Las ovejas perdidas de la Casa de Israel III Parte: Comienzo de la conquista de la tierra. Con ustedes otra vez, queridos lectores, gracias al Todopoderoso. A Yehoshúa (Josué) le fue dada la encomienda de liderar a los israelitas en la conquista de la tierra prometida por YHWH al patriarca Yakób, cuando a este último, ya muy enfermo, se le acercaba el día de “la reunión con sus antepasados”. Como descendiente de Efraím, primogénito de Yakób, Yehoshúa debía, entre otras cosas, cuidar de las tribus hermanas. Por ello también era su responsabilidad asignar o conceder la propiedad de la tierra a los clanes israelitas, en la medida que avanzaban en la conquista de Canaán. El Eterno le habla al hijo de Nun, diciéndole: - “Moshé, mi servidor, ha muerto. Tú, ahora, atraviesa junto con todo el pueblo el Jordán y pasa a la tierra que daré a los israelitas. Como se lo dije a Moshé, les daré cualquier lugar que pise tu pie, esto es, desde ese desierto hasta el Gran Río, el río Éufrates. Todo el territorio desde los hititas al Gran Mar hacia el lado del sol poniente será su tierra. Mientras vivas, nadie podrá resistirte. Estaré contigo así como estuve con Moisés, no te olvidaré ni te abandonaré jamás. “ Otra vez Adonái lo anima, conociendo las difíciles situaciones que enfrentará el descendiente de Efraím: - “Sé valiente y ten ánimo…”- Y aquí está la clave para vencer los obstáculos: - “Trata de observar en todos sus puntos la ley que te dio mi servidor Moshé. No te apartes ni a la derecha ni a la izquierda, y tendrás éxito por doquiera que vayas.” La ley, conocida como de Moshé, fue aquélla que El Todopoderoso reveló al líder hebreo en el Monte Sinaí, como pacto perpetuo con el recién liberado pueblo, sacado de Egipto en medio de insuperables manifestaciones de YHWH Elohim sobre el poder de las tinieblas que obraba en el Faraón y sus sacerdotes. Las Diez Palabras son esos Mandamientos, universales y perpetuos, que encabezan la Constitución de la nación que se estrenaba al pie del monte sobre el cual El Supremo Hacedor hacía retumbar la tierra con Su presencia. Y Moshé dijo al pueblo: - “Dijo YHWH Elohim estas palabras: Yo soy YHWH, tu Dios, el que te sacó de Egipto, país de la esclavitud. 1. No tendrás otros dioses fuera de mí. 2. No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, en la tierra y en las aguas que hay debajo de la tierra. No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, YHWH tu Dios, soy un Dios celoso. Yo pido cuentas a hijos, nietos y biznietos por la maldad de sus padres que no me quisieron. Pero me muestro favorable hasta mil generaciones con los que me aman y observan mis mandamientos. 3. No tomarás en vano el nombre de YHWH, tu Dios, porque YHWH no dejará sin castigo a aquél que toma su Nombre en vano. 4. Acuérdate del Día Sábado para santificarlo. Trabaja seis días y en ellos haz todas tus faenas. Pero el día séptimo es día de descanso, consagrado a YHWH tu Dios. Que nadie trabaje: ni tú, ni tus hijos, ni tus hijas, ni tus siervos, ni tus siervas, ni tus animales, ni los forasteros que viven en tu país. Pues en seis días YHWH hizo el cielo y la tierra y cuanto hay en ellos, y el séptimo día descansó. Por eso bendijo el Shabbat (Sábado) y lo hizo sagrado. 5. Respeta a tu padre y a tu madre para que se prolongue tu vida en la tierra que YHWH, tu Dios, te da. 6. No matarás (asesinarás). 7. No cometerás adulterio. 8. No robarás. 9. No atestiguarás en falso contra tu prójimo. 10. No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás a su mujer, ni sus servidores, su buey o su burro. No codiciarás nada de lo que le pertenece”. Ahora invito al lector a reflexionar en las anteriores declaraciones del Eterno, en quien no hay sombra alguna de variación. Ellas reflejan Su autenticidad y superioridad sobre el espíritu humano; Su pureza de carácter y sentido de justicia. Los cuatro primeros mandamientos se resumen en: “Amarás a YHWH Elohim sobre todas las cosas”. Y los seis posteriores en: “Y al prójimo como a ti mismo”. En una de aquellas ocasiones en que fariseos, saduceos, herodianos y escribas ponían zancadillas teológicas y políticas a Yeshúa, un maestro de la Ley dio un paso hacia él. Dice La Escritura: “… se adelantó un maestro de la Ley. Había escuchado la discusión y estaba