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La comprensión textual: ¿memoria o aprendizaje?

Carlo Muñoz González


El presente documento tiene por finalidad, iniciar una discusión respecto al concepto
de comprensión lectora. Para ello, he seleccionado tres textos aprendidos durante mi estudio
de magíster y que, desde mi experiencia, han servido para abordar este fenómeno, el cual está
asociado a saber, desde la perspectiva de estos tres autores, qué es la comprensión lectora y
cómo complementar sus miradas.
La comprensión lectora puede ser definida desde diferentes disciplinas, esto permite
darnos cuenta que la gran cantidad de estudios que se han realizado respecto al tema, no han
logrado dar una respuesta única y definitiva. No obstante, podemos identificar un rasgo
común en sus acepciones: el verbo. Independiente de qué corriente consultemos, gran parte
de las definiciones abordan una acción declarada en este proceso y que, en muchas ocasiones,
busca ser medible y empírica.
Considerando lo anterior, cabe destacar la siguiente pregunta ¿qué significa
comprender un texto y por qué es tan relevante hablar de ello? La primera aproximación a la
respuesta ha sido tomada del primer capítulo del libro Saber leer (2010) denominado ¿Qué
es saber leer? del profesor Giovanni Parodi, quien a través de una clara disección sobre la
relación lector-estímulo, nos entrega diferentes elementos y momentos que contiene la
lectura para llegar a la comprensión efectiva de un texto. La actividad de leer es entendida
por Parodi como la culminación de la capacidad del ser humano para transcender su
capacidad simbólica, es decir, cuando es capaz de vivir en comunidad mediante el
intercambio competente de signos en el sistema lingüístico (p 24-25). Es posible observar en
este trayecto que la actividad de leer posiblemente ya esté resuelta, pero no la de comprender.
Según Parodi, todos los seres humanos tenemos un cerebro con la facultad de usar un sistema
de signos en la lectura, lo que nos remite inmediatamente a la acción de leer, pero, la
capacidad de comprender puede ser desarrollada en el tiempo y, por lo tanto, es posible
entrenarla (p 31). Por último, Parodi señala la comprensión como una serie de habilidades
que involucran la capacidad de memoria, abstracción, comparación y relación del sujeto. Es
decir, existe un manejo de la memoria de corto y largo plazo (entendida como conocimiento
previo), la formulación de ideas abstractas como procedimiento esencial para crear y negociar
significado; y la comparación y relación, mediante la cual se adquiere la lengua materna para
construir el mundo.
Estos procesos obedecen a un estudio sociocognitivista, Parodi señala, en este
lineamiento, la construcción de significado a través de la decodificación como una tarea
última y vital en el proceso de la comprensión textual (p 42).
Otro aspecto de esta discusión es relacionar los vacíos que poseen los postulados de
Parodi respecto al contexto y que, de forma precisa, logra completar Marianne Peronard en
el capítulo quinto del libro Comprensión de textos escritos: de la teoría a la sala de clases
(1998). La perspectiva de esta autora posiciona la comprensión de textos inmediatamente en
un lugar pertinente para nuestra área: la sala de clases. Considero que el aula es el espacio
formal y predilecto para el trabajo de la comprensión textual, ya que es posible darle una
intención al trabajo, vislumbrar avances y medir resultados. Peronard, en este capítulo, nos
entrega diferentes marcos de referencia para construir aproximaciones teóricas respecto a
este fenómeno, sin embargo, lo importante para esta discusión yace en la consideración de
un contexto escolar pensado desde el ámbito cultural.
Parodi, en el capítulo señalado no detalla de forma suficiente la importancia que tiene
el contexto escolar para la comprensión lectora, planteamiento que podría tener motivo en
que no es la intencionalidad propia del libro o bien, la perspectiva del autor no hace
pertinente tratarlo. Sin importar el motivo, Peronard contribuye a los postulados de Parodi al
momento de definir la comprensión desde el ámbito cultural, entendiéndola como una
habilidad de descubrimiento y establecimiento de redes (p 98), donde el centro del
conocimiento se encontrará en el diálogo que se pueda establecer entre el ambiente y el
propio sujeto. Peronard trata, en la primera parte de su texto, la comprensión como una
actividad humana, más allá del proceso meramente mental, sino como una construcción
personal que realiza un aporte a la cultura. De esta manera, la autora sentencia que la
comprensión es un acto cognoscitivo-aprehensivo de interpretación y acogimiento consciente
de algo (p 96) afirmando que son las “ciencias del espíritu” aquellas que se han encargado
de estudiar la comprensión y el autodominio que debe tener el ser humano sobre ella. Aquí
se presenta la diferencia más importante respecto a Parodi, un enfrentamiento entre la
necesidad de la memoria y el aprendizaje. Parodi señala que el primer acercamiento al texto
radicaría en el uso de la memoria y estímulo que produce su activación mediante la vista u
otro sentido, en cambio, para Peronard, la memoria estaría situada en un segundo plano y, en
definitiva, su propuesta sería considerar con mayor relevancia, la capacidad de
descubrimiento del sujeto respecto a su conocimiento y aplicación, es decir, la exploración
para saber si el texto ha sido capaz de modificar, en alguna medida, su aprendizaje de la vida
cotidiana.
Este dilema, a mi parecer, queda resuelto remitiéndonos a la autora María Teresa
Colomer específicamente en el segundo capítulo del texto Andar entre libros (2006) donde
incluso, el título del apartado nos invita a una reflexión importante: ¿de dónde partimos?
Colomer inicia la delimitación de la comprensión lectora desde la lectura infantil,
reconociendo en el texto que la comprensión lectora sería un proceso que evoluciona desde
la adquisición del sistema simbólico del infante (p 69). Para la autora, la comprensión textual
es un proceso que nace con la adquisición de este sistema, algo que explica con la metáfora
de “lector-pescador” y donde esta adquisición, estaría asociada a generar una experiencia que
será ampliada bajo distintos elementos que intervendrán en ella como: el desarrollo de una
conciencia narrativa, la continua construcción de significado, la posibilidad de un gusto
estético, etc. Colomer, al igual que Peronard, toma el aprendizaje como un pilar fundamental
para que el fenómeno de la comprensión textual se lleve a cabo, pero dando a entender, al
igual que Parodi, que los procesos cognitivos mediante los cuales el infante adquiere el
sistema simbólico, serán determinantes en la verdadera ejecución de la tarea de la
comprensión textual.

Bibliografía
Colomer, Teresa. (2006). Andar entre libros. Estado de México: Fondo de Cultura
Económica.
Parodi, G. (coord) (2010) Saber leer. Madrid: Editorial Santillana.
Peronard, M. (1998). Comprensión de textos escritos: de la teoría a la sala de clases.
Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello.

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