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CREACIÓN,

GRACIA,
SALVACIÓN
Colección «ALCANCE» Juan Luis Ruiz de la Peña
46

CREACIÓN,
GRACIA ;
SALVACIÓN

Editorial SAL TERRAE


Santander
índice

Prólogo a una historia de amor 9

1. Creación:
un amor que da el ser al mundo 12

D e G n a Jn 1 15
La noción teológica de creación 18
Evaluación de los modelos explicativos .. 22
a) Dualismo y monismo 23
b) Fisicalismo 25
© 1993 by Editorial Sal Terrae c) Emergentismo 26
Polígono de Raos, Parcela 14-1 d) El saldo resultante 28
39600 Maliaño (Cantabria)
La creación, misterio de fe 30
Con las debidas licencias La apropiación laica de la fe en la creación 32
Impreso en España. Printed in Spain
ISBN: 84-293-1099-1 Fe en la creación y praxis cristiana 34
Dep. Legal: BI-1.615-93 a) Una metafísica del amor 34
b) Una concepción del tiempo
Fotocomposición: como historia 36
Didot, S.A. - Bilbao c) Una secularización del mundo 38
Impresión y encuademación: d) Una acción fundada en la voluntad
Grafo, S.A. - Bilbao de entrega libre y gratuita 40
o Creación, gracia, salvación
índice 7

2. El hombre: b) Una historia sin Dios


hacia la recomposición de la imagen ... 44 ¿es más esperanzada? 96
La antropología teológica c) Un hombre sin Dios
ante la imagen en fragmentos 45 ¿es más humano? 99
El hombre es uno en cuerpo y alma 51
a) El hombre es cuerpo 51 4. Salvación:
b) El hombre es alma 54 una existencia agraciada 105
c) El hombre es uno en cuerpo y alma 57
Salvación 107
El hombre es persona 60 a) Salvación: una idea difícil 108
a) La idea de persona 61 b) Crisis de la idea cristiana
b) La actual crisis de salvación 111
del carácter personal del hombre .. 62 c) La situación actual 112
c) La imagen de Dios es persona 65
En Jesús está la salvación 115
El hombre es libertad 67
a) La vida 115
a) El «no» a la libertad 67
b) La muerte 118
b) Fe cristiana y libertad 69
c) La resurrección 120
Jesús es la salvación 122
3. Hombre y Dios, libertad y gracia 76
La salvación de Jesucristo 125
Breve historia a) El extraño Dios de la fe cristiana .. 125
del contencioso hombre-Dios 77 b) Ni la cruz sola
a) Negar a Dios para afirmar al hombre 11 ni la resurrección sola 128
b) Negar la gracia de Dios c) Las dimensiones históricas
para afirmar la libertad del hombre 80 de la salvación 130
c) Negar la libertad del hombre d) La dimensión escatológica
para afirmar la gracia de Dios 84 de la salvación 135
El «sí» a la gracia, un acto de libertad ... 85
a) Qué es la gracia 86 Epílogo: apostar por la esperanza 138
b) Libertad y gracia 88
La muerte de Dios,
¿resurrección del hombre? 94
a) Un mundo sin Dios
¿es más inteligible? 95
Prólogo
a una historia de amor

El propósito de estas páginas es simple: se trata


de mostrar en ellas que la historia de la relación
hombre-Dios es una historia de amor. Su pro-
tagonista principal es Dios, quien a través del
acto creador y del don de sí mismo posibilita la
libertad del hombre, sustenta su dignidad, alien-
ta la implicación en un proyecto de humanidad
solidaria y avala el sueño utópico de una plenitud
posible.
Nuestra historia comienza con la creación,
que no es una especie de atrio de los gentiles o
territorio religiosamente neutral, sino (según la
Biblia) el primero de los gestos de amor que
Dios irá prodigando en adelante; un amor que
da el ser al mundo y merced al cual la realidad
puede ser leída como fruto, no del binomio azar-
necesidad, sino de la libertad, y que por ello va
a ser escenario de un diálogo de libertades.
Porque, en efecto, nuestra historia tiene a
Dios como protagonista principal, pero no úni-
co. También el hombre la protagoniza. Para esto
10 Creación, gracia, salvación Prólogo a una historia de amor 11

ha sido creado como «imagen de Dios»: para es lo que la fe cristiana llama «gracia» y lo que
ser interlocutor suyo y conducir así el diálogo la literatura religiosa en general denomina «sal-
de libertades al que acaba de aludirse. vación»: el ser de Dios dándosenos.
Sin embargo, y por desgracia, el ser humano «Creación», «gracia», «salvación» son,
es hoy una imagen fragmentada. Para recons- pues, las tres categorías clave con las que se
truir sus rasgos constitutivos es preciso respon- elabora nuestra historia de amor y a cuya ex-
der a tres interrogantes: ¿qué es el hombre?, posición asistiremos a lo largo de las presentes
¿quién es el hombre?, ¿cómo es el hombre? Una páginas.
vez que se ha dado respuesta a esta triple pre-
Para redactarlas me he servido a menudo de
gunta, el sujeto humano recupera su capacidad
trabajos anteriores, particularmente de la trilogía
de relación al tú divino.
que compone mi antropología teológica («Teo-
Pero ¿será cierto que el hombre posee esa logía de la creación» - «Imagen de Dios» - «El
capacidad? ¿Es posible una relación interper- don de Dios»). Los lectores que la conozcan
sonal entre el creador y la criatura, el infinito y encontrarán en los tres primeros capítulos de este
el finito? El ateísmo moderno responde nega- libro ideas (e incluso párrafos) ya presentes allí,
tivamente y, puesto en el trance de tener que pero ahora en forma más condensada y accesible
elegir entre Dios y el hombre, opta por éste (al menos, así lo pretendo y espero).
frente a aquél.
Porque de lo que se trata (y pido perdón por
Un anticipo de ese planteamiento antinómico repetirme) es de contar una historia, y de hacerlo
se dio también intramuros de la Iglesia, cuando lo más sencillamente posible. Ojalá la realiza-
Pelagio primero y Lutero después estimaron im- ción no diste mucho del propósito, y el libro
posible la conciliación de la libertad humana y ayude a sus lectores a mejor comprender «cuál
la gracia divina. es la anchura y la longitud, la altura y la pro-
Así pues, para que la historia que hemos fundidad» del amor de Dios, tal y como se nos
prometido sea viable, deberá mostrarse que el ha manifestado en Cristo.
hombre y Dios, la libertad y la gracia, lejos de
oponerse, pueden encontrarse. O, mejor, que se
han encontrado, de hecho, en Jesucristo. En él
se revela diáfanamente que la suprema gratuidad
de Dios es la suprema necesidad del hombre. Él
Creación: un amor que da el ser al mundo 13

1 Con este concepto, en efecto, la Biblia no


se refiere, ni primaria ni exclusivamente, a la
Creación: un amor pregunta por el origen del mundo y de los seres
que da el ser al mundo que lo habitan. La idea bíblica de «creación» se
expresa con el verbo bara, que denota no sólo
la acción de dar principio a la realidad, sino
también la acción restauradora (re-creadora) y
consumadora de esa realidad. Con otras pala-
bras: Dios crea cuando: a) llama a los seres que
no son para que sean; b) sostiene a las criaturas
en la existencia, elige a un grupo humano para
que se convierta en su pueblo y rehace la crea-
ción degradada por el pecado; c) conduce esa
creación redimida a la plenitud de ser y de sen-
«Amas a todos los seres, y nada de lo que hiciste tido que es la salvación.
aborreces; si algo odiases, no lo habrías creado.
¿Y cómo podría subsistir cosa que no hubieses En cada una de estas acepciones de la idea
querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubie- de creación, un atributo divino se destaca sobre
ses llamado? Mas Tú todo lo perdonas, porque cualquier otro: el amor. Dios crea como salva.
todo es tuyo, Señor que amas la vida» (Sb O, mejor: Dios crea para salvar. Y ello significa,
11,24-26). entonces, que la acción creadora pone de ma-
Cuando se piensa en la doctrina cristiana de nifiesto, más que la omnipotencia, la bondad
la creación, el pensamiento se dirige casi au- irrestricta, la generosidad ilimitada y el amor
tomáticamente al primer capítulo del Génesis, gratuito de un Dios que actúa movido exclusi-
que es también la primera página de la Biblia: vamente por su libérrima voluntad de comuni-
el majestuoso relato-poema que nos narra los carse. Es precisamente este rasgo lo que se sub-
orígenes de la realidad creada. Y, sin embargo, raya en Sb 11,24-26: «amas a todos los seres...,
es el bello pasaje sapiencial que acabo de citar, Señor que amas la vida». Por eso es de lamentar
más aún que Gn 1, el que suministra con mayor que este hermoso texto sea tan poco conocido
nitidez la clave interpretativa del concepto bí- y se asocie tan raramente a la teología bíblica
blico de «creación». de la creación, siendo así que en él se expresa,
14 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 15

con tanta precisión como sobriedad, lo más es- DeGnlaJnl


pecífico de dicha teología. Dicho cuanto antecede, no extrañará que sólo
Por otra parte, el texto no nos habla de la en una época relativamente tardía aparezca en
creación sólo por lo que toca al creador. Nos la Biblia una reflexión explícita sobre la idea de
dice algo muy importante que atañe a la criatura: creación, y que ésta haya sido precedida por la
ésta subsiste porque Dios quiere, y se conserva idea —teológica y cronológicamente priorita-
porque él la ha llamado, de modo que «todo es ria— de alianza. Antes de confesar que Dios
suyo». La idea de creación implica, pues, una había creado el mundo de la nada, Israel reco-
relación de dependencia absoluta de la criatura noció que Dios se había creado un pueblo de la
respecto del creador; la realidad surgida del puro nada. Cuando se explicite la tesis creacionista,
y gratuito amor divino no tiene en sí la razón se deberá a una dolorosa circunstancia histórica:
de su existencia, no existe por o para sí misma, el exilio en Babilonia, que —reproduciendo la
sino por y para ese amor que le dio graciosa- situación de esclavitud que el pueblo había pa-
mente el ser. decido en Egipto— pondrá a prueba la fe y la
esperanza de Israel en Yahvé: ¿acaso se habrá
La doctrina de la creación, en suma, más olvidado de su promesa? ¿O será que, después
que responder a la cuestión de los orígenes, es de todo, su poder es limitado?
una toma de postura sobre la cuestión del fun- El «libro de la consolación de Israel» (Is
damento y del sentido último de la entera rea- 40ss) responde a estos interrogantes con una
lidad mundana. Se recortaría ilegítimamente su categórica aserción de la omnipotencia y la fi-
alcance si se la convirtiera en pura arqueología delidad divinas: lo mismo que, en los tiempos
(lógos del arché: pregunta por el comienzo). antiguos, Yahvé se creó un pueblo de la nada y
Esta visión reduccionista, centrada en el interés lo liberó del poder egipcio, así ahora lo recreará
arqueológico, se da más bien en las ciencias de de nuevo y lo rescatará de su destierro. Ello es
la naturaleza, no en la teología bíblica. Lo que posible y cierto, porque él es el todopoderoso,
en ésta se pretende es revelar a los creyentes el el creador de los cielos y la tierra, del mismo
porqué y el para qué de la realidad creada (y no modo que es el cumplidor de su promesa y el
el cuándo o el cómo de su emergencia). El por- sostenedor de la alianza (Is 40,22-28; 42,5-6;
qué es el amor divino en cuanto comunicador 44,24-26; 51,9-11).
de ser; el para qué es ese mismo amor en cuanto En la misma circunstancia histórica y con la
salvador y plenificador de todo lo creado. misma intención teológica, surge la cosmogonía
16 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 17

bíblica de Gn 1,1 — 2,4a. Aquí la creación es de creación está teológicamente subordinada a


vista como el punto de arranque de una corriente la de salvación.
que lleva a la vocación de Abraham (Gn 12):
los «orígenes» (toledot) del mundo (Gn 2,4a) y Que la creación es para la salvación se for-
los de Israel son sendos hitos de un mismo de- mula claramente en diversos textos creacionistas
signio histórico-salvífico. Gn 1 no es, pues, un paulinos, en los que se estipula que la totalidad
fragmento de ciencias naturales destinado a sa- de lo real (tá pánta) ha sido hecha por y para
tisfacer una curiosidad cosmológica; es una pá- Cristo: él está al final de la historia como sal-
gina —la primera—- de la historia de salvación vador, porque está en su comienzo como crea-
con la que el autor quiere atajar la crisis de fe dor; la causa eficiente y la causa final coinciden
y confianza por la que pasa el pueblo en el exilio, (1 Co 8,5-6; Col 1,15-20; Ef 1,3-14), de modo
revalidando un monoteísmo estricto, desdivi- que el mundo exhibe una neta impronta cristo-
nizando y desencantando ciertos elementos céntrica.
mundanos (las aguas, la Tierra Madre, los as- El prólogo del evangelio de Juan es una re-
tros, el caos primordial...) que otras cosmogo- lectura de Gn 1 a la luz del acontecimiento-
nías identificaban con la divinidad, y —sobre Cristo; la palabra divina por la que Dios creó y
todo— subrayando que los seis días de la acción se reveló «al principio» se ha encarnado en Je-
creadora tienden hacia el séptimo día; o, lo que sucristo, por quien la creación y la revelación
es lo mismo, que la creación es para la salva- de Dios llegan a su plenitud. La secuencia crea-
ción, toda vez que el sábado (el día séptimo) es ción-salvación se enriquece ahora al intercalarse
el sacramento de la alianza salvífica (Ex entre ambos polos la encarnación del creador-
31,13.16-17). salvador. El prolijo desarrollo de Gn 1 se con-
densa aquí lacónicamente en una doble oración,
El Nuevo Testamento aporta a la doctrina
una de signo asertivo («todo se hizo por el Lo-
bíblica de la creación la inserción en ella del
gos»), y otra que reitera en negativo la misma
hecho-Cristo, pero sin modificar la perspectiva:
idea («sin el Logos no se hizo nada de cuanto
lo mismo que la fe en Dios creador se explícito
fue hecho»).
en el Antiguo Testamento merced a una refle-
xión sobre el Dios salvador, de forma análoga Con esta redacción curiosamente redundante
el Nuevo Testamento reconocerá a Cristo una («por él, todo; sin él, nada») se sella el núcleo
función creadora como extrapolación de su fun- de la fe cristiana en la creación. Si, como se
ción salvadora. Así pues, también aquí la idea advirtió al principio, dicho núcleo consiste, a
18 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 19

fin de cuentas, en reconocer que la iniciativa de algo a partir de nada». Tal definición era la
creadora es la expresión del puro amor gratuito adecuada en el marco de una cosmovisión es-
de Dios, en ningún lugar mejor que en el prólogo tática en la que los diversos entes mundanos
de Juan se hace perceptible tal cosa. Porque lo aparecen en su ser respectivo desde el comienzo,
que ahí se nos dice, con insuperable concisión siempre idénticos a sí mismos. Cuando el mundo
y justeza, es que Dios creó el mundo para en- se concibe como un conjunto de criaturas in-
carnarse, se encarnó para salvarnos y nos salva variables a través del tiempo, la acción de poner
comunicándonos generosamente la plenitud de a dichas criaturas en la existencia sólo puede
su gracia y su fidelidad (Jn 1,14-16). describirse como un producirlas de la nada.
Ahora bien, las cosas cambian sensiblemen-
La noción teológica de creación te cuando se opera con una cosmovisión evo-
lutiva, en la que todos los seres actualmente
El primer artículo del Credo confiesa a Dios existentes se prolongan hacia atrás y proceden
como «Padre todopoderoso» y «creador del cielo de formas de ser anteriores e inferiores, de las
y de la tierra». Merece notarse que, de los tres que derivan por sucesivas mutaciones. En este
predicados que se adjudican aquí a Dios, el pri- marco cosmovisivo, la noción clásica de crea-
mero es el de «Padre»: la paternidad divina es ción no es aplicable a casi nada de lo existente,
la verdad básica que proclama el creyente. Es pues casi todo procede de algo, no de nada; falta
esa cualidad paternal de Dios lo que sirve de así la nota específica de la definición tradicional
fundamento a su omnipotencia creadora, y no (la ausencia de materia preexistente sobre la que
al revés. Lo cual significa que (al igual que se ejerce la acción creadora).
sucedía ya en la Biblia) la creación es vista, ¿Cómo concebir, entonces, la creación en
sobre todo, como expresión del amor gratuito, un mundo en evolución? Indudablemente, ha
benevolente, del creador, y no como alarde ex- tenido que haber una «producción de algo desde
hibicionista de su poder. La omnipotencia de la nada»; al primer ser existente fuera de Dios
Dios no es fin en sí misma, sino el medio por le sigue conviniendo esta noción de creación.
el que se manifiesta su generosidad comunica- Pero a partir de ahí entraría en juego otra mo-
tiva. dalidad creativa, esto es, otra forma de actuar,
Pero ¿qué se entiende por crear! Durante exclusiva y absolutamente divina, para dar el
siglos, la teología operó con un concepto de ser a las cosas. Allí donde surge algo inédito,
creación que la interpretaba como «producción cualitativamente distinto, mayor y mejor que lo
20 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 21

anterior, allí surge algo que, por hipótesis, su- entre otras. La acción de Dios no es perceptible
pera la capacidad operativa de lo ya existente —no puede serlo—fenomenológicamente. Sin
y, consiguientemente, demanda otro factor cau- embargo, la suya es una causalidad hasta tal
sal, amén del empíricamente detectable: la ac- punto efectiva que es ella la que posibilita el
ción creadora de Dios. proceso de plus-devenir de lo real, que de otra
forma quedaría inexplicado, a falta de razón su-
Cuando la teoría de la evolución es pensada ficiente.
a fondo y coherentemente, se cae en la cuenta
de que lo que en ella se afirma es que se da en Estando así las cosas, las ideas de causa
la historia de lo real un proceso de autodesarrollo eficiente y causa final se acercan hasta coincidir
progresivo, un permanente plus-devenir, mer- prácticamente —como se recordará que sucedía
ced al cual los seres se autotrascienden, rebasan ya en la teología paulina de la creación—; el
su umbral ontológico, van de menos a más. Dios creador no es sólo el que está en el origen
¿Cómo es ello posible? ¿Cómo lo más puede de la criatura (causa eficiente, momento alfa del
salir de lo menos, siendo así que nadie da lo proceso); es además el que «tira» de la creación
que no tiene? La respuesta no puede hallarse en hacia adelante, el que la «atrae» o la «mueve»
la sola causalidad creada, salvo —claro está— (causa final, momento omega del proceso), sus-
que se adscriba a la materia misma la facultad citando en ella una incesante dinámica de au-
de auto trascenderse (volveremos sobre esta hi- totrascendimiento. Que Dios sea creador sig-
pótesis más adelante); tiene que estar en la cau- nifica, pues, dos cosas: a) que da a la criatura
salidad divina; una causalidad no inferior en ran- el ser; b) que introyecta en la criatura la pulsión
go ontológico a la de la productio ex nihilo y hacia el ser-más.
que, por tanto, ha de ser llamada creación.
Dicho cuanto antecede, es claro que la teoría
Al actuar esa causalidad creativa, Dios opera de la evolución no excluye la doctrina de la
desde dentro de la causalidad creada informán- creación. Evolucionismo no se opone a creacio-
dola, potenciándola para hacer factible que ella nismo; se opone a fixismo. Y el creacionismo
misma traspase su límite. La acción divina no puede expresarse tanto en términos evolucio-
interrumpe la secuencia de las causas intramun- nistas como en términos fixistas. Cabe incluso
danas, no se intercala en la cadena como un añadir algo más: con no pocos científicos y fi-
eslabón más; de hacerlo así, Dios se degradaría, lósofos de la ciencia, conviene recordar que la
pasando a ser él mismo una causa intramundana teoría de la evolución es descriptiva, no ex-
22 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 23

plicativa; que no hace inútil, sino que postula, a) Dualismo y monismo


una reflexión sobre el cómo y el porqué del Ninguna de estas dos cosmovisiones resulta
fenómeno evolutivo; que esta reflexión puede aceptable para la fe cristiana. El cristianismo no
desembocar en varios modelos (dualismo, mo- puede ser dualista; no cree que haya parcelas de
nismo espiritualista o materialista, creacionis- realidad contaminadas de antemano, impuras
mo...); que, en suma, el concepto «creación» por naturaleza; no impone la censura previa o
pertenece al ámbito del discurso explicativo, el veto a ninguna región de lo real; no alberga
meta-físico (como, por lo demás, los materia- un sentimiento trágico de la realidad, como si
lismos a los que nos referiremos enseguida), y fuese una magnitud partida en dos hemisferios
responde a la pregunta sobre el ser (¿por qué es beligerantes. A todo ello se opone el optimismo
algo, y no la nada?), mientras que el concepto ontológico que hacía decir al autor de Gn 1:
«evolución» pertenece al ámbito del discurso «...y vio Dios que era bueno...».
descriptivo, físico, y responde a la pregunta so-
bre el aparecer (¿cuándo y cómo aparecen estas De otro lado, el cristianismo tampoco puede
cosas y no otras?). ser monista; no cree que todo sea uno y lo mis-
mo, que sólo exista el Gran Uno, el Ser Único;
no acepta que el mundo sea absoluto, eterno,
Evaluación de los modelos explicativos autosuficiente, autogenerado, capaz de cons-
truirse a sí mismo por su propia virtud.
Si procedemos a un cotejo entre los diversos
modelos explicativos antes mencionados, ¿qué Pero no es sólo la fe cristiana la que tiene
grado de plausibilidad alcanzaría hoy la idea de motivos para cuestionar la validez de estas dos
creación que se acaba de diseñar? El creacio- cosmovisiones, frente a las que cabe argüir con
nismo no lo tiene, en principio, más difícil que razones extrateológicas.
cualquier otra cosmovisión alternativa. En prin- Y así, en cuanto al dualismo, que tan po-
cipio; todo ensayo de respuesta a las últimas derosa influencia ejerció en otras épocas, es
preguntas será cuestionable siempre para la ra- obligado constatar su irreparable ocaso. Origi-
cionalidad químicamente pura, al no ser sus- nariamente, el dualismo ha nacido de una preo-
ceptible de demostración apodíctica o de vali- cupación no ontológica, sino ética; la pregunta
dación empírica. Y eso vale no sólo para el que lo ha generado versa, no sobre el origen del
creacionismo, sino también para las hipótesis mundo, sino sobre el origen del mal. El mal, y
del dualismo o del monismo. no el ser, es la preocupación básica de la tesis
24 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 25

dualista. Ante todo, porque es demasiado dis- un monismo de sustancia —sólo hay una sus-
tinto del bien para que pueda subsumirse, junto tancia base: la materia; todo lo real es material,
con él, en una realidad única y omnicompren- y sólo lo material es real—; pero a partir de ahí
siva. Además, porque el mal existe en el mundo los materialismos se bifurcan hoy en dos fa-
en tal cantidad y calidad, posee tal espesor y milias tan ferozmente enfrentadas como si de
densidad, que por fuerza tiene que ser producto Capuletos y Mónteseos se tratara: materialismo
de un principio supremo, tan supremo como el fisicalista — materialismo emergentista.
que originó el bien. A partir de aquí, el problema
ético accede al nivel ontológico: hay dos órdenes b) Fisicalismo
de ser; por tanto, hay dos principios de ser,
irreductibles y mutuamente hostiles. El materialismo fisicalista preconiza, además
He ahí el flanco vulnerable del dualismo: el del monismo de sustancia, un monismo de pro-
desgarramiento que impone a la contextura de piedades: todo lo real es material y todo lo ma-
lo real. La realidad dualista es esquizofrénica: terial es físico; lo químico, lo biológico y lo
comprende regiones no sólo diferenciadas, sino psíquico no serían sino aspectos de lo físico. Lo
irreconciliablemente enfrentadas. La inverosi- que resulta de esta triple operación reductiva es
militud de esta hipótesis la ha puesto fuera de un universo homogeneizado a la baja, sin des-
la circulación; el descrédito que actualmente pa- niveles ni saltos cualitativos, en el interior del
dece el dualismo es demasiado notorio para pre- cual todo funciona de acuerdo con la misma
cisar ilustraciones. legalidad, todo exhibe la misma textura e idén-
ticas propiedades, desde el átomo de hidrógeno
En el otro extremo del espectro ideológico, hasta el hombre.
el monismo materialista (su homónimo espiri-
tualista desapareció del mapa ontológico con el Esta grandiosa visión cuenta a su favor con
idealismo alemán) tampoco lo tiene fácil. Sus la ventaja de la suma coherencia y ejerce la
dificultades comienzan por la imposibilidad en fascinación de lo supremamente simple; de ser
que se encuentran hoy tanto los físicos como los cierta, se cumpliría con ella el viejo sueño del
filósofos de la ciencia para ofrecer una defini- método científico: explicarlo todo con el menor
ción no vacua ni trivial ni tautológica del con- número de leyes.
cepto clave del sistema, a saber, el concepto de Pero lo que a primera vista parece una ven-
materia. Por lo demás, la vieja y noble estirpe taja (la simplicidad del sistema, la economía del
materialista conviene en la profesión común de ser) se convierte pronto en un inconveniente. La
26 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 27

homogeneización de lo real, su reducción a un de la evolución como plus-devenir, como emer-


