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Génesisdecatolicismocontemporáneo PDF
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Muchos consideran que el nacimiento del Catolicismo Romano oficial se da con el Concilio de
Trento. Otros pretenden ir más atrás en la historia y ubican el nacimiento de la iglesia romana
con el ascenso de Constantino al poder (s. IV). Aunque hay que aclarar que la iglesia cristiana
no llegó a ser iglesia estatal en el Imperio Romano hasta que Teodosio, a través del Edicto de
Tesalónica (380 d.C.), la elevó a tal dignidad.
En este curso se toma como génesis del catolicismo moderno al Concilio de Trento (1545-
1563). Si bien es cierto que la corrupción de la iglesia en la Edad Media fue tal que era muy
difícil llamarla “Iglesia de Cristo”, no es hasta el Concilio de Trento que el catolicismo romano
define oficialmente las doctrinas que lo separan de la confesión de fe protestante.
El Concilio de Trento es una reacción tardía a la reforma protestante del siglo XVI. Lutero
clavó sus famosas 95 tesis en 1517. El Concilio de Trento inició sus sesiones en 1545,
veintiocho años después de aquel evento. No obstante, no se debe identificar el Concilio de
Trento con el movimiento de reforma católica. Trento es solamente un elemento de la reforma
interna del catolicismo en los siglos XVI y XVII. Y más que una reforma Trento quizá puede
considerarse mejor como una reacción antagónica a la Reforma.
También, en aquel concilio se sitúa la edad mínima para los obispos (30 años; con dispensa,
27 años) y para los abades (22 años). Pero se cedió al rey el derecho a designar los obispos y
la mayor parte de los abades. Esto abría de nuevo la puerta para la mayor parte de los abusos
que el Concilio pretendió abolir. Se prohíbe la encomienda. Sin embargo, en América Latina
este sistema continuará durante todo el período colonial.
Catolicismo contemporáneo
El Concilio fue largo y falto de continuidad. Los decretos fueron promulgados en cuatro
períodos distintos, en 25 sesiones. En una ocasión (segundo período) el Concilio de Trento
tuvo que trasladarse a Boloña, por las condiciones políticas de Europa.
Doctrina
En Trento la Iglesia Católica Romana definió muchos de los dogmas que aún arrastra en la
actualidad. Pero Trento es un concilio limitado porque su tratamiento dogmático fue negativo,
no positivo. Lo que no se discutía en la confesión protestante tampoco se formuló en Trento.
Los dogmas más significativos tienen que ver con el pecado, la justificación, la libertad
humana, la gracia, la Biblia, el purgatorio y las imágenes.
Pecado
Trento distingue dos clases de pecados: mortales y veniales. Los pecados veniales son
aquellos por los que el creyente no es excluido de la gracia de Dios [Ds 522]. El que comete
pecado debe asistir al sacramento de la penitencia. Para que el sacramento sea efectivo debe
tener tres partes: contrición, confesión y satisfacción [Ds 532].
Antropología
Mientras la reforma abogaba por la corrupción total del ser humano, Trento preservó el libre
albedrío humano. “Si alguno dijere que el libre albedrío del hombre, movido y excitado por
Dios, no coopera en nada asintiendo a Dios que le excita y llama para que se disponga y
prepara para obtener la gracia de la justificación, y que no puede disentir, si quiere, sino que,
como un ser inánime, nada absolutamente hace y se comporta de modo meramente pasivo:
sea anatema” [Ds 500].
Justificación por la fe
Santificación. Trento confunde la santificación con la justificación. Para este Concilio “la
justificación misma (...) no es sólo remisión de los pecados, sino también santificación y
renovación del hombre interior” [Ds 490]. Lo que el protestante conoce como santificación es
entendido por Trento como aumento de la justificación: “Si alguno dijere que la justicia recibida
no se conserva y que no se aumenta ante Dios por las buenas obras, sino que las obras
mismas son solamente fruto y señales de la justificación alcanzada, no causa también de
aumentarla: sea anatema” [Ds 502].
Causas de la justificación
Causa final: La gloria de Dios y de Cristo y la vida eterna.
Causa eficiente: Dios misericordioso, que gratuitamente lava y santifica.
Causa meritoria: Su Unigénito Jesucristo.
Causa Instrumental: El sacramento del bautismo.
Causa formal: La justicia de Dios, no aquélla con que él es justo, sino aquélla
con que nos hace a nosotros justos.
en la que no puede caber error, que ha conseguido la gracia de Dios” [Ds 493]. Por eso, la
justificación debe ser mantenida por los esfuerzos humanos a través de la cooperación de las
buenas obras. Por medio de ellas, el ser humano se justifica más. Los que caen de la gracia
pueden ser readmitidos en la justificación a través del sacramento de la penitencia.
