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Revista electrónica en Ciencias Sociales y Humanidades Apoyadas por

Tecnologías.

2014. Vol.3 No. 2, Pp. 57-68.

Resultados de un Programa de Intervención Cognitivo Conductual


para Eliminar las Rabietas de un Niño de 5 Años.

Espinoza Montiel Oralia 4


Correo: oralia_es@hotmail.com
Universidad Nacional Autónoma de México

Cómo citar este texto: Espinoza, O. (2014). Resultados de un Programa de Intervención Cognitivo Conductual para Eliminar las
Rabietas de un Niño de 5 Años. Revista electrónica en Ciencias Sociales y Humanidades Apoyadas por Tecnologías, 3(2), 57-68.

Resumen:
Los berrinches, también llamados conductas emocionales de tipo disruptivo o rabietas, que por lo general se m anifiestan a través de
enfado, disgusto o llanto exagerados, representan un fenómeno universal que debe ser atendido de manera temprana durante la
infancia (Solter, 1992, citado en Mireault & Trahan, 2007), ya que tienen una correlación directa con el desarrollo de trastornos
emocionales y de la conducta más graves (Kann y Hanna, 2000; Needlman, Stenvenson y Zuckerman, 1991; Sanson y Prior, 1999,
citado en Mireault & Trahan, 2007). En el trabajo que aquí se expone, se muestran los resultados de un program a de intervención
cognitivo conductual para tratar las rabietas de un niño de 5 años, quien con el apoyo de sus padres, responde de forma efectiva a
técnicas de modificación de la conducta basadas en el reforzamiento positivo. Aunque el programa fue breve, es un ejemplo de los
alcances que pueden tener los efectos de un programa de intervención cognitivo conductual.
Palabras clave: berrinches, infancia, extinción, reforzamiento, estilo parental

4
Facultad de Estudios Superiores de Iztacala-UNAM.

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Introducción.
Los berrinches, también llamados conductas emocionales de tipo disruptivo son una respuesta conductual caracterizada
por el estallido brusco de una excitación psicomotriz (llanto, gritos, pataletas, golpes, insultos, tirar o aventar objetos,
etc.) ante un evento que lo provoca, constituye una manera de dar salida al sentimiento de rabia o frustración. Dice Bath
(Mireault & Trahan, 2007) que la causa de esta respuesta emocional se debe a que el niño no sabe cómo controlar sus
impulsos emocionales, lo cual desemboca en una aparente pérdida de autodominio. Por otro lado, dice Rodriguez (2005)
que el berrinche surge ante la sensación de impotencia, sobre todo cuando algún miembro de la familia contraria los
deseos o ilusiones del menor.

El pediatra- nefrólogo Cristian Urbina (Sánchez, 2001) confirma que los berrinches no sólo tienen que ver con el
desarrollo de la personalidad del niño (ya que se hallan en la etapa de egocentrismo y de negativismo) sino que hay
factores que los favorecen como la sobreprotección, una disciplina estricta y rígida, el cansancio de los padres, el mal
humor, entre otros.

Según Alain Train (2004) el berrinche, a diferencia de otras conductas no se aprende, sino que es una forma de
comunicación en una etapa del desarrollo del niño para expresar sus necesidades, aunque desde el enfoque de la
psicología conductual, toda conducta está condicionada.

El berrinche se observa en los niños de todas las culturas, pero no todos los presentan. El berrinche aparece entre el año
y medio y los 3 años de edad, y aumentan en la medida que el niño amplía su territorio propio, y los límites y reglas que
impone la sociedad frustran su realidad inmediata. (Rodríguez, 2005).

No obstante, ciertos investigadores han señalado que los berrinches no siempre se manifiestan por enojo o frustración
(Mireault & Trahan, 2007), puesto que padres de familia y peritos del cuidado infantil han observado que los niños se
hallan más propensos a hacer berrinche cuando están fatigados, excesivamente estresados o se encuentra una desviación
de la rutina normal del niño.

Speltz, McClellan, Deklyen y Jones (1999, citado en Mireault & Trahan, 2007) encontraron que el 25 % de niños de 5 y
17 años de edad que habían sido diagnosticados con Trastorno de Desafío y Oposición, del cual el berrinche es un
síntoma central, eran niños muy ansiosos, así mismo Leung y Fagan (1991, citado en Mireault & Trahan, 2007)
descubrieron que el berrinche puede ser una forma de afrontamiento para niños que son agresivos o ansiosos.

Es importante tener en cuenta que los niños que presentan berrinches constantes, están expresando un sentimiento de
omnipotencia, con el llanto, los golpes, los gritos o los insultos, están demostrando a los adultos que pueden obtener
concesiones (Rodríguez, 2005).