único juego de leyes y propiedades, no da razón gencia de entidades distintas, mayores y mejores
de la experiencia. El hombre capta su mundo que lo anterior.
como ámbito de lo diverso, no de lo idéntico;
el fisicalismo, en cambio, nos habla de un mun- Pero tampoco este materialismo emergentis-
do donde todo es igual a todo, y nada es distinto ta está exento de dificultades. Ante todo, cabe
de nada. Contra esta cosmovisión se alza, como preguntarse si sigue siendo todavía un monismo.
advierte Popper, el hecho mismo de la evolu- «Si entre ser y ser se dan saltos cualitativos, ¿no
ción, que supone el surgimiento de novedades es esto pluralismo?», arguye con razón el fisi-
reales e impredecibles, y no sólo de confor- calista a su pariente emergentista. La afirmación
maciones diversas de lo mismo. No es posible, del monismo de sustancia parece más una coar-
pues —señala Popper—, ser a la vez fisicalista tada para esquivar la acusación de herejía on-
y darwinista; el darwinismo conduce más allá tológica que un principio coherentemente inte-
del fisicalismo. grable en el sistema monista.

c) Emergentismo En segundo lugar, el emergentismo afirma


el hecho de la emergencia de novedad, pero no
Por todo ello, el materialismo más cotizado hoy da razón suficiente del mismo. Gustavo Bueno
no es el fisicalista, sino el emergentista, más formula así la objeción clave al emergentismo:
sofisticado y sutil. El materialismo emergentista «¿Cómo puede emerger algo no prefigurado sin
defiende el monismo de sustancia (por eso es ser creado?». O, con otras palabras: ¿cómo lo
materialismo): todo lo real es material. Pero a más puede salir de lo menos; cómo algo puede
este monismo sustancial le endosa un pluralismo dar lo que no tiene? Si se responde que ese plus
de propiedades. La realidad material se articula emergente estaba efectivamente precontenido o
en niveles de ser cualitativamente distintos: lo preformado en lo anterior, entonces se involu-
físico, lo químico, lo biológico, lo psíquico... ciona hacia el fisicalismo, a saber, hacia una
Cada uno de estos niveles supone los anteriores, visión de lo real en la que nada surge que sea
pero los supera ontológicamente y es irreduc- realmente nuevo o cualitativamente diverso.
tible a ellos. Más que de novedad, habrá que hablar entonces
El emergentismo puede así dar cuenta de la de epifanía o desvelamiento progresivo de lo
prodigiosa diversidad de lo real; y puede asi- presente y latente desde siempre, contradiciendo
mismo —o, más bien, debe— admitir el hecho así el postulado básico de la evolución. De he-
28 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 29

cho, esto es lo que significa en rigor el término cionista puede concurrir —sin jactancias, pero
emergencia: surgimiento de lo sumergido (de lo sin complejos— en el mercado de las lecturas
presente en estado latente). de lo real hoy en curso.
d) El saldo resultante Por lo demás, no se olvide algo que ya avan-
zábamos antes: la doctrina cristiana de la crea-
Hasta aquí, la discusión con las concepciones ción no quiere ser una teoría sobre el origen del
alternativas a la fe en la creación. Con esta su- mundo o las modalidades de sus comienzos; es
maria revisión crítica tan sólo se pretendía con- más bien una interpretación religiosa de lo mun-
firmar algo dicho más arriba: que toda cosmo- dano, según la cual el mundo es porque Dios le
visión implica una metafísica, pertenece al ám- ha conferido el ser.
bito discursivo de la oncología y no puede ser
convalidada sólo en base al discurso propio de Así pues, lo que a la doctrina de la creación
las ciencias de la naturaleza. le importa sostener es que el mundo existe como
criatura; que no tiene en sí la razón de su exis-
Sostener, por tanto, que el materialismo es tencia; que no es una magnitud absoluta. Según
más «científico» que el creacionismo es, lisa y Ja fe creacionista, el ser deJ mundo está im-
llanamente, una necedad. Uno y otro sistema pregnado de precariedad e implica una esencial
habrán de acreditarse desde la razonabilidad y relación de dependencia (sin que ello obste, se-
la potencia propositivo-explicativa de una op- gún se verá más adelante, al reconocimiento
ción metacientífica, meta-física. del valor, bondad, belleza y verdad del orden
Dicho lo cual, es lícito añadir que la noción creado).
de creación expuesta anteriormente puede tomar Esta fe va, pues, más allá del problema de
a su cargo, con rigor y solvencia, el dato no- los orígenes; mira más bien al problema de la
vedad emergente; que está habilitada para dar naturaleza de lo real, de su textura ontológica,
razón de la milagrosa riqueza, variedad y di- para afirmar que la condición propia del mundo
versidad de lo real. La idea de creación conten- es su creaturidad.
dría, pues, un pluralismo emergentista fuerte o
estricto, sin veleidades monistas ni dualistas, A partir de ahí, lo que se plantea con el
dispuesto a aceptar la realidad tal cual es: múl- concepto de «creación» es el tipo de relación
tiple, distinta, sinfónica; no única, uniforme, vigente entre Dios y el mundo, el creador y su
monódica. En este sentido, la cosmovisión crea- creación. Supuesto que se trata de una relación
30 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 31

de dependencia, ¿cómo se modulará, de hecho para instalarse en la esfera del misterio sólo ac-
y en concreto, tal relación? cesible por revelación, es algo que se pone de
manifiesto cuando se pasa del primer artículo
Al buscar una respuesta a esta pregunta, la del credo al segundo y se constata la estrecha
fe cristiana advierte que la doctrina de la crea- relación vigente entre ambos; cuando, con otras
ción no es un tema filosófico, propio de la on- palabras, se lee el artículo de la creación a la
tología, la cosmología o la teología natural. Es, luz del artículo de la encarnación. Porque es
sobre todo, una doctrina religiosa, una verdad entonces, y sólo entonces, cuando se nos desvela
de fe. la esencia verdadera del ser creatural: la criatura
es lo que el creador ha querido llegar a ser.
La creación, misterio de fe Dios no es sólo el creador de un mundo distinto
de él; Dios es, él mismo, criatura; la forma de
La creación —lo hemos visto ya— es la primera existencia definitiva del Dios revelado en Cristo
afirmación del credo cristiano; es, pues, un mis- es la encarnación.
terio de fe. Hasta tal punto era cierto esto para
En estas formulaciones late la novedad inau-
Lutero que, en su opinión, «el artículo de la
dita del cristianismo, su carácter decididamente
creatio ex nihilo es más difícil de creer que el
escandaloso. Por la encarnación, el Dios Hijo
artículo de la encarnación»; opinión, sin duda,
(el misterio por antonomasia) ha devenido un
hiperbólica, pero significativa en su misma exa-
fragmento de la creación («primogénito de la
geración. "
creación», lo llama Pablo en Col 1,15), de su
En todo caso, estando como estamos ante historia, de su materialidad. De donde se sigue
un aserto de fe, hay que resistirse a la tentación que esa creación es ciertamente misterio de fe,
de comprometerlo con una determinada cos- al contener a aquel que es, lisa y llanamente, el
movisión; la fe no puede estar ligada a tal o cual misterio.
imagen del mundo, sino que ha de conservar Pero, además, esa fe cristiana en la creación
siempre su libertad frente a cualquier tipo de no es ya la fe judía: Gn 1 es el estadio inicial e
cosmología. El contenido de la palabra revelada incompleto de una doctrina bíblica que culmi-
rebasa siempre toda teoría científica y, en ge- nará con la revelación de la encarnación del
neral, toda formulación humana. creador. Jn 1 —y no Gn 1— es su texto nor-
Que la idea de creación, en cuanto afirma- mativo, pues sólo en Cristo se esclarece el por-
ción de fe, desborda cualquier discurso profano, qué y el para qué de las criaturas, y sólo en
32 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 33

Cristo sabemos finalmente lo que la realidad a que una relación de dependencia acabe con la
creada es en último análisis: lo infinitamente consistencia del hombre, liquide la autonomía
distinto de Dios y, con todo, lo sustancialmente de su libertad y coarte su capacidad operativa.
asumible en el ser personal de Dios. El valor y
la dignidad del ser creado son tales que el mis- Pues bien, ese temor puede estar justificado
mo creador puede devenir criatura. En verdad, cuando al hombre se le hace depender de una
ninguna cosmovisión, ningún lógos filosófico o divinidad extrabíblica. Zeus y Prometeo —el
religioso ha fijado nunca tan alta cotización a lo dios y el hombre de la metafísica griega— son
mundano. magnitudes antinómicas; para Prometeo, el he-
cho de depender de Zeus conlleva una situación
de esclavitud. Pero el modelo bíblico de la re-
La apropiación laica
lación Dios-hombre no es ése. Yahvé no es
de la fe en la creación
Zeus; no es el dios celoso de sus prerrogativas,
El misterio de fe que es la creación está siendo sino el Dios de la alianza y la encarnación. Y
objeto de una especie de reconversión o reduc- Adán no es Prometeo; no es el rival, sino la
ción al estado laical. Las nociones de creación, imagen de Dios. La dependencia del creador no
creatividad y creador han experimentado un conlleva la alienación de la criatura, sino su
proceso creciente de expropiación por parte de liberación. La actividad de la criatura no es un
las cosmovisiones seculares, en virtud del cual atentado contra la obra del creador; muy al con-
se transfieren al ser humano, erigido en entidad trario, es una prolongación de dicha obra, pre-
autónoma, las competencias otrora reconocidas vista y querida por el propio creador, el cual
al poder central divino. Tal operación de trans- entrega al hombre el mundo recién surgido a la
ferencia, iniciada con el Renacimiento, va a ser existencia para que aquél, en su calidad de ima-
consumada por el ateísmo postulatorio y la fe gen (representación vicaria) de Dios (Gn
en el progreso de finales del siglo xix. El mar- l,26ss), lo conduzca hacia su consumación.
xismo es, sin duda, la expresión más acabada
de la misma. Esgrimir, pues, la creatividad humana como
profilaxis contra la creatividad divina es incurrir
La crítica marxista de la idea cristiana de en una colosal mistificación de ambas. La fe en
creación —que se mantiene incluso en un mar- la creación no mengua ni la grandeza del hombre
xismo tan poco convencional como el de ni la autenticidad de su compromiso en la cons-
Bloch— se basa en un penoso equívoco: el temor trucción del mundo.
34 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 35

En realidad, esa fe opera en el sentido con- Pues bien, en ambos casos la realidad es
trario: lejos de servir como coartada para una teogonia, génesis del Absoluto. Su canon fun-
ideología evasionista y un modelo de salvación dacional es la necesidad, no la libertad: el Gran
desencarnado, funciona como estímulo para la Uno no puede no existir; el/los principio(s) no
empresa de edificar el mundo como hogar de la puede(n) no emanar. Pero donde no hay libertad
gran familia humana. Tendremos ocasión de tampoco puede haber amor; éste, en efecto, no
volver sobre estas afirmaciones más adelante. es posible sin alteridad y sin el libre consenti-
Baste, por ahora, con dejar sentado que: a) el miento de las partes. Así pues, si, por hipótesis,
mundo es creación de Dios; b) es también con- sólo existe el Ser Único de la cosmovisión pan-
creación del hombre, imagen de Dios. teísta, o si el Ser ha de segregar los seres ne-
cesariamente, como piensa toda cosmovisión
Fe en la creación y praxis cristiana dualista, el amor queda al margen de la urdimbre
de la realidad.
La doctrina de la creación no es un mero cons- La noción bíblica de creación sustituye, de
tructo teórico, sino que surte efectos en la praxis, una vez por todas, la necesidad por la libertad.
induce una comprensión específica de la reali- La realidad, la historia, surgen del amor; a una
dad e impone un modo peculiar de instalación /eo-logía de la paternidad de Dios («creo en Dios
en esa realidad y de acción sobre ella. En con- Padre... creador») corresponde una oncología de
creto, la fe en la creación implica una metafísica la agápe, del puro don amoroso y gratuito.
del amor, una concepción del tiempo como his-
toria, una secularización de la realidad mun- A eso apuntaba, en definitiva, la vieja fór-
dana, una acción fundada en la voluntad de en- mula de la creado ex nihilo: nada obliga a Dios,
trega libre y gratuita. en nada se apoya Dios para crear, sino en su
soberana y libérrima voluntad de comunicación.
a) Una metafísica del amor La idea de «creación desde la nada» (que, según
ha dicho alguien, significa en realidad «creación
Ya hemos visto cómo, fuera del marco bíblico, desde la plenitud desbordante») es extraña al
o bien se concibe la realidad como simple par- pensamiento extrabíblico, porque a ese pensa-
cela de la totalidad única y englobante (pan- miento le es extraña, a su vez, la idea de un
teísmos), o bien se la hace derivar orgánica- Dios-Padre. Sólo de un Dios cuyo ser es, pura
mente, casi biológicamente, de su(s) princi- y simplemente, amor (1 Jn 4,8.16) puede pre-
pio(s) fontal(es) (dualismos). dicarse, no la autogénesis, no la emanación ne-
36 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 37

cesaría, no la producción forzada, sino la crea- irrupción de lo distinto y mejor; ahí sólo cabe
ción, es decir, la puesta en la existencia de lo lo antiguo repetido, la consagración del status
distinto de sí como algo querido libremente y, quo. No la revolución, sino la circunvolución,
por ende, digno de ser amado en tanto que dis- la rueda girando sobre sí misma en el vacío, es
tinto. lo que entraña la temporalidad cíclica. Venimos
desde siempre de lo mismo; vamos siempre a lo
Resumiendo: Dios es Padre; Dios es per- mismo; nihil novum sub solé.
sona; Dios es libre; Dios crea libremente; luego
crea, única y exclusivamente, por amor. He De esta representación circular del tiempo
aquí la primera cosa a tener presente cuando uno se nutre la tragedia griega, que no es sino una
se pregunta por la interpretación cristiana de la desgarradora meditación sobre el poder absoluto
realidad y de la historia: realidad e historia se de la ananké, del destino ciego e inexorable: lo
han originado del puro amor. Veremos pronto que nos vaya a suceder ya está escrito, ha su-
las consecuencias prácticas de este aserto. cedido antes, está sucediendo desde siempre y
para siempre, porque «la historia se repite»...
b) Una concepción del tiempo Es inútil resistirse: hay que plegarse; hay que
como historia sufrir el proceso histórico como sino; toda re-
belión acaba en tragedia.
A la representación cíclica del tiempo, común Pues bien, la fe cristiana afirma que el tiem-
a las cosmovisiones extrabíblicas, la fe en la po es irreversible y no da marcha atrás; que
creación opone la representación lineal y ideo- tiende hacia una meta y progresa hacia ella; que
lógica. La cultura griega y las civilizaciones mide, no la involución o la regresión, sino el
orientales estaban dominadas por la fascinación crecimiento hacia la plenitud salvífica de todo
del círculo, símbolo de lo inmutable, lo eterno lo existente. El tiempo es historia, y la historia
y, por ende, lo verdadero. En efecto, en el mo- es historia de salvación. Así pues, el hechizo
vimiento cíclico no hay novedad ni cambio real; malsano del círculo vicioso se desvanece cuando
hay sólo la perpetua recurrencia de lo mismo. se contempla la realidad en proceso de creación
Así pues, lo circular es lo inmutable; pero lo abierta que, porque ha tenido un comienzo, ten-
inmutable es lo eterno, y lo eterno es lo ver- drá un término consumador. El mundo no es un
dadero. hecho cerrado; es un devenir, cuya iniciativa
Ahora bien, en esta concepción no hay lugar corresponde a Dios, pero cuya gerencia atañe al
para la novedad, para la revolución, para la hombre, imagen de Dios. De la resignación es-
.w Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 39

tática ante lo inmutable se pasa a la explotación ma que lo real es secular, profano, no divino ni
dinámica de una realidad en proceso, cuyas po- sagrado. Y eso es algo que la praxis cristiana
sibilidades es preciso extraer para cumplir el no debe olvidar; el objetivo de esa praxis no
encargo divino de llevar el mundo al gran sábado puede ser la sacralización del mundo, sino su
de la salvación escatológica (Gn l,28ss). secularización. Dicho de otro modo: la praxis
cristiana ha de oponerse a todo ensayo de ab-
c) Una secularización del mundo
solutización o divinización de la realidad creada,
Se ha indicado anteriormente que la fe en la que falsificaría lo mundano y no le dejaría ser
creación desdiviniza la realidad: ésta no es ni lo que es.
una parte de Dios ni un momento de su génesis; Por otro lado, el mundo profano es, justa-
es, simplemente, su criatura. La realidad des- mente en su profanidad, supremamente valioso,
divinizada resulta así desdemonizada. El hom- no sólo porque Dios le ha dado el ser por la
bre había vivido en un mundo encantado y había creación, sino porque ese mismo ser de la rea-
soportado la atracción magnética de fuerzas cós- lidad creada ha sido integrado para siempre en
micas que, en su colosal grandeza, se le reve- el ser de la divinidad creadora por la encarna-
laban como teofanías y lo esclavizaban; la na- ción; la encarnación del creador autentifica y
turaleza había subyugado a la persona. La doc- avala la creación, la cual no es, no será nunca
trina de la creación permite al mundo, por —aunque a veces lo parezca— una causa per-
primera vez, ser mundano, no divino; y permite dida. La realidad es una magnitud fundada, no
al hombre, por tanto, considerar el mundo como infundada. Es digna de crédito; merece la pena
gobernable, no intangible. No es casual que la comprometerse por ella a fondo, como el propio
civilización científico-técnica se haya desarro- Dios lo ha hecho al encarnarse en ella.
llado en regiones dominadas por la fe en la crea-
En suma, la realidad mundana es profana,
ción, cuyos habitantes le han perdido el temor
no sagrada; pero, en virtud de la encarnación,
sacro a la naturaleza.
ostenta una estructura sacramental, es signo
Decir, con los panteísmos materialistas, que eficaz de la presencia real del creador en ella.
la materia es increada, subsistente, autosufi- Si a esto se une, por una parte, el hecho de que
ciente y eterna, no es negar a Dios; es convertir Dios es el único Señor de lo creado («de Yahvé
la materia en Dios, bajar a Dios del cielo a la es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los
tierra, sacralizar, mitificar la realidad secular. que en él habitan»: Sal 24,1), ante el que el
Contra tamaña mistificación, la fe cristiana afir- hombre deberá responder de su gerencia, y, por
40 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 41

otra, que el mundo ha sido puesto en manos del a golpe de decreto-ley; que no se edifica con
hombre como el menor de edad es confiado al indiferencia, y mucho menos con odio, sino,
tutor, no para que lo explote en su provecho, sobre todo, con amor. Recuérdese, además, que
sino para que favorezca su crecimiento y haga el amor creador surge desde la nada, a saber,
posible su madurez, entonces resulta claro que desde la liberalidad de lo supremamente gratui-
la fe en la creación requiere una praxis que, por to. En el evangelio, los que son como nada, los
un lado, salvaguarde esa índole sacramental de niños, los marginados, los humillados y ofen-
la realidad creada a la que se acaba de aludir y, didos..., en suma, los desgraciados, son por
por otro, haga del mundo el hogar acogedor de antonomasia los agraciados, los más amados
la entera familia humana. precisamente por ser los menos amables, los que
tienen menos títulos para exigir o esperar amor.
La fe en la creación implica, pues, una ética
ecológica, un modelo de relación hombre-na- De ahí que el amor que estamos postulando
turaleza que permita contemplar ésta como casa para la praxis cristiana haya de ser también desde
(oikía) y patria del ser del hombre, como crea- la nada; sólo de esta forma reproduce y prolonga
ción desencantada y, a la vez, sacramentada el gesto creador, edifica la realidad. La comu-
por la real presencia en ella del creador y por nidad de los creyentes tendría que ser la pre-
la encarnación en ella del mediador de la crea- sencia viva, institucionalizada, de este amor gra-
ción. tuito que rehace el mundo desde sus cimientos.
Ninguna otra instancia, ninguna otra praxis pue-
d) Una acción fundada en la voluntad de obrar así, por puro amor, desde la nada. Las
de entrega libre y gratuita instituciones seculares no son nunca totalmente
desinteresadas, ni tienen por qué serlo. Por el
Hemos visto más arriba cómo la realidad se en- contrario, la acción cristiana, o es absolutamente
raiza en el amor creador de Dios. Ello significa desprendida, o no tendrá de cristiana más que
que esa realidad será tanto más auténtica y más el nombre. De modo que, si los cristianos no
conforme a su estructura cuanto más vigencia obramos así, el amor creador permanecerá iné-
tenga en ella aquel amor fundacional. dito al interior del proceso histórico, y el mundo
La praxis cristiana ha de tender a hacer vi- se quedará sin saber qué es realmente ese amor
sible este principio configurador de la realidad; del que procede, que le ha dado origen.
tiene que poner de manifiesto que el mundo no Naturalmente, si este paradigma de la praxis
se construye sólo con análisis sociopolíticos ni cristiana no quiere quedarse en declamación re-
42 Creación, gracia, salvación Creación: un amor que da el ser al mundo 43

tórica, habrá de encarnarse (es ésta la intuición En todo caso, resulta reconfortante compro-
más válida de los nuevos modelos de teologías bar cómo hoy se apela precisamente al amor en
políticas). Hablar de una acción específicamente el marco de un discurso técnico sobre los re-
cristiana no equivale a postular una especie de sortes a los que hay que apelar para afrontar con
restauracionismo liquidador del carácter secu- éxito la pavorosa amenaza del colapso ecoló-
lar, antes defendido, de la realidad. El concepto gico. Meadows y Randers, en efecto, advierten
cristiano de «encarnación» significa asumir lo últimamente que sólo «un amor fraternal entre
otro, lo distinto, dejarse permear por lo diverso. la gente» podrá movilizar las voluntades para
El amor cristiano encarnado tendrá, pues, que atajar la catástrofe que se cierne sobre la crea-
aliarse con aquellos proyectos y programas se- ción. No otra cosa se decía más arriba, cuando
culares que persiguen la justicia, la libertad, la se señalaba que la realidad se construirá y sub-
fraternidad, con la clara conciencia de que sólo sistirá si en ella opera el amor creado, prolon-
así podrá ser realmente efectivo. gación del amor creador.

