rito; se trataba
de un sacerdote dedicado al culto que ajustaba su práctica a la política tempo-
ral y ocultaba la profecía contenida en la palabra a través del ritual.
EL MSTM protagonizó distintas acciones políticas contra el gobierno de
Onganía, y sus miembros fueron detenidos en diversas oportunidades, tanto
en Buenos Aires como en el interior del país. Es posible, como afirma Martín,

35 “Iglesia: la revolución de los catecismos” en Primera Plana, 2 de mayo de 1967, 36-38.


36 Martín, José Pablo El Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo: Un debate ar-
gentino, Ediciones Castañeda/Editorial Guadalupe, Buenos Aires 1992.
37 Biase, Martín Entre dos fuegos: vida y asesinato del padre Mugica, Ediciones de la Flor,
Buenos Aires 1998.
44 Política y cultura durante el “Onganiato”

siguiendo la hipótesis de Dodson, que la deslegitimación que el MSTM operó


sobre el católico gobierno de Onganía haya significado un elemento central
en su desgaste y remoción. Si sumáramos componentes del catolicismo, po-
dríamos decir que los estudiantes integralistas y humanistas del interior y de
Buenos Aires, la prensa católica renovadora y el MSTM se mostraban hostiles
a su gobierno. Se trataba de una parte importante del laicado que no obedecía
las disposiciones de la jerarquía y que, en muchos casos, la criticaba abier-
tamente. Esa vieja élite religiosa, representada por el arzobispo de Buenos
Aires, funcionaba como un símbolo de la unión entre la espada y el hisopo,
y era cuestionada por los católicos más jóvenes. A fines de 1966 Caggiano se
enfrentó directamente con un grupo de laicos y sacerdotes que publicaban la
revista Tierra Nueva. Dirigida por un laico, Roberto de Brito, en sus páginas
desfilaron los nombres de quienes conformaban esa nueva elite renovadora
de la Iglesia; Geltman, Mascialino, Artiles, Mayol...Por unos meses la revista
se convirtió en un símbolo del cambio de época dentro de la Iglesia, multipli-
cando sus ventas gracias al escándalo que provocó la imputación arzobispal.
Caggiano los acusó de utilizar un estilo histórico y profético, y de criticar a la
autoridad religiosa. El cardenal cuestionaba también la teología revisionista
sobre el pecado original, los demonios y todos los restos de “infantilismo e
imaginería”, y cuestionaba las críticas al tomismo. A pesar de la reprimenda,
los sacerdotes debieron permanecer en la revista por presión de los laicos, que
exigían al clero que sus acciones se correspondieran con sus palabras. El de-
bate público, en una estructura de legitimidad tan aristocrática como la Iglesia,
no hizo más que secularizar el poder de sus máximas autoridades.

Por fin modernos...


Las conflictivas relaciones que el “Onganiato” vivió con el catolicismo son
reveladoras de la fluidez que lo religioso había adquirido en la sociedad. Esa
fluidez se expresaba en los distintos actores que hablaban legítimamente en
nombre de la religión, interviniendo en la esfera pública como portadores de
valores religiosos, con una gran autonomía de la jerarquía de la Iglesia Cató-
lica que, hasta ese momento, detentaba el derecho reconocido por el estado y
la sociedad de representar monopólicamente esos valores. Esa fluidez aparece
como el producto de un proceso de desinstitucionalización y secularización
social e interna, en el que distintas formas de autoridad fueron cuestionadas,
y la de la iglesia no fue la excepción. La ligazón que se manifestaba en los
medios entre jerarquía, católicos nacionalistas y gobierno, no hizo más que
Más allá de la espada y el hisopo 45

contribuir a la expresión pública de un catolicismo secularizado, entendiendo


tal término como el de un catolicismo que eludía la autoridad eclesiástica en
nombre de otras autoridades; la de la palabra de Dios expresada en la Biblia; la
de Roma, expresada en los documentos conciliares; la de los obispos latinoa-
mericanos, expresada en Medellín; o la de las nuevas profesiones que inunda-
ban el laicado y el sacerdocio, expresadas en la participación de sociólogos,
teólogos, economistas y otros especialistas en las tareas pastorales.
En buena medida, este cambio era el producto de una transformación más
profunda de la relación de la Iglesia con la sociedad, que hemos intentado
exhibir a través del nuevo lugar que la Iglesia ocupaba en la prensa. Jürgen
Habermas señala, en este sentido, que la forma de relación que presupone el
ritual religioso preconciliar, esconde una concepción premoderna de la comu-
nicación política: se trata de la representación pública del status de un señor,
pero no constituye una esfera de comunicación política. En el ritual religioso
sobrevive una forma de “publicidad representativa”.38 A partir de los años se-
senta, los cambios en la liturgia no fueron más que un síntoma de una nueva
forma de ser en el mundo de la iglesia, en la que el público dejó de ser sólo ese
entorno en el cual las virtudes y los honores de la jerarquía se desenvolvían.
Que luego ese proceso haya sufrido frenos y contramarchas, tensiones y con-
tragolpes, no invalida la profunda mutación que se abrió en esos años.
Los católicos parecían entrar de lleno en la modernidad, abandonando un
modo de comunicación con la sociedad que los mantenía atados al antiguo ré-
gimen. Justamente en ese momento la modernidad era duramente cuestionada
en Occidente, luego de los procesos de descolonización, la revolución cultu-
ral y el ataque a la sociedad de consumo.39 Es muy posible que los años ‘50
representen la última escena de una religión compatible con la modernidad
política, económica y educacional. La religión moderna estaba basada en una
idea de tiempo a través del cual la verdad se desarrollaba en forma progresiva
y se extendía en forma universal. La iglesia católica se asignaba una misión
histórica que era la de diseminar un paradigma de vida. Ella misma desarrolló
su propia historia como historia de progreso y sus instituciones fueron arque-
tipos de unidad que sirvieron de modelo para el Estado moderno unificado.Ese
espíritu era lo más representativo del modernismo: unidad de verdad, unidad
del ser, unidad de palabras y significados, un Estado unificado, una mirada de

38 Habermas, Jürgen Historia y crítica de la opinión pública, G. Gili, México 1997, p. 48.
39 Ellwood, Robert The sixties spiritual awakening: american religion moving from mod-
ern to postmodern, Rutgers University Press, New Brunswick 1994.
46 Política y cultura durante el “Onganiato”

la historia unificada y que se trasladaba en una dirección. Una sola Iglesia,


comandada por un solo jefe, defensor de una verdad incuestionada, conocida
a través de métodos basados en una racionalidad teológica (el tomismo). Si
efectivamente el posmodernismo plantó la semilla de la incredulidad en las
metanarrativas, eso se tradujo en términos “seculares” en dudar de la emanci-
pación de la humanidad a través del progreso político y científico. En los años
‘60, diversos grupos contraculturales cuestionaron el principio por el cual los
poseedores de los atributos de la modernidad tenían una posición privilegia-
da que veía a la cultura del pasado o a las menos avanzadas del globo como
inferiores. Los católicos –laicos y sacerdotes– cuestionaron el universalismo
encerrado en la noción de Occidente Cristiano, piedra angular de la legitimi-
dad del “Onganiato”. El 29 de julio de 1966 el católico gobierno de Onga-
nía, Martínez Paz y Gelly y Obes desalojó la Universidad de Buenos Aires,
gobernada por el católico Hilario Fernández Long. El enfrentamiento entre
quienes acompañaban al gobierno de la “Revolución Argentina” y quienes lo
combatían, no consistió sólo en una querella de familia, sino en el resultado de
un largo proceso de enajenación que concluyó en una ruptura en la que unos y
otros ya no se reconocieron.
Núcleos católicos anticomunistas
durante la presidencia de Juan Carlos Onganía
Encuentros y desencuentros

Elena Scirica

A
los pocos días de asunción de la llamada “Revolución Argentina” co-
bró dimensión pública la presencia de diversos núcleos católicos que
actuaban en el entorno del flamante presidente Juan Carlos Onganía.
Entre ellos, algunos analistas destacaron la impronta del catolicismo tecno-
crático y desarrollista del Ateneo de la República, el fervor de los participan-
tes de los Cursillos de Cristiandad, el ultramontanismo de los Cooperadores
Parroquiales Cristo Rey y el comunitarismo de la Ciudad Católica. Si bien
el modus operandi, las convicciones y la impronta de esos grupos eran dife-
rentes, interesa señalar que ninguno de ellos tenía una operatoria orientada a
la difusión masiva. Según Alain Rouquié, estos núcleos pretendían proveer
programas y personal político al gobierno militar, mientras que otros, como
Tradición, Familia y Propiedad (TFP) o la Federación Argentina de Entidades
Democráticas Anticomunistas (FAEDA), intentaban usurpar en su beneficio la
expresión pública de las opiniones.1 Aún así, cabe acotar que TFP manifestó
su disidencia con ciertas iniciativas gubernamentales.
A partir de estas consideraciones esta contribución evaluará y reflexiona-
rá sobre lo que se ha avanzado en el conocimiento de aquellos núcleos de ope-
ratoria discreta, que preferían actuar de manera reservada a través del estable-
cimiento de contactos personales. Con este interés, se abordará la especificad
de cada uno, su origen, su influjo, su cualidad como espacio de sociabilidad y
las potenciales vinculaciones entre ellos. Este abordaje está guiado por el afán
de señalar los puntos de encuentro y desencuentro de esos espacios y, a par-
tir de ello, desmontar cierto andamiaje analítico que tendió a uniformizarlos.
Al mismo tiempo, interesa puntualizar que el despliegue de estos círculos se

1 El autor se refiere a “jóvenes integristas” que participaban en “grupúsculos” como el Mo-


vimiento Cruzada, devenido en la TFP, y otros núcleos vinculados con Ángel Dragani, sin
mención explícita a FAEDA, cuya inclusión corre por nuestra cuenta. ROUQUIÉ, Alain
“La tentación del catolicismo nacionalista en la República Argentina” en Autoritarismo y
democracia. Estudios de política argentina. Edicial, Buenos Aires, 1994 (artículo original
de 1972). pp.112-114.
48 Política y cultura durante el “Onganiato”

produjo en un escenario nacional signado por la proscripción política del pe-


ronismo y, en lo internacional, caldeado tanto por el influjo de la Revolución
Cubana y la instalación plena del clímax de la Guerra Fría en el continente
–articulado con nuevos dilemas respecto del desarrollo y la seguridad– como
también por el Concilio Vaticano II y sus repercusiones en el mundo católico.
En tal sentido, el análisis de estos grupos adquiere una especificidad contex-
tual que debe ser tenida en cuenta no sólo para lograr una cabal comprensión
de los mismos sino también para comprender su incidencia en el escenario
político y social argentino.

Reflexiones y evaluaciones pioneras


Los abordajes periodísticos de Rogelio García Lupo y Gregorio Selser, rea-
lizados bajo el impacto de la instauración y el despliegue de esa dictadura,
brindaron un horizonte de análisis retomado con posterioridad por numerosos
historiadores y cientistas sociales. El primero de ellos se refirió a la presencia
de diversos grupos clericales tradicionalistas como integrantes de una trama
común, constituyéndose en un “foco de poder oculto” que ofició a modo de
“partido secreto de Onganía”.2 Los núcleos incluidos en esta componenda fue-
ron la Ciudad Católica, los Cooperadores Parroquiales Cristo Rey y los parti-
cipantes de los Cursillos de Cristiandad, en torno de los cuales se articularon
figuras católicas relevantes.
Esta punzante presentación aportó un marco taxonómico general y esti-
muló el estudio de círculos de impronta católica en relación con actores políti-
cos prominentes, más allá de que por la amalgama realizada diluyera, en parte,
la especificidad de los grupos. En forma contemporánea, Selser reconoció los
vasos comunicantes en torno de los cuales se articuló el golpe de Estado de
1966, a la vez que distinguió los diversos eslabones que participaron en el
mismo.3 Entre los actores y grupos católicos implicados, este periodista no
sólo destacó el apoyo del grueso de la jerarquía eclesiástica –más allá de la
existencia de algunas voces disidentes– y el influjo de la Universidad del Sal-
vador y la Universidad Católica Argentina, sino también la impronta de distin-

2 GARCÍA LUPO, Rogelio “Los Cursillos de Cristiandad: Partido secreto de Onganía” en


Mercenarios y monopolios en la Argentina. De Onganía a Lanusse: 1966-1973, Legasa,
Buenos Aires, 1984, pp. 11-27 (original publicado en Marcha. Montevideo, 27 de diciem-
bre de 1968).
3 Trabajos compilados en SELSER, Gregorio El Onganiato, Tomo I, La espada y el hisopo y
Tomo II, Lo llamaban revolución argentina. Hyspamérica, Buenos Aires, 1986.
Núcleos católicos anticomunistas 49

tos espacios de identidad católica que, si bien eventualmente podían “estar en


colisión”, cumplieron un rol como eslabones del golpe de Estado y partícipes
del gobierno implantado a partir de entonces. Así, se refirió tanto a los grupos
que García Lupo incluiría en su mención al “partido secreto”, como también
al Opus Dei y el Ateneo de la República.
Con estas consideraciones en mente, pues, interesa analizar tanto la pre-
sencia de cada uno de estos círculos como sus mecanismos de reclutamiento,
sus modos de estructuración y las perspectivas sociales, políticas, religiosas y
económicas que los guiaban.

Entre la elaboración de una “programática nacional”


y la provisión de elencos gubernamentales.
El Ateneo de la República
En su análisis sobre el Ateneo de la República, Selser puntualizó la vasta can-
tidad de “ateneístas” que ocuparon cargos gubernamentales durante el “Onga-
niato”, a la vez que abrevó en sus orígenes, sus objetivos iniciales, los valores
que lo animaron y su carácter como grupo de presión. En el abordaje de estos
tópicos retomó, como fuente privilegiada de información, el “Acta de Funda-
ción del Ateneo de la República”, de septiembre de 1962, así como también
datos aportados por otros medios periodísticos.4
La fecha de creación de ese círculo no resulta casual, sino que surgió tras
el primer enfrentamiento abierto en el Ejército entre las facciones de “azu-
les” y “colorados” –en el marco de la proscripción del peronismo, su anulado
triunfo en las elecciones de marzo de 1962 y bajo la precaria legalidad del
gobierno de José M. Guido–, cuando se estaba discutiendo la salida institucio-
nal del país y la posibilidad de articular un amplio “frente nacional”. En ese
entonces, definidos como “un grupo de ciudadanos preocupados por la suerte
de la República en esta coyuntura gravísima de su historia”, los miembros
del Ateneo destacaron su preocupación por el análisis de todos los aspectos
que hacen a la cosa pública.5 Así, postularon su intención de erigirse como un
organismo “difusor de ideas” y de “toda palabra autorizada” sobre los más

4 SELSER, Gregorio “Un Alsogaray anuncia el golpe” y “El Ateneo como grupo de presión”
en El Onganiato T. I., cit., pp. 19-32 y 33-50, respectivamente (originales publicados en
Inédito, Buenos Aires, 11 de enero de 1967 y 15 de febrero 1967).
5 Entre ellos “La estructura del Estado, la ubicación del país en el plano internacional, las re-
laciones entre la Iglesia y el poder civil, la educación, la organización agraria e industrial, la
armonía entre los factores de la empresa, la promoción de la clase trabajadora y el régimen
sindical […]”. SELSER, Gregorio El Onganiato…, I., cit., p. 26.
50 Política y cultura durante el “Onganiato”

urgentes problemas nacionales.6 A partir de ello, algunos analistas marcaron


los límites borrosos entre esos cometidos y el afán de constituirse en un núcleo
orientado a “influir sobre los factores de poder” aportando cuadros técnicos
y políticos, sea para el pretendido frente nacional o, más adelante, para el
gobierno militar.7 Las actividades del Ateneo –cuya sede funcionaba en la Av.
Santa Fe 1821, Capital Federal, aunque no había cartel que lo visibilizara–
comprendían la organización de conferencias, coloquios y mesas redondas en
las que participaban los miembros del grupo junto con disertantes invitados de
manera personal. No se trataba, pues, de un espacio abierto a la ciudadanía en
general, sino a figuras o sectores “selectos” reconocidos por su trayectoria o
por su participación en escenarios destacados o considerados relevantes. Ade-
más, los ateneístas realizaban reuniones internas en las que discurrían sobre
problemas de actualidad política. Este círculo, pues, obraba como espacio de
sociabilidad a través del cual se tendían lazos y entraban en contacto diferen-
tes sujetos –funcionarios, intelectuales, empresarios– en pos de la configura-
ción de eventuales cuadros y personal político. Sus integrantes, así como las
personas convocadas, provenían de diferentes matrices político-ideológicas
(lonardistas, aramburistas y frigeristas, entre otros), debido a que según su
carta fundacional, buscaba dar cabida a “todos los argentinos que se mantie-
nen fieles a la sacrosanta tradición cristiana recibida de nuestros mayores y a
los valores permanentes de la nacionalidad”.8 Tal como evidencian la proce-
dencia de sus miembros y particularmente de su fundador, Mario Amadeo, se
trataba de figuras de identidad católica, muchas de ellas formadas o partícipes
de los viejos Cursos de Cultura Católica,9 colaboradores de revistas de tradi-
ción antiliberal, corporativista e hispanista en la década de 1930 y que habían
abrigado esperanzas de concretar su programa tras los golpes de Estado de

6 SELSER, Gregorio El Onganiato…, I., cit., p. 26.


7 “Ateneo de la República: Tribuna de Doctrina o Futuro Factor de Poder”, Primera Plana, 4
de diciembre de 1962, p. 6 y “Encuentros. Todos miran a los militares”, Confirmado, 4 de
noviembre de 1965. Reflexiones incorporadas en SELSER, Gregorio El Onganiato…, cit.,
pp. 33-50. Visión similar en BERAZA, Luis F. Nacionalistas. La trayectoria política de un
grupo polémico (1927-1983). Cántaro, Buenos Aires, 2005, pp. 130-138 y 209-210.
8 SELSER, Gregorio El Onganiato…T. I, cit., p. 40.
9 Los Cursos de Cultura Católica (CCC) surgieron en 1922 con el propósito de construir y
difundir una “alta cultura católica” que entablara una lucha ideológica contra el positivismo
y el naturalismo recurriendo a la doctrina integralista de inspiración tomista. Sus partici-
pantes solían provenir de familias tradicionales. ZANATTA, Loris Del Estado liberal a
la nación católica. Universidad de Quilmes, Bernal, 1996; MALLIMACI, Fortunato El
catolicismo integral en la Argentina (1930-1946), Biblos, Buenos Aires, 1988.
Núcleos católicos anticomunistas 51

1943 y 1955.10 Sin embargo, en este transcurso, sobre todo tras la experiencia
peronista y el desenlace del gobierno de Eduardo Lonardi, estas figuras habían
flexibilizado sus posturas. Así, aunque analistas contemporáneos ensalzaran
al Ateneo como un mero espacio de la derecha, no se trataba de una postura
extrema situada en el catolicismo intransigente sino de un núcleo abierto a la
política partidaria –en caso de que ella constituyera un medio para lograr sus
cometidos– y a las tendencias desarrollistas tecnocráticas en boga, en procura
de la “modernización” del país, para cuyo implante también aceptaban la vía
autoritaria.
El Ateneo fue un espacio de sociabilidad a través del cual sectores na-
cionalistas confluyeron con grupos de otras tradiciones y prácticas. De este
modo, en el contexto de los años sesenta, combinaron ideas autoritarias con
un fuerte énfasis tecnocrático unido a referencias de la Doctrina Social de la
Iglesia. Las peculiaridades del escenario nacional e internacional, pues, son
muy relevantes para examinar los núcleos católicos anticomunistas. Se trata,
en efecto, de un período signado no sólo por la mentada cuestión peronista
sino también por el influjo de la Revolución Cubana y la acentuación de ex-
pectativas y temores respecto de un eventual avance del “comunismo”, lo que
se enlazó con los planteos desarrollistas y modernizadores como estrategia
para atenuar ese supuesto avance. Al mismo tiempo, estas propuestas se vin-
cularon de manera creciente con las políticas de “seguridad” frente al mentado
enemigo que fue visualizado como el mayor peligro para la civilización oc-
cidental y la religión cristiana. Así, entre ciertos sectores intransigentes, esta
representación del adversario imbuyó la confrontación de un acérrimo espíritu
de cruzada. A su vez, la convocatoria y el despliegue del Concilio Vaticano II
afectaron de manera ineludible a la totalidad del arco católico acentuando la
ligazón entre las esferas política y religiosa.

Una red de sociabilidad religiosa


Los Cursillos de Cristiandad
Diversos informes periodísticos de la época destacaron el papel de los “cur-
sillistas” en el golpe de Estado que propició la llegada de Onganía al poder.

10 Un estudio laudatorio sobre Mario Amadeo y otros ateneístas en BOSCA, Roberto “El
Ateneo de la República. Los católicos en la vida pública durante la Revolución Argenti-
na”. Actas Electrónicas del IV Simposio Internacional sobre Religiosidad, Cultura y Poder.
Buenos Aires, GERE y Ed. de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos
Aires, 2012.
52 Política y cultura durante el “Onganiato”

Dichos reportes coincidieron en que los Cursillos de Cristiandad se efectivi-


zaban en encuentros de tres días en los que confluían laicos y sacerdotes con
miras a introyectar una reafirmación de la fe católica para aplicarla en la vida
privada y pública, y así contribuir a una construcción cristiana del mundo.11
Asimismo, se señaló la participación del general Onganía en un Cursillo en la
quinta “La Montonera”, en la localidad de Pilar, perteneciente al Seminario
Mayor de Villa Devoto, poco antes del golpe de Estado.12 También se des-
tacó que diversos funcionarios de la flamante “Revolución Argentina” eran
“cursillistas”.13 Ahora bien, un análisis juicioso sobre el rol de este movimien-
to requiere indagar tanto en su génesis, en su forma de funcionamiento y en
su modalidad de incorporación de participantes, como en si efectivamente
constituyó un espacio desde el que se propalaron valoraciones ideológicas y/o
políticas.
El origen de este movimiento eclesial se remonta a Mallorca, en la década
de 1940, desde donde se expandió al resto de España y luego a otros países.14
Por ese motivo, hubo cientistas sociales que lo asociaron con un intento de
“rearme moral” de la España franquista en procura de una acción de catoliza-
ción de la sociedad.15 Ese reparo cobró más énfasis a raíz de la incidencia que
habrían tenido los militares y civiles cursillistas en el gobierno que derrocó

11 “El caso de los Cursillos de la Cristiandad”, Análisis, 18 de julio de 1966. La información


publicada en esta revista –que no fue desmentida– fue retomada por todos los interesados
en el tema y coincide con la brindada en “Católicos. Colaboración con el gobierno”, Prime-
ra Plana, 12 de julio de 1966, p. 14 y “Los católicos y el poder”, Primera Plana, 16 agosto
1966, pp. 18-21. SELSER, Gregorio “Los cursillos de cristiandad”, en El Onganiato, T. II.,
cit, pp. 11-18 (original en Clarín, Santiago de Chile, Suplemento dominical, 5 de noviem-
bre 1966, pp. 2/3); GARCÍA LUPO, Rogelio “Los Cursillos de la Cristiandad…”, cit., pp.
17-18; BIASATTI, Santo: “Para el nuevo diccionario argentino: cursillismo”. Gente, Nº
139, 21 de marzo de 1968, pp.40-41; “Tucumán, reino del cursillismo”. Primera Plana Nº
319, 4 de febrero de 1969, pp.60-63; “Nueva movilización en Tucumán. Abogado arresta-
do. Piden otro régimen”. La Razón, 9 de mayo de 1969, p. 6.
12 “El caso de los Cursillos de la Cristiandad”, Análisis, cit.; GHIO, José María La iglesia
católica en la política argentina. Prometeo, Buenos Aires, p. 173; ROUQUIÉ, Alain “La
tentación del catolicismo….” cit., p.105.
13 ROUQUIÉ, Alain “La tentación…”, cit. Entre esos funcionarios, el general Alejandro La-
nusse; el titular de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), general Eduardo Seño-
rans; el ministro del interior, Enrique Martínez Paz, y su subsecretario, José María Saravia.
Véase también “Influencias. Los católicos y el poder”, cit.
14 Versión oficial en www.cursillosdecristiandad.es vista el 10 de noviembre 2012.
15 ROUQUIÉ, Alain Poder militar y sociedad política en la Argentina. T. II. Hyspamérica,
Buenos Aires, pp. 259-260.
Núcleos católicos anticomunistas 53

a Juan Bosch en la República Dominicana,16 lo cual evidenciaría su talante


ultraconservador y anticomunista. En la Argentina, tras un intento fallido en
1958, el Movimiento de los Cursillos de Cristiandad comenzó en Tucumán,
en 1962, sobre la base de grupos de la Acción Católica de esa diócesis.17 Dos
años después, el movimiento también se organizó en Córdoba y luego se ex-
pandió por otras provincias. En la arquidiócesis de Buenos Aires el primer
Cursillo se produjo en marzo de 1966. Si bien el derrotero político del país pa-
reció confirmar las aprehensiones reseñadas respecto de este espacio, es dable
reconocer que los Cursillos eran, formalmente, instancias de recogimiento y
compenetración con la fe, en donde no se hablaba de política.
En efecto, estos encuentros se estructuraban con una metodología basa-
da en tres instancias. La primera, denominada “precursillo”, consistía en la
selección y preparación de los candidatos a participar. El contacto partía de
los organizadores y la invitación era personal, directa y privada. Se trataba,
pues, de un mecanismo de reclutamiento cerrado en el que la elección de
sujetos era realizada con sumo cuidado.18 A partir del momento en que una
persona era escogida, recibía misivas alentadoras –tanto de conocidos como
de otros con quienes no tenía trato personal– que alababan su decisión de par-
ticipar y lo alentaban para que se abriera con devoción a la experiencia que lo

16 Juan Bosch accedió a la presidencia de la República Dominicana en 1963, tras haber lidera-
do desde el exilio la oposición a la dictadura de Rafael L. Trujillo. Pero tras siete meses en
los que impulsó un amplio programa de reformas sociales, fue destituido. En 1965 un movi-
miento insurgente promocionó la restauración de Bosch, lo que dio lugar a una intervención
de los Estados Unidos –inquieto por un eventual avance comunista, a remedo de Cuba–.
Versiones sobre cursillistas opositores a Bosch en “Influencias. Los católicos y el poder”,
cit., Informaciones Católicas Internacionales. Nº 262 y “Colaboración con el gobierno”.
cit.
17 “Belén: la ceremonia secreta”, recuadro en “Tucumán, reino del cursillismo”. Primera Pla-
na, cit.; “Qué es el cursillismo”. Gente, Nº 139, cit. y GIORGI, Guido y MALLIMACI,
Fortunato “Catolicismos, nacionalismos y comunitarismos en política social. Redes católi-
cas en la creación del Ministerio de Bienestar Social de Argentina (1966-1970)” en Revista
Cultura y Religión, Vol. 6 Nº 1 (junio del 2012) p. 121., cuya información se documenta con
“Movimiento de Cursillos de Cristiandad de argentina”, s/n.
18 Según un Boletín del Secretariado de los Cursillos de la Cristiandad de junio de 1968, “no
importa el número, sino la capacidad influyente transformadora del candidato” […] “no
solamente los que ostentan cualidades de jefe nato en una comunidad, sino aquellos otros
que posibilitan el acceso y la influencia de éstos […]”. GARCÍA LUPO, Rogelio “Los
Cursillos…” cit., p. 18.
54 Política y cultura durante el “Onganiato”

aguardaba.19 Esta fase preparatoria, de estímulo, era seguida por el “Cursillo”,


destinado en sus orígenes de forma prioritaria a los hombres; en general, las
mujeres que intervenían eran miembros de familias que habían participado de
esa experiencia. Los tres días de recogimiento o retiro espiritual discurrían en
un ambiente religioso orientado a vivir “profunda y comunitariamente” la fe
cristiana. En ese marco se abrevaba en los contenidos fundamentales del credo
a la vez que cada uno de los asistentes analizaba su propio compromiso con
la fe y los motivos por los que se había alejado de la devoción o circunscripto
a una práctica formal. A través de esta labor introspectiva, que en simultá-
neo cumplía una función catártica, se buscaba que el creyente adquiriera una
conciencia activa de su rol como católico en el mundo. Si bien los Ejercicios
Espirituales de San Ignacio de Loyola constituían un modelo referencial in-
eludible, los Cursillos eran menos rígidos y los participantes tenían un rol más
activo a través de los diálogos establecidos entre asesores, profesores laicos
–llamados rollistas, ya que los temas expuestos o conferencias se denomina-
ban rollos– y asistentes. Otro aspecto de estos encuentros era que, en diversos
momentos, los participantes entonaban una suerte de himno de talante inge-
nuo, titulado “De Colores”, que cumplía la función de desarmar solemnidades
y enlazar a los participantes en una hermandad comunitaria, de modo que
concluía oficiando de saludo o contraseña.20 El Cursillo –que como tal cons-
tituía una experiencia única– era seguido por una tercera etapa denominada
“poscursillo”. En ella, los participantes se integraban en grupos en los que, en
principio, se analizaban problemas de doctrina y se encaraban diversas tareas
de apostolado, constituyéndose así en núcleos de estudio, oración y acción que
bregaban por expandir la cristianización.
A partir del reconocimiento de su metodología, los cursillistas negaron de
manera enfática cualquier tipo de intencionalidad política. En este sentido, por
ejemplo, la participación de Onganía o de otros futuros funcionarios guber-
namentales fue atribuida a su carácter de cristianos, no de políticos.21 Por otra
parte, teniendo en cuenta que recién en 1966 se produjeron los primeros Cur-

19 SELSER, Gregorio “Los cursillos de Cristiandad”, cit.; “Qué es el cursillismo”, cit.; tam-
bién http://www.argentinamcc.com.ar/historia/?c=arg visto 4 de abril 2013.
20 SELSER, Gregorio “Los cursillos…”, cit.; Primera Plana se refirió a este himno o tonada
para destacar la base emocional o mística de los encuentros. “Influencias. Los católicos y el
poder” y “Belén: la ceremonia secreta”, cit.
21 El padre Ovidio Félix Trípodi, asesor de los Cursillos y capellán mayor de la Aeronáutica,
afirmó “sería criminal atribuir a los Cursillos una intención política”. Los cursillistas recha-
zaron la paternidad de otras organizaciones católicas y negaron cualquier tipo de vincula-
Núcleos católicos anticomunistas 55

sillos en Buenos Aires, Giorgi y Mallimaci consideraron dificultoso asignarles


un peso específico en la conformación de una solidaridad grupal estrecha que
habilitara la culminación de la conjura golpista. De allí que, según estos in-
vestigadores, resulta más plausible que esos encuentros obraran como un “es-
pacio de convergencia de sociabilidades preexistentes”.22 Resulta relevante,
pues, ahondar en los círculos de vinculaciones religiosas –así como también
sus eventuales ribetes culturales, sociales y políticos– a través de los cuales
se realizaba la selección de candidatos.23 Por otra parte, de más está decir que,
una vez articulados estos lazos interpersonales, quedaba abierta la vía para
que se estrecharan intercambios que trascendieran los aspectos específicamen-
te religiosos, contribuyendo así a la articulación de una red social basada en
vinculaciones más o menos estables entre sus miembros.24 Así, coincidimos
en la apreciación de los cursillos como espacios de sociabilidad religiosa a
través de los cuales podían tejerse lazos que traspasaban el umbral evangélico
y misional. Respecto de la importancia de estos espacios en el gobierno de
Onganía, es indudable que este mandatario reclutó funcionarios o al menos
depositó su confianza en personas de probada fe católica, a muchas de las cua-
les conoció a través de este movimiento; aunque este aspecto constituyó una
condición necesaria, más no suficiente, para la definición de las investiduras.
En todo caso, una mirada retrospectiva permite apreciar que la impronta de los
Cursillos irá in crescendo en los años siguientes.

ción con el Opus Dei. Ver, respectivamente “Influencias. Los católicos y el poder”, cit. y
“Qué es el ‘cursillismo”, cit.
22 GIORGI, Guido y MALLIMACI Fortunato “Catolicismos, nacionalismos …” cit., p.121.
23 Ver notas 18 y 19. Según relató el ya fallecido coronel Juan Francisco Guevara, en 1966
el general Señorans lo invitó a participar en un Cursillo –en la misma época en que se in-
corporaron al movimiento figuras como el Gral. Onganía o el Gral. Martínez Zuviría– pero
esa postulación fue rechazada (la preselección pasaba en gran medida por la evaluación del
General Lanusse, con quien tenía diferencias abiertas). Mazzei, Daniel Entrevista inédita al
coronel (R) Juan Francisco Guevara. 19 de noviembre de 1992.
24 Selser destacó la importancia de la ultreya –la reunión semanal de los grupos cursillistas–
como espacio de encuentro que, amén de sus fines religiosos, habilitaban el tejido de vín-
culos de confianza a través de los cuales podrían entablarse potenciales convergencias po-
líticas, ideológicas o económicas. SELSER, Gregorio “Los cursillos…”, cit., pp.15-16. En
el mismo sentido, “Tucumán: reino del cursillismo”, cit. El análisis de los Cursillos como
red de sociabilidad religiosa en expansión, en GIORGI, Guido y MALLIMACI, Fortunato
“Catolicismos, nacionalismos…” cit., pp.121-122 y 124.
56 Política y cultura durante el “Onganiato”

Retiros espirituales y cruzada anticomunista


Los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey
En la década de 1950 la congregación de los Cooperadores Parroquiales de
Cristo Rey (CPCR) se asentó en el país.25 En ese entonces pocos estudiosos
repararon en las particularidades de esta orden que promovía la realización de
retiros espirituales según el modelo de los Ejercicios de San Ignacio de Loyo-
la. Pocos después, en Francia, el sociólogo Jacques Maitre invocó a los CPCR
y a una obra laica, la Ciudad Católica (CC) en un artículo sobre el influjo del
catolicismo de extrema derecha en la configuración de una estructura ideoló-
gica antisubversiva.26 Según su análisis, esos núcleos realizaban una tarea de
adoctrinamiento, a través de una acción muy discreta, orientada a imbuir a las
Fuerzas Armadas de un espíritu de cruzada en la lucha contra el comunismo,
asimilado a las fuerzas satánicas del mal. En la Argentina, en tanto, distintos
analistas confundieron los Cursillos de Cristiandad con los retiros espirituales
ignacianos organizados por los CPCR.27 Pero un estudio cabal requiere ahon-
dar en las especificidades de estos espacios y a partir de allí establecer sus
posibles similitudes, lazos y/o diferencias.
Los retiros espirituales ignacianos preconizados por los CPCR eran, por
su dinámica interna y su duración, más rígidos que los Cursillos de Cristian-
dad. En efecto, los participantes de esta experiencia debían recluirse durante

25 RANALLETTI, Mario “Contrainsurgencia, catolicismo intransigente y extremismo de de-


recha en la formación militar argentina. Influencias francesas en los orígenes del terrorismo
de Estado (1955-1976)” en FEIERSTEIN, Daniel Terrorismo de Estado y Genocidio en
América Latina. Prometeo, Buenos Aires, 2009, p. 260; VERBITSKY, Horacio Historia
política de la Iglesia Católica. La violencia evangélica. Tomo II. De Lonardi al Cordobazo.
Sudamericana, Buenos Aires, 2008, pp. 124-126.
26 MAITRE, Jacques “Le catholicismo d’extreme droite et la croisade anti-subversiva” en
Revue Francaise de Sociologie, París, abril-junio 1961.
27 Con la excepción de Ranalletti –retomado por Verbitsky–, la bibliografía se ocupó de los
Cursillos en el momento de analizar los retiros espirituales y la impronta del catolicismo
intransigente en los laicos partícipes de esos espacios. Primera Plana reseñó que el cursi-
llismo era alentado, entre otros, por los CPCR –quienes, en rigor, promovían los Ejercicios
Ignacianos–; García Lupo enlazó a ambos y remitió su origen a Francia, cuando ello corres-
pondía sólo para el segundo tipo de práctica espiritual. Selser diferenció los Cursillos de
“los sombríos Ejercicios Espirituales de Loyola” promovidos por los CPCR pero no abrevó
en el asunto. La única mención a los ejercicios espirituales preconizados específicamente
por esta congregación la encontramos en el semanario Confirmado. Véase, respectivamen-
te, “Católicos. Colaboración con el gobierno” cit., p. 14; GARCÍA LUPO, Rogelio “Los
Cursillos…”, cit., pp.12-13 y SELSER, Gregorio “Los cursillos…”, cit., pp.14; “Argentina.
Las dos líneas del catolicismo”. Confirmado, 30 de septiembre de 1965, p. 25.
Núcleos católicos anticomunistas 57

cinco días, en cuyo transcurso se desarrollaban –bajo una estricta disciplina–


misas, plegarias, confesiones, reflexiones y conferencias sobre temas religio-
sos pronunciados por un sacerdote.28 Tras el objetivo explícito de lograr un re-
nacimiento de la fe o una plena conversión religiosa, se buscaba que el devoto
adquiriera una clara conciencia del enemigo del Creador y se preparara para
combatirlo en la vida cotidiana.29 El sentido último de esta visión era que el
adversario se hallaba en el mundo moderno materialista que pretendía fundar
la sociedad sobre la voluntad del hombre en lugar de hacerlo sobre la voluntad
divina. Así, según Ranalletti, los temas abordados por los predicadores ver-
saban “en torno del pecado, el infierno, el castigo, el calvario de Cristo” para
provocar una vigorosa reacción contra el avance de las fuerzas diabólicas,
cuya manifestación última era el comunismo.30
Esta modalidad espiritual practicada por los CPCR había sido delineada
por el jesuita español Francisco de Paula Vallet en la década de 1920. Pero
las intensas campañas de “conversión” que impulsó desde entonces lo auto-
nomizaron de su orden, de la que terminó alejándose para fundar una nueva
congregación. Así, tras una estadía en Uruguay, se radicó en Francia, donde
logró la incardinación –reconocimiento formal, con la consecuente aceptación
e inscripción– e instaló una casa de retiros espirituales cerca de Chabeuil, en
el sudeste francés, en 1934.31 Desde allí, la obra realizó una intensa tarea de

28 Adaptación de la propuesta de Ignacio de Loyola, quien había estipulado retiros de un mes


de duración. La autorepresentación de ese núcleo en www.cpcr.org/es/QueSonEjerc.htm y
http://www.cristorey.org/ejercicios.html vistos el 10 de octubre de 2012.
29 Guevara, en la entrevista a Mazzei, comentó que a comienzos de los años sesenta invitó
al general Eduardo Señorans a un retiro espiritual ignaciano “muy distinto a los cursillos”
y que esa experiencia constituyó un momento de “conversión” para este militar. En esa
época, Guevara era un activo miembro de la contrarrevolucionaria Ciudad Católica (CC) y
posiblemente la invitación a Señorans formara parte de la estrategia de incorporarlo a ese
núcleo.
30 RANALLETTI, Mario “Contrainsurgencia, catolicismo intransigente…” cit., p. 260.
31 Con el apoyo de monseñor Pic, obispo de Valence, Vallet formalizó su congregación y ob-
tuvo fondos para la creación de la casa de vocaciones y de Ejercicios Ignacianos Maison de
Retraites Nazareth, cerca de Chabeuil. Allí realizó su labor (difusión personalizada con vi-
sitas a domicilio, charlas y conferencias para captar voluntades) hasta 1945. Tras la II Gue-
rra Mundial y las denuncias a los colaboracionistas del gobierno de Pétain, el fundador de
los CPCR emigró a España. Allí gozó del favor del obispo madrileño Leopoldo Eijo Garay
y continuó con su obra. El crecimiento de los CPCR en el ámbito castrense peninsular se vio
facilitado por los lazos familiares imperantes entre figuras del catolicismo intransigente y
del mundo militar. VERBITSKY, Horacio Historia política de la Iglesia… cit. p. 124-125;
http://cpcr-caldes.blogspot.com.ar/p/jovenes.html; RANALLETTI, Mario “Jean Ousset y
58 Política y cultura durante el “Onganiato”

“conversión” y “formación” orientada a la cooptación de voluntades en procu-


ra de la instauración de la postulada Realeza Social de Jesucristo.
Los primeros retiros ignacianos en la Argentina se realizaron en 1950, en
Entre Ríos, con sacerdotes CPCR radicados en Uruguay. Pero la congregación
como tal se instaló en el país en 1954 a partir de la radicación de dos pres-
bíteros franceses, a los que luego se sumaron nuevos sacerdotes de la obra,
otrora adictos al gobierno de Petain.32 Llegados a este punto, el análisis del
escenario nacional e internacional resulta fundamental para analizar el anclaje
e influjo de los CPCR en la Argentina. De hecho, la impronta del catolicismo
intransigente en el espacio castrense33 conformó un marco receptivo propicio
para la prédica de esta congregación. Este discurso, a su vez, encontró un eco
amplificado a partir de la Revolución Cubana y el temor a la expansión del
comunismo en el continente. Por otra parte, algunas figuras del catolicismo
vernáculo prestaron un apoyo decidido a los CPCR. Un caso emblemático fue
el sacerdote Julio Meinvielle, quien les facilitó la Casa de Ejercicios sita en
Avenida Independencia 1190, de la Capital Federal, para la realización de sus
retiros ignacianos.34 En un terreno hipotético, es factible que también contri-
buyera estableciendo contactos.35 Además, algunos miembros de la jerarquía
eclesiástica, como monseñor Antonio Caggiano, prestaron su apoyo para la
expansión de esa obra36. Junto con estos factores, Ranalletti también destacó

el catolicismo intransigente argentino (1954-1976)”. II Jornadas Catolicismo y Sociedad


de Masas (UCA). C.A.B.A. 7 y 8 de octubre 2010.
32 Se trata de Víctor Sarat y Georges Grasset. “Argentina. Las dos líneas del catolicismo”,
Confirmado. 30 de septiembre 1965, p.25 y VERBITSKY, H.: Historia política de la Igle-
sia…. cit. p. 125.
33 ZANATTA, Loris: Del Estado liberal…cit.
34 Un antiguo militante del Sindicato Universitario de Derecho (SUD) y hombre de “estirpe
nacionalista y proclive a la acción”, refirió su primer contacto con los CPCR en la Casa de
Ejercicios Espirituales de la Av. Independencia 1190, C.A.B.A. facilitada a los CPCR por
Meinvielle. SCIRICA, Elena: Entrevista a J.L.G., 6 de Julio de 2009.
35 El catolicismo intransigente de este sacerdote trascendió el marco nacional. Así, en contras-
te con la historia intelectual del catolicismo latinoamericano pensado desde la perspectiva
de las “influencias” europeas, Olivier Compagnon señaló que también hubo una circulación
contraria de las ideas y de las prácticas de América hacia Europa, a las que ejemplificó,
entre otros casos, con el influjo de Meinvielle en el integrismo católico europeo. COMPAG-
NON, Olivier “¿Una circularidad transatlántica? Las relaciones entre católicos europeos y
latinoamericanos en los años del Concilio”. II Jornadas de Religión y Sociedad en la Ar-
gentina contemporánea y países del Cono Sur (RELIGAR-SUR)- IV Jornadas de Religión
y sociedad en Argentina. RELIG-AR, Buenos Aires, 22 al 24 de junio de 2011.
36 Según Verbitsky –quien retomó las investigaciones de Ranalletti- monseñor Caggiano,
como arzobispo de Rosario, apoyó los retiros ignacianos en la Casa de “Nuestra Señora de
Núcleos católicos anticomunistas 59

la trama de relaciones personales desplegada a partir de las vinculaciones de


esta congregación –así como de la contrarrevolucionaria CC– con la colecti-
vidad francesa residente en el país, en particular, con los antiguos colabora-
cionistas del régimen de Vichy y los emigrados de la OAS, imbuidos de un
catolicismo intransigente y un anticomunismo virulento.37 Proceso que, a su
vez, se articuló con la propagación, en las Fuerzas Armadas, de la doctrina de
la Guerra Revolucionaria (GR), a cuya difusión contribuyó la misma prédica
de los CPCR y de la CC.38
El origen de esa doctrina se remonta a las reflexiones elaboradas por el
Ejército francés tras su derrota en Indochina. A partir de esa experiencia, con-
sideraron que su fracaso se debió al despliegue enemigo de una forma de com-
bate no convencional, enmarcado en los parámetros de la nueva GR. Según
esa visión, el adversario –calificado como revolucionario– se ocultaba y mi-
metizaba con la población. De allí que el campo de batalla estaba constituido
por las mentes y el espíritu de los hombres. En este sentido, se trataba de una
confrontación ideológica orientada, en última instancia, a cambiar el orden so-
cial existente. Desde esta perspectiva, pues, la GR estaba ideada y conducida
por el marxismo leninismo con miras a lograr la conquista del poder total en el
mundo. A su vez, para enfrentar este tipo de guerra se concibió el despliegue
de la Guerra Contrarrevolucionaria.39

Fátima”. A partir de 1959, este prelado ocupó el arzobispado de Buenos Aires y presidió el
Vicariato Castrense, lo que “abrió a los Cooperadores y a los laicos de la Ciudad Católica
las puertas de la capital y de las principales guarniciones militares del país”. VERBITSKY,
Horacio Historia política de la Iglesia…. cit., pp. 126-127; 129-134 y RANALLETTI,
Mario “Jean Ousset y el catolicismo intransigente…”, cit.
37 RANALLETTI, Mario “La guerra de Argelia y la Argentina. Influencia e inmigración fran-
cesa desde 1945”, en Anuario de Estudios Americanos, Vol. 62, Nº 2, julio-diciembre 2005,
pp. 285-308.
38 RANALLETTI, Mario “La guerra…” cit., Sobre la Guerra contra-revolucionaria y la im-
plementación de la Doctrina de Seguridad Nacional en la Argentina, LÓPEZ, Enesto Segu-
ridad nacional y sedición militar. Legasa, Buenos Aires, 1987; AMARAL, Samuel Guerra
revolucionaria: de Argelia a la Argentina, 1957-1962. Buenos Aires, Academia Nacional
de la Historia. Investigaciones y ensayos 48, 1998; MAZZEI, Daniel “La misión militar
francesa en la Escuela Superior de Guerra y los orígenes de la guerra sucia, 1957-1962”
en Revista de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes, 2002; ROBIN, Marie
Monique. Escuadrones de la muerte. La Escuela Francesa. Sudamericana, Buenos Aires,
2005. Otras menciones a la CC GONZÁLEZ JANZEN, Ignacio La Triple A. Contrapunto,
Buenos Aires, 1986, pp. 53-76; esa información retomada en NOVARO, Marcos y PA-
LERMO, Vicente La dictadura militar 1976/1983. Del golpe de estado a la restauración
democrática. Paidós, Buenos Aires, 2003.
39 MAZZEI, Daniel “La misión militar francesa…”, cit., pp. 117-123.
60 Política y cultura durante el “Onganiato”

Si bien la congregación CPCR fue reducida en términos numéricos y tuvo


poca inserción en el grueso de la grey católica –a tono con su elitismo– cum-
plió un papel importante en el adoctrinamiento contrarrevolucionario. Su pré-
dica intransigente, de base antiliberal, antimodernista y anticomunista, acen-
tuó valoraciones ya presentes en importantes segmentos de las Fuerzas Arma-
das y en reducidos –pero activos– sectores atemorizados por la conflictividad
imperante en el país, acentuada por la proscripción política, la exclusión de las
bases sociales peronistas y la crisis de legitimidad imperantes. Sus prácticas
y alocuciones se desplegaron de manera autónoma a la de los Cursillos de la
Cristiandad, más allá de que eventualmente coincidieran en su catolicismo in-
tegralista e intransigente. Del mismo modo, si bien algunos participantes pu-
dieron converger en ambos espacios, no por ello participaban necesariamente
de las mismas redes de sociabilidad. En todo caso, no es específicamente con
los “cursillistas” con quienes debe vincularse a los CPCR, sino con el núcleo
Ciudad Católica (CC).

