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Para que el pasado tenga futuro

Rodolfo Raúl Hachén


para Cuadernos para el diálogo
Fotos: Luciana Hachén

En el mes de diciembre, la República Argentina fue conmovida por el descubrimiento, por parte del
equipo de Crimen Forense encabezado por Enrique Prueger, de una nueva fosa común en el paraje
formoseño “Campo Alegre”. La investigación se había iniciado a consecuencia de una denuncia
presentada el 1 de abril de 2005 por los abogados Julio César García y Carlos Alberto Díaz que trajo como
consecuencia la autorización del juez federal Marcos Quinteros para realizar excavaciones en el predio de
la Gendarmería Nacional cercano a “Las Lomitas”. Allí fue encontrado el primer cadáver. Todos los restos
hallados, pertenecientes a miembros de la comunidad aborigen pilagá, presentaban signo de torturas y
yacían diseminados por un amplio territorio. Este descubrimiento dio lugar a los dos primeros juicios que
se tramitan en Argentina por genocidios cometidos contra pueblos originarios: la "Masacre de Napalpí"
contra el pueblo qom (toba) (Chaco, 1924) y la "Matanza de Rincón Bomba" contra el pueblo pilagá
(Formosa, 1947)

Napalpí

El término qom (toba) “napalpí” significa “lugar de los muertos” y designa la zona (ubicado a 120 km de
Resistencia, capital de la provincia del Chaco) en la que, en 1924, tubo lugar la masacre cometida contra
los miembros de esa comunidad.

Por entonces la “Reducción” contaba con una población de 850 personas que, debido a las inhumanas
condiciones de explotación laboral a las que eran sometidas, promovieron, encabezadas por el cacique
toba Pedro Maidana, la única huelga agrícola indígena de la historia de nuestro país solicitando
“...mejores condiciones de trabajo, pago en pesos y no en vales por sus tareas, que se interrumpa la
ocupación ilegal de ‘blancos’ en sus tierras y que éstos no le roben el ganado, que cese la devastación
indiscriminada de su hábitat y principal forma de sustento por la tala de los montes; que le entreguen dos
velas por mes por familia y que le den documentos para poder votar.”
Como sus pedidos no fueron escuchados se organizaron para emigrar a las provincias de Salta y Jujuy para
trabajar en los ingenios azucareros. El entonces Gobernador Federal Fernando Centeno les prohibió
abandonar el Territorio Nacional del Chaco secuestrando a todo la comunidad y sembrando el terror en la
población criolla hablando de la inminencia de una "sublevación" aborigen, del "peligro indio", "del
malón que se avecina".

El día 19 de julio de 1924 (declarado en 1994 por el Congreso de la Nación como Día de los Derechos
Aborígenes) comenzó la matanza:

"A las 9 de la mañana, para sacarlos de la espesura del monte, les arrojaron una sustancia química que
produjo que comience a incendiarse la toldería y el monte que los albergaba, desde un avión biplano. (...)
No hubo resistencia. Cuando comenzaron a salir desesperados del monte por el fuego los niños, ancianos,
las mujeres y hombres adultos, desarmados, con las manos en alto, comenzó la masacre, tanto desde
tierra como desde el aire. .. ".

"Se dispararon más de 5.000 cartuchos, en menos de dos horas, sin previo aviso, mataron a todos los que
pudieron, porque se quedaron sin municiones. Entonces, a los muertos y a los heridos todavía con algún
hilo de vida, los degollaban, como trofeos de guerra, les cortaron a machetazos las orejas (siguiendo la
costumbre contra los indígenas de la Patagonia), los testículos y penes a los hombres, los pechos a las
mujeres. Aún vivos, también a machetazos, ‘caparon’ al líder de la huelga que se había entregado
momentos antes prisionero... Atravesaron sus esfínteres con grandes estacas, con los cuerpos todavía
moviéndose, a la entrada de la toldería que seguía incendiándose.”

"Las mujeres jóvenes, que en un primer momento tuvieron la ‘suerte’ de ser tomadas prisioneras, fueron
violadas y abusadas reiteradamente para ‘solaz de la soldadesca’ y luego también asesinadas. No debía
quedar ningún testigo, era la orden".

"Cerca de 40 niños pequeños, que milagrosamente quedaron con vida (...) fueron entregados luego a
terratenientes y colonos como ‘mitaí’, o sea para tareas domésticas menores, no remuneradas, sólo a
cambio de la vida, comida y alguna ropa, y llevados a las estancias como a casas de ‘buenas familias’ en
Quitilipi, Machagai, Resistencia y Corrientes". (Vidal, Mario; "Napalpí. La herida abierta", Ed. de
Librería La Paz, Resistencia, Chaco)
De la mano de la crueldad de los torturadores se inauguran así en Argentina el método de "desaparición
forzada de personas", las fosas comunes y la adulteración de la identidad de los que serían nuestros
primeros “niños perdidos”.

Rincón Bomba

Por el año 1947 las condiciones de trabajo de los pueblos originarios no habían mejorado. Miles de
“braceros” pilagás, tobas y wichís fueron despedidos sin indemnización alguna.

"...Considerándose defraudados recurrieron ante las autoridades respectivas de El Tabacal y no


pudieron obtener justicia, por el contrario, cuando insistieron en sus reclamaciones fueron despedidos
inhumanamente. " (Diario "Norte", de Formosa del 13 de mayo de 1947).