Ahora bien, también es así como se genera **


una incómoda tensión entre identidad y rele- Como se ve, tras un largo rodeo por la temática
vancia. A este respecto, conviene notar que la de la creación, terminamos donde habíamos co-
esencia de lo cristiano, su identidad, consiste menzado: hablando del amor. No podía ser de
justamente en su aptitud para la enajenación, otro modo, toda vez que la fe en la creación no
para la entrega de lo propio. Lo cristiano es —digámoslo una vez más— una teoría sobre
—como Cristo— es lo que debería ser dándose. el origen del mundo, sino una interpretación
Por eso, el dilema identidad-relevancia es un religiosa de lo mundano en su última raíz y,
falso dilema, pues plantea una falsa alternativa. consiguientemente, un modo específico de estar
A los creyentes corresponde actuar las obras del y actuar en el seno de la realidad creada.
amor, no detentar su monopolio. Si otros tam-
bién las hacen, o si nosotros las hacemos con Si hemos comprendido esto, comprendere-
ellos y son ellos quienes, a la postre, se las mos también por qué dicha fe es el punto de
apropian, nada de ello tendría que resultar trau- partida de nuestro credo y el presupuesto del
mático; simplemente, se habría verificado por discurso cristiano sobre la salvación.
enésima vez la parábola del grano que da fruto
si se entierra y muere.
El hombre: hacia la recomposición de la imagen 45

2 Huelga decir que, de un tiempo a esta parte,


la unanimidad se ha roto. La imagen íntegra e
El hombre: hacia la intacta que sucesivas generaciones se fueron
recomposición de la imagen transmitiendo es, al día de la fecha, una imagen
en fragmentos. ¿Es posible proceder a su re-
composición, recuperar sus rasgos básicos? Para
ello será preciso abordar tres cuestiones crucia-
les: a) qué es el hombre; b) quién es el hombre;
c) cómo es el hombre. A ellas, la fe cristiana
responde así: a) el hombre es uno en cuerpo y
alma; b) el hombre es persona; c) el hombre es
El relato bíblico de la creación (Gn 1) nos hace libre.
saber que Dios culminó su obra poniendo al
frente de ella al ser humano, imagen suya, para La antropología teológica
que en su nombre la presida, la gobierne y la ante la imagen en fragmentos
conduzca hacia la consumación.
«¿Qué es el hombre? Muchas son las opiniones
Esta condición icónica del hombre formó que el hombre se ha dado y se da sobre sí mismo.
parte durante siglos de la cultura dominante. Es Diversas e incluso contradictorias: exaltándose
muy cierto que el hombre ha sido siempre pro- a sí mismo como regla absoluta o hundiéndose
blema para sí mismo, y que en la crónica y hasta la desesperación» (Gaudium et Spes, 12).
radical extrañeza que la propia identidad le sus-
cita se emplaza el origen de toda filosofía. La En este texto del Vaticano n se recoge con-
pregunta sobre el hombre está dramáticamente cisamente el actual estado de la cuestión antro-
abierta ya por el mero hecho de la existencia de pológica y se mencionan las dos posiciones ex-
quien la formula, y seguramente ha de seguir tremas de una variada gama de respuestas,
estándolo. Pues bien, la definición bíblica del de las que puede ser útil recordar las más rele-
hombre («imagen de Dios») funcionó como el vantes.
punto de referencia común al que se remitían En la zona baja del espectro, esto es, en el
las diversas respuestas y contribuyó decisiva- arco de las interpretaciones desencantadas, se
mente a la configuración de una lectura huma- encuentran las siguientes: pasión inútil, ser para
nista de la realidad. la muerte, carnívoro agresivo, mono desnudo,
46 Creación, gracia, salvación El hombre: hacia la recomposición de la imagen 47

ser dotado de sinrazón, mecanismo autocons- deviniente, cuya meta es la homoousía —o con-
ciente programado para la preservación de sus sustancialidad— con lo divino, proclamada en
genes y equipado con un ordenador locuaz... el concilio de Calcedonia y cuya suprema en-
Esta última definición me parece excelente. carnación se ha alcanzado, por el momento, en
La he acuñado yo mismo, pero sin ninguna pre- un hijo de hombre (Jesús de Nazaret) que osó
tensión de originalidad; en realidad, es un hí- autotitularse «hijo de Dios». Otro filósofo, éste
brido de dos paradigmas antropológicos muy cristiano (X. Zubiri), dirá, en fin, que «el hom-
acreditados en ciertas áreas de la actual cultura bre es una manera finita de ser Dios real y efec-
dominante: el que considera al ser humano como tivamente», o que «la persona humana es en
una entidad física, algo así como un robot op- alguna manera Dios; es Dios humanamente».
timizable, y el que ve en él un animal hiper- Con todas estas interpretaciones de lo hu-
complejo o un mono que ha tenido éxito. «So- mano ha de confrontarse hoy la lectura cristiana
mos autómatas conscientes, ... miembros de la del hombre, lo que en la jerga del oficio se llama
gran familia Mecano ..., fabulosa polimáquina la antropología teológica. Pero ¿qué es en rea-
cuyo centro es el sol y cuyos pseudópodos se lidad esa antropología teológica?
extienden sobre la tierra y se prolongan en la
sociedad humana», dirá el antropólogo fisica- Como gustaba de repetir Rahner —si bien
lista. «Somos máquinas de supervivencia, ve- en un sentido diverso del que le daba Feuer-
hículos autómatas programados a ciegas con el bach—, la entera teología cristiana es antropo-
fin de preservar las egoístas moléculas conoci- logía; el discurso sobre Dios es discurso sobre
das con el nombre de genes», asevera el socio- el hombre. Con lo cual no se quiere significar,
biólogo confeso. claro está, que la cuestión-D/os haya perdido
relevancia para los creyentes; lo que se pretende
Pero no todo el mundo piensa hoy así, afor- decir es que tal cuestión, cristianamente plan-
tunadamente. En la parte alta de la gama de teada, encubre y conlleva la cuestión-hombre.
respuestas se emiten mensajes de contenido mu-
cho más esperanzador. Y, así, el último Hei- La fe cristiana, en efecto, es la única que se
degger habla del hombre como «pastor del ser», ha atrevido a sostener algo tan escandalosamente
espacio privilegiado de la epifanía del ente. Un inaudito como que el creador ha devenido, él
pensador neomarxista (E. Bloch) sostendrá que mismo, criatura; que Dios se ha hecho hombre.
el hombre no es Dios, como estimaba Feuer- El Dios de los cristianos no es la deidad lejana
bach, pero lo será; es, pues, una especie de dios y hermética del pensamiento griego, ni el Poder
48 Creación, gracia, salvación El hombre: hacia la recomposición de la imagen 49

temible e incógnito de la religiosidad pagana. no II— el misterio del hombre sólo se esclarece
El Dios cristiano es Enmanuel, Dios-con-no- en el misterio del Verbo encarnado» (Gaudium
sotros, un Dios con nombre y perfil entrañable- et Spes, 22). De hecho, y como es sabido, las
mente humanos. Porque ha habido un momento primeras tomas de postura de la fe de la Iglesia
en la historia en que ver, oir y acoger a un sobre la condición humana se hacen en un con-
hombre era ver, oir y acoger a Dios en persona, texto no antropológico, sino cristológico.
por eso y desde ese momento la causa de Dios
se identifica con la causa del hombre, y el hom- Así pues, la tarea de una antropología teo-
bre es para la fe cristiana lo que Feuerbach y lógica que no quiera quedarse en simple doblaje
Marx decían que debía ser: el ser supremo para de la antropología filosófica consistirá en pro-
el hombre. ferir un discurso tal sobre el hombre que haga
posible e inteligible el anuncio cristiano de la
Por consiguiente, la antropología teológica, encarnación de Dios. Este discurso deberá mos-
el ensayo de comprensión del fenómeno humano trar la pertinencia de la definición zubiriana an-
desde la fe, no es un sector más de la teología, tes citada (el hombre, manera finita de ser Dios)
sino que es su sector crucial. Por eso he adver- y de su teorema recíproco: Dios, manera infinita
tido antes que todas las definiciones reseñadas de ser hombre. O, con otras palabras, que «hom-
más arriba deben interesar a los creyentes: por- bre es el diminutivo de la divinidad, y la divi-
que en ellas se toca, de uno u otro modo, el nidad es el superlativo de hombre» (J. Pépin).
núcleo de su fe.
Ahora bien, para ponderar la validez de cada La categoría bíblica «imagen de Dios», si
una de ellas, los cristianos no contamos con un se la contempla complexivamente —no sólo en
sistema cerrado de respuestas. Contra lo que su versión veterotestamentaria, sino también
podría pensarse, la teología no posee una teoría desde la lectura que Pablo hace de ella—, for-
completa y autosuficiente sobre el hombre. Lo mula esta respectividad recíproca Dios-hombre,
que hace la fe es marcar unos mínimos antro- hombre-Dios. Ambos se encuentran frente a
pológicos. Y ello porque, según el Nuevo Tes- frente, se tratan de tú a tú y se vinculan final-
tamento, lo que define lo humano no es un puro mente («de modo indiviso e inseparable», aun-
quid abstracto, sino una concreta realidad vital; que también «de modo inconfuso e inmutable»,
no algo, sino alguien, es la explanación con- decía Calcedonia) en Jesús, el Cristo.
sumada de la pregunta que el hombre es para O, lo que es equivalente: la antropología
sí mismo: «en realidad—dice el concilio Vatica- cristiana ha de nutrirse de la «sospecha» cris-
50 Creación, gracia, salvación El hombre: hacia la recomposición de la imagen 51

tológica, y la cristología ha de alumbrar el ho- tres asertos disfruta del privilegio del consenso.
rizonte de comprensión del discurso antropo- En torno a cada uno de ellos se registran dis-
lógico. crepancias clamorosas, como ponían de mani-
Así las cosas, ¿cuál sería el cometido más fiesto algunas de las definiciones aducidas más
urgente de la actual antropología teológica? A arriba. Son —recordémoslo— los siguientes: a)
mi entender, fijar con alguna precisión lo que el hombre es «uno en cuerpo y alma» (Gaudium
antes he llamado los «mínimos antropológicos», et Spes, 14); b) el hombre es persona; c) el
aquellos rasgos básicos de lo humano que hacen hombre es libertad responsable.
viable la relación hombre-Dios y, por ende, la
encarnación del propio Dios. La tarea pendiente El hombre es uno en cuerpo y alma
de una lectura cristiana del hombre que quiera
recoger los retos de las antropologías contem- Con esta formulación, la fe cristiana trata de
poráneas es diseñar las estructuras adámicas que responder a la primera de las tres cuestiones que
hacen posible el destino crístico del ser humano. habíamos planteado más arriba, la que versa
sobre el quid del hombre: ¿qué es, de qué está
A este propósito, y según se anunció ante- hecho el ser humano, cuáles son sus ingredientes
riormente, dedicaremos nuestra atención en básicos? La respuesta contiene tres afirmacio-
cuanto sigue a los tres enunciados en los que nes: a) el hombre es cuerpo; b) el hombre es
—a mi juicio— está en juego hoy la suerte de alma; c) el hombre es uno en cuerpo y alma.
la antropología en general (esto es, el lógos ra-
cional sobre lo humano) y de la antropología a) El hombre es cuerpo
teológica en particular (esto es, la visión cris-
tiana del hombre). La experiencia originaria que el ser humano hace
de sí mismo no es la del cogito cartesiano, la
Durante mucho tiempo, prácticamente hasta de una conciencia pensante; es la experiencia de
el siglo pasado, estos tres enunciados fueron un yo encarnado. La determinación cristológica
patrimonio común e indiscutido de la cultura de la antropología cristiana fue decisiva para
occidental. Naturalmente, se entendían de forma integrar el cuerpo en la verdad del hombre y
distinta y se modulaban en tesituras diversas, superar los arraigados tabúes dualistas al res-
según las variables tendencias y modas filosó- pecto. El texto de Jn 1,14, en su crudo laconismo
ficas o teológicas, pero no se cuestionaba su («el Lógos se hizo carne»), fue la instancia de-
tenor literal. Hoy, en cambio, ninguno de los cisiva que permitió recuperar la carnalidad (y
52 Creación, gracia, salvación
El hombre: hacia la recomposición de la imagen 53

con ella la mundanidad, la temporalidad y la llama «body» o «tronco»; expresiones como