Otra forma de berrinche es el capricho y las explosiones coléricas, que se presentan entre los dos años, y pueden
prolongarse toda la infancia y la adolescencia. Sus características psicológicas son empecinamiento, llevar la contraria,
volverse obstinados, gritos desmesurados, lanzamiento de objetos, ataques físicos. Estás crisis, de acuerdo con Rodríguez
(2005) son el reflejo de la confusión entre amor y odio al padre, maestro o la figura adulta que no cumple con los deseos
del infante, representan también celos o envidia.

Cabe decir, que si el berrinche se presenta después de los 5 años, se requiere de ayuda profesional, sobre todo, si el
menor se está haciendo daño a sí mismo y sus berrinches se vinculan con actos de agresión graves que son inaceptables
para los padres o maestros.

Los niños que hacen berrinches, que tienen mal genio o son explosivos, son catalogados como “niños difíciles”. Son
niños controladores, saben que tienen una herramienta muy grande, tienen el poder de manipular las emociones de sus
padres o cuidadores. Si la conducta “difícil” continúa a lo largo de la infancia y en adolescencia, puede originar, como se
afirmaba al inicio de este trabajo, en problemas de conducta/ o emocionales más severos.

Para ejemplificar esto, Richman, Stevenson y Graham (citados en Silva, 2008) confirman que el 63% de un grupo de
niños de 3 años identificados con problemas de conducta, como sobreactividad, berrinches, problemas disciplinarios y de
manejo, en comparación con un grupo de niños que no presentaban esas características conductuales, mostraban
persistentemente esos problemas a los 4 años y 62% continuaba presentándolo a los 8 años. Entonces, estos autores
concluyeron que los problemas externalizados como agresión, desobediencia y bajo control de impulsos, y los berrinches,
que aparecen por primera vez a una edad temprana, tienen gran probabilidad de persistir a lo largo de los ciclos de vida
del individuo.

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Considerando todo lo anterior es necesario revisar en la literatura, cuáles son las formas más recomendables para tratar
conductas infantiles que son normales para lograr la adaptación emocional y social de los niños (as) a su entorno
inmediato, con aceptación de normas y reglas y que estos no desencadenen problemas de conducta en años posteriores.

Tratamiento o Intervención.
A menudo los padres de familia y cuidadores infantiles utilizan técnicas disciplinarias para controlar el berrinche como:
1. Ignorar al niño, 2. Darle tiempo fuera, o descanso (Bathia, et al. ,1990; Carr y Newson, 1985, citado en Mireault &
Trahan, 2007), pero que no suelen ser funcionales, si la causa del berrinche es la ansiedad que no puede ser manejada por
el pequeño. Dice Mireault & Trahan (2007) si la ansiedad constituye un precursor a algunos berrinches, tales
intervenciones no sólo son inapropiadas, sino que es posible que intensifiquen la ansiedad del niño y contribuyan a un
ciclo de comportamientos de berrinches, por lo que la recomendación, es que los padres y cuidadores utilicen técnicas de
relajación para reducir la ansiedad.

Por otro lado, Vargas- Mendoza (2009) describe la eficacia de técnicas de modificación de la conducta como Extinción y
Reforzamiento en la intervención psicológica del berrinche o rabieta, ejemplifica con el caso de Jenny, quien era una
niña de 3 años, hija única de una pareja joven, que siempre presentaba escenas de berrinches. Las técnicas de Extinción y
Reforzamiento se aplicaban de la siguiente manera: se ignoraba el problema del berrinche y se reforzaba una conducta
contraria, es decir que ante la situación que provocaba el llanto o enojo de la menor, el padre establecía contacto físico
con la niña, le quitaba los zapatos y calcetines, le lavaba los pies, y le volvía a poner sus zapatos y calcetines. La madre
de la niña registraba el evento con su respectiva duración. Al cabo de 3 semanas, la niña dejó de hacer berrinches
siguiendo esta condición. Como se observa, se entrenó a los padres para no ceder ante el berrinche de la niña y se reforzó
diferencialmente al tocar y emitir una conducta alternativa.

Se reconoce también, que el castigo (Mireault & Trahan, 2007; vanguardia 2010) es otra forma común de disciplinar a
los niños. En la mayoría de los casos, se ha recurrido al castigo corporal, que se sabe que deja secuelas psicológicas, pero
también puede ser usado en forma efectiva sin llegar a los golpes. Otra forma es el autocontrol. Para esta última, se
requiere antes de un proceso de observación, en el que se especifique cuáles son las causas que originan un berrinche, los
lugares o situaciones en las que estos se dan. (Letosa, 2012).

