Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Raffo Velásquez
Socio de Baxel Consultores
Mg. Universidad de Alicante y Palermo
1. Una historia mítica
Nuestro personaje, bastante creyente él, confiaba en salir incólume del infierno. Y es
que en una de las tantas leyes divinas estaba escrito que, debido a la magnitud de sus
pecados, podía redimirse si pasaba seis meses en ese desdichado lugar.
Aunque las reglas parecían sencillas, el monstruoso perro Cerbero de tres cabezas –
o, como mejor le conocen, el Cancerbero– no las soportaba. Le disgustaba que un
alma pueda salir del tormentoso lugar. Sentía que debía hacer algo para afianzar su
fama de guardián del infierno. En realidad, sentía que era un guardián de la ley, pues
se aseguraba que quien pecó cumpla su sanción y, por qué no, un poquito más.
Cada cabeza dice ser independiente una de la otra, aunque son parte de un solo
cuerpo. Acusaban, entonces, a las almas de ladronas de grilletes y las condenaban a
seguir como prisioneras. Si algún alma intentaba superar el engaño y respondía a la
segunda pregunta señalando que sólo entregaría los grilletes a quien se los impuso,
entonces la segunda cabeza lo acusaba de desobediente e imponía la misma pena
que se pretendía evitar.
Preocupa que esta historia de terror mítico sirva para describir la imagen que
muestra el Estado y sus dependencias frente a las almas pecadoras de los
empleadores que adeudan remuneraciones a sus trabajadores.
La ley ordena que los empleadores retengan parte de las remuneraciones para pagar
el impuesto a la renta y la AFP de los mismos trabajadores. De modo que, por poner
un ejemplo, la empresa en lugar de entregar 100 de remuneración, dará 80,
reteniendo 20 para pagar aquellos conceptos en favor del mismo trabajador.
Ahora, la cabeza tributaria del Estado llamará a la puerta para gruñir por incumplir
la ley que ordena retener parte de la remuneración. El aturdido empresario
responderá que entregó esa suma al trabajador por orden de otra de la cabeza judicial
del mismo Estado. Pero, como siempre, el Cancerbero-tributario remarcará que cada
cabeza o cada dependencia es independiente una de la otra, aunque sean parte de un
Estado unitario (¿?), por lo que sostendrá que el cumplimiento ante la cabeza
judicial no significa que haya cumplido frente a la cabeza tributaria.
Ese absurdo generará una orden para que la empresa pague con su patrimonio (y no
con las remuneraciones del trabajador) los tributos que debe el trabajador.
El empresario no tendrá más remedio que activar la vía del amparo contra la
resolución del juez que le ordenaba incumplir la ley y no retener los tributos del
trabajador, o formular un amparo contra la decisión tributaria que le ordenaba pagar
con su patrimonio los tributos del trabajador… o contra ambas decisiones.
Al final de esa travesía procesal, el empresario arribará a las puertas del Tribunal
Constitucional esperando su liberación. Pero sus esperanzas, sin embargo, son
infundadas, pues se trata de otra cabeza del mismo Cancerbero-Estado.
Debe reconocerse que el criterio mayoritario y más reciente del Poder Judicial en los
casos sobre pago de remuneraciones consiste en que el empleador debe retener los
fondos necesarios para el pago de los tributos y AFP del trabajador, tal como manda
la ley.
No obstante, los trabajadores han levantado el estandarte del debido proceso para
plantear sendas demandas de amparo contra esas decisiones judiciales. Sostienen
que se vulneraría la cosa juzgada pues las sentencias que ordenan pagar
remuneraciones se deben «cumplir en sus propios términos», de modo que, si
ordenan pagar 100, se les debía entregar los 100, sin autorizar ninguna de las
retenciones que prevé la ley (¿?).