historicidad) y rechazar la fortísima tentación «sorber el coco», «ir de cráneo», «tener morro»,
que los espiritualismos desencarnados han su- «hacer lo que me pide el cuerpo», amén de otras
puesto siempre para una adecuada comprensión resueltamente irreproducibles, han tomado el re-
del fenómeno humano. levo del vocabulario animista corriente hasta no
hace mucho en el lenguaje coloquial («alma ben-
En cuanto cuerpo, el hombre (adam) es de dita», «alma candida», «con el alma en un hilo»,
la tierra {de la adamah), dice el relato yahvista «me duele en el alma», «te quiero con toda el
de los orígenes (Gn 2); está ligado a ella por alma», etc.).
una doble relación de origen y de destino (de
ella fue tomado y a ella volverá). Por el cuerpo, A decir verdad, esta pretendida recuperación
además, se dice a sí mismo; él es su expresión del cuerpo se convierte pronto en una lectura
comunicativa, la mediación de todo encuentro, selectiva de la corporeidad: no es el cuerpo en
como escribía hermosamente G. Marcel. En cuanto tal lo que se valora, sino los cuerpos
cuanto cuerpo, en fin, el ser humano es cons- bellos, jóvenes y sanos de la beautiful people
titutivamente mundano (el mundo es su casa, no (la llamada «gente guapa»). Dicha selectividad
su cárcel, como pensaba Platón) y temporal (esto implica, por extraño que parezca, un idealismo
es, obligado a realizarse sucesivamente, histó- subrepticio que pugna por obtener la imagen
ricamente) . arquetípica del cuerpo no respetando la totalidad
de sus aspectos, sino reteniendo unos y dese-
Ninguna antropología niega hoy estos datos;
chando otros. No se acepta el cuerpo en sus
ninguna considera el cuerpo con la hostilidad
límites; se le finge atemporal, aséptico, atlético,
solapada o declarada que tan frecuente fue en
ilimitadamente joven, inmarcesiblemente bello,
otras épocas. Desde el punto de vista teológico,
invulnerablemente sano.
por tanto, el cuerpo no es problema hoy porque
se le ignore o minusvalore. Lo es más bien por
Si bien se mira, lo que late en el fondo de
todo lo contrario.
estas campañas de rehabilitación del cuerpo
Estamos asistiendo, en efecto, a su resacra- (apoyadas en la poderosa influencia de los me-
lización neopagana; tras los tiempos del tabú, dios audiovisuales) es la patética indigencia de
los tiempos del tam-tam. La jerga urbanita del las antropologías para las que el hombre es sólo
momento da fe del proceso de somatización in- cuerpo y que, por consiguiente, sólo pueden
tensiva actualmente en curso; al vecino se le confiar en el aerobic, la cosmética y los pro-
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gresos de la cirugía plástica cuando se interrogan cual se la confina en los ámbitos suburbiales
acerca del futuro que le aguarda. hasta entonces habitados por el cuerpo.
Naturalmente, nada de esto encaja en la sen- Y, así, las voces alma o espíritu no figuran
sibilidad cristiana, que no entiende qué sentido en el índice analítico del célebre Catecismo Ho-
puede tener rehabilitar algo que está habilitado landés de los años sesenta, ni en diccionarios
de antemano para la resurrección gloriosa. La como «Conceptos fundamentales de Teología»
fe en la resurrección, y no el culto pagano e (que sí incluye, en cambio, un excelente artículo
idealista del cuerpo, es la más alta forma de sobre la «corporalidad» firmado por J.B. Metz).
fidelidad a éste y el antídoto más efectivo contra Más sorprendente aún resulta la ausencia del
su devaluación. término Seele (alma) en el nuevo ritual de exe-
quias alemán, habida cuenta del empleo masivo
b) El hombre es alma que de él se hacía en rituales anteriores.
Frente a las interpretaciones del hombre como De un tiempo a esta parte, sin embargo, las
cuerpo en sentido exclusivo, la antropología perplejidades van despejándose, como lo testi-
cristiana completa esa afirmación con esta otra: fica la aparición en los dos últimos lustros de
el hombre es alma. La teología manualística diversas monografías teológicas —no sólo ca-
preconciliar privilegió desconsideradamente tólicas, sino también protestantes— sobre el
este elemento, ofreciéndonos una imagen del alma, en las que leemos frases como éstas: «to-
hombre más propia de una psicología racional davía hoy... el alma es irrenunciable para la
que de una antropología teológica. Esta situa- teología»; «la renuncia al concepto de alma o la
ción era insostenible, y a partir de los años se- reserva ante él» constituyen «una injustificada
senta se hace ostensible un cambio de rumbo. automutilación de la teología». Al día de la fe-
Los teólogos comienzan a ocuparse seriamente cha, no conozco a ningún teólogo cristiano, sea
de la corporeidad en artículos de diccionarios y cual fuere su confesión, que cuestione la exis-
en trabajos monográficos. tencia del alma y la necesidad de contar con ella
para dar razón del fenómeno humano. No hay,
Correlativamente, sin embargo, se tiene la en suma, una versión, por así decir, des-
impresión de que la temática del alma resulta almada de la antropología cristiana.
embarazosa; no se sabe muy bien qué hacer con
ella o cómo hablar de ella. En ciertos casos, se ¿Y cuál es el contenido que Ja teología ad-
produce un reajuste compensatorio, en virtud del judica a la idea de alma? No existe una deter-
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minación canónica, vinculante, de la misma. por alma resulta ineludible entender lo que H.
Las declaraciones magisteriales acerca de ella Thielicke llama el «momento óntico» especifi-
—por lo demás muy escasas—, o tratan de su cativo de lo humano, el co-principio transma-
función (concilio de Vienne) o de alguna de sus terial y transorgánico del ser del hombre, irre-
cualidades (concilio v de Letrán). Pero ninguna ductible a su dimensión físico-químico-bioló-
se pronuncia sobre su estatuto ontológico. gica (aunque ineludiblemente condicionado por
Así pues, la fe cristiana no exige una on- ella), que avala y tutela la plusvalía del individuo
tología precisa y rigurosa del alma. En realidad, humano concreto y su carácter de interlocutor
la afirmación de su existencia es de índole más de Dios, oyente y respóndeme de su palabra.
axiológica o dialógico-soteriológica que onto-
c) El hombre es uno en cuerpo y alma
lógica. Diciendo que el hombre es alma —y no
sólo cuerpo—, se quiere decir: a) que el hombre Por último, el hombre —que es cuerpo y es
vale más que cualquier otra realidad mundana alma—es también, y sobre todo, «uno en cuerpo
(afirmación axiológica); b) que es capaz de man- y alma». Frente a una comprensión dicotómica
tener un diálogo salvífico con Dios (afirmación o dualista del ser humano, según la cual éste
dialógico-soteriológica); significativa a este res- sería dos cosas unidas —cuerpo más alma—,
pecto es la definición de Ratzinger: con la idea la antropología bíblica lo contempla como uni-
de alma se expresa «la capacidad de referencia dad psicosomática: el hombre entero es, indis-
del hombre a la verdad, al amor eterno». tintamente, cuerpo animado!alma encarnada.
Sin embargo, esta concepción axiológica o Es esta visión unitaria la que subyace al
relacional del alma está reclamando, a mi juicio, modo de entender el origen y el fin del ser hu-
una ulterior fundamentación ontológica, sin la mano: todo el hombre es creado por Dios; todo
cual el propio concepto se revelaría inconsis- el hombre será salvado en su integridad cor-
tente a la larga. El plus de valor y de capacidad póreo-espiritual (resurrección), y no en la su-
dialógica y operativa demanda un plus de ser. perviviencia fraccionaria de una de sus presuntas
En efecto, no es posible soslayar preguntas «partes» (inmortalidad del alma sola).
como éstas: ¿por qué el hombre vale más?; ¿por En fin, la misma economía de la salvación
qué él, y sólo él, puede escuchar a Dios e incluso está suponiendo esta unidad: lo espiritual no se
responderle? Sólo si el hombre es más, tienen dispensa en una intangible inmaterialidad, sino
tales preguntas adecuada respuesta. Así pues, que se ofrece siempre corporalizado. La encar-
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nación, la Iglesia y los sacramentos son la con- El hombre, en efecto, no es cuerpo más
creción visible y palpable del don de Dios, que alma, al modo de dos entidades completas que
ha asumido esa estructura sacramental para así preexistieran como tales a la unión y que sólo
hacerse «connatural» a sus destinatarios, ajus- en un segundo momento se adosarían la una a
tándose en su emergencia histórica a la peculiar la otra. No; el ser humano es «todo entero y al
conformación ontológica de los mismos. mismo tiempo lo uno y lo otro, alma y cuerpo»
No extrañará, por tanto, que la afirmación (K. Barth); el hecho de distinguir esos dos mo-
de la unidad en que el hombre consiste — o , mentos estructurales en el ser único y unitario
mejor, que el hombre es— sea uno de los po- que es el hombre no autoriza a numerarlos como
quísimos requisitos antropológicos que el ma- si fuesen unidades sumables.
gisterio solemne de la Iglesia se ha creído en el Últimamente, un teólogo protestante (J.
deber de estipular, desde el concilio de Vienne Moltmann) y un filósofo católico (X. Zubiri)
(DS 900-902) hasta el Vaticano n (con la for- han hecho valiosas sugerencias sobre el modo
mulación que encabeza este apartado). de concebir la unidad corpóreo-espiritual del
Una vez sentado el hecho como uno de los hombre. El esquema hilemórfico, que confería
datos irrenunciables de la visión cristiana del una prioridad formal y metafísica al alma/es-
hombre, corresponde al pensamiento creyente la píritu sobre el cuerpo/materia, resulta hoy anti-
indagación sobre el modo de entenderlo. En la cuado; desterrado el hilemorfismo de la onto-
historia de la teología se encuentran diversos logía en general, no se ve cómo justificar su
modelos explicativos de la unidad sustancial; los idoneidad en el sector particular de la antropo-
teólogos medievales hicieron de este asunto logía.
tema destacado de su reflexión, aunque (a decir
verdad) parece corresponder más a la filosofía Mejor será, por tanto, pensar la unión de los
que a la teología. dos principios metafísicos espíritu/materia
como «conformación pericorética» en la que
En todo caso, lo que debiera quedar claro
ambos se informan recíprocamente (Moltmann)
en cualquiera de las explicaciones que se ofrez-
o «se co-determinan ex aequo» (Zubiri), sin que
can es que no basta con entender la unidad cuer-
el alma ostente un rango ontológico superior al
po-alma como mera contigüidad de jacto —se-
del cuerpo.
gún pensaba Descartes— o como simple unión
dinámica—al estilo del dualismo interaccionista En cualquier caso —y de esto ya se había
recientemente propuesto por Popper y Eccles. percatado el genio de Tomás de Aquino—, alma
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y cuerpo, psique y organismo, no denotan en- ya resulta tópica. Como tópica es también la
tidades adecuadamente distintas; toda la psique constatación correlativa, a saber, que ese con-
es orgánica, todo el organismo es psíquico; no cepto se acuñó en el contexto de los debates
cabe, en consecuencia, separar quirúrgicamente patrísticos sobre el misterio trinitario.
en la realidad físico-concreta lo anímico y lo Sea como fuere, lo cierto es que la idea de
somático, lo psíquico y lo orgánico. persona goza en Occidente de una venerable
La visión cristiana del hombre, en suma, no antigüedad. Por ello sorprende comprobar,
es (no puede ser) dualista: tiene que oponerse a como observa H. Mühlen, que «todavía está por
todo intento de esclarecer la condición humana hacer una teoría verdadera y completa de la per-
en términos de dos realidades mutuamente ex- sona».
trañas u hostiles, o simplemente yuxtapuestas.
Y ello, no sólo por razones antropológicas, sino a) La idea de persona
también (y muy señaladamente, como advirtió
el concilio de Vienne) por razones cristológicas. La idea, en efecto, parece condenada a oscilar
¿Cómo, en efecto, sostener la relevancia sote- indefinidamente entre los dos polos de un sus-
riológica de la muerte y la resurrección de Je- tancialismo des-relacionado (véanse las defini-
sucristo (eventos corpóreos donde los haya) si ciones medievales, desde Boecio hasta Escoto)
el cuerpo no pertenece a la verdad del hombre- y de una relación de-sustanciada (presente en el
Jesús, o es un mero accidente de su realidad personalismo dialógico de Buber y Ebner y en
humana? el actualismo puntual de ciertas teologías pro-
testantes).
El hombre es persona El caso es que no se comprende muy bien
por qué han de plantearse antinómicamente esos
Con este enunciado, la fe cristiana responde a dos polos. Persona es, por de pronto, el ser que
la segunda gran pregunta sobre el ser humano: dispone de sí. El ser-en-sí, el momento de la
la que versa sobre el quién; el hombre no es «subsistencia» (Tomás de Aquino) o de la «sui-
sólo algo, es alguien; no es sólo naturaleza, es dad» (Zubiri) es la infraestructura óntica indis-
persona. pensable para una atinada comprensión del ser
¿Cómo y dónde nació el concepto de per- personal; pero, por otro lado, dicho momento
sona? La constatación de que el pensamiento no es el constitutivo formal de la razón de per-
griego no lo conoció ha sido tan repetida que sona; tal constitutivo es la relación, el ser-para,
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no la subsistencia. La persona es aquel ser que Resulta irónico, en efecto, comprobar cómo,
dispone de sí (subsiste) para hacerse disponible en el último tercio del siglo x x , la situación
(para relacionarse), si bien —claro está— sólo parece reeditar el punto de partida del siglo m:
puede hacerse disponible (relacionarse) si dis- ¿hay realmente una dialéctica naturaleza-per-
pone de sí (si subsiste). sona, objeto-sujeto, o las categorías de persona
Subsistencia y relación, pues, lejos de ex- y sujeto son constructos especulativos vacuos,
cluirse, se implican mutuamente. Una subsis- sin correspondencia en la realidad?
tencia sin relación conduce derechamente, pri- La negación estructuralista de esas nociones
mero, al solipsismo (Descartes), y después a la (el hombre es «chose parmi choses», al decir de
negación de la subjetividad concreta (Hume, Lévi-Strauss), la reconversión conductista del
idealismo, marxismo). Pero una relación sin hombre en una caja negra con estímulos de en-
subsistencia (Buber, Brunner) termina revelán- trada y respuestas de salida, la homologación
dose insostenible, al faltarle el núcleo generador fisicalista de la mente humana y el artefacto
de la relación misma y el centro al que referir cibernético han llevado, del «yo pienso» carte-
dicha relación. Como observa Thielicke, si hay siano, al «se piensa» lévi-straussiano, a la pos-
una historia de la relación y si hay una conti- tulación de la desidentificación o desintegración
nuidad del yo relacionado, ese yo tiene que ser de un self que no sería sino una tarjeta de plástico
algo más que una agregación de actos puntuales útil para visitar la comisaría del distrito, o «un
surgidos —por así decir— ex nihilo sui et su- recurso para representar un sistema de respues-
biecti. Sin el momento de la subsistencia, apos- tas funcionalmente unificado» (B.F. Skinner).
tilla Zubiri, «el yo personal sería un sujeto eva- Realmente, si el hombre «es sólo un pequeño
nescente». engranaje en el complejísimo mecanismo uni-
versal» (L. Ruiz de Gopegui); si, como vaticinan
b) La actual crisis del carácter
algunos expertos en cibernética y robótica, la
personal del hombre
máquina «inteligente» (?) está en trance de de-
Pero, al margen de esta discusión técnica (en la venir una especie de «sujeto artificial» capaz de
que debiera entender una antropología filosófica superar con creces las prestaciones del «sujeto
antes que una antropología teológica), lo que natural» que es el ser humano; si no puede man-
más interesa en el actual contexto cultural es la tenerse abierta por más tiempo la brecha entre
crisis que se registra hoy en torno a la realidad natura y cultura, genes e individuo, animal y
misma de la persona. hombre, entonces a éste sólo le resta dimitir de
64 Creación, gracia, salvación El hombre: hacia la recomposición de la imagen 65

su presunta plusvalía, renunciar al sueño de su piens, especímenes de la opulenta intelligentza


peculiar dignidad y sumergirse beatíficamente del Primer Mundo. ¿A qué clase de «gozosa
en el magma panteísta de la pirámide biótica. comunión con el universo entero» pueden as-
No otra cosa es lo que nos recomienda un pirar los parados, los campesinos latinoameri-
reputado profesor hispano de filosofía (J. Mos- canos expropiados de sus tierras, los mineros
terín): «no somos hijos de los dioses; somos bolivianos, los somalíes que se mueren de ham-
nietos de los monos arborícolas y primos de los bre, los masacrados del horror inacabable de
chimpancés. Y a mucha honra. No somos el Bosnia...?
ombligo del mundo... Sintámonos inmersos en
la corriente de la vida y en gozosa comunión c) La imagen de Dios es persona
con el universo entero. En la lucidez incandes- Si a los miserables y desposeídos de este mundo
cente de la conciencia cósmica se esconde la se les sustrae incluso el derecho a decir —pese
promesa de la sabiduría y la felicidad». a todo— «yo soy», ¿qué es lo que les queda?
Por si hubiera alguna duda, el mismo pro- Los que no son nadie, los que, por no tener, no
fesor apostilla que «nosotros, los humanes, no tienen ni siquiera un ser que les permita decir
somos más que una especie animal entre otras... yo, ¿qué título exhibirán para exigir justicia? La
Desde luego, un human se parece más a un aceptación o el rechazo de la idea de persona
orangután que cualquiera de los dos a una mos- es una cuestión política, no sólo ontológica; tie-
ca. Es cierto que nosotros somos los parientes ne una repercusión inmediata en el orden ético-
listos, ricos y poderosos; pero ello no impide social, y no sólo en el empíreo de la especu-
que pertenezcamos a la misma familia». lación metafísica. La negación ideológica del
No nos extrañemos, pues, de que un pres- ser personal del hombre es, so capa de un pre-
tigioso psiquiatra (C. Castilla del Pino) sostenga tendido progresismo, el brutal golpe de mano
que «afirmar en serio " y o soy" es cosa de lo- del Poder, que segrega una coartada «intelec-
cos». O que G. Vattimo, destacado represen- tual» para legitimar sus abusos e impedir que
tante del pensamiento posmoderno, prescriba a sus víctimas apelen al derecho.
la antropología, como terapia ineludible, «una El procedimiento es tanto más inicuo cuanto
cura de adelgazamiento del sujeto», equivalente que, en apariencia, no recurre a la coacción fí-
en la práctica a su pura y simple extinción. sica (al menos de entrada o en primera instan-
Naturalmente, estas manifestaciones las fir- cia), tan descarada siempre, sino a la sutil ne-
man ejemplares bien nutridos de Sapiens sa- gación del supuesto de todo movimiento reivin-
66 Creación, gracia, salvación El hombre: hacia la recomposición de la imagen 67

dicativo, que exige la presencia de un yo, sujeto hombre, secuela indiscernible, por lo demás, de
de una dignidad inviolable y de una identidad la proclamación de la muerte de Dios.
intransferible, para admitir a trámite su causa.
Si no hay tal yo, es obvio que no hay posibilidad Porque, efectivamente, si Dios ha muerto,
de dar curso legal a su denuncia. la imagen de Dios se queda sin referente y sin
respaldo, y puede entonces procederse pacífi-
Pues bien, a esta retrogradación de lo hu- camente a su demolición. El triste destino de
mano al nivel de lo maquinal o lo animal, a esta los humanismos laicos, florecidos en la euforia
antropología reconvertida en «entropología» filantrópica del deísmo o en el optimismo fini-
—Lévi-Strauss dixit—, la fe cristiana no puede secular de la fe en el progreso —desaparecidos
sino oponer un no categórico. El concepto bí- hoy o recluidos en las pequeñas islas de lo que
blico de «imagen de Dios» induce, decíamos alguien ha llamado los «humanismos resisten-
antes, una respectividad recíproca en la relación tes»—, certifica la justeza de la secuencia muer-
Dios-hombre. Dios es el tú del hombre; el fondo te de Dios-muerte del hombre profetizada por
último de lo humano es la apertura constitutiva, Nietzsche y puesta al día por Foucault.
inexorable, a Dios. Pero, además (lo que es más
sorprendente), el hombre es el tú de Dios. Cuan-
do Dios mira a esa criatura suya, se encuentra El hombre es libertad
reflejado en ella. Cuando Dios crea a Adán, no La idea de libertad es inseparable de la de per-
crea una naturaleza entre otras, ni una cosa entre sona, y viceversa: todo ser personal es libre;
otras, sino a su «tú». Y lo crea llamándolo por todo ser libre es persona. Por eso, allí donde se
su nombre, poniéndolo ante sí como ser res- rechaza ésta, tal rechazo va precedido o seguido
ponsable ( = dador de respuesta), sujeto e in- por el de aquélla. Las actuales negaciones de la
terlocutor de un diálogo interpersonal. Crea, en libertad, en efecto, se inscriben en el marco de
suma, no un mero objeto de su voluntad, sino las antropologías antipersonalistas recién alu-
un ser co-rrespondiente, capaz de responder al didas: el conductismo, el estructuralismo, el re-
«tú» divino, porque es capaz de responder del duccionismo biologista y la antropología ciber-
propio yo; crea una persona. nética.
Este concepto es, pues, irrenunciable para
la antropología cristiana, pero lo es también para a) El «no» a la libertad
cualquier cosmovisión humanista. Al margen de No se crea que este rechazo del carácter libre
él sólo resta la proclamación de la muerte del del hombre se produce de forma solapada o si-
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bilina; bien al contrario, las formulaciones res- dadanía. La historia deviene —como quería Alt-
pectivas no dejan nada que desear en punto a husser— «un proceso sin sujetos ni fines». Se
contundencia. «Niego rotundamente que exista confirma así, por si aún fuera preciso, la in-
la libertad», declara el protagonista de la novela humanidad, antes denunciada, de las antropo-
futurista de Skinner. «Nuestra libertad es sola- logías antipersonalistas, que llevan en su seno
mente un autoengaño», estima E.O. Wilson, el (lo reconozcan o no) el germen del peor de los
padre de la sociobiología. El sentimiento de li- totalitarismos.
bertad «es sólo un espejismo», opina Ruiz de
Gopegui. b) Fe cristiana y libertad
La negación de la libertad individual con- Para los creyentes, la afirmación de la libertad
lleva lógicamente la de las libertades sociales. humana es irrenunciable; con ella estamos ante
La sociedad humana del futuro funcionará bajo la tercera gran cuestión enunciada al comienzo
controles accionados por el sociólogo (Skinner), de este capítulo: la que se refiere al cómo del
el biólogo (Wilson) o el ordenador superinteli- ser del hombre. Según la fe, en efecto, el mundo
gente (Ruiz de Gopegui); la ingeniería social, no es el escenario de unos poderes cósmicos
la ingeniería genética o la ingeniería cibernética anónimos, ni el espejo de un monólogo divino
ahorrarán al tecnopolita de las próximas gene- que acciona unilateralmente los hilos de la tra-
raciones el pondus del responderé, el peso de ma, sino el resultado del diálogo entre dos li-
la responsabilidad, que se transfiere a las ins- bertades, la divina y la humana.
tancias impersonales antes mencionadas.
Más aún, la fe se comprende a sí misma
Las consecuencias que de ahí se desprenden
como respuesta libre a una llamada libre (el
son enormes. En un mundo donde nada escapa
«convertios» del pregón inaugural de Jesús: Me
a la perentoriedad de las leyes físicas o de las
1,15) que supone en los destinatarios de la buena
pulsiones biológicas, el hombre puede ser un
nueva la capacidad de cambiar responsablemen-
mono que ha tenido éxito o un robot manifies-
te el rumbo de sus vidas.
tamente mejorable, pero no una persona; nadie
es, pues, responsable de nada, y el mejor ré- Así pues, allí donde se plantee el debate
gimen político será la autocracia de una oligar- sobre el ser o no ser de la libertad humana, el
quía iluminada. Efectivamente, frente a la cor- cristiano ha de participar en él, no desde una
tante lucidez de las decisiones matemáticas, las posición asépticamente neutral, sino desde el
opciones divergentes no tienen derecho de ciu- pre-juicio de su condición de creyente, que, por
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serlo, ha puesto ya en juego su índole de ser para llegar a ser lo que quiere ser. La libertad
libre. En efecto, la fe nace de la audición de es, pues, ante todo, una facultad entitativa: dice
una palabra que convoca a la metanoía; que relación a la construcción de la identidad per-
ofrece la liberal gratuidad del perdón y de la sonal.
novedad de vida; que, por tanto, suscita en su Sobre estas bases, puede ser más útil a nues-
receptor la posibilidad de la autodecisión y li- tro propósito recordar brevemente las notas es-
bera su libertad. pecificativas de la idea cristiana de libertad.
Dicho brevemente: creer y hacer la expe- Ante todo, la genuina libertad no es una
riencia de la libertad son una misma y única ausencia de ligaduras, sino una forma de reli-
cosa. Con la libertad humana está en juego la gación. De un modo u otro, esta intuición apa-
permanencia misma del evangelio, de la buena rece reiteradamente en la Escritura y en toda la
noticia, de la oferta de salvación. Estamos ha- tradición cristiana; sólo quien se halla religado
blando, pues, de uno de los mínimos antropo- a un fundamento último puede sentirse des-li-
lógicos innegociables para la visión cristiana del gado, suelto, ante lo penúltimo. Hay, pues, una
hombre. forma de dependencia —la dependencia de
Dios— que, lejos de ser alienante, es liberadora.
No es preciso entrar ahora en la problemática
del concepto mismo de libertad. Demos por Cuando no se reconoce esa dependencia de
supuesto lo más elemental: la libertad no con- lo último, entran en juego otras dependencias
siste única ni principalmente en la capacidad de que, por ser penúltimas, bloquean el dinamismo
optar entre diversas alternativas, no es sola- del hombre hacia lo ilimitado —lo que Gehlen
mente una facultad electiva. Es, sobre todo, llama su «plus pulsional»— y lo ahorman en el
la capacidad que la persona tiene de autode- circuito cerrado de la finitud y la caducidad.
terminarse en orden a su realización (en or- En segundo término, la libertad humana al-
den al fin). canza su más alta forma de realización en la
En efecto, y según se apuntó más arriba, el filiación adoptiva. Pablo y Juan oponen siste-
hombre, ser-en-el-tiempo, no puede realizarse máticamente esclavitud afiliación, no a libertad
de golpe, en un único acto totalizante, sino que (Rm 8,15.21; Ga 4,3-7; Jn 8,32ss). La razón es
ha de ir haciéndose sucesivamente. Al ser hu- clara: somos libres para llegar a ser lo que de-
mano le atañe la condición itinerante: es homo bemos ser, para adquirir nuestra identidad,
viator. Justamente para eso le es dada la libertad: como se ha dicho anteriormente. Y debemos
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ser imagen de Dios en el Hijo, que es por an- sona y libertad— son intercambiables. El amor
tonomasia la imagen de Dios. La libertad más termina revelándose como el sacramento de la
liberada, la mejor libertad, es, pues, la de los libertad y como el fondo último del ser personal
hijos de Dios: «si el Hijo os da la libertad, seréis del hombre. Pero entonces el ideal de la libertad
realmente libres» (Jn 8,36). personal deviene inseparable del de la liberación
Por otra parte, sólo el reconocimiento de una universal. Y el concepto de ibertad incluye los
común paternidad posibilita el ejercicio de las momentos clave del compromiso y la fidelidad,
opciones libres en el marco de una fraternidad sin los cuales la libertad degenera en veleidad
interhumana universal. Porque todos somos hi- pueril y estéril.
jos del mismo Padre, todos somos hermanos;
mis decisiones serán tanto más libres cuanto más **
inequívocamente construyan una sociedad fra-
terna. La teología de la libertad conduce, pues, Dos breves acotaciones para terminar. En primer
derechamente a una teología de la liberación. lugar, las tres cuestiones a las que hemos de-
dicado nuestra atención son cruciales para la
Por último, y prolongando cuanto acaba de antropología teológica y, en general, para la in-
decirse, la libertad cristianamente entendida se terpretación del fenómeno humano. Pero lo más
ejerce en el amor servicial: «habéis sido lla- propio del discurso antropológico cristiano no
mados a la libertad; .. .servios por amor los unos radica en estas cuestiones; consiste en el mensaje
a los otros» (Ga 5,13-15). Un cristiano, pues, no sobre la justificación, la gracia y la salvación
puede admitir que la realización de la libertad consumada. Lo que ocurre es que ese mensaje
consista en la autoafirmación egocéntrica. Ni ni siquiera puede plantearse si antes no se han
puede creer que la única forma de desprendi- esclarecido suficientemente las estructuras bá-
miento de que es capaz el hombre espontánea- sicas del hombre. «La gracia supone la natu-
mente sea el desprendimiento de retina, co- raleza», aunque la naturaleza, en la actual eco-
mo sostiene F. Savater desde su ética del amor nomía, esté ya de antemano atravesada por la
propio. gracia.
En suma, ser libre es disponer de sí para En segundo término, y finalmente, el hom-
hacerse disponible. Como se recordará, exac- bre de nuestros días (como el de ayer y, segu-
tamente eso es lo que decíamos antes que sig- ramente, como el de mañana) se pregunta por
nifica ser persona; los dos conceptos —per- su identidad (con permiso de Castilla del Pino).
74 Creación, gracia, salvación El hombre: hacia la recomposición de la imagen 75

Si la antropología cristiana quiere contribuir al sino el hecho histórico concreto de la encarna-


hallazgo de una respuesta, deberá ser capaz de ción de Dios, a partir de la cual los cristianos
integrar en su reflexión, con generosidad y dis- creemos que la gloria de Dios es captable úni-
cernimiento crítico, el discurso contemporáneo camente en el resplandor de su imagen, el hom-
sobre la condición humana. bre, y que conoce y confiesa a Dios únicamente
Pero tendrá también que hacer ver al lagos quien lo reconoce y lo venera encarnado en esa
profano que la pregunta que el hombre se hace su traducción abreviada que es la persona hu-
(«¿quién soy yo?») sólo se plantea adecuada- mana.
mente cuando se admite a trámite la pregunta
que Dios le hace («¿dónde está tu hermano?»).
Y que ambas cosas, pregunta y respuesta, están
formuladas con sobriedad insuperable en un vie-
jo texto de la sabiduría inspirada: ¿qué es
el hombre para que Dios se acuerde de él?
(Sal 8,5).
El hombre es el ser de quien Dios se acuer-
da, la realidad imborrablemente anclada en la
memoria divina. De ahí que la tarea de la an-
tropología cristiana se reduzca, a fin de cuentas,
a algo tan simple como esto: proclamar que no
puede haber memoria de Dios sin memoria del
hombre, y que nadie puede acordarse de sí mis-
mo sin recordar a su hermano.
Con otras palabras: el móvil que activa la
inquisición de los creyentes sobre el enigma del
hombre no es de orden teórico o especulativo;
es de orden eminentemente práctico y operativo:
¿ cómo tengo que tratar a mi prójimo y por qué?.
El principio inspirador de la respuesta a esta
pregunta tampoco es un enunciado abstracto,
Hombre y Dios, libertad y gracia 77

Ésa es, decíamos, su responsabilidad, su pon-


3 dus: el tener que responder de sí ante el otro.
Hombre y Dios, Pero ¿será verdad que el hombre es libre
libertad y gracia también ante Dios; la criatura ante su creador?
¿No ocurrirá aquí, como en la esfera de la na-
turaleza infrapersonal, que el más fuerte termina
imponiendo su ley, es decir, que—como sucede
tantas veces en la vida ordinaria— el pez grande
se come al chico? ¿Es compatible la soberanía
de Dios con la autonomía del hombre?

