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Ulrich Beck El Riesgo para La Libertad
Ulrich Beck El Riesgo para La Libertad
Todos estos riesgos (con excepción del terrorismo) en cierto modo forman parte
del desarrollo tecnológico, pero también cristalizaban temores que se habían
expresado durante la fase de modernización de estas nuevas tecnologías. Sin
embargo, ahora se produce un acontecimiento en el que un riesgo se constituye
de golpe en un problema mundial, como ocurre en la amenaza para la libertad
que han puesto en evidencia las revelaciones de Edward Snowden. Estamos ante
una lógica del riesgo completamente distinta.
Dicho de otro modo: la catástrofe habría ocurrido, pero nadie se habría dado
cuenta. Eso supone una completa inversión de la situación, que puede verse de
otro modo: al principio, todos los riesgos globales compartían varias
características. Todos revelaban en las experiencias cotidianas la
interdependencia global.
En el caso del riesgo para la libertad, lo que se pone en tela de juicio son las
posibilidades de control de los propios Estados nacionales democráticos; en los
demás casos, los cálculos de probabilidad, la protección de las compañías de
seguros, etcétera.
También tenemos que vérnoslas con una inflación de las catástrofes que se
ciernen sobre nosotros, en la que cada nueva catástrofe amenaza con degradar a
la siguiente: el riesgo financiero eclipsa el riesgo climático. El riesgo del
terrorismo eclipsa los riesgos digitales para la libertad. Esto último es, por lo
demás, uno de los obstáculos centrales que impiden reconocer públicamente y
convertir en objeto de acción pública ese riesgo para la libertad.
Es verdad que ese reconocimiento se está produciendo ahora, pero aún es muy
frágil. Si se busca un actor poderoso que tenga auténtico interés en que se tome
conciencia pública de ese riesgo y, por consiguiente, mueva a adoptar acciones
políticas, lo primero que nos viene a la cabeza es el Estado democrático. Pero eso
sería poner el lobo a guardar las ovejas. Es precisamente el Estado, en
cooperación con las grandes corporaciones digitales, el que ha levantado ese
poder hegemónico para optimizar su interés esencial, que es la seguridad
nacional e internacional. Pero esto podría suponer un paso histórico que nos
apartara del pluralismo de los Estados nacionales en dirección a un Estado digital
mundial libre de cualquier control.
Suena muy pesimista. Pese a ello, hay que ir un paso más allá y plantearse si
nosotros, como científicos sociales, hombres corrientes y usuarios de estos
instrumentos de información digital, ya nos hemos dotado de conceptos
adecuados para describir cuán profunda y fundamentalmente se han
transformado la sociedad y la política. Creo que carecemos aún de categorías,
mapas y brújula para este Nuevo Mundo.