El tiempo fuera junto con el reforzamiento positivo puede ayudar a que el niño pueda ir comprendiendo que las rabietas,
pataletas o berrinches son formas inadecuadas de comunicar sus emociones, por lo que de acuerdo con Letosa (2012) son
altamente recomendables para corregir este tipo de conductas que se presentan durante el desarrollo de los niños.

Ahora bien, es preciso caracterizar y definir cada una de las técnicas en modificación de la conducta antes mencionadas
para clarificar con ello, sus características:

a) Extinción o Retirada de atención. Es el cese de reforzamiento de una conducta. Supone que ante una situación
de rabia, enojo, o llanto, se debe ignorar o evitar reforzar dicha conducta. Williams (1959, citado en Kazdin,
1978) ejemplifica el uso de esta técnica para eliminar el berrinche de un niño de 21 meses, quien lo presentaba
justo antes de irse a dormir. Comenta el autor que se les dijo a los padres que acostaran al niño y salieran del
cuarto, la primera noche de la extinción el berrinche duro 45 minutos, posteriormente se fue disminuyendo su
grado de intensidad hasta que desapareció por completo
b) Tiempo Fuera. Es un tipo de aislacionismo social. A veces puede referirse a una pérdida de la atención.
Presupone que una persona debe ser apartada de un medio ambiente reforzador. De acuerdo con (Leintenberg,
1982) es una técnica que puede ser combinada con economía de fichas o algún tipo de reforzamiento para tratar
problemas de comportamiento (rabietas, agresividad), ya que hay trabajos experimentales que indican que no es
muy recomendable y que solo da resultados, después de haber utilizado otras técnicas. Según Banús (2012)
deben aplicarse 1 minuto por cada año del niño y al finalizar la aplicación de la técnica, se sugiere tener contacto
con el menor.
c) Economía de Fichas. Es un sistema de administración de refuerzos mediante la utilización de fichas, vales,
tarjetas. Mediante ella se puede reforzar el comportamiento deseado o esperado (Miranda, 1999). Su principal
objetivo es motivar al niño a mejorar la ejecución de aprendizajes o bien fomentar la aparición de conductas
positivas en vez de las disruptivas (como el berrinche o la negatividad). Skinner y Hull la emplearon por
primera vez en trabajos experimentales (Kazdin, 1978), aunque fueron Ayllon y Azrin quienes la inventaron en
1968 para conseguir que enfermos mentales institucionalizados fueran más competentes (Banús, 2012).
d) Reforzamiento. Se refiere a un aumento en la frecuencia de una respuesta. Hay dos tipos de reforzamiento
(Kazdin, 1978; Miranda, 1999): el positivo y el negativo. El reforzamiento positivo busca el incremento en la
frecuencia de una respuesta que es seguida por un evento favorable; por ejemplo una mirada, una sonrisa,

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recompensas, privilegios, establecer contacto físico, jugar, etc. El reforzador negativo busca incrementar la
frecuencia de una respuesta por medio de la eliminación de un evento aversivo inmediatamente después de que
se ejecuta la respuesta deseada.
e) Castigo. Es la presentación de un evento aversivo, o la eliminación de un evento positivo subsiguiente a una
respuesta, que disminuye la frecuencia de esa respuesta (Kazdin, 1978) Incluye pérdida de privilegios.
f) Técnicas de relajación. Son un conjunto de procedimientos cuyo antecedente son las técnicas de relajación
progresiva de Jacobson (1929) y la relajación autógena de Schultz (1932). Su propósito es disminuir estados de
ansiedad, ira, agresividad, estrés, mediante la distensión y tensión de los músculos, en el caso de niños, les
ayuda a estar más tranquilos y a controlar sus impulsos negativos. Una forma de trabajar la relajación con niños
es a través de cuentos que pueden ser vividos como un juego. (Banús, 2012; Guillaud, 2006) y al mismo tiempo
enseñarles ejercicios de respiración.

En el caso que aquí se expone, el menor de 5 años incurre en una conducta disruptiva cuando la madre no cumple con sus
peticiones de manera inmediata. Las rabietas las manifiesta en forma de llanto, golpes, manotazos, enojo exagerado,
insultos y aunque los padres han empleado técnicas basadas en los castigos corporales y el convencimiento, ellos no han
encontrado resultados favorables.

El berrinche o rabieta, de acuerdo con la información que proporcionó la madre, se originó a partir de que ella y el
menor sufrieron una breve separación debido a dos operaciones quirúrgicas, donde el menor aprendió a manipular a la
madre para que ésta cediera a sus peticiones y la madre, por su sentido de protección y evitar que el niño llorara, se
enojara, gritara, pataleara, manoteara, golpeara, como lo vio que hizo con los médicos por la separación, ha aprendido a
consentir los deseos del menor. Buscando con ello reducir la ansiedad que ese hecho causó en el niño.

