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3.

-Medicina Peruana en la Época


Republicana

La época del Perú republicano comienza con la independencia


del Perú. Periodo crítico para nuestro país, ya que se estaba
reorganizando como un país libre al dejar de ser colonia de
España. Por ello, la docencia médica y el ejercicio de la
medicina decayeron notablemente durante los años siguientes a
la independencia del país. La causa de este problema se debía
al caos que reinaba en el gobierno peruano. Según Paño-Reyna,
los sucesivos y efímeros gobiernos militares que se diputaron
el poder, además de las guerras externas, el país se sumieron
una inestabilidad política, social y económica con graves
consecuencias para la economía, lo cual afectó la inversión en
la medicina peruana. La poca preocupación del gobierno por este
rubro tan importante en un país su pudo apreciar con la cantidad
de hospitales que disponía el Perú alrededor de todo su
territorio. Por ello, se puede apreciar que en 1821, se
disponía en el Perú de cincuenta hospitales, once de los cuales
se ubicaban en lima.

En 1821, el Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando


pasa a ser el Colegio de la Independencia, el cual estuvo muy
desorganizado por la inestabilidad que atravesaba el país. Es
aquí donde se presenta la figura del Dr. Cayetano Heredia quien
en 1837 se convierte en director del Colegio. Luego, en 1856
pasa a ser la Facultad de Medicina de Lima y se incorpora a la
Universidad de San Marcos. Cayetano Heredia es su primer
decano. Este junto a Miguel Evaristo de los Ríos fundan la
Sociedad Médica de Lima; y fue quien le siguió el decanato de
San Fernando a Cayetano Heredia quien fallece en 1861.

En 1823, el 28 de noviembre Abel Victorino Brandan, médico


francés, introduce en terapéutica el uso de la quinina para el
tratamiento de la malaria. Años después publica la primera
revista médica peruana: Anales Medicales.

En 1826, el 10 de octubre se crea la primera Casa de Maternidad


(Escuela de Obstétricas), bajo la dirección de Madame Paulina
de Fisil.

En esta época, el hombre considerado el Padre de la Medicina


Peruana, Hipólito Unanue, fallece un 15 de julio de 1833.

El uso de la anestesia en las intervenciones quirúrgicas se


comienza a dar en este periodo en el año 1847. El Dr. Julián
Sandoval, profesor de patología, fue quien realizó este hecho
en la medicina peruana.

En este periodo de la República, a mediados del siglo XIX, se


inician las epidemias de la fiebre amarilla, tema de gran
importancia por la cantidad de casos que se presentaban. El
Dr. José Mariano Melgar se hace conocido por el papel que
cumple en la lucha de esta enfermedad que vuelve a brotar en
el 1867. El Hospital Dos de Mayo se inaugura el 28 de febrero
de 1875 y en sus inicios es empleado principalmente para
recibir a los enfermos de la epidemia de la fiebre amarilla.

En 1857, el Dr. Casimiro Ulloa inicia la reforma del


tratamiento psiquiátrico en centro de San Andrés.

La Cruz Roja Peruana, entidad de auxilio médico, se crea el 27


de abril de 1876. Esto convirtió al Perú en el primer país
americano que contó con dicha sociedad de ayuda humanitaria.

En 1887, el Dr. Constantino Carvallo trae al Perú el primer


equipo de rayos X.

Uno de los sucesos más importantes en esta época fue la


experiencia de Daniel A. Carrión quien el 27 de agosto de 1885
hizo su inoculación con sangre verrugosa. Por la cual falleció
el 5 de octubre del mismo año.
Daniel Alcides Carrión, mártir de la medicina Peruana, estudio
la ‘verruga peruana’ y se inoculo a si mismo esta enfermedad
para saber su reacción y síntomas. Se demuestra en la siguiente
cita:

"Comenzó a trabajar en el estudio que pensó que lo llevaría a


la
palestra por encima de los que lo miraban con aprensión
racista.
Tenia que demostrar que la enfermedad era causada por un
germen susceptible de ser transmitido de un ser vivo a otro.
Ese
era el primer paso en una investigación de este tipo. Por lo
demás
no se contaba con ninguna facilidad, no existía un laboratorio
con los indispensables implementos para conducir un trabajo
como los que leyó, con avidez, en las revistas que llegaron
de Europa. Tanto él como sus profesores no tenían experiencia
personal en el cultivo, aislamiento y reproducción experimental
de enfermedades. Sólo a un cholo que vivió en un
ambiente de aventura perpetua, en su nativa Cerro de Pasco
como era la búsqueda del tesoro escondido en las entrañas de
la tierra, se le pudo ocurrir que la inoculación de brazo a
brazo
demostraría la ‘inoculabilidad’ de la enfermedad."

