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Universidad de Chile

Facultad de Filosofía y Humanidades

Profesora Claudia Gutiérrez

Estudiante Carla Rivera

“Testimoniar bajo la venda: dificultades para la reconstrucción de la experiencia de la


tortura”

Introducción: la precondiciones políticas para la proliferación de testimonios en


América Latina.

América Latina atravesó por un periodo políticamente crítico en el que gran parte de los
países, incluyendo Chile, sufrieron la experiencia de la dictadura militar. Bajo dichos
regímenes, muchas personas fueron perseguidas, encarceladas y torturadas en centros de
detención clandestinos. La violación sistemática de los DDHH en nuestro hemisferio
propició desde las década de 1960, una proliferación de distintos registros testimoniales de
las experiencias en la tortura, como una denuncia de la violencia estatal. En el caso
particular de nuestro país, el testimonio tiene un auge mucho mayor a partir del año 1973,
luego del golpe de Estado. En todos estos testimonios, se describen situaciones e
impresiones diversas de la vivencia de la tortura o la prisión y es gracias a ello, que hasta
hoy podemos recabar ciertos datos de la violencia que ayudan a la construcción de un
pensamiento crítico que corrija la historia oficial, entre otros efectos. Podemos decir,
entonces, que la crisis política de América Latina en sus distintas formas y años, constituyó
las precondiciones necesarias para el uso del testimonio.
Es así como en Chile existe una vasta y lamentable biblioteca de relatos testimoniales a
partir de la experiencia de la dictadura militar, y es a través de ellos que logramos
aproximarnos a una experiencia otra. En esta investigación, en particular, me interesa
visibilizar los métodos de tortura usando el testimonio político de Marcia Merimo, alias La
Flaca Alejandra, en cuyo relato podemos descubrir detalles de las distintas formas de
tortura física y psicológica narrados en primera persona. En efecto, han de existir múltiples
tácticas y dispositivos de flagelo, sin embargo analizaremos en especial, el uso de la venda
constante sobre los ojos como uno de los artefactos de tortura psicológica utilizados
tácticamente para producir dos posibles efectos que relacionaré: en primer lugar, el quiebre
de mundo que puede propiciar la imposibilidad de orientarse en el espacio y al mismo
tiempo, la incertidumbre angustiosa de no identificar al verdugo. En segundo lugar,
conviene analizar cómo es que dicha desorientación en el espacio se expresa en los
testimonios de las víctimas como aquel dato faltante en el recuerdo de la tortura.

La lectura de testimonios reales de la prisión política en Chile nos permitirán evidenciar no


tan sólo el fenómeno de la tortura y el uso de la venda y otras tácticas de represión, sino que
a partir de la narración de su experiencia podemos poner en tensión la dificultad de
contrastar los hechos recordados con la realidad. En este sentido, el testimonio y su relación
con la verdad están en constante disputa, y los y las propias testimoniantes son
sometidos/as a los criterios judiciales para acreditar o desacreditar aquello que tengan que
decir acerca de su vivencia en el horror de la prisión política. En esa parte de la
investigación, a la que me dedicaré más adelante, analizaré cómo la reconstrucción de la
vivencia, el testimonio y la verdad en constante relación con el uso de la venda y la
dificultad que ésta significa para la persona que ha experimentado la tortura construya un
relato fiable de acuerdo al canon de verdad mencionado.

El uso de la venda, una táctica de desorientación.

El uso de la venda se puede evidenciar a través de diversos relatos de prisioneros y


prisioneras producto de las dictaduras militares en Chile y en América Latina. Es común
encontrarnos, conforme leemos distintos los relatos, que tanto el traslado como la estadía
en los centros de detención clandestinos se realizaban con los ojos vendados o con un saco
en la cabeza, de forma tal que el/la prisionero/a no pudiera reconocer el camino, el lugar, e
incluso no poder distinguir el día de la noche. En torno a esta cuestión, es que el análisis de
la venda se vuelve interesante; ya que podemos preguntarnos por la potencia que la venda
tiene para propiciar en quien la usaba –forzosamente- una ruptura, una grieta en su mundo.