Como hemos expuesto en el capítulo anterior, Breve historia del contencioso hombre-Dios
el hombre es, según la Biblia, imagen de Dios. Un Dios infinito, omnisciente, omnipotente,
En cuanto tal, es su tú; Dios lo ha creado para ¿deja todavía algún espacio a la libre decisión
entablar con él un diálogo histórico-salvífico, del ser finito, desesperadamente limitado en su
un intercambio vital en el seno de una relación saber y en su poder? Habida cuenta del colosal
interpersonal.
desnivel vigente entre uno y otro, ¿puede con-
Ahora bien, una relación de ese tipo sólo es templarse realísticamente la posibilidad de un
posible si cada una de las partes está habilitada encuentro de ambas partes en pie de igualdad
para responder libremente a la otra. El diálogo (aunque sea, claro está, una igualdad dialógica,
interpersonal es, pues, un diálogo de libertades. relativa)? ¿O, más que un encuentro, lo que se
Dios, el ser supremamente personal, es supre- daría aquí sería un encontronazo, cuya factura
mamente libre; la persona humana, imagen de pagaría, por supuesto, la parte más débil?
Dios, es también (de ello hemos hablado ya) un
ser libre que puede disponer de sí para hacerse a) Negar a Dios para afirmar al hombre
disponible al tú que le sale al encuentro.
Según el ateísmo postulatorio del siglo xix, la
Y así, por de pronto, el yo humano es libre respuesta a estas preguntas no ofrece duda. La
frente al tú humano; libre para darse o rehusarse, existencia de Dios acaba con la consistencia del
para acoger o rechazar a su prójimo, para or- hombre. Éste, en efecto, no puede sobrevivir a
denar su vida en esta o en aquella dirección...
un encuentro con aquél. Por lo tanto, hay que
78 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 79

optar: o yo o él. Tal ha sido la dramática dis- trar— su existencia: en la cosmología, en la


yuntiva con la que se planteó en el siglo pasado interpretación de la historia y en la antropología.
el problema de la relación hombre-Dios. Pues —sostuvo el ateísmo— ninguna de esas
tres magnitudes precisa de Dios para dar cuenta
Como es sabido, fue Nietzsche quien puso cabal de sí.
en escena a un loco que recorría las calles gri-
tando que había matado a Dios. Feuerbach aña- No la necesita el mundo: las ciencias de la
diría, por su parte, que esa muerte anunciada naturaleza pueden indagar en su estructura y
era precisa, si se quería que el hombre viviera: enunciar las leyes por las que se rige. Tampoco
«yo niego solamente para afirmar; niego el fan- la necesita la historia: el proceso histórico, en
tasma de la religión para afirmar el ser real del su curso y en su término, es desentrañado por
hombre». las ciencias sociales, que estudian las relaciones
El caso es que lo que había comenzado como de producción y los conflictos de clase. El hom-
un rumor, con el pregón callejero de un loco, bre, en fin, es quien menos necesita de Dios:
se extendió rápidamente; más aún, se convirtió como ya se ha dicho, es justamente la afirmación
en tesis consolidada. Marx ratificó vigorosa- de este ser fantasmagórico lo que obsta a su
mente el punto de vista de Feuerbach al escribir autoafirmación.
que «un ser no es subsistente... más que si debe El contencioso hombre-Dios se saldó, pues,
su existencia únicamente a sí mismo. Un hombre en el ateísmo finisecular, con la victoria del
que no vive sino por la merced de otro debe hombre y la muerte de Dios. Los ecos de esa
considerarse como un ser dependiente. Pero yo muerte llegan hasta nuestros días. «Ha muerto
vivo totalmente por la merced de otro si no sólo el viejo Dios —escribe R. Garaudy—, aquella
le debo la continuidad de mi vida, sino (y sobre helada divinidad. Dudo mucho que a sus fu-
todo) si él ha creado mi vida». nerales acuda la juventud dispuesta a llorar...
El pensamiento increyente del siglo pasado El único Dios concebible para estos jóvenes es...
vino, pues, en decretar la muerte de Dios como un dios como fuerza creadora de las cosas to-
condición de posibilidad de la vida del hombre. das». El mismo pensador advertirá, reeditando
Estipuló además, no sin cierta ironía, que dicha a Feuerbach, que «en el marxismo el ateísmo
muerte se había verificado en los tres ámbitos es una consecuencia del humanismo», y en eso
en que sus seguidores habían pretendido, desde se distingue de los ateísmos político y científico
hacía siglos, poder detectar —e incluso demos- de los siglos XVIII y xix: en que está motivado
80 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 81

no tanto por una negación cuanto por una afir- tan viejo que se remonta al siglo iv, y desde
mación: la de «la autonomía del hombre». entonces atraviesa e inquieta a toda la historia
Otro pensador actual, E. Bloch, matizando del pensamiento cristiano.
y prolongando a Feuerbach, estima que lo divino Fue, en efecto, un monje bretón trasplantado
no es sino mera imagen-deseo de lo humano a Roma, de nombre Pelagio, el que puso sobre
consumado, «el ideal hipostasiado del hombre el tapete la disyuntiva, no ya formulada en tér-
aún no devenido en su realidad». Cuando Jesús, minos de «o Dios o el hombre», sino con un
el «hijo de hombre», reclama la igualdad con el enunciado aparentemente menos radical, pero
Padre («el Padre y yo somos uno»; «todo lo que equivalente en el fondo: o la gracia de Dios o
el Padre tiene es mío»; «quien me ha visto a mí la libertad del hombre; o una exaltación de la
ha visto al Padre»; etc.), está formulando la gracia tal que evacúa la libertad, o una afir-
pretensión más revolucionaria y más humana de mación de la libertad tal que evacúa la gracia.
la historia: el cumplimiento de la promesa de la El debate asumirá pronto el inquietante cariz
serpiente («seréis como dioses»), Y cuando el de un ajuste de cuentas: ¿habrá de sostenerse la
concilio de Nicea sanciona para este «hijo de soberanía de Dios a costa de anular la autonomía
hombre» la consustancial idad —no la simple del hombre?; o, a la inversa, ¿habrá que man-
semejanza— con Dios Padre, está canonizando tener la legítima autonomía humana a expensas
y haciendo ortodoxa la aspiración heterodoxa de la indiscutible soberanía divina? ¿Cómo com-
por excelencia: el sueño de Prometeo. paginar la libertad del hombre y la majestad de
Dios? La hegemonía de la gracia divina ¿no
b) Negar la gracia de Dios supondrá el avasallamiento del libre albedrío hu-
para afirmar la libertad del hombre mano?
Convencido de la radical bondad de la na-
El listado de las actuales necrológicas de Dios
turaleza humana, Pelagio y sus seguidores cons-
podría prolongarse sin esfuerzo; a nuestro pro-
truirán un sistema con el que pretenderán opo-
pósito, baste con ese par de ejemplos que hemos
nerse a los nefastos efectos del pesimismo ma-
aducido, porque la historia reciente del litigio
niqueo y del fatalismo pagano, cosas ambas que
entre Dios y el hombre es bien conocida.
abundaban en la Roma de su tiempo. A tal fin
No tan conocido resulta, sin embargo, el elaborarán una teoría de la libertad como fa-
hecho de que este litigio, aparentemente tan mo- cultad esencialmente autosuficiente, capaz de
derno, hunde sus raíces en un viejísimo debate; optar incondicionalmente por el bien por si sola.
82 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 83

En el comportamiento ético humano —dice precisa para ello de la gracia, que, sin embargo,
Pelagio— se distinguen tres aspectos: el poder, no hace inútil el empeño de la voluntad, «pues
el querer y el realizar. El poder el bien radica Dios no obra en nosotros como si tratara con
en la misma naturaleza humana y, por tanto, piedras insensibles, sino con seres dotados de
debe adjudicarse a Dios, que lo otorgó a la cria- razón y voluntad».
tura. En cambio, el querer y el realizar el bien
Pelagio ha olvidado —señala el santo obis-
«han de referirse al hombre, puesto que dimanan
po— que entre la creación y nuestra actual con-
de la fuente de.su albedrío». La gracia sería
dición se ha interpuesto un elemento perturba-
entonces, o la misma naturaleza en que fuimos
dor: el drama de la caída. A consecuencia de
creados, o un auxilio que Dios nos dispensa, no
ésta, sólo con el auxilio de Cristo puede ser
para poder sin más, sino para poder más fácil-
saneada la naturaleza recibida de Adán. De otro
mente el bien que ya podemos naturalmente.
modo, si «la justicia se logra [sólo] con los es-
El más esforzado adversario del pelagianis- fuerzos de la naturaleza, entonces Cristo murió
mo fue san Agustín, quien advirtió con suma en vano».
lucidez dónde radicaba el error pelagiano: en la Por consiguiente —prosigue Agustín—,
pretensión de construir un cristianismo sin Cris- debe rechazarse la alternativa o libertad o gra-
to; en el ensayo de llevar adelante una vida cris- cia: no es lícito «defender de tal modo la gracia
tiana en la que Cristo no fuese necesario y el que demos la impresión de destruir el libre al-
hombre pudiese salvarse por sí mismo. bedrío», como tampoco lo es «afirmar de tal
De ser así —razonaba san Agustín—, se vol- suerte el libre albedrío que, con soberbia im-
vería a la mortal presunción farisaica, que ponía piedad, seamos ingratos con la gracia de Dios».
su confianza en las obras de la ley, esto es, en Así pues, ni la libertad sola ni la gracia sola,
una salvación comprada con una observancia de sino la libertad con la gracia: ahí radica el se-
los mandatos posible merced al solo libre al- creto de nuestra salvación.
bedrío.
La contundente contraofensiva agustiniana
La posición del obispo de Hipona no es otra hizo que el primer asalto de la dialéctica libertad-
que la posición paulina, sobre todo en Romanos gracia se solventara en el siglo v con el reco-
y Gálatas: el hombre de la actual economía, nocimiento del primado de Dios y de su gracia,
solidario en el pecado de Adán, no puede evitar que, lejos de abrogar la libertad, la desata de
por sí solo las transgresiones de la ley de Dios; sus ligaduras y la capacita para el bien.
84 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 85

c) Negar la libertad del hombre Ahora bien: si, en efecto, el hombre es un


para afirmar la gracia de Dios ser corrompido, un sujeto desprovisto de liber-
tad, ¿qué puede hacer en orden a su salvación?
Sin embargo, el equilibrio inestable logrado al La respuesta será: nada. O, lo que es igual: le
término de este primer asalto va a romperse diez resta la sola fe, la pura pasividad de la fe fiducial
siglos más tarde. El agustino Lutero radicalizará (de la confianza ciega), la mano tendida para
la posición del santo que había dado nombre a ver si Dios se digna depositar en ella la limosna
su orden e interpretará el primado de la gracia de su perdón.
como hegemonía exclusivista ante la cual la li-
bertad se disuelve. El «sí» a la gracia, un acto de libertad
También para Lutero la cuestión clave es: o
Dios o el hombre. Pero, a diferencia de Pelagio, La Iglesia, que había defendido la gracia frente
estima que hay que despejar la alternativa op- al naturalismo optimista de los pelagianos, ten-
tando por Dios:/(? sola, gracia sola, Cristo solo, drá ahora que mostrarse beligerante y salir por
Dios solo. Y ello, porque el pecado de los orí- los fueros de la libertad, frente al pesimismo
genes ha infectado al hombre con la concupis- existencial de los luteranos. Y lo hará reiterando
cencia, tan arraigada en el interior del ser hu- el axioma de san Agustín: ni la gracia sola ni
mano caído que nada puede extirparla: ni las la libertad sola.
buenas obras ni los sacramentos. Ella nos hace El hombre —¡también el pecador!— está
dignos del castigo divino y legitima la tesis de permanentemente ante Dios como sujeto res-
una «corrupción de la naturaleza», al hilo de la ponsable, no como mero objeto inerme; es siem-
cual el libre arbitrio ha devenido siervo arbitrio: pre persona, no cosa; el trato que Dios le dis-
«tras el pecado, el libre albedrío es un simple pensa respetará siempre esta estructura básica
título». de la condición humana; de lo contrario, Dios
Según Lutero, esta afirmación de un albedrío no respetaría su propia creación. La prioridad
ya no libre, sino siervo, es crucial; batirse en de la gracia divina es indiscutible, pero no con-
favor de la gracia equivale a batirse en contra lleva la anulación —ni supone la inexistencia—
de la libertad. La no-libertad humana es, a su de la libertad humana.
entender, «el eje del asunto», el quicio sobre el Del sistema luterano, en suma, la Iglesia
que gira su entera comprensión de la justifica- rechazará dos cosas: a) la idea de un pecado
ción del pecador. dotado de tal fuerza devastadora que es capaz
K6 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 87

de corromper incurablemente la creación de Gracia quiere decir que Dios se ha abajado,


Dios; y b) la idea de una soberanía del Dios ha condescendido con el hombre; que el hombre
creador que vacía o aniquila al hombre criatura, se ha trascendido hacia Dios; que, por tanto, la
pues en tal caso la salvación sería la refutación frontera entre lo divino y lo humano no es im-
de la creación, y la gracia conllevaría la pura y penetrable, sino permeable; y que, en fin, todo
simple disolución de la naturaleza. esto acontece gratuitamente: que Dios no tiene
ninguna obligación de tratar así al hombre, ni
a) Qué es la gracia el hombre tiene derecho alguno a ser tratado así
por Dios.
Si la Iglesia asumió frente a Lutero la postura
que se acaba de describir, ello se hizo sobre la Todo este proceso comienza, pues, por el
base de una comprensión tal de la gracia que no don de Dios; el don que Dios hace al hombre,
toleraba una lectura de la relación Dios-hombre v que no es otro que él mismo. La gracia es,
en términos antinómicos. ¿Qué es, pues, la gra- ante todo, gracia (don) increada (de Dios). ¿Y
cia? dónde y cómo se nos ha dado Dios?
En una primera aproximación, por gracia La respuesta del Nuevo Testamento dice así:
hay que entender la realidad del amor infinito «tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo
de Dios dándose y, correlativamente, la realidad único» (Jn 3,16). O bien: «[Dios] no se reservó
de la indigencia absoluta del hombre colmán- ni a su propio Hijo, antes bien, lo entregó por
dose de ese amor divino. El término gracia de- todos nosotros» (Rm 8,31). Así pues, el Padre
nota, por tanto, no una cosa, sino una relación, se nos ha dado dándonos al Hijo.
en la forma del encuentro e intercambio vital
entre dos seres personales. Éste, a su vez, se nos entrega («el hijo de
hombre ha venido... a dar su vida como rescate
La gracia supone, pues, la ruptura de los dos por todos»: Mt 20,28) y nos hace partícipes de
compartimentos estancos en que el pensamiento su existencia gloriosa, de modo que vivimos,
extrabíblico encierra a Dios y al hombre; la sub- sencillamente, de su propia vida: «vivo, pero no
versión de la pirámide ontológica tal y como la yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Ga
pensaron los griegos, en la que el hombre está 2,20). Dicha entrega tiene lugar mediante la efu-
abajo, y Dios arriba, de modo que ni aquél puede sión del Espíritu, por quien podemos dirigirnos
subir adonde éste, ni éste puede bajar adonde a Dios como lo hacía Jesús, a saber, llamándole
aquél. «Abbá» (Rm 8,15).
88 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 89

Resumiendo: la gracia de Dios es gracia de a que este concepto se refiere: el hombre y Dios;
Cristo; la gracia de Cristo es Cristo mismo dán- cómo interaccionan la libertad del hombre y el
donos su vida, conformándonos con él, hacién- don de Dios.
donos «hijos en el Hijo» (Gaudium et Spes, Porque, indudablemente, sigue pesando so-
22,6; cf. Lumen Gentium, 40,1), capacitándo- bre este asunto la grave sospecha que he con-
nos para vivir, sentir, pensar y actuar «como signado anteriormente y que cristalizó en el siglo
él», expresión ésta literalmente paulina (Ef 5,2; xix con el ateísmo postulatorio: la grandeza de
cf. Flp2,5; lCo2,16)yjoánica(Jnl3,34;15,12; Dios sería tal que no dejaría lugar al hombre.
1 Jn 3,16). Así pues, hay que explicar plausiblemente cómo
El don de Dios (gracia increada) transforma la eficacia de la gracia no lesiona ni anula la
real e interiormente al ser humano; el hombre autonomía de la libertad, sino que la corrobora
agraciado es capaz de actos y actitudes que antes y la perfecciona.
le eran imposibles. Y esos actos son verdade-
ramente suyos, no de Dios obrando en él sin él, Pues bien, éste fue el tema estrella de la
como pensaba Lutero. Según advierte Trento, teología del Siglo de Oro y el que dio origen a
el justo se llama así porque lo es (DS 1529 = D la celebérrima controversia conocida en los li-
799). Esta transformación producida por la gra- bros de historia como controversia de auxiliis.
cia increada recibe en el lenguaje teológico el El interés de este épico debate es, al día de la
nombre de gracia creada, que no es un don fecha, casi nulo; planteado en los términos en
distinto y sobreañadido a la autocomunicación que se desarrolló, no podía menos de conducir
de Dios, ni una realidad distinta y sobreañadida a un punto muerto.
al ser del hombre, sino el nuevo modo de ser En efecto, las dos teorías que se enfrentaron
del justo, el efecto finito de la presencia infinita entonces estaban aquejadas del mismo vicio es-
de Dios en él. La gracia creada es, sencilla- tructural, consistente en aplicar a una relación
mente, el hombre nuevo, remodelado y recreado interpersonal categorías pertenecientes a reali-
a imagen de Jesucristo por la infusión de su vida. dades de orden físico, incluso mecánico; a la
gracia se le endosaba una causalidad eficiente
b) Libertad y gracia que operaba como predeterminación o como
Una vez expuesto, aunque muy sumariamente, concausalidad simultánea, pero que, en todo
el concepto cristiano de gracia, es preciso mos- caso, era representada como una especie de mo-
trar cómo funcionan los dos polos de la relación ción análoga a la vigente en el juego de acciones
90 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 91

y reacciones que se dan en las entidades im- conciencia por la presencia y el amor de la madre
personales. que le ha dado el ser. El hecho de haberlo re-
El único modo de superar el callejón sin cibido todo de ella —¡y de seguir recibiéndo-
salida al que se vio condenada la vieja contro- lo!— no anula su respuesta, sino que la posi-
versia, haciendo además justicia a lo peculiar de bilita y la provoca.
las realidades de que se trata, estriba en sustituir De ese modo, el amor con que el niño es
el concepto filosófico de Dios-causa por el con- amado por la madre genera el amor amante; el
cepto bíblico-teológico de Dios-amor; y (corre- tú maternal suscita el yo filial. El hijo deviene
lativamente) la categoría de causalidad eficien- él mismo (autos, autó-nomo) dependiendo de la
te/eficaz por la de amor creativo, aprovechando madre. En esa relación se establece, pues, una
para ello la teología de la creación que nos ocupó forma de dependencia que confiere autonomía.
en anteriores capítulos. Es la enigmática dependencia implicada en toda
Veíamos allí que nada induce a Dios a obrar, relación amorosa, que (cuando es auténtica)
como no sea su libérrima voluntad de autoco- no es esclavizante, sino liberadora y persona-
municación gratuita y amorosa, y que, cuando lizadora.
la acción divina tiene como destinatario al ser Pasemos ahora, de esta relación primaria y
humano, entonces esa voluntad creativa es tam- arquetípica, al modelo genérico de toda relación
bién voluntad de encuentro y diálogo, que llama interpersonal; el análisis de su estructura nos
a la existencia a un ser que es, a la vez, ente- conducirá a conclusiones análogas.
ramente dependiente y enteramente libre.
Es, en efecto, la presencia interpelante del
Pues bien, es justamente esta paradójica
tú lo que genera la conciencia del yo y el ejer-
aleación de dependencia-libertad lo que ha de
cicio de su libertad. Sin ese tú, yo no tendría
ser esclarecido, si queremos arrojar alguna luz
por qué —o a quién— dar respuesta, no sería
sobre la cuestión que nos ocupa. Para ello será
responsable (= no sería libre). Ahora bien, es
de todo punto necesario mantenerse en el ámbito
claro que la existencia del tú implica, de entrada,
de las relaciones interpersonales, único empla-
una limitación de mis posiblidades: yo no puedo
zamiento idóneo del problema que tratamos.
hacer, sin más, lo que me apetezca, entre otras
Un buen punto de partida puede constituirlo cosas porque le debo al tú un supremo respeto.
la más primaria de las relaciones interhumanas: Hacer con él lo que me venga en gana sería un
la relación madre-hijo. El niño despierta a la obrar resueltamente irresponsable ( = no libre).
92 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 93