La idea de pérdida se presentó de nueva cuenta al ingresar al preescolar, donde el pequeño al inicio golpea a
compañeritos, grita, o hace escenas de berrinche con su maestra, impulsado (internamente) por la idea de volver a perder
a la madre, y como sabe que ese hecho causaba molestias en la madre y el padre, quienes, están al pendiente en todo
momento, comenzó a intentar canalizar sus miedos de otra forma poco eficaz: morder las uñas, morder los lápices y
morder el control de la televisión.

El pequeño es hijo único, y al saberlo, reconoce que toda la atención es para él por parte de los padres, así que por ese
hecho, ha aprendido a controlar a la madre para que le dé todo de forma inmediata.

Objetivo.
Se Diseñó y aplicó un programa de intervención psicológica para modificar la conducta disruptiva del berrinche en un
menor de 5 años desde el enfoque cognitivo conductual.

Se entrenó a los padres del menor en el manejo de técnicas de modificación de la conducta con la finalidad de que
hicieran una correcta aplicación del programa de intervención.

Método.
Participantes.
 Niño X, menor de 5 años que cursa el tercer grado de educación preescolar, es hijo único, vive con ambos
padres. Tiene un buen estado de salud. El berrinche lo manifiesta a través de jalones, golpes, gritos, tirar o
aventar objetos y el llorar. La madre piensa que esta conducta se debe a que el pequeño no sabe cómo controlar
sus impulsos. Cree que es un aspecto heredado, porque el padre y ella son impulsivos. Le han dicho al niño que
si sigue con este tipo de comportamientos ya no lo van a querer, porque los niños que son así, caen mal y no los
quieren. El niño ha aprendido a pedir perdón, pero reincide. Ha tenido otras conductas que reflejan un estado
ansioso: comer las uñas durante el ciclo escolar pasado, tirar las cosas de sus compañeros en el aula,
actualmente, morder el control remoto de la televisión.
 Madre, mujer de 35 años de edad con estudios universitarios que se dedica actualmente al hogar.
 Padre, hombre de 45 años de edad con estudios universitarios, tiene un negocio propio.

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Diseño.
El diseño que se utilizó en la intervención es el ABA o de reversión, el cual incluyó tres pasos:

1. El primer paso, en este se hizo un registro sobre la manifestación de la conducta del berrinche antes de la
intervención (línea base).
2. Es el paso en el que se aplica el programa de intervención al participante, se hacen una serie de registros bajo la
condición implementada.
3. Consiste en volver a la línea base para comprobar si hubo o no cambio en el comportamiento, se mide sin
aplicar la intervención.

Procedimiento.
Fase A: Línea base

 Los padres hicieron el registro de la línea base en el formato diseñado para medir el comportamiento antes de la
intervención, para ello se explicó previamente el correcto llenado, así como el objetivo que se pretendía con la
medición. La aplicación de este instrumento se realizó del 22 al 28 de octubre del 2012.

Fase B: Intervención

 Antes de proceder a la aplicación, se explicó a los padres las técnicas que permitirían modificar la conducta
del menor, y se comentó la importancia de su apoyo para lograr un cambio en el comportamiento del niño.
 Los padres implementaron el programa de intervención durante tres semanas.
 Los padres llevaron un registro del comportamiento a modificar durante la intervención.
 Se supervisó la correcta aplicación de la intervención cada tercer día, para identificar posibles errores de los
padres o del mismo programa y por lo tanto, en caso necesario replantear la intervención.

Fase A: Evaluación de la intervención

 Durante la 5ta. Semana se dejó de aplicar el programa y se registró el comportamiento sin la intervención para
identificar si hubo cambios o no. (19 al 25 de noviembre del 2012).
 Se analizaron los resultados y se presentó un informe final.

Resultados.
Toma de línea base: la madre observó y registró las conductas inapropiadas, relacionadas con el berrinche (llorar, gritar,
pegar, lanzar objetos, jalonear) del niño Gustavo Cuevas, durante la semana del 22 al 28 de octubre del 2012 en un
formato que se le entregó el día 22 de octubre. Los resultados de la línea base se exponen a continuación:

Figura 1: Se muestran los registros sobre los tipos de conductas


inapropiadas por el niño.

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Como se observa en la figura 1, las conductas inapropiadas como el llorar se presentaron dos veces a la semana (28%)
con una duración de 5 minutos aproximadamente, el motivo de estas conductas según referencia la madre se deben a que
no le compró un juguete o no se le dio algo cuando se lo pidió a esta última a la salida de la escuela.

La conducta del pegar, aunque tiene una frecuencia menor que el llorar, también se presentó durante la semana, cuando
el menor interrumpió una plática entre la madre y su hermana, para pedirle algo y al no obtener la respuesta inmediata,
con el puño cerrado le pegó en el brazo (14%).