La falta de trabajo y de recursos los sometió a una tremenda hambruna que ganó como primeras víctimas a
niños y ancianos. La búsqueda de un lugar mejor para vivir los lleva a refugiarse en el paraje conocido
como "Rincón Bomba". Una delegación encabezada por el Cacique Nola Lagadick y Luciano Córdoba
pide ayuda y logra que el Presidente Juan Domingo Perón ordene el envío de tres vagones con alimentos,
ropas y medicinas. La carga llega a la ciudad de Formosa en la segunda quincena del mes de septiembre y
permanece en la estación, a la intemperie, diez días. A destino, llegan, los primeros días de octubre de
1947, un solo vagón lleno y dos semivacíos con alimentos en mal estado que, igualmente, son distribuidos
entre los aborígenes muchos de los cuales mueren intoxicados.

En los pueblos vecinos comienza a circular el rumor de que los sobrevivientes vengarían a sus muertos
atacando a los criollos. Vuelve a instalarse, de este modo, el temor al "peligro indio" y la Gendarmería
Nacional forma un "cordón de seguridad" alrededor de su campamento. El 10 de octubre cuando el
cacique Pablito pidió hablar con el jefe del escuadrón, los gendarmes comenzaron la masacre disparando
contra una gran cantidad de mujeres y niños que avanzaban “...portando grandes retratos de Perón y
Evita”.

“Se lanzan bengalas para iluminar la dantesca escena y determinar mejor los blancos a tirar. Cientos de
mujeres con sus niños en brazos, ancianos y hombres comienzan a huir (...) Más de 300 cadáveres yacen.
Los heridos son rematados. Niños de corta edad, desnudos, caminan o gatean, sucios, entre los
cadáveres, envueltos en llanto.” (Carlos Alberto Díaz - Julio César García, Material de difusión de los
juicios)
"Para que no queden testigos", la Gendarmería Nacional con la "colaboración" de algunos civiles
persigue a los sobrevivientes y masacra a más de 200 en distintos lugares (Campo del Cielo, Pozo del
Tigre, etc.)

“En total son asesinados en la ‘campaña’ entre 400 a 500 argentinos de etnia Pilagá, aproximadamente,
además de los heridos y más de 200 ‘desaparecidos’. Ello sumado a los más de 50 muertos por
intoxicación, hambre y falta de atención médica y la desaparición de un número indeterminado de niños,
elevan las bajas a más de 750, entre niños, ancianos, mujeres y hombres.” (Carlos Alberto Díaz - Julio
César García, Material de difusión de los juicios)

Juicios en busca de la verdad histórica

Ante el Juzgado Federal de la Ciudad de Resistencia (Chaco) a cargo del Doctor Carlos Skidelsky, se
inició en el mes de noviembre del año 2004 la demanda de indemnización de daños y perjuicios, lucro
cesante, daño emergente, daño moral y de búsqueda de la verdad histórica por el genocidio indígena en la
llamada "Masacre de Napalpí". La acción fue patrocinada por el doctor Carlos Alberto Díaz, Abogado del
Foro de la Ciudad de Resistencia en nombre y representación de la comunidad de argentinos de la etnia
qom (toba) por los crímenes de "lesa humanidad" perpetrados por las fuerzas de seguridad nacionales y las
autoridades civiles federales el 19 de julio del año 1924, en el entonces denominado Territorio Nacional
del Chaco, donde fueron asesinadas más de 450 personas. El monto solicitado es de $ 350.000.000,
equivalente a U$S 120.000.000.

El abogado patrocinante subraya la idea de que “...en un genocidio o etnocidio que se perpetuó a lo largo
de 80 años, el daño no sólo está generado por la pérdida particular de un ser querido y su posibilidad de
sostén económico. El daño, además, configurado por las consecuencias históricas, económicas,
culturales, religiosas y políticas de generaciones de Tobas donde los sobrevivientes no sólo perdieron la
posibilidad de un mayor desarrollo económico, sino también, y es lo más importante, el de trascender
como grupo social entre sus iguales diferenciados. No sólo existió la pérdida de una vida, que por sí sola
es inconmensurable. En los crímenes de ‘lesa humanidad’ existe un daño hacia la identidad cuando no la
pérdida de esta, contra todos sus iguales en particular y la humanidad toda en general.”

El juicio por la “Matanza de Rincón Bomba” se inició en el mes de marzo del año 2005 ante el Juzgado
Federal de la Ciudad de Formosa a cargo del Juez Marcos Bruno Quinteros, en resarcimiento por la
violación de los derechos humanos y por crímenes de "lesa humanidad", contra el Estado Nacional. Se
solicita, también, la indemnización de daños y perjuicios, lucro cesante, daño emergente, daño moral y
determinación de la verdad histórica, a favor del pueblo de argentinos de etnia pilagá ("Pitte'laalé'ec"),
por la masacre acaecida entre el 10 y el 30 del mes de octubre del año 1947, en el entonces Territorio
Nacional de Formosa por tropas de la Gendarmería Nacional. Esta demanda fue presentada por el
Abogado Julio César García con el patrocinio del Doctor Carlos Alberto Díaz. Por el número de víctimas
(750) el monto del resarcimiento es de ciento veinte millones de dólares (U$S 120.000.000).

Ambas peticiones están fundadas en la doctrina jurídica de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa
humanidad y buscan terminar con la impunidad del Estado Nacional en el uso brutal de la violencia.

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