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Érase una vez tres bueyes que pastaban juntos y que siempre permanecían muy
juntos. Durante varios días un león se mantuvo observándolos con el propósito de
devorarlo pero siempre sentía un poco de miedo porque al nunca separarse los
tres bueyes, lo ponía en desventaja si llegaba a luchar en contra de los tres
Muy inteligente el león creo una estrategia basada en mentiras y patrañas con el
objetivo de lograr destruir esa unión entre los tres bueyes. Una vez que logró su
objetivo pudo separarlos y así comerse a cada uno de forma independiente.
Moraleja: Nunca permitas que nadie destruya la unidad que tengas con tus
amigos y familia porque solo de ese modo serás más fácil de hacer daño.
2. EL DESEO DEL PASTOR
Érase una vez un pastor que se encargaba de cuidar una manada de bueyes. Un
día se extravió un ternero y él desesperado salió en su búsqueda recorriendo los
alrededores, pero nada, no pudo hallarlo. Tanta era la angustia por la pérdida de
este ternerito que le prometió a Zeus que si le decía quién era el responsable
sacrificaría un cabrito en su nombre.
Moraleja: Los problemas tienen soluciones pero siempre ten presente que al
encontrarle, puedes estar encontrando el siguiente problema.
3. EL LOBO HAMBRIENTO
Esta historia ocurrió una mañana cuando el labrador había terminado de trabajar
en sus campos y llevo a los bueyes a que se refrescaran en el estanque. Después
de beber agua se dispusieron a descansar un poco pues estaban muy agotados
por el peso de los arados cuando de repente apareció un hambriento lobo en
busca de alimento.
Este se fue acercando poco a poco al arado, y una vez allí empezó a saborear los
bordes del yugo para sentir al menos el gusto del sudor de los bueyes y así
engañar a su estómago. Comenzó suavemente pero era tanta el hambre que tenía
que no se percató que su iba metiendo su cabeza dentro del yugo. El hambriento
lobo al percatarse de que había quedado atrapado por el yugo comenzó a
desesperarse porque no podía salir así que empezó a correr en todas las
direcciones. Mientras corría arrastraba el arado por todo el surco que habían
hecho los bueyes.
Un rato más tarde llego el labrador acompañado de sus bueyes y al ver lo que
estaba ocurriendo le gritó al lobo:
– ¡Maldito lobo! Que distinto sería todo si no tuvieses esas malas ideas de acosar
a los animales que nos ayudan en el campo a trabajar. Yo sería un hombre muy
dichoso si araras mis campos con la misma fuerza y rapidez con la que corres
ahora desesperado para liberarte de ese yugo tan pesado.
Moraleja: Cuando eres malo y tus intenciones no son buenas, aunque parezca
que actúas bien al final tu naturaleza te pone al descubierto.
MARAVILLOSOS
1. EL HADA DE LA NOCHE
Por fortuna, también existían seres buenos y compasivos, como las hadas, que
sirvieron al hombre y le protegieron de todo peligro. Así, para que los primeros
habitantes de la tierra no murieran de frío en el crudo invierno, el Hada de la Luz
les regaló el fuego. Y para que pudieran defenderse de los grandes monstruos, el
Hada de los Metales, les regaló espadas y escudos.
Todas las hadas bondadosas tenían algo que obsequiar a los hombres, todas
menos el Hada de la Noche, que a pesar de ser generosa, no podía encontrar un
regalo que pudiera ser de utilidad.
Con el corazón arrugado, el hada buena quiso compensarle con un noble detalle,
agarró un trozo de su vestido, hecho de la noche más oscura, y dibujó con él la
silueta exacta del muchacho. Seguidamente, la colocó sobre el suelo y la llenó de
magia, y el muchacho se llenó de alegría al ver que la silueta imitaba todos sus
movimientos.
En aquel pueblito, vivía una dulce muchacha llamada Luisa, que se levantaba
cada mañana bien temprano a trabajar la tierra para poder obtener comida, y
brindarla a los más pobres de Tristonia. Las tierras de Luisa no eran buenas, y la
pobre campesina debía trabajar día y noche para lograr abundante comida.
