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Los sujetos

procesales en los
distintos fueros

Derecho
Procesal I
(Teoría General
del Proceso)

1
Sujetos del proceso
Sujetos Procesales: esenciales y
eventuales. Atribuciones y sujeciones
El título de sujetos necesarios o esenciales y eventuales se trata en forma
directa con el concepto lógico de proceso, es decir, son necesarios para la
existencia de un proceso dos partes que debaten en perfecto pie de
igualdad ante un tercero, que reviste el carácter de autoridad y que
es, como ya se ha dicho, imparcial e independiente.

Son necesarios y esenciales

o La parte actora, o quien acusa;

o el demandado o ante quien se acusa, o imputado en el


proceso penal;

o y el tribunal, ante quien ese acusa o ante quien se dirime


la cuestión.

Son esenciales estos tres sujetos.

Son sujetos principales o esenciales los sujetos que no pueden dejar de


intervenir en determinado proceso para que este sea válido, aunque esta
intervención tenga cumplimiento por representación oficial, como ocurre
en los casos de rebeldía. Lo característico de estos sujetos esenciales es
que la ausencia o falta de intervención de uno de ellos, a lo menos
potencial, implica carencia o defecto de un presupuesto procesal. De aquí
que la primera parte del procedimiento judicial deba dirigirse a la
integración de todos ellos, para no incurrir en invalidez de toda la actividad
posterior, y se den las condiciones para dictar la sentencia sobre el fondo.

Deben intervenir necesariamente en el proceso otras personas, aunque no


sean sujetos procesales. Se trata de colaboradores esenciales del juez y de
las partes, como lo son el secretario, el defensor penal y los asistentes
letrados de las partes privadas. Junto con estos colaboradores, lo esencial
de los sujetos integrados que podría significar como el trípode subjetivo,
integrado por el Tribunal y las dos partes iniciales: demandante o acusador,
y demandado o imputado.

No obstante lo expuesto, también nos encontramos en el escenario


procesal otros sujetos intervinientes, que serían los eventuales, como los
testigos o el querellante particular o actor civil en sede penal.
Los sujetos eventuales o secundarios son aquellos que pueden ingresar en
el proceso, pero que este se puede desplegar sin su presencia. Su presencia
no resulta indispensable para el válido cumplimiento del trámite procesal y
del pronunciamiento sobre el fondo.

De tal modo, si bien es cierto que el proceso continuará siendo válido aun
sin la presencia de estos sujetos eventuales, cuando su intervención está
autorizada por la ley en los casos específicos, y se han cumplido las
condiciones establecidas, no puede ser evitada ni restringida por el tribunal,
porque si así ocurriera se caería en nulidad.

En efecto, si una parte pide la citación de un tercero, conforme a lo previsto


por la ley civil, el tribunal debe proveer a la citación observando todos los
recaudos legales para asegurar su regular intervención, a los fines de que
pueda ser alcanzado por los efectos de la cosa juzgada. Lo mismo puede
ocurrir con la llamada intervención espontánea. En ambos casos la nulidad
no ha de tener más extensión que la referida a esa intervención.

Estos sujetos eventuales aparecen mejor definidos en el proceso penal.


Atento el carácter accesorio de la acción civil, cuando es ejercida en el
proceso penal, los sujetos, que se introducen exclusivamente con motivo de
la cuestión emergente del supuesto hecho delictuoso, son considerados
eventuales. Tal es el caso del actor civil y el tercero civilmente demandado.
También resulta ser eventual o secundario el querellante particular, cuando
se autoriza su intervención en los procesos penales por delitos perseguibles
por acción pública.

Sujetos en el proceso civil, familiar y


laboral: las partes:
definición, legitimación procesal y
sustancial, diferencias. Legitimación
individual y colectiva (intereses difusos).
Sustitución y sucesión procesal. Cargas
procesales
El concepto de parte viene determinado por la titularidad de las
pretensiones y prestaciones conflictivas que, faltando la realidad del
conflicto, se reducen a la pretensión estrictamente procesal. Puede tratarse
de un individuo físico o una persona jurídica.

El carácter de parte debe ser esencialmente de carácter formal, con total


independencia de la relación material debatida.

Según Chiovenda, parte es la que demanda en nombre propio (o en cuyo


nombre se demanda) una actuación de la ley y aquel frente al cual esta es
demandada.

En el marco de los sujetos procesales, solo es parte el titular de la


pretensión (quien demanda y aquel contra quien se demanda) y no quien
lo hace por otro, de allí que no es parte procesal el abogado
patrocinante, ni el apoderado o representante de la parte propiamente
dicha.

