Está en la página 1de 16

“AÑO DEL BUEN SERVICIO AL CIUDADANO”

FACULTAD : DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS


CURSO : DERECHO PENAL

TEMA : LAS MEDIDAS ALTERNATIVAS A LA PENA

PRIVATIVA DE LA LIBERTAD.

DOCENTE : Abog. JORGE VALLADARES RUIZ

ALUMNA : RODRIGUEZ MANDARE NELSON DANTE

CICLO : III

2018
LAS MEDIDAS ALTERNATIVAS A LA PENA PRIVATIVA DE LA
LIBERTAD

Las medidas; alternativas, también denominadas sustitutivos penales o


subrogados penales, constituyen un variado conjunto de procedimientos y mecanismos
normativos, que tienen como función común la de eludir o limitar la aplicación o la
ejecución de penas privativas de libertad, de corta o mediana duración.
Cabe considerar a tales medidas como instrumentos de despenalización, en tanto que su
utilización formal o material flexibiliza el rigor del Sistema Penal.
INTRODUCCION:
Desde mediados del siglo pasado una política constante de las reformas penales fue
promover medios y procedimientos que posibilitaran reducir y humanizar los espacios de
aplicación de las penas privativas de libertad. En este sentido, como bien ha señalado
GOMEZ GRILLO es evidente que “así como el siglo XIX fue el de la consagración de la
prisión como fórmula ideal para intimidar y reformar al hombre delincuente, el siglo XX
ha sido el de la anticarcel” (Las Prisiones en Latinoamérica, en Anuario de Derecho Penal
y Ciencias Penales, 1980, p. 696). En coherencia con ello se intentó estandarizar límites
temporales racionales para la conminación y ejecución de esta clase de sanciones penales.
Un fundamento común de estas iniciativas sostuvo que las penas privativas de libertad
cuya duración fuera superior a veinte años, producían efectos colaterales en el condenado
que se manifestaban como daños psíquicos y físicos a los cuales se les calificó,
genéricamente, como riesgos latentes de desocialización.
Paralelamente, se fueron configurando y ensayando, también, un amplio conjunto de
instituciones normativas con capacidad para bloquear la imposición o el cumplimiento
efectivo e institucionalizado de penas privativas de libertad de corta o mediana duración.
Cabe anotar, sin embargo, que todos estos planteamientos y opciones normativas
desarrollaron en común un mensaje crítico trascendente de cuestionamiento ideológico y
social hacia la cárcel como centro de ejecución de penas privativas de libertad (Cfr.
Massimo Pavarini ¿Menos Cárcel y más Medidas Alternativas?, en Nuevo Foro Penal Nº
56, 1992, p. 197 y ss.).
Las tendencias doctrinales y legislativas de este periodo se caracterizaron, pues, por su
firme denuncia de que la prisión como régimen y sistema de cumplimiento de penas
privativas de libertad no había logrado alcanzar, en ninguna parte del mundo, una
fisonomía material y operativa capaz de hacerla mínimamente compatible con los fines
de resocialización y prevención especial, que se utilizaban políticamente para legitimar
la prisionalización en el Estado contemporáneo. Fue, pues, ese contrastable fracaso de la
cárcel como escenario de mejoramiento psicosocial de los delincuentes lo que demostró
el verdadero rol funcional e histórico de la estructura y naturaleza de las penas privativa
de libertad. Quedó, así, al descubierto, que aislar forzosamente de su entorno y de una
vida social dinámica de interacción, a un ser eminentemente gregario y libre como el
hombre, para recluirlo e insertarlo en un ambiente hostil, estigmatizante y autoritario
como el sistema penitenciario sólo reproducía un objetivo, declarado o encubierto, de
castigo o de reincidencia potencial, no de tratamiento positivamente resocializador. Como
afirmaba ZAFFARONI: “La filosofía del tratamiento pasó por varias etapas sin que
ninguna de ellas permitiera cambiar las características estructuralmente deteriorantes de
la prisión. Resocialización es una expresión que, fuera del marco sistémico carece de
contenido semántico y su uso equívoco se confunde en una multiplicidad de ideologías
“re” (Re-adaptación; re-inserción; re-educación; re-personalización, etc.) que, en
definitiva, pretenden que la prisión puede mejorar algo. Teniendo en cuenta que el
encierro institucional, conforme a todas las investigaciones contemporáneas, es siempre
deteriorante, especialmente si es prolongado, resulta claro que las ideologías “re” no son
utopías sino absurdos. El efecto deteriorante de la prisionalización en concreto tiende a la
reproducción del delito por introyección de los roles vinculados a los estereotipos que
rigen a la selección criminalizante” (Eugenio Raúl Zaffaroni. La Filosofía del Sistema
Penitenciario en el Mundo Contemporáneo, en Cuadernos de la Cárcel. Edición Especial
de NO HAY DERECHO. Buenos Aires, 1991, p. 61 y ss).

LAS MEDIDAS ALTERNATIVAS EN LA LEGISLACIÓN PENAL PERUANA


Uno de los principales rasgos característicos del proceso de reforma penal que tuvo lugar
en el Perú entre 1984 y 1991, fue la clara vocación despenalizadora que guio al legislador
nacional, lo que favoreció la inclusión de nuevas medidas alternativas a la pena privativa
de libertad, que al adicionarse a la condena condicional, pre-existente en el Código Penal
de 1924, fueron configurando un abanico bastante integral de sustitutivos penales, y que
alcanzó vigencia al promulgarse un nuevo Código Penal en abril de 1991.
En cuanto al tipo de medidas alternativas incluidas, encontramos cinco modalidades que
son las siguientes:
a) Suspensión de la Ejecución de la Pena.
b) Reserva del fallo condenatorio.
c) Exención de Pena.
d) Conversión de Penas Privativas de Libertad.
e) Sustitución de Penas Privativas de Libertad.

