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LOS QUE NO QUIEREN (QNQ)

El optimismo pedagógico

Frente al desánimo, es necesario tener fe en lo que hacemos y pensar que se pueden conseguir las
metas perseguidas. Pero conviene saber que es necesario también:

• La preparación previa y continua del profesorado.

• la planificación (incluyendo las variables socioemocionales)

• El trabajo en equipo.

• La implicación de las familias y el apoyo de las administraciones educativas.

La obligatoriedad: una situación conflictiva

Parimos de una situación conflictiva: la obligatoriedad.

Ante ello, los profesores, con sus buenas o malas prácticas contribuyen a atenuar o a agravar los
problemas que genera.

Ante la obligatoriedad hay que construir un currículo en el que quepan todos y, en muchas
ocasiones, un enfoque exclusivamente académico es excluyente... Además, tener a los alumnos
delante durante varias horas al día y no intervenir sobre ellos para socializarlos es un despilfarro
social.

La diversidad de intereses y actitud.: los que no quieren La diversidad no sólo se centra en las
capacidades y cocimientos. También en las expectativas, interese, actitudes y a esto, en general se
le dedica poca atención.

Se tratará de integrar en el desarrollo de la clase a los que no pueden, pero también a los que no
quieren.

Por qué no quieren: entenderles para cambiarles

Hay multitud de causas por las que no quieren (obligatoriedad, falta de cultura del esfuerzo, falta
de expectativas de éxito, percepción subjetiva de falta de capacidad, falta de fuerza de voluntad,
ausencia de hábitos de trabajo, problemas personales y/o familiares, presentismo (necesidad de
querer todo aquí y ahora), competencia de estímulos alternativos, brechas cognitivas y
socioemocionales...). El primer paso es entenderles para cambiarles.

La olvidada formación integral: el fracaso académico y el fracaso socioemocional

La educación incluye el desarrollo de competencias cognitivas y socioemocionales (educación


integral). Por ello, hay que combatir el fracaso socioemocional don el mismo énfasis y grado de
planificación, si no mayor, que el fracaso académico. Porque, además, sólo mejorando las
competencias socioemocionales mejoramos el rendimiento académico.
Los que no quieren (QNQ)
Sí hay soluciones mágicas: el optimismo pedagógico

La frase «no hay soluciones mágicas» debe de ser una de las más repetidas en
el mundo educativo, además de producir efectos devastadores sobre la moral
ya de por sí decaída de muchos docentes. No sé quién la usó por primera vez,
pero caló. Y sin embargo es falsa: sí hay soluciones mágicas, pero recordemos
que la magia consiste en aprender números de magia y, una vez aprendidos,
ensayarlos y perfeccionarlos hasta mecanizar su aplicación y que parezcan eso:
mágicos. El profesor puede ser un mago. Un animoso mago que domine una
serie de números de magia didáctica que le permitan dar clase en las mejores
condiciones posibles, controlando, motivando y creando un clima relacional
pacífico y productivo a la vez.

El punto de partida para aprender números de magia didáctica es el


optimismo: inyectarnos una buena dosis de fe en lo que hacemos, pensando
que se pueden conseguir las metas perseguidas. Frente a la actitud de
desánimo fatalista que a menudo se instala en el mundo educativo («esto cada
vez va peor», «no hay nada que hacer»), podemos inspirarnos en la actitud del
mundo científico, que nos da ejemplos de persistencia para seguir
investigando sin desmayo soluciones a problemas aparentemente
irresolubles.

Pero conviene no olvidar que no habrá soluciones mágicas sin:

Una preparación previa y continua del profesorado sobre cómo gestionar-


acondicionar la clase eficazmente.

Una planificación, no sólo de los contenidos académicos de la materia, sino


también (o sobre todo) de las variables socioemocionales.

Un trabajo en equipo del profesorado.

Implicación de las familias.

Una atención preferente de las administraciones educativas a la logística o


implementación de las intenciones educativas, es decir, a la transformación de
las intenciones marcadas en las leyes educativas en instrucciones claras,
precisas y eficaces para que el profesorado sepa cómo llevarlas a la práctica.