El concepto formal de parte es evidente en el plano procesal.

En lo que hace a caracteres, le son propios los siguientes:

• Son duales: siempre son dos, actor y demandado, siempre hay


alguien que pretende (actor) y otro contra quien se pretende
(demandado). Las partes siempre son dos, por más que en cada polo
existe más de una persona.

• Son antagónicas: siempre se encuentran enfrentadas, una pretende


y la otra se resiste a esa pretensión, de lo contrario “no hay proceso,
si las partes inicialmente están de acuerdo entre ellas”.

• Son iguales: la igualdad deriva de la manda constitucional de


declaración de igualdad ante la ley.

Legitimación procesal y sustancial. Definición.


Diferencias
Habitualmente existe una confusión entre los conceptos de legitimación y
capacidad, denominándose, en general, a la capacidad procesal como
legitimatio ad procesum.

En cuanto a la legitimatio ad causam, surge el derecho sustantivo,


planteando el interrogante de si su estudio es propio de la materia procesal.
La legitimatio ad causam es presupuesto del acto a sentenciar, pues el
ejercicio de la acción es independiente de la titularidad del derecho.

Devis Echandia (1987) afirma que puede ser parte en el proceso quien no lo
sea en la relación sustancial, porque puede demandarse sin derecho o sin
legitimación en la causa e interés sustancial. Además, influyen en la suerte
de las pretensiones y en el contenido de la sentencia, pero no
presupuestos de la acción ni de la calidad de parte.

Se deduce la conveniencia de definir a la legitimación como: la titularidad


de la pretensión sin titularidad del derecho.

La legitimación es en realidad un presupuesto de la sentencia que acogerá


o no la pretensión, en cuanto se haya confirmado dicha titularidad; lo cual
no significa que, si quien pretendió, no tuvo derecho y, por ende, se le
rechazó en sentencia su pretensión, no haya sido “parte”, calidad que
revistió durante todo el proceso.

La legitimación ad causam es la condición especial que exige la ley para ser


parte. Esta legitimación resulta de la imputación normativa sustancial,
mediante la cual se establece si cualquiera de las partes, o ambas, son
quienes hubieron de demandar o hubieron sido demandadas útilmente; por
ello:

como se puede apreciar, no se trata aquí de investigar si el


actor o el demandado tienen capacidad jurídica para ser
parte procesal, sino si uno o los dos son las personas ante las
cuales cabe emitir útilmente la sentencia (Ferreyra de De La
Rua, 2003).

Legitimación ad processum

Es la capacidad para comparecer en juicio, o sea para realizar actos


procesales con efectos jurídicos en nombre de o representado a otro.

Se trata de capacidad procesal, lo cual resulta independiente de la


legitimación. Se puede actuar efectivamente como parte sin estar
legitimado, legitimación que surge resuelta al momento de sentenciar.

Legitimación individual y colectiva (intereses difusos)


La legitimación para actuar en el proceso y para ejercer determinadas
funciones o cargos puede manifestarse en forma individual o colectiva, es
decir, representada, la parte que pretende, por personas individuales,
reclamando derechos adquiridos o intereses subjetivos.

En el nuevo proceso colectivo se protegen derechos o intereses difusos. Son


aquellos derechos colectivos que pertenecen a toda la comunidad, son los
derechos que tiene un grupo humano, determinado o indeterminado de
personas, de vivir en el ambiente sano y libre de peligros que afecten a su
calidad de vida, la calidad del medio donde habitan o comparten y a la
calidad de vida de la generaciones futuras. Sobre todo, refiere a los
derechos ambientales y los que tienden a proteger el medio ambiente, a
evitar el llamado daño ambiental, lo relacionado a la utilización racional de
los recursos naturales, la preservación del patrimonio cultural y de la
diversidad biológica, a la información y educación ambientales.

Este derecho colectivo a reclamar tiene rango constitucional, incorporado


en los art. 41, 42 y 43 de la Constitución Nacional, en adelante C.N.

La acción de amparo, por ejemplo, puede ser interpuesta por el defensor


del pueblo y las asociaciones que propendan a la protección de los derechos
del ambiente, de a la competencia, del usuario y del consumidor contra
cualquier forma de discriminación, y lo referido a los derechos de incidencia
colectiva.

De tal modo, los legitimados en el proceso son:

• El afectado: cualquiera que se sienta afectado por una


contaminación ambiental.

• El defensor del pueblo: organismo que defiende y representa


en juicio los intereses de la comunidad.

