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CORAL GARCÍA RODRÍGUEZ

Università di Firenze

El leísmo y el laísmo en la enseñanza-aprendizaje del E/LE

L- Como se sabe, la sustitución parcial en Castilla1 del siste-


ma funcional pronominal por un sistema basado en el género se
remonta al Cantar de Mio Cid2 y se extiende durante el Siglo de
Oro, tal y como cualquier lector de nuestros clásicos puede consta-
tar por sí mismo. Resulta evidente que el prestigio tanto de los
escritores como de la corte, trasladada a Madrid en 1561 por Felipe
II, es una de las causas de que dicho fenómeno se propagara sobre
todo por el centro y el norte de la península (influenciando también
a escritores andaluces y aragoneses3), y de que posteriormente la
Real Academia llegase incluso a considerar el leísmo como norma,
aunque se retractara más adelante4.

1
Como es bien sabido, leísmo y laísmo son fenómenos presentes fundamen-
talmente en Castilla-León, Santander, parte de la Rioja, Madrid y Castilla-La
Mancha. Pero también se ha señalado el avance de un tipo de leísmo (leísmo de
cortesía) en Las Canarias. Véanse, entre otros, los estudios específicos de Francis-
co García González, El leísmo en Santander, en Estudios ofrecidos a Emilio Alar-
eos Llorach, III, Oviedo, 1978, pp. 87-101; Miguel Martínez Martín, Datos sobre el
leísmo y el laísmo de persona en el habla de la ciudad de Burgos, en «Epos», I,
Madrid, 1984, pp. 159-176; Francisco Moreno Fernández y otros, Anotaciones
sobre el leísmo, el laísmo y el loísmo en la provincia de Madrid, en «Epos», IV,
Madrid, 1988, pp. 101-122; Antonio Lorenzo Ramos, Algunos datos sobre el leísmo
en el español de Canarias, en / Simposio Internacional de Lengua Española, Las
Palmas, Ediciones del Excelentísimo Cabildo Insular de Gran Canaria, 1981, pp.
175-180; y, sobre Valladolid, Flora Klein-Andréu, Distintos sistemas de empleo de
«le», «la», «lo». Perspectiva sincrónica, diacrònica y sociolingüística, en «Thesa-
urus», XXXVI, 2, 1981, pp. 284-297.
2
Rafael Lapesa, Sobre los orígenes y evolución del leísmo, laísmo y loísmo,
en «FestschriftWalther von Wartburg», I, Tübingen, Max Niemeyer, 1968, p. 524.
3
Rafael Lapesa, Historia de la lengua española, Madrid, Gredos, 19849, p.
406.
4
Recordemos que la norma académica rechazó el laísmo en 1796 y el loísmo
en 1874.

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Centrándonos en el siglo XX, la vigésima segunda edición del


DRAE pone de manifiesto su actitud, por ahora definitiva, ante el
leísmo, con un cambio significativo respecto a la edición de 1992.
En la primera entrada, encabezada por la contracción Gram., nos
encontramos con una formulación aséptica del fenómeno en ambas
ediciones, cuando se refiere al uso personal masculino, sin diferen-
ciar el singular del plural. Sin embargo, en la segunda entrada la
definición se formula en términos distintos para otros contextos de
leísmo: la palabra «vicio» de la ed. de 1992 ha sido sustituida por
un término sin duda más apropiado, «incorrección». Fieles a dicho
criterio, el leísta, desde el punto de vista gramatical, es el «Que
defiende o practica el leísmo», pero también quien «incurre en el
vicio/la incorrección del leísmo». Es significativa también la nueva
definición del laísmo, que deja de ser exclusivamente condenatoria
al considerarlo un «empleo irregular», un «hábito»5.
Emilio Alarcos6 ya había sintetizado perfectamente la actitud
normativa7, cuando hablaba de «compromiso» por parte de la Aca-
demia en la tolerancia del uso del leísmo de persona (masculino)
singular (sin duda por la fuerza de su extensión geográfica, social y
5
Así, DRAE 1992: el laísmo es el «Vicio de emplear las formas la y las del
pronombre ella para el dativo»; el laísta es el «que incurre en el vicio del laísmo»;
el loísmo el «Vicio consistente en emplear las formas lo y los del pronombre él en
función de dativo», y el loísta el «que incurre en el vicio del loísmo». DRAE 2001: el
laísmo es el «Empleo irregular de las formas la y las del pronombre ella para el
complemento indirecto»; el laísta el «Que incurre en el hábito del laísmo»; el loís-
mo «Error consistente en emplear las formas lo y los del pronombre él en función
de dativo»; y el loísta el «Que incurre en el error del loísmo». La escasez y estigma-
tización históricas del loísmo son la causa de que lo dejemos fuera del presente
trabajo.
6
«En resumen, es recomendable mantener el uso tradicional, sólo con
algunas concesiones al leísmo; esto es, lo como referente de masculino singular en
función de objeto directo (aunque se acepte le en este caso cuando aluda a perso-
na), la para femenino singular en la misma función; los para plural masculino y
las para femenino como objeto directo; le y les para los objetos indirectos, singu-
lares y plurales respectivamente, sin distinción de géneros; finalmente, lo como re-
ferente invariable de valores neutros en los papeles de objeto directo y de atri-
buto», Emilio Alarcos Llorach, Gramática de la lengua española, Madrid, Espasa-
Calpe, 19956, p. 205.
7
Respecto a la norma en general, véase José Antonio Pascual, Sobre la
norma, en «Cervantes», 0, marzo 2001, pp. 49-66.

