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Modelo de Dalton

Artículo principal: Modelo atómico de John Dalton

Fue el primer modelo atómico con bases científicas, fue formulado en 1803 por John Dalton, quien imaginaba a los
átomos como diminutas esferas.26 Este primer modelo atómico postulaba:

La materia está formada por partículas muy pequeñas llamadas átomos, que son indivisibles y no se pueden destruir.

Los átomos de un mismo elemento son iguales entre sí, tienen su propio peso y cualidades propias. Los átomos de los
diferentes elementos tienen pesos diferentes.

Los átomos permanecen sin división, aun cuando se combinen en las reacciones químicas.

Los átomos, al combinarse para formar compuestos guardan relaciones simples.

Los átomos de elementos diferentes se pueden combinar en proporciones distintas y formar más de un compuesto.

Los compuestos químicos se forman al unirse átomos de dos o más elementos distintos.

Sin embargo desapareció ante el modelo de Thomson ya que no explica los rayos catódicos, la radioactividad ni la
presencia de los electrones (e-) o protones(p+).

Diferencia entre los bariones y los mesones.

Diferencia entre fermiones y bosones.

Modelo de Thomson

Artículo principal: Modelo atómico de Thomson

Modelo atómico de Thomson.

Luego del descubrimiento del electrón en 1897 por Joseph John Thomson, se determinó que la materia se componía de
dos partes, una negativa y una positiva. La parte negativa estaba constituida por electrones, los cuales se encontraban,
según este modelo, inmersos en una masa de carga positiva a manera de pasas en un pastel (de la analogía del inglés
plum-pudding model) o uvas en gelatina. Posteriormente Jean Perrin propuso un modelo modificado a partir del de
Thomson donde las «pasas» (electrones) se situaban en la parte exterior del «pastel» (protones).
Para explicar la formación de iones, positivos y negativos, y la presencia de los electrones dentro de la estructura atómica,
Thomson ideó un átomo parecido a un pastel de frutas. Una nube positiva que contenía las pequeñas partículas negativas
(los electrones) suspendidos en ella. El número de cargas negativas era el adecuado para neutralizar la carga positiva. En
el caso de que el átomo perdiera un electrón, la estructura quedaría positiva; y si ganaba, la carga final sería negativa. De
esta forma, explicaba la formación de iones; pero dejó sin explicación la existencia de las otras radiaciones.

Modelo de Nagaoka

Artículo principal: Modelo atómico de Nagaoka

Nagaoka rechazó el modelo de Thomson, debido a que las cargas son impenetrables por la opuesta de cada una. Debido a
su disconformidad propuso un modelo alternativo en el que un centro de carga positiva estaba rodeado por un número
de electrones que giran, haciendo el símil con Saturno y sus anillos.

En 1904, Nagaoka desarrollo uno de los primeros modelos planetarios del átomo.1 Tales como el Modelo atómico de
Rutherford. El Modelo de Nagaoka estaba basado alrededor de la analogía con Saturno (planeta) y con las teorías que
explicaban la estabilidad y relaciones gravitatorias entre este y sus anillos. La cuestión era esta: los anillos son muy
estables porque el planeta que orbitan es muy masivo. Este modelo ofrecía dos predicciones:

Un núcleo muy masivo (en analogía a un planeta muy masivo). Electrones girando alrededor del núcleo atómico, atados a
esa órbita por las fuerzas electroestáticas (en analogía a los anillos girando alrededor de Saturno, atados a este por su
fuerza gravitatoria).

Modelo de Rutherford

Artículo principal: Modelo atómico de Rutherford

Modelo atómico de Rutherford.

Este modelo fue desarrollado por el físico Ernest Rutherford a partir de los resultados obtenidos en lo que hoy se conoce
como el experimento de Rutherford en 1911. Representa un avance sobre el modelo de Thomson, ya que mantiene que
el átomo se compone de una parte positiva y una negativa. Sin embargo, a diferencia del anterior, postula que la parte
positiva se concentra en un núcleo, el cual también contiene virtualmente toda la masa del átomo, mientras que los
electrones se ubican en una corteza orbitando al núcleo en órbitas circulares o elípticas con un espacio vacío entre ellos.
A pesar de ser un modelo obsoleto, es la percepción más común del átomo del público no científico.
Rutherford predijo la existencia del neutrón en el año 1920, por esa razón en el modelo anterior (Thomson), no se habla
de este.

Por desgracia, el modelo atómico de Rutherford presentaba varias incongruencias:

Contradecía las leyes del electromagnetismo de James Clerk Maxwell, las cuales estaban muy comprobadas mediante
datos experimentales. Según las leyes de Maxwell, una carga eléctrica en movimiento (en este caso el electrón) debería
emitir energía constantemente en forma de radiación y llegaría un momento en que el electrón caería sobre el núcleo y la
materia se destruiría. Todo ocurriría muy brevemente.

No explicaba los espectros atómicos.

Modelo de Bohr

Artículo principal: Modelo atómico de Bohr

Modelo atómico de Bohr.

Este modelo es estrictamente un modelo del átomo de hidrógeno tomando como punto de partida el modelo de
Rutherford. Niels Bohr trata de incorporar los fenómenos de absorción y emisión de los gases, así como la nueva teoría de
la cuantización de la energía desarrollada por Max Planck y el fenómeno del efecto fotoeléctrico observado por Albert
Einstein.

