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La Depresión en El Niño
La Depresión en El Niño
AJURIA GUERRA
Al evocar la depresión en el niño, se observa el contraste entre la extrema frecuencia de su
referencia teórica y la rara aparición del cuadro clínico, al menos en su aspecto adulto formo.
No admitida como realidad clínica, a la vez que representa según algunos autores un estadio
madurativo fundamental del desarrollo genético, la depresión es aceptada actualmente, pero
con una comprensión y una semiología clínica muy variable según distintos autores.
En 1934 MELANIE KLEIN, genera su sistema teórico en el que hace referencia a la posición
depresiva. A partir de ese instante esa posición depresiva ocupara, según Klein, un lugar
significativo en la evolución psicogenética del niño.
La posición depresiva que Klein sitúa al rededor del segundo semestre, y después en el
segundo año, corresponde al estadio de percepción del objeto total. Hasta entonces, el niño
está protegido del sufrimiento depresivo gracias a los mecanismos de escisión, proyección e
introyección. Sin embargo, la progresiva maduración impele poco a proco al niño a percibir la
globalidad del objeto. En realidad, el seno malo y el seno bueno, la madre mala y la madre
buena, son uno solo y un único objeto, de ahí el sufrimiento y la inquietud y finalmente la
“depresión” del niño pequeño a causa de las tendencias agresivas de las que da prueba frente
a estos objetos buenos y el miedo concomitante a perderlos. El niño puede defenderse del
sufrimiento resultante de esta ambivalencia acentuando de forma patológica la escisión y
negando con la ayuda de todos los mecanismos suscitados, especialmente los de la serie
maniaca, su dependencia o su temor respecto de los objetos malos. En la eventualidad
positiva, la del desarrollo normal, el niño hace frente a su sufrimiento e intenta, gracias a los
procesos de reparación, restaurar y más tarde preservar al objeto bueno de sus ataques
sádicos.
Aunque muchos autores no están de acuerdo con Klein acerca de la precocidad del dualismo
pulsional y de los primeros precursores superyoicas y yoicos, todos convienen, sin embargo, en
la importancia de dicha fase, aun cuando el término “depresión” no parezca siempre
adecuado. En efecto, la utilización de una terminología tomada inicialmente de la
psicopatología del adulto para describir un estadio normal del desarrollo genético del niño ha
desconcertado a más de un autor. Las críticas de Winnicott, conservan a este respecto toda su
actualidad. Este autor prefiere los términos de inquietud o compasión para definir el momento
en el que el niño se da cuenta del carácter despiadado de su conducta anterior frente a su
madre.
Para M Malher, la posición depresiva se situaría bastante más allá del segundo semestre, entre
el decimosexto y el vigesimocuartos mes, en el momento en que el mismo es consciente de su
separación, de su individuación y de la pérdida de su omnipotencia.
Basando sus elaboraciones teóricas en constataciones clínicas más que en una reconstrucción
metapsicológica, spitz, y después bowlby describen una reacción especifica del niño. En
relación con los trabajos precedentes, esta reacción difiere en el sentido de que ante todo es
una reacción consecutiva a un acontecimiento externo, y no procede de un desarrollo
madurativo en el que domina el conflicto fantasmatico. Spitz, relata el comportamiento de
bebes de 6 a 18 meses, situados en un medio desfavorable. Todo ello conduce a un estado de
miseria próximo al marasmo. Spitz llama a esta reacción “depresión anaclitica”, puesto que el
niño normal se apoya sobre la madre para desarrollarse, apoyo del que de repente carece en
la depresión anaclitica. Más tarde se describirá idéntica reacción con el término
“hospitalismo”.
Bolwy, hace también hincapié en las reacciones del niño ante una separación materna. Cree
que la edad más sensible oscila entre los cinco meses y los tres años de edad en la que a raíz
de una separación puede observarse la siguiente secuencia conductual: fase de protesta, fase
de desespero y fase de desvinculación. Desde una perspectiva etológica, bowlby, compara esta
reacción con la observada en el trastorno de experiencias de separación en los primates. Lo
esencial aquí estriba en el hecho de que la fase, la del desespero, aparenta ser la más parecida
a la observada en el animal.