Finalmente, llegó el último día del año, y todos esperaban impacientes la aparición
del hada mágica para que concediera un deseo. Cuando todos comenzaban a
impacientarse, se abrió una luz en el cielo, y descendiendo hizo su entrada la
noble figura del hada. Tras mirar a todos los ciudadanos, decidió que el deseo
sería para la buena de Luisa, y ¿Saben lo que Luisa pidió?
Pues más tierras para cultivar, y así dar de comer a todos los niños de la ciudad.
Las persona aplaudieron emocionadas, y Luisa pudo ver su deseo hecho realidad.
3. EL HADA QUE NO PODIA VOLAR
Había una vez, un lugar especial donde habitaban todos los seres mágicos del
mundo. Desde horribles ogros, hasta elfos de oreja puntiaguda. Por supuesto, las
hadas también vivían en aquel lugar, donde reinaba la paz y la armonía.
Entre las hadas, existía una muy pequeña y de blancos cabellos que, a diferencia
de sus hermanas, no podía volar, pues había nacido sin alas. Inés, como se
llamaba la pequeña, había crecido con mucha tristeza al ver como el resto de las
hadas se alzaban hasta el cielo y reían de placer volando entre las ramas de los
árboles y empinándose hasta las nubes.
Sin embargo, como sólo podía caminar, poco a poco se hizo de grandes amigos
que no habitan en las alturas, como las ranas y los conejos, y estos le enseñaron
todos los escondrijos y pasadizos secretos de aquella tierra mágica.
Un buen día, mientras transcurría una hermosa mañana llena de tranquilidad, los
humanos irrumpieron de la nada con espadas y con odio, y sembraron el caos
entre todos los habitantes mágicos del lugar. Las hadas, desesperadas, corrieron
para salvar sus vidas, pero los hombres más altos lograban capturarlas y
encerrarlas en sus jaulas.
En un lugar muy lejano llamado Pentagrama, habitaban animales que podían tocar
instrumentos musicales. Los pájaros, los conejos, los zorros y los osos, cada uno
de ellos llevaba su instrumento colgado en el cuello, y a cada minuto del día,
entonaban bellas y agradables melodías que alegraban todo el bosque.
En aquel lugar, vivía un pájaro flautista muy popular que todos admiraban por su
talento. El pájaro era invitado a todas las fiestas y siempre animaba a todos a su
alrededor entonando canciones maravillosas con su flauta. Cuando daba
conciertos, los tickets se agotaban en instantes, y las personas se abarrotaban
cerca de la entrada para poder admirar la gracia con que el distinguido pájaro
manipulaba la flauta.
Entre sollozos y sollozos, el pájaro descubrió una nota muy extraña sobre la
puerta de su casita: “Hemos tomado tu flauta y no podrás tocarla nunca jamás.
Serás la burla de todo el reino”. Al leer aquella nota, las patas endebles del pájaro
comenzaron a flaquear, sintió un nudo en su garganta y no tuvo más remedio que
inventar un catarro para poder justificar su ausencia en los conciertos que le
esperaban aquel día.
Tras una semana de agonía y lento pesar, el pájaro decidió llamar a sus tres
amigas las urracas. “No lo podemos creer. Que crimen tan horrendo”, exclamaron
al unísono las urracas revoloteando de furia. “Por favor, amigas, ayúdenme a
recuperar mi flauta”, sollozaba el pájaro con las alas en la cabeza.
“No queda otro remedio que buscarla en todos los rincones del reino. Incluso
debajo de las piedras”, dijo una de las urracas y todos estuvieron de acuerdo. Sin
tiempo que perder, el pájaro se disfrazó de flor, una urraca de gusano, otra de
cucaracha, y la última se disfrazó de roca, y así salieron cada uno por su lado en
busca de la flauta.
El pájaro vestido de flor visitó todos los teatros y los lugares donde tocaban los
animales, pero ninguno de ellos tenía su flauta. Al cabo de los días, cansado de
tanto buscar, el pobre pájaro se dio por vencido. “Esto es todo. No busco más”, y
dicho aquello se retiró a su casa para llorar de tristeza.
Del otro lado del reino, la urraca disfrazada de cucaracha tampoco pudo regresar
a casa con buenas noticias. Tras largo tiempo visitando las tiendas y los
mercados, no pudo encontrar a nadie que estuviese vendiendo una flauta, así que
regresó por el mismo camino a casa de su amigo el pájaro.
