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DEL INCA GARCILASO DE LA VEGA

Del Inca Garcilaso de la Vega se dice que es el “Primer mestizo biológico y espiritual”
no solo porque en él se mezcla las dos razas: cobriza y blanca; sino porque es sus
escritos se conjugan magistralmente la cultura incaica con la española.

Nace el 12 de abril de 1539 en el Cuzco. Fueron sus padres el capitán español Sebastián
Garcilaso de la Vega y la princesa inca Isabel Chimpu Occllo, nieta de Túpac Yupanqui
y sobrina de Huáscar y Atahualpa.

Joven viajo a España para reclamar los derechos que como hijo de conquistador le
correspondía. No logro su cometido, ingreso a la vida de las armas llegando al grado de
capitán, posteriormente dejo las armas para dedicarse a las letras.

Entre sus obras figuran: – Traducción del italiano de los Tres Diálogos de Amor del
platónico León Hebreo (Madrid, 1590)

– Relación de la descendencia de Garci-Pérez de Vargas (Lisboa, 1605)

– La Conquista de La Florida (1605)

– Los Comentarios Reales de los Incas (Lisboa, 1609), siendo su obra cumbe

– La Conquista del Perú (1613)

– Historia General del Perú (Córdoba, 1617).

En los Comentarios Reales hace un compendio de la vida, costumbre, religión y otros


datos del tiempo incaico recibido directamente de sus tíos maternos, dándonos a
conocer nuestro gloriosos pasado en toda su magnificencia, logrando despertar en los
lectores la valorización del mundo indígena y la idealización del imperio perdido,
sentimiento que podría, como la consiguió hacer germinar gestas revolucionarias,
motivo por el cual, después de la revolución de Túpac Amaru II, por ordenanza del 21
de abril de 1872 se ordenó recoger los Comentarios Reales para que no puedan ser
leídos.

Otras obras importantes del Inca Garcilaso son La Florida del Inca (Lisboa, 1605), que
es un relato de la conquista española de Florida; y la Segunda parte de los Comentarios
Reales, más conocida como Historia General del Perú (Córdoba, 1617), publicada
póstumamente, donde el autor trata sobre la conquista del Perú y el inicio de la colonia.
Muere en Mantilla (España) el 23 de abril de 1616, el mismo día y año en que también
falleciera don Miguel cervantes y Saavedra.

El proceso de mestizaje que experimentó América -que sufrió sería más propio decir-
desde la fortuita llegada de los españoles y su posterior conquista y salvaje dominación,
dio muy pronto consecuencias devastadoras, como también tuvo resultados
aleccionadores y positivos. Sin embargo, hasta hoy la palabra mestizo es interpretada
peyorativamente, como si se refiriera a personas, expresiones culturales o cosas de
segundo orden, una situación que será muy difícil cambiar por más que haya esfuerzos
notables para hacer entender que lo mestizo más que una condición es una forma de ser.

Pero vale la pena recordar, brevemente, que al poco tiempo de que los conquistadores
de las dos grandes culturas americanas, la azteca y la inca, muchas de las personas que
resultaron de la unión de los españoles con los nativos intentaron negar su raíz
americana y reconocerse más como españoles porque, entre otras razones, así tendrían
acceso a mayores privilegios como la educación o la propiedad. Pero al mismo tiempo,
hubo quienes asumieron con mayor entereza su naturaleza india y así se expresaron en
su forma de vida. Esta situación, en el contexto de la conquista, fue punto inicial para el
posterior proceso independentista, el que no dejó de estar manchado por el racismo, hoy
persistente.

Precisamente una de las primeras manifestaciones del mestizaje, con sus matices de
reclamo y propuesta, se hace tangible con quien se convertiría en el primer peruano
mestizo de alcance universal. Nacido en Cusco en 1539, a solo 47 años de la llegada de
Colón y a 8 años de la llegada de Francisco Pizarro al Perú, Gómez Suárez de Figueroa
sería un privilegiado hijo de español y una coya inca, accedió a una educación de primer
nivel en su ciudad natal, recién invadida y en tránsito de dejar de ser la capital del
Tahuantinsuyo.