Afrodescendientes y Medicina
Peruana

Afroperuano/a es un término que


designa a la cultura de los
descendientes de las
diversas etnias africanas que
llegaron al Perú durante
la Colonia, logrando una
uniformidad cultural.
La población afroperuana se
halla, principalmente en la costa
sur central, especialmente
en Lima, Callao, y en las

provincias de Cañete, Chincha, Ica, y Nazca. El otro segmento


importante de población afroperuana se encuentra en la costa
norte ubicada mayoritariamente en la zona septentrional,
entre Lambayeque (Zaña, Cayaltí), Piura y en menor
medida Tumbes. En Piura se encuentra Yapatera, la ciudad con
el mayor porcentaje de población afroperuana del país.
Los términos afroperuano y afroperuana están más relacionados
con la cultura desarrollada por los actuales descendientes de
los negros coloniales que con un concepto puramente étnico, ya
que las poblaciones africanas que arribaron al Perú durante la
Colonia experimentaron a través de los siglos un profundo
mestizaje con la población criolla y nativa.
Se estima que el total de la población de origen afroperuano
oscila en 7% del total nacional, la mayoría se encuentra
amestizada, es decir, zambos, mulatos y negros conforman un 7%
del total nacional.
Ya en un artículo anterior, se relata la historia y vida de
quizás, el primer afroperuano que utilizó la medicina con
destreza, aunque sin los estudios científicos rigurosos, Fray
Martín de Porres ("El Enfermero Martín").
El Dr. Uriel García Cáceres, médico, investigador científico,
político e historiador de la medicina peruana, hace una entrega
publicada el día de ayer en el Diario "El Comercio", sobre la
historia de los Afrodescendientes en la medicina peruana; que
como sanadores, aunque poco se mencione, durante el Virreinato
y en la época republicana, hasta mediados del siglo XIX,
jugaron un papel importante como profesionales de la salud.
Aquí colocamos el texto completo de su artículo:

Desde la época de los reyes católicos se prohibió, en España,


el ingreso a las universidades a los no descendientes de
españoles. Esto para imposibilitar que judíos y árabes se
titulasen como profesionales de cualquier clase. Resultaba,
sin embargo, que los mejores médicos, sobre todo los que
atendían a la nobleza, pertenecían a esas etnias.
La especialización

En España, y solo allí, las profesiones médicas se clasificaron


como: doctores o físicos –el grado máximo–, eran sometidos a
examen después de estudiar en la universidad; cirujanos
latinos: obtenían grado de bachiller en una universidad con
dominio del latín –la lengua académica–, además, aprendían
anatomía y la supuesta curación de las enfermedades de la piel;
cirujanos romancistas: una suerte de enfermeros sin
autorización para recetar ni manejar el latín; finalmente los
sangradores: que seguían un curso de reconocimiento de las
venas superficiales para extraer sangre del sitio escogido y
en la cantidad indicada por el médico tratante. Esto diferenció
a los españoles del resto de países en los que cirujanos podían
ser barberos.