Así pues, la relación interpersonal creada En el caso que nos ocupa, la presencia in-
conlleva condicionamientos a mi libertad indi- terpelante de Dios (la gracia) no funciona como
vidual y, simultáneamente, crea el campo en el factor compulsivo o coactivo, sino como polo
que me es dado desplegarla y ejercerla respon- fascinante y atractivo: voy hacia Dios, no arras-
sablemente. Esa relación implica, por tanto, una trado, sino atraído por su amor (Jn 6,44). Lo
tasa ineludible de dependencia, pero una de- que, en la relación interhumana, me mueve ha-
pendencia tal que, a la postre, se revela como cia el tú amado es del orden de la seducción,
liberadora. no del orden de la coacción; la coacción opera
Todo lo cual es aún más nítidamente per- más bien en sentido contrario (lejos de generar
ceptible cuando se trata de la relación interper- atracción, despierta repulsión). Análogamente,
sonal amorosa. La persona amante vive literal- y a fortiori, lo que me mueve hacia Dios (lo
mente pendiente de la persona amada («no pue- que la teología ha llamado gracia eficaz) es lo
do vivir sin ti», le dice). Y, sin embargo, no que, con fina intuición, denominaba san Agustín
experimenta esa dependencia como depaupera- «delectación victoriosa»: el atractivo seductor
ción de su yo ni como amputación de alguna de de su presencia amorosa.
sus dimensiones, sino como todo lo contrario: «Me has seducido, Yahvé, y me dejé se-
como enriquecimiento y autorrealización. ducir», confesaba el profeta (Jr 20,7) y confir-
Dicho cuanto antecede, podemos ya volver man los místicos. Dios me llama como al tú
a nuestro asunto. La libertad es —según acaba amado: requiriendo me, solicitándome, fasci-
de recordarse— una facultad dialógica, no mo- nándome..., pero no forzándome. Ante esa lla-
nológica: se ejerce en la esfera de las relaciones mada, sólo puedo comportarme respondiendo
interpersonales, imprescindibles para la propia libremente. Y tal respuesta, cuando es afirma-
realización como sujeto. La dialéctica gracia- tiva, es ya fruto del amor que me llama. Pues
libertad es un caso específico de la dialéctica sólo así es comprensible que ella me divinice;
libertad del tú-libertad del yo. Tiene, pues, que si fuera producto exclusivo de mi sola libertad,
valer para aquélla lo que hemos visto que vale yo sería capaz de endiosarme, de igualarme a
para ésta, a saber, que dicha dialéctica com- Dios.
prende simultáneamente: 1) un aparente recorte Pero, por otro lado, esa respuesta es real-
del radio de acción de mi libertad; y 2) la real mente mía: procede de mí, no de otro que hable
y única posibilitación de su ejercicio en la forma en mi lugar; yo soy su auténtico protagonista al
de la apelación a mi responsabilidad. emitirla libremente, como expresión de una re-
94 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 95

lación amorosa en la que no cabe lo impuesto a) Un mundo sin Dios


o lo forzado, sino tan sólo lo gustosamente que- ¿es más inteligible?
rido, la delectación victoriosa en el bien.
En primer lugar, ¿ha devenido el mundo más
En realidad, nunca soy más libre que cuan- transparente, más habitable de cuanto lo fuera
do, como ahora, respondo con amor a esa oferta bajo el reinado de Dios? Sería necio (amén de
de amor. Por eso ha podido escribirse que «la injusto) ignorar las colosales conquistas cientí-
gracia es libertad; la libertad verdadera es la fico-técnicas con las que el hombre ha penetrado
manifestación concreta de la gracia». Como muchos de los secretos del universo, domina no
rezaba el título del presente apartado, el «sí» pocos de sus mecanismos y está en grado de
a la gracia es, en verdad, un acto de genuina domesticar los determinismos de la naturaleza.
libertad. Pero ¿no estará ocurriendo que esta natu-
raleza desdivinizada va adquiriendo los rasgos
de una naturaleza endiosada? Cuando el lema
La muerte de Dios, vigente en los programas de investigación es-
¿resurrección del hombre? tipula la dominación del hombre sobre toda la
naturaleza, hay que incluir en ésta la naturaleza
Una vez puesta a buen recaudo la recta com- humana; el Dominador está programando su
prensión de la dialéctica libertad-gracia, puede propia dominación.
ser útil recuperar el planteamiento del que par-
Uno no puede menos de contemplar con
tíamos en este capítulo, con la breve historia del
asombro el actual auge de cultos exóticos (y
contencioso hombre-Dios. Hay que verificar si
esotéricos), el retorno de los dioses astrales (ho-
efectivamente se ha cumplido el vaticinio que
róscopos), de las sacralizaciones telúricas (pre-
acompañaba —y justificaba— la postulación de
sentes en ciertos ecologismos), de los satanis-
la muerte de Dios.
mos... ¿Ha muerto el viejo Dios judeo-cristiano,
Así pues, ¿se han hecho más inteligibles, como pensaban Nietzsche, Feuerbach, Marx,
han ganado en peso específico el mundo y la Garaudy y Bloch? Pues ¡vivan Helios, Gea, Eros
historia sin Dios? Y, sobre todo, ¿ha significado y Diónysos..!
la muerte de Dios una verdadera resurrección Decía Chesterton que lo malo de haber de-
del hombre, la consolidación de su autonomía, jado de creer en Dios es que entonces se puede
el reconocimiento de su altísima dignidad? empezar a creer en cualquier cosa. Las fuerzas
96 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 97

cósmicas, desmitificadas por la fe en la crea- nisecular se fue pasando paulatinamente, pri-


ción, se remitifican, y el ciclo cosmológico se mero, al desencanto, y después a la desespe-
cierra por donde había empezado: por la atri- ranza.
bución a la naturaleza del halo numinoso que le Y es que ¿acaso el ateísmo postulatorio, que
reconocían las antiguas cosmogonías. La fór- persiste aún hoy en adjudicar un sentido positivo
mula spinoziana, «Deus sive Natura», debería a la historia, puede realmente fundarse en algo
enunciarse con mayor precisión: «aut Deus aut más que en un optimismo postulatorio? El ejem-
Natura». plo de Bloch es sintomático al respecto: opti-
No hay forma de escapar a este dilema: eli- mista impenitente y ateo confeso («el ateísmo
minada la instancia teonómica, la sola instancia es el presupuesto de la utopía concreta; la utopía
normativa universal es la naturaleza. No puede concreta es la implicación irrenunciable del
ser de otro modo; en el horizonte de un natu- ateísmo»), advierte que la hipótesis de un final
ralismo consecuente, el antropocentrismo está feliz de la historia (lo que él denominaba el
fuera de juego, pues el hombre será centro si Novum Ultimum) no está garantizada por nada,
trasciende la naturaleza, no si se sumerge en y que el desenlace del proceso histórico seguirá
ella. En resumen, la repulsa de la hipótesis- en suspenso hasta su término. Pese a lo cual,
Dios conduce directamente, no a un mundo des- confía en el Optimum del Totum y apuesta por
divinizado, sino a un mundo endiosado; desem- ello, en base a una opción no demostrada ni
boca fatalmente en la divinización del Poder demostrable, a la que califica de «trans-racio-
Innominado. nal» y «meta-lógica».
Pero ¿es en verdad razonable extraer de la
b) Una historia sin Dios experiencia histórica un pronóstico optimista?
¿es más esperanzada? Lo que la historia da de sí ¿es algo más que
En cuanto a la historia, ¿cómo se ve afectada sufrimiento, alienación y muerte? ¿Qué ingre-
por la muerte de Dios? En un primer momento, dientes del proceso, tal y como lo conocemos,
la fe en el progreso (esa «hija bastarda de la fe pueden fabricar la famosa «patria de la identi-
en la providencia», como le llama irreverente- dad» blochiana? ¿De qué factores empíricos
mente E. Brunner) hizo de sucedáneo de la es- puede echar mano el pensador judeo-alemán
peranza religiosa y pareció capaz de garantizar para construir su «utopía concreta»?
el final feliz del proceso histórico. Pero sus efec- En todo caso, el optimismo neomarxista no
tos no fueron muy duraderos: de la euforia fi- fue compartido por el postmarxismo. El patético
98 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 99

«si Dios no existe...» de Dostoyevsky es com- c) Un hombre sin Dios


pletado al unísono por Horkheimer, Adorno y ¿es más humano?
Kolakowski con un paladino reconocimiento del
sinsentido. Si Dios no existe —reza la glosa En fin, es sobre todo en la antropología donde
postmarxista—, entre la realidad y el absurdo el rastro de la muerte de Dios se imprime más
non datur tertium, porque la finitud es desva- dramáticamente. A lo ya dicho al respecto en el
limiento insanable, y la contingencia, por de- capítulo anterior, poco más queda por añadir.
finición, segrega su propio veneno, al que Baste recordar que, en vez de suponer —como
—también por definición— no puede oponer se prometía— la resurrección de lo humano, lo
ningún antídoto. que se inicia con aquella muerte en varios sec-
tores del pensamiento actual es el desvaneci-
miento del «sueño antropológico» (Foucault).
«Buscar un orden en el gigantesco montón
de basura que llamamos historia de la humani- «En nuestros días —agrega el estructuralista
dad» es, según Kolakowski, una empresa dis- francés—, lo que se afirma no es tanto la au-
crecional y voluntarista. Lo mismo había dicho sencia o la muerte de Dios, sino el fin del hom-
años antes el cristiano K. Lówith en una obra bre». En realidad «la muerte de Dios y del úl-
justamente célebre, El sentido de la historia, en timo hombre han partido unidas: ¿acaso no es
cuyo prólogo se nos dice que «la mente crítica el último hombre el que anuncia que ha matado
no discierne en la eterna tragicomedia humana... a Dios? ... Más que la muerte de Dios ..., lo
una ley natural de desarrollo progresivo». que anuncia el pensamiento de Nietzsche es el
fin de su asesino, es la desintegración del rostro
No parece, pues, que sin Dios el proceso humano y el retorno de las máscaras».
histórico se revele muy alentador. De hecho, Así pues, si el siglo xix pudo extender el
uno de los tópicos de la actual cultura dominante certificado de defunción de Dios, hay quienes,
es el de «el fin de la historia», no —natural- en el siglo XX, se declaran dispuestos a hacer
mente— en un sentido apocalíptico, sino porque otro tanto con el hombre, que ya estaría (ajuicio
se estima que el marco temporal, más que ser de los estructuralistas) «en vías de extinción»,
escenario de novedad, lo es de una estabilidad no —naturalmente— como especie biológica,
esclerotizada, que bloquea el dinamismo del sino como sujeto o persona, protagonista libre
proceso al descubrir que éste está privado de y creativo de la historia. Véase, si no, este texto,
todo «hacia dónde». expresivo donde los haya:
100 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 101

«A todos aquellos que quieren hablar aún modo, anonadados. De esta suerte, el hombre
del hombre, de su reino o de su liberación, a del siglo xx se encuentra más solo aún; esta vez,
todos aquellos que plantean aún preguntas sobre sin mundo, sin Dios y sin sí mismo».
lo que es el hombre en su esencia, a todos aque- Dicho más provocativamente: la idea de
llos que quieren partir de él para tener acceso a hombre se ve aquejada de una especie de ne-
la verdad, a todos aquellos... que no quieren crosis o gangrena progresiva cuando se la en-
pensar sin pensar también que es el hombre el frenta antinómicamente con la idea de Dios. Y
que piensa, a todas estas formas de reflexión este hombre necrosado transmite su gangrena a
torpe y desmañada no se puede oponer otra cosa la naturaleza: «la caída del centro más elevado
que una risa filosófica, es decir, en cierta forma, de la naturaleza entraña la caída de toda la na-
silenciosa». turaleza» (N. Berdiaev).
Sea cual fuere el juicio que merezca este No faltarán, por supuesto, quienes califiquen
párrafo de Foucault, el hecho es que las antro- estas apreciaciones de desmesuradas o catastro-
pologías no teístas de nuestro siglo parecen in- fistas («¡ya están estos cristianos con la consa-
capaces de dejar al hombre ser, lisa y llana- bida murga de "o Dios o el caos"...!»). Y hasta
mente, humano: o hacen de él un superhombre cabe que sean ellos los que tengan razón y que
o ven en él a un infrahombre. El humanismo haya otras vías para escapar a los dos cuernos
prometeico de Bloch le asigna la tarea y el des- del dilema. Por mi parte, confieso que, si las
tino de llegar a ser Dios por su propia virtud. hay, no las conozco; más aún, que ardo en de-
En la acera opuesta, los reduccionismos biolo- seos de conocerlas. Pero, en tanto no sean no-
gistas o fisicalistas lo degradan al nivel del ani- tificadas por los media correspondientes, no al-
mal o de la máquina. canzo los motivos por los que debería pensar
En suma, la impresión que se obtiene de esta diversamente.
ya larga historia, que había comenzado con el En cualquier caso, que el ateísmo moderno
loco de Nietzsche gritando que había matado a todavía no ha ajustado cuentas con el Dios ver-
Dios, puede sintetizarse con María Zambrano dadero me parece una tesis válida y documen-
de este modo: «al despojarse el hombre de toda talmente comprobable. Pero entonces sigue pen-
relación con Dios, se ha quedado en mero pro- diente la cuestión planteada más arriba: la cues-
yecto de ser». Zubiri piensa lo mismo: «cuando tión de si, para afirmar al hombre de verdad, la
el hombre y la razón creyeron serlo todo, se premisa ineludible es negar al Dios de verdad,
perdieron en sí mismos; quedaron, en cierto al único Dios verdadero.
102 Creación, gracia, salvación Hombre y Dios, libertad y gracia 103

Desde el punto de vista creyente, creo que **


se puede afirmar que el progreso en la dirección
de un mundo más humano se registra, no gracias Al hombre, ser personal, sólo puede hacerle fe-
a, sino a pesar de la negación de Dios. Que tal liz el ser personal; resulta imposible que las en-
negación sea la condición de posibilidad del pro- tidades infrapersonales lo colmen, habida cuenta
ceso de humanización creciente, según pensara de que están por debajo de su nivel. Las per-
el ateísmo postulatorio, se ha revelado como un sonas, no las cosas, son la fuente privilegiada
error de apreciación. El «sin Dios viviremos de felicidad, de realización cabalmente humana.
mejor» es, hoy por hoy, un pronóstico pendiente De ahí se sigue que la suma felicidad, la plena
de confirmación. realización del yo humano, se dará allí donde
Los creyentes pensamos que sólo con Dios ese ser se encuentre con un Tú supremo. La
puede el ser humano, no ya vivir mejor, sino comunión de vida con el infinito personal —y
lograrse acabadamente. Y ello, porque —como sólo ella— consuma la finitud de la persona
decía H. de Lubac— «el hombre es un ser teó- humana.
tropo», proclive a lo divino (no en vano es ima- Si la libertad es, como se ha dicho antes, la
gen de Dios), y porque el Dios verdadero se nos facultad de autodeterminarse en orden al fin, el
ha revelado en Jesucristo como pasión por lo hombre será tanto más persona cuanto más libre
humano, como el Dios de los humillados y ofen- sea; y será tanto más libre cuanto más se apro-
didos de este mundo, el que hace primeros a los xime a su genuina finalidad: la comunión con
últimos, grandes a los pequeños, justos a los Dios.
pecadores, ricos a los pobres..., y ello por la
pura y absoluta gratuidad del amor. Una finalidad, ésta, querida por Dios mis-
mo; lo cual significa que Dios quiere darse al
¿Puede un Dios así ser malentendido como hombre. Todo existe para esto, como proclama
el odioso rival del hombre? Pero si Dios es real- reiteradamente el prólogo de la Carta a los Efe-
mente así, y si eso que hemos llamado gracia sios: para el cumplimiento del amor infinito dán-
es, sencillamente, el ser de Dios dándosenos dose por toda la eternidad; eso es la gracia.
(según quedó estipulado más arriba), entonces
la gracia divina no puede ser la antítesis de la Y el hombre existe para esto: para ser col-
libertad humana; es más bien lo que libera nues- mado por la acogida responsable del amor que
tra libertad desatándola, sosteniéndola y cum- Dios es. Ha sido creado como ser consciente,
pliéndola acabadamente. libre, inteligente, amante, para poder asentir de
104 Creación, gracia, salvación

forma consciente, libre, inteligente y amorosa


a la oferta divina de autodonación.
4
Este poder asentir, junto con el asentimiento
Salvación:
en acto, es la esencia de su libertad, lo más una existencia agraciada
acendradamente humano, su única razón de ser,
profetizada en su apelación originaria {imagen
de Dios) y realizada modélicamente en Jesu-
cristo. Eso, y no otra cosa, es además lo que
los cristianos llamamos «salvación». De ella pa-
samos a ocuparnos seguidamente.
Dios ama al hombre. Como acabamos de ver,
la doctrina cristiana de la gracia no es sino una
explanación de este aserto, el más obvio para el
creyente, el más insensato y vacuo para el in-
creyente, el más banal para el escéptico o el
agnóstico. El amor de Dios está en el comienzo
(Dios crea por amor), en el término (Dios ple-
nifica a su criatura por amor) y en el entero
trayecto entre el comienzo y el término de cada
existencia humana, a la que Dios tratará per-
manentemente con amorosa benevolencia.
El aserto tiene además una validez absoluta;
sea cual sea la actitud humana o la respuesta del
hombre a Dios, seguirá siendo verdad que Dios
ama a aquél con un amor no veleidoso, sino
imborrable y eficaz: «¿Acaso olvida una mujer
a su niño de pecho? Pues, aunque llegase a ol-
vidarlo, yo no te olvidaré... Porque los montes
se correrán y las colinas se moverán, pero mi
amor no se apartará de tu lado» (Is 49,15; 54,10).
106 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 107

Se trata, pues, de un amor que implica condición. Creando al hombre, Dios ha querido
—como todo amor verdadero— una promesa de hacer un ser finito, pero llamado a la infinitud.
perennidad, que tiende a la definitividad, que
es, en suma, irreparable. Si esta ocurrencia divina es algo más que
una broma trágica o un cruel desatino, ello sólo
¿A qué objetivo apunta ese amor? El hom- puede significar que Dios ha creado al hombre
bre, imagen de Dios, ha sido puesto en la exis- finito con el único propósito de ser él mismo
tencia para participar del mismo ser de Dios. El quien colme su finitud; con la sola intención de
destino del ser humano es su divinización o (di- reservarse para sí la plenificación de su déficit,
cho en términos neotestamentarios) su ser en haciendo saltar las barreras de su limitación. De
Cristo. «Seréis como dioses»: esta promesa, no esta suerte, lo que el hombre es (por naturaleza)
por estar puesta en boca de la serpiente es menos se trascenderá hacia lo que debe ser (por gracia).
veraz.
Salvación
Al hombre se le convoca, por tanto, a un
desenlace que rebasa su estructura nativa. La El resultado del proyecto que se acaba de diseñar
participación en el modo de ser de Dios es, por es la existencia agraciada o, por usar un término
hipótesis, inalcanzable para él, aunque Feuer- común a todas las religiones, la salvación del
bach y Bloch piensen lo contrario. Así pues, el ser humano. El concepto de «gracia» es propio
ser humano no podrá alcanzar el objetivo para y específico de la religión cristiana; el de «sal-
el que ha sido creado si no es por la comuni- vación», en cambio, circula corrientemente por
cación gratuita y amorosa del mismo. todos los itinerarios religiosos e incluso por no
pocos sistemas filosóficos, como es el caso del
Nos encontramos, pues, ante una constata- marxismo humanista de Bloch. Pero común a
ción paradójica: lo que el hombre es por crea- ambos es que ninguno de ellos goza hoy de un
ción (imagen de Dios) no le basta para llegar alto índice de popularidad.
a lo que debe ser (partícipe de la condición
divina) según el propósito del creador. Así ocurre, para empezar, con la idea de
gracia. El hombre de la civilización científico-
Con otras palabras: el enigma de lo humano técnica y de la competitiva cultura consumista
estriba en la imposibilidad de realizar autóno- es el self-made man, profesa ciegamente la ideo-
mamente la más genuina posibilidad de la propia logía de la eficacia, apuesta por el poder en sus
108 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 109

variadas formas, se jacta de debérselo todo a sí que lo hacen feliz. Por ello, si es relativamente
mismo, aspira a la autosuficiencia... sencillo consignar con suficiente exactitud qué
Pero quien es insensible a la gratitud —y el es la no-salvación, la empresa de definir níti-
autosuficiente lo es— no tiene el sentido de la damente la salvación se revela harto proble-
gratuidad; la hipótesis de una realización de lo mática.
humano sólo posible como puro don inmerecido Téngase en cuenta, además, que lo que para
habrá de resultarle sumamente extraña, por no una persona es la felicidad puede no serlo para
decir resueltamente odiosa. De modo que eso otra; nos movemos aquí en un ámbito aprecia-
de la «existencia agraciada» le sonará (nunca tivo, fuertemente impregnado de elementos sub-
mejor dicho) a música celestial. jetivos que hacen muy improbable el hallazgo
Ahora bien, tampoco la idea de salvación de un único modelo universalmente válido.
está exenta de dificultades. La constatación es Acaso por todo esto, hoy se tiende a privi-
por demás obvia; para verificarla, basta con ho- legiar (incluso en el quehacer teológico) el dis-
jear la copiosa literatura sobre el tema. Pero no curso de la liberación sobre el discurso de la
por obvia deja de ser altamente embarazosa, salvación. Aquél aparece como mucho más con-
habida cuenta de que estamos ante una de las creto y operativo que éste, aparte de que es capaz
nociones clave del lenguaje religioso. El hecho de concitar en torno a sí un consenso práctica-
demanda, pues, una explicación. mente unánime.
a) Salvación: una idea difícil Sin embargo, el hombre aspira no sólo a la
liberación (categoría negativa) del mal moral,
Para empezar, las dificultades a que acabamos físico, social, estructural..., sino que sueña tam-
de aludir tienen mucho que ver con la idea mis- bién, y sobre todo, con la salvación (categoría
ma de salvación. Se trata, en efecto, de una idea positiva); desea la felicidad, que no es la simple
no fácilmente circunscribible en su preciso sig- ausencia del mal, sino la presencia del bien;
nificado, como lo muestran las fluctuaciones ter- sueña con una situación consolidada en la ple-
minológicas de los vocablos utilizados para de- nitud vital, colmada de densidad existencial,
signarla. a cubierto de todo riesgo, inmune a toda ame-
Todo el mundo sabe cuáles son los males naza.
que hacen infeliz al hombre; no es tan simple, El ser humano quiere ser, ser él mismo, ser
en cambio, confeccionar el catálogo de bienes siempre, ser consumadamente. Algo así es lo
110 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 111

que llamamos salvación. Esta descripción (con- do observaba que el proceso histórico desem-
trariamente a lo que ocurre con la idea de li- bocará o en el Optimum del Totum o en el Pes-
beración) es forzosamente abstracta y aproxi- simum del Nihil; «tertium non datur», apostilla
mativa, pero con ella tenemos que operar, a falta nuestro filósofo.
de otra mejor por el momento.
b) Crisis de la idea cristiana de salvación
En todo caso, seguramente se debe a lo pe-
culiar de la idea el que ésta sea más propia del El discurso cristiano sobre la gracia o la sal-
profeta utópico que del político pragmático. Con vación se ha tornado difícilmente comprensible,
todo, permítaseme insistir en que el ser humano en fin, por la escasa plausibilidad que merece a
no aspira únicamente a la liberación (negación nuestros contemporáneos el lenguaje empleado,
de las negatividades), sino que aspira también, que habla en categorías que, si en otro tiempo
e indeclinablemente, a la salvación (afirmación pudieron ser significativas, hoy poco o nada di-
de las positividades). cen al hombre de la racionalidad crítica: pecado,
justificación, expiación, satisfacción, visión
Hay una segunda dificultad con la que tiene beatífica... son términos sin anclaje inmediato
que vérselas nuestra idea: la de su globalidad. en la concepción y verbalización actual de lo
La salvación no es tal si se regionaliza; cuando que es una existencia lograda o una existencia
se la convierte en un asunto sectorial, se nos frustrada.
escurre de entre las manos. Supuesto que el
hombre es, a la vez y esencialmente, ser per- Además de esta pérdida de significatividad
sonal, ser social y ser mundano, la salvación del lenguaje, hay también un problema de dis-
tiene que alcanzar ese triple estrato de lo hu- paridad de acentos. La teología clásica de la
mano; ha de ser, irrenunciablemente, salvación salvación cayó en la trampa de las reducciones
de la persona, de la sociedad y de la realidad. privatista y espiritualista de sus contenidos; es-
pecializándose en la dimensión trascendente de
Un proyecto liberador puede ser auténtico la relación hombre-Dios, desdeñó sus media-
siendo parcial. Decidámonos, por ejemplo, a ciones histórico-sociales; polarizando su pro-
acabar con el hambre en el mundo; he ahí un puesta en torno a la constelación pecado-gracia
proyecto parcial, pero válido, concreto y reali- (redención del pecado, salvación por la gracia),
zable. En cambio, el proyecto salvífico se juega se hizo insensible a otros males de los que tam-
a una carta: o todo o nada. Bloch expresaba lo bién necesita redimirse el hombre e ignoró otras
mismo, con su acostumbrada incisividad, cuan- formas —parciales, pero reales— de superarlos.
112 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 113

