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Arte para la ruptura

Andrés Vázquez Moreno


Instituto Ciudadano para la Gobernanza Democrática

Los momentos de ruptura nos obligan a replantear el panorama en todos los ámbitos
y en todos los sentidos. Se trate de una crisis económica, de un trance político o de
un desastre natural (como ahora es el caso), las circunstancias nos llevarán
necesariamente a pensar sobre las relaciones que establecemos en nuestro grupo
social, sobre todo aquellas que son fundamentales para la subsistencia y el
mantenimiento del equilibrio colectivo.

Darnos cuenta de cuáles son esas relaciones y qué tipo de prácticas las acompañan
nos ayudará a discernir mejor que en otros momentos la línea a seguir en pos de
un mayor desarrollo humano. La catástrofe ocurrida con los temblores que azotaron
gran parte del territorio mexicano, los días 7 y 19 de septiembre pasado, nos
permitió observar con terribles lecciones que el tiempo, el esfuerzo y los recursos
económicos que invertimos en conocer y reconocer a las personas que nos
rodean, en conocer y reconocernos a nosotros mismos, producen los mejores
frutos.

Todos aprendimos que la fuerza necesaria para sortear las grandes dificultades se
genera en el momento en que reconocemos al otro como parte de nuestra propia
individualidad. Ante la catástrofe todos fuimos vulnerables, así como todos
imprescindibles, todos necesarios, dispuestos a levantarnos y a tender la mano para
sostener al otro, porque comprendemos que en la relación más desinteresada
con el otro se encuentra la materia más valiosa de nuestra condición humana.

Pero, ¿qué prácticas nos permiten establecer tales relaciones con bajas o nulas
tasas de interés?, esa la cuestión. Sin duda, el arte es una de ellas, su capacidad
para enfrentarnos con la materia sensible del ser humano lo convierte en una de las
vías más efectivas para el autoconocimiento y la revaluación de nuestra forma de
ver el mundo. Hoy se nos presenta una oportunidad que no esperábamos: no sólo
tenemos la responsabilidad de reconstruir nuestras casas y velar por los nuestros,
también la de reconstruir la parte no tangible de cada uno, reflejo esencial de
la sociedad que representamos.

Es necesario pensar la expresión artística más allá del espectáculo y la


diversión esporádica, hacerla parte fundamental de nuestra vida cotidiana,
apreciar su valor para construir el modelo de mundo que nuestra sociedad
necesita. Fortalecer nuestra cultura es una paso tan importante como el que más
para darle cohesión a eso que llamamos nuestro México. Nos hemos dado cuenta
de que la estructura política y económica son endebles, pero una estructura social
basada en el desarrollo humano es capaz de reconstruirse a sí misma. Eso hará el
arte por nosotros, nos hará más fuertes como sociedad, puesto que trabaja con
aquello que nos impulsa sin necesidad de una moneda de cambio.
Además, a través del arte encontraremos la manera más idónea para expresar
lo que de otra manera no podríamos decir, lo cual, a la larga, se convertirá en
nuestra memoria; nombrar, gritar, llorar, armar, deshacer lo que ahora no
podemos; por cada ladrillo una lectura, por cada casa una pintura, por cada
recuerdo que suba el telón, por cada silencio una melodía… Apropiarnos de nuestra
cultura, de las formas artísticas que se desarrollan en su interior, significa dar un
paso enorme en la reconstrucción que ahora emprendemos, esa es nuestra mejor
oportunidad.

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