“Me ataron las manos, me vendaron, me patearon y me llevaron a golpes e insultos


a una pieza. Me amarraron a una silla. Me descubrieron los senos. Me dijeron que
les indicara cuando quisiera hablar (…) Continuaron hasta que simplemente no
soporté más. Es imposible medir el tiempo que dura la tortura”1

El párrafo anterior es un pequeño fragmento del testimonio de Marcia Merino, La Flaca


Alejandra. Corresponde al recuerdo de la primera tortura que le infringieron en el centro de
detención clandestino en Londres 38. A partir de él, no tan sólo se reconoce el uso de la
venda sino que también uno de los efectos inmediatos de la tortura: la desorientación
respecto del tiempo que dura la tortura. Esta cuestión suscita una pregunta clave: ¿Cómo la
venda posibilita la desorientación en el mundo que se percibe? Efectivamente, la irrupción
del campo visual en un contexto de tortura y violencia extrema y sistemática significa para
la persona torturada una desventaja en tanto que le imposibilita reconocer el lugar donde se
encuentra y con quién o con quiénes se encuentra. La desorientación en el espacio y el
tiempo es un patrón que podemos avizorar en la medida que avanzamos con la lectura del
testimonio2. Por ello, necesitamos entender cuál es la importancia táctica de la interrupción
de la visión en función de desconectar a la víctima de la tortura del espacio exterior a ella.
Hay que considerar, además, que la tortura es una puesta en escena que sigue una
metodología previamente calculada. Así nos demuestra el fragmento siguiente, extraído del
manual de interrogación de la CIA: “La privación de estímulos induce a regresión mediante
la imposibilidad de la mente del sujeto de entrar en contacto con el mundo externo,
forzándolo dentro de sí mismo”3

La violencia ejercida que coarta la posibilidad de conectarse con el mundo exterior está
contemplada y regulada tácticamente en este manual, sólo por contar con un solo ejemplo

1
Merino, M. (1993) Santiago, p. 23
2
A lo largo del testimonio de Marcia Merino, alias la Flaca Alejandra, se encuentran aproximadamente doce
fragmentos en los que hace alusión a haber estado vendada en situación de extrema tensión, donde el no
poder ver intensificaba las sensaciones de desesperación, y que por supuesto, hacían disolverse los patrones
de tiempo y espacio.
3
CIA. (1983) p. 90
de instrucción de tortura organizada. Según el fragmento escogido, la privación de
estímulos de todo tipo son reducidos al máximo para que el/la prisionera se vuelva más
vulnerable y propensa a hacer lo que a los verdugos les satisfaga. En el caso del testimonio
electo acá, es Marcia Merino la víctima de estas manipulaciones, que la llevaron a estar
angustiada y sumisa, según ella misma relata a partir de uno solo de tantos recuerdos,
cuando fue trasladada junto con otros prisioneros, a Colonia Dignidad:

“En ese vehículo nos llevaron al norte y pasado Chaimávida, aproximadamente unos
20 kilómetros al norte de Concepción, me pusieron algodón, scocht y venda en los
ojos, y algodón en los oídos, situación que me aterró (…) El vehículo se detuvo
frente a lo que me pareció un portón de entrada donde había un foco muy potente
que nos alumbraba, pues me traspasó la venda”4

Penetran a través de la venda las luces y reflejos más potentes. Es así como Marcia Merino
reconstruye muchas veces su relato testimonial, tal como si estuviera hilando
cuidadosamente disgregados trozos de tela. Muchos de sus recuerdos también son
completados por aquello que le han comunicado otros/as sobrevivientes de la dictadura
militar chilena. La construcción de la memoria, y la actualización del recuerdo representan
una tarea compleja cuando se trata de una experiencia en la que las facultades sensoriales
están obstaculizadas por dispositivos como la venda. En efecto, ¿Cómo conectarse con el
mundo exterior cuando, forzosamente, interceptan los sentidos?

La (des)conexión con el mundo, el campo perceptivo de Merleau-Ponty

Sabemos, por Merleau-Ponty, que el cuerpo es el vehículo de la experiencia. Para efectos


de esta investigación, tengo el desafío de pensar en aquel cuerpo situado en la compleja
experiencia de la tortura. De este modo, cabe analizar la manera en la que el/la sujeto que
percibe está imbricado/a en el mundo y cómo está enlazado/a con él. El cuerpo de la
experiencia está anclado a un sitio, a un espacio que es susceptible a su descripción mas no
a la constitución del mismo; la relación entre el cuerpo y el mundo se da de forma
espontánea y por lo tanto, no es pre-teórica. En consecuencia, el sujeto que percibe al
objeto percibido conforman una estructura entrelazada; tal como el mismo filósofo lo

