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EVALUACIÓN

PSICOLÓGICA
Consideraciones Éticas y Legales de la
Evaluación Psicológica
• CONSIDERACIONES ÉTICAS Y LEGALES DE LA
EVALUACIÓN PSICOLÓGICA

La ética profesional es una ciencia normativa que puede contribuir a la fundamentación o


justificación de actuaciones dentro del contexto aplicado de una disciplina, además, permite
que los procedimientos se enmarquen en principios y normas que tengan un valor universal
al margen de necesidades concretas o de intereses personales. De ahí que, al implementar
acciones que repercutan o determinen la calidad de vida o bienestar de una persona (como
sucede de manera directa con la atención por psicología) el cumplimiento de principios
éticos permite garantizar la evitación o disminución de perjuicio al consultante o a terceros,
por encima de los intereses personales del profesional.

De manera general, por el objeto de estudio propio de la psicología, la aplicación práctica de


los procedimientos relacionados con el campo profesional de lo psicológico, sea cual sea el
enfoque, implica además de rigurosidad científica, desplegar todas las acciones necesarias
para velar por la integridad y dignidad de las poblaciones o personas atendidas.

Desde mediados del siglo pasado, a nivel mundial, hay un interés muy fuerte por parte de los
cuerpos académicos de la psicología por el desarrollo de lineamientos que regulen
éticamente las actuaciones del Psicólogo y se han venido consolidando, de manera muy
rigurosa, estándares que disponen, estipulan y divulgan los códigos oficiales.

De manera específica, con el respaldo y liderazgo de la APA (American Psychological


Association) se han logrado consolidar lineamientos hoy conocidos y aceptados por
comunidades académicas, científicas y el sector empresarial. Se cuenta en la actualidad con
una última versión, emitida en 1992, denominada Principios éticos y código de conducta de los
psicólogos. Este se ha constituido en un mecanismo de monitoreo que propende por el
mantenimiento y posicionamiento de la profesión, dentro de un marco ético y humano. En
este documento se expone a todos los psicólogos unos principios generales que deben ser
interpretados a la luz de las actuaciones particulares, en cualquiera de los campos aplicados,
y se definen las actuaciones o conductas esperadas de parte de un profesional frente a los
diferentes conflictos de interés que se presenten en su ejercicio.

Aunque las disposiciones del código ético no representan en sí mismas un reglamento con
implicaciones de responsabilidad civil o penal, sí pueden ser utilizadas como elemento
probatorio en un juicio o como estándares o indicadores de calidad y servicio dentro de
espacios institucionales que así lo dispongan en su reglamento interno.

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De manera general, los principios generales dispuestos en el Código se basan en:

1- Beneficencia y no maleficencia. Debe haber, por parte del profesional, la intención de no


hacer ningún daño con sus actuaciones y en caso de dilemas éticos sus decisiones se
encaminarán a disminuir el impacto negativo para terceros, buscando siempre el bien común
sobre el bien personal.

2- Fidelidad y responsabilidad. Reconocer y comprometerse con el impacto de sus


actuaciones, respetando los lineamientos científicos y éticos de su profesión, cooperando en
primera instancia con su cliente, pero también con su comunidad social, académica y
judicial. Se contempla como falla el incumplimiento de los deberes o compromisos
inherentes al proceso de intervención como, por ejemplo, el incumplimiento de citas de
manera recurrente e injustificada, la no entrega de informes, el abandono del proceso sin el
respectivo cierre o remisión, la terminación unilateral del proceso psicoterapéutico o la
conducta de abandono terapéutico en una situación traumática o de crisis.

3- Integridad. El profesional se preocupará por promover la exactitud, honestidad y


veracidad de su intervención y de sus compromisos terapéuticos, evitando siempre el
conflicto, sufrimiento o daño. Incluye aspectos como no presentar conductas profesionales
(abuso o engaño) o incurrir en conductas disruptivas o invasivas con el consultante. Es
importante aclarar que no sólo la presentación de conductas inadecuadas atenta contra el
cumplimiento de este principio, la omisión de comportamientos adecuados, también. Por
ejemplo, las conductas que implican daño por la indiferencia o despreocupación frente a
sentimientos, necesidades o solicitudes del consultante también se consideran una falla.