“¿Estás seguro de que nadie nos escucha?”, preguntó el topo más pequeño. “No
te preocupes, estamos solos”, contestó el segundo más gordo y viejo. “Pronto
echarán del reino al pájaro flautista porque no tiene su instrumento” “Al fin nos
libramos de ese idiota”, decían los topos riéndose en voz baja.
Pero, lo que no sabían aquellos bribones era que la urraca disfrazada de piedra
los estaba escuchando, así que regresó rápidamente a casa del pájaro para
contarle lo sucedido, y una vez que llegaron a casa de los topos, esperaron a que
estos se quedaran dormidos para entrar y quitarles la flauta que tanto había
añorado el pájaro.
Cuando cayó la noche, y tal como habían planeado, los cuatro amigos se colaron
en la casita de los topos que roncaban y roncaban sumidos en un profundo sueño.
Después de andar un rato buscando la flauta por fin la encontraron, pero ya era
demasiado tarde. Los topos se habían despertado y habían trancado la puerta
para que el pájaro y las tres urracas no pudieran salir.
Asustado y temeroso, el pájaro tuvo entonces una brillante idea. “Tocaré mi flauta
como solo yo lo sé hacer y las personas de todo el reino vendrán enseguida a
rescatarnos”. Y así lo hizo el pájaro flautista. Tocó y tocó melodías hermosas y
pronto la guarida de los topos se repletó de animales que corrían a escuchar las
canciones del pájaro. Cuando llegaron al lugar, los habitantes de Pentagrama
rescataron al pájaro y las urracas, y los topos recibieron un buen merecido por
haberse robado la flauta.
La leyenda cuenta la historia de un noble pastor que tenía el don de hablar con los
animales. El pastorcillo tenía una novia a la que quería mucho, pero como no tenía
dinero para casarse con ella, un buen día decidió salir por el mundo en busca de
fortuna. Tras varias semanas de duro andar, el noble pastor llegó a una granja
apartada en el bosque con la intención de pedir trabajo. “Pastorea mis ovejas y te
daré cuatro monedas al día”, le dijo el dueño de la granja sin más dilación, y
enseguida se puso el joven a cuidar a sus ovejas por el prado.
A las pocas horas de encontrarse en aquel lugar, el pastor tuvo una rara
sensación, y al volver la vista hacia atrás, descubrió que un inmenso fuego se
había apoderado de la pradera. Con gran voluntad, el joven pastor trató de apagar
las brasas ardiendo, y justo en ese momento descubrió que en lo alto de un
bosque, atrapada por las llamas y casi moribunda por el humo, reposaba una
víbora enroscada en las ramas. Pese a que las víboras son animales muy
peligrosos, el pastor tenía un corazón bondadoso, y con mil y un trabajos logró
poner a salvo al animal. Para sorpresa del pastor, la víbora podía hablar, y tan
pronto se recuperó, le dijo:
“¿Quién pudiera decirle a este chico que bajo la tierra donde descansa se
encuentra escondido un gran tesoro?”, y no más escuchó las palabras de los
gorriones, el pastor se puso a cavar de inmediato. Como en efecto, al poco
tiempo, el joven encontró un cofrecillo dorado repleto de joyas y monedas de
oro.“¡Soy rico!” gritaba campante el pastor mientras se marchaba camino a casa
para darle la buena noticia a su amada. En poco tiempo, la pareja se casó por
todo lo alto y pudieron comprarse una granja hermosa donde vivieron muy felices
por largo tiempo. Sin embargo, un buen día, mientras el pastor se disponía a arar
la tierra, pudo escuchar cómo el burro le decía al buey: “Si no quieres trabajar
tanto, pégale un cabezazo al amo y te dejará tranquilo”. Pero el pastorcillo decidió
entonces arar la tierra con el burro, y tanta gracia le dio aquello que no pudo
resistir la risa y sus carcajadas se hicieron oír en toda la granja.
La mujer del pastor, tan pronto oyó las risas de su marido salió en busca de este
para reclamarle. “Y tú, ¿Por qué te ríes tanto? Cuéntamelo ahora mismo”, pero el
pastor no podía revelarle su secreto, pues de ese modo moriría para siempre
como le había advertido la víbora. “Está bien, mujer. Te lo contaré cuando llegue
la noche”, le dijo el pastorcillo con tal de ganar tiempo para pensar en una
respuesta. Sin embargo, a la caída del Sol, el joven se sentó a la mesa para
disfrutar de la rica y olorosa sopa que su mujer le había preparado, y fue entonces
cuando tuvo una brillante idea.
