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DERECHO A LA EDUCACIÓN

Esta ampliación de las garantías del debido proceso se ha dado, entre


otras cosas, por la ausencia de tribunales contencioso– administrativos en
Chile y por la intensidad regulatoria que se ha impuesto en el Estado,
que ha previsto extensos modos de privatización de servicios públicos que
pasan a ser parte de una nueva regulación de diversos sectores de la eco-
nomía. En consecuencia, la extensión no se limita propiamente al control
de actos jurisdiccionales sino que abarca a los actos administrativos. Así,
“aunque se trate de potestades que no suponen ejercicio de jurisdicción
ciertamente deben sujetarse a los parámetros propios de un debido pro-
ceso” (STC R. 766-07, c. 12°).

159. DERECHO A LA EDUCACIÓN: Derecho social que asegura


a todas las personas su pleno desarrollo en todas las etapas de la vida, a
través del acceso a la enseñanza formal y no formal y a procesos de edu-
cación informal, ya sea de manera estructurada y sistemática, o a través
del núcleo familiar y la experiencia de vida.
“La educación es un derecho humano intrínseco y un medio indis-
pensable de realizar otros derechos humanos. Como derecho del ámbito
de la autonomía de la persona, la educación es el principal medio que
permite a adultos y menores marginados económica y socialmente salir
de la pobreza y participar plenamente en sus comunidades.” (Observa-
ción General Nº 13, Comité PIDESC).
La educación, entendida como enseñanza formal, fue una preocupa-
ción de los Estados republicanos, al menos desde la Revolución Francesa,
sin embargo, sólo en la época de posguerra, gracias a la teorización de
Marshall, la educación se consolida como derecho fundamental [Ruíz,
2012: 202].

Educación
Proceso complejo y permanente por medio del cual se infunden va-
lores, conocimientos y destrezas que configuran la personalidad de los in-
dividuos, logrando su pleno desarrollo, ético, moral, espiritual, afectivo,
artístico, intelectual y físico en las distintas etapas de la vida.
El TC ha establecido que “cuando la Constitución asegura el derecho
a la educación, exige que el Estado adopte las medidas para que la que
reciban los alumnos sea de la mayor calidad posible” (STC R. 1361-09).
Además, la Constitución señala que “los padres tienen el derecho pre-
ferente y el deber de educar a sus hijos” y que corresponde al Estado
“otorgar especial protección al ejercicio de este derecho”. Sobre este pun-
to, el TC aclara que “el derecho de educación preferente de los padres,
en cuanto derecho, es una facultad de obrar frente a órganos del Esta-
do, instituciones, grupos y personas que pretendieran dirigir, orientar o
llevar a cabo la educación de sus hijos, que se traduce en la elección del

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establecimiento de enseñanza en que tendrá lugar la enseñanza formal y


en las acciones educativas que realice el núcleo familiar en la enseñanza
informal de niños y adolescentes. Y en cuanto deber constitucional se
traduce en obligaciones de hacer, las que existen tanto en la enseñanza
formal en que los padres han de colaborar con la acción educativa del es-
tablecimiento que eligieron para sus hijos, como en la enseñanza informal
en que no pueden eludir la responsabilidad educativa que les incumbe”
(STC R. 740).
La ley ha precisado el contenido del concepto constitucional de edu-
cación, además de clasificarla en formal, no formal e informal. Así, esta-
blece que ésta “se manifiesta a través de la enseñanza formal o regular, de
la enseñanza no formal y de la educación informal. La enseñanza formal
o regular es aquella que está estructurada y se entrega de manera siste-
mática y secuencial, constituida por niveles y modalidades que aseguran
la unidad del proceso educativo y facilitan la continuidad del mismo a lo
largo de la vida de las personas. La enseñanza no formal es todo proceso
formativo, realizado por medio de un programa sistemático, no nece-
sariamente evaluado y que puede ser reconocido y verificado como un
aprendizaje de valor, pudiendo finalmente conducir a una certificación.
La educación informal es todo proceso vinculado con el desarrollo de las
personas en la sociedad, facilitado por la interacción de unos con otros y
sin la tuición del establecimiento educacional como agencia institucional
educativa. Se obtiene en forma no estructurada y sistemática del núcleo
familiar, de los medios de comunicación, de la experiencia laboral y, en
general, del entorno en el cual está inserta la persona” (art. 2, L. 20.370).