Estos principios, más allá de mejorar la práctica disciplinar del psicólogo, lo invitan a
fortalecer sus habilidades personales y sociales para pensar en el otro antes que en sí mismo
y a desplegar acciones empáticas de reconocimiento y protección del consultante. El
psicólogo, además, debe no sólo tener grandes conocimientos sino ponerlos al servicio del
bienestar y la calidad de vida de su cliente, comprender y apoyar los propósitos del otro,
proteger la integridad del otro, tener una capacidad de escucha activa y de respuesta
propositiva y dinámica para su auxilio, sin subvalorar su sufrimiento y su integridad.

Muchas veces se confunden los términos ética y moral. Todo ser humano es un sujeto moral
porque cuenta con un sistema de creencias y normas para su vida diaria que se ha
constituido gracias a sus contextos de relación a nivel social, familiar, escolar y ciudadano. De
esta manera, el juicio moral es aceptado o no dependiendo de la cultura y el contexto en el
que se desenvuelva el sujeto y quienes lo rodean.

Ética, por otro lado, es aquella construcción dinámica del ser humano para solucionar
problemas y tomar decisiones a partir del análisis de las consecuencias y factores
involucrados en una actuación determinada. En la ética, entonces, tiene un valor

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fundamental el criterio y la postura de cada persona particular en una situación determinada,
independientemente de la injerencia de juicios y normatividades de orden moral.

Una situación clásica para comprender esta distinción podría ser la del ladrón de cajas de
leche en el supermercado que, bajo los juicios morales, podría ser calificado como “un
antisocial y delincuente”, pero al llevarle la leche a niños mendigos y abandonados podría ser
valorado como “héroe”, o por lo menos pareciera disminuir su culpa porque existe una
contraposición de valores en esa situación determinada.

Una situación como la descrita en el ejemplo anterior se denomina “dilema ético” porque
representa una situación en la que, más que pensar en la normatividad impuesta por el
contexto, el sujeto que la enjuicia está obligado a recurrir a análisis y reflexiones propias,
basada en sus criterios, emociones, prioridades y escala de valores, para resolver el conflicto
de valores personales en contraposición: “robar está mal, pero es peor que mueran de
hambre los niños de la calle”.

La psicología es un campo que de manera especial pone en juego la capacidad del


profesional para confrontar todo su sistema de valores. Respetar y proteger lo humano,
aunque el sujeto en particular haya vulnerado a otros y puesto en peligro a la comunidad.
Esto pone en juego la comprensión de lo humano, no en términos morales ni en términos
psicométricos de lo normal y lo anormal, es comprender la complejidad de lo humano como
sagrado y diverso.

Tanto en los campos organizacionales, clínicos, educativos como forenses, en ocasiones,


esta labor no es tan sencilla. Dejar a un lado los juicios de valor a veces termina llevando al
psicólogo a cometer errores, bien sea no acompañar al paciente, no disminuir los riesgos a
terceros, terminar siento el guardián de la normalidad, medicar el síntoma u obturar las
voces de alerta. Dada la complejidad, los principios generales y las orientaciones prácticas
para decidir en este tipo de situaciones protegen al profesional en su oficio y lo orientan en la
toma de decisiones, aportando niveles de prioridad a la organización de su escala de valores.
Esto es lo que representa el Código ético para la psicología.

De manera general, son cuatro los aspectos que definen el rol del psicólogo y definen límites
garantes del profesionalismo, eficacia y respeto por lo humano:

1. Especialización y actualización científica constante.


2. Reflexión constante sobre la actuación evitando procedimientos de aplicación
mecanizada.
3. Participación en análisis de casos clínicos.
4. Ejercicio integrado al marco de la ética.

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Aterrizar estos principios a los casos particulares requiere un nivel de intuición, sensibilidad y
experticia significativo, para aplicarlos en situaciones concretas, modificando y
perfeccionando continuamente sus prácticas para responder cada vez más a un ejercicio
profesional que disminuya los riesgos éticos.

Para que el psicólogo tome decisiones, es altamente fructífero, y debiera ser una obligación
normalizada, que conozca los principios estipulados a nivel general para los procedimientos
en su campo de aplicación.

En lo que al presente módulo respecta, se realizarán algunas especificaciones sólo respecto a


la evaluación.