• Asociaciones con fines protectorios no lucrativos.

Sucesión procesal
Existe sucesión procesal cuando

el sujeto, que ocupa efectivamente una de las posiciones


procesales originarias, es reemplazado por otro u otros, a
consecuencia de un acto entre vivos o por causa de muerte,
que transmite los derechos litigiosos –con consiguiente
pérdida de legitimación- y convierte al reemplazante en el
nuevo legitimado para obtener una sentencia de mérito
(Velloso, 2009, p. 236).

En efecto, se enumeran los siguientes casos de sucesión procesal:

• La sucesión de una parte por sus herederos mortis causae. Es a


título universal.
• La sucesión de una parte que muere, por el legatario del derecho
litigioso o del bien objeto del proceso. Es una sucesión mortis causae
a título particular.

• La sucesión de una parte por el cesionario mediante actos entre


vivos. La sucesión procesal se produce por convención entre quien
es parte y un tercero, a quien se le ceden y transfieren los derechos
litigiosos o el objeto mismo del litigio mediante venta, donación,
permuta, dación en pago, etc. Ahora bien, si la parte contraria no
acepta la sustitución, tradente y cesionario continúan como partes
litisconsorciales.

• La sucesión de una persona jurídica extinguida, por quienes reciben


los derechos o asumen sus obligaciones discutidas en el proceso.

La sustitución procesal
Es el fenómeno que se produce cuando la parte procesal es reemplazada
por un tercero, al cual la ley legitima a intervenir en el proceso a los fines
de ejercitar un derecho o asumir una obligación de garantía o contractual.

Estos terceros no son los “representantes” que actúan en nombre de la


parte, tampoco son los sucesores ni a título universal ni particular, los
cuales se manifiestan en el fenómeno de la sucesión procesal.

Es un reemplazo mediante sustitución (no continúa a la parte, sino que la


sustituye); como ocurre en el caso de la acción subrogatoria o en la citación
en garantía, en los cuales el tercero se trata en rigor de un nuevo
legitimado, con poderes propios en el proceso.

Cargas procesales
Goldschmidt afirma que:

solo existen en el proceso “cargas”, es decir situaciones de


necesidad de realizar determinado acto, para evitar que
sobrevenga un perjuicio procesal. Se trata de imperativos
de propio interés. Las cargas procesales se hallan en una
estrecha relación con las posibilidades procesales, puesto
que toda posibilidad impone a las partes la carga de ser
diligente para evitar su pérdida. El que puede, debe: la
ocasión obliga (es decir grava), y la más grave culpa, frente
a sí mismo, es la de haber perdido la ocasión.
Las partes ingresan al proceso a los fines de debatir conforme a
determinadas reglas conocidas de antemano y a las cuales se someten.

Alvarado Velloso (2009) señala que la carga es un imperativo que la parte


tiene respecto de sí misma.

Y nadie puede compelerla a que la cumpla, no se trata de una obligación;


pues la obligación supone que otro sujeto tiene un derecho correlativo con
esa obligación y que, por ende, puede exigir su cumplimiento.

El incumplimiento de la carga no genera una sanción, sino la consecuencia


de preclusión y un efecto contrario a su situación procesal.

Sujetos en el proceso penal


El Tribunal
Es uno de los sujetos esenciales del proceso penal. En esta materia se
debate entre un órgano técnico (jueces de derecho) o el cumplimiento de
un mandato constitucional, que es el de la institución del jurado.

El juez técnico evalúa los hechos y resuelve conforme a las reglas de la sana
crítica racional. Funda su decisión legalmente.

En el juicio por jurados el tribunal está compuesto por ciudadanos, no


letrados en derecho, que resuelven la existencia del hecho conforme a su
íntima convicción, solamente expresan la inocencia o culpabilidad del
imputado.

Ahora bien, el Código Procesal Penal de Córdoba, en adelante C.P.P.


de Cba., en su art. 369, establece que

Si el máximo de la escala penal prevista para el o los delitos


contenidos en la acusación fuere de quince años de pena
privativa de la libertad o superior, el Tribunal -a pedido del
Ministerio Público, del querellante o del imputado-,
dispondrá su integración con dos jurados1.

Así, junto al jurado existe el juez técnico en derecho, cuya función consiste
en dirigir el proceso, proceso que es observado por el jurado previa
decisión.

Luego de la decisión y tras la deliberación (secreta y reservada), el jurado


emite su decisión acerca de la inocencia o culpabilidad del acusado, y será

1Art. 369- Ley Nº 8.123 (1991). Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba. El Senado y la Cámara de Diputados de la
provincia de Córdoba.
recién el juez técnico quien aplicará la ley penal mediante el
pronunciamiento de la condena fundada en derecho.