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literaria, portadora de prestigio), dando como válida la norma fun-


cional. El laísmo ha sido siempre menos frecuente, sobre todo en la
literatura. De todos modos tanto el laísmo como el leísmo se en-
cuentran en las obras literarias: basta recordar al vallisoletano Mi-
guel Delibes o al madrileño Pedro Salinas8, mientras otros escrito-
res como Lucía Etxebarria reconocen haber dejado en manos de ter-
ceros la corrección de los casos de confusión pronominal9, con lo
cual se confirma la existencia de una presión normativa a nivel cul-
to.
No debemos olvidar que existen causas morfológicas y sintác-
ticas del leísmo de persona10, y que la razón de ser del laísmo reside

8
En las Obras completas se han corregido los casos de laísmo.
9
Lucia Etxebarria (Nosotras que no somos como las demás, Barcelona, Des-
tino, 2000, p. 22) agradece la colaboración de «Pedro Villora por corregir mis laís-
mos y mis leísmos y mis redundancias». Y también Delibes ha recurrido a un co-
lega para estos menesteres. Todo ello nos hace ser conscientes de la importancia
de terceros en las publicaciones, sea por petición propia del autor, sea por inter-
vención de las editoriales y los correctores de pruebas. De todos modos, como cu-
riosidad citamos a otros escritores y poetas leístas contemporáneos: Galdós, Valle-
Inclán, Benavente, Gómez de la Serna, Guillen, Rosa Chacel, Ray Loriga y José
Ángel Mañas, entre tantos otros; laístas, por su parte, son Arniches, Pereda y
Baroja.
10
Morfológicas: la homonimia entre el masculino y el neutro, y la analogía
con otros esquemas como el del artículo, el de los pronombres me te y el de los de-
mostrativos. Al no darse la homonimia en el plural, este tipo de leísmo tiene me-
nor vigencia (de hecho, los leístas de singular pueden no serlo de plural o alternar
el uso leísta con el etimológico), aunque no se puede negar que puede resultar ca-
prichosa la tolerancia frente a uno y la condena del otro. Sintácticas: se refieren
por un lado al verbo y por otro a la preposición a. En el primer caso, hay que tener
en cuenta la dificultad de detectar la tipología de algunos verbos (su ser transi-
tivos o intransitivos); además, el hecho de que algunos verbos transitivos puedan
aparecer sin el objeto directo especificado complica el asunto; también hay verbos
que admiten construcciones con objeto directo de persona y de cosa, y otros verbos
transitivos que cuentan con una versión sinónima donde aparece un acusativo que
corresponde al significado del primero (p.ej. aburrir a alguien/causar aburrimiento
a alguien). La preposición a crea confusión en los hablantes por varias razones:
primero, aparece en los denominados acusativos de persona, haciendo difícil su
diferenciación respecto del dativo, sobre todo en ciertos contextos sintácticos;
además, puede aparecer en otros casos para eliminar la ambigüedad entre sujeto y
objeto directo, y entre objeto directo e indirecto; también es necesaria con el artí-
culo y por motivos semánticos. Por consiguiente, la variedad de situaciones en las
que puede concurrir dificulta la identificación de la función gramatical del tipo de