4
Merino, M. (1993), Santiago. p. 75. La cursiva es mía.
indica: “Ser cuerpo es estar anudado a un cierto mundo, vimos nosotros, y nuestro cuerpo
no está, ante todo, en el espacio: es del espacio”5. Según esto, el espacio que circunda al
cuerpo es el despliegue de ser del mismo. Cada vez que percibe un objeto del mundo, se
percibe a sí mismo en virtud de la implicancia recíproca con el espacio donde sitúa la
experiencia. La percepción del sujeto respecto de los objetos y del campo perceptivo, tiene
de esta forma, muchos modos de acceder, por lo que en esta ocasión escogí particularmente
indagar sobre el fenómeno de la mirada y el campo visual coartado por dispositivos de
tortura. En efecto, para quien puede ver sin dificultad, el mundo se le ha de revelar
directamente a través del campo visual a su disposición; la venda como utensilio encargado
de impedir la visión del mundo exterior, clausura la posibilidad de fijar cualquier objeto
circundante. ¿Qué significa esto? Que la mirada es una forma de percibir y habitar el
mundo de forma efectiva, “ver es entrar en un universo de seres que se muestran”6

La facultad de ver significa también la operación de afirmar el mundo y constituir un


sentido a partir de él. Cuando vemos un objeto, éste está posibilitado por los otros objetos
que constituyen un horizonte, y conforman así un sistema en el que no puede mostrarse uno
sin el otro7. La imposibilidad de ver o percibir objetos en situaciones clave de la prisión
política, no sólo significa no recibir ciertos estímulos sino que implica un aislamiento
visual. Es decir, que la venda coarta el flujo constante de los datos del exterior y el mundo
que circunda a cualquier sujeto/a perceptor/a, impidiendo construir un relato integral de la
experiencia perceptiva.

“Si creemos en un pasado del mundo, en el mundo físico, en los «estímulos», en el


organismo tal como nuestros libros lo representan, es, ante todo, porque tenemos un
campo perceptivo presente y actual, una superficie de contacto con el mundo o en
perpetuo enraizamiento en él, es porque éste viene sin cesar a asaltar e investir la
subjetividad como las olas rodean unos restos en la playa.”8

Si por un lado sostenemos que la experiencia del campo perceptor está en perpetuo
enraizamiento con él, no quiero decir que el uso de la venda rompa definitivamente este

5
Merleau-Ponty, M. (2000). Barcelona, p. 165
6
Íbid. p. 88
7
Íbid. p. 87
8
Íbid. p. 223
entrelazamiento. Este dispositivo más bien impide asignarle sentido a ciertas experiencias
ya sea por la angustia que genera la oscuridad y la violencia, que generan un quiebre en el
mundo percibido, debido a la anomalía de no reconocer el lugar donde el cuerpo está
situado. En este sentido cabe preguntarse si es realmente la venda lo que disminuye al
sujeto/a perceptor.

En efecto, a partir del relato, podemos evidenciar que no tan sólo la venda opera en la
situación de la tortura, sin embargo es un artefacto aliado del verdugo, y un dispositivo de
uso constante, que encubre su imagen e imposibilita a la víctima para conocer su ubicación,
el camino entre un centro de detención y otro; además de la distinción clara del tiempo. La
prohibición de estos datos básicos que pueden reportarse a través de la mirada,
desconfiguran el despliegue habitual de un sujeto perceptor del mundo.

“(…) todo el sistema implantado por la DINA en ese y en otros recintos, era para los
detenidos una tortura permanente: el estar vendados día y noche; amarrados, perdida
de la noción del tiempo, sin ninguna condición de higiene, prácticamente sin
alimentación, poco líquido, degradados a una condición casi animal y sometidos a
todo tipo de humillaciones y amedrentamientos”9

Es a esta situación a lo que llamo desconexión del mundo perceptivo, no tener a disposición
los datos del campo visual en el contexto de urgencia, tortura y sobrevivencia, se vuelve en
contra de la víctima para disminuir, en conjunto con otros modos de tortura, las
posibilidades de mantenerse emocionalmente tranquilo/a, para resistir la violencia. Además,
de la debilidad física producto de golpizas y/o inanición. “Un interrogador habilidoso puede
ahorrarse una gran cantidad de tiempo mediante el entendimiento de la necesidades
emocionales del interrogado”10

La preocupación por la venda remite principalmente al intento de los verdugos de romper


el enlace recíproco con el mundo a través de la obstaculización de la percepción en el
aislamiento visual. La perturbación de la percepción, en este sentido, también podría
perturbar la espacialidad del propio cuerpo y mutilar de forma constante o momentánea,

99
Merino, M. (1993) p. 88
10
CIA (1983), p.11
una facultad que viene de suyo a todos los/las sujetos perceptores. En este sentido es que la
tortura del cuerpo implica una desconexión del mundo por afectar principalmente sus
impresiones proporcionadas por él o la capacidad de percibirlo.