Acusador fiscal
Comprende la función procesal del ministerio público en el proceso penal,
en el cual la acción penal es asumida por el Estado en forma exclusiva.

El ministerio público tiene a su cargo el ejercicio de la acción penal, y, para


ello, la fiscalía ejerce dos grandes actividades:

 Por un lado, practica la investigación penal probatoria.

 Por el otro, el ejercicio de la acción penal mediante la

acusación

En síntesis, es el órgano estatal competente para la persecución penal.

Así, la investigación penal preparatoria debe impedir que el delito cometido


produzca consecuencias ulteriores, y reunir las pruebas útiles para dar base
a la acusación o determinar el sobreseimiento (art. 302
C.P.P. de Cba.).

De tal suerte, tiene por objeto comprobar si existe un hecho delictuoso,


establecer las circunstancias que lo califiquen, agraven o atenúen,
individualizar sus responsables, verificar las condiciones personales de los
mismos, comprobar la extensión del daño causado por el delito (art. 303
C.P.P. de Cba.)

Así, tras la investigación penal preparatoria, el fiscal puede solicitar el


sobreseimiento del imputado (art. 348 y 350) o determinar la elevación de
la causa a juicio (en este último caso, siempre que hubiere elementos de
convicción suficientes para sostener como probable la participación punible
del imputado en el hecho intimado (art. 354).

Promovida la acción penal, ya en el juicio, la Fiscalía queda en posición de


“parte actora”, es decir acusador en contra del imputado “parte acusada”,
en un perfecto pie de igualdad entre ambas, en contradicción y duales.

Entre ellas se desarrollará el debate ante el tribunal, quien dirige el proceso,


estándole prohibido al mismo el despliegue de actividad probatoria de
oficio, y teniendo participación activa recién en el acto de sentenciar.

El imputado
Es el polo pasivo de la pretensión penal, quien es acusado por un delito.
Se mantiene en estado de inocencia hasta el momento en que se dicte
sentencia, se le otorga derecho de defensa y se lo podrá declarar culpable
del delito que se le imputa.

Es sobre quien recaerá la pretensión punitiva, siendo necesario obviamente


un proceso con garantías y eficacia.

Su declaración es un elemento de descargo y es el momento principal de


su defensa.

En el ejercicio de aquella, el imputado tiene derechos activos de


intervención, pudiendo hacer valer sus derechos desde el primer momento
de la persecución penal dirigida en su contra; pudiendo, incluso,
formular sus instancias defensivas ante el funcionario encargado de la
custodia.

Sujetos eventuales:
El querellante particular: es el ofendido penalmente por un delito de acción
pública, sus representantes legales o mandatarios, quienes tienen la
facultad de actuar en el proceso para acreditar el hecho delictuoso y la
responsabilidad penal del imputado.

Se trata de una función coadyuvante y que no es parte; la intervención de


una persona como querellante particular no la exime del deber de declarar
como testigo, aunque en caso de sobreseimiento o absolución podrá ser
condenado por las costas que su intervención causare.

El actor civil: Puede acontecer que, con motivo de la afirmación de la


existencia de un hecho delictivo, se genere la afirmación de una persona de
ser titular de un derecho resarcitorio, derivado de la responsabilidad del
hecho delictivo investigado.

De este modo se pueden acumular dos procesos mediante la acumulación


de una pretensión civil de resarcimiento en el marco de un proceso donde
se debate, también, la pretensión punitiva del Estado.

Se está frente a una demanda que contiene una acción o pretensión civil.

El actor civil es quien despliega esta pretensión indemnizatoria en el


proceso penal.

En el sistema de la provincia de Córdoba la víctima o sus herederos pueden


constituirse en actor civil aun cuando no estuviere individualizado el
imputado; y si son varios los imputados, la pretensión resarcitoria puede
dirigirse contra alguno de ellos o contra todos.

El actor civil puede actuar en el proceso para acreditar el hecho delictuoso,


la existencia y extensión del daño pretendido y la responsabilidad civil del
demandado (art. 107 C.P.P. de Cba).
Partes con pluralidad de sujetos
Las partes son dos (actor y demandado). Una de las partes pretende y la
otra reacciona contra esa pretensión. Por eso el carácter dual de las partes.

Pero, en cada una de las partes (polo activo y pasivo) puede existir más de
una persona pretendiendo o reaccionando, e incluso en ambas partes
puede existir también más de un sujeto.

