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07-febrero-2017
Por Alejandro Jiménez Serrano. Universidad de Jaén. Director del proyecto Qubbet El-Hawa
(Asuan).
Pese a que las pirámides de Gizeh son hoy el símbolo más famoso del antiguo
Egipto, nuestros conocimientos sobre la época en que fueron construidas, la de la dinastía
IV, son bastante limitados. Lo mismo puede decirse respecto al reinado del tercer faraón
de esta dinastía, Didufri; tan escasos son los datos que poseemos sobre él que ni siquiera
sabemos cómo se escribe su nombre, pues aparece transcrito como Djedefre o Redjedef. En
principio, se trata de uno de esos reyes oscuros sobre los que se pasa de puntillas cuando
se estudia la historia de Egipto. Sin embargo puede ser considerado un ejemplo de faraón del
Imperio Antiguo. Gran impulsor de la centralización del Estado, así como del culto al dios
solar Re, dejó un complejo funerario monumental, con una pirámide comparable por sus
dimensiones a la de Micerino, en Gizeh, aunque hoy día está prácticamente en ruinas.
Didufri fue hijo de Keops y de una reina egipcia cuyo nombre no se conoce. Habría sido un
príncipe más de la corte faraónica si el hijo mayor de Keops, Kawab, no hubiese muerto antes que
su padre. Probablemente, este hecho cambió las expectativas de los posibles sucesores de
Keops. En este período, la familia real egipcia era una gran organización social unida por
lazos de sangre, pero que a la vez estaba dividida en muchas ramas, y cuando surgía una
oportunidad éstas se aliaban y organizaban con el fin de adquirir el poder absoluto o una
mayor influencia y una posición más relevante en la corte.
* Se manufactura está nota con propósitos de Difusión Cultural, sin fines de lucro. Trascribo textualmente. Las negritas son mi responsabilidad.
Siempre quedan aspectos interesantes en el tintero. Sugiero, para aquellos que deseen profundizar en el tema, adquirir la revista.
Se enriquecen estas líneas con imágenes de Google. La revista pertenece a mi acervo personal.
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UNA SUCESIÓN POLÉMICA
Didufri fue el primer faraón que se declaró Hijo de Re, nombre que desde entonces
sería añadido a la titulatura real, formada ya por los nombres de Horus, Nebty (las Dos
Señoras, es decir el buitre y la cobra que simbolizan el Alto y el Bajo Egipto), Horus de Oro
y Nesu-Bity (el del Junco y de la Abeja, que equivale a Señor de las Dos Tierras). Hay que
considerar este nuevo título como un elemento más en el llamado «proceso de
solarización» de la monarquía egipcia, es decir, la transformación progresiva del dios solar
Re en divinidad estatal de Egipto. Este proceso había comenzado tímidamente desde al menos
la dinastía II y adquirió cada vez mayor relevancia, como indica la proliferación de
construcciones monumentales asociadas al culto solar, en particular las pirámides, los
obeliscos y las esfinges.
Otro rasgo característico del reinado de Didufri fue el impulso que se dio a la
centralización del Estado. La crisis sucesoria que lo llevó al poder parece que no perturbó
el funcionamiento de la administración faraónica. Al igual que en tiempos de su abuelo Esnofru
o de su padre Keops, bajo Didufri el gobierno mostró una alta capacidad de acumular recursos.
La mejor muestra de ello la encontramos en la construcción de su gran complejo funerario en Abu
Roash. El faraón tuvo que pagar a los numerosos obreros y artesanos empleados en la
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construcción del complejo, así como suministrar los materiales necesarios, algunos especialmente
costosos por las distancias desde las que había que acarrearlos. Tal fue el caso del granito rosa,
procedente de las canteras de Asuán, en la primera catarata del Nilo, y de la cuarcita roja extraída
en las canteras de Gebel el-Ahmar, situadas cerca de Heliópolis.
Cabeza de Didufri
Realizada en cuarcita. Museo de Louvre, París.
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LA PIRÁMIDE DE ABU ROASH