“Y bien, ¿Me contarás por qué te reías solo en el medio de la pradera?”, le dijo su
esposa en tono desafiante, mientras el pastorcillo se llevaba a la boca una
cucharada de sopa hirviendo. Tan caliente estaba aquella sopa que el pastorcillo
se quemó la lengua y no pudo decir palabra alguna, y cuando se vino a recuperar,
ya su mujer se había olvidado por completo del asunto.
3. EL PEQUEÑO COLIBRI
Había una vez un pequeño colibrí que había perdido a toda su familia mientras
volaban lejos huyendo de los días fríos de invierno. Desconsolado y sin fuerzas, el
colibrí decidió guarecerse en una cueva oscura de la montaña. Entre ramas y
hojas secas, el pobre animalito recordaba las palabras de su madre antes de
partir: “Debes permanecer cerca de nosotros y no alejarte, o de lo contrario te
perderás”.
Pero nuestro amigo era muy entretenido, y mientras volaba cerca de su familia le
llamaban la atención todo tipo de maravillas, desde el verde de los árboles hasta
el azul del cielo. Sin embargo, aquella mañana mientras volaba en lo alto, el colibrí
descubrió algo que no podía dejar de mirar, era un reflejo de luz, un destello a lo
lejos en la tierra. Lleno de curiosidad, la pequeña ave decidió descender de las
alturas para descubrir qué era aquello tan hermoso.
Fue entonces cuando el colibrí decidió buscar un lugar donde pasar la noche, y al
llegar a la cueva y acomodar las hojas secas en el suelo se tumbó desconsolado
con lágrimas en los ojos. “¿Cómo podré regresar con mi familia? Los extraño
tanto”, sollozaba el triste animalito.
Sin embargo, entre lamento y lamento, el colibrí recordó algo muy importante que
siempre le habían dicho sus padres. “Cuando te pierdas, no te alejes del lugar
donde nos vistes por última vez y busca el punto más alto para que podamos
encontrarte”. ¡Así mismo! Por fin hallaba esperanza el colibrí.
“Mis padres me estarán buscando cerca de aquí, sólo debo subir a la copa del
árbol más alto y esperar a que vengan por mí”. El colibrí estaba contento, y sin
pensarlo dos veces, salió a toda velocidad de la cueva para buscar el árbol más
grande de todo el lugar.
Tan alegre estaba el colibrí que revoloteaba con todas las fuerzas de sus alas, y
después de buscar y buscar, finalmente pudo encontrar el arroyo donde se había
quedado extraviado y una vez allí decidió subir a la copa de un árbol desde donde
se veían todos los demás en lo alto. Posado en las ramas, el colibrí comenzó a
cantar alegremente para atraer la atención de sus padres, pero era tan contagiosa
su melodía, que pronto todos los pájaros del lugar también decidieron cantar junto
con el colibrí.
En poco tiempo, la melodía alcanzaba un volumen cada vez más alto, y gracias a
ello, los padres del colibrí lograron reconocer el cántico y retornar al lugar donde el
desafortunado pajarillo se había quedado extraviado.
El abuelo, mientras tanto, enjuagaba su boca con todo lo que hallaba cerca, agua
oxigenada, enjuague bucal, agua con bicarbonato, tal el asco que le produjo.
Desde ese día, cada vez que se dispone a higienizar sus dientes, al mantener el
cepillo entre sus dedos, lo mira con dudas y lo piensa varias veces.
—Son tantos números que ése, no sale —contestó. Y no habló más del asunto.
Las horas siguientes fueron de alegría. Los proyectos se superponían unos con
otros. ¡Qué lejano parecía el lunes ese fin de semana!. Doña María era la mujer
más feliz de la tierra. Llegó el lunes al trabajo. Abrazos, felicitaciones y besos
fueron la constante de ese día.
—Avisó que no podía venir. —Parece que su madre está enferma— agregó
alguien. —Tal vez venga mañana…
Al día siguiente, Raúl no apareció. Pero al tercer día, envió un telegrama donde
anunciaba su renuncia.