Historia constitucional
Hay una etapa constitucional inicial en donde se regula la educación
siempre desde una perspectiva de deber estatal básico. Es así como será la
Constitución de 1822 la primera en establecer un título específico sobre
la “educación pública” en los siguientes términos: “La educación pública
será uniforme en todas las escuelas, y se le dará toda la extensión posible
en los ramos del saber, según lo permitan las circunstancias” (art. 230
Constitución de 1822). La Constitución de 1823, en su lógica de difusión
de principios de moralidad nacional incorporó la idea de que “la instruc-
ción pública, industrial y científica, es uno de los primeros deberes del Es-
tado” (art. 257 Constitución de 1823, entre otras disposiciones). La propia
Constitución de 1833 dispuso que “la educación pública es una atención
preferente del Gobierno. El Congreso formará un plan general de educa-
ción nacional; y el Ministro del Despacho respectivo le dará cuenta anual-
mente del estado de ella en toda la República” (art. 153 Constitución de
1833). Sin embargo, será bajo esta Constitución y mediante una reforma
la que dé el giro hacia la consideración subjetiva de este derecho. Desde

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la reforma constitucional del 13 de Agosto de 1874 se incorporó en la


Constitución de 1833 el reconocimiento a la “libertad de enseñanza”, en
estrecha ligazón con la educación y su estatuto en el art. 12 Nº 6 inc. 6°.
Esta libertad fue incluida con posterioridad en la Constitución de 1925 en
el art. 10 Nº 7, en donde se señalaba: “La Constitución asegura a todos los
habitantes de la República […] La libertad de enseñanza. La educación
pública es una atención preferente del Estado. La educación primaria es
obligatoria. Habrá una Superintendencia de educación pública, a cuyo
cargo estará la inspección de la enseñanza nacional y su dirección, bajo la
autoridad del Gobierno.” Finalmente, fuertes procesos de reforma edu-
cacional en general, y universitaria en particular, en la década del sesenta
en un contexto de cambios políticos y sociales significativos, llevaron al es-
tablecimiento del Pacto de Garantías Constitucionales sobre las cuales se
construyera un nuevo consenso en aspectos críticos de la sociedad chilena
de aquel tiempo. Es así como la ley de reforma constitucional L. 17.398
de 1971 estableció una nueva estructura de reglas sobre esta normativa.
De esta manera, el art. 10 Nº 7 de la Constitución de 1925 dispuso “la
libertad de enseñanza. La educación básica es obligatoria. La educación
es una función primordial del Estado, que se cumple a través de un siste-
ma nacional del cual forman parte las instituciones oficiales de enseñanza
y las privadas que colaboren en su realización, ajustándose a los planes
y programas establecidos por las autoridades educacionales. La organi-
zación administrativa y la designación del personal de las instituciones
privadas de enseñanza serán determinadas por los particulares que las
establezcan, con sujeción a las normas legales. Sólo la educación privada
gratuita y que no persiga fines de lucro recibirá del Estado una contribu-
ción económica que garantice su financiamiento, de acuerdo a las normas
que establezca la ley. La educación que se imparta a través del sistema
nacional será democrática, y pluralista y no tendrá orientación partidaria
oficial. Su modificación se realizará también en forma democrática, previa
libre discusión en los organismos competentes de composición pluralista.
Habrá una Superintendencia de Educación Pública, bajo la autoridad del
Gobierno, cuyo Consejo estará integrado por representantes de todos los
sectores vinculados al sistema nacional de educación. La representación
de estos sectores deberá ser generada democráticamente. La Superin-
tendencia de Educación tendrá a su cargo la inspección de la enseñanza
nacional. Los organismos técnicos competentes harán la selección de los
textos de estudio sobre la base de concursos públicos a los cuales tendrán
acceso todos los educadores idóneos, cualquiera que sea su ideología. Ha-
brá facilidades equitativas para editar y difundir esos textos escolares, y
los establecimientos educacionales tendrán libertad para elegir los que
prefieran. Las Universidades estatales y las particulares reconocidas por
el Estado son personas jurídicas dotadas de autonomía académica, ad-

