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El arte de los visigodos

La incierta configuración del arte de los visigodos


Las corrientes artísticas en las artes menores
Creaciones arquitectónicas y escultóricas

El pueblo godo, procedente de los territorios bañados por el mar del Norte, formó un grupo
coherente hasta el siglo IV, momento en que se dividió en ostrogodos y visigodos.
Ambos grupos, instalados en la Gothia, en la costa norte y oeste del mar Negro, franquearon las
fronteras del Imperio Romano en busca de nuevos territorios.
Los primeros se establecieron en la península Itálica. Los visigodos, en cambio, tras un largo
peregrinaje por la cuenca mediterránea, se instalaron en el sur de la Galia, en las provincias romanas
de la Aquitania y de la Narbonense, y establecieron su capital en Toulouse.

La incierta configuración del arte de los visigodos


Durante el siglo V, período de ocupación, las creaciones artísticas que los visigodos dejaron en
estas regiones son escasas y es difícil discernir cuáles son las producciones de origen romano y
cuáles las de los talleres que acompañaban a los recién llegados. Un caso paradigmático de este
problema es el de los sarcófagos que se fabricaban por aquel entonces en Aquitania. Los talleres
que los producían eran de carácter local, pero definen una cierta evolución con respecto a las
producciones de épocas anteriores. Se incluyen en los repertorios iconográficos nuevos motivos,
basados en la ornamentación vegetal esquematizada y la geométrica. Arquitectónicamente, existió
en Toulouse, la capital del reino establecida por Walia en el año 419, una renovación constructiva
de la cual existen pocos datos, a excepción de la iglesia de planta central de La Dorada.

Las corrientes artísticas en las artes menores


La presencia de los visigodos en Hispania se ha demostrado gracias a la excavación de grandes
cementerios aislados en el centro de la meseta castellana que sólo fueron utilizados durante el siglo
VI. En las sepulturas, sobre todo femeninas, se han hallado innumerables broches de cinturón y
fíbulas, que han permitido comprobar la maestría de los talleres locales. En ellos se utilizaba
básicamente el estilo policromo de mosaico de celdillas y el trabajo del bronce. Los visigodos,
durante el siglo VI y al menos hasta el año 589, fecha de la conversión del rey Recaredo al
cristianismo, convivieron pacíficamente con el pueblo hispanorromano. De modo paulatino y, sobre
todo, gracias a la conversión, la fusión entre romanos y visigodos fue creciendo de manera notable.
Los mejores ejemplos de la plasmación definitiva de este arte en el siglo VII son los tesoros de
Guarrazar (Toledo), cuyas piezas se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, y el
de Torredonjimeno (Martos, Jaén), conservado en el Museo Arqueológico de Barcelona.
Se trata de dos tesoros que presentan una alta calidad técnica y que proceden probablemente de
los talleres áulicos. El tesoro de Guarrazar se compone de varias coronas votivas, cruces colgantes y
una cruz procesional, objetos, todos ellos, que recurren a la utilización del oro y al engaste de gemas
y perlas. Diversas inscripciones y letras colgantes permiten situar el conjunto en los reinados de
Suintila (621-631) y de Recesvinto (649-672), aunque las fuentes literarias permiten asegurar que la
práctica de ofrecer coronas votivas era un hecho común, al menos desde Recaredo.
Las piezas del Tesoro de Torredonjimeno, en Jaén, representan a un taller andaluz en el que se
imitaron los productos toledanos del tesoro de Guarrazar, con materiales más pobres. Los
descubridores creyeron que se trataba de simple bisutería de latón y entregaron el lote de cruces y
coronas a los niños para que jugasen; muchas joyas se desmenuzaron para hacer figuritas brillantes
de barro
Cruz procedente de Torredonjimeno. Museo Arqueológico, Barcelona

Tesoro de Torredonjimeno

Tesoro de Torredonjimeno
Creaciones arquitectónicas y escultóricas
En el siglo VII los arquitectos visigodos construyeron diversas iglesias en la meseta castellana,
cuyo punto neurálgico fue Toledo, capital del reino. Todas presentan la misma característica
constructiva de utilizar un aparejo de grandes bloques de piedra, bien escuadrados y asentados en
seco. Un elemento que se mantiene constante en la arquitectura visigoda es el empleo del arco de
herradura. Algunas construcciones, como San Juan de Baños de Cerrato en Palencia (661),
fueron dedicadas a los monarcas, en este caso a Recesvinto.