El tercer día siempre ocurría lo mismo, el hambre me comía. Ese no era el tercer
día pero una licenciada literaria lo convierte en tal. Me comí su bazo, ella se
mosqueó, nunca me ha entendido, no digo que sea egoísta, pero no comprendo
que le tome tanto cariño a algo que nunca ha sabido para que sirve...se puso
como un niño cuando te pones a jugar con ese balón que nunca ha usado... se
volvió loca, nunca me ha entendido.
Yo ya estaba decrépito, usado, viejuno y cansado, en definitiva caduco, ella nunca
me entendió...Pero me estaba destruyendo, había algo dentro de ella que me
mataba... y por eso me comí su bazo...Siempre odié ser un hematíe.
2. UN DÍA CRÍTICO
Sus padres le decían que era un tipo especial -que es como decirle a una
chica que es simpática-,y que en muchos casos era él quien sin saberlo
cambiaba el sentido de las cosas -que es como decirle a una chica que es
divertida-, y que eso le hacía necesario e incluso extraordinario –vamos,
que la chica era un callo-.
Se preguntaba quién sería el último en darse cuenta. ¿No serás tú? Hoy
por fin ha vuelto, cogió a un hombre por el cuello y sacudiéndolo
violentamente le espetó: “Aunque Tú aún no te hayas dado cuenta, yo
vuelvo, ¡Sí!. Mas no vuelvo sin más, vuelvo porque sí y por más cosas que
ahora no recuerdo, pero que él, si quisiera, podría averiguar”, Tras lo cual
dio media vuelta y con orgullo de saberse importante empezó a mirar a todo
el mundo por encima de su rabillo. Desde entonces le entiendo mucho
mejor y él ha encontrado su lugar.
3. PETUNIAS PARA UNA MADRE
Era el primer día del año, como todos los 23 de septiembre su estómago bullía en
un abrir y cerrar occipital, sabía que no había remedio por más que lo intentase, su
cerebro subyugado no conseguiría mantener en pie aquella estructura ósea tantas
veces denostada. Por la ventana chica de la cocina se colaban a ratos las
cascaras de las almendras que aún no habían conseguido trabajo, era la misma
rutina de siempre sólo rota por la algarabía de las petunias que más abajo, en el
fondo del almacén, luchaban por conseguir un rayo de luz que revitalizase sus
incursiones logarítmicas.
Por encima de todo se pudo escuchar al Sr. Armisticio que decía a voz en grito
¡¡¡¡A las barricadas!!!! Y un ejército de amos de casa con su batín de guatiné,
salieron de sus hogares y corriendo por la calle empedrada que desembocaba en
la curva de estafeta, resbalaban uno tras otro e iban chocando contra el murete.
Solamente una de las veces se presentó Urquijo con las detalladas cuentas del
Banco de España, lo que le valió para ganarse el apelativo del canalla, surgiendo
así una nueva manera de afrontar las vicisitudes parlamentarias, es por eso que
Antolín cayó fulminado tras este golpe de efecto. Siguiendo con el argumento
principal de la historia, el albatros entonó el mea culpa y fue entonces cuando el
cigoto pudo aclarar todas sus conjeturas: Lisís trata por fin había consumado.
ROMANTICOS
1. COMO SILVIA APRENDIO A LEER
Silvia era una niña dulce, atenta y cariñosa. Sus padres no tenían ninguna queja
de ella, excepto que era demasiado perezosa. Le gustaba perder el tiempo
cazando mariposas o simplemente haciendo nada.
Resulta que un día asistió al encuentro con Silvia, llevando a su hijo que era un
poco mayor. El corazón de Silvia latió fuerte al verlo y no supo nunca por qué, sus
ojos brillaron de una manera que solo su madre supo descifrar. Aquel día la niña
prestó toda la atención que pudo, hasta que terminó el encuentro y se dirigió al
patio donde se encontraba el niño esperando.
– “Hola Silvia”– dijo el niño, –“¿cómo te fue hoy? Sé que mi mamá ha estado
enseñándote a leer pero dice que no quieres aprender”.
Pasaron los días y los niños se hicieron buenos amigos, montaban patines en el
parque y disfrutaban de lo lindo. Llegaron las vacaciones estivales y el niño tuvo
que irse a casa de su papá, donde iba a pasar el verano. Antes de irse prometió
enviarle una postal y un regalo a Silvia.