La Ciudad Católica
En los últimos años, nuevos trabajos académicos –así como también profusos
abordajes periodísticos– indagaron sobre los orígenes de la CC en la Argenti-
na, su raíz francesa, la trayectoria y los parámetros valorativos, ideológicos y
religiosos en los que abrevaron sus fundadores. También analizaron las parti-
cularidades organizativas de esta obra y su papel en la difusión de la doctrina
de la GR y en las consecuentes modalidades de la Guerra Contrarrevoluciona-
ria.40 En vista de ello, este trabajo se limitará a puntualizar los núcleos abor-
dados y concatenar algunos cabos sueltos para, a partir de allí, indagar sobre
la relevancia de este círculo y establecer potenciales similitudes, diferencias

40 SCIRICA, Elena “Visión religiosa y acción política. El caso de Ciudad Católica – Verbo en
la Argentina de los años sesenta” en PROHAL MONOGRÁFICO, Revista del Programa de
Historia de América Latina. Vol. 2. Primera sección: Vitral Monográfico, núm. 2. Instituto
Ravignani, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires, 2010. pp. 26-56; SCIRICA,
Elena “Un embate virulento contra el clero tercermundista. Carlos Sacheri y su cruzada
contra ‘La Iglesia clandestina’” en Anuario del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos
S. A. Segreti. Nº 10, 2010, pp. 283-301; SCIRICA, Elena “Educación y guerra contrarre-
volucionaria. Una propuesta de Ciudad Católica-Verbo” en Clio & Asociados. La historia
enseñada. Nº 11, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2007, pp. 119-140, así como
las menciones en VERBITSKY, Horacio Historia política de la Iglesia…. cit.; ROBIN,
Marie Monique Escuadrones de la muerte…cit.; RANALLETTI, Mario “Contrainsurgen-
cia, catolicismo intransigente…” cit.; “La guerra de Argelia y la Argentina… cit. y “Jean
Ousset y el catolicismo intransigente…” cit.
Núcleos católicos anticomunistas 61

y/o nexos con otros espacios de identidad católica que tuvieron una impronta
visible durante el “Onganiato”.
La CC surgió en 1946 por iniciativa de Jean Ousset. Este antiguo militan-
te de la Acción Francesa y discípulo de Maurras, luego colaboracionista del
gobierno de Petain, había participado en los retiros espirituales de los CPCR
en Chabeuil.41 Esa experiencia impactó profundamente en el futuro creador de
la CC. A partir de entonces, Ousset participó de forma activa en las tareas de
la congregación –presidiendo reuniones, brindando conferencias– siempre en
aras de “irradiar” la “verdad” y luchar contra el “error”. Esto es, en procura
de restaurar la mentada “Realeza social de Jesucristo” y de combatir la revo-
lución, asimilada con la “doctrina que pretende fundar la sociedad sobre la
voluntad del hombre en lugar de fundarla sobre la voluntad de Dios”.42 A poco
de ello, sin embargo, sin riñas ni discordias, Ousset decidió autonomizarse de
los CPCR. En tal sentido, creó una obra laica, con una impronta más política,
que derivaría en la CC. Es probable que la confusión o amalgama entre ambos
círculos se deba al hecho de que, en efecto, en sus inicios resultaba difícil
diferenciarlos.43 Tal como indicó Ranalletti, ambos abrevaban en los mismos
tópicos y realizaban iniciativas mancomunadas. Los CPCR publicaban y re-
comendaban los textos de Ousset, a la vez que le brindaban sus contactos
eclesiásticos para expandir su obra. Al mismo tiempo, la CC preconizaba los
ejercicios ignacianos como modalidad de la que “todo soldado de Cristo debe
servirse”.44 Por otra parte, ambos enlazaban en una red más amplia que incluía

41 Los datos biográficos de Jean Ousset fueron elaborados por Raphaelle de Neuville y reto-
mados por Marie Robien y Mario Ranalletti en sus trabajos. Otras referencias en SCIRICA,
Elena “Comunitarismo y contrarrevolución. Ideario y trayectorias de un núcleo católico
intransigente organizado en torno a la revista Verbo de Argentina (1959-1966)” en RODRI-
GUES, Cândido y ZANOTTO, Gizele Catolicismo e sociabilidade intelectual na América
Latina. Editora da Universidade Federal de Mato Grosso, Cuiabá, 2013.
42 Punto de partida doctrinario de la CC; la cita reproduce un discurso decimonónico del
católico social francés Alberto de Mun. “Qué es la Revolución”. Verbo, No. 1, 1959 a No.
61-62, 1966.
43 Esa confusión en GARCÍA LUPO, Rogelio “Los Cursillos de Cristiandad…” cit., pp.12-
16; Maitre marca la compenetración entre ambos. “Le catholicismo d’extreme droite…”
cit. pp.110-111. Su origen común y autonomización en RANALLETTI, Mario, “Jean Ous-
set…” cit.
44 “La soberanía social de Jesucristo”. Verbo, Nº 11, abril 1960, p. 44. El boletín de la CC en-
fatizaba en los Ejercicios Ignacianos como fundamentales para “fortificar siempre nuestra
vida sobre natural”. ¿Qué es la Ciudad Católica? Madrid, Speiro, 1962, pp. 29-29.
62 Política y cultura durante el “Onganiato”

diversas publicaciones del catolicismo intransigente francés con ramificacio-


nes en la España franquista y en otras latitudes.
Ese lazo se verifica también en la Argentina, donde la primera célula de
la CC fue fundada por el sacerdote George Grasset (CPCR).45 La nueva obra
laica se estructuró en base a una rígida organización celular –inspirada en el
diseño leninista, del cual reconocía su efectividad– orientada a nuclear per-
sonas competentes, cuyo encuentro e intercambio robustecería la formación
de cuadros idóneos, cada uno de los cuales debía enlazar redes y vínculos, así
como también lograr una “difusión capilar de las ideas”.46 Se trataba, pues, de
un mecanismo de reclutamiento cerrado y furtivo, destinado a unos pocos, los
mil “apóstoles” que irradiarían la “verdad”. Con esta meta, la CC procuró co-
optar figuras e insertarse en círculos empresariales, profesionales (ingenieros,
médicos, abogados), en la burocracia eclesiástica y, fundamentalmente, en el
espacio militar. En este ámbito tuvo un rol nodal en la difusión de la doctrina
de la GR y de los medios para afrontarla, a tono con la experiencia argelina,
en donde miembros de los CPCR y de la CC difundieron su prédica entre los
miembros del Ejército francés y, fundamentalmente, de la OAS.47 En tal sen-
tido, propagaron la convicción de que la nueva forma de combate se libraba
contra enemigos que atentaban desde adentro contra la autoridad establecida,
apoyados en una propaganda continua y metódica de desgaste del régimen
imperante. Es decir que el principal sustento del conflicto era de carácter ideo-
lógico –de allí la importancia del adoctrinamiento y de la formación de cua-
dros– y se basaba en una activa “guerra psicológica”. Además, con un fuerte
mesianismo religioso, la CC retomó el concepto teológico político de “guerra
justa” para impulsar el empleo de todos los medios –vg. tormentos y “penas
medicinales”– que garantizaran la obtención de información y la victoria so-
bre el enemigo. La teoría de la Guerra Contrarrevolucionaria, pues, convertía
a toda la población en sospechosa al tiempo que justificaba la tortura. A su vez,
junto con la difusión de estas nuevas doctrinas y teorías de combate en el seno
de las Fuerzas Armadas, la CC logró, al menos durante el primer tramo del go-
bierno de Onganía, tener presencia en el aparato gubernamental a partir de su
anclaje en la Secretaría de Promoción de Estado y Asistencia de la Comunidad
(SEPAC), así como también en algunas localidades y gobernaciones provin-

45 SCIRICA, Elena “Comunitarismo y contrarrevolución” cit. y SCIRICA, Elena “Visión re-


ligiosa y acción política…” cit., p. 33.
46 SCIRICA, Elena “Visión religiosa y acción política…”, cit., p. 38.
47 SCIRICA, Elena “Visión…”, cit., p. 32 y “Comunitarismo y contrarrevolución”, cit.
Núcleos católicos anticomunistas 63

ciales. Esta presencia fue destacada en su momento por la prensa periódica y


algunos analistas alarmados por la veta corporativista de esa propuesta.48
El programa político comunitarista y las bases doctrinarias en las que la
CC pretendía fundarlo eran deudores tanto del pensamiento contrarrevolucio-
nario francés como del catolicismo social del siglo XIX –expresado en figuras
como el marqués René de la Tour Dupin y Albert de Mun– y del corporati-
vismo maurrasiano.49 Este programa se orientaba a la conformación de un
orden políticamente autoritario y socialmente jerárquico, que supuestamente
permitiría el renacimiento de las “elites verdaderas” y la “reconstrucción or-
gánica de la sociedad” fundada sobre las “comunidades naturales” –familia,
comuna, profesión– a través de la revitalización de los “cuerpos intermedios”,
ensalzados como realidades naturales situadas entre el individuo y el Esta-
do. En la Argentina, estas orientaciones se adobaron con una recuperación
del pasado hispano colonial bajo dominio Habsburgo, aunque aggiornado al
presente con una crítica a la “ficticia representatividad comiteril” y la apolo-
gía del recambio por “una representatividad natural, orgánica, desprovista de
facciosos ideologismos y motivada exclusivamente en la vocación de servicio
de la comunidad”.50 Estas reflexiones aparecían cargadas con un halo apolíti-
co que eventualmente podía amoldarse al clima tecnocrático y modernizador
de los años sesenta. Sin embargo, en la práctica, las figuras que pretendieron
implementarlo fueron tildadas de corporativistas y ocasionaron a la postre
enorme rechazo y recelo. Al mismo tiempo, los principios de Subsidiariedad y
Supletoriedad enarbolados por la CC, más allá de las referencias a la Doctrina
Social de la Iglesia, evidenciaban que el núcleo pulsaba, en definitiva, por una
sociedad más segmentada.
Giorgi y Mallimaci indagaron en el significado del “comunitarismo” para
este núcleo y lo contrastaron con el aplicado por otros círculos –en concreto,
el Ateneo de la República, de donde provinieron los funcionarios que que-
daron al frente de la SEPAC en un período posterior– con miras a establecer
similitudes y diferencias.51 A raíz de este análisis, coligieron que si bien las

48 “Entretelones”, Confirmado, octubre de 1966; “Los partidos de la revolución”, Primera


Plana, núm. 203, 15 de noviembre 1966, p. 18; SELSER, Gregorio “En medio del caos,
ensayo corporativo” en El Onganiato (I)… cit., pp. 221-234.
49 SCIRICA, Elena “Comunitarismo y contrarrevolución…” cit.
50 BARBOSA, Adalberto Zelmar “Revitalizar la vida municipal”, Verbo, Nro. 65/66, Oct/
Nov.1966, pp. 54-59.
51 GIORGI, Guido y MALLIMACI, Fortunato “Catolicismos…” cit. Remitimos a los artícu-
los de Guido Giorgi y Gabriela Gomes en este libro para ver los horizontes y propuestas
64 Política y cultura durante el “Onganiato”

políticas comunitaristas constituyeron una política de Estado, ellas fueron im-


pulsadas por grupos distintos, con significados, intereses y prioridades diver-
gentes, y articuladas en torno de redes de sociabilidad específicas, más allá de
que eventualmente coincidieran en algunos espacios. En el mismo sentido,
tampoco el peso e influjo de estos círculos y sus miembros fue homogéneo.
En el caso de la CC, la resistencia a sus iniciativas derivó en que ese cír-
culo desplegara una creciente denuncia contra el avance de la “revolución” y
en que enfatizara en la importancia de ejercer controles sobre la persona en to-
dos los aspectos de su vida. Asimismo, la CC desplegó desde fines de la déca-
da de 1960 un enérgico embate contra los sacerdotes tercermundistas, tildados
de “infiltrados”, y contra todos los actores y espacios que por acción u omisión
permitieran el avance del denostado enemigo anticristiano y comunista.

Reflexiones finales
A lo largo de este trabajo relevamos los conocimientos disponibles sobre im-
portantes núcleos de identidad católica anticomunista que tuvieron cierto in-
flujo durante el “Onganiato”. En los casos reseñados, se trató de espacios que
constituyeron distintas redes de sociabilidad de acceso reducido y en las que
sistematizaron visiones, apuestas y proyecciones sobre la sociedad, a la vez
que eslabonaron vinculaciones que les permitieron acceder a determinados
espacios gubernamentales. Más allá de que con sus prácticas y aportes hayan
acentuado, colaborado o al menos permitido –según el caso al cual nos refi-
ramos– las políticas represivas, también es cierto que, con distinto grado y a
través de diferentes visiones, pretendieron contribuir a generar nuevos lazos
consensuales a partir de enfoques distantes del ideario liberal –cuestiones que,
a la sazón, no eran exclusivas de estos sectores–. En este sentido, tal como
señalaron Valeria Galván y Florencia Osuna, los grandes trabajos académicos
sobre la “Revolución Argentina” tendieron a enfatizar en sus aspectos auto-
ritarios y en el modo en que contribuyeron a la espiral de violencia política
posterior. Sin embargo, escasean las producciones que aborden las especi-
ficidades de esta época.52 De allí la importancia de actualizar el repertorio
de problemas y explorar en profundidad otras dimensiones de este momento
histórico. Tanto el estudio de las trayectorias personales y profesionales de

comunitaristas durante el Onganiato y las fuentes doctrinarias internacionales de esta doc-


trina.
52 GALVÁN, Valeria y OSUNA, Florencia “El Onganiato: problemáticas y especificidades de
un período postergado por la historiografía”, introducción de este libro.
Núcleos católicos anticomunistas 65

funcionarios y figuras cercanas a las esferas del gobierno, como el análisis de


sus espacios de sociabilidad, posibilitan nuevos enfoques. A su vez, el aborda-
je de los núcleos católicos brinda pistas para plantear nuevos interrogantes en
torno a las tensiones vinculadas al mayor o menor protagonismo de los laicos
en estos espacios y su capacidad –o incapacidad– para alcanzar mayor eco
en la sociedad. En este recorrido, a su vez, resulta crucial analizar el impacto
del Concilio Vaticano II en las representaciones y prácticas de estos actores.
Justamente, si bien en los últimos años surgieron renovados trabajos sobre
las convicciones, prácticas y trayectorias de jóvenes católicos volcados a la
militancia y al compromiso social son sectores tradicionalmente marginados
y oprimidos, el estudio de los laicos ultraconservadores e intransigentes no
ha merecido la misma atención, a no ser para destacar en exclusiva su halo
intransigente y represivo. Además, en la agenda de estudios se encuentra pen-
diente la realización de sólidas investigaciones sobre otros grupos, tales como
la FAEDA o TFP, que más allá de su matiz elitista, igualmente acentuaron su
actividad en diversos espacios de la sociedad civil con miras a librar batalla en
la conciencia de la población recurriendo a variadas formas de comunicación
política que incluyeron soportes tales como libros, publicaciones periódicas,
solicitadas, emisiones radiales, carteles y panfletos, además de la realización
de encuentros y conferencias.53 Su estudio, a su vez, aportaría nuevos elemen-
tos y matices para analizar la complejidad del campo católico.

53 Entre los escasos trabajos sobre la TFP en la Argentina del período, SCIRICA, Elena “Gru-
pos laicales tradicionalistas contra los sectores tercermundistas. Una aproximación a sus
prácticas y estrategias de difusión durante el Onganiato” en IV Simposio Internacional so-
bre Religiosidad, Cultura y Poder. Grupo de Estudios sobre Religiosidad y Evangelización
(GERE), del Programa de Historia de América Latina (PROHAL), Instituto Ravignani,
Facultad de Filosofía y Letras, UBA. 29 al 31 de agosto de 2012; DALMAZO, Gustavo
“El tradicionalismo ante la apertura política en la Revolución Argentina” en IV Jornadas
Nacionales de Historia Moderna y Contemporánea, Universidad Nacional del Nordeste,
Resistencia, 15, 16 y 17 Sept. 2004. Un trabajo que aborda la TFP en un período poste-
rior, RUDERER, Stephan: “Cruzada contra el comunismo. Tradición, Familia y Propiedad
(TFP) en Chile y Argentina” en Sociedad y Religión, Vol. 22, Nro. 38. Buenos Aires, Julio/
Diciembre 2012, pp.77-106. Investigadores brasileños analizaron con detenimiento la TFP
en Brasil: ZANOTTO, Gizele TFP. Tradição, Família e Propriedade: As idiossincrasias de
um movimento católico (1960-1995) no Brasil. Méritos, Passo Fundo, 2012; Ianko BETT
investiga sobre la revista Cruzada y el anticomunismo católico en Argentina y Brasil, en
una interesante tesis sobre las representaciones sociales y los imaginarios anticomunistas.
“Misterioso matrimonio”
Mariano Grondona y las lógicas liberal-conservadoras
ante la construcción del “Onganiato”
Alternativas de modernización y autoritarismo1

Martín Vicente

“Vos habrás visto parejas que parecen imposibles. La


razón es que se han mirado lo suficiente como para
volverse interesantes.”
Abelardo Castillo

D
iversos estudios sobre el primer período dictatorial de la autodeno-
minada “Revolución Argentina”, liderado por el general Juan Carlos
Onganía entre los meses de junio de 1966 y 1970, han coincidido en
describir a tal experiencia como una combinación entre un carácter de derecha
nacionalista y el eficientismo tecnocrático, que habría posibilitado la compleja
alianza entre nacionalistas y liberales, bajo una fuerte impronta católica, en la
que entienden sustentada la experiencia.2 Carlos Altamirano ha resumido esta
articulación bajo la expresión “las dos almas de la Revolución Argentina”.3 Al
mismo tiempo, se ha señalado a , la revista dirigida por Jacobo Timerman, y
a su principal columnista político, Mariano Grondona, como artífices de una
campaña golpista contra el gobierno del presidente de la Unión Cívica Radical
del Pueblo, Arturo Illia.4 Ambas afirmaciones, pese a ser certeras son, sin em-

1 Agradezco a Valeria Galván y Florencia Osuna la invitación a participar el evento que ori-
ginó esta compilación y sus atentas lecturas, así como a los participantes de dicho encuentro
por los debates generados.
2 O’DONNELL, Guillermo Modernización y autoritarismo, Prometeo, Buenos Aires, 2011;
DE RIZ, Liliana La política en suspenso 1966/1976, Paidós, Buenos Aires, 2000.
3 ALTAMIRANO, Carlos Bajo el signo de las masas. (1943-1973), Ariel, Buenos Aires,
2001.
4 MAZZEI, Daniel Medios de comunicación y golpismo. El derrocamiento de Illia (1966),
Grupo Editor Universitario, 1997; MOCHKOFSKY, Graciela Timerman. El periodista que
quiso ser parte del poder. (1923-1999), Buenos Aires, Sudamericana, 2003; TARONCHER
PADILLA, Miguel Ángel Periodistas y prensa semanal en el golpe de Estado del 28 de
junio de 1966: la caída de Illia y la Revolución Argentina, Tesis doctoral, Universidad de
Valencia, Valencia, 2006; SIVAK, Martín El Doctor. Biografía no autorizada de Mariano
68 Política y cultura durante el “Onganiato”

bargo, incompletas, por lo que aquí buscaremos complejizar la extendida pero


unilineal lectura sobre la figura del hasta entonces columnista de , y a partir
de él del lugar del ideario liberal-conservador5 en la construcción de la alianza
golpista, con una pregunta-llave que guía la investigación: ¿qué lógica política
profunda se halla expresada en la relación entre Grondona y el “Onganiato”?
Aquí proponemos un modo posible de retomar y ampliar las pautas de
los trabajos anteriormente mencionados, realizando una lectura en torno del
ideario liberal conservador tal como ha sido expresado por Grondona.6 Hemos
seleccionado la figura del abogado y periodista ya que, por un lado, tiene una
centralidad evidente en los estudios que han abordado la experiencia del golpe
de Estado del ’66. Por otro lado, su importante rol dentro de los espacios me-
diáticos, académicos e intelectuales, marcado por su constante intervención
en ellos, le da una especial relevancia en lo cuanti como en lo cualitativo en
tanto actor multifacético, en momentos de construcción de la preeminencia
del liberal-conservadurismo al interior de las derechas argentinas.7

Grondona, Aguilar, Buenos Aires, 2005. En marzo de 1966, el ministro de Justicia Carlos
Alconada Aramburu denunció a Primera Plana y Grondona como parte de un complot gol-
pista que incluía a las revistas Atlántida, Imagen, Confirmado y al columnista político de
esta, Mariano Montemayor. Un balance desde estos sectores al término de la “Revolución
Argentina”, BOTANA, Natalio, BRAUN, Oscar y FLORIA, Carlos El régimen militar.
1966-1973, La Bastilla, Buenos Aires, 1973.
5 Sobre el liberal-conservadurismo en la Argentina, HEREDIA, Mariana “La identificación
del enemigo. La ideología liberal conservadora frente a los conflictos políticos y sociales
en los años sesenta”, en Sociohistórica, n˚ 8, La Plata, 2000, pp. 83-121; MORRESI, Sergio
“El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional”, en
Sociohistórica, n˚ 27, La Plata, 2010, pp. 103-136; VICENTE, Martín “Los intelectuales
liberal conservadores argentinos y la última dictadura. El caso del grupo Azcuénaga”, en
Kairós, n˚ 29, San Luis, 2012, pp. 1-17. VICENTE, Martín “Lo que fue y lo que nunca
será: (de)ontologías de la Argentina en los intelectuales liberal-conservadores durante el
posperonismo”, en A Contracorriente, vol 11, n˚ 1, North Carolina, 2013, pp. 86-109.
6 Diversos análisis han realizado múltiples adjetivaciones ideológicas de Grondona, que van
del nacionalismo católico (el cual señaló haber abandonado en la etapa peronista) a usos li-
bres de los conceptos liberal o conservador. En general, dichas categorizaciones responden
a la visibilidad “golpista” del autor en tal etapa, pero dejan de lado el análisis de sus textos
en una escala como la aquí propuesta. SIVAK, Martín El Doctor…cit., rescata las diversas
ópticas expuestas por el intelectual a lo largo de su extensa trayectoria.
7 BOHOSLAVSKY, Ernesto y MORRESI, Sergio “Las derechas argentinas en el siglo XX:
ensayo sobre su vínculo con la democracia”, en Iberoamérica Global, vol. 4, n˚2, 2011, pp.
17-49.
“Misterioso matrimonio” 69

Mariano Grondona nació el 19 de octubre de 1932 en Buenos Aires, único hijo


varón de un matrimonio de inmigrantes italianos. Se educó primero con una
institutriz inglesa y luego en el Colegio Champagnat, de la compañía de los
Hermanos Maristas. Ingresó a la Acción Católica en 1946, de la mano del lue-
go fundador del Instituto de Cultura Católica de Buenos Aires –antecedente
directo de lo que luego sería la Universidad Católica Argentina–, Luis María
Etcheverri Boneo, quien lo influyó en las lecturas de clásicos griegos y cató-
licos, así como en su decisión de ingresar al Seminario Metropolitano, donde
permaneció un año, antes de su ingreso a la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires en 1951. Allí fue compañero de
estudios de Guillermo O’ Donnell, Rodolfo Ortega Peña y Roberto Roth, lue-
go destacados intelectuales. Durante su carrera militó en la derecha moderada
y antiperonista de los estudiantes Independientes, y fue comando civil en el
movimiento cívico militar que derrocó al segundo gobierno de Juan Perón en
1955.8 Al año siguiente, partió a tomar cursos de posgrado en Sociología y
Ciencias Políticas en el Instituto de Estudios Políticos de Madrid. Comenzó su
carrera como periodista en , en 1958, allí conocería a los futuros director y se-
cretario de Redacción de : el mencionado Timerman y Tomás Eloy Martínez,
y donde a los pocos meses se hizo cargo de la destacada columna “Panorama
Político”, que se publicaba sin firma.
A fines de 1960, el por entonces flamante director de la Escuela Superior
de Guerra, coronel Alejandro Lanusse, lo contrató junto a un grupo de civiles
para ser profesor de la institución, donde dictó “Derecho y Política” entre
1961 y 1965. Entre ellos se encontraban uno de los fundadores del Partido
Demócrata Cristiano, Rodolfo Martínez, abogado y periodista; el abogado y
sociólogo José Enrique Míguens, y el abogado y diplomático Nicanor Costa
Méndez. Al mismo tiempo, Grondona comenzó a dictar clases de Derecho Po-
lítico en la Universidad de Buenos Aires, en la cátedra de Ambrosio Romero
Carranza, también miembro fundador del PDC, de la cual Martínez era ad-
junto, y donde también trabajaron, en esa etapa, Mario Justo López y Germán
Bidart Campos, dos destacados intelectuales liberal-conservadores, además

8 El propio Grondona ha marcado que la experiencia peronista lo llevó del catolicismo polí-
tico al liberalismo. Sobre el espacio del catolicismo en el posperonismo, ver ZANCA, José
Los intelectuales católicos y el fin de la cristiandad. 1955-1966, Fondo de Cultura Eco-
nómica, Buenos Aires, 2006; ZANCA, José El humanismo cristiano y la cultura política
argentina. (1936-1959), Tesis Doctoral, Universidad de San Andrés, Buenos Aires, 2009.
Para el antiperonismo, SPINELLI, María Teresa Los vencedores vencidos. El antiperonis-
mo y la “Revolución Libertadora”, Biblos, Buenos Aires, 2005.
70 Política y cultura durante el “Onganiato”

del católico liberal Carlos Floria. Durante el frondizismo, Martínez invitaría


a Grondona a secundarlo en el ministerio de Defensa, cargo que este rechazó,
pues consideraba al presidente de la Unión Cívica Radical Independiente “un
comunista”.9
Tras el derrocamiento de Frondizi, Grondona accedió a formar parte del
equipo de gobierno del presidente interino José Guido, donde Martínez pasó
de Defensa a Interior. El cargo de subsecretario de esa cartera quedó para el
columnista del diario de la familia Mitre, en un gabinete con importante pre-
sencia de intelectuales liberal-conservadores: el ya experimentado Federico
Pinedo y representantes de la generación de Grondona como Álvaro Alsoga-
ray, Horacio García Belsunce, José Martínez de Hoz, Jaime Perriaux y Gui-
llermo Walter Klein, junto con la generación intermedia del propio Martínez
y otro miembro fundador del PDC, Oscar Puiggrós. Así como la generación
intelectual de Pinedo comenzaba a retirarse de la vida pública durante los
’60, la de Grondona, que había surgido durante el final del peronismo y se
había ido afianzando, de manera multiforme, en los espacios intelectuales,
mediáticos y políticos en los años subsiguientes, tomaba ya fuertemente la
posta de relevo al interior de los espacios liberal-conservadores. La idea de
un recambio generacional, basada en las lógicas de José Ortega y Gasset, era
fuertemente postulada por el propio Grondona como clave para el futuro de la
Argentina.10 El accionar de nuestro autor en la etapa, en tal sentido, brinda un
notable ejemplo de los roles de estas figuras en el período.

“Democracia-oligarquía” y “poder de reserva”


Del imperio de los mejores a las Fuerzas Armadas
Mientras Grondona desempeñaba el cargo ministerial, entró en prensa su pri-
mer libro: . Con escasas referencias bibliográficas y un estilo que combinaba
el ensayismo tradicional con la linealidad y contundencia de los propios del
Derecho politológico, el libro se sustentaba sobre el análisis de “dos formas
básicas de gobierno en la realidad de hoy: la ‘tiranía-oligarquía’ y la ‘demo-
cracia-oligarquía’”, sobre las cuales Grondona afirmaba la existencia de dos

9 SIVAK, Martín El Doctor…cit., pp. 48-66.


10 GRONDONA, Mariano La Argentina en el tiempo y en el mundo, Primera Plana, Buenos
Aires, 1967. En ese año ‘62, Pinedo tenía 67 años; Martínez, 43; Puigróss, 42; Alsogaray,
49; García Belsunce, 38; Grondona, 30; Klein, 26; Martínez de Hoz, 37, y Perriaux, 42.
Puede verse su columna sobre la cuestión generacional narrada desde su perspectiva de
joven en PP, 24/8/’65.
“Misterioso matrimonio” 71

opciones contrapuestas: el gobierno de un solo hombre rodeado de un grupo


de notables que se suceden entre sí, o un grupo de notables escogidos por la
mayoría de la comunidad. Definición que implicaba entender que “la demo-
cracia pura, es decir: el mando del pueblo sin intermediarios, sin los ‘pocos’,
es una utopía: ni siquiera Rousseau la admite sin concesiones a la realidad, e
históricamente no se ha dado nunca”.11
“La forma más usual de la democracia-oligarquía es la ‘democracia re-
presentativa’”, escribía el autor, en tanto los representantes se comprendían
como un conjunto acotado de notables (los pocos) capaz de comandar la de-
mocracia, sin mayor intervención del resto de la sociedad que elegir procedi-
mentalmente a quienes ejercerán su representación, de ahí que, en su inter-
pretación, la fórmula constitucional “El pueblo no delibera ni gobierna sino
por medio de sus representantes”, expresaba satisfactoriamente la idea central
de la democracia representativa.12 Ahora bien, esta mención a la Constitución
Nacional trabajaba sobre un entramado discursivo muy presente en el liberal-
conservadurismo que emerge tras el derrocamiento del peronismo: si bien se
postulaba desde estos actores la forma de sociedad política de la democracia,
ella no aparecía inscripta en el texto de 1853, como sí lo hacía la forma de
gobierno representativa, republicana y federal. Por ello, tras repasar las que
entendía como diferencias entre la democracia-oligarquía y los regímenes au-
toritarios, el autor señalaba que en el caso de la primera debía usarse la deno-
minación “repúblicas”: “Según sea mayor o menor la participación del pueblo
en el mando, las repúblicas pueden ser más bien democráticas o más bien oli-
gárquicas. Nunca serán democracias u oligarquías puras”. 13 Aquí Grondona
apuntaba sobre un tópico nodal de la teoría política liberal-conservadora: la
concepción de que la República, siendo democrática, debía serlo de un modo
elitista, es decir, ni del todo democrática, lo que compondría un populismo,
ni del todo oligárquica o propia de una aristocracia enquistada en el gobierno.
Esta articulación intermedia, signo de la lectura moderantista al tiempo que
restrictiva del liberal-conservadurismo sobre la democracia, proponía la con-
ducción de lo público por parte de una elite, “los pocos” del lenguaje grondo-
niano. Esos pocos serían los representantes institucionales del conjunto de la
sociedad, lo cual era explicado por medio de la construcción meritocrática de

11 GRONDONA, Mariano Política y gobierno, Columba, Buenos Aires, 1962, p. 16.


12 GRONDONA, Mariano Política y gobierno, p. 17.
13 GRONDONA, Mariano Política y gobierno, p. 25.
72 Política y cultura durante el “Onganiato”

“los pocos” en tanto los mejores: minoría implicaba mérito, lo cual completa-
ba el concepto de elite.
Posteriormente, desde , Grondona conceptualizaba al ser humano como
un ser en esencia jerárquico, que “siente como una ofensa a su dignidad y
como una amenaza a su situación cualquier agravio impune de un inferior a un
superior”. Por ende proponía retomar una concepción basada en las relaciones
desiguales como articuladoras del orden social. De allí que enfatizara como
necesidad de la hora,
“volver a la idea de que quien se iguala a aquello que no es
igual, debe sufrir las consecuencias. A veces se confunde de-
mocracia con democratismo. Como cualquier otro régimen, la
democracia es un sistema de poder, de mando y de obediencia.
En ella hay superiores e inferiores, autoridad y sumisión”.14
Veremos más adelante la implicancia que esta concepción tendrá a la hora de
expresarse en el horizonte de expectativas del autor sobre Onganía.
En 1963, Grondona formó parte del grupo de intelectuales, mayormente
liberal-conservadores que, liderados por Carlos Floria, reformularon la carrera
de Ciencias Políticas en la Universidad del Salvador. Allí estuvo a cargo de
“Problemas Políticos Contemporáneos” y entre 1965-68 dirigió el Instituto de
Ciencia Política de la misma universidad.15 Tras una breve experiencia al fren-
te de su revista política , la cual se seguiría editando sin solución de periodici-
dad, en 1964 ingresó a , donde escribiría la principal columna política. Junto
con él, entró a la publicación el caricaturista Juan Carlos Colombres, , quien,
con sus dibujos que satirizaban a Illia como un anciano lento y desconectado
de la realidad, es la otra gran referencia que la bibliografía ha tomado a la
hora de analizar las formulaciones, entendidas como golpistas, del medio de
Timerman.16 Así presentaba a ambos el director: “Poseen una visión honesta y
penetrante de la misma realidad: uno con la serenidad y el rigor de un experto

14 GRONDONA, Mariano “Sobre la jerarquía”, Primera Plana, 9 de noviembre de 1965.


15 Sobre la carrera de Ciencias Políticas de la USAL y su contexto, ver BULCOURF, Pablo
“La Ciencia Política en la Argentina”, ponencia presentada en VI Congreso Argentino de
Ciencia Política. 5 al 8 de noviembre, Rosario, 2003.
16 Esto no implica colocar a Grondona y Landrú en el mismo nivel interno de la revista:
mientras el abogado era el principal actor de su área, ese sitio en el segmento del humor
correspondía a Lino Palacios.
“Misterioso matrimonio” 73

en ciencia política, el otro con la intuición y la espontaneidad propias de los


humoristas”. 17
El libro-folleto , la siguiente publicación del abogado, fue editado por el
Centro de Estudios Nacionales en 1964, como parte de una colección que re-
producía las conferencias dictadas por la institución. Creado por Arturo Fron-
dizi luego de que su truncada experiencia presidencial, el Centro se constituyó
legalmente en agosto de 1963, como reformulación del Centro de Investiga-
ciones Nacionales fundado en torno de Frondizi y Rogelio Frigerio en 1956.18
El breve ensayo de Grondona hacía eje en el análisis de lo que definía como
“grupos de presión y factores de poder”, un tópico que, como lo demuestran
el libro de Germán Bidart Campos del mismo título y los trabajos de Segundo
Linares Quintana y Mario Justo López, fue central en las indagaciones de los
intelectuales liberal-conservadores argentinos que, provenientes del Derecho,
incursionaban en la Ciencia Política.19
“Es posible imaginar entonces, ahora, toda la comunidad po-
lítica como una serie infinita de retículas y de redes que tie-
nen por pequeños haces a los individuos a través de los cuales
cruzan relaciones interindividuales, relaciones con los grupos
intermedios, relaciones con el Estado, relaciones que son de a
dos manos, derechos y obligaciones y haces –los individuos–
que generan dos tipos de corrientes: de mando y de obedien-
cia. No hay individuo dentro de la comunidad que no mande
y obedezca en alguna medida, que no dé origen a alguna re-
lación de mando y a alguna relación de obediencia. El único
punto de toda esta red del cual solamente surgen relaciones de
mando, es el Estado. Y a esto lo llamamos soberanía”.20
Desde tal definición de pretensiones canónicas, Grondona desglosaba su lec-
tura de los grupos intermedios: los mencionados grupos de presión y factores
de poder. Por un lado, entendía a ambos como idénticos en tanto se formaban,

17 TIMERMAN, Jacobo, “Carta al lector”, Primera Plana, 16 de junio de 1964.


18 Fondo Centro de Estudios Nacionales, Biblioteca Nacional, Archivo Frondizi.
19 BIDART CAMPOS, Germán Grupos de presión y factores de poder, Peña Lillo, Buenos
Aires, 1961; LINARES QUINTANA, Segundo Gobierno y administración de la República
Argentina. Tomo I, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1959; LÓPEZ, Mario Jus-
to Introducción a los estudios políticos. Volumen II, Kapelusz, Buenos Aires, 1971.
20 GRONDONA, Mariano Factores de poder en la Argentina, Centro de Estudios Nacionales,
Buenos Aires, 1964, p. 9.
74 Política y cultura durante el “Onganiato”

cada uno por su lado, como representantes de intereses en común actuantes


en la arena política, pero los diferenciaba en tanto el grupo de presión era
entendido como aquel que actuaba buscando una decisión estatal favorable,
presionando para ello al propio Estado o a “los factores que determinan la
voluntad del Estado”; el factor de poder, en cambio, era en este marco una
entidad estatal que cumplía cometidos estatales, entre los cuales Grondona
mencionaba a las Fuerzas Armadas, la burocracia y la justicia.21 En esta ca-
tegorización, entonces: “La diferencia, pues, entre grupos de presión y facto-
res de poder, consiste en que el factor de poder es un órgano del Estado que
utiliza el poder del Estado fuera de sus funciones específicas”. Por lo tanto,
enfatizaba el columnista: “El grupo de presión es un grupo de la comunidad,
de la sociedad, ajeno al Estado y que utiliza sus fuerzas para presionar sobre
el Estado y obtener una definición en un momento determinado en beneficio
de su interés particular”.22
El grupo de presión, decía Grondona, tenía diversos modos de actuar pú-
blicamente, pero uno de ellos, la acción de fuerza, era peligroso, con un límite
en el plano institucional: cuando un grupo de presión amenace la instituciona-
lidad, estará desfigurando al propio Estado: “Un Estado, entonces, donde los
grupos de presión tienen éxito en presionar y no en persuadir ni en informar,
ni en gestionar, ni en peticionar, es un Estado volcado al particularismo de la
fragmentación de la soberanía y al particularismo del triunfo de los fuertes
sobre los débiles”.23 Para analizar a los factores de poder, Grondona ejemplifi-
caba, no desinteresadamente, con las Fuerzas Armadas. Definía, entonces, a la
democracia como un sistema de consentimiento pero con límites claramente
marcados en su funcionamiento ante las crisis. Para el autor, al entrar en crisis
los mecanismos de consenso de la democracia, se “empieza a bajar dentro del
edificio del Estado hasta llegar al sótano o al cimiento y ahí está la fuerza”.
De ahí que ante una crisis democrático-institucional, los dueños de la fuerza
pública fuesen los árbitros “de lo que ocurra con el poder”. 24Tras agregar
taxativamente que “esto ocurrió así, siempre, en todas partes”, el abogado
concluía que la división de la sociedad debía entenderse desde la división cla-
ra y profunda entre los poderes regulares-institucionales y el poder de reserva.
Por ello, enfatizaba el autor, debía notarse las diferencias profundas entre el

21 GRONDONA, Mariano Factores…, p. 12.


22 GRONDONA, Mariano Factores…, p. 13.
23 GRONDONA, Mariano Factores…, p. 26.
24 GRONDONA, Mariano Factores…, p. 29.
“Misterioso matrimonio” 75

golpismo y el legalismo en la Argentina: los golpistas entendían a las Fuerzas


Armadas como factor de poder capaz de determinar la voluntad estatal me-
diante el uso de la fuerza, mientras que para el legalismo, eran un poder de
reserva. Nuevamente el autor era contundente: “Y esto no se puede negar, esto
está, esto existe”.25 Por ello, decía Grondona, había una necesidad de defini-
ción clara entre la democracia y el autoritarismo, donde, si bien aclaraba que
siempre la primera se llevaría sus favores, elegía hacer una excepción:
“Si llegáramos a este punto de comparación y me dijeran que
esta democracia que se vive, esta semidemocracia, no va a nin-
guna parte en el orden de eficacia y del orden y hay la fórmula
segura para el régimen autoritario que sin ser totalitario va a
llevar al desarrollo, yo ahí habría planteado una verdadera di-
ficultad y podría, inclusive, legítimamente pronunciarme por
lo segundo, porque el bien común está por encima del siste-
ma que busquemos para lograrlo, pero siempre que se haga
la comparación en estos precisos términos, en los cuales es
muy difícil hacerlo porque el régimen autoritario está por
conocerse”.26
Aquí encontramos una clave del pensamiento liberal-conservador: la acepta-
ción de un régimen autoritario y/o dictadura, como momento positivo y or-
denancista ante una democracia presentada como falaz, al punto de llegar a
desfigurar su presente sino su propia esencia. Ahora bien, las lecturas liberal-
conservadoras apuntaban centralmente su crítica a la democracia por sus con-
secuencias populistas, en tanto proponían una articulación elitista plasmada
como democracia de baja densidad. Sin embargo, la formulación de Grondona
se enfocaba aquí sobre las debilidades de la democracia no por el populismo
en el poder, sino por el populismo fuera de él. El peronismo como jaqueador
de la democracia era la clave problemática, de ahí que su lectura de las Fuer-
zas Armadas como “poder de reserva” cobrase una dimensión particular, y el
populismo se transformara en el eje sobre el cual se hacía girar la problemática
de la democracia argentina.
La postulación de tal lectura como parte de una línea legalista formaba parte
de la concepción que Grondona había presentado ya en el Comunicado 150,
redactado en setiembre de 1962 junto a José Miguens, quien fuera empleador

25 GRONDONA, Mariano Factores…, p. 32-33.


26 GRONDONA, Mariano Factores…, p. 43.
76 Política y cultura durante el “Onganiato”

de Grondona en su estudio de abogado a la vuelta de su viaje a Europa en


1957, donde planteaba la concepción política y la propuesta estratégica del
bando azul del ejército.27

“Legalismo doctrinario” y “cláusula no escrita”


De la estabilidad a la dictadura
Desde , Grondona amplió la hipótesis que hemos analizado desde su libro-fo-
lleto, construyendo paulatinamente un discurso sinuoso sobre el golpe de Es-
tado y la dictadura del general Onganía como el modo de lograr la estabilidad
que la democracia temblorosa no lograba asentar.28 El abogado realizaba, en
las páginas de la publicación, una serie de torsiones conceptuales capaces de
enraizar su propuesta con los basamentos teóricos postulados en las obras que
analizamos previamente. El punto de partida de la estrategia era la división
entre golpismo y legalismo de dos vertientes, “interesado” y “doctrinario”.
Lejos de los intereses particularizados del primero, el legalismo doctrinario
se caracterizaba, para el autor, como aquel cuyos “argumentos centrales” eran
“la democracia y la estabilidad. La democracia, porque el le-
galismo subraya la importancia de ciertos valores –la libertad
personal, la paz política y social, la participación popular en
la vida pública– que, como el aire, no se aprecian hasta que se
pierden. Y la estabilidad porque, , existe un legalismo ‘puro’

27 Existen controversias sobre la autoría del documento, presentamos la línea de interpretación


corroborada por un antiguo colaborador de Grondona en la USAL que prefirió mantener el
anonimato. El propio Grondona se señala como el mentor y redactor, Marcelo Levingston
indica que Grondona lo escribió junto a Julio Aguirre bajo su supervisión y la de Onganía:
SIVAK, Martín El Doctor…cit., pp. 65-78. Sobre la interna militar, y el conflicto entre
“azules” y “colorados”, POTASH, Robert El ejército y la política en la Argentina. 1962-
1973. De la caída de Frondizi a la restauración peronista. Segunda parte, 1966-1973,
Sudamericana, Buenos Aires, 1994; ROUQUIÉ, Alain Poder militar y sociedad política en
la Argentina. II. 1943/1973, Emecé, Buenos Aires, 1982. Sobre Miguens, GIORGI, Guido
“Redes católicas y Estado en la ‘Revolución Argentina’”, en Ciencias Sociales y Religión,
vol. 12, n˚ 12, Porto Alegre, 2010, p. 53-78. Para una lectura clásica sobre intelectuales y
poderes políticos en la etapa, SIGAL, Silvia Intelectuales y poder en la década del sesenta,
Puntosur, Buenos Aires, 1991.
28 El discurso golpista de Primera Plana ha sido analizado en paralelo al de otra publicación
de Timerman, el semanario Confirmado, donde Grondona fue colaborador ocasional. Ver,
MAZZEI, Daniel Medios de comunicación y golpismo…cit.; MOCHKOFSKY, Graciela
Timerman…cit.
“Misterioso matrimonio” 77

que, antes que ninguna otra cosa, teme el cambio brusco del
ritmo político e institucional”.29
Grondona postulaba que estaba en juego una puja ideológica que, sin embar-
go, tenía “un punto irreversible” allí donde “los hombres agotan el diálogo y
empiezan el combate”. 30 Si la redacción general de la columna podía dar lugar
a una imagen equidistante del articulista para quien no conociera el libro que
analizamos previamente, las posteriores intervenciones del abogado comen-
zaban a tomar posición de modo explícito: “Todos los regímenes políticos
contienen fuerzas de reserva que aparecen solamente en las horas de crisis.
En las naciones estables, estas fuerzas son apenas conocidas. En las naciones
inestables, ocupan el centro del escenario”. 31 En este marco, el autor identifi-
caba a Onganía con la figura del hombre de reserva, y a la vez lo diferenciaba
de Pedro Aramburu, cuyo proyecto había quedado trunco.
Grondona transformaba, indirectamente, al militar cursillista, cuyo pase a
retiro proponía como clave, al colocarse por fuera de los “particularismos”, en
un epígono de Charles de Gaulle, en tanto postulaba que “el modelo alternati-
vo al de Aramburu es, obviamente, el de De Gaulle: aquí, la espera rindió sus
frutos y al silencio siguió el poder”.32 Esta construcción proponía al general
Onganía como un emergente inevitable de la crisis nacional, la cual debía
sortearse no sólo mediante la salida política, sino por la vía de una moderniza-
ción, mientras el país estaba en medio de una encrucijada: “Con la alternativa
aun abierta. Y con el temor creciente de perder la historia”.33 Allí, reconocía
Grondona, “yo creo que sus protagonistas son tres: el gobierno, el peronismo
y el Ejército”34.
Aquí estaba el eje de la articulación, plena de , del intelectual liberal-
conservador: se trataba de optar entre las opciones de un gobierno fruto de una
democracia incompleta, el partido némesis del ideario liberal-conservador y el

29 GRONDONA, Mariano “El debate”, Primera Plana, 7 de diciembre de 1965.


30 GRONDONA, Mariano “El debate”, cit.
31 GRONDONA, Mariano “Vidas Paralelas”, Primera Plana, 28 de diciembre de 1965.
32 GRONDONA, Mariano “Vidas Paralelas”, cit. También el justicialismo proponía la equi-
paración de Perón con el líder francés, ver DE RIZ, Liliana La política en suspenso…cit. La
operación de Grondona poseía un tono polémico en diversos planos: el uso de la figura de
un ícono del antiperonismo como Aramburu, la elevación de Onganía y la disputa simbóli-
ca con el justicialismo. De Gaulle era, junto con John Kennedy, protagonista central en la
mirada internacional de Primera Plana.
33 GRONDONA, Mariano “Las edades”, Primera Plana, 21 de diciembre de 1965.
34 “El país: ¿quién mandará en 1966?, Primera Plana, 4 de enero de 1966.
78 Política y cultura durante el “Onganiato”

actor militar, “última instancia de esa lucha”. 35 Era una decisión ordenancista:
“Ni hay golpismo muy ilusionado, ni hay un legalismo muy ilusionado”, en
tanto el gobierno de Illia era expresión de “la inercia histórica de una Argenti-
na gris”. 36 Por ello, Grondona marcaba previamente dos ejes: en primer lugar,
“el golpismo llega al hueso” al momento en que “propone su tesis fundamen-
tal: que el sistema democrático no es ‘medio’ del desarrollo sino su ‘fruto’”;37
en segundo término, la aseveración de que Onganía “no necesita complicarse
con el Gobierno: su figura se deslinda aún más de él con el retiro”. 38 El hilo
conductor, así, llevaba de la democracia incompleta a la dictadura, a través del
haz del desarrollo y por medio del hombre que se colocaba por encima de los
fragores propios de un sistema cuyo real funcionamiento socavaba su razón
de ser.
Por medio de la apelación al supuesto encierro del presidente Illia en su
propio partido, Grondona llamaba a atender lo que consideraba el imperativo
de “una cláusula no escrita”: “Nuestra Constitución tiene una cláusula no es-
crita, cuyo texto es el siguiente: ‘Al jurar su cargo, el Presidente debe escoger
entre su partido y el país’. Del cumplimiento o incumplimiento de esta cláusu-
la depende todo lo demás”. 39 Esta situación refería, señalaba el autor, a la falta
de espesor histórico del presidente, centrado en la UCRP y desatento a la cru-
cial situación que ya había descripto el abogado y periodista: “Cuando los pre-
sidentes tuvieron la fuerza política y moral de los conductores, el país sintió la
tensión dolorosa y creadora de las grandes gestas”, por lo que una línea nacio-
nal no era sino la que marcaba que “toda la historia argentina es, en definitiva,
la búsqueda afortunada o desafortunada de presidentes-caudillos”.40 Quedaba
abierta, por esta segunda vía, que confluía con la primera, la construcción de
un orden nuevo, que el columnista no trepidaba en denominar dictadura. Tras
realizar un recorrido histórico-semántico por el concepto, postulaba que su

35 “El país: ¿quién mandará en 1966?, cit.