Con otras palabras: la doctrina cristiana de A su vez, sin embargo, las ofertas laicas
la existencia agraciada olvidó que la condición sustitutivas sufren la erosión del desencanto y
de posibilidad de la salvación es la liberación, el descrédito de quien prometió más de lo que
y que sólo articulando proyectos prácticos de podía cumplir. La credibilidad de los programas
liberación se hace creíble el proyecto utópico de políticos está bajo mínimos, como es bien sa-
salvación. bido. Y, por lo que toca a las grandes utopías
Así las cosas, a una baja espectacular de la seculares, a la vista está lo acontecido con el
conciencia contemporánea del pecado como el marxismo, sea en su formulación teórica, sea en
mal por excelencia, y de los paradigmas de la sus realizaciones prácticas. El saldo resultante
trascendencia como espacio privilegiado (si no es la desorientación, el desfondamiento ético, el
único) de la salvación, tenía que responder un pasotismo indiferente...
no menos espectacular descenso de la cotización Y en ésas estamos. El hombre de hoy —no
social de la soteriología cristiana. menos que el de ayer— percibe el mundo como
Correlativamente, a un alza deslumbrante de realidad desintegrada y fragmentada, donde el
la capacidad técnica para ajustar cuentas con «orden» (?) se refugia en reductos insulares cer-
males muy diversos y de los mecanismos so- cados por un piélago de desorden. Si antes se
ciopolíticos de liberación, respondió el auge de subyacía a la brutalidad de las fuerzas naturales,
las soteriologías laicas. Piénsese en lo que sig- ahora se está al arbitrio de las fuerzas sociales,
nificó el marxismo en la Europa de la postgue- igualmente inhumanas y ciegas; por eso el ser
rra, hasta bien entrados los años setenta, y lo humano se siente en nuestros días tan inerme
que aún sigue significando (pese a todo) en mu- ante el poder del establishment como se sintió
chos movimientos políticos del Tercer Mundo. en la antigüedad clásica ante el diktat del hado.

c) La situación actual A este sentimiento de fractura del entorno


social se suma el de desgarramiento interior, la
¿Cuál es hoy el estado de la pregunta por la soledad y la incomunicación. La novela, el dra-
salvación? En estos momentos, la oferta cristia- ma, la poesía y el cine contemporáneos testi-
na no ha recobrado su crédito, porque sigue sin monian ad satietatem este estado de ánimo y
conectar con la sensibilidad contemporánea y retornan a los arquetipos universales de la culpa
continúa formulándose las más de las veces —en originaria, del pecado ontológico, de la expul-
la predicación y la catequesis— en un idioma sión del paraíso, y a sus contrarios (la pureza
anacrónico o esotérico. prístina, la recuperación de la inocencia, la edad
114 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 115

de oro...). Lo que Ricoeur llamaba «la tristeza dos cosas: que en Jesús se realiza la salvación
de lo finito» se filtra hoy por todas las grietas y que Jesús es la salvación. Examinemos ambos
de la realidad, delatando tácita o expresamente asertos con algún detenimiento.
una patética indigencia de salvación.
Tres fenómenos acentúan hoy esta indigen- En Jesús está la salvación
cia: la crisis ecológica, que se está haciendo cada La primera predicación apostólica proclamó, a
vez más presente en la conciencia del hombre los pocos días de los acontecimientos pascuales,
de la calle y que es un impresionante testimonio que en el destino trágico de Jesús había tomado
de los límites de una ciencia sin conciencia; la cuerpo la promesa de salvación, de modo que
quiebra de modelos éticos universalmente vá- «no hay bajo el cielo otro nombre dado a los
lidos (ya no hay mínimos éticos comúnmente hombres por el que nosotros debamos salvar-
admitidos como tales); el rebrote de un nihilismo nos» (Hcn 4,12). La vida, la muerte y la resu-
teórico radical, que apuesta por el absurdo co- rrección del profeta de Nazaret son el aconte-
mo único modo lúcido de enfrentarse con la cimiento salvífico que Israel aguardaba desde
realidad. antiguo.
Reemprender en este horizonte el discurso
cristiano sobre la salvación, con la pretensión a) La vida
de que resulte significativo, puede parecer em- Toda la vida pública de Jesús aparece en los
presa pueril y presuntuosa. Sin embargo, ¿cómo evangelios marcada por un rasgo original e in-
no intentarlo, si de verdad creemos todavía en sólito: la parcialidad en favor de aquellos que
Jesús de Nazaret? Es él, en efecto, quien, pese versan en una situación social y religiosamente
a todas las dificultades del asunto, nos permite devaluada; la predilección por los pecadores y
o, mejor dicho, nos obliga a continuar hablando los pobres.
de gracia y de salvación.
En una sociedad teocrática —como lo era la
Por eso, seguramente vale la pena releer por judía—, el término pecador no es una simple
enésima vez esa vieja historia de Jesús, en la descripción del interior ético de la persona; es
que los cristianos de todos los tiempos nos obs- una clasificación sociológica. «Pecadores» son
tinamos en localizar la clave del misterio de la los publícanos (colaboracionistas con la potencia
salvación. El Nuevo Testamento, en efecto, no colonial), las prostitutas, los leprosos (cuya en-
se cansa de reiterar en cada una de sus páginas fermedad los hacía impuros), los ignorantes
116 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 117

(pues, siéndolo, desconocen la ley; si desco- los que tienen conciencia de versar en una con-
nocen la ley, no pueden salvarse), los enfermos dición desdichada y fracasada.
(Jn 9,2: el ciego de nacimiento lo sería por per- La salvación que anuncia Jesús es amor gra-
tenecer al estamento pecador), los que piden ser tuito, desde la nada. Por ello, los des-graciados,
curados en sábado, los gentiles... En una pa- los desprovistos, los despojados de valores (jus-
labra, «pecadores» aquí no son sólo los que co- ticia) o de bienes (riqueza) son por antonomasia
meten pecados, sino los marginados de la so- los agraciados, los destinatarios naturales de un
ciedad, el ancho y plural estrato de los humi- amor que quiere dar, no recibir. Como se ha
llados y ofendidos. dicho ya en otro lugar de este libro, los más
amados son los menos amables; los que no tie-
En cuanto a los pobres, Jesús advierte que
nen ningún título para esperar amor, y menos
la riqueza es un obstáculo para la salvación. Al
aún para exigirlo o recambiarlo, son los que
comienzo de su predicación había dado como
están en mejor situación para percibir el amor
señal de su mesianismo la de que «los pobres
que se les ofrece como simple don, como amor
son evangelizados». Si es cierto, por una parte,
químicamente puro.
que «los pobres» en este texto son los anawim
del Antiguo Testamento —gentes con un preciso Esto fue lo que sublevó a la religiosidad
talante de desposeimiento espiritual, de dispo- oficial judía; para ella, la salvación consistía en
nibilidad a la voz de Dios—, no es menos cierto la equidad de la justicia conmutativa, en el do
que para Jesús los pobres lo son también de ut des, en el «si el hombre hace esto, Dios tendrá
bienes materiales. Textos como las bienaven- que hacer aquello». A la salvación entendida de
turanzas lucanas (Le 6,20ss), el episodio del ese modo, como trueque comercial o tráfico
joven rico (Me 10,17ss), la parábola de Epulón mercantil, sucede en Jesús la oferta de una sal-
y el pobre Lázaro (Le 16,19ss), etc. manifiestan vación entendida como agraciamiento de los
una categórica toma de postura en favor de los desgraciados, de quienes no tienen recursos
materialmente pobres. contractuales.

¿Cuáles son los motivos de esta doble pre- No hemos hablado de la predilección por los
dilección? Evidentemente, no que el pecado o niños (Mt 18,3ss); ¿será preciso advertir que con
la pobreza sean valores positivos en sí mismos. ella abundamos en cuanto acaba de decirse? Se
La razón es que la salvación sólo puede ser salvarán, dice Jesús, los que se hagan como
ofrecida a los insatisfechos, a los desolados, a niños; no los que asuman afectadamente la psi-
118 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 119

cología infantil, sino los que vivan en la inde- y consuma el ritual expiatorio del Antiguo Tes-
fensión, en la indigencia de quien tiene que es- tamento.
perarlo todo porque no puede nada, y se sitúen, Esta tesis no es deficiente por lo que dice,
por ende, ante Dios con el mismo confiado aban- sino por lo que no dice. Jesús nos ha procurado
dono con que el niño pequeño se sitúa ante su la salvación, no muriendo, sino viviendo. O,
padre. mejor, la existencia de Jesús ha sido toda ella
Así pues, durante su ministerio público Jesús salvífica, porque ha sido una existencia entre-
ha proclamado con palabras y acciones una sal- gada, en la que la muerte no es un hecho aislado,
vación atípica, insólita, que tiene su célula ger- sino la culminación lógica de un proceso vital
minal en el amor. Un amor para el que la jus- coherente, enterizo.
ticia suprema es aquella que se consuma, no La muerte de Jesús es sacrificio de una ma-
con el ajusticiamiento del reo, sino con su jus- nera no exclusiva, sino inclusiva, porque tam-
tificación. Un amor que regenera y endereza lo bién lo ha sido su vida. Su voluntad de soli-
que la estricta justicia sólo podría sancionar con daridad con los marginados, los desposeídos y
una sentencia sumarísima y que, de este modo, los fuera de la ley tenía que llevarlo a la mar-
suscita una existencia agraciada. ginación y la desposesión extremas, al ajusti-
De esa existencia se hizo Jesús portavoz y ciamiento por la ley.
viva encarnación. A la vez que la ofertaba, la Jesús ha vivido, literalmente, desviviéndose
iba actuando en sus opciones y modos de com- por su prójimo; el acto de morir-por es la de-
portamiento. Pero, claro está, no es posible ha- sembocadura de este vivir-por, de esta «pro-
blar y obrar así impunemente. La actitud de existencia» (Bonhoeffer) o existencia-en-favor-
Jesús no tardó en desencadenar hostilidades ra- de. Más que una acción sacrificial ritual, lo que
dicales. El enfrentamiento era inevitable y ter- Jesús ha ofrecido es un sacrificio existencial. La
minó conduciendo a Jesús a la muerte. voluntad de asumir, no ya una humanidad abs-
tracta, sino la humanidad pobre, desdeñada, pe-
b) La muerte cadora, se hace en él solidaridad que integra en
su proyecto de vida las situaciones-límite ne-
La teología clásica acumuló masivamente sobre
cesitadas de salvación.
la muerte la virtualidad salvífica de Jesús. El
instante puntual y periférico de la cruz sería el De tal vivencia solidaria de las situaciones-
acto salvador, en cuanto sacrificio que prolonga límite no podía quedar excluida la más incisiva,
120 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 121

la muerte, que no es mero epílogo accidental de la valencia salvífica de su persona y de su obra.


la vida, suceso dislocado en su extrarradio, sino Lo único que puede convalidarlas, reivindicán-
el horizonte hacia el que progresa reflejamente dolas, es la resurrección.
dicha vida.
Resurrección: reivindicación y convalida-
Totalizándola y consumándola, la muerte ción de la causa perdida: «Dios ha constituido
autentifica la vida, tanto más cuanto que en este Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros
caso se trata de una muerte martirial. De esta habéis crucificado» (Hch 2,36). A la luz de este
forma se muestra inequívocamente que lo que acontecimiento, cabe leer retrospectivamente
se tenía entre manos era, en verdad, una vida todo el proceso anteriormente reseñado y con-
libre y amorosamente entregada; la viva afir- cluir que, efectivamente, el amor que es auto-
mación del amor más auténtico, habida cuenta donación no se borra y desaparece sin dejar hue-
de que «nadie tiene mayor amor que el que da lla, sino que, en su desamparada impotencia,
la vida por los amigos». termina revelándose como más fuerte que todo,
más fuerte incluso que la muerte.
c) La resurrección
Lo que se pretendía con la voluntad de en-
Llegados a este punto, hay un interrogante que trega de la vida era darnos la vida. Pues bien,
cuestiona cuanto acaba de decirse: ¿puede ser la vida entregada conduce a la muerte de quien
realmente salvífica una vida que desemboca en la entrega, pero no puede acabar en la muerte.
la muerte? La muerte no es salvación; es más Tal vida llega realmente a sus destinatarios, re-
bien la negación de la salvación. Un morir para cuperada y potenciada por la resurrección. Ella
quedar muerto ¿no descalifica el vivir que le se constituye, a partir de ahora, en existencia
ha precedido, desvelándolo como pura «pasión agraciante. Lo decíamos ya en el capítulo an-
inútil»? terior: la gracia de Dios es gracia de Cristo; la
¿Cómo puede ser salvadora una vida entre- gracia de Cristo es Cristo mismo, su vida re-
gada, si esa vida se acaba y se agota? ¿Hasta sucitada que se nos comunica en la efusión de
qué punto es razonable la persuasión que parece su Espíritu.
haber albergado Jesús, a saber, que no nos sal- La salvación consistirá, pues, en esa vida
van el poder y la fuerza, sino la impotencia y entregada por Jesús, recuperada por la resurrec-
la debilidad, cuando el amor las nutre y las sos- ción y acogida por nosotros en la libre respuesta
tiene? Con la muerte de Jesús queda en suspenso de la fe y el amor. La secuencia vida-muerte-
122 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 123

resurrección genera salvación; una salvación Pero además, si esto es así, se comprende
que tiene lugar, no por la vía extrinsecista del que la salvación del hombre sea su divinización.
decreto administrativo, de la amnistía o del in- La solidaridad de Jesús con nosotros es reden-
dulto, sino por la asunción solidaria de la con- tiva, transmuta, invierte y sobrepuja las situa-
dición humana. ciones-límite, porque hace posible nuestra so-
lidaridad con él, y esa solidaridad con el Hijo
Sólo el amor puede redimir esa condición,
nos hace hijos, nos diviniza.
porque al encarnarla la transfigura y la redime,
saneándola y sobrepujándola sin negarla ni abo- Se ha señalado más arriba que, cuando el
liría. Si algo queda claro, pues, con la resu- hombre piensa en la felicidad, piensa en una
rrección, es que la salvación dice —según se densidad y plenitud vital al abrigo de toda con-
apuntó antes— más que la simple liberación; tingencia. Ahora bien, ¿cómo puede lograr eso
que el destino del hombre no consiste en la pura el ser humano, si no es trascendiendo su finitud
negación de lo negativo, sino en la afirmación constitutiva, traspasando su umbral ontológico,
de lo que en él late de más positivo: el amor y para emplazarse en lo sobrehumano?
la vida, como ingredientes básicos de la exis-
tencia agraciante y agraciada. Pero, por otra parte, ¿es posible adquirir la
sobrehumanidad sin perder la propia identidad?
Lo será sólo si hay alguien ante el cual cabe
Jesús es la salvación decir con entera verdad: a) «He aquí al hombre»;
y b) «¡Señor mío y Dios mío!». El género hu-
Todas estas consideraciones nos inducen a dar
mano ha sospechado siempre esa posibilidad, ha
un paso más, el decisivo. Un paso que los dis-
nutrido permanentemente la nostalgia de lo di-
cípulos de Jesús, que releyeron (como nosotros
vino como no enemigo de lo humano y ha año-
acabamos de hacer) su vida y su muerte a la luz
rado un Tú supremo que fuese condescendiente
de su resurrección, no vacilaron en dar. Ya no
—y no concurrente— con el hombre y en quien
basta con decir: en el hecho-Jesús se realiza la
lo divino tomase la forma cercana y amistosa
salvación. Es preciso afirmar: Jesús es la sal-
de un rostro humano.
vación. Dicho en términos neotestamentarios:
Jesús es Dios en persona, es el Hijo de Dios, Pues bien, el Nuevo Testamento sostiene
puesto que se identifica con la salvación, y ésta que esa sospecha añorante de un Dios amigo del
no es otra cosa (según se ha explicado ya) que hombre hasta el punto de identificarse con él
el ser de Dios dándosenos. era la verdad de Dios y del hombre; que no hay
124 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 125

otra verdad más veraz que ésta; que el «seréis miento ontológico entre lo divino y lo humano,
como dioses» es una promesa realizable, no por sino participación salvífica. Dios y el hombre
la serpiente, pero sí por Dios; que Dios le cum- no son magnitudes extrañas o rivales; bien al
ple al hombre esa promesa al encarnarse en Je- contrario, y según quedó dicho en el capítulo
sús; y que, en fin, el hombre no se aliena di- anterior, están hechos el uno para el otro. Y
vinizándose, porque es Dios quien se ha alie- porque esto es así, ambos se han encontrado
nado, por amor, humanándose: «...el cual sustancialmente en Jesucristo, el Dios salvador
[Cristo], siendo de condición divina, no retuvo del hombre.
ávidamente el ser igual a Dios, sino que se des-
pojó de sí mismo, tomando condición de siervo La salvación de Jesucristo
y haciéndose semejante a los hombres...» (Flp
2,6ss). Una vez que hemos recordado sumariamente lo
que el Nuevo Testamento entiende por salva-
La soteriología acaba así accediendo a la ción, convendrá seguramente subrayar algunos
cristología. Como ha observado sagazmente rasgos característicos de esta concepción. Se tra-
Lochmann, el hecho-Jesús desintegra la onto- ta (huelga advertirlo) de una selección de mo-
cracia de la metafísica griega. Para ésta, la rea- tivos discutible y parcial; al lector corresponde
lidad se escinde en dos estratos: el superior—lo corregirla o completarla a su gusto.
divino— y el inferior —lo humano. Se trata de
una estructura de clases inmutable, pues ambos
estratos están tabicados y se adosan sin comu- a) El extraño Dios de la fe cristiana
nicación o intercambio posible. A lo sumo, ca- En primer lugar, la hipótesis base de la soterio-
bría una rebelión de los esclavos, un asalto al logía cristiana es la idea de Dios. Cuando una
Poder establecido. Ése ha sido el proyecto-Pro- teoría de la salvación descarta tal idea, las con-
meteo, que, naturalmente, termina en tragedia; secuencias son, o bien el anti-humanismo re-
no se olvide, en efecto, que el nombre completo duccionista, o bien el super-humanismo pro-
de Prometeo es «Prometeo encadenado». meteico (algo se ha dicho al respecto en páginas
precedentes).
Toda esta construcción salta por los aires al
contacto con la confesión de Jesús como Hijo Descartado Dios, se descarta la unidad de
de Dios y Señor, con la que se instaura una medida que establece los valores y las jerarquías
metafísica nueva: no ya separación y confina- de lo real, pues es él quien marca las distancias
126 Creación, gracia, salvación
Salvación: una existencia agraciada 127

entre los seres, los ordena según su rango y los Así pues, y recapitulando: el Dios cristiano
tutela en su auténtico valor. es Jesucristo, un Dios que muere ajusticiado al
término de un proceso legal. El negarse a acep-
Por eso, toda comprensión no teísta de la tar esta (al parecer) descabellada versión de la
realidad confundirá los pesos y medidas y estará idea de Dios estuvo en el origen de un buen
condenada a fluctuar entre los dos extremos an- puñado de herejías, desde el docetismo hasta el
tes mentados: o devaluación del hombre al nivel nestorianismo, atrincheradas todas ellas en la
físico o biológico, o su sobrevaloración al nivel concepción griega de la divinidad.
del superhombre. En ambos casos se desdeña la
peculiaridad de lo humano, se desconoce su ca- Contra la sinrazón cristiana de adorar como
bal realidad; es, por tanto, imposible tratar con Dios a un proscrito, la razón helenista hace decir
justeza el problema de su salvación. a Celso: «¿Cómo no comprendéis que un tal
Dios es una estupidez?». Para el razonable y
En suma, pues, Dios es una de las premisas ecuánime griego, la cruz es la herencia del hom-
ineludibles de un discurso solvente sobre la sal- bre; y es una herencia mortífera: ahí está el gé-
vación del hombre. Ahora bien, ese Dios con nero literario de la tragedia para confirmarlo.
el que cuenta la teoría cristiana de la salvación Para el necio e insensato cristiano, la cruz es
es un Dios muy singular. Tan singular que, se- también parte de la definición de Dios.
gún hemos visto poco antes, Jesús es Dios. Los
cristianos viejos estamos tan familiarizados con A propósito de todo lo cual, cabe inferir de
este aserto que ya no nos resulta traumatizante: inmediato lo siguiente: si Jesús es el Dios sal-
la costumbre lo ha domesticado. vador y ha muerto ajusticiado, entonces ni la
Para devolverle su capacidad de impacto, ley y el orden, ni el poder, ni la política, ni
convendría agregar que Jesús es un Dios que siquiera ciertas formas de religión, pueden sal-
muere. Y muere, no por someterse gentilmente var. Dado que fueron todas esas instancias las
a una ley biológica de la que la divinidad estaría, que conspiraron para dar muerte al salvador, la
en principio, exenta; muere porque lo matan. Y fe cristiana tiene que oponer un veto categórico
lo matan, no accidentalmente, ni en una oscura a la eventual pretensión de todas ellas de erigirse
pelea callejera, ni en un atentado terrorista, sino en dispensadoras de la salvación. En el mejor
mediante la solemnidad jurídica de un proceso de los casos —les recordará críticamente el cre-
público en el que se le declara reo de delitos yente—, ellas disponen o preparan el aconte-
religiosos y/o políticos. cimiento salvífico, pero no pueden fabricarlo.
128 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 129