«El átomo es un pequeño sistema solar con un núcleo en el centro y electrones moviéndose alrededor del núcleo en
órbitas bien definidas». Las órbitas están cuantizadas (los electrones pueden estar solo en ciertas órbitas)

Cada órbita tiene una energía asociada. La más externa es la de mayor energía.

Los electrones no irradian energía (luz) mientras permanezcan en órbitas estables.

Los electrones pueden saltar de una a otra órbita. Si lo hace desde una de menor energía a una de mayor energía absorbe
un cuanto de energía (una cantidad) igual a la diferencia de energía asociada a cada órbita. Si pasa de una de mayor a una
de menor, pierde energía en forma de radiación (luz).
El mayor éxito de Bohr fue dar la explicación al espectro de emisión del hidrógeno, pero solo la luz de este elemento
proporciona una base para el carácter cuántico de la luz, el fotón es emitido cuando un electrón cae de una órbita a otra,
siendo un pulso de energía radiada.

Bohr no pudo explicar la existencia de órbitas estables y para la condición de cuantización.

Bohr encontró que el momento angular del electrón es h/2π por un método que no puede justificar.

formas de energía en el Universo

Ciertamente la energía del Sol permite la vida sobre la Terra. Pero también hay energía en las estrellas, en el campo
gravitatorio de la tierra en el espacio exterior, y existen otras formas de energía en el Universo, algunas muy próximas a
nosotros y tan necesarias como útiles. Si un cuerpo cualquiera se calienta, cambió su energía térmica, ganando calor. Si
está en movimiento y cambia su velocidad, es porque hubo un cambio en su energía cinética. Si cambia de forma o
tamaño, es porque se hizo un trabajo de deformación, que precisó de energía mecánica. Si cambia un objeto de altura
con respeto al suelo, también cambió su energía potencial por acción de la gravedad. Si pasa de sólido a líquido, es
porque Modelos posteriores

Tras el establecimiento de la ecuación de Dirac, la teoría cuántica evolucionó hasta convertirse propiamente en una teoría
cuántica de campos. Los modelos surgidos a partir de los años 1960 y 1970 permitieron construir teorías de las
interacciones de los nucleones. La vieja teoría atómica quedó confinada a la explicación de la estructura electrónica que
sigue siendo explicada de manera adecuada mediante el modelo de Dirac complementado con correcciones surgidas de la
electrodinámica cuántica. Debido a la complicación de las interacciones fuertes solo existen modelos aproximados de la
estructura del núcleo atómico. Entre los modelos que tratan de dar cuenta de la estructura del núcleo atómico están el
modelo de la gota líquida y el modelo de capas.

Posteriormente, a partir de los años 1960 y 1970, aparecieron evidencias experimentales y modelos teóricos que sugerían
que los propios nucleones (neutrones, protones) y mesones (piones) que constituyen el núcleo atómico estarían
formados por constituyentes fermiónicos más elementales denominados quarks. La interacción fuerte entre quarks
entraña problemas matemáticos complicados, algunos aún no resueltos de manera exacta. En cualquier caso lo que se
conoce hoy en día deja claro que la estructura del núcleo atómico y de las propias partículas que forman el núcleo son
mucho más complicadas que la estructura electrónica de los átomos. Dado que las propiedades químicas dependen
exclusivamente de las propiedades de la estructura electrónica, se considera que las teorías actuales explican
satisfactoriamente las propiedades químicas de la materia, cuyo estudio fue el origen del estudio de la estructura
atómica.aumentó su energía interna..

Si el Universo se formó desde el Big Bang a partir de una energía densa que originó un proceso de expansión continuo que
va perdiendo energía, la energía del Sol y de su sistema planetario tiene que ver necesariamente con ese proceso. Por lo
tanto, la energía está fluyendo constantemente en el Universo, produciendo todos y cada uno de los cambios que se
pueden observar en el mundo físico.

Pocos conceptos son tan intuitivos y a la vez tan complicados de definir como la energía. Pero en todos los ejemplos
anteriores la energía se muestra cómo una capacidad de producir cambios. Obviamente, no todos los cuerpos tienen la
misma energía, o como la venimos definiendo, la misma capacidad de producir cambios en el Universo que los rodea. El
resorte de un bolígrafo que hayamos comprimido tendrá una pequeña cantidad de energía almacenada que podremos
liberar soltándolo, y que podríamos utilizar, por ejemplo, para desplazar sobre la mesa una bola de unos cuántos
centímetros de diámetro. Por el contrario, en una bomba atómica podemos tener almacenada en unos pocos kilos de
uranio o plutonio, tanta energía (en este caso capacidad de producir cambios en forma de destrucción) como la que
tendrían varios millones de camiones llenos de explosivos del tipo de la dinamita !.
Dinámica del sistema solar

El sistema solar

El sistema solar es bastante complejo, tanto en su estructura como en su dinámica y está constituido por innumerables
objetos. En un intento por ordenarlos desde el más grande al más pequeño, ellos son: el Sol, los planetas, los satélites, los
cometas y los asteroides. Cada uno de estos elementos posee características específicas, pero en muchos casos los límites
no son muy claros. En cuanto al número, el Sol, es uno solo, planetas pueden ser alrededor de 11, los satélites cerca de
100 y los cuerpos menores millones. Describiremos a continuación los más importantes.