Pasaron las semanas y Silvia cada vez se esforzaba más, para sorpresa de su
madre. Un día llegó el cartero con una caja en la que Silvia anhelaba que
estuviese la postal prometida. Sobre ella se encontraba rotulado “Para Silvia
Mathew. Si puedes leer lo que dice en el exterior de esta caja, entonces te puedes
quedar con lo que contiene”. Y como Silvia pudo leer cada palabra con total
claridad y fluidez, pudo disfrutar de la postal que le enviaba su amigo, junto a la
que se encontraban unos hermosos patines.
2. EL BISCOCHO DE LA ABUELA
Esther era la abuela que todo niño desearía tener. Tenía el pelo blanco recogido
en un gran moño y una cara de ángel que reflejaba su carácter bondadoso. Sus
nietos pequeños disfrutaban de cada visita que ella hacía en las fiestas navideñas,
cuando la casa se llenaba de aromas y platos deliciosos.
Y es que Esther era muy buena cocinera, ¡la mejor! Había aprendido de su abuela
y no había platillo que se le resistiera. Disfrutaba sobre todo haciendo pasteles y
tortas para sus nietecitos, que la miraban con fascinación mientras ella cocinaba y
les explicaba sus recetas.
– “Abuela preferimos salir a jugar”,- dijo el nieto. “Sí, mis amigas me están
esperando para que les enseñe mi muñeca nueva”, – replicó la pequeña.
La abuela se sintió triste de que sus nietos no quisieran ayudarla, pero se propuso
hacer el mejor bizcocho que podía para sorprenderlos. Así fue como ideó una
receta especial y se puso manos a la obra. Comenzó a mezclar todos los
ingredientes: azúcar, huevos, harina, aceite, yogur, levadura, ralladura de limón,
trocitos de nueces, chocolate y el ingrediente secreto, una dosis de mucho amor.
Era un bizcocho inmenso, revestido de una capa verde de azúcar con la forma de
un árbol de navidad. Encima habían colocados todo tipo dulces que decoraban el
árbol como si fuesen adornos navideños. En el centro había un letrero de
chocolate negro que decía: – “Para mis amados nietos por Navidad”.
3. EL RESCATE EN LA NIEVE
Érase una vez un campesino que habitaba con sus dos hijos en un lugar muy
distante, cercano al paso de una montaña. El campesino siempre había tenido mal
carácter, pero con los años este había empeorado e incluso se había vuelto cruel
con sus animales, a los que maltrataba sin razón, en especial a los perros a los
cuales golpeaba y apedreaba.
Un día de invierno, sorprendió a uno de los hijos que regresaba del pueblo, una
gran tormenta de nieve. El clima era terrible y el joven perdió el camino de regreso
a su cabaña en medio de las montañas nevadas, por lo que vagó sin rumbo hasta
caer inconsciente en la nieve.
Hace machismos años existió un león que se creía que era un cordero y a pesar
de que su físico demostraba que no pertenecía a esta raza él no tenía ningún
argumento para creer que no fuese un cordero. Esta situación no era su culpa sino
que había sido la responsabilidad de la cigüeña que hacía las entregas el día de
su nacimiento.
Ese día las mamás ovejas esperaban ansiosas a recibir las entregas de sus
corderitos. Cuando la cigüeña terminó de entregarlos todas se abalanzaron sobre
los pequeños y se los llevaron, pero una de las mantitas se quedó sola. Ante tal
situación la cigüeña corrió a ver qué había sucedido, y al retirar la mantita que
cubría al pequeñuelo se quedó muy asombrada, y exclamó en voz alta:
Alarmada por esta situación pues era la primera vez que sucedía fue rápidamente
a revisar su cuaderno de notas pues ahí era donde ella guardaba los deseos y los
pedidos que se realizaban. En ese momento la pobre ave se dio cuenta del grave
error que había cometido. En la agenda decía “Cuando finalice la entrega de los
corderitos, debo llevarle a Doña Leona Leoncia Pérez un hijo que me ha
encargado”.
– Pues está bien si eso es lo que usted prefiere, quédese con el cachorro. –
Diciendo esto emprendió vuelo y se marchó.
De este modo fue como el leoncito comenzó a creerse que era un cordero. Las
diferencias del pequeño adoptado con sus primos eran muchísimas y en varias
ocasiones en los juegos el leoncillo salía llorando, ya que de todo el rebaño era el
único que no sabía embestir. Esta situación provocó que el animalito siempre
fuese el centro de diversión de todos, y las risas y las burlas nunca faltaron en su
crianza.
