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ACTIVIDAD 9 Jose Luis
ACTIVIDAD 9 Jose Luis
En mi criterio, para que un niño asesine, tiene que haber una vulnerabilidad de tipo
biológico o psicológico, siendo que en el primer caso puede tratarse de algo innato
o bien de un daño o alteración cerebral que haya afectado los mecanismos
reguladores de la conducta, sobre todo en lo que respecta al control de los
impulsos.
Los múltiples factores pueden dividirse en exógenos e internos, división esta que
es clave a la hora de saber qué tan rescatable es tal o cual niño asesino en
concreto. Dice por ello el especialista Vicente Garrido: “Cuanto más peso tengan
en cada caso los factores exógenos, los factores ambientales y educativos, más
posibilidades de recuperación. Y al revés, cuanto más pesen los factores internos,
es decir, de temperamento o personalidad, peor es el pronóstico. Si presenta
rasgos que en un adulto serían catalogados como de psicopatía, como
insensibilidad o falta de arrepentimiento, el pronóstico es peor (…). Una
personalidad psicopática lo seguirá siendo, seguirá manipulando y buscando
siempre su conveniencia, pero puede llegar a interiorizar que hay unos límites que
no debe traspasar.”. Esto nos muestra que un niño con tendencias psicopáticas no
está condenado al crimen, pero lógicamente es mucho más propenso a caer en él,
dado un entorno determinado, que un niño sin esas tendencias en ese mismo
entorno.
Ahora, y en cuanto a los factores externos, tenemos que el niño que mata, y en
líneas generales el niño que delinque con violencia, suele haber sido víctima de
abandono, maltrato, carencias emocionales, y usualmente pobreza. Puntualmente
en lo que son los maltratos, las estadísticas muestran que aproximadamente un
90% de los niños maltratados se convierten en personas violentas y maltratadoras,
y empiezan ya desde temprano a manifestar esa violencia, pudiendo en casos
excepcionales plasmarla en el asesinato…
Ya a nivel de los mecanismos psicológicos, a veces estos suelen ser profundos y
nada evidentes. Por ejemplo, los psicólogos afirman que, cuando el niño mata con
ensañamiento, está manifestando en ello un deseo inconsciente de destruir la
imagen que tiene de sí mismo como ser vulnerable, buscando así librarse del
sentimiento que tiene de ser una víctima. Otra situación interesante es la que se
da con la humillación; pues, cuando un niño es humillado, frecuentemente se
dispara en él un mecanismo psíquico que le lleva a ver en los demás la causa de
todos sus males; y esto, desde luego, va haciendo que se acumulen deseos de
venganza, aumentando la probabilidad de que el niño busque hacer daño, ya que
eso equivaldría a atacar la fuente de sufrimiento.
La historia del “Petiso orejudo” es una de las más escalofriantes que puedan
encontrarse dentro de la criminología moderna a mi parecer. Este muchacho
argentino, llamado Cayetano Santos Godino, comenzó su carrera criminal con tan
solo 7 años de edad, escogiendo a otros niños como sus víctimas. Godino, quien
además era pirómano, tuvo en vilo a toda la población de Buenos Aires de
principios del siglo XX. La estremecedora vida del Pequeño orejudo, el niño
asesino, ha sido llevada a la gran pantalla de mano del director madrileño Jorge
Algora, bajo el titulo “El niño de barro. La historia de Cayetano Santos Godino
coincide completamente con la de muchos otros asesinos en serie adultos y, como
suele suceder, comienza con una infancia tortuosa. Hijo de inmigrantes
calabreses, este muchachito nacido en 1896, en la ciudad de Buenos Aires, tenía
siete hermanos y un padre alcohólico y maltratador. Fiore Godino, su progenitor,
había contraído sífilis incluso antes de que naciera Cayetano, lo que le trajo al niño
graves problemas de salud. Incluso podría decirse que ya desde pequeño el
“Petiso orejudo” conoció la muerte de cerca, a causa de las enfermedades que le
afectaban. Godino se crió en la ley de la calle. Las reglas de una ciudad repleta de
inmigrantes en ese principio de siglo XX y que todavía estaba muy lejos de ser lo
que sería tiempo después. De hecho Almagro y Parque Patricios, hoy dos
sectores plenamente integrados en la capital argentina, eran zonas linderas y con
descampado. Esos barrios serían el epicentro de las andanzas de este niño, al
que muchos no dudarían en calificar como un verdadero monstruo. Cayetano
desde los cinco años comienza a recibir educación formal en diversos centros
escolares. Pero la falta de interés en el estudio y su comportamiento violento e
indisciplinado hacen que Godino vaya de un colegio a otro con rumbo errante. Su
hábitat natural eran las calles y descampados. Le encantaba matar gatitos y
observar como agonizaban. También sentía adoración por el fuego. Estaba claro
que el “Petiso orejudo” no era un niño normal y corriente. Tenía tan solo 7 años
cuando cometió su primer acto violento hacia una persona. La edad en la que un
chico debería estar más preocupado por sus juegos y fantasías propias de la
niñez. Pero a Cayetano, le atraían otras cosas. A pesar de su aspecto flacucho,
sus orejas prominentes y su baja estatura, Godino tenía un gran poder de
atracción sobre los menores. Los invitaba a sus juegos, les ofrecía caramelos y así
lograba llevarlos a zonas donde nadie pudiera ver lo que pretendía hacer con
ellos.