Cuando en una, otra o ambas partes existe más de un sujeto, el derecho


procesal lo denomina partes con pluralidad de sujetos.

Así, la parte con pluralidad de sujetos es el género, el litisconsorcio o


relación litisconsorcial es la especie. Digamos que siempre que existe
litisconsorcio (especie); nos encontramos ante una parte con pluralidad de
sujetos, pero no siempre que exista una situación de partes con pluralidad
de sujetos estaremos frente a un litisconsorcio.

El Litisconsorcio: existe litisconsorcio cuando entre varios sujetos, que


ocupan una misma posición procesal, se presenta un vínculo de conexidad
causal o de afinidad. Está contemplado en el art. 181 del C.P.C. de Cba., el
cual trata la posibilidad de acumulación de acciones (pretensiones) en la
demanda, estableciendo que “podrá, igualmente, acumularse y ejercitarse
simultáneamente las acciones que uno tenga contra varias personas o
varias contra una sola, siempre que emanen de un mismo título o se
funden en una misma causa de pedir”2.

Es necesaria la conexidad causal a los fines de que esa parte con pluralidad
de sujetos se constituya en un litisconsorcio.

El mismo puede ser:

• Activo: Cuando se manifiesta en el polo actor.

• Pasivo: En el polo demandado.

• Mixto: En ambos.

• Facultativo: Cuando su formación obedece a la libre voluntad de las


partes. Los actos de cada litisconsorte son independientes en sus
efectos de los demás, sin beneficiar ni perjudicar al litisconsorte; la
rebeldía de uno no perjudica a los otros; los costos de pruebas
como los peritos, oficios, son a cargo del oferente. Estos efectos se
dan por tratarse de relaciones jurídicas escindibles (divisibles) y, en
realidad, nos encontramos ante procesos acumulados.

• Necesario: Cuando lo impone la ley o la característica de


inescindibilidad de la relación o situación jurídica, que constituye la
causa de la pretensión; lo que produce que al litigio resulte

2
Art. 181 - Ley N° 8.123. Op. cit.
imposible decidirlo válidamente sin la concurrencia de la integración
de la relación litisconsorcial. Entre varios sujetos existe una relación
sustancial única e inescindible, y la sentencia solo puede dictarse
útilmente frente a todos los integrantes de la relación jurídica
sustancial controvertida en el proceso. Los actos procesales de uno
de los litisconsortes benefician o perjudican a los otros, la prueba,
acreditación o confirmación de un hecho se analiza y valora para
todos.

Intervención de terceros
Es un instituto que permite que quien es tercero, al momento inicial del
proceso, se incorpore a este adquiriendo la calidad de parte.

Se trata de otorgar el derecho de defensa en sentido amplio a aquella


persona que, siendo tercero, acredita determinado interés a los fines de
que se le otorgue la participación de ley.

De tal modo, la ley ritual establece que “declarada admisible la intervención


del tercero, este asume la calidad de parte con sus derechos, obligaciones,
cargas, facultades y deberes, porque el propósito de la institución consiste
en brindar a aquel la protección judicial de un derecho o interés propio”.

Clases
• Intervención espontánea o voluntaria: La intervención del tercero
es facultativa cuando el tercero se incorpora al proceso por su
propia, libre y espontánea voluntad. Adquiere las formas de:

o Adhesiva autónoma o litisconsorcial: Este tipo de intervención


implica que el tercero, que ingresa al proceso, lo hace
asumiendo la calidad de parte y posee independencia de
estrategia o actividad procedimental respecto del sujeto con el
cual conforma el litisconsorcio.

o Adhesiva coadyuvante: Este tercero al solicitar su intervención


no lo hace en forma principal. Su intervención se debe al hecho
de hacer valer un interés, que puede verse perjudicado por el
dictado de una sentencia contraria a una de las partes. No
adquiere una calidad de parte plena en las mismas condiciones,
sino que su intervención es a los fines de ayudar o coadyuvar a
la parte en su relación procesal; por ello, su participación es
secundaria o accesoria a la parte y sus poderes y cargas se ven
supeditadas a la estrategia procesal de la parte a la cual
coadyuvan.
o Ad excludendum: Es una intervención principal, mediante la cual
el tercero opone una pretensión en contra de ambas partes. Su
intervención es autónoma respecto de ellas, pues sus intereses
son contrarios a los intereses de las mismas. El caso típico se da
cuando las partes discuten su derecho posesorio sobre un
determinado inmueble. El tercero interviene interponiendo su
derecho de propiedad, que ubica en un segundo plano la
discusión entre las partes, es decir, en un momento posterior a
la determinación de la pretensión del tercero principal o ad
exludendum. Se dicta un pronunciamiento único respecto de las
tres relaciones.

