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Púas el erizo:

Púas era un erizo pequeñito de color marrón, tenía un hocico negro y unas
patitas gordas. Siempre se metía en líos por culpa de sus púas pinchosas.
Cierto día, se encontraba, Doña Gata, tejiendo una manta para su bebé
gatito y Púas se acercó a curiosear.
La gata había comprado, en la tienda, una gran canasta de madejas de
colores y quería terminar esa manta antes de que pase el invierno.
Doña gata le decía a su gatito:

 ¡Qué lindo vas a estar! ¡Eres el gatito más lindo de toda la vecindad!
Púas se había escondido detrás del sillón, y los colores de las madejas
llamaron su atención. Al inclinar la cabeza para verlas mejor, cayó dentro de
ellas. ¡Qué desastre! Púas se había enganchado entre los hilos y había
enredado todo con sus púas.

 ¡Mirá lo que has hecho! ¡Ahora qué voy a hacer! –dijo Doña Gata,
preocupada.
Púas se sintió muy avergonzado y pidió disculpas a Doña Gata, pero el hilo
estaba destrozado y ya no servía para hacer la manta.
Al llegar a su casa, Púas le contó a su mamá lo que había ocurrido en casa
de Doña Gata. Estaba tan apenado que le pidió ayuda a su mamá para que
le enseñe a hacer una manta.
Su madre, sorprendida por el gesto noble de su hijo, le respondió:

 No te preocupes Púas, todo tiene solución, yo voy a ayudarte. Pero recuerda:


no debes ser tan travieso, debes tener más cuidado.
Luego de terminar la manta para Doña Gata, Púas salió a jugar al bosque.
De repente vio la madriguera de un conejo y quiso entrar en ella para
curiosear. La Doña Coneja acababa de tener crías, estaban todas allí
dentro, muy juntitas, todavía eran demasiado pequeñas para salir.
Púas consiguió meterse en la madriguera, pero no podía ver nada. ¡Estaba
todo muy oscuro! El erizo iba de un lado para otro, sin darse cuenta que
según se movía, iba pinchando a las crías.
 ¡Fuera de aquí! –le dijo Doña Coneja, muy enojada.
Púas estaba realmente triste. Él no quería hacer daño con sus púas, pero
siempre le salía todo al revés. Y los animalitos del bosque siempre se
enojaban.
De regreso a su casa, a Púas se le ocurrió una gran idea para compensar a
todos los animalitos a los que había hecho enojar, y, de paso, darle utilidad
a esas púas pinchudas:

 ¡Ya sé! ¡Limpiaré las alfombras de las casas de los animalitos! –dijo Púas,
convencido de que había encontrado la solución. – Esta vez tengo que hacerlo
bien y estar preparado para trabajar. No volveré a equivocarme.
Al día siguiente, Púas, se colocó su mascarillas para el polvo y se dirigió a
la casa de Doña Gata, luego a la de Doña Coneja y así fue limpiando la
casa de todos los animalitos del lugar.
Todo los animalitos estaban contentos de que Púas hiciera algo que le
gustara y no molestara a los demás.
Así fue como Púas se convirtió en un gran limpiador de alfombras y todos
estuvieron muy orgullosos de él.

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enseñanza, reflexión, responsabilidad

El búho gafitas:

Asomaba la cabecita desde su casa en el tronco del árbol un búho con una
carita muy divertida llamado Isidor.
Isidor trabajaba durante la noche dando las horas como si fuera un reloj
para que los animalitos del bosque supieran qué hora era a cada momento.
Su gran ilusión era salir de su casa durante el día, pero sus ojitos no veían
bien y tenía que conformarse con salir únicamente de noche, y abrir sus
grandes ojazos que brillaban en la oscuridad.
 Siempre me dicen que soy afortunado por tener esos ojos tan grandotes. –decía
el búho.- pero no saben que, aunque son tan llamativos, no veo las cosas tan
claras y lindas como la gente las ve.
Isidor salía durante la mañana pero a pocos metros se caía, y siempre
decía:

 ¡Otro tropezón, otro tropezón! Pero no me importa, sólo quiero ver el sol.
Cierto día, cansado de tropezarse y nunca poder disfrutar del sol, decidió
llamar a su amiga Felisa, la ardilla, que vivía en un árbol cerca del suyo.