La conducta de gritar y lanzar objetos se presentaron, pero no están relacionados con el berrinche del menor, sino que
son conductas de su juego, ello lo comentó la madre durante la revisión de la línea base.

Intervención: Identificación, observación de conductas y aplicación de técnicas de modificación de la conducta.

Figura 2. Formato de registro de economías de fichas.

Como se observa en la tabla, la madre ha colocado caras sonrientes que indican el buen comportamiento del menor
durante la semana del 29 de octubre al 4 de noviembre del 2012.

No obstante, durante la semana del 5 al 11 de noviembre el niño presentó en dos ocasiones el berrinche (28%). El cual
fue motivado porque no se le permitió jugar con los primos, cuando le estaban llamando para comer, en este caso su
enojo se presentó pegándole a la tía de forma espontánea y poniéndole cara de enojado y llorando al mismo tiempo
(durante un minuto) cuando ésta fue por él al cuarto de los primos, y también se presentó en la escuela cuando un
compañero de su clase no le quiso prestar un juguete, y su enojo lo mostró con llanto exagerado, por consecuencia la
madre volvió a registrar el mal comportamiento. Para estas ocasiones la madre aplicó sanciones como no dejarlo ver la
televisión, se habló con el pequeño y se le invitó a mejorar su comportamiento al mismo tiempo que hizo el registro de
economía de fichas.

En la tercera semana presentó este comportamiento disruptivo en una ocasión (14%) debido a que en la escuela se rehusó
a trabajar en el salón de clases y le cruzó los brazos a la maestra, ya que no le permitió salir a jugar. La madre apuntó en
su registro que platicó con el menor y repitió la sanción de no dejarlo ver televisión desde la llegada del colegio hasta irse
a la cama, al mismo tiempo que le hizo saber que no quería que se continuaran manifestando las conductas, pues le
estaban restando caras sonrientes.

Gráficamente puede observarse que las conductas asociadas con el berrinche durante las tres semanas de intervención
quedaron de la siguiente manera:

La puesta en marcha de la intervención dio inició el día 29 de Octubre del presente. Durante la primera semana se
observó que el niño estaba respondiendo al tratamiento. Cuyos resultados se veían favorables, pues no había presentado
ningún tipo de berrinche, tal como lo evidencia el registro de economía de fichas siguiente.

En esta figura 3 se identifica que el llorar, el pegar y el gritar se presentaron en la segunda semana del tratamiento (color
rojo) y en la tercera semana solo llorar y gritar (color verde) y donde al mismo tiempo se observa una disminución en la
duración de las conductas.

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Figura 3: Se muestran la intervención realizada en los diferentes días de
la semana.
Evaluación de la Intervención (línea base 2). Se observó y registró la conducta del menor Gustavo Cuevas durante la
semana del 19 al 25 de Noviembre del 2012 sin intervención y se observó que no se presentó ningún tipo de conducta
relacionada con el berrinche.

Con base en los resultados anteriores se ubica entonces que hubo cambio significativo en la conducta del menor, ya que
disminuyó la duración de las conductas del berrinche con la aplicación de las técnicas de modificación de la conducta
(economía de fichas, extinción combinada con tiempo fuera, relajación, y el reforzamiento).

En la Gráfica 4 se observa que hay una diferencia notable entre los tres registros, ya que mientras en la línea base 1 hay
una frecuencia de aproximadamente 5 minutos en las conductas de llorar, pegar, y gritar, durante la intervención hay una
reducción notable a 2 minutos aproximadamente y al final de la intervención, en el registro de línea base 2, los
comportamientos no se presentaron, es decir se extinguieron.

Figura 4: Se muestra la comparación de los resultados de las diferentes


etapas de la intervención

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En esta figura 4 de comparación de resultados se observa la frecuencia con la que aparecieron las conductas del
berrinche: jalonear, pegar, llorar, gritar y lanzar objetos en la línea base 1 con color azul, cuya frecuencia oscilaba entre el
28% y el 14%, mientras que de color rojo está el registro de las conductas que de igual manera se manifestaron durante la
intervención pero con una relativa disminución al 14% y por último el registro de línea base 2 de color verde, donde se
identifica que no aparecieron las conductas (0%). Por tanto se deduce que hubo efectividad en el tratamiento.