• Intervención provocada o coactiva: se deriva de la citación que


realiza el tribunal a este tercero, a los fines de que integre la
relación procesal adquiriendo la calidad de parte.

Esta citación puede ser efectuada conforme las legislaciones procesales, de


oficio o a petición de parte, vinculando al tercero como consecuencia de
dicha citación a la relación procesal originaria. La sentencia que se dicte lo
vinculará con los efectos del caso juzgado.

Tercerías: concepto, clases


La doctrina mayoritaria trasladó el concepto a la faz subjetiva, es decir,
teniendo en cuenta a un sujeto que, siendo tercero, se ve perjudicado en
un derecho e intenta hacerlo valer en el proceso, en el cual se ha afectado
el dominio de un bien de su propiedad; o bien, se busca hacer valer un
derecho privilegiado a los fines de su cancelación, mediante el producido de
la venta de un determinado bien en subasta.

Su incorporación al proceso se realiza mediante la forma accidental, siendo


que el tercerista no adquiere la calidad de parte, como acontece con la
denominada intervención de terceros.

Su legitimación no es ad causam en cuanto al debate procesal, sino que


interviene accidentando el proceso e interpone una pretensión en contra
de las partes procesales, derivada de la afectación de un bien de su
propiedad (tercería de dominio), y solicitando el preferente pago con el
producido de la subasta de un bien determinado (tercería de mejor
derecho).

Clases

Tercería de dominio: se denomina así a la pretensión deducida en


proceso por un tercero que, en virtud de haberse afectado un bien
de su propiedad por una medida cautelar dictada en proceso,
solicita el levantamiento de dicha medida.
Está regulado en el C.P.C. de Cba. a partir del art. 436,
prescribiendo el art. 437 que:

El tercerista debe acreditar, con instrumentos


fehacientes, conforme se trate la tercería o la clase
de los bienes de que se trate, la verosimilitud del
derecho invocado, o dar garantías por los perjuicios
que pueda ocasionar la suspensión del proceso
ejecutorio, todo bajo sanción de inadmisibilidad3.

Puede incorporarse en cualquier momento mientras no haya sido


otorgada la posesión de los bienes; no obstante, si ella fuera
interpuesta con posterioridad a los diez días de haberse conocido la
traba cautelar o de la ejecución, o desde el rechazo del
levantamiento de embargo sin tercería, el tercerista cargará con las
costas causadas por su presentación tardía.

Se tramita por cuerda separada y en ella interviene el tercerista y


las dos partes principales del proceso.

El efecto de la interposición de la tercería de dominio, una vez


admitida esta, es el de suspender el trámite del remate.

Tercería de mejor derecho: procede cuando un tercero al proceso


hace valer un privilegio o un derecho de preferencia sobre el bien o
patrimonio del ejecutado.

La finalidad no es el levantamiento de la medida cautelar, sino que


con el producido de la subasta se le pague preferentemente el
crédito que aduce con privilegio.

También se sustancia por pieza separada, con la participación del


tercerista y del ejecutante y ejecutado, mediante el trámite del
juicio declarativo que corresponda.

El efecto es la suspensión del pago, a diferencia de la suspensión de


la subasta que es el fin de la tercería de dominio.

Interpuesta la tercería de mejor derecho, y aún no resuelta, se


procede a la subasta, pues esta no ha sido suspendida, lo que sí se
suspende en el pago del producido de la subasta, tal cual lo
preceptúa el art. 438 del Código Procesal Civil y Comercial de
Córdoba, en adelante C.P.C.C. de Cba.

3
Art. 436 - Ley N° 8.123. Op. cit.
Hipótesis práctica
El caso: En grado de apelación se decidió declarar perimida la primera
instancia de la presente tercería de dominio. El tercerista dedujo recurso
de casación invocando el supuesto previsto en el inc. 3° art. 383 del
C.P.C.C. de Cba., esgrimiendo que se ha subsumido erróneamente el
procedimiento de tercería en la hipótesis normativa del inc. 2° del art.
339 del mismo cuerpo legal, por lo tanto, se lo calificó como un incidente,
y, por consiguiente, se ha estimado equivocadamente que el plazo de
caducidad de instancia, que le es aplicable, es el de seis meses previsto en
el precepto para este tipo de trámites. Consideró que la tercería de dominio
constituye al contrario un procedimiento autónomo e independiente
frente al juicio donde se trabó el embargo, cuyo levantamiento se
pretende, razón por la cual debe ser encuadrada en el supuesto del inc. 1°
del art. 339, ib., y, en consecuencia, está sometida a un término de
perención de un año. La Sala Civil del TSJ rechazó la casación.

