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Historia del Conocimiento Sociológico II

Reseña: Weber

Preguntas:
1. ¿Cuál entiende Schutz que debe ser el objeto de estudio privilegiado de las ciencias sociales? ¿Por
qué? ¿Con qué tradiciones de ciencias sociales discute Schutz en este punto?
2. ¿Cómo es posible aprehender el sentido de las acciones de acuerdo al autor? ¿Cómo se vincula ello
con la idea de comprensión y motivos?
3. ¿Por qué Schutz habla de sentidos compartidos? ¿Cómo define la idea de intersubjetividad? ¿Qué
diferencias y similitudes encontramos con el planteo weberiano?

Bibliografía:

1. Para Weber, la creciente burocratización tiende a hacer que nuevos espacios, como la política, así como nuestras
necesidades vitales, antes desconocidas o satisfechas localmente o mediante la economía privada, se encuentren
ORGNIZADAS por la burocracia. Entonces, por la complicación cada vez mayor de la cultura, se van ampliando las
tareas administrativas. De esta forma, la sociedad se encuentra acostumbrada a una pacificación absoluta, cada vez más
acostumbrada a la aplicación del orden debido a la racionalización de todos los espacios, y a la protección en todos los
sectores.
“El "progreso" hacia lo burocrático, hacia el Estado que juzga y administra asimismo conforme a un derecho estatuido
y a reglamentos concebidos racionalmente, está en la conexión más íntima con el desarrollo capitalista moderno.”
(p.1061). El capitalismo y la economía moderna requieren rapidez en las operaciones, orden, precisión, univocidad
impuesta por una administración racional y eficaz, así como un ritmo progresivo de reacción de la administración frente
a las situaciones dadas, posibilitada por las nuevas tecnologías modernas como los medios de comunicación. La
burocratización ofrece una división del trabajo cada vez mayor, debido a su tendencia a la especialización del trabajo
profesional aprendido, garantizada por el cultivo en la enseñanza del saber especializado en las instituciones educativas
y sus exámenes racionales especializados. El predominio de la reglas en la estructura burocrática, propio de su
orientación jurídico formal, ofrece una calculabilidad del resultado y una previsibilidad que sirven a los fines técnicos
económicos del capitalismo, dando lugar a una economía continua y planeada. La empresa capitalista moderna
“...necesita para su existencia una justicia y una administración cuyo funcionamiento pueda calcularse racionalmente,
por lo menos en principio, por normas fijas generales con tanta exactitud como puede calcularse el rendimiento probable
de una máquina.” (p. 1062), de forma que los componentes irracionales y pasionales se van eliminado, desarrollándose
en mayor grado una deshumanización para cumplir un objetivo específico. Todas las esferas de valor se racionalizarían
para orientarse sólo hacia la eficacia. Se afianza un principio de disciplina y de sumisión de los funcionarios a la
obediencia jerárquica de su labor.
El autor está preocupado por una sociedad del futuro, en una jaula de hierro, esclava de la máquina muerta y viva, donde
la administración técnica se convierta en el valor supremo que direccione su vida. Esto sería cada vez menos evitable
debido a la dependencia material de la sociedad con el funcionamiento correcto de las empresas capitalistas
burocratizadas. Formándose una articulación social orgánica racional del individuo con la empresa, su clase y la
profesión. Weber teme la desaparición de la libertad individual y la contención del Estado dentro de límites racionales.
También se pregunta qué pasará con las tomas de decisiones y la capacidad de realización propias del político, y no del
funcionario.
2. La burocracia, como instrumento de precisión, se utilizó en distintos ámbitos. En cuanto a la esfera política, se edificó
la burocratización en el Estado y el partido de masas. La democracia de masas eliminó en la administración los privilegios
feudales y plutocráticos -o eso intentó-, y la sustituyó por un trabajo profesional. Así, los partidos de masas rompieron
en su organización interna con el “dominio tradicional de los honoratiores basado en las relaciones personales y en el
prestigio” (p 738). La racionalización de la empresa del partido -el funcionario, la disciplina, la caja, la prensa y la
propaganda del partido- facilitó que se contara con especialistas profesionales de la táctica empleada en la organización
y en las elecciones para lograr su objeto: la adquisición de votos para los cargos políticos. Para ello, se asociaban a un
grupo social y/o económico para conseguir simpatías y/o capitales, organizaban sindicatos, cooperativas, uniones de
consumidores, etc., e introducían a sus hombres de confianza en los puestos del partido creados en esa forma. Se
adiestraban a sus miembros en oratoria y a sus empleados, en redacción: surgió una literatura de partido. Para el autor,
hay dos maneras de hacer de la política una profesión (no opuestas exclusivamente): el que vive ”para” la política siente
que debe dar sentido a su vida mediante una causa; quien vive “de” la política, aspira a hacerse de ella una fuente de
ingresos permanente. El primero debe ser independiente económicamente con respecto a los ingresos que la política le
podría reportar. Esto suele significar que tiene fortuna o una posición privada que le da suficientes ingresos. Si la
dirección del Estado o de un partido cayera en manos de personas que viven para la política, daría cuenta de un