San Fernando: formador de médicos en el Perú

Hijo de esclavizado
Pedro de Utrilla ‘El Joven’ fue un cirujano latino graduado
en San Marcos, hijo de un esclavo liberto de quien se dice
que fue también cirujano (aunque no hay pruebas como sí las
hay de ‘El Joven’).
Ejerció su profesión brillantemente, con fama y prestancia.
Sus sucesores constituyeron una tradición de cirujanos de esa
etnia hasta mediados del siglo XIX. Existe prueba documental
de las importantes operaciones y autopsias que realizó
DeUtrilla en Lima.
Fue el único que se salvó de la diatriba mordaz de Caviedes,
quien le compuso un vejamen –texto burlesco que se redactaba
para un recién graduado– en el que alabó sus virtudes sin dejar
de zaherirlo con maestría:
A una mujer abrió en suma
Por la parte que no cierra
Y una piedra le sacó
Que pesaba libra y media
La mujer no murió, por
Estar de Dios que viviera […]
El ‘Cachorro’, como motejó De Utrilla al poeta, fue un notable
cirujano con bien ganado prestigio. Hay que destacar que esto
mismo no ocurrió en otros lares. En Norteamérica hubiese sido
imposible que un africano ejerciera legalmente la profesión
médica.

El doctor Espejo

El doctor Eugenio Espejo, de


nombre “remodelado” para
bautizarlo (en realidad Eugenio
Francisco Xavier de Santa Cruz y
Espejo), fue un sobresaliente
hombre –mitificado y desfigurado–
que hasta en sus retratos aparece
cambiada su apariencia facial.
Fue hijo de un indio quechua de
Cajamarca –Luis Chuzigin– y de
una esclava liberta –Catalina
Aldás– de Quito.
Espejo fue prócer médico y de la
libertad de la entonces Capitanía
de Quito, primero en el
virreinato, del Perú y luego de
Nueva Granada.
Vivió en los tiempos de Unanue y aunque no hay evidencia de
que se conocieran, ambos postularon los cambios climáticos como
factores en la génesis de enfermedades. Murió en prisión por
ser un sincero anticolonialista.

Profundizar estudios
Hay pocos datos concretos sobre los médicos de ascendencia
africana. El primero que se encuentra –gracias al gran
historiador Guillermo Lohmann Villena– es el doctor Juan Llano
Jaraba, quien en 1695 obtuvo la borla doctoral. Era hijo
ilegítimo de un noble español y de madre cuarterona (hija de
español con mestiza).
El virrey Conde de la Moncloa ordenó al protomedicato
dispensarlo del certificado de pureza de sangre por su
sobresaliente rendimiento académico. No hay bibliografía sobre
él, pero sí evidencia documental de que durante varios años
fue protomédico y catedrático. Juan del Valle y Caviedes lo
menciona hasta tres veces y en su famosa obra manuscrita
“Hazañas de la Ignorancia”, lo atacó en una extenso Romance,
diciendo que solicitó a Llano curarle una fiebre terciana y
criticó despiadadamente sus recetas.

El gran Dávalos

José Manuel Dávalos (1758-1821), hijo de un importante español


con una esclava liberta, fue –como Hipólito Unanue– seminarista
y cursó latinidad, filosofía y artes. Pasó a San Marcos para
cursar la carrera de cirujano latino (la única que podía
seguir). Su padre pidió permiso para que viajase a Europa,
donde ingresó a la prestigiosa Universidad de Montpellier,
Francia, y fue discípulo de prominentes figuras científicas,
como Lavoisier.
Se graduó con honores con una tesis sobre
las enfermedades vistas en Lima durante
su ejercicio. Su tesis, en correcto latín,
fue publicada en francés por varias
revistas científicas. En Montpellier
siguió cursos de botánica médica. De
vuelta a Lima fue maltratado por la
universidad y recurrió a la Corte Real
para revalidar su título francés de
doctor.
Al crearse la cátedra de botánica médica
se presentó al concurso, pero perdió ante un dibujante (ex
soldado raso de un regimiento español sin título académico),
protegido de Unanue. Aceptó enseñar gratis mientras durase la
ausencia del titular que trabajaba dibujando para una misión
botánica.