Análisis y Discusión.
El diseño de un solo caso (tipo ABA) representa uno de los métodos experimentales con mayor frecuencia utilizados en
las terapias psicológicas de enfoque conductual y operante. Tienen la ventaja de que establecen relaciones causa- efecto
sobre una conducta problema antes y después de una intervención psicológica. Para el asunto que nos ocupó, el berrinche
del menor X, permitió hacer mediciones sobre la frecuencia de las conductas relacionadas con el berrinche, ubicar los
motivos, el modo en que actuaban los padres ante la conducta disruptiva en la línea base y posteriormente medir la
efectividad del tratamiento, además de ir acompañando a los padres en el proceso de la intervención.

En un principio se pensó que la conducta del menor era producto de un escaso control de las emociones, tal como lo
afirmaba la madre en la entrevista inicial y como lo confirmaba García (2003) al decir que el berrinche se relaciona con
la frustración, con un ira reprimida, con agresión al no poder ejecutar un plan de acción acerca de los deseos de los
infantes , pero conforme se fue observando al menor de forma indirecta durante el proceso de registro de línea base,
durante la intervención, y se indagó sobre la etiología de la conducta problema, se ubicó que el berrinche estaba
relacionado con un estilo de crianza sobreprotector y con ausencia de límites por parte de la madre.

Ello en parte originado por una breve separación que la madre y el pequeño vivieron después de 2 intervenciones
quirúrgicas realizadas al menor a la edad de 3 años, y donde la madre aprendió a ceder ante el llanto del niño, porque le
recordaba el sufrimiento del pequeño cuando le fue arrebato de sus brazos por los médicos del hospital. Este aspecto,
representó por consiguiente un reto que consistía en entrenar a los padres para que aplicaran técnicas de modificación de
la conducta e implicaba al mismo tiempo concientizarlos sobre las repercusiones de su estilo de amar y educar poco
convenientes en la conducta del pequeño.

Para lograr la modificación de la conducta, que como se observa en las gráficas de resultados, paso de ser una conducta
molesta para la madre antes de la intervención, a ser una conducta extinguida después del tratamiento, se tuvo que
explicar que el origen de los berrinches, relacionados con frustración o angustia, se debía a los siguientes motivos:

 Los demás no lo dejan hacer lo que él quiere.


 Los demás le obligan a realizar lo que no quiere.
 Los demás no se comportan entre sí como él quiere.
 El mismo en su lucha íntima no consigue lo que quiere

Por tanto, la única forma que tienen los niños, cuyas conductas se relacionan con la disrupción emocional, como es el
caso del pequeño X, para expresar que se sienten “mal”, que se siente enojados, que se siente angustiados por no obtener
lo que quieren, es manifestándose con una emoción iracunda, con gritos, con puñetazos, con pataletas, con ansia
destructiva a sus propios juguetes, con aumentos notables de respiración, con gesticulación y secreción de sudor (García,
2003), es decir con un berrinche. El cual, desde nuestro punto de vista, en el caso del menor que nos ocupa, pudo haber
sido reforzado desde el día en que reconoció que podía manipular a través del llanto a su madre para conseguir
satisfacción de sus deseos. Y la madre, al tratar de reprimir el llanto, aprendió a ceder ante las respuestas inadecuadas de
cólera del niño.

Si bien el llanto es una forma natural de expresión de los deseos de los niños que se manifiesta desde los primeros años
de vida y es considerada una conducta saludable e indispensable para la supervivencia del infante (García, 2003,
Domínguez, s. f.) conforme el niño comienza a utilizar el habla y el lenguaje a partir del año de edad, el llanto debe dejar
de ser la manera en como un menor indica sus necesidades.

No obstante, en el caso del menor X, éste había sido la única forma de expresar que necesitaba “y” cosa de forma
urgente. Así que como se observa, esta conducta es la que se requirió modificar en su duración al inicio de la
intervención, ya que aparecía con más frecuencia. Y la que debía enseñársele a la madre cómo tratarla.

Se puede identificar que las técnicas de modificación de la conducta como la economía de fichas, la extinción, el tiempo
fuera, el reforzamiento positivo y el castigo, cuyos antecedentes de aplicación en la modificación de la conducta los

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encontramos en los trabajos experimentales de Pavlov, Sechenov, Skinner, Thorndike, Gutrie, Hull y Tolman (Kazdin,
1983) son efectivas para el tratamiento de los berrinches.

Si bien estos autores desarrollaron diversos trabajos con animales cuya inquietud estaba relacionada con la búsqueda de
un estatus de cientificidad en la ciencia psicológicas, pero con notable influencia de la reflexología y los avances en la
biología, donde establecieron principios fundamentales del condicionamiento clásico, la asociación y el aprendizaje a
principios del siglo XX, actualmente son la base de los programas de modificación de la conducta con base cognitiva-
conductual y por tanto sus aportaciones permiten equiparar que sus hallazgos sobre el condicionamiento de conductas, la
imitación, la formación de hábitos son consecuencia de la relación que el individuo establece con su ambiente.