Si bien existe el Código ético del psicólogo para su práctica general, el ente específico que
por excelencia se ha dedicado a la consideración de los problemas prácticos relacionados
con las actividades de la examinación y la evaluación, ha sido la Comisión de Test Psicológicos
y Evaluación de la APA (Committee on Psychological Test and Assessment, CPTA). La entidad
ha proporcionado orientación y asesoría a otros grupos y asociaciones respecto a dichos
procesos a partir de las revisiones realizadas por su Comisión Conjunta de Prácticas de
Evaluación (JCTP), que fue constituida por la APA para generar mecanismos concretos de
control y seguimiento, y que se encarga de redactar y revisar constantemente los Códigos de
Prácticas Justas de Evaluación con el propósito de revisar los instrumentos del mercado y
círculo académico, previniendo el abuso y mal uso de sus manuales técnicos de aplicación y
los resultados que de allí se obtengan. Actualmente se prepara una declaración de los
Derechos y Responsabilidades de los Examinados.

Las normas y discusiones éticas que soportan los procesos evaluativos en psicología, de una
manera muy especial, giran en torno a los principios de la privacidad y la confidencialidad,
aunque serán abordados otros aspectos importantes como el uso razonable de las pruebas y
sus resultados.

A continuación se enlistan fundamentos y recomendaciones generales para la práctica


evaluativa en psicología a partir de las disposiciones registradas en el Código ético (*Se
recomendada su revisión completa).

- Toda emisión del psicólogo debe basarse en información o técnicas adecuadas que
puedan sustentar sus conclusiones, garantizando el juicio científico y profesional, mas no el
personal.
- No se realizarán declaraciones o conclusiones antes de un examen y se tendrá siempre
claridad en el impacto de las emisiones orales o escritas de éste.
- Las emisiones basadas en registros previos, de las cuales no se hayan realizado
evaluaciones o contrastaciones que lo fundamenten, deben ser debidamente explicitadas.
- La utilización de determinadas técnicas de evaluación tendrán claros sus propósitos en el

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momento de la administración, interpretación, adaptación y comunicación.
- Los instrumentos utilizados deberán contar con la debida validez y confiabilidad
estadística. En caso de no ser así, se deberá explicitar la efectividad y limitación del
instrumento.
- Las evaluaciones serán proporcionadas en el lenguaje o forma de comunicación del
consultante.
- Se debe diligenciar el consentimiento informado previo al proceso evaluativo.
- El evaluador debe informar al consultante todo lo concerniente al procedimiento
(riesgos, motivos, fines, fases, implicaciones, confiabilidad) sin iniciar el proceso en tanto el
consultante esté informado y exprese total comprensión y acuerdo.
- Las condiciones de evaluación deben ser comprendidas por el evaluado; en caso de ver
comprometida su capacidad comprensiva, deberá contar con un tutor o acudiente (para el
caso de menores de edad, personas bajo el efecto de sustancias psicoactivas o discapacidad
cognitiva y/o mental).
- No se debe promover el uso de instrumentos de evaluación por personas no calificadas.

Para realizar algunas especificaciones frente al rol y responsabilidades del evaluador sobre la
protección del usuario y su integridad, se debe resaltar la importancia de tener dominio y
formación conceptual en el manejo e interpretación de los instrumentos, además de contar
con la capacitación para su adecuada aplicación técnica. Y lo más importante y complejo, que
se cuente con la experticia para una adecuada interpretación y análisis e los resultados, en
especial en lo relacionado con la inteligencia y personalidad, por las implicaciones que sus
resultados pueden tener en los campos educativo, laboral y social.

En relación con este último punto, la interpretación de los resultados implica un nivel de
conocimiento suficiente a nivel disciplinar para tener claridad sobre los postulados básicos
del comportamiento y la psique del ser humano, previniendo así inferencias injustificadas e
inapropiadas en el proceso de interpretación de puntuaciones. Esta experticia requerida a
nivel específico implica que no todos los psicólogos podrían estar calificados para todo tipo
de pruebas, por eso una de las disposiciones éticas se dispone para este fin: reconocer,
aceptar y respetar los límites de la competencia profesional y las limitaciones del
conocimiento y experiencia, denominado “Principio de competencia”.