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en una posterior extensión analógica del leísmo, en la que subyace


una oposición genérica masculino/femenino11.
Pero sobre todo cabe preguntarse por qué un fenómeno tan
antiguo y dotado de coherencia interna no ha llegado a desterrar
totalmente al sistema basado en la función gramatical. Sin duda
parece razonable pensar que ha sido la actitud académica la que ha
contribuido a la indecisión y control de un paradigma que tenía
posibilidades de llegar a convertirse en hegemónico, pero también
sabemos que los hablantes tienen mucho que decir en estos casos.
Compartimos la hipótesis de que la actitud de los hablantes cultos
y el criterio de prestigio, así como, en los tiempos más recientes, la
labor de la escuela obligatoria en un área geográfica caracterizada
lingüísticamente por el conservadurismo, han frenado una tenden-
cia sustitutoria que, no lo olvidemos, no afecta por igual a todo el
país ni tampoco al español de América12, con lo cual se reducen sus
posibilidades de expansión y por consiguiente de aceptación, sobre
todo cuando existe una razonable y positiva actitud de manteni-
miento de la unidad y homogeneidad de la lengua española en el
mundo.
Otro aspecto que hay que considerar cuando hablamos del
leísmo y el laísmo es la diferente perspectiva de los sociolingüistas

sintagma en el que se encuentra.


11
Si se utiliza le porque el objeto es masculino (persona), se usará Za para el
objeto femenino persona (aunque funcione dentro de la oración como objeto indi-
recto). Por consiguiente, quien es laísta es sin duda también leísta, ecuación que
no es automática a la inversa, entre otras cosas tal vez por el rechazo académico
de un fenómeno como el laísmo que, sin embargo, parece estar vigente sobre todo
en ciudades como Valladolid, Burgos y Madrid. Pero, además, se pueden propor-
cionar ejemplos en defensa del laísmo en ciertos contextos en los que gracias a él
se anula la ambigüedad de la que es portadora el pronombre funcional (p.ej. «El
primo de Marisa quería que su novia le/la regalase un jersey»), y que, sin ser
laístas, podríamos superar añadiendo al final de la frase la forma tónica del dativo
«a ella».
12
Esta última afirmación habría que matizarla, ya que la existencia de al-
gunos casos de leísmo y laísmo en el continente americano, y en concreto un leís-
mo «de cortesía» en las Antillas (es decir, portador de prestigio y por tanto suscep-
tible de extenderse), podrían empezar a cambiar la situación también al otro lado
del Atlántico. Véase al respecto María Vaquero de Ramírez, El español de América
II. Morfosintaxis y Léxico, Madrid, Arco/Libros, 1998, pp. 19-22.

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y los gramáticos; sin olvidar que entre estos últimos tampoco se


juzga el fenómeno con la misma severidad, en ocasiones depen-
diendo tal vez de factores subjetivos como su procedencia geográ-
fica.
Marcos Marín, en su ejemplar estudio sobre los pronombres13,
realiza un análisis descriptivo (carente, voluntariamente, de cual-
quier pretensión de normatividad), en el que además de distinguir
entre usos anómalos y usos aparentemente anómalos a partir del
régimen verbal latino, propone abandonar la distinción O.D./O.I. a
favor del binomio «objeto de interés personal/objeto sin interés per-
sonal». Dicho criterio da cuenta, en efecto, del uso «real» del siste-
ma pronominal de tercera persona en determinadas áreas geográfi-
cas, en la lengua literaria y en la lengua hablada. Su propuesta le-
gitima el leísmo, señalando el carácter minoritario del laísmo, y
destaca la importancia de los «criterios socioculturales o sociolite-
rarios» que superarían la tesis geográfico-etimológica, al menos pa-
ra la lengua escrita.
Antonio Llórente, por su parte, expresa claramente su recha-
zo del leísmo y laísmo, calificándolos insistentemente de «desviacio-
nes de la norma» y «fenómenos incorrectos» en un estudio que ha
sido incluido en un manual de morfosintaxis para italófonos publi-
cado en Italia. El hecho de que el leísmo del objeto directo mascu-
lino de persona esté muy extendido no justifica, según dicho lin-
güista, que se potencie su uso, al máximo «podemos tolerarlo] [...]
pero nunca recomendarlo, y menos considerarlo un uso elegante y
castizo», y, además, afirma que es «una aberración» que el leísmo
de persona se presente como correcto en las gramáticas de español
para extranjeros14.
II.- Hemos realizado un breve cotejo de gramáticas de diverso
tipo15 y métodos de español16 como lengua extranjera utilizados por
13
Francisco Marcos Marín, Estudios sobre el pronombre, Madrid, Gredos,
1978.
14
Antonio Llórente Maldonado de Guevara, El lenguaje estándar español y
sus variantes, en Graziella Francini, Morfosintaxis del español para italófonos,
Milán, Egea, 1989, pp. 451-453.
15
Cito los libros consultados, precedidos de la sigla con la que aparecerán
sucesivamente: GCI: Gramática del curso intensivo de español, SGEL; GS: Gram-