De esta forma se deduce, por tanto que el berrinche era una conducta que podía ser analizada por la relación entre
variables ambientales (estilo de crianza, procesos educativos equivocados, excesos de protección y falta de límites) y
organismo biológico, es decir que éste era producto de un aprendizaje por asociación, por lo que su modificación debía
responder del mismo modo a la lógica que lo produjo, o sea a una asociación de estímulos vinculados con su ambiente.

Al niño X, le correspondía referir que su conducta de berrinche era una forma incorrecta de expresarse, y para ello debía
aprender a entender que el llanto, el pegar, jalonear, gritar, cruzar los brazos y poner cara de enojado cuando no le
satisfacían sus peticiones era un comportamiento equivocado que no se esperaba de él, por ende se buscó reforzar el ser
paciente, el que tuviera “buenos comportamientos” que respetara las reglas y que canalizara su frustración sin necesidad
de agredirse, o agredir a los otros.

Esto último, la agresividad, está relacionado con impulsos destructivos que tienen como base la ira reprimida (Klein,
citado en García, 2003) que el pequeño Gustavo pudo haber manifestado cuando golpeaba a su madre o a la tía cuando
no le dejaron hacer lo que quería. Y aunque en ninguno de los registros se ubica la autoagresión, se sabe por la madre y
por observaciones indirectas que el pequeño maltrata a sus juguetes, así que con ellos descarga esa ira reprimida.

Por tanto una de las principales recomendaciones ante la intervención psicológica de este tipo de conductas disruptivas
es cerciorarse de que el pequeño no se lastime y que los padres se aseguren, antes de aplicar las técnicas de modificación
de la conducta del tiempo fuera y la extinción que el menor no tenga objetos con los que pueda agredirse o bien de que,
ante la imposición de las normas o la fijación de límites, su ira reprimida no rebase las paredes de la casa y pueda
traslaparse a otros seres vivos (plantas, animales o compañeros de clase).

Además de lo anterior, es indispensable que exista una ejemplificación y supervisión de que se esté llevando a cabo el
programa de intervención de forma correcta, pues es preciso recordar que los padres son quienes llevan la batuta en la
modificación de las conductas de los hijos.

En el caso del pequeño X, la madre siempre se mostró con gran interés para modificar la conducta de su hijo,
considerando su actitud como parte fundamental; ya que sin el apoyo de ésta, los resultados no serían favorables. Cabe
decir que ella se sintió muy satisfecha con los cambios provocados en el menor, y confesó que se le dificultó aplicar las
técnicas del tiempo fuera o de la extinción, pues no se acostumbraba a ver llorar a su hijo- sentía “feo”-, y muy incómoda
cuando le demandaba atención, por lo que ello da a entender que los padres que tienen hijos con conductas disruptivas
como el berrinche son individuos con sentimientos de culpa ante la fijación de límites, así que la psi coeducación pudiera
ser otra forma de ir acompañando a los padres para ayudarlos a entender este tipo de conductas, pero sobre todo
enseñarles que existen otro tipo de crianzas y educación que favorecen la autonomía y estilos de vida más sanos.

Aunado a lo anterior sería oportuno ir trabajando con el menor y sus padres el manejo de la ansiedad o frustración que la
fijación de límites o la imposición de normas le provoque al pequeño, ello con la finalidad de que la ira reprimida no sea
descargada en los juguetes, en los compañeros, en sus juegos con otros niños y desde luego en situaciones que demanden
de él paciencia y control de sus emociones como el enojo o el llanto.

También es altamente recomendable, dado que existen investigaciones al respecto (Mireault & Trahan, 2007) que los
niños no se expongan a situaciones que rompan con sus rutinas o bien que se les obligue a realizar algo cuando están
cansados o excesivamente estimulados. Según Mireault & Trahan (2007) estos escenarios sugieren que la confusión o el
sufrimiento general que los niños experimentan también puede relacionarse con problemas de ansiedad y la manera de
expresarse es en forma de berrinche.

Por lo que, como parte de un tratamiento psicológico del berrinche, es aconsejable que se propongan actividades
“recreativas” a los padres del menor que ayuden a manejar la ansiedad, con la idea de reforzar otro tipo de
comportamientos. Recuérdese que el reforzamiento es una acción subsidiaría en la medida en que puede cambiar algo
desagradable (Kazdin, 1983).

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Por último es importante decir que la intervención oportuna en este tipo de conductas disruptivas puede ayudar a prevenir
problemas de conducta opositora o negativista dado que existen investigaciones que demuestran que los berrinches están
asociados a problemas de conducta más severos que se presentan en la adolescencia o bien durante toda la infancia y
cuya incidencia es del 63% (Silva, 2008). Por tanto, se esperaría que este ejercicio práctico sobre cómo intervenir en el
problema del berrinche se convierta más que en un ejemplo, en un antecedente, cuyos resultados fueron favorables para
modificar la conducta del menor Gustavo de 5 años de edad.