admirado de cómo Yeshúa les había contestado. Entonces le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos? Yeshúa le contestó: El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es un único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos. El maestro de la Ley le contestó: Has hablado muy bien, Maestro; tienes razón cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todas las víctimas y sacrificios. Yeshúa vio que ésta era respuesta sabia y le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y después de esto, nadie más se atrevió a hacerle nuevas preguntas.” En este pasaje hay muchísima tela por donde cortar, pero por ahora sólo resaltaremos la judeidad del Maestro. Su declaración no deja margen para cuestionar su amor y fidelidad a La Ley Suprema del Dios Único de Israel, la cual Yeshúa no vino a abrogar sino a rescatarla de las tradiciones y preceptos humanos que la empañaban. Al parecer aquel maestro de la Ley tenía muy bien definidos los límites entre La Ley Eterna y los mandamientos de los hombres. Yeshúa lo reconoció y lo ubicó como alguien cuyo entendimiento no distaba mucho del mensaje redentor de Yeshúa, quien consigo traía el Reino de YHWH a la tierra. Creer estos mandamientos y vivirlos es lo que la mentalidad hebrea define como “emuná” ()אמןה, que comparte su raíz con “emet” ()אמח: verdad, estabilidad, ciertamente, firme, confiabilidad, fidelidad, rectamente, verdadero, lealtad. Desafortunadamente, cuando nos divorciaron de la cultura y la historia del pueblo al cual Yeshúa pertenece y al cual YHWH confió Las Escrituras, hubimos de sustituir aquella riqueza de conceptos por la palabra fe, muy ambiguamente entendida y practicada en el Cristianismo. Vamos a la acción. Ya, a punto de cruzar el Jordán, YHWH, Amo de toda la tierra, le dice a Yehoshúa: - “Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte ante los ojos de Israel, para que sepan que, lo mismo estuve con Moshé, estoy contigo”. Y le instruye llevar el arca por delante, asegurándole que en cuanto los pies de los sacerdotes, que llevan el arca, pisen las aguas, la corriente del Jordán que viene de arriba quedará cortada y se detendrá formando un solo bloque, mientras que las aguas que bajaban al mar quedarían cortadas por completo. Y así sucedió: los sacerdotes, que habían sido seleccionados, uno por cada tribu, se estuvieron a pie firme, en seco, en medio del Jordán mientras que todo Israel pasaba también en seco. Aquél día se cumplió una vez más la promesa del YHWH Shabbaot: Él engrandeció a Yehoshúa delante de los ojos de todo Israel. Este despliegue de poder llegó a oídos de los reyes de los amorreos y los cananeos y dice la Biblia que “desfalleció su corazón y les faltó aliento ante la presencia de los israelitas”. La toma y destrucción de Jericó marca la primera de un sinnúmero de victorias del otro lado del río, en línea con las instrucciones de Elohim. Pero muchos avances se vieron contrastados por derrotas sufridas a causa de la desobediencia de los israelitas, a veces de manera individual y otras, colectivamente. La derrota de Ay es un ejemplo de las consecuencias por tratar de burlar las instrucciones dadas por YHWH. Antes del ataque a Jericó las instrucciones de Yehoshúa habían sido claras: - “La ciudad será consagrada como anatema a YHWH con todo lo que hay en ella; únicamente Rajab, la prostituta, quedará con vida, así como todos los que están con ella en su casa, por haber ocultado a los emisarios que enviamos. Pero vosotros guardaos del anatema, no vayáis a quedaros, llevados de la codicia, con algo que es anatema porque convertiríais en anatema todo el campamento de Israel y le acarrearíais la desgracia”- Confiado en la superioridad numérica de las tropas israelitas sobre los habitantes de Ay, Yehoshúa ordena el ataque a la ciudad y ¡sorpresa!... los defensores de la ciudad hacen huir a los invasores después de matar a una treintena de israelitas a las puertas de la ciudad y otra cantidad no mencionada mientras les perseguían en la bajada. Yehoshúa desgarra sus vestidos; él y los ancianos esparcen polvo sobre sus cabezas, mientras el líder se queja delante de su Dios: - “Por qué has hecho pasar el Jordán a este pueblo para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos?”