Según sandler y joffe, la respuesta depresiva es una reacción afectiva de base: es una de las
respuestas posibles ate el sufrimiento. Pero no debe ser confundida con este, ni es la única
respuesta posible. Frente a un estado de sufrimiento, el niño puede utilizar sus mecanismos de
rechazo, de evitación, etc., muy distintos de la reacción depresiva. Además, el sufrimiento
puede ser un factor que estimule los procesos de individualización. La reacción depresiva es,
según autores “la última reacción a fin de evitar la impotencia ante el sufrimiento físico y
psicológico”.
La pérdida del objeto provoca una perdida concomitante del estado de bienestar y
secundariamente un estado de sufrimiento. La reacción depresiva, situada justo antes del
estado de resignación impotente, está íntimamente unida al desarrollo de la agresividad no
descargada. En efecto, el estado de sufrimiento suscita una cólera intensa.
Conviene, pues distinguir entre una reacción depresiva y otros tipos de reacción, tales como la
pasividad o la regresión ante el sufrimiento.
Las precisiones y delimitaciones sucesivas entre sufrimiento, estado depresivo y perdida del
objeto son necesarias a fin de evitar que “la posición depresiva” y la depresión, no pasen a ser
puras referencias explicativas permanentes y consiguientemente sin valor.
Sea cual sea la opinión sustentada, esta rápida inclusión teórica permite subrayar dos puntos
fundamentales en los procesos depresivos.
2.ESTUDIO CLINICO.
Equivalentes depresivos: por analogía con la clínica adulta, cierto número de síntomas,
especialmente los de naturaleza psicosomática, son considerados equivalentes depresivos:
enuresis, eccema, asma, obesidad, anorexia aislada.
B. Depresión en función de la edad.
La sintomatología más evidente ha sido descrita por spitz, quien ha observado un periodo de
lloriqueo, seguido por un estado de retraimiento y de indiferencia hasta llegar a la depresión
anaclitica, en caso de carencia afectiva grave
Son más frecuentes las reacciones depresivas correspondientes tanto a las carencias afectivas
parciales como inadecuación en la interacción madre-hijo. Cuanto más pequeño es el niño,
más se inscribe la sintomatología en el ámbito de las conductas psicosomáticas. La anorexia y
los trastornos del sueño son con mucho más frecuentes.
En relación con el adulto, la sensibilidad a las separaciones puede ser extrema, la demanda de
atención es tan intensa que imposibilita cualquier actividad autónoma. El niño busca sin cesar
agradar o complacer al adulto. En estas condiciones la inserción en la escuela maternal es muy
difícil.
Lentamente el niño dispone de medios cada vez más elaborados o diversificados para expresar
el sufrimiento depresivo. A esta edad, la sintomatología parece reagruparse en torno a dos
ejes:
c. frecuencia-evolución.
En vez de etiología concreta, nos parece preferible hablar de un contexto favorecedor. Ciertos
contextos y determinadas circunstancias traumáticas se hallan a menudo en los antecedentes
de niños que presentan semiología descrita anterior mente. Entre esos casos, aislaremos la
situación de perdida y el contexto familiar.
Muy frecuente, sino constante en la historia de los niños depresivos o deprimidos. La pérdida
puede ser real y prolongada: fallecimiento de ambos padres, o de uno de ellos, de un
hermanito, de un adulto próximo al niño, separación brusca y completa, sea por desaparición
de un familiar, alejamiento del propio niño, etc.
El hecho resulta tanto más traumatizante cuando más crítica sea la edad del niño y cuanto más
cambia el ambiente. La separación, puede ser temporal, pero no obstante suscitar una
angustia de abandono que persista más allá del retorno a la situación normal. En ocasiones, es
puramente imaginaria. Estos factores, deben analizarse con el ambiente familiar habitual.
B. MEDIO FAMILIAR.
El conjunto de los estudios dedicados al medio familiar, sobresalen varios puntos de forma
regular.
V. Enfoque terapéutico.
Prevención en la relación madre hijo para evitar la ruptura mediante el consejo pertinente.
Prevención social, mediante equipos adecuados en las guarderías. Prevención institucional
insistiendo en el papel nefasto de las rupturas en las guarderías. Ante un niño depresivo, el
enfoque terapéutico puede dirigirse al propio niño o a su medio.