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nuestros alumnos italianos, y hemos podido comprobar que la si-


tuación no es tan «aberrante» como denuncia Maldonado, sino que
más bien pone de manifiesto la existencia de perspectivas distintas
que de algún modo reflejan el estado actual del fenómeno en una
tensión dialéctica norma/uso.
De acuerdo con los criterios académicos, el laísmo, cuando se
comenta, aparece bajo un prisma condenatorio. Respecto al leísmo,
la mayor parte del material consultado sigue la actitud académica,
proponiendo lo los en primer lugar, y explicando la aceptación de
leles (colocado a continuación entre paréntesis) si se trata de
personas masculinas17; pero existen también métodos que sólo ofre-
cen la posibilidad etimológica lo los18; textos que colocan en primer

matica spagnola, Laterza; GELE: Gramática de español lengua extranjera, Edelsa;


GCE: Gramática comunicativa del español, Difusión; GEI: Gramática esencial de
español para italianos, Liguori; GEE: Gramática esencial del español, Espasa-Cal-
pe; MEC: Manual del español correcto II, Arco/Libros; MGE: Manual de gramática
española, Castalia; MI: Morfosintaxis del español para italófonos, Egea; NG: Nuo-
va grammatica della lingua spagnola, Levante Editori; AP: Así aprendemos, Lof-
fredo Editore; IPS: Io parlo spagnolo, A. Vallardi; GE: Gramática española, Ariel;
CA: El castellano actual. Usos y normas, Eunsa; también hemos tomado en consi-
deración el útilísimo y ameno DEU: Diccionario de español urgente, SM, y otro
publicado recientemente en Italia por la editorial florentina Le Lettere (DLL).
16
Los textos consultados son: Uso de la gramática española, Edelsa (niveles
elemental, intermedio y superior); Español 2000. Nivel elemental, SGEL; ¡Claro
que sí!, Masson; Ven 1, 2, Edelsa; Itinerarios por el español (y la Guía didáctica),
Zanichelli; Para empezar, A, Edelsa; Cumbre 1, Difusión; Planet@ E.L.E 1, 2,
Edelsa; Libro de referencia gramatical: fichas y ejercicios, 2, Edelsa; Intercambio
1, Difusión; Español situacional, ESU; Español. Lengua y cultura, Zanichelli; Rá-
pido, Difusión.
17
Uso intermedio, pp. 62-63; Uso avanzado, p. 94; Itinerarios, p. 196, no
acepta el leísmo plural, pero sí el singular (y en la Guía didáctica, p. 8); GE, pp.
604-605; GEI, p. 70; Español situacional, pp. 101-102; MEC, pp. 52-53 (sólo admite
leísmo singular); CA, pp. 65-66; MGE, p. 52; Español 2000, p. 56 (con un curioso
error de imprenta de le por lo: (le), le; Ven 2, p. 125; Intercambio, p. 94; GCE, p.
253; DEU, pp. 281-282.
18
¡Claro que sí!, p. 73; Ven 1, p. 83 (en ambos casos los ejemplos no son de
persona); Para empezar, p. 56; Cumbre 1, p. 70 (pero en otra unidad aparece la
variante le para persona, singular, animando al alumno a extraer la regla subya-
cente, y recomendando al profesor, en la Guía didáctica, que no se explique de
momento el leísmo, laísmo y loísmo); Planet@ 1, p. 72, y Planet@ 2, p. 81 (pero no
hay ejs. de persona); Intercambio 1, p. 69 y 99 (pero no hay ejemplos de persona);
Rápido, p. 94; Español, Lengua y cultura, p. 320.