MEDIDAS ALTERNATIVAS QUE CONTEMPLAN EL CÓDIGO PENAL


EN EL CÓDIGO PENAL DE 1991 SE INCLUYEN LAS SIGUIENTES MEDIDAS
ALTERNATIVAS
1.-SUSTITUCION DE PENAS (ARTS. 32° Y 33°).
2.-CONVERSION DE PENAS (ARTS. 52° A 54°).
3.-SUSPENCION DE LA EJECUCION DE LA PENA (ARTS. 57° A 61°)
4.-RESERVA DEL FALLO CONDENATORIO (ARTS. 62° A 67°)
5.-EXENCION DE PENA (ART. 68°)
Es de señalar que gran parte de estos sustitutivos eran desconocidos en el derecho penal
peruano. Este hecho unido al breve tiempo de vacatio legis que concedió el legislador
para la aplicación del Código del 9, fue originando una jurisprudencia muy heterogénea,
pero, a la vez, interesante y rica en experiencias e interpretaciones. La doctrina en cambio,
y pese a tratarse de innovaciones importantes para nuestro sistema penal, no dedicó
mucho espacio al esclarecimiento teórico de las medidas alternativas, tal como se aprecia
en las obras de Peña Cabrera (Cfr. Raúl Peña Cabrera. Tratado de Derecho Penal. Estudio
Programático de la Parte General. Editora Grijley. Lima. 1994, p. 531 y ss.), Villavicencio
Terreros (Cfr. Felipe Villavicencio T. Código Penal. Cultural
Cuzco. Lima 1992, p. 213 y ss.), Bramont Arias (Cfr. Luis Bramont Arias- Luis A.
Bramont Arias-Torres. Código Penal Anotado. Editorial San Marcos. Lima, 1995, p. 242
y ss.) y Zarzosa Campos (Cfr. Carlos Zarzosa Campos. Derecho Penal. Parte General I.
Ed. Fondo de Fomento o la Cultura, Trujillo. 1993, p. 80 y ss.). Actitud que, por lo demás
se explica por el escaso interés que entre los juristas peruanos producen, tradicionalmente,
los temas relacionados con la sanción penal.
Seguidamente, haremos un breve estudio de las principales características que
corresponden a cada uno de los sustitutivos penales que contiene el Código Penal de 1991.
1.-LA SUSTITUCION DE PENAS PRIVATIVAS DE LIBERTAD:
La Sustitución de Penas Privativas de Libertad se encuentra regulada en los artículos 32º
y 33º del Código Penal. Ella está vinculada con la operatividad de dos clases de penas
limitativas de derechos: la prestación de servicios a la comunidad y la limitación de días
libres. Su fuente legal extranjera la encontramos en el artículo 44º in fine del Código
Penal Brasileño de 1984.
Siguiendo el razonamiento de COBO-VIVES estamos ante un auténtico sustitutivo penal,
ya que la medida que analizamos involucra, como efecto, la aplicación en lugar de la pena
privativa de libertad, de otra pena de naturaleza distinta y no detentiva del condenado.
Ahora bien, tal como aparece regulada, la sustitución de penas es una alternativa que la
ley deja al absoluto arbitrio judicial. Únicamente se exige que la pena privativa de libertad
sustituible no sea superior a tres años. En la medida, pues, en que el Juez considere en
atención a la pena conminada, para el delito y a las circunstancias de su comisión que el
sentenciado no merece pena por encima de dicho límite, él podrá aplicar la sustitución,
consignando en la sentencia la extensión de la pena privativa de libertad que se sustituye.
Sin embargo, somos de opinión que en la decisión sustitutiva deben sopesarse también
otros factores como lo innecesario de la reclusión y la inconveniencia,
por razones preventivo generales y especiales, de no optar por otro tipo de medida
alternativa como la suspensión condicional o la reserva del fallo (Cfr. Luis Bramont Arias
- Luis A. Bramont Arias-Torres. Ob. cit., pp. 207 y 208).
Como se adelantó las penas sustitutas son dos: Prestación de Servicios a la Comunidad y
Limitación de Días Libres. El Juez deberá elegir entre ellas en función, se entiende, de
las condiciones personales del condenado y del tipo de delito cometido. Su elección debe,
pues, ser debidamente motivada. No cabe aplicar reglas de conducta u obligaciones
complementarias al condenado. Este únicamente queda comprometido a cumplir la pena
sustituta.
La deficiente regulación de esta medida alternativa ha afectado y restringido su utilización
jurisdiccional. A la fecha se desconoce jurisprudencia sobre dicho sustitutivo. Al parecer,
esta situación se debe a los siguientes defectos normativos:
a) La equivalencia desproporcionada que fijaba la ley para determinar la extensión de la
pena sustituta. En efecto, según el párrafo in fine del artículo 33º del Código Penal, para
sustituir la pena privativa de libertad que cabría aplicarle al condenado, el juzgador
debería recurrir a las equivalencias que se estipulan en el artículo 52º. Pues bien,
inicialmente en este último dispositivo se fijaban las siguientes opciones:
- Un día de privación de libertad se sustituía con una jornada semanal de prestación
de servicios a la comunidad.
- Un día de privación de libertad se sustituía con una jornada semanal de limitación
de días libres.
Teniendo en cuenta que conforme a los numerales 34º y 35º las penas sustitutas se deberán
de cumplir sólo los fines de semana, y que la sustitución puede alcanzar a penas privativas
de libertad de hasta tres años, resultaba que en su extremo límite el condenado debería
cumplir 1,095 jornadas semanales de prestación de servicios a la comunidad o de
limitación de días libres. Lo que Cronológicamente significaba que el cumplimiento de
la sanción sustitutiva se extendía hasta un período aproximado de 21 años.
Dicho despropósito legal recién se superó con la Ley 27186 del 9 de octubre de 1999, que
modificó las equivalencias de la sustitución y las hizo compatibles con las previstas en el
inciso segundo del artículo 53º, tal como lo sugerimos en la primera edición de estos
comentarios. Actualmente, pues, una jornada semanal de prestación de servicios a la
comunidad o de limitación de días libres, sustituye siete días de pena privativa de libertad.
Con esta reforma se logra una proporción adecuada que permite un término de
cumplimiento más coherente con la función asignada a las penas sustituta.
b) La ausencia de normas que regulen la revocación de la sustitución en caso de