La dinámica también es muy compleja, pues todo se mueve alrededor de todo y cada elemento interactúa con todos los
demás.

El Sol

Sin duda es el astro más importante para los habitantes de la Tierra y para el conjunto de astros que constituyen el
sistema solar. Casi toda la masa de este sistema se concentra en él y prácticamente toda la energía de que disponemos en
el planeta procede, en última instancia, del Sol. Con justa razón fue considerado como un dios por todos los pueblos de la
antigüedad. Sin embargo, es solamente una estrella más de un universo extraordinariamente grande, en que él y todo el
conjunto de astros que le siguen en su viaje por el universo, no son más que puntos insignificantes.

Su diámetro (1.392.000 km) es casi 110 veces el de la Tierra y su masa es de aproximadamente (1,9 x 1030 kg) 322.000
veces la del planeta que habitamos. En su superficie, o más bien en la fotosfera (o esfera de luz), que es lo que podemos
ver, posee una temperatura de unos 6000° C, bastante frío en relación a su centro, donde posiblemente la temperatura
es del orden de los 20 millones de grados celsius. Las presiones allí son lo suficientemente grandes como para que se
produzcan reacciones termonucleares; en que, al igual que en una bomba de hidrógeno, los átomos se fusionan
produciendo elementos más pesados y liberando energía, que lentamente viaja calentando los gases que lo forman y que
producen la luz que nos ilumina. Cuando estudiemos las estrellas, comprenderemos mejor al Sol.

Para los astrónomos es de gran importancia porque es la única estrella que pueden estudiar con el detalle que permite su
proximidad. En efecto, se encuentra aproximadamente a 150 millones de kilómetros, gran distancia a escala humana,
pero insignificante a escala cósmica, siendo la única estrella de la que podemos ver detalles como sus manchas
(descubiertas por Galileo Galilei), sus protuberancias, fáculas, granulaciones, etc. En la foto de la figura 20 se pueden
apreciar varios grupos de manchas solares.

Figura veinte

El número de ellas varía permanentemente incrementándose y reduciéndose en períodos de alrededor de 11 años. Su


seguimiento nos permite ver que el Sol rota en torno a un eje casi perpendicular al plano de la órbita terrestre, más o
menos en un mes. Ellas no son realmente negras, solo son un poco menos brillantes que el resto del disco solar. En ellas
la temperatura es de unos 4000° C; es decir, unos 2000° C más baja que en el resto de la fotosfera. Su origen y la forma en
que evolucionan encierran muchos misterios. Se cree que son ocasionadas por fuertes corrientes de convección
acompañadas de enormes campos magnéticos.

El esquema de la figura 21 muestra la que se cree es la estructura interna de nuestra estrella y algunos de los principales
fenómenos que se observan en su superficie.

Figura veintiuno

Durante los eclipses totales de Sol, cuando la Luna lo cubre completamente, es posible observar su corona, cuya forma
variable no termina de sorprender a los astrónomos.

Otro fenómeno sorprendente es el del viento solar, que son verdaderos chorros de partículas que inesperadamente
emite el Sol, ocasionando aquí en nuestro planeta problemas de interferencia en las comunicaciones radiales y poniendo
en peligro a los astronautas cuando realizan caminatas espaciales.

Es muy importante no mirar nunca directamente el Sol, pues el daño a la vista puede ser irreversible. De hecho muchos
astrónomos, entre ellos el propio Galileo, quedaron ciegos por hacerlo. Para observarlo tampoco es conveniente emplear
lentes oscuros comunes ni vidrios ahumados. Solamente debe hacerse con filtros especiales.

Nube de electrones

Artículo principal: Nube de electrones

Los cinco primeros orbitales atómicos.

Los electrones en el átomo son atraídos por los protones a través de la fuerza electromagnética. Esta fuerza los atrapa en
un pozo de potencial electrostático alrededor del núcleo, lo que hace necesaria una fuente de energía externa para
liberarlos. Cuanto más cerca está un electrón del núcleo, mayor es la fuerza atractiva, y mayor por tanto la energía
necesaria para que escape.

Los electrones, como otras partículas, presentan simultáneamente propiedades de partícula puntual y de onda, y tienden
a formar un cierto tipo de onda estacionaria alrededor del núcleo, en reposo respecto de este. Cada una de estas ondas
está caracterizada por un orbital atómico, una función matemática que describe la probabilidad de encontrar al electrón
en cada punto del espacio. El conjunto de estos orbitales es discreto, es decir, puede enumerarse, como es propio en
todo sistema cuántico. La nube de electrones es la región ocupada por estas ondas, visualizada como una densidad de
carga negativa alrededor del núcleo.

Cada orbital corresponde a un posible valor de energía para los electrones, que se reparten entre ellos. El principio de
exclusión de Pauli prohíbe que más de dos electrones se encuentren en el mismo orbital. Pueden ocurrir transiciones
entre los distintos niveles de energía: si un electrón absorbe un fotón con energía suficiente, puede saltar a un nivel
superior; también desde un nivel más alto puede acabar en un nivel inferior, radiando el resto de la energía en un fotón.
Las energías dadas por las diferencias entre los valores de estos niveles son las que se observan en las líneas espectrales
del átomo.