– ¡Qué alguien me ayude! ¡Qué alguien me ayude que el lobo me quiere comer!
Esta situación despertó en nuestro león que se creía cordero toda la fuerza y
valentía que tenía en su interior que le permitió salir a perseguir el lobo. Después
de correr durante un largo rato, el lobo y el león llegaron al borde de un gran
abismo. El lobo se sentía tan asustado y temeroso de los rugidos de león y de
impresión que le causaba el abismo que no sabía que era peor. Después de un
rato tratando de evadir al león, no pudo evitar caer de ese pavoroso abismo.
Había una vez, una rata muy laboriosa y dedicada, cuya hija se pasaba todo el día
de haragana jactándose frente al espejo. “¡Qué bella soy!” repetía por el día, por
las tardes y por las noches.
Entonces sucedió que un buen día, la mamá rata descubrió una pepita de oro
mientras regresaba a casa. Al momento, la rata imaginó cuántas cosas no podría
comprar con aquella pepita de oro tan brillante, pero lo más importante para ella,
era su propia hija, por lo que decidió regalársela sin dudarlo.
“No compres nada inútil, querida mía” le advirtió la mamá a su hija cuando se
disponía a marcharse. Al llegar al mercado, la ratita presumida compró una cinta
de color rojo y quedó prendida al ver cómo lucía de hermosa en la punta de su
cola. “Ahora seré más bella aún” pensaba la ratita.
Más tarde, se encontró con un perro cazador, quien estaba necesitado de una
buena compañera de caza. “Lo siento querido perro, pero no me gusta correr y
andar agitada”, contestó la pequeña y se despidió con un hasta luego.
Érase una vez hace mucho tiempo, un niño tan pequeño que cabía en la palma de
una mano. Todos le llamaban Garbancito, incluso sus padres que le adoraban
porque era un hijo cariñoso y muy listo. El tamaño poco importa cuando se tiene
grande el corazón.
Era tan diminuto que nadie lo veía cuando salía a la calle. Eso sí, lo que sí podían
hace era oirle cantando su canción preferida:
¡A Garbancito no piséis!”
– “¡Verás como también puedo hacerlo!”, le había dicho a su padre. Luego le pidió
que lo situara sobre la oreja del animal y empezó a darle órdenes, que el caballo
seguía sin saber de dónde provenían.
Tanto se divertía el niño que no se dio cuenta de que cada vez se iba alejando
más de su padre. De repente en una de las volteretas quedó atrapado dentro de
una col, captando la atención de un enorme buey que se encontraba muy cerca de
allí.
Los padres apenas pudieron conciliar el sueño aquella noche con el temor de no
volver a ver a su hijo. A la mañana siguiente retomaron la búsqueda, sin ser
capaces de encontrar aún a Garbancito.
Pasó la época de lluvia y luego las nevadas, y los padres seguían buscando: –
¡Garbancito! ¡Garbancito! Hasta un día en que se cruzaron con el enorme buey
parduzco y sintieron una voz que parecía provenir de su interior. ¡Mamá! ¡Papá!
¡Estoy aquí! ! ¡En la tripa del buey, donde ni llueve ni nieva!
Sin poder creer que lo habían encontrado y aún seguía vivo, los padres se
acercaron al buey e intentaron hacerle cosquillas para que lo dejara salir. El
animal no pudo resistir y con un gran estornudo lanzó a Garbancito hacia afuera,
quien abrazó a sus padres con inmensa alegría.
Luego de los abrazos y los besos, los tres regresaron a la casa celebrando y
cantando al unísono:
Estos cuentos cortos para niños con moraleja existen desde antiguo. Ya en
Mesopotamia utilizaban tablas de arcilla para contar historias de zorros astutos o
elefantes presuntuosos.
6. Cuentos realistas: Son relatos que narran historias donde los hechos son
mostrados como reales, pero son productos de la imaginación del autor. No se
busca la veracidad ni la exactitud, sólo se intenta que resulte creíble. Posición del
narrador: El narrador es quien relata la historia.
LENGUAJE
SEGUNDO PERIODO
GRADO 6:02
MAYO DE 2019