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lugar le, seguido por lo, la en situación de igualdad, es decir, sin


paréntesis19, mientras en el plural se invierte el orden: los les20 o se
ofrece una sola posibilidad: los21; en algunos casos se propone una
distinción que legitima totalmente el leísmo de persona singular,
ya que se distribuye el uso pronominal del modo siguiente: le como
objeto directo de persona masculina, lo para animal o cosa y la para
persona de sexo femenino22. Además, hay quien afirma que es
preferible el uso de leles para el masculino en los pronombres de
persona de respeto23, conclusión que en otros casos se expone no
como recomendación, sino como constatación de un uso cada vez
más extendido24; y también se señala la creciente utilización de
leles en lugar de lo los en las proposiciones impersonales introdu-
cidas por se25. En pocas ocasiones se defiende la extensión del leís-
mo masculino al plural26, que, como es bien sabido, ha sido siempre
menos frecuente27.
Dentro de esta variada situación, resulta sintomática la alter-
nancia de criterios dentro de un mismo proyecto editorial28, que
podemos interpretar más que como un cambio hipotético de óptica
del fenomeno de un volumen al sucesivo, como tensión irresuelta
entre norma y uso, entre el propósito de mantener homogéneo el
español en el mundo, y los usos específicos del centro-norte de la
Península. Sorprende, además, que las gramáticas y métodos más
«comunicativos» en ocasiones ni siquiera mencionen los vocablos
leísmo y laísmo; posponer el asunto no supone solucionarlo; afirmar
que es un problema «gramatical» tampoco tiene sentido, visto que

19
GCI, p. 179.
20
MI, p . 128.
21
I P S , p . IX; N G , p . 206.
22
Libro de referencia gramatical 2, del Curso Planet@, p. 34 (indicando: «en
España»); GEE, p. I l i ; NG, p. 206; DLL, p. 170.
23
AP, p. 201; GELE, p. 53.
24
GS, p. 234; GEI, p. 73.
25
A P , p . 2 0 1 ; GS, p . 230; M E C , p . 5 3 .
26
Uso elemental, p. 127; Libro de referencia gramatical 2, p. 34 (indicando
«en España»).
27
Rafael Lapesa, Sobre los orígenes..., cit., pp. 539-540, 541, 544.
28
Uso (el nivel elemental, respecto a los dos sucesivos); Planet® en sus dis-
tintos volúmenes.

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cualquier estudiante de español como lengua extranjera se va a


encontrar con el fenómeno en el uso cotidiano de buena parte de los
españoles.
Nuestra creencia es que se debe dar espacio a «los porqués»
del leísmo y el laísmo en la didáctica29 del E/LE, tanto desde un
punto de vista teórico como práctico30, no sólo a través de la litera-
tura, sino también pidiendo al estudiante, por ejemplo, que inter-
prete muestras de leísmo y laísmo producidas por nativos. Nosotros
hemos utilizado material auténtico extraído, entre otras fuentes, de
un cuestionario propio al que dedicaremos nuestra atención en el
apartado siguiente.
IIL- Dejando de lado posiciones normativas, vamos a adoptar
una orientación descriptiva propia de la sociolingüística, centrán-
donos en los datos recogidos empíricamente en un cuestionario en-
tregado a 115 informantes residentes en Madrid31, ciudad que ha
sido considerada como enclave actual del modelo idiomàtico32.
29
Véase E . Ruiz Palomar, Didáctica de los pronombres átonos, Madrid,
Universidad d e Alcalá, 2000.
30
Véase Coral García Rodríguez, Tareas para la expresión oral y escrita,
Florencia, Alinea, 2002, pp. 108-113 y 23-24, respectivamente.
31
El cuestionario, realizado del 14 al 18 de febrero de 2002, planteaba tres
preguntas: la primera consistía en 20 frases donde había que elegir la opción pre-
ferida: u n a con diversos tipos de leísmo (5 de persona, 4 singular y 1 plural; y 3 de
cosa) o laísmo (12), y la otra conservadora del sistema etimológico; en la segunda
pregunta había que sustituir el sintagma subrayado por un pronombre (4 casos de
le de persona, 2 singulares y dos plurales; 4 de laísmo, y 2 de leísmo cosa/animal);
en la última pregunta había u n a opción basada en la creencia de uso, seguida de
la pregunta relacionada con la corrección (6 frases, 3 sobre laísmo singular y
plural, y otras 3 de fe les, dando el doble de espacio al singular). Los porcentajes
expresados en este trabajo hacen referencia a las dos primeras preguntas; la
tercera ha sido utilizada para evaluar el grado de consciencia de los informantes y
eventualmente corno criterio de interpretación de los datos anteriores, como se
verá más adelante. Agradecemos profundamente desde estas páginas la colabora-
ción del Colegio La Salle, y en concreto de su Jefe de Estudios, D. Jaime Torres,
del profesor José Núñez Madrid y sobre todo de los pacientes alumnos que h a n
contestado al cuestionario, sin los cuales no habría sido posible realizar este tra-
bajo.
32
Sobre la importancia de Madrid como foco creador y modelo a imitar, véa-
se Edgar Radtke, La dimensione internazionale del linguaggio giovanile, en W .
AA., Il linguaggio giovanile degli anni novanta, Roma-Bari, Laterza, 1992, p. 23; el
prestigio de u n a determinada variedad se comenta en Giorgio Raimondo Cardona,