Cuando Hipólito Unanue intentó ser protomédico, la universidad


utilizó a Dávalos para contrarrestarlo. El currículo del doctor
era imbatible y la universidad lo nombró provisoriamente. El
virrey Abascal, entonces un virtual rey de la América del Sur
hispana, colaboró con Unanue para atropellar a la universidad
y al doctor Dávalos. Unanue fue nombrado protomédico por
decreto virreinal y sin concurso. El único médico peruano
alabado por Alexander von Humboldt fue este afroperuano.
El enfermero Martín

Martín fue hijo de un español, Don Juan


de Porres y de una negra liberta
panameña, Ana Velázquez, que residía en
Lima. Nació el 9 de diciembre de 1579,
en Lima y murió el 3 de noviembre de
1639 a la edad de 59 años. Fue
beatificado en el año 1837 por el papa
Gregorio XVI y canonizado el 6 de mayo
de 1962 por el papa Juan XXIII. Los
motivos de convertir en santo a este
ilustre e inolvidable peruano de la
época colonial, fueron más allá de lo
que comúnmente conocemos. Fray Martín,
además de su fiel devoción a los hábitos
dominicos, es destacado por sus amplios
conocimientos al servicio de la salud
de cualquiera que buscara su ayuda, era
uno de los primeros enfermeros que la
historia del Perú pueda identificar; además, se le identifica
como Cirujano menor (Les llamaban barberos en esa época),
farmacólogo (herbolario), odontólogo (sacamuelas) y médico
veterinario. Fue el mismo Ricardo Palma, que en sus Tradiciones
Peruanas le endilgó el sustantivo de enfermero en muchos de
sus pasajes históricos.

Martín debió de empezar su labor como enfermero entre 1604 y


1610. Inició su aprendizaje de boticario en la casa de Mateo
Pastor, quien se casaría con la hija de su tutora. Esta
experiencia sería clave para Martín, conocido luego como gran
herbolario y curador de enfermos, puesto que los boticarios
hacían curaciones menores y administraban remedios para los
casos comunes. También fue aprendiz de barbero, oficio que
conllevaba conocimientos de cirugía menor.

En el convento, Martín ejerció también como barbero, ropero,


sangrador y sacamuelas. Su celda quedaba en el claustro de la
enfermería. Todo el aprendizaje como herbolario en la botica y
como barbero hizo de Martín un curador de enfermos, sobre todo
de los más pobres y necesitados, a quienes no dudaba en regalar
la ropa de los enfermos. Su fama se hizo muy notoria y acudía
gente muy necesitada en grandes cantidades.
Su labor era amplia: tomaba el pulso, palpaba, vendaba,
entablillaba, sacaba muelas, extirpaba lobanillos, suturaba,
succionaba heridas sangrantes e imponía las manos con destreza.
En Martín confluyeron las tradiciones medicinales española,
andina y africana; solía sembrar en un huerto una variedad de
plantas que luego combinaba en remedios para los pobres y
enfermos.

Su preocupación por los pobres fue notable. Se sabe que los


desvalidos lo esperaban en la portería para que los curase de
sus enfermedades y les diera de comer. Martín trataba de no
exhibirse y hacerlo en la mayor privacidad. La caridad de
Martín no se circunscribía a las personas, sino que también se
proyectaba a los animales, sobre todo cuando los veía heridos
o faltos de alimentos. Tenía separada en la casa de su hermana
(que ya estaba casada y en buena posición social) un lugar
donde albergaba a gatos y perros sarnosos, llagados y enfermos.

La personalidad carismática de Martín hizo que fuera buscado


por personas de todos los estratos sociales, altos dignatarios
de la Iglesia y del Gobierno, gente sencilla, ricos y pobres,
todos tenían en Martín alivio a sus necesidades espirituales,
físicas ó materiales. Su entera disposición y su ayuda
incondicional al prójimo propiciaron que fuera visto como un
hombre santo. En la actualidad, todas estas son características
de la medicina humanista, corriente cada vez más difundida
entre las nuevas facultades de medicina en el Perú. Muchos
enfermos lo primero que pedían cuando se sentían graves era:
"Que venga el santo hermano Martín". Y él nunca negaba un favor
a quien podía hacerlo.

Se le atribuyó también el don de la sanación, de los cuales


quedan muchos testimonios, siendo las más sorprendentes la
curación de enfermos desahuciados. "Yo te curo, Dios te sana"
era la frase que siempre solía decir para evitar muestras de
veneración a su persona. Según los testimonios de la época, a
veces se trataba de curaciones instantáneas, en otras bastaba
tan sólo su presencia para que el enfermo desahuciado iniciara
un sorprendente y firme proceso de recuperación. (Efecto
placebo).

