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Los momentos de ruptura nos obligan a replantear el panorama en todos los ámbitos
y en todos los sentidos. Se trate de una crisis económica, de un trance político o de
un desastre natural (como ahora es el caso), las circunstancias nos llevarán
necesariamente a pensar sobre las relaciones que establecemos en nuestro grupo
social, sobre todo aquellas que son fundamentales para la subsistencia y el
mantenimiento del equilibrio colectivo.
Darnos cuenta de cuáles son esas relaciones y qué tipo de prácticas las acompañan
nos ayudará a discernir mejor que en otros momentos la línea a seguir en pos de
un mayor desarrollo humano. La catástrofe ocurrida con los temblores que azotaron
gran parte del territorio mexicano, los días 7 y 19 de septiembre pasado, nos
permitió observar con terribles lecciones que el tiempo, el esfuerzo y los recursos
económicos que invertimos en conocer y reconocer a las personas que nos
rodean, en conocer y reconocernos a nosotros mismos, producen los mejores
frutos.
Todos aprendimos que la fuerza necesaria para sortear las grandes dificultades se
genera en el momento en que reconocemos al otro como parte de nuestra propia
individualidad. Ante la catástrofe todos fuimos vulnerables, así como todos
imprescindibles, todos necesarios, dispuestos a levantarnos y a tender la mano para
sostener al otro, porque comprendemos que en la relación más desinteresada
con el otro se encuentra la materia más valiosa de nuestra condición humana.
Pero, ¿qué prácticas nos permiten establecer tales relaciones con bajas o nulas
tasas de interés?, esa la cuestión. Sin duda, el arte es una de ellas, su capacidad
para enfrentarnos con la materia sensible del ser humano lo convierte en una de las
vías más efectivas para el autoconocimiento y la revaluación de nuestra forma de
ver el mundo. Hoy se nos presenta una oportunidad que no esperábamos: no sólo
tenemos la responsabilidad de reconstruir nuestras casas y velar por los nuestros,
también la de reconstruir la parte no tangible de cada uno, reflejo esencial de
la sociedad que representamos.