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ministrativa y económica. Corresponde al Estado proveer a su adecuado


financiamiento para que puedan cumplir sus funciones plenamente, de
acuerdo a los requerimientos educacionales, científicos y culturales del
país. El acceso a las Universidades dependerá exclusivamente de la ido-
neidad de los postulantes, quienes deberán ser egresados de la enseñanza
media o tener estudios equivalentes, que les permitan cumplir las exigen-
cias objetivas de tipo académico. El ingreso y promoción de profesores
e investigadores a la carrera académica se hará tomando en cuenta su
capacidad y aptitudes. El personal académico es libre para desarrollar las
materias conforme a sus ideas, dentro del deber de ofrecer a sus alumnos
la información necesaria sobre las doctrinas y principios diversos y dis-
crepantes. Los estudiantes universitarios tienen derecho a expresar sus
propias ideas y a escoger, en cuanto sea posible, la enseñanza y tuición
de los profesores que prefieran”. Con ello, se incorporan un conjunto
amplio de garantías institucionales dentro del proceso educativo: obliga-
toriedad del Estado, gratuidad estatal, libre determinación del ideario del
centro educacional, control del servicio público educativo, subvenciones
públicas para la provisión mixta de servicios educacionales, autonomía
universitaria, carrera académica, libertad de cátedra, pluralismo educa-
tivo, entre otros.

Regulación constitucional
La Constitución reguló el derecho a la educación y la libertad de en-
señanza en forma separada, con el objeto de ilustrar claramente las dife-
rencias entre ambos derechos. Mientras la libertad de enseñanza se erige
como un derecho individual de libertad tutelado por la acción de protec-
ción, el derecho a la educación es un derecho social sin esta garantía. El
fundamento de este tratamiento diferenciado se basa en la definición de
educación entendida por el constituyente, que engloba en un concepto
amplio todo proceso mediante el cual se infunden conocimientos, valores
y destrezas, permitiendo el desarrollo pleno de los individuos.
El derecho a la educación se asegura actualmente en el art. 19 Nº 10,
y establece en su inc. 3° que “[l]os padres tienen el derecho preferente y
el deber de educar a sus hijos. Corresponderá al Estado otorgar especial
protección al ejercicio de este derecho”. En este sentido, el derecho prefe-
rente de los padres de educar a sus hijos es coherente con una concepción
amplia de educación, especialmente en lo relativo a aspectos valóricos y
espirituales, y también con el art. 1 inc. 2° de la Constitución. Que este
derecho sea preferente, quiere decir, según lo discutido en la CENC, que
prima en conflicto con otro derecho, y que la función del Estado es subsi-
diaria, el cual debe abstenerse de intervenir [Silva Bascuñán, 2008 T. XII:
183]. Al respecto, el TC ha declarado que “en cuanto derecho de los pa-
dres, es una facultad de obrar frente a órganos del Estado, instituciones,

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grupos y personas que pretendieran dirigir, orientar o llevar a cabo la


educación de sus hijos, que se traduce en la elección del establecimiento
de enseñanza en que tendrá lugar la enseñanza formal y en las acciones
educativas que realice el núcleo familiar en la enseñanza informal de ni-
ños y adolescentes. Y en cuanto deber constitucional se traduce en obli-
gaciones de hacer, las que existen tanto en la enseñanza formal en que los
padres han de colaborar con la acción educativa del establecimiento que
eligieron para sus hijos, como en la enseñanza informal en que no pue-
den eludir la responsabilidad educativa que les incumbe” (STC R. 740).
A través de una reforma constitucional introducida el año 2013 por la
L. 20.710, el inc. 4° del artículo bajo análisis establece que para el Estado
es obligatorio promover la educación parvularia, “para lo que financiará
un sistema gratuito a partir del nivel medio menor, destinado a asegurar
el acceso a éste y sus niveles superiores. El segundo nivel de transición
es obligatorio, siendo requisito para el ingreso a la educación básica.”
Sin embargo, la Vigesimoprimera Disposición Transitoria estableció una
regla especial respecto de la gradualidad de la garantía: ésta “entrará en
vigencia gradualmente, en la forma que disponga la ley”.
La reforma aludida se fundamenta en “la creciente importancia que
ha ido adquiriendo en el último tiempo este nivel educativo. Hoy sabe-
mos que es en los primeros años donde se desarrollan las habilidades
cognitivas y socioemocionales básicas de las personas, que resultan fun-
damentales para el desarrollo personal posterior. Sobre ello, la evidencia
indica que al año y medio de vida de los niños ya se observan diferencias
en el grado de desarrollo de estas habilidades, en parte importante de-
bido a la influencia de su contexto social, económico y cultural. Con el
transcurso del tiempo, estas diferencias se acrecientan y son cada vez más
difíciles de revertir” (Mensaje Nº 91-361).
El inc. 5° del art. 19 Nº 10 establece que “La educación básica y la
educación media son obligatorias, debiendo el Estado financiar un siste-
ma gratuito con tal objeto, destinado a asegurar el acceso a ellas de toda la
población. En el caso de la educación media este sistema, en conformidad
a la ley, se extenderá hasta cumplir los 21 años de edad”. De esta forma,
“[e]l sistema a que alude la norma obliga al Estado a mantener gratui-
tamente tanto escuelas, que impartan educación básica, como los liceos
necesarios para asegurar a todos su derecho a la educación media. Tanto
la construcción de dichos establecimientos, como su adecuada organiza-
ción y funcionamiento, habrá de financiarse ya sea directamente por el
Estado o indirectamente a través de las instituciones privadas que reciban
subvención estatal” [Silva Bascuñán, 2008 T. XII: 214].
Finalmente, los últimos incisos del artículo analizado establecen que
“[c]orresponderá al Estado, asimismo, fomentar el desarrollo de la edu-
cación en todos sus niveles; estimular la investigación científica y tecno-