- Él se lamenta de no haberse empeñado en establecerse al otro lado del Jordán, pero inmediatamente pide perdón a YHWH. La verdadera razón de sus lamentos se explica así: - “Se enterarán los cananeos y todos los habitantes del país: se aliarán contra nosotros y borrarán nuestro nombre de la tierra. ¿Qué harás tú entonces por tu gran nombre?”- inquiere Yehoshúa. YHWH pasa por alto el desvarío emocional de su hombre de confianza y le informa que hay anatema en el campamento israelita. “- Yo no estaré con vosotros- dice Elohim- si no hacéis desaparecer el anatema de en medio de vosotros. Levántate, purifica al pueblo y dile: Purificaos para mañana, porque así dice YHWH, el Dios de Israel. El anatema está dentro de ti, Israel. No podrás resistir ante tus enemigos hasta que extirpéis el anatema de entre vosotros”. – A la mañana siguiente delante de todo el campamento reunido, Akán, de la tribu de Yehudá (Judá) declara su culpa. - “En verdad, yo soy el que ha pecado contra YHWH, Dios de Israel… vi entre el botín un hermoso manto de Senaar, doscientos ciclos de plata y un lingote de oro de cincuenta ciclos de peso, me gustaron y me los guardé. Están escondidos en la tierra, en medio de mi tienda, y la plata debajo.”- La narración bíblica no esquiva lo que sucedió después. “Yehoshúa tomó a Akán, hijo de Zeraj, con la plata, el manto y el lingote de oro, a sus hijos, sus hijas, su toro, su asno y su oveja, su tienda y todo lo suyo y los hizo subir al valle de Akor (Aflicción). Todo Israel le acompañaba.” Yehoshúa exclamó: “- ¿Por qué nos has traído la desgracia? ¡Que YHWH te haga desgraciado en este día!”. “Y todo Israel lo apedreó (y los quemaron en la hoguera y los apedrearon). Levantaron sobre él un gran montón de piedras, que existe todavía hoy”. El castigo es verdaderamente desmesurado, horrible, para la sensibilidad de muchos hoy en día. No es tema de discusión en este momento. Si la Biblia expone procedimientos drásticos respaldados por YHWH, Él también ha establecido el medio más eficiente para acercarnos a Él: Yeshúa, el Cordero Santo, sacrificado para perdón de nuestros pecados y para esperanza cierta de vida eterna a todo aquél que ha creído en él y le sigue. ¿Y cómo seguirle? Guardando los mandamientos del Padre. “Todo aquél que cree que Yeshúa es el Mesías y que ha nacido de YHWH Elohim y todo aquél que ama al que engendró, ama también al que ha nacido de Él. En esto sabemos que amamos a los hijos de Elohim, cuando amamos a Elohim y guardamos sus mandamientos. Pues éste es el amor de Elohim: que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son gravosos.” De modo, que el amor a nuestros hermanos, según El Creador, no tiene un trasfondo sentimental, emocional. Amamos, protegemos, ensalzamos a nuestros hermanos practicando el amor al Eterno y esto es: cumpliendo sus mandamientos, no como tarea impuesta, sino por amor a Él, reflejada en la persona de nuestro Salvador. Cuando Yohanán (Juan) escribe en el siglo I acerca de los mandamientos de Elohim, se refiere a aquellos que nos enseña la Torah, encabezados por los Diez más grandes que grabó en piedra en el Sinaí para beneficio, primero de Israel y después de todos los seres humanos que, por medio de Yeshúa, entran a formar parte del Pueblo Elegido. Y todo ello habla de Su infinita misericordia y gracia porque… ¿qué credenciales o méritos tenemos para que Él haya instituido el sacrificio de su Hijo Unigénito a favor de nuestra decadente humanidad? Y ahora reflexionemos: ¿estamos en línea con la voluntad del Padre, para que podamos disfrutar de la promesa que Él hizo a Yehoshúa (Josué) cuando le dijo: "Estaré contigo así como estuve con Moisés, no te olvidaré ni te abandonaré jamás? “ Que nuestro Padre Celestial, Padre de Nuestro Adón Yeshúa, nos cubra con toda bendición hoy, mañana y siempre. Amén y amén. Nota: Amigo lector, en esta oportunidad yo pensaba llegar hasta la caída de los reinos de Israel y Yehudá para descubrir a quiénes vino a buscar Yeshúa y qué relación tenemos con las tribus de Efraím y Yehudá. Pero se hace demasiado largo este estudio en este espacio, de modo que espero que lleguemos a la meta en el próximo trabajo. Las versiones bíblicas usadas en este estudio son La Biblia de Jerusalén (2009) y la Versión Israelita Nazarena (2018)