Predestinación. Nadie puede saber con certeza, a no ser por divina revelación, que se halla en
el número de los predestinados. Para Trento, la doctrina del libre albedrío ocupa un lugar
capital en la doctrina de la justificación.
El anatema que más aflige al creyente evangélico aparece en el canon 9: “Si alguno dijere que
el impío se justifica por la sola fe, de modo que entienda no requerirse nada más que con que
coopere a conseguir la gracia de la justificación y que por parte alguna es necesario que se
prepare y disponga por el movimiento de su voluntad: sea anatema” [Ds 501]. Para los
protestantes la gracia es el favor de Dios que concede la justificación. Para Trento, la gracia es
la ayuda divina necesaria para cooperar con la justificación.
La gracia
Esta es efectiva a través de los sacramentos que actúan ex opere operato. Es decir, son
eficaces en sí mismos y no solamente en función de la fe del que los recibe. Trento utiliza el
término transustanciación (IV Concilio de Letrán) para referirse a lo que sucede en la
consagración de los elementos de la eucaristía. El decreto destinado a los sacramentos
intenta corregir los “errores” del opúsculo de Lutero De captivitate Babilónica ecclesiae
praeludium (La cautividad babilónica de la Iglesia).
Los sacramentos tienen básicamente tres funciones: (1) iniciar el proceso de justificación, (2)
aumentar la justificación, (3) reparar la pérdida de la justificación. Trento estableció que la
iglesia católica reconoce siete sacramentos: bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia,
extremaunción, orden y matrimonio.
La misa. El nombre “misa” no tiene nada de extraño. Era una parte de la frase latina que
despedía el culto católico, “ite missa ets” (“idos, estáis despedidos”). Trento indica que en la
misa (culto con Santa Cena) “se realiza, se contiene e incruentamente se inmola aquel mismo
Cristo que una sola vez se ofreció Él mismo cruentamente en el altar de la cruz” [Ds 541].
La Sagrada Escritura
Restricción en su lectura. En 1564 el papa publicó un conjunto de reglas para los cardenales y
prelados encargados de redactar un índice de libros sospechosos. La cuarta regla reza:
“Como enseña la experiencia que la sagrada Biblia, cuando se permite su uso en lengua
vulgar indiscriminadamente, causa más mal que bien, debido a la obcecación de los hombres,
los obispos y los inquisidores adoptarán en esta materia la postura siguiente: oído el parecer
del párroco o del confesor, podrán permitir la lectura en lengua vulgar de las Biblias traducidas
por autores católicos, a las personas de las que estén seguros que podrán sacar de esa
lectura, no un daño, sino un beneficio para su fe y su piedad; (...) En cuanto a los que se
permitan leer o poseer dichas Biblias sin permiso, tendrán que entregarlas al obispo antes de
poder recibir la absolución de sus pecados” [Alberigo, 300].
Purgatorio
Reliquias e imágenes
Sin embargo, el Concilio hizo una clara distinción entre la imagen y la realidad que representa:
“Igualmente, que deben tenerse y conservarse, señaladamente en los templos, las imágenes
de Cristo, de la Virgen Madre de Dios y de los otros santos y tributárseles el debido honor y
veneración, no porque se crea hay en ellas alguna divinidad o virtud, por la que haya de
dárseles culto, o que haya de pedírseles algo a ellas, o que haya de ponerse la confianza en
las imágenes (...) sino porque el honor que se les tributa, se refiere a los originales que ellas
representan” [Ds 555].
Durante la edad media era pan de todos los días la reliquias a tal punto que en el concilio de
Poitiers (1100 d.C.) la iglesia aconsejaba: “cuidarse de aquellos que andan de ciudad en
ciudad exhibiendo reliquias para ganar dinero”. Luego, en el concilio de Letrán (1215), se
dispuso que solamente el papa podía autentificarlas.
Sin embargo, por largo tiempo la popularidad de las reliquias fue tal que se llegó a proclamar
reliquias absurdas: un pedazo de carne quemada de san Lorenzo, los cuernos de Moisés, un
supuesto suspiro de san José y presuntas lágrimas de Jesucristo. Los embaucadores iban de
pueblo en pueblo mostrando las reliquias a cambio de dinero. El colmo se dio cuando varias
personas decían tener la misma reliquia. He aquí un cuadro que ilustra tal perogrullada:
Algunos resultados
1. Se tomaron algunas medidas disciplinarias para el clero, pero no fueron suficientemente
drásticas. Además, la pugna entre el episcopado y el papado concluyó con la declaración
del pontífice romano (Pío IV), menos de dos meses después de la clausura del Concilio,
designándose a sí mismo con el título de “obispo de la Iglesia universal”. Las
declaraciones del Concilio llegar a las parroquias y a los parroquianos a través del
Catechismus ex decreto concilii tridentini (Catecismo romano), publicado en 1566.