“Los efectos principales del arresto y la detención, y en particular del aislamiento,


son privar al sujeto de muchas o la mayoría de las imágenes, sonidos, gustos, olores
y sensaciones de tacto a las que se ha acostumbrado (…) el aislamiento por sí
mismo repercute en la mayoría de las personas como un alto nivel de estrés. En
todos los casos de sobrevivientes al aislamiento en el océano o en una noche en el
polo, éste [el aislamiento] fue la primera causante de los mayores temores, y por
ende, el mayor peligro de experimentar síntomas (…)”11

El temor es una sensación inmediata de la tortura que se intensifica con el aislamiento


respecto del mundo externo, ello involucra, como vemos, una táctica que coarta todos los
sentidos incluyendo casi primordialmente el visual. Asimismo, no tan sólo ha de producir
efectos inmediatos sino a largo plazo, como la reconstrucción de la memoria: “La razón
aparente de estos efectos es que una persona aislada de los estímulos externos vuelve su
conciencia hacia dentro, hacia sí misma, y proyecta el contenido de su propio inconsciente
hacia el exterior, de modo que le otorga a su entorno sin rostro sus propios atributos,
temores y olvida sus recuerdos”12

De esta forma, la desconexión con el mundo provocada por las tácticas de tortura,
incluyendo el uso de la venda, transforma la relación del individuo/a con su propia
experiencia, de modo que permite el olvido de la misma. La expresión del olvido en la
reelaboración de la vivencia se vuelve contra sí mismo, como una parte mutilada de la
propia experiencia que, para efectos de esta investigación, se materializa en la dificultad de
testimoniar los hechos acontecidos y protagonizados de manera detallada y congruente,
según los criterios comunes de verdad en la recepción de relatos testimoniales.

11
Íbid. p. 87
12
Íbid. p. 88
El testimonio de la tortura: la venda y la verdad como la forma de un ver

En esta última parte me ocuparé de mostrar cómo la desconexión con algunos datos del
campo perceptivo genera –bajo los criterios jurídicos tradicionales sobre qué es verdadero y
falso- desconfianza en el/la interlocutor/a de quien testimonia. Debemos, en virtud de ello,
revisar cuáles son los métodos de comprobación de un hecho atestiguado, fijando la
atención principalmente en el caso de la contrastación del relato y la inteligencia jurídica
encargada de hacerlo.

El trabajo de hacer memoria o memorar una experiencia determinada, involucra la


inscripción de la experiencia a un espacio y un tiempo determinados. Traer al presente un
acontecimiento pasado, involucra también todas aquellas manifestaciones e imposibilidades
que “afectan a la especialidad y temporalidad propias de la memoria viva, tanto personal
como colectiva”13. La venda como forma de un ver imprime tal cual todas sus posibles
dificultades en el relato testimonial, haciendo de éste la expresión de un recuerdo particular
y genuino que manifiesta la experiencia de quien testimonia en toda su dimensión: está
impreso en el relato el sentido particular del protagonista como un hecho ineludible, se ha
de relatar la vivencia de acuerdo al sentido asignado por quien atestigua. En virtud de ello,
es que la venda como una experiencia constante de la prisión política resurge en las
palabras del testimonio como –aun significando una dificultad- la perspectiva íntima que
pese a la imposibilidad de recordar en detalle ciertas características del espacio y tiempo,
constituye en sí misma la manifestación de una experiencia vivida. Ya que

“La declaración explícita del testimonio, cuyo perfil evocaremos más tarde, lo
explica perfectamente: Yo estuve allí. El imperfecto gramatical señala el tiempo,
mientras que el adverbio señala el espacio. El aquí y el ahí es vivido de la
percepción y la acción y el antes del tiempo vivido de la memoria se hablan
enmarcados juntos en un sistema de lugares y de fechas del que se elimina la
referencia del aquí y el ahora absoluto de la experiencia viva”14

13
Ricoeur, P. (2008), p. 190
14
Íbid. p. 191
En función de lo anterior es que el testimonio en articulación con las experiencias
pretéritas, vienen a instalar un sentido de la experiencia y no una adecuación precisa a los
hechos, no instala verdades. El testimonio de la experiencia de la tortura se posiciona como
“un ejemplo paradigmático de lo que fue dicha experiencia”15. Existe una disputa constante
con la recepción de los testimonios como constituyentes de una prueba verídica acerca de
un acontecimiento que en sí mismo en controversia, no obstante la idea del testimonio no
radica en la verdad den tanto que ésta es contrastación con los hechos, sino que muestra un
hecho. En este sentido, los testimonios no persiguen la finalidad de establecer una categoría
de verdad inamovible, sino que la importancia radica en la representación de los hechos
vividos. Por esta razón es que el testimonio y su relación con la verdad –según José Santos
Herceg- no es sino un falso dilema.