36 GRONDONA, Mariano “La Argentina gris”, Primera Plana, 15 de marzo de 1966.
37 GRONDONA, Mariano “El debate”, cit.: “El desarrollo hay que hacerlo con mano fuerte:
la mano de la oligarquía liberal en el siglo XIX, la mano de una autocracia de izquierda o
derecha en el siglo XX. Sólo después el país, desarrollado económica y socialmente, puede
darse el lujo sutil de la democracia”. La afirmación de Grondona era teórica: la idea de igua-
lar izquierda y derecha remitía sólo al desarrollo como construcción ideal, no al esquema
que él mismo proponía.
38 GRONDONA, Mariano “Vidas paralelas”, cit.
39 GRONDONA, Mariano “El partido y el país”, Primera Plana, 3 de mayo de 1966.
40 GRONDONA, Mariano “El presidente”, Primera Plana, 10 de mayo de 1966.
“Misterioso matrimonio” 79

aplicación aparecía justificada por los límites a los cuales había llegado la si-
tuación de crisis: “Obstinarse en aplicar a esta situación remedios ‘normales’,
de simple y tranquila evolución, es ignorar que la normalidad, como tal, nos
ha abandonado hace mucho tiempo”.41 La dictadura “romana”, que Grondona
ofrecía al gobierno, apuntaba realmente fuera de él, hacia Onganía, como lo
dejaba en claro una semana antes del golpe: “Estamos en 1810 y en 1880, no
en 1820 o en 1920: en dolores de alumbramiento”. 42 El amanecer del golpe de
Estado, como solución positiva, era tan doloroso como definitivo.
“La Nación y el caudillo se buscan entre mil crisis, hasta que, para bien
o para mal, celebran su misterioso matrimonio”, señalaba Grondona a dos
días de producido el golpe de Estado. Se acababa “el absurdo de un gobierno
sin poder”: “Estas son las cosas profundas, que están más allá de las formas
legales o retóricas. La Argentina se encuentra consigo misma a través del prin-
cipio de autoridad. El Gobierno y el Poder se reconcilian, y la Nación, recobra
su destino”. 43 Veremos, a continuación, cuál era el destino mentado por el
intelectual liberal-conservador, que terminaba de cerrar su interpretación del
“Onganiato” como un futuro deseable: nuevamente, el eje era el concepto de
modernización el que completaba la explicación de esta voluntad autoritaria
y ordenancista.

“La Argentina ineficaz” y el “Estado concertado”


Del estancamiento a la modernización
Como lo ha señalado Guillermo O’ Donnell, “este liberalismo, tal como se
expresó en 1966, no era anti-estatista ni proponía un retorno al ”.44 En efecto,
el tipo de liberalismo que se articuló en torno de la autoproclamada “Revo-
lución Argentina”, analizado aquí desde el liberal-conservadurismo, no es,
por principio, anti-estatista. Contrariamente, propone un Estado racionalizado
que no deja de ser un Estado mínimo (mínimo necesario, totalmente diferente
del mínimo posible con el cual suele caricaturizarse críticamente a diversas
variantes del liberalismo, en especial desde las miradas retrospectivas luego
de las diversas experiencias neoliberales) y por ello su concepción del está
necesariamente supeditada al rol que cumpla el Estado como factor posibili-

41 GRONDONA, Mariano “La dictadura”, Primera Plana, 31 de mayo de 1966.


42 GRONDONA, Mariano “Ser o no ser”, Primera Plana, “Ser o no ser”, 21 de junio de 1966.
43 GRONDONA, Mariano “Por la Nación”, Primera Plana, 30 de junio de 1966.
44 O’DONNELL, Guillermo El Estado Burocrático Autoritario, De Belgrano, Buenos Aires,
1996, p. 100.
80 Política y cultura durante el “Onganiato”

tador del juego de los privados en la forma Mercado.45 En este punto, además,
debemos marcar que aún los liberales en sus diversas expresiones, con la par-
cial excepción de autores que comenzaban a experimentar un fuerte influjo
del neoliberalismo, eran partícipes, si bien en alta medida críticos, de una
amplia recepción de las tendencias desarrollistas, algo que aparece claramente
en las intervenciones de Grondona en , donde su liberal-conservadurismo se
debate, constantemente, entre diversas opciones, tanto articuladoras cuanto
polémicas, con una visión desarrollista “por derecha”.46 La clave moderniza-
dora, en ese sentido, funcionó como un eje explicativo que atravesaba el mapa
ideológico y generó diversos debates.47 Así, al colocar a la democracia como
valor supeditado al desarrollo, que se postulaba sustantivo, encontramos una
reformulación, en este caso liberal-conservadora, de la relación subordinada
de la democracia.48
La Argentina del futuro, en el liberal-conservadurismo, era concebida
como un país a la vanguardia de América del Sur, que se miraba en el espejo
de los Estados Unidos, pero que no buscaba alinearse al país del norte sino
referenciarse en él.49 En tal aspecto, nuevamente, la palabra central era mo-
dernización, y desde allí se puede releer la coalición que sostuvo el golpe del

45 En tal sentido, en las referidas lecturas críticas se ha impuesto un modelo interpretativo


del liberalismo como el que propone VACHET, André La ideología liberal. Fundamentos,
Madrid, 1972, 1973, donde el criterio central de los fisiócratas, laissez faire-laissez passer,
se entiende como eje vertebrador del liberalismo.
46 El influjo del desarrollismo ha sido clave en las vertientes tecnocráticas que se imbricaron
con las ideas liberales, liberal-conservadoras y católicas, atravesando los espacios políti-
cos, intelectuales, académicos y militares, entre otros. En tal sentido, es importante desta-
car el rol del discurso eficientista, como lo ha hecho SMULOVITZ, Catalina “La eficacia
como crítica y utopía. Notas sobre la caída de Illia”, en Desarrollo Económico, vol. 33, n˚
131, 1993, pp. 403-423. Ver especialmente las columnas de Grondona: PP, 15/6/’64 y PP,
20/7/’64.
47 DEVÉS VALDÉS, Eduardo El pensamiento latinoamericano en el siglo XX. Tomo II: Des-
de la CEPAL al neoliberalismo (1950-1990), Biblos, Buenos Aires, 2009.
48 Es sugerente interpretar que, de Frondizi a Onganía, en el desarrollismo la democracia sería
secundaria frente a la idea de desarrollo económico, SCAVINO, Dardo Rebeldes y confa-
bulados. Narraciones de la política argentina, Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2012.
49 La idea de una Argentina potencia se relacionaba tanto con el nuevo tablero americano
como con las hipótesis de conflicto en el Cono Sur, GRONDONA, Mariano La Argentina
en el tiempo y en el mundo…cit. Pueden consultarse las intervenciones de Grondona en
la revista Visión, a la que se incorporó en 1969, para dirigir entre 1978 y 1995. El medio,
propiedad de Anastasio Somoza (h.), vástago del dictador nicaragüense, concedía gran im-
portancia a cuestiones geopolíticas.
“Misterioso matrimonio” 81

general Onganía. El sentido de la modernización, para Grondona, estribaba


en una transformación del país, capaz de dejar atrás esa “Argentina gris” que
hemos relevado previamente, en tanto para el intelectual “hay un creciente
acuerdo nacional sobre es lo que hay que hacer”, pero sin embargo debía lo-
grarse una avenencia cierta sobre llevaría a cabo la tarea.50 La creación de la
figura de Onganía como el hombre que aparecía por encima de los partidos
políticos, entendidos como retardatarios, actuaba sobre esa línea interpretativa
que fundía modernización y autoritarismo como modalidad rupturista con lo
que entendía como el estatismo nacional. La clave, proponía nuestro autor,
era hallar las maneras de que el Estado llegara a ser un “Estado concertado”,
capaz de crear la modernización desde el plano de equilibrio entre las nece-
sidades de los individuos y de la propia Nación.51 Así, Grondona retomaba,
oblicuamente y sin mencionarla, la teoría de las ventajas relativas, creada por
David Ricardo, y de fuerte presencia en el pensamiento liberal-conservador
del momento,52 para proponer que “lo que nos debe preocupar sobre la Argen-
tina, entonces, no es su ‘situación’ objetiva, su producto bruto o sus cosechas.
Lo que nos debe preocupar es su aparente incapacidad para convertir toda esa
‘herencia’, rica e importante, en una ‘empresa’ que atrape el futuro”. Es decir,
el país tenía un basamento objetivo indiscutible, por ende no problemático,
pero el problema estaba en que “nuestro subdesarrollo esencial es, así, de
carácter político”, 53 un atolladero que, como hemos visto previamente, con-
formaba la Argentina ineficaz.

Epílogo
“La agonía del tiempo anterior” y “la aparición del tiempo nuevo”
En torno a un horizonte que se aleja
“¿Es esto una revolución?”, se preguntaba Grondona a pocos meses de suce-
dido el golpe de Estado liderado por el general Onganía, y se respondía que,
más allá de la voluntad gubernamental, no lo era, pero que, sin embargo, la
pretensión revolucionaria “refleja una creencia colectiva de la Argentina: la
convicción de que ‘algo’ –algo profundo y substancial– tiene que cambiar en
nuestra sociedad para que tengamos, en verdad, un futuro”. Pero el colum-

50 “El país…”, cit.


51 GRONDONA, Mariano “Las vocaciones”, Primera Plana, 11 de enero de 1966.
52 ALSOGARAY, Álvaro Política y economía en América Latina, Atlántida, Buenos Aires,
1969, posee amplias coincidencias con las propuestas de Grondona.
53 GRONDONA, Mariano “El subdesarrollo político”, Primera Plana, 22 de marzo de 1966.
82 Política y cultura durante el “Onganiato”

nista se preguntaba, en cambio, “si el nuevo punto de partida de la Nación


puede consistir en una ‘evolución’ paciente y sin sobresaltos de un esfuerzo
constante”. 54 Para ello, señalaba Grondona reiterando sus lecturas basadas en
alternativas modélicas, la “Revolución Argentina” y el hombre que la encar-
na tenían tres modelos delante de sí: Francisco Franco, Charles De Gaulle y
Humberto Castello Branco. En los tres casos, un nuevo líder asumió el mando
de una nación en crisis por imperio de la fuerza. Pero, a partir de ese origen,
las rutas se distancian”, siendo el caso del francés el de la “victoria y conti-
nuidad”. 55 En ese mismo momento, el intelectual escribía , que se publicaría
un año después y donde daba cuenta de la profundidad de las implicancias de
su apuesta por Onganía: la crisis argentina estaba centrada en la imposibilidad
de articular el programa de los liberales con las masas. El peronismo había
sido el mayor punto de enfrentamiento de “las dos argentinas”, pero “ahora,
por fin, los ciclos mueren”. Por ello, y si bien no ahorraba críticas al devenir
del gobierno de facto, señalaba que “la Revolución Argentina puede ‘elegir’
entre dos etapas históricas. Una, la agonía del tiempo anterior. Otra, la apari-
ción del tiempo nuevo”.56 El tiempo que no apareció, finalmente, y llevó a una
nueva reconfiguración del liberal-conservadurismo argentino, que se plasmará
fuertemente en la década siguiente y en especial en torno al último golpe de
Estado. En el contexto que estamos analizando, en cambio, Grondona comen-
zaba lentamente a dar cuenta de su decepción con la “Revolución Argentina”,
señalando que la visión de Onganía apelaba a “la unidad imposible” de la
sociedad y recriminándole falta de capacidad: “Pero el presidente huye de la
política porque se niega a ‘aceptar la parcialización de nuestra empresa’. En la
medida en que no haga política para evitar que algunos estén en contra de él,
nunca conseguirá que otros estén a favor de él”. 57
Sobre la segunda mitad del año, igualmente, como ha marcado Martín
Sivak en su biografía de Grondona, su tono se moderaría: su amigo Nicanor
Costa Méndez, quien era el canciller del gobierno de facto, convenció a On-
ganía de incorporar al columnista a la Cancillería.58 La falta de documentos
oficiales disponibles nos impide conocer en profundidad el breve período, de
poco más de medio año –entre fines de noviembre de 1968 y julio de 1969– en

54 GRONDONA, Mariano “¿Es esto una revolución?”, Primera Plana, 4 de octubre de 1966.
55 GRONDONA, Mariano “Los tres modelos”, Primera Plana, 1 de noviembre de 1966.
56 GRONDONA, Mariano La Argentina en el tiempo…cit., p. 207.
57 GRONDONA, Mariano “El mito de la unidad”, Primera Plana, 16 de julio de 1968.
58 SIVAK, Martín El Doctor…cit., p. 117.
“Misterioso matrimonio” 83

que Grondona intervino en un gobierno cuyo nacimiento anticonstitucional


alentó, desde una compleja lectura de la realidad nacional que hemos des-
cripto, y cuya caída acompañó, silenciosamente, casi como una metáfora del
lejano horizonte que tal concepción implicaba para la realidad nacional.59
Tras la profunda decepción que implicó para los intelectuales liberal-
conservadores el declive de la “Revolución Libertadora” y las intemperancias
de una democracia que, sin peronismo, no acababa de formular una salida
al sistema político argentino, diagnósticos como el de Grondona en torno al
inicio de tal ciclo marcaban las complejas ondulaciones que el pensamiento
de estos actores experimentó en los años que comenzaban a definir el final de
la experiencia del “juego imposible”. 60 Sin embargo, más pronto que tarde, la
experiencia del “Onganiato” comenzaría a ser interpretada como una nueva
ocasión perdida.
En este capítulo hemos abordado la figura de Mariano Grondona como
caso de estudio capaz de permitir, mediante la reformulación de la escala ideo-
lógica de análisis, un nuevo acercamiento a las lógicas liberal-conservadoras
en torno al “Onganiato”. El misterioso matrimonio al que el propio Grondona
aludía tras el golpe de Estado de 1966, dentro del cual el liberal-conservadu-
rismo tenía su sitio, había forjado su breve existencia basado, desde las ideas
de este actor, en la necesidad de dar lugar a un nuevo tiempo histórico, marca-
do por el signo de la modernización autoritaria capaz de transformar el país.
La elección del actor capaz de cubrir esa vacancia que el abogado y periodista
denunciaba, se debió, en tal sentido, a los complejos meandros de una alianza
que, metafóricamente, se explica desde las lógicas de sus actores como los
componentes de las parejas a las que refiere Abelardo Castillo en el epígrafe:
por haberse mirado demasiado, hasta volverse mutuamente interesantes.

59 En el archivo de Cancillería se encuentran documentos como el nombramiento y la renun-


cia de Grondona, pero escasas fuentes sobre su actuación. SIVAK, Martín El Doctor…cit.,
p. 119, propone que una explicación clave es que “Costa Méndez se llevó muchas carpetas
a su casa”.
60 O’DONNELL, Guillermo Modernización y autoritarismo…cit.
Modernización estética y cultural
en la Argentina de fines de los sesenta
desde la perspectiva del nacionalismo de derecha

María Valeria Galván

Introducción

L
a “Revolución Argentina” y, con ella, el arribo de profundas transfor-
maciones en el plano político e institucional hallaron una cálida recep-
ción entre los representantes del nacionalismo de derecha de la época.
Como principal aglutinador de los intelectuales de esta corriente político-
ideológica durante el posperonismo,1 el semanario nacionalista Azul y Blanco
(AyB), que luego de haber sobrevivido varias clausuras desde su fundación
en 1956, reabrió con la asunción de Juan Carlos Onganía en claro apoyo a su
programa, documenta en sus páginas las expectativas que el golpe de 1966
despertaron entre los nacionalistas. Éstos entendieron que la “Revolución Ar-
gentina” no era otra cosa sino su tan promovida Revolución Nacional corpo-
rativista.2
Sin embargo, no obstante este apoyo inicial al nuevo gobierno,3 cuando
las medidas tomadas comenzaron a alejarse de las expectativas nacional-cor-
porativistas de AyB, el semanario se pasó a la oposición. En este sentido, la
trayectoria recorrida por los nacionalistas en términos de consenso y disenso
respecto del “Onganiato” y sus políticas de gobierno quedó cristalizada en
AyB.
A fines de esta década, las alianzas e identidades políticas clásicas, in-
fluidas por la preponderancia de la “cuestión peronista”, ya estaban en pleno
proceso de reconfiguración.4 En este marco, el nacionalismo que representaba

1 GALVÁN, María Valeria El nacionalismo de derecha en la Argentina posperonista. El


semanario Azul y Blanco (1956-1969), Prohistoria, Rosario, 2013.
2 GALVÁN, María Valeria El nacionalismo de derecha, pp. 161-169.
3 El nacionalismo de derecha fue junto al catolicismo y al liberalismo uno de los pilares
ideológicos principales del “Onganiato” en su plan de gobierno inicial, así como también al
momento de reclutar nuevos funcionarios.
4 ALTAMIRANO, Carlos Peronismo y cultura de izquierda (1955-1965), Latin American
Studies Center, 1992.
86 Política y cultura durante el “Onganiato”

AyB, motivado por un norte corporativista, ya había dado claras señales de


acercamiento a sectores del peronismo y, adoptando como propia la plata-
forma del antiimperialismo, comenzaba a mostrar un piso en común con la
izquierda nacional.5 En este contexto, uno de los factores que terminaron por
acercar al nacionalismo de derecha a la izquierda fue la oposición al gobierno
de Onganía.6
A pesar de que la relevancia de los cambios en los planos político e ins-
titucional durante el “Onganiato” parecen soslayar otros aspectos de ese pe-
ríodo, el primer gobierno de la “Revolución Argentina” también proporcionó
el marco al proceso de renovación estética y estilística en el campo artístico y
cultural, donde, por otra parte, no dejó de interferir constantemente.
La modernización cultural y el apogeo de la cultura juvenil que, como
consecuencia del proceso de descolonización, la Revolución Cubana, los le-
vantamientos en los países comunistas y la situación del mundo árabe, entre
otros, se estaban extendiendo a nivel global, repercutieron también en la re-
novación de los lenguajes y criterios estéticos de las artes plásticas y audio-
visuales, en la literatura y en la música argentinas, que se abrieron a estas
transformaciones transnacionales de carácter disruptivo a partir de distintas
vías (festivales y concursos internacionales, formación en el exterior de artis-
tas locales, convivencia con intelectuales extranjeros en el exilio, etc.), en el
marco de la primavera cultural posperonista que estaba atravesando la clase
media argentina. Esta ola modernizadora –al igual que la convulsionada esce-
na política– fue incorporada por AyB de diversas maneras.
En este sentido, con el fin de determinar la postura del nacionalismo de
derecha frente a la modernización cultural y estética, enmarcada en la presi-
dencia de Onganía, el objetivo del presente capítulo es indagar en AyB –como
representante de esa tendencia político-ideológica– el discurso respecto al
plano cultural, las innovaciones estéticas y las transformaciones en la cultura
juvenil.
Así, para delinear las tomas de posiciones de los nacionalistas frente al
vertiginoso ritmo de los cambios culturales mencionados, luego de una breve
introducción a las implicancias generales de la modernización en el ámbito de
la cultura y de las incidencias del gobierno de Onganía en ella, se analizarán
las posturas del semanario nacionalista respecto de estos cambios, teniendo

5 GALVÁN, María Valeria El nacionalismo…; SIGAL, Silvia Intelectuales y poder en Ar-


gentina. La década del sesenta. Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, p. 138.
6 Ver, por ejemplo, AyB, nro. 65, 18/06/68, pp. 1-2
Modernización estética y cultural... 87

en cuenta tanto su materialidad como su discurso explícito y, finalmente, el


alcance real que tuvo la modernización cultural en los intersticios del discurso
nacionalista.

La renovación cultural y estética en los años del “Onganiato”


La “larga década del sesenta” (1955-1969) fue un período que aunó una serie
de transformaciones sociales, políticas y culturales en las clases medias, por lo
que, entre otras cosas, emergieron como producto del debate intelectual y polí-
tico nuevos cuestionamientos y reconfiguraciones identitarias. Este fenómeno
estuvo principalmente marcado por la llamada “cuestión peronista”, la Revo-
lución Cubana y la modernización del mundo católico.7 Pero este arco tempo-
ral no puede sino leerse también como parte del proceso de reacomodamiento
de los consumos culturales de las clases medias que, en última instancia, pro-
vocó la renovación de criterios estéticos de la industria cinematográfica, de la
literatura, de la música popular, de las artes gráficas y las performativas.8
Luego de que Perón fuese derrocado en 1955 comenzaron a resquebra-
jarse la narrativa, los lenguajes, los criterios y los modelos de enunciación
artística clásicos. Como consecuencia de ello, la libertad creativa de las clases
medias resurgió con un nuevo ímpetu. Una de las áreas que se vio beneficiada
por esta primavera cultural de las clases medias fue el cine. Así, bajo el rótulo
de “Nuevo Cine Argentino” o simplemente “cine de autor”, el cine industrial o
“pasatista” que había hegemonizado el campo cultural durante las dos prime-
ras presidencias peronistas comenzó a ser reemplazado en las salas nacionales
por un nuevo tipo de cine-arte que se caracterizaba por un lenguaje subjetivo,
que expresaba las problemáticas de los jóvenes de la clase media argentina,
a partir de parámetros similares a los de las vanguardias europeas. Conjun-
tamente, la crítica cinematográfica fue absorbida por el modelo de la revista
francesa Cahiers du Cinema, que planteaba el compromiso con el desarrollo
de una política estética. Finalmente, reaparecieron los festivales de Mar del

7 Sarlo 2001; SIGAL, Silvia Intelectuales y poder…cit.; Terán, Oscar Nuestros años se-
sentas: la formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina, 1956-1966, El Cielo
por Asalto / Imago Mundi, Buenos Aires 1993.
8 PUJOL, Sergio “Rebeldes y modernos. Una cultura de los jóvenes”, en Nueva Historia
Argentina. Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Tomo IX. Buenos Aires,
Editorial Sudamericana, 2003; SIGAL, Silvia Intelectuales y poder… cit.
88 Política y cultura durante el “Onganiato”

Plata y muchas películas argentinas compitieron y ganaron en festivales inter-


nacionales.9
De forma contemporánea, las artes plásticas atravesaron un proceso simi-
lar de internacionalización que modificó la práctica creativa en sí, a la vez que
los circuitos de reconocimiento y legitimación. Como parte de ese proceso,
en 1960 había abierto el Instituto Torcuato Di Tella. Así, con el inicio de la
década, el Instituto se había propuesto albergar las vanguardias locales pero
también ser el intermediario de los vaivenes modernizadores en el mundo
del arte a nivel internacional. Durante el “Onganiato”, el Di Tella ya era una
parte fundamental del circuito de legitimación y reconocimiento de los nue-
vos artistas y, desde este lugar, albergó numerosas obras, cuya consagración
en el nuevo circuito no logró evitar que desataran una serie de allanamientos,
detenciones, clausuras y procesamientos de parte de las autoridades de la “Re-
volución Argentina”.10
Temáticamente, la renovación estética se caracterizó por obras que enal-
tecían lo bajo, lo popular, lo feo, la violencia, lo sexual, lo chocante, las ico-
nografías urbanas y pop. Uno de los ámbitos privilegiados para esta nueva

9 Los directores referentes de este nuevo cine, que sentaron las bases de la generación –un
poco más joven– de los directores de 1960 fueron Leopoldo Torre Nilsson y Fernando Aya-
la. Estos directores se habían formado con el viejo modelo industrial (trabajo en equipos de
rodaje, estudios de filmación, revistas especializadas y cineclubismo) pero se valieron de la
emergencia de la ruptura a fines de los cincuenta para renovar la producción cinematográfi-
ca local. Así surge el cine de autor, caracterizado por que cada obra llevara el sello personal
de su director, ya sea en el uso de actores fetiche, los manejos de los silencios, la música, las
temáticas, el estilo narrativo, la fotografía, la selección de paisajes urbanos que mostraba,
etc. La generación del sesenta propiamente dicha (que contó a los directores Rodolfo Kuhn,
David José Kohon, Fernando Birri, Manuel Antín, Lautaro Murúa y Leonardo Favio) se
caracterizó por retomar muchas de las temáticas de Torre Nilsson y Ayala, pero se concentró
en retratos de una juventud alienada de su época y de su contexto social. En este sentido,
el Nuevo Cine Argentino fue acusado de imitar el estilo de las vanguardias europeas. Si-
guiendo a los precursores Ayala y Torre Nilsson, el Nuevo Cine Argentino se caracterizó
por ostentar una renovación técnica, nuevos modos de enunciación, fuerte apelación al in-
dividualismo, aire juvenil de desesperanza, insatisfacción, aburrimiento, denuncia social y
pincelada irónica. Véase ESPAÑA, Claudio y MANETTI, Ricardo “El cine argentino, una
estética comunicacional: de la fractura a la síntesis, en BURUCÚA, José E. Nueva Historia
Argentina. Arte, sociedad y política, Buenos Aires, Sudamericana, 1999 y SADOUL, Geor-
ges “Anexo II: El nuevo cine latinoamericano” en Historia del cine mundial, Méjico DF,
Siglo XXI, 2002, pp. 571-573.
10 GIUNTA, Andrea “Las batallas de la vanguardia entre el peronismo y el desarrollismo”,
en BURUCÚA, José E. Nueva Historia Argentina. Arte, sociedad y política, Buenos Aires,
Sudamericana, 1999, pp. 70-99.
Modernización estética y cultural... 89

estética fueron los happenings, formas de arte colectivo que combinaban la


performación con la participación del público para ridiculizar al tradicional
objeto artístico. Con ello, los principales artistas de aquel entonces11 no sólo
buscaron romper con los estándares técnicos ­–por ejemplo, reactualizando la
técnica del collage de las vanguardias europeas de principios de siglo o con
el uso del vinílico y otros materiales de uso cotidiano como el maquillaje, la
comida, etc.– sino también con las normas del “buen gusto”. Como parte de
estas nuevas prácticas, el espectador pasó de la mera contemplación al pro-
tagonismo activo.12 En este sentido, paradójicamente, mientras que el terreno
de la política se cerraba a la participación popular, el terreno del arte invitaba
a los ciudadanos comunes a intervenir en un ámbito que hasta entonces estaba
clausurado para el gusto popular y la participación activa del público general.
Esta revolución estética que conmovió la relación entre el público y el
objeto artístico tuvo su correlato también en el campo musical. Así, si en
música clásica Alberto Ginastera seguía gozando de pleno reconocimiento y
aceptación, en la música popular era el momento del folclore, que alcanzaba
el éxito y la popularidad en las clases medias urbanas a partir de las obras de
Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú, Jorge Cafrune, Mercedes Sosa, Los Chal-
chaleros, Los Fronterizos, Los Huanca Hua, Los de Salta, Los Cantores del
Alba y Horacio Guarany, entre otros. La popularidad llana, como nueva vía de
legitimación artística afectó asimismo las fronteras entre los diversos géneros
musicales. Así fue como, por ejemplo, Astor Piazzolla logró innovar en el gé-
nero del tango mediante una ruptura con el canon tradicional, posibilitada por
su conocimiento del lenguaje académico musical.13
El “Onganiato” coincidió, igualmente, con la emergencia de un estrato
autonomizado de consumo cultural, protagonizado por la juventud. Así, este
nuevo y cada vez más descollante actor social, se identificó con expresio-
nes locales del pop ligero (como el Club del Clan o Palito Ortega) y el rock
contestatario (representado por Moris, Los Gatos, Almendra, Manal, etc.), en

11 Luis Felipe Noé, Jorge López Anaya, Jorge Roiger, Antonio Seguí, Silvia Torras, Luis Al-
berto Wells, Kenneth Kemble, Antonio Berni, Rómulo Macció, Carolina Muchnik, Ernesto
Deira, Jorge de la Vega, Sameer Makarius, Aldo Paparella, Alberto Heredia, Rubén Santan-
tonín, Emilio Renart, Alberto Greco, Marta Minujín, Jorge Romero Brest, entre otros.
12 GIUNTA, Andrea “Las batallas…” y GIUNTA, Andrea Vanguardia, internacionalismo y
política. Arte argentino en los años sesenta, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.
13 PLESCH, Melanie y HUSEBY, Gerardo V. “La música argentina en el siglo XX”, en
BURUCÚA, José E. Nueva Historia Argentina. Arte, sociedad y política, Buenos Aires,
Sudamericana, 1999.
90 Política y cultura durante el “Onganiato”

este último caso representando un verdadero desafío a los valores morales y


estéticos paternos (liberalidad sexual, pelo largo, ropa provocativa y unisex,
etc.). Este “hippismo” argentino, chocó con las nuevas normativas morales de
la “Revolución Argentina”.14
La preocupación del entorno más íntimo de Onganía (vinculado a su es-
posa, María Emilia Green Urien) por resguardar ciertos parámetros “básicos”
de moralidad alcanzó el extremo con la prohibición de la ópera Bomarzo,
con texto de Manuel Mujica Lainez y música de Alberto Ginastera. La obra
había sido consagrada por la crítica especializada y el público en su estreno
internacional (auspiciado por la embajada argentina en Estados Unidos, con el
apoyo presidencial) en el auditorio Lisner de Washington, en mayo de 1967.
Sin embargo, las temáticas impúdicas que, según la elogiosa crítica interna-
cional, eran abordadas descarnadamente en el escenario desembocaron en la
prohibición de su estreno sudamericano en el Teatro Colón y su censura por
decreto presidencial.
Si bien este tipo de medidas contra ciertas obras de vanguardia no eran
inusuales durante el “Onganiato”, la censura de Bomarzo tomó desprevenido
al heterogéneo consenso de intelectuales y políticos liberales, nacionalistas
y católicos que apoyaban en mayor o menor medida al gobierno. Este fue el
caso del periodista liberal, artífice del golpe, Mariano Grondona; el embajador
liberal en Estados Unidos, Álvaro Alsogaray; el embajador nacionalista en
Brasil, Mario Amadeo y de varios medios gráficos nacionalistas y católicos,
entre ellos, AyB, al que se le sumaron al unísono Confirmado y Esquiú. Es
que, en efecto, los autores de la ópera eran artistas pertenecientes a la elite
tradicional argentina, católicos y con estrechos vínculos de amistad con varias
de las personalidades que formaban parte del régimen. Quizás por ese mismo
motivo, sectores de la izquierda nacional fueron una de las pocas voces que se
elevaron contra la mayoritaria condena pública a la medida.15
En general, las tendencias más vanguardistas de la época eran rechazadas
por una izquierda nacional que consideraba la ola modernizadora no lo sufi-
cientemente politizada y demasiado en sintonía con la sociedad norteameri-
cana, completamente ajena a la realidad nacional.16 En ese mismo sentido, el

14 PUJOL, Sergio “Rebeldes y modernos…” cit.


15 BUCH, Esteban “El caso Bomarzo: ópera y dictadura en los años sesenta”, en Boletin del
Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, n. 23,
1er semestre, 2001; AyB, nro. 46, 31/07/67, p. 12.
16 SIGAL, Silvia Intelectuales y poder…cit., pp. 159.
Modernización estética y cultural... 91

grupo Espartaco dirigido por el muralista Ricardo Carpani se caracterizaba por


identificar el compromiso político con el realismo –pese a los fuertes cuestio-
namientos que este estilo recibía desde otros artistas contemporáneos– y por
ese motivo, rechazaba otras tendencias que no fuesen “expresión monumental
y pública”.17 Estas críticas a la ola modernizadora de parte de la izquierda
nacional fueron compartidas por el nacionalismo de derecha que repudió mu-
chas de estas innovaciones estéticas y, principalmente, la liberalización de las
costumbres que predominaban en la escena cultural porteña, ya que conside-
raban que estas banalizaban, en última instancia, las esferas de la alta cultura.
Efectivamente, el arte culto se solapó con la industria del entretenimien-
to, como consecuencia del giro hacia lo popular y masivo. Una de las reper-
cusiones de este proceso fue el creciente espacio que los sucesos artísticos
ganaron en las páginas de los medios de comunicación de masas. Así, cuando
el acontecimiento artístico pasó a ser “noticia”18 los medios nacionalistas –si
bien reticentes– no desoyeron, en este sentido, el mandato de su época y, al
referirse al mundo del arte, se hicieron eco de las críticas más conservadoras
a las vanguardias artísticas.

La voz de los nacionalistas en el marco de la modernización cultural


En 1966 –diez años después de su fundación, momento desde el cual atravesó
varias clausuras– el semanario nacionalista AyB vuelve a editarse bajo la di-
rección formal de Ricardo Curutchet, la edición de Santiago Díaz Vieyra (ex
director de la vieja Cabildo, en la década del cuarenta) y la colaboración del
joven Juan Manuel Abal Medina como secretario de redacción. En esta nueva
versión, el director histórico de AyB, Marcelo Sánchez Sorondo continuó par-
ticipando desde la columna editorial.19

17 SIGAL, Silvia Intelectuales y poder… cit., pp. 160; GILMAN, Claudia Entre la pluma y el
fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina, Buenos Aires, Siglo
XXI, 2003, pp. 66.
18 GIUNTA, Andrea “Las batallas…” cit., p. 94.
19 Entre los colaboradores más jóvenes se encontraban Juan Manuel Palacio, Luis Alberto
Murray, Luis Rivet, Mario Gustavo Costa, Roberto Ortiz, Antonio Valiño, Pedro Vilar, Jor-
ge Lezama, Luis Bandieri, Roque Raúl Aragón, Pedro Ancarola, Carlos P. Mastorilli, Eleo-
doro Marenco, Raimundo Ongaro, Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde. De la
generación anterior, continuaron Ricardo Curutchet (sólo hasta 1968), Federico Ibarguren,
José Luis Muñoz Azpiri, Ignacio Anzoátegui, Leonardo Castellani, Julio Meinvielle, Nimio
de Anquín, Julio Irazusta, José María Rosa, Ramón Doll, Ernesto Palacio, Arturo Jauretche,
Santiago de Estrada, Mauricio Birabent, Jean-Henri Azéma, Luis Alem Lascano, Leopoldo
92 Política y cultura durante el “Onganiato”

La diagramación y la edición general de la nueva AyB quedaron mayori-


tariamente a cargo de los más jóvenes, que no por ello desconocían el consejo
de sus mayores.20 El cruce entre ambas generaciones era, de por sí, asiduo y se
debía, principalmente, a una sólida sociabilidad compartida. En este sentido,
las redes entre la nueva y la vieja generación de “azulblanquistas” se reduje-
ron a algunos pocos ámbitos sociales (como por ejemplo, el estudio jurídico
de Marcelo Sánchez Sorondo, el Círculo del Plata o el Instituto Juan Manuel
de Rosas). Particularmente en el Círculo del Plata, la nueva generación de
nacionalistas afianzó sus contactos con un sector de la izquierda nacional y
con la CGT de los Argentinos, dirigida por Raimundo Ongaro y, de este modo,
terminó de definir un proceso de apertura hacia otras tendencias políticas, ale-
jadas de sus antecedentes ideológicos más elitistas y conservadores.21
Como se mencionó en la introducción, en un comienzo, la nueva gene-
ración de “azulblanquistas” había depositado en el gobierno de Onganía las
expectativas de cumplimiento de su programa revolucionario. Sin embargo, la
nueva gestión no tardó en decepcionarlos, por lo que el semanario retornó a la
vereda de los opositores. Desde allí y hasta el momento de su clausura final,
en 1969, la publicación aprovechó este rol para la conformación de una nueva
fuerza política, el Movimiento de la Revolución Nacional (MRN), que adoptó
un carácter más flexible (en comparación con sus antecesores nacionalistas) y
que selló, de este modo, el pasaje de un nacionalismo republicano conservador
–que caracterizó sobre todo la primera etapa de AyB–22 a un nacionalismo cor-
porativista y revolucionario, capaz de aliarse con el peronismo y la izquierda
con tal de lograr su objetivo de subvertir el orden político e institucional en
beneficio del interés de la Nación.
En 1967 el tono de las críticas del semanario al gobierno derivó en la pri-
mera clausura por parte de la dictadura de Onganía.23 Poco después, la página
nacionalista reabrió con algunos cambios en su edición y un nuevo director (el
joven tucumano Luis Rivet, vinculado al grupo desde 1963), más acorde a la
nueva orientación aperturista hacia otras corrientes políticas.24

Suárez, Facundo Suárez y el general Carlos Augusto Caro. Ver GALVÁN, María Valeria El
Nacionalismo…cit., pp. 39-41.
20 GALVÁN, María Valeria El Nacionalismo…cit., pp. 39-41.
21 Entrevista realizada por la autora a Juan Manuel Abal Medina, 17/01/12.
22 Ver GALVÁN, María Valeria El Nacionalismo… cit., pp. 66-72.
23 Decreto 7954, 28/10/67
24 SÁNCHEZ SORONDO, Marcelo Memorias. Conversaciones con Carlos Payá, Buenos
Aires, Sudamericana, 2001, pp. 183; BERAZA, Luis Fernando Nacionalistas. La trayecto-
Modernización estética y cultural... 93

En síntesis, la larga lista de viejos y nuevos nombres entre los colabora-


dores permite hablar de la emergencia de un nuevo grupo de “azulblanquis-
tas” que se distingue del de la primera época no sólo por el peso de los más
jóvenes –que eran los que manejaban la diagramación, las tapas, caricaturas y
edición de la revista, a la vez que comenzaron a controlar la sociabilidad del
grupo– sino también por nuevas preocupaciones teóricas, políticas, culturales
y sociales, que se correspondían con las demandas de la época.25
Así, el renovado semanario nacionalista, con cambios sustanciales en su
materialidad respecto a las ediciones de los cincuenta, interpeló de manera
directa a la ola modernizadora. De esta manera, aun cuando desde su dise-
ño, formato, tamaño, relación imagen-texto, secciones y calidad de página, la
publicación nacionalista parecía exultar modernidad, el discurso explícito en
las notas periodísticas se mostraba reacio a aceptar los cambios culturales y
estéticos en curso.
Es que esta nueva versión de AyB era una publicación típica de los años
sesenta que, como tal, buscaba interpelar a un público joven y diverso a partir
de las nuevas herramientas comunicacionales que ofrecía la modernización
cultural.26 En este marco, la profunda renovación del campo cultural que ca-
racterizó a estos años fue rápidamente incorporada a AyB como un aspecto de
la actualidad digno de noticiar.
Así, por ejemplo, la columna cultural del semanario nacionalista promo-
cionaba principalmente películas con un lenguaje clásico y alejadas de las
innovaciones vanguardistas, pese a la creciente importancia del cine de autor
(tanto local como europeo) en las salas locales. Asimismo, en la sección de-
dicada a la “Música” predominaban las actividades del clásico Teatro Colón,
que se presentaba como un reducto armonioso de la cultura tradicional frente
al “mal gusto” de la música rock. Fue precisamente en este marco, donde la

ria de un grupo polémico (1927-1983), Buenos Aires, Puerto de Palos, 2005, pp. 229-233;
entrevista realizada por la autora a Juan Manuel Abal Medina, 17 de enero, 2012.
25 Ver GALVÁN, María Valeria El Nacionalismo…cit., pp. 161-210.
26 Con una tirada máxima de 30.000 ejemplares la publicación pretendía, desde la tapa, cau-
tivar al posible lector con fotos a color y collages muy sofisticados que abarcaban la su-
perficie completa de la página, por lo que el logo y el titular principal se superponían a
la imagen. En casi todas las páginas había alguna fotografía, caricatura política o dibujo
ilustrativo. Asimismo, la diagramación de página, al igual que la calidad del papel, el nú-
mero de páginas totales y la parte artística dan cuenta de una complejidad y sofisticación
mucho mayor en relación a la AyB de los cincuenta. Sobre la materialidad de la nueva AyB,
consultar El nacionalismo…, cit., , pp. 39-41.
94 Política y cultura durante el “Onganiato”

intromisión de la censura en las salas del Colón fue rechazada enérgicamente


por los redactores de AyB.27
La mirada “azulblanquista” sobre las artes plásticas mostraba, de igual
manera, una preferencia por el arte clásico y no-disruptivo. En este sentido, se
condenaba el resurgimiento del arte de vanguardia, que en los sesenta deten-
taba simpleza extrema y un particular “mal gusto”. En este contexto, los ma-
teriales móviles y poco convencionales (como metales, luces, vidrio, objetos
comerciales), sumados a temáticas destructivas, eróticas, ridículas, vulgares,
groseras o violentas eran vistos desde la página nacionalista como contami-
nantes de la armonía propia del arte28.
Sin embargo, pese a esta declaración de guerra a las vanguardias de los
sesenta, no se dejaba por ello de reconocer y aceptar los nuevos mecanismos
de legitimación de la obra de arte. Así, se respetaba la escena artística del
Instituto Di Tella como parte del circuito de legitimación de la obra de arte
y del artista, aun cuando se cuestionaba el estilo general y el programa “frío,
deshumanizado, teorizante, incapaz de interesar y atraer y por ello carente de
repercusión popular” que presentaba.29 Es decir que, no obstante las resisten-
cias que oponían, los nacionalistas no podían escapar a la creencia de la época
de que el “arte del momento” pasaba, tarde o temprano, por el Di Tella.
En este sentido, si en la arena política, el semanario no sólo criticaba al
gobierno de Onganía, sino que además había formado un movimiento para
enfrentarse a éste en la arena política, el mencionado MRN­, en el campo de
la cultura el nacionalismo también estaba dispuesto a combatir aquellos ele-
mentos contrarios a sus ideas y valores y a proponer un programa propio, aun
cuando no podía dejar de reconocer la hegemonía de los cambios emergentes.
El programa cultural con el que el nacionalismo buscó combatir la mo-
dernización estética en estos años daba cuenta de la preponderancia en la nue-
va generación de los antecedentes en el nacionalismo de los treinta y de los
cuarenta. En relación a ello, se retornó a un ideario revisionista/criollista y se
enfatizó en la importancia del realismo artístico.
La injerencia de los nacionalistas en la cuestión cultural, generalmente
desde propuestas alternativas a los parámetros culturales hegemónicos, no es

27 AyB, nro. 3, 21/07/66, p. 18.


28 AyB, nro. 3, 21/07/66, p. 18.; AyB, nro. 5, 04/08/66, p. 20
29 AyB, nro. 5, 04/08/66, p. 20
Modernización estética y cultural... 95

algo novedoso en la historia del siglo XX.30 En ese sentido, los jóvenes nacio-
nalistas de fines de los sesenta también se preocuparon por gravitar de manera
activa en el diseño de un plan basado en el retorno al paisaje bucólico y armó-
nico de la provincia, de la llanura pampeana, como contrapropuesta “autóc-
tona” al caos de las nuevas estéticas urbanas, modernas y “extranjerizantes”,
que además sugerían una vuelta hacia la subjetividad.
De esta manera, acompañando notas literarias e históricas sobre estos te-
31
mas , se incluyeron dibujos y litografías de gauchos y paisajes bucólicos
de la pampa. Estas imágenes de página entera, ilustraban con estilo realista
relatos cortos o fragmentos de novelas y ensayos acerca de las tradiciones ar-
gentinas, el gaucho y la vida en la pampa. En este sentido, AyB compartía con
la izquierda nacional la misma postura respecto al par compromiso político-
realismo. Este dato no era novedoso, si se tiene en cuenta que los vínculos
entre el nacionalismo representado por los “azulblanquistas” con el grupo de
Carpani se habían estrechado en el último período. Así, por ejemplo, la admi-
ración de las jóvenes generaciones nacionalistas por la obra y la posición de
Carpani llevaron también a que algunas publicaciones de los grupos naciona-
listas Tacuara reprodujeran en sus páginas obras completas del artista plástico
a quien consideraban un referente fundamental. 32
En esta misma línea, la crítica cinematográfica que AyB publicó sobre
el filme Las estaciones de nuestro amor, de Florestano Vancini, desatacaba
que la calidad del filme se debía a que éste representaba “una magnífica vuel-
ta al arte comprometido, pero en su más genuina expresión, ya que muchas

30 Ver DEVOTO, Fernando Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina mo-


derna. Una historia, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, pp. 26-119; ZULETA ALVAREZ,
Enrique El nacionalismo argentino, Buenos Aires, Ediciones La Bastilla, 1975, p. 14; BAR-
BERO, María Inés y DEVOTO, Fernando Los Nacionalistas, Buenos Aires, CEAL, 1983,
p. 14; MACOR, Darío “Del nacionalismo integrista al peronismo”, en MACOR, Darío e
IGLESIAS, Eduardo El peronismo antes del peronismo. Memoria e historia en los orígenes
del peronismo santafesino, Santa Fe, UNL, 1997, p. 23; RUBINZAL, Mariela El nacio-
nalismo frente a la cuestión social argentina (1930-1943). Discursos, representaciones y
prácticas de las derechas en el mundo del trabajo, Tesis de Doctorado, UNLP, 2011, pp.
206-241.
31 La mayoría de estas notas se dedicaban a difundir la historia del pensamiento nacionalista
argentino, las principales obras literarias criollistas y las biografías de sus intelectuales.
Con ello se pretendía no sólo dar cuenta de la importancia y coherencia de los intelectuales
nacionalistas en la defensa de los intereses de la nación sino también constituir una suerte
de memoria de esta tendencia.
32 Entrevista realizada por la autora a Alfredo Ossorio, 28/02/07.
96 Política y cultura durante el “Onganiato”

veces los llamados artistas comprometidos han recurrido al tratamiento de


problemas universales para eludir comprometerse con los cotidianos”.33 Es
decir que, más allá de la apreciación de ciertas obras en particular, el discur-
so “azulblanquista” buscó resaltar el verdadero valor del arte comprometido,
sólo posible en las representaciones cercanas a lo concreto y local.
De la misma manera, el protagonismo de la emergente cultura juvenil que
acompañó este proceso de cambios culturales durante la primera presidencia
de la “Revolución Argentina”, recibió una atención especial en las viñetas
de humor de la contratapa. La tira, firmada por Pedro Vilar (caricaturista que
también trabajó en Primera Plana, Tía Vicenta y Mayoría, entre otros) se
concentraba en los aspectos de disipación e inmoralidad presentes en los estu-
diantes de las universidades nacionales. La historieta titulada “Fubita” marcó
un rasgo de continuidad entre la vieja y la nueva generación de “azulblanquis-
tas”, debido a que parecía continuar la vida de una “Fubita” niña, personaje
de la historieta “El Dr. Ascuoso”, publicada regularmente durante el primer
año de AyB.
La historieta de 1956, contaba los avatares del liberalismo antiperonista
durante la “Revolución Libertadora”. El dibujante parodiaba así, en estas vi-
ñetas, a la intelectualidad del liberalismo y a la izquierda tradicional argentina,
representada para los “azulblanquistas” por la Asociación Cultural Argentina
para la Defensa y Recuperación de los ideales de Mayo (ASCUA), por la
Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) y por el partido socialista
–cuyas personificaciones gráficas eran el “Dr. Ascuoso”, su “hija Fubita” y
el “Dr. Norteamérico Ghioldi”. Diez años más tarde, Fubita había crecido e
ingresado a la Universidad de Buenos Aires. La protagonista, además de estu-
diante universitaria, era militante comunista y miembro de la FUBA y se ca-
racterizaba por sus costumbres y consumos culturales liberales y “modernos”.
Así, en lugar de concentrarse en sus estudios, se psicoanalizaba, frecuentaba
el “subversivo” Instituto Di Tella, participaba de Happennings, leía autores
marxistas, militaba en el Partido Comunista, participaba de atentados violen-
tos y, sobre todo, tenía una visión banal de la política.
Las viñetas sobre la Fubita niña de 1956 denunciaban la complicidad de
la asociación ASCUA y de la FUBA con el régimen militar liberal de la “Li-
bertadora”. Una década después, “Fubita”, mayor de edad, se había transfor-
mado en el epítome del caos moral que imperaba en la cultura juvenil y en el
ámbito de las universidades nacionales. En definitiva, la crítica de AyB a los

33 AyB, nro. 33, 29/04/67.


Modernización estética y cultural... 97

cambios culturales en la juventud se condensaron en este pintoresco e “histó-


rico” personaje, que gracias a las bondades del lenguaje historietístico brindó
al semanario la libertad necesaria para referirse de una manera irónica y más
cruda a una situación que reprobaba enfáticamente pero que no era incorpora-
da en las notas del cuerpo de la publicación.
No obstante estas resistencias, los cambios culturales de carácter verda-
deramente revolucionario que estaba atravesando la sociedad argentina a fi-
nes de la década del sesenta terminaron por encontrar cabida también en el
discurso nacionalista, que no podía ignorar la nueva relación con el objeto
artístico, la imposición de nuevos estilos estéticos y la emergencia de nuevos
circuitos de legitimación de la obra artística, de carácter internacional, como
el premio Braque en artes audiovisuales, el festival de cine de Berlín o la críti-
ca especializada internacional, que había resultado tan influyente en el affaire
Bomarzo.34 Así, pese al empeño puesto por el semanario AyB en recuperar y
transmitir valores tradicionales que parecían aferrarse a un pasado armónico,
las avasallantes transformaciones de la década se colaban en algunos detalles
del diseño, del estilo de la gráfica o de los elementos retóricos.