Debido a su vida al servicio de la salud y cuidado de los


pacientes y enfermos, es que a San Martín de Porres se le ha
nombrado Patrón de los Enfermos, Patrón de los Químicos
Farmacéuticos del Perú, Patrón de la Sanidad de las fuerzas
policiales del Perú y Patrón de la Universidad de San Martín
de Porres, en Lima – Perú.

La Tuberculosis en el Perú
La tuberculosis ha causado y sigue causando estragos en el
género humano, de preferencia en la población de escasos
recursos, por lo que se le llama «la enfermedad de los
pobres».

Desde Hipócrates se conoce la tuberculosis, aunque al parecer,


él no fue tuberculoso, sin embargo contribuyó al conocimiento
de la enfermedad; creó la palabra «tisis» que quiere decir
consunción (adelgazamiento extremo) y describió tan bien la
enfermedad que hasta nuestros días nos han llegado sus alcances
semiológicos al describir «la facies hipocrática», la fiebre
vespertina o «fiebre héctica».

En el Perú, la tuberculosis existe desde la época del Antiguo


Perú y aumento considerablemente durante la Colonia. La
tradición popular narra que el Inca Túpac Yupanqui, atacado
por la enfermedad, eligió a Jauja para descansar y reponerse,
por ello la fama de esta ciudad para el tratamiento de la
tuberculosis.
Durante la Colonia citamos a Isabel Flores de Oliva (Santa Rosa
de Lima), quien padeció de la enfermedad. Por lo mismo fue
designada patrona de los tuberculosos y el Día del Tisiólogo
se celebra el 30 de agosto, día de la santa. El cuadro pintado
por Medoro en 1617 en la Basílica de Santa Rosa, muestran a
Isabel Flores en ese estado de enfermedad.

En el siglo XIX, entre tantos


enfermos famosos en el Perú,
citamos a don Manuel Pardo,
futuro Presidente de la
República, quien recobró la
salud gracias a su permanencia en
Jauja. También citamos a Juan M.
Byron, médico de la Promoción
1885, que muere muy joven de
tuberculosis en Estados Unidos
en el curso de sus estudios en
Bacteriología, víctima de una
inoculación accidental.
Luego, ya en este siglo, abundan
los personajes, pero solamente
citamos a tres: con toda
verosimilitud, Felipe Pinglo, el
gran bardo criollo que
falleciera un 15 de mayo de 1936
en la Sala de Santo Toribio del
Hospital Dos de Mayo. El popular Alejandro Villanueva, baluarte
del Alianza Lima, quien viviera sus últimos días en su lecho
de enfermo, en la sala Santa Rosa del Hospital Dos de Mayo, en
1944.

Mencionaremos algunos datos importantes en la lucha


antituberculosa en el Perú. El Dr. Aníbal Corvetto, Promoción
1902 de San Fernando, fue el primer tisiólogo del Perú y el
primer jefe de la sala de Santa Rosa del hospital Dos de
Mayo.
Mencionar asimismo al sanatorio
Olavegoya de Jauja, que alcanzó
su apogeo entre 1932 y 1950 bajo
la dirección de José Elías García
Frías. Se recuerda también la
creación de la cátedra de
Tisiología de la Facultad de
Medicina de San Fernando con
Ovidio García Rosell en 1934, la
Fundación de la Sociedad Peruana
de Tisiología en 1935 por hombres
de la talla de O. García Rosell,
Juan Werner, Juan M. Escudero
Villar, Luis Cano Gironda, Max
Espinoza Galarza, Leonidas
Klinge, entre otros.

Y luego el Hospital Sanatorio de Bravo Chico, ahora Hospital


Hipólito Unanue, donde ha continuado formándose la crema de
la tisiología nacional, ahora escuela neumológica.
La Peste en el
Perú
Historia de la Peste en
el Mundo
La narración más antigua
de la peste la
encontramos en la Biblia,
en el Primer Libro de
Samuel. Este libro relata
que aproximadamente 1.000
años antes de Cristo, los
filisteos, quienes habían
arrebatado el Arca de la
Alianza de los
israelitas, fueron afectados por una enfermedad terrible.