Idea-guía
En la tormenta, el pesimista se queja del viento; el optimista, espera a que cese
el viento; el realista, prepara las velas para aprovecharse del viento. (G. S.
Ward)
Preparemos pues las velas para cada día cumplir mejor nuestra misión y, lo
que no es menos importante, estar más satisfechos en/con nuestro trabajo.

La obligatoriedad: una situación conflictiva


La obligatoriedad genera reacciones en contra. A diferencia de otros ámbitos,
en la escuela obligatoria no surgen los conflictos durante el proceso (que
también), sino que se parte de una situación conflictiva de partida, provocada
por la obligatoriedad, de lo cual podemos extraer algunas conclusiones.

Los profesores, con sus buenas o malas prácticas docentes, contribuyen a


atenuar o agravar los problemas que genera la obligatoriedad.

El profesor ha de adaptarse funcionalmente a la situación formándose en la


adquisición de habilidades de gestión que le permitan crear condiciones
propicias para la convivencia y el aprendizaje.

Una de las funciones primordiales del profesor es convertir el carácter de


«trabajos forzados» que para algunos alumnos tiene la actividad escolar en
algo que no lo sea.

La plena escolarización es una oportunidad de educar que no se puede


desaprovechar: quizá sea la última ocasión de influir sobre determinados
jóvenes inmersos en contextos socio-familiares de riesgo. Tener a los alumnos
delante varias horas al día y no intervenir sobre ellos para socializarlos es un
despilfarro social.

Con escolarizar no basta: el reto es educar/transformarlo.

Evitar clases clasistas: una clase con un enfoque exclusivamente académico es


excluyente. Hay que dar cabida a otros contenidos, como los
socioemocionales: la educación del respeto, el autocontrol, la autoestima o la
empatía, entre otros. Todos ellos deben tener su espacio en el currículo si se
pretende una formación integral de la persona, de modo que los que no
alcancen objetivos académicos, sí puedan conseguir al menos objetivos
socioemocionales. En palabras de Elena Martín (2006), «hay que construir un
currículo en el que quepan todos».

La diversidad de intereses y actitud: los que no quieren


Una enseñanza obligatoria, en la que tienen cabida todo tipo de alumnos y en
la que consecuentemente no hay ningún filtro de selección, lleva aparejada
diversidad:
 De capacidades (alumnos que pueden y que no pueden).
 De conocimientos (alumnos que saben y que no saben)
 De expectativas (alumnos que esperan algo de la actividad escolar y
otros que no esperan nada).
 De intereses (alumnos que quieren y que no quieren).
 De actitud (alumnos con actitud positiva, fluctuante y negativa).

Si bien la diversidad de capacidades y conocimientos se suele asumir y encarar


de manera más o menos planificada, no se suele dedicar la misma atención a
la diversidad de intereses o de actitud, llegando a considerar a los alumnos que
no quieren (sin intereses académicos y con actitud negativa) únicamente como
aspirantes a la exclusión de la clase. El profesor de niveles obligatorios lo es de
todos los alumnos sin excepción y, por lo tanto, entre sus funciones está
intentar integrar en el desarrollo de la clase a los que no pueden, pero también
a los que no quieren (QNQ en adelante). Quizá la tópica frase «enseñar al que
no sabe» se debería sustituir hoy en día por «enseñar al que no quiere».

Por qué no quieren: entenderles para cambiarles


El primer paso es entenderles para cambiarles. Hay multitud de causas detrás
de las actitudes negativas ante lo escolar, no todas ellas achacables al alumno:
habría también que incluir, al menos (no nos olvidamos de las causas relativas
a otros agentes educativos, como la calle o los medios de comunicación), las
causas relacionadas con las familias (nivel de implicación, tiempo de
dedicación…) y el profesorado (grado de implicación, formación
inicial/permanente, aceptación del papel de educador…), aunque aquí nos
centraremos por motivos de espacio en aquéllas sobre las cuales el
profesorado tiene una capacidad de intervención más o menos inmediata.