Propiedades del átomo

Masa

La mayor parte de la masa del átomo viene de los nucleones, los protones y neutrones del núcleo. También contribuyen
en una pequeña parte la masa de los electrones, y la energía de ligadura de los nucleones, en virtud de la equivalencia
entre masa y energía. La unidad de masa que se utiliza habitualmente para expresarla es la unidad de masa atómica (u).
Esta se define como la doceava parte de la masa de un átomo neutro de carbono-12 libre, cuyo núcleo contiene 6
protones y 6 neutrones, y equivale a 1,66 · 10−27 kg aproximadamente. En comparación el protón y el neutrón libres
tienen una masa de 1,007 y 1,009 u. La masa de un átomo es entonces aproximadamente igual al número de nucleones
en su núcleo —el número másico— multiplicado por la unidad de masa atómica. El átomo estable más pesado es el
plomo-208, con una masa de 207,98 u.15

En química se utiliza también el mol como unidad de masa. Un mol de átomos de cualquier elemento equivale siempre al
mismo número de estos (6,022 · 1023), lo cual implica que un mol de átomos de un elemento con masa atómica de 1 u
pesa aproximadamente 1 gramo. En general, un mol de átomos de un cierto elemento pesa de forma aproximada tantos
gramos como la masa atómica de dicho elemento.

Tamaño

Artículo principal: Radio atómico

Los átomos no están delimitados por una frontera clara, por lo que su tamaño se equipara con el de su nube electrónica.
Sin embargo, tampoco puede establecerse una medida de esta, debido a las propiedades ondulatorias de los electrones.
En la práctica, se define el radio atómico estimándolo en función de algún fenómeno físico, como la cantidad y densidad
de átomos en un volumen dado, o la distancia entre dos núcleos en una molécula.

Los diversos métodos existentes arrojan valores para el radio atómico de entre 0,5 y 5 Å. Dentro de la tabla periódica de
los elementos, el tamaño de los átomos tiende a disminuir a lo largo de un periodo —una fila—, para aumentar
súbitamente al comienzo de uno nuevo, a medida que los electrones ocupan niveles de energía más altos.16

Las dimensiones del átomo son miles de veces más pequeñas que la longitud de onda de la luz (400-700 nm) por lo que
estos no pueden ser observados utilizando instrumentos ópticos. En comparación, el grosor de un cabello humano es
equivalente a un millón de átomos de carbono. Si una manzana fuera del tamaño de la Tierra, los átomos en ella serían
tan grandes como la manzana original.17

Niveles de energía

Artículos principales: Nivel de energía y Línea espectral.

Un electrón ligado en el átomo posee una energía potencial inversamente proporcional a su distancia al núcleo y de signo
negativo, lo que quiere decir que esta aumenta con la distancia. La magnitud de esta energía es la cantidad necesaria para
desligarlo, y la unidad usada habitualmente para expresarla es el electrónvoltio (eV). En el modelo mecanocuántico solo
hay un conjunto discreto de estados o niveles en los que un electrón ligado puede encontrarse —es decir, enumerables—
, cada uno con un cierto valor de la energía. El nivel con el valor más bajo se denomina el estado fundamental, mientras
que el resto se denominan estados excitados.

Cuando un electrón efectúa una transición entre dos estados distintos, absorbe o emite un fotón, cuya energía es
precisamente la diferencia entre los dos niveles. La energía de un fotón es proporcional a su frecuencia, así que cada
transición se corresponde con una banda estrecha del espectro electromagnético denominada línea espectral.

Un ejemplo de líneas de absorción en un espectro

Cada elemento químico posee un espectro de líneas característico. Estas se detectan como líneas de emisión en la
radiación de los átomos del mismo. Por el contrario, si se hace pasar radiación con un espectro de frecuencias continuo a
través de estos, los fotones con la energía adecuada son absorbidos. Cuando los electrones excitados decaen más tarde,
emiten en direcciones aleatorias, por lo que las frecuencias características se observan como líneas de absorción oscuras.
Las medidas espectroscópicas de la intensidad y anchura de estas líneas permite determinar la composición de una
sustancia.

Algunas líneas espectrales se presentan muy juntas entre sí, tanto que llegaron a confundirse con una sola
históricamente, hasta que fue descubierta su subestructura o estructura fina. La causa de este fenómeno se encuentra en
las diversas correcciones a considerar en la interacción entre los electrones y el núcleo. Teniendo en cuenta tan solo la
fuerza electrostática, ocurre que algunas de las configuraciones electrónicas pueden tener la misma energía aun siendo
distintas. El resto de pequeños efectos y fuerzas en el sistema electrón-núcleo rompe esta redundancia o degeneración,
dando lugar a la estructura final. Estos incluyen las correcciones relativistas al movimiento de electrón, la interacción de
su momento magnético con el campo eléctrico y con el núcleo, etc.18
Además, en presencia de un campo externo los niveles de energía se ven modificados por la interacción del electrón con
este, en general produciendo o aumentando la división entre los niveles de energía. Este fenómeno se conoce como
efecto Stark en el caso de un campo eléctrico, y efecto Zeeman en el caso de un campo magnético.