1. La tercería de dominio es un procedimiento de naturaleza incidental que


encuadra en el "factum" del inc. 2° del art. 339 C.P.C.C. de Cba., porque la
propia ley procesal ha catalogado a la tercería como un incidente en cuanto
ha incluido el capítulo III, en el cual se contienen todas las normas que la
regulan dentro del título V del código, el que justamente se denomina
"incidentes", y en cuyo seno se agrupan en forma ordenada y sistemática
todos los preceptos legales correspondientes, comenzando por un régimen
general, que es común a todos los incidentes (art. 426/430), y siguiendo con
una serie de capítulos destinados a regir distintas categorías de incidentes,
entre los cuales se cuentan las tercerías.

2. La tercería es susceptible de encuadrarse dentro del concepto general


de incidente que, con arreglo a las enseñanzas de la ciencia procesal, se
define en el art. 426 del C.P.C.C. de Cba. De este modo, inversamente
no es posible calificarla como un proceso autónomo respecto del juicio
principal, porque a pesar de las características particulares que ella reviste y
teniendo presente la amplitud y generalidad que es propia del instituto del
incidente, en cuyo ámbito es dable incluir articulaciones de los más variados
tipos, es de considerar que en ella concurren los dos elementos esenciales
de los incidentes.

3. La tercería se suscita o sobreviene durante el desarrollo de un juicio


preexistente en cuanto el embargo dispuesto en este, para garantizar el
resultado práctico de la demanda, motiva al tercero a presentarse en el
pleito para impetrar el levantamiento de la medida, arguyendo ser el
verdadero propietario del bien afectado. Se configura, así, la típica dualidad
que es connatural a los incidentes; esto es, la promoción de un
procedimiento secundario o accesorio que se inserta en un procedimiento
en curso, el que pasa, en consecuencia, a revestir el carácter de principal
frente a aquel.
4. La subordinación de la tercería al juicio principal, y por tanto su perfil
incidental, es tan acusada que una eventual extinción anormal y anticipada
del proceso donde se dispuso el embargo, por ejemplo, por
desistimiento del accionante o por perención de la instancia, llevará consigo
la extinción de la tercería; que no podría subsistir por sí misma al margen
del juicio principal, a diferencia de lo que ocurre con los procesos que son
verdaderamente autónomos, cuya existencia no está ligada a otro juicio.
(cfr. C.P.C.C. de Cba., art. 348).

5. La pretensión del tercerista guarda inocultable conexión con el pleito


pendiente, porque, como es sabido, persigue la cancelación de un embargo
trabado en el mismo para asegurar la eficacia del derecho que allí se
ventila. Tanto es así que, de avanzar normalmente el juicio, en cuyo seno se
decretó la medida, no podrá subastarse el bien gravado ni satisfacerse el
crédito del acreedor accionante hasta que concluya la tercería y se dilucide,
definitivamente, quién es el verdadero propietario de aquel (art. 438).

6. La tercería re ú n e notas tipificantes de los procesos incidentales y por


esto no es posible conceptuarla como un proceso independiente. Si bien
reviste algunos rasgos especiales, es de entender que estos son irrelevantes
a los fines que nos ocupan y no empecen a la calificación que se propicia.
Se trata del caso en que el tercero impetra la declaración judicial de un
derecho subjetivo que se atribuye, concretamente el dominio que invoca
respecto del bien embargado, de donde resulta que el procedimiento que
se inicia comporta un juicio declarativo o de conocimiento, en cuyo ámbito
se ventila un litigio nuevo y diferente del que se canaliza en el pleito
principal (del cual se decretó el embargo) y que concluirá por providencia y
pasará en autoridad de cosa juzgada sustancial. Justamente en esta
característica se funda la tesitura que conceptúa a las tercerías como un
procedimiento autónomo y las subsume en la hipótesis del inc. 1° del art.
339.