incumplimiento de la pena sustituida. Dicha omisión impide al Juez adoptar cualquier
sanción, incluida la revocatoria de la sustitución, en caso que el condenado incumpla con
las obligaciones propias de la pena sustitutas de prestación de servicios a la comunidad o
de limitación de días libres. De otro lado, los efectos del principio de legalidad que
consagra el artículo II y, complementariamente, el artículo III del Título Preliminar, hacen
inaplicable, para el supuesto que analizamos, el régimen de conversión que define el
artículo 55º del Código Penal. Esta última norma sólo considera el caso en que las penas
de prestación de servicios a la comunidad o de limitación de días libres, que fueron
impuestas como penas principales y autónomas, fuesen incumplidas por el condenado.
En relación a este vacío normativo, estimamos, de lege ferenda, que resulta factible
incorporar una respuesta al incumplimiento de la pena sustituto, en los mismos términos
que se precisan en el artículo 53º. En este numeral se dispone la revocatoria, previo
apercibimiento judicial, de la pena convertida y el consiguiente cumplimiento de la pena
privativa de libertad.
En el derecho penal español la sustitución de penas privativas de libertad se encuentra
también regulada en la Sección Segunda, del Capítulo III, del Título III del Libro I del
Código Penal de 1995. A ella se consagran los artículos 88º y 89º. El Anteproyecto de
1992 (Arts. 87º y 88º) y el Proyecto de 1994 (Arts. 89º y 90º), también se ocuparon de
esta medida alternativa, aunque con notables diferencias (Cfr. José L. De La Cuesta
Arzamendi. Alternativas a las Penas Cortas Privativas en el Proyecto de 1992, p. 331 y
ss.).
El legislador hispano ha considerado cuatro sanciones sustituto: arresto de fin de semana,
multa, trabajos en beneficio de la comunidad y expulsión. Esta última sanción, en
realidad, es una medida de seguridad sustituto. En efecto, a tenor de lo dispuesto en el
artículo 96º, inciso tercero, párrafo quinto, se considera a la “expulsión de extranjeros no
residentes legalmente en España”, como una medida de seguridad no privativa de libertad
Ahora bien, conforme al artículo 88º, las penas de prisión no superiores a un año pueden
ser sustituidas por penas de arresto de fin de semana o multa. Excepcionalmente la
sustitución podrá alcanzar también a las penas de prisión que no excedan de dos años. Y,
en ambos casos, el Juez deberá atender a las condiciones personales del agente, a los
esfuerzos realizados por él para reparar los daños ocasionados por el delito, y a que el
sentenciado no sea un reo habitual. Según el artículo 94º del Código Penal Español, se
considera reo habitual a quien hubiera cometido tres o más delitos, de los comprendidos
en un mismo Capítulo, dentro de un plazo no superior a cinco años, y siempre que haya
merecido condena por tales ilícitos.
De modo facultativo el Juez queda autorizado a imponer reglas de conducta al condenado.
Las equivalencias para la sustitución son las siguientes: cada semana de prisión será
sustituida por dos arrestos de fin de semana. Y cada día de prisión será sustituido por dos
cuotas de multa.
Asimismo, el inciso segundo del mencionado artículo 86º otorga al órgano jurisdiccional
la posibilidad de sustituir las penas de arresto de fin de semana por penas de multa o de
trabajos en beneficio de la comunidad. En este supuesto las equivalencias se establecen
de esta manera: cada arresto de fin de semana será sustituido por cuatro cuotas de multa
o por dos jornadas de trabajo.
En ambos supuestos, si el condenado incumple la pena sustituto, se le hará cumplir la
pena privativa de libertad sustituida, con los descuentos a que hubiere lugar. Finalmente,
las penas privativas de libertad inferiores a seis años que se apliquen a un extranjero con
permanencia ilegal en España, pueden ser sustituidas por la medida de expulsión. Esta
forma de sustitución que describe el artículo 89º genera para el condenado el impedimento
de retornar a España dentro del plazo que se le fije en la sentencia, y que no puede
extenderse más allá de los diez años, ni ser inferior a tres años.
Si el condenado quebranta la pena sustituida, regresando a España antes del tiempo
señalado en la sentencia, se le hará efectiva la pena de prisión sustituida. Curiosamente,
la ley no precisa en ese supuesto ningún tipo de descuento y que estimamos pertinente
por razones de equidad y coherencia.
Cabe anotar, finalmente, con relación al derecho español, que en los casos de sustitución
de las penas privativas de libertad que contempla el inciso 1º del artículo 89º, la ley exige
que el juez antes de adoptar su decisión sustitutoria escuche a las partes, Y tratándose de
la hipótesis del inciso 2º, que se refiere al reemplazo del arresto de fin de semana, será
necesario, para que opere la sustitución, que el condenado haya expresado su
conformidad.
En el derecho latinoamericano es de mencionar que el Código Penal Cubano (Art. 34º)
regula una forma de sustitución de penas a la que designa como “limitación de libertad”.
En este modelo se imponen al condenado, en vez de una pena privativa de libertad no
superior a tres años, obligaciones específicas y reglas de conducta que deberá observar
por igual plazo que la pena sustituida. Si el condenado incumpliese el régimen sustituto
se le efectivizará la pena privativa de libertad con las deducciones que sean aplicables.
Por su parte, el Código Penal Portugués incluye también en sus artículos 43º y 44º, un
régimen de sustitución de penas privativas de libertad que contempla dos casos. Primero,
cuando la pena de prisión no exceda de tres meses, ella puede ser sustituida por una pena
de prisión por días libres que viene a ser una sanción parecida al arresto de fin de semana
español. La equivalencia que se emplea para este supuesto es de cuatro días de prisión
por un fin de semana. El segundo caso de sustitución se da si la pena de prisión no fuera
superior a seis meses. En esta hipótesis se podría sustituir la pena privativa de libertad
