Hugo Grocio Dice que las guerras que se hacían sin título valido a los indígenas del Nuevo Mundo o de otros continentes como lo hicieron los portugueses en África y en Asia. En seguida, entre los cristianos, de las guerras atroces, las guerras de religión principalmente, que por tantos años ensangrentaron los campos y ciudades de Europa y salvaje culmino en la guerra de treinta años; la última de las guerras de religión pero la más salvajes de todas de tener presente el efecto con en el transcurso de esta guerra, en su mayor apogeo. A la ilimitada licencia Bélgica, la vigencia de un derecho para las guerras y en las guerras Grocio distingue así desde el principio y lo que en la literatura jurídica habrá de llamarse el derecho a la guerra y el derecho en la guerra, entendiéndose por el primero la existencia de una causa justa para declarar la guerra y por el segundo la conducta que debe observarse en el curso de las hostilidades para hacer la guerra lo menos inhumana posible. Del derecho de la guerra podemos rescatar que observando y viviendo estos tiempos de conflicto y de guerra que se suscitaban en su madre patria y trató de hacer prevalecer otro concepto de guerras según su obra. La cual para el sí cumplía con sus perspectivas de una guerra justa, la guerra, antes que el de la paz, hubiera de ser sujeto preferente y el que llenara, por esto mismo, la mayor parte del volumen es bien posible que el mismo lo haya concebido así en un principio, si tenemos presente que la causa principal que le movió a escribir, según su explicita declaración, fue el deseo de enfrentar la barbarie bélica desacata y rampante en el siglo de la Reforma y la Contrarreforma. El ireneísmo de Grocio, sin embargo, no es el ireneismo radical o utópico de Erasmo de Rotterdam, “nuestro Erasmo, varón de paz” (vir pacis) como lo llama Grocio reverendamente. En cuanto a él, por su parte, no cree que de manera absoluta y en cualesquiera circunstancias esté prohibido el empleo de las armas. No lo está, desde luego, en defensa propia, de acuerdo con la clásica sentencia de Upiano, de que es lícito repeler la fuerza con la fuerza: vim vi vi repeliere licet pero aun la misma guerra ofensiva puede ser lícita en ciertas ocasiones, cuando no existe otro medio para vindicar el derecho violado. Era obvio que lo que le importaba es que se haga prevalecer la justicia pero no perpetuando la guerra si no, poder llegar a hacerlo de manera pacífica, además al momento que nosotros observamos su obra se podría apreciar y entender de alguna manera que el derecho de guerra y paz trataría de enfocarse más a la guerra pero no es así, incluso en los últimos párrafos, que he trascrito nos dice que antepuso ciertas cláusulas de “los derechos y deberes del Estado en tiempo de paz, que llena todo el libro II” que trata explícitamente de la paz.