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“Principito: Geógrafo, qué lugar me sugerirías visitar ahora?

Geógrafo: El planeta tierra, tiene una muy buena reputación.

Entonces, el Principito se alejó, pensando en su flor.”

Narrador: Tomó su nave y se dirigió al séptimo planeta, la Tierra. Allí, las cosas parecían bastante
distintas a los asteroides que había visitado anteriormente, pues al aterrizar en su avioneta roja,
dislumbró a su alrededor una espuma blanquesina que lo rodeaba por todas partes, nunca había
visto antes aquella sustancia, la cual se convertía en agua cada vez que la tocaba con sus dedos.
Subitamente, el principito se inclinó y comenzó a jugar con ella y sonrió.

Principito: Esto es lo más maravilloso que he visto en mi vida, es muy suave y esponjosa, tan solo si
fuera menos fría…

Narrador: Mientras jugaba, visualizó a lo lejos el humo de una fogata. Al seguir el rastro, se encontró
a un hombre alrededor del fuego. Este era mayor a todos los hombres que había conocido en los
asteroides, incluso más viejo que el Geógrafo y el Rey.

Principito: He conocido a muchas personas que mi presencia le ha causado revuelo, mientras que
él, al igual que el hombre de negocios, pareciera estar absorto en su propio mundo, sin importale el
resto de las cosas.

Narrador: El principito se acercó cuidadosamente donde el viejo y lo observó detenidamente.

Koskoosh: ¿Hijo mío, eres tú? ¿Has vuelto a por tu padre?

Principito: No señor, mi nombre es el Principito y vengo de un planeta muy lejano, en mi avioneta.


Usted no tiene frío?

Koskoosh: Eso ya no importa, acercate hijo mío quiero sentirte de cerca, si tan solo te pudiera ver
por última vez, sin embargo, estoy ciego.

Principito: Ya le dije señor, no soy su hijo.

Koskoosh: Me di cuenta en el momento en que me hablaste, hijo, todavía no he olvidado su voz. Sin
embargo, he concluido que todos somos iguales, pues la ley de la vida es la misma para toda la
carne.

Principito: Cuál es esa ley, señor?

Koskoosh: Al parecer eres muy joven para comprender ese tipo de cosas, tranquilo yo también era
así a tu edad, ni siquiera me preocupaba de honrar a mis ancestros. A tu edad uno ve la mierte tan
lejana.

Principio: Cuál es esa ley, señor?

Koskoosh: Esa es la ley que debe obedecer toda la carne. Todos debemos morir, la carne fresca se
convierte en polvo. Es un cambio inevitable, escrito en el destino de los vivos.

Principito: En mis viajes, he conocido adultos que han cambiado mucho, señor. Algunos que se han
olvidado de la belleza de la vida.
Koskoosh: Eso sucede a menudo, pero cuando uno llega a mi edad, es capaz de ver belleza en las
memorias, cosa que nunca podrás hacer a tu edad, Principito.

Principito: Yo veo belleza en las apuestas de sol, señor. Recordarlas me pone feliz.

Koskoosh: Eres diferente a los niños de mi tribu, cuya única preocupación es vivir el día a día,
sobrevivir a las adversidades de la vida.

Principito: Usted es distinto a los adultos que he conocido, pues ellos han sido reducidos a una
función, por ejemplo, conocí a un hombre de negocios cuya única función era contar estrellas, un
bebedor que solo se preocupaba de beber y lamentarse por ello, un farolelo que no hacía más que
encender y apagar su farol.

Koskoosh: Pero hijo mío, parece que no te has dado cuenta que mi única función en esta vida se ha
reducido a morir y continuar su ciclo.

Narrador: El principito, enmudecido ante las palabras del viejo, percibió que sus ojos se habían
llenado de lágrimas, pues poco a poco comprendió lo que la vida significaba para el viejo.

Principito: El podría ser mi amigo, se dijo, pero su planeta es muy frío y ya estoy temblando.

Principito: Qué es para usted la muerte, señor?

Koskoosh: Es lo único que me queda, saber que dejaré de existir. Cuando la última hoja de un árbol
invernal cae, desvaneciendose en la naturaleza. Como ya te dije, yo estoy próximo a que eso me
ocurra, porque ya estoy viejo y los lobos vendrán a por mi, a cumplir la ley de la vida. Sino quieres
estar en ese momento, te sugiero que te vayas en tu avioneta lo antes posible. Ya estamos fríos y
cuando se acabe la leña, ellos vendrán.

Principito: Pero venga conmigo, señor, tendremos aventuras juntos y será mi amigo, podremos ver
apuestas de sol juntos.

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