Las transiciones de un electrón a un nivel superior ocurren en presencia de radiación electromagnética externa, que
provoca la absorción del fotón necesario. Si la frecuencia de dicha radiación es muy alta, el fotón es muy energético y el
electrón puede liberarse, en el llamado efecto fotoeléctrico.

Las transiciones a un nivel inferior pueden ocurrir de manera espontánea, emitiendo la energía mediante un fotón
saliente; o de manera estimulada, de nuevo en presencia de radiación. En este caso, un fotón «entrante» apropiado
provoca que el electrón decaiga a un nivel con una diferencia de energía igual a la del fotón entrante. De este modo, se
emite un fotón saliente cuya onda asociada está sincronizada con la del primero, y en la misma dirección. Este fenómeno
es la base del láser.

Interacciones eléctricas entre protones y electrones

Antes del experimento de Rutherford la comunidad científica aceptaba el modelo atómico de Thomson, situación que
varió después de la experiencia de Ernest Rutherford. Los modelos posteriores se basan en una estructura de los átomos
con una masa central cargada positivamente rodeada de una nube de carga negativa.19

Este tipo de estructura del átomo llevó a Rutherford a proponer su modelo en que los electrones se moverían alrededor
del núcleo en órbitas. Este modelo tiene una dificultad proveniente del hecho de que una partícula cargada acelerada,
como sería necesario para mantenerse en órbita, radiaría radiación electromagnética, perdiendo energía. Las leyes de
Newton, junto con las ecuaciones de Maxwell del electromagnetismo aplicadas al átomo de Rutherford llevan a que en un
tiempo del orden de 10−10 s, toda la energía del átomo se habría radiado, con la consiguiente caída de los electrones
sobre el núcleo.20

A simple vista podemos identificar cinco planetas: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, que prácticamente por no
presentar titilaciones como las estrellas, son fácilmente reconocibles. Los restantes planetas: Urano, Neptuno y Plutón,
solamente pueden verse con instrumentos especiales.

Todos ellos se mueven en el firmamento prácticamente por el mismo camino que sigue el Sol durante el día y en el mismo
sentido en que lo hacen las estrellas; no obstante, sus movimientos son muy diferentes al de estas, tanto así que, como
veremos, su desplazamiento constituyó un verdadero problema para los astrónomos y astrólogos durante miles de años.
Es interesante saber que la palabra planeta significa astros errantes, pues en un comienzo no les era posible predecir con
precisión sus movimientos.

En la tabla de la figura 21 se pueden ver algunas de las principales características de los planetas:
Mercurio (el mensajero de los astros) es un planeta pequeño. Tarda alrededor de 88 días en completar una órbita
alrededor del Sol. Por ser el más cercano a éste esperaríamos que fuera el que posee mayor temperatura en su superficie;
pero como posee un largo período de rotación (alrededor de 59 días) y si tuvo atmósfera ya no la posee, las temperaturas
durante el día efectivamente son elevadísimas, pudiendo superar los 400° C; pero durante las largas noches son
extremadamente bajas, pudiendo llegar a –200° C. Es, pues, paradojalmente, el planeta que presenta mayor variación de
temperatura entre el día y la noche. Su aspecto, como lo ilustra la foto de la figura 22, es muy semejante al de nuestra
Luna.

Figura veintidos

Es relativamente difícil de observar, pues la luz del Sol suele ocultarlo. Cuando está en la posición adecuada y la atmósfera
terrestre en el horizonte lo permite, lo podemos ver durante algunos minutos, ya inmediatamente después de la puesta
de sol o poco antes del amanecer.

Venus, en cambio, es muy fácil de observar; de hecho, después del Sol y la Luna, es el astro más brillante en el cielo y es
popularmente conocido como lucero. Al igual que Mercurio, solamente se lo puede ver, por casi dos horas, antes del
amanecer o después de la puesta de Sol. En muchos aspectos es similar a la Tierra y se lo considera un planeta gemelo,
pero también presenta grandes diferencias. Posee una atmósfera muy densa que impidió por muchos años que con sus
telescopios los astrónomos pudieran ver algún detalle de su superficie que permitiera, por ejemplo, conocer su período
de rotación. Durante algún tiempo se pensó que el planeta podría tener grandes océanos y continentes bajo esas nubes y
tal vez albergar algún tipo de vida; pero hoy sabemos, gracias a sondas enviadas a Venus, que es inhóspito. No posee
océanos y los gases de su atmósfera, con un gran contenido de monóxido de carbono, producen un gran efecto
invernadero que lo hace el planeta más caluroso del sistema solar. Galileo, al observarlo por su telescopio descubrió que,
como se muestra en la fotografía de la figura 23, presentaba fases semejantes a las que vemos en la Luna.