impuesta en la sentencia por una pena equivalente, fijada en días-multa y a razón de un
día-multa por cada día de prisión.
2.-LA CONVERSION DE PENAS PRIVATIVAS DE LIBERTAD
La Conversión de Penas Privativas de Libertad se rige por lo dispuesto en los artículos
52º a 54º del Código Penal. Su fuente legal la hallamos en los artículos 80º y 81º del
Código Penal Tipo para Latinoamérica (Diferente: Luis Bramont Arias y Luis Bramont
Arias-Torres, que señalan como fuente al Proyecto Peruano de 1991, pese a que la
Conversión de Penas preexistió a dicho documento en el Proyecto de 1985 [Art. 65º].
Código Penal Anotado, p. 242).
Este sustituto penal puede ser definido como la conmutación de la pena privativa de
libertad impuesta en la sentencia, por una sanción de distinta naturaleza. En el caso del
derecho penal peruano la conversión de la pena privativa de libertad puede hacerse con
penas de multa, de prestación de servicios a la comunidad y de limitación de días libres.
En otros países, en cambio, la conmutación suele realizarse únicamente con penas de
multa.
Para que proceda esta medida alternativa se exigen dos condiciones:
a) Que la pena impuesta en la sentencia condenatoria no exceda a cuatro años de pena
privativa de libertad efectiva; y,
b) Que en el caso concreto no sea posible aplicar al sentenciado una suspensión de la
ejecución de la pena o una reserva de fallo condenatorio.
Estos dos requisitos permiten diferenciar la conversión de la sustitución de penas.
Asumiendo la primera una condición excepcional y subsidiaria frente a la segunda, y ante
a otras medidas alternativas.
La vía de la conversión de penas privativas de libertad en penas de multa, prestación de
servicios a la comunidad o limitación de días libres, se rige por las siguientes
equivalencias que contiene el artículo 52º del Código Penal: un día de privación de
libertad se convierte en un día-multa. Y siete días de pena privativa de libertad se
convierten en una jornada de prestación de servicios a la comunidad, o en una jornada de
limitación de días libres. Esta última fue incluida por la Ley 27186.
Conforme al artículo 53º procede la revocatoria de la conversión por incumplimiento de
las penas convertidas, o por la comisión de un nuevo delito dentro del plazo de ejecución
de la pena convertida, y siempre que aquél sea sancionado con no menos de tres años de
pena privativa de libertad (Cfr. Art. 54º).
Ahora bien, en caso de revocatoria de la medida se producirá una reconversión, que
llevará al condenado a cumplir la pena privativa de libertad que le fue impuesta en la
sentencia, con los descuentos que correspondan según las reglas que se mencionan en el
párrafo segundo del artículo 53º.Pero si la revocatoria se debió a la comisión y condena
por un nuevo delito, el condenado deberá cumplir también, sucesivamente, la pena
correspondiente a este.
Al igual que lo ocurrido con la sustitución de penas, la utilización judicial de la conversión
de penas privativas de libertad es todavía muy limitada.
En el derecho penal español, no ha sido prevista una medida similar. En la legislación
Latinoamericana, en cambio, tienen sustitutivos semejantes el Código Penal de Costa
Rica (Art. 69º) y el Código Penal de Guatemala (Art. 50º), aunque la conmutación sólo
es posible con penas de multa. El Código Penal Cubano también desarrolla un sistema
particular de conversión al cual denomina “limitación de libertad” (Art. 34º).
3.-LA SUSPENSION DE LA EJECUCION DE LA PENA
Se trata de uno de los procedimientos tradicionales de limitación de las penas cortas
privativas de libertad. Se le conoce con distintas denominaciones, pero las más admitidas
en el derecho penal comparado son condena condicional y suspensión de la ejecución de
la pena. Curiosamente algunas legislaciones utilizan simultáneamente ambas
denominaciones, por ejemplo el Código Penal Peruano (Cfr. Arts. 57º y 58º). Sin
embargo, para un sector doctrinal resulta más adecuado el término suspensión de la
ejecución de la pena, puesto que, señalan, la condena no es suspendida en sus efectos
accesorios o de indemnización civil. Lo único que se deja en suspenso es la ejecución
efectiva de la pena privativa de libertad que se impuso al condenado. En ese sentido se
pronuncia entre nosotros VILLAVICENCIO TERREROS y, en España, GARCIA
ARAN (Cfr. Felipe Villavicencio Terreros. Ob. cit., p. 233. Francisco Muñoz Conde -
Mercedes García Aran. Ob. cit., p. 498). HURTADO POZO, al comentar el Código Penal
de 1924, señalaba que el término condena condicional era más coherente con la fuente
helvética, que siguió en legislador nacional (José Hurtado Pozo. La Condena Condicional,
en Derecho, Nº 31. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 1973, p. 62 y 63).
En realidad, pues, como bien aclaran COBO-VIVES estamos ante una medida de
suspensión de la ejecución de la pena privativa de libertad, y no de sustitución de dicha
pena, como ha venido ocurriendo con las medidas alternativas que se han analizado
anteriormente. “La simple suspensión de la condena no representa, hablando en puridad,
un mecanismo de sustitución de la pena, sino, en todo caso, una renuncia provisional al
pronunciamiento o ejecución de la misma que, en su momento, puede convertirse en
definitiva.
Sustituir es cambiar una cosa por otra, y no es eso lo que sucede en la suspensión” (Ob.
cit., p. 705).
La suspensión de la ejecución de la pena pertenece a lo que GARCIA VALDEZ califica
como formas de tratamiento en régimen de libertad (Ob. cit., p. 200). Su operatividad
consiste en suspender la ejecución efectiva de la pena privativa de libertad impuesta en la
sentencia condenatoria. De esta manera, pues, el sentenciado no ingresa a un centro
carcelario para cumplir la pena fijada por la autoridad judicial, él queda en libertad pero
sometido a un régimen de reglas de conducta y a la obligación de no delinquir.
Tales reglas y obligaciones deben ser observadas por el condenado durante un plazo de