Conclusión.
Las técnicas de modificación de la conducta, cuyos antecedentes los encontramos en los estudios del condicionamiento
clásico, el condicionamiento operante y el aprendizaje vicario e imitación realizados por Pavlov, Sechenov, Bechterev,
Gutrie, Tolman y Hull entre otros, demostraron su efectividad en el tratamiento del berrinche que el menor X de 5 años
de edad presentaba ante la negativa de su madre por peticiones no satisfechas.

Las técnicas empleadas como la economía de fichas, la extinción y el tiempo fuera, a veces acompañadas del
reforzamiento positivo y el castigo, son y han sido las principales recomendaciones que psicólogos con formación
cognitivo conductual recomiendan para el tratamiento e intervención en este tipo de conductas disruptivas en espacios
que están al alcance de la población, como por ejemplo con acceso a la web o bien a medios informativos como
periódicos y revistas.

Aunque es importante aclarar que en esos espacios informativos se perciben las técnicas mencionadas como
recomendaciones generales que carecen de una base científica, ya que después de la experiencia que deja atender este
tipo de casos, es posible decir que para poder aplicarlas es necesario un diseño de investigación experimental y un
método de intervención, cuyo actuar depende en gran medida del análisis funcional de la conducta, de una indagación
sobre los factores que desencadenan la conducta del berrinche, así como de la revisión del estilo de crianza, de los modos
que se utilizan para educar y/ o fijar límites.

Para que un tratamiento sea adecuado y por tanto tenga una base científica y no sea solo el resultado de la empírica, es
indispensable hacer un registro de cómo se presenta la conducta del berrinche sin aplicar ningún tipo de intervención y
posteriormente se requiere una supervisión que impida una incorrecta administración de las técnicas, pues un error en la
aplicación por parte de los padres, puede llevar a que la conducta a modificar, empeore.

El control por consiguiente de los factores externos al diseño experimental deben ser tomados en cuenta al momento de
llevar a cabo la intervención, ya que, como se señaló en la revisión de la literatura, el berrinche no solo se asocia con
frustración, ira o enojo exagerado por la fijación de límites, o por estilos de crianza inadecuados, sino también por
situaciones que originan ansiedad en el niño, por cansancio, por sobre-estimulación o por romper la rutina normal del
niño.

Habría que revisar por tanto, en los casos de otros pacientes con la misma problemática del berrinche, si las conductas
que los caracterizan se manifiestan antes y durante la intervención por el mismo “factor” (que para el caso del menor
Gustavo, eran por frustración que representaba que no les cumplieran sus deseos) o bien analizar si son el resultado del
cansancio o el resultado de otro tipo de factores (presión en la escuela para concluir sus actividades, presión de los
padres para tener un mejor comportamiento, estar imitando conductas aprendidas en videojuegos, ver muchas horas de
televisión y carecer de espacios diferentes de recreación y aculturación, esparcimiento, entre otros). Se considera,
entonces que lo que se haya dado como recomendaciones generales en diversos espacios informativos como la internet,
las revistas o los periódicos, son solo eso, consejos, sugerencias, recomendaciones, que si bien tienen un fundamento
científico, carecerían de control, si no existe un profesional que supervise su adecuada aplicación y por ende registre los
cambios de la conducta. Además el profesional de la psicología, es quien puede determinar si las técnicas son funcionales
en razón de los motivos que originan los problemas de conducta como el berrinche, el cual obedece a múltiples motivos y
lo que resulte efectivo para un individuo puede no serlo para otro.

Además también depende en gran medida la edad en la que se presente le berrinche, ya que no es lo mismo tratar el
berrinche en menores de 4 años que en niños de 8 a 12 años, donde el berrinche es síntoma de otro tipo de conductas más
graves como el del niño negativista o de conducta opositora, y el cual puede prevenirse si se tiene la atención adecuada
en el momento preciso.

Para el caso del menor que se atendió, se piensa que sería aconsejable revisar después de un cierto tiempo (un mes, tres
meses, cinco meses) el comportamiento del menor, de tal forma que se pueda comprobar con total certeza que el
berrinche dejo de presentarse por completo y descartar que la línea base posterior a la intervención no haya sido solo un

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efecto inmediato del tratamiento, por lo que desde esta perspectiva sería necesario supervisar que la madre tenga un
mayor control en la fijación de límites sin necesidad de sentir culpa y de revisar si el pequeño Gustavo ha aprendido a
manejar su ira, su frustración o ansiedad de forma más adecuada.

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