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1
Se había profetizado que Elías vendría primero (Mal. 4:5), y por la forma de vestir y de actuar de Juan tal vez la gente
pensara en Elías.
2
Ver 2:18–19; Mr. 6:52; Lc. 20:2–8.
24
Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. 25Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas,
si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? 26Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en
medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. 27Este es el que viene después de mí, el que es antes
de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado. 28Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro
lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
Hallamos aquí la segunda gran pregunta que los líderes religiosos le hacen a Juan: ¿Por qué bautizas? ¿Con qué
derecho estás bautizando? (ver v. 25). Hay muchos que quieren arrogarse una autoridad que Dios no les ha
dado. Estos fariseos se creían los únicos con derecho a bautizar, y se negaban a reconocer que en Juan había
autoridad divina.
“Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene
después de mí …” (vv. 26–27). En otro pasaje aclara: “Yo os bautizo con agua … él [Jesús] os bautizará en
Espíritu Santo y fuego” (Lc. 3:16). Juan con su prédica proclamaba la presencia del pecado, y explicaba que su
bautismo en agua1 era símbolo de otro bautismo que habría de venir.
Juan estaba diciendo: “Yo bautizo para aclarar que viene otro detrás de mí, y ese otro es Jesús, que vino y ha
hecho la obra de salvación.” Juan reconocía que su misión era anunciar la de uno más grande, uno que tenía en
sí el poder para bautizar en el Espíritu Santo. Somos bautizados por un solo Espíritu (1 Co. 12:13).
Es importante reconocer que el bautismo en agua es un símbolo del bautismo en el Espíritu Santo.
UNA VOZ EN EL DESIERTO (1:19–28)
A. ¿Quién eres? (19–23)
1. No soy … (20–22)
2. Soy … (23)
B. ¿Por qué bautizas? (24–28)
1
El bautismo de Juan era un símbolo de arrepentimiento.
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También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció
sobre él. 33Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas
descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
Juan además apareció para anunciar que el Señor Jesús también bautizaría, pero en el Espíritu Santo. Ese
bautismo es una obra sobrenatural de Dios. Cuando una persona se rinde a los pies de Jesucristo y permite que
él se apodere de su vida, el Espíritu Santo viene a morar en el corazón y la bautiza. Recibir el Espíritu Santo es
ser hijo de Dios, es formar una unidad con Cristo (1 Co. 6:17). Ser bautizado con el Espíritu Santo es nacer de
nuevo; es ser bautizado con el poder, santidad, amor y alegría de Dios.
E. Para revelar que Jesús es el Hijo de Dios (34)
34
Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
Juan también apareció para revelar a Jesús como Hijo de Dios. (Ver recuadro SIETE NOMBRES
ASOMBROSOS.)
Toda la misión que recibió Juan el Bautista es un modelo para todos los cristianos de todos los tiempos.
PARA QUE APARECIO JUAN (1:29–34)
A. Para anunciar la misión de Jesús (29)
B. Para anunciar la eternidad de Jesús (30)
C. Para manifestar a Jesús ante Israel (31)
D. Para anunciar el ministerio de Jesús (32–33)
E. Para revelar que Jesús es el Hijo de Dios (34)
EL CORDERO DE DIOS (1:29)
¿Por qué este título?
1. La frase “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” es un símbolo de la obra de Cristo en la cruz.
En el Antiguo Testamento Dios había establecido sacrificios—sacrificios de animales, nunca de seres
humanos. (Ver Ex. 12:3; Lv. 1:1–5; Lv. 16. Epístola a los Hebreos.) Estos animales fueron impuestos como
símbolo de lo que Jesucristo sería en la cruz.
2. Los sacrificios del Antiguo Testamento no limpiaban pecados ni purificaban la conciencia. Cubrían, sí, los
pecados en forma temporal (He. 10:1–4). El sacrificio de corderos y machos cabríos sólo eran señales que
educaban al pueblo haciéndoles saber la futura obra de Cristo (He. 9:23). Juan el Bautista, por su parte,
declara que hay un Cordero de Dios que en verdad quita el pecado del mundo. No era ésa una referencia a
algún animalito sacrificial del Antiguo Testamento sino a Jesucristo.