Marte (dios de la guerra), conocido también como el planeta rojo, es el mejor conocido y con seguridad el próximo astro
sobre el que caminará el ser humano. Es de menor tamaño que la Tierra y su paisaje puede compararse con el que
apreciamos en el desierto de Atacama, pero con una temperatura muy inferior. Con un telescopio de mediana potencia
pueden verse sus casquetes polares blancos, así como manchas oscuras que por el astrónomo italiano Giovanni
Schiaparelli fueron confundidos en 1877 con canales artificiales, dando origen a una creencia muy generalizada sobre una
eventual civilización marciana. Hoy aún existe una pequeña posibilidad de encontrar vida a nivel microscópico o descubrir
fósiles que pongan en evidencia la existencia de vida marciana en el pasado, pues ya se sabe que en Marte existió agua en
abundancia. De hecho existen gigantescos canales producidos por dicho elemento. También existe en Marte el monte
más grande del sistema solar, el Monte Olimpo, siendo casi tres veces más alto que nuestro Monte Everest.

Por otra parte, Marte posee dos lunas: Deimos y Fobos, tan pequeñas que ni siquiera son esféricas.

Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, los gigantes del sistema solar, son muy parecidos en estructura y composición
química. Todos presentan un gran achatamiento polar y en sus atmósferas, que es lo que predomina en ellos, abunda el
metano a muy bajas temperaturas. En Júpiter (figura 25) y Saturno, que son visibles a simple vista, destacan bandas de
diferentes colores y paralelas a su ecuador, que nos indican sus rápidas rotaciones.
Figura veinticinco

Todos presentan manchas cambiantes en forma y color. En Júpiter destaca la “gran mancha roja”, que no es otra cosa que
una gigantesca tormenta, casi tan grande como nuestro planeta, que probablemente se inició hace unos 500 años. Todos
poseen anillos, aunque los únicos que pueden verse desde la Tierra con un telescopio pequeño (o incluso binoculares) son
los de Saturno. Quien primero los observó fue Galileo, pero quien los identificó como tales fue el físico y astrónomo
Christian Huygens, en 1656. Galileo descubrió los cuatro satélites más grandes de Júpiter (Io, Ganímides, Europa y Calisto)
y Huygens descubrió Titán en Saturno. Urano, prácticamente en el límite de ser visible a simple vista, fue descubierto
casualmente por el astrónomo inglés William Herschel (1738-1822) en 1781, quien descubriera también varios satélites
en Saturno. En 1846, el astrónomo francés Urbain Le Verrier (1811-1877) calculó la existencia y la posición del planeta
Neptuno.

Plutón es una excepción en todo sentido. En 1930 el astrónomo estadounidense Clyde William Tombaugh (1906-1997) lo
descubrió después de una larga búsqueda. Más recientemente, y a pesar de la escasa luz que le llega del Sol y las
dificultades que por ello presenta su observación, se ha descubierto un satélite denominado Caronte. Plutón posee una
órbita bastante excéntrica y hay períodos en que se encuentra más cerca del Sol que Neptuno.

Sedna. También es un caso extraordinario. Fue descubierto hace pocos años, es muy pequeño y presenta una órbita
mucho más excéntrica que la de Plutón. Los astrónomos discuten si considerarlo o no un planeta.

La Luna es bastante grande en relación a otros satélites con sus planetas. Se mueve en torno a la Tierra en una órbita
prácticamente circular de unos 384.600 km, por lo que la luz tarda un poco más de 1 segundo en llegar a la Tierra. Su
período de rotación y de traslación, en relación a la Tierra, son aproximadamente iguales y de alrededor de 27 días, por lo
que parte de su superficie (la “cara oculta”) nunca se ve desde nuestro planeta.

Figura veintiseis

Con respecto a su origen, la teoría “evolucionista” establece que la Luna se formó en un proceso prácticamente
simultáneo con la Tierra y los demás planetas del sistema solar; las teorías más recientes sostienen que se formó por el
impacto de un gran asteroide con la Tierra. Con frecuencia en la historia de la física ha habido teorías que compiten, como
las ondulatoria y corpuscular de la luz. Con el tiempo algunas disputas se han aclarado, mientras otras esperan todavía
más información para dilucidarse.

Tabla con algunas características de la Luna

Algunos planetas no tienen la suerte de tener satélites, como nosotros, que tenemos la Luna. Ellos son Mercurio y Venus.
Otros tienen muchos satélites, como Júpiter, Saturno y Urano, donde permanentemente se están descubriendo pequeños
satélites.

Los asteroides
Son cuerpos en general rocosos y se ubican preferentemente entre las órbitas de los planetas Marte y Júpiter. Entre los
más grandes, de alrededor de 1.000 km de diámetro, están Ceres, Juno, Vesta, etc. Constituyen un anillo que gira
alrededor del Sol semejante a los conocidos anillos de Saturno. Algunos astrónomos sospechan que podría tratarse de un
planeta que se fragmentó, otros, que se trata de un planeta que nunca se llegó a formar. De cualquier manera, la masa de
todos juntos resulta insignificante comparada con cualquiera de los planetas.

Hay un número importante de ellos (alrededor de 300) cuyas órbitas cruzan de vez en cuando la órbita de la Tierra,
constituyendo cierto peligro. No obstante, la probabilidad de que uno de ellos nos impacte, afortunadamente es
pequeña. Posiblemente, la frecuencia con que impactan a la Tierra, la Luna y los restantes planetas, donde abundan los
cráteres que testimonian dichos eventos, ha ido reduciéndose en el transcurso del tiempo.