El alcance de la ola modernizadora en las páginas de Azul y Blanco


Frente a la pregunta acerca de los límites de la irrigación ejercida por la mo-
dernización cultural durante el “Onganiato” en los cimientos más tradiciona-
les del nacionalismo de derecha, las páginas del semanario no resultan de por
sí suficientes para ofrecer una respuesta unívoca. Es decir, si bien el semanario
se manifestó a viva voz en contra de dichas innovaciones, esto no autoriza a
ignorar que la materialidad de AyB denota un importante cambio respecto de
las ediciones de fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta.
La expresa resistencia de los nacionalistas al nuevo contexto cultural no
sólo respondía a una postura política determinada –que se basaba en la creen-
cia de que el compromiso político era incompatible con la banalización de la
alta cultura y de que esta última estaba siendo contaminada con elementos
extranjerizantes y completamente ajenos a las tradiciones nacionales– sino
que además era presentada como un importante rasgo de continuidad con la
primera versión del semanario. En este sentido, las críticas a los cambios de
la época fungían a la vez como lazo identitario entre ambas generaciones de
nacionalistas.

34 BUCH, Esteban “El caso Bomarzo…” cit.; GALVÁN, María Valeria El nacionalismo…cit.,
pp. 174-178.
98 Política y cultura durante el “Onganiato”

La propuesta del retorno a un imaginario criollista, estrategia ya utilizada


por los nacionalistas de la primera mitad del siglo XX, respondía a una admi-
ración por la armonía de lo rural y de lo autóctono que coincidía con la de-
fensa de la alta cultura en un punto fundamental. El profundo tradicionalismo
y la resistencia al ingreso de “lo moderno” en las instituciones y ámbitos ya
consagrados inspiraban esta admiración por las temáticas y motivos gauches-
cos, a la vez que los inclinaban a defender los parámetros estéticos que mejor
parecían resguardar los valores morales que habían sido puestos en riesgo
por la liberalidad de las costumbres imperante en la época. Así, lo popular
del criollismo se complementaba perfectamente con los gustos propios de un
elitismo de clase, con el fin último de proponer una cultura alternativa a la
modernización cultural.
Sin embargo, no obstante estos esfuerzos por conservar el núcleo duro
de valores nacionalistas, los novedosos parámetros culturales que avanzaban
sobre el resto de la sociedad argentina también alcanzaron a esta publicación
y no sólo a partir del reconocimiento previo a la condena.
Así, por ejemplo, además de la incorporación de nuevas secciones que
combinaban intereses eruditos con intereses populares –como fue el caso de
las secciones dedicadas a la reseña de discos y espectáculos de música clásica
o a las crónicas del campo de las artes plásticas, seguidas por recomendacio-
nes cinematográficas de películas mainstream o de la columna de deportes,
dedicada al fútbol o a eventos pugilísticos–35 el semanario puso en práctica
el novedoso recurso argumentativo de la encuesta de opinión. Esta estrategia
discursiva se condecía con la moda que invadía los medios de la época.36 Al
respecto, cabe señalar que la década del sesenta se caracterizó por el auge de
los métodos sociológicos cuantitativos y, entre ellos, la encuesta empírica des-
bancó al trabajo de historiadores y ensayistas como método de investigación
privilegiado.37 Como tal, este método fue transpuesto casi inmediatamente al
lenguaje de comunicación de masas y se utilizó para explicar tendencias en la
moda, en las costumbres y en la política.38
En este marco, AyB se valió del método de la encuesta empírica, cuando
aún guardaba buenas relaciones con el gobierno de Onganía, para mostrar a

35 Ver, por ejemplo, AyB, nro. 3, 21/07/66 pp. 18 y 22.


36 Sobre este tema, ver también en este mismo volumen el trabajo de José Zanca.
37 BLANCO, Alejandro Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología Argentina, Ave-
llaneda, Siglo XXI, 2006, pp. 202-204.
38 Pujol, 2003: 298.
Modernización estética y cultural... 99

sus lectores la amplia aceptación de la “Revolución Argentina” en diferentes


sectores de la sociedad.39 Es decir, el método de la encuesta no sólo fue utili-
zado como forma de testear la popularidad del gobierno o su nivel de consenso
sino que también fue empleado como un elemento más en la serie de estrate-
gias argumentativas utilizadas para presentarse a sí mismos como vigilantes
de la nueva administración política del país.40
De la misma manera, las críticas a las vanguardias y a la nueva relación
con el objeto artístico sostenidas en los textos, parecía evaporarse en los dise-
ños de tapa. En este sentido, fueron varios los collages y motivos vanguardis-
tas diseñados para las gráficas de las portadas. Así, la oposición a las políticas
liberales del gobierno de Onganía se desarrollaban de manera extensa en las
notas de las columnas de política, de opinión y en la página editorial pero
eran condensadas en las portadas de forma más directa y menos sutil. De este
modo, se utilizaron diseños modernos, collages y montajes fotográficos en las
tapas, con el fin de ironizar las contradicciones entre la plataforma política
corporativista original de la “Revolución Argentina” y las políticas concretas
de corte liberal que aplicaría Onganía unos meses después de asumir la pre-
sidencia. 41
Si bien los recursos propios del humor gráfico eran viejos aliados discur-
sivos de AyB,42 el montaje fotográfico y algunos motivos utilizados (como,
por ejemplo, el diseño psicodélico de algunas viñetas)43 fueron herramientas
completamente novedosas para el semanario y respondían a la necesidad de
captar un público joven y habituado a los nuevos elementos iconográficos de
la cultura visual de los sesenta.
En síntesis, la cuidada diagramación y la calidad de las ediciones de la
publicación nacionalista hacia fines de los sesenta estuvo orientada hacia este
público, producto de la ola modernizadora. El objetivo de este plan no tenía

39 AyB, nro. 2, 14/07/66, p. 11.


40 AyB siempre se había caracterizado por intentar ocupar el lugar del “consejero del Príncipe”
y, en ese sentido, el grupo siempre se preocupó por representarse a sí mismo como una
instancia controladora del “buen gobierno”. Al respecto, ver GALVÁN, María Valeria El
Nacionalismo… cit., pp. 26 y 166.
41 Ver, por ejemplo, tapas de AyB, nros. 12, 22/09/66; 15, 13/10/66; 27, 11/01/67; 34, 05/05/67.
42 GALVÁN, María Valeria “Los hombres del imaginario nacionalista: representaciones de
la masculinidad en publicaciones periódicas nacionalistas de derecha argentinas durante
la larga década del sesenta (1956-1969)”, en História, UNESP, vol. 31, nro. 2, diciembre,
2012.
43 Ver, por ejemplo, AyB, nro. 51, 04/09/67, p. 8.
100 Política y cultura durante el “Onganiato”

ribetes comerciales –como podría haber sido el caso de otras publicaciones


contemporáneas– sino que perseguía la finalidad de engrosar las filas de su
movimiento político, incorporando jóvenes que, si bien habían sido afectados
de alguna manera por la modernización cultural, mostraban interés en los vai-
venes políticos del país.
En este sentido, si el carácter aperturista de la joven generación de na-
cionalistas se manifestó en lo político en un acercamiento hacia sectores de
izquierda, en lo cultural, se expresó en esta incorporación “a regañadientes”
de las innovaciones modernizadoras necesarias para captar nuevos lectores.
Pero en ese proceso de “actualización” según las demandas de la década, la
nueva generación no perdió la referencia de sus mayores. Así, se podría decir
que los nacionalistas de fines de los sesenta lograron albergar airosamente a
la ola modernizadora, sin por ello dejar de aferrarse a los valores morales y
estéticos de la generación anterior.

Conclusiones
Como punto de observación del debate al interior del nacionalismo a fines de
los sesenta, el semanario AyB ofrece una ventana privilegiada. Partiendo de
esta base, se puede observar en sus páginas que la revolución cultural que atra-
vesaba la sociedad argentina durante la presidencia de Onganía, fue recono-
cida por el nacionalismo que, aun cuando reticente, se hizo eco de los nuevos
parámetros morales, estéticos y culturales que imponía.
En el marco de la clausura política del “Onganiato” –rasgo del escenario
político festejado por los nacionalistas– la emergencia de la juventud como
actor autónomo, la liberalidad de las costumbres, la internacionalización y la
renovación de los circuitos y de los lenguajes artísticos, entre otros cambios
fundamentales del período, fueron rechazados desde el nacionalismo. El di-
sentimiento respecto de estos cambios se complementaba con la propuesta
de un proyecto estético propio que, como se puede apreciar en las páginas
de AyB, se basaba en el retorno a valores criollistas propios del nacionalismo
tradicional, conjugados con la defensa de la alta cultura, como resguardo de
la moralidad. Pero también, más en concordancia con la época, defendían el
realismo, único estilo artístico que para ellos era coherente con el compromiso
político.
La inscripción del discurso nacionalista en el marco de la modernización
cultural no fue sólo a partir de la oposición. Desde un aperturismo que tam-
bién había tenido su correlato en el terreno político, AyB buscó incluir nuevos
Modernización estética y cultural... 101

lectores y simpatizantes de su causa política a partir de la incorporación de


estilos y motivos vanguardistas y herramientas discursivas en boga (como la
encuesta de opinión), entre otros.
En este sentido, así como en la arena política la publicación se fue co-
rriendo de una punta a la otra del espectro ideológico vigente en el siglo XX,
en el ámbito del arte y la cultura –y también compartiendo esto con algunos
sectores de la izquierda– defendió el arte comprometido. Asimismo, buscó
resguardar lo “autóctono”, las “buenas costumbres” y la sacralidad de la alta
cultura pero no por ello pudo evitar el ingreso de la ola modernizadora en las
“entrelíneas” de sus páginas.
SEGUNDA PARTE
Del Estado utópico al real
Comunitarismo y los proyectos de refundación
del orden político
Los orígenes doctrinarios de la propuesta comunitarista
del gobierno de Juan Carlos Onganía1

Gabriela Gomes

ste capítulo tiene por objetivo abordar el contexto donde se inscribe la

E propuesta comunitarista del “Onganiato”, impulsada por funcionarios


del Ministerio de Bienestar Social, principalmente de la Secretaría de
Estado de Promoción y Asistencia de la Comunidad (SEPAC), quienes pon-
deraron una “nueva” democracia que sustituyera a los partidos políticos por
un sistema de participación comunitaria basado en la representación de los
cuerpos intermedios. En trabajos anteriores sostuvimos que mediante el parti-
cipacionismo, se buscó reeducar, resociabilizar y reorganizar al mundo pobla-
cional, ya que su relación con éste no se limitó exclusivamente a la represión.2
Históricamente, la Doctrina Social de la Iglesia promovió el fortaleci-
miento de las sociedades intermedias que surgen entre el individuo y el Esta-
do: la familia, la comuna, los gremios y las corporaciones como instrumento
de lucha contras los excesos del individualismo. Ante el avance del comunis-
mo, la Iglesia mostró signos de preocupación por la creciente incorporación
de las juventudes a partidos de izquierda, lo que motivó el emprendimiento de
una nueva reflexión teológica. La encíclica Mater et Magistra de Juan XXIII
(mayo de 1961) mencionó la importancia de los cuerpos intermedios.3 Tanto
la encíclica de Pío XI4 como la de Juan XXIII5 preconizaron la descentrali-

1 Agradezco a Ernesto Bohoslavsky, Paula Canelo, Marina Franco, Valeria Galván, Daniel
Lvovich, Florencia Osuna y Laura Rodríguez sus comentarios y lecturas atentas a versiones
preliminares de este trabajo
2 GOMES, Gabriela “El Onganiato y los sectores populares: funcionarios, ideas y políticas
de la Secretaría de Estado de Promoción y Asistencia a la Comunidad (1966-1970)”. Anua-
rio de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, año 11, nº 11, 2011, pp. 279-302,
Córdoba; “El sistema de participación comunitaria y el bienestar social bajo el Onganiato”,
en LVOVICH, Daniel y LEVÍN Florencia (ed.) Genealogías, continuidades y fracturas en
el pasado reciente argentino, Universidad Nacional de General Sarmiento, Los Polvorines
(en prensa).
3 Encíclica Mater et Magistra Nº 37, 60, 90-92 y 136, 1961.
4 Encíclica Quadragesimo Anno Nº 56-58, 1931.
5 Encíclica Mater et Magistra Nº 53, 1961.
106 Política y cultura durante el “Onganiato”

zación del poder estatal, ligada al principio de Subsidiariedad. En la lectura


del corporativismo católico, el Estado se funda en una concepción de lo polí-
tico como un florecimiento natural de asociaciones y de cuerpos intermedios
como los gremios, los colegios profesionales, la Iglesia, las universidades, las
regiones, las municipalidades, etc., unidos por la nación. El principio de Sub-
sidiariedad favorece la crítica a los partidos y su reemplazo por otras formas
de hacer política. El poder “social” se diferencia de un poder “político” que
se limita a intervenir en la sociedad en subsidio de las debilidades de estos
cuerpos, lo que permite reducir las funciones del Estado en materia social.
La otra cara de aplicación del principio de Subsidiariedad es el desarrollo y
fortalecimiento del poder social formado por organizaciones territoriales y
comunitarias, encargadas de canalizar los intereses de la sociedad civil. El pa-
pel asignado a los municipios fue parte central del proyecto comunitarista. El
Concilio Vaticano II estableció algunas reformas trascendentes como el aban-
dono del concepto condenatorio a la modernidad, junto al reconocimiento de
las injusticias sociales generadas por el sistema capitalista que estimulaba la
brecha entre los países ricos y pobres. En 1967, durante el papado de Pablo VI,
se promulgó la encíclica Populorum Progressio, que introdujo la necesidad de
promover el progreso de los pueblos del Tercer Mundo. El desarrollo comu-
nitario se convirtió en una herramienta para recuperar la fraternidad social en
detrimento de una sociedad liberal–individualista y “combatir” la desigualdad
social generada por un capitalismo deshumanizador.
Por otra parte, hacia 1950 los organismos internacionales recomendaron
la “integración” de los sectores populares, principalmente marginales urbanos
y rurales con bajos recursos, a partir de la creación de estructuras administra-
tivas que contemplaran un sistema de participación comunitaria.

El rol de los organismos internacionales en el desarrollo comunitario


En la postrimería de la Segunda Guerra Mundial surgió la Economía del De-
sarrollo como especialidad académica inspirada en los principios de la Teoría
de la Modernización que promocionaba a Europa Occidental y a Estados Uni-
dos como modelos de países “modernos” que deberían ser “imitados” por los
del Tercer Mundo. Hacia 1950 el Banco Mundial difundió el término Tercer
Mundo para referirse a los países “subdesarrollados” política, económica y
culturalmente, caracterizados por una pobreza extendida. La cuestión del de-
sarrollo fue fácil de insertar en diversos esquemas ideológicos, ello ocurrió en
al menos tres tendencias: el marxismo, la doctrina social católica y el naciona-
Los orígenes doctrinarios... 107

lismo.6 Organismos como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de De-


sarrollo (BID), la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el Ins-
tituto Latinoamericano de Planificación Económica (ILPES), la Organización
de Estados Americanos (OEA), difundieron una serie de estrategias orientada
a promover el desarrollo comunitario mediante la formación de cuerpos téc-
nicos capacitados en métodos de educación comunitaria, técnicas de acción y
desarrollo social. Mediante un discurso tecnicista y modernizante, se propagó
la idea de que los valores tradicionales de los pobres constituían la principal
limitación para la modernización económica. Estos organismos veían en el
desarrollo comunitario y la participación popular una estrategia social y un
instrumento político que los gobiernos latinoamericanos debían difundir para
paliar los efectos de la marginalidad. Asimismo, promovieron la creación de
organismos centralizados encargados de la planificación económica, la pro-
moción del desarrollo económico y social, planes de reformas agrarias, el fo-
mento del desarrollo local, la erradicación de las “villas miserias”, programas
de saneamiento y desarrollo comunitario, recreación, deporte, promoción de
cooperativas. Otras de las recomendaciones giraba en torno a mejorar la efi-
ciencia burocrática–administrativa del sector público. En el nuevo paradigma
de desarrollo se consideró que los gobiernos tenían estructuras excesivamente
centralizadas y burocratizadas, por lo que el tradicional “centralismo” lati-
noamericano era presentado como un obstáculo para el desarrollo.7 En este
sentido, los organismos internacionales promovieron la descentralización ad-
ministrativa y trasferencia de los servicios sociales. Por ejemplo, en 1957 bajo
el argumento del déficit fiscal, el gobierno argentino siguió la recomendación
de la Organización Panamericana de la Salud y la ONU para justificar la trans-
ferencia de los hospitales a las provincias bajo el decreto Nº 1.375.8
En 1961 tuvo lugar en Punta del Este la Conferencia del Consejo Inte-
ramericano Económico y Social (CIES) donde cobró ímpetu la Alianza para
el Progreso.9 Allí los gobiernos voceros del desarrollismo latinoamericano se
comprometieron a planificar e implementar programas de desarrollo econó-

6 DEVÉS VALDÉS, Eduardo El pensamiento latinoamericano en el siglo XX. Desde la


CEPAL al neoliberalismo, Tomo 2, Biblos, Buenos Aires, 2003, pp. 44 y 66.
7 VÉLIZ, Claudio La tradición centralista de América Latina, Ariel, Barcelona, 1984.
8 CAMPANA, Melisa “La intervención de la comunidad: el programa sanitarista para el tra-
bajo social en la Argentina desarrollista”, Tend.Ret Nº 16, Noviembre de 2011, pp. 127-143.
9 Ver AGUDELO VILLA, Hernando La revolución del desarrollo. Origen y evolución de la
Alianza para el Progreso, Roble, México, 1966; SELSER, Gregorio Alianza para el Pro-
greso: la mal nacida, Ediciones Iguazú, Buenos Aires, 1964.
108 Política y cultura durante el “Onganiato”

mico y social que apuntaran a mejorar sus condiciones económicas, fomentar


el crecimiento del ingreso per cápita, mejorar la distribución del ingreso, inte-
grar las economías latinoamericanas, diversificar las estructuras económicas
y modernizar las comunicaciones, fortalecer la democracia representativa,
acelerar el proceso de industrialización, impulsar reformas agrarias, dismi-
nuir los índices de analfabetismo, mejorar los niveles educativos, construir
viviendas populares, mejorar las condiciones sanitarias para incrementar la
esperanza de vida.10 Se promovió la idea de que el desarrollo socioeconómico
“no sólo requería el esfuerzo del gobierno y de los técnicos, sino también de
la comunidad”. Por tanto, era necesario promover la participación social de
los sectores marginales en las decisiones políticas para superar los efectos ne-
gativos del desarrollo.11 El principal objetivo de Washington era mantener su
hegemonía política en la región, mediante la asistencia técnica y financiera a
los proyectos de los gobiernos reformistas que sirvieran como “antídoto” para
frenar el avance del comunismo y combatir los anhelos de transformaciones
sociales por la vía revolucionaria, inspirados en el modelo cubano. En ese
contexto surgió el Consejo Nacional de Desarrollo (Argentina)12, la Conse-
jería Nacional de Desarrollo Social (Chile), la Dirección General de Integra-
ción y Desarrollo de la Comunidad (Colombia), la Central de Coordinación
y Planificación (CORDIPLAN) (Venezuela) y la CIDE (Comisión de Inver-
siones y Desarrollo Económico (Uruguay), entre otros. También se difundió
la conformación de los Consejos Económicos y Sociales y los Comunitarios

10 Ver AGUIRRE, Orlando “La Alianza para el Progreso y la promoción del desarrollo en
América Latina”, Revista Afuera, Año V, Nº 9, noviembre de 2010, [en línea] http://www.
revistaafuera.com/autores_detalle.php?id=94.
11 GOLBERT, Laura “Viejos y nuevos problemas de las polítcas asistenciales”, en Serie de
Estudios, Nº 12, CECE (Centro de Estudios para el Cambio Estructural), mayo de 1996;
GOLBERT, Laura y ROCA, Emilia De la Sociedad de Beneficiencia a los Derechos Socia-
les, Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, Buenos Aires, 2010.
12 El CONADE fue creado el 23 de agosto de 1961 por decreto Nº 7290/61 en el gobierno de
Frondizi. Dependía de la Presidencia de la Nación pero funcionaba en la órbita del Ministe-
rio de Economía. La Ley Nº 16.964 del 30 de septiembre de 1966, reestructuró y redefinió
el papel del CONADE que pasó a estar presidido directamente por el Presidente de la Repú-
blica, acompañado de organismos de asesoramiento instalados junto a los poderes ejecuti-
vos nombrados por el presidente, quien a su vez ejercía las facultades legislativas. Respecto
de su estructura orgánica se estableció un complicado sistema de decisión y supervisiónen
donde la toma de decisiones se procesaba por canales jerárquicos en un sistema político de
poder concentrado en Onganía.
Los orígenes doctrinarios... 109

como órganos políticos de representación que servirían como nuevos canales


de comunicación entre el gobierno y la comunidad.

Propuesta comunitarista y modernización social


Entre los objetivos de la autodenominada “Revolución Argentina” se persi-
guió el “desarrollo nacional, integrado y armónico” mediante la moderniza-
ción de las estructuras económico-sociales.13 Tal como lo recomendaban los
organismos internacionales, se dispuso que la gestión de las políticas estuviera
a cargo de técnicos especializados en cada área, ya que los criterios “neutros
y objetivos” propios de la racionalidad técnica garantizarían la imparcialidad
frente a los intereses sectoriales.14 La Doctrina de la Seguridad Nacional y el
Desarrollo operaron como las principales fuentes de legitimidad de la dicta-
dura que se expresó en la reestructuración del aparato estatal.15 Se crearon tres
sistemas institucionales que se complementaban para el diseño e implementa-
ción de las políticas públicas: el Sistema de Planeamiento, el Sistema de Con-
sulta y el Sistema de Decisión. El primero era el más importante e incluía al
Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE), Consejo Nacional de Seguridad
(CONASE) y Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).16 El
segundo estaba compuesto por asesores y técnicos, y el último se componía
de cinco ministerios con sus respectivas secretarías de Estado. El CONADE

13 Ver OSUNA, Florencia “Algunos sentidos de la “modernización” en la política social del


Onganiato”, ponencia presentada en VI Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente, Fac-
ultad de Humanidades y Ciencias, Universidad Nacional del Litoral, 8 al 10 de agosto de
2012; y el capítulo de la autora que se encuentra en este libro.
14 O´DONNELL, Guillermo El estado burocrático autoritario, Prometeo, Buenos Aires,
2009.
15 La relación de los conceptos “desarrollo y seguridad” quedó establecida en el Sistema de
Planeamiento, que se subdividió en dos partes: el Sistema Nacional de Planeamiento y Ac-
ción para el Desarrollo (Ley de Desarrollo Nº 16.964 de septiembre de 1966) y el Sistema
de Planeamiento y Acción para la Seguridad (Ley de Defensa Nacional Nº 16.970), Boletín
Oficial, Nº 21.039, 4 de octubre de 1966.
16 Con la Ley 18.020 del 24 de diciembre de 1968 se creó el CONACYT y su correspondiente
Secretaría (SECONACYT). Estos organismos venían a cumplir la misión de “ordenar” el
desarticulado panorama institucional que había ido configurándose a lo largo de los ´50,
con la creación de diversos organismos de ciencia y tecnología: el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CNICT, actual CONICET), el Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y la
Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), entre otros (FELD, Adriana “Planificar,
gestionar, investigar. Debates y conflictos en la creación del CONACYT y la SECONA-
CYT (1966-1969)”, Revista eä, Vol. 2, Nº 2, diciembre de 2010).
110 Política y cultura durante el “Onganiato”

y el CONASE fueron los principales organismos sobre los que descansó la


estructura orgánica del Sistema de Planeamiento, ambos presididos por Onga-
nía.17 La nueva estructura gubernamental, altamente burocratizada, organiza-
da de manera verticalista y jerárquica, descansó en la Ley de Competencias Nº
17.271 y la Ley Orgánica de Ministerios Nacionales Nº 16.956. 18
La propuesta comunitarista del “Onganiato” se sustentó en la Doctrina
Social de la Iglesia, esto se manifestó en el número de funcionarios que pro-
venían de diversos círculos católicos como la Ciudad Católica, el Ateneo de
la República, el Opus Dei y los Cursillos de la Cristiandad que durante el
“Onganiato” ocuparon la Secretaría de Gobierno, el Ministerio del Interior,
el de Bienestar Social y algunas embajadas y gobernaciones. El coronel (R)
Juan Francisco Guevara y los generales de brigada Francisco Imaz, Eduardo
Señorans (R) y Eduardo Conesa (vinculados a la Ciudad Católica), Guillermo
Borda, Carlos Caballero, Santiago de Estrada, Alberto Federico de Nápoli,
Mario Díaz Colodrero, Roberto Gorostiaga, Juan Carlos Goyeneche, Martí-
nez Paz y Raúl Puigbó coincidían en el desprecio a la tradicional democracia
liberal y simpatizaban con una concepción corporativista del poder político
que pretendía sustituir el sistema de partidos por un sistema de participación
comunitaria. La “verdadera” participación social era la que se expresaba en
los consejos y comisiones integrados por las organizaciones básicas de la co-
munidad, funcionalmente especializados e integradas en grandes cuerpos de
trabajadores, empresarios y profesionales, que formarían parte de los nive-
les decisorios del gobierno.19 Las estructuras partidarias fueron concebidas
como “formas vacías de contenido” que representaban intereses particulares
y “atentaban” contra la unidad nacional. En ese contexto de ideas, Onganía
suprimió el Congreso y las estructuras partidarias, pregonando su reemplazo

17 ROUQUIÉ, Alain Poder militar y sociedad política en la Argentina (1943-1973), Emecé


Editores, Buenos Aires, 1982, pp. 267-268.
18 La Ley de Competencias establecía las atribuciones particulares para los Comandos en
Jefe de las Fuerzas Armadas y las Secretarías de Estado en función de lo establecido por la
Ley Orgánica de Ministerios Nacionales 16.956 del 23 de septiembre de 1966, que dotó al
ejecutivo de una estructura piramidal y los ministerios fueron reducidos de ocho a cinco.
19 O´DONNELL, Guillermo El estado burocrático…, cit., p. 91. Sobre los cargos públicos
que ocuparon dichos funcionarios, sus respectivas trayectorias políticas y redes católicas
ver GOMES, Gabriela “Un estudio comparativo de la presencia de ideas corporativistas
en regímenes dictatoriales latinoamericanos: Argentina (1966-1973) y Chile (1973-1988)”,
Tesis de Maestría en Estudios Latinoamericanos, Centro de Estudios Latinoamericanos,
Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de San Martín Buenos Aires, 2013, pp.
55-75.
Los orígenes doctrinarios... 111

por otras formas de representación que actuaran como intermediarios entre la


sociedad civil y el Estado. Para Onganía el municipio y la comunidad debían
constituirse en la piedra angular de la “auténtica” democracia.20
“la democracia no se confunde con el acto mecánico y obliga-
do de la votación ni con los partidos políticos hoy disueltos.
[…] Cuando regresamos al concepto de región para infundir
vitalidad y dar vigencia a las autonomías provinciales, cuando
alentamos el concepto de la comunidad para fundar en ellas las
bases de una auténtica democracia, cuando nos empeñamos
en […] mejorar la vivienda, el cuidado de la salud pública, en
promover la cultura y la educación, estamos cumpliendo con
nuestro plan político”.21
El ministro del Interior Enrique Martínez Paz (1966-1967) fue partidario de la
“nueva política”. Señaló que la fortaleza del Estado dependía del desarrollo de
los grupos naturales y que la participación de la comunidad dentro del proceso
revolucionario debía concretarse en los organismos básicos como las ligas de
padres, las sociedades de fomento y las cooperativas.22
“Uno de los objetivos revolucionarios […], se centra en la vo-
luntad de lograr la unión de los argentinos mediante la práctica
de una vida comunitaria en donde no operen los factores de
disociación que los han dividido. Respondiendo a este mis-
mo objetivo, la Revolución resolvió disolver los partidos po-
líticos. No era dudoso que habían perdido representatividad
[…] Ha sido necesario, pues, quebrar esas estructuras estéri-
les, destruir las banderas que ya no representaban los ideales
colectivos”.23
El principio socialcristiano de Participación Social, entendido en términos de
Solidaridad, fue concebido como el punto de partida para una verdadera in-
tegración, reordenamiento y transformación social de la comunidad argentina
organizada: “la participación se inicia en el seno de las comunidades y grupos

20 La Nación, 3 de diciembre de 1966; Primera Plana, Nº 250, 10 octubre de 1967, p. 14.


21 La Nación, 7 de julio de 1967.
22 Primera Plana, Nº 213, 17 de enero de 1967, p. 14.
23 Discurso pronunciado por el Ministro del Interior Martínez Paz, La Nación, 8 de septiembre
de 1966.
112 Política y cultura durante el “Onganiato”

menores, y se proyecta hacia la participación de la comunidad en el planea-


miento de las acciones que, desde el orden gubernativo, propendan a su propio
desarrollo”.24 Se consideró que la vitalidad de la comunidad y el bienestar
social, que exigía conciencia, responsabilidad y compromiso, dependían de la
revitalización del individuo y sociabilidad de sus miembros.
La reivindicación del principio de Subsidiariedad es otro de los aspectos
que evidencia la influencia de la Doctrina Social de la Iglesia en la restruc-
turación y ordenamiento que preconizaban los funcionarios del “Onganiato”.
La promoción del desarrollo comunitario apuntó al fortalecimiento del par-
ticipacionismo y a la consolidación de un proyecto político que buscaba el
reemplazo de los partidos políticos por las comunidades y las asociaciones
intermedias.
“El impulso dado a la Comunidad con un sentido exclusiva-
mente político implicaría desatender las instituciones que la
fundamentan y los aspectos espirituales, culturales, sociales
y económicos que la animan y le otorgan cohesión. Apoyar y
fortalecer a la comunidad local significa promover las virtudes
de solidaridad y responsabilidad sociales […] Una comunidad
dividida engendra su autodestrucción; por lo contrario una co-
munidad unida multiplica su acción y asegura su eficiencia”.25
El Estado Comunitario de Jaime María De Mahieu, encontró oídos en va-
rios funcionarios católicos como el coronel Juan Francisco Guevara, embaja-
dor argentino en Colombia y Venezuela, quien le había propuesto a Onganía
que entregara el manejo de las comunas a núcleos de vecinos “respetables”
y el de las provincias a federaciones de vecinos, hasta constituir un Consejo
Asesor del Presidente que incorporara las instituciones representativas de la
producción.26 Onganía hizo su primera mención a El Estado comunitario en
un discurso que pronunció el 4 de agosto de 1966, en el cual le adjudicó al
Ministerio del Interior la tarea de “promover la participación de la ciudada-
nía en la orientación de la vida política, a través de las organizaciones de la
comunidad”.27 La participación social implicaba que las comunidades gestio-

24 Ministerio de Bienestar Social (en adelante MBS), La participación social en el proceso de


desarrollo de la comunidad, Provincia de Buenos Aires, 1968, pp. 15-16.
25 MBS, Manual de Acción Comunitaria, Secretaría de Estado de Promoción y Asistencia de
la Comunidad, Buenos Aires, 1968, p. 107.
26 Coronel (R) Juan Francisco Guevara, Primera Plana, Nº 210, 3 de enero de 1967 p. 18.
27 Primera Plana, Nº 258, 5 de diciembre de 1967, p. 13.
Los orígenes doctrinarios... 113

naran las obras públicas y los servicios, consiguiendo la financiación para sus
proyectos.
“necesitamos […] fortalecer nuestra vida comunitaria. En esta
tarea se diferencian claramente dos esferas de acción. Por una
parte, la destinada a dinamizar y promover las posibilidades
de todas las células que la integran […] La segunda tiende a
la atención de las personas y grupos marginados, rezagados
o en conflicto que por deficiencia propia o por una falla de la
estructura social no integran la comunidad. En estos casos, el
Estado participará en forma activa, subsidiaria y supletoria,
para que tales grupos o personas puedan, por el esfuerzo pro-
pio, lograr su integración al medio social”.28
Por su parte, el secretario de gobierno Mario Díaz Colodrero sostuvo que la
necesidad de
“acertar en los modos de participación del Estado en la so-
ciedad moderna para conciliar la eficacia de dicha participa-
ción con el principio de subsidiaridad, que reconoce el valor
operante de la iniciativa privada y a la que el Estado no debe
interferir en lo que en sus manos debe estar […] un fortaleci-
miento del Estado en su órbita específica y un fortalecimiento
de las actividades privadas en lo económico, en lo social y en
lo cultural como consecuencia de la acción de un Estado apto
para impulsar y sostener la iniciativa privada en el marco del
interés de la comunidad nacional”.29
Consideró que la transformación revolucionaria debía contemplar la amplia-
ción de fronteras internas, descentralización de servicios públicos, fortaleci-
miento de las comunidades locales y una sólida política de integración te-
rritorial mediante la multiplicación de la actividad industrial a lo largo del
país para corregir la concentración de las actividades económicas en Buenos
Aires.30

28 Discurso pronunciado por Tte. General Juan Carlos Onganía el 31 de marzo de 1967 en la
ceremonia de clausura de la I Reunión Nacional de Promoción y Asistencia de la Comuni-
dad, 27 y 31 de marzo de 1967, pp. 21-22.
29 Discurso pronunciado por el Dr. Mario Díaz Colodrero el 16 de mayo de 1968 en la Unión
Industrial Argentina.
30 Discurso…, cit., pp. 37-38.
114 Política y cultura durante el “Onganiato”

La “promoción comunitaria” y el “bienestar social” operaron como las


bases de la transformación social que se gestaría desde abajo hacia arriba. El
principio de Subsidiariedad permitiría, por un lado, delegar la responsabilidad
del desarrollo en el individuo, por el otro, la caducidad del paternalismo esta-
tal, el asistencialismo y la demagogia.
Los funcionarios de la Secretaría de Promoción y Asistencia a la Comuni-
dad, Roberto Gorostiaga (1966-1967) y Raúl Puigbó (1967-1969) preconiza-
ron una forma de participación que apuntaba al fortalecimiento de las estruc-
turas comunitarias basadas en las relaciones solidarias en beneficio del bien
común. Gorostiaga, partidario de la descentralización de la vida social a partir
de la reconstrucción de los organismos intermedios, ponderó la organización
profesional corporativa según la lógica comunitarista.31
Según Puigbó el desarrollo comunitario era la base de la democratización
del poder político. Para lo cual resultaba imprescindible una administración
descentralizada mediante la revitalización del municipio y el fortalecimiento
del régimen federal. Las funciones de los organismos centrales serían delega-
das en los funcionarios locales.32
“Los grupos tradicionales que ejercen el poder social, político
y económico en los niveles locales, se ven así en la necesidad
de aceptar y compartir con los nuevos grupos estructurados de
la comunidad […] Con lo que se logra una democratización
fundamental –revolución pacífica pero no menos trascenden-
te– del poder social y del poder político”.33
La “revolución pacífica” que preconizaba Puigbó se sustentaba en las fuerzas
sociales organizadas como las juntas de acción comunal, ligas campesinas, fe-
deraciones regionales de cooperativas, sindicatos, ligas de padres de familia,
entre otras. Los gobiernos debían estimular la organización de cooperativas
en las comunidades urbanas como medio para solucionar los problemas de los
sectores de bajos ingresos, especialmente los relacionados a la vivienda.

31 GOROSTIAGA, Mateo Roberto Cristianismo o revolución: para una restauración cristia-


na de la patria, Editorial Iction, Buenos Aires,1977, pp. 172-175; SCIRICA, Elena “Visión
religiosa y acción política. El caso de Ciudad Católica-Verbo en la Argentina de los años
sesenta”, PROHAL Monográfico, Revista del Programa de Historia de América Latina,
Primera Sección, Vitral Monográfico, Nº 2, 2010, p. 36.
32 MBS, La participación social…, cit., p. 10.
33 PUIGBÓ, Raúl La evolución del desarrollo de la comunidad, Instituto de Desarrollo Social
y Promoción Humana, Buenos Aires, 1975, pp. 21-22.
Los orígenes doctrinarios... 115

La creación del Ministerio de Bienestar Social y el desarrollo comunitario


Con la Ley Nº 16956 de 1966 se redujeron los ministerios de ocho a cinco y se
creó el Ministerio de Bienestar Social con sus respectivas Secretarías de Esta-
do: de Promoción y Asistencia a la Comunidad (SEPAC), de Seguridad Social
(SESS), de Salud Pública (SESP) y de Vivienda (SEV).34 En octubre de 1966
se creó la SEPAC mediante la Ley Nº 17.271, pero su estructura definitiva
quedó aprobada recién en 1968. Para cubrir los cargos ministeriales, Onganía
buscó técnicos especializados y profesionales del servicio social, donde la
Ciudad Católica y el Ateneo de la República funcionaron como los principales
espacios de reclutamiento.
Entre 1966 y 1970 se sucedieron cuatro ministros de Bienestar Social:
Roberto Petracca (junio 1966- enero 1967), Julio E. Álvarez (enero 1967-
marzo 1967), Conrado Bauer (abril 1967- junio 1969) y Carlos Consigli (ju-
nio 1969-junio 1970). La SEPAC fue ocupada por Roberto Gorostiaga (1966-
1967). A partir de 1967, el nuevo titular fue Raúl Puigbó, quien permaneció
en el cargo hasta abril de 1969, junto al subsecretario Adolfo Critto. Cuan-
do Puigbó se alejó de la SEPAC le siguió Pedro J. Martínez Segovia por un
breve período, quien fue remplazado por Santiago M. de Estrada hasta junio
de 1970.35 La SEPAC fue pensada como una institución que se abocaría a la
“promoción social” de los sectores y regiones postergadas. Para ello se alentó
el consejalismo, propendiendo al trabajo conjunto entre las municipalidades,
organismos del Estado y entidades privadas.36 La SEPAC apuntaba a “corre-
gir” los desequilibrios e injusticias provenientes de problemas que se habían
tornado crónicos. Entre sus objetivos se destacó la promoción de escuelas
primarias, creación de centros culturales, mejoras en el nivel sanitario, regu-
lación del mercado de trabajo, creación de viviendas dignas para impedir la
formación de “nuevas villas”.37

34 ROUQUIÉ, Alain Poder militar y sociedad política… cit., p. 268.


35 BRA, Gerardo El gobierno de Onganía. Crónica, Centro Editor de América Latina, Buenos
Aires,1985, p. 120.
36 GOMES, Gabriela “El Onganiato y los sectores populares…”, cit., pp. 290-291. La SEPAC
fue concebida por la Ciudad Católica como la oficina ejecutora de sus proyectos comu-
nitaristas (LEWIS, Paul “La derecha y los gobiernos militares, 1955-1983”, en MCGEE
DEUTSCH, Sandra y Ronald H. DOLKART (eds.) La derecha argentina. Nacionalistas,
neoliberales, militares y clericales, Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 2001, p. 314).
37 Junta de Gobernadores de la Región de Desarrollo, Área Metropolitana, Buenos Aires, 5 y
6 de julio de 1967.
116 Política y cultura durante el “Onganiato”

“para que el Estado deje de volcarse de manera exclusiva o


preponderante en las ricas comunidades de Buenos Aires, para
volcarse especialmente en las del interior, en especial en las
más postergadas […] para que colabore eficazmente a corregir
desequilibrios e injusticias crónicas provenientes de: poster-
gación de ciertas provincias, desocupación, migraciones inter-
nas, falta de colonización del interior del país, falta de promo-
ción social de los aborígenes y de las villas de emergencia,
pasividades de las comunidades, vuelco del esfuerzo nacional
en las zonas ricas más que en las zonas pobres, etc.”38
Las funciones de la SEPAC pueden resumirse en dos grandes tareas. La pri-
mera corresponde a las actividades de asesoramiento técnico, atendiendo las
necesidades de la comunidad, y la segunda corresponde al apoyo económico
y financiero, dado que podía financiar directamente obras públicas mediante
subsidios o bien facilitar los trámites de créditos para la construcción de guar-
derías infantiles, escuelas, dispensarios, servicios de agua potable, electrici-
dad, vivienda, caminos, canales, clubes, centros de recreación, hogares para
ancianos y lisiados, mutualidades, centros de comunidad, etc.39 Asimismo, la
SEPAC tenía por objetivo asesorar en la elaboración de proyectos para la erra-
dicación de villas de emergencia. Tras las inundaciones de 1967 que afectaron
a las villas ubicadas en las zonas bajas de las cuencas de los ríos Reconquista
y Matanza se dio a conocer el Plan de erradicación de villas ubicadas en la
Capital Federal y el Gran Buenos Aires, mediante la Ley Nº 17.605. El Plan
contemplaba la construcción de viviendas “baratas” destinadas a los sectores
de bajos recursos. Asimismo, se apuntó al “bienestar social” de los sectores
populares contemplando mejoras en los niveles de sanidad, educación, segu-
ridad y asistencia. Por tanto, el programa intentaba no sólo la reubicación de
los “villeros” sino también su “readaptación social”. Fue el primer proyecto
gubernamental nacional que planteó construir complejos habitacionales para
sustituir las villas de la Ciudad de Buenos Aires. El programa contempló una

38 MBS, Digesto de Promoción y Asistencia de la Comunidad, Secretaría de Estado de Promo-


ción y Asistencia de la Comunidad, Buenos Aires, 1969, p. 47. Sobre la estructura completa
de la SEPAC ver Boletín Oficial, Nº 21.461, 21 de junio de 1968, p. 5.
39 Sobre las propuestas de la SEPAC para impulsar el desarrollo comunitario mediante el
fortalecimiento de los municipios y las experiencias provinciales ver GOMES, Gabriela
“El Onganiato y los sectores populares…”, cit., pp. 291-297; “El sistema de participación
comunitaria y el bienestar social bajo el Onganiato”… cit.
Los orígenes doctrinarios... 117

prueba piloto en la Capital Federal que se concretaría dos etapas. La primera


del Plan de Erradicación era de “adaptación”. Se consideró que las familias no
estaban “capacitadas” para vivir en un departamento por lo que serían trasla-
dadas a pequeños conjuntos habitacionales, llamados Núcleos Habitacionales
Transitorios (NHT), pensados como espacios de adaptación para la nueva vi-
vienda. La segunda etapa contemplaba el traslado de las familias “adaptadas”
a las viviendas definitivas. Sin embargo, los resultados de la aplicación del
plan fueron ínfimos comparados con los objetivos enunciados, ya que las fa-
milias quedaron alojadas en forma definitiva en unidades precarias.40
En función de las recomendaciones de la OEA, los funcionarios de la
SEPAC promovieron el cooperativismo y el mutualismo como “soluciones” a
los problemas económicos que afectaban a las comunidades referidas al con-
sumo, abastecimiento, comercialización, créditos, transporte, etc.
“que los gobiernos promuevan la capacitación de dirigentes
y administradores de empresas cooperativas, utilizando mé-
todos de adiestramiento en servicios, con la colaboración del
respectivo movimiento, de organizaciones cooperativas inter-
nacionales, de la OEA y de otras instituciones internacionales.
Que incorporen o intensifiquen la enseñanza de los principios
cooperativos en la educación básicas, media y superior y faci-
liten la capacitación del personal docente en todos los niveles
de educación […] que otorguen importancia prioritaria al fo-
mento del cooperativismo escolar”.41

40 YUJNOVSKY, Oscar Las claves políticas del problema habitacional argentino, Grupo
Editor de América Latina, Buenos Aires, 1984, pp. 164-167; GAZZOLI, Rubén Vivienda
social. Investigaciones, ensayos y entrevistas, Nobuko, Buenos Aires, 2007, pp. 52-53. En
el partido de La Matanza el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires construyó 1.018 vivien-
das de este tipo ver GAZZOLI, Rubén Vivienda social… cit., p. 53; GOLBERT, Laura y
ROCA, Emilia De la Sociedad de Beneficiencia… cit., p. 122; MBS, Plan de erradicación
de las villas de emergencia de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires, Buenos Aires,
1968; MBS, Plan VEA viviendas económicas argentinas: reglamentación aprobada por el
directorio en su sesión ordinaria del 27 de marzo de 1969, Secretaría de Vivienda, Banco
Hipotecario Nacional, Buenos Aires.
41 MBS, Primera Conferencia Interamericana sobre cooperativismo, Dirección Nacional de
Cooperativas, Buenos Aires, 4 al 8 de noviembre, 1969, pp. 84-86. Ver CONADE, Inventa-
rio de los proyectos de asistencia técnica correspondientes a la Agencia para el Desarrollo
Internacional, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Organización de
Estados Americanos, la Secretaría, Buenos Aires, 1968.
118 Política y cultura durante el “Onganiato”

En base a lo expuesto, desde la SEPAC se pensó que la escuela debía ocupar


un rol central en la promoción de las lógicas del desarrollo comunitario me-
diante la enseñanza de los beneficios que impartía la política cooperativista, la
economía comunitaria, la solidaridad social y el mutualismo.42
“se estimulará la enseñanza en escuelas y otras instituciones.
Se recomienda el fomento del mutualismo y una gradual ade-
cuación de las mutualidades a un régimen integral de seguri-
dad social […] se recomienda que las escuelas, municipios,
dispensarios, parroquias, sindicatos y toda otra institución de
bien público contribuyan a la activación de la comunidad”.43
Atendiendo a las recomendaciones de la OEA, Puigbó consideró que el siste-
ma mutualista serviría para corregir tanto los excesos de individualismo como
de intervencionismo estatal.44 Asimismo, permitiría asegurar el bienestar so-
cial de los grupos que integraran la comunidad nacional y aportaría herra-
mientas para motivar el esfuerzo propio y la autoconstrucción en programas
de vivienda.