Los sacrificios descriptos en el Antiguo Testamento sólo eran figuras simbólicas de las cosas celestiales (He.
9:9). Eran símbolo del Cordero de Dios y de su obra redentora (Is. 38:17).
3. La esencia de los sacrificios en el Antiguo Testamento era el principio de sustitución (=colocar una cosa en
lugar de otra).
Se cuenta la historia de dos hermanos durante la guerra civil norteamericana. Uno soltero y el otro casado. El
gobierno llamó al casado (que tenía varios hijos) para que se incorporase a las filas del ejército del Norte. Su
hermano menor entonces dijo: “No puedo permitir que mi hermano, teniendo esposa e hijos, arriesgue su vida
en la guerra.” Fue así como José, el menor, se hizo presente cuando los oficiales del ejército citaron a Jorge,
su hermano casado. Finalmente José fue admitido e ingresó a las filas del Ejército del Norte, donde tomó
parte en cruentas batallas. Un día el muchacho perdió la vida en combate. En realidad, murió en lugar de su
hermano casado.
El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo fue nuestro sustituto en la cruz. Murió en nuestro lugar.
El profeta Isaías también nos habla acerca del Cordero de Dios (53:4–6).
1
Palau, L. (1991). Comentario bı́blico del continente nuevo: San Juan I (53). Miami, FL: Editorial Unilit.
III. Los propósitos de Dios en la vida de los redimidos (1:35–42)
A. La extraña atracción de Jesús (35–39)
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El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. 36Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo:
He aquí el Cordero de Dios. 37Le oyeron hablar los dos discípulos y siguieron a Jesús. 38Y volviéndose Jesús, y
viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde
moras? 39Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era
como la hora décima.
Juan el Bautista nuevamente llamó a Jesús “Cordero de Dios”. Dos de sus discípulos oyeron las palabras del
profeta, y sin más siguieron al Señor.1 No se dice que Jesús los haya llamado. Ellos se sienten atraídos, aunque
no saben por qué. Hay en él una atracción indudable. Hay también curiosidad de ellos: habían oído que Jesús
era el Cordero de Dios, y deciden investigar.
1
Juan el Bautista tenía discípulos, pero estas palabras señalando al Cordero de Dios son un anuncio a sus seguidores de
que ellos eran llamados a seguir a un Maestro mucho más grande. Juan el Bautista señala al verdadero Señor. Los
primeros discípulos de Cristo, entonces, habían sido primeramente discípulos de Juan el Bautista.
Lo que en realidad Jesús estaba diciendo era: “Tú eres un pecador, pero te haré un gran vencedor; eres egoísta,
pero te convertiré en altruista; estás perdido, pero te voy a salvar; eres inquieto, pero te transformaré en sereno y
firme; eres cobarde, pero te haré valiente. Eres Simón; pero serás llamado Pedro.”1
Los capítulos 5 y 8 de Romanos revelan a grandes rasgos los variados propósitos de Dios al redimir al ser
humano. Antes de predicar sobre este pasaje del Evangelio de Juan, bien vale la pena leer con detenimiento los
mencionados capítulos.
LOS PROPOSITOS DE DIOS EN LA VIDA DE LOS REDIMIDOS (1:35–42)
A. La extraña atracción de Jesús (35–39)
B. La reacción normal de quienes lo conocen (40–42a)
1. Hablar a otros de Jesús (41)
2. Traer a otros a Jesús (42a)
C. La inmediata revelación del propósito divino (42b)
1. Eres Simón
2. Serás Pedro
1
Pedro es el equivalente griego de Cefas.
d. La obediencia resulta en testimonio. En este caso dio lugar al segundo encuentro de Jesús, esta vez con un
hombre llamado Natanael.1 La obediencia de Felipe dio como resultado su testimonio acerca de Jesucristo. Y de
la misma manera que Andrés, luego de hablarle a su hermano Pedro lo trajo a Jesús, Felipe instó a Natanael a ir
en busca del Mesías.2 No trató de convencerlo con diferentes argumentos3 sino que lo invitó a ver por sí mismo.