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Nuestra investigación ha tomado en consideración sólo a jóvenes de


ambos sexos, estudiantes de 16 a 19 años de cinco cursos de Bachi-
llerato de un instituto privado de la zona norte de la ciudad. Tanto
el abandono del parámetro generacional como la focalización en la
capital española y el uso exclusivo del estilo contextual «lectura»
(donde, como se sabe, el grado de reflexión es muy elevado), están
basados en la intención de constatar el grado de consciencia lin-
güística de los informantes y predecir un futuro posible del fenó-
meno en dicha comunidad, así como analizar el margen de presión
ejercido por la norma.
Pasemos a los resultados globales de todos los grupos, que
hablan por sí mismos: un 94,7% de los encuestados es leísta mas-
culino singular, y un 70,4% es leísta masculino plural. Las cifras
disminuyen vertiginosamente cuando se trata del laísmo (un
26,9%) y de casos de leísmo de cosa o de animal, y ejemplos de elec-
ción de le. Pero maticemos los datos recogidos. Los casos de leísmo
masculino singular de los 109 informantes que se demuestran leís-
tas no son uniformes, lo cual nos permite deducir que no se ha
alcanzado una absoluta estabilidad en el cambio de paradigma
pronominal a favor del género, aunque sin duda el número de
ocurrencias es muy elevado. El leísmo masculino plural, por su
parte, aparece en 81 informantes, con resultados que nos permiten
afirmar que se da una considerable seguridad entre los leístas de
plural.
Observemos la importancia de la variante de sexo respecto al
leísmo. En el caso del uso del pronombre singular le, la diferencia
entre hombres y mujeres asciende tan sólo al 1,6%. Sin embargo, la

Introduzione alla sociolinguistica, Turín, Loescher Editore, pp. 82-85. No hay que
olvidar que Madrid es también el principal centro de producción de series televi-
sivas protagonizadas por jóvenes y dirigidas a un público nacional fundamental-
mente juvenil, en las que se transmite un modelo de comportamiento en el que el
lenguaje tiene una importancia evidente. No podemos ocuparnos en estas páginas
del estudio del leísmo en las series televisivas dirigidas a un público juvenil, aun-
que es indudable que los resultados completarían el cuadro general del leís-
mo/laísmo de persona entre dicho sector de la población española. También resul-
taría de interés un control sistemático del fenómeno en los telediarios y en las lec-
turas de los jóvenes.

