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Teología I SEC 12 PDF
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12.1. La creación
12.1
Afirmaciones tales como la de Ef. 4:6, “un Dios … sobre todos, y
por todos, y en todos”, indican que Dios existe en una relación tanto de
trascendencia como de inmanencia respecto del orden creado.
En ese estar “sobre todos” y “sobre todas las cosas” (Ro. 9:5), es
el Dios trascendente, e independiente de su creación, autoexistente y
autosuficiente. Por lo tanto, la creación debe entenderse como un acto
libre de parte de Dios, determinado exclusivamente por su voluntad
soberana, y de ninguna manera como un acto necesario.
Dios no tenía ninguna necesidad de crear el universo (véase Hch.
17:25). Eligió hacerlo. Es necesario hacer esta distinción, porque sólo
así puede considerárselo como Dios el Señor, el ser incondicional y
trascendente.
Por otra parte, en cuanto existe “por todos, y en todos”, es
inmanente a su creación (aunque distinto de ella), y esta es
enteramente dependiente de su poder para continuar existiendo. “En él
«aujtov"» todas las cosas subsisten” (Col. 1:17) y “en él vivimos, y nos
movemos y somos” (Hch. 17:28).
Las palabras “por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap.
4:11), y “creado por medio de él, y para él” (Col. 1:16), indican el
propósito y el fin de la creación.
Dios creó el mundo “para la manifestación de la gloria de su
eterno poder, sabiduría, y bondad” (Confesión de Westminster).
La creación, en otras palabras, es teocéntrica, destinada a
desplegar la gloria de Dios; para ser, como dice Calvino, “el teatro de su
gloria”.
Al mismo tiempo, sin embargo, es evidente que la idea de la
creación primaria contenida en la fórmula creatio ex nihilo (de lo no
existente) no agota la enseñanza bíblica sobre el tema.
El hombre no fue creado ex nihilo, sino del polvo de la tierra (Gn.
2:7), y las bestias del campo y las aves de los cielos fueron formadas de
la tierra (Gn. 2:19). Esto se ha dado en llamar creación secundaria,
actividad creadora mediante la utilización de materiales ya creados, y se
registra juntamente con la creación primaria como parte integrante del
testimonio bíblico.
7
Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló
en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.
19
Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda
ave de los cielos, y las trajo a Adán …..
12.2
12.2. La doctrina bíblica
12.3
12.2.2. Las cosas creadas
Tomando, pues, Gn. 1 como un simple relato fenomenológico, el
primer aspecto concierne a la creación de la luz. Seguramente es una de
las observaciones humanas más sencillas, el que el día y la noche se
suceden en una sucesión regular, y que la luz es una necesidad
indispensable para toda manifestación de vida y crecimiento. “¿Quién
hizo que fuera así?” pregunta el autor de Gn. 1. La respuesta es que fue
Dios (vv. 3–5).
Una segunda observación simple es que no solamente hay aguas
abajo, que forman los mares y las vertientes subterráneas, sino que hay
aguas arriba que constituyen la fuente de las lluvias. Entre las dos está
el firmamento. ¿Quién hizo que fuera así? Dios (vv. 6–8).
Además, la experiencia ordinaria indica que los mares y las
extensiones de tierra están distribuidos en determinadas zonas de la
superficie de la tierra (vv. 9–10). Eso, también, es obra de Dios.
La tierra, a su vez, ha producido vegetación de muchas clases (vv.
11–13). Esto, también, es obra de Dios. No existen sutilezas de
distinción botánica, pero el escritor conoce solamente tres grandes
agrupamientos de vida vegetal, la hierba verde, plantas que den
semillas, y los árboles que den frutos y cuyas semillas estén en él.
Evidentemente el escritor pensaba que esta sencilla clasificación
abarcaba todos los casos. Luego viene la observación de que se ubican
en el firmamento los cuerpos celestes, el sol, la luna, las estrellas (vv.
14–19). Fue Dios el que los colocó allí para señalar los tiempos y las
estaciones. Sería demasiado sutil esperar que el escritor hiciera la
distinción entre meteoros, planetas, nebulosas, etc.
Volviéndose a las esferas donde hay seres vivientes, el escritor
observa que las aguas produjeron los “seres vivientes” (v. 20, cosas que
pululan, animales pequeños que se encuentran en grandes cantidades),
y las grandes ballenas (monstruos marinos) y “todo ser viviente que se
mueve” (v. 21, monstruo marino, serpiente).No se intenta hacer
ninguna distinción precisa entre las distintas especies de animales
marinos en el sentido zoológico. Basta con decir que Dios hizo los
animales de los mares, tanto los pequeños como los grandes.
Dios también hizo las aves que vuelan en el firmamento (vv. 20–
22). El término, incluye toda clase de aves. ¿De dónde vinieron las
multitudes de seres que pueblan la tierra? Dios los hizo todos.
Además, la tierra produjo seres vivientes (vv. 24–25), que el autor
clasifica como bestias (animales), todo animal que se arrastra sobre la
tierra (vv. 24–25), y animales de la tierra (vv. 24–25). Tampoco aquí
cabe buscar distinciones zoológicas.
12.4
Evidentemente el escritor estaba convencido de que su sencilla
clasificación abarcaba todas las clases principales de vida terrestre, en
medida suficiente para su propósito. Finalmente, Dios hizo al hombre
(vv. 26–27, dµadµa>) a su misma imagen y semejanza, frase que se
define de inmediato con referencia al dominio sobre los habitantes de la
tierra, el mar, y el firmamento (vv. 26, 28). Y Dios creó ('µdµµdµ) al
hombre en forma compuesta, varón y hembra (v. 27).
12.5
Se sostiene que los seis conjuntos de material pueden haber sido
anotados en seis tablillas similares, con una estructura similar, y con un
final similar como conclusión de cada una.
Esta teoría no deja de ser interesante, aunque en realidad
constituye una variante de que la idea de Gn. 1 se trata de una
composición literaria arreglada en forma artificial con el fin de enseñar
la lección de que fue Dios quien hizo todas las cosas. No se ofrece
ningún comentario acerca del método divino de obrar.
Algo se pierde si en la interpretación de este capítulo insistimos en
empujar la exégesis hasta límites innecesarios. Todo el conjunto es
poético en su carácter, y no se presta para las correlaciones científicas
demasiado precisas.
El enfoque que encontramos en el capítulo se centra en lo que
Dios dijo (vv. 3, 6, 9, 11, 14, 20, 24, 26). Es la divina palabra creadora
la que pone orden en el caos, luz en lugar de tinieblas, vida en lugar de
muerte.
12.6