2. Trata con Natanael: el ciclo abierto (47–50)
Natanael era un hombre religioso, sincero, un hombre en quien no había engaño (47). Cuando cayó en la cuenta
de que Jesús conocía su historia (y no era por simple intuición humana), Natanael exclama: “Rabí, tú eres el
Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.
Este hombre se sintió conmovido por la omnisciencia de Jesucristo, implícita en el hecho de haberlo visto bajo
la higuera y saber que era un hombre sin engaño. Aunque durante su vida en la tierra el Señor Jesús subyugó su
conocimiento y lo limitó a fin de actuar como verdadero hombre, sabía todas las cosas pues era Dios.
Cuando una persona finalmente comprende la omnisciencia de Jesucristo, debiera postrarse ante el Señor.
Natanael, por su parte, a partir de ese momento tuvo en su alma un encuentro personal con Dios.
Cuando Jesús le asegura que vería cosas mayores aun, posiblemente hacía referencia a los futuros milagros: la
multiplicación de los panes, la sanidad de los enfermos, la resurrección de Lázaro, la propia resurrección de
Cristo.
B. Palabras misteriosas de Jesús (51)
51
Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que
suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.
Seguidamente Jesús le promete: “De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los
ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (51).
En verdad son palabras misteriosas, y tratar de dar una explícación concluyente sería presumir y entrar en el
reino de lo especulativo. Sin embargo, podemos explorar las posibilidades.
Tal vez a los apóstoles las palabras no les hayan parecido tan misteriosas. Quizás hubo experiencias de ese tipo
que no están relatadas en los evangelios. Sabemos que cuando Jesús fue tentado en el desierto, los ángeles le
ministraban y le servían (Mt. 4:11). En el jardín de Getsemaní apareció un ángel para fortalecerlo (Lc. 22:43).
El declaró que su Padre podría enviar legiones de ángeles (Mt. 26:53). Tal vez a los apóstoles se les haya
permitido ver alguna de estas cosas. No lo sabemos.
Este versículo también puede hacer referencia a la escalera similar que vio Jacob en su sueño (Gn. 28:10–16), y
al hecho de que Cristo es la escalera mediadora entre Dios y los hombres (1 Ti. 2:5). Más adelante Jesús
afirmaría que él es el único camino al Padre (Jn. 14:6), y quienes nos hemos acercado a Jesucristo, sabemos que
un día no sólo le veremos en el cielo sino que además estaremos para siempre con él (1 Ts. 4:17).
LA ESCALERA AL CIELO (1:43–51)
1
Podemos identificar a Natanael con Bartolomé. Natanael no aparece en los evangelios sinópticos, y Bartolomé no
aparece en Juan. Jn. 21:2 presenta a Natanael en un lugar prominente entre los apóstoles, y en la lista de discípulos se
coloca a Bartolomé junto a Felipe (Mt. 10:3; Mr. 3:18; Lc. 6:14).
2
Felipe hace referencias al anuncio de Moisés y los profetas sobre Jesús. Esto demuestra que su venida tiene sus raíces
en la historia y la profecía. La venida de Jesús a la tierra no fue algo que sucedió de repente y sin previo aviso sino que
había sido profetizado (v. 45).
3
La pregunta de Natanael “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” surge porque:
a) Nazaret no se menciona en el Antiguo Testamento y por lo tanto no podía ser el lugar de donde viniera el Mesías.
b) Nazaret era un pueblucho, lo que muestra el prejuicio inmediato de Natanael. El no podía concebir que el Mesías
saliera de un lugar tan insignificante.
A. Jesús busca al individuo (43–50)
1. Busca a Felipe: Sígueme (43–44)
a. Es un llamado a la humanidad
b. Es un llamado que implica obediencia
c. La obediencia es inmediata
d. La obediencia resulta en testimonio
2. Trata con Natanael: el cielo abierto (45–50)
B. Palabras misteriosas de Jesús (51)