La primera de sus víctimas, aunque tuvo la suerte de que nada grave le sucediera,
fue Miguel de Paoli, un niño de casi dos años, que fue golpeado por el “Petiso” y
después arrojado sobre una zanja llena de espinos. Un agente que circulaba por la
zona se percató de lo ocurrido y llevó a los niños a la comisaría, donde fueron
recogidos por sus madres unas horas más tarde. Un año más tarde, sería el turno
de Ana Neri, una vecina suya que apenas tenía 18 meses de edad. También tuvo
fortuna la pequeña Anita, ya que los golpes que Cayetano le infringió con una
piedra no llegaron a matarla gracias a la intervención de un policía que advirtió lo
que sucedía y puso fin al asunto. Godino salió de prisión esa misma noche por su
corta edad. Ya para aquel entonces se había iniciado en la delincuencia menor
junto a su amigo Alfredo Tersi y su padre había descubierto una gran cantidad de
pájaros muertos que el “Petiso” guardaba debajo de su cama. Su primera víctima
mortal estaba al caer.
Aunque nadie se enteraría hasta tiempo después. Una niña de 18 meses de edad,
era golpeada y luego enterrada viva por Cayetano, quien cubrió la fosa con latas y
otros desperdicios. Este hecho había ocurrido en 1906, cuando Godino ya contaba
con 10 años de edad. La muchacha fallecida, presumiblemente, sería María Rosa
Face, sobre quien se había efectuado la denuncia de desaparición y jamás había
regresado. En el terreno baldío donde el “Petiso” adujo enterrarla se construyó un
edificio de dos plantas. Así es que nunca pudo corroborarse la confesión del niño
criminal. Para ese entonces, Cayetano Santos Godino parecía ser una persona
irredimible. Tenía 10 años de edad, se había convertido en un masturbador
compulsivo y en un auténtico irreverente. Sus padres no sabían que hacer con él,
fue el mismo Fiore Godino quien lo denunció ante las autoridades. Cayetano pasó
dos meses tras las rejas, para volver a su vida habitual: la de la vagancia y el
morbo. Después de agredir a Severino González Caló (a quien intentó ahogar) y a
Julio Botte (le quemó los párpados con un cigarrillo), nuevamente sus progenitores
lo entregan ante las autoridades. Era 1908 y ese Cayetano de 12 años de edad
fue enviado a pasar sus días en la Colonia para menores de Marcos Paz. Se sabe
el efecto que suele causar una estancia en prisión para cualquier recluso. Lejos de
rehabilitarlo y reinsertarlo en sociedad, aunque aprendió allí a leer y escribir, los
duros días de reclusión lo devolvieron a las calles mucho más endurecido, frío y,
por supuesto, ávido de crímenes. Tres años pasó allí y salió hecho todo un
adolescente, pero un adolescente que había vivido cosas que otros no. Cayetano
se hacía fuerte en las calles. Deja de transitar los lugares por donde andaba
siempre y se dirige hacia las zonas más lúgubres de la ciudad. Allí empieza a
consumir alcohol y a inmiscuirse en cuestiones no del todo santas. Sus padres
consiguen que trabaje en una fábrica, pero tan sólo dura tres meses en su puesto.
Estaba claro que su carrera se encontraba en otro sitio. Su próxima víctima mortal
sería Arturo Laurora, un joven de 13 años, quien apareció brutalmente golpeado,
semidesnudo y con un cordel en su cuello estrangulándolo. Algunos días antes, el
17 de enero de 1912, Godino había prendido fuego una bodega de la calle
Corrientes. Cuando fue detenido, sus palabras fueron claras y no mostraban
ningún tipo de remordimientos: “me gusta ver trabajar a los bomberos. Es lindo ver
como caen en el fuego”.
Justificación
Escogí este caso en particular para connotar que los niños siempre serán victimas
muy vulnerables tanto en altos como bajos estratos sociales, supervisados o con
omisión de cuidado, en hogares disfuncionales como funcionales.