tiempo que se expresa en la ley o en la sentencia, y que se le denomina período de prueba.
Si el plazo mencionado se vence sin que haya mediado incumplimiento de reglas o
comisión de nuevo delito, se dá por extinguida la pena y se suprime la condena de los
registros judiciales correspondientes. Caso contrario, procederán a aplicarse al condenado
mayores restricciones o se le revocará la suspensión, debiendo, en consecuencia, de
cumplir en su totalidad la pena privativa de libertad que se le impuso en la sentencia.
Los orígenes de la suspensión de la ejecución de la pena se ubican a finales del siglo
pasado, en los procedimientos de “surcis” aplicados en Francia y Bélgica (Cfr. Heleno
Claudio Fragoso. Licoes de Direito Penal. Parte Geral. 14º Ediâo. Forense. Río de Janeiro.
1993, p. 361 y ss.). En el derecho penal peruano fue introducido, como condena
condicional, por el Código Penal de 1924, aunque limitada en sus efectos a los delitos
culposos. Sin embargo, con posterioridad, y a través de reformas en el Código de
Procedimientos Penales, se amplió su aplicación a toda condena a pena privativas de
libertad no superior a dos años y siempre que el agente no fuere reincidente (José Hurtado
Pozo. Ob. cit., p. 64).
En el Código Penal de 1991 la medida que estamos comentando se incluye como
suspensión de la ejecución de la pena en el Capítulo IV, del Título III, de la Parte General,
entre los artículos 57º a 61º
Sus requisitos de procedencia son dos:
a) Que la pena privativa de libertad impuesta al condenado no sea superior a cuatro años.
No afecta, por tanto, a otro tipo de penas que deban ser aplicadas de modo conjunto.
b) Que en atención a las circunstancias del hecho y a la personalidad del agente, el Juez
asuma un pronóstico favorable sobre la conducta futura del condenado. Esto es, que el
órgano jurisdiccional llegue a prever que el sentenciado no volverá a delinquir.
Por lo demás, la suspensión de la ejecución de la pena es facultativa para el Juez, y su
concesión o denegatoria deberá estar motivada. En la praxis jurisprudencial, sin embargo,
lo trascendente para la concesión se vincula con el carácter primario del infractor y con
la escasa gravedad de la conducta delictiva cometida.
En cuanto al plazo de prueba la ley fija un término flexible entre uno y tres años, y que el
Juez debe cuantificar de modo concreto en la sentencia. Tratándose de un imperativo
legal, dicho plazo no puede ser inferior a un año, aún en el supuesto de que la pena
impuesta sea menor a doce meses. Asimismo, es posible fijar un plazo de prueba menor
al término de la condena. Es más, la judicatura nacional es proclive a este tipo de
decisiones, que, se entiende, resultan motivadoras para que el condenado se adscriba
positivamente a las reglas de conducta.
Ahora bien, en cuanto a las reglas de conducta, el artículo 58º dispone la imposición
obligatoria de las mismas. Dicha norma, además, señala alternativamente un conjunto de
opciones, las cuales pueden ser integradas con otras reglas que el Juez estime adecuadas
al caso particular, siempre que no afecten la dignidad del condenado.
La reparación del daño ocasionado o reparación civil puede incluirse como regla de
conducta, salvo que el agente haya acreditado, previamente, imposibilidad de cumplir con
tal obligación. Sin embargo, si el pago de la reparación civil no se consigna expresamente
en la sentencia como una regla de conducta, su realización quedará fuera del ámbito de
suspensión de la ejecución de la pena.
Las reglas de conducta deben guardar conexión con las condiciones particulares del delito
y con la personalidad del agente. Deben, igualmente, ser específicas y determinadas. No
cabe, pues, imponer al condenado el cumplimiento de obligaciones ambiguas y equívocas
como “abstenerse de concurrir a lugares de dudosas reputación”.
El incumplimiento de las reglas de conducta, según se expresa en el artículo 59º del
Código Penal, puede dar lugar a tres tipos de sanciones:
a) La Amonestación del Infractor. La que puede materializarse en acto público y con
concurrencia del condenado a la sede del Juzgado o, también, por intermedio de una
notificación judicial.
b) Prórroga del Plazo de Prueba. Dicha prórroga puede extenderse hasta una mitad del
plazo fijado inicialmente en la sentencia. Ello quiere decir que en su extremo máximo, si
el plazo de prueba inicial fue de tres años esté con la adición límite que establece el
artículo 59º podría alcanzar los cuatro años y seis meses. Ahora bien, la cuantificación y
determinación de la prórroga deben ser decididos por el Juez en atención a las necesidades
y características de cada caso.
c) La Revocación de la Suspensión. Se trata de la sanción más severa, por lo que su uso
debe ser excepcional y luego de haberse aplicado las sanciones precedentes de
amonestación o de prórroga. En todo caso, su uso debe limitarse, en lo posible, al hecho
de que el sentenciado haya cometido nuevo delito doloso mereciendo por ello otra
condena a pena privativa de libertad efectiva. A nuestro entender, resulta
desproporcionado revocar la suspensión por el mero incumplimiento del pago de la
reparación civil, como distorsionadamente se consideró inicialmente por cierto sector de
la judicatura nacional.
Es de advertir que la ley solamente regula un supuesto de revocación directa del régimen
de suspensión. Ello ocurre cuando el condenado fue, luego, nuevamente sentenciado por
la comisión de un nuevo delito doloso, realizado dentro del período de prueba, y se le
impone una pena superior a tres años de pena privativa de libertad.
Como se precisa en el numeral 60º, el efecto de la revocatoria, aún en el caso del inciso
3) del artículo 59º, supone la “ejecución -total- de la pena suspendida condicionalmente
y la que corresponda por el segundo hecho punible”.
Si el período de prueba concluye sin que medie incumplimiento reiterado de las reglas de
conducta, ni comisión de nuevo delito, “la condena se considera como no pronunciada”.
