sdfsdfsaasdkljlaskldjkljaklsFausto Parte II Por Johann Wolfgang Goethe.
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ACTO PRIMERO
ESCENAI: LUGAR AGRADABLE
(FAUSTO, tendido sobre el césped florido; fatigado e inquieto,
intenta conciliar el sueño. Anochece. Un círculo de espíritus se mueve sobre él haciendo graciosas figuritas.) ARIEL (Canto acompañado de arpas eólicas.) Cuando en la primavera llueven flores, estas flotan y caen sobre todo. Cuando la verde bendición del campo reluce para los hijos terrenos, elfos pequeños e inmateriales acuden adonde puedan ser útiles. Ellos compadecen al desgraciado, ya sea este santo o pecador. Vosotros que rodeáis a este hombre haciendo círculos en el aire, mostrad aquí la noble naturaleza de los elfos, suavizad la airada guerra que él entabla en su corazón, evitadle los dardos amargos y ardientes del reproche. Cuatro son los períodos de la noche, haced que los disfrute sin demora. Primero, reclinad su cabeza sobre fresco almohadón; después, bañadlo en el rocío del Leteo: pronto se harán flexibles sus miembros entumecidos y estáticos, cuando vuelva a mirar, ya repuesto, la luz del día. Cumplid el deber más hermoso de los elfos: devolvedle la sagrada luz. CORO (Cantando de uno en uno, de dos en dos, en grupos, alternando o a la vez.) Cuando el aire tibio va inundando grandes prados llenos de verdor, bajan también al atardecer tenues neblinas y suaves aromas. ¡Que susurros de agradable paz mezan su corazón como a un niño
y a sus ojos de hombre agotado tenga el día
cerradas sus puertas! Ya, por fin, ha caído la noche; una a una vienen las estrellas. Grandes luces y pequeñas chispas rielan cerca y resplandecen lejos. Rielan reflejándose en el mar; resplandecen en el claro cielo. Y, sellando la calma dichosa, reina el esplendor de la luna. Las horas ya se han extinguido; dolor y gozo se han disipado. ¡Presiéntelo! Vas a sanar pronto. Confía en la luz del nuevo día. Verdean valles, crecen los cerros, crecen hasta dar umbría calma, y en cimbreantes olas plateadas tremolan al aire los sembrados. Para alcanzar todos los deseos, mira hacia allá, mira la luz. Sin darte cuenta quedarás preso. Despréndete del velo del sueño. No vayas ahora a acobardarte cuando la gente vacile y tema. Todo lo puede el alma noble que rápida comprende y actúa. (Un enormeestruendo anuncia que el sol se aproxima.) ARIEL Escuchad cómo retumban las Horas dentro de los oídos del espíritu.
El nuevo día acaba de nacer. Las puertas se abren con un
gran estrépito, con bríos avanza el carro de Febo. ¡Qué tronar acompaña a la luz! Hay ruido de tambores y trompetas. Ojos cegados, oídos aturdidos; sólo deja de oírse lo inaudito. Id a refugiaros a las corolas, adentraos profundamenteen ellas y en el follaje que hay bajo las rocas. Si os llega a alcanzar, quedaréis sordos. FAUSTO El pulso de la vida vuelve a latir fresco y reanimado al saludar con suavidad a la etérea aurora. Tú, Tierra, también fuiste constante esta noche, me diste aliento reviviendo a mis pies. Ya empiezas a rodearme de nuevo de deseo, estimulas y excitas la poderosa decisión de buscar constantemente una existencia mejor. Con la luz de la aurora se abre el mundo. En el bosque resuena una vida que emite mil voces. Del valle y hacia el valle surgen vaharadas de niebla, pero la claridad del cielo llega hasta el fondo. Los troncos y las ramas brotan renovados del aromático abismo en el que, hundidos, dormían. Un color tras otro va saliendo de las profundidades, y temblorosas perlas gotean sobre las flores y las hojas. Un paraíso se va creando a mi alrededor. ¡Mira arriba! Los gigantescos picos de las montañas anuncian ya la hora de la máxima solemnidad. Ellos podrán pronto disfrutar de la luz de lo eterno, que más tarde bajará hacia nosotros. Ya los verdes prados, que hacen hondonada junto a los Alpes, reciben la nueva luz y la claridad, que gradualmente van descendiendo. ¡Ya aparece!, y ya estoy cegado. Me aparto con los ojos doloridos. Es como una esperanza anhelante que se abre paso, confiada, hacia el más alto deseo y halla abierta de par en par la puerta de la realización; pero desde esos fondos eternos se levanta una gran cantidad de llamas que nos deja atónitos. Quisiéramos encender la antorcha de la vida y nos rodea un mar de fuego, ¡y vaya fuego! ¿Es odio o amor? Con ardor nos rodean, alternando terriblemente, el dolor y el goce, de modo que de nuevo miramos a la Tierra para quedar ocultos por el velo más joven.