A la muerte de su padre, y con tan solo veinte años, parte a España, llega a Sevilla y se
presenta como hijo de conquistador español para reclamar sus privilegios de nobleza.
Esta actitud es propia de quienes consideran que era más importante ser reconocido
como español que como indio, o indígena, o nativo, americano al fin de cuentas.
Cambia entonces su nombre al de Inca Garcilazo de la Vega, uniendo sus dos raíces
culturales para consolidar su identidad y manifiesta también su vocación literaria
publicando una traducción del italiano de Diálogos de amor, de León Hebreo, en 1570.

Es conocido el tránsito de vida de Garcilazo en España. Se hace militar, publica La


Florida, que trata sobre los avatares de Hernando de Soto y Luis de Moscoso para
conquistar esa zona en el norte de América, goza de sus privilegios como hijo de
conquistador español y se dedica a escribir Los Comentarios Reales, en la que narra la
historia del Tahuantinsuyo y que publica en Lisboa en 1609, cuando ya tenía setenta
años.
Esta será la obra que lo inmortalizaría, sin desmerecer la calidad e importancia que
tendría La Florida, y que con el tiempo marcaría un hito importante en la historia de
América, en la formación de una identidad americana y en la consolidación de las
naciones que se crearon desprendiéndose del Tahuantinsuyo. El propio Garcilazo
confiesa que esta historia tiene su punto de partida en las maravillosas historias que
escuchó por parte de sus familiares maternos respecto a las abundancias, formas de vida
y preceptos que regían la nación inca. La segunda parte de Los Comentarios
Reales llevaría el título más propio de Historia General del Perú y se publicó también
en Lisboa, en 1917, a un año de la muerte de su autor.

Cuatrocientos años después de publicarse Los Comentarios Reales, se ha dilucidado ya


sobre el alcance de esta obra y la enorme influencia que ha ejercido, y que hasta hoy
ejerce, para entender la idea de lo americano. ¿Mero cronista, despierto fabulador,
historiador adelantado o periodista pionero? ¿Qué define mejor al Inca Garcilazo? Tal
vez sea su autovaloración como hijo de incas lo que finalmente perdure del legado de
este cusqueño universal.

Pero además el legado del Inca Garcilazo va por la forma como se debe ver al país, a la
nación, a la cultura que ha formado nuestra forma de ser, individual y colectiva, y hay
que darle la razón. Somos producto del encuentro de dos razas, dos culturas, y como tal
formamos una nueva, que sigue un rumbo variable, que se alimenta de otras culturas y
se manifiesta de maneras novedosas. Es cierto que en unos prima el espíritu europeo y
en otros el alma andina, pero es más cierto que seguimos creando, desde nuestro
mestizaje, una nueva raza.

Historiador, cronista, fabulador o periodista, Garcilazo de la Vega es la imagen del


nuevo mundo, vigente e influyente, crítico y creador, propositivo y revolucionario,
realista y utópico. Una amalgama de substancias que se hace visible y palpable a través
de sus palabras, de su lenguaje, que es también la nueva forma de expresión que nace en
un continente rico en lenguas, símbolos y cosmovisiones, y que hasta hoy resiste la
imposición de oras culturas. Este contexto sigue siendo, en esencia, el mismo de hace
quinientos años y requiere, entonces, una mirada amplia y sincera, como la que tuvo en
su momento Garcilazo.

No se trata de retornar, o retomar, una forma de ser, no se trata de volver al modelo del
incario ni menos de tomar al pie de la letra la historia contada por Garcilazo, sino de
entender el contexto en el que se escribió y asumir nuestra identidad considerando
nuestro futuro. De nada serviría la obra de Garcilazo si no se comprende a cabalidad su
forma de verse a sí mismo. Y la forma de vernos a nosotros mismos es reconociéndonos
como mestizos, una forma de ser que nos viene desde lejos, con el tiempo, en forma de
memoria colectiva que nos acerca como pueblos y como naciones, que nos hará, como
antes, libres culturalmente.

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