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“El nuevo orden internacional según Henry Kissinger”

A lo largo de la historia hemos visto cómo han ascendido y posteriormente caído diversos
órdenes mundiales. Después de la Segunda Guerra Mundial, surgió un país con el poder, la
voluntad y el ímpetu necesarios para modificar el sistema internacional a partir de sus
propios valores. Me refiero a los Estados Unidos, quienes desde esa fecha y hasta la
actualidad, se han convertido en el líder mundial por excelencia y han sido capaces de
moldear las relaciones internacionales en su totalidad. En este ensayo conoceremos las
características de la política exterior estadounidense, mismas que han causado gran
controversia. Por último, veremos los desafíos que actualmente se presentan en la escena
internacional ante el surgimiento de un nuevo orden mundial en el siglo XXI. Para ello, se
recurrió al libro La Diplomacia de Henry Kissinger.

Desde que los Estados Unidos asumieron el liderazgo internacional hemos visto lo pragmática
que ha sido esta nación en la conducción de su política exterior, pero también lo ideológica
que ha sido en la búsqueda de sus convicciones morales. El tema central del libro de
Kissinger es la evolución de la política exterior estadounidense a partir de un conflicto que
presenta entre la moralidad y el interés nacional. Los líderes norteamericanos han dado por
sentados sus valores como nadie más; ningún otro país o sociedad ha afirmado que los
principios de la cultura ética se aplican a la cultura internacional, ninguna otra nación se ha
impuesto a sí misma las exigencias morales que los Estados Unidos se han impuesto, y ningún
otro país se ha angustiado tanto por la contradicción que existe entre sus valores morales y
las situaciones a las que deben aplicarse.

Estas características han conformado dos actitudes en la política exterior de los Estados
Unidos. Kissinger establece que el principal dilema de la política exterior norteamericana
reside en el conflicto que existe entre su idealismo histórico y el realismo que los
caracteriza. La primera se basa en la percepción de que la mejor forma en que los Estados
Unidos sirven a sus valores es perfeccionando la democracia tanto al interior como para el
resto de la humanidad. Por otro lado, la visión realista sostiene que estos valores le
imponen “la obligación de hacer cruzada por ellos en todo el mundo”.

La verdad es que ambas tendencias se han existido simultáneamente, pues por muy
contradictorios que parezcan, ambas consideran un orden global internacional fundamentado
en valores como la democracia, el libre comercio y el derecho internacional. Pero como
nunca se ha alcanzado un sistema como tal, a muchos países, Kissinger dice, les parece
utópico. A pesar de ello, las críticas no han afectado el idealismo de presidentes como
Wilson o Roosevelt, sino que han intensificado su fe y la creencia de que si el mundo
realmente desea la paz, tendrá que adaptarse a las prescripciones morales de los Estados
Unidos.
Lo anterior lo podemos ver desde que los Estados Unidos entraron en la escena política
internacional. Los líderes norteamericanos han tenido tanta fuerza que los acuerdos
internacionales más importantes tienen como base los valores estadounidenses; los ejemplos
más claros son la Sociedad de Naciones y la Carta de las Naciones Unidas. Al término de la
Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos eran tan poderosos, que podían modelar el
mundo de acuerdo a sus preferencias y valores. En este sentido, John F. Kennedy declaró
que los Estados Unidos eran tan poderosos que pagarían cualquier precio para asegurar el
triunfo de la libertad en todo el mundo. Estas palabras nos pueden sonar bastante familiares
en boca de George W. Bush cuando defendía la guerra contra el terrorismo.

Kissinger establece que la relación entre el interés nacional y las prescripciones morales es
el tema dominante en la política exterior norteamericana. Por un lado, están los idealistas
que creen que expandir los valores estadounidenses debe ser la fuerza que motive la política
nacional. Por el otro, están los realistas, que le dan mayor importancia al interés nacional y
al poder. Kissinger se encuentra entre estos últimos. Sin embargo, vemos cómo estas dos
visiones están íntimamente ligadas en la política exterior estadounidense, pues mientras
juegan un rol importante en el equilibrio de poder en una región, también difunden los
valores propios de su cultura.

Kissinger ve a la Conferencia de París (1919) como un momento clave en la historia de la


diplomacia, pues en ella se encuentran el pensamiento estadounidense sobre política
exterior y la tradición diplomática europea basada en la realpolitik y el balance de poder.
Los líderes europeos intentaban renovar el sistema existente de acuerdo a métodos ya
familiares. Por su parte, los norteamericanos argumentaron que dichas prácticas europeas
eran las que habían causado la Primera Guerra Mundial. De acuerdo a Kissinger, Woodrow
Wilson le dijo a los europeos que de ahora en adelante, “el sistema internacional no debía
basarse en el equilibrio de poder, sino en la autodeterminación; que su seguridad no debía
depender de alianzas militares, sino de una seguridad colectiva, y que su diplomacia ya no
debía ser dirigida en secreto por expertos, sino con base en acuerdos abiertos”.