Los cometas

Estos astros, posiblemente los más bellos, los más enigmáticos y los que más temor han producido al ser humano, suelen
tener espectaculares apariciones en forma esporádica y sorpresiva. Hoy sabemos que esa espectacularidad no guarda
relación con sus dimensiones físicas reales, pues son en general muy pequeños, de solo unos pocos cientos de kilómetros
de diámetro. Muchos ni siquiera logran ser esféricos. A diferencia de los asteroides, mayoritariamente rocosos, los
cometas están principalmente hechos de agua en estado sólido, por cuanto las temperaturas donde se encuentran son
muy bajas. Un astrónomo los definió como “bolas de hielo sucio”.

Se caracterizan además por poseer órbitas muy excéntricas y períodos de traslación muy grandes, lo que significa que la
mayor parte del tiempo están muy lejos del Sol, pero, cuando se aproxima a él, el agua se sublima (pasa de sólido a gas) y
se forma a su alrededor una especie de atmósfera de grandes proporciones, de cuya interacción con la radiación solar
nacen gigantescas colas, en algunos casos de cientos de millones de kilómetros. La materia que ellas contienen es, sin
embargo, insignificante: se acomodaría fácilmente en una caja de fósforos. Estas colas poseen una estructura compleja,
pudiéndose distinguir en muchas ocasiones varias diferentes, pero que en todos los casos se encuentran en oposición al
Sol (como se ilustra en la figura 27), creciendo a medida que el cometa se aproxima a él.

Figura veintisiete

El Halley es el cometa más popular de todos y por buenas razones. Edmundo Halley, revisando documentación histórica,
se dio cuenta que cometas aparentemente distintos que habían sido observados en el pasado correspondían a un mismo
cometa que aparecía periódicamente cada 76 años aproximadamente. A partir de esta información pudo predecir con
éxito su próxima manifestación. Sus últimas apariciones causaron un gran impacto social, como en 1910, cuando muchos
creyeron que, por lo próximo a la Tierra que pasaría, sería el fin del mundo, o en 1986, año en que los productos con la
marca Halley batieron todos los record de ventas.

La dinámica del sistema solar

La imagen del sistema solar ha cambiado paralelamente al desarrollo científico. Desde tiempos muy remotos se pensaba
que la Tierra era el centro del universo. Este modelo geocéntrico, propuesto por el gran astrónomo, geógrafo y
matemático Claudio Ptolemeo (100 – 170) en su obra Almagesto, perduró por más de 1400 años, hasta que, en una época
que denominamos Renacimiento, Nicolás Copérnico (1473 – 1543), Johannes Kepler (1571 – 1630), Galileo Galilei (1564 –
1642) y otros grandes pensadores propusieron el modelo heliocéntrico. Este cambio fue una verdadera revolución en el
ámbito científico, y su exposición excede los alcances de estos apuntes. Puede ser interesante que investigues sobre este
cambio de modelo por tu propia cuenta. Lo único que diremos al respecto es que los planetas describen en el cielo un
complejo movimiento para un observador terrestre, y que la discusión de este particular problema fue la que terminó por
desplazar el centro del Universo al Sol, caso en el que la descripción de sus movimientos resulta mucho más simple.

Johannes Kepler descubrió tres importantes leyes. Con la primera mostró que las órbitas que siguen los planetas
alrededor del Sol no son rigurosamente circulares, tratándose en realidad de elipses en que el Sol ocupa uno de sus focos
(F). Con la segunda mostró que los movimientos de los planetas no eran uniformes; es decir, que se movían más rápido
cuando se encontraban en las cercanías del Sol o perihelio y más lentos en el afelio. Su tercera ley establece que los
cuadrados de los períodos de traslación (T) de los planetas son directamente proporcionales a los cubos de los semi-ejes
mayores (a) de las órbitas; es decir, que T2 µ a3. En la figura 28 se ilustran algunos de los conceptos orbitales
mencionados.

Figura veintiocho

Galileo utiliza por vez primera un sistema de lentes (el telescopio) para observar los astros y realiza con él un gran número
de importantes descubrimientos: las manchas solares, los cráteres en la Luna, cuatro satélites en Júpiter, etc. que
contribuyen a modificar considerablemente la imagen que se tenía del Universo hasta ese momento.

Basado en los descubrimientos de tres gigantes: Copérnico, Kepler y Galileo, le corresponde a Sir Isaac Newton (1643 –
1727) descubrir en la ley de gravitación universal una unificadora y cuantitativamente muy exacta explicación del
movimiento de los planetas, las mareas y muchos otros fenómenos astronómicos.

La ley de gravitación universal de Newton establece que dos masas cualesquiera m1 y m2 se atraen con una fuerza F (ver
figura 29) que es directamente proporcional al producto de dichas masas e inversamente proporcional al cuadrado de la
distancia d que separa sus centros. Es decir,

Esta es la fuerza que se ejercen mutuamente el Sol y los planetas, y también la Tierra y la Luna, y la Tierra sobre nosotros
y las manzanas, correspondiendo a lo que denominamos peso. Si una de las dos masas es muy grande respecto de la otra
(lo que ocurre para el Sol respecto de los planetas y para estos respecto de sus satélites, y para la Tierra en relación a
nosotros y los objetos que nos rodean), ella experimentará una aceleración muy pequeña que en una primera
aproximación podemos despreciar, mientras que describirá alrededor de él una órbita elíptica.