Reflexiones finales
El desarrollo comunitario fue objeto de atención de los organismos interna-
cionales, del campo académico y de los católicos. En el caso del Ministerio
de Bienestar Social, la propuesta comunitarista fue preconizada por católicos
cercanos al corporativismo antiestatal y al desarrollismo. Durante el “Onga-
niato” cobró ímpetu un discurso que fomentó la Participación y la Solidari-
dad conforme al principio de Subsidiariedad. Esto legitimó el traspaso de las

42 Sobre el movimiento cooperativista, como instrumento de desarrollo para América Latina,


promovido por la OEA en el marco de la Alianza para el Progreso ver MBS, Primera Con-
ferencia Interamericana… Cit; OEA, Carta de la Organización de Estados Americanos,
OEA, Washington, DC, 1961; OEA. La Organización de los Estados Americanos: su es-
tructura y funcionamiento, OEA, Washington, DC, 1962.
43 I Reunión Nacional de Promoción y Asistencia de la Comunidad…cit., p. 7; MBS, “Bases
para un programa para la enseñanza de Acción Social en la Escuela” en Digesto de Promo-
ción… cit., p. 75.
44 Puigbó sostuvo que las relaciones del Estado y las asociaciones mutuales debían regirse
en cinco principios básicos: controlador, subsidiaridad social, supletoriedad, coordinación
estatal y promoción y fomento. Ver Discurso pronunciado por el Dr. Raúl Puigbó en la
inauguración de la I Reunión Nacional de Promoción… cit., pp. 51-52; PUIGBÓ, Raúl La
evolución del desarrollo de la comunidad… cit.
Los orígenes doctrinarios... 119

responsabilidades del desarrollo desde el Estado hacia la comunidad, incluso


se promocionó la autogestión de la propia pobreza. La nueva concepción de
“participación social” fue presentada como un instrumento que apuntaba a
fortalecer la “verdadera” democracia, que se sustentaría en las fuerzas vivas.
Asimismo, la necesidad de intervenir en los sectores marginales para motivar
su participación tuvo por objetivo acabar con la demagogia y el electoralismo
como características de la “vieja” política.
En trabajos anteriores mencionamos que el intento de organizar a los sec-
tores populares a través del fomentismo, las asociaciones vecinales, los Con-
sejos de la Comunidad, etc. demuestra que la dictadura no se limitó a la repre-
sión y exclusión de los sectores populares, sino que éstos fueron concebidos
como el pilar fundamental del “nuevo” Estado y la “misión transformadora”
que impuso como objetivo la “Revolución Argentina”. Esto consistía en mo-
dernizar la estructura social del país mediante la revitalización de los órganos
básicos de la comunidad, que apuntaban a reemplazar a los partidos políticos,
como intermediarios entre la sociedad civil y el Estado por un “nuevo orden”
centrado en los municipios. La descentralización administrativa tendiente a la
regionalización y municipalización, apuntó a institucionalizar una lógica que
venía operando en discursos y programas de los organismos internacionales
desde fines de los años ´50, el rol supletorio que ocuparía el Estado en el área
social. Cabe señalar que la propuesta comunitarista se plasmó en una plura-
lidad de proyectos que iban desde la construcción de espacios de recreación
y deportes hasta guarderías y programas nutricionales y muchos de ellos se
implementaron sin participación social.
Refundar la sociedad
El comunitarismo como política de Estado
en el Gobierno de Onganía1

Guido Ignacio Giorgi

Introducción

U
na de las ideas que conformaban el imaginario de gran parte de los
miembros de la “Revolución Argentina” era el agotamiento del régi-
men de matriz liberal vigente desde 1853. Para ellos aparecía como
indispensable la refundación de la Argentina sobre otras bases políticas, so-
ciales y culturales.
Más allá de los alcances reales de esta voluntad revolucionaria, de este
diagnóstico se derivaron proyectos de cambio radicales. Algunos de los más
significativos estaban dirigidos a modificar el funcionamiento societal de la
sociedad, es decir, las modalidades a través de las cuales los individuos se
relacionaban mutuamente y participaban de lo público.
En el escenario de disputas palaciegas que caracterizó a la “Revolución
Argentina” desde sus orígenes, esos proyectos comunitaristas estuvieron en el
centro de la lucha por la definición del rumbo del gobierno.
En efecto, una característica del “Onganiato” fue la ausencia de un pro-
yecto político claro previamente diseñado para llevar adelante una vez en el
poder. Por el contrario, desde las distintas dependencias estatales se impulsa-
ron políticas públicas activas que respondían a modelos de país en pugna y
que fueron perfilándose con el correr de la gestión. En términos generales, dos
grandes –y difusos– proyectos políticos disputaron la orientación del “Onga-

1 El presente trabajo se enmarca en mi investigación doctoral sobre las redes sociopolíticas


y religiosas en la gestión de la política social en el gobierno nacional, con sede en el CEIL-
CONICET, bajo la dirección de Fortunato Mallimaci y Luis Donatello. A ellos agradezco
lecturas previas de la ponencia de la que surge este trabajo, presentada en el Ier Taller de
Análisis y Discusión sobre el “Onganiato” (1966-1970), organizado por el Instituto de De-
sarrollo Humano-UNGS en noviembre de 2011. Quiero agradecer por la invitación a par-
ticipar del Taller a los organizadores, Daniel Lvovich, Valeria Galván y Florencia Osuna,
así como al resto de los participantes, con quienes se generó un enriquecedor debate e inter-
cambio. Por supuesto, las afirmaciones que aquí realizo son de mi única responsabilidad.
122 Política y cultura durante el “Onganiato”

niato”, en torno a los cuales podemos agrupar funcionarios, políticas públicas


y discursos. La diferencia entre ellos consistió en el grado de seriedada con
el que se tomaron el carácter revolucionario del nuevo gobierno. Por un lado,
estaban aquellos que concebían al régimen como el inicio de un nuevo orden
político social, una verdadera revolución de estructuras sociales y políticas.
Ellos no se planteaban cronogramas, ya que se trataba de una nueva era, un
punto de partida; su principal apuesta política era la creación de una sociedad
del tipo comunitarista-corporativista en reemplazo de la inviable matriz libe-
ral. Por otro lado, se encontraban quienes pensaban al golpe de Juan Carlos
Onganía como una suspensión momentánea de la democracia representativa,
un interregno de excepción dentro de la normalidad del sistema de partidos
corrupto pero necesario. Su principal apuesta era normalizar la autoridad y re-
tornar a la democracia; no pasó demasiado tiempo hasta que ellos presionaron
crecientemente por la salida electoral.
En este trabajo argumentaremos que el comunitarismo fue la principal lí-
nea política del “Onganiato”, la apuesta por moldear una Nueva Argentina de
base comunitarista transformando el funcionamiento societal y político de la
sociedad. La falta de sistematicidad y planificación de las propuestas comuni-
taristas nos impide considerarlo un programa de gobierno. En su lugar, se trata
de un difuso proyecto político que respondía a un horizonte de sentido com-
partido por parte importante de los cuadros del gobierno –antiliberal, católico,
modernizador y tecnocrático– que no preexistía a la toma del poder y que fue
tomando forma “sobre la marcha” en base del mismo ideal comunitarista.2
Esta clave de lectura supone un clivaje que no coincide totalmente con la
clásica oposición entre liberales y nacionalistas, católicos o paternalistas. En
este sentido, tomaremos los perfiles sociales de los que mandan en el Estado
como vía de acceso para comprender las políticas públicas, su concepción,
aplicación y/o fracaso, y su inscripción en proyectos políticos más amplios,
que se asocian a los ciclos de gabinete y de políticas públicas.
Ese proyecto comunitarista se tradujo operativamente en un conjunto de
acciones públicas concretas –rápidamente fracasadas– que se proponían mol-
dear una “Nueva Argentina” de base comunitarista.
Algunas de ellas ya han sido estudiadas en profundidad en otros trabajos.
La más conocida es la experiencia de la Secretaría de Estado de Promoción
y Asistencia de la Comunidad. Esta oficina, creada en el rediseño del Estado

2 Para un estudio detallado sobre la propuesta comunistarista del “Onganiato”, ver el capítulo
de Gabriela Gomes en esta misma compilación.
Refundar la sociedad 123

que emprendió la “Revolución Argentina”, es el caso más claro de traducción


operativa del proyecto comunitarista en estructuras de gobierno y políticas
públicas, fuertemente atravesada por el principio de Subsidiariedad.3
En este trabajo abordaremos otra de estas iniciativas comunitaristas, la
más ambiciosa entre ellas. Se trata de la Directiva de Participación de la Se-
cretaría de Gobierno del Ministerio del Interior, presentada por Onganía en
mayo de 1969, pocos días antes del “Cordobazo”. En ella se condensa de for-
ma más acabada el proyecto político comunitarista. El fracaso de esta apuesta
refundadora de las lógicas societales significó la derrota del “Onganiato”.

La conformación del Estado Revolucionario


En vísperas del golpe de Estado de junio de 1966, pocos eran los actores que
confiaban en el sistema liberal de partidos vigente. La política como actividad
y como mecanismo de canalización de las demandas sociales y de disputas
políticas estaba profundamente desprestigiada.4
El desprestigio de la política era resultado directo de “un juego imposi-
ble”: entre 1955 y 1966, los actores políticos enfrentaron el desafío de incor-
porar el electorado peronista al sistema político, manteniendo su proscrip-
ción.5 Uno tras otro, los sucesivos gobiernos ensayaron diversas fórmulas para
desplazar a Juan Domingo Perón del rol de gran elector. Esto configuró un
escenario de “empate hegemónico” en el que ningún actor lograba imponer su
dominación sobre el otro.6 Hacia 1966, se había instalado la sensación genera-
lizada que ninguno de los actores políticos era ya capaz de imponer un sistema
de dominación política exitoso, derivando en el abandono de las soluciones
que podía ofrecer el sistema de partidos.7

3 GIORGI, Guido y Fortunato MALLIMACI “Catolicismos, nacionalismos y comunitaris-


mos en política social. Redes católicas en la creación del Ministerio de Bienestar Social de
Argentina 1966-1970”, en Revista Cultura y Religión, Vol. VI, N° 1, 2012: 113-144
4 OLLIER, María Matilde Golpe o revolución, UNTref, Buenos Aires, 2005.
5 O’DONNELL, Guillermo “Un juego imposible: competición y coaliciones entre partidos
políticos de Argentina entre 1955 y 1966”, en Modernización y autoritarismo, Paidós, Bue-
nos Aires, 1972
6 PORTANTIERO, Juan Carlos “Economía y política en la crisis argentina. 1958-1973”, en
Revista Mexicana de Sociología, Vol. 39, Nº 2, 1977: 531-565.
7 O’DONNELL, Guillermo “Estado y Alianzas en la Argentina”, en Desarrollo Económico,
Vol. 16, N° 64, enero-marzo, 1977: 523-554, y SMULOVITZ, Catalina “En busca de la
fórmula perdida: Argentina, 1955-1966”, en Desarrollo Económico, Vol. 31, N° 121, 1991:
113-124.
124 Política y cultura durante el “Onganiato”

El descrédito hacia el sistema liberal instaurado por la Constitución Na-


cional de 1853 comprendía a la casi totalidad del arco político, desde sectores
tradicionalistas del nacionalismo católico, hasta la Nueva Izquierda argenti-
na.8 Varios de estos grupos entendieron que la única salida era revoluciona-
ria; por ello, concibieron proyectos de transformación radical de la sociedad
argentina, algunos imaginando una “patria socialista” y otros una sociedad de
tipo comunitarista organizada en cuerpos intermedios.
En este clima efervescente es que debe comprenderse el golpe de Esta-
do de junio de 1966. La grandilocuente autodenominación de “Revolución
Argentina” se correspondía con el proyecto refundacional de la Argentina,
presente en los discursos oficiales y documentos fundacionales del nuevo go-
bierno.
En efecto, a diferencia de otros gobiernos de facto, la “Revolución Argen-
tina” resolvió asumir el poder por tiempo indeterminado, articulando una faz
represiva y una propositiva. La primera comprendía la suspensión de los me-
canismos de representación democrática y una activa represión de la disiden-
cia interna. La segunda se apoyaba en la proyección de un horizonte temporal
indefinido para el retorno de la democracia y una reforma general del Estado
para adecuarlo al nuevo proceso político y a los ámbitos prioritarios estable-
cidos desde el comienzo por el nuevo gobierno. En relación con lo anterior,
del gobierno pugnaban diversos proyectos políticos que buscaban tejer nuevos
consensos societales apelando al rechazo hacia la política presente en amplios
sectores sociales. Los guiaba la convicción tecnocrática que al reemplazarla
por la “política de la administración” pondrían fin a la crisis estructural de la
economía, la sociedad y el sistema político.9
El reclutamiento de los elencos de gobierno se realizó principalmente
entre civiles: de los 17 ministros que desfilaron durante los 4 años de go-
bierno sólo Francisco Ímaz era militar. En su gran mayoría conformaban una
capa de cuadros expertos tecnócratas que compartían el credo desarrollista,
y despreciaban la política electoral. Al interior de las filas de esta “burguesía
gerencial” –según la fórmula de Portantiero– tuvieron una fuerte presencia los
cuadros provenientes de sociabilidades religiosas, protagonistas de nuestro
trabajo.10

8 TERÁN, Oscar Nuestros años ’60, Punto Sur, Buenos Aires, 1991.
9 DE RIZ, Liliana La política en suspenso, Paidós, Buenos Aires, 2000, p. 186.
10 PORTANTIERO, Juan Carlos “Economía y política…” cit. p. 539. Buscamos ir más allá
de las interpretaciones clásicas sobre las fracciones internas del gobierno, como la de Guill-
Refundar la sociedad 125

Estos cuadros católicos provenían de, al menos, tres vertientes identifica-


das con el imaginario nacionalista y católico: el Ateneo de la República, Ver-
bo-Ciudad Católica y los Cursillos de Cristiandad.11 Cada una de éstas funcio-
naba de manera autónoma, con lógicas organizacionales, proyectos políticos
diferentes y núcleos duros específicos, por lo que no se articularon como parte
de una misma red “católica”. Aún cuando las tres abrevaron en un mismo hori-
zonte de sentido católico, cada una realizó interpretaciones teológico-políticas
propias y, de la misma manera, encarnaron distintas variedades de naciona-
lismos, que se expresaron en el rechazo o aceptación de un Estado activo,
así como en la construcción del enemigo (visto en el grado de intransigencia
frente al liberalismo, y la apertura hacia el juego del sistema de partidos).12
De todas, las redes constituidas en torno al Ateneo de la República fueron
las de mayor llegada al gobierno. Entre sus principales referentes se encontra-
ban Guillermo Borda, Ministro del Interior, y Mario Díaz Colodrero, Secreta-
rio de Gobierno.

El ideal comunitarista
El caso de la Directiva de Participación debe incluirse entre las experiencias
de gobierno llevadas adelante por estos cuadros católicos, principalmente del
Ateneo de la República y redes universitarias anexas. Ellos fueron los princi-
pales responsables de impulsar políticas públicas orientadas hacia un ideal de
sociedad comunitaria.
El comunitarismo atravesó todos los niveles de gobierno (municipal, pro-
vincial, nacional), con la excepción de algunos ministerios. A seis meses del
golpe, el 30 de diciembre de 1966, el presidente de facto se dirigió por cadena
nacional a la población. Allí caracterizó la situación previa al golpe como
“una democracia hueca”, en la que el fraude y la falta de fe en las instituciones
habían convertido a los partidos políticos y a los parlamentos Nacional y pro-

ermo O’Donnell sobre la oposición entre liberales y nacionalistas (El Estado Burocrático-
Autoritario, Ed. de Belgrano, Buenos Aires, 1982), que se corresponde con las dos almas
de la Revolución Carlos Altamirano (Bajo el signo de las masas, Ariel, Buenos Aires, 2001,
p.81)
11 Resumimos un argumento desarrollado en profundidad en GIORGI, Guido y Fortunato
MALLIMACI “Catolicismos, nacionalismos y …” cit. En el capítulo de Elena Scirica que
se encuentra en este libro es posible encontrar un análisis detallado de cada una de estas
vertientes.
12 MALLIMACI, Fortunato y Humberto CUCCHETTI –compiladores– Nacionalistas y na-
cionalismos. Debates y escenarios en América Latina y Europa, Gorla, Buenos Aires, 2011.
126 Política y cultura durante el “Onganiato”

vinciales en “formas vacías de contenido”. Se trataba de la crisis terminal del


“sistema de vida político” anterior. Frente a esto, la “Revolución Argentina”
pretendía crear las condiciones para una “democracia auténtica”, en la cual
las instituciones políticas funcionasen de “abajo hacia arriba”, con órganos
básicos representativos. La “piedra angular” es la comunidad, que tiene en la
municipalidad la célula del nuevo sistema político. Por ello, afirmaba Onga-
nía, “ha sido la primera preocupación del gobierno de la Revolución echar las
bases de una sana comunidad […] Para que esta democracia sea auténtica, el
país tiene que revitalizar la comunidad”, promoverla en “un sentido orgáni-
co”, no solamente político.13
Similares discursos de esta matriz comunitarista van a estar en boca de
diversos funcionarios durante los cuatro años del “Onganiato”. De hecho,
diversas acciones de gobierno intentaron volver operativo este proyecto de
sociedad. Entre ellas, la Directiva de Participación de la Secretaría de Go-
bierno, pero también las políticas de promoción comunitaria de la Secretaría
de Estado de Promoción y Asistencia de la Comunidad (SEPAC) y el partici-
pacionismo sindical impulsado por las Secretarías de Gobierno y de Trabajo.
Todas ellas constituyeron acciones políticas que formaron parte de una misma
estrategia orientada hacia una única meta: impulsar nuevas formas organiza-
ción social, generar nuevas maneras de participación en lo público, refundar
los mecanismos sociales de representación e intermediación política.

La secretaría de Gobierno y el participacionismo municipal


El Ministerio del Interior diseñado por la “Revolución Argentina” difería fun-
cionalmente a las estructuras antecesoras, ya que fusionaba dos ministerios y
otras secretarías de Estado. Por un lado, el antiguo Ministerio de Educación y
Justicia fue desdoblado en las Secretarías de Cultura y Educación, y la Secre-
taría de Justicia. Por el otro, las competencias, responsabilidades y estructuras
del antiguo Ministerio del Interior –el gobierno político interno y de orden
público– se concentraron en la Secretaría de Gobierno.14
El primer ministro del Interior fue Enrique Martínez Paz, asiduo asistente
a los Cursillos de Cristiandad. Abogado, miembro de una familia tradicional
de Córdoba, es uno de los desplazados en la renovación de enero de 1967.
Su sobrino, José Manuel Saravia (h), lo acompañó como Subsecretario del

13 Citado en ROMERO, Luis Alberto y DE PRIVITELLIO, Luciano Grandes discursos de la


historia argentina, Aguilar, Buenos Aires, 2000.
14 Decreto 2.870/66.
Refundar la sociedad 127

Interior. Este abogado (UBA), sociólogo (University of Columbia) y docente


(UNLP, USAL y Escuela Superior de Guerra) provenía, también, de los Cur-
sillos y encarnaba, al igual que su tío, una vertiente corporativista del comu-
nitarismo. En octubre de 1966, Martínez Paz nombrará a los ateneístas Mario
Díaz Colodrero y a Enrique Pearson como Secretario y Subsecretario de Go-
bierno, respectivamente.
En su corto paso por el gobierno, Martínez Paz formuló un plan comu-
nitarista que se proponía “la participación de la ciudadanía en el quehacer
político del país a través de las organizaciones básicas de la comunidad, las
que son al mismo tiempo centros de formación y educación del hombre pú-
blico, por donde se reordenará una auténtica representatividad democrática y
efectiva”.15 Sin embargo, y más allá del grado de sistematicidad de dicho plan,
no tuvo tiempo suficiente para aplicarlo.
En enero de 1967, Martínez Paz es reemplazado por Guillermo Borda,
segundo ministro con mayor continuidad en el cargo (asume en enero de 1967
y renuncia en junio de 1969). También abogado (UBA) y docente universita-
rio (UBA, UCA, USAL), Borda había trascendido en el campo del Derecho
como un referente en Derecho Civil. En parte, esto se debía al impulso que dio
a la reforma del Código Civil en 1968 (de la que fue uno de los redactores),
aunque poseía una exitosa trayectoria previa en el Poder Judicial desde 1949,
primero como Juez en lo Civil y luego como Camarista. Tras el golpe de 1966
fue designado miembro de la Suprema Corte, y en enero de 1967, ministro del
Interior.
Con Borda –fundador del Ateneo de la República– se consolidó el poder
de los ateneístas en Interior: además de Díaz Colodrero y Enrique Pearson,
eran también ateneístas el Secretario de Educación José Mariano Astigueta y
el Subsecretario Gastón Terán Etchecopar.
Díaz Colodrero fue un personaje clave en el participacionismo. Fundador
del Ateneo, dirigente universitario católico, este abogado (UBA) correntino
había trabajado como asesor letrado del Banco de la Nación Argentina. Desde
la Secretaría de Gobierno tuvo una destacada actividad llevando adelante la
política interior de un régimen que reprimía las manifestaciones políticas y
prohibía los partidos políticos, a la vez que pretendía articular un proyecto po-
lítico capaz de generar los consensos necesarios para perpetuarse en el poder.
Desde allí, fue uno de los principales interlocutores de gobiernos provinciales
(delegados del poder central), municipios, y también de sindicatos y diversos

15 La Nación, 8/9/1966, citado por Gabriela Gomes en su capítulo de esta compilación.


128 Política y cultura durante el “Onganiato”

actores políticos con los cuales –aunque proscriptos– el gobierno dialogaba.


Junto a Borda y al propio Onganía, Díaz Colodrero tendría la responsabilidad
de explicar al país los planes políticos de la “Revolución Argentina”.
Cuando en febrero de 1967 Pearson pasó de Subsecretario de Gobier-
no a la Subsecretaría del Interior, su reemplazo fue el Ing. Ernesto Olmedo,
representante de diversas cámaras industriales y ex asesor económico de la
Secretaría de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires (1956-58). Siguiendo
esta línea de gestión, en el puesto clave de Director General de Provincias fue
nombrado otro cuadro católico, Juan Rafael Llerena Amadeo, futuro Subse-
cretario de Educación en 1967 y Ministro de Educación de la Nación (1978-
1981).
Como vimos, la Secretaría de Gobierno era la responsable de diseñar y
gestionar la política interior de la “Revolución Argentina”. En esta área, el
gobierno aspiró a ser más que una pausa momentánea del sistema político
liberal y para ello se propuso infructuosamente echar las bases de una nueva
fórmula política.

En búsqueda de la fórmula política


Tanto Borda como Díaz Colodrero respondían a la línea política de Onganía.
En una conferencia otorgada a la Asociación de Prensa Extranjera, Borda sos-
tuvo la “necesidad vital” de modernizar las estructuras políticas y jurídicas,
como condición para un verdadero proceso revolucionario. La transformación
de la estructura política emergía como necesaria por la crisis de la filosofía
liberal y, por ende, del sistema político liberal: “la falta de representatividad
real de quienes detentaban el poder generó una crisis de autoridad y, por ende,
una verdadera impotencia para gobernar”. La modernización política requeri-
ría centralmente: “una presencia permanente del ciudadano en múltiples fun-
ciones que hacen al servicio y aun al gobierno del país”. Es decir, la participa-
ción de la comunidad en el gobierno era a la vez un objetivo y un instrumento
revolucionario:
“[…] queremos, eso sí, el apoyo de la comunidad; y tenemos
la conciencia clara de que no lo lograremos si a toda ella, a
todos los sectores vitales, no les damos la participación que
les corresponde en una sociedad democrática y coherente. Esta
participación nace del concepto de sociedad organizada, que
se opone a la idea individualista que sólo concebía la relación
estado-ciudadano.
Refundar la sociedad 129

De lo que ahora se trata es que […] entre gobernantes y gobernados proliferen


asociaciones, corporaciones, centros culturales, que abarquen todos los aspec-
tos de la vida nacional, permitiendo una participación fecunda de la comuni-
dad, de sus más valiosos elementos, en todo lo que interesa a su desarrollo”.16

Esta concepción comunitarista proyectaba a la sociedad organizada en


cuerpos intermedios. Las estructuras políticas así concebidas permitirían que
la sociedad participara de la vida pública y se comprometiera en el gobierno.
Esto, a su vez, granjearía a la “Revolución Argentina” el “apoyo de la comu-
nidad”. Esto último es clave, ya que nos permite concebir al comunitarismo
no como una utopía religiosa sino como una estrategia política del régimen.
En la misma línea se sitúa Díaz Colodrero para quien la tarea de la “Re-
volución Argentina” era elaborar la fórmula política que ponga en marcha
“una democracia auténtica”. Para ello, se debían “crear las condiciones que
permitan desarrollar una política revolucionaria”.17
Para Díaz Colodrero, la “Revolución Argentina” no era una “pausa políti-
ca para volver luego a la democracia representativa [sino que es] final y punto
de partida” de una nueva “democracia auténtica”.18 El diagnóstico sobre el
sistema político resaltaba que: “no vivimos en la época de Juan Jacobo Rous-
seau, sino en la de la ‘Populorum Progressio’ y que, por lo mismo, pueden
resultar tan desactualizados el corporativismo como la democracia liberal del
Siglo XIX”.19 En tanto “partidos y elecciones son solamente instrumentos” de
la democracia, cuando esta no es auténtica aquellos dejan de ser necesarios.20
Este es un eje problemático en la definición de la fórmula política. En
reiteradas ocasiones, Díaz Colodrero y Borda se esforzaron por diferenciar
comunitarismo de corporativismo, acusación que caía desde sectores liberales
sobre la política interior de la Secretaría de Gobierno. Según Díaz Colodrero,
“el corporativismo, como fórmula política, es una fórmula del pasado”.21

16 BORDA, Guillermo “Discurso ante la Asociación de la Prensa Extranjera”, 1968 en AL-


TAMIRANO, Carlos Bajo el signo de las masas, Ariel, Buenos Aires, 2001: 362-366.
17 DÍAZ COLODRERO, Mario Dos políticas: dos argentinas. Palabras pronunciadas por el
Secretario de Estado de Gobierno de la Nación el 15 marzo 1968, Secretaría de Gobierno,
Buenos Aires, 1968, p. 9.
18 Diario ABC de España, 3/10/1967, p. 49.
19 Diario ABC de España, 3/10/1967, p. 49.
20 DÍAZ COLODRERO, Mario “Dos políticas …”, cit. p. 9.
21 Diario ABC de España, 27/6/1967, p. 72.
130 Política y cultura durante el “Onganiato”

También es relevante la dimensión temporal de la política interior del


“Onganiato”. Para el secretario de Gobierno, la tarea revolucionaria conlleva-
ba largos plazos: “cambiar las cosas desde su raíz lleva necesariamente mucho
tiempo”.22 A diferencia de la tesis de los “tres tiempos”, el plantearía dos eta-
pas de la “Revolución”: la primera dedicada a que “se modifiquen situaciones
que habían trabado desde años atrás la marcha del país y un segundo tiempo
en que se atienda fundamentalmente a la reorganización institucional de la na-
ción”. El primer período “de reconstrucción ha de ser prolongado”, por lo que
la segunda etapa debería esperar.23 En la primera etapa la responsabilidad sería
del gobierno revolucionario y, en la segunda de la comunidad: “Hay intención,
desde luego, de dar participación efectiva a ciertos sectores de la comunidad
para lograr una auténtica representación, pero todo ello queda diferido para la
posterior etapa que hemos denominado de reorganización institucional”.24 Es-
tas declaraciones de Díaz Colodrero habían sido realizadas en junio de 1967;
diez meses después los tiempos se aceleraron. El 15 de marzo de 1968, el
Secretario utilizó la cadena nacional para anunciar la decisión del gobierno de
implementar “los medios idóneos para que la comunidad colabore de la mane-
ra más plena en el proceso revolucionario”. Era el momento en el cual “paula-
tinamente toda la comunidad va siendo convocada al gran esfuerzo nacional”.
Para el funcionario, esto era “hacer política, en la instancia revolucionaria”.25
La aceleración de los tiempos políticos de la “Revolución Argentina”
respondía a críticas tanto internas como externas por la indefinición política.
Dos ejemplos: en octubre de 1967, Álvaro Alsogaray, a la sazón embajador
en Washington, clamó públicamente por una salida electoral al tiempo que
se acercó a fracciones militares desplazadas por Onganía. Simultáneamente,
desde comienzos de 1968, los editoriales de Mariano Grondona en Primera
Plana insistían sobre la inminencia del comienzo del “tiempo social”, que se
confundía con el “tiempo político”.
La gestión política interior acusó recibo de esta presión y la necesidad de
avanzar con el “tiempo social” –o la reorganización institucional para Díaz
Colodrero– se cristalizó en 1969 en la Directiva de Participación. Para ello,
Díaz Colodrero convocó a un viejo conocido suyo: José Luis de Ímaz.

22 DÍAZ COLODRERO, Mario “Dos políticas …”, cit. p. 11.


23 Diario ABC de España, 27/6/1967, p. 72.
24 Diario ABC de España, 27/6/1967, p. 72.
25 DÍAZ COLODRERO, Mario “Dos políticas …”, cit. pp. 9-13.
Refundar la sociedad 131

Aunque cuatro años menor, de Ímaz había compartido con Díaz Colo-
drero distintos espacios sociales: militancia católica antiperonista, estudios
universitarios en Derecho en la UBA y una estancia en el Instituto de Cultura
Hispánica. De allí que existiese, en palabras de de Ímaz, una “vieja, probada y
reiterada afinidad con el Secretario de Gobierno, que era –para el caso– el nue-
vo gurú, intermediario fiel de un pensamiento no siempre bien explicitado”.26
Sobre esa afinidad es que de Ímaz se sumaría a la empresa de la Secretaría de
Gobierno, para explicitar más claramente ese pensamiento.27
Más allá del vínculo personal, de Ímaz era uno de los referentes del mo-
mento de la sociología argentina: discípulo de Gino Germani (UBA), profesor
del Departamento de Sociología (UCA), gozaba del prestigio académico y
político de la publicación de Los que Mandan. En 1966, contribuyó con un
capítulo al libro La Revolución Argentina, en el cual evaluaba la posibilidad
de que el nuevo gobierno supla la ausencia de una elite de poder.28 Allí se
preguntaba por el lugar de las clases populares en el nuevo régimen. En tanto
la democratización y movilización de las “masas populares” era un dato de
la estructura social, se presentaban dos opciones: o se gobernaba “ejerciendo
una auténtica dictadura”, a sabiendas de que le seguiría el levantamiento po-
pular, o se integraba a las masas populares “en un acto de amor” del líder.29
Así, la cultura paternalista y la proclividad hacia el autoritarismo de las masas

26 DE ÍMAZ, José Luis Promediando los cuarenta, Sudamericana, Buenos Aires, 1977, p.
209.
27 Sobre la trayectoria de de Ímaz GIORGI, Guido “José Luis de Ímaz, de Onganía a Béliz”,
ponencia presentada en la Jornada Recuperando Trayectorias Intelectuales en el Estado.
Argentina en la Segunda Mitad del Siglo XX, IDH-UNGS, 11 de septiembre, 2013.
28 La Revolución Argentina es un libro publicado en octubre de 1966 por el Instituto de Cien-
cia Política (USAL), dirigido por Raúl Puigbó, en el que un grupo de cuadros intelectuales
se ponen a disposición del nuevo proceso encabezado por Onganía y brindan un sustento
ideológico para la Revolución Argentina. Al menos cinco de los doce autores ocuparán
cargos en el “Onganiato”. Ver AAVV: La ‘Revolución Argentina’. Análisis y prospectiva,
De Palma, Buenos Aires, 1966
29 En otro capítulo del mismo libro, Mariano Grondona señala algo similar: En cualquier
sistema político, la oposición es una parte normal que no puede ser destruida. Por ello, el
desafío político de la Revolución Argentina era “planificar la oposición para que ella sirva a
la Revolución”. Ver GRONDONA, Mariano “El futuro de la oposición”, en La ‘Revolución
Argentina’…, cit. p. 171-172. Como de Ímaz, Grondona era parte del plantel del Instituto
de Ciencia Política (USAL), y será su director
132 Política y cultura durante el “Onganiato”

populares generarían “un clima favorable para la adhesión” popular a la Re-


volución.30
En 1968, tras una conferencia en Casa Rosada, Díaz Colodrero comentó a
de Ímaz que Onganía estaba resuelto a lanzar el año siguiente una “política de
participación”: la primera inserción institucionalizada de los distintos sectores
de la comunidad dentro del proceso gubernativo. Por ello, lo invitó a preparar
“algunos documentos que sirvieran para la discusión”. De Ímaz aceptó la in-
vitación y ocupó, entonces, el rol del intelectual detrás del trono hasta julio de
1969, cuando renunció por lealtad a Díaz Colodrero.
De acuerdo a de Ímaz: “A mí se me pidió que hiciera un estudio prelimi-
nar. Elaboré un proyecto en vistas a la apertura del Gobierno Militar comen-
zando desde la base municipal. Todo eso debería culminar con la participación
por antonomasia”.31 El resultado fue la Directiva de Participación, presentada
por Onganía en la III Reunión de Gobernadores de 1969.
En esta tarea de diseño de políticas públicas, contaban con dos anteceden-
tes de políticas comunitaristas a nivel provincial. Desde 1967, Buenos Aires,
gobernada por el Gral. Francisco Ímaz, estrecho colaborador de Onganía y
cursillista, y Córdoba, gobernada por el abogado Carlos Caballero, cercano a
la Ciudad Católica, impulsaron medidas concretas explícitamente orientadas
hacia la generación de mecanismos societales comunitaristas.32
Aunque planteado como objetivo político de la “Revolución Argentina”
desde un principio, la participación comunitarista no cristalizó en una política
del Estado nacional concreta hasta 1969. Prueba de ello son las reuniones
anuales de gobernadores, que tenían el fin de coordinar el trabajo entre las
provincias y la Nación que estaba representada por la Secretaría de Gobierno,
la cual dictaba las directivas a los gobernadores.
En la II Reunión (abril de 1968), Onganía pronunció el discurso de in-
auguración en el que planteó el famoso esquema de los “tres tiempos”. Allí

30 DE ÍMAZ, José Luis “Una hipotética élite política” en AAVV: La ‘Revolución Argenti-
na’…, cit. p. 189.
31 DE ÍMAZ, José Luis “Promediando los cuarenta…”, cit. p. 212.
32 Ver RODRÍGUEZ, Laura Graciela y BARBARITO, María “Los católicos de derecha en
los años sesenta. La experiencia ‘comunitarista’ en Pergamino 1966-1973”, Trabajo pre-
sentado en las Terceras Jornadas nacionales de historia, Córdoba, 2011; y PONS, Emilse
“El fracaso del proyecto autoritario en Córdoba y la eclosión de a movilización popular
(1966-1973)” en TCACH, César –coord.– Córdoba Bicentenaria: claves de su historia
contemporánea, Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 2010, pp. 297-
354.
Refundar la sociedad 133

sumaría a los cuatro objetivos políticos del régimen un quinto, la participación


de la comunidad: “Queremos que se escuche la voz de la verdadera Argentina
[compuesta por] los hombres y las mujeres […] las provincias […] los sindi-
catos […] nuestros profesionales, técnicos y científicos […] la industria [y el]
hombre de campo”.33
Sin embargo, en las sesiones de debate e intercambio entre gobernado-
res y autoridades nacionales no se mencionó política participacionista alguna,
sino que se trató la coparticipación, la descentralización administrativa y el
régimen de promoción industrial.34
Recién en la III Reunión de Gobernadores, en mayo de 1969, el gobierno
nacional impuso como política “obligatoria” e “inmediata” a todas las pro-
vincias el participacionismo comunitario. En esa ocasión, el propio Onganía
presentó la Directiva de Participación diseñada por la Secretaría de Gobierno.

La Directiva de Participación
La Directiva de Participación ordenaba a los Secretarios de Estado y a los
gobernadores “estructurar un sistema de participación de la comunidad” en
los tres niveles de gobierno: Secretarías de Estado nacional, Ministerios o
Secretarías provinciales, y municipalidades. Se trataba de crear Consejos y
Comisiones Asesores en distintos temas o sectores, integrados por represen-
tantes de todos los grupos interesados. Estos Consejos y Comisiones estable-
cerían un vínculo orgánico con la dependencia estatal pertinente, cumpliendo
dos funciones: a) de asesoramiento en la toma de decisión; b) de comunica-
ción entre la comunidad y el Gobierno. El objetivo de estos “mecanismos de
participación” era “promover así una auténtica transformación de estructuras
administrativas, sociales y económicas desactualizadas, mediante el acuerdo
de las personas más capaces de arbitrar las soluciones técnicas”.35
De acuerdo al texto, la Directiva de Participación era una política de Es-
tado, sin margen para el debate, ya que se indica que los secretarios de Estado
y los gobernadores “deben ejecutar de inmediato lo dispuesto en esta Direc-
tiva”. Si bien existían antecedentes en dos provincias, se reconocía que la di-

33 PRESIDENCIA DE LA NACIÓN Discurso del presidente de la Nación al inaugurar la


reunión de gobernadores de provincias en Alta Gracia, 1º de abril de 1968, Secretaría de
Difusión y Turismo, Buenos Aires, 1968, p. 23-24.
34 SECRETARÍA DE ESTADO DE GOBIERNO Reunión de Gobernadores, Dirección Gen-
eral de Provincial, Departamento de Difusión Provincial, 1968.
35 SECRETARÍA GENERAL DE LA PRESIDENCIA Participación: directiva del Presidente
de la Nación del 29 de julio de 1969, Buenos Aires, 1969, p. 5-7.
134 Política y cultura durante el “Onganiato”

rectiva “implica un cambio radical en la forma de trabajo, especialmente para


aquellos que han trabajado de manera aislada de la comunidad”.36
En los “Fundamentos” de la Directiva de Participación encontramos sus
bases conceptuales. Allí se afirmaba que: “Ser comunidad consiste en ver
juntos, en tener metas y objetivos comunes, compartir un mismo sistema de
valores, sentirse emocionalmente hermanados”. En el caso argentino, la co-
munidad no existiría plenamente sino que sería una meta: “nuestra comunidad
se nos present[a] aún como objetivo a alcanzar de un modo pleno. Y que lo
que tengamos que construir sea la comunidad. En este caso, asumida como
una empresa colectiva. Y es aquí donde la idea de comunidad se enlaza con
la de participación”.37 Este mecanismo de participación, que permitiría cons-
truir comunidad, consistiría en “un diálogo y una acción mancomunados entre
quienes tienen la responsabilidad de la toma de decisiones y los organismos
representativos de los diferentes sectores de la comunidad, […] una interac-
ción de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, y de compartir todos determi-
nados valores por tradición histórica”. Esta se oponía a la participación “uni-
dimensional” del voto y de los limitados partidos políticos. Los mecanismos
de participación permitirían la asunción colectiva de responsabilidades, y “la
elaboración de un destino colectivo que haga que la comunidad se encuentre a
sí misma”. Según el texto, redactado por de Ímaz, la Argentina se encontraba
en una oportunidad histórica para darse una organización social, así como
en la mitad del siglo XIX se dio una organización política. Esa organización
social sustentada en la participación comunitaria era la condición que haría
“posible la vigencia de una auténtica democracia, estable y feliz”.38
Aunque no lo hiciera explícito, la Directiva de Participación respondía a
la cosmovisión de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, que concebía la
relación Estado-sociedad a partir del Principio de Subsidiariedad. Esta matriz
doctrinal era una marca de origen del proyecto comunitarista del “Onganiato”.
Un punto interesante es que explícitamente se indicaba que los mecanis-
mos de participación propuestos no pretendían ser estructuras políticas, y se
anunciaba que: “Los mecanismos de representación política serán previstos en

36 SECRETARÍA GENERAL DE LA PRESIDENCIA Participación: directiva del Presidente


de la Nación del 29 de julio de 1969, Buenos Aires, 1969, p. 5-7.
37 La misma idea de que la política pública debe construir “comunidad” se encuentra en los
manuales de la SEPAC.
38 SECRETARÍA GENERAL DE LA PRESIDENCIA Participación: directiva del Presidente
de la Nación del 29 de julio de 1969, Buenos Aires, 1969, p. 5-8.
Refundar la sociedad 135

otra instancia del proceso revolucionario y no deben relacionarse, por tanto, ni


con el contenido ni con las finalidades de esta Directiva”.39
Sin embargo, la recepción de la Directiva de Participación no fue la es-
perada. En este sentido, De Ímaz contó con amargura su estreno ante los go-
bernadores.
“Detrás de mí, en cambio, quedó el desasosiego de Alta Gra-
cia. Cuando los gobernadores confundían los conceptos, o
cuando el diálogo se hacía difuso y ‘la participación social y
política’ aparecía menos esclarecida, yo me mordía los labios,
un paso atrás del sillón presidencial”.40
Los efectos de la aplicación de la Directiva de Participación sólo los pode-
mos imaginar: lanzada entre el 5 y el 7 de mayo, el 29 de ese mes estalló el
“Cordobazo” y en junio renunció el gabinete en pleno. Esta frustración no
debe distraernos del hecho de que ella fue la más ambiciosa cristalización del
proyecto político comunitarista.

