Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
Las propuestas de los candidatos no aciertan, no porque no puedan ver cifras como
estas, sino porque no se las explican ellos mismos, solo las usan.
Sin embargo es sencillo de entender: Lima es parte del Perú. Ese es el detalle que no
se suele tener en cuenta.
La distancia
Emilio Romero es uno de esos próceres que se suele olvidar. Ya en 1932, en su libro
“El descentralismo” explicaba didácticamente que una nación era “una extensión de
tierra, una cantidad de agua y un grupo humano.” Es el balance de esos tres
componentes lo que permite el equilibrio que da la vida. Un adelantado del ecologismo,
Emilio Romero descubre como central una idea: la de distancia, que él descubre en esos
tiempos, tanto en lo que llamaba “angustiada topografía cataclísmica” de nuestro
territorio, como la que existía en la psicología de las personas diversas: “distancia de
espíritu a espíritu”, decía.
El balance tierra, agua, ser humano, a todas luces no existe aún ni en Lima ni en ninguna
localidad del Perú.
Y es así y por eso que, a pesar de los años, sigue vigente su observación sobre que no
hubo ni hay siquiera el proyecto de una organización nacional. Lo que tenemos es un
país que se ha formado por obra de conquistadores que vinieron a saquear y remitían
el saqueo desde Lima, por castas en la república que desde Lima seguían usando el
resto del país para lucrar y exportar y lo siguen haciendo, y multitudes de pobreza que
han hecho lo que han podido para sobrevivir. Lo que, desde las regiones empobrecidas
por el saqueo, significó siempre, sobre todo, ir a Lima donde está todo.
El centralismo benefició a Lima, y a sus castas, y a los caciques provincianos con
relaciones en Lima, durante siglos, a costa del despojo, y organizando el país al vaivén
de los caprichos de esos poderosos. Hoy, la sobrepoblación de Lima, la consecuente
saturación en la provisión de servicios, el desbarajuste vehicular, la sobredemanda de
atención, el persistente crecimiento desordenado, la inseguridad, la pobreza creciente,
son la factura que hay que pagar por tamaño caos.
Es necesario subrayar que la exigencia de descontrol que impera como doctrina liberal
(o neoliberal, es lo mismo) ante lo que llaman ahora “emprendedurismo”, que es el
nombre elegante, académico, para hacer lo que le viene en gana a cada cual, ha
aportado una cuota destructiva más letal en tiempos recientes, en nombre de una
libertad que solo la tienes cuando te la puedes pagar o se la quitas a alguien.
Emilio Romero hablaba en su tiempo de gamonales, a los que llamaba mandones, que
se perpetuaban en la jefatura de facto de las provincias y se valían de gran “sentido
acomodaticio” por el que siempre terminaban bien relacionados con cada gobierno que
llegaba. Las autoridades locales eran meros servidores de los mandones. La figura no
ha cambiado, sino el perfil de los protagonistas: mineras y petroleras y diversas
transnacionales o empresas dependientes de la exportación a costa de lo que fuere,
tierra o agua o gente, y protegidos desde los diversos gobiernos en Lima, son las
autoridades reales en cada localidad. Y claro, ante cada eventualidad política, caen
siempre parados, como el gato.
Todo ello nos plantea lo razonable, y que es como decir una grosería a los devotos del
emprendedurismo: hay que planificar el uso del territorio. Hay que lograr ese equilibrio
entre tierra, agua y humanidad en cada rincón del territorio, y cada lugar debe ser
además lo más autosuficiente posible.
¿Qué vamos diciendo? Pues que Lima no se arregla si no se arregla el Perú, y para eso
se necesita planificar todos los procesos, en cada región, para complementarlos en uno,
consensuando desde la iniciativa de cada lugar. Para llegar a esa nación – o diremos
hoy con más propiedad – a esa colectividad plurinacional donde, en palabras de Emilio
Romero, “las diversas zonas del país produzcan más, y atiendan su fomento económico
cada vez más con sus propias fuerzas.” Y así, “exaltar las fuerzas morales, materiales
y naturales de las provincias.”
2
Lima entonces
En la Nueva Agenda Urbana del encuentro Hábitat III de Naciones Unidas, en 2017, se
verifica que “la población urbana mundial prácticamente se duplicará para 2050, lo que
(…) plantea enormes problemas de sostenibilidad en materia de vivienda,
infraestructura, servicios básicos, seguridad alimentaria, salud, educación, empleos
decentes, seguridad y recursos naturales, entre otros.” Y expresa demandas como la
erradicación de la pobreza, la integración en el espacio urbano, economías urbanas
sostenibles e inclusivas, “la sostenibilidad del medio ambiente, promoviendo el uso de
la energía no contaminante y el uso sostenible de la tierra y los recursos en el desarrollo
urbano,…”, la planificación y el diseño urbanos y territoriales, todo lo que puede
entenderse de dos maneras.
Por un lado, lo que vemos en la mayoría de las ofertas de candidatos: más autobuses,
más pistas, vehículos novedosos como un teleférico, quizá autos eléctricos,
coordinaciones con la policía, hasta la obsesión trumpiana de alguno que quiere dar
armas a todo el mundo, etc. Propuestas que ven a Lima como un microcosmos intocable
y cuya función centralista, suicida, les parece natural.
Por otro lado, lo que significaría una manera de actuar alterna, otro paradigma, que al
reconocer la interrelación nefasta entre Lima y el resto del país, opte por revertir ese
proceso, por cuestionar al urbanismo como único referente y plantee integrar a la ciudad
capital al proceso de descentralización que ya no sería tan solo la redistribución de
recursos y facultades a gobiernos regionales, sino la promoción de procesos de
desarrollo local, con ofertas de empleo, de educación, de salud, de esparcimiento y
cultura, que broten del propio entorno. Así como la renovada exaltación del ruralismo
bien atendido, devuelto a su dignidad reconocida como proveedora de alimentos para
todos. Mientras se van trabajando las urgencias de Lima con paliativos necesarios,
pensar en país, precisamente para ayudar a Lima.
Como consecuencia de todo ello, debiera darse el progresivo vaciamiento de Lima. Hay
maneras. ¿Y si se exonera de impuestos durante, digamos, cinco años, a empresas
productivas – no extractivas – que inviertan fuera de Lima, respetando derechos
laborales y al ambiente? En Lima hay un excedente de oferta laboral con 8,1% de
desempleo y el 80% de los que trabajan lo hacen como informales y a veces recibiendo
pagos menores al salario mínimo. ¿Cuántos no migrarían?
Como dice Emilio Romero, afirmando precursoramente la necesidad, también, de
representaciones políticas con lo que hoy llamamos cuotas obligatorias, de todos los
sectores sociales: “El Perú es una gran nación chola, pese a los blancos de la élite. Y la
política cholista del descentralismo plantea esta necesidad fundamental. Una reforma
en el sistema político centralista que realice la educación de las diversas clases sociales
del Perú en la práctica política.”
Todas estas cosas que hoy debiéramos por fin entender: la descentralización,
planificada y concertada, es la mejor política para salvar a Lima. Esta Lima que hace
tiempo que es chola.
http://unosodeanteojos.blogspot.com/2018/09/lima-no-tiene-arreglo.html