reclutamiento plutocrático. Por lo tanto, Weber describe la tendencia de que, para alejarse del riesgo de círculos
interesados encargados de mantener el orden económico y acercarse al idealismo totalmente desinteresado y sin
prevenciones, se deben asegurar ingresos regulares a los reclutados como funcionarios.
3. La democracia de masas se da como un proceso de nivelación social que rompe con la jerarquización en forma de
estamentos u otro tipo de rangos. Esta democratización, además, implica una ampliación de la participación y la inclusión
de las voces de las masas en el debate público. Uno de sus pilares es la “igualdad jurídica” que, justamente, requiere
imparcialidad u objetividad para no distinguir entre individuos, en oposición al orden anterior, donde, por ejemplo, la
portación de un apellido implicaba poseer ciertos privilegios. “La "democracia" en cuanto tal, a pesar de fomentar,
inevitablemente y sin quererlo, la burocratización, es enemiga del "dominio" de la burocracia, y a este efecto opone muy
sensibles obstáculos e inconvenientes a la organización burocrática” (p.743). Esta contraposición se expresa en diferentes
niveles: implicando la democracia el debate abierto, la participación y masificación; la burocracia encarna los saberes
expertos y profesionales, las actividades y discusiones ocultas y secretas a puertas cerradas. Los espacios de poder con
responsabilidades no dependerán de haber nacido en un estamento pero sí van a surgir de uno “nuevo”, pues la tenencia
de títulos y certificados académicos serán las nuevas vías hacia una situación similar de privilegio. Weber ve como
riesgoso el avance cada vez hipertrofiado de la burocratización, pues los especialistas y técnicos podrían llegar a ocupar
el rol de tomar decisiones sin tomar su correspondiente responsabilidad. Él sostiene como necesario que los expertos no
se posicionen valorativamente: ese es el rol de los políticos. Es imprescindible -e imparable- que, por su eficiencia, la
extensión cuantitativa y cualitativa de responsabilidades, exista un aparato burocrático pero debe estar limitado. En sus
palabras: “El funcionario ha de ejercer su cargo (...)"sin cólera ni prejuicio". El partidismo, la lucha y la pasión (...)
constituyen el elemento del político.” (pág 1071). “El funcionario ha de estar "por encima de los partidos", lo que en
realidad significa fuera de la lucha por el poder propio, y la responsabilidad personal, derivada de dicho poder en relación
con su causa, constituye el elemento vital tanto del político como del empresario” (pág 1076).
En el contexto en el que escribe, Weber distingue en Alemania la burocratización avanzando de forma desmedida, con
riesgos de volverse una tecnocracia. Ante esta situación, ve como salida la aparición de un liderazgo político fuerte.
Democratización y demagogia van de la mano en la medida en que las masas ya no se tratan como objeto puramente
pasivo de administración, sino que su voluntad se toma en consideración. Al tomar su confianza y fe en cuenta para
lograr el voto, la democracia tiende a una selección cesarista del jefe político. Un líder carismático, frente a las masas
disponibles, sí podría asumir responsabilidades e incluso ser un elemento “contrarrestante” ante la extrema
racionalización y profesionalización burocrática, pues sus características personales extraordinarias de oratoria,
conducción, entre otras, son su especialidad. Por ello, para Weber también es importante que en el modelo de democracia
haya un Parlamento fuerte, donde los políticos se acostumbren a debatir y argumentar, pues, para el caudillaje político
sólo están preparadas las personas que han sido seleccionadas en la lucha política. El parlamentarismo, funciona como
freno hacia la burocracia ya que la guía y puede pedirle explicaciones y exigirles rendimientos de cuentas; y, hacia el
líder político por fijar el presupuesto, discutir y aprobar proyectos de ley. Asimismo, es lugar de selección y prueba de
los conductores de masas para directivos del Estado por lo que constituye un espacio fundamental para una política
estable.“La carrera parlamentaria abre a las ambiciones políticas y a la voluntad de poder y responsabilidad las mayores
oportunidades y, por otra parte, debido al rasgo "cesarístico" de la democracia de masas, los partidos se ven obligados a
someterse allí, en calidad de jefes y tan pronto como se revelan en condiciones de conquistar la confianza de las masas,
a personalidades de temperamento y dotes verdaderamente políticos.” (p.116) La firme organización de los partidos y la
obligación por parte del conductor de masas de formarse y acreditarse participando en los trabajos de las comisiones
parlamentarias de acuerdo a sus reglas convencionales, ofrecen cierta garantía de que los líderes carismáticos se adapten
a las formas jurídicas de la vida del Estado y no se lo elija de modo simplemente emocional, por sus meras cualidades
"demagógicas". Además, un Parlamento fuerte se haría cargo del problema de la sucesión, reduciendo las posibilidades
de catástrofe “allí donde la cooperación efectiva de vigorosas corporaciones representativas en el gobierno mantiene la
continuidad política y las garantías constitucionales del orden civil sin interrupción alguna.” (p.114)

EL PARLAMENTO LOS FORMA MEJOR PERO NI PERMITE CONTRARRESTAR EL CARISMA SINO SUS
ACCIONES POR MEDIO DEL CONTROL

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