Refundar la Sociedad
Si asumía su carácter revolucionario, el “Onganiato” debía erigir un sistema
político que, más allá de la represión, le permitiera construir los consensos
básicos para gobernar durante el tiempo suficiente para transformar las bases
sociales y políticas de la Argentina. Esto implicaba la búsqueda de una nueva
fórmula política que reemplazara a aquella demo-liberal, ya que el sistema de
partidos políticos, según la visión de los principales funcionarios, era fuente
de los males que aquejaban a la Argentina, y que impedían su desarrollo. La
modernización del país suponía nuevas estructuras políticas, sociales y eco-
nómicas; que no contemplabanz el mero mejoramiento de las que ya estaban.
Ahora bien, a los proyectos del participacionismo municipal y del comu-
nitarismo social debe sumarse el participacionismo sindical.41 Este respondía
al mismo horizonte de sentido comunitarista: la incorporación de los sindica-
tos como actores legítimos es concebible porque en la matriz comunitarista el

39 SECRETARÍA GENERAL DE LA PRESIDENCIA Participación: directiva del Presidente


de la Nación del 29 de julio de 1969, Buenos Aires, 1969, p. 7.
40 DE ÍMAZ, José Luis Promediando los cuarenta…, cit. p. 214
41 La insistencia en el participacionismo sindical se puede ver, por ejemplo, en las palabras de
Borda en el tardío abril de 1968, cuando exhorte a los sindicatos a que “asuman la Revo-
lución como propia, [que] se integren en ella, sobre la base de un sistema de participación
coherente.” BORDA, Guillermo “Discurso ante la Asociación de…” cit.
136 Política y cultura durante el “Onganiato”

movimiento obrero organizado es parte de los cuerpos intermedios. Esto es


más cierto entre los ateneístas, quienes expresaban un elitismo más moderado
que los tradicionalistas y un antiperonismo menos furibundo que los libera-
les. Es la apuesta del “Onganiato” por establecer una alianza con fracciones
del sindicalismo peronista. Si bien en un principio el gobierno restringió o
eliminó diversas conquistas gremiales, los canales de negociación se fueron
consolidando sobre la base del apoyo de importantes sindicatos al golpe y
una actitud dialoguista de parte de ambos. Desde las secretarías de Estado de
Gobierno y de Trabajo se impulsarán medidas que, en un contexto represivo,
son señales positivas hacia aquellos sindicatos “participacionistas”. En lugar
de recurrir a una política puramente represiva, estos sectores del gobierno
apostaron a integrar al sindicalismo a la nueva estructura política comunitaris-
ta: desde la incorporación de dirigentes gremiales a órganos asesores, pasando
por la intermediación ante el Ministerio de Economía y otras oficinas para
evitar medidas contrarias a los intereses sindicales, hasta la sanción de leyes
laborales y de seguridad social.42 Sin embargo, en la práctica el contexto gene-
ral fue de persecución y represión al movimiento obrero.
Esto no es causalidad. El comunitarismo del “Onganiato” es en gran parte
un asunto de un conjunto de individuos con características y trayectorias sin-
gularmente comunes. A partir de ellos podemos delinear una trayectoria co-
lectiva (aunque no grupal): hombres nacidos entre 1915 y 1930, militantes en
la Acción Católica Argentina y de los Cursos de Cultura Católica; titulados en
Derecho en universidades estatales; luego orientados hacia las ciencias socia-
les. Antiperonistas en 1955 y afines al bando Azul en 1962. Algunos de ellos
estaban insertos en redes militares, sea por familiares en servicio o porque
eran docentes en distintos institutos militares. Al mismo tiempo, se desem-
peñaban como docentes en las universidades confesionales (UCA, USAL) y
algunos en la Facultad de Derecho de la UBA. En 1966 adhirieron al golpe de
Estado, pero recién se incorporaron a cargos de primera línea en el recambio
de enero de 1967. Hacia fines de 1969, ninguno de ellos permanecía en el go-
bierno. Con matices, este es el caso de Guillermo Borda, Mario Díaz Colodre-
ro, Juan Rafael Llerena Amadeo, José Luis de Ímaz, Mariano Grondona o José
Manuel Saravia (h), entre otros.43 Estos nombres forman parte de diversos

42 La más importante es la Ley 18.610 de 1970, que instituye el sistema de obras sociales
gestionado por los gremios, con acceso a ingentes recursos monetarios.
43 GIORGI, Guido “Redes católicas y Estado en la ‘Revolución Argentina’”, en Ciencias
Sociales y Religión, Volumen 12, Nº12, 2010: 53-78.
Refundar la sociedad 137

grupos católicos y provienen de tradiciones políticas múltiples. En general,


tenían alguna participación en Criterio y mantienen lazos con la institución
eclesial, aunque participan del espacio público autónomamente y alejados del
modelo antimoderno de la cristiandad.44
Esta trayectoria colectiva no supone ni una misma ideología, ni una uni-
dad de acción y de pensamiento, ni siquiera una comunidad de ideales. Sería
una ficción sociológica suponer que estamos frente a un grupo cohesionado.
Sin embargo, la red de sociabilidades débiles o fuertes que conformaban los
colocó ante la oportunidad de saltar al Estado y a la alta gestión pública.45
Ahora bien, al estudiar a cada uno de ellos, encontramos que compar-
tían –difusamente– un mismo horizonte de sentido católico no tradicionalista,
antiliberal, antiperonista, autoritario, pero modernizador y desarrollista. Este
es el factor cohesivo que los hizo converger con un alto grado de compromiso
hacia la Revolución Argentina. Estas coordenadas ideológicas serían vividas
de manera difusa y pragmática, permitiéndoles negociar y transigir con diver-
sos sectores. Como afirma Florencia Osuna, en ellos se observa la “conviven-
cia entre las exigencias de ‘racionalidad’, ‘eficiencia’, tecnología y moderni-
zación con un énfasis en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, la
tradición y el modo de vida ‘occidental y cristiano’”.46
Este horizonte de sentido cristalizó en el proyecto socio-político del co-
munitarismo. Respecto a esto, digamos que el impulso de políticas comunita-
ristas debe ser leído en dos niveles: las necesidades políticas coyunturales y
la aspiración a refundar las bases sociales del país. Tras un primer momento
de contingencia, en el mediano plazo los cuadros políticos del “Onganiato” se
propusieron obtener la adhesión popular necesaria para así proyectar políti-
camente a la Revolución más allá de la fase represiva. En el largo plazo, esto
significaba diseñar y poner a funcionar una fórmula política, sustentada en
un nuevo tipo de sociedad de tipo comunitarista. Esto implicaba modificar el
funcionamiento societal de la sociedad, es decir, las modalidades a través de
las cuales los individuos se relacionaban mutuamente y participaban de lo pú-
blico, los mecanismos a través de los cuales se canalizaban las demandas a los

44 ZANCA, José Los intelectuales católicos y el fin de la cristiandad, Fondo de Cultura


Económica–San Andrés, Buenos Aires, 2006.
45 A este respecto, ver GRANOVETTER, Mark “The strength of weak ties”, en American
Journal of Sociology, Vol. 78, Nº6, 1973: 1360-1380.
46 OSUNA, María Florencia “Algunos sentidos de la “modernización” en la política social
del “Onganiato”, Trabajo presentado en las VI Jornadas de trabajo sobre historia reciente,
Santa Fe, 2012. Ver también el capítulo de Florencia Osuna que se encuentra en este libro.
138 Política y cultura durante el “Onganiato”

gobiernos. El comunitarismo social de la SEPAC, el participacionismo comu-


nitarista de la Secretaría de Gobierno y el participacionismo sindical deben ser
inscritos en esa doble lectura de un ambicioso proyecto que irá tomando forma
a lo largo de la dictadura. Si hacia 1966 era un difuso horizonte de sentido que
oponía liberalismo a la comunidad, en 1969 se tradujo en las medidas concre-
tas y específicas de la Directiva de Participación. A cargo de ello estaban los
mencionados cuadros católicos desarrollistas de universidades privadas y con
poca o nula experiencia en el sistema político liberal. Para ellos, todo estaba
por ser creado.
Esto último remite a repensar las identificaciones clásicas sobre los gru-
pos que condujeron el Estado durante el “Onganiato”. Me refiero a la identifi-
cación de dos bandos, dos almas: nacionalistas/católicos versus liberales. Esta
clasificación no nos permite comprender las posiciones enfrentadas al interior
del gobierno de la “Revolución Argentina”. En este sentido es que ensayamos
nuevas claves de lecturas, que brinden clivajes más precisos sobre las disputas
al interior del gobierno y los proyectos que cada una implicaba.
En el seno del “Onganiato” coexistieron dos difusos proyectos políticos,
en torno a los cuales podemos agrupar a funcionarios, políticas públicas, dis-
cursos, oficinas estatales, actores colectivos, entre otros. Uno de estos proyec-
tos partía del diagnóstico de agotamiento de la Argentina liberal fundada por
el texto Constitucional de 1853. Los hombres identificados con él concebían
al régimen como el comienzo de un nuevo orden, una verdadera revolución
de estructuras socio-políticas; su principal apuesta política era la creación de
una nueva sociedad de tipo comunitarista-corporativista. Ellos fueron los que
diseñaron, impulsaron y aplicaron el comunitarismo como política de Estado.
En el otro extremo, se ubicaron todos aquellos que conciben al “Onganiato”
como una suspensión temporal de la democracia representativa necesaria para
restaurar el orden, tras lo cual se debía retornar a la democracia; un interregno
de excepción entre la normalidad del sistema de partidos, corrupto pero nece-
sario. Ellos son los primeros que desde dentro del gobierno presionaron para
la salida electoral. Aquello que diferencia a ambos proyectos es cuan próxi-
mos estaban a una propuesta de transformación de las estructuras sociales y
políticas vigentes.
Un punto parece ser claro: no hay un “Onganiato” homogéneo, sino
varios proyectos políticos en pugna, ninguno de los cuales logró imponerse
como línea de gobierno hegemónica. Ahora bien, si es que existe un proyecto
político propio de la Revolución Argentina, este es el comunitarismo –el otro
Refundar la sociedad 139

reproduce la matriz de 1955, 1962 y 1970. Sin embargo, éste no fue un progra-
ma de gobierno previamente diseñado para ser aplicado una vez en el poder;
no existía una fórmula política concreta preexistente al golpe. Sobre la base
de un mismo horizonte de sentido, un ideal comunitarista y un difuso proyecto
político allí, un conjunto de cuadros católicos que hemos visto avanzaron y
desarrollaron propuestas operativas para volver realidad dicho ideal.
Como auguraban Grondona y de Ímaz, era indispensable planificar la
oposición, integrar a las “masas” al régimen político. No lo lograron. No es-
tamos en condiciones de explicar el fracaso: puede ser por la ambición del
proyecto “revolucionario”, por su vaguedad, por la incapacidad de los cuadros
políticos o por el despotismo ilustrado de esos tecnócratas formados en cien-
cias sociales que se pensaban como ingenieros sociales. En gran parte el “On-
ganiato” será herido de muerte por la ausencia de estructuras políticas capaces
de canalizar las fuerzas sociales que estallarán en el “Cordobazo”.
Del comunitarismo a los “Pergaminazos”
El caso de Pergamino durante la primera presidencia
de la “Revolución Argentina”

Lic. María del Carmen Barbarito

Introducción

E
n el período 1966-1970, en el partido de Pergamino, un grupo de re-
presentantes del nacionalismo católico implementó el llamado comu-
nitarismo1 que provocó una fuerte tensión entre el gobierno municipal,
encabezado por el intendente Federico De Nápoli, y una alianza de sindicalis-
tas y estudiantes secundarios. Mientras que la sociedad, en un comienzo, no se
opuso a estas políticas y fueron muy pocos los síntomas de una radicalización
de la población, con el transcurso de los acontecimientos y tal como sucedió a
nivel nacional, a partir de 1969, se produjo un creciente espiral de violencia a
nivel local. Esto culminó con dos manifestaciones violentas en 1970 conoci-
das en los medios periodísticos locales como “Pergaminazos”.2
Como afirma O’ Donnell, la “Revolución Argentina” se propuso ordenar
a una sociedad atravesada por el caos y los conflictos mediante el reemplazo
de los “políticos” por los “técnicos”.3 También se suspendió la participación
de los partidos políticos con la finalidad de instaurar un régimen corporativo,
es decir, la organización de la colectividad sobre la base de asociaciones repre-
sentativas de los intereses y de las actividades profesionales (corporaciones).
La representación no estaría determinada por el sufragio universal, sino por
delegados o representantes de las diversas asociaciones profesionales que ma-
nejarían la cosa pública de acuerdo con los intereses reales y no desvirtuados
de cada grupo, sin interferencia de los partidos políticos.4

1 Sobre el surgimiento y características generales del comunitarismo ver también los trabajos
de Gabriela Gomes y Guido Giorgi que se encuentran en este libro.
2 Las fuentes utilizadas para la investigación fueron los diarios locales La Opinión y el sema-
nario El tiempo, editados entre 1966-1970. Estos periódicos se encuentran en la Biblioteca
Municipal Joaquín Menéndez de la ciudad de Pergamino.
3 O’DONNELL, Guillermo El Estado Burocrático Autoritario, Prometeo, Buenos Aires,
2009
4 BOBBIO, Norberto, MATTEUCCI, Nicolás y PASQUINO, Gianfranco Diccionario de
Política. Buenos Aires. Siglo Veintiuno Editores, 2002, citado por PONS, Emilse “¿La his-
142 Política y cultura durante el “Onganiato”

La “comunidad organizada”, como se denominó a esta forma corporati-


vista que ambicionaba Juan Carlos Onganía, fue presentada como una supera-
ción de la arcaica y disolvente democracia parlamentaria. La idea de partici-
pación, en este caso, reemplazaba a la de representación. La cohesión social,
la solidaridad nacional y la integración son los objetivos a alcanzar con el
Estado organizado. Los distintos Consejos, impulsados desde el centro, serían
los espacios idóneos para esa participación. La naciente democracia comuni-
taria buscaba así ordenar la sociedad a través de sus grupos intermedios.5 En
relación con esto, Onganía sostuvo que
“[la] primera preocupación del gobierno de la Revolución
echa las bases de una sana comunidad. La comunidad tiene
su célula, en lo que al régimen político atañe, en la munici-
palidad, que debió constituir siempre la piedra angular de la
democracia argentina, no de la democracia hueca, sino la que
nosotros queremos, rica en contenido, construida de abajo ha-
cia arriba. Para que esta democracia sea auténtica, el país tiene
que revitalizar la comunidad. No lo sería mientras no sean re-
presentativos sus órganos básicos”.6
Esta concepción de la política, centrada en la comunidad como célula básica
representativa de la sociedad, supuso toda una serie de medidas tendientes a
revitalizar la acción comunal, como la Ley orgánica de municipalidades, que
institucionalizó los Consejos Vecinales, integrados por personas representati-
vas de los distintos sectores de cada municipio. Esta ley se implementó, entre
otros lugares, en La Plata, Córdoba y Pergamino, con relativo éxito.

El comunitarismo en Pergamino
Cuando se produjo el golpe en junio de 1966 fue destituido el Intendente mu-
nicipal, Ernesto Illia, hermano del ex presidente de la Nación y representante
de la Unión Cívica Radical del Pueblo, y se disolvió el Concejo Deliberan-
te. En el nivel provincial fue nombrado gobernador el Gral. Francisco Imaz,
nacionalista católico. El 30 de julio, el mayor Pablo Osvaldo Terrero, perte-

toria da marcha atrás? Los intentos de instauración de un proyecto corporativista en la


Córdoba de los sesenta”, en Revista Estudios digital N° 11, 2009, en línea.
5 ROUQUIE, Alain Poder militar y sociedad política en la Argentina. II. 1943- 1973, Emecé,
Buenos Aires, 2009.
6 Discurso del 30 de diciembre de 1966, citado por ROMERO, Luis Alberto y DE PRIVITE-
LLIO, Luciano Grandes discursos de la historia argentina, Aguilar, Buenos Aires, 2000.
Del comunitariosmo a los “Pergaminazos” 143

neciente al Batallón de Ingenieros de San Nicolás, fue designado a cargo de


la Municipalidad con carácter de Comisionado Provisorio pero pocos días
después sería reemplazado por el teniente coronel Héctor Vidal.
En una nota firmada por instituciones y vecinos de la ciudad enviada a
los diarios locales se pedía la designación de un “buen vecino” para el cargo
de comisionado, que además “tendrá que estar con los fines de la Revolución.
Pero al mismo tiempo, identificado con Pergamino, con su idiosincrasia”.7
Dicho concepto estaba inmerso dentro de un lenguaje político, cuyo sentido
sólo se completa en este contexto particular. Ser vecino, en este caso, no sólo
apelaba a la identificación con la comunidad local, sino a un modo de vida
determinado y al desarrollo de una actividad que beneficiara a la colectividad.
La vida pública marcaba las pautas del reconocimiento, delimitadas por la
reputación y el honor de los individuos.
El 31 de julio de 1966, el Comisionado militar fue reemplazado por un
integrante de la administración municipal depuesta que había desempeñado
el cargo de Comisionado por unos pocos días tras el derrocamiento del Pre-
sidente Arturo Illia: Carlos H. Clerc. Sobre él, se enfatizaba en su trayectoria
como funcionario municipal desde 1930, su “apoliticidad proclamada”, su
idoneidad, su honradez y equilibrio de juicio. Así, en el imaginario colectivo,
se transformaba en la persona que reunía las condiciones ideales del “buen
vecino”.
En los primeros días del mes de julio, adhirió a la “Revolución Argenti-
na” el Movimiento Nacional Comunitario (Fuerza Nueva), cuyo referente a
nivel nacional era el coronel Juan Francisco Guevara y a nivel local, Osvaldo
Rivero, integrante de la redacción del semanario El Tiempo.8 Este movimiento
consideraba un hecho histórico a esa “Revolución” que:
“ha encontrado un amplio eco favorable en la mayoría de los
sectores de la ciudadanía a excepción de los escépticos que

7 Diario La Opinión, 10/07/1966;8


8 Francisco Guevara, miembro de la Ciudad Católica, participó activamente en ac-
ciones políticas comunitaristas: en 1962 fundó el Movimiento Fuerza Nueva y,
en 1965, lo reorganizó en el Movimiento Nacional Comunitario. Hacia la década
del sesenta, cuando estaban en auge las ideas modernizadoras en lo económico
y social, se relacionó con miembros de la jerarquía eclesiástica y de las Fuerzas
Armadas con el fin de propagar la acción del grupo. Guevara fue nombrado emba-
jador en Colombia a cuya cena de despedida concurrió desde Pergamino Osvaldo
Rivero.
144 Política y cultura durante el “Onganiato”

aún se encuentran adormecidos en los diferentes partidos polí-


ticos […]. Adhiere fervorosamente a la estabilidad y quehacer
del nuevo y anhelado régimen militar que podría cambiar de
una vez por todas las anodinas estructuras que durante largos e
interminables años ensombrecieron el progreso y el bienestar
del pueblo argentino”.9
A dos meses de la asunción de Carlos Clerc, comenzaron a circular panfletos
en su contra, donde se lo acusaba de adherir a los ideales del gobierno de Illia,
de mantener en sus puestos a los delegados municipales y colaboradores del
gobierno anterior y de apoyar la existencia “de comandos civiles radicales
fuertemente armados con armas de guerra”.10
Según trascendió en ese momento en la sociedad pergaminense, Osvaldo
Rivero, como parte del Movimiento Nacional Comunitario había distribui-
do panfletos con esas acusaciones. Esto formaba parte del autodenominado
“Operativo Puma”, que también desacreditó a los intendentes de Luján, Arre-
cifes y Chivilcoy. Finalmente, tanto el intendente Clerc como los mencio-
nados fueron desplazados por el gobernador Imaz y el 17 de noviembre fue
nombrado en su lugar el coronel Julio Héctor Ahumada.
A los pocos meses de su gobierno, la prensa se hizo eco de rumores so-
bre su alejamiento, ya que se lo acusaba de nepotismo, paralización de obra
pública y de haber designado funcionarios “foráneos”.11 En esos días, los es-
tudiantes de la mayoría de las universidades del país fueron víctimas de una
represión violenta y, en repudio a estos hechos, los delegados de la CGT regio-
nal adhirieron a la huelga convocada para el 14 de diciembre.
En enero de 1967, el gobernador Imaz creó la Dirección General de Asun-
tos Municipales de la Provincia dependiente del Ministerio de Gobierno, cu-
yas funciones eran asesorar a los municipios, controlar su actividad, proponer
al Poder Ejecutivo la designación de intendentes y su remoción. En un discur-
so dirigido a los jefes comunales explicó que existían ciertas comunas que “no
habían llegado a cumplir con plenitud los objetivos de la revolución” y, por
esa razón, algunos intendentes serían reemplazados. De los 121 municipios,
se decía que había problemas en Pergamino, San Pedro, Puán y Roque Pérez.12

9 Proclama del Movimiento Nacional Comunitario Nacional reproducido por el diario La


Opinión, 04/07/1966; 9.
10 La Opinión, 04/11/1966; 9
11 RESTAINO, Rafael Historia del Partido de Pergamino, El pan de aquí, Pergamino, 1995.
12 Primera Plana, Nº 220, marzo de 1967;161-7
Del comunitariosmo a los “Pergaminazos” 145

Poco después, el coronel Ahumada fue destituido y en su lugar fue de-


signado intendente Alberto Federico de Nápoli, quien había nacido en Per-
gamino en 1924 y en 1946 se había radicado en la ciudad de Buenos Aires,
destacándose como dirigente municipal. Militante del nacionalismo católico
de los años cuarenta, de Nápoli escribió en los periódicos nacionalistas Azul
y Blanco, Segunda República y Forjando. Entre sus primeras medidas de go-
bierno anunciaba la “racionalización” de la administración pública, ya que, a
su parecer, había un “exceso de agentes” y demasiado “burocratismo”, por lo
tanto, se procedió a jubilar de oficio a los empleados municipales que tenían
una edad avanzada y “un magro rendimiento en el trabajo”. También, cesanteó
a un importante número de personal que tenía menos de 6 meses de antigüe-
dad y decidió “calificar” a los agentes municipales: quienes no alcanzaran los
4 puntos serían declarados “prescindibles”, pudiendo ordenarse su cesantía en
forma inmediata. La “eficacia administrativa” sería una de las características
de su gobierno, de tal manera que todas las notas presentadas por los “veci-
nos” referidas a problemas e inquietudes, debían ser contestadas en el término
de 15 días, porque en caso contrario se tomarían “enérgicas medidas” contra
el funcionario o empleado responsable.
En los primeros días de junio, de Nápoli creó el Consejo de Promoción de
la Comunidad, con la función de órgano asesor para canalizar las iniciativas,
planteos y aspiraciones de los distintos sectores de la población, tanto de la
ciudad como de la campaña. Este Consejo estaba integrado por representantes
de instituciones fomentistas y de bien público, consorcios vecinales, asocia-
ciones empresariales, gremiales, culturales y deportivas, entre otras.
Con motivo de la conmemoración del 9 de julio, el intendente dio un dis-
curso de neto corte católico nacionalista e hispanista:
“la concepción heroica de la vida es romper con los moldes
consagrados de un mundo hedonista que se prosternó ante las
nuevas deidades del Sexo y el Dinero, para dar como resultado
una generación de padres irresolutos, de hijos despiadados, de
esposas sin vocación de madres, de filósofos que disimulan
su falta de sabiduría con poses de angustias importadas, de
revolucionarios de fin de semana, todo ello informado dentro
de un materialismo pesado y opaco, donde la palabra Patria era
un recurso dialéctico para salir del apuro y cosechar aplausos
convencionalmente otorgados […] [es preciso recuperar] los
146 Política y cultura durante el “Onganiato”

valores espirituales que nos permitan sentirnos orgullosos de


nuestro origen hispano-criollo”.13
De Nápoli impulsó la elección de los “delegados municipales” por parte de
los “vecinos” que en los períodos democráticos eran designados por el in-
tendente. Complementariamente, se crearon de manera paulatina “comisiones
vecinales” en las distintas localidades del partido: El Socorro. Mariano H.
Alfonso, La Violeta, Urquiza, Fontezuela, Peña, Acevedo y Guerrico. Estos
funcionarios fueron instruidos y asesorados sobre los lineamientos generales
de la política comunitarista, en la forma de obtener una mayor participación
vecinal en sus gestiones y en la concreción de obras planificadas. Además,
se estableció que cada “comisión vecinal” de las localidades debía incluir un
representante de cada entidad fomentista, cultural y deportiva de la zona con
el fin de dar carácter orgánico a la representación de la comunidad, conforme
a los requerimientos de la filosofía de la “Revolución Argentina”.
El Consejo de Promoción de la Comunidad estaba integrado por un dele-
gado de cada institución (es decir de las comisiones de fomento, consorcios,
cooperativas, cooperadoras, juntas rurales, entre otras). El Consejo era presi-
dido por el intendente y en cada una de las sesiones se agregaban representan-
tes de las entidades vecinales. Tal como sostenían sus impugnadores, era un
órgano básicamente consultivo, es decir, el jefe comunal podía o no tener en
cuenta sus opiniones.
También se fundó una “Junta para la Promoción Industrial” con repre-
sentantes de la Cámara de Comercio, la Sociedad Rural, Cámara de Confec-
cionistas, Cámara de Ingenieros, Escuela Industrial, la Cooperativa Eléctrica,
la Federación de Consorcios Vecinales, cuyo objetivo fue la radicación de in-
dustrias que deberían absorber la mano de obra del lugar y evitar la “mano de
obra foránea” porque se consideraba, desde el gobierno municipal, que provo-
caba problemas como la radicación de las villas miserias “que padecían otros
centros urbanos”. La CGT Regional –que había sido invitada a participar– no
envió representantes haciendo visible su oposición a este gobierno municipal.
A fines del mes de julio se constituyó la Asociación de Comisiones de
Fomento como entidad de segundo grado que agrupaba y representaba ante el
Consejo de Promoción de la Comunidad a las entidades fomentistas. También
se trató de constituir la Asociación de Entidades Culturales, asociación de
segundo grado, que reemplazaba a la anterior Dirección de Cultura, Prensa

13 La Opinión, 11/07/1967; 9
Del comunitariosmo a los “Pergaminazos” 147

y Relaciones Públicas y fue su finalidad que las propias entidades culturales


planificaran y ejecutaran sus actividades, de manera ad honorem y que sus
representantes se integraran al Consejo de Promoción de la Comunidad. Ade-
más, se realizó una “reestructuración” de la Inspección General de la Comuna,
creando tres departamentos específicos: la Inspección de la zona encargada de
la verificación impositiva; la Inspección de espectáculos, dedicada al control
técnico y moral; y el Cuerpo de policía municipal, creado para evitar todo
“tipo de atentados contra la honestidad y las buenas costumbres”.
A pesar del rápido accionar del intendente para organizar la creación de
estos consejos y de los departamentos de inspección y policía, ciertos sec-
tores demostraron su malestar. En el discurso por el Día de la Tradición, de
Nápoli señaló que “algunos vecinos” no alcanzaban a percibir el cambio de
mentalidad. Al igual que a nivel nacional y especialmente en la provincia de
Córdoba, los sindicalistas de la CGT local fueron los principales opositores a
esta política municipal y, por ese motivo, de Nápoli los acusó de “marxistas”.
El “éxito” de estas políticas aplicadas en Pergamino trascendió a la pren-
sa nacional. Sin dudas, sostenía el cronista de Primera Plana, el gobernador
Imaz era el que mayor empeño ponía en lograr los objetivos “comunitaristas”.
A pocos meses de comenzar de Nápoli, la revista destacó los logros obtenidos
en esta localidad con la creación del Consejo de la Comunidad. Asimismo,
se comentaban las experiencias de San Martín, Morón y Moreno, aunque se
describían situaciones peculiares: el jefe comunal de Moreno, un comandan-
te retirado de Gendarmería, había resuelto que las sociedades de fomento se
encargaran de recaudar los impuestos municipales, y en San Martín el obispo
estaba colaborando con la erradicación de villas miseria para devolver esos
terrenos baldíos “a sus legítimos dueños”.14
A comienzos de abril de 1968 se realizó una reunión de gobernadores
en la ciudad cordobesa de Alta Gracia. Allí se replantearon los temas base
de la “Revolución Argentina”: ordenamiento, reestructuración, planeamiento,
racionalización, integración regional e intensificación de la acción comuni-
taria. Se concluyó que la etapa de “ordenamiento y transformación” no se
había cumplido en un buen número de provincias dentro del plazo y según los
estándares de eficiencia exigidos por el gobierno nacional. Según versiones
recogidas por la prensa local, el gobernador de la provincia de Buenos Aires,
Imaz, expresó que “a dos años de instalado el proceso, la comunidad espera

14 Primera Plana, Nº 256, noviembre de 1967; 15-16


148 Política y cultura durante el “Onganiato”

decisiones concretas sobre las obras públicas y la reactivación de las econo-


mías provinciales”.15
En este marco, a pesar de que Pergamino fue tomado como un ejemplo,
las críticas al gobierno municipal eran cada vez más frecuentes por parte de
la CGT regional y un sector de los estudiantes secundarios. Los sindicalistas,
con el apoyo del Movimiento Peronista, la Unión Cívica Radical del Pueblo
y el Partido Socialista realizaron un acto a fines de junio, en donde criticaron
duramente a Onganía y consideraron al intendente de Nápoli y al Consejo de
Promoción de la Comunidad como “una experiencia a favor del corporativis-
mo fascista”.16
Al cumplirse un año de la creación del Consejo de Promoción de la Co-
munidad, el intendente consideró que permitía “la articulación del grupo so-
cial” sobre la base “de una educación cívica asentada sobre la solidaridad” que
garantizaba “la perdurabilidad de las formas democráticas y la mejor escuela
de responsabilidad política, que evitaría el retorno a la demagogia o el salto
asociado hacia la absorción totalitaria”.17 De Nápoli comparaba al Consejo con
los viejos cabildos, representados por los “vecinos”. En esos días de festejos,
fue invitado especialmente el sacerdote francés, Georges Grasset –que había
sido uno de los ideólogos de la Ciudad Católica–, para dicatar una charla en la
Biblioteca Municipal Menéndez que tituló: “Preconciliares y postconciliares;
¿son acaso platos voladores no identificados? La dialéctica de la Iglesia”.
A pesar de este clima festivo, el diario local informó que habían comen-
zado a circular panfletos anónimos que acusaban al intendente de corrupción
y nepotismo.

Del “Cordobazo” a los “Pergaminazos”


La conflictividad social fue en aumento y desembocó en una protesta obrera y
estudiantil ocurrida el 29 de mayo de 1969 en la ciudad de Córdoba, conocida
como “Cordobazo”. A partir de este hecho se produjo la reestructuración del
gabinete ministerial nacional. Entre otros cambios, Imaz pasó a ocupar la car-
tera del Interior que dejó vacante Guillermo Borda y como gobernador de la
provincia fue designado Saturnino Llorente, quien confirmó a de Nápoli en su
cargo. Imaz elogió la gestión del intendente local sosteniendo que “se yergue

15 La Opinión, 05/04/1968; 4
16 La Opinión, 29/06/1968; 8
17 La Opinión, 13/06/1969; 9
Del comunitariosmo a los “Pergaminazos” 149

con una acción considerada monitora en los círculos de más alto nivel, que
más de una vez lo han llamado a colaborar”.18
Tras el asesinato del dirigente gremial Augusto Timoteo Vandor, en los
primeros días del mes de julio de 1969, fueron detenidos tres sindicalistas
de Pergamino: Alejandro Jiménez (delegado de la CGT regional opositora y
directivo del Centro de Vendedores de diarios y revistas), Héctor Riera (ex in-
tegrante del Secretariado de Obreros Panaderos) y Eros Vásquez (dirigente del
gremio ferroviario), quienes fueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo
y se procedió al allanamiento de la sede de la CGT, que sesionaba en el Centro
de Vendedores de diarios y revistas.
En este clima de conflictividad, el debate interno entre conciliares y post
conciliares de la Iglesia Católica también tuvo eco en Pergamino. El sector
que adhirió al Concilio tuvo un referente que fue el sacerdote Saturnino Prieto.
En una carta de lectores publicada en el diario local, denunció que el gobierno
municipal vivía una situación de “anarquía, caos e irresponsabilidad” debido
al nepotismo existente y al “amiguismo” reinante en la distribución de cargos.
Por último, acusaba a Imaz de poseer una “mentalidad integrista” y de ser
“resistido por todos los sectores”.19
La respuesta del intendente de Nápoli no se hizo esperar y mediante una
carta de lectores le manifestó que el sacerdote comprometía
“su condición de pastor introduciendo resentimientos, recelos
o confusión entre la propia grey y permitiendo que otros que
no quieren el bien de la Iglesia, la instrumenten a su servicio,
ya que existe una Tiranía que se declara oficialmente atea, pero
Ud., casualmente representa a ese pensamiento innovador que
justifica a un guerrillero asesino (Dios lo perdone) por ser au-
téntico […]. Es muy urgente que los sacerdotes prediquen, sí
sobre las injusticias sociales, pero también sobre la infidelidad
conyugal, la disipación de las costumbres, la pornografía, el
aborto oficializado, las profesiones comercializadas, el fari-
seismo de los que quieren utilizar la Religión para hacer po-

18 La Opinión, 06/09/1968; 4
19 La Opinión, 09/07/1969; 6. El sacerdote Saturnino Prieto llegó a Pergamino en 1965, al
igual que el sacerdote Marciano Alba. Los dos se acercarían a la llamada “Iglesia de los
Pobres”, en consonancia con la Teología de la Liberación.
150 Política y cultura durante el “Onganiato”

lítica, la avaricia de los ricos y el resentimiento de los que no


son evangélicamente pobres”.20
En esta misma carta, haciendo mención a la nacionalidad española del sacer-
dote, lo acusaba de no conocer la idiosincrasia del país donde residía desde
hacía dos años. Finalizaba sugiriéndole que se dedicara “a salvar almas pero
no a través de la politiquería”.
Poco a poco la oposición contra de Nápoli se fue robusteciendo median-
te la integración de una alianza político-sindical cuyo principal objetivo era
cooptar las comisiones de Fomento. El nucleamiento estaba integrado por la
Unión Ferroviaria, Obras Sanitarias, Unión Gráfica, Luz y Fuerza, La Fra-
ternidad, Ferrocarril General Belgrano, Señaleros Ferroviarios, UOM y Ca-
nillitas. Los únicos sindicatos que no participaron fueron FONIVA, Asocia-
ción de Obreros Textil y Empleados Municipales. A fines de octubre quedó
conformada definitivamente y el intendente los acusó de “comunistas” y de
no tener “ninguna representatividad”.21 Raúl Raimundo, secretario de la In-
tersindical le respondió que no era comunista sino Radical del Pueblo y que
era él quien no representaba “a nadie que no sea a quienes usurparon el poder
mediante medios subversivos y que eso significa ser representantes de la in-
constitucionalidad, de las leyes represivas, de la privación de las libertades
individuales”.22
Ante la violencia desatada durante el “Cordobazo”, la CGT Regional,
mediante un comunicado, se declaró en “estado de alerta y movilización”,
condenando y repudiando la acción represiva de los “aparatos policiales al
servicio de la dictadura”. Una parte de los estudiantes secundarios de los cole-
gios locales (Nacional, de Comercio, Industrial y Normal) apoyaron la lucha
de los universitarios en distintos puntos del país no asistiendo a clases en la
semana del 24 de mayo. En ese marco, también organizaron una misa oficiada
por distintos sacerdotes como Saturnino Prieto, Gastón Romanello, Marciano
Alba, Antonio Romás y Carlos Pérez, integrantes del movimiento posconci-
liar.
Entretanto, referentes opositores acusaban a los hijos del intendente, José
Luis y Pablo, de “nazionalistas”, quienes acompañados por algunos seguido-
res como Salvador Barbero y Juan Urcelay, se presentaron en la plaza central

20 La Opinión, 12/07/1969; 12
21 La Opinión, 25/10/1969; 8.
22 La Opinión, 28/10/1969; 8
Del comunitariosmo a los “Pergaminazos” 151

portando una ofrenda floral para los “caídos por la subversión”, en un claro
acto de provocación política.23 En esos momentos de ascendente conflicti-
vidad, el intendente invitó al nacionalista Carlos A. Sacheri, profesor de la
UCA, colaborador y director de la revista Verbo, perteneciente a la Ciudad
Católica, a dar una conferencia llamada “Orden económico y subversión”.24
Este grupo de nacionalistas católicos, cuyos referentes locales integraban
el gobierno municipal, adherían a cierta versión del revisionismo histórico,
de tal manera que en un acto oficial por el Día de la Tradición, exaltaron la
figura de Juan Manuel de Rosas y se pronunciaron en contra de Domingo F.
Sarmiento, lo que provocó repercusiones inmediatas. En una carta de lectores,
Marcos Horacio Haerdy hizo referencia a este hecho y advirtió al intendente
que no debía realizar “un acto partidario a favor de Rosas ni utilizar esta de-
mostración de ‘Nazionalismo’ como una burla al pueblo de Pergamino”. Con-
tinuaba la carta explicando que algunos grupos que se encontraban en el acto
se adjudicaron la filiación de Tacuara.25 El intendente desmintió el agravio a
Sarmiento y culpó por la “difamación” a un grupo de extracción izquierdista.26
Los hechos de Pergamino trascendieron al nivel nacional. En los diarios
La Razón y Clarín se publicó que en el cementerio de la Recoleta de Buenos
Aires, la Unión de Entidades Democráticas realizó un acto de desagravio a
Domingo Faustino Sarmiento por estos sucesos locales. El presidente de la

23 La Opinión, 25/09/1969;7
24 Carlos Alberto Sacheri (1933-1974) era abogado, miembro de la Sociedad Tomista Argen-
tina, del Instituto de Filosofía Práctica, del Movimiento Unificado Nacionalista Argentino
(MUNA) y del Instituto de Promoción Social Argentino (IPSA), que actuaba en forma
articulada con la Ciudad Católica. Escribió varios libros, sobre todo destinados a denun-
ciar la orientación tercermundista del clero. Fue colaborador en revistas como Presencia,
Universitas, Premisa, Cabildo y Mikael, y del diario La Nueva Provincia. Fue asesinado el
22 de diciembre de 1974, varias versiones aseguran que fue un comando guerrillero de la
célula 22 de agosto del ERP. (cf. Scirica, 2006 y Orbe, 2009).
25 La Opinión 12/11/1969.12. El Movimiento Nacionalista Tacuara surgió después del golpe
a Perón en 1955. Estuvo conformado por jóvenes católicos y nacionalistas de derecha, ex
militantes de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES) y de la Alianza Li-
bertadora Nacionalista (ALN). Durante los años sesenta protagonizaron varios hechos vio-
lentos de carácter antisemita y realizaron actos públicos en contra de la figura de Sarmiento.
Ver, entre otros, GALVÁN, María Valeria “Militancia nacionalista en la era posperonista:
las organizaciones Tacuara y sus vínculos con el peronismo”, Nuevo Mundo Mundos Nue-
vos [En línea], Cuestiones del tiempo presente, Puesto en línea el 24 mayo 2013, consultado
el 23 noviembre 2013. URL : http://nuevomundo.revues.org/65364 ; DOI : 10.4000/nuevo-
mundo.65364
26 Diario La Opinión 27/11/1969; 9
152 Política y cultura durante el “Onganiato”

entidad mencionada aseveró que “aquellos que no pudieron cantar loas a los
dictadores del nazismo y del fascismo, tratan de ensalzar la personalidad de
Rosas pretendiendo convertir en un gran hombre a quien sólo fue un tirano,
un déspota y un cobarde que huyó miserablemente cuando se sintió derrotado
en Caseros”.27
Paralelamente, desde la revista Pergamino. Entre 15 días, principal ór-
gano de prensa opositor al gobierno municipal, se lo acusó a de Nápoli de
alimentar una “corte de genuflexos, aprovechados, obligados, indiferentes e
ingenuos” a los que trataba con “mano de seda - cuando no con oportunos
subsidios o préstamos tomados de una rica comuna como es la nuestra-, hasta
el momento en que se opongan o al menos manifiesten su disconformidad o su
no total complacencia con sus más caros proyectos comunitarios”.28
Estos hechos fueron el marco de la convocatoria que hizo el intendente
para crear un Consejo Asesor integrado por entidades juveniles. A fines de no-
viembre de 1969 se organizó el Consejo de la Juventud, primer órgano de este
tipo creado en la provincia. El acto se realizó con la presencia de autoridades
provinciales y regionales. El gobierno pretendía que los jóvenes aprendieran a
“gobernar sirviendo”, esto es, realizando tareas sociales, asumiendo una “au-
téntica representatividad” al margen del “liberalismo caduco y del marxismo”.
Cabe señalar que un grupo de jóvenes nucleados en la organización que lleva-
ba las siglas de REP (Reunión de Estudiantes Pergaminenses) se negó a parti-
cipar del Consejo, afirmando que el intendente pretendía acercar a la juventud
a la política oficial aunque se le dé un carácter de “apolítico, presentando
proyectos de beneficencia, mal sucedáneos, paliativos de la justicia social que
recuerdan las maniobras de Hitler y Mussolini para organizar la juventud”.29
En mayo de 1970, un sector de los estudiantes secundarios organizó una
marcha en conmemoración del primer aniversario del “Cordobazo”. En horas
de la tarde se dirigieron a la plaza central y colocaron una ofrenda floral en el
monumento a Mariano Moreno. Acto seguido se inició una feroz represión a
cargo de los efectivos de la seccional de Seguridad y Gendarmería de Infan-
tería que arremetieron con equipos de lanza gases, perros y armas, para evitar
que el acto se desarrollara según lo previsto por los organizadores, lo que
provocó la reacción violenta de los estudiantes. Al día siguiente se efectuó una

27 La Opinión, 20/11/1969;12
28 La Opinión 22/11/1969; 7
29 La Opinión, 03/12/1969; 5
Del comunitariosmo a los “Pergaminazos” 153

decena de detenciones por “atentado y resistencia a la autoridad”, en un hecho


que se conoció como el “Primer Pergaminazo”.
Varias fueron las voces que repudiaron la violenta represión como la Aso-
ciación de periodistas de Pergamino y el secretario de la Coordinadora Inter-
sindical, Raúl Raimundo, quien expresó en un comunicado que la policía hizo
tal despliegue de fuerzas que Pergamino parecía “una ciudad sitiada”.30
En los primeros días del mes de junio, fueron destituidos el presidente de
facto Onganía, el Ministro del Interior, Imaz y el gobernador de la provincia
de Buenos Aires. Este último fue reemplazado por Horacio Rivara. En Per-
gamino fueron arrojados panfletos en la vía pública y se colocaron carteles
solicitando la renuncia del intendente y su plana mayor de colaboradores.31
De todos modos, esas acciones tuvieron poco efecto y Rivara confirmó a de
Nápoli en el cargo.
A fines de octubre se organizó un paro nacional y un acto a nivel local que
tuvo como orador al estudiante Enrique Illia, quien criticó públicamente la fal-
ta de libertad de prensa, al intendente municipal y a “sus secuaces del Consejo
de la Comunidad”. Al finalizar el encuentro, los manifestantes recorrieron la
zona céntrica de la ciudad arrojando cohetes y petardos. Portaban una ban-
dera con el lema: “Estudiantes junto a la clase obrera contra la dictadura” y
entonaban un estribillo que decía: “Acción, acción, por la liberación”. Frente
al Palacio Municipal, ante la presencia de funcionarios que se encontraban
en ese momento, comenzaron a corear “Que se vayan, que se vayan”. En ese
momento los periodistas registraron más de 600 personas reunidas.32 Al día
siguiente la Intersindical dio a conocer una declaración en la que felicitaba
a los estudiantes, a los obreros y al pueblo de Pergamino por su “magnífica
demostración de repudio a la nefasta conducción gubernamental”.33
En este contexto, el intendente respondió una nota publicada en la revista
Pergamino. Entre 15 días, calificándola de campaña tendenciosa destinada
a “enlodar” a sus hijos y su reputación de padre, haciéndolos aparecer como
“matones, impertinentes con vocación asesina, respaldados por la autoridad
complaciente de un padre obnubilado por el poder”. Sostenía que esta difa-
mación era producto de “mentes que hacen del sensacionalismo periodístico
un negocio”. Denunciaba que sus hijos y amigos habían sido agredidos con

30 La Opinión, 30/05/1970; 9
31 El Tiempo, 11/11/1970; 3
32 La Opinión, 23/10/1970; 11
33 La Opinión, 24/10/1970; 5
154 Política y cultura durante el “Onganiato”

armas blancas en la calle. También aclaraba, ante la acusación de que sus


hijos corrían picadas con los vehículos de la intendencia, que él prestaba los
coches oficiales a otras entidades y que su hijo Pablo había sido chofer de la
municipalidad porque él tenía un problema visual que le impedía conducir.34
Los días 11, 12 y 13 de diciembre se llevó a cabo un nuevo paro nacional
por 36 horas. El día 12, una manifestación recorrió la zona céntrica y se diri-
gió al domicilio del intendente para exigirle que entregara la llave del Palacio
Municipal. Se produjo una pedrada y se sucedieron enfrentamientos calleje-
ros por varias horas, mientras se arrojaban volantes con el lema “Obreros y
estudiantes unidos, adelante”. Según la crónica del día, el saldo fue de varias
vidrieras rotas, restos de fogatas y una treintena de detenidos. De acuerdo con
lo publicado en el diario, fueron apedreados comercios, se levantaron barri-
cadas y se derribaron postes de luz.35 Este hecho fue bautizado por la prensa
como “El Segundo Pergaminazo”.36 Días más tarde, el intendente convocó a
los jóvenes a una reunión para “entablar un diálogo franco y leal” y analizar
las causas profundas que alimentaban el “disconformismo” juvenil”.37

La familia de Nápoli y la revista Verbo


La revista Verbo publicó en octubre de 1972 un número que tenía en la tapa el
título “El Municipio. Base de una Restauración Nacional”. En su interior con-
tenía un artículo de de Nápoli llamado “El municipio y la restauración del or-
den social”, que se dedicaba a defender el modelo “comunitarista” que había
implantado, según él, con mucho éxito en Pergamino. Esto daba cuenta que
el proyecto político del intendente respondía a un programa más extenso de la
derecha católica, encarnado por la organización Ciudad Católica, cuyo prin-
cipal órgano de difusión, como ya mencionamos, era Verbo. En este marco, el
intendente de Nápoli era considerado uno de sus más destacados referentes.38
En el momento en que esto era publicado por de Nápoli, los militares de
la “Revolución Argentina” se vieron obligados a convocar a elecciones para
el año 1973. En Pergamino, un sector de los fomentistas trató de imponer su
candidatura, pero no prosperó debido a la oposición que desencadenó entre

34 La Opinión 2/11/1970; 5
35 La Opinión 15/11/1970; 9
36 La Opinión 18/11/1970;6
37 La Opinión 26/11/1970; 4
38 Verbo N° 125, octubre 1972, pp. 17-32
Del comunitariosmo a los “Pergaminazos” 155

sindicalistas y estudiantes. Finalmente, fue electo intendente el candidato del


Partido Justicialista, Carlos N. Gaspar.
En los años de la última dictadura, en Verbo se promovía la lectura de una
revista llamada Civilidad. Revista de Asuntos Municipales que pertenecía al
“Instituto Alberto de Nápoli”. Hacia el año 1981 salió publicado un artículo de
su hijo, José Luis de Nápoli.39 En esa nota hacía referencia a la “Ley natural o
el origen natural de los cuerpos intermedios”, cuyo primer pilar era la familia,
destacando lo ocurrido en Pergamino con su padre. Sostenía que entre 1967
y 1973, bajo la administración de Alberto Federico de Nápoli “se dio una
participación vecinal organizada, cuyo ejemplo de eficacia hoy testimonian
muchas obras que son orgullo de la Perla del Norte”.40

Reflexiones finales
Como hemos visto a lo largo de este capítulo, durante el “Onganiato”, el golpe
cívico- militar fue ampliamente aceptado por la población de Pergamino. El
proyecto comunitarista pudo ser implementado desde el gobierno nacional por
la existencia de grupos nacionalistas católicos cuyos representantes se encon-
traban en distintas ciudades del país y cuyos referentes más conocidos fueron
pensadores de extrema derecha como Carlos A. Sacheri y Georges Grasset,
entre otros. En Pergamino fue clave la figura de Alberto Federico de Nápoli,
conocido en los círculos ligados a la Ciudad Católica, quien desde su órgano
de prensa Verbo sostuvo que lo ocurrido en esta localidad resultaba una expe-
riencia a replicar en otras ciudades.
Nadie ignoraba que de Nápoli había realizado numerosas obras públicas
durante su mandato. Efectivamente, el “comunitarismo” delineado en el go-
bierno nacional se hizo realidad en Pergamino, logrando así un sólido respaldo
del sector fomentista y vecinalista, aunque esto no bastó. El ambiente con-
testatario a nivel mundial y nacional también estaba presente en Pergamino
y fueron los estudiantes de los diversos establecimientos secundarios con el
apoyo de los sectores sindicales los que llevaron a cabo un proceso de mar-
cada politización que desembocó en dos manifestaciones violentas conocidas

39 Verbo N° 211 ,”Los cuerpos intermedios y su acción civilizadora”, abril 1981


40 RODRIGUEZ, Laura y BARBARITO María del Carmen “Los católicos de derecha en los
años sesenta. La experiencia comunitarista en Pergamino (1966-1973)”, Ponencia presenta-
da en las terceras Jornadas Nacionales de historia social, mayo de 2011, La Falda-Córdoba.
156 Política y cultura durante el “Onganiato”

como “Pergaminazos”, que socavaron los cimientos de una intervención mu-


nicipal ya debilitada y desprestigiada.
La reforma educativa del gobierno
de Juan Carlos Onganía
Adhesiones y resistencias

Laura Graciela Rodríguez

L
os gobiernos que se sucedieron durante los años de la proscripción
del peronismo (1955-1973), estuvieron muy influenciados por las ideas
generadas desde los organismos internacionales, referidas a la “moder-
nización”, el “desarrollismo” y la “planificación”, en el marco de la guerra
fría y la lucha “anticomunista”.1 En esta etapa alcanzaron relevancia pública
una serie de profesionales “alejados” de la “política” y autodenominados “ex-
pertos” o “técnicos”, que tuvieron cierta continuidad en distintas áreas del
Estado, especialmente desde los años del frondizismo (1958-1962). En 1966
se produjo el quinto golpe de Estado y asumió el general Juan Carlos Onganía,
quien encabezó la “Revolución Argentina”, inaugurando una dictadura que se
prolongaría hasta 1973. En línea con las nuevas ideas, reestructuró el Estado
para hacerlo más “racional” y jerarquizó el área de planeamiento subiendo de
rango al Consejo Nacional de Desarrollo o CONADE, entre otras medidas.2
Los ministerios fueron reducidos de ocho a cinco y el de Educación descendió
al nivel de Secretaría hasta 1969, que pasó a ser Ministerio de Cultura y Edu-
cación.
Dentro de este esquema, las universidades públicas fueron vistas como
extremadamente “politizadas”. Los informes de inteligencia afirmaban que
existían elementos “comunistas” entre estudiantes y profesores y en algunas
facultades fueron reprimidos violentamente en 1966. Si bien estas nociones

1 ROUQUIÉ, Alain Poder militar y sociedad política en la Argentina 1943-1973, Buenos


Aires, Emecé, 1986; O’DONNELL, Guillermo El estado burocrático autoritario. Triunfos,
derrotas y crisis, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1996; ALTAMIRANO, Carlos Bajo
el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel Historia, 2001; OSUNA, Florencia
M. “Algunos sentidos de la ‘modernización’ en la política social del ‘Onganiato”, ponencia
presentada en VI Jornadas de Historia Reciente, Santa Fe, 2012.
2 GOMES, Gabriela “Principios y prácticas del desarrollo comunitario en el onganiato”, po-
nencia presentada en VI Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente, 8 al 10 de agosto,
Santa Fe, Universidad nacional del Litoral, 2012; ROUQUIÉ, Alain Poder militar… cit.;
SELSER, Gregorio El onganiato, Tomo I, Buenos Aires, Hyspamérica, 1973.
158 Política y cultura durante el “Onganiato”

unían a los encargados de la “revolución”, distintos autores han señalado que


la base social que acompañó al gobierno fue heterogénea y confluyeron en él
liberales, nacionalistas, sindicalistas, tecnócratas, desarrollistas y católicos.3
En particular, los católicos pertenecían a grupos como el Ateneo de la Re-
pública, la Ciudad Católica, los Cursillos de la Cristiandad, la Democracia
Cristiana y la Unión Federal Demócrata Cristiana.4
Ahora bien, este trabajo se inscribe en una línea de investigación más
amplia que intenta reconstruir las trayectorias de los funcionarios en el Esta-
do – nacional y provincial- vinculados a las carteras educativas de las últimas
dictaduras, e identificar las políticas que diseñaron y ejecutaron.5 En esta opor-
tunidad, analizaremos los perfiles de los funcionarios encargados del área edu-
cativa que se inició con Onganía y las medidas que tomaron en relación con la
“reforma educativa”, cuyo punto más importante fue la “escuela intermedia”.
La reforma se dio a conocer en 1968 y desde los inicios recibió el apoyo de
los clérigos del Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC).6 Fue
implementada mayoritariamente en la provincia de Buenos Aires y debió ser
descartada en 1971 por las múltiples críticas que recibió.