El primer relato indudable de la peste bubónica es la “Gran


Peste de Justiniano”. La Primera Pandemia de Peste Bubónica se
originó probablemente alrededor del año 532 DC en Egipto y se
extendió por el Oriente Medio y el Mediterráneo en los años
siguientes, llegó a Turquía, Constantinopla y Grecia en el año
541/542 DC, a
Italia en el
año 543 DC, y
en los

territorios de Francia y Alemania 545/546 DC. Ocasionó la


muerte del 50 % de la población de esa época.
Es en el siglo XIV cuando la peste bubónica cobró millones de
víctimas, dando inicio a los primeros organismos de salubridad.
La Segunda Pandemia, también conocida como la “Muerte Negra o
gran pestilencia”. Esta apareció en 1334 en China y luego se
extendió hacia el oeste a lo largo de las grandes rutas
comerciales en Tauride en el Mar Negro y, finalmente, a
Constantinopla. Desde la India llegó a través de la guerra de
Crimea en 1347 y fue importado después a Venecia, Génova y
Sicilia. La enfermedad se propagó poco a poco e inevitablemente
de pueblo en pueblo por las ratas y los seres humanos
infectados, o más rápidamente de un país a otro mediante
buques, se calcula mató de 20 a 30 millones de personas en
Europa (más de un tercio de la población europea), reduciendo
la población mundial estimada desde 450 millones hasta 350 ó
375 millones en el año 1400.
En el siglo XIX, la peste permaneció en Oriente, su lugar de
origen. Entonces, la Tercera Pandemia probablemente se originó
en la provincia china de Yunnan hacia 1855 y se extendió a la
costa sur de China, causó varios brotes más pequeños. Pero en
1897 regresó afectando a casi toda Europa y luego hacia los
demás continentes; entre los años 1894 y 1903, la peste había
entrado en 77 puertos en los 5 continentes. En los primeros
años de esta tercera pandemia la enfermedad ocasionó la muerte
de 12 millones de personas en la India y China.
La Peste ingresa a América

El comercio posibilitó el ingreso de la peste bubónica a


América a fines de 1899, haciendo su aparición en este
continente por primera vez en Paraguay, convirtiéndose en el
primer país afectado. La epidemia se inició en Asunción y
Santos, extendiéndose en forma brusca. La propagación de esta
enfermedad fue rápida, afectando en forma simultánea a Brasil
y Argentina entre ese mismo año y principios de 1900, afectando
las ciudades de Rosario, Santa Fe, Buenos Aires y Río de
Janeiro. Chile y Venezuela fueron dos de los últimos países
afectados; en mayo de 1903, estalló en Iquique la Peste
bubónica que afectaría Chile, Se presume que las ratas
portadoras del mal chileno subieron en el Callao y
desembarcaron en Iquique y Valparaíso. En Venezuela apareció
por primera vez en 1908, al parecer fue importada desde
Trinidad.

Historia de la Peste Bubónica en el Perú


La peste bubónica se presentó por primera vez en el Perú en
los últimos días de abril de 1903, en el Callao y en Pisco,
con una epizootia previa en las ratas encontrándose muchas de
ellas enfermas y muertas sobre todo en el Molino Santa Rosa
del Callao. Entre el 28 de abril y el 8 de mayo enfermaron diez
trabajadores de ese establecimiento, de los cuales fallecieron
seis.

Lima y Callao, año 1903


Existe un relato realizado por Carlos Cueto, que relata una
Historia en 1903 de la señora Figueroa, que cuando vestía el
cuerpo de su hijo Pedro para el entierro, muerto por una
enfermedad desconocida cuando trabajaba en el Molino Milne de
Lima, palpó una extraña hinchazón en el cuello del cadáver.
Nadie le dio importancia al descubrimiento hasta días después
cuando 10 de los 60 trabajadores del Molino donde trabajaba
Pedro Figueroa enfermaron gravemente del mismo mal desconocido
que le afectó a Pedro, lengua seca, hinchazón de ojos, fiebre
profusa y bubones del tamaño del huevo de una paloma en el
cuello, la ingle y las axilas. Algunos relacionaron esta
enfermedad de los trabajadores, la muerte de Pedro y el hedor
de las decenas de ratas muertas en el Molino.