Esta ley predice con gran rigurosidad el movimiento de los planetas alrededor del Sol y el de los satélites que ellos
poseen, como es el caso de la Luna. Lo mismo ocurre con el movimiento de los cometas y asteroides. También gracias a
ella nos ha sido posible poner en órbita terrestre satélites artificiales, mandar sondas a otros astros del sistema solar y
poder caminar en el suelo lunar.

Veamos con algún detalle el caso de la Luna. ¿Por qué si es atraída por la Tierra no cae sobre ella? Según cuenta la
leyenda, reflexionando sobre esto Newton se habría dado cuenta que la fuerza que hace que una manzana caiga debido a
la atracción terrestre es la misma que mantiene a la Luna en su órbita alrededor de la Tierra. Lo importante es que la
Luna, como se ilustra en la figura 30, posee la rapidez v adecuada y se mueve en la dirección adecuada para estar cayendo
permanentemente.

Figura treinta

En la figura se muestran las trayectorias que seguiría la Luna si su rapidez fuera distinta (mayor o menor) a la que
realmente tiene. Nótese que sobre la Luna no actúa ninguna fuerza dirigida hacia fuera (o centrífuga) como muchos
piensan.

Otro de los muchos méritos de la teoría de Newton fue el haber explicado las mareas que se producen en nuestros
océanos. En efecto, la fuerza gravitacional que la Luna y el Sol ejercen sobre nuestro planeta literalmente lo deforman,
afectando más a las aguas que a las rocas. La periodicidad de estas deformaciones se debe a la rotación de la Tierra. Este
tipo de efecto gravitacional denominado genéricamente “mareas” (aunque no haya mares involucrados), es muy común
en nuestro sistema solar. De hecho, las “mareas” que alguna vez la Tierra produjo sobre la Luna terminaron por capturar
su rotación y es por ello que hoy nos muestra siempre la misma cara.

En relación al Sol, la Tierra gira muy regularmente sobre su eje demorando 24 horas y dando origen, de este modo, al día
y la noche. Se traslada alrededor del Sol, también muy uniformemente con una rapidez de casi 30 km/s, demorando
aproximadamente 1 año y seis horas en completar su órbita. Se ajusta el calendario para que estas 6 horas signifiquen,
cada cuatro años, un año bisiesto con 366 días.

El eje terrestre posee una inclinación de unos 23,5º respecto de una perpendicular al plano de su órbita y permanece
prácticamente paralelo a sí mismo. A esto se debe el que el Sol no salga y se ponga todos los días en el mismo punto del
horizonte, y que no siga durante el día siempre el mismo camino en el cielo. A esto se debe también el que durante el
invierno las sombras de los edificios sean más largas que en el verano, encontrándose aquí la explicación de las
estaciones, el que los tiempos de luz y oscuridad varíen durante el año y que en los polos el Sol se ponga sólo cada seis
meses, como ilustraba la figura 17.

El eje terrestre (figura 31) al igual como se observa en el giro de un trompo, experimenta un movimiento de precesión
con un período de alrededor de 26 mil años y que hace que las estaciones se desplacen muy lentamente al igual que las
posiciones de las constelaciones.

Figura treinta y uno

La Luna orbita la Tierra siguiendo una trayectoria casi circular de alrededor de 386.400 km de radio, razón por la cual su
luz demora poco más de un segundo en llegar hasta nosotros. Su movimiento también es muy regular: tarda casi un mes
en completar una órbita y sigue en el cielo un camino muy cercano al que hace el Sol. Es decir, el plano de la órbita que
sigue la Luna alrededor de la Tierra no coincide siempre con el plano de la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Esta es la
explicación de por qué no se producen eclipses todos los meses.
La figura 32 muestra la órbita de la Luna alrededor de la Tierra y explica cómo se suceden sus fases, a partir del cuarto
creciente (1), Luna llena (3), cuarto menguante (5) y Luna nueva (7), en relación a los rayos de luz provenientes del Sol.
Esto es lo que ocurre normalmente cuando los planos de las órbitas no coinciden.

Quienes tienen la suerte de encontrarse en la estrecha zona (de unos pocos cientos de kilómetros) por donde pasa la
sombra que proyecta la Luna, apreciarán un eclipse total de Sol, el cual dura solo unos minutos. Los que estén dentro de
la zona de penumbra, en cambio, apreciarán un eclipse parcial de Sol. La figura 33 describe en forma aproximada el
desarrollo de un eclipse de Luna. Antes del eclipse la Luna se ve en su fase de llena (posición 1) y se empieza a oscurecer
cuando entra en el cono de penumbra que proyecta la Tierra en el espacio (posición 2). Hasta aquí, desde la Tierra vemos
un eclipse parcial de Luna. Luego, si entra en el cono de sombra, se empieza a oscurecer mucho más, siendo posible
apreciar durante el proceso la curvatura de nuestro planeta. Si llega a entrar completamente en el cono de sombra,
prácticamente desaparecerá (posición 3), constituyendo un eclipse total de Luna.

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