3 OSUNA, Florencia M. “Algunos sentidos…” cit.; GIORGI, Guido y MALLIMACI, For-


tunato “Catolicismos, nacionalismos y comunitarismos en política social. Redes católicas
en la creación del Ministerio de Bienestar Social de Argentina (1966-1970)”, en Revista
Cultura y Religión, vol. VI, n. 1, 2012, pp. 113-144; GOMES, Gabriela “Principios…”, cit.
4 SELSER, Gregorio El onganiato, cit.; SCIRICA, Elena “Visión religiosa y acción política.
El caso de Ciudad Católica – Verbo en la Argentina de los años sesenta”, en PROHAL MO-
NOGRÁFICO, Revista del Programa de Historia de América Latina, Universidad Nacional
de Buenos Aires, 2010.
GIORGI, Guido y MALLIMACI, Fortunato “Catolicismos…” cit.
5 RODRÍGUEZ, Laura Graciela Católicos, nacionalistas y políticas educativas durante la
última dictadura (1976-1983), Rosario, Prohistoria, 2011; RODRÍGUEZ, Laura Graciela
Civiles y militares en la última dictadura. Funcionarios y políticas educativas en la provin-
cia de Buenos Aires (1976-1983), Rosario, Prohistoria, 2012.
6 El CONSUDEC era un organismo no gubernamental, dependiente de la jerarquía eclesiás-
tica, que representaba y coordinaba en el orden nacional las actividades y los intereses de
la educación católica argentina en sus niveles preescolar, primario, secundario y terciario o
superior no universitario, aunque tenía la mayoría de los colegios concentrados en el nivel
secundario, ver RODRÍGUEZ, Laura Graciela “Las ideas católicas sobre la educación en
los años de 1960 y 1970. El caso del CONSUDEC”, en CANCINO, Hugo et. al, (comp.)
Miradas desde la Historia social y la Historia intelectual. América Latina en sus culturas:
de los procesos independistas a la globalización. Córdoba, Centro de Estudios Históricos
Carlos Segreti/ Universidad Católica de Córdoba/ Universidad Veracruzana México, pp.
889- 904.
La reforma educativa... 159

Pretendemos mostrar, en primer término, que si bien los funcionarios co-


nocían las propuestas desarrollistas de los organismos internacionales, la re-
forma que intentaron llevar a cabo contenía elementos católicos, desarrollistas
y elitistas, que en ocasiones se contradecían con aquellas. Si bien debió ser
suspendida, los funcionarios volvieron a intentar reeditarla en la siguiente dic-
tadura, con el mismo resultado. En segundo lugar, veremos que estos funcio-
narios católicos provenían de redes distintas a las tres mencionadas (Ateneo,
Cursos y Ciudad), aunque una minoría estaba vinculada al Ateneo y al partido
de la Unión Federal. En relación a sus grupos de pertenencia, se observa que
conformaban una red de “expertos” en educación que circulaba por varias
instituciones de tinte conservador, nacionalista e hispanista como el CON-
SUDEC, la Universidad Católica Argentina, Acción Católica y el Instituto de
Cultura Hispánica.
En los cinco apartados que siguen, describiremos las biografías públicas
de los encargados del área de Educación de nación y de la provincia de Bue-
nos Aires, haciendo foco en sus vínculos con organismos internacionales e
instituciones y organizaciones católicas. Seguidamente, desarrollaremos en
qué consistió la reforma; luego veremos cuáles fueron los argumentos en con-
tra. En el cuarto y quinto reseñaremos las opiniones que los católicos vertieron
a través del periódico Consudec y las explicaciones que se dieron sobre el
fracaso. Por último, recordaremos que la escuela intermedia volvió a ser pro-
puesta con insistencia durante la última dictadura (1976-1983) de la mano de
varios ex funcionarios de la “Revolución Argentina”.

Los funcionarios de la reforma


El primer secretario de educación de Onganía fue el integrante de la Junta de
Historia Eclesiástica Argentina y director del Museo Saavedra, Carlos María
Gelly y Obes (1966-1967). Admirador de Francisco Franco y su modelo edu-
cativo, intentó eliminar el sistema mixto de las escuelas públicas.7 En octubre
estuvo en España inaugurando las obras del Colegio Mayor y firmando la in-
corporación de Argentina a la Oficina de Educación Iberoamericana.8 Durante
su mandato, llegó al país el pedagogo del primer franquismo e integrante del
Opus Dei, Víctor García Hoz. Dio dos conferencias en Buenos Aires, orga-

7 Primera plana, n. 220, marzo de 1967, p. 14.


8 ABC, 30 octubre 1966, p. 59-60.
160 Política y cultura durante el “Onganiato”

nizadas por la Fundación Nuestra Señora de la Merced, con el auspicio del


CONSUDEC. Volvió al país al año siguiente, invitado por el Consejo.9
Junto a Gelly y Obes fueron nombrados Luis Jorge Zanotti (director ge-
neral de Enseñanza Secundaria, Normal, Especial y Superior), José Mariano
Astigueta (presidente del Consejo Nacional de Educación o CNE), Alfredo
M. Van Gelderen (vicepresidente del CNE) y Luis Ricardo Silva (secretario
general, entre 1969 y 1971 presidente del CNE). Zanotti era Maestro Normal
de la Escuela Normal de Profesores “Mariano Acosta” y se graduó de Profesor
de Pedagogía en la UBA. Del “Mariano Acosta” eran también Van Gelderen,
Silva y Alfredo Tagliabúe (ver infra). En ese momento Zanotti era docente en
la UBA, columnista sobre temas de educación en el diario La Nación y desde
1968, rector del Instituto católico Juan XXIII. Astigueta era abogado egresado
de la UBA, fue representante de los institutos educativos privados en el Con-
sejo Gremial de Enseñanza Privada entre 1953 y 1966. Desde 1958 a 1962
resultó consejero en la Facultad de Derecho de la UBA. Había sido ministro
de educación durante el gobierno de facto de José María Guido (1963) y per-
tenecía al Ateneo de la República.10 Junto con Mario Amadeo, en 1965 integró
el Consejo Directivo del Instituto Argentino de Cultura Hispánica.11
Van Gelderen fue el primer director del Servicio Nacional de Enseñanza
Privada (SNEP) creado en 1960 durante la presidencia de Arturo Frondizi.
Estaba vinculado, igual que Gelly y Obes al establecimiento católico “Escuela
Argentina Modelo”. En un reportaje, reivindicó su militancia en la Acción
Católica: “fue una escuela de vida que formó dirigentes para el país”. A modo
de ilustración, contaba que en el año 1966 el Jurado Nacional de la Cámara Ju-
nior de la Argentina eligió a 10 jóvenes sobresalientes de todo el país y “cuan-
do nos juntamos los 10 resulta que todos nos conocíamos y los organizadores
del concurso se sorprendieron, por eso nos preguntaron de dónde veníamos y
claro, éramos todos de la AC”.12 Luis Ricardo Silva era profesor de Letras del

9 García Hoz volvió a la Argentina durante la última dictadura invitado por el CONICET, ver
RODRÍGUEZ, Laura Graciela Católicos…. cit.
10 De acuerdo al historiador Paul Lewis Astigueta tuvo como colaboradores a dos miembros
del Ateneo: Gastón Terán Etchecopar y Alberto Espezel, ver LEWIS, Paul “La derecha
y los gobiernos militares, 1955-1983”, en ROCK, David; MC GEE DEUTSCH, Sandra;
RAPALO, María Ester La derecha argentina. Nacionalistas, neoliberales, militares y cleri-
cales, Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 2001.
11 ABC, 26 diciembre 1965, p. 34-39.
12 http://www.accioncatolica.org.ar/wp-content/uploads/2011/04/MANUEL-VAN-GELDE-
REN.pdf [visitado el 1 de abril de 2011]
La reforma educativa... 161

“Mariano Acosta” y abogado de la UBA especializado en temas educativos.


Vinculado a colegios privados, conformaba el gabinete de “expertos” de la
Superintendencia Nacional de Enseñanza Privada.
Este grupo ocupará distintos cargos hasta el fin de la reforma. Si bien los
especialistas como Van Gelderen y Zanotti adoptaron el planeamiento educa-
tivo como un medio para fortalecer su presencia en el aparato estatal, coin-
cidimos con Suasnábar cuando precisa que las ideas del planeamiento en la
Argentina llegaron tarde en comparación con Brasil, y escritos de esa época
no pasaban de ser “un pálido y deslucido reflejo de las versiones difundidas
por los organismos internacionales, combinadas con apelaciones abstractas a
la necesidad de realizar planes y utilizar las nuevas tecnologías sociales”.13
En junio de 1967 Gelly y Obes fue reemplazado por Astigueta, quien designó
de subsecretario a Juan Rafael Llerena Amadeo. Miembro de una familia tra-
dicional de San Luis, era militante de Acción Católica, abogado de la UBA,
integrante de la Corporación de Abogados Católicos “San Alfonso María de
Ligorio” y uno de los primeros profesores de la Universidad Católica Argen-
tina, creada en 1958.
En la provincia de Buenos Aires asumió como gobernador el general
Francisco A. Imaz y nombró a Alfredo Tagliabúe en el Ministerio de Edu-
cación en 1967.14 La presentación que se hizo en el periódico del currículum
de Tagliabúe, daba cuenta de la importancia que tenían los antecedentes de
la “planificación”. Graduado en la Escuela Normal Mariano Acosta, se había
especializado tomando cursos en la Unesco, en 1962 había realizado un curso
de planeamiento integral de la educación en el CONSUDEC y en 1964 com-
pletó un curso en Santiago de Chile organizado por la CEPAL y la Unesco
sobre planeamiento educativo.15 Producto de esa formación, escribió el libro
Factores modernos de organización escolar (1966, Editorial Guadalupe, de
la Congregación del Verbo Divino). Al momento de asumir estaba ejerciendo
la docencia secundaria en colegios nacionales y en un privado católico y era
miembro del gabinete de “expertos” del SNEP. Igual que Llerena Amadeo, ha-
bía sido delegado de la Primera Convención Nacional de Enseñanza Privada
de 1964 y era profesor de la UCA. El subsecretario de educación de Tagliabúe
fue el profesor Benicio C. A. Villarreal. Habitual columnista del periódico del

13 SUASNÁBAR, Claudio Universidad e intelectuales. Educación y política en la Argentina


(1955-1976), Buenos Aires, FLACSO Manantial, 2004, p. 42.
14 El primer ministro fue el maestro normal y profesor en letras Abel Calvo.
15 El día, 19 febrero 1967, p.1.
162 Política y cultura durante el “Onganiato”

CONSUDEC, era colega de Tagliabúe y Llerena Amadeo en la UCA. Había


recibido el título de Bachiller en Ciencias Religiosas de la Universidad de
Letrán. Tagliabúe y Villarreal se conocieron en el profesorado de la Congre-
gación del Verbo Divino de Villa Calzada.16
En mayo de 1969 ocurrió una importante movilización de estudiantes
y trabajadores en Córdoba conocida como el “Cordobazo” y Onganía debió
cambiar su gabinete. Fue designado ministro Dardo Pérez Guilhou, abogado
por la Universidad Nacional de La Plata, becario del Instituto de Cultura His-
pánica, profesor y rector de la Universidad Nacional de Cuyo (1967-1969).
Miembro de la Academia Nacional de Historia, en 1960 participó de la crea-
ción de la Universidad de Mendoza, de carácter privado. Amigo de Emilio
Fermín Mignone de los tiempos de Acción Católica, lo nombró como subse-
cretario de educación. Mignone había sido director general de educación de la
provincia de Buenos Aires (1949-52) y estuvo viviendo en los Estados Unidos
como funcionario del Departamento de Educación de la OEA (1962- 1967).
Mignone volvió al país ante el ofrecimiento de ser asesor en educación supe-
rior y universitaria del CONADE. Según su biógrafo, se llevaba muy mal con
Astigueta, de quien dijo que estaba haciendo “una política reaccionaria feroz”
en las universidades.17 Mignone, Van Gelderen y el hermano Septimio Walsh
(secretario del CONSUDEC) habían participado de la “resistencia católica”
contra Perón en 1955.18
Pérez Guilhou se rodeó de otro conjunto de asesores católicos como An-
tonio Salonia, egresado de la Universidad Nacional de Cuyo, diputado pro-
vincial en Mendoza por la Unión Cívica Radical Intransigente, subsecretario
de educación de nación de Frondizi entre 1958 y 1962, y fundador en 1969
de la escuela privada “Nueva Argentina 2000”. También estaban Van Gelde-
ren, Silva (que ascendió a presidente del Consejo Nacional de Educación) y
Gustavo Cirigliano. Este último era profesor de la UBA y de la Universidad
Nacional de La Plata. Algunos de estos pedagogos (Salonia, Zanotti, Silva y
Van Gelderen) solían escribir juntos defendiendo la reforma en distintas re-
vistas católicas.
Cuando Onganía se fue del gobierno, asumió el general Roberto Marcelo
Levingston (1970-71) y fue José Luis Cantini como encargado de la cartera.

16 Clarín, 4 junio 1976, p. 13


17 DEL CARRIL, Mario La vida de Emilio Mignone. Justicia, catolicismo y derechos huma-
nos, Buenos Aires, Emecé, 2011, p. 151
18 DEL CARRIL, Mario La vida…. cit.
La reforma educativa... 163

Abogado por la Universidad Nacional del Litoral, vicerrector de la Universi-


dad Tecnológica Nacional (1963- 1966), había sido nombrado por Astigueta
rector de la Universidad Nacional del Litoral (1967-1968) y fue el primer
rector de la Universidad Nacional de Rosario (1968-1970). Conferencista en
el Ateneo de la República, conocía a Mignone desde los años cuarenta cuando
integraban el Consejo Superior de la Juventud de Acción Católica, y habían
estado juntos en el partido Unión Federal Demócrata Cristiana.19
Cantini continuó implementando los cambios, pero a mediados de 1971
debió renunciar y asumió Gustavo Malek (ex rector de la Universidad Nacio-
nal del Sur), ministro del último presidente de facto Alejandro A. Lanusse,
quien dispuso la suspensión de todo lo realizado. Los católicos vinculados a
la reforma se alejaron de la cartera. De todos modos, las redes continuaron
activas: Mignone fue convocado por el ex subsecretario Llerena Amadeo para
evaluar proyectos en Educación, Ciencia y Cultura de la OEA en la comisión
que presidía.20

El proyecto de reforma
En materia educativa, los años cincuenta y sesenta han sido caracterizados
como el momento de auge de las ideas y propuestas generadas por organismos
internacionales. En una época en la que la demanda por educación crecía pro-
gresivamente, los países tuvieron la necesidad de contar con nuevas estrate-
gias que organizaran el proceso de expansión de los sistemas educativos a tra-
vés del planeamiento. En 1958 se realizó una reunión en Washington entre la
Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unesco en la cual se diseñó
la propuesta denominada “planeamiento integral de la educación” que marcó
la tendencia general de las políticas en la región de Latinoamérica. Dichas
ideas del planeamiento educativo tenían un carácter economicista, ya que pen-
saban a la educación como una inversión que debía racionalizarse, vinculando
de esta forma el desarrollo educativo a las tareas más generales del desarrollo
económico.21 En Latinoamérica se sumaría posteriormente la CEPAL (Comi-

19 FARES, María Celina La Unión Federal: ¿Nacionalismo o democracia cristiana? Una efí-
mera trayectoria partidaria (1955-1960), Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, 2007.
20 Mignone se afiliaría luego al Partido Justicialista y sería rector de la recién inaugurada
Universidad Nacional de Luján. La última dictadura hizo desaparecer a una de sus hijas y
se convirtió en un importante referente de los organismos de derechos humanos, ver DEL
CARRIL, Mario La vida…. cit. Cirigliano también se hizo peronista y se alejó de este gru-
po, ver SUASNÁBAR, Claudio Universidad…. cit.
21 SUASNÁBAR, Claudio Universidad…. cit.
164 Política y cultura durante el “Onganiato”

sión Económica para América Latina y el Caribe). En la Argentina, Frondizi


impulsó la creación del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) en 1961
y al año siguiente se realizó una reunión en Santiago de Chile con todos los
ministros de Educación y de Planificación Nacional del continente. En 1964
se dio a conocer un informe del Sector Educación que presentaba un diagnós-
tico de la situación en el país. Entre otras cosas, los organismos proponían que
se mejoraran los índices de retención y aumentaran los años de la escolaridad
obligatoria, con el objetivo de optimizar la formación de los recursos huma-
nos, destinados a un mercado cada vez más complejo y tecnificado. A poco de
asumir, Onganía explicó, imbuido en estas premisas, que había que “raciona-
lizar todo el sistema educativo argentino”, ya que existía un “desencuentro”
entre los requerimientos de la vida moderna, el “proceso de industrialización”
que tenía lugar en el país y la falta de “evolución en nuestra enseñanza en
todos sus niveles”.22
Antes de poner en marcha la reforma, Astigueta presentó un anteproyecto
de Ley Orgánica de Educación que buscaba reemplazar la Ley vigente, n.
1420 de 1884. Su derogación era un viejo anhelo de los católicos, ya que había
dispuesto la laicidad para el sistema público, además de la gratuidad y la obli-
gatoriedad del primero al séptimo grado (siete años). La propuesta terminó
siendo rechazada por otros funcionarios –católicos y no católicos– del gobier-
no de Onganía, dando cuenta del elitismo extremo de Astigueta. Entre otras
cosas, reducía la obligatoriedad escolar, punto que iba exactamente en sentido
opuesto a las sugerencias de los organismos internacionales de educación,
como acabamos de ver. Asimismo, introducía la escuela o nivel intermedio
que abrevaba en una propuesta de los conservadores de los años de 1910, y
no de las oficinas de planeamiento de los países centrales. Cirigliano sostenía
que habían impulsado su reactualización los pedagogos Zanotti y Villarreal.23
Dicho anteproyecto –elaborado por la Oficina Sectorial de Desarrollo/
Educación en 1968- fue escrito por una “comisión especial” integrada por

22 cit. en GONZÁLEZ RIVERO, Julio R. “Nueva estructura del sistema educativo argentino.
El nivel intermedio, algunos antecedentes y proposiciones en nuestro país”, en VILLA-
VERDE, Aníbal (coord.) La escuela intermedia en debate, Buenos Aires, Humanitas, 1971,
p. 12. En estos años, las agencias contribuyeron a expandir el sistema de educación técnica
y la formación profesional, cuestión que no desarrollaremos aquí.
23 CIRIGLIANO, Gustavo “La Escuela Intermedia”, en VILLAVERDE, Aníbal (coord.) La
escuela… cit. pp. 91-108. Cirigliano y Zanotti habían escrito juntos en 1965 Ideas y ante-
cedentes para una reforma de la enseñanza media, que según González Rivero, también
resultó un importante antecedente.
La reforma educativa... 165

los abogados católicos y profesores de la UCA, Juan A. Casaubón, Juan M.


Bargalló Cirio, el ingeniero León Halpern y Germán Bidart Campos. Este
último había sido decano de la Facultad de Derecho de esa casa entre 1962
y 1967. También estaba el ingeniero León Halpern, presidente de la Asocia-
ción de Institutos Privados y orador en la Primera Convención Nacional de
Enseñanza Privada de 1964. Como ya mencionamos, la norma acortaba la
obligatoriedad escolar a un período de cinco años e introducía el nivel inter-
medio de cuatro años y “aún en este caso legalizaba el incumplimiento de la
misma en los casos que el Estado no proporcionara el servicio educativo por
razones geográficas”.24 Para esa época Astigueta dio una conferencia ante los
otros ministros de educación de las provincias y explicó que el anteproyecto
aplicaba además el “principio de Subsidiariedad” del Estado, favoreciendo al
sector privado: “implanta las escuelas financiadas por el Estado y los padres,
a medias. También permite ceder aulas a las instituciones (municipalidad, co-
munidades religiosas), es decir, termina con el estatismo”.25
Cuando el borrador de la ley se presentó ante el CONADE, los ministros
de Defensa y Bienestar Social se manifestaron en contra y la propuesta fue
devuelta para ser revisada.26 Las críticas provinieron también de vastos sec-
tores de la sociedad. En febrero de 1969 se dio a publicidad uno nuevo que
modificaba sustancialmente lo expuesto en el anterior, estableciendo el nivel
intermedio obligatorio, pero éste nunca se aprobó debido al rumbo equívoco
que finalmente adquirió la implementación de la reforma.27
En el medio de este episodio, Astigueta diseñó en octubre de 1968 el “An-
teproyecto de Reforma del Sistema Educativo Argentino- Trabajos de Base”
(resolución ministerial n. 994), conocido como “reforma educativa”. El punto
más importante del documento era que implementaba la escuela intermedia,
pero esta vez en el marco de la Ley 1420, que no habían podido derogar y
que garantizaba los siete años de obligatoriedad. Los especialistas partían del
diagnóstico que el problema del sistema educativo era la falta de articulación

24 GONZÁLEZ RIVERO, Julio R. “Nueva estructura…”. Cit, p. 40.


25 Primera plana, n. 298, septiembre de 1968, p.19-20.
26 POTASH, Roberto El ejército y la política en la Argentina. De la caída de Frondizi a la
restauración peronista. Segunda parte, 1966-1973, Buenos Aires, Sudamericana, 1994.
27 El anteproyecto de 1969 fue elaborado por Astigueta y el ministro Borda y contemplaba,
entre otras cosas la creación de un Consejo de la Comunidad para la Cooperación Educacio-
nal, que seguía la línea comunitarista más general del gobierno. Sería integrado por repre-
sentantes de la familia, la Iglesia Católica, otras confesiones religiosas, el sector educativo
privado, los docentes y los sectores económicos comprometidos en el quehacer educativo.
166 Política y cultura durante el “Onganiato”

entre el nivel primario y la secundaria (de cinco años) y que esto generaba una
importante deserción entre los últimos años de la primaria y los primeros de
la secundaria. Aseguraban que la escuela intermedia solucionaría la deserción
porque brindaría una orientación laboral que la haría más atractiva para los
alumnos. Además, atendería a un período de la adolescencia específico como
la pubertad, que iba de los 11 a los 14 años. El nuevo nivel, se aseguraba, otor-
garía “algunos aspectos prácticos que permitan a quienes no deseen o no estén
en condiciones de continuar otros estudios, una rápida integración al mundo
del trabajo”.28 Para uno de sus mentores, Gustavo Cirigliano, esta “formación
práctica” cursada en talleres según las orientaciones, aumentaría “la calidad
de los recursos humanos, lo que permitirá hacer real nuestro aporte necesitado
e inevitable de contribuir al desarrollo de América Latina”.29 Acorde al pensa-
miento “modernista” de la época, hablaba que las orientaciones profesionales
y técnicas se reformularían en el año 2000, en consonancia con los avances
científicos que se estaban viviendo, como la creación de los cohetes espacia-
les.30 En suma, estos pedagogos pensaban la escuela intermedia como una
etapa de culminación de los estudios de la mayoría de la población, y la puerta
de entrada al mercado de trabajo de jóvenes que tenían menos de 14 años.
Según Julio González Rivero (pedagogo que tenía un cargo de inspector
en la cartera educativa) la reforma contenía seis puntos fundamentales: el pri-
mero se refería a “garantizar la igualdad de oportunidades” a todos los alum-
nos; el segundo reestructuraba el sistema en: nivel pre- primario (2 años de
duración, no obligatorio), nivel elemental (5 o 6 años de duración), nivel inter-
medio (3 o 4 años de duración), nivel medio (3 o 4 años de duración) y nivel
superior (de duración variable). El tercer punto de la reforma aspiraba a lograr
la “ampliación” de la obligatoriedad escolar. Es decir, de todo el esquema,
solo el nivel elemental y los primeros años del intermedio eran obligatorios (5­­­­
más 2). Los puntos cuatro y cinco seguían las recomendaciones internaciona-
les que proponían suprimir la Escuela Normal como institución responsable
en la formación de maestros para el nivel primario y crear Institutos de Forma-
ción Docente de nivel terciario para la preparación de maestros de primaria.
Por último, se impulsaba la descentralización con el objeto de colocar a la
administración educativa bajo la responsabilidad de las provincias o de las

28 GONZÁLEZ RIVERO, Julio R. “Nueva estructura…”. Cit, p. 14.


29 CIRIGLIANO, Gustavo “La Escuela…”. Cit, p. 102
30 ROUQUIÉ, Alain Poder militar… cit.; OSUNA, Florencia M. “Algunos sentidos…” cit.
La reforma educativa... 167

comunas locales.31 Este ítem también intentaba materializar las sugerencias


de los organismos, pero la forma en que se aplicó provocó serios conflictos
en las jurisdicciones, según comentaremos más adelante. Con relación a las
asignaturas que los alumnos debían cursar, se contemplaban las siguientes
materias “prácticas”: del “área técnica: carpintería, electricidad, hojalatería,
etc; área económica: contabilidad, dactilografía, archivo, etc; música: guita-
rra, coro, banda, flauta dulce, etc.; artes plásticas: grabado, modelado, pintura,
cerámica, etc”.32
En su exposición, González Rivero evitaba mencionar que existía una
pretensión de ciertos funcionarios católicos como Gelly Obes, Astigueta o Vi-
llarreal, de profundizar el sesgo católico de los contenidos escolares, cuestión
que se alejaba completamente de las propuestas de las agencias de planifica-
ción. Por ejemplo, desde el Consudec, Villarreal afirmaba: “Porque una cosa
es cierta: si esta Revolución Argentina no es capaz de desterrar el laicismo de
la escuela pública, no habrá facilitado el reencuentro del pueblo argentino con
su tradición más auténtica, y, por lo tanto, habrá traicionado su razón de ser”.33
De todas las provincias, Buenos Aires fue la que incorporó la mayor can-
tidad de establecimientos con nivel intermedio (4.184 en 1971), representando
el 97,5 por ciento del total del país. La segunda provincia más comprometida
fue Santa Fe, adonde su ministro Ricardo P. Bruera involucró a 51 escuelas.34
Esto fue así porque el gobernador Imaz fue un aliado clave de Onganía, vincu-
lado al grupo de Ciudad Católica. Gracias a estas relaciones, Imaz, Tagliabúe
y Villarreal gozaron de una estabilidad mucho mayor que la de los funciona-
rios educativos de nivel nacional.
Del mismo modo, la provincia fue una de las pocas que materializó la
descentralización (punto sexto de la reforma). La propuesta era rechazada por
las jurisdicciones porque se les ofrecía realizar la transferencia de las escuelas
primarias nacionales, sin la partida presupuestaria correspondiente. En apoyo
de la medida, el subsecretario Villarreal había dicho a través del Consudec,
que ocurría con frecuencia que un inspector provincial y uno nacional iban a
la misma localidad a ver dos escuelas cercanas, con el consiguiente “derro-
che de tiempo y dinero”. El inspector X viajaba 300 kilómetros al norte de
Salta para visitar por ejemplo, las escuelas Láinez de Orán; y en los mismos

31 GONZÁLEZ RIVERO, Julio R. “Nueva estructura…”. cit.


32 cit. en VILLAVERDE, Aníbal (coord.) La escuela…, cit., p. 297
33 CONSUDEC, n. 83, 1967
34 VILLAVERDE, Aníbal (coord.) La escuela…, cit.
168 Política y cultura durante el “Onganiato”

días, el inspector Y (provincial) viajaba a la misma población para visitar las


escuelas provinciales. Concluía que “ninguna empresa, medianamente orga-
nizada, toleraría tal derroche de tiempo, personal y viáticos”.35 En base a este
argumento de la “racionalización” empresarial, se firmó un convenio entre el
ministro Astigueta, el gobernador Imaz y el general Ovidio A. J. Solari como
titular del Consejo Nacional de Educación Técnica o CONET.36 El primero de
abril de 1969, Alfredo Tagliabúe publicó la Ley 7.479 adonde se establecía la
transferencia a la provincia de Buenos Aires de unas 224 escuelas primarias
nacionales y un jardín de infantes creados por la Ley 4874 o “Ley Láinez”.37
En 1971, Cantini y Tagliabúe continuaron avanzando y habilitaron la
creación de la carrera de “Profesor para el Nivel Intermedio” en los recien-
temente creados Institutos de Formación Docente (1970). A pesar del “éxito”
que decía tener el ministro de la provincia de Buenos Aires, ese mismo año
todo fue suspendido y ambos tuvieron que renunciar.

La oposición
Desde los inicios, la implementación de los cambios fue resistida por los do-
centes de las escuelas públicas y sus representantes gremiales, que acusaron
a la reforma de “privatista” y “confesional”. Referentes como el socialista
y secretario general de la Confederación de Maestros de la Argentina y se-
cretario de la Confederación Argentina de Maestros y Profesores (CAMYP)
Alfredo P. Bravo, criticó la reforma porque, según su interpretación, acortaba
la obligatoriedad de la escuela primaria a cinco años, ya que el texto planteaba
que era una “meta a alcanzar” y por lo tanto no estaba garantizada.38 Además,
el presupuesto con el que contaban ya resultaba insuficiente para construir
más establecimientos y mantener las escuelas, por lo que no estaba claro con
qué dinero se equiparían los nuevos “talleres” destinados a las “actividades
prácticas” y tampoco de dónde saldría el personal docente para brindar esas
clases. Apuntaba que en base al plan de estudios de la escuela intermedia

35 CONSUDEC, n. 79, 1966


36 Como ya dijimos, producto directo de las ideas desarrollistas de la época, en Argentina se
reforzó la expansión de la educación técnica, que había comenzado en los años del peronis-
mo (1946-1955). El general Solari al frente de CONET fue una figura clave en este proceso,
ver RODRIGUEZ, Laura Graciela Civiles… cit.
37 Sobre la transferencia ver Braslavsky Cecilia “La educación argentina (1955-1980)”
en El país de los argentinos, n. 191, Buenos Aires, CEAL, 1980.
38 BRAVO, Alfredo P. “La reedición de la Escuela Intermedia”, en VILLAVERDE, Aníbal
(coord.) La escuela… cit., pp. 219-230.
La reforma educativa... 169

el alumno llegaría a ser “apenas un aprendiz” con conocimientos generales,


formando en definitiva “mano de obra barata” y poco calificada. Advertía que
los lineamientos de la reforma no atendían a las dificultades detectadas en un
Seminario llevado a cabo por la Unesco entre los meses de abril y mayo de
1964 en París y negaba lo expresado por el CONADE en su folleto sobre “Po-
líticas y Estrategias, Sector Educación”. En estos documentos se afirmaba que
el problema mayor era la deserción de los alumnos en los dos primeros años
de la escuela primaria a causa, entre otras cosas, de la prematura inserción de
los niños y adolescentes en la actividad laboral de sus padres.
En mayo de 1971 el claustro de profesores de la Facultad de Humanida-
des y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata ma-
nifestó su oposición a las reformas, denunciando que no hubo ningún debate
público previo en el que participaran todos los sectores de la comunidad y que
no habían sido consultadas las universidades estatales. Declaraban que una
reforma de tales alcances requería un estado de normalidad constitucional y el
aporte del Congreso de la Nación. Solicitaban, en resumen, la suspensión de
las medidas hasta que se rehabilitara el Parlamento.39
Hubo importantes huelgas docentes y las más masivas se dieron a partir
de noviembre de 1970. En un reportaje, Van Gelderen contaba que ese año
habían tenido con Cantini una reunión “difícil con los gremios” y “pudimos
encauzarla debidamente”. Al final de la misma, recordaba, “el ministro me
miró y me dijo: “Van Gelderen, con todo lo que nos enseñó la Acción Cató-
lica, y éstos creyeron que éramos debutantes”.40 Más allá de estas palabras
de auto elogio, ciertamente, las huelgas formaron parte de la movilización
general que se estaba viviendo en todo el país, adonde los gremialistas pedían
no solo por el fin de los cambios, sino también por mejoras en las condiciones
laborales en general. Uno de los pocos gremios que se negó a participar fue
el que nucleaba a los docentes católicos: la Federación de Agrupaciones Gre-
miales de Educadores (FAGE). A pesar de esto, algunos docentes de colegios
privados se adhirieron a los paros, cuestión que fue duramente criticada desde
el periódico del Consudec, como observaremos más adelante.41

39 cit. en VILLAVERDE, Aníbal (coord.) La escuela… cit., p. 254


40 http://www.accioncatolica.org.ar/wp-content/uploads/2011/04/MANUEL-VAN-GELDE-
REN.pdf [visitado el 1 de abril de 2011]
41 Un relato preciso de cómo se fueron dando las luchas docentes y la postura de los gremios
católicos, está en GUDELEVICIUS, Mariana “La actuación política de los docentes pri-
marios durante la ‘revolución argentina’. Un análisis sobre características y alcances de la
170 Política y cultura durante el “Onganiato”

La reforma en las escuelas privadas católicas


De la euforia a la desilusión
Los católicos nucleados en el CONSUDEC apoyaron decididamente la pro-
puesta de reemplazar la Ley de educación y la ejecución de la reforma. Las
razones eran varias, entre las más importantes estaban, en primer término, el
diagnóstico sobre la “excesiva” duración de la escuela primaria y la secunda-
ria; y la noción de que la “pubertad” era una etapa con problemas específicos
que había que atender. Sobre esos temas los católicos del periódico venían
publicando notas propias, de organismos internacionales y de distintos espe-
cialistas extranjeros. En segundo lugar, creían que había que terminar con el
“monopolio del Estado” en la educación, “garantizado” por la ley 1420. Por
último, veían en la reforma una importante posibilidad de expandir el sistema
privado a través de la creación de escuelas intermedias y de Institutos de For-
mación Docente.
En los 27 números del año 1970, el Consudec publicó 96 informaciones
sobre los cambios y se organizaron numerosas reuniones con los colegios para
explicar el proceso. Hemos mencionado que el funcionario Villarreal fue uno
de sus principales promotores a través del periódico. Sin embargo, a medida
que avanzaba su implementación, los católicos dejaban entrever su descon-
tento, ocasionado por la manera en que se estaba ejecutando la reforma en las
escuelas privadas, al tiempo que salían a responder las críticas que recibía el
proyecto. Un columnista advertía “no vamos a ocultar la general intranqui-
lidad que se va extendiendo y generalizando en los medios educacionales y
docentes. Deben los responsables del Programa Educativo cobrar clara con-
ciencia de ese estado de ánimo y de sus causas y en consecuencia, no expo-
nerlo todo al fracaso más lamentable”. Por otra parte, se dirigían a los institu-
tos afectados a la reforma pidiéndoles que mantuvieran “la serenidad ante la
difusión de rumores, ante la atribución de insólitas tendencias que se quieren
maliciosamente adjudicar a determinadas personas, ante la carencia, en casos,
de información oficial, ante la precipitación, la improvisación, cuando no la
contradicción y el apuro en el pedido de datos”.42
En el siguiente número afirmaban que el primer ciclo del nivel intermedio
debía aplicarse en 1971, pero que aún los funcionarios no se habían expedido.
Al paso adoptado, decían, “ya entramos a temer que el nivel intermedio sea

protesta gremial entre 1968 y 1972”, en Nuevos Mundos. Mundos Nuevos, [en línea], 2011
[consultado 1 de julio 2012].
42 CONSUDEC, n. 169, 1970.
La reforma educativa... 171

inaplicable en 1971. Lo decimos con pena y entera responsabilidad y cono-


cimiento de causa”.43 En mayo, monseñor Antonio J. Plaza, arzobispo de La
Plata y presidente de la comisión de educación de la Conferencia Episcopal
Argentina, le escribió una nota al ministro Tagliabúe diciendo que “el modo
en que fue dispuesta la reforma vino a perturbar la escuela argentina”.44
En otra columna se recordaba “¡Cuántas veces hemos sostenido la indis-
pensabilidad de abreviar nuestra prolongada escuela primaria! Es un reclamo
mundial. Piaget no existe de balde […] Una larga - casi interminable- escuela
primaria, genera deserción, porque nadie, y menos un niño, se liga a un siste-
ma que no le resulte significativamente deseable o interesante”.45 Refiriéndose
a los docentes opositores, sostenían que repetían “con demasiada frecuencia y
(digamos lo desagradable) no sin insidia, que la creación del nivel intermedio
responde a una orientación aristocratizante y antipopular y a una política de
privatización o, en todo caso, de marcado proteccionismo hacia la escuela
privada, sobre todo, a la de contexto confesional”, aunque ello no era cierto.46
El arzobispo de Paraná y presidente de la Conferencia Episcopal Argenti-
na, monseñor Adolfo Tortolo, se reunió con el presidente de facto Levingston.
Le pidió que el Estado cumpla con el “principio de Acción Subsidiaria” que
garantice la “libertad de enseñanza” y por tanto “provea los medios económi-
cos necesarios de una manera proporcional a todos los institutos educaciona-
les, estatales y privados reconocidos”.47 Además del subsidio, los obispos pro-
ponían que los organismos representativos de la educación privada tuviesen
una “eficaz intervención en la elaboración de la reforma proyectada”.
En mayo de 1971 el CONADE aprobó el Plan Nacional de Desarrollo y
Seguridad (1971-1975) y en el capítulo sobre Educación se sugería introducir
el Nivel Intermedio.48 La medida llegó tarde, ya que Cantini renunció el 21
de mayo y el siguiente mandatario, Gustavo Malek, suspendió la reforma en
junio. Atendiendo al nuevo clima social y al profundo cuestionamiento que
estaba recibiendo la “Revolución Argentina”, prometió que en la elaboración
de los planes futuros iban a estar “convenientemente representadas las or-
ganizaciones gremiales docentes, así como también el sector universitario”.

43 CONSUDEC, n. 170, 1970.


44 cit. en VILLAVERDE, Aníbal (coord.) La escuela… cit., p. 255.
45 CONSUDEC, n. 172, 1970.
46 CONSUDEC, n. 170, 1970.
47 CONSUDEC, n. 183, 1971.
48 VILLAVERDE, Aníbal (coord.) La escuela…. cit.
172 Política y cultura durante el “Onganiato”

Añadió que, “sin dejar de reconocer la verdadera importancia de la enseñanza


privada, la gestión buscará por todos los medios la jerarquización de la ense-
ñanza pública estatal”.49
De acuerdo a interpretaciones de la época, con el general Lanusse y Malek,
avanzaron en el campo educativo los funcionarios y las posiciones “laicistas
y socialistas”, que provocaron el alejamiento de católicos como Mignone.50
En esos años, el periódico Consudec criticó públicamente los cambios a los
contenidos de primaria que había realizado Malek, porque instauraban “el más
crudo y gélido ateísmo”.51
Ante el fracaso evidente de la reforma, desde el Consudec se recordaba
que las instituciones privadas y sus docentes habían sido “zarandeados de arri-
ba abajo, de izquierda a derecha, de adelante a atrás y de marcha y contramar-
cha que ahora, socorro, solo claman por algo seguro y abur!”.52 A esa altura
había sido todo una “triste experiencia” que los condujo a una “situación caó-
tica”. Además, los católicos publicaron a lo largo de 1971 una serie de notas
que reflejaban la voz y los intereses de los propietarios de los colegios, y la
preocupación por el “activismo” de los docentes del sector privado. Desde el
periódico les advertían a los maestros y profesores católicos que continuaran
afiliados a la Federación de Agrupaciones Gremiales de Educadores (FAGE)
y evitaran pasarse a otro sindicato.

Las continuidades
Con el golpe de marzo de 1976, asumieron en la cartera educativa varios fun-
cionarios de la “Revolución Argentina” vinculados a la reforma.53 Ricardo
P. Bruera fue el primer ministro de educación civil y había sido encargado
del área de Santa Fe durante esos años. Asumieron con él Tagliabúe (jefe del
SNEP), Villarreal (subsecretario de educación de nación) y Julio González
Rivero (asesor).54 Entre 1976 y 1977 Zanotti participó de un proyecto de per-

49 cit. en VILLAVERDE, Aníbal (coord.) La escuela…. cit., p. 260


50 DEL CARRIL, Mario La vida…. cit., p. 161)
51 CONSUDEC, n. 220, 1972.
52 CONSUDEC, n. 195, 1971.
53 RODRÍGUEZ, Laura Graciela Católicos… cit.
54 Otro funcionario que actuó en una y otra dictadura fue Raúl Roque Ceferino Cruz, que
ocupó el cargo de vocal del Consejo Nacional de Educación en 1966, fue subsecretario
de Educación de la nación en 1967, asesor de la Secretaría General de la presidencia de la
nación entre 1969 y 1970 y durante el “Proceso” fue rector de la Universidad Nacional del
Centro de la provincia de Buenos Aires.
La reforma educativa... 173

feccionamiento de la enseñanza media, contratado por la Dirección de Ense-


ñanza Media y Superior del Ministerio. En la prensa comenzaron a circular
versiones que la llegada al Ministerio de las mismas personas iba a terminar
con una “eventual introducción de un ciclo educativo intermedio destinado
a los niños de 12 a 15 años”, cuestión que Bruera salió a desmentir.55 El se-
gundo ministro, Juan José Catalán explicó que estaba considerando reducir la
educación primaria e incluir “salidas laborales”, “para dejar de lado aquello
de que los estudios primarios tienen por finalidad primordial el aprender a leer
y escribir”.56
En 1979 el tercer ministro fue Llerena Amadeo, quien dio a conocer un
anteproyecto de Ley de Educación que había sido elaborado por una comi-
sión presidida por Cantini e integrada por Van Gelderen, Luis Ricardo Silva y
Roberto Burton Meis.57 En ese texto se volvía a proponer la introducción del
nivel intermedio. El último mandatario, Cayetano Licciardo anunció que es-
taban dando “pasos agigantados en camino hacia la instrumentación del ciclo
intermedio”. Estas declaraciones fueron comentadas por el periódico Consu-
dec, que sugería que no se estaba “en condiciones psicológicas para aguantar
más ensayos”, ya que “el estrepitoso fracaso de lo lanzado por la Revolución
Argentina en esta materia- elaborado por lo demás por un cuerpo de expertos
y asesores de excelente nivel- “constituía una “experiencia aleccionadora (y,
desde luego descorazonante y triste), porque se trataba en la ocasión de un
intento integral y muy valioso”.58� Los católicos afirmaban que “Todo es más
difícil ahora”.