El efecto procesal que esto conlleva es la anulación de los antecedentes penales del
condenado.
En España la medida que analizamos fue introducida en 1908. El Código del 95, trata de
la “Suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad”, entre los artículos 80º
a 87º. En lo esencial sus características son las siguientes:
a) De modo general la medida es procedente cuando la pena impuesta al condenado no
excede a dos años de pena privativa de libertad. Sólo es aplicable a quienes hayan
delinquido por primera vez. Y se requiere, además, que el sentenciado haya satisfecho las
responsabilidades civiles que le alcanzan, salvo imposibilidad material de hacerlo.
b) En lo formal, la concesión de la suspensión sólo tiene lugar cuando la sentencia ha
adquirido firmeza. La inscripción de la pena suspendida se hace en una sección especial
y Reservada del Registro de Penados y Rebeldes.
c) El condenado queda obligado a no volver a delinquir durante el período de prueba que
puede durar entre tres meses a cinco años, según el tipo de pena impuesta, la naturaleza
del delito y las condiciones personales del sentenciado. Sólo de modo facultativo el Juez
podrá imponer al condenado otras reglas de conducta y únicamente si la pena impuesta
fue prisión.
d) Si el condenado infringiere las reglas de conducta de modo reiterado, cabe revocar la
suspensión. En otros casos las infracciones al régimen de conducta motivaron,
alternativamente: sustituir la regla de conducta impuesta por otra y prorrogar el plazo de
prueba sin que dicha prórroga puede excederse de cinco años.
Ahora bien, se producirá una revocatoria directa de la suspensión, si el condenado comete
nuevo delito durante el plazo de prueba. Entendiéndose que se ha cometido nuevo delito,
cuando se declare así en nueva sentencia condenatoria.
El efecto de la revocación implica la ejecución de la pena suspendida y su inscripción en
el Registro Central de Penados y Rebeldes.
e) Si el plazo de suspensión concluye sin que el condenado haya incumplido las reglas de
conducta, no haya delinquido nuevamente, se declara la remisión de la pena y se ordena
la cancelación de la inscripción realizada en la Sección Especial del Registro Central de
Penados y Rebeldes.
Cabe anotar, finalmente, que en el Código Penal Español se consideran dos supuestos
especiales de suspensión condicional de la pena, y a los que aluden el inciso 4º del artículo
80º y el artículo 87º. En ambos casos la suspensión se basa en consideraciones especiales
que tienen relación con el estado de enfermedad grave e incurable que sufre el condenado,
o por su condición de dependiente a drogas o alcohol.
En el derecho penal latinoamericano contemporáneo, la suspensión de la ejecución de la
pena posee una regulación muy semejante a la que contempla el Código Penal Peruano.
No obstante, se observan notorias diferencias en lo concerniente a la extensión de la pena
privativa de libertad que se suspende, y a los términos que corresponden al período de
prueba. Es así que en el Código Penal brasileño la medida que comentamos, a la que se
designa como Suspensâo Condicional da Pena, sólo procede para penas privativas de
libertad no superiores a dos años, mientras que el plazo de prueba se puede extender entre
dos a cuatro años (Art. 77º). Por su parte, el Código Penal de Colombia, que designa al
mismo subrogado penal como Condena de Ejecución Condicional, precisa que es
aplicable si la pena privativa de libertad impuesta no excede a tres años de prisión, y
señala que el período de prueba puede alcanzar de dos a cinco años (Art. 68º).
4.- LA RESERVA DEL FALLO CONDENATORIO
La Reserva del Fallo Condenatorio fue otra de las innovaciones que en el ámbito de las
medidas alternativas introdujo en el derecho peruano, el Código Penal de 1991. Para ello
el legislador nacional se guio por el modelo que incluía el Anteproyecto de Código Penal
Español de 1983 (Art. 71º y ss.). Esta referencia a la fuente es importante ya que, como
lo sostuvo en su oportunidad SANTIAGO MIR PUIG, la suspensión del fallo, en los
proyectos españoles, se apartó significativamente de la probation anglosajona, al
prescindir del pronunciamiento de la condena y por ende de la pena (Cfr. Santiago Mir
Puig. Tendencias político-criminales y alternativas a la prisión en la Europa actual, en
Revista del Ilustre Colegio de Abogados del Señorío de Vizcaya Nº 34, 1987, p. 55 y ss.).
En efecto, la Reserva del Fallo Condenatorio que se regula en los artículos 62º a 67º del
Código Penal Peruano, conforme a su fuente hispana, se caracteriza fundamentalmente
porque el Juez deja en suspenso la condena y el señalamiento de una pena para el
sentenciado.
En términos concretos la medida supone que en la sentencia se declara formalmente la
culpabilidad del procesado, pero éste no es condenado ni se le impone, por tanto pena
alguna. El fallo de condena queda de momento suspendido y se condiciona su
pronunciamiento a la observancia de reglas de conducta durante un régimen de prueba,
dentro del cual el sentenciado deberá abstenerse de cometer nuevo delito y tendrá que
cumplir las reglas de conducta que le señale el Juez.
Si el período de prueba concluye sin infracción de las reglas impuestas, ni comisión de
nuevo delito, el juzgamiento se deja sin efecto. Pero si, por el contrario, se incurre en
infracción o se vuelve a delinquir, el Juez puede disponer la revocatoria de la reserva y el
consiguiente pronunciamiento del fallo condenatorio con el señalamiento de la pena que
deberá cumplir el sentenciado.
Ahora bien, el efecto procesal de la reserva del fallo es que no genera antecedentes al
sentenciado, puesto que el no haber condena, no cabe inscripción en el Registro Judicial
correspondiente.
Conforme al artículo 62º la reserva del fallo condenatorio, procede cuando concurren los
siguientes presupuestos:
a) Que el delito esté sancionado con una pena conminada no superior a tres años de pena