Frente a la competencia, el profesional debe tener claras sus responsabilidades:

- Atender emergencias sin remuneración o previo acuerdo en caso que se vea


comprometida la integridad de terceros.
- Actualizarse permanentemente en su campo.
- Cumplir la normatividad estipulada por sus entes reguladores
- Supervisar las actividades que delegue a terceros (intérpretes, técnicos, traductores o
asistentes de docencia o investigación).
- Tomar distancia en caso de tener conflictos de intereses en el caso a atender o

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considerarse inhabilitado por condiciones personales que puedan afectar su desempeño
u objetividad.
- Evitar acciones en contra de la integridad o dignidad humanas: discriminación, acoso
sexual, acoso de cualquier tipo, chantaje o extorsión, tortura, abuso de poder, efectos
de transferencia/contratransferencia, relación de exploración, omisión o alteración de la
verdad, acciones de abandono o interrupción del consultante.

Frente al tema de la privacidad, gran parte de las disposiciones de los códigos en psicología
hacen referencia a este tema. La protección de los límites de la privacidad y la intimidad del
cliente o paciente, independientemente de cuales sean las condiciones, es fundamental para
el mantenimiento de la honra y la integridad del ser humano. De manera tal que, incluso las
pruebas para caracterizar la personalidad del sujeto, no deben trasgredir los límites de su
intimidad, en protección al derecho de la privacidad y la intimidad, en el que cada ser
humano debe decidir hasta dónde compartir o no información personal con terceros,
derecho que se ha fundamentado en discusiones en torno a la libertad y la
autodeterminación.

Para salvaguardar el principio de la privacidad durante la práctica, es importante tener claro


dos aspectos: el primero es cumplir con dar información suficiente y clara al usuario sobre la
utilización de pruebas evaluativas cuyo fin es recabar información adicional de la que
muestra el sujeto, más allá de las conductas verbales y no verbales evidentes y explícitas,
aclaración de la que debe quedar registro y firma respectivos en el consentimiento
informado; el segundo es la relevancia, en tanto sólo deben ser indagados aquellos
aspectos de la intimidad y la privacidad del consultante que tengan alguna relación con el
motivo de consulta o con los propósitos de evaluación o intervención, pues de ninguna
manera se deben realizar prácticas intrusivas ni invasivas sobre aspectos que no sean
relevantes a los fines del proceso evaluativo o terapéutico.

Este último principio ha sido ampliamente discutido, por ejemplo, con el uso de pruebas para
determinar creencias religiosas o inclinaciones sexuales en contextos de selección de
personal, en los que dichos aspectos hacen parte de la privacidad del cliente y no se
consideran determinantes del desempeño laboral.

Además de la privacidad, otro principio clave en la evaluación psicológica es la


confidencialidad. El término confidencialidad hace referencia a los estándares de la conducta
profesional que obliga al psicólogo a no exponer ni discutir con terceros información que
haya sido suministrada de manera confidencial por el consultante.

La confidencialidad es un concepto que está relacionado con la custodia y restricción de


acceso a terceros frente a los resultados de los procesos evaluativos y demás información
recaudada dentro del proceso terapéutico, no importa cual fuere la fuente.

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La distribución indiscriminada de los datos del expediente clínico de un paciente puede tener
efectos como la pérdida o alteración de evidencias, la inadecuada interpretación de datos o
la divulgación masiva de la información privada. Es por ello que el registro audiovisual de
procedimientos evaluativos debe ser altamente restringido y protegido, consensado y
aprobado siempre previamente por el consultante, y nunca ser utilizado públicamente.

Por derecho, el expediente debe ser conocido por el terapeuta, el consultante y personal
asistencial restringido (en caso que lo haya). Cualquier persona o grupo fuera de ellos,
requiere un permiso y autorización especiales para acceder a la información, a menos que el
tercero corresponda a un tutor legal de un menor de edad o de un legalmente declarado
impedido.

Entes judiciales tendrán potestad para solicitar conocimiento de la información más no de


divulgarla, siempre y cuando tengan la orden judicial respectiva y justifiquen las condiciones
básicas para incumplimiento del principio de confidencialidad estipuladas en el
consentimiento informado, donde al inicio del procedimiento terapéutico se habría aclarado
al paciente que el principio de confidencialidad sería incumplido en caso de ver en riesgo la
integridad del consultante o de terceros. Cabe aclarar que sin dicha orden, o sin dicha
aclaración en el consentimiento informado, no se podrá acceder ni utilizar la información,
pues representaría un hecho probatorio inválido ya que su obtención se dio de manera ilegal.