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distancia se alarga hasta casi nueve puntos en el caso del leísmo


plural. El comportamiento lingüístico masculino en esta ocasión re-
sulta más «académico», mientras que en las mujeres se aprecia una
tendencia a la extensión analógica que se podría asociar al avasa-
llador prestigio del leísmo. Nos parece determinante que buena
parte de los encuestados identifique su uso pronominal con la co-
rrección (casi siempre a favor del leísmo), llegando a afirmar que,
aunque utiliza lo y/o los, lo correcto es le y/o les; hay incluso algún
informante que ha escrito literalmente que lo adecuado sería utili-
zar «le para personas y lo para cosas», poniendo en evidencia la
distinción vigente en gran parte de los madrileños. Otros aspectos
que se manifiestan en la pregunta relativa a la creencia de uso y
corrección es la lucha entre Iole, y sobre todo los íes: en ocasiones
se indica que son válidos los dos.
El análisis de los datos referidos al laísmo requiere una pre-
sentación más detallada. En primer lugar, hay que notar la escasez
de casos de laísmo y de no laísmo sistemáticos. La distribución fre-
cuencial de las muestras es la siguiente: contamos con 31 laístas,
de los cuales ninguno lo es en todos los casos, aspecto sin duda
significativo. Podemos afirmar, sin embargo, que 25 han optado por
la las en el 50% de los ejemplos, y sólo 5 en el 75%. Visto desde el
otro extremo, de los 84 informantes considerados no laístas, sólo 14
lo rechazan en los 16 contextos presentes en la encuesta escrita.
Pero más de un 60% demuestra tener tendencias laístas latentes.
Efectivamente, los resultados de la pregunta de creencia de uso
seguida inmediatamente de otra que hacía referencia al criterio de
corrección resultan definitivos en este sentido, y han confirmado
nuestra sospecha aprioristica de que el laísmo será más abundante
en un estilo espontáneo de escritura o, sin duda, en la lengua oral.
Por ejemplo, hemos comprobado que no sólo en contextos fluctuan-
tes, sino incluso en algunos casos de laísmo absoluto, los informan-
tes especificaban que creían usar la las, pero que lo correcto era
leles. El conocimiento de la norma es, sin duda, la causa de la ra-
lentización del laísmo en todos aquellos que de todas formas la

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El leísmo y el laísmo en la enseñanza-aprendizaje del E/LE 103

utilizan en un porcentaje más o menos significativo.33


Las 66 mujeres de nuestro cuestionario evitan el laísmo más
que los hombres. Dicho resultado confirma la conocida tendencia
del sexo femenino hacia las variantes prestigiosas de la lengua,
apego que no debe ser interpretado en términos negativos como
«conservadurismo»34.
La importancia de la procedencia de los padres de los encues-
tados se ve paliada si tenemos en cuenta que la mayoría procede
del mismo Madrid o de otras zonas castellanas o del norte donde
está vigente uno o los dos fenómenos estudiados. Respecto al origen
geográfico de los propios encuestados, de los 115 informantes sólo
cinco habían nacido fuera de la capital. No existen diferencias es-
pecialmente significativas que los acomunen frente a los nacidos en
Madrid, pero entre ellos destaca, en un extremo, el burgalés: leísta
sistemático de masculino singular y plural, extensión al leísmo de
animal, y además mayoritariamente laísta; en el otro, el sevillano:
leísta masculino singular, pero no de plural ni tampoco laísta. Es-
tos ejemplos confirman algo ya sabido: la preponderancia del leís-
mo y laísmo en Burgos, frente a la ausencia en Andalucía.
De los datos relativos a la rama de Bachillerato elegida por
los informantes35 tal vez podríamos deducir, con las reservas opor-

33
Sólo en una ocasión no se cumple la equivalencia de que el laísta es tam-
bién leísta, lo cual resulta aún más sorprendente al tratarse de un caso con ele-
vado índice de laísmo (nada menos que el 75%). Dicho informante, en las pregun-
tas generales, es leísta mase. sing. sólo un par de veces, y nunca de plural, pero en
el apartado dedicado a la creencia de uso y corrección afirma que el leísmo es co-
rrecto. Por tanto, tal vez se deba deducir que sí es leísta, pero que se ha autoco-
rregido.
34
Véase al respecto, Irene Lozano Domingo, Lenguaje femenino, lenguaje
masculino. ¿Condiciona nuestro sexo la forma de hablar?, Madrid, Minerva, 1995,
pp. 265-278.
35
Los dos grupos de Ciencias Naturales del 2o año alcanzan el 100% de
casos de leísmo masculino singular, con cifras menores pero siempre considerables
de leísmo plural (88,8% y 72,2% respectivamente); el menor número de ocurren-
cias de leísmo singular (93,3%), aun siendo muy alto, lo tiene Humanidades (curso
donde predominan las mujeres), que ocupa también el segundo lugar en las
muestras de leísmo plural (76,6%) y el penúltimo puesto en el índice de laísmo
(26,6%); la incidencia más baja del leísmo plural aparece en Tecnología (47,8%), y
la más reducida de laísmo en el grupo B de segundo de Ciencias Naturales (tan