El Comercio Marítimo: Forma de ingreso de la Peste

Esa fue la primera noticia de la llegada de la terrible peste


bubónica. Entre 1903 y 1905 la peste se extendió hasta Lima y
los principales puertos del país. El origen de esta peste fue
atribuido a una embarcación proveniente del puerto Tailandés
de Bangkok, el foco de la pandemia de peste negra que se
extendió por el mundo desde 1894. La peste acodó en el Callao
a fines de diciembre de 1902 con más de 10 mil sacos de arroz
para el Molino Milne; entre esos sacos también viajaban cientos
de ratas infectadas. El crecimiento del número de viajes,
pasajeros, mercancías y de ratas entre los puertos peruanos,
puso en contacto a poblaciones sanas con enfermas.
A principios del siglo XX, Lima y otras ciudades de la costa
estaban idealmente ambientadas para cobijar ratas, pericotes y
otros roedores. Estos podían difundirse rápidamente por el
hacinamiento de la población, la tugurizarían de las viviendas,
la precariedad de las construcciones, la acumulación de basuras
y la persistencia de conductas antihigiénicas.

Existía en ese entonces, una pésima condición de los sistemas


de desagües. La mayoría de las calles de Lima tenía acequias
abiertas. Las viviendas tenían silos poco profundos y eran
magníficos criaderos de ratas. Ni siquiera las mejores casas
de Lima eran de concreto. La tugurizarían era alarmante, dando
inicio a otra forma de hacinamiento: los callejones. En ellos
se aglomeraban las familias, la suciedad y las ratas.
Finalmente, a estas condiciones que facilitaban la
multiplicación de roedores, se sumó el crecimiento del comercio
internacional a comienzos del siglo XX que acentuó el contacto
de los puertos peruanos con embarcaciones que provenían de
regiones donde la peste era endémica. A fines de 1903, toda
muerte súbita era atribuida a la peste; relacionándolas con
las conocidas historias apocalípticas de la peste en la Europa
medieval.

Se crearon el Lima 3 instituciones nuevas: el Instituto


Municipal de Higiene, la Dirección de Salubridad Pública y la
Junta Directiva de la Campaña contra la Peste Bubónica de la
Provincia de Lima. De estas, fue la Junta la que alcanzó mayor
notoriedad durante la epidemia, teniendo como presidente al
destacado médico italiano Juan B. Agnoli, formado en la
Facultad de Medicina de Bologna, quien llegó a Lima en 1887 y
se convirtió en uno de los médicos más importantes del Hospital
Italiano.

La peste llegó en una época cuando no era común que la medicina


afectase la vida cotidiana de las personas. Para ello y la
conocida gala “criolla” del limeño de siempre, se “crearon”
insumos que eran vendidos como la salvación de la peste: como
el “Jabón Fénico”, el licor “Fernet Branca”, y la “Lejía Anti-
bubónica”. La medicina doméstica y tradicional tenía sus
propias explicaciones. Muchos consideraban a la peste como un
ser maligno que no había que ofender ni obstaculizar.
Por su lado, los sueros y las vacunas promovidos por la Junta
fueron objetos de polémicas; la rudeza con que se trató a los
enfermos fue objeto para la resistencia a ellos (se ocultaban
a los enfermos), los aislamientos forzosos (producían las
huidas de Lima y fugas de los centros de aislamiento) y la
incineración.

El Lazareto de Guía - Lima, Perú

El Lazareto era una instalación sema aislada, utilizado como


centro para tratar a los enfermos de la Peste. Una de estas,
el Lazareto de Guía, se levantó en una pampa árida que existía
en la entrada norte de Lima (distrito actual de San Martín de
Porres). El Lazareto contaba con dos pabellones para varones
y dos para mujeres. Los enfermos debían tomar un purgante y
mantener una rígida dieta de leche y agua de grama (una planta
medicinal) y llegaban a la convalecencia muy débiles. Para
muchos, recuperarse de la peste era una antesala para caer
víctima de otros males, como la tuberculosis, debido al estado
débil del paciente. El temor popular al lazareto se incrementó
por la mortandad entre sus “pacientes” que, entre 1903 y 1905,
llegó al 52%.