Además de los principios de privacidad y confidencialidad, es importante exponer en esta


Unidad la importancia del adecuado uso e interpretación de los resultados obtenidos de un
proceso evaluativo en psicología.

Es importante indicar que el lenguaje técnico y científico que puede ser utilizado en informes
de interconsulta o institucionales, no debe ser utilizado con el consultante. De hecho, debe
recurrirse a las estrategias necesarias para garantizar que paciente ha comprendido los
resultados y sus implicaciones en cada una de las dimensiones evaluadas. Es importante
aclarar que una prueba no refleja de manera alguna, por sí misma, el potencial o esencia
humana, sino más bien determina niveles de desempeño o de respuesta en un momento,
contexto y situación determinados (mucho más si se trata de pruebas de personalidad o de
coeficiente intelectual, que se mueven en el terreno de las falsas creencias y los prejuicios
sociales).

Algunos terapeutas con experticia y trayectoria, han logrado no sólo informar clara y
éticamente al paciente los resultados de sus evaluaciones, sino también vincular la entrega
de resultados como parte del proceso terapéutico y comprometer al paciente con la
interpretación, análisis y estipulación de metas de mejora, lo que representa adhesión y
empoderamiento del consultante con su propio proceso.

Por último, epistemológicamente, se ha superado aquel viso positivista del pasado para

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abordar lo humano y lo social. En la actualidad, la psicología está invitada a abordar su objeto
de conocimiento, ya no desde el paradigma de la explicación, el control, la parametrización o
la predicción de los fenómenos humanos y sociales, sino más bien de la exploración,
interpretación y comprensión de ellos, partiendo del hecho de que lo humano y lo social no
pueden ser regidos por leyes ni afirmaciones absolutas desde paradigmas experimentales y
netamente psicométricos. De forma tal que los resultados cualitativos o cuantitativos de
cualquiera de los métodos y técnicas evaluativos aplicados no pueden representar de
manera absoluta las condiciones o posibilidades de una persona. Si bien, aplicados e
interpretados correctamente dan valiosas orientaciones y elementos fundamentales para el
abordaje del caso, no escapan de las variables ambientales, científicas, tecnológicas,
personales o sociales que circundaron su aplicación.

Un ejemplo claro para visualizar lo anterior podría ser la estigmatización y etiquetamiento de


poblaciones infantiles y juveniles que, con resultados “inferiores a la media” en factores
evaluados como la atención (sin más información adicional tenida en cuenta, ni recurriendo a
técnicas de evaluación longitudinal en diferentes situaciones), han sido fatalmente
diagnosticados con TDAH y, aún peor, tratados farmacológicamente con todas las
implicaciones emocionales, sociales y físicas que ello pueda conllevar. Este tipo de
implicaciones y efectos desastrosos de la evaluación invitan al psicólogo a no absolutizar ni
endiosar los resultados obtenidos por las pruebas, cruzándolos siempre con el reporte del
paciente, la observación en el contexto del consultorio, la observación en espacios naturales
de interacción y desempeño, los reportes de otros especialistas o profesionales, los reportes
académicos o laborales y las narrativas de la familia.

Adicionalmente a esta reflexión, es de vital importancia elevar al máximo las condiciones de


validez y confiabilidad de la prueba, estipuladas en el manual (emisión de reactivos,
condiciones físicas del ambiente, respeto de tiempos, disposición y disponibilidad de
materiales requeridos, etc.). Además, se requiere vigilar condiciones determinantes como la
fatiga, la motivación o la empatía (rapport), que pueden afectar el desempeño o respuestas
del consultante. Frente a este último aspecto, se debe tener en cuenta aplicar las pruebas
siempre y cuando el sujeto esté motivado, descansado, fuera de cuadros de ansiedad o
angustia, bien alimentado, fuera de los efectos de sustancias psicoactivas y sin ninguna
presión o manipulación de terceros. Por último, y no menos importante, que tenga un lazo
de empatía y relación cordial con el evaluador, porque este factor puede afectar de manera
significativa los resultados, especialmente si el consultante es un niño o un adolescente.

Fueron así expuestos algunos planteamientos básicos para visualizar el problema ético en el
campo aplicado de la psicología, sin embargo, se recomienda hacer una revisión exhaustiva
de los códigos éticos generales y de evaluación estipulados por la APA.

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BIBLIOGRAFÍA

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