Contemplar absorto
ontemplar colores y farmas que “han sido organizados en un
oon orden” (las relaciones formales significativas, en
palabras de la critica formalista, o esa légica de las sensaciones
organizadas, si queremos utilizar las palabras de Cézanne), parece que
define el canon modemo, la autonomia artistica y estética.
Quizé haya sido este tipo de pintura y la insistencia en lo formal lo
que haga que muchos contemplemos hoy la pintura moderna (Del
Renacimiento al Romanticismo} experimentando ese placer de la forma
significante. Los primeros empefios de las vanguardias en liberar la
visualidad de un programa intelectual previo, y su insistencia en la
inmediatez de una sensualidad volcada a las formas y colores que la
superficie ofrecia, haran del espectador una retina capaz de desarrollar
una mayor y més compleja atencién. Puede que atencion no sea la
palabra, sino profunda afinidad. Herencias simbolistas, romédnticas a fin
de cuentas, por las que el espectador lo es de formas sentidas por otros,
los artistas. Sin embargo, dice la critica formalista, no se trata de una
mera contemplaci6n de colores y formas tal como la naturaleza nos los
ofrece. Porque esta siempre la voluntad de forma, Hay objetas en la
naturaleza a los que dedicamos una mirada desinteresada: el ir y venir
de las olas del mar, el chisparroteo del fuego, e! paso de las nubes, algo
que en palabras del critico formalista Roger Fry “pertenece a la vida
imaginativa y que no puede tener lugar en la vida real de necesidad y
accién”. “Pero -sigue diciendo- en los objetos creados para despertar
sentimientos estéticas tenemos una conciencia de intencién afiadida por
29parte del creador que lo hizo no con el propdsito de que fuera usado, sino
con el de que fuera observaddo y disfrutado”
Afinidad, sentimiento de la forma y sin embargo distancia, algo
inherente a este tipo de experiencia estética basada en el binomio
kantiano distancia-desinterés. En ese contemplar distante no nos debe
interesar la “existencia del objeto". La distancia es requisito
imprescindible para la contemplacién desinteresada. Lo bello nada tiene
que ver ni con el agrado {la mera satisfaccion de los sentidos) ni tampoco
con el conocimiento, No me hace conocer, sino pensar mucho. Tampaco
se las ve con asuntos morales. Kant habla de un "gusto barbaro” cuando
se refiere a las clase populares, incapaces de discemir en lo tocante al
desinterés, Que tienen que buscar en las imagenes una funcién y que son
incapaces de la gratuidad.
Kant revoluciona la cuestién estética al decidir que el placer que
obtengo en la contemplaci6n no radica en el objeto que miro, sino en mi,
‘que puedo experimentar -y compartir mi experimento. Este compartir es
muy importante, -iy rescatable!- dado que el sentido no puede aspirar a
la objetividad pero si a la “comunicabilidad". Recordemos que el fildsofo
habla de un sujeto transcendental. Y ese experimentar trata del libre
juego de mis facultades, de la imaginacién y el entendimiento, con la
ocasién que me presenta aquello que tengo ante mi. Libre juego que
cesar en cuanto me separe de ello (jde ahi la voluntad de permanecer
0 el volver una y otra vez?).
De modo que parece que todo el “arte por el arte”, en el fondo eso del
arte como algo que “no sirve para nada”, la insistencia en que sdlo
realmente miramos algo cuando existe en nuestras vidas sin otra utilidad
que la de ser visto, todo ello es un trasunto banalizado de los
pensamientos kantianos. Y digo banalizado, porque aunque “no sirva para
nada”, no es cualquier cosa. Por eso nos hace pensar mucho. La actitud
contemplativa del espectador vendré definida por esa mirada estatica,
desinteresada; ese estar delante de la obra como un permanecer recogido.Ya hemos mencionado a Clement Greenberg como el gran defensor
del canon moderno y de la autonomfa, tanto de lo artistico como de la
experiencia estética. Una autonomia formal. Cuando entro en una
exposicion de Pollock, {para Greenberg todo lo mejor de la modernidad
tiende a ser abstracto) soy consciente de que estoy en un dmbito
auténomo. Han preparado este espacio blanco y silencioso para que yo
pueda observar una pintura que es fiel a sus medios y donde la
autorreflexién esta presente. La experiencia que él defiende arrastra
ademés otra idea que anida en el imaginario colectivo: la obra de arte
no es sino la expresién de alguna experiencia de su productor. Pero,
sobre todo, para Greenberg, esa experiencia estética que estoy
teniendo (auténomal se me da de un mado directo y esponténeo: “en el
caso de muchas pinturas y piezas escultéricas se dirfa que uno tiene que
cogerlas por sorpresa para percibirlas como un todo: una plenitud
arropada por el impacto repentino de la vision”. E| espectador tiene el
“sentimiento de la forma” sin ningin valor afiadida, ni cagnitivo ni ético.
No se trata de percibir colores y formas en los que se dé realmente una
armonia, una proporcidn (cualidades formales que pueden tener un
ramo de flores 0 un estampado de tela) sino de una cualidad que se
sienta: "su cualidad depende de relaciones 0 proporciones sentidas,
inspiradas, como en ninguna otra cosa”,
Si el Museo Moderno nace para albergar la obra auténoma, ésta se
rodea de un aura especial. La originalidad y la unicidad son los dos
bastiones en los que se asienta esa “materializacién de la absolut
artistico". Y ello, qué duda cabe, necesitaba una percepcion
transcendente. No es dificil pensar en la abstraccién como la Ultima
materializacién del absoluto. E| pintor Barnett Newman parecia tenerlo
claro cuando realiza su “The sublime is now”. Es decir, que su apariencia
“mostrara” algo oculto, que su forma -finita-, nos hablera queda y
misteriosamente de un contenido —infinito: lo inefable. Creo que fue en
un video divulgativo de Robert Hugues, The Shock of the New, donde
31