La desratización fue una de las primeras medidas a tomar, la


eliminación de cuyes y conejos, la quema de harina proveniente
del Callao, así como se cierran escuelas, se pide suero anti
bubónico de Lima y se publican instrucciones en los periódicos,
se evita que llegue correspondencia de puertos infestados se
prohíbe el entierro de los muertos en el cementerio y se
habilita otro lugar.

Como la mayoría de enfermos provenían de barrios pobres, la


peste se convirtió en un mal considerado típico de la clase
baja. Los enfermos eran albañiles, jornaleros, penes,
lavanderas, domésticas, carniceros y otros vendedores de
alimentos. Los mismos nombres con que se denominaba a los
pacientes (“pestosos” o “apestados”), aumentaron la
connotación negativa y el estigma hacia al suciedad, la
inmundicia y al enfermedad. Por ello, la negación de la peste
fue una manera de diferenciarse de los grupos inferiores. Las
familias pudientes ocultaban el mal, antes que admitir que
habían caído víctimas de la peste.

En total, en el Perú entre 1903 y 1930 hubo 19829 casos de


peste bubónica, de los cuales fallecieron el 50% de ellos.

Posteriormente, se presentó otra epidemia de Peste Bubónica


entre los años 1932 y 1934, que abarcaron inicialmente los
Departamentos de Piura, Lambayeque, La Libertad, Lima, El
Callao y luego se traslado hasta Chimbote. La ciudad de Lima
tuvo infecciones durante los 3 años en mención.

El total de pueblos de estos departamentos infectados con Peste


Bubónica durante aquellos 3 años en el Perú, fue de 98 pueblos
o ciudades. En 18 lugares tuvieron 2 años de peste continuos y
en 6 lugares tuvieron peste, los 3 años continuos, incluyendo
Lima. El total de casos de peste durante los 3 años sumó 210
casos, siendo el año 1933, el que más casos tuvo (107 casos en
58 focos).

Actualidad de la Peste
En el año 1991, 1966 casos de peste humana fueron registrados
a nivel mundial, en 1997, el número fue de 4058. Estas cifras
son las más altas de los últimos 20 años. Esos aumentos en el
número de casos de peste humana, junto con la reaparición de
las epidemias en países como Malawi, Mozambique y la India en
2002 y 2003 dieron lugar a su reconocimiento como una
enfermedad infecciosa re emergente.

Las zonas donde aún prevalece, son Cajamarca, Lambayeque y


Piura. En Trujillo, en cambio, afectados con peste bubónica en
1903 a 1930, sumaron 4293 casos; en 1996 se reportaron 205
casos: Gran Chimú (180 afectados), Otuzco (20 infectados),
Ascope y Chicama, con seis fallecidos. Tras 13 años de silencio
epidemiológico, se detectaron en el 2009 cinco casos
confirmados de peste bubónica en el sector de Santa Clara,
comprensión de Casa Grande.

Bubón de la Peste: Sinología típica

La Organización Panamericana de la Salud lanzó un Alerta


Internacional luego que el Ministerio de Salud del Perú
confirmara en la semana epidemiológica (SE) 28 de este año
(2010), el primer caso de peste neumónica en una paciente de
29 años procedente del distrito de Chocope, provincia de
Ascope, departamento La Libertad, al norte del Perú. En la
paciente no se había identificado presencia o antecedente de
bubones. Posteriormente otros 3 casos fueron registrados. Todos
ellos confirmados por pruebas de laboratorio. Información de
prensa, hasta el día 6 de agosto indica que el número de casos
se elevó a 30 y se confirmó la muerte de un adolescente de 14
años.

El brote –registrado en la provincia de Ascope - presentó 31


casos, 25 eran de peste bubónica, 4 de peste neumónica y 2 de
peste septicémica. Perú ha sufrido por muchos años Peste
Bubónica endémica silvestre, y brotes de intensidad variable
en 11 provincias del país.

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