Y, sobre todo, el cristiano ha de saber de- desmesura del poder; será ciega a las lágrimas
cirles que no se salva al hombre matándolo, sino y sorda al «gemido de los infames aplastados»;
muriendo por él. Afirmación, por cierto, digna sólo sabrá repetir, con hipócrita mansedumbre,
de Perogrullo, si no fuese porque siempre ha la palabra «resignación» cuando el derecho se
habido —y sigue habiendo— gente dispuesta a conculca y la justicia se viola.
salvar a media humanidad liquidando a la otra
media. Bloch ha recordado con feroz ironía lo que
les decía Lutero a los campesinos hambrientos
b) M la cruz sola ni la resurrección sola alzados contra sus señores: «Dolor, dolor; cruz,
cruz: he ahí lo que toca al cristiano». La falacia
Hemos dicho antes que la vida de Jesús, al ser de este tipo de discursos es evidente (el dolor y
una vida entregada, implica en su lógica la la cruz no son la salvación, sino la perdición) y
muerte. Pero, como esa entrega no puede frus- ha sido desenmascarada hace tiempo, propi-
trarse y ha de llegar a sus destinatarios, tal muer- ciando, más que ninguna otra causa, la banca-
te implica la resurrección. rrota de ciertas teologías evasionistas.
Por tanto, la salvación no brota ni de la cruz Pero, por otro lado, una soteriología que
sola (como piensan los legalismos, estoicismos fuese sólo teología de la resurrección, de la fi-
y ascetismos varios) ni de la sola resurrección liación divina y de la gloria, sería un sarcasmo.
(como estipulan los misticismos y los utopismos Todo el caudal de sufrimiento destilado por mi-
entusiastas), sino del acontecimiento de la Pas- lenios de historia quedaría sin redimir. El sal-
cua, que funde en una unidad cruz y resurrec- vador de este mundo y de esta humanidad no
ción. puede ignorar las sobredosis masivas de dolor
Una soteriología que hablase únicamente de acumuladas a lo largo del proceso histórico.
cruz sería la canonización del dolor por el dolor, Un salvador que sobrevolase arcangélica-
funcionaría como coartada para que los lobos mente estas simas de la condición humana sería
siguiesen esquilmando impunemente a las ove- un extraño a la historia (salvación extrinsecista,
jas, y supondría tras de sí a un Dios apático, no decretista) o un cínico para con la historia (sal-
al Dios que, según acabamos de ver, sufre y vación docetista). Alguien tiene que solidari-
muere con el hombre. zarse con todo el clamor de los siglos y asumir-
La soteriología unilateral de la cruz propen- lo, para mostrar que también ahí cabe la salva-
derá fatalmente a tender un tupido velo ante la ción. Quien quiera salvar de verdad tiene que
130 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 131

haber vivido eso; lo contrario sería demasiado incapacidad para extender la relevancia de la
cómodo. salvación cristiana, desde sus dimensiones per-
El «ad lucem per crucem» (supuesto que sonal y trascendente, al ámbito sociopolítico e
exista finalmente la luz, y no únicamente la cruz) histórico. De cuanto hasta ahora llevamos visto
es una invariante de la condición humana. Por se sigue que dicha incapacidad no procede de
eso «convenía que Cristo sufriese y entrase así un vacío de las fuentes, sino de su empleo se-
en su gloria» (Le 24,26); a posteriori, resulta lectivo y reductivo.
más congruente una salvación por la cruz-re- Confesar a Jesucristo como salvador signi-
surrección que por la sola resurrección. fica creer que el sinsentido, la alienación y el
Los pueblos secularmente dolientes (Anda- dolor pueden ser vencidos; exige, por tanto, no
lucía, Castilla, Latinoamérica...) sintonizan in- resignarse pasivamente ante la persistente emer-
tuitivamente con la pasión del salvador, porque gencia de estos fenómenos.
se reconocen en él. Las imágenes y la memoria Participar de la vida de Jesús —en eso con-
del Viernes Santo galvanizan todavía hoy a esos siste la salvación, como señalábamos antes—
pueblos. Probablemente no sintonizarían con un significa compartir con él la suerte de los des-
salvador asépticamente glorioso: se les haría de- venturados de este mundo, oponerse junto a él
masiado difícil entender una salvación aconte- al poder que oprime y aliena, negarse a emitir
cida a través de una corporeidad sin cicatrices, veredictos de inocencia universal, denunciar el
sin dolor y sin muerte. mal (cualquier mal) y hacerle frente hasta el
En suma, al hombre que paladea día a día punto de convertirse, si llega el caso, en su
el sabor amargo de la derrota no se le puede víctima, como lo fue Jesús.
venir hablando de una salvación que es sólo Anunciar el reino de la fraternidad, la li-
victoria. Hay que hablarle de una salvación que bertad, la justicia y la vida como realidades ya
es derrota y victoria, cruz y resurrección; una implantadas por Jesucristo, equivale a compro-
salvación que no ignora el dolor ni pasa de largo meterse contra el odio, la esclavitud, la injusticia
ante él, sino que lo asume, lo sufre y, de este y la muerte. La palabra que proclama el evan-
modo, lo vence. gelio de salvación es una palabra sacramental,
es sacramento: ha de obrar lo que significa. Por
c) Las dimensiones históricas de la salvación consiguiente, sólo se proferirá de un modo veraz
El flanco más vulnerable de la soteriología tra- en tanto en cuanto verifique sus contenidos ac-
dicional —lo hemos consignado ya— fue su tuándolos, haciéndolos sobrevenir.
132 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 133

Creer desde la cruz en una salvación real es hago el bien que quiero, sino que obro el mal
alinearse contra toda forma de crucifixión. Creer que no quiero» (Rm 7,19).
desde la cruz de Jesús es esperar la resurrección
Esas actitudes, en suma, nos son accesibles
operándola. La confianza en la victoria que-
tan sólo desde la vida nueva de Cristo resucitado;
branta la inexorabilidad del mal como destino
han de ser, pues, acogidas como puro don; son
insalvable. Tal confianza está, pues, en contra
gracia, justificación, filiación adoptiva, parti-
de la pasividad resignada y postula, para ser
cipación en la naturaleza divina, inhabitación
coherente, el compromiso militante.
del Espíritu.
Si damos crédito al testimonio de Jesús, tal A diferencia de los humanismos seculares,
compromiso será comunicador de salvación en el cristianismo estima que, para poder dar, hay
la medida en que esté animado por el amor. Es que aprender a recibir. Para darse enteramente,
precisamente en este punto donde la fe cristiana hay que comprenderse como enteramente dado:
hace entrar en juego categorías aparentemente «gratis recibisteis, dad gratis». Por eso hay que
tan evanescentes o culturalmente irrelevantes hablar de la justificación y de la gracia si se
como las de justificación, gracia, filiación quiere hablar en serio del compromiso por la
adoptiva, etc. ¿Qué significan estas categorías? solidaridad y la fraternidad, de la lucha por la
¿Por qué hay que echar mano de ellas? justicia, de la opción por el cambio.
Pues porque, según el Nuevo Testamento, A decir verdad, y como confirma la expe-
y contra el frivolo optimismo pelagiano, el hom- riencia, sólo quien ha llegado a la suprema hu-
bre de la actual economía no puede extraer de mildad de entender la propia vida como don
su interior la generosidad del amor gratuito, la recibido, puede vivirla auténticamente como au-
capacidad para la entrega de la vida a fondo todonación. Ese ha sido el mensaje de Jesús: así
perdido, el coraje para la esperanza en las si- comprendió él su existencia, como don del Pa-
tuaciones desesperadas. dre, y así dispuso de ella para darla a los her-
Todas esas actitudes, necesarias para cam- manos.
biar de verdad la realidad y hacer ya ahora un ¿Qué ocurriría en un mundo en el que no se
mundo y una historia nuevos, no surgen con- diera el fenómeno-Jesús, donde nadie quisiera
natural o espontáneamente de la entraña de lo dar nada gratis, ni asumir el dolor ajeno, ni
humano. Lo que el hombre segrega connatural- solidarizarse con él, ni (mucho menos) morir
mente no es eso, sino todo lo contrario: «no por el prójimo? ¿Qué mundo resultaría de la
134 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 135

ausencia total de sim-patía, de sacrificio por el A partir de aquí, esa teología de la salvación
otro? Nuestra historia es ya, demasiado a me- es ya inseparable de la praxis histórica de la
nudo, una pesadilla; pero ese otro mundo, to- liberación; la gramática salvífica tiende, por su
talmente privado de solidaridad, sería, lisa y propia dinámica, a articularse en signos y gestos
llanamente, el infierno. liberadores. Lo que no sea eso será ideología,
jerga para iniciados o declamación retórica.
Por fortuna, la hipótesis es irreal: el fenó-
Pues eso es lo que significan las palabras de la
meno-Jesús se ha dado. Más aún, gracias a que
confesión de fe: «por nosotros y por nuestra
se ha dado una vez, puede seguir dándose. En
salvación bajó del cielo, padeció, murió, resu-
el mundo hay egoísmo, pero también altruismo;
citó».
hay mucho odio, pero también hay mucho amor;
hay desinterés cínico por la suerte ajena, pero Quiere decirse con ello que la tensión libe-
hay también solidaridad, com-pasión, sim-patía ración-salvación, con cuyo enunciado comen-
abnegada y gratuita. zábamos este capítulo, no se resuelve para la fe
cristiana en un dilema (o liberación o salvación).
Pues bien, todo eso ocurre merced a alguien Ambas categorías son, no antitéticas, sino com-
llamado Jesús de Nazaret, que no sólo acuñó plementarias. La salvación no se agota en la
personalmente un nuevo paradigma de lo hu- liberación, pero pasa por ella. La salvación es
mano, sino que, en virtud de su resurrección y el futuro de la liberación; la liberación es el
su divinidad, pone en circulación un dinamismo presente de la salvación, es la salvación ope-
nuevo, transmite una corriente de gracia donde rando en el ya y esperando el todavía no de la
sólo había desgracia, crea fraternidad donde rei- consumación escatológica.
naba la enemistad, reúne y congrega lo que es-
taba disperso y fragmentado. d) La dimensión escatológica de la salvación
La solidaridad, la compasión y el amor que La salvación del ser humano, decíamos más arri-
hay en el mundo son dimensiones de la nueva ba, radica en el rebasamiento de su condición
vida del Resucitado dándose; son —sépase o no, nativa por la participación en el ser de Dios. De
créase o no— gracia de Cristo. He ahí por qué modo semejante hemos de añadir ahora: la sal-
el concepto de gracia es irrenunciable en una vación de la historia en su integridad sólo es
teología de la salvación. Decir salvación es, a posible más allá de la historia misma. La fe
fin de cuentas, tanto como decir existencia agra- cristiana no sienta estas afirmaciones porque
ciada. desdeñe lo humano o lo histórico, sino por todo
136 Creación, gracia, salvación Salvación: una existencia agraciada 137

lo contrario: porque estima lo uno y lo otro hasta toria), pero nada se salva en concreto, dado que
tal punto que espera verlos emplazados en la lo concreto (lo único realmente existente) nace,
plenitud de lo definitivamente válido. crece, se agosta, muere y desaparece.
Toda realidad histórica, incluida la humana, Frente a todas las utopías intrahistóricas
subyace a la ley de la caducidad, lleva en su —que, por muy materialistas que se proclamen,
frente el signo de la finitud. Sostener que la acaban delatando su subrepticio idealismo—, la
historia está destinada a perpetuarse indefini- fe cristiana sostiene que la salvación, en su fi-
damente a sí misma es tanto como condenarla gura última, trasciende la historia; que el pro-
al tedio desesperante de la rueda girando en el ceso histórico alcanzará su cabal plenitud en el
vacío. éschaton, cuando, abolidas las caducidades que
Por eso las teorías que ven el sentido y la le son inherentes, la vida triunfe sobre la muerte
justificación de la historia en un progreso sin y «Dios sea todo en todas las cosas» (1 Co
término encubren, bajo sus atractivas aparien- 15,28).
cias, la resignación ante una contingencia sin Esta esperanza escatológica, digámoslo una
término, que endosa a la realidad un estatuto de vez más, no reniega de la historia, sino que la
inacabamiento crónico. afirma y la convalida como ninguna otra utopía
Por lo demás, esas teorías no responden a intramundana puede hacerlo. En efecto, al pro-
la pregunta sobre el sentido de la persona sin- clamar que la salvación será realizada, está dan-
gular y concreta. Pues una historia que se baste do por sentado que es (ya) realizable y que, por
a sí misma y se agote en sí misma nunca podrá ende, quienes creemos en ella tenemos que com-
rescatar a sus muertos ni reivindicar sus causas prometernos en su real anticipación.
perdidas. Por muy espectaculares que sean sus Por eso ha podido advertir el Vaticano n que
logros, el proceso histórico se verá permanen- la esperanza cristiana no sólo «no merma la im-
temente ensombrecido por la amargura del dolor portancia de las tareas temporales, sino que más
irredento, la injusticia no reparada, la muerte bien proporciona nuevos motivos de apoyo para
omnipresente; cosas todas que el proceso segre- su ejercicio» (Gaudium et Spes, 21,3). ¿Sere-
ga por su propia lógica y que, por tanto, seguirán mos capaces los creyentes de ser testigos es-
dándose ineludiblemente con el proceso mismo. peranzados de la salvación en un tiempo de
A la postre, resulta, pues, que todo se salva desesperanza?
en abstracto (el Hombre, la Humanidad, la His-
Epílogo: apostar por la esperanza 139

Epílogo: verdad» y la «disolución de la historia»? (G.


apostar por la esperanza Vattimo)?
Todas estas declaraciones (a las que podrían
sumarse muchas más) confirman que asistimos
hoy a una grave quiebra de la esperanza. La
cultura des-creída es también una cultura des-
esperanzada. Un teólogo tan poco sospechoso
de pesimismo histórico como J. Moltmann emi-
tía recientemente este inclemente dictamen: «Ja-
En capítulos anteriores he aludido más de una más ha habido en las sociedades ricas de este
vez al preocupante déficit de esperanza que mundo tanta desorientación, resignación y ci-
aqueja hoy a las sociedades desarrolladas de Oc- nismo, tanto autoaborrecimiento».
cidente. De ahí que la pregunta con que concluía
el capítulo anterior diste de ser retórica. Parece innegable, en suma, que en este mo-
mento ya no resulta obvio, como lo fue hasta
En efecto, también a los creyentes nos ase- ahora, confiar en el futuro. Por primera vez en
dian ciertos interrogantes planteados desde di- la historia, el género humano cuenta con medios
versos ángulos de la cultura dominante. Por para privarse de él y proceder a su autoextinción,
ejemplo, los siguientes: bien por el procedimiento sumarísimo del ho-
locausto nuclear, bien por la vía lenta (pero
* ¿Será cierto que sólo podemos aspirar a
igualmente efectiva) del envenenamiento eco-
una «liberación sin salvación» que sería el «pre-
lógico.
ludio de la experiencia integral del vacío»? (E.
Cioran). Si a una humanidad provista de estos medios
se le priva, por añadidura, de buenas razones
* ¿Es verdad que «el mundo es un desastre para mirar con esperanza al porvenir, ¿por qué
cuya cima es el hombre» y que «el soberano extrañarse de que haya hecho fortuna el lema
Bien es inaccesible»? (B. Henri-Lévi). del «fin de la historia»?
* ¿Ha muerto la utopía (sea laica, sea reli- ¿Durará mucho este espectacular eclipse de
giosa), porque «del ser ya no queda nada», y lo la esperanza secular? Es lícito pensar que no.
único que resta es contemplar plácidamente la Al fin y al cabo, el ser humano, tanto a escala
«debilidad del ser», el «oscurecimiento de la individual como a escala social, es constituti-
140 Creación, gracia, salvación Epílogo: apostar por la esperanza 141

vamente esperante y, según decía J. Marías, en un mundo des-confiado no es una especie de


futurizo. Por una especie de instinto de conser- hobby al que los cristianos podamos dedicarnos
vación, la apertura confiada al porvenir le es discrecionalmente, en tanto en cuanto nos ape-
consustancial. «Dum spiro, spero», rezaba el tezca. Dicha tarea forma parte de nuestra con-
viejo adagio latino. «Mientras hay vida, hay dición de testigos del evangelio, es nuestro hon-
esperanza», confirma el refrán castellano. roso deber.

Así pues, de una u otra forma, la apuesta Así lo corroboran las palabras de Pablo: «El
más sensata es la que se hace por un giro en la Dios de la esperanza os colme de todo gozo y
conciencia colectiva que recupere el temple es- paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza
perante, necesario incluso por razones de pura por la fuerza del Espíritu» (Rm 15,13). O, lo
voluntad de supervivencia, y vuelva a articular que es lo mismo: el Dios cristiano es «Dios de
proyectos ilusionantes de futuro. La apuesta la esperanza»; una esperanza que él nos otorga
contraria, amén de antropológicamente inviable a los creyentes, «por la fuerza del Espíritu»,
(recuérdese: «dum spiro, spero»), termina con- para que «rebosemos de ella», esto es, para
fundiéndose, en la práctica, con la posición ni- que podamos comunicarla junto con «todo go-
hilista, a la que los hechos han negado siempre zo y paz».
la razón. Si quiere llevar a cabo tan sagrado deber, la
comunidad cristiana tendrá que empezar por re-
En la génesis de este giro no puede estar
novar en sí misma su propia dotación de espe-
ausente la comunidad cristiana. Los creyentes
ranza, a sabiendas de que su rasgo específico es
somos esperantes por definición. Hay que ad-
la paulina spes contra spem (Rm 4,18), que
vertir, además, que la esperanza cristiana no es
aguarda con confianza lo naturalmente «impo-
para sí misma, sino para el mundo. Por eso es
sible para los hombres, mas no para Dios» (Me
su obligación contribuir a la regeneración de las
10,27), y que, a la vez, es consciente de que
esperanzas seculares, funcionando como una es-
sólo haciendo lo posible (lo que está en manos
pecie de central expendedora de confianza, com-
humanas) tiene derecho a esperar lo imposible
prometiéndose en los proyectos esperanzados de
(lo que sólo Dios puede hacer).
futuro e irradiando la gozosa certeza de la sal-
vación. Por último: la esperanza es posible cuando
y porque la salvación es real. He ahí. en mi
«Es su obligación», acabo de decir. En efec- opinión, el servicio más valioso que los cristia-
to, la tarea de recuperar y relanzar la esperanza
Epílogo: apostar por la esperanza 143
142 Creación, gracia, salvación

que Dios es); que la fe importa el momento de


nos podemos prestar a nuestros contemporáneos la adhesión, y no sólo el del asentimiento; que
para superar la actual crisis de confianza: atre- el ser humano sólo puede adherirse personal-
vernos a despertar en nuestro entorno la sos- mente a aquel en quien confía; y que sólo puede
pecha y la añoranza de una salvación gratuita; confiar en aquel a quien ama.
poner en evidencia que al ser humano no le
bastan las esperanzas mezquinas de la sociedad La fe, el amor y la esperanza no son. pues,
de consumo, de la sedicente «cultura del bie- tres virtudes distintas y autónomas; son, más
nestar»; que esas esperanzas son en realidad el bien, tres dimensiones de la actitud complexiva
narcótico o la máscara de la desesperanza; que del hombre que ha acogido el don de Dios y
las esperanzas no se tienen en pie sin la espe- que, por ello, es nueva creación, existencia
ranza, porque «el hombre espera, por natura- agraciada.
leza, algo que trasciende su naturaleza» (P.
Laín); y que, precisamente por eso, sólo hay
auténtica esperanza donde hay auténtica aper-
tura a la trascendencia: a eso que en cristiano
llamamos, sencillamente, la salvación.
*
**

Este libro comenzaba prometiendo una historia


de amor y concluye apostando por un compro-
miso de esperanza. A decir verdad, quien se
sabe amado infinitamente ¿cómo no va a con-
templar su futuro esperanzadamente? Amor y
esperanza son, al menos en este caso, insepa-
rables.
El vínculo que une a ambos —amor y es-
peranza— es la fe, de la que, por cierto, se ha
hablado muy poco en estas páginas. Baste decir,
por ahora, que no se puede creer en Dios sin
abandonarse confiadamente a su amor (al amor

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