Pero aun en 2016 el Tribunal publicó la STC 2183-2012-AA que, en una peleada
votación, declaró infundada una demanda de amparo de un trabajador que exigía la
entrega de sus remuneraciones sin retenciones. El Tribunal sostuvo, entre otras
cosas, que el cumplimiento de la ley tributaria y de AFP no agraviaba la cosa
juzgada.
Esa aparente calma duró solo dos años, pues este mes el Tribunal publicó la STC
7073-2013-AA en donde volvió a su criterio anterior, pero sin ninguna motivación.
Declaró fundada la demanda de amparo de un trabajador contra una decisión judicial
que ordenaba ejecutar una sentencia laboral y permitía que parte de las
remuneraciones entregadas sea retenida por el empleador para el pago de los tributos
y AFP del trabajador.
Es decir, el Tribunal consideró nula una decisión judicial que autorizaba el pago de
sus tributos y AFP con parte de sus remuneraciones, tal como prevé la ley (¿?). De
modo que, es probable que el criterio de los jueces del Poder Judicial vire hacia ese
rumbo.
Eso hace más difícil que comprendamos por qué en los casos de remuneraciones el
Tribunal simplemente identifica cosa juzgada con intangibilidad, con
impenetrabilidad de la sentencia, incluso frente a la ley. Tal vez el Tribunal crea que
el derecho a las remuneraciones es una trasgresión que merece una «mayor rigidez»;
o tal vez olvidó sus propios criterios, considerando conveniente cambiar de criterio.
Nunca sabremos la razón pues el Tribunal no dice nada más.
También preocupa que en todos sus fallos el Tribunal sostenga que el cumplimiento
de las leyes que ordenan retener parte de la remuneración no es un «motivo
razonable» para ponderar la ejecución o cumplimiento de una sentencia.
No llegamos a comprender por qué cumplir la ley no es una razón para delimitar la
realización de un derecho, no entendemos qué cosa sí podrá ser un motivo adecuado.
Y el Tribunal tampoco se molesta en decirlo.
Son estos errores del Tribunal los que genera el absurdo del Cancerbero: habilitan a
que el Estado ataviado con traje judicial le diga al empresario: «No retengas, entrega
al trabajador toda su remuneración». Para que luego el Estado, esta vez vestido con
atuendo de SUNAT, reclame al mismo empleador: «Eres un ladrón, no cumpliste
con retener como como manda la ley, por lo que debes responder con tu
patrimonio».
Esa contradicción podía ser salvada por el Tribunal, sin embargo, ha sostenido que
el empleador debe cumplir las sentencias sin dudas ni murmuraciones; es decir, sin
tener opción de retener nada del sueldo del trabajador, aunque la ley así lo habilite.
La emoción del Tribunal por proteger la cosa juzgada ha generado que libre una
ilusoria batalla con molinos de viento, pero ha generado consecuencias nocivas que
sí son reales.
Todos los jueces, por mandato legal, están obligados a seguir los criterios del
Tribunal Constitucional. Por ello, es previsible que ordenarán a los empresarios
pagar el total de las remuneraciones que adeudan a sus trabajadores, sin retener los
tributos y AFP que estos últimos deben. Esto hará que se materialice la historia que
relatamos en el ítem 2; es decir, ante la falta de pago de tributos, despertará la
insaciable cabeza tributaria del Cancerbero-Estado y tocará impaciente la puerta del
empresario.
A estas alturas, el cuento de terror tiene más de realidad que de fantasía, pues en
todos los amparos que hemos conocido sobre este asunto vimos a la SUNAT
intervenir con su voraz apetito de cobrador, exigiendo que se respete la carga del
empleador de retener o, en su defecto, exigiendo que este responda con su
patrimonio por no retener.
Al igual que las almas se desprenderán de parte de sus cuerpos para dársela al
Cancerbero y librarse del problema, los empleadores aceptarán la arbitrariedad
desprenderse de una parte de su patrimonio para dársela al Cancerbero-Estado,
pagarán los tributos de otros para poder librarse.