Iglesia de San Juan de Baños (Palencia, España)

En el interior del templo, sobre el arco toral se encuentra una inscripción colocada por
Recesvinto, enmarcada por cuatro ménsulas y veneras, en la que dedica a San Juan Bautista el
edificio en el año 699 de la era hispánica y decimotercero de su reinado, que es el 661 de nuestra
Era. Desde luego, ha sufrido muchas transformaciones desde la época de Recesvinto y el propio
interés de la inscripción ha llevado a dedicarle un número excesivo de restauraciones y
excavaciones desde el siglo pasado, que lejos de aclarar algunos problemas, los complica con
añadidos confusos e injustificados. El edificio existente es una sala amplia, dividida en tres naves
por dos filas de columnas, cuyos muros exteriores se abren hacia la cabecera en la que hay tres
capillas, la visigoda y dos laterales góticas; a la entrada se dispone un pórtico, del ancho de la nave
central, con arco de herradura en la fachada; las columnas son romanas de acarreo, al igual que
algunos de los capiteles; hay también capiteles visigodos originales y otros que imitan a los
romanos. La entrada a la capilla mayor se hace a través de un arco toral apoyado en jambas lisas
con impostas levemente inclinadas hacia dentro; los muros de la capilla tienen la misma anchura
que el arco toral, de forma que la bóveda y el arco tienen unido el dovelaje; el arco lleva una
moldura exterior decorada con pequeños tallos y hojas dentro de lengüetas, y en la clave tiene una
cruz con disco central y brazos ensanchados y rematados por volutas; sobre todo esto, en el centro
del muro, está la inscripción de Recesvinto, y aún más arriba, una banda decorada con un motivo de
círculos secantes, que también se repite en las impostas de puertas y ventanas, y que forma una
banda continua en la parte alta de la nave central, tanto por dentro como por fuera. De todo lo
visible, lo visigodo es la parte central en la que se suceden el pórtico, la nave sobre columnas y la
capilla, mientras que todos los restantes muros externos corresponderían a obras posteriores

Otras, de gran belleza plástica, en las que se ensayan fórmulas arquitectónicas, son las de Santa
María de Quintanilla de las Viñas en Burgos (fines del siglo VII) y San Pedro de la Nave en Zamora
(segunda mitad del siglo VII).

María de Quintanilla de las Viñas en Burgos (fines del siglo VII)


Enclavada a unos cinco kilómetros de Quintanilla de las Viñas, tiene por advocación a Santa
María.
Solamente se conserva la parte occidental con capilla rectangular en la que se abren dos ventanas
abocinadas y parte del crucero. La iglesia debía de ser de una amplitud considerable, de tres naves
en forma de cruz latina y dos habitaciones a cada lado del ábside.
Aunque la cubierta de madera es moderna, los indicios existentes en los muros permiten conjeturar
que las naves laterales poseían bóvedas de aristas siendo las arquerías divisorias de herradura.
Posiblemente el crucero y nave central se cubrirían con bóveda de cañón y la capilla mayor con
bóveda vaida. El arco triunfal está decorado con representaciones vegetales y encima tiene una
piedra labrada con la representación del redentor. Descansa en dos grandes bloques de piedra a
manera de capiteles que representan el Sol y la Luna con cara humana asistidos de ángeles volantes,
la luna con su símbolo y sobre la cabeza del sol los rayos que le simbolizan y en letra visigoda sus
respectivos nombres. Sobre el relieve del sol se puede leer la inscripción "Oc exiguum exigua offlo
Flammola votum", que puede interpretarse como que "la humilde Flammola ofreció el templo en
cumplimiento de un voto". Las columnas posiblemente son romanas. En el exterior del templo en
el lado de occidente corren dos franjas en los ángulos noroeste y sudeste y tres en la fachada este
con representaciones de hojas. Este edificio puede considerarse del siglo VII.