Lo anterior deja claro que Wilson no había discutido sobre las condiciones necesarias para
ponerle fin a la guerra ni para restaurar el orden internacional, sino para reformar todo un
sistema que se había gestado por más de tres siglos. Europa nunca recuperó el liderazgo
mundial después de la Primera Guerra Mundial. A partir de este momento, los Estados Unidos
surgieron como el líder mundial y habían dejado en claro algo: no jugarían las mismas reglas
que los europeos habían estado jugando.

Kissinger establece que fue el idealismo de Wilson el que triunfó durante el siglo XX, ya que
Estados Unidos, la potencia más poderosa, se comprometió consigo misma y persuadió a los
demás a que se comprometieran con un orden mundial basado en la seguridad colectiva.
Cabe mencionar que la seguridad colectiva durante la Guerra Fría no se basó en el sentido
original de la Liga de las Naciones, pero se usó como un pretexto para la construcción de
alianzas durante el periodo de la post-guerra. Es así que Kissinger nos lleva a un viaje
histórico de cuatro siglos en el que recuerda los grandes momentos de la diplomacia del
pasado; y examina los esfuerzos de líderes como Richelieu para conducir una política
exterior y de guerra basada en el concepto de balance de poder. Posteriormente, revisa el
Congreso de Viena, en donde exalta cómo las grandes potencias se coordinaron para
preservar un orden estable y antidemocrático. Kissinger continúa con la décadas que
apuntaban a la Primera Guerra Mundial, describiendo la forma en que el balance de poder en
Europa se convirtió exageradamente rígido, lo que provocó que las potencias construyeran
alianzas militares que se convirtieron en máquinas fatales.

Podemos decir que el pensamiento diplomático de Kissinger sobre la diplomacia es revelado


en los primeros dos capítulos y en los últimos. El último, nombrado “Reconsideración del
nuevo orden mundial”, es de suma importancia, pues concluye con la política exterior de
Nixon y el fin de la Guerra Fría. Betty Miller considera que los instintos diplomáticos de
Kissinger corresponden a los de un europeo, esto lo podemos ver reflejado en que considera
que el Acuerdo de Viena como el más exitoso de la historia europea pues combinó la
legitimidad y el equilibrio, combinó la diplomacia de valores y del balance poder. Sin
embargo, Kissinger, como estadista norteamericano, reconoce que el ideal de un orden
mundial basado en el liberalismo y la democracia debe ser el principio que guíe la política
exterior de los Estados Unidos. En este sentido, su tarea es determinar cuáles son las
dificultades que se presentan para lograr dicho objetivo y mostrar cómo se deben eliminar
éstas. Este último capítulo, precisamente incluye todas las advertencias; además de la
Guerra Fría, ve la dominación de Europa o Asia por otro país como un peligro estratégico
para los Estados Unidos.

Por último, Kissinger cree que Estados Unidos debe ser el líder mundial, siendo el interés
nacional debe ser el que el que moldee sus política, pero…¿el concepto de interés nacional
todavía cabe en un mundo que se ha vuelto tan interdependiente? Kissinger está consciente
que el predominio de los Estados Unidos va declinando, por lo que la operación del sistema
internacional se dirigirá hacia un nuevo equilibrio. El sistema internacional del siglo XXI
sufrirá de una gran contradicción: una fragmentación al mismo tiempo que una creciente
globalización. El nuevo orden no será tan rígido e incluirá a más potencias, además de países
de mediano y pequeño tamaño. Asimismo, las relaciones internacionales cada vez se
volverán más globales: una economía mundial, comunicación instantánea; además, los
problemas cada vez serán de tipo universal: problemas ambientales, proliferación nuclear,
explosión demográfica, etc. Todo esto ya lo vemos hoy en día.

A pesar de ello, vemos que ninguno de los países más importantes ha tenido experiencia en
sistema internacional que ha surgido. Kissinger establece que los dos órdenes mundiales que
fueron más estables -el del Congreso de Viena y aquel dominado por Estados Unidos después
de la Segunda Guerra Mundial- tuvieron percepciones muy similares. Sin embargo, el orden
de hoy en día debe ser edificado por estadistas con culturas totalmente distintas. Por ello
Kissinger establece que el ascenso y caíd

Referencias
 Kissinger, Henry. “La Diplomacia”. Nueva York, FCE, 1994.
 Miller, Betty. “Power Politics and Statecraft”. Source: Reviews in American History, Vol.
23, No. 4 (Dec., 1995), pp. 723-728. Published by: The Johns Hopkins University Press.
URL:http://www.jstor.org/stable/2703000 Accessed: 08/02/2010 13:06
Fuente : Tupanoramamundial.blogspot

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