privativa de libertad o con multa; o con prestación de servicios a la comunidad o
limitación de días libres que no excedan a 90 jornadas semanales; o con inhabilitación no
superior a dos años.
Cabe anotar que la reserva del fallo condenatorio también es aplicable en caso de penas
conjuntas o alternativas, siempre que tales sanciones se adecúen a los marcos cualitativos
y cuantitativos antes mencionados.
b) Que el Juez en atención a las circunstancias del hecho y a la personalidad del agente,
asuma un pronóstico favorable de conducta futura del imputado.
Como en el caso de la suspensión condicional de la pena, la Reserva del Fallo es una
medida de uso facultativo para el Juez. El, por consiguiente, al aplicar la medida debe
estar convencido que en el caso concreto, por razones de prevención especial, no es
necesario condenar al procesado, pese a que en el proceso se ha acreditado su
culpabilidad. Lo cual, por lo demás, como señala PEÑA CABRERA, debe quedar
debidamente motivado en la sentencia (Raúl Peña Cabrera. Ob. cit., p. 550).
Tanto el plazo del período de prueba como el catálogo de reglas de conducta que pueden
imponerse al sentenciado, son similares a los que el Código Penal contemplaba para la
suspensión de la ejecución de la pena. Esto es:
a) El plazo de prueba puede extenderse entre uno y tres años. Pero en caso de infracción
de las reglas de conducta, él puede prorrogarse hasta por una mitad del plazo inicialmente
fijado.
b) Las reglas de conducta deben adecuarse a los fines de rehabilitación del procesado. El
Juez puede adicionar otras reglas de conducta distintas de aquellas que se definen en el
artículo 64º, si resultan convenientes para el delincuente y no afectan su dignidad
personal. Asimismo, es posible considerar como regla de conducta el cumplimiento del
pago de la reparación civil.
c) El incumplimiento reiterado de las reglas de conducta motiva una sanción. En este
supuesto el Juez puede disponer la amonestación del sentenciado, la prórroga del plazo
de prueba, y finalmente la revocatoria de la reserva.
La revocatoria de la reserva del fallo condenatorio también procede, si el agente comete
nuevo delito doloso durante el período de prueba (Art. 66º). Sin embargo, la ley considera
dos supuestos: Primero, la revocatoria será facultativa cuando por el nuevo delito
cometido se imponga pena privativa de libertad superior a tres años. Y, segundo, la
revocatoria será obligatoria si el nuevo delito cometido por el sentenciado tiene pena
conminada superior a tres años.
No resulta coherente la distinción que hace el legislador. Hubiera sido preferible mantener
la revocatoria, condicionada únicamente a la extensión de la pena impuesta en la nueva
condena, ya que vincular aquella con la sanción conminada, podría suscitar situaciones
no equitativas. Por ejemplo, que en la comisión del nuevo delito puedan concurrir
circunstancias atenuantes que afecten el mínimo de la pena legal y que, en consecuencia,
la condena sólo imponga para el nuevo hecho punible una sanción inferior a tres años de
pena privativa de libertad. Lo que sería posible de mediar una legítima defensa imperfecta
o tratándose de un agente de imputabilidad restringida (Cfr. Art. 21º del Código Penal).
Ahora bien, la Reserva del Fallo Condenatorio ha tenido una evolución interesante en la
praxis judicial. Por fuerza de la costumbre y falta de información, esta importante medida
alternativa fue inicialmente relegada por la aplicación de la suspensión de la ejecución de
la pena. No obstante, con el transcurso del tiempo su utilización jurisdiccional se ha hecho
más frecuente, sobre todo en delitos como la usurpación de inmuebles, la violación de la
libertad de trabajo, el abuso de autoridad innominado, la receptación simple, y en las
faltas.
La reforma penal española abandonó la suspensión del fallo desde el Borrador de 1991.
Para un amplio sector de la doctrina hispana ello fue una decisión acertada. Sobre todo
en consideración a los trastornos e incongruencias procesales, que dicha medida podía
suscitar y que han sido expuestos en detalle por varios autores como MAQUEDA
ABREGU, DE SOLA DUEÑAS y VALMAÑA OCHAITA (Cfr. Silvia Valmaña
Ochaíta.Sustitutivos Penales y proyectos de Reforma en el Derecho Penal español.
Ministerio de Justicia. Madrid, 1990, p. 39 y ss.). En todo caso, algunos proyectos
posteriores como el de 1992 procuraron reunir en la Suspensión de la Ejecución de la
Pena, algunas ventajas de la suspensión del fallo como han mencionado CEREZO MIR
y DE LA CUESTA ARZAMENDI (Cfr. José Cerezo Mir. Consideraciones Político-
Criminales sobre el Proyecto de Código Penal de 1992. U. de Zaragoza. 993, p. 33; José
Luis De La Cuesta Arzamendi. Ob. cit., p. 339 y ss).
En el derecho penal comparado, encontramos un régimen similar a la Reserva del Fallo
Condenatorio en el Código Penal de Portugal y al que se denomina “Régimen de Prueba”
(Art. 53º a 58º). Según este modelo, cabe aplicar un régimen de prueba cuando el
procesado es culpable de un delito sancionado con pena de prisión no superior a tres años
y si la suspensión de la ejecución de la pena no se muestra adecuada “para su recuperación
social”. Durante el período de prueba que puede tener una extensión, como en el caso
peruano, entre uno y tres años, el sentenciado recibe la supervisión-colaboración de un
trabajador social.
5.-LA EXENCION DE PENA
Esta medida alternativa se relaciona con los criterios generales del llamado perdón
judicial. Esto es, con la facultad conferida por la ley al órgano jurisdiccional para
dispensar de toda sanción al autor de un hecho delictivo.
El fundamento de la exención de pena resulta de consideraciones de prevención especial
y de oportunidad o merecimiento de pena. De modo tal, que en atención a las
circunstancias del hecho punible, a las condiciones personales del autor o partícipe, o a la
naturaleza de los bienes jurídicos afectados, la respuesta punitiva aparece en el caso
concreto como innecesaria o desproporcionada.