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104 Coral García Rodríguez

tunas, que la mayoría masculina sigue un sistema basado en la dis-


tinción masculino/femenino (por eso es más laísta); mientras que
las mujeres han interiorizado un sistema de diferenciación perso-
na/cosa con extensión analógica al plural. Aunque en general no
existen grandes diferencias relacionadas con el tipo de Bachillerato
de los informantes, es cierto que la unión de dicha variable con la
de sexo en el contexto del test sobre la corrección ofrece resultados
interesantes: las mujeres del grupo de Humanidades36 alcanzan un
índice de corrección relativo al leísmo plural sensiblemente más
bajo que el resto, haciendo caer la media de creencia de uso feme-
nino al 56%. Es evidente que cuando se opta por los se está demos-
trando conocer la limitación normativa.
En definitiva, se ratifica la proverbial preferencia de los ma-
drileños por el leísmo masculino de persona, más elevado en el caso
del singular, la minoritaria presencia de otros casos de leísmo, y la
(relativamente) reducida admisión del laísmo, comportamiento lin-
güístico que refleja, por tanto, el deseo de respetar el sistema aca-
démico propiciado por la RAE. Siguen conviviendo, en una lucha to-
davía irresuelta, el paradigma de distinción de género (masculino,
femenino) con el de persona masculina/ cosa, en relación tal vez con
el sexo del informante. Por un lado, la evidente y vigorosa fuerza
del leísmo entendida en términos de prestigio es sin duda la causa
subyacente de la extensión del leísmo plural en las mujeres; pero
dicha tendencia se ve contrarrestada por la presión de la norma,
encarnada esta vez, dentro del mismo grupo femenino, por las es-

sólo un 11,1%), seguida por los casi idénticos 26,6% y 27,7% de Humanidades y
2°A de Ciencias, respectivamente, para llegar a los puestos más altos de I o de
Ciencias (30,7%) y Tecnología (34,7%). Es entonces la clase de Tecnología (donde
abundan los hombres) la que ostenta dos récords a la inversa: el nivel más bajo de
leísmo plural y el más elevado de laísmo.
36
Dado que este grupo realizó el cuestionario el segundo día de las pruebas
(otros dos cursos de Ciencias ya lo habían hecho el día anterior), se podría hipo-
tizar la posibilidad de que hubiesen consultado el uso de los pronombres, sobre to-
do porque se trata de estudiantes de la rama de Humanidades, donde tal vez se
pueda presumir a priori una tendencia mayor hacia la norma. Sin embargo, el
curso de Tecnología lo hizo el mismo día y eso no ha influido en sus resultados, y
lo mismo se puede decir del último grupo de Ciencias (2o A) que lo rellenó el día
18, con todo el fin de semana de por medio.

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El leísmo y el laísmo en la enseñanza-aprendizaje del E/LE 105

tudiantes de Humanidades. Está por ver entonces si la tendencia


femenina a la extensión analógica del leísmo plural y al control del
laísmo desembocará en una definitiva estabilidad del sistema pro-
nominal, y si será seguida después por los hombres y por la Real
Academia37. Mientras tanto, consideramos ineludible la necesidad
de incluir el leísmo y laísmo en los programas de cursos de nivel in-
termedio o superior para italófonos de las Facultades de Lenguas y
Literaturas Extranjeras, sobre todo si tenemos en cuenta que una
gran parte de nuestro alumnado elige prestigiosos centros de Ma-
drid, Salamanca o Santander como destino donde realizar cursos de
lengua y cultura españolas.

37
La óptica panhispánica subyacente en el Esbozo de 1973 (donde se
recomienda el uso puramente etimológico) puede haber frenado, nuevamente, la
eventual consolidación del sistema pronominal átono propio del centro-norte
peninsular. A los hablantes de generaciones venideras la última palabra, que, en
última instancia, estará determinada por razones de prestigio de indudable y
mudable carácter extralingüístico.

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