7. El hecho de que en el procedimiento se discutan cuestiones materiales y


aun cuando en él se controvierta una relación jurídica distinta de la que se
ventila en el juicio donde se ordenó el embargo, pudiendo la decisión que
recaiga a su término pasar en cosa juzgada, es indiferente a los fines de
desentrañar la naturaleza de la tercería, porque el carácter incidental de un
procedimiento no depende del tenor de las cuestiones que en él se
proponen, sino que proviene única y exclusivamente de la relación en que
él se encuentra frente al proceso preexistente de que se trata. Es solo esa
vinculación de carácter puramente formal o procesal la que resulta
determinante a estos efectos, con abstracción de la naturaleza de las
cuestiones que puedan constituir su objeto, las que, no por ser de carácter
sustancial, desvirtúan aquel vínculo de dependencia y subordinación que es
esencial para tipificar los procedimientos incidentales.
8. Es irrelevante la circunstancia de que en la tercería se ventile una acción
diversa de la que se hace valer en el pleito central, en tanto lo dirimente,
para identificar un incidente, es la posición que el procedimiento
sobrevenido ocupa respecto del juicio en curso.

9. Carece de importancia el hecho de que las tercerías tramiten como


juicio declarativo (art. 439, 1° par.), pues este es un aspecto puramente
extrínseco del procedimiento derivado de la circunstancia de que en él se
debate una relación jurídico sustancial que, empero, no ejerce gravitación
alguna sobre la clase de vinculación que la tercería mantiene con el pleito
en desarrollo, lo que resulta definitorio para efectuar una adecuada
diagnosis jurídica de ella; aparte de que la propia ley resta trascendencia al
trámite con que deben sustanciarse los incidentes (art. 427).

10. La captación de los efectos, que la perención de la tercería de


dominio provoca, permite corroborar la naturaleza incidental que es dable
reconocerle. Diversamente de lo que ocurre con los procesos
verdaderamente independientes, cuya caducidad no impide promoverlos
de nuevo (art. 346, inc. 1°), la tercería que ha sufrido perención no puede
ser iniciada nuevamente, tal como sucede con los auténticos incidentes
(art. 346, inc. 2°).

11. Desde el punto de vista axiológico, si bien la deducción de la


tercería no suspende el desenvolvimiento del juicio principal, el que puede
continuar tramitándose normalmente, en especial durante su etapa de
conocimiento (art. 429), su pendencia impide la realización de la subasta
del bien embargado, la cual quedará suspendida hasta que la tercería
concluya y se esclarezca en forma definitiva quién es realmente el
propietario de la cosa en vía de enajenación (art. 438, inc. 1°). Por
consiguiente, causando la tercería la suspensión del remate e impidiendo,
por tanto, la satisfacción forzada del derecho de crédito ventilado en el
juicio principal, el que deberá esperar la terminación de la tercería, cuyo
trámite puede eventualmente transitar dos instancias y hasta radicarse en
sede extraordinaria (art. 384, 1° par.), es enteramente razonable sustraerla
al término largo de caducidad previsto por el inc. 1° del art. 339 y someterla
al contrario al plazo breve de seis meses captado en el inc. 2° del art. 339.

12. Con la contemplación de la suspensión de la subasta que se


verifica en virtud de la pendencia de la tercería y con solo imaginar que, en
tal caso, pudiera esta estar paralizada válidamente por el lapso de un año,
prolongando por añadidura durante igual tiempo aquella suspensión, se
pone en evidencia la naturaleza accesoria y secundaria, que no puede dejar
de reconocerse en la tercería a pesar de las características particulares que
ella reviste; se advierte la conveniencia y oportunidad de asignarle un plazo
de perención, cuya brevedad cause el menor retardo posible en el
desenlace final del pleito central.
TSJ -Sala Civil- Cba. AI 29 17/2/2005 Trib. de origen: Cám. 1° Civ. y Com.
Cba. "Tercería de dominio de Caram Manzur en autos: Bco. Francés S.A. c/
Aldo Antonio Villarreal Ejecución hipotecaria Recurso de casación"
Referencias
Alvarado Velloso, A. (2009) Lecciones de derecho procesal civil. Santa Fe:
Juris.

Constitución Nacional Argentina (1853). Congreso General Constituyente.


Santa Fe, Argentina. 1 de mayo de 1853.

Echandia, D. (1987). Compendio de Derecho Procesal- Teoría general del


proceso. Tomo I. Caracas: Biblioteca Jurídica Dike.

Ferreyra De De La Rua, A. y González De La Vega De OPL, C. (2003). Teoría


General del Proceso. Tomos I y II. Córdoba: Advocatus

Ley N° 8.123 (1991) Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba. El


Senado y la Cámara de Diputados de la provincia de Córdoba.

Ley N° 8.465 (1995) Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de


Córdoba. El Senado y la Cámara de Diputados de la provincia de Córdoba.

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