En términos concretos la medida que analizamos puede definirse como una condena sin
pena. Ella implica, por tanto, una declaración de culpabilidad pero además una renuncia
del Estado, a través del Juez, a sancionar el delito cometido. En el derecho extranjero
existe singular predilección por los procedimientos de renuncia a la pena. En ese sentido,
el artículo 169º del Código Penal Italiano autoriza al Juez a perdonar la pena, declarándola
extinguida, si el autor del delito es menor de dieciocho años y siempre que la pena que
correspondería aplicarle no exceda a dos años de pena privativa de libertad. Por su parte,
el Código Penal Alemán, en su artículo 60º, permite renunciar a la pena cuando la sanción
a imponer es inferior a un año de pena privativa de libertad y las consecuencias del hecho
ilícito han afectado de modo relevante a su autor. Pero además el legislador germano
exige que la decisión de dispensar la sanción no produzca riesgos a la defensa del orden
jurídico, vale decir, que ella no afecte criterios de prevención general.
En Latinoamérica cabe referirse al artículo 64º del Código Penal Boliviano que regula el
perdón judicial. En lo esencial la medida sólo puede aplicarse cuando el agente es
primario, si el delito cometido no tiene pena conminada mayor de un año de pena
privativa de libertad, y siempre que pueda deducirse de la levedad del hecho o de los
motivos que impulsaron a su autor, que éste no volverá a cometer nuevo ilícito. El Código
Penal Boliviano, además, establece que el perdón judicial no afecta el pago de la
reparación civil (Art. 65º).
El Código Penal Peruano se ocupa de la exención de pena en el artículo 68º. Este
dispositivo tuvo por fuente legislativa extranjera al artículo 75.I del Código Penal
Portugués de 1982. Su incorporación en el proceso de reforma tuvo lugar a través del
Proyecto de Código Penal de setiembre de 1989 (Art. 71º).
En cuanto a la denominación dada por el legislador nacional ella resulta equívoca y poco
afortunada, en la medida que con el término exención de pena se designan también en el
Código Penal supuestos diferentes a los que contempla el artículo 68º. Ello ocurre, por
ejemplo, en el caso de los artículos 178º (exención de pena por subsiguiente matrimonio
del autor con la víctima de un delito contra la libertad sexual) ó 406º (exención de pena
en caso de encubrimiento real o personal). Algo similar resulta de las normas sobre
derecho penal premial que contemplan la Ley 25499 (Art. 1º, II) y el Decreto Legislativo
824 (Art. 19º, a) que también consideran una “exención de pena” para “los arrepentidos”
involucrados en actos de terrorismo o tráfico ilícito de drogas.
Por consiguiente, quizás hubiera sido preferible designar a éste sustitutivo penal con otra
nomenclatura, como dispensa de pena o renuncia de pena, tal como ocurre en el derecho
comparado.
La legislación peruana establece dos requisitos para la procedencia de la exención de
pena. Uno, cualitativo, está en función del tipo de pena conminada en la ley para el delito
cometido. Y el otro, valorativo, toma en cuenta el grado de culpabilidad del autor o
partícipe.
El primer requisito señala que la medida es procedente si la pena prevista para el delito
cometido es privativa de libertad no mayor de dos años o se trata de pena de multa o de
pena limitativa de derechos.
El segundo requisito alude a que la culpabilidad del agente sea mínima. Este criterio no
ha sido desarrollado por el legislador. Tampoco la doctrina y la jurisprudencia nacionales
han estructurado sobre el particular criterios de interpretación uniforme. En tal sentido,
cabe sostener de lege data algunas consideraciones al respecto. En principio, es de afirmar
que la ley toma en cuenta la culpabilidad concreta y personal del autor o partícipe, por lo
que ella se mide en función de la presencia de circunstancias que aminoren su intensidad
como lo son la imputabilidad relativa, la concurrencia de un error de prohibición vencible
o de un error de comprensión culturalmente condicionado vencible, o la producción de
un estado de necesidad exculpante imperfecto o de un miedo que en el contexto aparezca
como superable. Ahora bien, por extensión se asume también la posibilidad de una menor
culpabilidad en el caso del cómplice secundario.
Si bien el Código Penal a diferencia del precitado texto boliviano no alude a los efectos
de la exención de pena sobre la reparación civil, resulta fácil inferir que su concesión no
excluye el señalamiento de responsabilidades indemnizatorias, puesto que éstas son
exigibles desde la producción de un hecho antijurídico. Por tanto, el Juez debe fijar en la
sentencia la reparación civil que corresponda.
Por último, es de señalar que la sentencia condenatoria donde se aplique la exención de
pena no debe ser inscrita en el Registro Judicial. La razón de ello deriva de la propia
función que corresponde a la inscripción, cual es dar testimonio de la pena impuesta al
condenado (En ese sentido también: Felipe Villavicencio T. Código Penal. Cultural
Cuzco S.A. Editores. Lima. 1992, p. 238).

BIBLIOGRAFIA
 Código Penal –Peruano, alemán, Español, Brasileño, Boliviano y Portugués.
 Luis Bramont Arias y Luis Bramont Arias-Torres, que señalan como fuente al
Proyecto Peruano de 1991, pese a que la Conversión de Penas preexistió a dicho
documento en el Proyecto de 1985 [Art. 65º]. Código Penal Anotado, p. 242).
 Tomo Academia De La Magistratura – Aplicación De La Pena
 Revista del Ilustre Colegio de Abogados del Señorío de Vizcaya Nº 34, 1987, p.
55 y ss.).
 PEÑA CABRERA, debe quedar debidamente motivado en la sentencia (Raúl Peña
Cabrera. Ob. cit., p. 550).
 Felipe Villavicencio T. Código Penal. Cultural Cuzco S.A. Editores. Lima. 1992,
p. 238).
 GARCIA ARAN (Cfr. Felipe Villavicencio Terreros. Ob. cit., p. 233. Francisco
Muñoz Conde - Mercedes García Aran. Ob. cit., p. 498).
 HURTADO POZO, al comentar el Código Penal de 1924.

También podría gustarte