Algunas causas responsables de la actitud negativa de los alumnos ante la


clase son:
 La obligatoriedad, que provoca reacciones en contra.
 La falta de cultura del esfuerzo.
 La falta de expectativas de éxito.
 La percepción subjetiva de falta de capacidad.
 La falta de fuerza de voluntad y perseverancia.
 La ausencia de hábitos de trabajo.
 Los problemas personales y/o familiares.
 El lugar secundario que los estudios ocupan en su escala de valores.
 El presentismo (necesidad de quererlo todo aquí y ahora, con el
subsiguiente desinterés por los planes a largo plazo, y los estudios lo
son).
 La competencia de estímulos alternativos (que le divierten más, que le
proporcionan mayores satisfacciones, que le exigen menos esfuerzo…).
 Las brechas cognitivas (están muy lejos de tener posibilidades de éxito)
y socioemocionales (están muy lejos de tener intención de intentarlo).

La olvidada formación integral: el fracaso académico y el fracaso


socioemocional

La educación, especialmente en niveles obligatorios, debe favorecer la


formación integral del alumno, lo que incluye el desarrollo de competencias
cognitivas, pero también (o sobre todo) de competencias socioemocionales.
La educación es mucho más que una mera transmisión de conocimientos en
una época en la que la información se ha globalizado y es mucho más accesible.
Cada vez tienen menos sentido los profesores-porteadores-transmisores de
información y cobran mayor importancia los profesores-entrenadores
centrados en el desarrollo de competencias socioemocionales de sus alumnos
que les faciliten un aprendizaje autónomo. Al igual que fueron desapareciendo
los porteadores de agua cuando la canalización la llevó directamente a las
casas, los profesores porteadores de conocimientos deben irse transformando
en asesores que guíen a sus alumnos en sus aprendizajes.
Entender la formación integral como tal implica tener bien presentes ciertas
consideraciones:

Hay dos metas básicas a conseguir en los alumnos: que sean buenos
estudiantes y que sean buenos ciudadanos. Con aquéllos con los que no se
puede conseguir lo primero, deberíamos centrarnos en lo segundo: de todos
los alumnos se puede conseguir alguna mejora/transformación, de lo cual
podemos deducir que no sobra ninguno. Según Voli (2005), «uno de los
problemas del sistema educativo es que todavía no ha aceptado plenamente
que la educación escolar no se dirige simplemente a enseñar contenidos, y que
su mayor tarea es formar personas».

Hay que combatir el fracaso socioemocional con el mismo énfasis y grado de


planificación, si no mayor, que el fracaso académico, pues está en la raíz de
muchos reveses académicos y de todos los conflictos.

Idea-guía
Sólo mejorando las competencias socioemocionales mejora el rendimiento
académico.
Dar clase a los QNQ
Dar clase es complicado, pero hacerlo a los QNQ mucho más. A las dificultades
inherentes a la labor docente (planificación de actividades, dominio de
contenidos, búsqueda de estrategias didácticas eficaces…), se añaden los
problemas de disrupción provocados por alumnos que, además de no trabajar,
obstaculizan la labor del profesor y de otros alumnos. A cualquier profesor le
gustaría disponer de un grupo de alumnos ansiosos por aprender y de
exquisito comportamiento, pero esto no deja de ser un sueño que algunos
confunden con la realidad, al creer que «alguna varita mágica» les va a
disponer a los alumnos para que pueda impartir «su clase» con comodidad. No
hay varita mágica: dar clase a los QNQ requiere cierta preparación y actitud
del profesor para disponer a sus alumnos favorablemente hacia la tarea
escolar, especialmente a los que no están predispuestos. A las actuaciones del
profesor tendentes a crear en los alumnos una disposición favorable hacia la
actividad escolar es a lo que llamamos gestión de la clase.

Ideas-guía
Debemos saber cómo dar clase a los QNQ para poder dar clase a los que
quieren.
A los QNQ hay que darles otra clase de clase.

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