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lógica, la creación artística y la protección e incremento del patrimonio


cultural de la Nación. Es deber de la comunidad contribuir al desarrollo y
perfeccionamiento de la educación”. Esto último, para parte de la doctri-
na, es una manifestación del principio de subsidiariedad (véase “Constitu-
ción económica”). Desde otra perspectiva, este inciso evidencia realmente
un principio de contribución en esta materia, lo que, a juicio de otros
autores, ha sido refrendado por la jurisprudencia: “[e]l TC ha indicado
que el derecho a la educación no es un deber exclusivo del Estado, sino
que en su realización hay un ‘esfuerzo compartido’ entre éste y la comuni-
dad. El imperativo estatal ha de ser cumplido por iniciativa propia y con
diligencia especial, en razón del art. 6 CPR” [Jordán, 2009: 194].

Regulación legal
En primer lugar, cabe destacar que el sistema educativo chileno su-
frió una gran transformación durante la dictadura militar, y ésta fue re-
frendada por DL y leyes dictadas por la Junta de Gobierno. A través de
estas reglas se consolidó un sistema mixto de financiamiento, a través de
escuelas y liceos públicos de administración municipal financiados por el
Estado, establecimientos educacionales particulares subvencionados por
el Estado, y establecimientos educacionales privados. En este sentido, “se
impone en Chile por decretos de la dictadura militar, una política de pri-
vatización casi total del espacio de la escuela y del sistema educacional en
su conjunto, el que continúa en sus grandes líneas –a través de leyes […]
como la Ley Orgánica Constitucional de Educación, de 1990 y la Ley Ge-
neral de Educación del año 2007– hasta hoy […]. El Estado y las políticas
públicas en educación pasan a ser concebidas a partir del principio de la
subsidiariedad, lo que significa que el sistema público solo debe intervenir
en esta esfera cuando los agentes privados son incapaces de responder a
las demandas de las personas, esto es, cuando se trata de la educación de
los sectores más pobres.” [Ruíz, 2012: 203-204].
Este sistema, y las consecuencias que ha provocado especialmente
en la educación pública, desencadenaron una serie de movilizaciones so-
ciales desde el año 2006, las cuales instalaron la educación en el centro
del debate público de los últimos años. En este contexto, en el año 2010
se dictó la LGE L. 20.370, que derogó la Ley Orgánica Constitucional
de Enseñanza Nº 18.692, de 1990, creando una nueva institucionalidad
conformada por los siguientes organismos: (i) El Consejo Nacional de
Educación; (ii) La Agencia de Calidad de la Educación; y (iii) La Superin-
tendencia de Educación.
En concordancia con lo dispuesto en la Constitución, la LGE también
señala que la educación se manifiesta a través de la enseñanza formal, no
formal e informal. El art. 2 de esta ley dota de contenido a la definición de
educación señalando que ésta “se enmarca en el respeto y valoración de

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los derechos humanos y de las libertades fundamentales, de la diversidad