San Pedro de la Nave en Zamora (segunda mitad del siglo VII).


A esta iglesia se le supone su función monástica, aunque su funcionamiento no deja de plantear
problemas. El santuario es pequeño, como es normal a partir de época visigoda tanto en parroquias
rurales como en las monásticas. Las dos habitaciones delanteras plantean un problema desde el
momento en que Gómez-Moreno sospechó que podrían ser inclusae o celdas para monjes dada la
existencia de puertas y ventanas. Puig al contrario supuso que serían sacristías, lo que es más lógico
y puede ser compatible con la idea de Gómez-Moreno, dado que por una parte las sacristías,
preparatorio y sagrario, pueden tomar la forma de habitaciones, como en Quintanilla de las Viñas,
y por otra aceptan otras funciones especiales en las iglesias.

En ambos edificios se advierte una importante compartimentación del espacio en tres naves, que
responde a necesidades litúrgicas. La ornamentación escultórica es sumamente rica. En Quintanilla
de las Viñas, la cabecera de la iglesia presenta, exteriormente, varios registros ornamentales
superpuestos y continuos, decorados con motivos vegetales y animales. El origen de este tipo de
motivos se localiza en diversos focos artísticos de la geografía peninsular occidental, esencialmente
en Mérida y en Lisboa, donde los escultores crearon un estilo propio. En el caso específico de la
iglesia de Quintanilla de las Viñas, la rica ornamentación, exterior e interior, ilustra un programa
iconográfico cerrado. Lo mismo ocurre con la decoración escultórica de la iglesia zamorana de San
Pedro de la Nave, donde, gracias al análisis del trabajo de la piedra y al estudio de la propia
producción escultórica, se han podido detectar dos artesanos o bien dos talleres diferentes. Ello
permite suponer, a su vez, que existieron restauraciones posteriores.
Hay diversos registros que recorren interiormente los muros de la iglesia, compuestos,
exclusivamente, por motivos geométricos, como cruces inscritas en círculos, florones, rosetas y
estrellas. Por otra parte, las basas y los capiteles de las columnas del cimborrio presentan una
iconografía diferente, que incluye motivos animales y escenas figuradas. Así, por ejemplo, la escena
de Daniel en el foso de los leones y la del sacrificio de Isaac muestran la complejidad del programa
iconográfico que establecieron los artistas en este conjunto.

Iglesia Stª María de Melque


Iglesia Stª María de Melque

Otras construcciones arquitectónicas importantes del mundo visigodo son San Fructuoso de
Montelios en Braga (Portugal), edificio concebido como mausoleo del propio santo y en el que se
aprecian claros influjos mediterráneos, procedentes sobre todo de Rávena. En esta actividad
constructiva destacan también las iglesias portuguesas de San Pedro de Balsemao y de San Giao de
Nazaré; y, en Orense, Santa Comba de Bande.

Corona votiva del rey Recesvinto (Museo Arqueológico Nacional,


El gran aro de oro y pedrería de la corona real de Recesvinto se complementaba en estos exvotos
con el nombre del rey en letras sueltas y las cadenas con las que se suspendía sobre el altar. En la
corte toledana se promocionaron talleres de orfebrería áulica, a imitación de los bizantinos, que
fabricaron estas piezas lujosas y llamativas, con las que gustaban de adornar los vestidos y el
mobiliario, como símbolo de poder y prestigio. El conjunto de joyas fue hallado por unos
campesinos, en 1858, junto a la Fuente de Guarrazar situada al lado del camino que entonces unía
Toledo con Guadamur y donde, probablemente, hubo un monasterio. El tesoro estaba guardado en
dos fosas revestidas de hormigón, lo que indica la intención de ocultar estas joyas para protegerlas
de un peligro inminente, que pudo tener lugar años después de la invasión musulmana. Durante los
años que siguieron al descubrimiento, el Tesoro se dividió y muchas piezas se perdieron. En el año
1941 volvieron a España desde París buena parte de las coronas y cruces, que desde entonces no
han abandonado las salas del Museo Arqueológico Nacional.

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