Ahora, volvamos al uso de la venda y la repercusión en el testimonio. La problemática que


esta cuestión suscita se manifiesta en gran medida en la recepción jurídica del testimonio.
Ya que en el caso de la tortura y la estratégica desconfiguración del campo perceptivo en
prisión política, así como impiden el acceso inmediato al entorno en el momento justo de la
tortura, también impiden el acceso al claro recuerdo de esa misma experiencia. En tal caso
es que la metodología del juicio aplicada a los testimonios, le exige un imposible: retratar
tal cual los acontecimientos vividos, como imprimiendo tal cual las imágenes de la tortura,
ignorando por ello la representación del hecho para enfocarse en la exigencia de pruebas de
las que el testimonio no puede hacerse cargo. Por ello “desentrañar dicho pensamiento
presente en la imágenes exige reconocer que ellas no son simplemente vehículos de
representación de un pensamiento que debe ser ‘traducido’ a lo verbal”16

¿Cómo entonces testimoniar bajo la venda? ¿Hasta qué punto es fiable la verdad de Marcia
Merino bajo su propia venda? Ante el uso jurídico común, siempre habrá motivos de
sospecha acerca de los acontecimientos pasados. Por un lado, porque el testimonio desde
sus condiciones de posibilidad no constituye una imagen exacta; y por otro, porque hay una
asimetría constante entre quien testimonia y quien recepciona el relato. El testimonio
encuentra el núcleo de su sentido ahí entre la confianza y la sospecha; en efecto, “la

15
Herceg, J. (2014), p. 16
16
Íbid. p. 17
desconfianza de los observadores ha revestido una forma científica en el marco de la
psicología judicial en cuanto disciplina experimental. Una de las pruebas básicas consiste
en la tarea impuesta a un grupo de sujetos de producir la restitución verbal de la misma
escena filmada”17.

La realidad probada del hecho atestiguado bajo este experimento se ha de medir bajo
criterios de verdad que tienen que ver más con la repetición detallada de la misma
experiencia ante una vídeo-cámara. En esta operación, es el experimentador el que califica
el estatuto de verdad del testimonio, apoyado en la fiabilidad “indiscutible” del lente de la
cámara. No obstante, los resultados de la experimentación “conciernen a la presencia
flagrante de distorsiones de la realidad conocida por otro camino y de las declaraciones de
los sujetos de laboratorio”18.

La exigencia de verdad aplicada al testimonio desemboca en un error categorial: no se trata


de desacreditar el testimonio a partir de métodos que no se hacen cargo de toda su
dimensión experiencial. Sino que la duda debería, tras lo que he expuesto, recaer en la
ingenua confianza al experimentador “objetivo” que recepciona los testimonios, sin arreglo
a sus propios juicios. Esta disputa entre la verdad y el testimonio, en virtud de las
estrategias de acreditación del mismo relato, propicia que el relato testimonial quede
jerárquicamente más abajo que la controversia, es decir, que todo lo que se declare será
tomado en consideración en torno a la disputa de dos posiciones antagónicas: quien
atestigua y el jurado. El problema principal de este sistema de recepción de testimonios, es
que finalmente la narración de la experiencia vivida acabará siendo descartada en tanto que
no logre satisfacer al auditorio, que termina primando sobre el testigo.

La venda, así como otros medio y dispositivos de tortura utilizados en Chile y en gran parte
de América Latina, refuerzan este fenómeno de descrédito del testimonio, creando un
círculo vicioso en el que el testimonio sigue siendo el medio para elaborar la memoria en
torno a una experiencia de horror e injusticia, como la prisión política bajo dictadura, pero
que a la vez se encuentra a sí mismo en un ambiente en el que su fiabilidad está en
constante tela de juicio.

17
Ricoeur, P. (2008), p. 209
18
Íbid. p. 210
Bibliografía

 Herceg, José Santos, Testimonio y verdad: un falso dilema. El caso de la prisión


política en Chile. Cuadernos de Literatura [en linea] 2014, XVIII (Julio-Diciembre)
: [Fecha de consulta: 16 de agosto de 2018] Disponible en:
<http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=439843033015> ISSN 0122-8102
 Merino, Marcia. Mi verdad, desde el horro, yo acuso. 1993
 Ricoeur, Paul. La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de cultura
económica, 2008
 Manual de interrogación de la CIA, 1988.
 Merleau-Ponty, Maurice (2000). Fenomenología de la percepción, traducción de J.
Cabanes. Barcelona: Península

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