multicultural y de la paz, y de nuestra identidad nacional, capacitando a las
personas para conducir su vida en forma plena, para convivir y participar
en forma responsable, tolerante, solidaria, democrática y activa en la co-
munidad, y para trabajar y contribuir al desarrollo del país” (art. 2 LGE).
Sobre la obligación del Estado de garantizar la enseñanza básica y
media obligatoria y gratuita, la LGE prescribe que el sistema educativo
chileno se basa en los derechos consagrados constitucionalmente y se ins-
pira en los siguientes principios: “a) Universalidad y educación perma-
nente. La educación debe estar al alcance de todas las personas a lo largo
de toda la vida. b) Calidad de la educación. La educación debe propen-
der a asegurar que todos los alumnos y alumnas, independientemente
de sus condiciones y circunstancias, alcancen los objetivos generales y los
estándares de aprendizaje que se definan en la forma que establezca la
ley. c) Equidad del sistema educativo. El sistema propenderá a asegurar
que todos los estudiantes tengan las mismas oportunidades de recibir una
educación de calidad, con especial atención en aquellas personas o gru-
pos que requieran apoyo especial. d) Autonomía. El sistema se basa en
el respeto y fomento de la autonomía de los establecimientos educativos.
Consiste en la definición y desarrollo de sus proyectos educativos, en el
marco de las leyes que los rijan. e) Diversidad. El sistema debe promover
y respetar la diversidad de procesos y proyectos educativos instituciona-
les, así como la diversidad cultural, religiosa y social de las poblaciones
que son atendidas por él. f) Responsabilidad. Todos los actores del proce-
so educativo deben cumplir sus deberes y rendir cuenta pública cuando
corresponda. g) Participación. Los miembros de la comunidad educativa
tienen derecho a ser informados y a participar en el proceso educativo en
conformidad a la normativa vigente. h) Flexibilidad. El sistema debe per-
mitir la adecuación del proceso a la diversidad de realidades y proyectos
educativos institucionales. i) Transparencia. La información desagregada
del conjunto del sistema educativo, incluyendo los ingresos y gastos y los
resultados académicos debe estar a disposición de los ciudadanos, a nivel
de establecimiento, comuna, provincia, región y país. j) Integración. El
sistema propiciará la incorporación de alumnos de diversas condiciones
sociales, étnicas, religiosas, económicas y culturales. k) Sustentabilidad.
El sistema fomentará el respeto al medio ambiente y el uso racional de
los recursos naturales, como expresión concreta de la solidaridad con las
futuras generaciones. l) Interculturalidad. El sistema debe reconocer y
valorar al individuo en su especificidad cultural y de origen, consideran-
do su lengua, cosmovisión e historia” (art. 3, L. 20.370).

Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales


En esta materia es fundamental revisar los estándares que al respecto

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ha fijado el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, órga-


no internacional encargado de velar por el cumplimiento del PIDESC,
ratificado y vigente en Chile.
En uno de sus comentarios generales, señala que la educación en to-
das sus formas y niveles, dependiendo del contexto de cada Estado parte,
debe tener las cuatro siguientes características interrelacionadas: (i) Dispo-
nibilidad, en cuanto deben existir instituciones y programas de enseñanza
en cantidad suficiente y condiciones de infraestructura y calidad adecua-
das; (ii) Accesibilidad, donde las instituciones y programas de enseñanza
deben ser accesibles a todos, principalmente a los grupos más vulnerables
de hecho y de derecho. La educación debe ser asequible materialmente,
ya sea por su localización geográfica o por medios tecnológicos adecua-
dos. La educación también ha de ser asequible económicamente, por me-
dio de la educación primaria gratuita y el compromiso de los Estados par-
tes de ampliar la gratuidad progresivamente a los siguientes niveles de
enseñanza; (iii) Aceptabilidad, en tanto la forma y el contenido educativo
han de ser pertinentes, adecuados culturalmente y de buena calidad para
los estudiantes; (iv) Adaptabilidad, en cuanto ha de tener la flexibilidad
necesaria para adaptarse a las necesidades de sociedades y comunidades
en transformación y responder a las necesidades de los estudiantes en
contextos diversos (Observación General Nº 13, Comité PIDESC).

160. DERECHO A LA HONRA: Derecho de toda persona natural a


mantener indemne la proyección social de su dignidad humana.
La honra se puede entender desde dos dimensiones. Desde un pun-
to de vista subjetivo, consiste en la apreciación favorable que tiene una
persona de sí misma. Desde un punto de vista objetivo, consiste en el
aprecio de la colectividad hacia la conducta y cualidades de una persona.
Se sostiene que el derecho a la honra emana de la dignidad humana
y protege el buen nombre, prestigio o reputación de toda persona. Es un
derecho que surge de la interacción permanente con otros, y cuya protec-
ción se adecúa a la posición de la persona y sus características particulares
en el caso concreto. “La honra de la persona se afecta así, tanto por el he-
cho de serle atribuida una fama que no le corresponde, por estar basada
en hechos falsos, como asimismo, por sus actuaciones y comportamientos
que implican una vulneración del orden jurídico o de sus obligaciones
éticas. La protección de la honra debe posibilitar recomponer las cosas en
su justo término y preservar la verdad de la persona y sus actuaciones.”
[Nogueira, 2004].

Breve historia constitucional


En los primeros textos constitucionales, se protegía únicamente el
secreto de las comunicaciones y la inviolabilidad del domicilio. El art. 16

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