Reflexiones finales
En este artículo hemos visto que una parte importante de los funcionarios de
la cartera educativa del “Onganiato” venía de la principal organización del
laicado, la Acción Católica y estaba vinculada al sector privado y católico
de educación. Varios tenían algún tipo de relación con el CONSUDEC: co-

55 Clarín, 18 agosto 1976, p. 9.


56 La Nación, 21 marzo 1978, p. 5.
57 A la salida de la última dictadura, Salonia, Van Gelderen, Silva, Zanotti y Cantini integraron
la Academia Nacional de Educación, fundada en 1984. El presidente de la Academia fue
Avelino Porto, rector de la Universidad de Belgrano y ex presidente del Consejo de Recto-
res de Universidades Privadas entre 1975 y 1978. Un tiempo después sería de la Academia
el ex ministro Cantini. Vale decir que la Academia reunió a un heterogéneo grupo que com-
prendía también a laicistas y socialistas.
58 CONSUDEC, n. 448, 1982.
174 Política y cultura durante el “Onganiato”

nocían al Hermano Septimio Walsh, trabajaban o eran propietarios de algún


colegio secundario, y/o habían sido consultados por el periódico en calidad
de “expertos”. Los egresados del “Mariano Acosta” de maestros o profesores,
compartían otros espacios de sociabilidad común, como la docencia en la re-
cientemente creada Universidad Católica Argentina. Había también abogados
de la UBA, Universidad Nacional de Cuyo y de la Universidad del Litoral,
algunos de ellos cercanos al Instituto de Cultura Hispánica. Solían escribir en
las mismas revistas, hacían cursos similares o trabajaban en organismos como
Unesco y OEA, algunos habían sido legisladores e incursionaron en la crea-
ción de un partido católico. Fueron funcionarios de gobiernos dictatoriales y
democráticos de distinto tipo, e inclusive después de 1983, casi siempre en las
áreas educativas. Varios se incorporaron al gobierno de la última dictadura y
los menos fueron sus víctimas, como Mignone.
En relación con esto último, es preciso advertir que en este artículo hemos
mostrado en qué sentido conformaban una red que los tuvo trabajando juntos
en el Estado durante un período particular, aplicando las fórmulas del “planea-
miento educativo”. Pero este hecho no debe hacernos olvidar que las trayecto-
rias individuales de estos funcionarios, observadas en el largo plazo, exhiben
diferencias y continuidades importantes que son expresivas, en definitiva, de
la complejidad del mundo católico (particularmente de los nacionalistas y los
conservadores) y los avatares de la historia política argentina.
Ahora bien, los argentinos aplicaron una versión sui generis del programa
desarrollista de los organismos internacionales, entremezclando nociones pro-
venientes exclusivamente del ideario católico y otras más generales. Dentro
de las primeras, los católicos vieron en el anteproyecto de ley y la reforma,
la posibilidad de derogar la ley “laica” de educación, favorecer la expansión
del sistema privado y aplicar un sistema de ayuda económica más de acuerdo
al principio de Subsidiariedad. En relación a las segundas, igual que otros
funcionarios que combinaban desarrollismo con elitismo, pensaban la escuela
intermedia como un nivel de culminación de los estudios para la mayoría de
los alumnos, creían que solo una minoría tenía derecho a acceder a la escuela
secundaria y que la educación desde los primeros años, tenía que estar al ser-
vicio del mercado.
Finalmente, el nivel intermedio no pudo imponerse debido a la escasez
de presupuesto, la férrea oposición de los sindicatos de docentes públicos y
la equívoca gestión de los encargados de la cartera que terminó perjudicando,
sin quererlo, al sector privado confesional. Sin embargo, la reforma educati-
La reforma educativa... 175

va contenía varios puntos y del proyecto original sobrevivieron el pasaje de


la formación docente al nivel terciario y la transferencia de las escuelas en
la provincia de Buenos Aires, cuestiones que sí seguían el programa de las
agencias internacionales de la planificación. Estas dos medidas se llevaron a
cabo bajo las premisas de “modernizar” la preparación de los futuros maes-
tros y “racionalizar” el Estado en el caso de la segunda. La transferencia fue
rechazada por la mayoría de las jurisdicciones y se terminó de concretar en la
última dictadura (1978).
A pesar de la manera abrupta en que debió acabar el experimento, seguía
el consenso entre los especialistas en educación que el nivel intermedio era
un proyecto adecuado y se intentó proponer unos años después, nuevamente
en un gobierno dictatorial. En ese momento fueron los católicos del CONSU-
DEC los que les recordaron a las autoridades que no había que repetir viejos
errores y que la propuesta no prosperaría si volvía a plantearse sin la parti-
cipación de todos los sectores. En síntesis, los responsables de los colegios
católicos parecían ser los únicos que habían aprendido que el “planeamiento”
aplicado en forma autoritaria, no daba resultados concretos.
Entre el pasado colonial y el futuro espacial
Ideas y actores en torno a las políticas de seguridad social
del “Onganiato”

María Florencia Osuna

Introducción

E
l objetivo de este capítulo es dar cuenta de las particularidades de las
ideas y de los actores vinculados con el desarrollo del proyecto de se-
guridad social del gobierno de Juan Carlos Onganía.
Por un lado, se analizarán algunos elementos de un ideario existente en
esos años que sustentó las políticas desarrolladas en el área de seguridad so-
cial. En relación con esto, se intentará dar cuenta de los sentidos que, en el
contexto de la autodenominada “Revolución Argentina”, adquirieron la “mo-
dernización”, la “racionalización”, y lo “técnico”. Veremos que en el marco de
la formulación de las políticas sociales tuvo una importante visibilidad Agus-
tín Luis Merello, quien realizó un trabajo denominado Programa Argentino
de Seguridad Social que sentó las bases para el nuevo proyecto de seguridad
social del “Onganiato”. Para la realización del Programa…, el autor recurrió a
un método peculiar, que tuvo bastante difusión en ciertos círculos en las déca-
das de los sesenta y setenta, denominado Prospectiva. Debido a la importancia
que Merello le otorgaba a esta particular metodología de trabajo, en este capí-
tulo también intentaremos explicar en qué consistía. Es posible observar que
la Prospectiva, considerada, como veremos, una “ciencia de la anticipación”,
había encontrado su origen a finales de los años sesenta en Francia, en el
marco del nacimiento de una corriente ligada a los ejercicios de “futurología”.
No se trata, estrictamente, de un método esotérico, pero sí aparece ligado a un
imaginario de la época donde tenían lugar el futuro, el espacio exterior y las
nuevas tecnologías. Por ello, la Prospectiva, además de permitirnos compren-
der el diseño de algunas políticas vinculadas a la seguridad social, también
nos posibilita ampliar y complejizar nuestro conocimiento acerca de algunas
características del ideario y de los actores del “Onganiato” ligadas, como de-
cíamos, a lo técnico y lo moderno.
178 Política y cultura durante el “Onganiato”

Lo “técnico” y lo “moderno” en el proyecto de la “Revolución Argentina”


Algunos de los principales objetivos anunciados por el gobierno de Juan Car-
los Onganía eran la “transformación nacional” y la “modernización del país”1
o, como señala Rouquié, el reiterado “cambio de estructuras”.2 En relación
con esto, en los trabajos que analizan los principales propósitos de la autode-
nominada “Revolución Argentina” suelen aparecer dos términos que, a su vez,
están ligados: la cuestión de la “técnica” y de la “modernización”. Creemos
que estos términos no describen un único objetivo del régimen estudiado, sino
que es posible encontrarles distintos sentidos. Por un lado, con ellos los fun-
cionarios del gobierno hacían referencia a dos cuestiones relacionadas entre
sí: la racionalización y automatización de los procesos administrativos y del
estado en general, y la utopía de la resolución “técnica” de los problemas de la
comunidad. Por otro lado, estaban asociados con la búsqueda de liberalización
y competitividad de la economía argentina.
Uno de estos sentidos está muy bien expresado en un editorial del diario
La Nación de octubre de 1966, que recoge algunos de los problemas que esta-
ban en el imaginario y también en la agenda del gobierno: la diferencia entre
los “técnicos” y la “burocracia”.3 El texto empieza aclarando que “Burocracia
no es una palabra que, necesariamente, tenga sentido condenatorio”, pero de-
bido a que ha crecido “como una hidra donde cabezas y ramas se multiplican
incesantemente (…) de servidora se ha convertido en ama, cruel, despótica
y –lo que es peor- asfixiante, paralizante”, por lo cual, “la palabra burocracia
suena hoy, invariablemente, a condena, a reprobación, y burócrata a pasado a
convertirse en un calificativo de severa admonición”. Sin embargo, proseguía,
“frente a la visión pesimista que el término burocracia arrastra, se levanta
en nuestros días la imagen alentadora, entusiasta, aunque con algo de temor
por su desenvolvimiento futuro, encerrada en el vocablo tecnocracia”. A los
“técnicos” se los presenta como especialistas en “cada ramo de la actividad
humana”, que poseen una capacidad particular para resolver los complejos
problemas de las sociedades de ese momento histórico. Se afirmaba que había
llegado la hora de reemplazar a los “burócratas” aferrados a “procedimientos
dilatorios e inútiles” por los “técnicos” que “hasta para los aspectos estricta-

1 ALTAMIRANO, Carlos Bajo el signo de las masas (1943-1973), Ariel Historia, Buenos
Aires, 2001, p. 81
2 ROUQUIE, Alain Poder militar y sociedad política en la Argentina, 1943-1973, Emecé
Editores, Buenos Aires, 1982, p. 265
3 La Nación, 24/10/1966
Entre el pasado colonial y el futuro espacial 179

mente burocráticos disponen de un ‘sésamo ábrete’ salvador: la racionaliza-


ción y automatización de los procedimientos”. Recogiendo el espíritu político
de ese momento, explica que se estaba discutiendo, en las esferas guberna-
mentales, la necesidad de confiar las tareas de gobierno en el rango de los
funcionarios públicos “a los técnicos, a los entendidos, a los especialistas”.
Este editorial menciona los sentidos más importantes del afán moderni-
zador del gobierno en el plano estatal. En general, la ineficiencia de los “bu-
rócratas” era relacionada con lo “político” y la idea del técnico especialista
buscaba ser desligada de esa connotación. Como afirman distintos autores, la
“Revolución Argentina” se propuso despolitizar el estado y la sociedad en su
conjunto para evitar el fraccionamiento y el conflicto. Guillermo O’Donnell
considera que esta intención permite comprender la designación de civiles
“técnicos” y “apolíticos” en los altos niveles decisorios del gobierno: ministe-
rios, secretarías de Estado y en las intervenciones a las provincias y empresas
estatales.4 Para el autor, esta decisión estaba vinculada con la naturaleza de los
regímenes burocrático-autoritarios: “Desde sus instituciones se llevan a cabo
intentos sistemáticos de ‘despolitizar’ el tratamiento de cuestiones sociales,
sometiéndolas a los que se proclama son criterios neutros y objetivos de ra-
cionalidad técnica.5
Frente a la percepción de un sector de las FFAA de una “crisis de autori-
dad” y de “fraccionamiento social”, se pretendieron ensayar medidas autori-
tarias que buscaban crear un orden social emparentado con el corporativismo.
El grupo liderado por Juan Carlos Onganía, denominado “paternalista” por el
autor citado, era partidario del “’orden’, la ‘autoridad’, y la despolitización”, y
mostraba “una veta moderna en su fascinación con los ‘técnicos’, que parecen
portadores de una racionalidad que les permite negar -y aquí esta el origen de
esa fascinación- la politicidad y conflictualidad intrínsecas a cualquier cues-
tión social”.6
Pero no sólo se buscaban “técnicos” capaces de resolver la política de
manera experta y no partidaria, sino que también, para la futura y última etapa
del proyecto (el denominado “tiempo político”) se imaginaba la participación
“técnica” de lo que llamaban las “organizaciones básicas de la comunidad”.
De esta manera, los diferentes sectores particulares, desde su especialización

4 O’DONNELL, Guillermo El Estado Burocrático Autoritario, Prometeo, Buenos Aires,


2009, p. 81
5 O’DONNELL, Guillermo El Estado, cit., pp. 58-59
6 O’DONNELL, Guillermo El Estado, cit., p. 84.
180 Política y cultura durante el “Onganiato”

y posesión de un conocimiento técnico, debían asesorar al gobierno para la


toma de decisiones y actuar como “correa de transmisión” hacia la sociedad
en la implementación de las políticas estatales.7
Las expectativas de modernización estatal repercutieron en la creación
de un determinado perfil de funcionario, pero también en la propia organi-
zación de la estructura del estado. El régimen ministerial del “Onganiato”
estuvo signado por una clara impronta racionalizadora, de hecho, a partir de
la ley 16.956 de Ministerios, en septiembre de 1966, se redujo la cantidad de
carteras de ocho a cinco: Interior, Relaciones Exteriores, Economía y Trabajo,
Defensa y Bienestar Social.8 Uno de los principales fundamentos que argüía
la propuesta de ley para llevar a cabo esta modificación era que “se ha tenido
en cuenta que la dinámica del estado moderno y la rapidez y eficacia que su
condición exige aconsejan una redistribución en la materias atribuidas a los
ministros y secretarios de estado”.9
Además, el proyecto modernizador que “debía hacer de la Argentina una
gran potencia”10 incluía la esfera estrictamente económica y, en varios traba-
jos consultados, se lo relaciona estrechamente con ella. Rouquié señala que
“los ejes de la modernización planeada pasaban por el apoyo a la iniciativa
privada, la limitación del intervencionismo estatal y un crecimiento abierto a
las inversiones extranjeras y la competencia externa que permitiría bajar los
costos”.11 La racionalización de la economía implicaba la supresión de “to-
das las protecciones de naturaleza social o política que obstaculizaran la libre
competencia e impidieran la formación de capital”, por lo cual, los “expertos”
del Ministerio de Economía de Adalbert Krieger Vasena consideraban impor-
tante suspender buena parte de la legislación social redistributiva existente:
“la modernización de la economía implicaba cierta regresión social”.12 Esto
explicaba la necesidad de implementar medidas represivas que prohibieran
toda actividad política y contuvieran las manifestaciones de descontento: “ha-
bía que gobernar con mano dura”.13 Es importante señalar que, en general,
el término “tecnócrata” suele utilizarse, en la bibliografía consultada, para
referir a los “técnicos liberales” de la cartera económica. Por lo cual, las ideas

7 O’DONNELL, Guillermo El Estado, cit., p. 91


8 La Nación: 05/09/1966; 22/09/1966; 25/09/1966;14/10/1966
9 La Nación, 25/09/1966
10 ROUQUIE, Alain Poder militar, cit., p. 274
11 ROUQUIE, Alain Poder militar, cit., p. 258
12 ROUQUIE, Alain Poder militar, cit., p. 274
13 ROUQUIE, Alain Poder militar, cit., p. 275
Entre el pasado colonial y el futuro espacial 181

de “técnica” y “modernización” encuentran una raigambre muy fuerte en esta


esfera.
Traemos a colación estos discursos sobre lo “nuevo” y lo “moderno”,
muchas veces asociado con lo “técnico” en sus variados sentidos, porque pa-
reciera ser que constituyó una especie de paradigma desde donde se pensaba,
se imaginaba y se proyectaba la política pública. En relación con esto, busca-
remos dar cuenta del “proyecto modernizador” para el caso de la seguridad so-
cial, intentando rescatar, problematizar y profundizar sus sentidos específicos.

Los puntos de confluencia de militares, funcionarios y técnicos


Militares y civiles, liberales, nacionalistas y “paternalistas”, socialcristianos
y “tecnócratas”, llevaron adelante este “experimento autoritario”, tal como lo
denomina Carlos Altamirano. A pesar de las diferencias evidentes entre unos y
otros, existían, como dijimos, algunos objetivos comunes: fundamentalmente,
la erradicación de la política y el conflicto, y el desarrollo y la modernización
del país.
La fascinación por la “técnica” y la “modernización” de los sectores li-
berales, “paternalistas” y nacionalistas, tanto militares como civiles, propor-
cionaba cierta unidad ideológica y de metas a todos estos grupos. Altamirano
afirma que los nacionalistas, que ocupaban las áreas más “políticas” de la
administración, “habían incorporado al repertorio histórico del nacionalismo
–critica del individualismo liberal y de la “partidocracia”, apología de la au-
toridad, el orden y la unidad del cuerpo nacional- una nueva veneración por
la modernización y el industrialismo”,14 y que “en ese culto a los signos de la
modernización (…) la definición militar de la realidad y la definición tecno-
crática se alimentaban recíprocamente”.15
A pesar de estas coincidencias, cada uno de los sectores internos de las
FFAA tenía también una ideología singular, y redes políticas y sociales par-
ticulares. Onganía era el representante del sector que O’Donnell denomina
“paternalista”, caracterizado por un espíritu tradicionalista, y por un ideario
católico, antiliberal y corporativista.16 Este grupo estaba entroncado con las
corrientes tradicionalistas de la iglesia y tenía un origen de clase media pro-
vinciana. Onganía, que era un ferviente católico, participaba de lo llamados
“cursillos de la cristiandad”, lo que explica el reclutamiento del personal mi-

14 ALTAMIRANO, Carlos Bajo el signo, cit., p. 83


15 ALTAMIRANO, Carlos Bajo el signo, cit., p. 81
16 O’DONNELL, Guillermo El estado,cit., pp. 83-84
182 Política y cultura durante el “Onganiato”

nisterial en medios católicos, fundamentalmente, en los círculos integristas


de la derecha socialcristiana o nacionalista católica.17 En relación con esto,
existía un conjunto de grupos e instituciones como el Ateneo de la República,
la Ciudad Católica, la Universidad del Salvador y la Universidad Católica
Argentina por donde circulaban y desde donde se reclutaron muchos de los
funcionarios del régimen.18
La corriente de los “liberales”, en estos años tuvo como líderes a los ge-
nerales Julio Alsogaray y Alejandro Lanusse. Varios de sus colaboradores pro-
venían de la alta clase urbana. Según O´Donnell, esta ideología correspondía
a los sectores más modernos, dinámicos y poderosos de la sociedad, y afirma
que las organizaciones de la gran burguesía, el capital transnacional y la gran
prensa “se entienden con los militares liberales y proveen el punto de origen y
de retorno para los ‘técnicos’ civiles que no tardan en controlar los principales
resortes e la economía”.19 Sus amistades y conexiones estaban, por familia y
por elección, orientadas hacia el mundo de la gran burguesía y el circuito de
abogados, economistas, publicistas e intelectuales que lo circundaba. Se con-
sideraban demócratas y creían que “la imposición de un sistema autoritario es
una lamentable necesidad que, aunque deba durar un largo tiempo, no obsta
para que en su punto de terminación quieran hallar nuevamente democracia
política”. 20
A pesar de las diferencias ideológicas y sociales de cada sector, todos
experimentaban la misma fascinación por lo “técnico” y, a la hora del reclu-
tamiento del personal ministerial, se privilegiaba a los especialistas. Como
explica Guido Giorgi, el conjunto de sociólogos, politólogos, filósofos, eco-
nomistas, abogados, entre otros, que tenían alguna relación con el mundo ca-
tólico y apoyaron y participaron de la “Revolución Argentina” desde el campo
político y cultural, en universidades y ocupando cargos en el Estado; no eran
“cualquier tipo de católicos”, sino que “todos ellos son reconocidos exper-
tos en ciencias sociales o jurídicas, y dispuestos a poner su conocimiento al
servicio del gobierno militar”.21 Rouquié, por su parte, cita la descripción de

17 ROUQUIE, Alain Poder militar, cit., pp. 259-260


18 GHIO, José María La Iglesia Católica en la política argentina. Prometeo, Buenos Aires,
2007, pp.160-161; SELSER, Gregorio El Onganiato (I), Hyspamerica, Buenos Aires, 1986.
19 O’DONNELL, Guillermo El estado,cit., p. 93
20 O’DONNELL, Guillermo El estado,cit., p. 85
21 GIORGI, Guido Ignacio “Redes católicas y estado en la ‘Revolución Argentina’”, Ciencias
Sociales y Religión/Ciências Sociais e Religião, Porto Alegre, ano 12, n. 12, octubre de
2010.
Entre el pasado colonial y el futuro espacial

la revista Ulises acerca de estos católicos: “‘tecnócratas de sacristía’, espiri-


tualidad provinciana y modernismo norteamericano (…) El ‘tradicionalismo
modernizador’ de la caballería se proyectaba en sus aliados civiles”.22
Entre los sectores “paternalistas” y católicos es posible observar, constan-
temente, esa convivencia entre las exigencias de “racionalidad”, “eficiencia”,
tecnología y modernización con un énfasis en los principios de la Doctrina
Social de la Iglesia, la tradición y el modo de vida “occidental y cristiano”. Es-
tos rasgos del espíritu de los protagonistas más visibles de la “Revolución Ar-
gentina” era también ilustrado por el diario La Nación, “Hay una revolución
que con imaginación, responsabilidad y audacia tomará todos los elementos y
valores vigentes del pasado para conjugarlos en el proceso de modernización
que permitirá a la Argentina ocupar el puesto que legítimamente le correspon-
de. 23
Este imaginario en el que la “tradición” y la “modernización”, el pasado
y el futuro se encontraban para darle forma a las ideas, a la práctica política y
al estado, se encontraba también en el contenido de los cursos dictados en la
Escuela Superior de Guerra, en donde algunos de los intelectuales católicos
que tendrían un importante protagonismo durante la “Revolución Argentina”,
como Juan Pichon Rivière, Juan Manuel Saravia (h), José Miguens y Mariano
Grondona, todos ellos dirigidos por el Gral. Juan Guglielmelli, estuvieron a
cargo de estos cursos desde los años anteriores al golpe de 1966.24
A pesar de lo expuesto, no sería atinado afirmar que esta particular con-
junción de elementos ideológicos sólo ocurrió en el marco de la intelectuali-
dad católica. Creemos que, al contrario, en ese contexto histórico existieron
algunas ideas y un imaginario que fue apropiado por diversos sectores. Nos
referimos, principalmente, a la Doctrina Social de la Iglesia y al imaginario
que liga modernización, tecnología y futuro.
Al reparar en algunos pocos datos disponibles que poseemos sobre la bio-
grafía de uno de los principales “técnicos” del campo de la seguridad social,
Agustín Luis Merello, convocado por Juan Carlos Onganía en julio de 1966
para organizar el sistema de seguridad social argentino; vemos que era posi-
ble la existencia de expertos un tanto heterodoxos en relación al cuadro que
describíamos anteriormente. A pesar de esto, en sus escritos subsistían estos
dos elementos tan presentes que ya hemos anunciado: la fascinación por las

22 ROUQUIE, Alain Poder militar, cit., pp. 259-260.


23 La Nación, 26/10/1966
24 ROUQUIE, Alain Poder militar, cit., p. 233
184 Política y cultura durante el “Onganiato”

técnicas modernas como medio privilegiado de resolución de los problemas


sociales, y la apelación y postulación de los Principios de la Doctrina Social
de la Iglesia como orientadores de la política social.
Según Wilder Rojas Díaz, el director de una revista peruana llamada
CanalTI. Información para el negocio tecnológico, Merello fue profesor de
estrategia en la Universidad de Buenos Aires, promovió la Prospectiva “para
generar modelos de futuros posibles y delinear estrategias”, y también hizo
“Teatro del Futuro” en Francia. El periodista recuerda que Merello, en los
años ochenta, estaba diseñando en una computadora la escenografía de una
obra de teatro experimental escrita por él, llamada “El y ella a través del tiem-
po”, luego presentada en el seminario internacional “Cómo veo el teatro”.25
También sabemos que Merello había participado en 1975 en un happening
ideado por Marta Minujín llamado “La academia del fracaso”, llevado a
cabo en el Centro de Arte y Comunicación del Museo de Arte Moderno de
la Ciudad de Buenos Aires, donde él oficiaba de “Rector de la Academia del
fracaso”.26 Además de esta relación con el teatro de vanguardia de los años
sesenta, en los documentos escritos o dirigidos por él que analizamos para
acercarnos a las particularidades de la seguridad social del “Onganiato”, se
filtran recurrentemente conceptos vinculados al psicoanálisis y a lo que, en
esos años, comenzaba a llamarse “futurología”. Es decir, en los pocos datos
que pudimos obtener hasta el momento de su biografía aparecen referencias
a campos de la vida social que los sectores tradicionalistas del gobierno de
Onganía rechazaban y combatían.
Cuando desarrollemos el “método prospectivo” y el Programa Argenti-
no de Seguridad Social de Merello nos adentraremos en la particular mirada
del autor. Sin embargo, teniendo en cuenta lo dicho sobre el “Onganiato” y
luego de haber esbozado sólo algunos rasgos del perfil de este técnico, resulta

25 Disponible en: http://www.canalti.com.pe/canalti/edicionimpresa/pdf/CTI_199.pdf


26 En esta obra la artista Marta Minujín buscaba reflexionar sobre “las potencialidades inhe-
rentes y liberadoras del fracaso”. Al parecer, en la escenografía había una “tarima triunfa-
lista” donde el espectador “podría recibir todo tipo de vítores, para luego pasar a recibir una
vacuna y el consiguiente ‘certificado internacional de vacunación contra el triunfalismo’”.
También existía un “test” a partir del cual, el público podía evaluar qué tipo de “fracasado”
era. En la introducción de un supuesto cuestionario que acompañaba al happening podía
leerse: “En Viamonte 452, de 10 a 19 horas, se entrega el test para ubicarse como fracasa-
do. Además, quienes deseen colaborar con la Academia del Fracaso, serán atendidos por
la artista Marta Minujín y el Rector de la Academia del Fracaso, Agustín Merello, los días
miércoles de 18 a 19 horas.”. Ver: http://www.lasveladas.com/2011/02/11/%C2%BFque-
clase-de-fracasado-es-usted-averiguelo-en-la-academia-del-fracaso/
Entre el pasado colonial y el futuro espacial 185

llamativo que haya formado parte del régimen y que, además, haya sido una
figura tan interpelada y respetada. Pareciera ser que la convergencia de cier-
tas utopías modernizadoras con los principios de la doctrina socialcristiana
no eran sólo el signo distintivo de los sectores católicos tradicionalistas con
los que se suele asociar al gobierno estudiado y, quizás, esta conjunción de
elementos trascendía los límites nacionales y de grupo. Las características de
ese contexto histórico y sus particulares utopías y expectativas, nos permiten
explicar el lugar que ocupó Merello en el diseño de las políticas de seguridad
social del “Onganiato”.

Prospectiva: “la ciencia de la anticipación”


La Prospectiva era definida por Agustín Merello como “una sistemática men-
tal que, en su tramo más importante, viene desde el futuro hacia el presente”.27
Consistía en imaginar, con la mayor exactitud posible, el futuro deseable
(el “futurable”). Y luego, desde ese futuro imaginado, “reflexionar sobre el
presente con el fin de insertarse mejor en la situación real, para actuar más
eficazmente y orientar nuestro desenvolvimiento hacia ese futuro objetivado
como deseable”. 28 El objetivo era contrastar el “futurable” con la situación
presente y realizar los planes necesarios para intentar alcanzarlo, según el au-
tor esto consistía en realizar “una articulación ensambladora de las pulsiones
individuales para lograr el Futurable”29. Merello aclaraba, en distintas oca-
siones, que “La actitud prospectiva no consiste en adivinar el futuro probable
sino en preparar el futuro deseable”. 30 Esta “actitud mental” debía seguir una
metodología determinada que, ayudada por las “nuevas técnicas y modernas
herramientas” debía hacer cada vez más probable el futuro deseable. Se consi-
deraba que los adelantos tecnológicos de la época, tales como la investigación
operativa, las computadoras, la ingeniería de sistemas y las técnicas de inves-
tigación motivacional, contribuían a hacer posible el alcance de los futuros
imaginados y deseados.
El Programa Argentino de Seguridad Social (PASS), dirigido por Mere-
llo, es un documento que reviste una gran importancia para entender el lugar

27 MERELLO, Agustín Prospectiva. Teoría y práctica, Editorial Guadalupe, Buenos Aires,


1973, p. 18
28 MERELLO, Agustín Prospectiva, cit. p. 18
29 MERELLO, Agustín Prospectiva, cit., p. 18.
30 MERELLO, Agustín Programa Argentino de Seguridad Social, Edición consulta, 1965.
Pág. 1-2
186 Política y cultura durante el “Onganiato”

teórico, conceptual, metodológico y también político desde el cual se estaba


planteando en la década de 1960 el problema de la seguridad social argentina.
Este plan, a su vez, se había realizado a partir de este “método prospectivo”.
De acuerdo a sus difusores, la Prospectiva, a nivel internacional, habría
surgido en la década de 1950. El término fue acuñado en 1957 por el creador
de esta corriente, el filósofo y empresario francés, Gastón Berger, al fundar el
Centre d’Estudes Prospectives. En 1958, el Instituto de Investigación de Stan-
ford, Estados Unidos, estableció el “Servicio de Planeación de Largo Plazo”.
Y luego, los “futurólogos” Olaf Helmer, Nicolas Rescher y Theodor Gordon,
entre otros, empezaron a desarrollar el campo de los “pronósticos tecnoló-
gicos”. En 1960, el politólogo y economista francés Bertrand de Jouvenel,
que también es considerado uno de los principales constructores y difusores
de esta corriente, creó el “Comité International Futuribles” que tuvo cierta
importancia en su momento y continúa existiendo en la actualidad31. También
publicó un libro de referencia sobre el tema llamado El arte de la conjetura.
Otros acontecimientos internacionales que suelen mencionarse como relevan-
tes para entender la historia de este modo de pensamiento es la publicación
del libro de John Mc Hale El futuro del futuro; y la fundación del “Hudson
Institute”32 por parte de Max Singer, Oscar Ruebhousen y Herman Kahn. En
1964, Robert Jungk creó la “Fundación Humanidad 2000” y se creó el “Centro
Teilhard para el Futuro del Hombre”. En 1966, nació en Estados Unidos la
“Sociedad Mundial del Futuro”; un año más tarde, en Francia, la “Asociación
Internacional Futuribles” y la “Federación Mundial de Estudios de los Futu-
ros” (aunque ésta se fundaría formalmente en 1973).
En lo que respecta a la difusión de la Prospectiva en Latinoamérica, Ar-
gentina suele considerarse “pionera”. A fines de la década de 1960, aparecie-
ron los trabajos de Oscar Varsavsky, exiliado en Venezuela, quien desarrolló
métodos de experimentación (o simulación) numérica para facilitar la explo-
ración cuantitativa de futuros alternativos a nivel nacional.33 Poco más tarde,
al inicio de la década de 1970, Amilcar Herrera participó activamente en el
Modelo Mundial Latinoamericano (que culminaría en la publicación, en 1976,

31 Ver http://www.futuribles.com
32 Al igual que otros centros y revistas creadas en los años sesenta ligadas a la “futurología”,
sigue existiendo en la actualidad. Ver el siguiente enlace: http://www.hudson.org/learn/
index.cfm?fuseaction=history
33 En base a esta metodología, Varsavsky escribió Proyectos Nacionales-Planteo y estudios de
viabilidad, Ediciones Periferia, Buenos Aires, 1971.
Entre el pasado colonial y el futuro espacial 187

de ¿Catástrofe o Nueva sociedad? de la Fundación Bariloche), en el que, entre


otros, colaboraron los argentinos Carlos Mallman, Jorge Sábato y Enrique
Oteiza. De esa misma época son otros aportes de argentinos al campo de la
Prospectiva, tales como: la fundación de la Revista 2001 , por Miguel Grin-
berg, “con orientación de futuro”; el estudio “Lineamientos para un nuevo
proyecto nacional”, de un grupo de la Universidad de Tucumán encabezado
por Héctor Ciapuscio34; el libro Argentina Proyecto Nacional: Razón y diseño,
de Ángel Monti; el libro Prospectiva: Teoría y práctica, de Agustín Merello;
y poco después la fundación de la revista América Latina 2001. Revista Lati-
noamericana de Ciencia, Tecnología y Futurología, de Horacio Godoy.
En Argentina, a los pocos meses del golpe de 1966, un grupo de politó-
logos ligados al Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad del Salva-
dor conformado, entre otros, por Raúl Puigbó, Carlos Alberto Floria, Mariano
Grondona, José Luis de Imaz y Julio Álvarez, publicó un libro llamado La
“Revolución Argentina”. Análisis y prospectiva. En el prólogo se afirma “este
tipo de análisis [el prospectivo] es típico de la ciencia política contemporánea,
ya que por medio de esta gimnasia intelectual se puede prever las necesidades
y situaciones futuras; es un sutil juego intelectual de abstracción que permite
ubicarse en un supuesto punto de observación situado en el futuro, y desde tal
perspectiva proyectarse a la actualidad”. 35 Otros miembros de la intelectua-
lidad católica argentina, por ejemplo el sociólogo Juan Pichón Rivière, que,
como señalábamos anteriormente, estaba a cargo de los cursos en la Escuela
Superior de Guerra, también escribían y publicaban en revistas de Prospectiva
de la época, por ejemplo, en la revista francesa Futuribles. 36 Pero, además de
estos intelectuales católicos, como veíamos anteriormente, esta tendencia in-
ternacional a pensar “desde el futuro” era experimentada por actores diversos.
Agustín Merello, en su libro Prospectiva. Teoría y Práctica, explica: “La
reflexión sistemática sobre el futuro comienza a partir de 1957, el mismo año
en que el Sputnik incursionó por primera vez en el espacio”. 37 La Prospectiva,

34 Ciapuscio publicó, a partir de la Prospectiva, Lineamientos de un nuevo proyecto nacional,


Universidad Nacional de Tucumán, 1971.
35 AAVV, La “Revolución Argentina”. Análisis y prospectiva, Depalma, Buenos Aires, 1966,
p. 15
36 En 1964, Pichón Riviere publicó en la revista Futuribles un artículo llamado “L’avenir de
l’Argentine” (“El futuro de la Argentina”). Sin explayarse sobre esta cuestión, Rouquié
afirma “Este ejercicio de prospectiva es harto significativo del barniz modernista con que se
cubre a las viejas ideologías autoritarias”. Ver ROUQUIE, Alain, cit., pp. 233-234.
37 Ídem, pp.11-12.
188 Política y cultura durante el “Onganiato”

el futuro, el espacio exterior y los astronautas eran tópicos muy habituales en


los años sesenta como también es posible observar en los periódicos de tirada
nacional de la época. Además existía una gran fascinación por la informática
y la computación. Esto puede verse en las apreciaciones y definiciones que
realiza Merello sobre la computadora: “herramienta instrumental potenciali-
zadora del cerebro humano”38; también afirmaba que “hombre y maquina se
complementan, se refuerzan y se fertilizan mutuamente”39, y consideraba que
o “el lenguaje de la programación, o sea , el medio de expresión común a la
máquina y al hombre que permite el diálogo recíproco” permitía a una misma
computadora “estar procesando la trayectoria de un cohete a la luna e instantes
después, con un nuevo programa, resolviendo intrincados y delicados proble-
mas de la moderna seguridad social”. 40
Creemos que es importante tener en cuenta este imaginario porque nos
permite expandir y complejizar los sentidos de lo “moderno” y de lo “técni-
co” del proyecto del “Onganiato”. También habilita un espacio para realizar
nuevos interrogantes, por ejemplo, preguntarnos si no estamos en presencia
de un conjunto de utopías de la época que, al mismo tiempo, hicieron posible
la confluencia de distintos actores en el proyecto del régimen y en las agencias
del estado.
Una de las preguntas que sería interesante responder es, entonces, de qué
manera los diversos sentidos descriptos de lo moderno, lo técnico y la ra-
cionalización, junto con algunos principios socialcristianos, impactaron en el
proyecto del gobierno destinado al sistema de seguridad social.

El Programa Argentino de Seguridad Social


De acuerdo al diario Clarín, Agustín Merello, durante los primeros días
de la dictadura, había sido citado dos veces por Onganía para que comenzara
a diseñar los lineamientos del futuro sistema de seguridad social argentino.
41
Como observamos anteriormente, Merello no pertenecía al mundo de los
“tecnócratas de sacristía” y, sin embargo, en su trabajo se entrelazaban los

38 MERELLO, Agustín Programa, cit., p. 24-5.


39 MERELLO, Agustín Programa, cit., p. 24-5.
40 MERELLO, Agustín Programa, cit., p. 24-4 (subrayado nuestro).
41 Clarín, 13/07/1966.
Entre el pasado colonial y el futuro espacial 189

principios sociales de la iglesia42 y las ideas de modernización, tecnificación


y desarrollo.
En el extenso Programa Argentino de Seguridad Social (PASS) aparecen
distintas cuestiones. Por un lado, reflexiona sobre el sistema de seguridad so-
cial existente en el país y define problemas, diagnósticos y posibles solucio-
nes. Por otro lado, explica detalladamente el método a utilizar para proyectar
un nuevo sistema de seguridad social, es decir, la Prospectiva. Y, también, en
relación con esto último, se da cuenta de las nuevas tecnologías (sobre todo,
de la informática) y de los avances en las ciencias sociales (por ejemplo, en la
sociología y en la psicología) que permitirían proyectar y viabilizar las solu-
ciones que se propusieran.
Además de la coincidencia con los aspectos mencionados del ideario ge-
neral del gobierno de Onganía, una cuestión que permite inscribir el PASS en
ese “clima de época”, es la clara intención de pensar en el futuro, no sólo en la
modernización, sino en la idea del “cambio de estructuras”, la construcción de
una meta que empalmaba con las particulares utopías de un gobierno que, más
allá del contenido si se quiere tradicionalista o corporativista, se consideraba
revolucionario. En la justificación de la relevancia del PASS se explicaba que
la rapidez con que el fenómeno social se producía obligaba a “zambullirse” en
el futuro: “la aceleración permanente y creciente del progreso nos obliga hoy a
expresar la problemática social en función del futuro”. 43 La necesidad de mo-
dernizar el sistema de seguridad social, incorporando nuevos métodos, apare-
ce como un punto de partida incuestionable y se lo asocia con esos cambios
más generales.44 En el PASS se afirmaba que “el desarrollo económico y social
sólo podrá ser el resultado de medidas de modernización encaradas con visión
prospectiva”. 45 Esto también explicaba la pertinencia de este “método”: “la
seguridad social, disciplina que debe regular una realidad en continuo cambio,
debe recurrir, para ser eficaz, a la visión prospectiva”. De esta manera, podía

42 Los distintos sectores del mundo católico: de izquierda, tradicionalistas y conservadores


interpretaron y se apropiaron de diversas formas de la encíclica Populorum Progressio, la
Conferencia de Medellín y del Documento de San Miguel. Ver OBREGON, Martín Entra
la cruz y la espada. La Iglesia católica durante los primeros años del “Proceso”. Bernal,
Universidad Nacional de Quilmes, 2005, p. 37.
43 MERELLO, Agustín Programa Argentino de Seguridad Social, cit., p.1-1.
44 MERELLO, Agustín Programa, cit., Prólogo.
45 MERELLO, Agustín Programa, cit., Prólogo.
190 Política y cultura durante el “Onganiato”

lograrse un régimen “coherente y racional de seguridad social, basándose en


la dinámica misma de la sociedad”. 46
Además de la recurrencia de las ideas de modernización, transformación
y futuro, aparece otra que, como decíamos, formaba parte de discurso del go-
bierno: la idea de resolución técnica de la “cuestión social”. Los objetivos de
tecnificación del sistema a partir de la implementación de nuevas tecnologías
suponían que, de esta manera, era posible reducir al máximo las irracionali-
dades y errores en la planificación e implementación de las políticas públicas:
“Hoy existen medios técnicos que permiten no sólo conocer, sin distorsiones o
prejuicios ideológicos los problemas sociales, sino también planear acertada-
mente su solución”. 47 El proyecto de creación de un nuevo sistema de seguri-
dad social “con miras al futuro” gracias al progreso técnico y científico, según
Merello, se contrapondría a la forma en que se había resuelto la problemática
social hasta ese entonces, “con miras al momento inmediato”.48
Uno de los primeros pasos para la proyección de un nuevo sistema de
seguridad social siguiendo el método prospectivo era la adopción de una “ac-
titud prospectiva”:
“el primer paso consiste en elevarse del tráfago cotidiano, por
un acto de magnanimidad, a la altura de los grandes princi-
pios y en situarse, por un acto de anticipación, lo más lejos
posible en el futuro. Así aparece el horizonte prospectivo. Allí
debemos forjar el ideal. Para construirlo debemos desde ya
ponernos de acuerdo sobre el tipo de sociedad que queremos
lograr”. 49

46 MERELLO, Agustín Programa, cit., pp. 1-1 y 1-2.


47 MERELLO, Agustín Programa, cit., pp. 1 y 2.
48 MERELLO, Agustín Programa, cit., pp. 1-2. En un discurso de Agustín Merello que repro-
dujo el diario Clarín el 13/07/1966 aparecía expresado con claridad el mismo diagnóstico:
“por su rigidez las estructuras sociales existentes no se adaptaban a la cambiante realidad.
Por esta causa continuamente se sancionaban nuevas leyes, que trataban de salvar los erro-
res de las leyes anteriores, creando una inflación legislativa cuyos resultados se traducían
en normas contradictorias, superpuestas, confusas, etc.. Se ensayaron soluciones, pero estas
fueron meras proyecciones de ideas y formulas del pasado; así, sólo se proyectaban al futu-
ro problemas y frustraciones”.
49 MERELLO, Agustín Programa, cit., p. 1-3.
Entre el pasado colonial y el futuro espacial 191

Para crear el “ideal programado” o el “futurable” -relacionado con la sociedad


que se deseaba construir- se debía elegir como punto de partida un conjunto
de valores sobre el que no hubiera demasiada discrepancia.
Los valores que propone el PASS para diseñar el sistema de seguridad
social son los principios de la Doctrina Social de la Iglesia que, en gran me-
dida, también fueron el basamento de distintas políticas del “Onganiato”. Es
posible observar que no se les imprime un sentido religioso, ni se los asocia
con las encíclicas y las bulas papales, sino que se los toma como principios
pasibles de ser aceptados por la mayor parte de la población. Principalmente,
se hace énfasis en la Responsabilidad individual, la Solidaridad y la Subsidia-
riedad. La Responsabilidad implicaba la participación activa de las personas
frente a los riesgos de la vida y en la construcción de su futuro. Se consideraba
necesario evitar que la expansión de la seguridad social asfixiara este senti-
do de responsabilidad. Con esto también estaba vinculada la Subsidiariedad:
las “sociedades mayores” (Municipio, Provincia, Estado nacional) no debían
reemplazar a los individuos, familias o a las “organizaciones intermedias” en
lo que estas podían realizar por sí mismas. De esta manera, se evitaría tergi-
versar la realidad de la seguridad social “que es la resultante del esfuerzo de
todos”. A su vez, el principio de Solidaridad implicaba la participación de los
distintos sectores de la comunidad para crear y sostener el sistema: “En el
mundo del futuro nadie podrá realizar su prosperidad si no forja también la de
los demás”. También aparecía el principio de Inmediación, que suponía que
los órganos de gestión de la seguridad social se encontraran cerca del lugar de
trabajo o residencia de los beneficiarios, para que se agilizara el otorgamiento
de las prestaciones.
El ideario socialcristiano que se estaba postulando de manera tácita, tam-
bién aparecía en el PASS de otras maneras, por ejemplo, cuando se conside-
raba la importancia de que todos los “grupos intermedios” de la comunidad
participen en el estudio y resolución de sus propios problemas. Esta idea co-
rresponde al principio socialcristiano de Participación, muy ligado a la Sub-
sidiariedad y Responsabilidad. En este sentido, se afirmaba que “esta manera
autentica de asociar a la población –a través de sus grupos intermedios- en la
preparación y ejecución de un plan, despierta la responsabilidad de ser verda-
deramente democráticos”. 50 De hecho, a partir de esta idea de participación de
los propios sectores interesados en la proyección y discusión de estas políti-

50 MERELLO, Agustín Programa, cit. Estas propuestas también nos permiten observar su
vinculación con las diferentes políticas gubernamentales de tipo corporativista y comuni-
192 Política y cultura durante el “Onganiato”

cas, en los primeros meses del gobierno de Onganía, se entregó el PASS a la


Confederación General del Trabajo y a la Confederación General Económica
para que lo evaluaran, lo discutieran y aportaran sus puntos de vista.
En este Programa, además de abundantes consideraciones sobre diagnós-
ticos, métodos y principios, existe una propuesta concreta para el sistema de
seguridad social del “argentino del futuro”. A pesar de que los funcionarios del
Ministerio de Bienestar Social no siempre mencionaban al PASS y a Merello,
en los discursos y en las políticas concretas impulsadas aparecían sus mismas
propuestas. En este sentido, creemos que este documento es muy relevante
para intentar entender los proyectos de seguridad social del gobierno de On-
ganía. Al sistema proyectado en el PASS y que también aparece de manera
reiterada en los discursos oficiales se le adjudicaban las siguientes caracte-
rísticas: racional, controlado, unificado, centralizado, homogéneo, moderno
y tecnificado. Al prestar atención a las políticas efectivamente implementa-
das, se observa la importante presencia de la informática, las computadoras
y la aplicación de las últimas tecnologías disponibles para la modernización
y racionalización en la resolución de los problemas sociales. Por ejemplo,
uno de los objetivos centrales a cumplir estaba vinculado con la “inscripción
e identificación” en los registros de la seguridad social no sólo de los benefi-
ciarios, sino de todas las personas que ingresaran al mercado de trabajo. De
esta manera, se crearía “un sistema de identificación personal sobre la base
del AG “autogenerado”, compuesto por siete dígitos primarios (año, fecha de
nacimiento y sexo, inicial del apellido y del nombre) y dos dígitos secundarios
para casos de coincidencia”. 51 El ministro de Bienestar Social Julio Álvarez
también anunció la creación de un “Sistema único de identificación: que ase-
gure el control de la afiliación, del aporte y del otorgamiento de las prestacio-
nes”. 52 En la misma línea, otro de los objetivos anunciados por el ministro
para el nuevo sistema de seguridad social era la “Creación de un centro único
de computación: extensible a otras esferas del Ministerio que al mecanizar los
servicios reduzca costos y acelere trámites”.53 El proyecto de Merello también
proponía la creación de un centro de investigación y planeamiento de la segu-
ridad social, y se le daba importancia a la consulta de los expertos para decidir

tarista que buscaban la participación de la comunidad. Ver los trabajos de Gabriela Gomes,
Guido Giorgi y María Barbarito incluidos en este libro.
51 MERELLO, Agustín Programa, cit., p. 22-2.
52 Clarín, 06/10/1967.
53 Clarín, 06/10/1967.
Entre el pasado colonial y el futuro espacial 193

el rumbo de esas políticas. 54 En relación con esto, efectivamente, a mediados


de 1967, en el ámbito del Ministerio de Bienestar Social, se creó un Consejo
Técnico de la Seguridad Social (COTESES) para que orientara la reestructu-
ración del sistema.55
Para finalizar, es importante señalar que, además de las iniciativas seña-
ladas, el financiamiento y la creación de proyectos destinados a esta área de
la política social por parte del “Onganiato” se materializaron, en el año 1968,
en una de las reformas previsionales más importantes del siglo XX en Argen-
tina. Con el objetivo de centralizar y uniformar la totalidad del heterogéneo
sistema previsional, y de controlar la evasión, uniformar las prestaciones y
las condiciones para su obtención se crearon dos leyes: la 18037, destinada
a los trabajadores en relación de dependencia, y la 18038, que regía a los
trabajadores autónomos. Las trece cajas existentes hasta ese entonces fueron
agrupadas en sólo tres: Estado y servicios públicos; Industria, comercio y ac-
tividades civiles; y Trabajadores autónomos. 56. Esta importante reforma, que
será objeto de un futuro trabajo, creemos que es necesario comprenderla en el
marco de las ideas, las políticas y los proyectos que circularon en los años del
“Onganiato”. El PASS, como señalamos, aportó conceptos fundamentales e
ideas para llevar a cabo estas transformaciones.

A modo de cierre
El objetivo de este capítulo fue plantear algunos nudos problemáticos que
creemos que es necesario tener en cuenta a la hora de abordar aspectos centra-
les de la política estatal en los años del gobierno de Onganía.
En relación con esto, se tornó necesario explorar y problematizar los sen-
tidos de algunos términos comunes de la época, ligados con la modernización,
la técnica y la racionalización, y pensar qué papel jugaron a la hora de proyec-
tar la política social y, especialmente, la política de seguridad social del “On-
ganiato”. En este sentido, fue necesario expandir los sentidos de lo moderno
y lo técnico, al encontrarnos con Agustín Merello y el “método prospectivo”.
Nos preguntamos si es posible pensar que este modo de pensamiento sólo

54 MERELLO, Agustín Programa, cit., p., 22-8.


55 La Razón, 28/07/1967.
56 FELDMAN, Jorge; GOLBERT, Laura e ISUANI, Ernesto Maduración y crisis del sistema
previsional argentino, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1988; y ALONSO,
Guillermo Política social y seguridad social en la Argentina de los’90, Miño y Dávila,
Buenos Aires, 2002.
194 Política y cultura durante el “Onganiato”

era sostenido por la derecha católica; o si, en cambio, estamos en presencia


de ciertas ideas ligadas a la política y al estado que eran compartidas por un
conjunto más amplio de actores. Estos interrogantes y reflexiones orientaron
nuestra indagación y nos permitieron plantear nuevos problemas que deberán
ser abordados más exhaustivamente en futuros trabajos.
Los autores y las autoras

María del Carmen Barbarito es profesora Nacional de Historia, Lengua y


Literatura egresada de la Escuela Normal Superior de Profesorado “Joaquín
V, González”. En el año 2012 publicó su libro “Del comunitarismo a los Per-
gaminazo.1966-1970”, Fondo Editorial Municipal del gobierno de Pergamino.
En la actualidad es profesora en el Instituto de Formación Docente y Técnico
N° 122 “Arturo Illia” de Pergamino y miembro- fundador del Grupo de Inves-
tigación en Historia reciente de esa institución.

María Valeria Galván es doctora en Historia (UNLP), magíster en Sociolo-


gía de la Cultura por el (IDAES-UNSAM) y licenciada en Sociología (UBA).
Es investigadora del CONICET, con sede en el Instituto Ravignani (UBA) y
se especializó en la historia cultural, intelectual y política del nacionalismo
argentino en las décadas del 50, 60 y 70. La autora publicó varios trabajos en
publicaciones académicas nacionales e internacionales sobre esta temática y
es autora del libro El Nacionalismo de derecha en la Argentina posperonista.
El semanario Azul y Blanco (1956-1969) (Rosario: Prohistoria, 2013).

Guido Ignacio Giorgi es Licenciado en Sociología por la Universidad de Bue-


nos Aires, auxiliar docente en las facultades de Filosofía y Letras, y de Cien-
cias Sociales de dicha universidad, y estudiante del Doctorado en Ciencias So-
ciales (UBA) en cotutela con el Doctorat en Études Politiques (EHESS-Paris).
Actualmente es becario doctoral Tipo II (2013-15) del Centro de Estudios e
Investigaciones Laborales (CONICET), donde lleva adelante una investiga-
ción sobre las sociabilidades y trayectorias de los altos cuadros gubernamen-
tales del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación (1994-2011), bajo la
dirección de Fortunato Mallimaci y la codirección de Luis Donatello.

Gabriela Gomes es profesora universitaria por la Universidad Nacional de


General Sarmiento y Magíster en Estudios Latinoamericanos por el Centro de
Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de San Martín. Ac-
tualmente se desempeña como docente de la Universidad de Buenos Aires
y la Universidad Nacional de General Sarmiento. Su investigación se centra
en el análisis comparativo de las políticas sociales en regímenes dictatoriales
latinoamericanos.
196 Política y cultura durante el “Onganiato”

María Florencia Osuna es magíster en Historia (IDAES-UNSAM) y Pro-


fesora Universitaria en Historia (UNGS). Es becaria de la Comisión de In-
vestigaciones Científicas y se encuentra realizando un doctorado en Historia
en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha
investigado y publicado varios trabajos en libros y revistas nacionales e inter-
nacionales sobre la izquierda no armada en los años setenta y también sobre
las políticas sociales de las últimas dictaduras argentinas.

Laura Graciela Rodríguez es investigadora adjunta del CONICET con sede


en la Universidad Nacional de General Sarmiento y profesora en la Univer-
sidad Nacional de La Plata. Se ha especializado en historia y sociología de la
educación; historia de la universidad, y en historia social y política de las dic-
taduras. Es autora de los libros: Católicos, nacionalistas y políticas educativas
en la última dictadura (1976-1983) (Rosario: Prohistoria, 2011); y Civiles y
militares en la última dictadura. Funcionarios y políticas educativas en la
provincia de Buenos Aires (1976-1983), (Rosario: Prohistoria, 2012).

Elena Scirica es profesora de Historia por la Universidad de Buenos Aires,


donde realiza su doctorado. Es docente en dicha universidad y en el Instituto
Universitario Nacional del Arte. Es miembro del Grupo de Trabajo de Reli-
gión y Sociedad en la Argentina Contemporánea (RELIG-AR). Sus investi-
gaciones se orientan al estudio de grupos católicos intransigentes y contrarre-
volucionarios en la Argentina de los años sesenta. Ha publicado artículos en
libros y revistas especializadas, y es autora y editora de numerosos libros y
manuales de texto.

Martín Alejandro Vicente es licenciado en Comunicación Social (FCECS-


USAL, 2006), magister en Ciencia Política (IDAES-UNSAM, 2009) y can-
didato al Doctorado en Ciencias Sociales (FSOC-UBA). Fue docente en la
FCECS-USAL y es miembro del Grupo de Historia Reciente de la UNGS. Sus
temas de investigación se centran en la historia político-intelectual de las dere-
chas y, en particular, en los intelectuales liberal-conservadores en la Argentina
en el período 1955-1983, sobre los que ha publicado artículos y reseñas en
revistas del país y del extranjero.

José Zanca es profesor de historia por la Universidad de Buenos Aires y doc-


tor en historia por la Universidad de San Andrés. Es miembro de la Carrera
Los autores y las autoras 197

de Investigador del CONICET y profesor invitado en el Departamento de Hu-


manidades de la Universidad de San Andrés. Ha publicado Los intelectuales
católicos y el fin de la cristiandad (1955-1966) (Fondo de Cultura Económi-
ca, 2006); Cristianos antifascistas: conflictos en la cultura católica argentina
(1936-1959) (Siglo Veintiuno, 2013) y junto a Roberto Di Stefano Pasiones
anticlericales. Un recorrido iberoamericano (UNQ, 2014).

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