 ¡Felisa, Felisa! Ven un momento, por favor. Tengo un problema y, como tú


eres tan inteligente, tal vez puedas ayudarme.
 ¿Qué te ocurre búho? –preguntó Felisa.
 ¡Tengo tantas ganas de salir de día! Quiero ver a los animalitos que juegan
durante la mañana y ver el lindo color del cielo cuando sale el sol, pero la luz
lastima mis ojos y no me deja ver bien.
 Mmm… ¡Tengo la solución! Acompáñame. –exclamó la ardilla.
Caminaron hasta llegar a la madriguera del conejo oculista. Isidor le contó
su problema y el conejo le recetó unos anteojos especiales para ver de día.
¡Qué contento estaba el búho con sus nuevos anteojos! Tan contento
estaba que decidió esa misma tarde salir a lucirlos por todo el bosque: sus
amigos lo miraban asombrados. ¡Qué bien luce el búho!
Y así fueron pasando los días. Tanto, tanto le gustaba salir de día que
cuando llegaba la noche se quedaba dormido y no podía realizar su trabajo,
ya no daba las horas y sus amigos se empezaron a preocupar.
Su amiga recibía todas las quejas de los animalitos del bosque y se dispuso
a charlar con el búho, le explicó que debía utilizar mejor su tiempo, de tal
manera que si dormía un ratito a la mañana luego podría disfrutar de la
tarde en el bosque y a la noche no se dormiría.
A Isidor le pareció justo, y desde ese día ya no descuidó su trabajo de
noche y se disfrutó mucho más sus tardes por el bosque.
Mamá Gallina

Una gallina muy loca,


que alborota en el corral,
ha perdido su huevito
y no sabe donde está.

Corretea por los nidos,


pregunta aquí y
allá,
¿quién ha visto su huevito?
¿su huevito donde está ?

El gallo que es detective,


sopesa la situación,
¿como ha podido perderse
ese huevito en cuestión?.

Esto es muy raro,


nunca ha ocurrido,
yo tengo que descubrir
que le ha pasado al huevito.

Se dirige al gallinero,
hecha un vistazo en el nido,
y descubre con sorpresa
todo lo que ha ocurrido.
El huevito ha madurado
y ha nacido un pollito,
y como es tan pequeño
del nido se había caído.

Solo... Un Dromedario solo

Un cansado dromedario

que en el desierto camina.

piensa que se encuentra solo

y lamenta su desdicha.
Solo busca un rinconcillo

donde poder cobijarse

del cansancio del camino,

un sitio donde tumbarse.

No sabe que es observado

por unos ojos de almendra

que se ocultan del calor

bajo el fuego de la arena.

Se relame de impaciencia

una serpiente amarilla,


¡ voy a tener otro amigo !,

¡ avisaré a la pandilla !.

Llega con esa noticia

una avispa muy maruja,

¡¡ un dromedario perdido

viene por la quinta duna !!.

La rana que en el oasis

vive feliz en la alberca

recibe la buena nueva

!un dromedario se acerca¡.


Una oruga muy vistosa

aterriza a toda prisa,

¿seguro que llego a tiempo?

¡no hay derecho!, ¡nadie avisa!

La araña que está tejiendo

un primoroso vestido

comenta..." no es para tanto,

seguro que es aburrido"

Galopa por el sendero

un gusano patas cortas

"si lo se no me las pongo"

!!qué pesadas son las botas ¡¡


Aquí llega un elefante,

galopando a cuatro manos,

¡hay visita esta mañana,

a ver si nos comportamos¡

Unos pájaros gritones

se posan en el ramaje,

quieren beber en la charca,

¡llevan diez horas de viaje!.

En el centro del estanque,

un ramo de bellas flores,


perfuma con su fragancia

presumiendo de colores.

Un flamenco muy rosado

con sus patas riza el agua,

pasea arriba y abajo

comprobando que está clara.

Un avestruz ha venido,

¿ y a ese quién le ha avisado?,


¡este no es su territorio!,

+!se ha colado el muy pesado¡.

Las verdes hojas que crecen

a la orilla de las aguas,

se mueven quitando el polvo

para encontrarse más guapas.

El caracol, despacito,

llega a tiempo del encuentro,

se ha entretenido limpiando

los ojitos de sus cuernos.


Está lista la sorpresa!

¡el dromedario ha llegado!,

!!Cielo santo!!¡¡cuanta gente!!

¡nunca lo hubiera pensado!.

¡Pase al abrevadero!,

¡ le estábamos esperando !,

pase y no tenga miedo,

buen amigo, dromedario.


Se quedan en el oasis

todos juntos, muy contentos

por si llega un nuevo amigo,

recibirlo y atenderlo.

Tres pececitos

Tres pececitos
en una pecera
juegan al escondite
detrás de las piedras.
Todo el día jugando
¡vaya fastidio!,
el más pequeñito
¡ya está aburrido!

¿Jugamos a dar saltos?,


¿otra vez? ¡Qué ocurrencia!
¡inventar algo nuevo!,
dice, con impaciencia.
¡Un momento! ¡ya lo tengo!,
¡Que buena idea!,
¡Juguemos a los colores
de lo que nos rodea!.

¡Yo primero! Dice el mayor,


¡Jó! ¡Tú siempre ganas!,
¿Por qué no me dejas
a mí, esta mañana?

Blanco es el techo,
marrón la madera,
azul es el cielo, roja,
la faldilla de la mesa.

Rosa la cortina,
amarillo el sol,
grises las nubes,
naranja el reloj.

Verde, esa planta


que está en el balcón,
morada, es tu cola
porque es tu color.

¡Y tu eres negro,
como ese carbón
que arde en la chimenea,
dando calor!.

¡Ya me he cansado!
¡me voy a dormir!
¡a ver si mañana
me dejas a mí!.

Mª Lourdes García Jiménez

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